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11 FIGARI_El romanticismo rioplatense en la construccion discursiva de la nacion

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Voces y miradas femeninas
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El romanticismo rioplatense en la construcción 
discursiva de la Nación75
María Rosa Figari
Elegí para esta po-
nencia el periodo de 
la historia argentina 
que se corresponde 
con el gobierno de 
Juan Manuel de Rosas. 
Una etapa, sin duda, 
plagada de luchas fra-
tricidas, enfrentamien-
tos políticos y exilios 
forzados. En el imaginario de la época se alcanza un grado de 
máxima tensión que ubica en el escenario la controversia “civi-
lización o barbarie”. El romanticismo rioplatense contribuyó a 
crear esa imagen en nuestro imaginario, una imagen, por cierto, 
desvirtuada. Tomaremos como fuentes la literatura romántica 
rioplatense y la figura de las mujeres cautivas, del indio y del 
paisaje pampeano patagónico. 
Compartimos el concepto de Benedict Anderson, y la afirma-
ción que la nacionalidad al igual que el nacionalismo, son arte-
factos culturales creado por una clase social particular. Estos ar-
tefactos culturales han generado apegos profundos. Los mismos 
nos llevan a la necesidad de definir el concepto de nación:
”….una comunidad política imaginada como inherentemente 
limitada y soberana…”76
75 Presentada en el Congreso del Bicentenario, Universidad Nacional 
de Córdoba, 2010.
76 Benedit Andersen:”Comunidades imaginadas”….Pág.22 y 23.
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Es ”imaginada“ porque solo puede decirse que una nación 
existe cuando un considerable número de miembros de una co-
munidad consideran que forman parte de ella.
En la Argentina, los máximos exponentes de la llamada Ge-
neración del 37, Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sar-
miento, y Esteban Echeverría, entre otros, habían nacido entre 
1810 y 1811.Consideraban que ellos eran los herederos de los 
ideales de Mayo.
En Mayo estarían dadas las potencias que permitirían desa-
rrollar nuestra historia. Una historia nacional que comenzaría en 
Mayo. Cada uno a su manera “imagino” el país. Sus ideas fueron 
vertidas tanto en ensayos como escritos literarios y panfletos po-
líticos. 
Estos jóvenes constituían la juventud más destacada y a la vez 
expresaban una gran necesidad de conocimientos. Muchos de 
ellos ponderaban cuanto libro extranjero llegara a nuestra Patria. 
El Romanticismo europeo comenzaba a llegar a las orillas del 
Plata y prendía fácilmente en la mentalidad de los mozos mas 
distinguidos de nuestra sociedad. El país se encontraba dividido 
en dos posiciones antagónicas y al parecer irreconciliables. Por 
un lado estaba el país interior con sus caudillos y por el otro el 
proyecto de Buenos Aires, que a su vez era unitario. 
Por otra parte, el federalismo se dividía en partes, de acuerdo 
a los intereses económicos, por un lado el federalismo del inte-
rior, el del litoral y el de la propia provincia de Buenos Aires.
Los unitarios constituían una minoría vencida, pero con un 
proyecto de centralización en Buenos Aires.
Paradójicamente, estas dos posiciones sacudían las mentes de 
los jóvenes de la nueva generación, que por su educación, por su 
edad y su posición económica aspiraban a ocuparse del manejo 
de la cosa pública. La relación de ellos con respecto a Rosas tam-
bién era bastante paradójica.
Esteban Echeverría había llegado de Europa en 1830, trayen-
do entre otras cosas un profundo entusiasmo por la corriente ro-
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mántica que se imponía con fuerza en la Europa occidental.
La renovación intelectual del Romanticismo europeo abría in-
sospechables horizontes que trascenderían en nuestro país, los 
puramente literarios.
No resulta fácil definir de un modo preciso este extenso mo-
vimiento cultural que caracterizo toda la primera parte del siglo 
XIX en Europa. Nosotros trataremos de abordar algunos rasgos 
predominantes que ayudaron a “imaginar la Nación”.
La solidaridad con las luchas populares, el espíritu de rebel-
día, la exaltación de la nacionalidad, la búsqueda de las raíces de 
dicha nacionalidad, la fe ilimitada en el progreso de la humani-
dad, son algunos de los principios que tomaremos para analizar 
nuestra propuesta.
