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Cebrian_Te_quiero,_luego_insisto_Consejos_prácticos_para_superar

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ÍNDICE
	
	
	
PORTADA
DEDICATORIA
INTRODUCCIÓN
	
PERO	¿TÚ	Y	YO	QUÉ	SOMOS?
YIN	Y	YANG
LOS	CUATRO	MONSTRUOS	QUE	AMENAZAN	AL	PRINCIPIO
ERRORES	DE	NOVATOS
EJERCICIOS	PARA	EL	COMIENZO	E	UNA	RELACIÓN
COMUNICACIÓN
«¿QUÉ	TE	PASA?»	…	«NADA»
LOS	SECRETOS	DE	LA	COMUNICACIÓN
¿CÓMO	TE	LO	CUENTO?
¿CÓMO	PUEDO	ESCUCHARTE?
CONSEJOS	PARA	DISEÑAR	UN	MENSAJE	CON	ÉXITO
CONTRATO	DE	CONVIVENCIA
ALGO	NO	VA	BIEN
¿DE	QUÉ	VA	COMPARTIR	TECHO?
¿POR	QUÉ	SE	MUEVEN	LOS	CIMIENTOS?
EJERCICIOS	 PARA	 ABANDONAR	 LAS	 TRINCHERAS	 Y
COMPARTIR	COLCHÓN
LOS	HIJOS
COMO	EL	AGUA	Y	EL	ACEITE
ANTES	DE	LOS	PAÑALES
PREMAMÁ	/	PREPAPÁ
CUANDO	YA	ESTAMOS	TODOS
LAS	FAMILIAS	POLÍTICAS
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LA	PAREJA	«IDEAL»
MI	MOCHILA	/	TU	MOCHILA
LOS	ERRORES	DE	LA	GENÉTICA
SOLUCIONES	PARA	QUE	TRES	(O	MÁS)	NO	SEAN	MULTITUD
LA	RUTINA
LA	CIBERPAREJA
LA	VAGANCIA	DE	NUESTRO	CEREBRO
¿POR	QUÉ	NOS	APALANCAMOS	EN	EL	SOFÁ?
LOS	TRES	POZOS	DE	LA	RUTINA
SOLUCIONES	PARA	ACTIVARNOS	EN	PAREJA
EL	SEXO
UN	MATRIMONIO	DE	CINE
¿QUÉ	NOS	APORTA	EL	SEXO?
¿POR	QUÉ	DEJAMOS	DE	TOCARNOS?
UN	EJERCICIO	MUY	ESPECIAL
INFIDELIDAD
SE	VEÍA	VENIR
LA	MODA	DE	LAS	REDES	SOCIALES
CUERNOS	FEMENINOS,	CUERNOS	MASCULINOS
¿LE	DEJO?
SIN	TI
LO	QUE	NO	PUEDE	SER,	NO	PUEDE	SER
NO	HAY	FINALES	DE	CUENTO
CONSEJOS	PARA	UNA	RUPTURA	SANA
CONTIGO
VIDAS	DIFÍCILES
FANTASMAS	QUE	AMENAZAN	LA	SEGUNDA	OPORTUNIDAD
EJERCICIOS	Y	REFLEXIONES
LA	OCA	DE	LA	RECONCILIACIÓN
AGRADECIMIENTOS
CRÉDITOS
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https://www.instagram.com/planetadelibros/
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A	ti…	por	aguantar	mis	neuras	y	mis	silencios	creativos.
Porque	siempre	has	creído	en	mí
y	has	respaldado	todas	mis	locuras	y	mis	contradicciones.
Por	tus	sonrisas	y	tus	chorradas.
Porque	eres	mi	estabilidad	y	mi	persona.
INTRODUCCIÓN
Me	 llamo	Pilar	 y	yo	 también	he	 sufrido	«mal	de	 amores».	En	 las	páginas	que
tienes	ante	ti,	quiero	hacerte	partícipe	de	casos	parecidos	al	tuyo,	porque,	aunque
«mal	de	muchos,	consuelo	de	tontos»,	es	cierto	que	lo	que	crees	que	te	pasa	solo
a	ti	es	algo	mucho	más	común	de	lo	que	te	puedas	imaginar.	Irás	descubriendo
formas	y	herramientas	para	enfrentarte	a	cada	uno	de	los	conflictos	que,	en	el	día
de	hoy,	ves	como	 irresolubles,	y	para	que	de	esta	manera	 te	veas	con	 fuerza	y
con	 ganas	 de	 hacerles	 frente.	 He	 decidido	 acompañarte,	 llevarte	 de	 la	 mano
durante	 toda	 tu	 lectura,	arroparte	en	aquellos	momentos	en	 los	que	 te	 flaqueen
las	 fuerzas,	 porque	 es	 una	 realidad	 que	 nos	 sentimos	 destrozados	 cuando	 todo
aquello	que	creíamos	que	sería	para	siempre	se	está	desmoronando	día	tras	día.
Es	habitual	pararnos	a	pensar	qué	estamos	haciendo	mal.	Por	qué,	aparentemente
de	 la	 noche	 a	 la	 mañana,	 aquello	 que	 nos	 hizo	 prometer	 amor	 para	 siempre
comienza	 a	 tambalearse	 y	 a	 convertirse	 en	 un	 duro	 peso	 que	 tira	 de	 nosotros
hacia	abajo.	Se	trasforma	en	una	especie	de	niebla	invisible,	que	se	apodera	de
nuestros	pensamientos	y	nuestras	emociones	y	nos	impide	disfrutar	precisamente
de	todo	aquello	por	lo	que	decidimos	aferrarnos	a	la	mano	de	esa	persona	amada.
Muchos	piensan	que	la	mejor	manera	de	no	sufrir	por	amor	es	no	sentirlo
jamás,	pero	parece	imposible	que,	desde	el	momento	que	ponemos	los	pies	en	la
tierra,	podamos	vivir	sin	vincularnos	a	alguien,	¿verdad?	Desde	el	minuto	uno,
mamá	nos	arropa	en	su	pecho,	nos	cuida	y	nos	mima.	Papá	nos	enseña	a	montar
en	bicicleta	sin	los	ruedines	y	nos	invita	a	un	sinfín	de	juegos	«peligrosos»	que
nos	 hacen	 estallar	 en	 carcajadas.	 Y	 también	 estamos	 vinculados	 a	 algún
hermano,	aunque	nos	pegue	un	guantazo	de	refilón,	para	que	no	le	echen	la	culpa
de	 nada,	 dando	 a	 entender	 que	 ese	 es	 su	 territorio	 y	 que	 nosotros	 somos	 los
nuevos	 intrusos.	Y	 a	 la	 primera	 persona	 de	 nuestro	 tamaño	que	 de	 pronto	 nos
deja	 el	 columpio	 en	 el	 parque,	 creando	 el	 primer	 lazo	 de	 amistad	 de	 nuestra
pequeña	existencia.	Hasta	que	llega	esa	persona	que,	sin	darnos	cuenta,	aparece
con	 su	 mochila	 de	 último	 modelo,	 paseando	 airosa	 por	 los	 pasillos	 del	 cole,
sabiéndose	 la	más	deseada	 en	 las	 carpetas	 de	 las	 chicas	 o	 en	 los	 baños	 de	 los
chicos.
Vaya…,	ahí	 la	cosa	cambia.	A	partir	de	ese	preciso	momento,	dejamos	de
tener	 el	 control	 de	 nuestras	 emociones,	 para	 colocarlas	 en	 manos	 del	 libre
albedrío	 que	 supone	 el	 amor.	 Todos	 hemos	 tenido	 esa	 sensación	 alguna	 vez,
estoy	segura.	Cuando	parece	que	el	mundo	deja	de	girar	porque	la	persona	que
nos	gusta	no	nos	mira,	o	no	sabe	quizás	ni	que	existimos.	Aunque	en	ese	preciso
momento	 nos	 regalen	 un	 camión	 lleno	 de	 lo	 que	más	 deseamos,	 no	 logramos
sentir	 la	alegría	que	antes	alcanzábamos	simplemente	golpeando	 tres	veces	 los
talones	de	nuestros	zapatos	rojos.	A	partir	de	ese	preciso	momento,	comenzamos
a	 sentir	 emociones	 que	 nos	 llenan	 y	 nos	 vacían	 sin	 compasión,	 que,
inexplicablemente,	se	tornan	adictivas.
Todo	 comienza	 mucho	 antes	 de	 lo	 que	 pensamos,	 aunque	 a	 veces	 solo
podamos	fijarnos	en	la	relación	que	vivimos	en	el	momento	presente.	Conforme
nos	 paseamos	 por	 los	 renglones	 de	 nuestras	 vidas,	 vamos	 almacenando	 mil
formas	de	amor	y	desamor	y	dos	mil	conceptos	diferentes	en	torno	a	él.	Nadie
nace	aprendido,	y	además,	no	existe	una	verdadera	fórmula	para	saber	llevar	el
amor	 sin	 que	 las	 espinas	 se	 claven	 en	 nuestra	 piel	 en	 algún	momento	 de	 una
historia.	Desde	el	 instante	en	que	nos	enamoramos	de	alguien,	y	aunque	 todos
sepamos	 lo	 que	 se	 debe	 y	 no	 se	 debe	 hacer,	 un	 trocito	 de	 nosotros	 deja	 de
pertenecernos	 y	 se	 cuela	 tímidamente	 en	 algún	 bolsillo	 de	 la	 persona	 a	 la	 que
amamos.
	
	
De	 esta	 manera,	 nos	 unimos	 irremediable	 y	 deliciosamente.	 Y	 cuando
pensamos	 que	 el	 chico	 que	 paseaba	 con	 su	 mochila	 o	 la	 chica	 que	 lucía	 los
calcetines	hasta	las	rodillas	forman	parte	de	nuestra	vida,	y	ya	está	todo	hecho,
resulta	 que	 comienza	 lo	 más	 difícil.	 Aquello	 de	 lo	 que	 no	 te	 hablan	 en	 los
cuentos	de	hadas	y	príncipes	valientes.
Parece	que,	de	pronto,	hayamos	 sintonizado	dos	canales	diferentes	y	esos
personajes	de	cuento	hayan	regresado	a	las	páginas	de	fantasía,	dejándonos	solos
con	 una	 persona.	 Solo	 una	 persona.	 Aquella	 con	 la	 que	 un	 día	 decidimos
compartir	 nuestra	 vida	 y	mucho	más.	 Esa	 persona	 está	 hecha	 de	 carne,	 piel	 y
huesos,	como	nosotros.	No	 lleva	polvo	de	hadas	en	 los	bolsillos	para	hacernos
volar	al	país	de	nunca	jamás,	y	hace	ruidos	mientras	duerme,	como	el	resto	de	la
humanidad.	No	hay	magia.	Se	ha	esfumado	con	 las	mariposas	que	 tenías	en	el
estómago	 y	 ahora	 estarán	 volando	 hacia	 otra	 pareja	 que	 se	 esté	 regalando	 los
primeros	 arrumacos	 en	 un	 portal.	 Ahora	 ya	 solo	 estáis	 vosotros	 dos.	 Sin
máscaras	ni	artificios.	Y	con	un	montón	de	ingredientes	nuevos	que,	para	bien	o
para	 mal,	 forman	 parte	 de	 aquello	 que	 habéis	 construido	 juntos.	 Ahora	 es	 el
momento	de	comenzar	a	caminar	sobre	tierra	firme.	Hasta	ahora	flotabais	a	dos
metros	del	suelo,	llevados	por	unas	neuronas	descontroladas	que	os	cegaban	de
amor.
Esto	 es	 amor.	 Quererse	 y	 funcionar	 en	 el	 día	 a	 día,	 ese	 que	 se	 torna
rutinario,	 como	 si	 de	 un	 monstruo	 de	 ojos	 rojos,	 que	 respira	 amenazante	 en
nuestra	nuca,	se	tratara.	Amarsetodos	los	días,	sin	tener	que	tirar	de	atrezos	que
disfracen	lo	que	realmente	sentís	el	uno	por	el	otro.	Subir	cuestas	y	atravesar	ríos
llenos	 de	 pirañas	 que	 desean	 destrozaros	 los	 pies	 para	 impedir	 que	 sigáis
caminando	juntos.	Nadie	dijo	que	una	relación	de	pareja	fuera	fácil,	pero	sí	que
os	digo	que	todo	lo	que	pueda	ir	contaminando	vuestro	pequeño	mundo	de	dos
(o	más)	tiene	solución.	Así	que,	ven,	acércate…	Acércate,	que	te	quiero	decir	un
secreto	al	oído...	No	se	lo	puedes	contar	a	nadie,	¿eh?	Que	quede	entre	tú	y	yo,
puesto	que	 te	has	aventurado	a	abrir	 las	 tapas	de	este	 libro	con	 la	 intención	de
encontrar	el	enigma	que	hay	detrás	de	una	relación	estable.
¿Estás	 preparado	 o	 preparada	 para	 escucharlo?	 Abre	 tu	 mente	 y	 pon
atención,	porque	allá	va:	«Las	relaciones	perfectas	son	los	padres».	¡Sí,	sí!	Como
el	ratoncito	Pérez	o	los	Reyes	Magos.	Es	genial	pensar	en	la	magia	que	los	rodea
y	 en	 la	 cantidad	 de	 deseos	 que	 podemos	 pedirles	 sin	 sentirnos	 pedigüeños,
¿verdad?	Pero,	desgraciadamente,	no	dejan	de	ser	un	invento	que	alimenta	una
imaginación,	 muy	 necesaria,	 pero	 también	 responsable	 de	 innumerables
frustraciones,	 que	 se	 apoderan	 de	 nuestras	 rutinas	 y	 nuestros	 despertares
mañaneros.
Amanecer	una	y	otra	vez	dentro	de	una	 relación	que	nos	vendieron	como
perfecta	y	que	parece	hacer	aguas	por	 todos	lados.	Resulta	que	así	no	solo	nos
atormentan	 aquellas	 grietas	 que	 parecen	 tornarse	 cada	 vez	 más	 amenazantes,
sino	 que	 encima,	 con	 el	 cuento	 chino	 de	 que	 las	 relaciones	 son	 tan	 perfectas
como	 los	 norteamericanos	 reflejan	 en	 sus	 series	 sin	 piedad,	 nos	 sentimos
estúpidos	por	no	lograr	llevar	dicha	ficción	a	nuestra	realidad.
¡Pues	 ya	 está!	 Para	 esa	 vorágine	 incesante	 de	 cuestiones	 abstractas	 y
culpabilizadoras	que	te	torturan.	Deja	de	compararte	cada	vez	que	observas	una
parejita	 de	 tortolitos	 regalándose	 arrumacos,	mientras	 tú	 bajas	 en	 zapatillas	 de
andar	por	casa	a	tirar	la	basura.	A	partir	de	ahora,	quiero	que	metas	en	esa	bolsa
de	 desperdicios	 la	 meta	 inalcanzable	 de	 vivir	 una	 relación	 de	 cuento,	 y	 que
empecemos	a	pisar	firme	sobre	las	baldosas	que	consolidan	la	relación	que	en	el
día	de	hoy	ha	estrangulado	a	las	mariposas	de	tu	estómago	y	las	ha	encarcelado
en	tu	cabeza.
	
