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2 -Ponencia Leñero UMSNH (auxiliar)

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Metaficción y recursos de verosimilitud en “La cordillera” de Vicente Leñero
La escritura de Vicente Leñero (Guadalajara, 1933- Ciudad de México, 2014) ha incursionado en la mayoría de géneros literarios: desde el cuento, la novela, la dramaturgia, la crónica, el reportaje; incluso se ha desarrollado en el ámbito del periodismo con un estilo que combina recursos literarios aplicados a hechos históricos. 
	Es necesario mencionar que su incursión en la literatura llega a través del género más fructífero en México, el cuento, por medio de un texto titulado “La polvareda”, ─ganador del Primer Concurso Nacional de Cuento Universitario, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la cual cursaba la carrera de ingeniería civil─. Leñero obtiene, simultáneamente, el segundo lugar del concurso bajo un pseudónimo distinto; sin embargo se lo niegan y le otorgan solo el primer lugar. Dentro de todos los géneros en que se ha desempeñado ha tenido un impacto positivo en la audiencia y la crítica; sin embargo, a través de su producción incursiona muy poco en el que lo llevara a ganar su primer concurso, el cuento, del cual solo se tienen algunas recopilaciones como La polvareda y otros cuentos (1959), que recoge su texto ganador y algunos otros de la época.
	Se ausenta de la cuentísitica por una larga temporada donde publica novelas como Los albañiles (1963), cuya trama, de tintes policiacos, gira en torno al asesinato del velador de un edificio en construcción y con la que se hace acreedor al Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral en 1963; El garabato (1967) texto donde un escritor escribe una novela donde se topa con otro escritor que le da a leer su novela, idea que se resume en la sinopsis de la edición de 1985 en Lecturas Mexicanas “como una serie de cajitas chinas (se abre una y se encuentra dentro otra cada vez más pequeña), nos lleva de sorpresa en sorpresa” (s/n). 
	Vuelve al cuento en 2002 con una pequeña edición en Editores Unidos Mexicanos que lleva por nombre Autorretrato a los 33 y seis cuentos, la cual nos deja ver algunos rasgos del cuentista que fue en el principio de su carrera. Pero no es sino hasta 2007 cuando se publica Gente así, donde retoma con suma seriedad y calidad indiscutible su papel como cuentista, pues nos otorga un libro con historias cuyos tópicos serían los de casi toda su producción: una literatura sin ficción apegada a los hechos reales, y otra que posee los rasgos que oscilan entre lo ficcional y lo real. Por último, su ciclo como cuentista cerraría en 2013 con la publicación del libro Más gente así¸ que posee una riqueza en personajes, ya existentes, sea en ficción o realidad, con historias alternativas en una especie de juego de la realidad, tema que lo fascinaría y que estaría, sino siempre, en mayor medida presente en su literatura. 
 Es justo en el libro Gente así donde se incluye el texto que se tomará para nuestro trabajo: “La cordillera”, el cual retomaremos del Material de Lectura ─recurso electrónico auspiciado por la UNAM─ y cuya historia cuenta la supuesta aparición de la mítica novela de Juan Rulfo de nombre homónimo al cuento. 
	Dentro de la recepción que ha tenido la obra de Vicente Leñero y los estudios que se han realizado sobre ella encontramos, principalmente, dos que son pertinentes para el desarrollo de nuestro trabajo: el primero, de José Luis Martínez Morales, publicado en 1992 por la Universidad Veracruzana, se centra en la oscilación de la narrativa de Leñero entre la realidad y la ficción en sus textos, pero focaliza su atención en su novela La gota de agua (1984), cuya trama gira alrededor de la problemática del desabasto de agua en la Ciudad de México. 