Cuando Echeverría regreso de Francia, las condiciones esta-
ban dadas para propiciar la aceptación de la “buena nueva” del 
Romanticismo, entendiendo que era necesario crear una litera-
tura que expresara a la nueva sociedad surgida a partir de Mayo, 
repudiando la literatura que había servido para expresar el anti-
guo orden español .
Todo el grupo que constituía la llamada Generación del 37, 
creían firmemente que era necesario exaltar la conciencia nacio-
nal y para ello era necesario arrancar de cuajo todo aquello que 
culturalmente quedara del periodo hispano. Decía Echeverría: 
“… cada pueblo tiene su vida y su inteligencia propia….Un 
pueblo que se estaciona y no progresa, no tiene misión alguna, ni 
llegara jamás a constituir su nacionalidad…”77
Juan Bautista Alberdi expresaba: 
“….Cada pueblo tiene y debe tener su civilización propia… 
todo pueblo que no tiene civilización propia, no camina, no se 
desenvuelve, no progresa… y esto es por desgracia lo que a no-
sotros nos ha sucedido…”78
77 Esteban Echeverría: Dogma socialista….Bs.As. 1915, Editorial La 
Facultad. p.143-144.
78 Félix Weinberg, El salón literario de 1837. Bs.As. Hachette, p.139.
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La idea de civilización y de progreso aparece en ambas citas. 
La “civilización” significaba mirar a Francia y su cultura y “el 
progreso” solo se lograría a través de la inmigración, trayendo 
obreros industriosos, trasplantados como gajos para que flore-
cieran en estas tierras, vale la metáfora alberdiana.
Los participantes del Salón Literario creado en Buenos Aires 
en junio de 1837, no solo se habían agrupado porque estaban 
buscando nuevos canales de expresión, sino que exteriorizaban 
su preocupación por los destinos del país. En el acto inaugu-
ral, en la Librería de Marcos Sastre, tanto Juan Bautista Alberdi 
como Juan Maria Gutiérrez abordaron temas relativos a nuestro 
escaso desarrollo cultural y a la necesidad de despertar nuestra 
conciencia nacional, centrando que las raíces las encontraríamos 
en Mayo. Consideraban que existían en el país una serie de fac-
tores negativos, tanto culturales como económicos que frenaban 
el progreso de nuestra Nación.
Según ellos, en Mayo estaban dadas todas las potencias, todas 
las fuerzas espirituales indómitas que nos impulsarían hacia un 
porvenir áureo, venturoso y feliz. Solo en” la línea de Mayo” 
alcanzaríamos” la edad de oro de nuestro país”.
La influencia de Echeverría sobre la producción historiográfi-
ca argentina, sin excluir una enorme porción de la actual, ha sido 
muy profunda, y ha llevado a olvidar su intención primera to-
mándose como una verdad demostrada, sin considerar que solo 
fue una mirada de esta generación.
El volkgeist, el espíritu del pueblo, que constituiría las raí-
ces de la nacionalidad, nacía borrando una parte importante de 
nuestro pasado, el periodo hispano y la cultura de los pueblos 
originarios. Esta comunidad imaginada surgía a través de una 
imagen desvirtuada, negando el país real.
Sus intenciones eran limitadas, expresaban a su generación 
dando prioridad a la Ciudad-Puerto. Por lo tanto, es relativo 
el impacto que pudiera tener dicha propuesta para generar una 
respuesta y crear una conciencia nacional a sus contemporáneos, 
si no tenían ellos mismos una visión real del país.
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 La Cautiva
Esteba Echeverría expreso sus ideas en torno a los factores ne-
gativos culturales que frenaban el desarrollo de nuestra Nación, 
a lo largo de su participación en el Salón Literario.
Como habitante de Buenos Aires durante el gobierno de Rosas 
y durante el periodo en el cual Rosas se encontraba en el De-
sierto, resulta evidente a través de su producción literaria que 
Echeverría tenía escasos conocimientos de la Campaña y de sus 
habitantes.
Esta situación lo llevo a crear una imagen falsa, irreal y des-
virtuada de los indios y del paisaje pampeano patagónico.Desde 
su punto de vista, como señorito ilustrado, lleno de prejuicios 
y de ignorancia, solo tendrían cabida en la construcción de la 
nacionalidad la elite pseudo intelectual y el manto de afrancesa-
miento en el mundo cultural.