	
Llevo	más	de	doce	años	ayudando	a	parejas	que	se	han	sentido	así	en	algún
momento	 de	 sus	 vidas.	 Parejas	 que	 decidieron	 dar	 algo	 de	 sentido	 a	 sus
conflictos,	en	lugar	de	mirar	hacia	otro	lado.	Parejas	que	aceptaron	que	la	magia
que	debía	unirlos	dependía	únicamente	de	ellos	dos,	y	comenzaron	a	caminar	por
una	senda	diferente,	para	alcanzar	de	nuevo	el	camino	inicial,	con	las	suelas	de
las	botas	como	nuevas	y	sin	piedras	que	se	clavaran	en	las	plantas	de	sus	pies.
Puedo	decir,	sin	sonar	pretenciosa,	que	cuando	algo	nos	despierta	en	mitad	de	la
noche,	y	no	son	los	brazos	de	nuestra	pareja	rodeando	nuestra	espalda,	hay	que
pararse	de	verdad	y	valorar	qué	está	pasando,	en	qué	momento	comenzamos	a
mirar	cada	uno	por	una	ventana	distinta	y	si	queremos	firmemente	compartir	de
nuevo	las	mismas	vistas.
Si	 es	 así,	 si	 a	pesar	de	 toda	 la	 tierra	que	os	ha	podido	 ir	 cayendo	encima
durante	el	camino,	encontráis	un	solo	motivo	sincero	por	el	que	luchar,	hacedlo.
De	 verdad.	 Daos	 esa	 oportunidad,	 porque,	 quizás,	 lo	 que	 os	 ha	 pasado	 hasta
ahora	 es	 que	 no	 sabíais	 cómo.	 No	 podemos	 enfadarnos	 con	 un	 niño	 pequeño
porque	no	se	ate	los	cordones	de	los	zapatos	si	no	nos	hemos	parado	a	enseñarle
cómo	hacerlo,	¿verdad?	Pues,	en	serio,	aprended	a	curar	 las	heridas	de	vuestra
relación.	Vosotros	 sois	 los	 verdaderos	 doctores.	Yo	 voy	 a	 dejarme	 la	 piel	 y	 el
corazón,	y	las	manos	que	escriben	estas	letras,	en	la	tarea	de	explicaros	formas	y
métodos	 y	 haceros	 sentir	 que,	 en	 realidad,	 nada	 es	 para	 tanto	 y	 todo	 tiene
solución,	si	el	amor	de	verdad	es	el	principal	narrador	de	vuestra	historia.
CAPÍTULO	1
Pero	¿tú	y	yo	qué	somos?
	
	
¿CUÁNTO	ESTARÍAIS	DISPUESTOS	A	PAGAR	POR
UNA	 MÁQUINA	 QUE	 OS	 REVELARA	 TODO	 LO
QUE	 PIENSA	 LA	 PERSONA	 QUE	 OS	 INTERESA
DURANTE	LOS	PRIMEROS	MESES	DE	RELACIÓN?
	
	
¿YA	 SOIS	 NOVIOS?	 ¿PARA	 QUÉ	 NECESITAS
ETIQUETAS?	 ¿NO	 TE	 DAS	 CUENTA	 DE	 QUE,
AUNQUE	 OS	 LLAMÉIS	 COMO	 OS	 LLAMÉIS,	 LO
QUE	 REALMENTE	 IMPORTA	 ES	 EL	 GRADO	 DE
COMPROMISO	QUE	ADOPTÉIS?
YIN	Y	YANG
Claudia	y	Óscar	están	de	vuelta	y	no	se	esfuerzan	especialmente	para	hacértelo
saber.	 Parecen	 sacados	 de	 una	 novela	 de	 esas	 antiguas	 que	 terminan	 cogiendo
polvo	en	la	estantería	de	nuestra	abuela.	Son	modernos	y	hacen	todo	aquello	que
hacen	 los	 modernos,	 pero	 quizás	 de	 una	 manera	 algo	 forzada,	 puesto	 que	 en
realidad	tienen	una	mente	mucho	más	tradicional.	Sus	situaciones	personales	les
han	 llevado	 a	 tener	 que	 adaptarse	 a	 los	 tiempos	 modernos,	 y	 finalmente
constituyen	una	especie	de	Yin	y	Yang	que	no	terminan	de	saber	combinar.
Óscar	tiene	cuarenta	y	nueve	años.	Es	un	hombre	muy	atractivo,	de	esos	a
los	que	las	canas	les	quedan	especialmente	bien.	Casi	siempre	vestido	de	negro,
y	con	algún	tipo	de	brazalete	de	cuero	en	las	muñecas.	Es	un	hombre	creativo,	y
eso	 se	 le	 nota	 en	 el	 aspecto	 físico.	Siempre	 lleva	un	 libro	 en	 las	manos	y	una
especie	de	portafolios	de	cuero	desgastado	donde	debe	acumular	todas	sus	notas
e	 ideas	para	 liberar,	de	esta	manera,	un	poco	a	 su	cabeza.	Óscar	es,	 en	 fin,	un
hombre	de	arte.	Cuenta	que	desde	muy	pequeño	le	ha	fascinado	la	historia	y	todo
lo	relacionado	con	ella.	Es	el	menor	de	tres	hermanos,	y	confiesa	que	siempre	ha
tenido	una	relación	muy	estrecha	con	su	madre.	Cuenta	con	ternura	episodios	en
los	 que	 estaba	 deseando	 salir	 del	 colegio	 para	 que	 su	madre	 lo	 recogiera	 y	 lo
llevara	a	merendar	con	sus	primos.	Recuerda	el	invierno	y	las	chimeneas,	con	el
humo	que	hacía	dibujos	en	el	cielo.	Todo	lo	que	te	cuenta	siempre	está	dotado	de
un	 halo	 de	 poesía	 o	 de	 prosa	 perfectamente	 construida.	 Podrías	 pasarte	 horas
escuchándole,	 tanto	 por	 el	 tono	 de	 su	 voz,	 calmado	 y	 profundo,	 como	 por	 la
cantidad	de	anécdotas	que	ha	vivido	a	lo	largo	de	sus	años.
Óscar	estudió	Historia	del	Arte	en	su	ciudad	de	residencia,	y	eso	le	dio	el
toque	 final	 que	hoy	 conforma	 su	 imagen.	No	podía	 haber	 estudiado	otra	 cosa.
Me	 lo	 puedo	 imaginar	 como	 líder	 de	 algún	 grupo	 de	 protesta	 o	 encadenado	 a
cualquier	barandilla	de	 la	universidad,	 reivindicando	 la	paz	 en	 el	mundo	o	 los
derechos	de	los	animales.	Una	vez	que	terminó	su	carrera,	obviamente	no	estaba
hecho	para	ocupar	un	despacho	y	sentarse	en	una	silla	a	las	órdenes	de	algún	jefe
estático.	 Tenía	 que	 seguir	 dando	 rienda	 suelta	 a	 su	 personalidad,	 que	 tan
minuciosamente	estaba	encargándose	de	estructurar.	Así	que	montó	una	 tienda
de	antigüedades.	Qué	iba	a	hacer	si	no.
Mientras	 tanto,	 le	dio	tiempo	de	enamorarse	de	una	mujer	que	conoció	en
una	de	sus	noches	de	bohemia.	Aunque	Óscar	no	es	muy	amigo	de	las	ataduras,
se	casó	con	ella	y	tuvieron	dos	hijos.	Un	niño	y	una	niña,	curiosamente	mellizos.
Óscar	se	dedicó	en	cuerpo	y	alma	a	su	negocio	y	a	su	familia.	Consciente	de	la
relación	 que	 tuvo	 él	 con	 su	 madre,	 la	 cual	 desgraciadamente	 falleció	 un	 mes
antes	 de	 que	 nacieran	 sus	 pequeños,	Óscar	 se	 propuso	 cuidarlos	 al	menos	 tan
bien	 como	 lo	 habían	 cuidado	 a	 él.	 Inevitablemente,	 su	 negocio	 le	 exigía	 que
viajara	para	comprar	antigüedades	en	diferentes	países.	Por	desgracia,	este	estilo
de	vida	parece	que	no	era	compatible	con	su	mujer,	la	cual	le	abandonó	hace	tres
años.
A	 Óscar	 le	 costó	 muchísimo	 superar	 la	 ruptura,	 puesto	 que,	 como	 buen
artista,	es	un	enamorado	del	amor	y	no	esperaba	algo	así.	No	obstante,	se	volcó
en	su	 tienda	y	aprovechó	al	máximo	 los	días	que	podía	estar	con	sus	hijos,	ya
adolescentes,	 para	 superar	 el	 bache.	 A	 la	 vez,	 se	 buscó	 ocupaciones	 para
mantenerse	 entretenido,	 como	 un	 grupo	 de	 senderistas,	 donde	 casualmenteconoció	a	Claudia.
Claudia	 tiene	 cincuenta	 y	 un	 años,	 dos	 más	 que	 Óscar,	 aunque	 no	 los
aparenta.	Es	pelirroja	y	las	pecas	le	cubren	el	rostro	casi	en	su	totalidad.	Siempre
está	bronceada,	pero	no	de	cabina,	sino	por	la	luz	del	sol	que	le	da	en	sus	eternos
paseos	y	múltiples	actividades.
Siempre	 suele	 llevar	 alguna	 prenda	 de	 cuero,	 que	 le	 confiere	 cierto	 aire
ochentero.	Es	una	mujer	muy	atractiva,	a	la	que	ciertamente	los	años	han	tratado
muy	 bien.	 Aunque	 en	 su	 apariencia	 física	 tiene	 muchas	 cosas	 en	 común	 con
Óscar,	la	verdad	es	que	es	absolutamente	diferente	de	él.	Ella	es	hija	única,	y	se
independizó	 muy	 pronto	 marchándose	 de	 casa,	 puesto	 que	 tenía	 graves
problemas	con	su	padre.	Este	 tenía	un	problema	con	el	alcohol	y	solía	 llegar	a
casa	borracho,	generando	broncas	de	magnitudes	indescriptibles.
Claudia	 siempre	 ha	 tenido	 las	 cosas	muy	 claras.	 Labró	 su	 independencia
desde	 los	 dieciséis	 años.	 Comenzó	 a	 estudiar	 una	 oposición,	 se	 presentó	 en
cuanto	tuvo	edad,	la	sacó	a	la	primera	y	se	incorporó	a	su	puesto	con	dieciocho
años.	Inmediatamente	después	se	alquiló	un	pisito	en	la	otra	punta	de	la	ciudad	y
se	fue	de	casa.	Al	poco	tiempo,	su	madre	se	divorció	de	su	padre	y	se	mudó	a
otra	 ciudad	 con	 un	 hombre	 que	 había	 conocido.	 Por	 lo	 tanto,	 Claudia	 apenas
tenía	familia	en	su	lugar	de	residencia,	aunque	contaba	con	muchas	amigas	con
las	que	alternaba	todos	los	jueves	si	era	posible,	y	con	varios	grupos	con	los	que
solía	salir	a	bailar	y	a	pasear	por	la	montaña.
Claudia	 tenía	 su	vida	muy	estructurada	y	bien	 repartida	entre	el	ocio	y	el
trabajo.	No	se	planteaba	nada	más.	Había	estado	saliendo	alguna	temporada	con
algún	 hombre,	 pero	 sin	 especiales	 pretensiones.	 No	 se	 había	 casado	 nunca	 ni
había	tenido	hijos.	Dice	que	lo	de	la	maternidad	jamás	fue	su	prioridad	y	que	no
se	 arrepiente	 en	 absoluto	 de	 su	 decisión.	 Asegura	 que	 le	 gusta	 su	 vida
independiente	 sin	 tener	 que	 rendir	 cuentas	 a	 nadie.	 Se	 describe	 como	bastante
maniática	y	extremadamente	independiente.
	
	
Óscar	y	Claudia	se	conocieron	en	una	excursión	de	senderistas	durante	un
fin	de	semana	en	los	Pirineos.	Claudia	conocía	a	todo	el	grupo	y	de	pronto	llamó
su	atención	un	desconocido,	un	hombre	canoso	y	con	barba,	sentado	en	una	roca,
de	 espaldas	 al	 grupo,	 con	 un	 bloc	 y	 un	 lapicero.	A	 pesar	 de	 su	 curiosidad,	 su
orgullo	le	impedía	acercarse	a	él,	puesto	que	estaba	acostumbrada	a	que	fueran
los	hombres	los	que	se	fijaran	en	ella,	y	por	lo	tanto,	establecieran	una	primera
conversación	de	acercamiento.	Cuando	el	monitor	los	avisó	de	que	comenzaban
la	 marcha,	 aquel	 misterioso	 hombre	 se	 cargó	 una	 mochila	 de	 cuero	 viejo	 y
desgastado	 y	 comenzó	 a	 caminar	 en	 solitario.	 Claudia	 cada	 vez	 se	 sentía	más
interesada	 por	 él	 y	 fue	 todo	 el	 camino	 pensando	 en	 la	 manera	 de	 llamar	 su
atención.	Por	desgracia	para	ella,	no	encontró	una	manera	de	hacerlo	sin	sentir
que	descendía	de	aquel	lugar	donde	su	orgullo	la	había	colocado.
De	esta	manera,	 terminó	el	día	y	no	 logró	cruzar	ni	media	palabra	con	el
hombre	 misterioso.	 Desde	 entonces,	 estuvo	 acudiendo	 a	 un	 montón	 de
excursiones	con	la	esperanza	de	volver	a	verlo,	pero	sin	suerte.	Casualmente,	y
por	esas	cosas	que	tiene	la	vida,	un	día,	paseando	por	el	casco	viejo	de	su	ciudad,
en	una	de	sus	callecitas	adoquinadas	se	encontró	un	pequeño	local	abarrotado	de
cosas.	Tan	 lleno	de	 trastos	estaba	que	era	difícil	 saber	el	 tipo	de	comercio	que
era.	Un	montón	de	lamparitas	con	diferente	intensidad	de	luz	iluminaban	aquel
curioso	 lugar.	 Cuando	 Claudia	 entró	 se	 llevó	 la	 gran	 sorpresa.	 Lo	 regentaba
aquel	 hombre	 misterioso	 y	 silencioso	 que	 tan	 de	 cabeza	 le	 traía	 desde	 hacía
meses.
Claudia	 no	 podía	 perder	 la	 oportunidad	 de	 nuevo,	 y	 abrumada	 por	 el
ambiente	que	se	respiraba	en	aquella	tiendecita,	comenzó	a	desplegar	todas	sus
artes	 de	 seducción.	 Tras	 una	 hora	 maravillosa	 de	 charla	 y	 risas,	 Claudia	 le
propuso	a	Óscar	 ir	 a	 tomar	un	vino	por	 allí	 cerca.	Ambos	continuaron	aquella
primera	cita,	que	concluyó	con	unos	besos	en	el	portal	de	ella	y	una	caballerosa
despedida	por	parte	de	él.	A	partir	de	ahí,	 llamadas	y	citas	un	par	de	veces	por
semana.	Un	cine,	una	cena…	Por	 supuesto,	pasaron	a	 intimar	más,	y	Óscar	 se
quedó	más	de	una	noche	a	dormir	con	ella.	Pero	Claudia,	que	es	 realmente	mi
paciente,	no	entiende	de	qué	va	todo	esto.	Llevan	ocho	meses	saliendo	y	ella	se
sube	por	las	paredes	porque	no	logra	entender	qué	dirección	llevan	y	cuáles	son
las	 verdaderas	 intenciones	 de	 Óscar.	 Lo	 analiza	 detenidamente	 e	 intenta
interpretar	cada	una	de	sus	palabras	y	sus	actitudes,	pero	no	alcanza	a	descifrar
si,	realmente,	Óscar	tiene	en	su	cabeza	la	posibilidad	de	una	relación	estable,	y
reconoce	que	esto	la	está	destrozando.
	
