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ERIKSON

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ERIKSON, E. (2007)” El Ciclo vital complementado”. Paidós. Buenos Aires. 
1. Cuál es la posición que toma frente a la vejez.
1. Por qué el autor nos habla de un trabajo cotidiano en el noveno estadio.
1. Cuáles son las características principales del noveno estadio.
1. De cada estadio anterior, que retoma la persona mayor para lograr integridad e identidad existencial.
1. Como define la gerotrascendencia. Como relaciona, identidad del tiempo e identidad de existencia, trasendanza
a) El autor decide editar y ampliar los puntos necesarios en su escrito. En el anterior no comienza con la niñez sino con la adultez con la idea que una vez que uno haya elaborado la intervinculacion de todos los estadios, pueda comenzar con cualquiera de ellos y llegar desde este, de un modo orgánico, a cualquier otro en el mapa que los agrupa. La adultez, después de todo, es el vínculo entre el ciclo vital individual y el ciclo de las generaciones. Sin embargo, en este ensayo va más lejos y comienza el tratamiento de los estadios desde el último, la vejez, para averiguar en qué medida el ciclo vital contemplado puede dar sentido a toda la trayectoria de la vida. 
Por donde quiera que comencemos, el rol fundamental que los estadios de la vida desempeñan en nuestra teorización psicosocial nos llevara cada vez más profundamente a los problemas de la relatividad histórica. Así, una mirada retrospectiva a las ultimas décadas del presente siglo muestran que la vejez solo se, descubrió en los años recientes-y por ello por razones tanto teóricas como históricas-, pues requirió por cierto alguna redefinición el hecho de que se descubriera (y que los propios viejos descubrieran) que un número creciente de viejos representan una masa de viejos más bien que una elite de ancianos. Antes de esto, sin embargo, habíamos llegado finalmente a reconocer a la adultez, como una fase evolutiva y conflictiva por sí misma, más bien que considerarla meramente como el fin maduro de todo desarrollo. Antes de esto, habíamos aprendido a centrar nuestra atención en la crisis de identidad de la adolescencia como algo fundamental para la dinámica evolutiva del ciclo vital. Y la personalidad sana del niño y todos los estadios infantiles que solo se descubrieron en este siglo no llegaron a constituirse en el centro de la atención sistemática en estados unidos antes de la década de los 50’.
b) El autor nos habla de un trabajo cotidiano en el noveno estadio, porque de esta manera vamos aprender a prepararnos a este final de la vida que todo humano atravesara mediante los que representan este estadio. 
 Muchos de nosotros no hemos vivido nunca un contacto íntimo con amigos o parientes que hayan vivido hasta los noventa y, por lo tanto, no hemos compartido la experiencia de aquello en lo que la vida se convierte en el noveno estadio. 
C) Con respecto a la vejez, es útil definir un marco temporal específico para centrar las experiencias vitales y las crisis de cada periodo. La vejez a los ochenta y a los noventa años conlleva nuevas exigencias, revalorizaciones y dificultades diarias. Estas cuestiones tan solo pueden discutirse y presentarse adecuadamente si contemplamos un nuevo estadio, el noveno, para clarificar los nuevos retos. 
El cuerpo va perdiendo su antinomia. La desesperanza, que aparece en el Octavio estadio, es una compañera intima en el noveno, porque es casi imposible conocer las eventualidades y las pérdidas de habilidad psíquica que son inminentes. Al ponerse en tela de juicio la independencia y el control se debilita la confianza y la autoestima. La esperanza y la confianza, que otros nos proporcionaran un apoyo firme, ya no son aquellos puntales solidos de antes. Afrontar la desesperanza con la fe y la humildad adecuada tal vez sea la vía más sabia.
En cualquier caso, es importante recordar que el conflicto y la tensión son fuertes de crecimiento, fuerza y compromiso.
Desconfianza básica versus confianza: esperanza 
Los ancianos se ven forzados a desconfiar de sus propias capacidades. El paso del tiempo hace sentir sus efectos incluso en aquellos que estuvieron sanos y que fueron capaces de conservar unos músculos robustos, y el cuerpo inevitablemente se debilita. La esperanza puede fácilmente dar paso a la desesperanza ante la continua y creciente desintegración, y ante las afrentas crónicas y repentinas. Incluso las actividades simples de la vida cotidiana pueden presentar dificultades y conflictos.
Autonomía versus vergüenza y duda: voluntad
Una parte de las dudas vuelven a los ancianos cuando ya no confían en su autonomía con respecto a sus cuerpos y a sus elecciones vitales. La voluntad se debilita, aunque se conserva lo suficiente para proporcionar seguridad y evitar la vergüenza de la pérdida de control. Uno desea lo que es seguro y sólido, y nada es lo bastante seguro, ciertamente.
