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ÍNDICE PORTADA DEDICATORIA INTRODUCCIÓN PERO ¿TÚ Y YO QUÉ SOMOS? YIN Y YANG LOS CUATRO MONSTRUOS QUE AMENAZAN AL PRINCIPIO ERRORES DE NOVATOS EJERCICIOS PARA EL COMIENZO E UNA RELACIÓN COMUNICACIÓN «¿QUÉ TE PASA?» … «NADA» LOS SECRETOS DE LA COMUNICACIÓN ¿CÓMO TE LO CUENTO? ¿CÓMO PUEDO ESCUCHARTE? CONSEJOS PARA DISEÑAR UN MENSAJE CON ÉXITO CONTRATO DE CONVIVENCIA ALGO NO VA BIEN ¿DE QUÉ VA COMPARTIR TECHO? ¿POR QUÉ SE MUEVEN LOS CIMIENTOS? EJERCICIOS PARA ABANDONAR LAS TRINCHERAS Y COMPARTIR COLCHÓN LOS HIJOS COMO EL AGUA Y EL ACEITE ANTES DE LOS PAÑALES PREMAMÁ / PREPAPÁ CUANDO YA ESTAMOS TODOS LAS FAMILIAS POLÍTICAS kindle:embed:0005?mime=image/jpg LA PAREJA «IDEAL» MI MOCHILA / TU MOCHILA LOS ERRORES DE LA GENÉTICA SOLUCIONES PARA QUE TRES (O MÁS) NO SEAN MULTITUD LA RUTINA LA CIBERPAREJA LA VAGANCIA DE NUESTRO CEREBRO ¿POR QUÉ NOS APALANCAMOS EN EL SOFÁ? LOS TRES POZOS DE LA RUTINA SOLUCIONES PARA ACTIVARNOS EN PAREJA EL SEXO UN MATRIMONIO DE CINE ¿QUÉ NOS APORTA EL SEXO? ¿POR QUÉ DEJAMOS DE TOCARNOS? UN EJERCICIO MUY ESPECIAL INFIDELIDAD SE VEÍA VENIR LA MODA DE LAS REDES SOCIALES CUERNOS FEMENINOS, CUERNOS MASCULINOS ¿LE DEJO? SIN TI LO QUE NO PUEDE SER, NO PUEDE SER NO HAY FINALES DE CUENTO CONSEJOS PARA UNA RUPTURA SANA CONTIGO VIDAS DIFÍCILES FANTASMAS QUE AMENAZAN LA SEGUNDA OPORTUNIDAD EJERCICIOS Y REFLEXIONES LA OCA DE LA RECONCILIACIÓN AGRADECIMIENTOS CRÉDITOS Gracias por adquirir este eBook Visita Planetadelibros.com y descubre una nueva forma de disfrutar de la lectura ¡Regístrate y accede a contenidos exclusivos! Primeros capítulos Fragmentos de próximas publicaciones Clubs de lectura con los autores Concursos, sorteos y promociones Participa en presentaciones de libros Comparte tu opinión en la ficha del libro y en nuestras redes sociales: Explora Descubre Comparte http://goo.gl/1OP6I6 http://goo.gl/v0wG2A http://goo.gl/IoPlU0 http://goo.gl/IoPlU0 http://goo.gl/s0nYNA http://goo.gl/s0nYNA http://goo.gl/HjpKFD http://goo.gl/HjpKFD http://goo.gl/FKoB61 http://goo.gl/FKoB61 http://goo.gl/2VT2zx http://goo.gl/2VT2zx https://www.instagram.com/planetadelibros/ https://www.instagram.com/planetadelibros/ A ti… por aguantar mis neuras y mis silencios creativos. Porque siempre has creído en mí y has respaldado todas mis locuras y mis contradicciones. Por tus sonrisas y tus chorradas. Porque eres mi estabilidad y mi persona. INTRODUCCIÓN Me llamo Pilar y yo también he sufrido «mal de amores». En las páginas que tienes ante ti, quiero hacerte partícipe de casos parecidos al tuyo, porque, aunque «mal de muchos, consuelo de tontos», es cierto que lo que crees que te pasa solo a ti es algo mucho más común de lo que te puedas imaginar. Irás descubriendo formas y herramientas para enfrentarte a cada uno de los conflictos que, en el día de hoy, ves como irresolubles, y para que de esta manera te veas con fuerza y con ganas de hacerles frente. He decidido acompañarte, llevarte de la mano durante toda tu lectura, arroparte en aquellos momentos en los que te flaqueen las fuerzas, porque es una realidad que nos sentimos destrozados cuando todo aquello que creíamos que sería para siempre se está desmoronando día tras día. Es habitual pararnos a pensar qué estamos haciendo mal. Por qué, aparentemente de la noche a la mañana, aquello que nos hizo prometer amor para siempre comienza a tambalearse y a convertirse en un duro peso que tira de nosotros hacia abajo. Se trasforma en una especie de niebla invisible, que se apodera de nuestros pensamientos y nuestras emociones y nos impide disfrutar precisamente de todo aquello por lo que decidimos aferrarnos a la mano de esa persona amada. Muchos piensan que la mejor manera de no sufrir por amor es no sentirlo jamás, pero parece imposible que, desde el momento que ponemos los pies en la tierra, podamos vivir sin vincularnos a alguien, ¿verdad? Desde el minuto uno, mamá nos arropa en su pecho, nos cuida y nos mima. Papá nos enseña a montar en bicicleta sin los ruedines y nos invita a un sinfín de juegos «peligrosos» que nos hacen estallar en carcajadas. Y también estamos vinculados a algún hermano, aunque nos pegue un guantazo de refilón, para que no le echen la culpa de nada, dando a entender que ese es su territorio y que nosotros somos los nuevos intrusos. Y a la primera persona de nuestro tamaño que de pronto nos deja el columpio en el parque, creando el primer lazo de amistad de nuestra pequeña existencia. Hasta que llega esa persona que, sin darnos cuenta, aparece con su mochila de último modelo, paseando airosa por los pasillos del cole, sabiéndose la más deseada en las carpetas de las chicas o en los baños de los chicos. Vaya…, ahí la cosa cambia. A partir de ese preciso momento, dejamos de tener el control de nuestras emociones, para colocarlas en manos del libre albedrío que supone el amor. Todos hemos tenido esa sensación alguna vez, estoy segura. Cuando parece que el mundo deja de girar porque la persona que nos gusta no nos mira, o no sabe quizás ni que existimos. Aunque en ese preciso momento nos regalen un camión lleno de lo que más deseamos, no logramos sentir la alegría que antes alcanzábamos simplemente golpeando tres veces los talones de nuestros zapatos rojos. A partir de ese preciso momento, comenzamos a sentir emociones que nos llenan y nos vacían sin compasión, que, inexplicablemente, se tornan adictivas. Todo comienza mucho antes de lo que pensamos, aunque a veces solo podamos fijarnos en la relación que vivimos en el momento presente. Conforme nos paseamos por los renglones de nuestras vidas, vamos almacenando mil formas de amor y desamor y dos mil conceptos diferentes en torno a él. Nadie nace aprendido, y además, no existe una verdadera fórmula para saber llevar el amor sin que las espinas se claven en nuestra piel en algún momento de una historia. Desde el instante en que nos enamoramos de alguien, y aunque todos sepamos lo que se debe y no se debe hacer, un trocito de nosotros deja de pertenecernos y se cuela tímidamente en algún bolsillo de la persona a la que amamos. De esta manera, nos unimos irremediable y deliciosamente. Y cuando pensamos que el chico que paseaba con su mochila o la chica que lucía los calcetines hasta las rodillas forman parte de nuestra vida, y ya está todo hecho, resulta que comienza lo más difícil. Aquello de lo que no te hablan en los cuentos de hadas y príncipes valientes. Parece que, de pronto, hayamos sintonizado dos canales diferentes y esos personajes de cuento hayan regresado a las páginas de fantasía, dejándonos solos con una persona. Solo una persona. Aquella con la que un día decidimos compartir nuestra vida y mucho más. Esa persona está hecha de carne, piel y huesos, como nosotros. No lleva polvo de hadas en los bolsillos para hacernos volar al país de nunca jamás, y hace ruidos mientras duerme, como el resto de la humanidad. No hay magia. Se ha esfumado con las mariposas que tenías en el estómago y ahora estarán volando hacia otra pareja que se esté regalando los primeros arrumacos en un portal. Ahora ya solo estáis vosotros dos. Sin máscaras ni artificios. Y con un montón de ingredientes nuevos que, para bien o para mal, forman parte de aquello que habéis construido juntos. Ahora es el momento de comenzar a caminar sobre tierra firme. Hasta ahora flotabais a dos metros del suelo, llevados por unas neuronas descontroladas que os cegaban de amor. Esto es amor. Quererse y funcionar en el día a día, ese que se torna rutinario, como si de un monstruo de ojos rojos, que respira amenazante en nuestra nuca, se tratara. Amarsetodos los días, sin tener que tirar de atrezos que disfracen lo que realmente sentís el uno por el otro. Subir cuestas y atravesar ríos llenos de pirañas que desean destrozaros los pies para impedir que sigáis caminando juntos. Nadie dijo que una relación de pareja fuera fácil, pero sí que os digo que todo lo que pueda ir contaminando vuestro pequeño mundo de dos (o más) tiene solución. Así que, ven, acércate… Acércate, que te quiero decir un secreto al oído... No se lo puedes contar a nadie, ¿eh? Que quede entre tú y yo, puesto que te has aventurado a abrir las tapas de este libro con la intención de encontrar el enigma que hay detrás de una relación estable. ¿Estás preparado o preparada para escucharlo? Abre tu mente y pon atención, porque allá va: «Las relaciones perfectas son los padres». ¡Sí, sí! Como el ratoncito Pérez o los Reyes Magos. Es genial pensar en la magia que los rodea y en la cantidad de deseos que podemos pedirles sin sentirnos pedigüeños, ¿verdad? Pero, desgraciadamente, no dejan de ser un invento que alimenta una imaginación, muy necesaria, pero también responsable de innumerables frustraciones, que se apoderan de nuestras rutinas y nuestros despertares mañaneros. Amanecer una y otra vez dentro de una relación que nos vendieron como perfecta y que parece hacer aguas por todos lados. Resulta que así no solo nos atormentan aquellas grietas que parecen tornarse cada vez más amenazantes, sino que encima, con el cuento chino de que las relaciones son tan perfectas como los norteamericanos reflejan en sus series sin piedad, nos sentimos estúpidos por no lograr llevar dicha ficción a nuestra realidad. ¡Pues ya está! Para esa vorágine incesante de cuestiones abstractas y culpabilizadoras que te torturan. Deja de compararte cada vez que observas una parejita de tortolitos regalándose