Nuevamente, el prejuicio y la ignorancia nos enfrentaban a la 
civilización con la barbarie.
La cautiva es un poema que aparece publicado en Buenos Ai-
res encabezando el libro Rimas, en 1837. El poema es muy cele-
brado y tiene gran resonancia entre el publico de Buenos Aires 
comprometido con los ideales de los jóvenes del 37. Juan Maria 
Gutiérrez le dedica una crítica consagratoria en el Diario de la 
Tarde. El poema pasa a convertirse en el modelo a seguir para 
promover una “literatura nacional”, abierta a la historia y las 
tradiciones nacionales. 
La mirada de esta Generación va a contribuir a crear o pensar 
el país con una imagen desvirtuada. A la luz de la reflexión del 
tiempo del Bicentenario, deberíamos tener en cuenta esta mirada 
para entender porque todavía se sigue considerando este tipo de 
literatura como uno de los “artefactos” para “imaginar la comuni-
dad.”, al decir de B. Anderson.
Volviendo al análisis de La cautiva, el poeta trata de poner en 
práctica las reglas del Romanticismo literario europeo. Intenta 
incorporar el paisaje argentino, la pampa, el desierto y sus habi-
tantes y el cautiverio en manos de los “salvajes”.
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En los postulados del romanticismo literario europeo, la idea 
acerca de la mujer no tiene términos medios. El tratamiento es 
extremo y paroxístico. La protagonista femenina de poemas, 
novelas, dramas puede presentarse como “la mujer ángel” que 
ennoblece y fortalece el alma. A través de ella el hombre siente a 
Dios. Y hasta debido a ella el hombre asume su misión moral y 
hasta su misión patriótica.
Por otra parte, la “mujer demonio” que es la responsable de la 
perdición y devastación del hombre. Desencadena en el hombre 
las pasiones mas funestas. Es la seductora de jóvenes ingenuos. 
Tiene también la imagen de hechicera. Puede ser la cortesana 
que se redime a través del amor puro. Generalmente el tema de 
la redención aparece en la literatura romántica por obra de la 
mujer, responsable de la “caída” que puede se perdonada y redi-
mida a través del amor.
Echeverría pone en la protagonista del poema, María, la ima-
gen de la “mujer ángel”. En realidad, María ha sido tomada cau-
tiva por los indios y Brian, el gaucho intenta rescatarla. En medio 
de un festín, ambos huyen al Desierto, pero Brian esta herido. A
continuación, es María la que va arrastrando al gaucho por los 
pajonales y ella tiene toda la fuerza de una heroína romántica. 
El gaucho muere pero Maria no claudica ni desfallece y decide 
buscar a su hijo perdido. Al llegar a tierra de blancos, se entera 
que su hijo ha muerto. Es entonces cuando nuestra heroína ya no 
resiste más sus pesares y muere.
Por otra parte, Echeverría nos presenta la imagen del “héroe 
cansado” en el protagonista masculino.
El héroe masculino siempre lucha por algún ideal, en este caso 
por rescatar a su esposa en cautiverio. Es rebelde por naturaleza 
pero a la vez puede ser lánguido, irónico, narcisista, aceptando 
la idea de la fatalidad .Así, el hombre romántico puede ser: vale-
roso-cobarde, ardiente-gélido, abnegado-egoísta, santo-pecador. 
Siempre se lo describe mediante un juego de pasiones.
En el caso de Brian, en primer lugar resulta significativo que 
un gaucho tenga un nombre europeo, típico del exotismo román-
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tico.
¿Pero adonde, adonde iremos?
 ¿Por fortuna encontraremos
en la Pampa algún asilo,
donde nuestro amor tranquilo
logre burlar su furor?
¿Podremos, sin ser sentidos,
escapar, y desvalidos,
Caminar a pie y jadeando,
con el hambre y sed luchando,
el cansancio y el dolor?..
……………………………..
