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BOCCIONI - Manifiesto técnico de la escultura futurista

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Manifiesto técnico de la escultura futurista 
 
En los monumentos y exposiciones de todas las ciudades de Europa, la escultura 
ofrece un espectáculo tan lamentable de barbarie, de torpeza y de monótona 
imitación que mi ojo futurista la evita con profundo disgusto. 
En la escultura de cada país reina la imitación ciega y chapucera de las 
fórmulas acreditadas del pasado, una imitación que es alentada por la doble vileza 
de la tradición y la facilidad. En los países latinos, tenemos el peso oprobioso 
de Grecia y de Miguel Ángel, que es soportado con cierta seriedad de ingenio en 
Francia y Bélgica, y con grotesca imbecilidad en Italia. En los países germanos, 
incluso hay una especie de “goticismo” grecizante e industrializado, como en 
Berlín, o flácido y con aires afeminados de profesorado alemán, como en Múnich, 
Baviera. En los países eslavos, en cambio, una mezcla confusa de griego arcaico 
y monstruos nórdicos u orientales. Amasijo informe de influencias que van del 
exceso de particularidades abstrusas de Asia a la ingeniosidad grotesca e infantil 
de los lapones y los esquimales. 
En todas esas manifestaciones de la escultura, incluso en aquellas que 
demuestran un mayor aire de audacia, se perpetúa el mismo equívoco: el artista 
copia el desnudo y estudia la estatua clásica convencido ingenuamente de que 
sabrá encontrar un estilo que se corresponda con la sensibilidad moderna sin 
salir de la concepción tradicional de la forma escultórica. Esa concepción, con su 
famoso “ideal de belleza” del que todos hablan con genuflexión, jamás se aparta 
del período de Fidias y su decadencia. 
Y resulta casi inexplicable cómo es que los miles de escultores que generación 
tras generación siguen realizando fantoches no se han preguntado todavía 
por qué los salones de escultura son visitados con tedio y horror, por no decir que 
permanecen directamente desiertos, y por qué los monumentos se inauguran en 
las plazas de todo el mundo en medio de la incomprensión o la hilaridad general. 
Esto no ocurre con la pintura gracias a su constante renovación, que si bien es 
lenta, representa la más clara condena de la obra plagiaria y estéril de todos los 
escultores de nuestra época. 
Es necesario que los escultores se convenzan de esta verdad absoluta: 
¡seguir realizando y pretender crear con elementos egipcios, griegos o miguelangelistas 
es como querer sacar agua de un pozo seco y con un balde sin fondo! 
No es posible renovación alguna del arte si no se renueva su esencia, vale decir, la 
visión y la concepción de la línea y de la masa que forman el arabesco. No basta 
con reproducir los aspectos exteriores de la vida contemporánea para que el arte 
se convierta en expresión de nuestra propia época: ¡es por eso que la escultura, 
tal y como ha sido encarada hasta hoy por los artistas del siglo pasado y presente 
es un monstruoso anacronismo! 
La escultura no ha progresado a causa de la estrechez de campo que le 
ha asignado el concepto académico del desnudo. ¡Un arte que necesita desnudar 
completamente a un hombre o a una mujer para desatar su función emotiva es 
un arte muerto! Sangre nueva corre por las venas de la pintura, que ha ganado 
profundidad y amplitud mediante la incorporación del paisaje y el entorno, que 
actúan simultáneamente sobre los objetos o la figura humana, hasta alcanzar 
nuestra compenetración de planos futurista (“La pintura futurista. Manifiesto 
técnico”, 11 de abril de 1910). Así la escultura encontrará nuevas fuentes de 
emociones, y por lo tanto de estilos, extendiendo su plástica a todo aquello que 
nuestra rudeza bárbara nos ha hecho considerar hasta hoy como fragmentario, 
impalpable y, por lo tanto, inexpresable desde la plástica. 
Nuestro punto de partida debe ser el núcleo central del objeto que se quiere 
crear, para descubrir leyes nuevas, vale decir, las formas nuevas que lo ligan invisible, 
pero matemáticamente, al infinito plástico aparente y al infinito plástico interior. 
La nueva plástica será entonces la traducción en yeso, en bronce, en vidrio, en 
madera y en cualquier otra materia de los planos atmosféricos que ligan e interceptan 
las cosas. Esta visión, que he llamado trascendentalismo físico (“Conferencia 
sobre la pintura futurista en el Círculo Artístico de Roma”, mayo de 1911), podrá dar 
forma plástica a las simpatías y afinidades misteriosas que generan las influencias 
formales recíprocas entre los diferentes planos de los objetos. 
