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Marx y el Materialismo Histórico - Resumen

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Marx y el materialismo histórico 
Guido Fernández Parmo 
 
Materialismo histórico. Marx propone pensar a la sociedad desde dos variantes: su 
materialidad y su historicidad, esto quiere decir que lo determinante en una sociedad, 
aquello que hay que conocer para conocerla, aquello que hace que sea lo que es, es 
algo material e histórico. 
¿A qué se refiere Marx con estas dos características? 
 
Materia. Lo material en una sociedad será todos los aspectos de la vida económica, 
aquello que hace a la vida económica de una sociedad. Materia se opone aquí a 
espíritu o conciencia o cultura. Una cosa es cómo vivo (en qué trabajo, con qué dinero, 
en qué tipo de casa, con qué relaciones entre mis compañeros, con mis patrones, etc.), 
y otra cosa distinta es qué pienso de eso, qué creo que es mi trabajo, qué pienso sobre 
por qué es como es, lo que pienso de mis compañeros y mis patrones, etc. Para Marx 
todo esto es el aspecto espiritual, cultural o ideológico de la vida social. 
Para resumirlo brevemente, podemos decir que lo material es todo aquello ligado a la 
producción, cómo se produce, cómo se distribuye lo producido, cómo se lo consume, 
los productos y bienes, las herramientas, las relaciones existentes en esa producción. 
La vida material del hombre incluye así su trabajo, las condiciones del trabajo, lo que 
hace, lo que produce, quiénes son sus patronos, quiénes los capitalistas, su salario, 
cómo compra, si vende, cómo vende, etc., etc. Lo determinante en una sociedad es la 
economía, aquello que hace que una sociedad sea lo que es, es su economía. 
 
Historia. Esta materialidad que define a una sociedad es, a su vez, algo histórico. ¿Qué 
quiere decir esto?, que es algo que se da en la Historia, es decir, que se da por un 
período determinado. Lo histórico y la historicidad remiten a aquello que surgió en 
algún momento dado y que en algún otro momento desapreció o desaparecerá. 
Histórico se opone a Natural. Algo natural es algo que: 1. no depende de los hombres, 
como la naturaleza de los animales, la naturaleza del agua, es decir, las propiedades o 
características que definen a algo de una vez y para siempre; 2., por lo tanto, histórico 
también se opone a lo eterno, a aquello que siempre es igual y no sufre cambios; 3. 
resumiendo los dos anteriores, lo natural es aquello que es inengendrado, que ni es 
producido ni perece nunca. Histórico es, pues, algo producido, algo inventado en algún 
momento por algunos hombres. Decir que las cosas son históricas es decir que no son 
naturales, que pueden ser de otra manera, que no son necesarias, sino contingentes, 
que pueden cambiar. 
La sociedad o el modo de producción es algo histórico. Esto quiere decir que esa 
materialidad, esa economía, es algo que se da en la Historia, que es producido y que 
depende del momento histórico. 
 
Modo de producción. El concepto central de la teoría es el de «modo de producción». 
Esto quiere decir que una sociedad se entiende por cómo produce las cosas que 
necesita, es decir, aquello que define a una sociedad, aquello que hace que esta sea lo 
que es, es cómo produce el conjunto de los bienes socialmente necesarios. Cómo 
produce quiere decir también cómo trabaja, cómo organiza al trabajo, la manera que 
los hombres transforman la naturaleza en la sociedad o la cultura. 
El trabajo para Marx es la capacidad humana de transformar o humanizar a la 
naturaleza. Y el proceso de trabajo serán todos los pasos que van desde un objeto 
natural hasta un objeto humano. Para poner un ejemplo un poco simple, de un árbol a 
una mesa existe una mediación que es el conjunto del proceso de trabajo. 
 
