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Política de vida y muerte.libro ICAHN (1)
Data · January 2014
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Nicolas Espinosa
The University of Arizona
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POLITICA DE VIDA Y MUERTE 
Etnografía de la violencia de la vida diaria 
en la Sierra de La Macarena. 
 
 
Nicolás Espinosa 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Departamento de Antropología 
Facultad de Ciencias Humanas 
 
Universidad Nacional de Colombia 
2008 
 
 
 
 
POLITICA DE VIDA Y MUERTE 
Etnografía de la violencia de la vida diaria 
en la Sierra de La Macarena. 
Tesis de grado, aprobada y con mención meritoria, 
de la Maestría en Antropología Social 
 
 
 
 
 
 
 
Autor: Nicolás Espinosa. 
Tutora: Marta Zambrano. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Departamento de Antropología 
Facultad de Ciencias Humanas 
 
Universidad Nacional de Colombia 
2008 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Agradecimientos 
 
TRABAJO CO-FINANCIADO POR EL PROGRAMA DE “APOYO 
DE TESIS DE POSGRADO” DE LA DIRECCIÓN DE 
INVESTIGACION DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE 
COLOMBIA SEDE BOGOTA. CONVOCATORIA 2007 
 
 
TRABAJO CO-FINANCIADO POR EL “FONDO DE APOYO A 
INVESTIGACIONES REGIONALES” DE LA CORPORACION 
PARA EL DESARROLLO INTEGRAL DE LA AMAZONIA 
COPOAZU. FLORENCIA, CAQUETA. CONVOCATORIA 2006 
 
TRABAJO ACOMPAÑADO POR EL RESGUARDO INDÍGENA 
MULTIETNICO, YAGUARA II DE LOS LLANOS DEL YARÍ; LA 
ASOCIACIÓN DE JUNTAS DE ACCION COMUNAL DEL 
MUNICIPIO DE LA MACARENA (META), ASOJUNTAS DE 
CARTAGENA DEL CHAIRÁ Y ASOJUNTAS DE SAN VICENTE 
DEL CAGUAN (CAQUETÁ) 
 
 
AGRADECIMIENTOS: 
 
Tras varios años de trabajo en La Macarena, el haber cursado la Maestría en 
Antropología de la UN me ha permitió experimentar con nuevas formas de aproximarme 
y estar en la región. Por ello reconozco el dedicado trabajo de las siguientes profesoras y 
profesores, quienes hicieron permanentes críticas y observaciones a mi Tesis: Marta 
Zambrano (mi tutora), César Abadía, Joanne Rappaport; Grardo Ardila, Fabricio 
Cabrera y Ximena Pachón. Igual papel jugaron mis compañeros y compañeras de 
estudio Cesar Tapias, Constanza Fletcher, Marco Tobón, Ana María León, Juana 
Espinosa, Santiago Gómez y Miguel Mejía. 
 
Pero sin duda esta tesis sólo fue posible gracias al apoyo de campesinos y campesinas de 
la sierra de La Macarena, quienes a pesar de las difíciles circunstancias en que viven y 
de las duras condiciones que la guerra impone, nunca dudaron en respaldar mi trabajo 
ante las presiones de las Fuerzas Armadas y la insurgencia. Apelando a estrategias que 
solo las comunidades conocen, y a pesar de los operativos militares y el control que 
ejercen las Farc, gracias al acompañamiento campesino me fue posible explorar 
suficientes espacios y situaciones para mi trabajo. 
 
Aunque he tomado precauciones para que este trabajo no sea funcional a los proyectos 
militares del estado y la insurgencia, y que nada de lo aquí escrito comprometa la 
seguridad de los campesinos y campesinas que prestaron su testimonio, prefiero no 
mencionar a nadie. En junio de 2008, cuando realicé entrega del trabajo a las 
comunidades de La Macarena y Norte del Caquetá, me fue posible extender 
agradecimientos personales. 
 
Por ultimo agradezco a la Universidad Nacional y la Corporación Copoazú por la 
financiación recibida. A las Asociaciones de Juntas de la región y al resguardo Yaguara 
II por su acompañamiento y a mis asistentes de campo, Lorena Carrillo y Adrián García, 
por su dedicación para con este trabajo. 
 
Aclaro, eso si, que lo escrito en esta tesis es responsabilidad del suscrito y no 
compromete las posiciones de las personas e instituciones antes mencionadas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A la memoria de Helena y de la Profe, 
quiénes siendo arte y parte de esta historia 
se fueron de estas tierras sin poder 
discutir mis letras. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
“…huyen de la pobreza de una ciudad y se arriesgan 
criando hijos lejos de una escuela o un hospital. 
Escapan de una violencia entre dueños de poderes 
y se encierran en una humillante soledad 
para decirse así mismos que viven en libertad”. 
 
Padre Jacinto Franzoi 
Río Caguán. Memorias y leyendas de una colonización 
 
 
TABLA DE CONTENIDO 
 
INTRODUCCIÓN …………………………………………… 1 
Metodología del trabajo 
El viaje sin regreso 
De la teoría a la práctica: ejes conceptuales 
El observador observado 
Organización del trabajo. 
 
Capítulo Primero 
ETNOGRAFÍA EN ZONA TÓRRIDA ………………………… 36 
La Sandía 
El Yarí. 
La triple frontera: el Yarí, La Macarena, el estado colombiano. 
La Macarena 
El río Guayabero 
La vereda 
La finca 
 
Epílogo: el regreso 
 
Capítulo Segundo 
VIOLENCIA Y VIDA CAMPESINA 
Etnografía de la violencia en la vida diaria…………………….. 77 
Los marcos de la violencia 
Colonización y conflicto 
La violencia desde el estado. De lo simbólico a lo militar 
La violencia desde la guerrilla 
La violencia de la vida diaria. 
El destierro 
Un fin de semanaen la vereda 
Formas y dinámicas de la violencia en la región 
 
 
Capítulo Tercero 
POLÍTICA DE VIDA Y MUERTE 
La normalización de la violencia…………………………………… 108 
Las experiencias del sufrimiento 
“Algo tenía que deber” 
La injusticia toca la puerta 
La comunidad imaginada 
La naturalización del sufrimiento 
La racionalización 
Condiciones y respuesta sociales a la violencia 
 
 
 
 
Capítulo Cuarto 
VIOLENCIA POLÍTICA Y 
PRÁCTICAS DE LA MEMORIA …………................................. 133 
La memoria regional 
Memoria constitutiva, sujeto y colectivo 
La memoria constituyente como proceso 
La memoria constituyente como apuesta de reconocimiento 
La memoria constituyente y la construcción de fronteras regionales 
Elementos pendientes para una agenda regional 
 
 
Capítulo Quinto 
LA POLITICA DEL LUGAR 
Las tensiones del territorio político en La Macarena ……… ..... 159 
Dentro y fuera: las fronteras de sentido 
A las márgenes del estado 
Lo político en el lugar y la política del lugar 
 
 
 
CONCLUSIONES……………………………………………… 181 
 
BIBLIOGRAFIA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Foto 1 
Amanece en el río Guayabero. 
A lo largo del texto, una crónica del trabajo de campo en fotografías. 
Autor: Nicolás Espinosa 
 
Foto de la portada: Alejandro sale de su casa . 
Autor: Santiago Gómez
Introducción 
1 
INTRODUCCIÓN 
La siguiente es una etnografía que realicé en la Sierra de La Macarena y algunas zonas 
del norte del Caquetá y los llanos del Yarí (Véase: Mapa 01, página 2), en donde me 
propuse analizar el impacto de la violencia política en la cotidianidad de las 
comunidades campesinas. Tras una década de trabajo en La Macarena, para esta 
investigación me fue posible recoger el acumulado de relaciones, confianzas y 
experiencias que he construido allí, condición que me ha permitido abordar, en una 
región complicada1, una situación complicada: la naturaleza compleja de las 
manifestaciones regionales del conflicto armado. 
En estos territorios amazónicos la violencia política se ha incorporado de manera sutil 
en la vida campesina, pues mas allá de la reiterada sucesión de combates, bombardeos, 
retenes y un largo etc. a que se ven sujetas las comunidades, el conflicto armado deja su 
huella, por ejemplo, en actividades tan comunes como la agricultura. En La Macarena la 
extensión máxima de los sembrados de coca, el número de hectáreas de selva que se 
permiten tumbar anualmente por finca y otra serie de disposiciones que establecen las 
Farc en sus áreas de influencia, son reglas de carácter obligatorio. El conflicto también 
se siente en las condiciones que existen para movilizarse de una región a otra, pues 
 
