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CECILIA LESGART

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CECILIA LESGART: Usos de la transición a la democracia. (2003)
Entre los últimos años 60 y principios de 80, un concepto clave comienza a ocupar en las ciencias sociales regionales: La democracia, que permite pensar en contra del el autoritarismo, como pareja conceptual contraria. 
Ahora que el autoritarismo, se acentúa a diversos acontecimientos pasados. La democracia se constituye en una categoría creadora de expectativas y concentra diversos deseos de superación de los regímenes autoritarios. 
En 1978 organiza CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en Costa Rica) un evento, que lleva por título “las condiciones sociales de la democracia” convoca a los intelectuales provenientes de tendencias teóricas enfrentadas pocos años antes. 
Los regímenes militares, imponen mediante represión condiciones a las instituciones académicas y a las prácticas de los intelectuales dedicados a las ciencias sociales. Entre ellasr, la intervención de las universidades públicas, la expulsión de académicos que tienen labores de investigación y o docencia en las universidades públicas o privadas, el exilio forzado, la migración o el silenciamiento a los intelectuales y restricciones a la publicación y o circulación de escritos académicos críticos. Estos dan cuenta del clima intelectual naciente en la región, en el que se coloca a la democracia en la agenda de las ciencias sociales. 
Los usos de la democracia
El primer y gran uso de democracia es el de contraponerse al termino de autoritarismo. Se inicia un proceso de revisiones que encuentra sus motivos en la pregunta sobre qué cosas posibilitaron la instalación de las dictaduras y que en su trayecto vincula una mirada crítica hacia ciertas experiencias del pasado. 
Así, y como un segundo uso, la democracia se convierte en una idea que permite demandar la protección de la vida individual frente a los horrores impuestos por las dictaduras. La democracia instala como objetivo estratégico a los derechos humanos. Ella se transforma en una reivindicación que intenta establecer limites a la acción de los autoritarismos y esta demanda, la convierte en una idea con la cual se gesta una política ofensiva que cuestiona una de las bases sobre la que se asientan las dictaduras; las vejaciones, los exilios, los silenciamientos, y que se expresa a través de luchas, gestos y consignas, más o menos contundentes.
Sus usos se transforman y comienza a ser acompañada por dos términos nuevos. Por un lado TRANSICIÓN utilizado en el que deben recorrer las sociedades tradicionales para convertirse en modernas. Muy poco tiempo después, esta palabra será concedida de otra conceptualización y probará relacionarse más que exitosamente con el término democracia. Aparece acompañada del término RÉGIMEN POLÍTICO con las instituciones. 
Los replanteos realizados sobre las teorizaciones de la modernización y del desarrollo permiten que la democracia se recupere como una dimensión política, que los problemas de la política se resistan a ser pensados en términos económicos y o sociales y que comiencen a tildarse peyorativamente a las visiones anteriores del cambio político por economicistas o por demasiados sociológicos. 
Democracia procedimental vs sustantiva
Sustantiva: el “fin” a donde nos lleva la D.- Procedimentales: requisitos, procedimientos formales (normas leyes) que se debe cumplir, de la legalidad de la decisión. 
Aspectos sustantivos de la democracia son colocados en un lugar subordinado con respecto a las dimensiones y el énfasis se coloca en no insistir con que la democracia puede ser un medio para las transformaciones sociales. Los argumentos en torno a la sustantividad de la democracia se tilden con otros señalamientos, es el momento de la sociedad civil, de la participación ciudadana, es el complemento del carácter procedimental de la democracia, son los contenidos normativos que pueden discutirse. 
Con el aspecto sustantivo considerado como complemento de la dimensión procedimental, se hace presente un tema que adquiere gran importancia: la sociedad civil. A través de ella, se liberan críticas a anteriores maneras de entender la participación: ahora es el ciudadano el que se convierte en el actor de esa participación y los partidos políticos son definidos como los actores principales en las contiendas políticas. 