Veamos algunas características de este proceso tal como las describe Marta 
Harnecker: 
 
El proceso de trabajo transforma a las cosas en cosas útiles. El proceso de trabajo 
supone, así: 
 
a. objetos sobre los cuales se trabaja (sean naturales o artificiales) 
b. los medios con los que se trabaja 
c. la actividad humana utilizada en el proceso 
d. aunque no forma parte del proceso de trabajo, éste termina en el producto. 
 
a. 
Supongamos que tenemos una casa hecha de madera, la casa de un campesino del 
siglo XVII. Primero tenemos a la materia bruta, extraída directamente de la naturaleza. 
El proceso de trabajo la transforma para volverla una materia prima: la madera para la 
construcción. Lo primero que hay que entender del proceso de trabajo es que es el 
punto de partida para entender al conjunto de la sociedad. 
 
b. 
“Los medios de trabajo en sentido estricto son las cosas o el conjunto de cosas que el 
trabajador interpone directamente entre él y el objeto sobre el cual trabaja (materia 
prima o bruta)” (HARNECKER, 22). Ejemplos de esto pueden ser una máquina, un 
hacha, un martillo. 
En realidad, los medios de trabajo son el conjunto de cosas que aparecen en 
medio del proceso de trabajo, todo aquello que interviene en la transformación de la 
naturaleza que hace el trabajo; no sólo las herramientas, sino también las rutas, los 
talleres, el terreno, etc. 
Los medios de producción son, así, todo eso que está entre la naturaleza y el 
producto terminado, son la mediación, lo que los humanos ponemos entre la 
naturaleza y el producto terminado, esto es, la sociedad, la cultura. El ser humano 
transforma con estos medios a la naturaleza y la transforma en cultura. Por ejemplo, 
de un árbol, un objeto natural, mediante el trabajo, producimos una mesa, un ser 
cultura. Decimos entonces que la manera en que se produce, cómo se produce, el 
“modo” en que se produce depende, en parte, de los medios de producción. 
 
c. 
Como venimos diciendo, entre la naturaleza y la cultura o la sociedad se encuentra el 
trabajo. El trabajo es la actividad propiamente humana que transforma lo natural en 
cultural, Así, el trabajo no es lo que comúnmente llamamos “trabajo”, como cuando 
decimos “tengo que ir al trabajo”. Trabajo aquí alude a la capacidad humana, a una 
fuerza o energía humana, que puede apropiarse de la naturaleza y humanizarla. 
Cuando decimos “tengo que ir al trabajo”, nos referimos a una forma detemrinada e 
histórica en la que se da esa energía humana. 
Dice Harnecker sobre la diferencia entre fuerza de trabajo y trabajo: 
 
“de la misma manera en que una máquina produce un “trabajo” determinado 
en una cierta cantidad de horas (enlata una determinada cantidad de 
alimentos) y para realizar este trabajo emplea una cierta cantidad de energía 
eléctrica, una obrera de una fábrica de tallarines, en sus 8 horas de trabajo 
diario, logra empaquetar una determinada cantidad de kilos de tallarines y, 
para realizar este trabajo, gasta una cierta cantidad de energía humana. Por lo 
tanto, la energía humana o fuerza de trabajo se diferencia radicalmente del 
trabajo realizado, que no es sino el rendimiento de esa fuerza de trabajo” 
(HARNECKER, 23). 
 
 
El trabajo, que es la forma en que el hombre se apropia de la naturaleza, la humaniza y 
crea así el “mundo humano” o la sociedad, supone siempre un gasto de energía. El 
trabajo es una energía finita que se gasta. Cada sociedad gasta una energía 
determinada, y establece las condiciones para su recuperación (descanso, cantidad de 
horas, calorías ingeridas, lugares para dormir, etc.). Hacemos hincapié en esto porque 
es importante para comprender los límites con los que el Capital se encontrará para 
crecer incesamente. Habrá un límite para la explotación de los obreros que tiene que 
ver directamente con la necesidad de estos de estar bien alimentados y descansados. 
De lo contrario, no podrán rendir bien en el trabajo y no se producirá mucho. 
Para que un modo de producción siga funcionando (el esclavista, el feudal o el 
capitalista), el trabajador tiene que poder llegar al trabajo cada día nuevo como el día 
anterior, es decir, recuperado, con su energía nuevamente en su máxima capacidad. 
Para que el modo de producción pueda darse en eltiempo, es preciso que el 
trabajador se reproduzca, es decir, recupere las energías gastadas. Recordemos que el 
trabajo es entendido como energía, y por lo tanto, al gastarla en el día de trabajo hay 
que recargarla de alguna manera. Así, no sólo históricamente van variando las formas 
en las que se produce, sino que también van variando las condiciones de esta 
recuperación. Esto también define cómo se trabaja, es decir, el modo de producción. 
 