arrumacos, mientras tú bajas en zapatillas de andar por casa a tirar la basura. A partir de ahora, quiero que metas en esa bolsa de desperdicios la meta inalcanzable de vivir una relación de cuento, y que empecemos a pisar firme sobre las baldosas que consolidan la relación que en el día de hoy ha estrangulado a las mariposas de tu estómago y las ha encarcelado en tu cabeza. Llevo más de doce años ayudando a parejas que se han sentido así en algún momento de sus vidas. Parejas que decidieron dar algo de sentido a sus conflictos, en lugar de mirar hacia otro lado. Parejas que aceptaron que la magia que debía unirlos dependía únicamente de ellos dos, y comenzaron a caminar por una senda diferente, para alcanzar de nuevo el camino inicial, con las suelas de las botas como nuevas y sin piedras que se clavaran en las plantas de sus pies. Puedo decir, sin sonar pretenciosa, que cuando algo nos despierta en mitad de la noche, y no son los brazos de nuestra pareja rodeando nuestra espalda, hay que pararse de verdad y valorar qué está pasando, en qué momento comenzamos a mirar cada uno por una ventana distinta y si queremos firmemente compartir de nuevo las mismas vistas. Si es así, si a pesar de toda la tierra que os ha podido ir cayendo encima durante el camino, encontráis un solo motivo sincero por el que luchar, hacedlo. De verdad. Daos esa oportunidad, porque, quizás, lo que os ha pasado hasta ahora es que no sabíais cómo. No podemos enfadarnos con un niño pequeño porque no se ate los cordones de los zapatos si no nos hemos parado a enseñarle cómo hacerlo, ¿verdad? Pues, en serio, aprended a curar las heridas de vuestra relación. Vosotros sois los verdaderos doctores. Yo voy a dejarme la piel y el corazón, y las manos que escriben estas letras, en la tarea de explicaros formas y métodos y haceros sentir que, en realidad, nada es para tanto y todo tiene solución, si el amor de verdad es el principal narrador de vuestra historia. CAPÍTULO 1 Pero ¿tú y yo qué somos? ¿CUÁNTO ESTARÍAIS DISPUESTOS A PAGAR POR UNA MÁQUINA QUE OS REVELARA TODO LO QUE PIENSA LA PERSONA QUE OS INTERESA DURANTE LOS PRIMEROS MESES DE RELACIÓN? ¿YA SOIS NOVIOS? ¿PARA QUÉ NECESITAS ETIQUETAS? ¿NO TE DAS CUENTA DE QUE, AUNQUE OS LLAMÉIS COMO OS LLAMÉIS, LO QUE REALMENTE IMPORTA ES EL GRADO DE COMPROMISO QUE ADOPTÉIS? YIN Y YANG Claudia y Óscar están de vuelta y no se esfuerzan especialmente para hacértelo saber. Parecen sacados de una novela de esas antiguas que terminan cogiendo polvo en la estantería de nuestra abuela. Son modernos y hacen todo aquello que hacen los modernos, pero quizás de una manera algo forzada, puesto que en realidad tienen una mente mucho más tradicional. Sus situaciones personales les han llevado a tener que adaptarse a los tiempos modernos, y finalmente constituyen una especie de Yin y Yang que no terminan de saber combinar. Óscar tiene cuarenta y nueve años. Es un hombre muy atractivo, de esos a los que las canas les quedan especialmente bien. Casi siempre vestido de negro, y con algún tipo de brazalete de cuero en las muñecas. Es un hombre creativo, y eso se le nota en el aspecto físico. Siempre lleva un libro en las manos y una especie de portafolios de cuero desgastado donde debe acumular todas sus notas e ideas para liberar, de esta manera, un poco a su cabeza. Óscar es, en fin, un hombre de arte. Cuenta que desde muy pequeño le ha fascinado la historia y todo lo relacionado con ella. Es el menor de tres hermanos, y confiesa que siempre ha tenido una relación muy estrecha con su madre. Cuenta con ternura episodios en los que estaba deseando salir del colegio para que su madre lo recogiera y lo llevara a merendar con sus primos. Recuerda el invierno y las chimeneas, con el humo que hacía dibujos en el cielo. Todo lo que te cuenta siempre está dotado de un halo de poesía o de prosa perfectamente construida. Podrías pasarte horas escuchándole, tanto por el tono de su voz, calmado y profundo, como por la cantidad de anécdotas que ha vivido a lo largo de sus años. Óscar estudió Historia del Arte en su ciudad de residencia, y eso le dio el toque final que hoy conforma su imagen. No podía haber estudiado otra cosa. Me lo puedo imaginar como líder de algún grupo de protesta o encadenado a cualquier barandilla de la universidad, reivindicando la paz en el mundo o los derechos de los animales. Una vez que terminó su carrera, obviamente no estaba hecho para ocupar un despacho y sentarse en una silla a las órdenes de algún jefe estático. Tenía que seguir dando rienda suelta a su personalidad, que tan minuciosamente estaba encargándose de estructurar. Así que montó una tienda de antigüedades. Qué iba a hacer si no. Mientras tanto, le dio tiempo de enamorarse de una mujer que conoció en una de sus noches de bohemia. Aunque Óscar no es muy amigo de las ataduras, se casó con ella y tuvieron dos hijos. Un niño y una niña, curiosamente mellizos. Óscar se dedicó en cuerpo y alma a su negocio y a su familia. Consciente de la relación que tuvo él con su madre, la cual desgraciadamente falleció un mes antes de que nacieran sus pequeños, Óscar se propuso cuidarlos al menos tan bien como lo habían cuidado a él. Inevitablemente, su negocio le exigía que viajara para comprar antigüedades en diferentes países. Por desgracia, este estilo de vida parece que no era compatible con su mujer, la cual le abandonó hace tres años. A Óscar le costó muchísimo superar la ruptura, puesto que, como buen artista, es un enamorado del amor y no esperaba algo así. No obstante, se volcó en su tienda y aprovechó al máximo los días que podía estar con sus hijos, ya adolescentes, para superar el bache. A la vez, se buscó ocupaciones para mantenerse entretenido, como un grupo de senderistas, donde casualmenteconoció a Claudia. Claudia tiene cincuenta y un años, dos más que Óscar, aunque no los aparenta. Es pelirroja y las pecas le cubren el rostro casi en su totalidad. Siempre está bronceada, pero no de cabina, sino por la luz del sol que le da en sus eternos paseos y múltiples actividades. Siempre suele llevar alguna prenda de cuero, que le confiere cierto aire ochentero. Es una mujer muy atractiva, a la que ciertamente los años han tratado muy bien. Aunque en su apariencia física tiene muchas cosas en común con Óscar, la verdad es que es absolutamente diferente de él. Ella es hija única, y se independizó muy pronto marchándose de casa, puesto que tenía graves problemas con su padre. Este tenía un problema con el alcohol y solía llegar a casa borracho, generando broncas de magnitudes indescriptibles. Claudia siempre ha tenido las cosas muy claras. Labró su independencia desde los dieciséis años. Comenzó a estudiar una oposición, se presentó en cuanto tuvo edad, la sacó a la primera y se incorporó a su puesto con dieciocho años. Inmediatamente después se alquiló un pisito en la otra punta de la ciudad y se fue de casa. Al poco tiempo, su madre se divorció de su padre y se mudó a otra ciudad con un hombre que había conocido. Por lo tanto, Claudia apenas tenía familia en su lugar de residencia, aunque contaba con muchas amigas con las que alternaba todos los jueves si era posible, y con varios grupos con los que solía salir a bailar y a pasear por la montaña. Claudia tenía su vida muy estructurada y bien repartida entre el ocio y el trabajo. No se planteaba nada más. Había estado saliendo alguna temporada con algún hombre, pero sin especiales pretensiones. No se había casado nunca ni había tenido hijos. Dice que lo de la maternidad jamás fue su prioridad y que no se arrepiente en absoluto de su decisión. Asegura que le gusta su vida independiente sin tener que rendir cuentas a nadie. Se describe como bastante maniática y extremadamente independiente. Óscar y Claudia se conocieron en una excursión de senderistas durante un fin de semana en los Pirineos. Claudia conocía a todo el grupo y de pronto llamó su atención un desconocido, un hombre canoso y con barba, sentado en una roca, de espaldas al grupo, con un bloc y un lapicero. A pesar de su curiosidad, su orgullo le impedía acercarse a él, puesto que estaba acostumbrada a que fueran los hombres los que se fijaran en ella, y por lo tanto, establecieran una primera conversación de acercamiento. Cuando el monitor los avisó de que comenzaban la marcha, aquel misterioso hombre se cargó una mochila de cuero viejo y desgastado y comenzó a caminar en solitario. Claudia cada vez se sentía más interesada por él y fue todo el camino pensando en la manera de llamar su atención. Por desgracia para ella, no encontró una manera de hacerlo sin sentir que descendía de aquel lugar donde su orgullo la había colocado. De esta manera, terminó el día y no logró cruzar ni media palabra con el hombre misterioso. Desde entonces, estuvo acudiendo a un montón de excursiones con la esperanza de volver a verlo, pero sin suerte. Casualmente, y por esas cosas que tiene la vida, un día, paseando por el casco viejo de su ciudad, en una de sus callecitas adoquinadas se encontró un pequeño local abarrotado de cosas. Tan lleno de trastos estaba que era difícil saber el tipo de comercio que era. Un montón de lamparitas con diferente intensidad de luz iluminaban aquel curioso lugar. Cuando Claudia entró se llevó la gran sorpresa. Lo regentaba aquel hombre misterioso y silencioso que tan de cabeza le traía desde hacía meses. Claudia no podía perder la oportunidad de nuevo, y abrumada por el ambiente que se respiraba en