	Dentro de dicha investigación se reconoce, entre otras cosas, dos tipos de lectores para textos con estas características: un lector empírico, aquel que no cuenta con conocimientos que pueden ser clave para la mejor comprensión del texto, y un lector modelo, figura que cuenta con conocimientos previos y amplios sobre la temática de la que habla algún texto y que puede, usando estos recursos, reconocer de manera más fácil los rasgos históricos y los literarios de las obras. También en el estudio de Martínez Morales se establecen ciertos mecanismos de ficción usados por Leñero para lograr su obra, el primero hace referencia a una construcción del relato por medio del fingimiento, es decir, insertar acontecimientos históricos ─nombres o sucesos reales─ para dotar de credibilidad el texto; el segundo es una construcción por medio de la exageración de los acontecimientos acaecidos en la obra y, por último, la inserción de documentos de carácter testimonial que crean un respaldo sólido del texto; con lo cual Martínez Morales concluye que a través del discurso “el relato construye un mundo posible intermedio entre el mundo de la ‘realidad’, del cual se ha conformado y el mundo de la ficción al que en cierta medida está parodiando.“ (p.8)
	El segundo estudio que encontramos pertinente para el presente trabajo es el de Danny J. Anderson, “Retórica de la legitimidad: las exigencias de la crónica en las ‘novelas sin ficción’ de Vicente Leñero” (1982), publicado de igual manera por la Universidad Veracruzana. En él se resalta la inserción de la crónica en las obras de Leñero, pues el prosista intenta darle mayor libertad al género de la novela en el sentido de la reducción a “lo puramente literario” (p. 64). Un aspecto muy importante dentro del estudio de Anderson es la clasificación que propone de la voz narradora con base en la participación del autor dentro del hecho narrado; la intención de estas etiquetas es verificar la legitimidad el texto. Así, distingue tres voces presentes en tres textos diferentes del autor jalisciense.
	El primer texto es el ya mencionado La gota de agua, donde el autor parece desdoblarse en el personaje principal de la obra y presentar hechos que le son completamente familiares y sumamente personales, lo que otorga, según Anderson, mayor legitimidad al texto en comparación con los otros dos en cuestión. 
	El segundo es Los periodistas (1978), texto que relata la historia del golpe al periódico Excélsior por parte del Presidente Luis Echeverría. La distinción que hace Anderson aquí es que Leñero aparece como partícipe dentro de los hechos que se están narrando, pero el protagonista de la obra es el periodista Julio Shrerer, entonces director del mencionado periódico; y con esta diferencia entre participante y protagonista se crea un menor grado de legitimidad sobre el texto ya que el narrador hace alusión a dos historias: una, la suya, en la que se ve inmerso, y otra, la del protagonista, la cual intenta relatar de manera objetiva y externa a su juicio personal. 
	Y en tercer lugar de los textos que identifica Anderson, encontramos lo que el mismo Leñero señala en el prólogo como un “reportaje o novela sin ficción ─y sin literatura quizá─” (p. 5) titulado Asesinato: el doble crimen de los Flores Muñoz, crónica periodística o reportaje investigativo del asesinato a machetazos del exgobernador de Nayarit, Gilberto Flores Muñoz y su esposa, la escritora María Asunción Izquierdo. Este libro establece el punto más alejado de la legitimidad del texto, ya que Leñero no tiene una participación activa dentro de los hechos, es solo un espectador que ha realizado una exhaustiva búsqueda de la verdad detrás de los hechos, a través de un proceso de investigación, del cual solo forma parte a través de una entrevista con el presunto asesino del matrimonio.
	Con base en los datos expuestos previamente, Anderson establece la conclusión casi matemática de que a mayor participación que tenga la vida del autor en el texto que escriba, mayor legitimidad tendrá sobre él, pues sabrá directamente de lo que está hablando, a diferencia de aquellos hechos de los cuales no es partícipe o protagonista. 
	Dicho lo anterior, podemos afirmar que la incursión de Vicente Leñero en una variedad tan amplia de géneros implica un problema para la crítica, pues, al oscilar en ellos,no está bien definido quién debe encargarse de la valoración y estudio riguroso de sus textos. Por un lado, sus crónicas periodísticas beben de tecnicismos narrativos literarios y pueden no contar con una total aceptación dentro del periodismo “objetivo”; por otro lado, sus novelas, cuentos y obras de teatro, al tratar temas tan cercanos a la realidad ─casi hechos periodísticos─ suelen sentirse como textos alejados de la literatura. 
	Los textos que han recibido más atención son sus novelas, entre las que destaca en primer lugar Los albañiles (1963), seguida de algunas obras de teatro, pero en los cuentos se ha puesto una atención casi nula, quizá por considerársele género menor o el desconocimiento de la existencia de ellos. Precisamente por este “déficit” de estudios acerca de la narrativa breve del jalisciense, proponemos una línea de investigación sobre ella, focalizándonos en “La cordillera”. La finalidad es revalorar el papel de Leñero dentro de la tradición cuentística mexicana de la segunda mitad del siglo XX, en la que ha tenido una producción prolífica con muy poco mérito. Además, pretendemos reconocer la figura del periodista dentro del ámbito de la literatura como un agente activo de producción de textos significativos para la sociedad mexicana.
