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Constitución subjetiva desde la familia y el género

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Módulo: Sujeto y Cultura
LA CONSTITUCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD DESDE LAS INSTITUCIONES DE LA FAMILIA Y EL GÉNERO
Ensayo: temario de la tercera unidad
El presente escrito fue redactado con la intención de presentar, como bien el título y subtítulo lo indican, diversos temas que abarcan el contenido de las lecturas de la tercera unidad de este módulo quinto a modo de conclusión, repaso e introducción para aquellos interesados en los conceptos abordados en el mismo. Así pues, en los párrafos siguientes abordaremos un pequeño temario, revisando material muy puntual de Lévi-Strauss, Enrique Gracia, Marta Lamas, Dio Bleichmar, Mabel Burin y Ana María Fernández, de manera breve y concisa, comenzando por el texto “La familia”, del autor primero en nombrar, Claude Lévi-Strauss.
En este primer texto a revisar Levi-Strauss presenta una serie de características que marca como propias de la familia conyugal, estás son; 1) tiene su origen en el matrimonio, 2) está formado por el marido, la esposa y los hijos nacidos del matrimonio, 3) los integrantes están unidos por lazos legales, derechos y obligaciones económicas, religiosas y de otro tipo, y una red precisa de derechos y prohibiciones sexuales, más una cantidad variable y diversificada de sentimientos psicológicos tales como el amor. De esta manera es como se manifiesta y presenta socialmente la familia como institución en la sociedad occidental, no obstante, Enrique Gracia, en su texto “Psicología social de la familia”, propone que dicha organización social está en decadencia, o por lo menos la familia conyugal tal cual es definida por Lévi-Strauss, puesto que se encuentra sufriendo una serie de alteraciones que amplía no solo la estructura de ésta, relegando a un segundo plano la importancia de los integrantes que la conforman, sino también el rol social de la misma. Primeramente expone un supuesto para responder a la cuestión de, en qué momento se instauró la familia conyugal como modelo predilecto para la sociedad, presentando el hecho de que el modelo económico, en plena revolución industrial, requería la reducción de tamaño del grupo para que fuese geográfica y económicamente móvil. La deconstrucción de este estereotipo de familia recae, inicialmente, en las múltiples estructuras familiares que hoy en día pueden divisarse; monoparental, homoparental, reconstruida, etc., además del hecho de que en los países desarrollados hay una mayor incorporación de la mujer en el mundo laboral, por lo que poco a poco el sexo femenino pierde su intrínseca relación con la maternidad y el trabajo doméstico. Surgieron también algunas hipótesis referidas al deceso de la familia, por ejemplo, Urie Bronfenbrenner especula que éste se dará debido principalmente a un problema: que nadie está en casa.
Finalizando con el tema de la familia y en progresión al texto de Lamas, “Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género”, la autora hace mención a Joan W. Scott para dar brindar al lector su definición sobre género: “el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder”, quien además de esta breve definición, señala cuatro principales elementos distintivos del género mismos que son: 1. Los símbolos y mitos culturalmente disponibles que evocan representaciones múltiples. 2. Los conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos. 3. Las instituciones y organizaciones sociales de las relaciones de género. 4. Y la identidad. Siguiendo el hilo de esta temática nos encontramos con Dio Bleichmar y su escrito “Género y sexo: su diferenciación y lugar en el complejo de Edipo”, Donde se hace, en primera instancia, una distinción entre los conceptos sexo y género, reservándose el primero para los componentes meramente biológicos y anatómicos, es también el “gran significante” de la asignación del género, y siendo este último la expectativa con la que se le mira al sujeto mediante un proceso psíquico y social dictado por tres actos, cuales procederé a describir:
El primero de ellos es el de la asignación del género; este consta en la atribución del género al infante, al señalarle, todo su entorno, con determinado género, todo su desarrollo posterior estará marcado y delimitado por dicha asignación. Esta asignación se hace, en primera instancia por los padres, cuando éste aún se encuentra en el vientre materno, al comprarle determinados objetos estereotípicos de su género (juguetes, ropa de determinado color) o hablarle de cierta manera, y posteriormente, ya al nacer, es reafirmada por una figura de autoridad, el médico presente en el parto. El segundo acto es la identidad de género, que a su vez se divide en la identidad propiamente dicha y el núcleo de la identidad; en la asignación del género se le comparten al infante el comportamiento y las características fisiológicas propias de su género, y éste se identifica, al principio con las fisiológicas, al revisar sus genitales, y seguido a esto con el comportamiento, al percatarse que efectivamente, demás iguales a sí mismo, con genitales iguales a los que porta, efectúan dicha forma de comportarse. Finalmente se encuentra el rol de género, que es el final actuar del que transcurre por este proceso que finaliza justo antes de la etapa edípica, es el “llevar acabo” propio de su género, pues ya ha sido asignado e identificado, solo le resta cumplir con las expectativas que la sociedad espera. Una vez el núcleo de la identidad está ya establecido en el sujeto, a la confirmación que tiene el mismo ya instituido en su sexo, en base a su género y sus genitales se le conoce como identidad sexual, a diferencia de la orientación sexual, que ésta la define la elección de objeto sexual, es decir, la preferencia del sexo que debe poseer la pareja sexual.