aquella tiendecita, comenzó a desplegar todas sus artes de seducción. Tras una hora maravillosa de charla y risas, Claudia le propuso a Óscar ir a tomar un vino por allí cerca. Ambos continuaron aquella primera cita, que concluyó con unos besos en el portal de ella y una caballerosa despedida por parte de él. A partir de ahí, llamadas y citas un par de veces por semana. Un cine, una cena… Por supuesto, pasaron a intimar más, y Óscar se quedó más de una noche a dormir con ella. Pero Claudia, que es realmente mi paciente, no entiende de qué va todo esto. Llevan ocho meses saliendo y ella se sube por las paredes porque no logra entender qué dirección llevan y cuáles son las verdaderas intenciones de Óscar. Lo analiza detenidamente e intenta interpretar cada una de sus palabras y sus actitudes, pero no alcanza a descifrar si, realmente, Óscar tiene en su cabeza la posibilidad de una relación estable, y reconoce que esto la está destrozando. LOS CUATRO MONSTRUOS QUE AMENAZAN AL PRINCIPIO LOS INICIOS. QUÉ COMPLICADO RESULTA SABER SI LA PERSONA QUE TENEMOS ENFRENTE QUIERE LO MISMO QUE NOSOTROS, ¿VERDAD? Ya parece bastante complicado encontrar a una persona afín como para, encima, lograr que busque lo mismo que nosotros. Y no solo eso, además es preciso no fastidiarla a la hora de plantear nuestros sentimientos, para evitar que salga huyendo en dirección contraria a la nuestra. Todos pensamos que lo difícil de una relación es la relación en sí, pero esto lo pensamos porque ya estamos inmersos en alguna y nos distraemos lidiando con todo aquello que surge mientras avanzamos de la mano de nuestra pareja. Pero ¿os habéis parado a pensar cómo llegasteis hasta allí? ¿Recordáis los principios de la relación? Y aquellos que no tenéis pareja, ¿cuánto estaríais dispuestos a pagar por una máquina que nos revelara todo lo que piensa la persona que nos interesa durante los primeros meses de relación? Lo cierto es que este mundo es realmente complejo por varios motivos que os voy a desvelar a continuación. Es verdad que los tiempos han cambiado, que todo va a mucha más velocidad de lo que a veces resulta necesario, y que aquellas épocas del «yo te gusto, tú me gustas, ¿quieres salir conmigo?» quedaron bastante atrás. Ahora, son muchas, e incluso demasiadas, las variables que debemos controlar para lograr que una relación no se quede por el camino por no saber gestionar adecuadamente sus inicios, todo aquello que debe confluir minuciosamente para forjar una relación estable. A continuación, os voy a detallar exactamente aquellos pequeños monstruos que impiden dicho objetivo. Lo primero que debemos tener en cuenta cuando iniciamos una relación, para construirla desde unos cimientos realmente sanos y fuertes que la sostengan todo el tiempo posible, es de qué manera vamos a iniciarla. No todo se resume en «tú me gustas, yo te gusto». Es necesario y muy útil pararnos a pensar en los motivos que nos llevan a buscar pareja y a comprometernos con ella en caso de que la situación lo facilitara. Para ello, es importante realizar una pequeña reflexión personal y mirar un poco dentro de nosotros, para no cometer errores que nos puedan acompañar y contaminar el resto del camino. 1. PRIMER MONSTRUO El error inicial que puede hacer que la relación no se consolide adecuadamente tiene que ver con los verdaderos motivos de la búsqueda. Por supuesto, casi todo el mundo coincide en que el estado de «enamorado» es muy agradable, y en que es maravilloso encontrar el amor. La pregunta es: ¿cuáles son los verdaderos motivos que nos llevan a comenzar la búsqueda? Cada persona está conformada por múltiples variables y ha crecido en entornos donde ha ido aprendiendo una serie de reglas morales. La búsqueda de pareja tiene estos mismos condicionantes. Quizás tanto por el aprendizaje directo de nuestros padres, que nos han educado por y para vivir en pareja,casarnos y tener hijos, como por un aprendizaje vicario (por observación), que nos ha transmitido los cimientos que debe tener un compromiso. Además, diversos factores personales confluyen para diseñar nuestra búsqueda. El mayor error que podemos cometer entonces con todas estas variables pululando por nuestra cabeza consiste en establecer unos motivos erróneos para la búsqueda. La principal causa que puede intoxicar desde el inicio una relación de pareja es la dependencia emocional. Este es el mayor riesgo que puede existir a la hora de buscar una relación. Sentir que necesitamos encontrar pareja para cubrir aquellos huecos que percibimos vacíos, o para consolidar nuestra personalidad. Si nos mueve este motivo, en la relación habrá desde el principio un peso que nos puede ir consumiendo hasta desembocar en un final muy catastrófico. Si buscamos pareja para evitar encontrarnos solos o para que alguien llene los huecos que hemos sido incapaces de cubrir nosotros, nos meteremos en una rueda incesante de búsqueda y de conformismo. Iremos conociendo y «enganchándonos» literalmente a las personas que se pasean por nuestra vida, sin tener jamás en cuenta si esa es la que queremos tener a nuestro lado. Nos olvidaremos de que esa persona nos hace felices porque nos hemos enamorado, y entonces el miedo a perder a alguien que cubre nuestras carencias cobrará un protagonismo muy tóxico. De esta manera, desde el inicio de la relación, dejaremos nuestra verdadera personalidad en la puerta y comenzaremos a crear una nueva que se adapte a esa persona, para que no nos abandone. Pero esa personalidad jamás será la nuestra, sino un mero reflejo de lo que creemos que desea la pareja. ASÍ, SE ESTABLECERÁ UNA RELACIÓN JERÁRQUICA ENTRE AMBOS. SIN SER MUY CONSCIENTE DE ELLO, LA OTRA PERSONA SE CONVERTIRÁ EN EL ELEMENTO DOMINANTE Y TÚ EN EL SUMISO. Así, poco a poco iréis creciendo y estableciendo vuestras rutinas y vuestras normas como pareja. Además del riesgo que tiene esto a nivel personal, por la pérdida de la propia identidad que supone, propiciará la aparición de reproches y toxicidades generadas por las frustraciones de ambos. El que domina exigirá el sitio que se le otorgó desde el principio, en caso de que un día quieras recobrar tus derechos, y el sumiso jamás alcanzará la sensación de que se está realizando en lo personal. Poco a poco, se irá haciendo más pequeñito. No será capaz de tomar decisiones por sí solo, de imponer sus propias necesidades, por miedo a que le dejen y a enfrentarse de nuevo a la soledad, y esto irá creando un caldo de cultivo que, tarde o temprano, terminará contaminando definitivamente la relación. 2. SEGUNDO MONSTRUO Otro elemento que puede interferir de una manera negativa en los inicios de una relación es la mochila con la que llegamos a ese punto. Casi todos hemos vivido otras relaciones emocionales, y es inevitable ir almacenando en una mochila imaginaria aquellas experiencias que nos han ido aportando. Solemos llevar una lista mental de todo aquello que debe tener nuestra pareja ideal, y más concretamente, como consecuencia de nuestro pasado emocional, de lo que no debe tener. El problema es no saber dejar atrás la información innecesaria, no saber aligerar la mochila imaginaria. ¿CUÁNTAS VECES HEMOS VISTO ALGÚN DETALLE EN NUESTRA NUEVA PAREJA QUE NOS HA TRASLADADO A LA VELOCIDAD DE LA LUZ HASTA AQUELLA OTRA RELACIÓN QUE TANTO DAÑO NOS HIZO? Este ejercicio mental, tan inevitable en muchas ocasiones, no supone sino un filtro negativo y muy tóxico a la hora de valorar si nuestro nuevo compañero está a la altura de nuestras expectativas. Esta actitud nos pone en guardia, nos genera un estado de recelo que nos deja en una posición muy poco adecuada para conocer a alguien. Nos llevará a adoptar una posición distante, cargada de prejuicios y exigencias erróneas, que nos alejarán de la posibilidad de establecer una relación sana y nos anclarán a relaciones anteriores que no aportarán absolutamente nada. 3. TERCER MONSTRUO El orgullo y el egoísmo. Todas las vivencias anteriores o, en ocasiones, el mero hecho de que alguien nos haya contado alguna relación negativa nos pueden llevar a ponernos a la defensiva ante una relación nueva. Cada uno va construyéndose a sí mismo con el tiempo, mientras una serie de variables consolidan la personalidad, y esta ha de ponerse encima de la mesa cuando decidimos compartir nuestra vida con otra persona. Al principio de cualquier relación, es necesario que no se quede en el tintero nada que pudiera entorpecerla más adelante. En muchas ocasiones, por la frustración acumulada en otros intentos fallidos de establecer una relación estable, llegamos muy cansados a la siguiente oportunidad. Esto nos lleva a abandonarnos un poco o a establecer de manera demasiado tajante quiénes somos y lo que queremos. Nos volvemos extremadamente prácticos, y esto nos hace adoptar una posición de pasotismo frente a nuestra nueva pareja. Es ese punto de «así soy, y si no te gusto allá tú». Es verdad que somos como somos, y que no es sano cambiar nuestra personalidad de una manera total para adaptarnos a otra persona, pero, obviamente, es necesario bajar esas defensas y ese nivel de orgullo para poder acercar posiciones. INICIAR UNA RELACIÓN NO DEBE COSTAR ESFUERZO. DEBE GENERARNOS ILUSIÓN POR DARNOS A CONOCER Y POR CONOCER A OTRA PERSONA. El comienzo debe basarse en largas conversaciones, de esas en las que los camareros de un restaurante terminan de pie, con sus ojos clavados en nuestra mesa, porque somos los únicos que quedamos y se quieren ir a casa. De esas donde conocer a otra persona implica llenar de experiencias e información maravillosa nuestras propias arcas. Compartir gustos, complicidades y diferencias, e ir avanzando poco a poco, creciendo el uno al lado del otro. Si adoptamos una posición orgullosa o cansada, todo lo que consolida desde el minuto uno una relación se perderá por el camino, y terminará por convencer al nuevo amigo/a de que no merece la pena hacer el esfuerzo de conocernos. 