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SOCIOLOGIA Y CUIXT]RA Pierre Bourdieu ¿Y quién creé a los creadores?i La sociologfa y el arte no se llevan bien. Esto es culpa del arte y de tos artistas que no soportan todo aquello que atenta contra la idea que t¡énen de sf mismos: el universo del arte es un universo de creencia. creencia en el don, en la unicidad del creador increado, y la irrupción del sociólogo, que quiere comprender, explicar y dar raz6n, causa escándalo. Es desilusión, reduccioni§mo, en una palabra, groserfa o, lo que viene a ser lo mismo, sacrilegio: el sociólogo es aquel gue, al igual que Voltaire expulsó a los reyes de la historia, quiere expulsar a los artistas de la historia del arte. Pero también tienen culpa los sociólogos que se las han arreglado para confirmar las ideas preconcebidas sobre la sociologfa, y en especial sobre la sociologla del arte y de la literatura. Primera idea preconcebida: la sociologfa puede explicar el consumo cultural, pero no su producción. La mayorla de los trabajos generales sobre la sociólogfa de las obras culturales aceptan esta distinción, que es purarnente social: tiende en efecto a pre§ervar para la obra de arte y el "creador" increado un espacio aparte, sagrado, y un trato privilegiado, y entrega a los consumidores a la sociologfa, es decir, entrega el aspecto inferior, incluso reprimido (sobre todo en su dimensión económical de la vida intelectual y artfstica. Y las investigaciones que tratan de determinar los factores sociales de las prácticas culturales (como el hecho de asistir a museos, a obras de teatro o a conciertos) parecen confirmar esta distinción, gue no reposa sobre ningún fundamento teórico; en efecto, como trataré de mostrarlo, sólo se puede comprender el aspecto más específico de la producción en sf, es decir, la producción de valor (y de creencia) si se toma en cuenta simultáneamente el espacio de los productores y el de los consumidores. Segunda idea preconcebida: la sociologfa -y su instrumento predilecto, la estadfstica- le resta importancia a la creación artf§tica, la aplasta, la nivela y la reduce; coloca en el misrno plano a los r Confcreocia pronunci¿d¿ er la Ecole N¿üoo¡le §upérieurc des Arts Décoratifs, en ¿bril de 1980. grandes y a los pequeños, y en todo caso no capta lo que es el genio de los más grandes. Una vez más, y quizá aún más claramente en este caso, los sociólogos más bien han justificado a sus clticos. No insistiré en la estadfstica literaria ,la cual, tanto por la insuficiencia de sus métodos como por la pobreza de sus resultados, confirma en forma espectacular los puntos de vísta más pesimistas de los guar- dianes del templo literario. Apenas evocaré la tradición de Lukács y Goldmann, que trata de establecer la relación entre el contenido de la obra literaria y las caracterfsticas sociales de la clase o fracción de clase a la cual se supone gue está destinada de manera especial. Este enfoque, que en sus formas más caricaturescas subordina al escritor o artista a las limitaciones de un medio o a las demandas directas de una clientela, sucumbe a un finalismo o a un funcionalismo ingenuo pues deduce directamente la obra de la función que le serla socialrnente asignada. A través de una especie de cortacírcuito, hace desaparecer la lógica propia delespacio de producción artfstica. De hecho, también en este punto los "creyentes' tienen toda la razón en contra de la sociologla reduccionista cuando señalan la autonomfa del artista y, sobre todo, la autonomfa que es el resultado de la historia propia del arte. Es cierto que, como dice Malraux, 'el arte imita al arte" y que no se pueden explicar las obras únicamente a partir de la demanda, es decir, de las exigenc¡as estét¡cas y ét¡cas de las diferentes fracciones de la clientela. Esto no implica que se nos remita a la historia interna del arte como único complemento autorizado de la lectura ínterna de la obra de arte. La sociologfa del arte y