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Tabla de contenido
 
Reglas del cerebro
Introducción
El cerebro manda: las doce Reglas del Cerebro
El factor del científico gruñón
No existe receta médica
De vuelta a la selva
Supervivencia: por qué tu cerebro es tan asombroso
Regla del Cerebro #1 El cerebro humano también evolucionó
Ejercicio
La supervivencia del más apto
¿Vas a envejecer como Jim o como Frank?
Un ejercicio para construir caminos
Redefinamos lo normal
Más ideas
Regla del Cerebro #2 El ejercicio estimula la capacidad del cerebro
Sueño
¿A esto le llamas descanso?
El sueño es una batalla
¿Qué pasa si no dormimos lo suficiente?
Consúltalo con la almohada: los beneficios de una noche de sueño reparador
¿Por qué dormimos?
Más ideas
Regla del Cerebro #3 Duerme bien, piensa bien
Estrés
¿Qué es el estrés? Todo depende
Estamos diseñados para soportar un tipo de estrés que sólo dura unos segundos
Cortisol: el villano
BDNF: el héroe
Todos tenemos un punto de quiebre
El estrés del hogar se manifiesta en la escuela
4
El estrés en el trabajo: demasiado costoso para ignorarlo
Intervención matrimonial
Más ideas
Regla del Cerebro #4 Los cerebros estresados no aprenden de la misma manera
Cableado
El aprendizaje vuelve a cablear tu cerebro
Donde comienza el cableado: la humilde célula
Crecimiento y poda frenéticos
La neurona Jennifer Aniston
Un mapa distinto para cada cerebro
Más ideas
Regla del Cerebro #5 Todos los cerebros tienen cableado diferente
Atención
¿Me permiten su atención, por favor?
Cómo presta atención el cerebro
Las emociones captan nuestra atención
Significado antes que detalles
El cerebro no puede hacer varias tareas al mismo tiempo
El cerebro necesita un descanso
Más ideas
Regla del Cerebro #6 No prestamos atención a las cosas aburridas
Memoria
¿Por qué tenemos memoria?
Tipos de memoria
No sólo presionamos el botón de «grabar»
Procesamiento sin esfuerzo o Automático vs. Procesamiento forzado
Romper el código
Un camino para codificar y almacenar
Más ideas
Después de la codificación, la memoria de trabajo entra en acción
Memoria a largo plazo
Recuperar recuerdos: bibliotecas y detectives
La repetición fija los recuerdos
La consolidación de la memoria sucede primero con rapidez y luego lentamente
El olvido
Más ideas
Regla del Cerebro #7 Repite para recordar
5
Integración sensorial
Una manguera de visiones y sonidos
Cómo percibimos las cosas
El soldado raso escribe un reporte
El maridaje de dos sentidos estimula a uno
El entorno multisensorial mejora el aprendizaje
El olfato mejora tu memoria por sí mismo
Más ideas
Regla del Cerebro #8 Estimula más sentidos
Visión
Distinto a una cámara
Estás alucinando en este preciso momento
La visión no sólo supera al gusto y el olfato, también al tacto
Una imagen realmente vale mil palabras
La visión reina desde el Día Uno
Más ideas
Regla del Cerebro #9 La visión supera a los demás sentidos
Música
¿Cómo se define la música?
Beneficios de la educación musical para el cerebro
El vínculo entre el habla y la música
Las clases de música mejoran las habilidades sociales
La música cambia tu estado de ánimo
La promisoria terapia musical
Más ideas
Regla del Cerebro #10 Estudia o escucha música para estimular la cognición
Género
¿Cómo nos convertimos en hombre o mujer?
¿Qué hacen los cromosomas X y Y?
Diferencias en la estructura cerebral
Diferencias en el comportamiento
Comunicación verbal
¿Naturaleza o crianza?
Más ideas
Regla del Cerebro #11 Los cerebros del hombre y la mujer son distintos
Exploración
Los bebés ponen todo a prueba, incluso a ti
6
Los bebés revelan más de los secretos de su cerebro año con año
El deseo de saber nunca se nos acaba
Más ideas
El sentido del asombro
Regla del Cerebro #12 Somos poderosos exploradores por naturaleza
Agradecimientos
Acerca del autor
Créditos
7
Para Joshua y Noah
Mi gratitud, queridos hijos míos, por recordarme constantemente que,
a menos que seas queso, la edad no importa.
8
Reglas del cerebro
Supervivencia
El cerebro humano también evolucionó
Ejercicio
El ejercicio estimula la capacidad del cerebro
Sueño
Duerme bien, piensa bien
Estrés
Los cerebros estresados no aprenden de la misma manera
Cableado
Todos los cerebros tienen cableado diferente
Atención
No prestamos atención a las cosas aburridas
Memoria
Repite para recordar
Integración sensorial
Estimula más sentidos
Visión
La visión supera a los demás sentidos
Música
Estudia o escucha música para estimular la cognición
9
Género
Los cerebros del hombre y la mujer son distintos
Exploración
Somos poderosos exploradores por naturaleza
En www.brainrules.net/references encontrarás referencias extensas y con notas.
10
Introducción
VAMOS, multiplica 8 388 628 × 2 mentalmente. ¿Lo puedes hacer en tan sólo unos
segundos? Bien, déjame decirte que existe un hombre que puede multiplicar esa misma
cifra 24 veces en unos cuantos segundos y sin equivocarse. Hay un chico que te puede
decir con exactitud qué hora del día es, en cualquier momento, incluso cuando duerme.
Hay una chica que puede determinar las dimensiones exactas de un objeto que está a
diez metros de distancia. Hay una niña que, a los seis años, realizó pinturas tan vívidas y
complejas que algunas personas compararon su versión de un caballo galopante, con uno
dibujado por da Vinci. Sin embargo, ninguno de estos niños o jóvenes tiene un cociente
intelectual –CI o IQ– superior a setenta.
El cerebro es asombroso.
Es posible que tu cerebro no sea tan peculiar como el de los chicos que acabo de
describir, pero no es menos extraordinario. Tu cerebro es, sin lugar a dudas, el sistema de
transferencia de información más sofisticado de la Tierra, y es capaz de tomar los
garabatitos negros de este libro y encontrarles significado. Para lograr este milagro,
nuestro cerebro envía descargas eléctricas a través de cientos de kilómetros de cables
compuestos por células cerebrales tan diminutas que cabrían por miles tan sólo en el
punto al final de esta oración. Además, todos estos procesos se efectúan en menos de lo
que te toma parpadear. De hecho, lo acabas de hacer. Otro aspecto igual de asombroso –
considerando la íntima relación que tenemos con él– es que la mayoría de la gente no
sabe cómo funciona el cerebro.
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El cerebro manda: las doce Reglas del Cerebro
Mi objetivo es presentarte doce cosas que sí sabemos acerca del funcionamiento del
cerebro y que yo llamo las Reglas del Cerebro. En cada regla te hablaré del aspecto
científico, te presentaré a los investigadores que trabajan en el concepto, y luego te daré
algunas sugerencias para aplicar esa regla en la vida diaria, en especial en el ámbito
laboral y escolar. El cerebro es muy complejo, así que sólo tomaré algunos fragmentos
de información sobre cada tema; mis comentarios no abarcarán todo lo que se puede
decir al respecto, pero espero que te resulten accesibles y útiles. Aquí tienes una muestra
de las ideas que encontrarás:
• Los humanos no fuimos diseñados para sentarnos ocho horas continuas frente a
un escritorio. Desde el punto de vista evolutivo, nuestro cerebro se desarrolló
mientras caminábamos o corríamos hasta veinte kilómetros diarios, así que el
cerebro todavía ansía esta experiencia. Precisamente por esta razón, en
poblaciones sedentarias como la nuestra, es necesario hacer ejercicio para
estimular al cerebro (Regla del Cerebro #2). La gente que hace ejercicio tiene un
mejor desempeño en lo que se refiere a memoria a largo plazo, razonamiento,
atención y resolución de problemas, que quienes se quedan echados en el sillón
como sacos de papas.
• Si alguna vez has asistido a una presentación típica de PowerPoint, seguramente
habrás notado que la gente no le presta atención a cosas aburridas (Regla del
Cerebro #6). Uno sólo cuenta con algunos segundos para cautivar la atención de
alguien, y sólo diez minutos para conservarla. A los nueve minutos con 59
segundos, tienes que hacer algo para volver a captar la atención y reiniciar el
cronómetro, y tiene que ser algo emotivo y relevante. Además, el cerebro necesita
descansos; por eso verásque a lo largo del libro cuento anécdotas para ilustrar mis
ideas.
• ¿Alguna vez te has sentido cansado como a las tres de la tarde? Es porque tu
cerebro necesita una siesta. Si la tomaras, podrías ser más productivo. En un
estudio, una siesta de 26 minutos bastó para mejorar el desempeño de los pilotos
de la NASA en 34%. Y, naturalmente, el hecho de que descanses lo suficiente por
la noche afecta tu agilidad mental al día siguiente, así que: duerme bien y piensa
bien (Regla del Cerebro #3).
• Conoceremos a un hombre que puede recordar todo lo que lee con tan sólo ver las
palabras una vez. A los demás, por supuesto, siempre nos será más fácil olvidar
que recordar, por lo que debemos repetir las cosas para fijarlas en la mente (Regla
del Cerebro #7). En cuanto entiendas las reglas del cerebro para la memoria,
comprenderás por qué me gustaría acabar con la noción de las tareas escolares en
casa.
12
• Averiguaremos por qué la terrible edad de los dos años en los niños parece un
periodo de rebelión activa, aunque en realidad sólo refleja la imperiosa necesidad
que tienen los pequeñitos de explorar. Quizá los bebés no conocen mucho sobre el
mundo, pero sí saben muy bien cómo averiguar lo que necesitan. Los seres
humanos somos exploradores por naturaleza (Regla del Cerebro #12) y, a pesar de
los ambientes artificiales que nos hemos construido, la costumbre de explorar no
se nos quita nunca.