1 La Sierra de La Macarena es un sistema biogeográfico mas antiguo que los andes en donde confluyen los 
ecosistemas andino, orinocense y amazónico. Su poblamiento se remonta a un proceso de colonización 
reciente cuyos protagonistas fueron, en su mayoría, campesinos expulsados de la región andina a 
mediados del SXX por los remanentes de la violencia bipartidista de aquel entonces. En los años 60 la 
persecución a grupos campesinos organizados por el Partido Comunista los llevó a abrir frentes de 
colonización a los que se sumaron, con los años, miles de familias campesinas que buscaron la 
posibilidad de contar con una tierra para vivir. En inmediaciones de La Macarena, a mediados de los 
años 60, se fundó la guerrilla de las Farc y desde entonces la región ha sido escenario de múltiples 
operaciones militares, conflictos asociados a los cultivos de coca y a la ocupación campesina de zonas 
de reserva natural. Para un panorama histórico y regional véanse los trabajos de Molano (1989), 
Avellaneda (1989), Sierra (1995), Espinosa (2003). 
Introducción 
2 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Mapa 01. Ubicación de la zona de estudio. Fuente IGAC 
Introducción 
3 
 
 dicho ejercicio implica para los habitantes de la región sortear los controles del ejército, 
las regulaciones de la guerrilla; para ello es clave no transitar con ropa oscura y en lo 
posible no ir a los cascos urbanos con botas pantaneras, pues el ejército sospecha de la 
ropa negra y molestan mucho por la tenencia y porte de botas; suponen que éstas son de 
uso privativo de la guerrilla y en la práctica parecieran estar proscritas. Así mismo, para 
ir de una zona a otra es necesario llevar cartas de presentación de la Junta de Acción 
Comunal de la vereda, dado que la guerrilla no permite el ingreso a sus zonas de 
personas desconocidas en la región. 
Como etnógrafo no he escapado a las normas y condiciones que imperan para la gente 
(evito ropas oscuras, conservo las cartas de presentación de la Junta, reconozco que 
temas o no se pueden discutir en una casa) y he descubierto estrategias para sortear 
algunas condiciones propias de los controles militares: en los retenes del ejército es más 
fácil evadir señalamientos y exhaustivos controles cuando me presento como 
antropólogo (mi formación de maestría) y no cómo sociólogo (mi formación de 
pregrado). Sin entrar en muchos detalles, la mención de antropólogo hace suponer que 
me dedico a la arqueología o al trabajo con indígenas; la sociología carga con un 
estigma que la relaciona, en muchos espacios y en muchos sectores del país, como 
formación propia de guerrilleros. 
En otros tantos momentos y espacios la violencia política cobra forma en La Macarena, 
como lo son la configuración de la espacialidad regional, pues dadas las regulaciones de 
la guerrilla relativas a la máxima extensión de las fincas, la cantidad de selva que cada 
año se puede tumbar determina que tanto se ensancha la frontera agrícola. El conflicto 
Introducción 
4 
también se vive cuando las excesivas regulaciones de las Fuerzas Militares limitan de 
forma exagerada la cantidad de comida que las familias pueden llevar a sus fincas; la 
dificultad que supone superar los retenes militares hacen pensar dos veces a la 
población joven si vale la pena ir desde la zona rural a un centro poblado, pues el ser 
jóvenes los hace sospechosos de ser miembros de la guerrilla. 
De igual forma, al haberse incorporado a la vida diaria, el conflicto armado ha 
configurado una serie de respuestas sociales al conflicto que en las esferas más íntimas 
de la vida social se expresan en las formas de vivir el sufrimiento, de representarse la 
violencia y racionalizar sus efectos. Las prácticas de la memoria y de la política, así 
como las formas de apropiación territorial encuentra como marco regulador las 
condiciones que la violencia impone. 
En síntesis, mi tesis se orienta a comprender la violencia política a través de las 
cotidianidades y vivencias de los campesinos de la región. Y es objeto del presente 
capítulo exponer algunos de los contenidos de la investigación, las tensiones éticas que 
mi etnografía en una zona de conflicto ha supuesto, y aquellas estrategias metodológicas 
que, en conjunto con lo anterior, han configurado la investigación. 
La introducción se divide en cuatro secciones: la primera comprende los antecedentes 
etnográficos que dieron forma al objeto de estudio, la segunda trata algunos de los 
elementos centrales trabajados en la investigación; la tercera plantea el marco 
metodológico de la investigación y en la última realizo una presentación general del 
texto. 
PRIMERA PARTE: PRETEXTO ETNOGRAFICO. 
Abril de 2007 fue un mes muy tenso para los habitantes de la vereda El Socorro en la 
Introducción 
5 
Sierra de La Macarena. Fuertes combates río abajo los hacían temer una incursión 
militar cerca de sus fincas mientras que el sobrevuelo de los aviones militares que 
fumigan los cultivos de coca se hacía más intenso cada día. Era de esperar que las 
aspersiones aéreas se hicieran de nuevo la en la vereda y que, como en ocasiones 
anteriores, el veneno arrasara con toda clase decultivos. De igual forma, y por aquellos 
días, pequeños grupos de guerrilleros se movieron de finca en finca esta zona del 
Guayabero, realizaron charlas con los campesinos, cobraron impuestos, arreglaron uno 
que otro problema entre vecinos. 
Una familia de la vereda, la familia de don Armando y doña Graciela, tenía aún más 
motivos para estar preocupados: desde hacía varios meses estaban entre ojos de un 
comandante guerrillero quién les había ordenado “abandonar el área”. Además de eso, 
hacía pocas semanas una familia de campesinos (madre, padre, hijos menores, dos 
primos y un tío) aparecieron como guerrilleros en el pueblo, se desmovilizaron2 y 
señalaron a don Armando a través la emisora del ejército, en emisión especial, como 
colaborador de la guerrilla, invitándolo a él y su familia a seguir su ejemplo y 
desmovilizarse. Este señalamiento, por si fuera poco, hizo temer a la familia de don 
Armando y doña Graciela una incursión del ejército. No tenían para donde tomar 
 
2 El programa para la Desmovilización y Reincorporación es una política del estado colombiano orientado 
a ofrecer beneficios jurídicos y socioeconómicos a aquellas personas que abandonen un grupo armado 
al margen de la ley, según lo contempla la ley. Los desmovilizados son atendidos tres meses en 
albergues temporales, para luego recibir durante dos años un estipendio mensual cercano a un salario 
mínimo (en promedio) y un préstamo al finalizar este tiempo para iniciar un proyecto productivo. Los 
desmovilizados han de comprobar de forma periódica su asistencia a estudios y capacitación para 
recibir tales beneficios, así como no verse involucrados en ningún acto delictivo. En un contexto mas 
amplio este programa hace parte de una estrategia contrainsurgente que busca la deserción y 
desmoralización de miembros de la guerrilla, así como la obtención de importante información para la 
inteligencia militar puesto que a cambio de información o servicios de guía en áreas de conflicto los 
desmovilizados obtienen mayores beneficios económicos. Un análisis sobre los impactos regionales y 
familiares de la desmovilización véase el trabajo de Lorena Carrillo “Cuando para los campesinos la 
seguridad no necesariamente significa democracia” (2008). 
Introducción 
6 
camino y aunque en su casa se respiraba un ambiente muy tirante esto no fue motivo 
para que la visita que desde hacía varios meses les había prometido se hiciera efectiva. 
Los acompañé unos cuantos días. 
En aquel tiempo tenía en mente, como trabajo para la maestría, rastrear las narrativas 
políticas de los campesinos sobre el estado. Planeaba realizar un video y para ello me 
acompañaron mi amigo Cesar Tapias, compañero de estudios en la maestría, y mi 
hermana Juana Espinosa, estudiante de antropología. A diferencia de César, Juana ya 
había visitado conmigo La Macarena, por lo que semanas previas al viaje debí informar 
a los líderes de la comunidad que iría acompañado de otra persona y que llevaríamos 
una cámara de video. Advertencias de este tipo son necesarias, toda vez que por 
regulación de la guerrilla las personas extrañas no pueden llegar a la vereda sin la 
autorización y acompañamiento comunitario. 
El trabajo sufrió un drástico cambio cuando fuimos consientes de los momentos 
angustiosos que vivían doña Graciela, don Armando e hijos; momentos que captaron 
toda mi atención. Pude observar cómo, a pesar del cruce enorme de fuerzas y poderes 
que los superan (el conflicto armado que ha enfrentado al estado y la guerrilla de las 
Farc durante más de 40 años), la vida de la familia seguía su curso: los niños 
madrugaban para la escuela, don Armando se dedicaba a reparar las cercas de la finca y 
doña Graciela ordeñaba de forma paciente las siete vacas que tenían. Nuestro trabajo en 
video, con autorización de la familia, se dedicó a capturar momentos de su vida diaria y 
a sistematizar su historia en el Guayabero. 
El ambiente de tensión se respiraba a cada instante en esta familia: ante el sobrevuelo de 
cualquier helicóptero las conversaciones cesaban, las visitas de los vecinos se tomaban 
Introducción 
7 
con tranquilidad, no alteraban el trabajo del día; pero ante el aparecimiento de aquellas 
personas que ellos creían cercanas a la guerrilla todo trabajo se aplazaba. Algunos temas 
de mis entrevistas fueron vedados en las noches, puesto que en medio de la selva y en 
estas casas sin paredes nunca se sabe quién puede estar escuchando. 
Esta pareja de campesinos y sus hijos han hecho su vida, toda la vida, a las márgenes 
del río Guayabero. Los conocí hace años y por donde quiera que me haya entrometido 
en sus vivencias, en cada conversación la historia del conflicto y de la violencia política 
se ha incorporado de una forma determinante para explicar sus experiencias de vida. En 
aquella oportunidad, en abril de 2007, pude conocer de primera mano no solo la 
encrucijada más complicada a que se halla enfrentado esta familia sino que también me 
fue posible identificar el impacto de la violencia política en las experiencias diarias de 
los campesinos, pues alrededor de la situación de doña Graciela y don Armando pude 
identificar y comprender distintas dimensiones del conflicto armado que los pobladores 
de La Macarena viven en la vida diaria. 
Meses después regresé y ellos ya no estaban en la región. Sus familiares no quisieron 
entrar en detalles sobre su paradero y las condiciones de su partida; incluso me 
sugirieron que mejor dejara la historia tal cuál quedó. Eso implicó, por tanto, que el 
video que realizamos con César y Juana deba permanecer inédito y que pueda 
considerarse como eso que Veena Das ha llamado “conocimiento venenoso3”: aquellas 
cosas que es mejor silenciar para no afectar la vida comunitaria. 
El haberme visto inmerso en la cadena de acontecimientos, reflexiones y discusiones 
 