de la literatura en su forma ordinaria olvida efectivamente lo esencial, es decir, ese universo gue posee sus propias tradiciones, sus propias leyes de funcionamiento y de reclutamiento, y por ende su propia historia. que es el universo de la producción artfst¡ca. La autonomfa del arte y del artista, que la tradición hagiográfica acepta como algo obvio, en nombre de la ideologfa de la obra de arte como 'crsación' y del artista como creador increado, no es más que la autonomfa (relatival de ese espacio de juego que yo llamo campo. una autonomla gue se va instituyendo poco a poco y bajo ciertas condiciones, en el transcurso de la historia. El obieto propio de la sociologfa de las obras culturales no es ni el 211 EMGL EMGL EMGL EMGL artistasin0ular(nitalocualconiuntopuramenteestadÍstic"ode"art¡stas singulares), n¡ la rerJcio]r e-n-táel "'t¡"t'.(u' lo que es lo rnisnno' la ;;r;ü artrstica) y tal o cual grupo social concebido corno Gausa eficiente y principio Oeterm¡nan1e de los contenidos y las formas de expresión, o como ""ut' final de la producción artf§tica' es decir' como demanOa, pues ü historia de los contenidos y las formas está ;;;;;;;;;"rr,e v¡ncutaoa con la h¡storia de los srupos dominantes v il;l;;il;; por la doÑnac¡on" Para mf' la sociolosfa $e ias,obras culturales debe tomar como objeto el conjunto de las relaciones (las objetivas y también i." qu" se-efect¡Jan án forma de interaccionesl éi*'J-iniir, v los demas artistas' v' de manera más amplia' el c.iiiijñto de los ,g"á,át';n"'b*os en iü producción de la obra o' al meños, en la del nriir-tir¡rtde la obra (los clf-tjcos, directores.de etcétera)' Se opone a la vez a una descripcióngalerfas, t1gcenasr I pos¡tivista de las ",tt"itt-rtt¡cas iociales de los productores (su educación familiar, escolar"") y a una sociologla de la recepción que, como lo hace nitál p"t' Ll arte italiano de los siglos XIV y XV' refreirfa directamenn" f"i obras a la concepción de la vida de las diferentes fracc¡onel Oei pt:Ul¡"o de los mecenas' es decir' a "la sociedad cons¡oeraáá "n ril rrpr"idad de recepción en rela.ción con el arte'. De hecho ""i," ¿'" perspectivas se suelen confundir' como sisesupusieraque,porsuorigensocial'losartistassonpropensos a presentir y sat¡stícer-cierti dernanda social (resulta notable el hecho de que, O"nt* J" esta lógica' elanálisis del contenido de las obras tiene primacfa -"'to o*"" incluso con Antal- sobre el análisis delaforma, es decir, lo que e.s propío del productor)' para redonaeár-¡"" cosas, quisiera indicar que el efecto de cortocircuitonose"n'u.n*"sóloentrelascabezasdeturcooficiales de los defensores de la estética pura' como el pobre de Hauser' o incluso en un marxi"i, irn preocupado por la distinción como Adorno (cuando habla de He¡degger), sino en uno de los que más se han dedicado a denunciJi ti;,toáiotogismo vulgar" y el "materialismo deterrninist.",.U*uJrt" *a' En efecto' en.o abra abíerta relaciona de manera a¡r"ct, ipiobablemente en nombre de la idea de que existe una unidad dá todas las obras culturales de una épocal las propiedades que t"¡b;y;; !a "obra abierta'' como la pluviosidad reivindicada, la impieüsirir¡J"o voluntaria, etcétera, y las propiedades del mundo tal como- io pr"""*. la ciencia, ello a fuerza de salvaies analogfas, cuyo fundamento nadie conoce'' Hompiendo con estas {iforentes rnaneras de- ignorar la pro' ducción en sf, la sociologfa Uá tas obras' tal como la cor¡clbo toma como objeto el campo de producció¡r-ct¡ltural' Y' do rnanera. insepa- rable, la relación tni* á ".rpo de la producción y ei.de los consumidores" Los oáttt*ini"*os sociales que deian su huella en la obradeartese"¡",o*po'unladoatravésdelhabitusdelproductor, lo cual rennite asf a las'conOiciones sociales de su producción como "r¡"io """1"1 (familia, etcétera) y como productor (escuela' contactog profesionales, etcétera), y por otro a través de las demandas y ii*¡tá"¡on*, sociales que se inscriben en la posición que ocupa en un carnpo determinadó ('a' o menos autónomo) de producción' Lo ;;" ;; íír*. i"r"r.