d. 
Tenemos así Naturaleza-fuerza de trabajo-medios de producción-producto. El 
resultado del proceso de trabajo es el producto. Un producto es una cosa definida por 
sus cualidades, por los rasgos específicos que la ocnvierten en esta cosa y no en esa 
otra. Un producto está definido cualitativamente, y por ello además decimos que es un 
útil, un objeto que cumple una función. El producto se define cualitativamente por su 
valor de uso, tiene un valor que es de uso: un cuchillo, por las cualidades que reúne, 
sirve para cortar, ése es su valor. Un valor de uso es todo objeto que responde a una 
necesidad humana determinada (sea una necesidad natural o social). El valor de uso de 
un producto o una mercancía se define así por cualidades y funciones. Por ejemplo, la 
comida es una necesidad natural o fisiológica; la ropa es una necesidad social de 
vestirse y no andar desnudos. 
Recordemos que estos productos es todo lo que el ser humano transforma de la 
naturaleza mediante su trabajo. Esto quiere decir que forman parte de lo cultural y no 
de lo natural [recordemos en diferencias entre lo cultural y natural que vimos antes]. 
Así, las cosas son útiles no porque satisfagan una necesidad natural, sino porque son 
socialmente necesarias. La necesidad no se reduce a algo natural ni el uso a algo 
utilitario. No nos vestimos únicamente para no morir de frío en invierno, ya que la 
vestimenta también es un indicar de pertenencia de clase, étnica, etc. Del mismo 
modo, las cosa no sólo tienen un valor utilitario, porque existen objeto que “no sirven 
para nada” pero tienen su valor, como por ejemplo, obras de arte o souveniers de 
vacaciones; en ambos casos, el valor está dado por algo distinto de su utilidad 
pragmática. Es un valor socialmente determinado. 
 
Relaciones de producción. El proceso de trabajo, tal como lo describe Marta 
Harnecker, incluye así estos cuatro elementos. Ahora bien, el proceso de trabajo, como 
se imaginarán, no es algo estático compuesto de elementos, es más bien un conjunto 
en donde los elementos tomarán valor en función de las relaciones que los atraviesen. 
El trabajo, esa transformación de la naturaleza en cultura, se define como un proceso 
puesto en marcha a partir de relaciones: relaciones entre los seres humanos que 
participan del proceso de trabajo y relaciones de los seres humanos con la Naturaleza 
que es transformada. 
Dice Marx: 
 
“En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones 
necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que 
corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas 
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura 
económica de la sociedad” (MARX, 1975: 8-9) 
 