3 Véase Das (1997 y 1997b) 
 
Introducción 
8 
regionales a que dieron lugar las decisiones que habrían de tomar don Armando y doña 
Graciela, significaron un cambio drástico en la perspectiva de mi trabajo: en principio 
mi proyecto se encaminaba a dar cuenta de la cultura política de la región, pero a fuerza 
de los hechos las indagaciones sobre la política y lo político en La Macarena me 
mostraron que estas dimensiones de la vida social no pueden disociarse de la violencia. 
Siendo así el trabajo de investigación se orientó desde entonces a dar cuenta de las 
distintas escalas de violencia que configuran la región y la forma en que se naturalizan 
en la vida diaria y en las experiencias de los campesinos. 
La pregunta por quiénes son los campesinos, qué experiencia los define como sujetos, 
fue una de las cuestiones que dio forma al sentido del trabajo. Los sujetos de esta 
historia son campesinos no sólo porque vivan en una zona rural, sino porque su relación 
con el medio, sus prácticas productivas y su racionalidad económica los hacen 
campesinos, y así se hacen llamar. En alguna oportunidad le pregunté a doña Graciela 
ella qué era: campesina o colona. Me dijo con orgullo, “somos campesinos porque 
trabajamos la tierra”. A Santi, su esposo, no le gustaba trabajar en la finca, prefiere 
aserrar madera, trabajar con máquinas como la guadaña o manejar canoas. Mantenía 
junto a doña Graciela los sembrados de pancoger, la yuca, el plátano, el maiz. No era su 
única ocupación, pero aun así también se asumía como campesino, pues para él ser 
campesino significa haber nacido en el campo y vivir en una finca. Colonos fueron sus 
padres, quienes fundaron la región, aclaró. Su vida allí les ha permitido compartir las 
tradiciones y costumbres, las creencias, los mitos y las supersticiones propias de la vida 
campesina y que en La Macarena observan algunas particularidades. 
La discusión sobre el carácter campesino de los habitantes de la región seubica no solo 
Introducción 
9 
en aras de una precisión conceptual que diferencie a colonos de campesinos, sino en una 
apuesta de política cultural (cfr. Escobar 2001). Si por un lado la categoría “colono” 
señala una particular forma de relacionarse con el medio, una la racionalidad que 
incorpora prácticas andinas y lógicas campesinas extractivas en el medio amazónico 
(Molano 1987 y 1989b; Chávez 1998), la acepción oficial del término representa para la 
gente de La Macarena una estrategia discursiva que desde el estado desconoce las 
raíces que estos habitantes han echado sobre su tierra. Nombrar a los habitantes de la 
región como colonos constituye un estereotipo desde el cuál el estado los descalifica 
pues los considera como una población flotante, depredadores el medio ambiente cuyo 
afán de lucro los hace seguir la bonanza de la coca. 
Pero la historia de La Macarena no se limita a la colonización. Esta es una región que se 
constituyó a partir de un proceso colonizador que se remonta a los años 60 y que 
integró, en una naciente sociedad regional, a colonos que procedían de distintos lugares 
del país: Huila, Tolima, Cundinamarca, Santander. Varias décadas después pocos se 
reconocen allí como colonos, pues colonos fueron los primeros en llegar. La realidad de 
los habitantes contemporáneos es otra, por ejemplo don Armando y doña Graciela (al 
igual que la gran mayoría de jóvenes herederos de la colonización) nacieron y se criaron 
en La Macarena y no conocían mas que su región; su finca no fue abierta en terrenos 
baldíos, fue comprada. Hicieron parte de una comunidad que se reúne cada mes para 
realizar trabajos en conjunto; una comunidad que tiene escuela, caminos y una Junta de 
acción comunal. Su finca les proveía alimentos y el excedente que generaban, a partir 
del trabajo familiar no remunerado, lo invirtieron en artículos necesarios para su vida y 
que la finca no producía. En suma, los campesinos que hoy día viven en La Macarena 
Introducción 
10 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Foto 2 
Regreso a la vereda. Esta joven campesina comparte con su hija una condición especial: 
ambas han nacido en La Macarena. A diferencia de la experiencia de los colonos, quienes 
dieron los primeros trazos en la construcción de la región, ellas no tienen la referencia de una 
tierra lejana como su lugar de origen. 
Autor: N.E 
Introducción 
11 
 heredaron del proceso de colonización las bases de una sociedad regional que 
comprende el piedemonte amazónico, y en donde múltiples historias, sentidos y 
representaciones integran una cultura regional. 
Una de esas historias desde la cual se han construido sentidos y representaciones, desde 
la cual se han generado una serie de estrategias para negociar en la vida diaria ha sido 
la violencia política. Con esto en mente me propuse una vía para interpretar lo 
aparentemente incomprensible: en una zona donde el conflicto armado se vive con 
mucha intensidad, ¿qué tipo de negociaciones realizan sus habitantes en la vida 
cotidiana para seguirla habitando? Para dar respuesta a ello, en la investigación 
contemplé una serie de contenidos que ha continuación describo. 
 
SEGUNDA PARTE: CONTENIDOS DE LA INVESTIGACIÓN. 
Para darme una idea de cómo se vive la vida en La Macarena he recogido una serie de 
historias, experiencias y testimonios que me han permitido examinar algunas de las 
condiciones políticas que configuran la región. Para eso he trabajado el marco de 
violencia que la estructura, a la manera de distintas escalas (ejercidas desde el estado y 
la guerrilla) que enmarcan una serie de procesos que inciden de forma directa las esferas 
de la cotidianidad. 
Desde el estado cabe destacar aquel elemento que configura en buena medida la forma 
como dinamiza su presencia en la región, comprendido en la política de erradicación de 
cultivos de coca. Política que se confunde con la estrategia contrainsurgente y que no 
reconoce el conflicto social que sustenta los cultivos de coca ni el carácter político de 
los campesinos; dado que la actividad de los cocaleros se comprende como criminal, el 
Introducción 
12 
tratamiento que reciben es de delincuentes, cuando no de guerrilleros. 
De otro lado, desde el ámbito de la guerrilla, el involucrar a los civiles de forma cercana 
a la lucha armada redunda en que sea común el ajusticiamiento de campesinos 
sospechosos de servir a las Fuerzas Militares. Esos ajusticiamientos les hacen perder 
confianza entre las comunidades campesinas. De otro lado, el que las Farc hayan 
asumido desde hace varios años la intermediación entre los campesinos productores de 
pasta base de coca y los narcotraficantes que procesan la cocaína, ha significado para las 
comunidades complejos problemas a los que han de enfrentarse, puesto que esa relación 
de la guerrilla con la coca ha permitido que desde el estado se señale que la producción 
coquera sea de las Farc, y por ende que todo productor sea acusado de ser guerrillero. 
Ahora bien, a partir de la comprensión de distintas expresiones particulares de la 
violencia política desde sus agentes, he identificado uno de los impactos por medio de 
los cuales estas expresiones se manifiestan: la configuración de una “violencia 
cotidiana”. Este tipo de violencia implica para los campesinos la rutinización del 
sufrimiento humano como algo “normal”, que aparece bajo múltiples formas (Scheper-
Huges 1997) y como resultado de la interacción del cambio de las representaciones 
culturales, la experiencia social y la subjetividad individual (Kleinman 2000). 
Otros elementos conceptuales ofrecen pistas para trabajar la dimensión social de la 
violencia cotidiana: la elaboración de cierta cultura de terror (según propone Taussig 
2002) por medio de elementos narrativos y simbólicos –historia oral, discursos, ritos- 
que reproducen de forma efectiva, y en algunas dimensiones de la conciencia colectiva, 
algunos de los efectos propuestos por los actos mismos de la violencia. No es el terror la 
única expresión cultural, pues en la naturaleza campesina coexisten distintas prácticas y 
Introducción 
13 
escenarios que no pueden reducirse a una noción totalizadora de terror. Entre estos 
escenarios es posible diferenciar dos de ellos claves para el análisis de la violencia en la 
vida diaria: las esferas públicas y privadas de la vida social (Bourgois 2001). 
En cuanto he tomado como referencia para comprender la subjetividad las experiencias 
concretas e imaginadas de la vida de los sujetos, experiencias que los guían en la acción 
y que lo sitúan en un campo de relaciones de poder (cfr Kleinman, Das, Lock 1997), es 
posible observar el impacto de la violencia en la vida diaria en la serie de pautas que 
naturalizan y normalizan la violencia política. A esas pautas las he llamado gramática 
social, donde esa gramática marca el parámetro (de allí la noción de normalización) 
desde el cual las comunidades campesinas sobrellevan en su cotidianidad el conflicto 
armado. Algunas de esas pautas lo son la forma apropiada para hablar de temas 
complejos -los ajusticiamientos, la desmovilización de un vecino, la detención de un 
lider social- la elección de testigos seguros con quienes hablar de ello –por lo general el 
círculo familiar- y la predilección de un lugar sobre otro para hablar cosas de este tipo. 
Eso si: la rutinización y la normalización de la violencia no implican una especie de 
naturaleza violenta propia del campesinado. La ya clásica discusión entre Catherine 
Legrand (1994) y Alfredo Molano (1989) sobre el carácter revolucionario del Colono 
que reivindica este último, contradicho por Legrand al señalar aspectos claves de su 
vocación reformista, ofrece pistas para comprender que la respuesta armada de sectores 
campesinos obedece a diversos procesos históricos y políticos extremos que han 
configurado el panoramade nuestra guerra. Procesos que, al comprender la mentalidad 
geopolítica que ha guiado la lucha contrainsurgente en nuestro país vale la pena 
esclarecerlos (Cómo logra de alguna manera el trabajo de Serje 2006) para trazar 
Introducción 
14 
acciones desde la sociedad civil, la academia incluida, que prevengan esa política de 
arrasamiento a que se han visto sometidas poblaciones rurales y urbanas en nuestro 
país4 
 