Habido comentado todo lo previsto para este ensayo sobre Bleichmar podemos proseguir con la siguiente autora, Mabel Burin, quien en su texto “Ámbito familiar y construcción del género” nos expone tres nociones de lo que significaba ser mujer y hombre en distintos periodos históricos, en el primero de ellos siendo a tempranas épocas de la configuración judeocristiana; en el caso de ser mujer, su definición como sujeto estaba dada por el hecho de ser reconocida por los hombres más que por la percepción que tuvieran ellas de sí mismas, puesto que a los hombres se les relacionaba con el poder divino, debido a la figura tan presente en la vida cotidiana del Dios padre, un dios masculino. Seguidamente introduce la Edad Media, un mundo todavía profundamente religioso, aquí, las mujeres que no se dedicaban al aprendizaje y la transmisión de la devoción religiosa eran sospechosas de brujería, por lo que su estilo de vida transitaba principalmente por este sendero de la religiosidad. Más allá de esto, un papel importante de la mujer durante esta época era el de servir como objeto de pacto entre familias, para sellar alianzas entre los involucrados, y además de estas las únicas alternativas de vida disponible eran la servidumbre y la prostitución. En cambio, la masculinidad fungía una plena autoridad, no solo por el rol religioso mencionado en el periodo histórico anterior, sino porque gozaba de exclusividad académica. La última época que en este artículo se trata es la Revolución Industrial, ésa trajo consigo una gran cantidad de cambios para la significación tanto femenina como masculina, comenzando por la reestructuración de la familia nuclear, ahora sirviendo de proveedores tanto la mujer como el hombre, sin embargo, la cosificación, ahora para ambos sexos, continúa presente; primeramente el hombre, quien sigue efectuando su rol de proveedor, pero en su calidad de obrero se le es visto no como un sujeto, sino simplemente como fuerza de trabajo. Y por otro lado la mujer, quien además de tener la oportunidad de ser proveedora para el hogar, junto al marido, con el nuevo sistema económico efervescente, en pleno apogeo, su rolprimordial es el de productora de obreros.
Burin describe también como es el proceso de identificación tanto de la niña como del niño, con la feminidad y masculinidad respectivamente. Las niñas pueden identificarse con la madre, al ser ésta el primer vínculo afectivo, siendo un proceso directo e inmediato, además de que luego pueden tomar como modelos de lo masculino a otras mujeres, sin embargo, para el niño es un poco más complejo pues no se identifica con el padre, pues es un padre ausente (ausente pues cumple con su rol de proveedor, por lo que siempre está fuera). Primeramente, también se identifica con la madre, pero su identificación con lo masculino nace de la diferenciación y el desapego a la madre, para después identificarse no con el padre, sino con la posición del padre, la incorporación específica del rol, que no lleva necesariamente la internalización de sus actitudes o valores. En las familias con el padre ausente, el niño desarrolla el “deber ser” de lo masculino con figuras culturales y de otros hombres que eligen modelos masculinos.
A partir de este punto se presenta a la última autora, Ana María Fernández, con su texto “La mujer de la ilusión”. En éste expone tres mitos sobre la mujer, las principales actitudes que se le han asignado al rol femenino en nuestra sociedad occidentalizada, estos son el de la maternidad, el de la pasividad y el del amor romántico. Se presenta primero el de la maternidad, mujer=madre, en este se menciona cómo es que ambos términos han terminado siendo equivalentes, cómo es que no hay una diferenciación clara entre ser mujer y ser madre, Fernández dice que, a pesar de que “ambos valores de la ecuación” no deberían resultar equivalentes, en la vida cotidiana pareciera que sí lo son, y esto lo ejemplifica con dos oraciones, resulta lo mismo decir que “para ser madre se necesita ser mujer” que “para ser mujer se necesita ser madre”. En el segundo de los mitos, el de la pasividad, remite primeramente a la pasividad sexual femenina, y compara la ablación que sufren las mujeres en determinadas regiones del globo con la castración imaginaria, expuesta por Freud, que es la realidad que viven las mujeres en occidentes, y que produce un sesgo en el placer sexual pues genera en el sexo femenino un actuar, piensar y sientir de no tener clítoris, convirtiendo así a la mujer, más que en un sujeto erótico, en un objeto erótico. El último de los mitos es el del amor romántico y lo relaciona directamente con el anterior, menciona cómo de este “ser del otro” que representa la pasividad femenina, se genera una subjetividad organizada en la clave sentimental, en la cual, junto a los sentimientos amorosos que unen a un hombre y una mujer, se instituyen posiciones de poder que por lo regular no favorecen a la mujer, y al mismo tiempo, genera en la feminidad una fragilización y una dependencia hacia un hombre.
Otro concepto importante que comenta Fernández es el de la eficacia simbólica, un efecto bajo el cual radican los mitos mencionados anteriormente, pues consta en el resultado de determinada consecuencia de una actividad que se supone debería producir tal consecuencia, aunque no exista una relación directa entre ellos. La denominación del concepto es muy descriptiva, pues la eficiencia de la actividad generadora de la consecuencia es producida únicamente de manera simbólica, por ejemplo, el hecho de repetir y reproducir los mitos previamente mentados genera que estos mismos se instituyan cada vez más profundamente en la subjetividad femenina, pues esta reproducción de los mitos genera que se naturalicen y, por tanto, no se cuestionen.
Los temas abordados en el ensayo son sumamente extensos y algunos conceptos pueden llegar a ser rebuscados, hay que releerlos varias veces para que queden lo suficientemente claro, sin embargo, el presente texto me parece una lectura apropiada para aquellos curiosos interesados en estos temas y que les resulte intimidante la abundante cantidad de información sobre los mismos, es una breve introducción con la cual comenzar a inmiscuirse en este basto, pero muy interesante mundo de la constitución de la subjetividad desde las instituciones de la familia y el género.

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