4. CUARTO MONSTRUO El último elemento que debería evitarse en los principios de una relación son las prisas. Cada persona funciona al ritmo que funciona, y es cierto que existen los flechazos, los enamoramientos a primera vista, que parecen dotar a la relación de un supermotor de propulsión que nos acelera de cero a cien en un segundo. Pero, sinceramente, aunque esta explosión de emociones pueda acompañar los inicios de una relación, conviene echar el freno de mano en algún momento. Nos enamoremos a bocajarro o a fuego lento, la persona que tenemos enfrente es completamente nueva para nosotros y nosotros para ella. Para que una relación funcione desde el principio es necesario aceptar que las cosas de palacio van despacio. No podemos pasarle un test de personalidad, otro de inteligencia y someterle a un detector de mentiras para tener claro desde un principio que nuestra apuesta es segura. Debemos asumir el riesgo, y conseguir que nuestros sentimientos y el conocimiento del otro crezcan de manera paralela. Existen muchas personas que deciden frenar sus sentimientos hasta estar seguros de que la posible pareja es de confianza. Es un arma de doble filo, puesto que, al frenar nuestros sentimientos, podemos excedernos, erradicando de esta manera el elemento de espontaneidad que confiere al amor ese «algo especial». El amor tiene un componente irracional necesario para hacerse visible, para que no lo confundamos con otro tipo de emoción. Si intentamos controlarlo o pausarlo, iremos contra natura,y esto lo pagaremos. Además, debemos asumir que jamás tendremos acceso a la mente de nuestra nueva pareja. Eso de leer las mentes todavía no está entre las capacidades del cerebro humano, por lo tanto, debemos practicar eso que se llama confianza. Aceptar lo que nos cuenta nuestra pareja sin ponerlo todo en duda, y dejar de analizar todo lo que dice o hace como si fuéramos agentes de la CIA. Todos estos monstruos, comunes aunque parezcan características individuales propias de cada uno, pueden llegar a contaminar desde el inicio nuestra relación, pero, en caso de que sepamos lidiarlos adecuadamente, también pueden fortalecer dichos comienzos, para forjar así una relación sana y duradera. Condicionarán de forma negativa o positiva nuestra manera de comenzar la relación, y también la actitud de nuestra nueva pareja tanto para con nosotros como en su comportamiento y disposición dentro de la relación. ERRORES DE NOVATOS Son varios los errores que podemos cometer como «pareja novel», fallos que quizás influirán desde el primer minuto en el desarrollo de la relación. Obviamente, si nos ponemos minuciosos, podríamos diseñar una lista interminable de detalles que pueden interferir en la construcción inicial, pero, con la experiencia que me confieren los años que llevo ayudando a parejas, tanto en conflictos iniciales como de largo recorrido, puedo aportaros una pequeña y sencilla conclusión. EL PRINCIPAL ERROR QUE COMETEMOS A LA HORA DE INICIAR UNA RELACIÓN NUEVA ES LA FALTA DE COMUNICACIÓN. Más adelante dedico un capítulo entero a hablar de los secretos de esta misteriosa y potente herramienta, pero aquí quiero ser concreta a la hora de explicaros la influencia negativa que puede tener una comunicación errónea o insuficiente al comenzar a conocer a alguien importante para nosotros. Obviamente, los elementos personales que he detallado anteriormente tienen un protagonismo importante para llegar al comienzo de una relación de manera sana y sin filtros erróneos, pero de nada sirven si no sabemos compartirlos adecuadamente con nuestra nueva pareja. Es importante que, desde el minuto uno, no guardemos nada en el tintero, excepto lo necesario para dotar a la relación de un halo de misterio que le aporte interés y ganas de seguir descubriéndose mutuamente. Pero solo eso, un halo de misterio. Así que no nos pasemos. Eso de mostrarnos especialmente herméticos para parecer más interesantes es un error. Al principio de una relación se van a establecer las bases de muchas cosas, y una de ellas es la manera que tendréis de comunicaros. Si no os acostumbráis a hablar de vuestros sentimientos, vuestros miedos o vuestras necesidades, por eso de que es el principio y no queréis mostrar las fragilidades por miedo al rechazo, estaréis consolidando una comunicación insuficiente y poco práctica para el resto de los días que vayáis a compartir. EJERCICIOS PARA EL COMIENZO DE UNA RELACIÓN Para trabajar de manera sana todas las variables y factores que os he comentado, logrando que se conviertan en aliados en lugar de enemigos, de nuestros inicios de relación, podemos llevar a cabo diferentes ejercicios. Cuando veas este icono necesitarás tener a mano un cuaderno para poder realizar los ejercicios. Para tocar todos los elementos que confluyen a la hora de comenzar una relación, voy a dividir las soluciones y los ejercicios en tres sectores fundamentales: 1. Yo mismo Como he comentado anteriormente, las variables personales son las que más pueden influir negativamente a la hora de comenzar una relación nueva. Desgraciadamente, no basta con gustarse mutuamente y compartir algunos elementos comunes, sino que debemos llegar a la decisión del compromiso con los deberes hechos, para que no haya variables externas que puedan interferir en la consolidación de la relación o contaminarla para siempre desde el comienzo. Para ello, os propongo el siguiente ejercicio, que nos permite ordenar todo aquello que pueda convertirse en una carga incómoda: ¿QUÉ BUSCO EN MI VIDA? ¿QUÉ ME PUEDE APORTAR UNA RELACIÓN ESTABLE? ¿QUÉ PUEDO CONSEGUIR POR MIS PROPIOS MEDIOS? Para realizar este ejercicio hay que ser muy valiente. Es importante que nos paremos a pensar en todo aquello que podemos alcanzar por nosotros mismos, y esto nos llevará a plantearnos objetivos realistas y formas de alcanzarlos. Además, nos facilitará la tarea de establecer lo que realmente y de manera sana podemos esperar de la nueva situación. Debemos vivirlo como un complemento de nuestros objetivos vitales, y por supuesto, aceptar y asumir que algunos de ellos pueden no alcanzarse si no tenemos pareja. Con este ejercicio llegarás a la nueva relación con una reflexión muy práctica, asumiendo aquello que puedes o no puedes esperar, y ahorrándote así frustraciones o demandas irracionales que a la larga podrían ser motivo de conflicto. 2. Él/Ella Una vez que tengamos claro por qué queremos aventurarnos a tener una relación estable, y erradicados aquellos factores que pudieran intoxicar dichos inicios, os invito a que realicéis esta segunda reflexión. Como os decía anteriormente, existe una tendencia a examinar a nuestra nueva pareja en función de otras relaciones anteriores. De este modo, y de manera inconsciente, vamos seleccionando las características de una supuesta pareja ideal. El riesgo de este tipo de prácticas es que terminemos construyendo una especie de «monstruo de Frankenstein», formado por los retales de nuestro pasado. Así, puede que la persona que tenemos enfrente en este mismo momento jamás logre estar a la altura del personaje imaginario e idealizado que nos hemos inventado. Para evitar esto, que nos llevará a sumirnos en una comparación constante o a utilizar filtros irracionales para medir la valía de nuestro nuevo compañero, os invito a que realicéis el siguiente ejercicio. ¿QUÉ VARIABLES NECESITO QUE TENGA MI FUTURA PAREJA? NECESARIAS SECUNDARIAS EL OBJETIVO DE ESTA REFLEXIÓN ES QUE LLEGUÉIS A LA CONCLUSIÓN DE LO QUE ES REALMENTE NECESARIO QUE TENGA NUESTRA PAREJA PARA HACERNOS FELICES. Debemos dejar de lado todo aquello que resulta superficial o banal y llegar a un punto emocional que suponga un complemento para nosotros. ¿Realmente es necesario que sea rubio o moreno, con o sin hijos, universitario o no? ¿Qué relación directa guardan estas variables con el objetivo real que debemos tener a la hora de buscar pareja, que sencillamente ha de ser que nos haga felices? Lo que jamás nos hará felices es intentar cambiar a esa persona o aceptarla «a medias», sufriendo siempre porque no cumple tal o cual requisito de nuestra lista imaginaria e ideal. REDUCE ESAS EXPECTATIVAS ERRÓNEAS Y SUSTITÚYELAS POR LAS REALMENTE INDISPENSABLES PARA QUE SEAS FELIZ CON TU NUEVA PAREJA, PUES ES LO QUE, AL FIN Y AL CABO, VA A ACOMPAÑARTE SIEMPRE. 