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El factor del científico gruñón
En general soy un tipo agradable, pero como científico soy muy gruñón. Para que un
estudio aparezca en este libro, primero debe aprobar lo que algunos de mis clientes
llaman FGM, o El Factor del Gruñón Medina. Esto significa que la investigación que
respalda cada una de las ideas que aquí presento primero tuvo que aparecer en alguna
publicación científica arbitrada por pares, y luego tuvo que ser reproducida con éxito. De
hecho, muchos de los estudios han sido reproducidos docenas de veces. Sin embargo,
para que el libro sea más fácil de leer, el grueso de las referencias quedó fuera, aunque se
pueden consultar en www.brainrules.net/references.
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http://www.brainrules.net/references/
No existe receta médica
Hay muchísimo que no sabemos sobre el cerebro. Yo soy biólogo de desarrollo
molecular y me he especializado en desórdenes psiquiátricos. Durante casi toda mi vida
profesional me he desempeñado como asesor privado y he trabajado en incontables
proyectos de investigación en laboratorios. A lo largo de mi carrera he visto, una y otra
vez, la distancia que hay entre un gen (las instrucciones de ADN de una persona) y un
comportamiento (la forma en que la persona finalmente actúa), y sé que es muy difícil
decir con certeza que un comportamiento específico es provocado por un gen específico,
o que modificar un comportamiento X producirá un resultado Y.
En ocasiones he llegado a encontrar artículos y libros en los que, con base en
«avances recientes» en la ciencia cerebral, se hacen afirmaciones escandalosas sobre la
forma en que se le debería enseñar a la gente y la manera de hacer negocios. Me viene a
la mente el Efecto Mozart: esa popular idea de que escuchar música clásica mejora el
desempeño en matemáticas de los estudiantes; o la noción de que la gente analítica usa
más el “cerebro izquierdo”, y la creativa, “el derecho, y que debido a eso, a cada tipo de
persona se le debe tratar de manera distinta. A veces incluso entré en pánico al pensar
que tal vez los autores de esos libros y artículos leyeron materiales que yo sencillamente
había pasado por alto. Hablo varios dialectos del ámbito de la ciencia cerebral, y a pesar
de ello no tenía conocimiento de ninguno de esos sistemas capaces de establecer las
mejores prácticas aplicables en la educación y los negocios. Y, para ser franco, si alguna
vez llegamos a entender a la perfección cómo es que el cerebro humano sabe cómo
levantar un vaso con agua, habremos logrado algo importantísimo.
En realidad, no había razón para entrar en pánico: la investigación cerebral todavía no
puede decirnos sin equivocación cómo ser mejores maestros, padres, líderes de negocios
o estudiantes. Además de los conceptos que encontrarás en todos los capítulos de este
libro, al final de cada uno he incluido sugerencias sobre varias formas en que es posible
aplicar la investigación de una manera más real en nuestra vida cotidiana. Sin embargo,
no son recetas médicas, sino sólo hipótesis. Podría decirse que, si las pones a prueba,
estarás realizando tu propio proyecto de investigación para ver si te funcionan a ti.
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De vuelta a la selva
Todo lo que sabemos sobre el cerebro nos lo han dicho los biólogos que estudian sus
tejidos, los psicólogos experimentales que analizan el comportamiento, los
neurocientíficos del conocimiento que se enfocan en la forma en que los tejidos se
relacionan con el comportamiento, y los biólogos evolutivos. Aunque la valiosa
información que tenemos sobre cómo funciona el cerebro es muy poca, la historia de la
evolución nos dice lo siguiente: al parecer, el cerebro fue diseñado para (1) resolver
problemas (2) relacionados con la supervivencia (3) en un ambiente exterior inestable, y
(4) para hacerlo en movimiento casi constante. Esto es lo que yo llamo curva del
desempeño cerebral.
Cada uno de los temas que se mencionan en este libro –ejercicio, sueño, estrés,
cableado, atención, memoria, integración sensorial, visión, música, género y exploración–
está relacionado con esta curva de desempeño. Primero estábamos en movimiento y
hacíamos mucho ejercicio; luego la inestabilidad ambiental condujo a la forma
extremadamente flexible en que se desarrolló el cableado de nuestro cerebro, lo que nos
permitió resolver problemas por medio de la exploración. Para sobrevivir al aire libre
tuvimos que aprender de nuestros errores, y eso significó prestar atención a ciertas cosas
por encima de otras y fijar recuerdos de una forma específica. Aunque por décadas los
hemos resguardado en salones de clase y cubículos, la verdad es que nuestros cerebros
fueron diseñados para sobrevivir en selvas y praderas, y eso es algo que aún no hemos
superado.
Como no entendemos bien de qué manera funciona nuestro cerebro, solemos
cometer tonterías. Tratamos, por ejemplo, de hablar por teléfono celular y manejar al
mismo tiempo, a pesar de que cuando se trata de poner atención, a nuestro cerebro le es
literalmente imposible realizar más de una tarea simultáneamente. Hemos creado
ambientes de oficina con altos niveles de estrés a pesar de que un cerebro estresado es
mucho menos productivo que uno sosegado. Nuestras escuelas están diseñadas para que
la mayor parte del verdadero aprendizaje se lleve a cabo en casa. Si tomamos todo esto
en cuenta, ¿qué nos muestran los estudios que se presentan en el libro? En resumen, que
si quieres diseñar un ambiente educativo totalmente opuesto a lo que le sirve al cerebro
para funcionar bien, lo más seguro es que termines con algo parecido a un salón de
clases. Si quieres crear un ambiente de trabajo totalmente opuesto a lo que le viene bien
al cerebro para ser productivo, quizá termines con un cubículo; y si quieres cambiar el
estado de las cosas, lo más probable es que tengas que destruir ambos y empezar de
cero.
Pero claro, siempre podemos culpar de todo esto al hecho de que los neurocientíficos
rara vez conversan con maestros, profesionales de negocios, especialistas de la
educación, contadores, jefes corporativos y directores ejecutivos. Digamos que, a menos
que tengas el Journal of Neuroscience en tu mesa de centro, estás fuera de la jugada.
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El objetivo de este libro es que participes en el juego para que tu cerebro realmente
mande.
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Supervivencia: por qué tu cerebro es tan asombroso
Cuando mi hijo Noah tenía cuatro años, un día levantó una vara en nuestro patio de atrás
y me la mostró. «Qué bonita vara recogiste, amiguito», le dije, y él me contestó con
absoluta seriedad: «No es una vara, ¡es una espada! ¡Arriba las manos!». Levanté las
manos y ambos nos reímos, pero cuando entré a lacasa comprendí que, en menos de
dos segundos, mi hijo acababa de mostrarme virtualmente todas las habilidades de
pensamiento que poseen los seres humanos, a las cuales les tomó varios millones de años
estructurarse: una tarea bastante pesada para un niñito de cuatro años. Otros animales
también tienen poderosas capacidades cognitivas, pero la forma en que los humanos
pensamos es cualitativamente distinta. ¿Cómo y por qué evolucionaron de esta manera
nuestros cerebros?
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Estrategia de supervivencia
Todo se reduce al sexo. Nuestros cuerpos se aferraron a cualquier tipo de adaptación
genética que nos ayudara a sobrevivir lo suficiente para transmitir nuestros genes a la
siguiente generación. En la biología no hay regla más importante que la evolución a
través de la selección natural y, como el cerebro es tejido biológico, obedece las reglas de
la selección natural.
Sólo hay dos maneras de vencer la crueldad de un ambiente hostil: uno se puede
volver más fuerte o se puede volver más inteligente. Nosotros hicimos lo segundo.
Parece poco probable que una especie tan débil físicamente como la nuestra pudiera
apoderarse del planeta sin añadirle músculos a nuestros esqueletos, sino neuronas a
nuestro cerebro; y sin embargo lo hicimos. Los científicos, claro, se han esforzado
muchísimo en tratar de averiguar cómo fue. A partir de aquí quiero explorar cuatro
conceptos fundamentales que, además de formar el escenario de las Reglas del Cerebro,
sirven para explicar cómo logramos conquistar el mundo.
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Podemos inventar cosas
Hay un rasgo que en verdad nos separa de los gorilas: la capacidad de aplicar el
razonamiento simbólico. Cuando vemos una forma geométrica de cinco lados, no nos
quedamos pensando sólo en un pentágono; también podemos percibir en ella las oficinas
militares de Estados Unidos o una minivan de Chrysler. Nuestro cerebro puede
considerar un objeto simbólico como real por sí mismo y, al mismo tiempo, verlo como
la representación de algo más. Fue lo que hizo mi hijo cuando blandió su espadita de
madera. La investigadora Judy DeLoache llama a esto Teoría de la Representación Dual.
Dicho en términos formales, la teoría describe nuestra capacidad de atribuir
características y significados a las cosas que en realidad no los poseen. Y en términos
más informales, digamos que podemos inventar cosas que no están ahí. Es decir, somos
humanos porque podemos fantasear.
De hecho somos tan buenos en la representación dual que combinamos símbolos
para derivar más capas de significado, lo que nos otorga la capacidad del lenguaje y su
escritura. Nos permite razonar matemáticamente; nos da la posibilidad de hacer arte: al
combinar círculos y cuadrados hacemos geometría y pinturas cubistas; al combinar
puntos y garabatos hacemos música y poesía. Existe una línea intelectual continua entre
el razonamiento simbólico y nuestra habilidad para crear cultura, y ningún otro animal es
capaz de ello.
El razonamiento simbólico es un rasgo humano muy importante que no sólo le ayudó
a la especie a sobrevivir, sino también a prosperar. Nuestros ancestros evolutivos no
tenían que seguir cayendo en el mismo foso de arena movediza si podían advertirles a
otros sobre él; y fue mejor aun cuando aprendieron a colgar signos de advertencia.
Gracias a las palabras y al lenguaje pudimos extraer una buena cantidad de conocimiento
de nuestras experiencias de vida sin tener que someternos siempre a sus duras lecciones
de manera directa. Por ello resulta lógico que una vez que nuestra especie evolucionó
hasta practicar el razonamiento simbólico, lo conserváramos. ¿Pero cuál fue el elemento
del entorno que les dio una ventaja para la supervivencia a quienes llegaron a razonar
simbólicamente?