	
LOS	CUATRO	MONSTRUOS	QUE
AMENAZAN	AL	PRINCIPIO
	
LOS	INICIOS.	QUÉ	COMPLICADO	RESULTA	SABER
SI	 LA	 PERSONA	 QUE	 TENEMOS	 ENFRENTE
QUIERE	LO	MISMO	QUE	NOSOTROS,	¿VERDAD?
	
Ya	parece	bastante	complicado	encontrar	a	una	persona	afín	como	para,	encima,
lograr	que	busque	lo	mismo	que	nosotros.	Y	no	solo	eso,	además	es	preciso	no
fastidiarla	 a	 la	 hora	 de	 plantear	 nuestros	 sentimientos,	 para	 evitar	 que	 salga
huyendo	 en	 dirección	 contraria	 a	 la	 nuestra.	Todos	 pensamos	 que	 lo	 difícil	 de
una	 relación	 es	 la	 relación	 en	 sí,	 pero	 esto	 lo	 pensamos	 porque	 ya	 estamos
inmersos	 en	 alguna	 y	 nos	 distraemos	 lidiando	 con	 todo	 aquello	 que	 surge
mientras	avanzamos	de	la	mano	de	nuestra	pareja.
	
Pero	 ¿os	 habéis	 parado	 a	 pensar	 cómo
llegasteis	 hasta	 allí?	 ¿Recordáis	 los
principios	de	la	relación?
	
Y	aquellos	que	no	tenéis	pareja,	¿cuánto	estaríais	dispuestos	a	pagar	por	una
máquina	que	nos	revelara	todo	lo	que	piensa	la	persona	que	nos	interesa	durante
los	 primeros	 meses	 de	 relación?	 Lo	 cierto	 es	 que	 este	 mundo	 es	 realmente
complejo	por	varios	motivos	que	os	voy	a	desvelar	a	continuación.
Es	 verdad	 que	 los	 tiempos	 han	 cambiado,	 que	 todo	 va	 a	 mucha	 más
velocidad	de	lo	que	a	veces	resulta	necesario,	y	que	aquellas	épocas	del	«yo	te
gusto,	 tú	me	 gustas,	 ¿quieres	 salir	 conmigo?»	 quedaron	 bastante	 atrás.	Ahora,
son	 muchas,	 e	 incluso	 demasiadas,	 las	 variables	 que	 debemos	 controlar	 para
lograr	 que	 una	 relación	 no	 se	 quede	 por	 el	 camino	 por	 no	 saber	 gestionar
adecuadamente	sus	inicios,	todo	aquello	que	debe	confluir	minuciosamente	para
forjar	 una	 relación	 estable.	 A	 continuación,	 os	 voy	 a	 detallar	 exactamente
aquellos	pequeños	monstruos	que	impiden	dicho	objetivo.
Lo	 primero	 que	 debemos	 tener	 en	 cuenta	 cuando	 iniciamos	 una	 relación,
para	construirla	desde	unos	cimientos	realmente	sanos	y	fuertes	que	la	sostengan
todo	el	tiempo	posible,	es	de	qué	manera	vamos	a	iniciarla.	No	todo	se	resume
en	«tú	me	gustas,	yo	te	gusto».	Es	necesario	y	muy	útil	pararnos	a	pensar	en	los
motivos	que	nos	llevan	a	buscar	pareja	y	a	comprometernos	con	ella	en	caso	de
que	 la	 situación	 lo	 facilitara.	 Para	 ello,	 es	 importante	 realizar	 una	 pequeña
reflexión	personal	y	mirar	un	poco	dentro	de	nosotros,	para	no	cometer	errores
que	nos	puedan	acompañar	y	contaminar	el	resto	del	camino.
	
1.
PRIMER	MONSTRUO
El	error	inicial	que	puede	hacer	que	la	relación	no	se	consolide	adecuadamente
tiene	que	ver	con	los	verdaderos	motivos	de	la	búsqueda.
Por	supuesto,	casi	todo	el	mundo	coincide	en	que	el	estado	de	«enamorado»
es	muy	 agradable,	 y	 en	 que	 es	maravilloso	 encontrar	 el	 amor.	La	pregunta	 es:
¿cuáles	 son	 los	 verdaderos	 motivos	 que	 nos	 llevan	 a	 comenzar	 la	 búsqueda?
Cada	persona	está	conformada	por	múltiples	variables	y	ha	crecido	en	entornos
donde	 ha	 ido	 aprendiendo	 una	 serie	 de	 reglas	morales.	La	 búsqueda	 de	 pareja
tiene	 estos	mismos	 condicionantes.	Quizás	 tanto	 por	 el	 aprendizaje	 directo	 de
nuestros	padres,	que	nos	han	educado	por	y	para	vivir	en	pareja,casarnos	y	tener
hijos,	como	por	un	aprendizaje	vicario	(por	observación),	que	nos	ha	transmitido
los	 cimientos	 que	 debe	 tener	 un	 compromiso.	 Además,	 diversos	 factores
personales	confluyen	para	diseñar	nuestra	búsqueda.
El	 mayor	 error	 que	 podemos	 cometer	 entonces	 con	 todas	 estas	 variables
pululando	por	nuestra	cabeza	consiste	en	establecer	unos	motivos	erróneos	para
la	búsqueda.	La	principal	causa	que	puede	intoxicar	desde	el	inicio	una	relación
de	pareja	es	la	dependencia	emocional.
Este	es	el	mayor	riesgo	que	puede	existir	a	la	hora	de	buscar	una	relación.
Sentir	 que	 necesitamos	 encontrar	 pareja	 para	 cubrir	 aquellos	 huecos	 que
percibimos	 vacíos,	 o	 para	 consolidar	 nuestra	 personalidad.	 Si	 nos	mueve	 este
motivo,	 en	 la	 relación	 habrá	 desde	 el	 principio	 un	 peso	 que	 nos	 puede	 ir
consumiendo	hasta	desembocar	en	un	final	muy	catastrófico.	Si	buscamos	pareja
para	 evitar	 encontrarnos	 solos	 o	 para	 que	 alguien	 llene	 los	 huecos	 que	 hemos
sido	 incapaces	 de	 cubrir	 nosotros,	 nos	 meteremos	 en	 una	 rueda	 incesante	 de
búsqueda	 y	 de	 conformismo.	 Iremos	 conociendo	 y	 «enganchándonos»
literalmente	 a	 las	 personas	 que	 se	 pasean	 por	 nuestra	 vida,	 sin	 tener	 jamás	 en
cuenta	si	esa	es	la	que	queremos	tener	a	nuestro	lado.
Nos	 olvidaremos	 de	 que	 esa	 persona	 nos	 hace	 felices	 porque	 nos	 hemos
enamorado,	y	entonces	el	miedo	a	perder	a	alguien	que	cubre	nuestras	carencias
cobrará	 un	 protagonismo	 muy	 tóxico.	 De	 esta	 manera,	 desde	 el	 inicio	 de	 la
relación,	dejaremos	nuestra	verdadera	personalidad	en	la	puerta	y	comenzaremos
a	crear	una	nueva	que	se	adapte	a	esa	persona,	para	que	no	nos	abandone.	Pero
esa	personalidad	jamás	será	 la	nuestra,	sino	un	mero	reflejo	de	lo	que	creemos
que	desea	la	pareja.
	
ASÍ,	 SE	 ESTABLECERÁ	 UNA	 RELACIÓN
JERÁRQUICA	 ENTRE	 AMBOS.	 SIN	 SER	 MUY
CONSCIENTE	 DE	 ELLO,	 LA	 OTRA	 PERSONA	 SE
CONVERTIRÁ	 EN	 EL	 ELEMENTO	DOMINANTE	 Y
TÚ	EN	EL	SUMISO.
	
Así,	poco	a	poco	iréis	creciendo	y	estableciendo	vuestras	rutinas	y	vuestras
normas	como	pareja.	Además	del	 riesgo	que	 tiene	esto	a	nivel	personal,	por	 la
pérdida	de	la	propia	identidad	que	supone,	propiciará	la	aparición	de	reproches	y
toxicidades	generadas	por	las	frustraciones	de	ambos.	El	que	domina	exigirá	el
sitio	que	se	le	otorgó	desde	el	principio,	en	caso	de	que	un	día	quieras	recobrar
tus	derechos,	y	el	sumiso	jamás	alcanzará	la	sensación	de	que	se	está	realizando
en	 lo	personal.	Poco	a	poco,	 se	 irá	haciendo	más	pequeñito.	No	 será	 capaz	de
tomar	decisiones	por	sí	 solo,	de	 imponer	sus	propias	necesidades,	por	miedo	a
que	le	dejen	y	a	enfrentarse	de	nuevo	a	la	soledad,	y	esto	irá	creando	un	caldo	de
cultivo	 que,	 tarde	 o	 temprano,	 terminará	 contaminando	 definitivamente	 la
relación.
	
2.
SEGUNDO	MONSTRUO
Otro	elemento	que	puede	interferir	de	una	manera	negativa	en	los	inicios	de	una
relación	es	la	mochila	con	la	que	llegamos	a	ese	punto.	Casi	todos	hemos	vivido
otras	 relaciones	 emocionales,	 y	 es	 inevitable	 ir	 almacenando	 en	 una	 mochila
imaginaria	aquellas	experiencias	que	nos	han	ido	aportando.	Solemos	llevar	una
lista	 mental	 de	 todo	 aquello	 que	 debe	 tener	 nuestra	 pareja	 ideal,	 y	 más
concretamente,	como	consecuencia	de	nuestro	pasado	emocional,	de	 lo	que	no
debe	 tener.	El	 problema	 es	 no	 saber	 dejar	 atrás	 la	 información	 innecesaria,	 no
saber	aligerar	la	mochila	imaginaria.
	
¿CUÁNTAS	 VECES	 HEMOS	 VISTO	 ALGÚN
DETALLE	EN	NUESTRA	NUEVA	PAREJA	QUE	NOS
HA	TRASLADADO	A	LA	VELOCIDAD	DE	LA	LUZ
HASTA	 AQUELLA	 OTRA	 RELACIÓN	 QUE	 TANTO
DAÑO	NOS	HIZO?
	
Este	ejercicio	mental,	 tan	 inevitable	en	muchas	ocasiones,	no	supone	sino
un	filtro	negativo	y	muy	tóxico	a	la	hora	de	valorar	si	nuestro	nuevo	compañero
está	a	 la	altura	de	nuestras	expectativas.	Esta	actitud	nos	pone	en	guardia,	nos
genera	 un	 estado	 de	 recelo	 que	 nos	 deja	 en	 una	 posición	muy	 poco	 adecuada
para	conocer	a	alguien.	Nos	llevará	a	adoptar	una	posición	distante,	cargada	de
prejuicios	y	exigencias	erróneas,	que	nos	alejarán	de	la	posibilidad	de	establecer
una	 relación	 sana	 y	 nos	 anclarán	 a	 relaciones	 anteriores	 que	 no	 aportarán
absolutamente	nada.
	
3.
TERCER	MONSTRUO
El	orgullo	y	el	egoísmo.	Todas	las	vivencias	anteriores	o,	en	ocasiones,	el	mero
hecho	 de	 que	 alguien	 nos	 haya	 contado	 alguna	 relación	 negativa	 nos	 pueden
llevar	 a	 ponernos	 a	 la	 defensiva	 ante	 una	 relación	 nueva.	 Cada	 uno	 va
construyéndose	 a	 sí	 mismo	 con	 el	 tiempo,	 mientras	 una	 serie	 de	 variables
consolidan	 la	 personalidad,	 y	 esta	 ha	 de	 ponerse	 encima	 de	 la	 mesa	 cuando
decidimos	compartir	nuestra	vida	con	otra	persona.
	
Al	 principio	 de	 cualquier	 relación,	 es
necesario	 que	 no	 se	 quede	 en	 el	 tintero
nada	 que	 pudiera	 entorpecerla	 más
adelante.
	
En	 muchas	 ocasiones,	 por	 la	 frustración	 acumulada	 en	 otros	 intentos
fallidos	de	establecer	una	relación	estable,	llegamos	muy	cansados	a	la	siguiente
oportunidad.	Esto	nos	 lleva	 a	 abandonarnos	un	poco	o	 a	 establecer	 de	manera
demasiado	 tajante	 quiénes	 somos	 y	 lo	 que	 queremos.	 Nos	 volvemos
extremadamente	 prácticos,	 y	 esto	 nos	 hace	 adoptar	 una	 posición	 de	 pasotismo
frente	a	nuestra	nueva	pareja.	Es	ese	punto	de	«así	soy,	y	si	no	te	gusto	allá	tú».
Es	 verdad	 que	 somos	 como	 somos,	 y	 que	 no	 es	 sano	 cambiar	 nuestra
personalidad	 de	 una	 manera	 total	 para	 adaptarnos	 a	 otra	 persona,	 pero,
obviamente,	es	necesario	bajar	esas	defensas	y	ese	nivel	de	orgullo	para	poder
acercar	posiciones.
	
INICIAR	 UNA	 RELACIÓN	 NO	 DEBE	 COSTAR
ESFUERZO.	 DEBE	 GENERARNOS	 ILUSIÓN	 POR
DARNOS	A	CONOCER	Y	 POR	CONOCER	A	OTRA
PERSONA.
	