¡J,i"'ls ¡a contuenciade un habitus socialmente const¡tu¡do y un" O"i",minada posición ya instituid a o posible en la división del trabaio i" p"O'""ión cultural (y' además de todo' en segundo grado, "" rti¡-'it¡on deltrabaio de dominaciónl; el trabajo con el cualelartista n""" ,u obra y, de manera inseparable, se haco a sf mismo "orno "n.irlli;, ;;""i; ello. forma parte de la demanda del campo, "oro ,*¡ti, ái¡g¡nat' singular) puede describirse como la relación dialéctica entre su puesto, que a rnenudo lo precede y lo sobrevive (por eiempü,';;;É oHigaciones de la 'vida de artista"' ciertos atributos, *.ál"io*r"s, forrnás de expresarse"'l y su habitus il;G hrace más o menos propenso a ocupar este pue§to o a transformarlo de nnanera más o rnenos completa -lo cual puede ser uno de los prerrequisitos del puesto-' En suma' el habítus del productor nn "" nuri"á'iáiatr"nte producto del puesto (salvo quizá en ciertas traO¡c¡onel 'nt"t"n'ft" donde la formación familiar' es decir, los condicioná'n¡"ntot sociales originales de clase' y la formación protes¡onat se confunden por completo). De manera inversa, nunca se puede pasar directamente de las caracterfsticas sociales del product;; :;' origen social- a las caracterfsticas de su producto: Ias oitiotit]o"ei vinculadas con un origen social determinado *plebey'o o burgués- pueden expresar§e de maneras *rv Jit"i.",es, al tie,mpo que conservan un aire de familia' en cam' pos diferentes. Basta comparar, por eiemplo' a las dos pareias paralelas de plebeyo y pat;icio' Rous.seau-Voltaire y Dostoievski' Tolstoi" Aunque et puesto hace el habitus (de manera más o menos cornpleta), eg nai¡wi iue ya esta de antemano (de manera más o menos connpleta) .drü;il a! puesto (a través de los mecanismos qL" á"u.i*inan la vocación y la cooptación) y hecho para el puesto, contribuye a hacere! puesto' Y esto aumenta con la distancia entre sus condlc¡on", ,o-"ül"t O" producción y las exigencias sociales inscritas en et puesfiy.á "rrnrrg", de libertad e inovación irnplfcita o explfcitamer'¡te inscrito en e[ puesto" l'lay quiene§ están hechos 212 para apoderarse de pos¡c¡ones hechas y quienes están hechos para nablementel en la biograffa singular de Flaubert, se inscribe, fuera hacer nuevas posiciones. Explicarlo requerirfa un análisis demasiado del individuo Flaubert, en la relación objetiva entre, por un lado, un largo y yo quisiera indicar únicamente que sobre todo cuando se habitus formado dentro de ciertas condiciones sociales (definidas Íata de comprender las revoluciones culturales o artfsticas, hay por la posición "neutra" de las profesiones liberales, de las que tener presento que la autonomfa del campo de producción es "capacidades', en la clase dominante y también por la posición que una autonomfa parcial que rio excluye la dependencia: las revoluciones el niño Gustave ocupa en la familia en función de su rango de especfficas, gus transforman las relaciones de fuerza dentro de un nacimiento y de su relación con el sistema escolarl y, por otro, una campo, sólo son posibles en la rnedida en gue los que importan posieión determinada en el campo de producción literaria, que se nuevas disposiciones y quieren imponer nuevas posiciones encuentra a su vez situado en una posición determinada en etseno encuentran, por ejemplo, un apoyo fuera del campo, en públicos del campo de la clase dominante. nuevos cuyas demandas expresan y a la vez producen. Seré un poco más preciso: como defensor del arte por el arte, Asf, el sujeto de la obra de arte no es ni un artista singular, *Qausa aparente, ni un grupo social (la gran burguesfa bancaria y comércial que llega al poder en la Florencia del Ouatrocento, corno en Antal, o la nobleza judicial en Goldmannl, sino todo el eoniunto dltg! _campo_ de producción arttstica (que mantiene una relación de autonomfa relativa, más o menos grande según las épocas y las