Tú podrás, querida amiga,
Hacer rostro a la fatiga,
Más yo, llagado y herido,
Débil, exangüe, abatido,
¿Cómo podré resistir?.79
Con respecto a Brian y María, estos personajes parecen ser dos 
personas ilustradas hablando en el Desierto. No reflejan lo que 
son en realidad, una mujer cautiva y un soldado de la indepen-
dencia que ha sido convocado para pelear contra el malón. No 
solo tiene el protagonista masculino un nombre europeo sino 
que habla como un “señorito de levita de la ciudad”. Brian no 
habla como un gaucho ni María como una mujer que ha estado 
en cautiverio.
La heroína femenina aparece como una mujer pura e intacha-
ble, pese a su cautiverio, es esposa y madre, a la vez protectora 
y fuerte.
Y en esta noche sombría
¿Quién nos servirá de guía?
79 Esteban Echeverría. La cautiva, canto III, “El puñal”, Pág. 23.
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Ella contesta:
Brian ¿no ves allá una estrella
Que entre dos nubes centella
Cual benigno astro de amor?
Pues esa es por Dios enviada
Que Israel vio prodigiosa
Sigamos la senda hermosa
Que nos muestra su fulgor.80
La respuesta de María nos lleva ala típica “mujer ángel” del 
romanticismo europeo. A través de ella, el hombre siente a la na-
turaleza, y por medio de ella el hombre siente a Dios. Aparece 
como guía, ella le indica el camino a este héroe cansino.
En general, en la literatura argentina, se describe con cierta 
ferocidad el malón liderado por los indios que se llevan a las mu-
jeres blancas. Sin embargo hay un silencio significativo sobre el 
destino de las mujeres blancas capturadas. Parece que la ficción 
y la historia se hubieran puesto de acuerdo para borrar las hue-
llas de un relato de convivencia entre las dos culturas, sirviendo 
de esta manera a los fines de las clases dirigentes que durante el 
siglo XIX pretendieron imponer un proyecto de Nación blanca.81
En el imaginario argentino, todas las escenas y descripciones 
literarias relativas al malón, y en particular aquellas del rapto de 
mujeres blancas por parte de los originarios, han servido para 
justificar y legitimar la persecución y el exterminio de los mis-
mos.
El conflicto entre blancos e indios, es el conflicto entre “noso-
tros y los otros”.
No es casual por otra parte, que se preste especial atención al 
rapto de las mujeres blancas. En realidad el cuerpo de la mujer 
robada ocupo el primer lugar simbólico en términos de despojo. 
80 Ibidem, ob.cit. “El desierto”, pag. 5.
81 Rotker, Susana: Cautivas.Olvidos y memoria en la Argentina.Bs.As. 
Ariel, 2000.
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A los fines de legitimar el exterminio, este resultaba casi mere-
cido, dado que no era el blanco quien despojaba al indio de sus 
tierras, su libertad o su vida, sino que era el indio quien robaba al 
blanco su más preciado tesoro, el cuerpo de su mujer.
Toda la violencia que el indio ejerciera con la mujer blanca 
justificaba por si mismo el ejercicio de violencia contra el raptor.
Tal como señalara en su momento Cristina Iglesia, en la li-
teratura argentina, la cautiva constituyó un “mito blanco de la 
conquista”.82
Echeverría retrata a María como una mujer sublime que es-
capa de los horrores de la barbarie. Ella encarna la civilización 
defendiendo su virtud en contra del salvaje. Desprecia la posi-
bilidad de tener un hijo con el indio, evita tener un hijo mestizo, 
porque el mestizaje para la ideología del autor significaría una 
violación de esa pureza blanca que pretendía en “el coro de la 
naciones civilizadas “integrar a toda la Argentina.
Tanto en las artes visuales como en la literatura romántica, 
la cautiva siempre aparece representada como una victima. En 
oleos y litografías de la época se observa siempre la figura de 
una mujer raptada que mira el cielo, como pidiendo clemencia, 
semidesnuda, como ultrajada, montada en el mismo caballo del 
indio que la mantiene sujeta como una preciada carga. El indio 
siempre aparece mirándola con ojos de lascivia de acuerdo con 
la visión del pintor que se condice con el imaginario colectivo, 
ayudando aun más a la desvirtuación del país real. 