Por tanto debo insistir en que mi propuesta de gramática social se orienta a comprender, 
entre otras cosas, las respuestas que surgen desde las comunidades tras la ocurrencia de 
un evento asociado a la violencia política. El análisis de los pasos que le suceden hace 
posible ver los significados ocultos, implícitos en el día a día, por medio de los cuales 
los campesinos se representan y racionalizan dichas experiencias. Uno de esos 
significados tiene que ver con los procesos de vida y muerte a que se ven sujetos los 
campesinos, situación que implica, en cierta medida, una biopolítica donde la vida, 
antes que merecer una apuesta política para su conservación (en el sentido original con 
que Focault propusiera el término biopolítica5), se sostiene mediante una serie de 
estrategias donde, en ocasiones, la naturalización de la experiencia social indica que es 
necesario dejar morir para poder vivir: varias de las narrativas que he recogido 
 
4 No menos que con sospecha y prevención puede uno observar la posible justificación a que puede dar lugar 
un supuesto trabajo académico que el periódico El Tiempo cita, y mal citado, en aras de contextualizar las 
posibilidades de una posible “retoma” de las Farc en el céntrico departamento de Cundinamarca. Dice la 
nota periodística que “al respecto, el sociólogo de la universidad Nacional Jorge Dueñas Cabra y un grupo 
de especialistas que ha hecho un seguimiento del fenómeno de izquierda en Cundinamarca, señalan que 
será muy difícil erradicar del todo a este grupo (las Farc) por los nexos familiares que aún mantienen en la 
región”. El Tiempo, 15 de Mayo de 2006. Esta nota ha sido reproducida en la página oficial de las Fuerzas 
Militares. Véase: http://www.fac.mil.co/?idcategoria=11240 Consulta enero 12 de 2008 
Quizás gracias a pretextos de este tipo es que a lo largo de distintas y exitosas operaciones militares 
desarrolladas en el país las operaciones paramilitares arreciaron en contra de poblaciones enteras, entre 
ellas la población de Cundinamarca, el Oriente antioqueño, y las zonas norte y sur de la Sierra de La 
Macarena, entre otras. Véase: “¿Meras coincidencias? Pese a la tregua unilateral que declararon los 
paramilitares desde el año pasado (2002), han aumentado su presencia en regiones como Arauca, Cauca, 
Antioquia, Cundinamarca y Huila. Operativos militares grandes y exitosos del gobierno de Alvaro Uribe 
han coincidido con una fuerte expansión paramilitar en esas zonas”. En Revista Semana, edición digital. 
http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=71591 Consulta enero 12 2008 
5 Sobre el concepto de biopolítica, como propuesta analítica para comprender las formas que asume la 
lucha por la vida y la racionalziación de la muerte en la región véase Michel Focault (1991). 
Introducción 
15 
legitiman los ajusticiamientos de campesinos por parte de la guerrilla, puesto que por 
culpa de uno muchos pueden caer, o porque si lo mataron fue por algo. 
Dos temas más que hacen parte del trabajo tiene que ver con las características de la 
política del lugar, que como proceso que articula las distintas particularidades de la 
región, define lo político y los escenarios para la participación política en la región, y el 
papel de la violencia política en las prácticas constitutivas (el recuerdo de los hechos 
pasados) y constituyentes (como parámetro de la a la construcción de la realidad social) 
de la memoria (cfr Brito y Soto 2005). 
Tras este repaso por los temas tratados en la investigación, en el siguiente apartado 
abordo las principales características sobre la forma cómo se orientó y configuró el 
trabajo etnográfico. 
 
TERCERA PARTE: SUPUESTOS ETNOGRÁFICOS 
La investigación en su enfoque etnográfico comparte aspectos de la tradición 
antropológica en cuanto al trabajo de campo como principal fuente para producir 
información, y al estudio cercano e íntimo de la organización de la vida social de una 
comunidad. La observación, la participación y la reflexión han sido las claves del 
método, tanto como la comprensión de mi papel como sujeto que observa, participa, se 
relaciona y discute con los sujetos que integran esa comunidad local (Sluka y Robben: 
2007:2). 
El siguiente apartado comprende tres secciones: la primera trata sobre las 
consideraciones metodológicas de la permanencia y cercanía que podía establecer con el 
campo; la segunda aborda los ejes conceptuales que estructuraron el acercamiento 
Introducción 
16 
metodológico y las técnicas de investigación; y por último, la constante reflexión sobre 
el papel que como investigador asumiría en ese campo. 
Sobre las consideraciones metodológicas de mi etnografía me es posible ubicarla en el 
punto medio de la tensión que existe entre dos grandes tradiciones de las que Robben y 
Sluka (2007) se valen para introducir las características del método en antropología: o 
bien se tratan de etnografías que implican una permanencia de larga duración en el 
campo, al estilo de Bronislaw Malinowsky, que presupone la compenetración muy 
cercana a la realidad estudiada; o bien una estancia corta que privilegia el contacto con 
informantes claves y observaciones hechas de manera puntual, a la manera de Franz 
Boas. 
Esta etnografía se enmarca dentro de un trabajo de larga duración, pues mi relación con 
La Macarena se remonta a una década atrás. Desde entonces realizo dos o más viajes 
anuales. Para este trabajo no he transcurrido larguísimas temporadas inmerso en la 
región, pero tampoco me he limitado a un par de viajes y una estancia corta. Se trata de 
un ir y venir constante que supera los límites del campo pues la relación que sostengo 
con la región y algunos de sus habitantes trascienden esa barrera, mediante un continuo 
entre el “estar allá” y “mi estar aquí”. Con el siguiente ejemplo, extractado de mis notas 
ilustro la situación: 
Martes 27 de febrero de 2007. Doña Alicia me llamó hoy, salía de clase en 
la Universidad y pensé que su llamada se debía a la visita que sus 
familiares hicieron a la ciudad. Se han quedado en mi casa y ella ha estado 
muy pendiente. Pero no. Doña Alicia está muy preocupa porque el 
presidente de Junta de su vereda “se entregó”. Es decir, el señor y su 
familia se acercaron al pueblo y ante un grupo de soldados aseguraron ser 
guerrilleros y se desmovilizaron. Esta estrategia es vieja, pues la situación 
de pobreza en la región empuja a muchos a hacerse pasar por guerrilleros y 
así ingresar al programa de asistencia social que ofrece el gobierno. Pero a 
Introducción 
17 
doña Alicia le preocupa es que, para hacer esa vuelta, la familia en 
cuestión hurtó algunas armas de gente de la vereda y que para entregarse el 
ejército exige no solo las armas que ya entregaron sino información. 
Información por la que pagan muy bien, tanto que muchas personas 
terminan por señalar antiguos vecinos con tal de ganar más dinero del que 
les pagan por ingresar al programa. En la comunidad se ha propuesto 
realizar un memorial y recoger firmas. Doña Alicia quería saber yo que 
pienso, que consejo le pudo dar. Tantos años de relación con ella y su 
familia, con La Macarena y es la primera vez que mis “servicios 
profesionales” son solicitados. Antes había colaborado con la comunidad 
cuando detuvieron a varias personas y les abrieron juicio por rebelión. 
Pero de ayudar, a ser consultado… primera vez. 
 
