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Ensayo Sobre El Gobierno Civil

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John, Locke. Ensayo sobre el gobierno civil.
El asalto contra el absolutismo.
El calvinismo europeo parecía entonces en peligro de muerte. La revocación del Edicto de Nantes en 1685 daba la señal de la cruel persecución de los protestantes franceses y de su éxodo, que iba a estar tan cargado de consecuencias para la monarquía absoluta.
En noviembre de 1688, Guillermo, llamado por la inmensa mayoría del pueblo inglés y por la misma Iglesia oficial, llevando seiscientos navíos y quince mil soldados, desembarca en las costas de Inglaterra. Por la libertad, por la religión protestante, por el Parlamento: tales son las palabras inscritas en las banderas del príncipe de Orange.
Cuando la princesa Mary, hija del destronado Jacobo II y mujer de Guillermo de Orange, abandona Holanda en febrero de 1689 para reunirse con su marido para ser coronada al mismo tiempo que él, el barco que conduce a Inglaterra lleva también a John Locke y su fortuna. Entendemos por fortuna los manuscritos de las dos obras que le harán célebre: la obra filosófica Ensayo sobre el entendimiento humano y la obra política titulada Ensayo sobre el gobierno civil, que es el objeto de este capítulo.
En el segundo tratado o Ensayo, el propósito de Locke es exponer, después de muchas otras, su teoría del Estado, buscando los fundamentos de la asociación política (“gobierno civil”), delimitando su dominio, extrayendo las leyes de su conservación o de su disolución. ¡Austero y científico propósito! Pero, más profundamente, ¿qué quiere Locke, cuál es su “sed”? Esta sed era la de demoler, de una vez para siempre, la doctrina del derecho divino.
Locke va a partir, como Hobbes, del estado de naturaleza y del contrato originario; pero dará de ellos una versión nueva, que le permitirá exigir en regla la distinción entre el poder legislativo y el poder ejecutivo. El lector de Hobbes era subyugado por la fuerza de un pensamiento imperioso; en de Locke queda apresado poco a poco en el desarrollo de una dialéctica persuasiva, insinuante, sin relieve, por un leguaje fluido y limpio.
Es la existencia de los derechos naturales del individuo en estado de naturaleza la que va a proteger a este individuo de los abusos del poder en el estado de sociedad.
El estado de naturaleza es un estado de perfecta libertad y también un estado de igualad (Hobbes también lo veía así). Pero el dulce Locke nos tranquiliza en seguida: este estado de libertad no es, de modo algún, un estado de licencia y no implica, como tampoco el estado de igualdad, la guerra la guerra de todos contra todos que Hobbes nos pintaba con espantosos rasgos.
Es el número de derechos que pertenecen a los hombres en ese estado de naturaleza, pintado por un autor lleno de afabilidad, coloca Locke con insistencia la propiedad privada.
Cada uno, en el estado de naturaleza, es juez de su propia causa; cada uno, igual al otro, es, en cierto modo, rey.
¿Quién juzgará, entre el legislativo y el ejecutivo, si este último ha hecho buen o mal uso de la prerrogativa? ¿Quién juzgará, entre el legislativo y el pueblo si el segundo intenta esclavizar al segundo? ¿Quién juzgará, quién sancionará la fidelidad de los depositarios del poder, a ellos confiado para el bien púbico? Es el pueblo, a título de depositante, quien “debe juzgar de esto”.
Así se justifica que, contra la fuerza – tanto del legislativo como del ejecutivo – “que ha perdido autoridad”, el pueblo pueda emplear la fuerza. Aunque, en primer lugar, la inercia natural del pueblo no lo induce a rebelarse más que en el último extremo.
Comentario:
Es curioso saber cómo hoy en día, después de literalmente siglos, los sistemas políticos siguen estando basados en las propuestas/ideas de John Locke, que si bien, fueron bastante revolucionarias e innovadoras en su momento, y en la actualidad siguen funcionando, la situación política, social y económica mundial tal vez son señales de que es hora de actualizar estas ideas que poco a poco se van quedando obsoletas.

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