El	comienzo	debe	basarse	en	largas	conversaciones,	de	esas	en	las	que	los
camareros	de	un	 restaurante	 terminan	de	pie,	 con	 sus	ojos	clavados	en	nuestra
mesa,	 porque	 somos	 los	 únicos	 que	 quedamos	 y	 se	 quieren	 ir	 a	 casa.	De	 esas
donde	 conocer	 a	 otra	 persona	 implica	 llenar	 de	 experiencias	 e	 información
maravillosa	 nuestras	 propias	 arcas.	 Compartir	 gustos,	 complicidades	 y
diferencias,	e	ir	avanzando	poco	a	poco,	creciendo	el	uno	al	lado	del	otro.
Si	adoptamos	una	posición	orgullosa	o	cansada,	todo	lo	que	consolida	desde
el	minuto	uno	una	relación	se	perderá	por	el	camino,	y	terminará	por	convencer
al	nuevo	amigo/a	de	que	no	merece	la	pena	hacer	el	esfuerzo	de	conocernos.
	
4.
CUARTO	MONSTRUO
El	último	elemento	que	debería	evitarse	en	los	principios	de	una	relación	son	las
prisas.	Cada	persona	funciona	al	ritmo	que	funciona,	y	es	cierto	que	existen	los
flechazos,	los	enamoramientos	a	primera	vista,	que	parecen	dotar	a	la	relación	de
un	supermotor	de	propulsión	que	nos	acelera	de	cero	a	cien	en	un	segundo.	Pero,
sinceramente,	aunque	esta	explosión	de	emociones	pueda	acompañar	los	inicios
de	una	relación,	conviene	echar	el	freno	de	mano	en	algún	momento.
	
	
Nos	 enamoremos	 a	 bocajarro	 o	 a	 fuego
lento,	 la	 persona	 que	 tenemos	 enfrente	 es
completamente	 nueva	 para	 nosotros	 y
nosotros	para	ella.
	
Para	que	una	relación	funcione	desde	el	principio	es	necesario	aceptar	que
las	cosas	de	palacio	van	despacio.	No	podemos	pasarle	un	test	de	personalidad,
otro	de	inteligencia	y	someterle	a	un	detector	de	mentiras	para	tener	claro	desde
un	 principio	 que	 nuestra	 apuesta	 es	 segura.	 Debemos	 asumir	 el	 riesgo,	 y
conseguir	 que	 nuestros	 sentimientos	 y	 el	 conocimiento	 del	 otro	 crezcan	 de
manera	paralela.	Existen	muchas	personas	que	deciden	 frenar	 sus	 sentimientos
hasta	estar	seguros	de	que	la	posible	pareja	es	de	confianza.	Es	un	arma	de	doble
filo,	 puesto	 que,	 al	 frenar	 nuestros	 sentimientos,	 podemos	 excedernos,
erradicando	de	esta	manera	el	elemento	de	espontaneidad	que	confiere	al	amor
ese	«algo	especial».
El	amor	tiene	un	componente	irracional	necesario	para	hacerse	visible,	para
que	no	 lo	 confundamos	 con	otro	 tipo	de	 emoción.	Si	 intentamos	 controlarlo	 o
pausarlo,	 iremos	contra	natura,y	esto	 lo	pagaremos.	Además,	debemos	asumir
que	jamás	tendremos	acceso	a	la	mente	de	nuestra	nueva	pareja.	Eso	de	leer	las
mentes	 todavía	no	está	entre	 las	capacidades	del	cerebro	humano,	por	 lo	 tanto,
debemos	practicar	eso	que	se	llama	confianza.	Aceptar	lo	que	nos	cuenta	nuestra
pareja	sin	ponerlo	todo	en	duda,	y	dejar	de	analizar	todo	lo	que	dice	o	hace	como
si	fuéramos	agentes	de	la	CIA.
Todos	 estos	 monstruos,	 comunes	 aunque	 parezcan	 características
individuales	 propias	 de	 cada	 uno,	 pueden	 llegar	 a	 contaminar	 desde	 el	 inicio
nuestra	relación,	pero,	en	caso	de	que	sepamos	lidiarlos	adecuadamente,	también
pueden	fortalecer	dichos	comienzos,	para	forjar	así	una	relación	sana	y	duradera.
Condicionarán	 de	 forma	 negativa	 o	 positiva	 nuestra	 manera	 de	 comenzar	 la
relación,	 y	 también	 la	 actitud	 de	 nuestra	 nueva	 pareja	 tanto	 para	 con	 nosotros
como	en	su	comportamiento	y	disposición	dentro	de	la	relación.
	
	
ERRORES	DE	NOVATOS
	
Son	 varios	 los	 errores	 que	 podemos	 cometer	 como	 «pareja	 novel»,	 fallos	 que
quizás	 influirán	 desde	 el	 primer	 minuto	 en	 el	 desarrollo	 de	 la	 relación.
Obviamente,	 si	 nos	 ponemos	 minuciosos,	 podríamos	 diseñar	 una	 lista
interminable	 de	 detalles	 que	 pueden	 interferir	 en	 la	 construcción	 inicial,	 pero,
con	la	experiencia	que	me	confieren	los	años	que	llevo	ayudando	a	parejas,	tanto
en	conflictos	iniciales	como	de	largo	recorrido,	puedo	aportaros	una	pequeña	y
sencilla	conclusión.
	
EL	 PRINCIPAL	 ERROR	 QUE	 COMETEMOS	 A	 LA
HORA	DE	INICIAR	UNA	RELACIÓN	NUEVA	ES	LA
FALTA	DE	COMUNICACIÓN.
	
Más	 adelante	 dedico	 un	 capítulo	 entero	 a	 hablar	 de	 los	 secretos	 de	 esta
misteriosa	 y	 potente	 herramienta,	 pero	 aquí	 quiero	 ser	 concreta	 a	 la	 hora	 de
explicaros	 la	 influencia	 negativa	 que	 puede	 tener	 una	 comunicación	 errónea	 o
insuficiente	 al	 comenzar	 a	 conocer	 a	 alguien	 importante	 para	 nosotros.
Obviamente,	los	elementos	personales	que	he	detallado	anteriormente	tienen	un
protagonismo	importante	para	llegar	al	comienzo	de	una	relación	de	manera	sana
y	 sin	 filtros	 erróneos,	 pero	 de	 nada	 sirven	 si	 no	 sabemos	 compartirlos
adecuadamente	 con	 nuestra	 nueva	 pareja.	 Es	 importante	 que,	 desde	 el	minuto
uno,	 no	 guardemos	 nada	 en	 el	 tintero,	 excepto	 lo	 necesario	 para	 dotar	 a	 la
relación	 de	 un	 halo	 de	 misterio	 que	 le	 aporte	 interés	 y	 ganas	 de	 seguir
descubriéndose	mutuamente.
	
	
Pero	solo	eso,	un	halo	de	misterio.	Así	que
no	 nos	 pasemos.	 Eso	 de	 mostrarnos
especialmente	herméticos	para	parecer	más
interesantes	es	un	error.
	
Al	principio	de	una	relación	se	van	a	establecer	las	bases	de	muchas	cosas,
y	una	de	ellas	es	la	manera	que	tendréis	de	comunicaros.	Si	no	os	acostumbráis	a
hablar	de	vuestros	sentimientos,	vuestros	miedos	o	vuestras	necesidades,	por	eso
de	que	es	el	principio	y	no	queréis	mostrar	las	fragilidades	por	miedo	al	rechazo,
estaréis	 consolidando	 una	 comunicación	 insuficiente	 y	 poco	 práctica	 para	 el
resto	de	los	días	que	vayáis	a	compartir.
	
	
EJERCICIOS	PARA	EL	COMIENZO	DE
UNA	RELACIÓN
	
Para	trabajar	de	manera	sana	todas	las	variables	y	factores	que	os	he	comentado,
logrando	que	se	conviertan	en	aliados	en	lugar	de	enemigos,	de	nuestros	inicios
de	relación,	podemos	llevar	a	cabo	diferentes	ejercicios.
Cuando	veas	este	icono	 	necesitarás	tener	a	mano	un	cuaderno	para	poder
realizar	los	ejercicios.
Para	 tocar	 todos	 los	 elementos	 que	 confluyen	 a	 la	 hora	 de	 comenzar	 una
relación,	 voy	 a	 dividir	 las	 soluciones	 y	 los	 ejercicios	 en	 tres	 sectores
fundamentales:
	
1.	Yo	mismo
Como	he	comentado	anteriormente,	las	variables	personales	son	las	que	más	pueden	influir	negativamente	a
la	hora	de	comenzar	una	relación	nueva.	Desgraciadamente,	no	basta	con	gustarse	mutuamente	y	compartir
algunos	elementos	comunes,	sino	que	debemos	llegar	a	la	decisión	del	compromiso	con	los	deberes	hechos,
para	que	no	haya	variables	externas	que	puedan	interferir	en	la	consolidación	de	la	relación	o	contaminarla
para	siempre	desde	el	comienzo.	Para	ello,	os	propongo	el	siguiente	ejercicio,	que	nos	permite	ordenar	todo
aquello	que	pueda	convertirse	en	una	carga	incómoda:
	
¿QUÉ	BUSCO	EN	MI	VIDA?	
	
	
	
	
¿QUÉ	 ME	 PUEDE	 APORTAR	 UNA	 RELACIÓN
ESTABLE?	
	
	
	
	
¿QUÉ	 PUEDO	 CONSEGUIR	 POR	 MIS	 PROPIOS
MEDIOS?	
	
	
	
	
Para	realizar	este	ejercicio	hay	que	ser	muy	valiente.	Es	importante	que	nos
paremos	a	pensar	en	todo	aquello	que	podemos	alcanzar	por	nosotros	mismos,	y
esto	 nos	 llevará	 a	 plantearnos	 objetivos	 realistas	 y	 formas	 de	 alcanzarlos.
Además,	nos	facilitará	la	tarea	de	establecer	lo	que	realmente	y	de	manera	sana
podemos	esperar	de	la	nueva	situación.	Debemos	vivirlo	como	un	complemento
de	nuestros	 objetivos	vitales,	 y	 por	 supuesto,	 aceptar	 y	 asumir	 que	 algunos	de
ellos	pueden	no	alcanzarse	si	no	tenemos	pareja.
Con	 este	 ejercicio	 llegarás	 a	 la	 nueva	 relación	 con	 una	 reflexión	 muy
práctica,	asumiendo	aquello	que	puedes	o	no	puedes	esperar,	y	ahorrándote	así
frustraciones	 o	 demandas	 irracionales	 que	 a	 la	 larga	 podrían	 ser	 motivo	 de
conflicto.
	
2.	Él/Ella
Una	 vez	 que	 tengamos	 claro	 por	 qué	 queremos	 aventurarnos	 a	 tener	 una	 relación	 estable,	 y	 erradicados
aquellos	 factores	 que	 pudieran	 intoxicar	 dichos	 inicios,	 os	 invito	 a	 que	 realicéis	 esta	 segunda	 reflexión.
Como	os	decía	anteriormente,	existe	una	tendencia	a	examinar	a	nuestra	nueva	pareja	en	función	de	otras
relaciones	anteriores.	De	este	modo,	y	de	manera	inconsciente,	vamos	seleccionando	las	características	de
una	supuesta	pareja	ideal.	El	riesgo	de	este	tipo	de	prácticas	es	que	terminemos	construyendo	una	especie
de	«monstruo	de	Frankenstein»,	formado	por	los	retales	de	nuestro	pasado.	Así,	puede	que	la	persona	que
tenemos	enfrente	en	este	mismo	momento	jamás	logre	estar	a	la	altura	del	personaje	imaginario	e	idealizado
que	nos	hemos	inventado.
Para	 evitar	 esto,	 que	 nos	 llevará	 a	 sumirnos	 en	 una	 comparación	 constante	 o	 a	 utilizar	 filtros
irracionales	para	medir	la	valía	de	nuestro	nuevo	compañero,	os	invito	a	que	realicéis	el	siguiente	ejercicio.
	
¿QUÉ	 VARIABLES	 NECESITO	 QUE	 TENGA	 MI
FUTURA	PAREJA?	
	
	
	
NECESARIAS	
	
	
	
SECUNDARIAS	
	
	
	
EL	 OBJETIVO	 DE	 ESTA	 REFLEXIÓN	 ES	 QUE
LLEGUÉIS	 A	 LA	 CONCLUSIÓN	 DE	 LO	 QUE	 ES
REALMENTE	NECESARIO	QUE	TENGA	NUESTRA
PAREJA	PARA	HACERNOS	FELICES.
	
Debemos	dejar	de	lado	todo	aquello	que	resulta	superficial	o	banal	y	llegar
a	un	punto	emocional	que	suponga	un	complemento	para	nosotros.
¿Realmente	 es	 necesario	 que	 sea	 rubio	 o	 moreno,	 con	 o	 sin	 hijos,
universitario	o	no?	¿Qué	relación	directa	guardan	estas	variables	con	el	objetivo
real	que	debemos	tener	a	 la	hora	de	buscar	pareja,	que	sencillamente	ha	de	ser
que	nos	haga	felices?
Lo	que	jamás	nos	hará	felices	es	intentar	cambiar	a	esa	persona	o	aceptarla
«a	medias»,	sufriendo	siempre	porque	no	cumple	tal	o	cual	requisito	de	nuestra
lista	imaginaria	e	ideal.
	
REDUCE	 ESAS	 EXPECTATIVAS	 ERRÓNEAS	 Y
SUSTITÚYELAS	 POR	 LAS	 REALMENTE
INDISPENSABLES	PARA	QUE	SEAS	FELIZ	CON	TU
NUEVA	 PAREJA,	 PUES	 ES	 LO	 QUE,	 AL	 FIN	 Y	 AL
CABO,	VA	A	ACOMPAÑARTE	SIEMPRE.
	
3.	La	pareja
Obviamente,	 en	 los	 inicios	 de	 una	 relación	 es	 absolutamente	 necesario	 que	 la	 pareja	 se	 encuentre	 en	 el
mismo	 punto	 del	 camino.	 Una	 vez	 que	 hemos	 valorado	 nuestro	mundo	 personal	 y	 hemos	 fijado	 lo	 que
buscamos	 realmente	 en	 nuestra	 pareja,	 debemos	 establecer	 un	 punto	 común	 desde	 el	 que	 comenzar	 a
caminar	 juntos.	Este	 punto	 se	 resume,	 al	 fin	 y	 al	 cabo,	 en	 esa	 conversación	 tan	 temida	 por	muchos	 que
comienza	con	un	«tenemos	que	hablar»	y	continúa	con	un	«tú	y	yo,	¿qué	somos?».	Pues	bien,	me	gustaría
aportaros	tres	tipos	de	consejos	para	que	esta	conversación	no	termine	en	un	punto	incómodo	que	nos	haga
perder	 la	 oportunidad	 de	 comenzar	 una	 historia	 bonita,	 porque	 los	 malentendidos	 han	 cobradomás
protagonismo	del	que	debían.
	