Sin dudas, las diversas menciones a la democracia representativa, formal, pluralista, política, real, expresan la oportunidad de diferenciar, al menos mediante un procedimiento genérico, las nuevas maneras en que se desea arribar al futuro, de producirlo en contraposición a las viejas formas o las presentes no queridas: el socialismo, el populismo, la revolución, el liberalismo clásico, el neoconservadurismo. 
La democracia política: el pacto y las reglas
La democracia política se perfila como la idea que conduce a que las sociedades que transiten de un régimen político a otro. Asociada al pacto y a las reglas hace del cambio político un momento pacifico y negociado. La introducción del pacto y de las reglas de juego, también hacen que la democracia procedimental se separe de la sustantiva en el sentido de un proyecto diferente.
A pesar de los múltiples significados que en el cruce entre las décadas se le atribuyen a la democracia, ella comienza a ser pensada como un espacio institucional, reglado, consensuado, previsible, desde el cual se revisan temas clásicos tanto del socialismo como el liberalismo. 
Por otro lado, hay un argumento basado en la idea de reglas constitutivas y reglas normativas. Las primeras, son aquellas que una vez acordados por consenso, no se podrán volver a discutir. Estas remiten a la idea de conjunto de reglas y rutinas aceptadas y compartidos por todos. Las segundas, son las que refieren a la pluralidad de proyectos y a la diversidad de actores que una vez que han acordado aquel otro núcleo básico, pueden seguirse negociando. Aquí también hay una expectativa creada a futuro desde el cual se piensa que el acuerdo es racional con respecto a fines. Sin embargo, y a diferencia de la propuesta anterior, el logro del aspecto constitutivo exige que los actores sean capaces de auto limitar deseos, acciones y comportamientos. 
Finalmente en la relación con la democracia, ésta se convierte en la puesta en marcha de un sistema institucional, en el diseño de una fórmula que permite satisfacer los intereses y las reivindicaciones a través del pacto. El contrato social, marca la constitución y el inicio de un nuevo orden que convoca la diversidad de proyectos existentes en una sociedad. Ese ordenamiento es el político democrático. 
La política es reelaborada como construcción de orden en dos sentidos. Por un lado, considerando que sólo los procedimientos pueden dar lugar a la obtención de consenso y de un espacio político que permita la convivencia común. Por otro lado, la política es asociada como una demanda de orden en un contexto político en el que la democracia cobra sentido como lucha por la restitución de la política y en donde los regímenes militares son considerados como espacio de la anti política y de la no política: la guerra.
El nuevo orden institucional a construir, que deberá ser consensuado aún conteniendo las diferencias, piensa la acción política del futuro en oposición a las visiones que ha construido sobre el pasado; ellas deberán ser diferentes a cualquier forma de exclusión física, moral y o simbólica. 
Pero no son sólo los procedimientos quienes están llamados a garantizar este nuevo “buen orden”. La construcción de ese núcleo básico de rutinas produce una redefinición teórica más: las características de las acciones y de los comportamientos de los políticos. Esos sujetos deberán corresponderse en sus actitudes, en la percepción de símbolos y en sus acciones con el ordenamiento político democrático que modelará el futuro por venir. 
Sin embargo, no sólo el vocablo orden vino a distinguir el espacio pasado del tiempo futuro. Ética de convicción y ética de la responsabilidad, son presentadas como dos alternativas con las cualesse traza una frontera entre la política revolucionaria y la democracia. La primera, sujetada a la trascendencia de las causas y referidas al deber ser, no había previsto las consecuencias que traerían ciertas acciones. Por lo tanto, no parece ser la buena ética que debe darle sentido a la política democrática. La segunda, pensada a través del nuevo paradigma, nace como una ética que al exigir la mediación previa de las consecuencias que traerán las acciones emprendidas, se trona racional con arreglo a fines: los juicios políticos atienden a la correspondencia entre medios y fines.

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