Podríamos mencionar a Juan Mauricio Rugendas,pintor que 
representa mujeres raptadas o que tratan de rescatar de los in-
dios, a mediados del siglo XIX. Al parecer, el pintor había llegado 
a Buenos Aires por primera vez en 1838, un año después de la 
publicación del poema de Echeverría. Su lectura tuvo influen-
cias en él. La fuerte inspiración lo llevo a una larga serie de dibu-
jos a lápiz y oleos sobre raptos y cautivas que siguió realizando, 
82 Ver Cristina Iglesia: “Conquista y mito blanco”. En Cristina Iglesia 
y Julio Schvarzman Cautivas y misioneros. Mitos Blancos de conquista. Bs. 
As, Catálogos, 1987.
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mucho tiempo después de su regreso a Alemania, hasta sus últi-
mos años de vida.83
En realidad los pintores viajeros, tales como el ya mencionado 
Rugendas junto a Otto Grashof y Raymond Quinsac Monvoisin 
combinan algunas configuraciones iconográficas de antigua raíz 
europea con las crónicas literarias del romanticismo rioplatense. 
Ambas vertientes, la mítico literaria y la iconográfica confluye-
ron para dar una imagen desvirtuada de la realidad.
No ocurre lo mismo que Ángel Della Valle cuando pinta su 
obra “La vuelta del Malón” (1892). Ya la Argentina ha terminado 
con “el problema del indio”, los mismos han sido exterminados. 
Es necesario por lo tanto pintar el tema con una cautiva semides-
nuda, desfalleciente, aunque un tanto mas relajada. Más de lo 
mismo en la visión romántica. 
Deseadas por los indios, las mujeres blancas representaron 
un hermoso botín. Es difícil abandonar los estereotipos creados, 
dado que no contamos con el testimonio de aquellos que fueron 
exterminados en nombre de la civilización vs. la barbarie. Tam-
poco sabemos mucho de las mujeres rescatadas. Están silencia-
das en nuestra historia y muchas de ellas nunca pudieron inte-
grarse nuevamente a “la civilización”, dado que su cuerpo había 
sido mancillado. Tal vez nunca se le perdono que hubiera tenido 
hijos con los indios, ni mucho menos que el cuerpo de una mujer 
blanca hubiera gozado con ellos. 
Las motivaciones eróticas del rapto adquieren siempre un lu-
gar central, tanto en las fuentes literarias como en las icónicas. 
Las escenas están cargadas de erotismo y también de perversión, 
desplegándose en juego de oposiciones.
El rapto y la violación, el cuerpo de la mujer tomado por la 
fuerza despertaría en el varón un impulso primitivo, elemental, 
propio del erotismo masculino.
83 Ver Laura Malosetti Costa. Los primeros modernos. Arte y sociedad en 
Buenos Aires a fines del siglo XIX.
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El Paisaje
En el canto I del poema, comienza la descripción del desierto. 
La descripción del paisaje es romántica, en las formas. El autor 
siente que la naturaleza debe ser descripta como una continua-
ción de su propio yo, como una continuación de su subjetividad. 
Así, la naturaleza puede ser triste, alegre, hermosa, melancólica, 
serena, cruel, o cualquier otro estado de animo.
Así, la pampa es presentada “triste”, “solitaria” y “tacitur-
na”, como si los elementos de la naturaleza pudieran tener sen-
timientos.
De esta manera describe el poeta, el paisaje pampeano:
Era la tarde, y la hora
en que el Sol la cresta dora
de los Andes. El desierto
inconmensurable, abierto 
y misterioso a sus pies 
se extiende; triste el semblante,
solitario y taciturno 
como el mar, cuando un instante 
al crepúsculo nocturno 
pone rienda a su altivez84
La naturaleza también es vista por los románticos como inde-
finida, carente de autonomía y de precisión, provocando muchas 
veces un sentido de religiosidad difusa que puede llegar en al-
gunos casos al panteísmo o desembocar en expresiones místicas. 
En este caso, el autor se siente atraído por lo misterioso y exótico 
del paisaje. Pero me atrevería a sentenciar que es un paisaje que 
no conoce, que solo se atreve a imaginar. Por lo tanto sus descrip-
ciones podrían compararse con cualquier otro paisaje europeo e 
incluso oriental. La pampa puede resultar misteriosa solo para 
aquellos que no la conocen. Por cierto, los románticos hablaban 
del desierto, pero es bien sabido que la naturaleza ha sido muy 
pródiga con el paisaje pampeano. 