3. La pareja Obviamente, en los inicios de una relación es absolutamente necesario que la pareja se encuentre en el mismo punto del camino. Una vez que hemos valorado nuestro mundo personal y hemos fijado lo que buscamos realmente en nuestra pareja, debemos establecer un punto común desde el que comenzar a caminar juntos. Este punto se resume, al fin y al cabo, en esa conversación tan temida por muchos que comienza con un «tenemos que hablar» y continúa con un «tú y yo, ¿qué somos?». Pues bien, me gustaría aportaros tres tipos de consejos para que esta conversación no termine en un punto incómodo que nos haga perder la oportunidad de comenzar una historia bonita, porque los malentendidos han cobradomás protagonismo del que debían. A. SIN ETIQUETAS Lo primero que debéis entender es que, como cada persona es un mundo, cada cual tiene sus propias necesidades, y no necesariamente deben ser las mismas que las tuyas. Muchas veces, la incertidumbre puede apoderarse de nosotros y nos lleva a una búsqueda casi obsesiva de detalles que indiquen en qué punto nos encontramos en la relación con esa persona. SENCILLAMENTE, NO LO HAGAS. Tú puedes tener un concepto de «novio/a» que te dé seguridad, y aunque la otra persona puede tener sentimientos más fuertes hacia ti que tú hacia ella, a lo mejor la palabra «noviazgo» le resulta incómoda. Tú puedes llamar «cariño» o «amor» a cualquiera, y puede que tu pareja use términos más despegados. Tú puedes estar deseando proclamar tu amor a los cuatro vientos, y tu pareja, sencillamente, puede ser más reservada. No intentes averiguar lo que siente por ti fijándote en este tipo de detalles, puesto que tu filtro es subjetivo y puedes sacar conclusiones subjetivas. Si no son las que deseas, irás desarrollando un mecanismo de defensa que, una de dos, o te alejará de la relación sin motivos reales, o te sumirá en una tendencia obsesiva a preguntar o contrastar que puede agobiar a la persona que tienes enfrente. ¿PARA QUÉ NECESITAS ETIQUETAS? ¿NO TE DAS CUENTA DE QUE, AUNQUE OS LLAMÉIS COMO OS LLAMÉIS, LO QUE REALMENTE IMPORTA ES EL GRADO DE COMPROMISO QUE ADOPTÉIS? Pueden parecerte necesarias, por ejemplo, para tener claro si estáis en exclusiva el uno con el otro, o no. Pero, sinceramente, aunque pongáis etiquetas, esto no hará que exista fidelidad o no. Llamarnos «novios» no implica automáticamente que tengamos poder y control absoluto sobre nuestra pareja. Así que dejaos llevar y centraos más en lo que os «hace» que en lo que «debería» haceros sentir la otra persona. Muchas veces nos fijamos más en los ritmos que deberían darse que en los que realmente son acordes con la relación. Dejarla fluir siempre es una buena manera de afrontar una nueva historia de amor. B. SIN PARADAS Una cosa es dejarnos llevar y otra muy diferente conformarnos. Existe una línea muy fina entre no poner etiquetas y no avanzar o acomodarnos. Cuando conocemos a alguien nuevo que nos hace sentir cosas más especiales de lo habitual, es lógico que deseemos en algún momento tener un futuro juntos. Para ello, debéis estar muy pendientes de que la relación lleve una marcha ascendente, aunque sea lenta. No es tan importante la magnitud de la zancada, siempre y cuando sea hacia delante. Que en cada cita aparezca algo nuevo, aunque sea casi imperceptible. Gestos de cariño, conversaciones más personales, presentación de amigos, detalles… No es cuestión de estar controlando esto milimétricamente, pero sí de estar pendientes de que la relación no entre en un compartimento estanco en el que ninguno de los dos avance. Los inicios tienen el riesgo de la rutina. Como ya nos conocemos y estamos bien así, aquí nos quedamos. A la larga, cuando despertéis de vuestro letargo, os daréis cuenta de que queréis más, y probablemente ya será tarde para cambiar las cosas. POR LO TANTO, HACIA DELANTE, SIEMPRE HACIA DELANTE. C. SIN MÁSCARAS Sed vosotros mismos. No sirve de nada ir de duros, o guardarse en las mangas más cartas de las que podéis manejar. Existe la falsa creencia de que «cuanto más difícil te lo ponga, más me vas a querer». Pues siento deciros que esto es un gran error. Cada persona funciona de manera diferente, y esa actitud puede servir con algunas personas, pero no con toda la humanidad. Y mucho menos si en realidad tú no eres así. SI TE MUERES POR LOS HUESOS DE LA PERSONA QUE TIENES ENFRENTE, HÁZSELO SABER. No es necesario que lo publiques en las redes sociales con luces de neón, ni que le digas el «te quiero» a los dos días, aunque lo sientas. Pero sí que puedes ir explicándole con sutileza que estás sintiendo algo especial por él/ella. SE TRATA DE HACERLE PARTÍCIPE, PERO NO DE QUE LA OTRA PERSONA TE CONTESTE CON TUS MISMAS PALABRAS. En los inicios de una relación es preferible ser sinceros con lo que sentimos, para ir estableciendo nuestros deseos y que nuestra nueva pareja pueda unirse a ellos o no. Si empezamos el juego de hacernos los duros, lo único que lograremos será no mostrarnos tal cual somos, y por lo tanto nuestra pareja podrá ponerse a la defensiva y no mostrarnos sus verdaderos sentimientos. Así, ambos estaréis en el mismo punto emocional, pero jamás lo sabréis, y tarde o temprano terminaréis caminando en direcciones opuestas. Para establecer una «declaración de intenciones» de la mejor manera posible, os recomiendo que la escribáis previamente. Que escribáis un pequeño diario de lo que vais sintiendo conforme conocéis a la otra persona. Un diario de estilo directo, como si estuvierais diciéndoselo directamente a la otra persona. De este modo, por un lado podréis ir externalizando vuestros sentimientos sin miedo a asustar a la otra persona, y a la vez podréis ir ordenándolos hasta que tengan la coherencia suficiente y sea el momento adecuado de transmitírselos a la otra persona. NO OS DEJÉIS NADA EN EL TINTERO. SI LA RELACIÓN ES VUESTRO DESTINO, SI ESTÁIS HECHOS EL UNO PARA EL OTRO, POCO PODRÉIS HACER PARA METER LA PATA. Y si expresar vuestras emociones de manera controlada incomoda a la persona a la que estáis empezando a amar, será porque la relación no es viable. Escuchad a vuestro corazón y no adoptéis el papel de alguien con quien no os sentís identificados. Así solo lograréis que la relación la establezca un «extraño», y cuando decidáis mostraros tal cual sois, quizás ya sea demasiado tarde. CAPÍTULO 2 Comunicación APRENDER A COMUNICAROS DE MANERA EFICAZ PUEDE ABRIR UNA SERIE DE CAMINOS QUE NO OS PODÉIS IMAGINAR. PUEDE ACERCAROS A LAS PERSONAS, PROPICIAR CAMBIOS Y LOGRAR EVOLUCIONES EN MUCHOS SENTIDOS. LA PERSONA A LA QUE LE VAMOS A TRANSMITIR AQUELLO QUE NECESITAMOS DECIRLE DEBE ESTAR EN EL MISMO MOMENTO EMOCIONAL QUE NOSOTROS. «¿QUÉ TE PASA?» … «NADA» Nuria y Carlos son una pareja con la que me llevo especialmente bien. Verlos interactuar entre ellos es como estar en un circo. Parecen capaces de hacer mil malabares a la vez. Al ser tan ruidosos los dos, presientes que será imposible escucharlos de uno en uno. Se cortan constantemente, se llevan la contraria, pero nunca termina de haber un conflicto de esos de alzar la voz o soltar improperios. Ambos acompañan sus discursos con una comunicación no verbal bastante visible. Agitan los brazos, se remueven en el asiento, e incluso en más de una ocasión alguno se ha levantado para explicar con más detalle algún episodio digno de ser «interpretado». Nuria tiene cuarenta y cinco años. Es pequeñita y morena, tanto de pelo como de piel. Siempre lleva un look cuidado, pero con algún pequeño detalle que te cuenta que se ha vestido deprisa y corriendo. Tiene el pelo muy corto, yo creo que por ser práctica y no perder tiempo secándoselo. Habla atropelladamente y parece tener siempre mucha prisa. Trabaja de teleoperadora en una empresa de telefonía móvil. Entiendo que se pasa ocho horas al día hablando sin parar y resolviendo problemas a la velocidad de la luz, y que cuando sale del trabajo le resulta complicado desconectar de esa turbina que se pone en marcha a primera hora de la mañana. Creo que solo logra pararla cuando se mete en la cama con un lexatín en el cuerpo y apaga su cabeza de puro cansancio. Nuria es la menor de cinco hermanos, y además, fue rezagada. Se lleva siete años con el hermano que está por encima de ella. Es muy cercana y describesu entorno como «la típica familia italiana». Sus mejores amigas son sus dos hermanas, que, por lo que cuenta Carlos, son iguales que Nuria. Toda su familia vive en la misma ciudad que ella. Acostumbran a organizar quedadas cada dos por tres, en las que termina juntándose una multitud de personas, a algunas de las cuales a veces ni ella conoce; pero le encanta que sea así. Carlos está cortado por el mismo patrón. Tiene cuarenta y nueve años. Al igual que Nuria, es bajito y regordete. Moreno, y vestido siempre muy de sport. Sus movimientos también son acelerados, pero algo me dice que esta habilidad la ha ido «perfeccionando» a raíz de convivir con Nuria. Aunque suene un poco cómico, parecen «maestra y alumno». No obstante, y aunque haya ido adquiriendo esa velocidad tras dormir en el mismo colchón que su partenaire, él ya disponía de una base sólida sobre la que solo ha ido aumentando la intensidad. Carlos trabaja en el departamento de logística de una gran empresa de transportes. Tiene a su cargo un amplio equipo, al que debe organizar minuciosamente para que la mercancía salga a tiempo. Está acostumbrado a manejar información que lleva por mil frentes y a solucionar los inevitables problemas en milésimas de segundo, para que no se altere la jornada laboral de toda la empresa. Él también pertenece a una familia muy amplia. Es el único varón entre tres hermanas. Dice que, a pesar de ser el mayor, y que esto debería conferirle cierta preferencia, no le hacen ni caso. Su padre murió hace unos años, y cuenta de manera cómica que las mujeres se han apoderado de todos sus territorios. En su familia actual y en su familia de origen. Es en este punto donde confirmo mi hipótesis de que, aunque viniera de fábrica con su actitud acelerada, ha perfeccionado su técnica por pura supervivencia. Carlos y Nuria tienen tres hijas. Se llevan muy poquito tiempo entre ellas, y