	Cabe señalar que dentro de “La cordillera” de Vicente Leñero encontramos una sincreción de elementos históricos reales y ficcionales. Dentro de los primeros encontramos nombres de personas, institutos, fechas, que nos hacen creer, a primera instancia, que es un texto insertado en la crónica periodística del estilo de Leñero; sin embargo, los hechos ficcionales se contraponen a estos y nos vislumbran el artificio literario que inserta el texto dentro de lo que podemos reconocer como un juego de ficción y realidad.
	Por consiguiente, en el desarrollo de la investigación es necesario situarnos desde la perspectiva de un lector modelo para tener un panorama más amplio del contexto interno y externo del cuento, y de ese modo detectar de manera más sencilla los elementos pertenecientes a la realidad histórica cercana a nosotros y aquellos ficcionales que el autor utiliza.
	Con el motivo de poder caracterizar un texto de meta-ficción, ─cuya acepción se acuña un tanto entrada ya la Modernidad, aunque esto no significa que no existieron textos anteriores que contengan las estrategias que se reconocen como meta-ficcionales ─se debe sentar una base alrededor del concepto de ficción; para lo cual proponemos tomar en cuenta la caracterización que Brahiman Saganogo establece acerca de dicho concepto, considerándolo como una especie de “mimesis, verosimilitud o imaginación” (p. 54), casi oponiéndolo al concepto de realidad; pero especifica que no existen definiciones cerradas sobre ella, pues existe una oscilación y enriquecimiento de la realidad a la ficción y viceversa; no pueden quedar aislados. 
	Por otro lado, dentro de la información relacionada al concepto de metaficción debemos hacer una correcta puntualización encontrada en un artículo de Laura Vizcaíno Mosqueda, en el cual refiere que “la metaficción es un acto de autorreflexión que ocurre dentro del mismo texto (sobre el lenguaje, la escritura, la literatura), y en este sentido es una especie de autocrítica” (p. 87), que se manifiesta directamente en el texto y no mediante teorizaciones externas por parte de la crítica especializada. Dicho lo cual nos servirá de soporte en la inclusión que se hace en este tipo de textos del lector modelo y la intencionalidad del autor, como un par, si bien fragmentado para su estudio, en un sentido indisoluble para la construcción total de la interpretación del cuento. 
	Por último, para poder verificar el grado de participación que ejerce el narrador en los hechos que se están contando, debemos remitirnos a una figura importante dentro de los estudios de la narratología como lo es Gerard Genette, del cual destacamos su aporte en la distinción para definir al narrador de una historia, entre el sujeto gramatical que se selecciona por parte del autor y su relación de participación directa en la obra. Otro término que Genette utiliza para hacer referencia a esta relación de participación es el de narración homodiegética, el cual divide, a su vez, en dos tipos; por un lado la narración donde el narrador y protagonista de los hechos narrados coinciden y se denomina autodiegética, y, por otro lado, la situación donde el narrador no coincide con el protagonista de los hechos que narra, sino se limita a ser un mero testimonio de los sucesos. Conceptos que consideramos pertinentes para detectar el aspecto de la voz narradora de “La cordillera”, junto con la investigación desarrollada por Anderson acerca del narrador, verificar la legitimidad de Vicente Leñero sobre el cuento.
	En lo referente al argumento del texto, debemos saber que relata la historia de Benjamín Palacios y el Pelón Sandoval, ex alumnos de la Escuela de Escritores de la Sogem que, junto con Macario González, ex alumno de teatro, realizaron una falsificación de “La cordillera” de Juan Rulfo, basándose en los pocos escritos que había dejado, la cual lograron pasar por verídica al convencer a la escritora y docente Mónica Lezama, experta en Juan Rulfo y amiga de los herederos del fallecido escritor jalisciense, para que gestionara el pago de treinta mil dólares con un coleccionista privado para obtener el manuscrito y poder realizar el peritaje de la obra para su posterior publicación. 