“¿Dónde empieza el campo y donde termina, si es que lo hace?” se pregunta Deborah 
D’Amico-Samuels(1991:83 citada en Sluka y Robben 2007:24) Mi trabajo empezó 
hace años, y el límite del campo se hizo borroso. Existe una distancia, es cierto, entre la 
región de estudio y el espacio académico y profesional en que me desenvuelvo: La 
Macarena se encuentra a varios cientos de kilómetros de donde en este momento escribo 
esta introducción. Pero estos espacios están relacionados de forma estrecha, pues es en 
mi casa, o en la universidad donde recibo llamadas, donde estoy pensando de manera 
constante en la investigación, donde el trabajo toma cuerpo y adquiere su sentido 
académico. 
Con la llamada que doña Alicia me hiciera fui capaz de dimensionar el alcance de ese 
trabajo de campo como una experiencia que no se limita solo a la visita a la región. Al 
respecto dice Anthony Cohen: 
Nosotros traemos para el análisis nuestras notas de campo (y notas 
mentales), que continuamente acumulan experiencias ajenas a las 
circustancias en que fueron escritas, “En este sentido” dice Ottenberg, “la 
experiencia de campo no se detiene”. Cosas que uno alguna vez leyó de una 
forma, hoy lo puede hacer de otra forma”. Hastrup ofrece un punto similar: 
“el pasado no es pasado en antropología”. Y eso es precisamente el proceso 
de releer aquello a lo que me refiero en la frase “post-trabajo de campo del 
Introducción 
18 
trabajo de campo. (Cohen 1992:345, citado en Sluka y Robben 2007:25) 
Y si bien esta serie de reflexiones me permitieron situaron mi etnografía en una frontera 
continua del campo, los aportes de la antropología de la violencia confluyeron para 
definir la naturaleza de mi investigación. Esta tiene que ver no solo con el tema que me 
atañe, la violencia política, sino que se desarrolló en una región que la vive de una 
fuerte manera; es decir, las condiciones de violencia estuvieron presentes durante todo 
el proceso de indagación. En ese campo de la antropología de la violencia que he 
hallado experiencias etnográficas que ofrecen importantes reflexiones sobre la ética, 
metodología y conceptos que supone un trabajo en contextos violentos. La compilación 
editada por Carolyn Nordstrom y Antonious Robben (1995) significa un referente 
importante gracias a las distintas experiencias y matices que sobre la violencia recogen, 
pues fieles a su concepción sobre el carácter multifacético del fenómeno, proponen 
analizarlo como una serie de capas en donde al desentramar y examinar cada una de 
ellas: 
…encontramos que incluso el más horrendo acto de agresión se expresa no 
sólo como un golpe cortante y aislado de una "cosa" externa llamada 
violencia, sino que genera encadenamientos que de manera dramática 
reconfiguran vidas, afectan identidades del presenté, esperanzas y 
potencialidades del futuro e incluso interpretaciones del pasado (Nordstrom 
y Robben 1995: 5) 
Aportes conceptuales de este tipo, que en mi trabajo asimilé como una guía 
metodológica para desentramar las distintas facetas de la vida diaria que expresan y 
ocultan dinámicas asociadas a la violencia política, por lo general se acompañan con 
reflexiones sobre el trabajo del etnógrafo y su posicionamiento en un campo plagado de 
peligros: cómo los sortea, que posiciones asume y en que posiciones es asumido (quizá 
como terrorista, según la experiencia que narra Zulaika 1995); ó qué tan cercano está de 
Introducción 
19 
perpetradores o de víctimas, y cuál es su decisión al enfrentar la tensión entre hacer del 
peligro una vocación o reconocer el punto en que el peligro determina nuestra vocación 
como antropólogos (Roggers 2004)6. 
Escapa a los alcances de este apartado realizar un balance sobre este tipo de trabajos y 
sus apuestas, pero a lo largo de las páginas que siguen aspiro a responder cuestiones 
cómo las anteriores, en cuanto a las estrategias que desarrollé en el terreno para 
garantizar la seguridad tanto de las comunidades como la mía, así cómo las reflexiones 
éticas y metodológicas a que da lugar. 
 
De la teoría a la práctica. Ejes conceptuales 
Recogiendo algunos de los aspectos anteriores, desde la reflexión en torno al campo y 
las preguntas que allí desarrollo me tracé cuestiones claves en torno al ejercicio 
metodológico de llevarlos a la práctica. Este esfuerzo supuso un reto –a lo largo de mis 
estudios de maestría- que con el tiempo me llevó a definir la vía mas pertinente para 
hacer de los conceptos herramientas proclives para desenmarañar esas capas de 
violencia política que impactan la vida diaria. En sintonía con la propuesta de Cohen 
entes reseñada, mi trabajo lo planteé en dos espacios: la relectura de mis trabajos 
previos, y la recolección de nueva información. Al primer espacio lo definí como una 
deconstrucción de los antecedentes etnográficos, que supuso ubicar en anotaciones y 
apuntes que tego de tiempo atrás aquellas cosas que me propuse buscar en el segundo 
espacio de la investigación: el trabajo de campo específico. 
 
6 Un completo balance bibliográfico sobre trabajos centrados en estrategias para conducir investigaciones 
en situaciones de violencia puede hallarse en el trabajo de Gasser (2006). Una compilación de 
etnografías en contextos violentos se encuentra en el trabajo de Robben y Sluka (2007) 
Introducción 
20 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Foto 3 
Campesinos de la Vereda Ayanabe. Detrás de las escenas de la vida diaria –algunas de ellas 
plasmadas en estas fotos- se encuentran condiciones de violencia que configuran la vida 
regional. Estos vecinos nos cuentan, por ejemplo, mientras arreglan el corral del ganado que 
desde hace varios días dos jóvenes guerrilleros, al mando de una comandante, recorren las 
veredas anunciando que para este año queda prohibido tumbar selva. 
Autor N.E. 
Introducción 
21 
 
 
La lectura de la realidad regional (la que ya había observado, la que estaba observando) 
la hice en términos de una serie de pautas que permiten acercarse a la textura y la 
textualidad que dan forma a La Macarena. Veena Das (1997) plantea que algunas 
realidades necesitan ser hechas ficción antes de ser aprehendidas, y con esto en mente 
tracé esas dos figuras metafóricas que me han permitido definir, en primer lugar, 
aspectos físicos y sociales que estructuran la región (la textura) y, en segundo lugar, las 
representaciones y significados con los cuales se les dota de sentido (la textualidad). 
Con un trabajo a dos columnas, en donde identifiqué tanto texturas como textualidades, 
hice una serie de preguntas al trabajo previo, al que me esperaba y al que realicé en 
función de la investigación. Estas preguntas se integraron en un juego práctico que 
conjugó tanto las nociones teóricas que orientan la investigación como la perspectiva 
etnográfica que le da forma. De esta forma tres grandes ejes conceptuales orientaron el 
trabajo metodológico: la violencia estructural, la violencia de todos los días y la 
gramática social. 
La violencia estructural (Farmer 2003), supone la existencia de una serie de estructuras 
sociales de desigualdad que, para el caso de la región amazónica occidental colombiana, 
motivaron la colonización de sus selvas (Molano 1989). Hoy día, la reproducción de 
esas desigualdades inciden en que los cultivos de coca sean la principal, por no decir 
única, fuente de ingresos económicos para los campesinos de la región. Como víctimas 
de la violencia estructural se entiende también a las personas que han experimentado la 
violencia asociada a su extrema pobreza (Kleinman 1997:227). En la textura regional 
he buscado, por ejemplo, los elementos estructurales que configuran los distintos 
Introducción 
22 
procesos de violencia que allí se viven: los he denominado marcos y los entiendo como 
esas fuerzas sociales (agenciadas por el estado y la insurgencia) que estructuran la 
región. En la textualidad regional he intentado identificar las distintasnarrativas, 
posiciones y actitudes que existen entre los campesinos para referirse y dar sentido a la 
coca, al estado, la guerrilla y su propia situación. 
Asociada al punto anterior, la violencia de todos los días (Scheper-Hughes 1992, 
Kleinman 2000) es una situación que encuentra distintas manifestaciones no solo en su 
dinámica sino también en su configuración, según la población se afecte o bien por la 
violencia estructural, y/o por las respuestas que desde esta se generan. Este tipo de 
violencia implica la rutinización del sufrimiento humano como algo “normal”, que 
aparece bajo múltiples formas (Scheper-Hughes 1992:16) y como resultado de la 
interacción del cambio de las representaciones culturales, la experiencia social y la 
subjetividad individual (Kleinman 2000:238). En la textura regional he identificado, por 
ejemplo, elementos del paisaje que dan cuenta de esa violencia: límites geográficos que 
entran en juego para las prácticas campesinas (allí manda tal o cual frente, tal zona es 
zona de paracos; esa región tiene dos mil soldados regados por todo lado); extensiones 
de fincas que se ven mediadas por regulaciones de la guerrilla (dos kilómetros desde la 
margen del río hacia selva adentro), o estrategias de siembra de coca en pequeñas 
parcelas para evitar fumigaciones. Las textualidades me dan cuenta, entre otras cosas, 
de los procesos de representación y racionalización a que da lugar esa violencia. 
La gramática social es el eje conceptual que, como estrategia de investigación, me 
permitió buscar en las prácticas cotidianas y en la cultura política regional el impacto de 
las formas anteriores de violencia. He definido como gramática social aquella serie de 
Introducción 
23 
normas implícitas, reglas y principios de la vida en comunidad que configuran el 
territorio bajo el parámetro de la guerra: la versión expresión armada del conflicto social 
y político que enfrenta al estado y a la guerrilla. La textualidad de la región da cuenta de 
esto, en cuanto las narrativas y la cotidianidad dejan entrever esa serie de reglas 
implícitas para sobrellevar la violencia, asumirla, soportarla, superarla. Esas reglas se 
observan en la práctica, y dado que se pierden en la rutina ha sido mi distancia de la 
región la que me ha permitido reconocer actitudes que para los comunidades pasan 
desapercibidas: cambios en la entonación cuando en sus narrativas los campesinos 
encarnan las palabras de un guerrillero que se ha portado de forma justa con la 
comunidad (un discurso magnánimo, con fuerza, a veces con justicia); ó las de un 
guerrillero que se ha portado de forma arbitraria (un discurso lleno de grosería, 
altanería, malas caras, manos agresivas); o los militares (asumidos en los relatos con 
actitudes agresivas). 
 