Iniciativa versus culpa: finalidad 
Los ancianos que, muy pronto en la vida, se tomaron en serio el liderazgo, puede que años más tarde rehúyan la culpa que acompaña la iniciativa demasiado exigente. Aunque antaño estuviéramos llenos de ideas creativas, a los ochenta y tantos todo lo que queda es solo un entusiasmo memorable. Con la distancia las cosas parecen ser excesivas y estar descentradas. Los sentimientos de finalidad y entusiasmo se apagan; ya es mucho poder mantener un paso lento, constante y exigente. La culpa levanta su fea cabeza cuando un anciano está demasiado encorvado a cabo algún proyecto que parece completamente satisfactorio y atractivo, pero solo desde un punto de vista personal.
Industria versus inferioridad: competencia
La industria, que era una fuerza motriz a los 40 años, es algo que quizás apenas recordemos. Estábamos tan orgullos de nuestras competencias, de tantas energías. Aquella perentoriedad ha desaparecido y muy probablemente ello sea una bendición, porque ya no tenemos fuerzas para mantener el ritmo de entonces. Pero antes las dificultades crecientes nos vemos forzados a admitir nuestras insuficiencias. No ser competentes debido a la edad nos empequeñece. 
Identidad versus confusión de identidad: fidelidad 
La confusión sobre esta identidad existencial plantea un enigma a uno mismo y a muchas personas, quizás a la mayoría. Con la edad. Se puede sentir una incertidumbre real sobre el status y el rol. Nuestro rol no está claro al compararlo con la firmeza de nuestra anterior postura y finalidad. De hecho, quizás estemos confusos sobre el rol y la postura que debemos adoptar en este periodo en el que los viejos se vuelven de repente imprecisos y se desmoronan.
Intimidad versus asilamiento 
Todos los ancianos que están en el noveno estadio pueden sentirse incapaces de confiar de la manera en la que solían hacerlo al relacionase con los demás. La forma usual de comprometerse y de establecer contacto con los demás pueden verse eclipsada por nuevas incapacidades y dependencias. Es posible que algunos necesiten inicia interacciones mas a manudo y otros, en cambio, puedan sentirse poco decididos o incomodos, inseguros sobre como romper el hielo. Las dificultades que se derivan de la confusión sobre la forma de interactuar con alguien que no es como los demás, que puede hacer que muchos ancianos se vean privados de posibles relaciones y de intercambios íntimos. Para complicarlo todavía más, una comunidad de ancianos puede reducirse o ampliarse según las circunstancias, por lo menos cambiaran con frecuencia.
Generatividad versus estancamiento: cuidado
Hacia el final de este periodo tan exigente podemos sentir la necesidad de retirarnos un poco para experimentar una pérdida de los estímulos de pertenencia, de ser necesitados. A los ochenta o noventa podemos empezar a tener menos energía, menos capacidad de adaptarnos con rapidez a los precipitados cambios impuestos por los propios ajetreados que nos rodean. La generatividad, que implica los compromisos vitales más importantes de las personas activas, ya no se espera necesariamente en la vejez. Esto libera a los ancianos de la labor de velar por los demás. Sin embargo, no sernecesitado puede ser sentido como signo de inutilidad. Cuando ya no se presentaron nuevos retos, puede apoderarse de nosotros una sensación de estancamiento. Otros lo vivirán por supuesto como una promesa d respiro, aunque si hubiera que apartarse totalmente de la generatividad, de la creatividad y del afecto por y con los otros, seria pero que la muerte. 
Integridad versus desesperanza: sabiduría 
 A los 80/90 años el centro de atención puede circunscribirse a los problemas de la vida, de manera que pasar un día incólume sea suficiente preocupación, tanto si uno esta satisfecho como si no lo está con respecto a su historia pasada. Desde luego, la desesperanza como respuesta a estos acontecimientos inmediatos y agudos depende de las evaluaciones anteriores de uno mismo y de su vida.
Pueden haber experimentado muchas pérdidas. Habiendo un claro anuncio de que la puerta de la muerte está abierta y no demasiado lejos.
Desde el principio se nos ha dado la confianza básica. Sin ella la vida es imposible y con ella hemos resistido. No ha acompañado como una fuerza permanente y nos ha alentado con la esperanza. Cualesquiera que sean o que hayan sido las fuentes específicas de nuestra confianza básica, y al margen de cuan peligrosamente se hay puesto a prueba la esperanza, esta no nos ha abandonado nunca completamente. Si los ancianos se pueden adaptar a los elementos diatónicos de sus experiencias vitales en el noveno estadio, pueden avanzar en el camino que conduce a la gerostrascendencia. 
d) Para designar las virtudes del ciclo vital, selecciona sabiduría e integridad como las fuerzas finales para llegar a la plena madurez en la vejez. Al principio consideraban a la esperanza, porque esta es esencial para la supervivencia y necesitaría para todas las demás fuerzas. Pero puesto que la esperanza es vital desde la infancia, está claro que su realización no tiene por qué ocurrir en un momento especifico, aun cuando puede perturbase toda la vida. Al indicar la sabiduría y la integridad como las fuerzas de la vejez, se vio comprometida con justificar esta selección.