deben de ser igual de «ruidosas» que ellos. Tengo un vicio inconfesable que me ayuda a empatizar con los pacientes, y es imaginármelos en su entorno diario. Imaginar sus casas, sus rutinas, o cualquier tipo de actividad que podemos desarrollar un día de la semana normal y corriente. A esta familia me la imagino con una musiquita de circo y a cámara rápida. Son realmente geniales. La pareja se conoció hace casi veinte años en las fiestas de un pueblo. Hasta en su versión de lo ocurrido aquel día son incapaces de coincidir. En lo único en que están de acuerdo es en que fue un flechazo a primera vista. Nuria le quita importancia diciendo que estaba muy borracha, pero, cuando relata aquella noche, percibes en sus ojos la misma cantidad de amor que de nostalgia. Sientes que, a pesar del ruido que los rodea, ambos son muy conscientes de que hoy por hoy existe una grieta entre ellos que los aleja cada día más. En consulta resultan tan entretenidos como difíciles de seguir. Parece que estás viendo un espectáculo de Pimpinela. Se cortan, se pisan al hablar, se corrigen. No coinciden en nada. Cuando consigo centrarles y pedirles que respeten los turnos, parecen obedecer. Uno de los dos comienza a contar algún acontecimiento de la semana. Lo relata de manera tranquila, como queriendo quitarle importancia, y el otro escucha pacientemente. Pero conforme avanza el relato, las caras y los gestos del oyente comienzan a revelar agitación. El narrador empieza a atorarse y a mirar al otro hasta que, irremediablemente encendido, se gira y le pregunta: —¿Qué? ¿Por qué me miras así? A lo que el que escuchaba responde muy ofendido: —¡Porque te lo estás inventando todo! No fue así. ¡Y ya está!, conflicto servido. Cada uno comienza a contar su punto de vista de los hechos y a intentar convencerme a mí de que su versión es la real. Comienza el ruido. Y eso mismo, ruido, es lo que caracteriza a esta pareja. Ambos son similares en muchos aspectos que deberían favorecer su relación. Tienen los mismos motores. Es decir, están donde los dos quieren, son independientes el uno del otro, se conocen bien y se organizan de maravilla en sus rutinas diarias. Provienen de familias similares y no existen agentes externos que estén contaminando su relación. Llevan de maravilla la educación de sus hijas… Pero no saben comunicarse. Todo marcha bien si van por libre y si ninguno de los dos intenta expresar algo al otro. Tratan de funcionar con los patrones que se establecieron en su relación en los primeros años, porque todo aquello que implique comunicarse para hacer un cambio o una evolución genera una batalla campal donde cada uno se atrinchera en su zona y se limita a lanzar bombazos al otro hasta destruirlo. Ninguno de los dos se plantea el porqué de esta conducta, pero cuando les hago ver que este es el problema que está distanciándolos, ambos asienten con la cabeza, sintiéndose identificados con el diagnóstico y mirándose el uno al otro como si hubiéramos resuelto entre los tres una ecuación irresoluble. LOS SECRETOS DE LA COMUNICACIÓN La comunicación. Este es uno de los elementos más presentes en cualquier relación. En este caso, lo centraremos en las relaciones de pareja, puesto que es el tema que nos atañe, pero os aconsejo que intentéis extrapolar lo que os voy a contar al resto de vuestras relaciones, porque la comunicación puede ser tanto un arma de conquista como de destrucción. APRENDER A COMUNICAROS DE MANERA EFICAZ PUEDE ABRIR UNA SERIE DE CAMINOS QUE NO OS PODÉIS IMAGINAR. PUEDE ACERCAROS A LAS PERSONAS, PROPICIAR CAMBIOS Y LOGRAR EVOLUCIONES EN MUCHOS SENTIDOS. En cambio, la comunicación mal utilizada es capaz de intoxicar cualquier tipo de relación de tal manera que resulte imposible volver a un punto adecuado. Conocer la comunicación y aprender a utilizarla será la base de muchas relaciones exitosas, independientemente de los factores de personalidad o los agentes externos que pudieran estar influyendo. Para ello, voy a empezar explicándoos en qué consiste esta herramienta, arma de doble filo. Para poder aplicar una comunicación exitosa debemos conocer de una manera más detallada este concepto. Obviamente, todos pensamos que comunicarse es sencillo. Es contarle algo a otra persona. Pues bien, por suerte o por desgracia, la comunicación es mucho más compleja, y está compuesta por varios elementos que debemos tener en cuenta para alcanzar nuestro objetivo de transmitir correctamente aquello que deseamos. A continuación, os voy a detallar dichos elementos para tener en cuenta, junto con los errores más comunes que solemos cometer a la hora de comunicarnos en pareja. Hay cuatro elementos. 1. EL EMISOR En todo tipo de diálogo existe la figura del emisor. Es quien debe expresar aquello que quiere comunicarle a otra persona. A primera vista parece que esta figura apenas necesite nada más que tener un mensaje y unos medios vocales y físicos para transmitirlo. Pero ¿por qué no siempre basta con eso? Si os dais cuenta, cada uno de nosotros podemos llegar a ser diferentes, incluso a lo largo de un mismo día. Tenemos más o menos energía en función del momento en que estamos o de los acontecimientos que nos rodean. Podemos levantarnos especialmente preocupados o distraídos, y esto va a condicionar nuestro estado de ánimo. Existen dos tipos de errores muy comunes que tiende a cometer el emisor y que dificultan enormemente una comunicación práctica y útil. A. EL PRIMER ERROR DEL EMISOR ES PRECISAMENTE NO COMUNICAR A LA PAREJA LO QUE LE PREOCUPA. En muchas ocasiones, algo de nuestra relación nos ha molestado, y tenemos tendencia a darle vueltas en solitario. Comienza entonces una especie deconversación interna, donde tendemos a buscar argumentos potentes que sustenten nuestro enfado y justifiquen nuestros reproches. Esto nos lleva a evaluar de manera constante las conductas de nuestra pareja, e incluso a crear una lista de reproches en nuestra cabeza para acumular argumentos que den más fuerza a nuestra demanda una vez que decidamos expresarla. Además, y aunque puede que no seamos conscientes de ello, esto contribuye a que, en nuestro cerebro, activemos el área responsable de los pensamientos negativos, que resulta ser antagonista del área de los pensamientos positivos. Si una crece, la otra se hace más pequeña. Así, cuando decidimos comunicar aquello que nos ha molestado, el emisor está íntegramente contaminado de emociones negativas que le impedirán expresar el mensaje de una manera neutral, entorpeciendo así el objetivo adecuado, que es expresar y favorecer el cambio. El sordo reconcomerse previo que nos ha acompañado hasta ese momento ha desdibujado el acontecimiento inicial, nos ha cargado negativamente y ha desplazado el objetivo con el que comenzamos a diseñar ese diálogo. Ahora, solo buscaremos minimizar las emociones que nosotros mismos hemos engrandecido, e incluso haremos responsable de ellas a nuestra pareja sin que, probablemente, haya sido consciente del diálogo que hemos mantenido con nosotros mismos hasta este momento. Esto, obviamente, hará imposible que llegue ningún tipo de mensaje sano, y os alejará, más si cabe, de una comunicación positiva que propicie un cambio real. B. EL SEGUNDO ERROR QUE TIENDE A COMETER EL EMISOR ES JUSTAMENTE EL OPUESTO: COMUNICAR AQUELLO QUE DESEA DEMASIADO PRONTO, JUSTO EN EL MOMENTO EN EL QUE HA SUCEDIDO EL ACONTECIMIENTO QUE LE HA ALTERADO. Todos hemos vivido situaciones conflictivas que nos han podido alterar de una o de otra manera, generando así demandas que queremos trasladar a nuestra pareja para evitar que se repitan. Si el hecho conflictivo ha tenido la suficiente potencia como para desencadenar una discusión, estaremos alterados fisiológicamente. Por ello, el estado del emisor en ese preciso momento no se considera el más adecuado para iniciar una comunicación sana. En esas condiciones predominarán los reproches, o frases tan cargadas emocionalmente que podemos arrepentirnos de haberlas dicho. En el peor de los casos, podemos abrir una brecha muchísimo mayor, con frases dolorosas que nuestra pareja no esté dispuesta a justificar o a olvidar. Intentar expresar lo que queremos o sentimos en el preciso instante en el que el conflicto está en su punto álgido no solo no permitirá que te expreses de una manera sana, sino que puede conllevar una serie de «efectos secundarios» muy destructivos. 