El pasaje citado de Contribución a la crítica de la economía política es importante no 
sólo porque define a las relaciones como la base de toda sociedad, esto es, no a partir 
de un elemento dado sustancial, sino porque también define una perspectiva de 
análisis importante para Marx y Engel que es la del sistema o la totalidad. Lo que dice 
Marx en la cita es que lo que seamos como individuos será el resultado de relaciones 
sociales que no dependen de lo que hagamos o dejemos de hacer en tanto individuos, 
que no dependen de nuestra voluntad, de lo que queramos en tanto individuos. La 
sociedad existe como una totalidad definida según las relaciones existentes entre sus 
elementos. Una totalidad que sin embargo no es algo estático en la medida en que lo 
que definen las relaciones no son elementos estáticos sino potencias. Por ejemplo, las 
clases sociales se definen por las relaciones que tienen con la naturaleza, con los 
bienes producidos y las relaciones entre sí. Pero ninguna de ellas queda definida como 
algo estático, como propiamente un elemento definido de una vez y para siempre, más 
bien quedan definidas como fuerzas dinámicas: una clase explota más o menos a la 
otra, la otra resiste más o menos, presiona a la otra con una huelga de un día, dos o 
veinte, etc. La sociedad así es un todo dinámico (dýnamis, en griego, quiere decir 
“potencia”) definido según relaciones. 
A grandes rasgos encontramos dos tipos de relación: las relaciones sociales de 
producción y las relaciones técnicas de producción, que van variando en función de la 
cómo se divide el trabajo en distintas épocas. 
a. Relaciones técnicas de producción. “Llamaremos relaciones técnicas de producción a 
las formas de control o dominio que los agentes de la producción ejercen sobre los 
medios de trabajo en particular y sobre el proceso de trabajo en general” 
(HARNECKER, 37). Las relaciones técnicas definen las relaciones con medios de 
producción y, además, con la propia naturaleza. Se trata de cómo transformamos y nos 
apropiamos de la naturaleza: no es lo mismo hacer una canoea de un árbol mediante 
un hacha que mediante una máquina. Hay allí distintas técnicas (tekhné, en griego, 
saber hacer un objeto, saber práctico) para transformar al árbol en una canoa. 
b. Relaciones sociales de producción. 
“Llamaremos relaciones sociales de producción a las relaciones que se establecen 
entre los propietarios de los medios de producción y los productores directos en un 
proceso de producción determinado, relación que depende del tipo de relación de 
propiedad, posesión, disposición o usufructo que ellos establezcan con los medios de 
producción” 8harnecker, 43). 
Hasta aquí hemos visto las relaciones técnicas de producción. Ahora bien, estas 
relaciones técnicas están también definidas por cómo las usamos los seres humanos, 
por cómo nos relacionamos los seres humanos a la hora de trabajar. Las relaciones 
técnicas de producción no existen nunca aisladas de un contexto social, de ciertas 
condiciones sociales que las hacen posibles. Esto quiere decir que toda producción 
social está históricamente determinada. Se trata de las relaciones existentes entre los 
hombres a la hora de producir o trabajar, cómo se relacionan los hombres entre sí, con 
qué vínculos, qué dependencias, jerarquías, diferencias, igualdades, etc. Si las 
relaciones técnicas de producción nos hablan de la relación Hombre-Naturaleza, las 
relaciones sociales de producción nos hablan de la relación Hombre-Hombre. 
La técnica puede dividir a los trabajadores, incluso, entre trabajadores directos 
y no- directos (administrativos, dirigentes, etc.). Sobre esta división se posa una nueva 
división, esta vez social, es decir, en función de las divisiones sociales existentes. En el 
capitalismo, la división social es la de trabajadores propietarios de los medios de 
producción y trabajadores no-propietarios. 
 
Fuerzas productivas. Las relaciones de producción que acabamos de ver dependen de 
algo que Marx llama «fuerzas productivas», es decir, el tipo de relaciones de 
producción (técnicas y sociales) dependen del grado de desarrollo de estas fuerzas 
productivas. ¿Qué son las fuerzas productivas? En primer lugar, podemos decir que es 
el conjunto del proceso de trabajo (fuerza de trabajo + medios de trabajo) considerado 
desde el punto de vista de su potencialidad productiva. Ya lo hemos indicado, el modo 
de producción no es ni un elemento, ni tampoco un sistema de relaciones estáticas. En 
el fondo de todo modo de producción se encuentra el trabajo entendido como fuerza 
o potencia. El desarrollo de las fuerzas productivas, que depende directamente del 
desarrollo de los mediosde producción (no es lo mismo arar con una mula que con un 
tractor, la potencialidad del segundo permitiría producir más), depende también del 
tipo de las relaciones de producción, no todas las relaciones de producción se articulan 
de la misma manera con los medios de producción, con los distintos grados de 
desarrollo de los medios de producción. 
 