	La voz narrativa del cuento es omnisciente, lo cual sitúa al autor histórico en el punto más alejado de la legitimidad sobre el texto, ya que no es personaje espectador ni protagonista, casi equiparando el nivel del legitimidad con el que desarrolla en Asesinato, pero con la diferencia que Asesinato se sitúa en un punto más cercano a nuestra realidad con todos los documentos testimoniales y personajes que participan y “La cordillera” se inserta en un mundo de ficción.
	La historia se divide en dos grandes etapas, por un lado la etapa de convencimiento con Mónica Lezama y, por otro, el momento en que planean toda la coartada que llevarán a cabo. El primer elemento objeto de análisis es el título del cuento, el cual hace alusión a la novela que, históricamente, dejara inconclusa Juan Rulfo, y de la cual se publicaran fragmentos en una recopilación de textos póstuma titulada Los cuadernos de Juan Rulfo. La historia se desarrolla en la víspera del vigésimo aniversario luctuoso de Juan Rulfo, el cual coincide con la fecha en que sitúa Leñero su historia: 2006. La historia cuenta que “el canal 22 transmitió en vivo un coloquio con cuatro expertos en la obra del celebrado narrador”, (Leñero, V. p. 29) en el que participaron autores como García Márquez, Monsiváis, Emanuel Carballo y la escritora Mónica Lezama, personaje que desarrolla el papel del primer elemento ficcional en la obra y experta en la obra de Juan Rulfo, la cual será víctima del engaño. Posteriormente realiza su aparición el personaje encargado de gestionar el fraude, Macario González, que, con una historia inventada donde menciona que su padre, Dionisio, “conoció mucho pero mucho al señor Rulfo. Trabajó con él cuando el señor Rulfo estaba en el Instituto Indigenista” (Leñero, V. p. 32); dice que incluso llegaron a ser íntimos amigos, argumentando que había sido bautizado como Macario en honor al niño del cuento escrito por Rulfo; y que de igual manera el jalisciense había nombrado Dionisio a uno de los personajes principales de la historia de La cordillera en honor a su padre. Macario asevera que su padre recogió los pedazos del manuscrito que Rulfo había roto y tirado a la basura, y los pegó para conservarlos. Con este juego de alusiones a elementos verdaderos como el Instituto Indigenista y los nombres de los personajes se refuerza la veracidad de la historia de Macario, y, al mismo tiempo la de Leñero. Momentos después de sembrar la duda en Mónica sobre la existencia del escrito, aparece la falsificación, que es descrita por parte de Leñero como: 
“hojas escritasen una máquina con tipos de 12 puntos, gastados: la a minúscula se saltaba de vez en cuando de la línea de apoyo, y la o aparecía por momentos rellena del negro de la cinta. Casi en todas las páginas abundaban tachaduras xxxxxx y correcciones a mano con tinta en ocasiones verde, en otras negra. Efectivamente todas las hojas estaban cortadas y rasgadas en diagonal, pero sus partes habían sido unidas por atrás con cinta transparente. (Leñero, V. p. 35).
Toda esta minuciosidad aporta credibilidad a la historia, pues si bien no nos es posible saber si Leñero tuvo acceso a los manuscritos que se guardan de los borradores de La cordillera nos hace creer que realmente así fue, funcionando como elemento testimonial en la historia. Acto seguido, Mónica realiza la lectura del manuscrito en presencia de Macario, quedando deslumbrada por la aparición de la mítica novela de Rulfo, después se encuentra con Juan Ascencio, personaje que en la vida real entabló una relación de amistad con Juan Rulfo, y realizó la biografía titulada Un extraño en la tierra: biografía no autorizada de Juan Rulfo. En el encuentro con Juan Ascencio se hacen menciones de escritores como Elena Poniatowska, así como a anécdotas acontecidas en la vida real como la negación del Premio Cervantes a Rulfo o el registro de su nombre como marca registrada por parte de sus herederos a causa de la entrega del premio que llevaba su nombre a Tomás Segovia durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara del 2005.