2. EL RECEPTOR El segundo elemento presente en la comunicación y al que jamás debemos restar importancia es el emisor. En ocasiones, tendemos a dejarnos llevar por las emociones que nos ha producido una situación concreta, y esto parece justificar cualquier actitud. Nos apoyamos en valores como la sinceridad para emitir un mensaje a bocajarro sin pararnos a pensar en las consecuencias. Cuando iniciamos una conversación, el objetivo real es alcanzar un cambio. Para ello, el mensaje debe llegar al lugar adecuado, porque, si se queda por el camino, el trabajo habrá sido en balde, la frustración se apoderará de nosotros y terminaremos culpando a nuestra pareja de que no nos escucha. Pero ¿cuál es la realidad? Es decir, ¿por qué no nos escucha? Lo más sencillo es pensar que no nos escucha porque no le importamos, porque no le interesa el tema, porque no nos quiere… En un momento las explicaciones irracionales y cargadas emocionalmente se amontonan para dar sentido al hecho de que la comunicación no ha sido exitosa. Pero ¿qué pasa en realidad? DEBEMOS TENER EN CUENTA QUE LA COMUNICACIÓN ES COSA DE DOS. NO SOLO ES NECESARIO TENER UN ESTADO EMOCIONAL ADECUADO COMO OS HE DICHO ANTERIORMENTE. LA PERSONA A LA QUE LE VAMOS A TRANSMITIR AQUELLO QUE NECESITAMOS DECIRLE DEBE ESTAR EN EL MISMO MOMENTO EMOCIONAL QUE NOSOTROS. La discusión o el acontecimiento que a ti te ha hecho vislumbrar un error o un motivo para decirle algo, quizás a tu pareja le haya pasado desapercibido. Tú puedes estar muy preparado para formular tus demandas, pero la pareja a lo mejor está distraída o simplemente alejada de la situación emocional en la que tú te encuentras. Esto no significa que no te quiera o que no le importes. Simplemente, es que no puede leerte la mente. Por lo tanto, si tu pareja está fregando los platos y de pronto le sueltas todo aquello que has estado rumiando previamente, ella tendrá que hacer un doble esfuerzo. Primero, ponerse en situación de «combate». Es decir, activarse para recibir las demandas que le estás haciendo. Le tiene que decir a su cerebro: «Atención, que ahora ya no estamos pensando en limpiar la vitrocerámica, que ahora tenemos que ponernos alerta para escuchar y resolver». Mientras su cerebro está procesando eso, tú ya has iniciado la comunicación, por lo tanto, todo ese trozo de discurso se va a perder por el camino inevitablemente. En segundo lugar, tú ya habrás gestionado tus emociones, porque habrás hecho los ejercicios que te he propuesto, pero a tu pareja le pilla completamente de nuevas. No solo tiene que activarse sin estar preparada, sino que tiene que alcanzar un estado emocional compatible con el tuyo para que os pongáis al mismo nivel y la comunicación sea exitosa. A todo esto debemos sumarle su estado emocional previo. Es decir, tu pareja tendrá sus propias preocupaciones personales que quizás desconoces, y ese día pueden tener más peso que aquello que tú quieres demandarle. Si es así, puede que el diálogo termine en un sinfín de reproches, generados para liberar una tensión que no es propia de vosotros; o que tu pareja prefiera escapar de la situación, dejándote con la palabra en la boca, situación que agravaría más todavía la problemática. NO ES NECESARIO DECIR LAS COSAS YA, ES NECESARIO DECIRLAS BIEN. Es tan importante tener en cuenta esto como lo demás. 3. EL CANAL El tercer elemento para considerar es el medio por el cual vamos a emitir el mensaje. Es obvio, a nadie se le escapa que hay que tenerlo en cuenta; pero sí podemos olvidar que existe un elemento que puede distorsionar la comunicación de manera inevitable. El ruido. No solo el sonoro. Está claro que comunicar algo en medio de un concierto de los Rolling Stones no es la mejor idea en absoluto. Hacerlo en un entorno sin tantos decibelios, pero donde cualquier elemento puede distraernos, tampoco lo es. Para alcanzar un nivel de comunicación adecuado debemos asegurarnos un lugar donde no pueda interferir ningún tipo de ruido. Este ruido puede ser externo o interno, y debemos tenerlos todos controlados. Iniciar una conversación con el riesgo de que en cualquier momento aparezca nuestro hijo pidiendo algo, o suene el teléfono, entorpecerá dicho diálogo. Eso sería el ruido externo. El ruido interno tiene que ver con las emociones o las distracciones personales. Como os he relatado en los otros apartados, si el receptor o el emisor tienen ruido interior que los distraiga, no alcanzaremos el objetivo inicial de comunicar adecuadamente. 4. EL MENSAJE El mensaje es el cuarto y último elemento que debemos tener en cuenta para lograr una comunicación útil. Puede darse perfectamente una situación en la que el emisor haya logrado neutralizar sus emociones para poder expresar con la cargaadecuada lo que necesita decir; el receptor esté preparado para recibir dicha información, y el lugar y el momento seleccionados para hacerlo sean los adecuados, pero la comunicación fracase de todas formas. EL MENSAJE DEBE SER LO SUFICIENTEMENTE CLARO PARA QUE SE PUEDA ALCANZAR EL OBJETIVO DE MANERA SATISFACTORIA. El mensaje puede sonar en nuestra cabeza de una manera muy coherente; pero debemos tener en cuenta que es porque lo hemos diseñado nosotros mismos a través de nuestra experiencia y nuestra visión subjetiva de la situación. Sabemos que cada miembro de una pareja es diferente, y aunque el mensaje pueda sonar estupendamente a uno mismo, tenemos que adecuarlo a la demanda que queremos realizar. Al hacer una petición es necesario no olvidarse del objetivo. Queremos alcanzar un cambio, y si el mensaje no está bien elaborado, puede sonar como un reproche, lo cual pondrá a nuestra pareja en pie de guerra, impidiendo que lo reciba como una crítica constructiva que podría uniros en un mismo objetivo. Una vez analizados los cuatro elementos principales que debemos tener en cuenta a la hora de lanzarnos en el complicado mundo de la comunicación, os voy a dar algunos ejercicios y soluciones para que tengáis todo controlado. ¿CÓMO TE LO CUENTO? El primer ejercicio es para lograr que el emisor alcance un estado emocional suficientemente neutro, para que no cargue negativamente su mensaje, interfiriendo de esta manera en el objetivo principal de la comunicación que desea tener con su pareja. Se trata de un ejercicio de comunicación personal. Debo valorar en qué momento emocional me encuentro para poder transmitir lo que quiero de una manera exitosa. Para ello, os aconsejo el siguiente ejercicio: ¿QUÉ SIENTO AHORA HACIA TI? Crea una tabla con dos columnas y las filas que creas necesario. Como nombre de la columna de la izquierda pondremos SENTIMIENTOS REALES y como nombre de la columna de la derecha pondremos SENTIMIENTOS CONDICIONADOS. En la columna de la izquierda debes poner aquello que sientes que necesitas demandarle, lo que te está haciendo sentir la necesidad de pedirle un cambio. Por ejemplo: «Siento que no eres detallista». Es una sensación constante, pero un acontecimiento determinado ha hecho que se intensifique y que de pronto te urja pedírselo. Y en la columna de la derecha piensa que como que ahora estás especialmente enfadado/a por la situación y esto determina la intensidad del problema. Erradica de tu discurso palabras extremas que denoten sentimientos extremos. Una cosa es que estés enfadado/a y otra que agudices el conflicto dejándote llevar por la intensidad del momento. Acota tus emociones y ordénalas. Verás como tu estado emocional se enfría y será entonces cuando debas comenzar a hablar. Por último, un ejercicio que siempre viene bien a la hora de transmitir algo es el ensayo: ENSAYO (Ponte delante de un espejo y expresa en voz alta lo que quieres decir o grábalo con tu móvil. Escúchalo y repítetelo las veces que haga falta hasta que estés seguro de que el nivel emocional es proporcional al mensaje que quieres dar, y suficientemente neutro para que no interfiera). ¿CÓMO PUEDO ESCUCHARTE? Para que nuestro receptor se encuentre en un estado emocional adecuado y poder alcanzar una comunicación útil, debemos convertirnos en observadores desde las sombras. Obviamente, no podemos leer su mente, ni valorar su estado anímico exacto, pero sí que podemos preparar el terreno lo máximo posible para que todo sea favorable. La reacción de nuestro receptor siempre será inesperada, pero tener en cuenta su estado emocional como poco nos ayudará a estar seguros de que lo hicimos bien. El resto de variables las podremos controlar con otros métodos, pero nuestro objetivo se habrá cumplido adecuadamente. Para asegurarnos de que nuestro receptor está donde queremos, hemos de tener en cuenta dos factores: Primero, su estado emocional. Para allanar el terreno lo máximo posible, debemos analizar las relaciones de nuestro receptor con su entorno. Conocemos desde hace tiempo su línea básica y sus conductas rutinarias, con quién habla, cómo se expresa, cuáles son sus mejores momentos del día… Pues bien, rellena el siguiente cuadro un día cualquiera: RUTINAS DE MI PAREJA EXPRESIONES NIVEL DE SATISFACCIÓN Si un miércoles cualquiera haces este ejercicio, tendrás una información maravillosa para afrontar cuantas situaciones se presenten. Por ejemplo, si por la mañana está desayunando y mientras lee el periódico escuchas verbalizaciones del tipo «qué asco de país», «leer esto me pone enfermo», o si mientras se cambia de ropa por las mañanas masculla «no tengo nada que ponerme», «qué fea me veo hoy», obviamente te darás cuenta de que ese no es el mejor momento para comunicarle nada de nada. Mejor mantente alejado. En cambio, si llega por la tarde diciendo «qué bien se está en casita», o si mientras cena exclama «qué rico está esto», tendrás datos para concluir que ese es el momento en el que más relajada se encuentra tu pareja. Con este ejercicio nos aseguraremos de que el estado emocional de tu pareja es el adecuado para iniciar una conversación sana sin riesgo de que salten las relaciones por los aires. El segundo factor para tener en cuenta es la anticipación. Como no queremos que la mitad de nuestra conversación se la pase poniéndose «en guardia», debemos adelantarle el contenido de la conversación. Aprovecha uno de esos buenos momentos para anticiparle que te gustaría hablarle de algo. En ocasiones, valdrá, sencillamente, con informarle de forma genérica: «Cariño, me gustaría que habláramos de una cosa que me preocupa». Dale dos opciones: «¿Es buen momento ahora?», o «¿Cuándo te vendría bien?». Recuerda que no hay prisa, que el objetivo es que la comunicación sea provechosa. De esta manera, le damos a nuestro emisor la oportunidad de prepararse. Quizás te pida que lo habléis al día siguiente porque está cansado/a. Respétalo, aparta de ti esos pensamientos irracionales, esa idea de que no le interesas. Sí que le interesas, pero quiere hacerlo bien. Quédate con eso. Si te pregunta por el tema de la conversación, en lugar de darle un titular ponle un ejercicio, en plan «quiero hablar de la fiesta del sábado, hubo algo que me sentó mal y me gustaría que lo habláramos, pero no te preocupes, mañana, con calma». Es decir, suaviza el mensaje para que no se ponga a la defensiva. Si tenemos al emisor preparado, la comunicación se hará con éxito. CONSEJOS PARA DISEÑAR UN MENSAJE CON ÉXITO Como os comentaba, el mensaje es otro de los elementos indispensables para alcanzar una comunicación óptima, y no se trata de juntar, sin más, un par de frases gramaticales. Es más complicado. No olvidemos que no vamos a anunciar un viaje maravilloso o dar una noticia que todo el mundo quiere oír. VAMOS A HACER UNA CRÍTICA CONSTRUCTIVA, PERO CRÍTICA AL FIN Y AL CABO. Si la elaboramos adecuadamente, puede darse por zanjado el tema, alcanzando el cambio necesario para que ese problema desaparezca. Os propongo tres pasos para crear un mensaje adecuado que permita que nuestro receptor lo intercepte adecuadamente. 