Modo de producción II. «Modo de producción» es el concepto que propone Marx para 
comprender a la sociedad. Podríamos decir que es un sinónimo de «sociedad». 
El modo de producción es el conjunto de todas las cosas vistas recién. Un modo 
de producción se define por los medios de producción, por el desarrollo de las fuerzas 
productivas, por el tipo de relaciones técnicas y sociales de producción. Todo esto 
define cómo una sociedad produce, de qué manera una sociedad, en un momento 
dado de la historia, produce todo aquello que necesita, es decir, todos los bienes 
materiales u objetos útiles. Este modo de producción determina la estructura de la 
sociedad. 
 
Estructura-Superestructura. La metáfora del edificio 
La estructura de la sociedad, de acuerdo a esto, no depende de los deseos ni de las 
intenciones de los hombres, ni de las ideas ni de las teorías, ni de las formas del Estado 
ni del Derecho. El carácter y la estructura de toda sociedad se hallan determinados por 
el modo de producción imperante. Al cambiar este modo de producción, cambia 
también todo el régimen social, cambian las ideas políticas, jurídicas, religiosas, 
artísticas, filosóficas y cambian las instituciones correspondientes. 
El conjunto de las relaciones de producción, los medios de producción y el desarrollo 
de las fuerzas productivas constituyen la estructura o base de la sociedad. Aquí 
tenemos algo así como el esqueleto de un edificio, las bases de un edificio, eso que le 
termina dando sus características principales, que termina definiéndola. Aquello que 
nos permite hablar de una sociedad u otra, de tal sociedad y tal otra sociedad, es la 
estructura económica. 
Esta estructura económica determina, en última instancia, a la totalidad de la 
sociedad1. Es decir, si sabemos que en una sociedad tenemos costumbres, valores, 
concepciones sobre el mundo y el hombre, ideas, distintas formas de organización 
(política, comunitaria, barrial, etc.), un sistema político (para nuestro caso, una 
democracia representativa, una república que divide el poder en tres, etc.), un sistema 
jurídico que acompaña al político (la constitución y las leyes de un Estado); por último, 
un Estado, que de alguna manera reúne a todas estas características. La estructura 
económica viene a ser lo principal en una sociedad, no porque todo provenga 
absolutamente de allí, pero sí porque es la economía la que, en última instancia, define 
a las cosas, es la economía la que tiene la última palabra. Pueden existir formas 
políticas o culturales que no provengan directamente de la estructura económica, o 
formas culturales como la religión, que atraviesen a las distintas estructuras 
económicas, pero, en última instancia, quien terminará de decidir cómo son las cosas 
es la economía. 
 
Dice Marx: 
 
“La relación directa existente entre los propietarios de las condiciones de 
producción y los productores directos –relación cuya forma corresponde siempre de 
un modo natural a una determina fase de desarrollo del tipo de trabajo y, por lo tanto, 
a su capacidad productiva social– es lo que nos revela es secreto más recóndito, la 
base más oculta de toda la construcción social y también, por consiguiente, de la 
forma política de la relación de soberanía y dependencia, en una palabra, de cada 
forma específica de Estado. Lo cual no impide que la misma base económica –la 
misma, en cuanto a sus condiciones fundamentales– pueda mostrar en su modo de 
manifestarse infinitas variaciones y gradaciones debidas a distintas e innumerables 
circunstancias empíricas, condiciones naturales, factores éticos, influencias históricas 
 
1 Las relaciones entre la economía y la sociedad, entre la estructura y la infraestructura, ha sido objeto de 
largas discusiones al interior del marxismo. En nuestra explicaicón, la economía es laque define a las 
formas ideológicas, como si dijéramos que el nacimiento de la antropología se reduce a ser un efecto de 
las necesidades económicas del capitalismo. En un análisis un poco más complejo, deberíamos decir que 
hay algo de cierto en esto, aunque el valor de la antropología no pueda se reducido a un efecto. 
Presentamos en este párrafo una visión un tanto simplista de estas relaciones, que elegimos por otro lado 
por su claridad. Sólo recordamos que es un tema controvertido y que en un estudio no introductorio 
debería matizarse y hasta replantearse. 
que actúan desde el exterior, etc., variaciones y gradaciones que sólo pueden 
comprenderse mediante el análisis de estas circunstancias empíricas dadas”2. 
 