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Nos adaptamos a la variación misma
La mayor parte de lo que sabemos acerca del progreso intelectual de nuestra especie se
basa en las evidencias que tenemos de la fabricación de herramientas. Aunque éste no es
necesariamente el indicador más preciso, es el mejor que tenemos. El registro de los
primeros millones de años, sin embargo, no es muy impresionante: básicamente sólo
tomamos rocas y las estrellamos contra cosas. Los científicos, tal vez en un intento por
salvar parte de nuestra dignidad, les llamaron a las piedras «hachas de mano». Un millón
de años más tarde seguíamos sujetando «hachas de mano», pero también empezamos a
golpearlas contra otras rocas para hacerlas más puntiagudas. Ahora teníamos rocas más
afiladas. Tal vez no eran gran cosa, pero sí lo suficiente para empezar a romper una
dependencia exclusiva de nuestro vientre del Este de África, y de hecho de cualquier otro
nicho ecológico. Luego las cosas se pusieron interesantes. Descubrimos el fuego y
empezamos a cocinar los alimentos. Más adelante salimos de África en oleadas
sucesivas, con lo que nuestros ancestros directos del Homo sapiens realizaron su viaje
migratorio hace apenas 100 mil años. Después, hace 40 mil años, sucedió algo
asombroso. De pronto nuestros ancestros empezaron a pintar y esculpir, y produjeron
arte y joyería; fue un cambio abrupto y profundo. Unos 37 mil años después ya
estábamos haciendo pirámides y, 5 mil más tarde, combustible para cohetes.
Muchos científicos creen que el repentino incremento en nuestro desarrollo se explica
gracias a la aparición de la capacidad de representación dual. Y muchos creen que esta
capacidad y los cambios físicos que la precipitaron se explican gracias a un perturbador
giro climático.
La mayor parte de la prehistoria humana sucedió en climas selváticos vaporosos,
húmedos y excesivamente calientes, fáciles de predecir. Sin embargo, el clima cambió: las
muestras de núcleos de hielo tomadas en Groenlandia prueban que pasó de un calor
insoportable a un frío sádico. Apenas hace 100 mil años podrías haber nacido en un
ambiente casi ártico, pero luego, tan sólo unas décadas después, habrías tenido que
quitarte el taparrabo para disfrutar de los rayos dorados del sol de las praderas. Esta
inestabilidad tendría, por fuerza, un impacto demasiado importante en cualquier criatura
que tuviera que soportarla; y la mayoría simplemente no pudo. Las reglas de la
supervivencia estaban cambiando, con lo que una nueva clase de criaturas comenzaría a
llenar el vacío que iban dejando sus coterráneos que morían en cantidades cada vez
mayores.
La variación bastó para expulsarnos a todos de los cómodos árboles, pero no fue
suficientemente violenta para matarnos al aterrizar. El aterrizaje, sin embargo, fue sólo el
principio de una etapa de trabajo duro. Al enfrentarnos a las praderas en lugar de los
árboles, tuvimos que aceptar de golpe la noción de lo «plano», y poco después
descubrimos que nuestros nuevos hogares ya estaban ocupados. Los locales ya habían
acaparado las fuentes de alimento y, además, eran más fuertes y rápidos que nosotros.
Es desconcertante pensar que comenzamos nuestro viaje evolutivo en un plano
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horizontal desconocido y, para colmo, con un letrero que decía «Cómeme, soy la presa»,
pegado en nuestro prehistórico trasero.
Tal vez sospeches que las probabilidades en contra de nuestra supervivencia eran
muy altas: estás en lo cierto. Se cree que la población fundadora de nuestros ancestros
directos era de poco más de 2 mil individuos. Algunos incluso creen que se trataba de un
grupo de tan sólo unos cientos. Pero entonces, ¿cómo pasamos de ser una frágil y
tambaleante minoría a una pasmosa oleada humana de 7 mil millones y en crecimiento?
Según Richard Potts, director del Programa Orígenes Humanos del Museo Nacional
Smithsoniano de Historia Natural, sólo hay una manera: renunciamos a la estabilidad.
Dejó de importarnos la consistencia dentro de un hábitat dado porque ya no era una
opción. Nos adaptamos a la variación misma. Quienes no pudieron resolver nuevos
problemas con rapidez o aprender de sus errores, no sobrevivieron el tiempo suficiente
para alcanzar a pasar sus genes. El efecto neto de esta evolución provocó que, en lugar
de hacernos más fuertes, nos volviéramos más inteligentes. Fue una estrategiaestupenda.
Así fue como conquistamos otros nichos ecológicos en África. Después nos apoderamos
del mundo.
La teoría de Potts predice algunos aspectos bastante sencillos respecto al aprendizaje
humano. Predice interacciones entre dos poderosos rasgos del cerebro: una base de datos
en dónde almacenar un fondo de conocimiento, y la habilidad de improvisar a partir de
dicha base. La primera nos permite saber cuándo cometemos errores, y la otra nos deja
aprender de ellos. En conjunto, estos rasgos nos dan la capacidad de añadir información
nueva en medio de condiciones que cambian rápidamente. Asimismo, ambos son
relevantes para la forma en que diseñamos los salones y los cubículos de trabajo. En el
capítulo de la Memoria hablaremos más sobre esta base de datos.
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Cerebros cada vez más grandes
La capacidad de adaptarse a la variación ofrece un contexto para el razonamiento
simbólico, pero en realidad no explica nuestra habilidad para inventar el cálculo o escribir
novelas románticas. Después de todo, hay muchos animales que crean bases de datos de
conocimiento, y muchos de ellos fabrican herramientas y las usan de manera creativa.
No obstante, no podemos decir nada más que los chimpancés componen sinfonías mal, y
nosotros bien. Los chimpancés no pueden componer sinfonías en absoluto y, nosotros,
en cambio, componemos algunas que hacen que la gente gaste los ahorros de toda su
vida para comprar un abono para los conciertos de la Filarmónica de Nueva York. Debe
de haber algo más en nuestra historia evolutiva que dio pie al pensamiento
característicamente humano.
Una de las mutaciones genéticas aleatorias que nos proporcionaron una ventaja de
adaptación fue la de caminar en dos patas. Como los árboles ya no eran seguros –o muy
pronto ya no lo serían–, debíamos viajar distancias cada más extensas para encontrar
nuestras fuentes de alimento. El hecho de caminar en dos en lugar de cuatro patas liberó
nuestras manos y nos permitió ahorrar calorías, es decir, fue eficiente en el aspecto
energético. Nuestros cuerpos ancestrales no usaron el excedente de energía para engrosar
nuestros músculos, sino nuestra mente.
Esto condujo a la obra maestra de la evolución, esa región que distingue a los
humanos de todas las otras criaturas. Hablo de la zona especializada del lóbulo frontal –
justo detrás de la frente–, llamada corteza prefrontal. ¿Qué hace la corteza prefrontal?
Los primeros indicios los recibimos de un hombre llamado Phineas Gage, quien sufrió el
accidente de trabajo más famoso de la historia de la ciencia del cerebro.
Gage era un popular capataz de una cuadrilla de construcción ferroviaria. Era
divertido, ingenioso, trabajador y responsable: el tipo de individuo al que todo padre
estaría orgulloso de llamar «yerno». El 13 de septiembre de 1848, colocó una carga de
explosivos en el hueco de una piedra por medio de un apisonador de hierro, una vara de
un metro de largo y aproximadamente una pulgada de diámetro. La carga explotó e hizo
que la vara se le enterrara a Gage en la cabeza; entró justo por debajo del ojo y le
destruyó casi toda la corteza prefrontal. El capataz sobrevivió de milagro, pero se volvió
insensible, impulsivo y soez. Abandonó a su familia y comenzó a vagar sin rumbo, yendo
de un empleo a otro. Sus amigos dijeron que el Gage original había desaparecido.
Cuando el cerebro sufre algún daño en una región específica, sabemos que cualquier
anormalidad del comportamiento detectada se vincula de alguna forma con la función de
dicha región. Por esta razón, a lo largo del libro describiré varios casos de este tipo. El de
Gage fue la primera evidencia real de que la corteza prefrontal gobierna varios talentos
cognitivos inherentes al ser humano, a los que llamamos «funciones ejecutivas». Dichas
funciones incluyen la resolución de problemas, la atención continua y la inhibición de
impulsos emocionales. En pocas palabras, esta región controla muchos de los
comportamientos que nos separan de otros animales (y de los adolescentes).
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Tres cerebros en uno
La corteza prefrontal, sin embargo, es tan sólo la adquisición más reciente del cerebro.
Dentro de tu cabeza en realidad hay tres cerebros, y el diseño de parte de su estructura
tardó millones de años en completarse. La estructura neuronal más antigua que posees es
el tronco cerebral, también conocido como cerebro triúnico o reptiliano. Este insultante
nombre refleja el hecho de que tu tallo cerebral funciona de la misma manera que el de
un monstruo de Gila. El tallo controla la mayor parte de las labores de mantenimiento de
tu cuerpo: la respiración, el ritmo cardiaco, dormir y despertar. Animadas como Las
Vegas, estas neuronas siempre están activas y mantienen a tu cerebro trabajando
frenéticamente sin importar si tomas una siesta o estás bien despierto.
En la parte superior del tallo se encuentra el cerebro mamífero o límbico. Esta
estructura aparece en ti de la misma manera que lo hace en muchos mamíferos como los
gatos domésticos; de hecho, de ahí viene su nombre. Tiene más que ver con tu
supervivencia animal que con el potencial humano, y la mayoría de sus funciones
implican cuatro acciones: luchar, alimentarse, huir y reproducirse. (En inglés los
investigadores las llaman «las 4 F»: fighting, feeding, fleeing and fuc… bueno,
dejémoslo en comportamiento reproductivo). Las reglas que propongo involucran varias
de las partes del cerebro mamífero.
La amígdala te permite sentir rabia, miedo y placer; o te trae recuerdos de
experiencias pasadas de estos mismos sentimientos. La amígdala es responsable de la
creación de las emociones y de los recuerdos que éstas generan. En el capítulo de la
Atención exploraremos los poderosos efectos de las emociones y cómo controlarlas.