La escultura debe, por lo tanto, hacer vivir los objetos volviendo sensible, 
sistemática y plástica su prolongación en el espacio, pues ya nadie puede dudar 
de que un objeto termina donde comienza otro, y que todo lo que rodea a nuestro 
cuerpo: botella, automóvil, casa, árbol, calle, lo recorta y lo secciona con un 
arabesco de curvas y de redes. 
Dos han sido los intentos de renovación moderna de la escultura: uno decorativo, 
a través del estilo, y el otro estrictamente plástico, por la materia. El primero, anónimo y 
desordenado, carecía de talento técnico coordinador y, por estar demasiado 
ligado a la necesidad económica edilicia, no produjo otra cosa que piezas de 
escultura tradicional más o menos sintetizadas decorativamente y encuadradas 
en motivos o formas arquitectónicos o decorativos. Todas las casas y edificios 
construidos con un criterio de modernidad cuentan con alguno de estos intentos 
en mármol, cemento o placas metálicas. 
El segundo, más genial, desinteresado y poético, pero demasiado aislado 
y fragmentario, carecía de un pensamiento sintético capaz de formular una ley. 
Porque para la labor de renovación, no basta creer con fervor, sino que se debe 
propugnar y determinar alguna norma que señale el camino. Me refiero al genio 
de Medardo Rosso, un italiano, el único gran escultor moderno en haber intentado 
abrir, para la escultura, un campo más vasto y representar, a través de la plástica, 
las influencias de un entorno y los vínculos atmosféricos que lo ligan al sujeto. 
De los otros tres grandes escultores modernos, Constantin Meunier 
nada le ha aportado de nuevo a la sensibilidad escultórica. Sus estatuas son 
casi siempre una talentosa fusión del heroísmo griego con la humildad atlética 
del estibador, el marinero y el minero. Su concepción plástica y constructiva de 
la estatua y el bajorrelieve sigue siendo la del Partenón o el héroe clásico, si bien 
fue el primero en intentar crear y divinizar temas hasta entonces despreciados 
o relegados a la mera reproducción verista. 
La Bourdelle lleva al bloque escultórico una severidad casi rabiosa de 
masas abstractamente arquitectónicas. De temperamento apasionado, torvo y 
de búsqueda sincera, no sabe liberarse, sin embargo, de cierta influencia arcaica 
y de la influencia anónima de todos los talladores de piedra de las catedrales 
góticas. 
Rodin tiene una agilidad espiritual más amplia, que le permite ir del impresionismo 
de su Balzac (Balzac) a la incertidumbre de los Borghesi di Calais 
(Burgueses de Calais) y a todos los otros pecados miguelangelistas. Su escultura 
es fruto de una inspiración inquieta, un ímpetu lírico grandioso, que sería 
verdaderamente 
moderna si Miguel Ángel y Donatello no la hubiesen manifestado 
también, y casi de manera idéntica, cuatrocientos años antes, y se hubiesen 
conformado con animar una realidad completamente recreada. 
En la obra de estos tres grandes talentos, por lo tanto, observamos la 
influencia de tres períodos distintos: griega en Meunier, gótica en La Bourdelle y 
renacentista italiana en Rodin. 
La obra de Medardo Rosso, por el contrario, es revolucionaria, modernísima, 
más profunda y necesariamente restringida. En ella no se agitan héroes 
y símbolos, sino que el plano de la frente de una mujer o de un niño señala una 
liberación hacia el espacio, que tendrá para la historia del espíritu una importancia 
mucho mayor que la que en nuestra época se le atribuye. Sin embargo, 
las necesidades impresionistas de sus intentos han limitado la búsqueda de 
Medardo Rosso a una especiede alto o bajorrelieve, lo que demuestra que la 
figura todavía es concebida como un mundo en sí mismo, con bases tradicionales 
y objetivos limitados. 
La revolución de Medardo Rosso, si bien importantísima, parte de un 
concepto demasiado exterior a lo pictórico, que desdeña el problema de la nueva 
construcción de los planos y el toque sensual del pulgar, que imita la libertad 
de la pincelada impresionista y transmite una sensación de vivaz inmediatez, 
pero obliga a una ejecución rápida a partir del natural y le quita a la obra de arte 
su carácter de creación universal. Por lo tanto, sufre de los mismos defectos y 
limitaciones que el impresionismo pictórico, de cuyas búsquedas parte nuestra 
revolución estética, que, continuándola, se aleja de ella hasta situarse en el 
extremo opuesto. 