El Estado argentino viene a ser un determinado orden político y jurídico que regula las 
costumbres y hábitos de sus ciudadanos, que les brinda o impone determinadas 
concepciones a través de la educación con todas sus instituciones educativas, y a 
través de otras instituciones que funcionan también como instituciones educativas en 
el sentido que terminan por formar eso que somos (por ejemplo, un Hospital que, 
mediante un sistema de salud regulado por el Estado, termina definiendo qué sea la 
salud de un pueblo, no sólo que salud tiene ese pueblo, sino también qué se entiende 
por salud –no siempre lo que entendemos por salud es lo mismo, también este 
concepto depende de una situación histórico-cultural). 
Todo el conjunto de instituciones públicas y privadas debe ser entendido como 
el Estado. ¿Por qué decimos que las instituciones privadas, como una escuela o 
universidad, forman parte del Estado? Porque el Estado no se define sólo por lo 
público, sino que se define como un aparato ideológico que permite la reproducción 
de una determina concepción y conciencia, y, en este sentido, las instituciones 
privadas también hacen esto. Por otro lado, todas las instituciones privadas están 
reguladas por el Estado, por ejemplo, por Secretarías estatales que controlan, regulan 
y definen lo que debe ocurrir en una escuela privada: desde las curricula y los 
contenidos hasta los sueldos del personal, el Estado, mediante las distintas direcciones 
provinciales de educación privada (DIPREGEP) el Estado se hace presente. 
Esta superestructura se levanta sobre la estructura económica de tal manera 
que permita y garantice su reproducción. Como vimos, entre las fuerzas productivas y 
las relaciones de producción existe, en el capitalismo, una no-correspondencia o 
contradicción que haría que el sistema colapsara. La superestructura permite que eso 
no ocurra y que todo el sistema se reproduzca, que todo se reproduzca de tal manera 
que las cosas sigan iguales. Si a una determinada estructura económica le corresponde 
una superestructura (un orden político, un orden jurídico, una forma de pensar, una 
concepción del mundo y del hombre), es necesario garantizar que los hombres piensen 
y sientan de tal manera que no cuestionen a la estructura económica. Pensemos que la 
 
2 Marx, K. El Capital; citado en: Harnecker, M. Los conceptos elementales del materialismo histórico, 88 
estructura económica es algo muy complejo compuesto de muchos elementos que 
deben reproducirse de la misma manera. Por ejemplo, tanto la división técnica del 
trabajo como la división social: es necesario que las distintas habilidades se 
reproduzcan para que las generaciones siguientes puedan ocupar los mismos puestos 
de trabajo, así como es necesario que el papel social en la producción también se 
reproduzca por lo mismo. El Estado y sus aparatos ideológicos es el encargado de 
garantizar esta reproducción:“Ahora bien, ¿cómo se asegura en el régimen capitalista esta reproducción de 
la calificación (diversificada) de la fuerza de trabajo? A diferencia de lo que 
ocurría en las formaciones sociales esclavistas y feudales, la reproducción de la 
calificación de la fuerza de trabajo tiende (se trata de una ley tendencial) a 
asegurarse ya no “en el montón” (aprendizaje en la producción misma), sino 
más y más fuera y aparte de la producción: mediante el sistema educacional 
capitalista u otras instancias o instituciones. 
“Ahora bien, ¿qué se aprende en el sistema educacional? Se avanza más 
o menos en los estudios, pero, de todos modos, se aprende a escribir, a leer, a 
contar; se aprenden, entonces, algunas técnicas y varias otras cosas más, 
incluso elementos (que pueden ser rudimentarios o profundos) de “cultura 
científica” o “literaria”, elementos directamente utilizables en los distintos 
puestos de la producción (una instrucción para los obreros, otra para los 
técnicos, otra para los ingenieros, otra para los cuadros superiores, etc.). 
“Pero además y paralelamente, al mismo tiempo que estas técnicas y 
conocimientos, en la escuela se aprenden las “reglas”, los usos habituales y 
correctos, es decir, los convenientes, los que se deben observar según el cargo 
que está “destinado” a ocupar todo agente de la división del trabajo: normas 
morales, normas de conciencia cívica y profesional, todo lo cual quiere decir, en 
una palabra, reglas del respeto a la división técnico-social del trabajo; reglas, en 
definitiva, del orden establecido por la dominación de clase. Se aprende, 
también, a “hablar bien el castellano”, a “redactar” bien, es decir, de hecho 
(para los futuros capitalistas y sus servidores) se aprende a “mandar bien”, o 
sea (solución ideal) a “hablar bien” a los obreros, etcétera. 
[...] 
En otras palabras, la escuela (poro también otras instituciones del 
estado, como la iglesia, u otros aparatos, como el ejército) enseñan ciertos 
tipos de “saber hacer”, pero de manera que aseguren el sometimiento a la 
ideología dominante o el dominio de su “práctica”” (ALTHUSSER, 1987: 101-
102). 
 