El hipocampo convierte tus recuerdos a corto plazo en formas de largo plazo. En el
capítulo de la Memoria hablaré sobre este sorprendente proceso y sobre la clave para
recordar.
El tálamo es una de las partes más activas y mejor conectadas del cerebro; digamos
que es una torre de control de los sentidos. Esta estructura está ubicada en el centro de tu
cerebro y procesa y marca el trayecto de las señales enviadas desde casi todos los
rincones de tu universo sensorial. En el capítulo de la Integración sensorial nos
enfocaremos en este complejo y extraño proceso.
Y doblado, en la parte superior de todo esto, se encuentra tu «cerebro humano»: una
capa llamada corteza. Si la desdobláramos sería aproximadamente del tamaño de una
frazada de bebé y tendría un grosor que va del papel secante a un cartón de uso rudo.
Esta capa mantiene una profunda comunicación eléctrica con el interior. Las neuronas
aparecen como chispas, luego desaparecen en un parpadeo y vuelven a encenderse de
nuevo. Los complejos circuitos de la información eléctrica crepitan en patrones
coordinados y repetitivos que se apresuran a enviar su información a través de las
grandes autopistas neuronales que de pronto se ramifican en miles de salidas. En el
capítulo sobre el Cableado veremos que estas ramificaciones son diferentes en todas las
personas. Cada región de la corteza está altamente especializada, con secciones
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exclusivas para el habla, la visión o la memoria.
Pero claro, sería imposible saber todo esto con sólo echarle un vistazo al cerebro. La
corteza se ve homogénea y parece una cáscara de nuez, lo que confundió a los
anatomistas durante cientos de años. Después estalló la Primera Guerra Mundial: el
primer conflicto importante en el que los avances médicos permitieron que grandes
cantidades de combatientes sobrevivieran a lesiones por metralla, algunas de las cuales
sólo penetraron la periferia del cerebro y destruyeron diminutas regiones de la corteza,
pero dejaron todo lo demás intacto. Como muchos soldados resultaron heridos, los
científicos pudieron estudiar en detalle las lesiones y los extrañísimos comportamientos
que provocaron. Eventualmente, los investigadores pudieron completar más adelante un
mapa estructural-funcional del cerebro. Así fue como notaron que, a través del pasode
los eones, el cerebro se había convertido en tres.
Los científicos descubrieron que nuestra cabeza evolucionó a la par del cerebro:
ambos se hicieron cada vez más grandes. Sin embargo, la pelvis –y el canal del
nacimiento– tiene un límite de expansión, lo cual es un fastidio si una mujer da a luz a
niños con cabezas cada vez más grandes. Muchas madres y bebés murieron al llegar al
punto en que la anatomía representó un problema, e incluso en la actualidad los
embarazos humanos continúan siendo sumamente riesgosos sin la intervención de la
medicina moderna. ¿Cuál fue la solución? Dar a luz mientras la cabeza del bebé todavía
es suficientemente pequeña para atravesar el canal de parto. ¿Y el problema? Se produjo
la niñez. Casi todos los mamíferos llegan a la adultez en cuestión de meses, pero en
nuestro caso la prolongada niñez sirve para darle tiempo al cerebro de que termine sus
programas de desarrollo afuera del vientre materno. Este proceso también produjo una
criatura que es vulnerable a los depredadores durante años y que no se puede reproducir
en más de una década, lo cual es una eternidad cuando se vive en exteriores, como lo
hicimos durante miles de años.
Lo que obtuvimos a cambio, sin embargo, valió la pena. Aunque en los primeros
años el niño no pudo hacer gran cosa, fue totalmente capaz de aprender casi todo. Esto
dio paso al concepto del joven estudiante y, por ende, al de los maestros adultos. Por
supuesto no tenía caso tener bebés a los que les tomaba años crecer si los adultos
terminaban siendo devorados antes de llegar al final de su cuidadoso proceso de crianza.
Como éramos seres muy débiles, necesitamos superar a los jugadores de gran tamaño en
su propio terreno para así poder mantener el nuevo entorno del hogar a salvo para tener
sexo y bebés. Así fue como elegimos una peculiar estrategia: tratamos de llevarnos bien
entre nosotros.
25
Cooperamos: tú me rascas la espalda y yo…
¿Alguna vez has tratado de luchar contra un mamut lanudo? Si estás solo, parecerá una
batalla entre Bambi y Godzilla, pero dos o tres seres humanos juntos –con
comportamiento coordinado y con base en el concepto de «trabajo en equipo»– ya
representan un desafío formidable. Podrías encontrar la manera de atraer al mamut hasta
un acantilado para que caiga de él, y una gran cantidad de evidencia indica que eso fue
exactamente lo que hicimos.
Esto cambió las reglas del juego. Aprendimos a cooperar, lo que significa establecer
un objetivo común que incluya nuestros intereses y los de nuestros aliados. Para
entender los intereses de los aliados tenemos que comprender los motivos de los otros, y
esto implica tomar en cuenta sus sistemas de recompensa y castigo. Necesitamos saber
qué «los mueve». Lo anterior nos obliga a hacer predicciones constantes de los estados
mentales de otras personas. Digamos, por ejemplo, que escuchamos una noticia sobre
una pareja: El esposo murió y luego la esposa falleció también. Nuestra mente
comienza a trabajar para inferir el estado mental de la mujer: El esposo murió y luego la
esposa murió de dolor.
Aunque sea breve, creamos una visión del interior psicológico de la esposa. Tenemos
una impresión de su estado mental e incluso algún conocimiento sobre la relación que
tenía con su esposo. Estas inferencias son la característica esencial de algo que activamos
todo el tiempo, llamado Teoría de la Mente. Los humanos tratamos de ver todo nuestro
mundo en términos de motivos, e incluso les atribuimos motivos a nuestras mascotas y a
los objetos inanimados. Esta habilidad nos sirve para elegir pareja, sobrevivir a los
problemas cotidianos de vivir juntos y para el proceso de crianza. Ninguna otra criatura
posee la Teoría de la Mente excepto los humanos, y su práctica es lo más cercano que
hay a leer la mente de alguien más.
Esta capacidad de atisbar al interior de la vida mental de alguien y hacer predicciones
exige una tremenda cantidad de inteligencia y, por supuesto, de actividad cerebral. Saber
en dónde encontrar fruta en la selva es un juego de niños cognitivo si se le compara con
predecir y manipular a otras personas en un entorno grupal. Muchos investigadores creen
que existe un vínculo directo entre la adquisición de esta habilidad y nuestro dominio
intelectual del planeta.
Cuando tratamos de predecir el estado mental de otras personas, físicamente
contamos con muy poco de dónde partir. Es decir, sobre la cabeza de la gente no
aparecen señales luminosas parpadeantes con letras gruesas que nos indiquen cuáles son
sus motivos; por eso nos vemos forzados a detectar algo que no es físicamente obvio,
como el miedo, la vergüenza, la codicia o la lealtad. Este talento es tan automático que
prácticamente no nos damos cuenta cuando lo utilizamos, pero de pronto comenzamos a
aplicarlo en todos los terrenos. ¿Recuerdas la representación dual? ¿La vara y lo que ésta
representa? Nuestra pericia intelectual –del lenguaje a las matemáticas y al arte– tal vez
surgió de la imperiosa necesidad de predecir el estado psicológico interior de nuestros
26
semejantes. Como ya lo mencioné, el cerebro es asombroso.
¿Por qué quise invertir algo de tiempo en darte un paseo a través de las estrategias de
supervivencia del cerebro? Porque no sólo son parte de la historia antigua de nuestra
especie, también nos ofrecen un atisbo real a la forma en que los humanos adquirimos
conocimiento. Improvisamos a partir de una base de datos y pensamos de manera
simbólica sobre nuestro mundo. Estamos predispuestos a la colaboración social, lo cual
exige una lectura constante de los motivos de los demás. Estos conceptos, junto con la
curva del desempeño, determinan cómo funciona nuestro cerebro en el nivel más
fundamental.
Ahora que ya entendiste el punto esencial del tema, entremos de lleno a los detalles.
27
 
28
Regla del Cerebro #1
El cerebro humano también evolucionó
• Al parecer, el cerebro fue diseñado para (1) resolver problemas (2) relacionados
con la supervivencia (3) en un ambiente exterior inestable, y (4) para hacerlo en
movimiento casi constante.
• Comenzamos con un «cerebro reptiliano» que nos mantiene respirando, luego
añadimos un cerebro parecido al de un gato y, después colocamos en la parte
superior una delgada capa conocida como corteza: nuestro poderoso tercer cerebro
«humano».
• Cuando nos vimos forzados a bajar de los árboles y vivir en la sabana debido a los
cambios climáticos que afectaron a nuestro suministro de alimentos, nos
adaptamos a la variación misma.
• Al dejar de caminar en cuatro patas en la sabana para hacerlo con nuestras dos
piernas, tuvimos un excedente de energía suficiente para desarrollar un cerebro
complejo.
• El razonamiento simbólico es un talento exclusivo de los humanos. Es posible que
haya surgido a partir de nuestra necesidad de entender las intenciones y los
motivos de otros. Nos permitió funcionar de manera coordinada dentro de un
grupo, lo que nos sirvió para apoderarnos de la Tierra.
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30
Ejercicio
Regla del Cerebro #2
El ejercicio estimula la capacidad del cerebro
SI LAS CÁMARAS NO HUBIERAN ESTADO filmando y los medios no hubieran
estado transmitiendo reportes en vivo, tal vez nadie creería la siguiente historia:
Un hombre fue esposado, encadenado y lanzado a la Bahía de Long Beach, en
California. Luego fue atado a un cable flotante. En el otro extremo, el cable estaba
conectado a setenta botes que se mecían en la bahía, y en cada bote había una
persona. En contra de fuertes vientos y poderosas corrientes, el hombre nadó y
remolcó los setenta botes (y a sus respectivos pasajeros) detrás de sí, y viajó 2.4
kilómetros desde el Puente Queensway. El hombre, cuyo nombre era Jack LaLanne,
estaba celebrando: acababa de cumplir setenta años.