sociedades, con los grupos donde se reclutan a los consumidores de sus productos, es decir, con las diferentes fracciones de la clase dirigentel. La sociologfa o la historia social no pueden entender nada de ta obra d-e árte, y sobre todo de lo que forma su singularidad, cuando tornan como objeto un autor o una obra de manera aislada. De hecho, toáos tos trabajos dedicados a un autor aislado que quieren hacer algo más que hagiograffa o anecdotario se ven obligados a tomar en cuenta todo el carnpo de producción, pero al no dedicarse a esta construcción como proyecto explfcito, lo hacen por lo ge- neral de manera muy imperfecta y parcial. Y, contrariamente a lo que se podrfa creeÍ, el análisis estadlst¡co no logra nada mejor, ya que, al agrupar a los autores según grandes clases preconstru¡das (escuelas, generaciones, géneros, etcétera), destruye todas las diferencias pert¡nentes por carecer de un análisis previo de la estructura delcampo que le mostrarfa que ciertas posiciones (sobre todo las posiciones domínantes, corno la que ocupó Sartre en el campo intelectual francés entre 1945 y 19601 pueden tener cabida para una sola persona y gue las clases correspondientes pueden contener sólo una persona, desafiando asf a la estadfstica. El sujeto de la obra es pues un habitus en relación con un puesto, és d.ecir, con un campo. Para mostrarlo y, creo yo, demostrarlo, habrfa que volvCr á üei los análisis que he dedicado a Flaubert, donde traté de mostrar cómo la verdad del proyecto flaubertiano, que Sarte busca desespe¡adamente {e intermi- Flaubert ocupa eri el campo de producción literaria una posición ne.rtra, que se define por medio de doble relación negat¡va (percibida como un doble rechazo), con el "arte soc¡a|", por un lado, y con el "arte burgués', por otro. Este campo, que a su vez se encuentra situado de manera globalen una posición damínada dentro del campo de la clase dominante (de allf las acusaciones del "burgués' y el sueño recurrente del "mandarinato', en el cual concuerdan por lo general los artistas de la época), se organiza asf segrln una estructura homéloga a la de la clase dominante con su conjunto (como lo veremos, esta homologfa es el principio de un ajuste automático, no cfnicamente buscado, de los productos a las diferentes categorfas de consumidores). Habrfa que ampliar esto, pero a primera vista resulta claro que, a partir de un análisis de este tipo, se camprende la lógica de algunas de las propiedades fundamentales del estilo de Flaubert: me refiero, por ejemplo, al discurso libre indirecto, que Bakhtine interpreta como una marea de la relación ambivalente hacia los grupos cuyas palabras éltransmite, de una especie de vacilación entre la tentación de identificarse con ellos y la preocupación por guardar su distancia; me refiero también a la estructura quiasmática que se encuentra de manera obsesiva en las novelas y atln más claramente en los proyectos donde Flaubert expresa en forma transformada y denegada la doble relación de doble negación gue, como "artista', lo opone a la vez al 'burgués' y al "pueblo' y, como art¡sta 'puÍo' ,lo alza en contra del 'arte burgués' y el "arte social'. Una vez que se ha construido asf el puesto, es decir, la posición de Flaubert en la división del trabajo literario (y, al mismo tiempo, en la división del trabajo de dominaciónl, aún es posible fijar la atención en las condiciones sociales de producción del habitus y preguntarse qué debfa ser Flaubert para ocupar y producir (de manera insepa- rablel el puesto de 'arte por el arto' y crear la posición de Flaubert. 213 f ffi ffiilf'xi{n,f:f:$*#'i';i$,#'trrifr ffiqpp6$$11$;üid;;;ho'¿Fr.ubort -- -^^r.. da ro o," ",ci"1"-ll.i1pll"lffiiÍlll# :i::J§""rÍ:f',,:ü:{::-1h"""J"¿':ffJi¡lsscarq¡hd¡.Yonoo.on corrur,--^,i^;J¡" i " $iffilf'':#,üfif,ffiliÉ#ifli:Hf,"ryji'-Sffi 5i'¡1¡J15¡f"15ilg¡';;r,pf,{¡¡p,odrrccrón se rcproqu;"1'.''J,Ili-i.a" 1rrua'""1'"1,"."