84 Ibidem, ob,cit, canto I, p.5.
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Por otra parte, continúa en la IV parte de su poema titulada 
La Alborada:
“Todo estaba silencioso. 
La brisa de la mañana 
recién la hierba lozana 
acariciaba, y la flor;
(…) 
Posada el ave en su nido; 
ni del pájaro se oía 
la variada melodía,
música que el alba da; 
(…)
mezclaba su voz sonora 
el agorero yajá.”85
Una vez más, la naturaleza es una prolongación del propio 
Yo del poeta. Al igual que los románticos europeos, gusta de los 
paisajes tristes, prefiere el ocaso al amanecer, la noche al día, la 
oscuridad y las tinieblas a la luz. La soledad de la noche trae des-
gracias, y aunque el nuevo día trae la alborada, la situación no 
cambia. Mencionar al pájaro Yajá, es una manera mas de plantear 
su exotismo, utilizando voces autóctonas que solo sirven para 
contribuir a reflejar su estado de animo. Un estado de ánimo que 
refleja su propia subjetividad, contribuyendo de esta manera a 
desvirtuar, una vez más la imagen del llamado “desierto”.
En relación al vacío del espacio en el paisaje americano, Eche-
verría nos presenta en escena solo una visón utópica, sino mas 
bien el paisaje es invocado casi como un gesto.
Nos cuenta Mary Louise Pratt:
…”Excepto por los caballos, la representación de Echeverría de los 
indios pampas es casi idéntica a la de los bosquimanos en la literatura 
85 Ibidem, ob.cit.canto IV, “La Alborada”, p.26.
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de África del Sur.”…86
Por eso insistimos que el paisaje es similar a la campiña fran-
cesa o a las pasturas de Sudáfrica.
El mismo Alberdi se anima a decir que este país esta “enfermo 
de desierto”, refiriéndose a “un desierto de hombres”, de hombre 
que sean como los obreros “industriosos” de Inglaterra, y no de 
“salvajes” a los que hay que combatir. Este argumento lo lleva 
a su lema “Gobernar es poblar”. Sin duda en la comunidad 
imaginada es necesario tender a “transplantar de gajo” para 
que crezcan, los obreros y la industria. El modelo es Inglaterra, 
desde el punto de vista económico, y para “la civilización” hay 
que mirar a Francia.
Siguiendo a Mary Louise Pratt, quien entiende que Brian no 
es criollo sino un inglés, la alegoría es evidente: la civilización 
es encarnada en la triada hombre inglés, mujer criolla y su hija 
hembra. De acuerdo a la visión del poeta, ellos serian los que 
pierden en el poema la batalla de la “civilización”. Después de 
asistir a casi tres décadas de guerra civil y caos, a Echeverría pa-
recen faltarle términos positivos para formular el gran invento 
americano. A pesar del título del poema “La cautiva”, no es ella 
la que narra sus peripecias, la historia no está contada por una 
sobreviviente que ha vuelto. La historia está contada en tercera 
persona y puede reflejarse en ella al propio autor que pese al en-
frentamiento no logra crear un nuevo orden social blanco.
Cada nacionalidad o “comunidad imaginada”, tiene según la 
concepción echeverriana, sus propias fuerzas impulsoras, sus 
propias “leyes”, que no toleran desviaciones ni situaciones ana-
crónicas. Si el “pueblo” se aleja del rumbo marcado por el vec-
tor de esas fuerzas impulsoras, queda a la deriva, estancado. El 
“pueblo” debe regenerar su propio estado social. En realidad, no 
esta postulando una reconstrucción, sino de una regeneración. 
Las fuerzas indómitas que impulsan la nacionalidad argentina 
parten de Mayo, y el vector que los guía es el progreso.
86 Mary Louise Pratt. Ojos imperiales…p.319
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El “progreso” solo se consigue trayendo al país gente nueva, 
especialmente de Inglaterra y Francia. “Las fuerzas impulsoras” 
no estaban ni en los pueblos originarios ni en los gauchos que 
habitaban nuestras pampas.