Jack LaLanne, nacido en 1914, era conocido como el «padrino del movimiento
estadounidense de salud y ejercicio» (o fitness, como se le conoce mejor), y participó en
uno de los programas de ejercicio más duraderos producidos para la televisión comercial.
LaLanne también fue un inventor prolífico ydiseñó las primeras máquinas para hacer
extensiones de piernas, las primeras poleas atadas a cables y los primeros selectores de
peso, todos los cuales se pueden encontrar habitualmente en los gimnasios modernos. A
LaLanne también se le atribuye la invención de un ejercicio que, supuestamente, lleva su
nombre: el Jack Saltarín. LaLanne vivió hasta los 96 años; sin embargo, es posible que
sus grandes hazañas no sean el aspecto más interesante de la vida de este afamado
fisicoculturista.
Al observar con detenimiento a LaLanne en alguna de las últimas entrevistas que dio,
se puede ver que su mayor fuerza no era muscular, sino mental. LaLanne se ve alerta y
su sentido del humor es vertiginoso e improvisa con facilidad. «Le digo a la gente que no
me puedo dar el lujo de morir. ¡Eso arruinaría mi imagen!», bromeó en el programa de
Larry King. En una ocasión despotricó: «¿Sabes cuántas calorías tienen la mantequilla, el
queso y el helado? ¿Despertarías a tu perro en la mañana para alimentarlo con una taza
de café y una dona?» (LaLanne afirmaba que no había comido postre desde 1929).
Tenía la energía de un atleta de veintitantos años y estaba dotado un vigor intelectual
impresionante.
Por ello no resulta extraño preguntarse: «¿Hay alguna relación entre el ejercicio y la
alerta mental?». La respuesta, naturalmente, es «sí».
31
La supervivencia del más apto
Aunque todavía hay una gran controversia acerca de la mayor parte de nuestra historia
evolutiva, hay un hecho que todos los paleontoantropólogos del planeta aceptan como
verdad, y que se puede resumir en dos palabras:
Nos movimos.
Y nos movimos mucho. Hace unos dos millones de años, en cuanto nuestros
ancestros Homo erectus evolucionaron, comenzaron a salir del pueblo. Los Homo
sapiens, nuestros ancestros más directos, también hicieron lo mismo muy pronto. Como
las abundantes selvas tropicales empezaron a encogerse y el suministro local de alimentos
colapsó, nuestros antepasados se vieron forzados a vagar en un paisaje cada vez más
seco para buscar más árboles, subir a ellos a toda velocidad y cenar. En lugar de subir,
bajar y moverse por todos lados en complejos ambientes arbóreos –cosa que exigía
muchísima destreza–, empezaron a caminar de ida y vuelta en las áridas sabanas; y para
hacer eso, se necesitaba de mucha resistencia.
El Homo sapiens surgió en África y luego dio una victoriosa vuelta alrededor del
mundo. Se desconoce la velocidad a la que migró, pero a medida que encontramos nueva
evidencia física de los lugares habitados, y conforme aislamos y describimos mejor el
ADN de la antigüedad, la cifra cambia. Los antropólogos han podido determinar que
nuestros ancestros migraron con rapidez y llegaron lejos. Según el antropólogo Richard
Wrangham, es posible que los hombres caminaran y corrieran entre diez y veinte
kilómetros al día; el promedio para las mujeres es la mitad de esas distancias. Los
científicos estiman que llegamos a avanzar casi veinte kilómetros diarios, lo que significa
que nuestros sofisticados cerebros no se desarrollaron mientras permanecíamos echados
por ahí, sino mientras nos ejercitábamos.
Independientemente de la velocidad exacta, la migración de nuestros ancestros es una
hazaña impresionante; y además no fue sólo un paseo casual por caminos bien
pavimentados. Los primeros viajeros tuvieron que enfrentarse a incendios, inundaciones,
cordilleras infranqueables, selvas que podían podrirle los pies a cualquiera y desiertos
deshidratantes. No contaban con GPS para confirmar sus rutas, y ni hablar de
verdaderas herramientas. Finalmente, sin ayuda de la rueda ni la metalurgia,
construyeron botes para viajar en el mar, y navegaron por el Pacífico con las más
limitadas habilidades de navegación. Nuestros ancestros con frecuencia encontraban
nuevas fuentes de alimento, pero también nuevos depredadores y nuevos peligros físicos.
Era común que a lo largo del camino sufrieran lesiones, contrajeran enfermedades
extrañas y dieran a luz y criaran a sus hijos; y todo, sin la ayuda de libros de texto o de la
medicina moderna. Si tomamos en cuenta nuestra relativa debilidad frente al reino animal
(ni siquiera tenemos suficiente pelo corporal para sobrevivir una noche ligeramente fría),
lo que nos dicen estos datos es que crecimos con una condición física envidiable, o
simplemente no crecíamos. La información también nos indica que el cerebro humano se
32
convirtió en el más poderoso del mundo en condiciones de movimiento constante.
Si nuestras peculiares habilidades cognitivas se forjaron en las calderas de la actividad
física, ¿será posible que ésta continúe influyendo en ellas? ¿Las capacidades cognitivas
de una persona con buena condición física son distintas a las de alguien con una
condición física más bien pobre? ¿Y qué sucedería si alguien con mala condición física se
viera obligado a ponerse en forma? Todas estas preguntas se pueden probar
científicamente, y sus respuestas están relacionadas de forma directa con el hecho de que
Jack LaLanne, a los noventa años de edad, todavía pueda bromear sobre no comer
postre.
33
¿Vas a envejecer como Jim o como Frank?
Los científicos descubrieron los benéficos efectos que tiene el ejercicio en el cerebro
cuando estudiaron a la población en proceso de envejecimiento. Hace varios años,
mientras veía televisión, me topé con un documental sobre los asilos estadounidenses. En
las imágenes se podía ver a gente de ochenta y tantos años sentada en sillas de ruedas a
lo largo de los corredores mal iluminados de los asilos, sin gran cosa que hacer más que
esperar la muerte. Uno de los ancianos se llamaba Jim. Su mirada era vacua y solitaria,
como si no tuviera amigos. Lloraba a la menor provocación pero, fuera de eso, pasaría
los últimos años de su vida mirando sin objetivo a la pared. Cambié de canal y llegué a
un programa en el que aparecía Mike Wallace: todavía se veía bastante joven. El
periodista estaba entrevistando al arquitecto Frank Lloyd Wright, que también pasaba de
los ochenta años. En ese momento no lo sabía, pero estaba a punto de escuchar una
conversación fascinante.
«Cada vez que entro a la Catedral de San Patricio, aquí, en la ciudad de Nueva York,
me envuelve una abrumadora sensación de reverencia», dijo Wallace mientras golpeaba
su cigarro con delicadeza.
El anciano miró al periodista.
«¿Está seguro de que no se trata de un complejo de inferioridad?»
«¿Sólo porque el edificio es grande y yo soy pequeño, quiere decir?»
«Sí.»
«No lo creo.»
«Espero que no.»
«¿Usted no siente nada cuando entra a San Patricio?»
«Arrepentimiento –contestó Wright sin dudarlo un instante–: porque no representa
con fidelidad el espíritu de independencia y la soberanía del individuo como, según yo,
deberían hacerlo nuestros edificios dedicados a la cultura.»
La agilidad de la respuesta de Wright me dejó boquiabierto. Bastaban sólo unos
instantes para detectar la claridad de su mente, su visión inamovible y su disposición a
pensar de manera distinta a los demás. El resto de la entrevista fue igual de cautivante,
como lo fue la vida misma del arquitecto. Su último trabajo, el diseño para el Museo
Guggenheim, lo terminó en 1957, a los noventa años de edad, pero hubo otra cosa que
también me dejó azorado. Mientras reflexionaba sobre sus respuestas, de pronto recordé
a Jim, el anciano del asilo. Tenía la misma edad que Wright. De hecho casi todos los
residentes del asilo estaban más o menos en el mismo rango. Acababa de presenciar dos
tipos distintos de envejecimiento, en dos personas que vivieron más o menos en el
mismo periodo. Uno de ellos estaba casi marchito y se veía vapuleado e incompleto
debido al proceso de envejecimiento, en tanto que el otro tenía una mente que
continuaba tan incandescente como un foco.
¿Cuál era la diferencia entre el proceso de envejecimiento de alguien como Jim y el
34
del famoso arquitecto? Esta pregunta ha intrigado a la comunidad de investigadores
durante mucho tiempo; sin embargo, sus intentos por explicar las diferencias los
condujeron a muchos descubrimientosimportantes que agrupé en forma de respuesta a
seis preguntas.
35
1. ¿Hay algún factor que pueda predecir qué tan bien envejecerás?
Ésta fue una de las preguntas más difíciles de responder cuando comenzó la investigación
sobre el envejecimiento. Los investigadores encontraron muchas variables, que
provenían tanto de la naturaleza como de la crianza y contribuían a la capacidad de cada
persona para envejecer con gracia. Por esta razón, además de sentirse intrigada, la
comunidad científica tuvo mucha cautela cuando un grupo de investigadores descubrió
una fuerte influencia ambiental: encontraron que uno de los mejores pronosticadores del
envejecimiento exitoso era la presencia o ausencia de un estilo de vida sedentario.
Dicho llanamente, si eres de los que se pasan la vida sentados en el sofá, tienes más
probabilidades de envejecer como Jim, si acaso llegas a los ochenta años de edad, claro.
En cambio, si tu estilo de vida es activo, es más probable que envejezcas como Frank
Lloyd Wright, y que incluso llegues a los noventa y tantos. El ejercicio es fundamental
para tener una vida longeva porque mejora la condición cardiovascular que, a su vez,
reduce el riesgo de problemas como los ataques cardiacos y los derrames cerebrales. No
obstante, los investigadores siguieron preguntándose por qué la gente que envejecía bien
también parecía estar más alerta en el aspecto mental. Esto condujo a una segunda
pregunta bastante obvia.