En la escultura como en la pintura, no es posible la renovación si no es 
buscando el estilo del movimiento, vale decir, sintetizando de manera sistemática 
y definitiva todo aquello que el impresionismo brindó de manera fragmentaria, 
accidental y, por lo tanto, analítica. Y de esta sistematización de las vibraciones 
de las luces y de las compenetraciones de los planos surgirá la escultura futurista, 
cuyo fundamento será arquitectónico, no tanto como construcción de masas, 
sino de modo tal que el bloque escultórico tenga en sí mismo los elementos 
arquitectónicos del ambiente escultórico donde vive el sujeto. 
Naturalmente, nosotros produciremos una escultura de ambiente. 
Una composición escultórica futurista contendrá los maravillosos 
elementos matemáticos y geométricos que componen los objetos de nuestra 
época. Y esos objetos no estarán cerca de la estatua como atributos explicativos 
o elementos decorativos separados, sino que según las leyes de una nueva 
concepción de la armonía, estarán encastrados en las líneas musculares de un 
cuerpo. Así, de la axila de un mecánico podrá salir la rueda de una máquina; así, 
la línea de una mesa podrá cortar la cabeza de quien lee, y el libro, seccionar con 
sus páginas el estómago del lector. 
Tradicionalmente, la estatua se recorta o delinea sobre el fondo atmosférico del 
ambiente donde está expuesta. La pintura futurista, ha superado esta concepción 
de la continuidad rítmica de las líneas de una figura y de su aislamiento del 
fondo y del invisible espacio circundante. “La poesía futurista”, según el poeta 
Marinetti, “después de haber destruido la métrica tradicional y creado el verso 
libre, destruye ahora la sintaxis y el período latinos. La poesía futurista es una 
corriente espontánea e ininterrumpida de analogías, cada una resumida de manera 
intuitiva en el sustantivo esencial. Por lo tanto, imaginación sin ataduras y 
palabras en libertad.” La música futurista de Balilla Pratella transgrede la tiranía 
cronométrica del ritmo. 
¿Por qué la escultura debería quedarse atrás, atada a leyes que nadie 
tiene el derecho de imponerle? Demos vuelta todo, entonces, y proclamemos 
la absoluta y completa abolición de la línea finita y de la estatua cerrada. 
Abramos de par en par la figura y cerremos en ella el ambiente. Proclamamos 
que el ambiente debe formar parte del bloque plástico como un mundo en sí 
mismo y con sus propias leyes, que el umbral puede subirse a la mesa y que 
una cabeza puede atravesar la calle mientras entre una casa y otra la lámpara 
extiende sus redes de yeso. 
Proclamamos que todo el mundo visible debe precipitarse sobre nosotros, 
amalgamándose, creando una armonía cuya única medida es la intuición 
creativa. Que una pierna, un brazo o un objeto, si no tienen otra importancia 
que la de elementos del ritmo plástico, pueden ser abolidos, no para imitar un 
fragmento griego o romano, sino para lograr la armonía que el autor se propone 
crear. Un conjunto escultórico, al igual que un cuadro, ya no puede asemejarse 
más que a sí mismo, porque en el arte, las figuras y las cosas deben vivir fuera de 
la lógica de la fisonomía. 
Así, una figura puede tener un brazo vestido y el otro desnudo, y las diversas 
líneas de un florero pueden mezclarse ágilmente entre las líneas del sombrero 
y las del cuello. 
Así, los planos transparentes, los vidrios, las placas de metal, los hilos, 
la luz eléctrica externa o interna podrán indicar los planos, las tendencias, los 
tonos y semitonos de una nueva realidad. 
Así, una nueva coloración intuitiva del blanco, del gris, del negro puede 
aumentar la fuerza emotiva de los planos, mientras la nota de un plano de color 
acentuará con violencia el significado abstracto del hecho plástico. Todo aquello que 
hemos afirmado acerca de las líneas-fuerza en pintura 
(“Prefacio-manifiesto al catálogo de la Exposición Futurista de París”, octubre 
de 1911) puede decirse también acerca de la escultura, para dar vida a la línea 
muscular estática con la línea-fuerza dinámica. En esta nueva línea muscular 
predominará la línea recta, que es la única que se corresponde con la simplicidad 
interna de la síntesis que nosotros contraponemos al barroquismo externo 
del análisis. 