La metodología en práctica. 
La técnica de deconstrucción etnográfica que antes mencioné fue un ejercicio sencillo: 
sobre apuntes, diarios, fotografías y busqué los aspectos relevantes que desde los ejes 
conceptuales planteé para la investigación: ¿qué actitudes naturalizan la violencia, qué 
testimonios dan cuenta de la racionalización de los eventos de violencia; qué historia me 
habla de las fronteras de sentido que existen en la región, dónde puedo hallar la forma 
en que la memoria entra en juego a la hora de enmarcar las posiciones políticas de una 
comunidad? 
Ahora bien, las técnicas que utilicé en campo fueron varias. Hablar de la observación 
Introducción 
24 
como técnica puede ser complicado porque se trata, en forma llana, “estar allí” y tener 
una sensibilidad especial para capturar las distintas expresiones de la violencia en la 
vida diaria. Como mencioné antes, las fronteras del campo han sido borrosas, de manera 
que la capacidad sensible para aprehender la realidad de la región se trasladó a cualquier 
momento en donde mi relación personal con los campesinos resulta relevante para la 
investigación: visitas a mi hogar, llamadas, cartas. De todas ellas conservo un registro, 
porque observar está mas allá del mirar: escuchar, sentir, leer, y toda una gama de 
sentimientos que se adscriban en mi experiencia los he considerado como observaciones 
y entran en juego en esta investigación. 
El trabajo directo se sustentó de forma principal en conversaciones. Se les puede llamar 
entrevistas por cuanto tenía establecidas unas preguntas y temas claves para tratar, pero 
no fueron grabadas. Con pocas excepciones evité usar grabadora porque hay temas que 
no se hablan dejando huella, que exigen prudencia. Además, en cuanto a violencia se 
trata, las posiciones que sume un entrevistado pueden ser comprometedoras y así, ante 
una grabadora, por lo general se asumen discursos “oficiales” que implican desplegar la 
corrección política que la gramática social permite: no hablar ni para bien, ni para mal, 
de la guerrilla ni del estado. El ejercicio de grabar entrevistas me ha sido útil para saber 
qué se dice de manera oficial, y que se sostiene sólo en privado. La distancia es grande, 
y por ello prefiero las conversaciones, y aunque intento no inducirlas, una vez empieza 
un tema que me resulta interesante me he integrado de forma respetuosa –con mis 
propios juicios- guardando las prudentes distancias que todos respetan. 
Los momentos para conversar son importantes, pues me han permitido identificar 
distintas particularidades: de noche no se habla en cierto tono, de ciertas cosas; en la 
Introducción 
25 
trocha sucede lo mismo, pues la selva y la noche tienen oídos. Así mismo, si entrevisto 
a alguien en su casa la presencia de vecinos cambia la forma en que las personas 
manifestan una opinión, e incluso la opinión en sí misma. Superar las desconfianzas y 
generar credibilidad son el paso clave para acceder a las narrativas, condiciones 
similares a aquello que escribió Patricia Lawrence (1997: 221) sobre cómo, para hablar 
de la violencia sufrida, existe la necesidad básica de un espacio seguro y un testigo 
seguro. Como testigo seguro me he posicionado a lo largo de los años gracias a la 
confianza generada ya publicaciones previas en donde he mostrado que guardo la 
identidad de las personas. Eso me permite ejercicios de libre conversación que hacen 
posible mi acercamiento a la vida diaria en medio de esa vida diaria: se habla de la 
guerrilla, de la fumigación, del bombardeo, de la detención en los momentos que los 
campesinos tiene claros que son apropiados y seguros para ello, no cuando el 
investigador cita a una reunión, introduce el tema y prende la grabadora. Y claro está: 
esas conversaciones se dan en sitios seguros que la gente tiene muy claro cuáles son. 
Otra de las estrategias de investigación fueron talleres de cartografía social que realice 
con niños y adultos. Como estrategia de representación y autorepresentación este tipo 
de talleres resultan muy útiles a la hora de permitir –e identificar- expresiones 
individuales y colectivas de realidades sociales, en este caso territoriales7. La 
información resultó muy útil para comprender las fronteras de sentido que dinamizan la 
región, fronteras que aunque no aparecen en los mapas, la gente de la zona conoce y 
maneja muy bien: en una orilla del río tiene jurisdicción el séptimo frente de las Farc, en 
la otra el frente Yarí y río arriba el frente 40. Para moverse por una a otra hay que tener 
 
7 Para acercarse a una propuesta de cartografía social véase el trabajo de Restrepo (2005) 
Introducción 
26 
cartas de recomendación y conocer las distintas normativas que maneja cada frente, 
como las cantidades de hectáreas de selva que se pueden tumbar, las instancias para 
resolver conflictos, entre otras. Los cascos urbanos son zonas de dominio militar del 
estado e implican un cambio de reglas, allí la coca no puede ser transportada con 
libertad, los líderes sociales de la región han de guardar máximas medidas de seguridadentre otras circunstancias. 
Uno de los ejercicios de cartografía social lo realice con niños de la vereda, con quienes 
dibujamos sobre la tierra un mapa del río, ubicando allí las casas donde han vivido. 
Aunque fue difícil capturar su atención, el juego en que se convirtió el construir las 
casas, adornar el río, construir las canoas sirvió de excusa para conocer sus historias y la 
forma como la violencia política se integra a ellas. Varios niños de una familia han 
cambiado sus casas por bombardeos del ejército, otros por las fumigaciones; unos más 
por la movilidad propia de la región. El río guayabero ha sido el eje de sus vidas, de 
arriba abajo el referente ha sido el río. 
 
El observador observado. 
Como mencioné antes la principal estrategia de mi trabajo etnográfico consiste en estar 
en la región, romper las barreras del campo y compartir momentos de la vida cotidiana. 
Como apartado metodológico en un trabajo etnográfico me parece pertinente incluir 
reflexiones en torno al papel que he jugado como investigador y para ello me remito a 
una reflexión útil para comprender las condiciones de trabajos, que como el mío, se 
desarrollan en contextos de violencia. 
En un articulo sobre las lecciones del trabajo de campo en Centroamérica, Philippe 
Introducción 
27 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Foto 4 
El observador observado . Familia del Guayabero rumbo al pueblo. 
Autor: N.E. 
Introducción 
28 
 
Bourgois (1997) discute los dilemas que acompañan la observación participante, pues 
dicho ejercicio en determinadas circunstancias no se ciñe de forma estricta a las pautas 
éticas que el trabajo de campo supone para la antropología8. Una de ellas resulta 
problemática: expresar a las personas que se realiza una investigación y que sus actos y 
testimonios son fuente de información. Para lograr ese verdadero consentimiento, dice 
Bourgois con ironía, que deberíamos, entonces, “interrumpir las charlas controversiales 
y las actividades para recordar a todos que… lo que digan o hagan puede ser escrito en 
las notas de campo” (Bourgois, 1997:297). 
Este dilema introduce aquello que en mi papel como investigador ha significado los 
silencios deliberados, tanto en el trabajo de campo como en la escritura de mis textos. 
Durante los recorridos y estancias en la región no expuse a todos los campesinos la 
investigación en curso, ni presenté el proyecto a los militares ni lo compartí con los 
guerrilleros con quienes me crucé en el camino. Las condiciones de mi trabajo implican 
el desarrollo de éste bajo un escenario de guerra, por lo tanto máxima prudencia ha de 
observarse. Suficiente con presentarme ante el ejército y la guerrilla como alguien que 
visita amigos. Eso sí, algunas familias y personas claves sabían de mis propósitos en La 
Macarena: líderes sociales reconocidos por sus comunidades, de los que supongo tienen 
canales de comunicación con la guerrilla y que al ganarse el respeto de las fuerzas 
militares podrían ante ellos explicar mi presencia en la región. 
Ahora bien, la escritura de este texto ha supuesto otros tantos silencios. No sobra 
 
8 Que para el caso de la antropología brasileña, según la ABA – Associação Brasileira de antropología- se 
estima un lístado de derechos para las comunidades que son materia de investigación, entre ellos el 
negarse a participar de una investigación. 
Introducción 
29 
advertir que los nombres o sobrenombres9 de todas las personas y el de algunos lugares 
han sido cambiados; no todas las fechas corresponden a momentos exactos. Al igual que 
las preocupaciones que expresa Bourgois, no quisiera que mi trabajo pudiese ser útil 
para fines contrainsurgentes o que sirviera a la guerrilla para identificar a sus detractores 
en la región. 
De igual forma me han sido confiadas muchas historias, problemas y situaciones que he 
sabido diferenciar muy bien entre aquella información que, aunque muy relevante para 
mi investigación, me fue confiada por amigos en situaciones mas allá del trabajo. No 
hicieron falta advertencias, pues el solo dimensionar el alcance de dicha información 
obliga a mantener una absoluta reserva pues se trata de historias y situaciones muy 
comprometedoras y complejas tanto para los campesinos, como para quien sepa de 
ellas. 
Esta diferenciación ha significado toda suerte de problemas y debates éticos, pues nunca 
me ha sido planteado por los campesinos qué puedo o no puedo publicar. La decisión ha 
sido mía y de nuevo el criterio ha sido la prudencia y el respeto: hay situaciones muy 
personales que por más que se cambie el nombre, a las personas no les va gustar verse 
representadas; y situaciones tan delicadas que incluso pueden comprometerme con la 
 