36
2. Mentalmente, ¿estaban más alerta?
Se llevaron a cabo prácticamente todos los exámenes mentales posibles y, sin importar
cuáles fueran los criterios de medición, la respuesta siempre fue «sí»: en general, una
vida de ejercicio tiene como resultado un nivel asombrosamente elevado del desempeño
cognitivo en comparación con una vida sedentaria. En los exámenes que miden la
memoria a largo plazo, el razonamiento, la atención y la capacidad para resolver
problemas, la gente que se ejercita siempre supera a los costales de papas que viven
tirados en el sillón. Sucede lo mismo con las tareas de inteligencia fluida que miden la
habilidad para razonar con rapidez, pensar de manera abstracta e improvisar a partir de
material aprendido previamente para resolver un problema nuevo. En esencia, el ejercicio
mejora toda una serie de habilidades que son sumamente valoradas en los salones de
clase y los centros de trabajo.
¿Y qué hay de la gente que aún no es anciana? Aquí, el número de estudios
realizados es menor, pero, en un caso, los investigadores estudiaron a más de 10 mil
servidores públicos británicos de entre 35 y 55 años, y catalogaron sus niveles de
actividad en bajo, medio y alto. Quienes tenían niveles de actividad bajos tenían más
probabilidades de presentar un desempeño cognitivo pobre y, de hecho, la inteligencia
fluida –el tipo que exige capacidad de improvisación para resolver problemas– resultó
particularmente afectada por el estilo de vida sedentario.
No obstante, el ejercicio no mejora todas las capacidades cognitivas. La memoria a
corto plazo, por ejemplo, así como ciertos tipos de tiempos de reacción, parecen no estar
vinculados con la actividad física. Y aunque casi todo mundo muestra mejoría al
ejercitar, ésta puede variar bastante dependiendo de cada individuo. Observar a un grupo
de gente y notar –como sucedió en los primeros estudios– que quienes hacen ejercicio
son más inteligentes es una cosa. Pero demostrar que el ejercicio es la causa directa de
los beneficios es algo muy distinto. Para responder la siguiente pregunta se necesitaba
llevar a cabo una serie de experimentos más invasivos.
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3. ¿Se puede convertir a Jim en Frank?
Así como los productores de algún programa televisivo de renovación física extrema, los
investigadores formaron un grupo de ancianos sedentarios, midieron su capacidad
mental, los ejercitaron y luego volvieron a examinar su poder cerebral. Los científicos
descubrieron que, de manera consistente, después de tan sólo cuatro meses de ejercicio
aeróbico, casi todos los tipos de habilidad mental empezaron a reactivarse. Otro estudio
se enfocó en niños en edad escolar. Los chicos trotaron treinta minutos, dos o tres veces
a la semana y, doce semanas después, su desempeño cognitivo había mejorado de
manera significativa en relación a los niveles que tenían antes de trotar. Cuando dejaron
de hacer ejercicio, las calificaciones se desplomaron hasta alcanzar los niveles iniciales
del experimento. Los científicos encontraron un vínculo directo. Efectivamente, dentro
de ciertos límites, parece que el ejercicio puede convertir a Jim en Frank o, por lo menos,
transformar a Jim en una versión más despierta de sí mismo.
Conforme los efectos del ejercicio en el conocimiento se hicieron cada vez más
claros, los científicos se hicieron la pregunta más recurrente entre los amigos que se
pasan la vida como sacos de papas en el sillón:
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4. ¿Qué tipo de ejercicio se debe hacer, y cuánto?
Después de años de investigar al sector de la población que envejece, los científicos
llegaron a la conclusión de que no se requiere de mucho ejercicio. El cerebro se verá
beneficiado con tan sólo caminar varias veces a la semana. Incluso los costales de papas
que se mueven nerviosamente mostraron un incremento en los beneficios al cerebro. Al
parecer, el cuerpo anhela volver a sus activas raíces en el Serengueti, y por eso cualquier
inclinación hacia su historia evolutiva –sin importar cuán ligera sea– produce un grito de
guerra cognitivo. En el laboratorio, el estándar por excelencia son treinta minutos
continuos de ejercicio aeróbico, entre dos y tres veces por semana. Si a esto se le añade
un régimen de fortalecimiento, los beneficios cognitivos son aún mayores. Por supuesto,
los resultados individuales pueden variar, y el ejercicio demasiado intenso, hasta llegar al
agotamiento, inclusive puede dañar la cognición. Antes de embarcarse en un programa de
ejercicio es necesario consultar al médico. Millones de años deambulando por todo el
planeta nos indican que el ejercicio es bueno para el cerebro. Pero qué tan bueno es,
tomó a todos por sorpresa a medida que ahondamos en la siguiente pregunta.
39
5. ¿Se puede utilizar el ejercicio para tratar la demencia o la depresión?
Debido al intenso efecto que tiene el ejercicio en el desempeño cognitivo típico, los
investigadores quisieron saber si también afectaría el desempeño atípico. Por ejemplo,
¿qué sucedería con las enfermedades relacionadas con el envejecimiento como la
demencia y su prima profundamente investigada, la enfermedad de Alzheimer? ¿Y los
desórdenes afectivos (del estado de ánimo) como la depresión? Los investigadores
hicieron observaciones respecto a la prevención y la intervención. Se llevaron a cabo
experimentos que se reprodujeron en todo el mundo y en los que se estudió, a veces por
décadas enteras, a miles de sujetos. Los resultados fueron muy claros: el riesgo de sufrir
demencia en el lapso típico de vida, prácticamente se reduce a la mitad si uno practica
una actividad física. El ejercicio aeróbico parece ser la clave, y su efecto es incluso
mayor en el caso del Alzheimer. Este tipo de ejercicio reduce las probabilidades de sufrir
la enfermedad en más de 60 por ciento.
¿Cuánto ejercicio? En este caso tampoco se necesita demasiado. Los investigadores
descubrieron que para obtener beneficios, sólo es necesario realizar algún tipo de
ejercicio dos veces a la semana. Si este tiempo se incrementa y se transforma en una
caminata diaria de veinte minutos, el riesgo de sufrir un derrame cerebral –que es una de
las causas principales de la discapacidad mental de los ancianos– se reduce en 57 por
ciento.
El doctor Steven Blair ha sido uno de los principales responsables de fomentar este
tipo de investigación, pero cuando comenzó su carrera en realidad no deseaba ser
científico, sino entrenador de atletismo. Seguramente quien lo inspiró fue Gene Bissell,
su entrenador de futbol de la preparatoria. En una ocasión, Bissell hizo que se anulara un
partido que ya había ganado su equipo. Despuésdel encuentro se dio cuenta de que uno
de los réferis había pasado por alto una decisión arbitral, e insistió en que se penalizara a
sus estudiantes; el joven Steven no olvidó el incidente jamás. Bissell alentó a Blair a que
continuara con su trabajo de investigación, y el joven terminó escribiendo un artículo
fundamental sobre el ejercicio y la mortalidad. El estudio sigue siendo un ejemplo
emblemático de cómo llevar a cabo una investigación rigurosa y con integridad en este
campo. El análisis de Bissell inspiró a otros investigadores. ¿Qué tal si, en lugar de utilizar
el ejercicio nada más para prevenir, se le aprovechara como medio de intervención para
el tratamiento de desórdenes mentales como la depresión y la ansiedad? Naturalmente,
esta línea de cuestionamiento resultó muy interesante.
En la actualidad hay una cantidad importante de investigación que sugiere que la
actividad física puede afectar de manera poderosa el curso de ambas enfermedades.
Creemos que se debe a que el ejercicio regula la liberación de la mayor parte de los
bioquímicos relacionados con la conservación de la salud mental. En un experimento
sobre la depresión, se sustituyeron los medicamentos antidepresivos con ejercicio
riguroso, e incluso cuando se comparó con los sujetos de control bajo medicación, los
resultados fueron asombrosamente exitosos. El ejercicio tiene beneficios inmediatos y a
40
largo plazo tanto en la depresión como en la ansiedad, y es igual de positivo para las
mujeres que para los hombres. Mientras más se ejercita una persona, mayores son los
efectos. A pesar de que no sustituye al tratamiento psiquiátrico –que por lo general
implica terapia psicológica y medicación–, su efecto en el estado de ánimo es tan notorio
que muchos psiquiatras también recetan actividad física. El ejercicio es particularmente
útil en casos severos y en los tratamientos para gente de mayor edad.
Al preguntarse qué otros beneficios tendría el ejercicio, los investigadores miraron
más allá de nuestros ancianos para enfocarse en los más pequeños.
41
6. ¿El ejercicio les ayuda a los niños a tener un mejor desempeño escolar?
El número de estudios realizado en niños es absolutamente ínfimo; sin embargo, los
resultados apuntan a conclusiones que nos son familiares. Los niños que tienen buena
condición física identifican los estímulos visuales con mucha más rapidez que los
sedentarios; al parecer, también se concentran mejor. Los estudios de activación cerebral
demuestran que los niños y adolescentes que están en forma son capaces de asignarle
más fuentes cognitivas a una tarea, y a hacerlo durante periodos más prolongados. «Los
niños prestan más atención a sus materias después de realizar actividad física –dijo la
doctora Antronette Yancey en una entrevista para NPR–. Los niños son menos
propensos a tener un comportamiento disruptivo en el salón de clases cuando son
activos, se sienten mejor respecto a sí mismos y tienen una autoestima más sólida.
Además sufren de menos depresión y ansiedad, problemas que pueden afectar el
desempeño académico y la atención.»
Por supuesto, al desempeño académico lo conforman muchos ingredientes, y es
difícil averiguar cuáles son esos componentes, o cuáles son los más importantes para
mejorar el desempeño. No obstante, estos hallazgos preliminares sugieren que un
ingrediente clave es el ejercicio.