	Dentro del juego de ficción en que se desarrolla la historia, el siguiente elemento en aparecer es el personaje del millonario Eric Martinson, coleccionista de objetos de arte como primeras ediciones o borradores de escritores ─de nueva cuenta─ reales, como son: Cortázar, Carpentier, Octavio Paz, entre otros. De ese modo se entabla una relación de posesión de objetos del mundo real por parte de un personaje inventado, creando así el equilibrio en que se desarrolla el cuento. Incluso se menciona en la historia el nombre de la que viuda de Juan Rulfo, Clara Aparicio, reforzando de nuevo la verosimilitud. 
	Por otro lado, el aspecto de la metaficción como una autocrítica lo podemos ver reflejado en “La Cordillera” en situaciones como las que viven los personajes encargados del fraude con su maestro en la SOGEM, Gerardo de la Torre, personaje perteneciente a la realidad, el cual les dicta discursos en las pláticas posteriores a clase donde refiere sobre el rulfismo como “ese contagio que sufrieron los jóvenes de los años sesenta tras la aparición de El llano en llamas y Pedro Páramo” (Leñero, V. p. 48). Además de dicha afirmación, de la Torre realiza una crítica al estilo de escritura de Rulfo y reconoce que “el contagio estilístico es mortal como el sida […] Ésa como revirada a la primera base del Así diles, Eso fue lo que dijo, Eso hicimos, Así le dijo¸ fue usado por Rulfo como muletilla en sus cuentos y en su novela, de tal suerte que quien la utiliza ahora cae inevitablemente en el rulfismo” (Leñero, V. p. 48). 
	En el mismo sentido de la autocrítica, pero no refiriéndose al estilo sino a la temática de los textos, Leñero, en lo que parece una especie de desdoblamiento a través de Gerardo de la Torre, afirma que “cuando se parte de una realidad […] se vuelve más sencillo el trabajo porque se reducen las exigencias de la imaginación y se despierta la fantasía gracias al imperativo de ir desarrollando, por aquí o por allá, cada personaje, cada trama, cada nueva historia imprevista.” (Leñero, V. p. 52). Lo que confirma en cierto modo la tesis que desarrollaría Leñero en su texto: partir de un hecho real y concreto, en este caso el borrador de La cordillera, para desarrollar un texto alternativo que no le sea completamente fiel a la “realidad”. 
	Con base en el reconocimiento de las referencias encontradas en “La Cordillera” de Vicente Leñero a elementos reales y el contraste que genera con las ficcionales, se identifica como un texto intermedio entre la ficción y la no ficción; destacándose también por la característica de autocrítica metaficcional que aporta elementos para un mejor entendimiento. Y, por último, desde el aspecto de la voz narrativa, se establece en el punto más alejado de la legitimidad del texto, casi al mismo grado que en Asesinato, ya que no tiene participación en la historia, se vale de la utilización del recurso de un narrador omnisciente para desligarse de algún punto de vista subjetivo en la obra.
Bibliografía
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 ─Autorretrato a los 33 y seis cuentos. (2002). México. Editores Mexicanos Unidos 
 ─Los Albañiles. (2015) México: Seix Barral. 
 ─El garabato (1985) México: Lecturas Mexicanas. 
* J. Anderson, Danny. (1992) “Retórica de la legitimidad: Las exigencias de la crónica en las ‘novelas sin ficción’ de Vicente Leñero” en La Palabra y el Hombre, octubre-diciembre, núm. 84, p. 63-80: Universidad Veracruzana. Disponible en línea http://cdigital.uv.mx/handle/123456789/1590 [Consultado el 12 de mayo de 2016]
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*Pimentel, Luz Aurora. (1995) “Teoría narrativa” en Esther Cohen (de.) Aproximaciones. Lecturas del texto: Universidad Nacional Autónoma de México, México, (s/n) Disponible en línea: www.lpimentel.filos.unam.mx/sites/default/files/textos/teoria-narrativa.pdf [Consultado el 24 de mayo de 2016]
*Carrasco, Iván. (1981) “Análisis de la narración literaria según Gérard Genette” en Documentos Lingüísticos y Literarios. Núm.7; p. 8-15. Disponible en línea: www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=228 [Consultado el 13 de diciembre de 2016].
*Vizcaíno Mosqueda, Laura Elisa. (2013). “La metaficción en algunas brevedades narrativas” en Cuadernos Americanos Núm. 143. Vol. 1; p. 87-101. Disponible en línea: http://www.cialc.unam.mx/cuadamer/textos/ca143-87.pdf [Consultado el 11 de diciembre de 2016)

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