9 En La Macarena son comunes los sobrenombres. Se usan para señalar la procedencia de una persona (el 
Boyaco, la Costeña, el Caqueteño), el trabajo que alguien realiza (Cacharrero, Sobandero); o son útiles 
para resaltar una muletilla que identifica a su portador (quien repite constantemente la expresión 
mexicana “híjole”, es llamado Híjole). Los hay también por el parecido con un animal, un árbol o una 
planta (Mico, Mararai, Palodehaba, Cachamo, Vacaberto). Hay sobrenombres que se portan desde la 
infancia, se perpetúan toda la vida y que incluso se heredan: hay familias enteras en donde todos 
portan un sobrenombre. Me sucedió en San Vicente del Caguán que buscando a un señor que le dicen 
Mulo la familia me pidió mas señas, pues allí todos son Mulos (los hombres) y Mulas (las mujeres). 
Aclaré que buscaba al Mulo viejo. De igual forma sucede que las mujeres son reconocidas según el 
apodo de su marido: si a un señor le dicen care’vaca, la señora se reconoce como la mujer de 
care’vaca. Los sobrenombres no son ofensivos, pues se usan con naturalidad y nunca he visto que se 
usen para ofender. Cuando las personas con quienes he tratado son llamadas por un sobrenombre, en el 
texto los identifico con uno, de no ser así les he asignado un nombre. 
Introducción 
30 
comunidad, la guerrilla o las fuerzas militares. Esas historias no hacen parte de esta 
monografía y la negociación sobre aquello publicable no ha sido tan abierta como yo 
quisiera, pues mi trabajo no se ha tratado de una etnografía en colaboración (Rappaport 
2005) donde miembros de las comunidades participan como sujetos activos en la 
investigación y reflexión. En un escenario de guerra, donde la violencia es cercana y 
cotidiana, tratarla como un tema abierto de discusión no solo no convoca, sino que 
puede resultar peligroso, pues una de las consecuencias del conflicto ha sido el 
resquebrajamiento de la confianza entre vecinos. 
Mi investigación ha supuesto la paradoja de moverme en un escenario tejido de 
confianzas privadas muy restringidas, desconfianzas mutuas generalizadas y el 
propósito de ganar entre todas ellas reconocimiento para mi trabajo. En este escenario se 
circunscribe el debate ético que supone qué publicar o que no cuando la decisión, 
aunque sea mía, puede llegar a afectar personas y comunidades enteras. 
No existen escenarios públicos para exponer en la región mi trabajo, puesto que el 
espacio para las respuestas sociales al conflicto existe por vía de las movilizaciones 
colectivas: es común que varios campesinos o comunidades enteras se reúnan para 
lograr la libertad de un detenido, dirigir una carta a la guerrilla, citar a una reunión y 
cesar un rumor que ronda por la región. Pero el reflexionar sobre la violencia política, el 
papel de la guerrilla, discutir sobre la pertinencia o no de un ajusticiamiento, ó analizar 
las consecuencias de un operativo militar no son actividades públicas. Solo en círculos 
familiares o de amistades muy cercanas estos temas y estas situaciones son susceptibles 
de discusión y es allí, en estosescenarios privados, donde me he dirigido buena parte de 
mi atención. 
Introducción 
31 
 La información que allí he recogido no puedo compartirla entre un círculo de amigos y 
otro, entre una familia y otra, pues las posiciones que se tienen ante un tema (la política 
de desmovilización, la coca, las regulaciones guerrilleras) o la cercanía que se tenga 
ante las Farc significa asumir posiciones delicadas de las que depende la suerte de ellos. 
A nadie le interesa que ciertos vecinos sepan lo que se piensa o no de la guerrilla, y a 
nadie le interesa que alguien sepa el grado de su cercanía con la guerrilla. El ser 
invitado a una discusión ó reunión familiar en donde se discuten temas delicados supone 
un reconocimiento a la confianza que he ganado. Confianza que implica el guardar 
prudencia. 
Entre los campesinos que he ganado este reconocimiento he expuesto mi trabajo y 
aclarado que sus historias son útiles a mis propósitos analíticos; allí no se me ha 
advertido que puedo o no publicar, pero se me ha dejado claro que nadie mas en la 
vereda debe saber lo que allí han dicho; sólo a ellos les corresponde compartir sus 
opiniones con otras personas. Han sucedido casos en donde una familia me pregunta 
sobre lo que piensa alguno de sus vecinos; allí les aclaro que así cómo al vecino no le 
cuento lo que ellos me han dicho, no podría contarle a ellos lo que el vecino me ha 
compartido. 
En algunas comunidades he dejado copia de mis publicaciones y he anunciado que 
nuevos escritos vendrán con el ánimo de hacer visibles, en la medida de lo posible y en 
el medio académico, aquellas circunstancias que la guerra implica para los habitantes de 
la región. Estos trabajos me permiten varias cosas: por un lado contribuyo al a debate 
académico en torno a la guerra y sus efectos, mientras que por otro lado propongo 
elementos de discusión a las organizaciones campesinas en su esfuerzo para reivindicar 
Introducción 
32 
derechos ante el estado y la guerrilla. Cabe anotar que, en aras de posicionar mis 
trabajos en ese medio del que hago parte, las publicaciones suponen el principal 
indicador de productividad y de rigurosidad. 
Finalizo este apartado con una situación ética que centró mi atención durante el tiempo 
que realicé mi tesis de maestría, en ese espacio/tiempo donde el campo de mi 
investigación perdió sus fronteras. Recibí una llamada desde La Macarena en donde me 
alertaron sobre las condiciones de la región. 
Miércoles 28. He caído en cuenta que mientras conversaba con doña 
Crístina tenía dos líneas de pensamiento: por un lado compartía con ella la 
preocupación por la situación de su vereda, e intenté darle una ajustada 
respuesta y propuesta según las condiciones que están viviendo. Por otro 
lado, mientras eso sucedía estaba pensando cómo introducir la historia en mi 
análisis. Incluso llegué a sentirme no solo afortunado por la confianza que 
depositan en mi, sino por tener un tema tan prometedor para mi trabajo. 
“Esto es materia para un artículo” llegué a pensar. Hoy hablé con un 
profesor y le expuse lo mal que me sentía ante la situación. Me comentó lo 
difícil que es escaparse de la mirada etnográfica, pero que hay un morbo que 
es necesario tener al límite. 
Por respeto, dijo él. 
 
La reflexión a que dio lugar este episodio reorganizó buena parta de mi trabajo, pues 
desde allí decidí que había un límite entre lo que es mi trabajo de investigación y lo que 
es mi relación, profesional y personal, con las comunidades de la región. Hacen parte de 
mis publicaciones las observaciones, entrevistas y narrativas recogidas que no implique 
problemas de seguridad a las comunidades ni que puedan ser útiles a la guerrilla ó al 
ejército en sus planes militares. Aquello que corresponde a un ámbito personal, cuando 
la confianza es tal que me es encomendada información en extremo delicada, la 
conservo; y por respeto no la publico. A fin de evitar ese morbo que es necesario 
mantener al límite, la mirada etnográfica sobre la región la he circunscrito a las 
Introducción 
33 
reflexiones que puedan resultar útiles para el conocimiento y reconocimiento de la vida 
de las comunidades de la región. 
 
CUARTA PARTE: ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 
 En el primer capítulo ofrezco la crónica de uno de mis viajes a La Macarena, en donde 
pretendo dejar patente, y de forma implícita, las formas que asumen las experiencias 
cotidianas de violencia política y sus consecuencias en la sociedad regional. La crónica 
aborda un recorrido desde el Caquetá hasta La Macarena, y algunos días de trabajo de 
campo en la vereda donde he desarrollado dicha actividad. Con este capítulo aspiro a 
ofrecer el contexto en el que se desarrolló mi trabajo en La Macarena, destacando 
aquellas historias que resultan claves a la hora de resolver las preguntas que formulé en 
torno a los factores que configuran la cultura política en la zona. Los siguientes 
capítulos son la respuesta a cuestiones que me plantee en torno a la dinámica de la 
violencia política, su impacto en la vida diaria y en la configuración de la región. 
En el segundo capítulo analizo las distintas escalas de violencia y conflicto presentes en 
vida diaria. Allí trabajo el panorama histórico, proponiendo la existencia de unos 
marcos reguladores de la violencia que desde el estado y la insurgencia se imponen en 
la experiencia social de la vida campesina, presentando algunas características de las 
respuestas sociales al conflicto. 
 Tras abordar la naturalización de la violencia, en el capítulo tercero describo la forma 
en que se normaliza a partir de la serie de pautas y regulaciones para la vida social. El 
análisis lo realizo desde la definición de tres momentos que comprende el sufrimiento 
social: la experiencia del sufrimiento, la representación social de éste y la 
Introducción 
34 
racionalización subjetiva con que es asumido y naturalizado. Allí exploro los sentidos 
que adquieren las prácticas que se derivan de los eventos de violencia y las 
consecuencias que estas representaciones implican, la forma colectiva de estas 
representaciones y su incidencia en la configuración de las expresiones y percepciones 
individuales. 
 En el capítulo cuarto expongo aquellos elementos que permiten comprender la forma 
en que la violencia política configura y regula la experiencia social campesina. El 
ejercicio de la memoria aparece allí como un elemento central en las prácticas políticas 
de las comunidades, donde ese ejercicio de la memoria conjuga los recuerdos de la 
historia regional con una serie de marcos y pautas para la acción política identificables 
en la narrativa sobre la violencia. 
 El último capítulo lo he destinado para exponer el impacto de los procesos de 
naturalización, normalización y memoria de la violencia política en la configuración de 
un sentido político regional que integra en un mismo momento la violencia y la política. 
Esta unidad indisociable otorga especial característica al sentido de lo político, y a la 
práctica de la política en la región. El propósito de este capítulo es conjugar los 
anteriores capítulos a partir de la identificación de unas fronteras de sentido configuran 
una región en donde el “nosotros” que aglutina e identifica a los pobladores está 
atravesado por una serie de tensiones que limitan las posibilidades políticas del 
movimiento social en un escenario de guerra. 
 