42
Un ejercicio para construir caminos
Para ilustrar los importantes beneficios que tiene el ejercicio en el cerebro a nivel
molecular, pensemos en los comedores de competencia, o dicho de una manera menos
compasiva, los cerdos profesionales. Los dirigentes de la Federación Internacional de
Comedores Profesionales despliegan con orgullo su lema: In Voro Veritas, que
literalmente significa «en el Atiborramiento, la Verdad». Al igual que los miembros de
una organización deportiva, los de la Federación de Comedores Profesionales tienen sus
propios héroes. El monarca reinante de la gula es Takeru «el Tsunami» Kobayashi, quien
ha recibido muchos premios por comer, entre los que se encuentran el de la competencia
de dumplings1 de vegetales (en el que comió 83 dumplings en ocho minutos), el concurso
de bollos de puerco rostizado (100 en doce minutos) y la competencia de hamburguesas
(en la que devoró 97 en ocho minutos). Kobayashi también es el campeón mundial
cuando se trata de comer hotdogs. Una de las pocas veces en que ha perdido fue frente a
un oso Kodiak de casi quinientos kilogramos. En 2003, en el programa especial Hombre
vs. Bestia, televisado por Fox, el poderoso Kobayashi consumió sólo 31 salchichas sin
pan, mientras que el oso devoró 50 en dos minutos y medio. El Tsunami no aceptaría la
derrota, así que en 2012 comió 60 salchichas en ese mismo tiempo. Pero lo que me
interesa no es la velocidad.
El apetito de energía que tiene el cerebro, al igual que el del Tsunami, es enorme. A
pesar de que el cerebro sólo representa 2 por ciento del peso del cuerpo, devora hasta 20
por ciento de la energía corporal. Mientras trabaja a su máxima capacidad, el cerebro
utiliza más energía por unidad de tejido que un cuádriceps ejercitándose al 100 por
ciento. De hecho, el cerebro humano no puede activar simultáneamente más de 2 por
ciento de sus neuronas en ningún momento. Si rebasa este límite, el suministro de
energía se agota con tal rapidez que terminarías desmayándote.
El suministro de energía lo provee la glucosa, un tipo de azúcar que es una de las
fuentes de energía predilectas del cuerpo. Después de que todos esos hotdogs se deslizan
por la garganta del Tsunami, el ácido de su estómago y sus serpenteantes intestinos
desmenuzan la comida (que en su caso no reciben mucha ayuda de los dientes) y la
reconfiguran para transformarla en glucosa. Luego el torrente sanguíneo absorbe la
glucosa y otros productos metabólicos a través del intestino delgado. Los nutrientes
viajan a todas las partes del cuerpo y se depositan en las células que conforman los
distintos tejidos. Las células atrapan todo lo dulce como si fueran tiburones en medio de
un festín frenético, y los químicos celulares desgarran con avidez la estructura molecular
de la glucosa para extraer su azucarada energía.
Dicha extracción de energía es tan violenta que los átomos literalmente se
desperdigan en el proceso. Como en cualquier proceso de manufactura, una actividad así
de furiosa genera una cantidad importante de desperdicio tóxico. En el caso de la comida,
el desperdicio consiste en un desagradable montón de electrones excedentes que son
43
arrancados de los átomos de las moléculas de glucosa. Si a estos electrones se les deja
actuar sin intervención, chocan con otras moléculas en el interior de la célula y las
transforman en algunas de las sustancias más tóxicas conocidas entre los humanos. Se
llaman radicales libres, y si no son acorralados con rapidez, causan un desastre en el
interior de la célula y, por medio de un proceso acumulativo, también en el resto del
cuerpo. El mayor problema es que estos electrones son perfectamente capaces de
provocar mutaciones en tu ADN.
La única razón por la que la sobredosis de electrones no te mata es que la atmósfera
está repleta de oxígeno respirable. La función principal del oxígeno es actuar como una
eficaz esponja que absorbe los electrones. La sangre transporta estas esponjas de oxígeno
al mismo tiempo que lleva la glucosa a tus tejidos. El oxígeno absorbe cualquier exceso
de electrones y, después de un poco de alquimia molecular, éstos se transforman en
dióxido de carbono que, a pesar de ser igual de peligroso, es totalmente transportable.
Luego la sangre regresa a tus pulmones, donde el dióxido de carbono la abandona para
que tú lo exhales. Por ello, ya seas un comedor profesional o uno normal, el aire rico en
oxígeno que inhalas es lo que impide que te mate la comida que ingieres. ¿Qué tan
importante es el oxígeno? Los tres requisitos de la vida humana son alimento, bebida y
aire fresco; sin embargo, sus efectos en la supervivencia tienen distintas cronologías.
Puedes vivir aproximadamentetreinta días sin alimento, y pasar alrededor de una semana
sin beber agua; pero tu cerebro es tan activo, que no puede permanecer más de cinco
minutos sin oxígeno porque corre el riesgo de sufrir daños severos y permanentes. Si la
sangre no puede llevar suficientes esponjas de oxígeno, los electrones tóxicos se
acumulan en demasía.
Llevar energía a los tejidos y sacar los electrones tóxicos del cuerpo son, en esencia,
una cuestión de acceso. Por esta razón, la sangre –que actúa como un equipo de meseros
y de eliminación de material peligroso– tiene que llegar a todas las partes de tu cuerpo. Si
un tejido no recibe la cantidad necesaria de sangre, muere de hambre, y eso incluye a tu
cerebro. Entre más acceso tenga a la sangre, mejor; incluso en el caso de un cerebro
saludable se puede mejorar el sistema de irrigación sanguínea, y es ahí donde el ejercicio
entra en acción.
Todo esto me recuerda una reflexión insignificante y en apariencia mundana que
cambió la historia del mundo. John Loudon McAdam, un ingeniero escocés que vivió en
la Inglaterra de principios del siglo XIX, notó la dificultad que tenía la gente para tratar de
transportar bienes y suministros por los caminos llenos de agujeros –a menudo lodosos y
a veces intransitables– de su nación. Al ver eso se le ocurrió la espléndida idea de elevar
el nivel de los senderos con capas de roca y grava. Este sistema mejoró de inmediato los
caminos porque los hizo menos lodosos y más estables. Conforme un condado tras otro
adoptó el proceso que ahora se conoce como macadamización, la gente tuvo un acceso
más confiable a los bienes y servicios de las demás personas. Luego surgieron
ramificaciones de los caminos principales y, en muy poco tiempo, provincias enteras
44
tuvieron acceso a puntos alejados gracias al uso de arterias estables para el transporte. El
comercio se incrementó y la gente enriqueció; con tan sólo modificar la manera en que se
transportaban los bienes, McAdam cambió nuestra forma de vida.
¿Qué tiene que ver todo esto con el ejercicio? La idea fundamental de McAdam no
era mejorar los bienes y servicios, sino el acceso a esto. Tú puedes hacer lo mismo por
tu cerebro si incrementas los caminos de tu cuerpo –es decir, los vasos sanguíneos– por
medio del ejercicio. El ejercicio no provee el oxígeno ni el alimento, pero le da a tu
cuerpo un acceso mucho mejor a ellos.
Es muy sencillo entender el proceso. Cada vez que ejercitas, incrementas el flujo
sanguíneo a través de los tejidos de tu cuerpo. El flujo mejora porque el ejercicio
estimula los vasos sanguíneos para crear una poderosa molécula reguladora llamada
óxido nítrico. A medida que el flujo mejora, el cuerpo crea más vasos sanguíneos que, a
su vez, penetran en los tejidos a mayor profundidad cada vez. Esto permite más acceso a
los bienes y servicios del torrente sanguíneo, los cuales incluyen distribución de alimento
y eliminación de desperdicios. Entre más te ejercites, más tejidos podrás alimentar y más
desechos tóxicos eliminarás. Como esto sucede en todo el cuerpo, el ejercicio mejora el
desempeño de la mayoría de las funciones humanas. Con el ejercicio estabilizas
estructuras de transporte ya existentes y nuevas, de la misma manera que sucedió con los
caminos de McAdam. Y de pronto, te vuelves más saludable.
Este mismo proceso se lleva a cabo en el cerebro. Estudios realizados con escáner
han demostrado que el ejercicio incrementa el volumen de sangre en una región del
cerebro llamada giro dentado, lo cual es muy importante porque esta estructura es parte
fundamental del hipocampo: una zona profundamente involucrada en la formación de
recuerdos. Este incremento en el flujo –que posiblemente es resultado de los nuevos
capilares sanguíneos– permite que un mayor número de células cerebrales tenga acceso a
los equipos de entrega de alimento y eliminación de materiales tóxicos de la sangre.
Otro efecto específico del ejercicio en el cerebro se hace cada vez más evidente.
Algunos de los primeros estudios que se realizaron indican que la actividad física también
ayuda en el desarrollo de tejido sano al estimular el factor neurotrófico derivado del
cerebro –BDNF por sus siglas en inglés–, uno de los factores de crecimiento más
poderosos. «Yo lo llamo el fertilizador cerebral Miracle-Gro –explica el psiquiatra John
Ratey de Harvard– porque mantiene a las neuronas [existentes] jóvenes y saludables, y
les ayuda a conectarse mejor entre sí. También alienta la neurogénesis, es decir, la
creación de células nuevas.» Las células más sensibles a este proceso se encuentran en el
hipocampo, en el interior de las regiones más involucradas en la cognición humana. La
práctica de ejercicio aumenta el nivel de BDNF usable dentro de esas células. La
mayoría de los investigadores creen que este repunte también amortigua los efectos
moleculares negativos del estrés, lo que a su vez puede mejorar la formación de
recuerdos. Hablaremos más sobre esta interacción en el capítulo del Estrés.