#i:""|"j lil?L,ii!'i;;ó"1^.::::"[Jli "f"5rl""r¡ao"lTr"" po"ic¡o*" u**,*gg¡g-*ffiffi{fltr,}*HhHffipoatorrro'u.s'-v§óú ----.ii",,m¡dore¡ para su" pl9::T^1=;,,*,"",. "n j "".po. Lo que forma la u o.o li^T".""1""1,1á1"r,i¿" q* a ::**l+*rur*'¿s:;i":fri:1:E'üiH#, ::r"i¿r,rTirifuiir:tri:rru.:"':;:pu"'""""'; ;!i-:ifr,"'""r,*t:ffim*t"1",ry¡;;';ffi:::ryiffi: lr;:"j*:kl*:*u:rur;!!!,i,§ffiJ"'¡capaci¿a¿ r"**q;l+i:ilifrji"m"'q,.¡"v"ob€d:!ido,: r*:::"jsi::*i*ii.;lil"ili*,::ll"l§'1':§"'n:'*T;: X*:tf,**iiql{f¡ii.Í}"tri;i:,1.¿r,'ii,f,"*'':*r::f i#fu ing'¡6rry"x+?"** i:liil:;,t"iu*#*:s¡tit':*'rm:il::hil.,,ttri",rHxp};'{.,"'*"llüiffi *'*fiit;r*1g'';#i*., ffi***"-itr[tuü i3lL"Xlll;l""li'il ffi',-;;,:'ly*',":"[i,f;Tlttr##;, '-""iiil J"¡'"r" " ¿lcir qu' d ob¡oto Prop,-t quo.r con¡unto il:if"l,iil;"m,xl*"u;,trJf;:ffi::f#á!#ff""iffi,,;*'iiatúratwao¿st¡t¡togorrsmpu6oassrn' 1l ll ll ll lr de los dos espacios inseparables, el de los productos y el de los productores (artistas o escritores, pero también crfticos, editores, etcétera), que son como dos traducciones de la misma frase. Esto va en contra de la autonomización de las obras, que es tan injustificable desde el punto de vista teór¡co como práctico. Por ejemplo, hacer un análisis sociológico de un diseurso l¡m¡tándose a la obra misma es impedirse a sf mismo el movimiento que conduce en un vaivén incesante de los rasgos temát¡cos o est¡lfsticos de la obra donde se revela la posición social de productor (sus intereses, sus fantasmas sociales, etcéteral a las caracterfsticas de la posición social del productor donde se anuncian sus 'partidos' estilfsticos, e inversamente. En suma, sólo si se logra superar la oposición entre el análisis (lingüfstico u otrol interno y el análisis externo se podrán comprender de manera completa las propiedades que son más propiamente "internas" de la obra. Pero también hay que superar la alternativa escolástica de la estructura y la historia. La problemát¡ca que queda instituida en un campo en forma de autores y obras-faro, especíes de puntos de referencia que los demás util¡zan para encontrar sus coordenadas, es historia de cabo a rabo. La reacción contra el pasado, que crea la historia, es también lo que crea la historicidad del presente, que se define negativamente por lo que niega. En otras palabras, el rechazo gue está en el principio delcambio supone y plantea, y con esto trae al presente. al oponerse a é1, aquello a lo cual se opone: la reacción en contra del romanticismo antic¡entffico e individualista que lleva a los parnasianos a darle un nuevo valor a la ciencia y a integrar sus descubrimientos en su obra, los impulsa a encontrar en el Génie des religions de Ouinet (o en la obra de Burnouf, restaurador de las epopeyas mft¡cas de la lndia) la antftesis y el antfdoto del Génie du christianísme -como los inclina hacia el culto por Grecia, antftesis de la Edad Media y sfmbolo de la forma perfecta a través de la cual, a sus ojos, la poesfa se asemeja a Ia ciencia. Aquf me siento tentado a abrir un paréntesis. Para hacer que vuelvan a la realidad los historiadores de las ideas que creen que lo que circula en el campo intelectual, y sobre todo enue los intelectuales y artistas, son rdeas, recordaré simplemente que los parnasianos vinculaban a Grecia no sólo con la idea de la forma perfecta, exaltada por Gautier, sino también con la idea de armonla, que estaba en boga en esa época; la encon$amos, por ejemplo. en las teorfas de los reformadores sociales, como Fourier. Lo que circula en un campo, y 6n paft¡cular entre los especialistas de diferentes artes, son estereotipos más o menos polémicos y reductores (con los que t¡enen que contar los productores), tftulos de obras que todo el mundo comenta -como Romances sans paroles, tftulo que Verlaine tomóde Mendelssohn-, palabras de moda y las ideas poco claras que éstas transmiten- como la palabra 'saturnino' o el tema de las Fétes galanfes que lanzaron los Goncourt. En pocas palabras, podrfamos preguntarnos si lo que tienen en común