Pero la línea recta no nos llevará a imitar a los egipcios, a los primitivos 
o a los salvajes, como ocurre con esos escultores modernos que han intentado 
desesperadamente liberarse de lo griego. Nuestra línea recta estará viva y palpitante, 
se prestará a todas las necesidades de las infinitas manifestaciones de la 
materia y su descarnada severidad fundamental será el símbolo de la severidad 
de líneas del acero de la maquinaria moderna. 
Podemos finalmente afirmar que en la escultura el artista no debe privarse 
de ningún medio para obtener una realidad. No hay miedo más estúpido 
que aquel que nos infunde el temor de salirnos de la disciplina artística que 
ejercemos. No existen ni la pintura, ni la escultura, ni la música, ni la poesía: ¡sólo 
existe la creación! Por lo tanto, si una composición necesita de un ritmo especial 
de movimiento que acompañe o contraste el ritmo cerrado del conjunto escultórico 
(necesidad de la obra de arte), se podrá utilizar cualquier procedimiento 
que genere el movimiento rítmico adecuado a los planos o a las líneas. 
No podemos olvidar que el tic tac y las esferas en movimiento de un reloj, 
que la entrada o la salida de un pistón en un cilindro, que el abrirse y cerrarse de 
dos engranajes con la aparición y desaparición continua de sus rectángulos de 
acero, que la furia de un volante o el girar de una turbina son todos elementos 
plásticos y pictóricos de los que debe valerse la obra escultórica futurista. ¡Una 
válvula que se abre y se cierra crea un ritmo no solo bello, sino infinitamente más 
novedoso que el del parpadeo animal! 
CONCLUSIONES: 
1. Proclamar que la escultura se proponga la reconstrucción abstracta de 
los planos y volúmenes que determinan la forma, y no su valor figurativo. 
2. Abolir en la escultura, como en toda otra forma de arte, el tradicional 
carácter sublime de los sujetos. 
3. Negar para la escultura cualquier intento de reconstrucción episódica 
verista, pero afirmar la absoluta necesidad de servirse de toda la realidad para 
volver a los elementos esenciales de la sensibilidad plástica. Al percibir así los 
cuerpos y sus partes como zonas plásticas, en una composición escultórica 
futurista encontraremos objetos hechos con planos de madera o de metal, inmóviles 
o mecánicamente móviles, cabello hecho con formas esféricas pilosas, 
vasos hechos con semicírculos de vidrio y planos atmosféricos realizados con 
hilos o retículas de hierro, etc. 
4. Destruir la nobleza, del todo literaria y tradicional, del mármol y del bronce. 
Negar la exclusividad de un solo material para la ejecución de un conjunto 
escultórico completo. Afirmar que incluso veinte materiales diferentes pueden 
concurrir en una misma obra con el objetivo de producir una emoción plástica. 
Enumeramos algunos: vidrio, madera, cartón, hierro, cemento, cerda, cuero, tela, 
espejo, luz eléctrica, etc. 
5. Proclamar que en la intersección de los planos de un libro con los bordes 
de una mesa, que en lasrectas de un fósforo o en el marco de una ventana hay 
más verdad que en todo el amasijo de músculos, en todos los senos y en todas 
los nalgas de héroes y venerables que sirven de inspiración a la moderna idiocia 
escultórica. 6. Que solo una modernísima elección de temas podrá conducir al 
descubrimiento 
de nuevas ideas plásticas. 
7. Que la línea recta es el único medio que puede conducir a la virginidad 
primitiva de una nueva construcción arquitectónica de las masas y zonas escultóricas. 
8. Que ninguna renovación es posible sino a través de la escultura ambiente, 
pues con ella la plástica se desarrollará y se prolongará en el espacio para 
moldearlo. Por lo tanto, a partir de hoy, la creatividad podrá también moldear la 
atmósfera que rodea las cosas. 
9. El objeto creado no es más que un puente entre el infinito plástico exterior 
y el infinito plástico interior; por lo tanto, los objetos no tienen límites y se 
interceptan con infinitas combinaciones de simpatía o de aversión. 
10. ¡Hay que destruir el desnudo sistemático, el concepto tradicional de la 
estatua y del monumento! 
11. Rechazar valientemente cualquier trabajo, y a cualquier precio, que 
no conlleve la pura realización de elementos plásticos completamente renovados. 
Umberto Boccioni 
Pintor y escultor 
Milán, 11 de abril de 1912

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