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Redefinamos lo normal
Toda la evidencia señala en una dirección: la actividad física es como el caramelo
cognitivo. Aunque la civilización nos ha obsequiado avances tan importantes como la
medicina moderna y los abatelenguas, también ha tenido un desagradable efecto negativo:
nos da la oportunidad de permanecer más tiempo sentados sobre nuestros traseros. Ya
sea debido al trabajo o al aprendizaje, poco a poco hemos dejado de ejercitarnos de la
manera en que nuestros ancestros lo hacían. Recuerda que nuestros antepasados
evolutivos estaban acostumbrados a caminar hasta veinte kilómetros diarios. Esto
significa que durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva, a nuestros cerebros los
respaldaron cuerpos de nivel olímpico. Antes no nos sentábamos ocho horas continuas
en un salón de clases ni en un cubículo de oficina. Si nos sentábamos en el Serengueti
por ocho horas –bueno, vaya, por ocho minutos–, terminábamos como el almuerzo de
algún depredador. El problema es que no hemos tenido millones de años para adaptarnos
al estilo de vida sedentario que tanto ha dañado nuestra salud mental y física. Sin duda
estamos viviendo una epidemia de gordura, pero en este momento no hablaré de eso
aquí. Los beneficios del ejercicio parecen incontables porque su impacto se expande a
todo el cuerpo y tiene repercusiones en casi todos los sistemas fisiológicos. El ejercicio
hace que tus músculos y tus huesos sean más fuertes, lo que mejora tu fortaleza y
equilibrio. Ayuda a regular tu apetito y reduce el riesgo de que presentes más de doce
tipos de cáncer; mejora el sistema inmunológico, modifica el perfil de lípidos de tu sangre
y te fortalece para lidiar con los efectos tóxicos del estrés (ver el capítulo del Estrés). Al
enriquecer tu sistema cardiovascular, el ejercicio disminuye el riesgo de enfermedades
cardiacas, derrames cerebrales y diabetes. Y cuando sumamos los beneficios intelectuales
que, al parecer, tiene la actividad física, obtenemos lo más cercano que hay en la
medicina moderna a una bala mágica para el mejoramiento de la salud humana. Por todo
lo anterior, estoy convencido de que la integración del ejercicio a esas ocho horas de
trabajo o estudio es lo que nos volverá normales.
Y sólo tenemos que movernos.
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Más ideas
Se me ocurren algunas ideas sencillas para controlar los efectos del ejercicio en los
ámbitos prácticos de la educación y los negocios.
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Descanso dos veces al día
Debido a que cada vez dependemos más de las calificaciones para sobrevivir en el
ámbito escolar, muchos distritos de todo el país han eliminado el tiempo de descanso y la
práctica de educación física. Si tomamos en cuenta los poderosos efectos cognitivos de la
actividad, lo anterior resulta ilógico. La doctora Antronette Yancey describió una prueba
llevada a cabo en el mundo real: «Se destinó algo de tiempo de las materias académicas
para destinarlo a la educación física… y se descubrió que [la adición de ejercicio] no
afectó el desempeño académico de los chicos en sus exámenes, en ninguna de las
escuelas pertenecientesal Consejo. [Cuando] los niños recibieron clases de educación
física de maestros capacitados, tuvieron mejores resultados en los exámenes básicos, así
como en los de idioma y lectura».
Reducir el ejercicio físico –la actividad que tiene mayor probabilidad de promover el
desempeño cognitivo– para mejorar las calificaciones de los exámenes es como matarse
de hambre para tratar de ganar peso. Sería más inteligente añadir más ejercicio a las
actividades escolares diarias. Incluso podrían volver a introducir el concepto de los
uniformes escolares. ¿Y en qué consistiría la nueva vestimenta? Tan sólo en ropa
deportiva para todo el día. Si la escuela de tus hijos no pertenece al Consejo Escolar,
piensa de qué manera podrías ayudarles a que tuvieran entre 20 y 30 minutos de
ejercicio aeróbico todas las mañanas, y otros 20 o 30 de ejercicios de fortalecimiento por
las tardes. La mayoría de los estudios demuestran que con tan sólo ejercitar dos o tres
veces a la semana, ya se obtienen beneficios.
También podrías aplicar esta misma idea en el trabajo por medio de recesos
matutinos y vespertinos para hacer ejercicio. Lleva a cabo reuniones mientras caminas,
ya sea en la oficina o en el exterior. Es muy probable que notes un incremento en la
capacidad para resolver problemas y la creatividad.
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Caminadoras y bicicletas en los salones de clases y los cubículos
¿Recuerdas el experimento que demostraba que cuando los niños hacían ejercicio
aeróbico sus cerebros trabajaban mejor, y cuando el ejercicio se suspendía, la ganancia
cognitiva se desplomaba? Estos resultados sugerían que el nivel de condición física de
una persona no era tan importante como el incremento constante de oxígeno en el
cerebro. De otra manera, la agilidad mental mejorada no habría caído con tanta rapidez.
Al ver esto, los investigadores hicieron otro experimento: les administraron oxígeno
suplementario a adultos jóvenes sanos, con lo que detectaron una mejoría cognitiva
similar a la que provocaba el ejercicio. Esto nos da una idea interesante que se puede
llevar a cabo en el salón de clase (pero no te preocupes, no se trata de drogar a niños con
oxígeno).
¿Qué pasaría si durante la clase, en lugar de sentarse en sus pupitres, los niños
caminaran en caminadoras o pedalearan en bicicletas fijas? Podrían estudiar inglés
mientras pedalean cómodamente en una bicicleta con escritorio. Los trabajadores podrían
hacer lo mismo: redactar correos electrónicos mientras se deslizan en una caminadora a
dos o tres kilómetros por hora. Esta idea acarrearía la ventaja de incrementar la provisión
de oxígeno y, al mismo tiempo, nos serviría para aprovechar todas las otras ventajas del
ejercicio practicado con regularidad.
La idea de integrar el ejercicio en la jornada laboral o escolar puede sonar extraña,
pero no es difícil de aplicar. Yo coloqué una caminadora en mi oficina y ahora me doy
descansos regulares en los que, en lugar de beber café, hago ejercicio. Construí una
pequeña estructura sobre la que puedo colocar mi laptop, así que también puedo escribir
mientras camino. Al principio fue difícil adaptarse a una actividad híbrida como ésta; me
tomó unos larguísimos quince minutos ser completamente funcional para escribir en mi
laptop mientras caminaba a casi tres kilómetros por hora.
Los empleados de oficina a veces pueden elegir sus propios escritorios, con lo que
podrían integrar el ejercicio de manera individual. No obstante, las empresas también
tienen razones muy atractivas para incorporar ideas tan radicales como ésta en sus
políticas. Los líderes ya saben que si los empleados ejercitaran con regularidad, los
costos de cuidado de la salud se reducirían. No hay duda alguna de que disminuir en 50
por ciento el riesgo de un peligroso derrame o de desarrollar Alzheimer sería una acción
increíblemente humanitaria, pero el ejercicio también podría estimular la fuerza cerebral
colectiva de una organización. Los empleados con buena condición física son más
capaces de movilizar los cocientes intelectuales con que nacieron en comparación con los
empleados sedentarios. Para las empresas cuya competitividad radica en los caballos de
fuerza creativos e intelectuales, este tipo de movilidad podría traducirse en una ventaja
estratégica. En el laboratorio, el ejercicio regular mejora la capacidad para resolver
problemas, aumenta la inteligencia fluida e incluso ayuda a la memoria, y en algunos
casos, lo hace de manera dramática. Me parece que valdría la pena averiguar si en el
entorno empresarial sucede lo mismo.
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Regla del Cerebro #2
El ejercicio estimula la capacidad del cerebro
• Nuestros cerebros fueron diseñados para caminar, ¡veinte kilómetros diarios!
• Para mejorar tus habilidades de pensamiento, muévete.
• El ejercicio lleva sangre a tu cerebro y eso hace que reciba glucosa para la energía
y el oxígeno para absorber los electrones tóxicos que quedan por ahí. También
estimula la proteína que mantiene a las neuronas conectadas.
• El ejercicio aeróbico tan sólo dos veces por semana disminuye en 50 por ciento el
riesgo de desarrollar demencia general, y 60 por ciento el de desarrollar Alzheimer.
Ilustraciones, audio, video y más en www.brainrules.net
 
Notas
1 Término genérico para trozos de masa rellenos de carne, verduras o dulce, cocidos al vapor, en agua, fritos
u horneados. Forman parte de la cocina local de múltiples países; en América Latina, un ejemplo son las
empanadas. (N. de la T.)
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http://www.brainrules.net/
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Sueño
Regla del cerebro #3
Duerme bien, piensa bien
NO ES LA MANERA MÁS cómoda de recolectar fondos para una importante
organización de beneficencia estadounidense. En 1959, el disk jockey neoyorquino Peter
Tripp decidió que permanecería despierto 200 horas continuas. Se metió a una cabina de
vidrio en el lugar más visible de Nueva York, Times Square, y luego montó el equipo
para transmitir su programa. Incluso les permitió a varios científicos (y, afortunadamente,
a algunos médicos) que observaran y evaluaran su comportamiento mientras se sumía en
la vigilia. Uno de los científicos presentes era el famoso investigador del sueño William
Dement. Todo parecía bien para Tripp en las primeras 72 horas. Hizo su tradicional
programa de tres horas con humor y aplomo profesional, pero luego las cosas cambiaron.
El DJ se tornó grosero y ofensivo con la gente que lo rodeaba… y empezó a tener
alucinaciones. A la mitad del reto, los investigadores que evaluaban sus habilidades
cognitivas descubrieron que Tripp ya no podía realizar ciertas pruebas mentales. Cuando
se cumplieron 120 horas –a cinco días de iniciado el reto–, Tripp mostró señales de
disfunción mental que sólo recrudecerían con el paso del tiempo. Dement describió su
comportamiento hacia el final de la aventura: «El disk jockey desarrolló una psicosis
paranoica aguda durante la noche, acompañada en ocasiones de alucinaciones auditivas.
Creía que tenía adversarios desconocidos que trataban de colocar drogas en su comida y
sus bebidas para hacerlo dormir». En cuanto se cumplieron 200 horas –más de ocho
días–, Tripp estaba deshecho. Lo más probable es que haya ido directo a la cama y haya
pasado un buen tiempo ahí.
Algunos desafortunados no tienen el lujo de experimentar con la privación del sueño.
Repentinamente se han vuelto incapaces de volver a dormir. En realidad sólo hay unas
veinte familias en todo el mundo que sufren de Insomnio Familiar Fatal, uno de los
desórdenes genéticos humanos más raros que existen. Y qué bueno que sea tan rara esta
enfermedad, porque su camino atraviesa un infierno de salud mental. Entre la media
adultez y la madurez, la persona empieza a sufrir de fiebres, temblores y sudores
profusos. Cuando el insomnio se vuelve permanente, a los síntomas se añade una
creciente cantidad de tirones y tics musculares incontrolables. En poco tiempo la persona
empieza a sufrir agobiantes sentimientos de depresión y ansiedad; luego se vuelve
psicótica. Al final, en una suerte de acto de compasión de la naturaleza, el paciente cae
en coma

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