Los originarios de nuestras pampas
La imagen que “el gran romántico del Plata”tiene de nues-
tros pueblos originarios dista mucho de ser la imagen real de los 
hombres y mujeres que habitaron nuestras pampas.
Al parecer, estos habitantes se mimetizan con la naturaleza 
como si fueran un elemento mas de ella. No se reivindica de 
ellos ni siquiera su propia humanidad. Lleno de prejuicios y de 
ignorancia, Echeverría, los ubica dentro de un paisaje como “bár-
baros salvajes” capaces de cometer todo tipo de atrocidades. 
Refiriéndose a ellos nos dice:
Más allá alguno degüella con afilado cuchillo la yegua al lazo sujeta, 
y a la boca de la herida, por donde ronca y resuella, y a borbollones arro-
ja la caliente sangre afuera, en pie, trémula y convulsa dos o tres indios 
se pegan como sedientos vampiros ,sorben, chupan, saborean la sangre, 
haciendo murmullo, y de sangre se rellenan87
Nuestros originarios aparecen en un Festín, degollando a una 
yegua y sorbiendo cual vampiros la sangre de la misma. La ima-
gen puede ser muy bella o monstruosa desde el punto de vista 
literario, pero lo cierto es que resulta muy difícil entender esta 
situación, sobre todo si se tiene en cuenta cuál es la verdadera 
relación que tiene el indio con su caballo.
Prosigue, a la manera de los románticos europeos, insertando 
la acción en un paisaje exótico, plagado de vampiros. Pero ade-
más, continúa diciendo:
Las hogueras, entre tanto, 
en la oscuridad flamean, 
87 Esteban Echeverría: ob.cit. Canto II, “El Festín”, p.11.
Voces y miradas femeninas
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y a los pintados semblantes 
y a las largas cabelleras 
de aquellos indios beodos 
da su vislumbre siniestra 
colorido tan extraño, 
traza tan horrible y fea, 
que parecen del abismo 
precita, inmunda ralea, 
entregada al torpe gozo 
de la sabática fiesta.88
El exotismo vuelve a aparecer en este párrafo cargado de des-
precio, refiriéndose a los pueblos originarios como una raza in-
munda, borrachos entregados al gozo del alcohol.
El otro aspecto negativo que destaca es la incapacidad del 
indio de controlar sus instintos y cometer por lo tanto salvaja-
das sin freno. Toda la animalidad esta puesta en ellos. Al mismo 
tiempo el festín es comparado con un sabbah demoníaco, en el 
cual los indios se convierten en seres infernales. Toda la tradición 
cristiana del Bien y el Mal sirve para engrandecer la imagen de 
María como esposa y madre ejemplar.
Aquí aparece muy marcada la llamada subjetividad del juicio 
del gusto. Lo bello está vinculado con los sentidos y a su vez con 
características objetivas de aquello que se considera bello.
En ambientes filosóficos dieciochescos se fue abriendo paula-
tinamente la idea de lo sublime.
La misma se vinculó no ya con el arte, sino con la naturaleza, 
despertando así la experiencia de lo informe, lo doloroso y lo 
terrible.
A mediados del mismo siglo comienza a aparecer el gusto por 
las ruinas, los cementerios y los lugares decadentes, tenebrosos e 
inquietantes, considerando que el horror puede provocar deleite 
y hasta placer, como experiencia de lo bello.
88 Esteban Echeverría: ob.cit. p. 13.
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La obra más significativa que ha contribuido a difundir estos 
temas es la Edmund Burke, titulada:” Indagación filosófica so-
bre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime”.
En ella manifiesta que el terror, el dolor, el peligro son expe-
riencias que nos conducen a lo sublime. En realidad, Burke opo-
ne lo bello a lo sublime.
Dolor y terror son causa de lo sublime si no son perjudiciales 
para el espectador. De esta manera, lo bello nos da placer y nos 
empuja a poseerlo, y el horror vinculado a lo sublime es horror a 
aquello que no puede poseernos ni puede hacernos daño. En esto 
consiste la profunda relación entre lo bello y lo sublime.
Emmanuel Kant en el libro” Critica del Juicio” (1790) defini-
rá con mayor precisión las diferencias y afinidades entre lo bello 
y lo sublime. Allí, Kant nos dice que las cosas bellas podemos 
disfrutarlas sin necesidad de poseerlas, por el simple goce de la 
contemplación.