	
A.	SIN	ETIQUETAS
Lo	primero	que	debéis	entender	es	que,	como	cada	persona	es	un	mundo,	cada
cual	 tiene	 sus	 propias	 necesidades,	 y	 no	 necesariamente	 deben	 ser	 las	mismas
que	 las	 tuyas.	Muchas	veces,	 la	 incertidumbre	puede	apoderarse	de	nosotros	y
nos	lleva	a	una	búsqueda	casi	obsesiva	de	detalles	que	indiquen	en	qué	punto	nos
encontramos	en	la	relación	con	esa	persona.
	
SENCILLAMENTE,	NO	LO	HAGAS.
	
Tú	puedes	tener	un	concepto	de	«novio/a»	que	te	dé	seguridad,	y	aunque	la	otra
persona	 puede	 tener	 sentimientos	 más	 fuertes	 hacia	 ti	 que	 tú	 hacia	 ella,	 a	 lo
mejor	la	palabra	«noviazgo»	le	resulta	incómoda.
Tú	puedes	llamar	«cariño»	o	«amor»	a	cualquiera,	y	puede	que	tu	pareja	use
términos	más	 despegados.	 Tú	 puedes	 estar	 deseando	 proclamar	 tu	 amor	 a	 los
cuatro	vientos,	y	tu	pareja,	sencillamente,	puede	ser	más	reservada.	No	intentes
averiguar	 lo	 que	 siente	 por	 ti	 fijándote	 en	 este	 tipo	 de	 detalles,	 puesto	 que	 tu
filtro	 es	 subjetivo	 y	 puedes	 sacar	 conclusiones	 subjetivas.	 Si	 no	 son	 las	 que
deseas,	irás	desarrollando	un	mecanismo	de	defensa	que,	una	de	dos,	o	te	alejará
de	 la	 relación	 sin	 motivos	 reales,	 o	 te	 sumirá	 en	 una	 tendencia	 obsesiva	 a
preguntar	o	contrastar	que	puede	agobiar	a	la	persona	que	tienes	enfrente.
	
¿PARA	QUÉ	NECESITAS	ETIQUETAS?	¿NO	TE	DAS
CUENTA	 DE	 QUE,	 AUNQUE	 OS	 LLAMÉIS	 COMO
OS	LLAMÉIS,	 LO	QUE	REALMENTE	 IMPORTA	ES
EL	GRADO	DE	COMPROMISO	QUE	ADOPTÉIS?
	
Pueden	 parecerte	 necesarias,	 por	 ejemplo,	 para	 tener	 claro	 si	 estáis	 en
exclusiva	el	uno	con	el	otro,	o	no.	Pero,	sinceramente,	aunque	pongáis	etiquetas,
esto	 no	 hará	 que	 exista	 fidelidad	 o	 no.	 Llamarnos	 «novios»	 no	 implica
automáticamente	 que	 tengamos	 poder	 y	 control	 absoluto	 sobre	 nuestra	 pareja.
Así	 que	 dejaos	 llevar	 y	 centraos	 más	 en	 lo	 que	 os	 «hace»	 que	 en	 lo	 que
«debería»	haceros	sentir	 la	otra	persona.	Muchas	veces	nos	fijamos	más	en	 los
ritmos	que	deberían	darse	que	en	los	que	realmente	son	acordes	con	la	relación.
Dejarla	 fluir	 siempre	 es	 una	 buena	 manera	 de	 afrontar	 una	 nueva	 historia	 de
amor.
	
B.	SIN	PARADAS
Una	cosa	es	dejarnos	llevar	y	otra	muy	diferente	conformarnos.	Existe	una	línea
muy	 fina	 entre	 no	 poner	 etiquetas	 y	 no	 avanzar	 o	 acomodarnos.	 Cuando
conocemos	 a	 alguien	 nuevo	 que	 nos	 hace	 sentir	 cosas	 más	 especiales	 de	 lo
habitual,	es	lógico	que	deseemos	en	algún	momento	tener	un	futuro	juntos.	Para
ello,	 debéis	 estar	 muy	 pendientes	 de	 que	 la	 relación	 lleve	 una	 marcha
ascendente,	aunque	sea	 lenta.	No	es	 tan	 importante	 la	magnitud	de	 la	zancada,
siempre	y	cuando	sea	hacia	delante.
Que	 en	 cada	 cita	 aparezca	 algo	 nuevo,	 aunque	 sea	 casi	 imperceptible.
Gestos	 de	 cariño,	 conversaciones	 más	 personales,	 presentación	 de	 amigos,
detalles…	No	es	cuestión	de	estar	controlando	esto	milimétricamente,	pero	sí	de
estar	pendientes	de	que	la	relación	no	entre	en	un	compartimento	estanco	en	el
que	ninguno	de	los	dos	avance.
Los	inicios	tienen	el	riesgo	de	la	rutina.	Como	ya	nos	conocemos	y	estamos
bien	así,	aquí	nos	quedamos.	A	la	larga,	cuando	despertéis	de	vuestro	letargo,	os
daréis	cuenta	de	que	queréis	más,	y	probablemente	ya	será	tarde	para	cambiar	las
cosas.
	
POR	 LO	 TANTO,	 HACIA	 DELANTE,	 SIEMPRE
HACIA	DELANTE.
	
C.	SIN	MÁSCARAS
Sed	vosotros	mismos.	No	sirve	de	nada	ir	de	duros,	o	guardarse	en	las	mangas
más	 cartas	 de	 las	 que	 podéis	manejar.	 Existe	 la	 falsa	 creencia	 de	 que	 «cuanto
más	difícil	te	lo	ponga,	más	me	vas	a	querer».	Pues	siento	deciros	que	esto	es	un
gran	error.	Cada	persona	funciona	de	manera	diferente,	y	esa	actitud	puede	servir
con	 algunas	 personas,	 pero	 no	 con	 toda	 la	 humanidad.	Y	mucho	menos	 si	 en
realidad	tú	no	eres	así.
	
SI	TE	MUERES	POR	LOS	HUESOS	DE	LA	PERSONA
QUE	TIENES	ENFRENTE,	HÁZSELO	SABER.
	
No	es	necesario	que	lo	publiques	en	las	redes	sociales	con	luces	de	neón,	ni
que	le	digas	el	«te	quiero»	a	los	dos	días,	aunque	lo	sientas.	Pero	sí	que	puedes	ir
explicándole	con	sutileza	que	estás	sintiendo	algo	especial	por	él/ella.
	
SE	TRATA	DE	HACERLE	PARTÍCIPE,	PERO	NO	DE
QUE	LA	OTRA	PERSONA	TE	CONTESTE	CON	TUS
MISMAS	PALABRAS.
	
En	los	inicios	de	una	relación	es	preferible	ser	sinceros	con	lo	que	sentimos,
para	ir	estableciendo	nuestros	deseos	y	que	nuestra	nueva	pareja	pueda	unirse	a
ellos	 o	 no.	 Si	 empezamos	 el	 juego	 de	 hacernos	 los	 duros,	 lo	 único	 que
lograremos	será	no	mostrarnos	tal	cual	somos,	y	por	lo	tanto	nuestra	pareja	podrá
ponerse	a	la	defensiva	y	no	mostrarnos	sus	verdaderos	sentimientos.	Así,	ambos
estaréis	en	el	mismo	punto	emocional,	pero	jamás	lo	sabréis,	y	tarde	o	temprano
terminaréis	caminando	en	direcciones	opuestas.
Para	 establecer	 una	 «declaración	 de	 intenciones»	 de	 la	 mejor	 manera
posible,	os	recomiendo	que	la	escribáis	previamente.	Que	escribáis	un	pequeño
diario	de	lo	que	vais	sintiendo	conforme	conocéis	a	la	otra	persona.	Un	diario	de
estilo	 directo,	 como	 si	 estuvierais	 diciéndoselo	 directamente	 a	 la	 otra	 persona.
De	 este	modo,	 por	 un	 lado	 podréis	 ir	 externalizando	 vuestros	 sentimientos	 sin
miedo	a	asustar	a	 la	otra	persona,	y	a	 la	vez	podréis	 ir	ordenándolos	hasta	que
tengan	la	coherencia	suficiente	y	sea	el	momento	adecuado	de	transmitírselos	a
la	otra	persona.
	
NO	 OS	 DEJÉIS	 NADA	 EN	 EL	 TINTERO.	 SI	 LA
RELACIÓN	 ES	 VUESTRO	 DESTINO,	 SI	 ESTÁIS
HECHOS	EL	UNO	PARA	EL	OTRO,	POCO	PODRÉIS
HACER	PARA	METER	LA	PATA.
	
Y	 si	 expresar	 vuestras	 emociones	 de	 manera	 controlada	 incomoda	 a	 la
persona	a	la	que	estáis	empezando	a	amar,	será	porque	la	relación	no	es	viable.
Escuchad	a	vuestro	corazón	y	no	adoptéis	el	papel	de	alguien	con	quien	no
os	 sentís	 identificados.	 Así	 solo	 lograréis	 que	 la	 relación	 la	 establezca	 un
«extraño»,	 y	 cuando	decidáis	mostraros	 tal	 cual	 sois,	 quizás	ya	 sea	demasiado
tarde.
CAPÍTULO	2
Comunicación
	
	
APRENDER	 A	 COMUNICAROS	 DE	 MANERA
EFICAZ	 PUEDE	 ABRIR	 UNA	 SERIE	 DE	 CAMINOS
QUE	 NO	 OS	 PODÉIS	 IMAGINAR.	 PUEDE
ACERCAROS	 A	 LAS	 PERSONAS,	 PROPICIAR
CAMBIOS	Y	LOGRAR	EVOLUCIONES	EN	MUCHOS
SENTIDOS.
	
	
LA	 PERSONA	 A	 LA	 QUE	 LE	 VAMOS	 A
TRANSMITIR	 AQUELLO	 QUE	 NECESITAMOS
DECIRLE	DEBE	ESTAR	EN	EL	MISMO	MOMENTO
EMOCIONAL	QUE	NOSOTROS.
«¿QUÉ	TE	PASA?»	…	«NADA»
Nuria	y	Carlos	 son	una	pareja	 con	 la	que	me	 llevo	especialmente	bien.	Verlos
interactuar	entre	ellos	es	como	estar	en	un	circo.	Parecen	capaces	de	hacer	mil
malabares	 a	 la	 vez.	Al	 ser	 tan	 ruidosos	 los	 dos,	 presientes	 que	 será	 imposible
escucharlos	de	uno	en	uno.	Se	cortan	constantemente,	se	llevan	la	contraria,	pero
nunca	termina	de	haber	un	conflicto	de	esos	de	alzar	la	voz	o	soltar	improperios.
Ambos	 acompañan	 sus	 discursos	 con	 una	 comunicación	 no	 verbal	 bastante
visible.	Agitan	 los	brazos,	 se	 remueven	en	el	asiento,	e	 incluso	en	más	de	una
ocasión	 alguno	 se	 ha	 levantado	 para	 explicar	 con	 más	 detalle	 algún	 episodio
digno	de	ser	«interpretado».
Nuria	 tiene	 cuarenta	 y	 cinco	 años.	 Es	 pequeñita	 y	morena,	 tanto	 de	 pelo
como	de	 piel.	 Siempre	 lleva	 un	 look	 cuidado,	 pero	 con	 algún	 pequeño	 detalle
que	te	cuenta	que	se	ha	vestido	deprisa	y	corriendo.	Tiene	el	pelo	muy	corto,	yo
creo	 que	 por	 ser	 práctica	 y	 no	 perder	 tiempo	 secándoselo.	 Habla
atropelladamente	y	parece	tener	siempre	mucha	prisa.	Trabaja	de	teleoperadora
en	una	empresa	de	telefonía	móvil.
Entiendo	 que	 se	 pasa	 ocho	 horas	 al	 día	 hablando	 sin	 parar	 y	 resolviendo
problemas	 a	 la	 velocidad	 de	 la	 luz,	 y	 que	 cuando	 sale	 del	 trabajo	 le	 resulta
complicado	desconectar	de	esa	turbina	que	se	pone	en	marcha	a	primera	hora	de
la	mañana.	Creo	que	solo	logra	pararla	cuando	se	mete	en	la	cama	con	un	lexatín
en	el	cuerpo	y	apaga	su	cabeza	de	puro	cansancio.	Nuria	es	 la	menor	de	cinco
hermanos,	y	además,	fue	rezagada.	Se	lleva	siete	años	con	el	hermano	que	está
por	encima	de	ella.	Es	muy	cercana	y	describesu	entorno	como	«la	típica	familia
italiana».	 Sus	 mejores	 amigas	 son	 sus	 dos	 hermanas,	 que,	 por	 lo	 que	 cuenta
Carlos,	son	iguales	que	Nuria.	Toda	su	familia	vive	en	la	misma	ciudad	que	ella.
Acostumbran	 a	 organizar	 quedadas	 cada	 dos	 por	 tres,	 en	 las	 que	 termina
juntándose	 una	 multitud	 de	 personas,	 a	 algunas	 de	 las	 cuales	 a	 veces	 ni	 ella
conoce;	pero	le	encanta	que	sea	así.
Carlos	está	cortado	por	el	mismo	patrón.	Tiene	cuarenta	y	nueve	años.	Al
igual	que	Nuria,	es	bajito	y	regordete.	Moreno,	y	vestido	siempre	muy	de	sport.
Sus	movimientos	también	son	acelerados,	pero	algo	me	dice	que	esta	habilidad
la	ha	ido	«perfeccionando»	a	raíz	de	convivir	con	Nuria.	Aunque	suene	un	poco
cómico,	 parecen	 «maestra	 y	 alumno».	 No	 obstante,	 y	 aunque	 haya	 ido
adquiriendo	esa	velocidad	tras	dormir	en	el	mismo	colchón	que	su	partenaire,	él
ya	 disponía	 de	 una	 base	 sólida	 sobre	 la	 que	 solo	 ha	 ido	 aumentando	 la
intensidad.
Carlos	 trabaja	 en	 el	 departamento	 de	 logística	 de	 una	 gran	 empresa	 de
transportes.	 Tiene	 a	 su	 cargo	 un	 amplio	 equipo,	 al	 que	 debe	 organizar
minuciosamente	 para	 que	 la	 mercancía	 salga	 a	 tiempo.	 Está	 acostumbrado	 a
manejar	 información	 que	 lleva	 por	 mil	 frentes	 y	 a	 solucionar	 los	 inevitables
problemas	en	milésimas	de	segundo,	para	que	no	se	altere	la	jornada	laboral	de
toda	 la	 empresa.	 Él	 también	 pertenece	 a	 una	 familia	muy	 amplia.	 Es	 el	 único
varón	entre	tres	hermanas.	Dice	que,	a	pesar	de	ser	el	mayor,	y	que	esto	debería
conferirle	cierta	preferencia,	no	le	hacen	ni	caso.	Su	padre	murió	hace	unos	años,
y	 cuenta	 de	 manera	 cómica	 que	 las	 mujeres	 se	 han	 apoderado	 de	 todos	 sus
territorios.	En	su	familia	actual	y	en	su	familia	de	origen.	Es	en	este	punto	donde
confirmo	mi	hipótesis	de	que,	aunque	viniera	de	fábrica	con	su	actitud	acelerada,
ha	perfeccionado	su	técnica	por	pura	supervivencia.
Carlos	y	Nuria	tienen	tres	hijas.	Se	llevan	muy	poquito	tiempo	entre	ellas,	y
deben	de	ser	igual	de	«ruidosas»	que	ellos.	Tengo	un	vicio	inconfesable	que	me
ayuda	a	 empatizar	 con	 los	pacientes,	y	 es	 imaginármelos	 en	 su	entorno	diario.
Imaginar	 sus	 casas,	 sus	 rutinas,	 o	 cualquier	 tipo	 de	 actividad	 que	 podemos
desarrollar	un	día	de	la	semana	normal	y	corriente.	A	esta	familia	me	la	imagino
con	una	musiquita	de	circo	y	a	cámara	rápida.	Son	realmente	geniales.
La	pareja	se	conoció	hace	casi	veinte	años	en	las	fiestas	de	un	pueblo.	Hasta
en	su	versión	de	lo	ocurrido	aquel	día	son	incapaces	de	coincidir.	En	lo	único	en
que	están	de	acuerdo	es	en	que	 fue	un	flechazo	a	primera	vista.	Nuria	 le	quita
importancia	 diciendo	 que	 estaba	 muy	 borracha,	 pero,	 cuando	 relata	 aquella
noche,	percibes	en	sus	ojos	la	misma	cantidad	de	amor	que	de	nostalgia.	Sientes
que,	a	pesar	del	ruido	que	los	rodea,	ambos	son	muy	conscientes	de	que	hoy	por
hoy	existe	una	grieta	entre	ellos	que	los	aleja	cada	día	más.
En	consulta	 resultan	 tan	entretenidos	como	difíciles	de	 seguir.	Parece	que
estás	 viendo	 un	 espectáculo	 de	 Pimpinela.	 Se	 cortan,	 se	 pisan	 al	 hablar,	 se
corrigen.	 No	 coinciden	 en	 nada.	 Cuando	 consigo	 centrarles	 y	 pedirles	 que
respeten	los	 turnos,	parecen	obedecer.	Uno	de	los	dos	comienza	a	contar	algún
acontecimiento	 de	 la	 semana.	 Lo	 relata	 de	 manera	 tranquila,	 como	 queriendo
quitarle	importancia,	y	el	otro	escucha	pacientemente.	Pero	conforme	avanza	el
relato,	 las	 caras	 y	 los	 gestos	 del	 oyente	 comienzan	 a	 revelar	 agitación.	 El
narrador	 empieza	 a	 atorarse	 y	 a	 mirar	 al	 otro	 hasta	 que,	 irremediablemente
encendido,	se	gira	y	le	pregunta:
—¿Qué?	¿Por	qué	me	miras	así?
A	lo	que	el	que	escuchaba	responde	muy	ofendido:
—¡Porque	te	lo	estás	inventando	todo!	No	fue	así.
¡Y	ya	está!,	conflicto	servido.	Cada	uno	comienza	a	contar	su	punto	de	vista
de	 los	 hechos	 y	 a	 intentar	 convencerme	 a	 mí	 de	 que	 su	 versión	 es	 la	 real.
Comienza	 el	 ruido.	 Y	 eso	 mismo,	 ruido,	 es	 lo	 que	 caracteriza	 a	 esta	 pareja.
Ambos	 son	 similares	 en	muchos	 aspectos	 que	 deberían	 favorecer	 su	 relación.
Tienen	 los	 mismos	 motores.	 Es	 decir,	 están	 donde	 los	 dos	 quieren,	 son
independientes	el	uno	del	otro,	se	conocen	bien	y	se	organizan	de	maravilla	en
sus	rutinas	diarias.	Provienen	de	familias	similares	y	no	existen	agentes	externos
que	 estén	 contaminando	 su	 relación.	 Llevan	 de	maravilla	 la	 educación	 de	 sus
hijas…
Pero	no	saben	comunicarse.
Todo	marcha	bien	si	van	por	libre	y	si	ninguno	de	los	dos	intenta	expresar
algo	 al	 otro.	 Tratan	 de	 funcionar	 con	 los	 patrones	 que	 se	 establecieron	 en	 su
relación	 en	 los	 primeros	 años,	 porque	 todo	 aquello	 que	 implique	 comunicarse
para	hacer	un	cambio	o	una	evolución	genera	una	batalla	campal	donde	cada	uno
se	atrinchera	en	su	zona	y	se	 limita	a	 lanzar	bombazos	al	otro	hasta	destruirlo.
Ninguno	de	los	dos	se	plantea	el	porqué	de	esta	conducta,	pero	cuando	les	hago
ver	 que	 este	 es	 el	 problema	 que	 está	 distanciándolos,	 ambos	 asienten	 con	 la
cabeza,	sintiéndose	 identificados	con	el	diagnóstico	y	mirándose	el	uno	al	otro
como	si	hubiéramos	resuelto	entre	los	tres	una	ecuación	irresoluble.
	