todos los productores de bienes culturales de una época no es esa especie de Vulgata dístinguida, esa serie de lugares comunes elegantes que el tropel de ensayistas, crfticos y periodistas semintelectuales produce y disemina, y que es inseparable de un estilo y un humor. Esta Vulgata que es, claro, lo que está más 'de moda', es decif, lo que envejece más rápido, lo más perecedero, dentro de la producción de una época, es sin duda también lo que más üene en común el conjunto de los productores culturales. Vuelvo al ejemplo de Ouinet, que muestra una de las pro- piedades más importantes de cualquier campo de producción; se trata de la presencia permanente del pasado de! campo que se recuerda sin cesar a través de las rupturas mismas que lo remiten al pasado y que, igual que las evocaciones directas, referencias o alusiones, son como gestos de complicidad dirigidos a los demás productores y a los consumidores que se definen como consumi- dores legftimos mostrándose capaces de captarlos, El Génie des religions se plantea oponiéndose al Génie du christianisme, La distinción, que remite el pasado al pasado, lo supone y lo perpetúa, en el hecho mismo de apartarse de é1. Una de las propiedades fundamentales de los campos de producción cultural reside precisamente en el hecho de que los actos que en él se realizan y los productos que se producen cont¡enen la referencia práctica (a veces explícita) a la historia del campo. Por ejemplo, lo que separa los escritos de Jünger o Spengler sobre la técnica, el tiempo o la historia de lo que Heidegger escribe sobre los mismos temas es el hecho de que, al situarse en la problemática filosófica, es decir, en el campo filosófico, Heídegger vuelve a introducir toda la historia de la filoso- ffa que culmina en esta problemática. Luc Boltanski ha mostrado que la construcción de un campo de la tira cómica viene acompañada por un cuerpo de historiógrafos, y, de manera simultánea, por la aparición de obras que cont¡ene la referencia 'erudita" a la historia del género. Podrfamos hacer esta misma demostración en relación con la historia del cine. Es cierto que 'el arte imita al arte', o para ser más oxactoS, 215 1l ffiffi g*ffiN.g¡l'm 214 metodológ¡co, a sabor, que el "sujeto" de la producción artfstica y de su producto no es el artista, sino el coniunto de los agentes que t¡onen intereses en el arte, a quienes interesa el arte y su sxistencia, que viven del arte por el arte, como productores de obras consideradas artfst¡cas (grandes o pequeños, célebres, esto es, celebrados, o desconocidos), crlticos, coleccion¡stas, intermediarios, conservadores, historiadores del arte, etcétera. Ya está. Elcfrculo se ha cerrado. Y quedamos atrapados en su interior.l Pierre Bourdieu, "¿Y quién creó a los creadores', en Sociotogfa y cultura, trad. Martha Pou, introd. de Néstor Garcfa Canclini, México, Grijalbo, 1990 (Los noventa). (1a. ed. en francés, 1984), pp.225-238. I El leclor encontrará análisis complementarios en Pierre Bourdieu, "Critique du discours lettré", en Actes de ta recherche en sciences socialet nrlms. J.6 novicmbrc de 1975, pp. 4-8;"Lz production de la croyance, cont¡ibution a unc économie dcs biens symboliqucs", e¡ Actes de la recherchc en science¡ sociales, núm. I 3, 1977, pp. 343; 'Lettrc i Paolo Fossati i propor dc la Stori¿ dell'artc italiana", en Actes de la recherche en scieaces sociales, núm. 3 l, 1980, pp. 90-92; "Champ du pouvoir, champ intellectuel et h¡bitus de classc", et Scolies, núm. l, 1977,9p.7-26;*L'invention de l¿ vie d'artistc", enActes de la recherche en tciencet sociales nrlm. 2, m¿rzo de 1975, pp. 6794; "L'ontologic politique dc Martin lIeidcgger", enActes d¿ la recherche en sciences sociales, nfims. 5-6, novicmbre da 1975, pp. 109-156. El texto publicado en Scolies y cl rlltimo §€ cncuentrsn traducidos al español en el libro Campo del poder y campo intelectual, Bueno¡ Aireq Folios, 1983. 217
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