En cuanto a la experiencia de lo sublime nos dice que es dis-
tinta. Ante la visión de un cielo estrellado, tenemos la impresión 
de que lo que vemos va mucho mas allá. Ante este empequeñe-
cimiento, nace un placer inquieto que nos hace querer algo que 
no podemos poseer.
Estas ideas tomadas más tarde, durante el siglo XIX por otros 
autores, alimentaron la sensibilidad romántica.
Así la belleza deja de ser una forma y se vuelve bello lo infor-
me, lo caótico, lo monstruoso
El reino de lo macabro ejerce cierta imaginación, lo bello pue-
de surgir de lo feo, la forma de lo informe, y viceversa. Así, pau-
latinamente, la belleza se torna ambigua, moralista y erótica. La 
propensión a lo turbio, lo macabro, lo grotesco y lo feo aparecen 
en la literatura romántica, más asiduamente. Repugnancia y ex-
travagancia resultan atractivas para los poetas, lindando muchas 
veces con cierto grado de perversión.
Sin duda, Echeverría siente un profundo desprecio por nues-
tros originarios. Sin embargo la descripción tiene algo de lascivia 
y crueldad enfatizando, a mi modo de ver el juego de opuestos 
Voces y miradas femeninas
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entre la perversión y la sexualidad, que denota cierta ambigüe-
dad en el poeta.
Además, no logra visualizar algún rastro de inteligencia en 
ellos. Para el poeta no son precisamente ejemplo ninguno. No 
forman parte de las fuerzas espirituales del volkgeist, no re-
únen los requisitos de los valores éticos universales, por lo tan-
to no forman parte de nuestra nación, no hay cabida para ellos 
en la “comunidad imaginada”. De esta manera, al igual que los 
miembros de su generación, con algunos matices, tanto Alberdi 
como Sarmiento coinciden con estas desvirtuaciones.
Pocos años después de la aparición de La Cautiva, Domingo 
Faustino Sarmiento publica en 1845 una biografía política titula-
da Facundo, o Civilización y Barbarie.
En este caso el proyecto de invención implica un caso de con-
frontación, no con las incertidumbres del futuro sino con las am-
bigüedades del pasado. Por un lado Sarmiento intenta legitimar 
los valores criollos pero a su vez desacredita el legado de las 
tradiciones coloniales. “Esa oscura bastarda herencia” aparecía 
como un obstáculo para las aspiraciones de los “criollos euro-
peizantes”.
La barbarie estaría así constituida por: los pueblos originarios, 
la sociedad colonial española tradicional, aristocrática, conserva-
dora y religiosa, y a su vez la mezcla de ambas.
Sarmiento presenta una nueva dimensión del desierto. Es in-
menso, con grandes espacios vacíos, y los re-simboliza como “el 
gran mal que aqueja a la Republica Argentina”. Con esta narra-
tiva expansionista, esta negando las pretensiones de los pueblos 
originarios con respecto a la tierra. Pero además y aunque no lo 
admita, siente una extraña fascinación por la vida del gaucho, 
por el uso que el mismo hace de su libertad con respecto al 
paisaje. Todo el libro esta plagado de contradicciones, entre la 
“cultura gaucha bárbara”, a la que desprecia y la civilización eu-
ropea que trae el progreso.
A manera de cierre, podríamos decir que el tiempo del Bicen-
tenario, es para todos los argentinos un tiempo de reflexión. Una 
Figari - Hovhannesian - Sacchetti
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oportunidad para mirar nuestro pasado, para preguntarnos, hoy, 
aquí y ahora, qué país queremos. Sin embargo creo que nos re-
sulta difícil dado que la imagen desvirtuada de la “comunidad 
imaginada” sigue perviviendo en nuestro presente.
A la luz del Bicentenario los historiadores tenemos la obliga-
ción intelectual y ética de volver a profundizar en las páginas 
escritas sobre ese periodo, entendiendo que la constante de nues-
tra historia sigue siendo “civilización o barbarie”, incluso hasta 
nuestros días. Sólo mirando críticamente nuestro pasado y nues-
tra historia podremos volver a imaginar una comunidad que no 
se base en una imagen desvirtuada.
Voces y miradas femeninas
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