	
	
LOS	SECRETOS	DE	LA
COMUNICACIÓN
La	 comunicación.	 Este	 es	 uno	 de	 los	 elementos	 más	 presentes	 en	 cualquier
relación.	En	este	caso,	lo	centraremos	en	las	relaciones	de	pareja,	puesto	que	es
el	tema	que	nos	atañe,	pero	os	aconsejo	que	intentéis	extrapolar	lo	que	os	voy	a
contar	al	resto	de	vuestras	relaciones,	porque	la	comunicación	puede	ser	tanto	un
arma	de	conquista	como	de	destrucción.
	
APRENDER	 A	 COMUNICAROS	 DE	 MANERA
EFICAZ	 PUEDE	 ABRIR	 UNA	 SERIE	 DE	 CAMINOS
QUE	 NO	 OS	 PODÉIS	 IMAGINAR.	 PUEDE
ACERCAROS	 A	 LAS	 PERSONAS,	 PROPICIAR
CAMBIOS	Y	LOGRAR	EVOLUCIONES	EN	MUCHOS
SENTIDOS.
	
En	cambio,	 la	comunicación	mal	utilizada	es	capaz	de	 intoxicar	cualquier
tipo	de	relación	de	tal	manera	que	resulte	imposible	volver	a	un	punto	adecuado.
Conocer	 la	 comunicación	 y	 aprender	 a	 utilizarla	 será	 la	 base	 de	 muchas
relaciones	 exitosas,	 independientemente	 de	 los	 factores	 de	 personalidad	 o	 los
agentes	 externos	 que	 pudieran	 estar	 influyendo.	 Para	 ello,	 voy	 a	 empezar
explicándoos	en	qué	consiste	esta	herramienta,	arma	de	doble	filo.
Para	 poder	 aplicar	 una	 comunicación	 exitosa	 debemos	 conocer	 de	 una
manera	 más	 detallada	 este	 concepto.	 Obviamente,	 todos	 pensamos	 que
comunicarse	es	sencillo.	Es	contarle	algo	a	otra	persona.	Pues	bien,	por	suerte	o
por	desgracia,	 la	 comunicación	es	mucho	más	compleja,	 y	 está	 compuesta	por
varios	elementos	que	debemos	tener	en	cuenta	para	alcanzar	nuestro	objetivo	de
transmitir	correctamente	aquello	que	deseamos.	A	continuación,	os	voy	a	detallar
dichos	elementos	para	 tener	en	cuenta,	 junto	con	 los	errores	más	comunes	que
solemos	cometer	a	la	hora	de	comunicarnos	en	pareja.	Hay	cuatro	elementos.
	
1.
EL	EMISOR
En	 todo	 tipo	 de	 diálogo	 existe	 la	 figura	 del	 emisor.	 Es	 quien	 debe	 expresar
aquello	que	quiere	comunicarle	a	otra	persona.	A	primera	vista	parece	que	esta
figura	apenas	necesite	nada	más	que	tener	un	mensaje	y	unos	medios	vocales	y
físicos	 para	 transmitirlo.	 Pero	 ¿por	 qué	 no	 siempre	 basta	 con	 eso?	 Si	 os	 dais
cuenta,	cada	uno	de	nosotros	podemos	llegar	a	ser	diferentes,	incluso	a	lo	largo
de	un	mismo	día.	Tenemos	más	o	menos	energía	en	función	del	momento	en	que
estamos	 o	 de	 los	 acontecimientos	 que	 nos	 rodean.	 Podemos	 levantarnos
especialmente	preocupados	o	distraídos,	y	esto	va	a	condicionar	nuestro	estado
de	 ánimo.	 Existen	 dos	 tipos	 de	 errores	muy	 comunes	 que	 tiende	 a	 cometer	 el
emisor	y	que	dificultan	enormemente	una	comunicación	práctica	y	útil.
	
A.
EL	PRIMER	ERROR	DEL	EMISOR	ES	PRECISAMENTE	NO	COMUNICAR	A	LA	PAREJA	LO
QUE	 LE	 PREOCUPA.	 En	 muchas	 ocasiones,	 algo	 de	 nuestra	 relación	 nos	 ha
molestado,	y	tenemos	tendencia	a	darle	vueltas	en	solitario.	Comienza	entonces
una	 especie	 deconversación	 interna,	 donde	 tendemos	 a	 buscar	 argumentos
potentes	que	sustenten	nuestro	enfado	y	justifiquen	nuestros	reproches.	Esto	nos
lleva	a	evaluar	de	manera	constante	las	conductas	de	nuestra	pareja,	e	incluso	a
crear	una	lista	de	reproches	en	nuestra	cabeza	para	acumular	argumentos	que	den
más	fuerza	a	nuestra	demanda	una	vez	que	decidamos	expresarla.
Además,	 y	 aunque	 puede	 que	 no	 seamos	 conscientes	 de	 ello,	 esto
contribuye	 a	 que,	 en	 nuestro	 cerebro,	 activemos	 el	 área	 responsable	 de	 los
pensamientos	negativos,	que	resulta	ser	antagonista	del	área	de	los	pensamientos
positivos.	 Si	 una	 crece,	 la	 otra	 se	 hace	 más	 pequeña.	 Así,	 cuando	 decidimos
comunicar	 aquello	 que	 nos	 ha	 molestado,	 el	 emisor	 está	 íntegramente
contaminado	de	 emociones	 negativas	 que	 le	 impedirán	 expresar	 el	mensaje	 de
una	manera	neutral,	 entorpeciendo	 así	 el	 objetivo	 adecuado,	 que	 es	 expresar	 y
favorecer	el	cambio.
El	sordo	reconcomerse	previo	que	nos	ha	acompañado	hasta	ese	momento
ha	 desdibujado	 el	 acontecimiento	 inicial,	 nos	 ha	 cargado	 negativamente	 y	 ha
desplazado	 el	 objetivo	 con	 el	 que	 comenzamos	 a	 diseñar	 ese	 diálogo.	 Ahora,
solo	 buscaremos	 minimizar	 las	 emociones	 que	 nosotros	 mismos	 hemos
engrandecido,	 e	 incluso	haremos	 responsable	de	ellas	 a	nuestra	pareja	 sin	que,
probablemente,	 haya	 sido	 consciente	 del	 diálogo	 que	 hemos	 mantenido	 con
nosotros	 mismos	 hasta	 este	 momento.	 Esto,	 obviamente,	 hará	 imposible	 que
llegue	 ningún	 tipo	 de	 mensaje	 sano,	 y	 os	 alejará,	 más	 si	 cabe,	 de	 una
comunicación	positiva	que	propicie	un	cambio	real.
	
B.
EL	 SEGUNDO	 ERROR	 QUE	 TIENDE	 A	 COMETER	 EL	 EMISOR	 ES	 JUSTAMENTE	 EL
OPUESTO:	 COMUNICAR	 AQUELLO	 QUE	 DESEA	 DEMASIADO	 PRONTO,	 JUSTO	 EN	 EL
MOMENTO	EN	EL	QUE	HA	SUCEDIDO	EL	ACONTECIMIENTO	QUE	LE	HA	ALTERADO.
Todos	hemos	vivido	situaciones	conflictivas	que	nos	han	podido	alterar	de	una	o
de	otra	manera,	generando	así	demandas	que	queremos	trasladar	a	nuestra	pareja
para	evitar	que	se	repitan.	Si	el	hecho	conflictivo	ha	tenido	la	suficiente	potencia
como	para	desencadenar	una	discusión,	estaremos	alterados	fisiológicamente.
	
Por	ello,	el	estado	del	emisor	en	ese	preciso
momento	no	se	considera	el	más	adecuado
para	iniciar	una	comunicación	sana.
	
En	 esas	 condiciones	 predominarán	 los	 reproches,	 o	 frases	 tan	 cargadas
emocionalmente	que	podemos	arrepentirnos	de	haberlas	dicho.	En	el	peor	de	los
casos,	 podemos	 abrir	 una	 brecha	 muchísimo	mayor,	 con	 frases	 dolorosas	 que
nuestra	pareja	no	esté	dispuesta	a	justificar	o	a	olvidar.	Intentar	expresar	lo	que
queremos	o	sentimos	en	el	preciso	instante	en	el	que	el	conflicto	está	en	su	punto
álgido	no	solo	no	permitirá	que	te	expreses	de	una	manera	sana,	sino	que	puede
conllevar	una	serie	de	«efectos	secundarios»	muy	destructivos.
	
2.
EL	RECEPTOR
El	segundo	elemento	presente	en	la	comunicación	y	al	que	jamás	debemos	restar
importancia	 es	 el	 emisor.	 En	 ocasiones,	 tendemos	 a	 dejarnos	 llevar	 por	 las
emociones	que	nos	ha	producido	una	situación	concreta,	y	esto	parece	justificar
cualquier	 actitud.	Nos	 apoyamos	 en	valores	 como	 la	 sinceridad	para	 emitir	 un
mensaje	 a	 bocajarro	 sin	 pararnos	 a	 pensar	 en	 las	 consecuencias.	 Cuando
iniciamos	una	conversación,	el	objetivo	real	es	alcanzar	un	cambio.	Para	ello,	el
mensaje	 debe	 llegar	 al	 lugar	 adecuado,	 porque,	 si	 se	 queda	 por	 el	 camino,	 el
trabajo	 habrá	 sido	 en	 balde,	 la	 frustración	 se	 apoderará	 de	 nosotros	 y
terminaremos	culpando	a	nuestra	pareja	de	que	no	nos	escucha.
Pero	 ¿cuál	 es	 la	 realidad?	 Es	 decir,	 ¿por	 qué	 no	 nos	 escucha?	 Lo	 más
sencillo	 es	 pensar	 que	no	nos	 escucha	porque	no	 le	 importamos,	 porque	no	 le
interesa	 el	 tema,	 porque	 no	 nos	 quiere…	 En	 un	 momento	 las	 explicaciones
irracionales	y	cargadas	emocionalmente	se	amontonan	para	dar	sentido	al	hecho
de	que	la	comunicación	no	ha	sido	exitosa.	Pero	¿qué	pasa	en	realidad?
	