 
Capitulo primero 
Etnografía en Zona Tórrida 
35 
Capítulo Primero. 
 
ETNOGRAFÍA EN ZONA TÓRRIDA. 
Termodinámica del trabajo de campo en La Macarena 
 
“Día 14. Un Jeep de la empresa CoTrasnCaguán me acerca a mi destino: una 
vereda en el municipio de La Macarena que al igual que la zona por donde cruzo 
se encuentra bajo el control político de las Farc. Desde hace un par de semanas he 
recorrido la región norte del Caquetá, “la puerta de la amazonía colombiana” 
según versa en los folletos turísticos,pero que una vez abandono San Vicente del 
Caguán se conoce como “la nueva Colombia”, tal cual puede leerse en uno de los 
carteles de las Farc que sobreviven a la presencia militar. Ya estoy metido de lleno 
en lo mas caliente de la región, y según este mas o menos caliente podré continuar 
mi camino. La termodinámica del territorio fija las posibilidades de mi trabajo. De 
camino a La Macarena me quedaré un par de días en el caserío de La Sandía, y 
luego espero atravesar los llanos del Yarí. Por último desde el pueblo, bajaré por 
el río Guayabero hasta arribar a la vereda el Socorro, donde realizaré la última 
etapa de mi trabajo de campo”. 
 (Fragmento del Diario de Campo. 2007) 
 
Como ejercicio para mi investigación puse en juego la sistematización de las 
observaciones, experiencias de campo y las entrevistas realizadas en juego en una serie 
de crónicas que se convirtieron en el principal insumo para mi monografía. Este capítulo 
recoge una de ellas. Dibuja un contexto regional útil para comprender las texturas y 
textualidades de mi trabajo de campo en la región, a la vez que resalta aquellas 
situaciones de la vida campesina asociada a la violencia política, tratadas en los 
capítulos subsiguientes. 
La crónica da cuenta de las etapas del viaje: el paso por un caserío a las puertas de lo 
que he llamado la triple frontera entre el Caquetá, La Macarena y el estado colombiano; 
allí donde la guerrilla mantiene una activa presencia militar, frecuentes combates con el 
ejército y una consolidada hegemonía política. Luego el tránsito por los llanos del Yarí, 
Capitulo primero 
Etnografía en Zona Tórrida 
36 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Foto 5 
El tortuoso camino hacia la nueva Colombia. Las carreteras construidas por la guerrilla 
suelen estar acompañadas por carteles alusivos a la guerrilla. Esta fotografía la tomé en 
cercanías los llanos del Yarí hace varios años y su mal estado llamó mi atención, pues le 
imprime el accidentado sentido con que los campesinos de la región han vivido esa lucha por la 
“Nueva Colombia”. 
Autor: N. E 
Capitulo primero 
Etnografía en Zona Tórrida 
37 
 
una zona de guerra que los campesinos han de sortear de forma rutinaria. Mas adelante 
mi estancia en el casco urbano de La Macarena y mi viaje a la vereda, donde narro 
algunas de las consideraciones prácticas de mi trabajo de campo. 
 
La Sandía. 
Día 16. 2007. Llevo dos días en La Sandía. Estoy sentado en la única panadería en 
varios kilómetros a la redonda y reviso las notas de los últimos días. Me interesa visitar 
una comunidad que acoge a indígenas de varios grupos étnicos, muy adentro en los 
llanos del Yarí. Me dicen que está demasiado lejos como para pretender llegar allí en 
este momento y pienso que está demasiado profundo, muy lejos de cualquier centro 
poblado, en la frontera oriental de la llanura como para entender por qué hay gente que 
decide irse a vivir tan lejos. ¿Cómo hacen? Sin escuelas, centros de salud, con una 
carretera muy precaria su vida no debe ser fácil. A ello hay que sumarle una complicada 
situación de guerra que existe de La Sandía hacia adentro: “por allá está caliente” se me 
advierte en el caserío. La guerrilla ha expulsado a varias familias, el ejército acosa de 
forma permanente a los indígenas. Eso sí: la situación regional que anuncian con 
vehemencia el ministro de defensa y sus generales, “una presencia (del estado) que hoy 
se ha vuelto realidad”1 es un poco imprecisa: traigo conmigo copia del documento del 
 
1 “Hoy podemos decir, con satisfacción, que el Estado ha llegado a Cartagena del Chairá, con toda su 
acción integral, para quedarse. Y ha llegado también a La Julia y a San Vicente del Caguán y a La 
Macarena y a Calamar y a Miraflores y a tantos otros municipios donde la presencia del Estado era 
apenas nominal, una presencia que hoy se ha vuelto realidad con obras públicas, con educación, con 
salud, con servicios y con la protección siempre presente de la Fuerza Pública”. Palabras del Ministro 
de Defensa Nacional, Juan Manuel Santos Calderón, haciendo balance de la actividad de la Fuerza 
Pública durante el año 2006 Cartagena del Chairá (Caquetá), 21 de diciembre de 2006. 
www.mindefensa.gov.co/descargas/Sobre_el_Ministerio/Discursos_del_Ministro/20061221balance_20
Capitulo primero 
Etnografía en Zona Tórrida 
38 
ministro donde asegura eso para contrastarlo con la situación regional, y he atestiguado 
que a pesar de los miles de soldados que el Plan Patriota ha destinado para la zona, la 
guerrilla mantiene su influencia política y ejerce una constante y silenciosa presencia 
militar. Sin mayores pretensiones ofensivas varias comisiones de las Farc, formadas 
entre tres ó cinco guerrilleros, patrullan la región. El Yarí es una zona inexpugnable, 
conseguir los permisos para adentrarse es materia complicada, y solo pocas personas lo 
consiguen: religiosos del vicariato y ocasionadle forma ocasional una brigada de salud. 
Ni siquiera los funcionarios de la alcaldía que trabajan con la oficina de Desarrollo 
Comunitario pueden llegar hasta el caserío donde estoy sentado, revisando mis notas. 
Las cartas de recomendación que llevo conmigo, otorgadas por la Universidad y por 
aquella Junta de Acción Comunal de La Macarena a la que he estado cercano hace una 
década, me permiten cierto margen de movimiento entre el Caquetá y La Macarena. La 
Universidad certifica que soy estudiante de ella, que realizo mi trabajo de tesis. La Junta 
certifica que soy viejo conocido de la vereda, que ellos responden por mí. 
Son bastantes los poblados que se encuentran en la región, y todos parecieran haber sido 
cortados con la misma tijera. De San Vicente a La Macarena hay por lo menos seis que 
fueron célebres durante los fracasados diálogos entre el gobierno y las Farc(1998-2002): 
Los Pozos, San Francisco de La Sombra, La Machaca, La Yé, Las Delicias, La Sandía. 
No son más que una veintena de casas en madera que bordean una carretera destapada y 
que hacen las veces de centros regionales que congregan extensas y lejanas veredas. 
Tras finalizar los diálogos, cuando empezó la ofensiva militar financiada por el 
gobierno norteamericano en el marco del Plan Colombia, las ocasiones en que el 
 
06.pdf 
Capitulo primero 
Etnografía en Zona Tórrida 
39 
ejército acampa en los caseríos pocas personas se atreven a visitarlos, y la situación se 
hace tensa. A un conocido le planteo la cuestión de la presencia militar: ¿eso que 
implica para los habitantes? Me cuenta que nadie habla con los soldados y que la gente 
se queja de la brusquedad con que tratan a la población. En esta época ya no se vive con 
la prosperidad de antaño, y eso se relaciona con la presencia militar y las políticas de 
erradicación forzada de la coca que no ofrecen ninguna alternativa productiva a los 
campesinos. Hace unas semanas el ejército pasó de largo por el caserío y se cuenta la 
anécdota de unos panes que los soldados compraron y que fueron envenenados; varios 
helicópteros rescataron a los intoxicados. 
Es medio día, y hace poco sol, desde ayer ha llovido y la única calle de La Sandía es un 
barrial. Me doy una vuelta por el caserío y muchos ojos me siguen atentos. Solo en las 
tardes el poblado toma un poco de vida, pues acomodados a las circunstancias y bajo la 
influencia política de la guerrilla, el control silencioso que ejerce el movimiento armado 
se materializa en pequeñas cosas, como por ejemplo la prohibición que existe en La 
Sandía para jugar cartas, dominó o billar antes de las tres de la tarde. Paso a saludar al 
presidente de la Junta de Acción Comunal, máxima instancia comunitaria que existe en 
cada vereda y poblado de la región. En su sede un cartel anuncia las

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