Tras elucidar la raíz de la palabra sabiduría, hizo un descubrimiento. Parece ser que hace miles de años, la palabra “oído” y la palabra “sabiduría” en la lengua sumeria era la misma.
Ahora podemos ver que la sabiduría pertenece al mundo de la realidad al que tenemos a través de nuestros sentidos. La comprensión se realiza pues por los sentidos, por la vista y el oído auxiliados y enriquecidos por el olfato, el gusto y el tacto. La sabiduría también tiene la función de asesora nuestra inversión en vista y oído y centrar nuestra atención en lo que es relevante, perdurable y enriquecedor, tanto para nosotros individualmente como para la sociedad en la que vivimos.
La integridad finaliza con la raíz “tacto”. De este elemento se deriva contacto. Con nuestros cuerpos, con nuestros sentidos. En la realidad, vivimos, nos movemos y compartimos la tierra unos con otros. Sin contacto no hay crecimiento; de hecho, sin el contacto la vida no es posible.
La vejez exige que acumulemos toda la experiencia previa y nos apoyemos en ella, manteniendo alerta la conciencia y la creatividad. La identidad existencial, es una integración del pasado, del presente y del futuro. Transciende el yo y subraya la presencia de lazos intergeneracionales. El universo en su aceptación de la condición humana es la falta de sabiduría sobre nosotros mismos y sobre nuestro planeta.
Así, sugiere que la sabiduría y la integridad son procesos activos de desarrollo que duran toda la vida, al igual que todas las fuerzas comprendidas en los estadios del ciclo vital.
E) El individuo gerotrascendente experimenta: 
Se produce un sentimiento nuevo de comunión cósmica con el espíritu del universo.
Para probablemente cualquier persona de más de noventa años, el tiempo se circunscribe al ahora, o tal vez a la semana que viene; más allá de esto, la ventana se empaña.
Lentamente, el espacio va reduciendo de dimensiones dentro del radio de nuestras capacidades físicas.
La muerte se convierte en sintonía, en el sentido de todo lo vivo.
El sentido del yo propio se expande hasta incluir a una esfera más amplia de otros interconectados.
La trascendanza es elevarse, sobrepasar, exceder, ir mas allá y sentirse independiente del universo y tiempo. Implica sobrepasar todo conocimiento y experiencia humana. Yo estoy convencida de que solo se llega a ser algo a base de hacer cosas. La trascendencia no tiene que limitarse a experiencias de retiro. Al tocarnos establecemos contacto uno con otros y con nuestro planeta. Puede ser una recuperación de viejas habilidades. incluyo el jugo, la actividad, la felicidad, la canción, y por encima de todo, un salto enorme por encima y más allá del miedo a la muerte. Nos ofrece una apertura hacia lo desconocido con un salto de confianza. aunque parezca mentira, todo esto exige de nosotros una humildad honesta y constante. 
 La identidad personal, considerada como una estructura de representación, un sentimiento subjetivo del sí mismo y a la vez una forma de auto presentación de ese sí mismo, a otros y a sí, en la interacción, surge y se construye en el proceso de desarrollo a lo largo del ciclo vital, un proceso que conlleva la progresiva apropiación subjetiva de ese sí mismo en cada etapa de desarrollo. Específicamente para el estadio psicosocial del desarrollo que interesa, la vejez, Erikson propone que la crisis básica por resolver se da entre el potencial sintónico de la integridad y su antítesis diatónica que consiste en la desesperanza. Así, el autor plantea que, en el proceso de construcción de la identidad personal, las fuerzas de la vejez son la sabiduría y la integridad a partir de las preguntas y reflexiones sobre el sí mismo. Fuerzas caracterizadas por sentimientos de totalidad y coherencia en dependencia de una facultad fundamental, a saber, la memoria.
La memoria posibilita lo que se define como la última tarea del desarrollo en una perspectiva psicosocial, la gerotrascendencia: construir por última vez sobre esa identidad existencial, el núcleo invariable que es una integración del pasado, del presente y del futuro a partir de ese sentimiento y experiencia de mismidad, de ser uno mismo en forma continua y coherente a pesar de los cambios internos y externos a lo largo de la vida, donde las cualidades del pasado asumen nuevos valores y se evita así el sentimiento de estancamiento, desesperanza o desdén. Esa tarea es la de conocerse y reconocerse para prepararse para la última jornada antes de la propia muerte.
La gerotrascendencia, se entiende entonces como “un cambio en la metaperspectiva de una visión materialista y racional a una más cósmica y trascendente, acompañada, por lo general, de un incremento de satisfacción vital.”

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