DEBEMOS	 TENER	 EN	 CUENTA	 QUE	 LA
COMUNICACIÓN	ES	COSA	DE	DOS.	NO	SOLO	ES
NECESARIO	 TENER	 UN	 ESTADO	 EMOCIONAL
ADECUADO	 COMO	 OS	 HE	 DICHO
ANTERIORMENTE.	 LA	 PERSONA	 A	 LA	 QUE	 LE
VAMOS	 A	 TRANSMITIR	 AQUELLO	 QUE
NECESITAMOS	 DECIRLE	 DEBE	 ESTAR	 EN	 EL
MISMO	MOMENTO	EMOCIONAL	QUE	NOSOTROS.
	
La	discusión	o	el	acontecimiento	que	a	ti	te	ha	hecho	vislumbrar	un	error	o
un	motivo	para	decirle	algo,	quizás	a	tu	pareja	le	haya	pasado	desapercibido.	Tú
puedes	 estar	 muy	 preparado	 para	 formular	 tus	 demandas,	 pero	 la	 pareja	 a	 lo
mejor	está	distraída	o	simplemente	alejada	de	la	situación	emocional	en	la	que	tú
te	 encuentras.	 Esto	 no	 significa	 que	 no	 te	 quiera	 o	 que	 no	 le	 importes.
Simplemente,	es	que	no	puede	leerte	la	mente.
Por	lo	tanto,	si	tu	pareja	está	fregando	los	platos	y	de	pronto	le	sueltas	todo
aquello	 que	 has	 estado	 rumiando	 previamente,	 ella	 tendrá	 que	 hacer	 un	 doble
esfuerzo.	Primero,	ponerse	en	 situación	de	«combate».	Es	decir,	 activarse	para
recibir	 las	 demandas	 que	 le	 estás	 haciendo.	 Le	 tiene	 que	 decir	 a	 su	 cerebro:
«Atención,	que	ahora	ya	no	estamos	pensando	en	limpiar	la	vitrocerámica,	que
ahora	 tenemos	 que	 ponernos	 alerta	 para	 escuchar	 y	 resolver».	 Mientras	 su
cerebro	 está	 procesando	 eso,	 tú	 ya	 has	 iniciado	 la	 comunicación,	 por	 lo	 tanto,
todo	ese	trozo	de	discurso	se	va	a	perder	por	el	camino	inevitablemente.
En	 segundo	 lugar,	 tú	 ya	 habrás	 gestionado	 tus	 emociones,	 porque	 habrás
hecho	los	ejercicios	que	te	he	propuesto,	pero	a	tu	pareja	le	pilla	completamente
de	 nuevas.	No	 solo	 tiene	 que	 activarse	 sin	 estar	 preparada,	 sino	 que	 tiene	 que
alcanzar	 un	 estado	 emocional	 compatible	 con	 el	 tuyo	 para	 que	 os	 pongáis	 al
mismo	nivel	y	la	comunicación	sea	exitosa.
A	 todo	 esto	 debemos	 sumarle	 su	 estado	 emocional	 previo.	 Es	 decir,	 tu
pareja	 tendrá	 sus	 propias	 preocupaciones	 personales	 que	 quizás	 desconoces,	 y
ese	día	pueden	tener	más	peso	que	aquello	que	tú	quieres	demandarle.	Si	es	así,
puede	que	el	diálogo	 termine	en	un	sinfín	de	reproches,	generados	para	 liberar
una	tensión	que	no	es	propia	de	vosotros;	o	que	tu	pareja	prefiera	escapar	de	la
situación,	 dejándote	 con	 la	 palabra	 en	 la	 boca,	 situación	 que	 agravaría	 más
todavía	la	problemática.
	
NO	 ES	 NECESARIO	 DECIR	 LAS	 COSAS	 YA,	 ES
NECESARIO	DECIRLAS	BIEN.
	
Es	tan	importante	tener	en	cuenta	esto	como	lo	demás.
	
3.
EL	CANAL
El	 tercer	 elemento	 para	 considerar	 es	 el	 medio	 por	 el	 cual	 vamos	 a	 emitir	 el
mensaje.	Es	obvio,	a	nadie	se	 le	escapa	que	hay	que	 tenerlo	en	cuenta;	pero	sí
podemos	olvidar	que	existe	un	elemento	que	puede	distorsionar	la	comunicación
de	manera	inevitable.	El	ruido.	No	solo	el	sonoro.	Está	claro	que	comunicar	algo
en	medio	de	un	concierto	de	los	Rolling	Stones	no	es	la	mejor	idea	en	absoluto.
Hacerlo	 en	 un	 entorno	 sin	 tantos	 decibelios,	 pero	 donde	 cualquier	 elemento
puede	distraernos,	tampoco	lo	es.
	
	
Para	 alcanzar	 un	 nivel	 de	 comunicación
adecuado	 debemos	 asegurarnos	 un	 lugar
donde	 no	 pueda	 interferir	 ningún	 tipo	 de
ruido.
	
Este	 ruido	 puede	 ser	 externo	 o	 interno,	 y	 debemos	 tenerlos	 todos
controlados.	Iniciar	una	conversación	con	el	riesgo	de	que	en	cualquier	momento
aparezca	 nuestro	 hijo	 pidiendo	 algo,	 o	 suene	 el	 teléfono,	 entorpecerá	 dicho
diálogo.	 Eso	 sería	 el	 ruido	 externo.	 El	 ruido	 interno	 tiene	 que	 ver	 con	 las
emociones	 o	 las	 distracciones	 personales.	 Como	 os	 he	 relatado	 en	 los	 otros
apartados,	 si	 el	 receptor	 o	 el	 emisor	 tienen	 ruido	 interior	 que	 los	 distraiga,	 no
alcanzaremos	el	objetivo	inicial	de	comunicar	adecuadamente.
	
	
4.
EL	MENSAJE
El	mensaje	 es	 el	 cuarto	 y	 último	 elemento	 que	 debemos	 tener	 en	 cuenta	 para
lograr	una	comunicación	útil.	Puede	darse	perfectamente	una	situación	en	la	que
el	 emisor	 haya	 logrado	 neutralizar	 sus	 emociones	 para	 poder	 expresar	 con	 la
cargaadecuada	 lo	 que	 necesita	 decir;	 el	 receptor	 esté	 preparado	 para	 recibir
dicha	información,	y	el	lugar	y	el	momento	seleccionados	para	hacerlo	sean	los
adecuados,	pero	la	comunicación	fracase	de	todas	formas.
	
EL	 MENSAJE	 DEBE	 SER	 LO	 SUFICIENTEMENTE
CLARO	 PARA	 QUE	 SE	 PUEDA	 ALCANZAR	 EL
OBJETIVO	DE	MANERA	SATISFACTORIA.
	
El	mensaje	puede	sonar	en	nuestra	cabeza	de	una	manera	muy	coherente;
pero	debemos	tener	en	cuenta	que	es	porque	lo	hemos	diseñado	nosotros	mismos
a	 través	 de	 nuestra	 experiencia	 y	 nuestra	 visión	 subjetiva	 de	 la	 situación.
Sabemos	 que	 cada	 miembro	 de	 una	 pareja	 es	 diferente,	 y	 aunque	 el	 mensaje
pueda	sonar	estupendamente	a	uno	mismo,	tenemos	que	adecuarlo	a	la	demanda
que	 queremos	 realizar.	 Al	 hacer	 una	 petición	 es	 necesario	 no	 olvidarse	 del
objetivo.	Queremos	alcanzar	un	cambio,	y	si	el	mensaje	no	está	bien	elaborado,
puede	sonar	como	un	reproche,	lo	cual	pondrá	a	nuestra	pareja	en	pie	de	guerra,
impidiendo	que	lo	reciba	como	una	crítica	constructiva	que	podría	uniros	en	un
mismo	objetivo.
Una	vez	analizados	los	cuatro	elementos	principales	que	debemos	tener	en
cuenta	a	 la	hora	de	 lanzarnos	en	el	complicado	mundo	de	 la	comunicación,	os
voy	a	dar	algunos	ejercicios	y	soluciones	para	que	tengáis	todo	controlado.
	
	
¿CÓMO	TE	LO	CUENTO?
El	 primer	 ejercicio	 es	 para	 lograr	 que	 el	 emisor	 alcance	 un	 estado	 emocional
suficientemente	 neutro,	 para	 que	 no	 cargue	 negativamente	 su	 mensaje,
interfiriendo	 de	 esta	 manera	 en	 el	 objetivo	 principal	 de	 la	 comunicación	 que
desea	tener	con	su	pareja.	Se	trata	de	un	ejercicio	de	comunicación	personal.
Debo	 valorar	 en	 qué	 momento	 emocional	 me	 encuentro	 para	 poder
transmitir	 lo	 que	 quiero	 de	 una	 manera	 exitosa.	 Para	 ello,	 os	 aconsejo	 el
siguiente	ejercicio:
	
¿QUÉ	SIENTO	AHORA	HACIA	TI?	
Crea	una	tabla	con	dos	columnas	y	las	filas	que	creas	necesario.	Como	nombre
de	 la	 columna	de	 la	 izquierda	 pondremos	SENTIMIENTOS	REALES	y	 como
nombre	 de	 la	 columna	 de	 la	 derecha	 pondremos	 SENTIMIENTOS
CONDICIONADOS.	 En	 la	 columna	 de	 la	 izquierda	 debes	 poner	 aquello	 que
sientes	que	necesitas	demandarle,	lo	que	te	está	haciendo	sentir	la	necesidad	de
pedirle	 un	 cambio.	 Por	 ejemplo:	 «Siento	 que	 no	 eres	 detallista».	 Es	 una
sensación	 constante,	 pero	 un	 acontecimiento	 determinado	 ha	 hecho	 que	 se
intensifique	 y	 que	 de	 pronto	 te	 urja	 pedírselo.	Y	 en	 la	 columna	 de	 la	 derecha
piensa	 que	 como	 que	 ahora	 estás	 especialmente	 enfadado/a	 por	 la	 situación	 y
esto	 determina	 la	 intensidad	 del	 problema.	 Erradica	 de	 tu	 discurso	 palabras
extremas	que	denoten	sentimientos	extremos.	Una	cosa	es	que	estés	enfadado/a	y
otra	 que	 agudices	 el	 conflicto	 dejándote	 llevar	 por	 la	 intensidad	del	momento.
Acota	 tus	 emociones	y	ordénalas.	Verás	 como	 tu	 estado	emocional	 se	 enfría	y
será	entonces	cuando	debas	comenzar	a	hablar.
	
Por	último,	un	ejercicio	que	siempre	viene	bien	a	la	hora	de	transmitir	algo
es	el	ensayo:
	
ENSAYO
(Ponte	delante	de	un	espejo	y	expresa	en	voz	alta	lo	que	quieres	decir	o	grábalo	con	tu	móvil.	Escúchalo	y
repítetelo	 las	 veces	 que	 haga	 falta	 hasta	 que	 estés	 seguro	 de	 que	 el	 nivel	 emocional	 es	 proporcional	 al
mensaje	que	quieres	dar,	y	suficientemente	neutro	para	que	no	interfiera).
	
	
¿CÓMO	PUEDO	ESCUCHARTE?
Para	que	nuestro	receptor	se	encuentre	en	un	estado	emocional	adecuado	y	poder
alcanzar	una	comunicación	útil,	debemos	convertirnos	en	observadores	desde	las
sombras.	Obviamente,	no	podemos	leer	su	mente,	ni	valorar	su	estado	anímico
exacto,	pero	sí	que	podemos	preparar	el	terreno	lo	máximo	posible	para	que	todo
sea	 favorable.	 La	 reacción	 de	 nuestro	 receptor	 siempre	 será	 inesperada,	 pero
tener	en	cuenta	su	estado	emocional	como	poco	nos	ayudará	a	estar	seguros	de
que	 lo	 hicimos	 bien.	 El	 resto	 de	 variables	 las	 podremos	 controlar	 con	 otros
métodos,	pero	nuestro	objetivo	se	habrá	cumplido	adecuadamente.
Para	asegurarnos	de	que	nuestro	 receptor	 está	donde	queremos,	hemos	de
tener	en	cuenta	dos	factores:
	
Primero,	 su	 estado	 emocional.	 Para	 allanar	 el	 terreno	 lo	 máximo	 posible,	 debemos	 analizar	 las
relaciones	 de	 nuestro	 receptor	 con	 su	 entorno.	 Conocemos	 desde	 hace	 tiempo	 su	 línea	 básica	 y	 sus
conductas	rutinarias,	con	quién	habla,	cómo	se	expresa,	cuáles	son	sus	mejores	momentos	del	día…	Pues
bien,	rellena	el	siguiente	cuadro	un	día	cualquiera:
	
RUTINAS	DE	MI	PAREJA	
	
	
	
EXPRESIONES	
	
	
	
NIVEL	DE	SATISFACCIÓN	
	
	
	
Si	 un	 miércoles	 cualquiera	 haces	 este	 ejercicio,	 tendrás	 una	 información
maravillosa	para	afrontar	cuantas	situaciones	se	presenten.
Por	ejemplo,	si	por	la	mañana	está	desayunando	y	mientras	lee	el	periódico
escuchas	 verbalizaciones	 del	 tipo	 «qué	 asco	 de	 país»,	 «leer	 esto	 me	 pone
enfermo»,	o	si	mientras	se	cambia	de	ropa	por	las	mañanas	masculla	«no	tengo
nada	que	ponerme»,	«qué	fea	me	veo	hoy»,	obviamente	te	darás	cuenta	de	que
ese	 no	 es	 el	mejor	momento	 para	 comunicarle	 nada	 de	 nada.	Mejor	mantente
alejado.
En	cambio,	si	llega	por	la	tarde	diciendo	«qué	bien	se	está	en	casita»,	o	si
mientras	cena	exclama	«qué	rico	está	esto»,	tendrás	datos	para	concluir	que	ese
es	el	momento	en	el	que	más	relajada	se	encuentra	tu	pareja.
Con	este	ejercicio	nos	aseguraremos	de	que	el	estado	emocional	de	 tu
pareja	es	el	adecuado	para	iniciar	una	conversación	sana	sin	riesgo	de	que
salten	las	relaciones	por	los	aires.
	