1. Decir algo positivo. Es verdad que ya nos hemos asegurado de que nuestro receptor esté preparado emocionalmente para tener esta charla, pero no debemos olvidar que a nadie le gusta que le digan cosas negativas o que hace mal. Si comenzamos la conversación diciendo algo positivo de nuestra pareja, vamos a generar un estado anímico un poco por encima de lo normal, para que así, al emitir la crítica, el golpe no sea tan duro. Es decir,vamos a poner un poco de algodón. Además, al tener que pensar algo positivo de nuestra pareja para poder elaborar adecuadamente el mensaje, también lograremos quitar cierta negatividad a nuestras propias emociones. 2. Verbalizar la crítica de manera aislada. Hay una cosa concreta que queremos demandar y que no agrada a nuestra pareja. No es lo mismo decir «eres un tardón» que decir «últimamente llegas tarde». No es igual decir «estás aburrida» que soltar «eres aburrida». Debemos aislar la crítica de la persona, porque si no el receptor puede sumirse en una «indefensión aprendida» que le lleve a pensar que, como es así, no merece la pena esforzarse en cambiar. Si verbalizamos el mensaje de una manera menos radical, damos opción a un cambio y no dotamos de tanta trascendencia al asunto. Para desarrollar un mensaje adecuado a efectos gramaticales, os recomiendo evitar palabras demasiado extremas como «nada», «nunca», «terrible»… Este tipo de palabras dan al mensaje una carga demasiado intensa que no favorece el objetivo. 3. Dar una alternativa. Es decir, si criticamos algo a nuestra pareja, y lo dejamos así, la comunicación parecerá unidireccional. La comunicación debe ser cosa de dos, y si le das a tu pareja el mensaje masticado, comentándole las soluciones que se te han ocurrido para hacer frente al problema, el receptor se sentirá acompañado, y no atacado. Estableceremos un nivel de comprensión que evitará que nuestra pareja se sienta atacada y acabe desviando la conversación a otro nivel que no nos interesa. De nada sirve transmitir un mensaje duro si queremos alcanzar un cambio objetivo que mejore nuestra relación. Para terminar, os aconsejo que, además de tener en cuenta todos estos elementos, no os olvidéis de que la persona que tenéis enfrente es alguien a quien queréis y que merece un respeto. Según el grado de comunicación que establezca una pareja, puede llegar a diferentes lugares. Y una comunicación tóxica puede abrir grietas tan profundas que resulte muy difícil repararlas. Acuérdate de lo que sientes por él, acepta que sois diferentes, que no puede leerte la mente y que todo lo bueno que os une bien merece que te tomes un tiempo para decirle bien las cosas, ¿no crees? CAPÍTULO 3 Contrato de convivencia EMPEZAR A CONVIVIR IMPLICA ACEPTAR QUE ENTRAMOS AMBOS EN UN TERRITORIO DESCONOCIDO Y DE MANERA VOLUNTARIA. EL OBJETIVO NO SOLO ES EVITAR EL CONFLICTO, SINO LLEGAR A DISFRUTAR DE NUESTRA PAREJA BAJO EL MISMO TECHO. ALGO NO VA BIEN Luis y Ángela son una pareja que, a simple vista, rezuman diferencias por todos los poros de su piel. El aspecto físico y la comunicación no verbal son fuentes de información inagotables, que yo tiendo a utilizar mucho para sumar información a los relatos verbales de mis pacientes. De hecho, en las primeras consultas muchas de las parejas no terminan de expresar abiertamente lo que les sucede por miedo a ser juzgados o rechazados por el terapeuta. Poder completar la información con su aspecto y su manera de relacionarse supone una estrategia muy valiosa en las fases evaluativas de la terapia. Como os decía, esto fue algo que llamó especialmente mi atención cuando conocí a esta pareja. Ángela es una mujer fornida, de melena abundante y alborotada. Siempre viene a consulta vestida de sport. Es práctica, como si no tuviera tiempo de nada y dejara los detalles, que ocupan minutos innecesarios, en un segundo plano. Siempre es ella la que cuadra la agenda para las sesiones conmigo y la que me pide los cambios de horario en función de las tareas u obligaciones domésticas. Tiene un tono de voz alto, fuerte. Siempre que llega a la consulta se desploma en el asiento, como si fuera su refugio. Luis, en cambio, es un hombre cabizbajo. Apenas te mira a los ojos cuando te habla, como si tuviera miedo de que encontraras en su mirada alguna grieta por la que entrar para hacerle daño. Es callado, apenas interrumpe en las sesiones y, cuando lo hace, su tono de voz es imperceptible. Habla con miedo, pero no miedo a Ángela, con miedo a equivocarse… Se disculpa por todo. Si te pide un vaso de agua, antepone un «por favor» y concluye con varios «gracias». Recuerdo que en la primera sesión que tuve con ellos llegaron tarde. Ella entró la primera, empujando un carrito de bebé. Me saludó de manera enérgica y me preguntó si podían pasar ya. Apenas una disculpa. Luis, en cambio, parecía avergonzado. Creo que, si por él hubiera sido, habría cancelado la cita solo por no pasar la vergüenza del retraso. Les indiqué el camino al despacho y una vez allí les pedí que tomaran asiento. Me sorprendió ver que Ángela, una vez que colocó el carrito del bebé en una esquina de la habitación, tomara uno de los confidentes y se colocase justo enfrente de mí, en medio de la mesa del despacho. De este modo, a Luis no le quedaba otra que situar su asiento en una esquina. Lejos de demandar su espacio, y como si este hecho fuera algo natural en sus días, se sentó en el asiento y en la disposición que le quedaba libre. Él se recostó en su sillón y Ángela se inclinó hacia mí, poniendo los codos encima de la mesa, y comenzó a hablar. Ángela y Luis llevan juntos doce años. Se conocieron, casi de casualidad, en el cumpleaños de una amiga de ella. Aunque el flechazo no fue instantáneo, Luis no podía dejar de pensar en ella y en la vitalidad que la acompañaba en cada frase y cada gesto. Ángela destaca que le enamoró la manera que tenía él de tratarla. Ella venía de una relación bastante tóxica, donde dice que se sintió muy pequeñita, y afirma que al lado de Luis volvió a sentirse querida de verdad. Luis es detallista, romántico y cariñoso. Muy organizado y algo maniático. Ángela, en cambio, es más caótica. Es caprichosa y no tolera especialmente bien la frustración. Ángela tiene treinta y nueve años y Luis treinta y siete. Ella se queja de que él es muy infantil, y Luis la describe como «mandona». Aunque ambos tenían muy claro el tipo de relación que buscaban cuando se conocieron, cuentan con cierta nostalgia que, en el día de hoy, no es la que planificaron al principio. Comenzaron a vivir juntos a los dos años de conocerse. Luis vivía con sus padres y un hermano pequeño, y Ángela vivía sola, puesto que había venido a estudiar a Zaragoza y su familia residía en un pueblo cercano. Durante los dos primeros años, Luis pasaba tiempo en casa de Ángela, sobre todo los fines de semana, ya que tenía que hacer vida con sus padres y terminar los estudios. A los dos años de relación, decidieron dar el paso en firme e instalarse definitivamente juntos. Ángela propuso buscar un piso que fuera de los dos desde el principio. Luis aceptó dicha oferta. Las diferencias entre ellos ya comenzaron a vislumbrarse en la búsqueda. Ángela quería vivir en la zona en la que lo había hecho siempre, y Luis prefería buscar por el barrio donde se crio él. Ángela deseaba decorar la casa con un estilo rústico y Luis proponía muebles de diseño. Aun con todas estas diferencias, lograron su objetivo. Una vez instalados, Ángela se quedó embarazada de una niña, el bebé que dormía en el carrito plácidamente. Durante las siguientes sesiones evaluativas ambos contaron que las diferencias que habían ido acumulando durante años se estaban convirtiendo a esas alturas en un conflicto realmente grave. Se ponían a la defensiva constantemente, y su casa era un campo de batalla. Los dos luchaban por defender su posición y la comunicación resultaba inviable. Los reproches protagonizaban cualquier comunicación entre ellos. Gritos, broncas constantes. Los dos tenían maneras muy diferentes de entender todo lo que implica compartir la vida con el otro, y esto se reflejaba
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