El	segundo	 factor	para	 tener	en	cuenta	es	 la	anticipación.	Como	no	queremos	que	 la	mitad	de
nuestra	 conversación	 se	 la	 pase	 poniéndose	 «en	 guardia»,	 debemos	 adelantarle	 el	 contenido	 de	 la
conversación.	Aprovecha	uno	de	esos	buenos	momentos	para	anticiparle	que	te	gustaría	hablarle	de	algo.
En	 ocasiones,	 valdrá,	 sencillamente,	 con	 informarle	 de	 forma	 genérica:	 «Cariño,	me	 gustaría	 que
habláramos	de	una	cosa	que	me	preocupa».
Dale	dos	opciones:	«¿Es	buen	momento	ahora?»,	o	«¿Cuándo	 te	vendría	bien?».	Recuerda	que	no
hay	prisa,	que	el	objetivo	es	que	la	comunicación	sea	provechosa.
De	 esta	 manera,	 le	 damos	 a	 nuestro	 emisor	 la	 oportunidad	 de	 prepararse.	 Quizás	 te	 pida	 que	 lo
habléis	al	día	siguiente	porque	está	cansado/a.	Respétalo,	aparta	de	 ti	esos	pensamientos	 irracionales,	esa
idea	de	que	no	le	interesas.	Sí	que	le	interesas,	pero	quiere	hacerlo	bien.	Quédate	con	eso.
Si	te	pregunta	por	el	tema	de	la	conversación,	en	lugar	de	darle	un	titular	ponle	un	ejercicio,	en	plan
«quiero	hablar	de	la	fiesta	del	sábado,	hubo	algo	que	me	sentó	mal	y	me	gustaría	que	lo	habláramos,	pero
no	te	preocupes,	mañana,	con	calma».	Es	decir,	suaviza	el	mensaje	para	que	no	se	ponga	a	la	defensiva.	Si
tenemos	al	emisor	preparado,	la	comunicación	se	hará	con	éxito.
	
CONSEJOS	PARA	DISEÑAR	UN
MENSAJE	CON	ÉXITO
Como	 os	 comentaba,	 el	mensaje	 es	 otro	 de	 los	 elementos	 indispensables	 para
alcanzar	 una	 comunicación	óptima,	 y	 no	 se	 trata	 de	 juntar,	 sin	más,	 un	par	 de
frases	gramaticales.	Es	más	complicado.	No	olvidemos	que	no	vamos	a	anunciar
un	viaje	maravilloso	o	dar	una	noticia	que	todo	el	mundo	quiere	oír.
	
VAMOS	A	HACER	UNA	CRÍTICA	CONSTRUCTIVA,
PERO	CRÍTICA	AL	FIN	Y	AL	CABO.
	
Si	 la	 elaboramos	 adecuadamente,	 puede	 darse	 por	 zanjado	 el	 tema,
alcanzando	 el	 cambio	 necesario	 para	 que	 ese	 problema	 desaparezca.	 Os
propongo	 tres	 pasos	 para	 crear	 un	mensaje	 adecuado	 que	 permita	 que	 nuestro
receptor	lo	intercepte	adecuadamente.
	
1.	Decir	 algo	 positivo.	Es	 verdad	 que	 ya	 nos	 hemos	 asegurado	 de	 que	 nuestro	 receptor	 esté	 preparado
emocionalmente	para	 tener	esta	charla,	pero	no	debemos	olvidar	que	a	nadie	 le	gusta	que	 le	digan	cosas
negativas	o	que	hace	mal.	Si	comenzamos	la	conversación	diciendo	algo	positivo	de	nuestra	pareja,	vamos	a
generar	un	estado	anímico	un	poco	por	encima	de	lo	normal,	para	que	así,	al	emitir	la	crítica,	el	golpe	no	sea
tan	duro.	Es	decir,vamos	a	poner	un	poco	de	algodón.	Además,	al	tener	que	pensar	algo	positivo	de	nuestra
pareja	 para	 poder	 elaborar	 adecuadamente	 el	 mensaje,	 también	 lograremos	 quitar	 cierta	 negatividad	 a
nuestras	propias	emociones.
	
	
2.	Verbalizar	 la	 crítica	 de	manera	 aislada.	Hay	 una	 cosa	 concreta	 que	 queremos	 demandar	 y	 que	 no
agrada	a	nuestra	pareja.	No	es	lo	mismo	decir	«eres	un	tardón»	que	decir	«últimamente	llegas	tarde».	No	es
igual	decir	«estás	aburrida»	que	soltar	«eres	aburrida».	Debemos	aislar	la	crítica	de	la	persona,	porque	si	no
el	receptor	puede	sumirse	en	una	«indefensión	aprendida»	que	le	lleve	a	pensar	que,	como	es	así,	no	merece
la	pena	esforzarse	en	cambiar.	Si	verbalizamos	el	mensaje	de	una	manera	menos	radical,	damos	opción	a	un
cambio	y	no	dotamos	de	tanta	trascendencia	al	asunto.
Para	 desarrollar	 un	 mensaje	 adecuado	 a	 efectos	 gramaticales,	 os	 recomiendo	 evitar	 palabras
demasiado	extremas	como	«nada»,	«nunca»,	«terrible»…	Este	 tipo	de	palabras	dan	al	mensaje	una	carga
demasiado	intensa	que	no	favorece	el	objetivo.
	
	
3.	Dar	una	alternativa.	Es	decir,	 si	 criticamos	 algo	 a	nuestra	 pareja,	 y	 lo	dejamos	 así,	 la	 comunicación
parecerá	unidireccional.	La	comunicación	debe	ser	cosa	de	dos,	y	si	le	das	a	tu	pareja	el	mensaje	masticado,
comentándole	 las	 soluciones	 que	 se	 te	 han	 ocurrido	 para	 hacer	 frente	 al	 problema,	 el	 receptor	 se	 sentirá
acompañado,	y	no	atacado.
Estableceremos	 un	 nivel	 de	 comprensión	 que	 evitará	 que	 nuestra	 pareja	 se	 sienta	 atacada	 y	 acabe
desviando	 la	 conversación	 a	 otro	 nivel	 que	no	nos	 interesa.	De	nada	 sirve	 transmitir	 un	mensaje	 duro	 si
queremos	alcanzar	un	cambio	objetivo	que	mejore	nuestra	relación.
	
Para	 terminar,	 os	 aconsejo	 que,	 además	 de	 tener	 en	 cuenta	 todos	 estos
elementos,	no	os	olvidéis	de	que	la	persona	que	tenéis	enfrente	es	alguien	a
quien	queréis	y	que	merece	un	respeto.	Según	el	grado	de	comunicación	que
establezca	 una	 pareja,	 puede	 llegar	 a	 diferentes	 lugares.	 Y	 una	 comunicación
tóxica	puede	abrir	grietas	tan	profundas	que	resulte	muy	difícil	repararlas.
	
Acuérdate	 de	 lo	 que	 sientes	 por	 él,	 acepta
que	 sois	diferentes,	 que	no	puede	 leerte	 la
mente	y	que	todo	lo	bueno	que	os	une	bien
merece	que	te	tomes	un	tiempo	para	decirle
bien	las	cosas,	¿no	crees?
CAPÍTULO	3
Contrato	de	convivencia
	
	
EMPEZAR	 A	 CONVIVIR	 IMPLICA	 ACEPTAR	 QUE
ENTRAMOS	 AMBOS	 EN	 UN	 TERRITORIO
DESCONOCIDO	Y	DE	MANERA	VOLUNTARIA.
	
	
EL	 OBJETIVO	 NO	 SOLO	 ES	 EVITAR	 EL
CONFLICTO,	 SINO	 LLEGAR	 A	 DISFRUTAR	 DE
NUESTRA	PAREJA	BAJO	EL	MISMO	TECHO.
ALGO	NO	VA	BIEN
Luis	y	Ángela	son	una	pareja	que,	a	simple	vista,	rezuman	diferencias	por	todos
los	poros	de	su	piel.	El	aspecto	físico	y	la	comunicación	no	verbal	son	fuentes	de
información	inagotables,	que	yo	tiendo	a	utilizar	mucho	para	sumar	información
a	 los	 relatos	 verbales	 de	 mis	 pacientes.	 De	 hecho,	 en	 las	 primeras	 consultas
muchas	de	 las	parejas	no	 terminan	de	 expresar	 abiertamente	 lo	que	 les	 sucede
por	 miedo	 a	 ser	 juzgados	 o	 rechazados	 por	 el	 terapeuta.	 Poder	 completar	 la
información	con	 su	aspecto	y	 su	manera	de	 relacionarse	 supone	una	estrategia
muy	valiosa	en	las	fases	evaluativas	de	la	terapia.	Como	os	decía,	esto	fue	algo
que	llamó	especialmente	mi	atención	cuando	conocí	a	esta	pareja.
	
	
Ángela	es	una	mujer	 fornida,	de	melena	abundante	y	alborotada.	Siempre
viene	a	consulta	vestida	de	sport.	Es	práctica,	como	si	no	tuviera	tiempo	de	nada
y	 dejara	 los	 detalles,	 que	 ocupan	minutos	 innecesarios,	 en	 un	 segundo	 plano.
Siempre	es	ella	la	que	cuadra	la	agenda	para	las	sesiones	conmigo	y	la	que	me
pide	los	cambios	de	horario	en	función	de	las	tareas	u	obligaciones	domésticas.
Tiene	un	tono	de	voz	alto,	fuerte.	Siempre	que	llega	a	la	consulta	se	desploma	en
el	asiento,	como	si	fuera	su	refugio.
Luis,	en	cambio,	es	un	hombre	cabizbajo.	Apenas	te	mira	a	los	ojos	cuando
te	habla,	como	si	 tuviera	miedo	de	que	encontraras	en	su	mirada	alguna	grieta
por	 la	 que	 entrar	 para	 hacerle	 daño.	 Es	 callado,	 apenas	 interrumpe	 en	 las
sesiones	y,	cuando	lo	hace,	su	 tono	de	voz	es	 imperceptible.	Habla	con	miedo,
pero	no	miedo	a	Ángela,	con	miedo	a	equivocarse…	Se	disculpa	por	todo.	Si	te
pide	un	vaso	de	agua,	antepone	un	«por	favor»	y	concluye	con	varios	«gracias».
Recuerdo	que	en	 la	primera	sesión	que	 tuve	con	ellos	 llegaron	 tarde.	Ella
entró	la	primera,	empujando	un	carrito	de	bebé.	Me	saludó	de	manera	enérgica	y
me	preguntó	si	podían	pasar	ya.	Apenas	una	disculpa.	Luis,	en	cambio,	parecía
avergonzado.	Creo	que,	si	por	él	hubiera	sido,	habría	cancelado	la	cita	solo	por
no	pasar	la	vergüenza	del	retraso.	Les	indiqué	el	camino	al	despacho	y	una	vez
allí	 les	 pedí	 que	 tomaran	 asiento.	Me	 sorprendió	ver	 que	Ángela,	 una	vez	que
colocó	 el	 carrito	 del	 bebé	 en	 una	 esquina	 de	 la	 habitación,	 tomara	 uno	 de	 los
confidentes	 y	 se	 colocase	 justo	 enfrente	 de	 mí,	 en	 medio	 de	 la	 mesa	 del
despacho.	De	este	modo,	a	Luis	no	le	quedaba	otra	que	situar	su	asiento	en	una
esquina.	Lejos	de	demandar	su	espacio,	y	como	si	este	hecho	fuera	algo	natural
en	sus	días,	se	sentó	en	el	asiento	y	en	la	disposición	que	le	quedaba	libre.	Él	se
recostó	en	su	sillón	y	Ángela	se	inclinó	hacia	mí,	poniendo	los	codos	encima	de
la	mesa,	y	comenzó	a	hablar.
Ángela	y	Luis	 llevan	juntos	doce	años.	Se	conocieron,	casi	de	casualidad,
en	el	cumpleaños	de	una	amiga	de	ella.	Aunque	el	flechazo	no	fue	instantáneo,
Luis	 no	 podía	 dejar	 de	 pensar	 en	 ella	 y	 en	 la	 vitalidad	 que	 la	 acompañaba	 en
cada	frase	y	cada	gesto.	Ángela	destaca	que	le	enamoró	la	manera	que	tenía	él	de
tratarla.	Ella	venía	de	una	relación	bastante	tóxica,	donde	dice	que	se	sintió	muy
pequeñita,	y	afirma	que	al	lado	de	Luis	volvió	a	sentirse	querida	de	verdad.	Luis
es	detallista,	romántico	y	cariñoso.	Muy	organizado	y	algo	maniático.	Ángela,	en
cambio,	 es	 más	 caótica.	 Es	 caprichosa	 y	 no	 tolera	 especialmente	 bien	 la
frustración.
Ángela	tiene	treinta	y	nueve	años	y	Luis	treinta	y	siete.	Ella	se	queja	de	que
él	es	muy	 infantil,	y	Luis	 la	describe	como	«mandona».	Aunque	ambos	 tenían
muy	claro	el	 tipo	de	relación	que	buscaban	cuando	se	conocieron,	cuentan	con
cierta	nostalgia	que,	en	el	día	de	hoy,	no	es	la	que	planificaron	al	principio.
Comenzaron	a	vivir	juntos	a	los	dos	años	de	conocerse.	Luis	vivía	con	sus
padres	y	un	hermano	pequeño,	y	Ángela	vivía	sola,	puesto	que	había	venido	a
estudiar	a	Zaragoza	y	su	familia	residía	en	un	pueblo	cercano.	Durante	 los	dos
primeros	 años,	Luis	 pasaba	 tiempo	en	 casa	de	Ángela,	 sobre	 todo	 los	 fines	de
semana,	ya	que	tenía	que	hacer	vida	con	sus	padres	y	terminar	los	estudios.	A	los
dos	años	de	relación,	decidieron	dar	el	paso	en	firme	e	instalarse	definitivamente
juntos.
Ángela	propuso	buscar	un	piso	que	fuera	de	los	dos	desde	el	principio.	Luis
aceptó	dicha	oferta.	Las	diferencias	entre	ellos	ya	comenzaron	a	vislumbrarse	en
la	búsqueda.	Ángela	quería	vivir	en	la	zona	en	la	que	lo	había	hecho	siempre,	y
Luis	 prefería	 buscar	 por	 el	 barrio	 donde	 se	 crio	 él.	Ángela	 deseaba	 decorar	 la
casa	 con	 un	 estilo	 rústico	 y	 Luis	 proponía	muebles	 de	 diseño.	Aun	 con	 todas
estas	diferencias,	lograron	su	objetivo.
Una	vez	instalados,	Ángela	se	quedó	embarazada	de	una	niña,	el	bebé	que
dormía	 en	 el	 carrito	 plácidamente.	 Durante	 las	 siguientes	 sesiones	 evaluativas
ambos	contaron	que	las	diferencias	que	habían	ido	acumulando	durante	años	se
estaban	convirtiendo	a	esas	alturas	en	un	conflicto	realmente	grave.	Se	ponían	a
la	 defensiva	 constantemente,	 y	 su	 casa	 era	 un	 campo	 de	 batalla.	 Los	 dos
luchaban	 por	 defender	 su	 posición	 y	 la	 comunicación	 resultaba	 inviable.	 Los
reproches	 protagonizaban	 cualquier	 comunicación	 entre	 ellos.	 Gritos,	 broncas
constantes.	 Los	 dos	 tenían	 maneras	 muy	 diferentes	 de	 entender	 todo	 lo	 que
implica	compartir	la	vida	con	el	otro,	y	esto	se	reflejaba

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