La plusvalía. En el capitalismo, la producción está orientada exclusivamente a la 
producción de ganancia económica. Aunque parezca extraño, esto algo novedoso en la 
historia de la humanidad. Sólo en el capitalismo, la producción global tiene como único 
objetivo la producción de una ganancia económica, es decir, de una ganancia que se 
traduce en capital. Por ejemplo, en el feudalismo, la producción no está orientada a 
que algunos ganen dinero e incrementen sus fortunas. De hecho, los señores feudales 
no se hacen cada vez más ricos. Por el contrario, lo que los campesinos deben pagarle 
al señor feudal no es un impuesto que irá a parar a una cuenta bancaria para que vaya 
acumulándose con el tiempo, sino que sirve para mantener cierto nivel de vida que 
afirma la superioridad simbólica (no exclusivamente económica) del ser feudal. 
Así, en el capitalismo se busca la ganancia. El capital, como dice Marx en El Capital, 
tiene un crecimiento incesante. Y par ello es preciso extraer una pluvalía, un valor de 
más, en la misma producción. 
Esto es el rasgo del capitalismo, del modo de producción capitalista. La ganancia no se 
produce en el intercambio de las mercancías, como ocurre con los mercaderes que 
ganan dinero, “hacen una diferencia”, al vender sus mercancías más caras de lo que las 
compraron. En el capitalismo, los capitalistas no hacen su dinero por vender más caro 
que lo que compraron, hacen su dinero porque explotan a los trabajadores. Esto 
quiere decir que la ganancia se da en la producción misma (y no en el intercambio). 
Veamos, aunque de manera un poco esquemática, cómo se produce la plusvalía en 
una situación ideal (no concreta). 
Imaginemos que somos trabajadores libres, campesinos expulsados del campo, y que 
llegamos a la ciudad en busca de trabajo. En la ciudad, nos encontramos que una 
fábrica de zapatos acaba de abrir las puertas. Antes de haber sido separados 
completamente de nuestros medios de producción, siempre habíamos tenido algo 
para vender a cambio de comida, de una cama, etc. Ahora, en tanto trabajadores 
libres, no tenemos nada, estamos completamente despojados de todo bien. Lo único 
que nos queda para vender y conseguir algo a cambio, es nuestra fuerza de trabajo. 
Nos presentamos y el capitalista nos propone la siguiente ecuación. El costo de vida 
promedio de un trabajador es, en esta época, y en este lugar, imaginemos que $100. 
Esto quiere decir que para que el trabajador se reproduzca, esto es, recupere la 
energía gastada, necesita de esos $100. Con ese dinero comemos (nosotros y nuestra 
familia), descansamos, compramos la ropa, etc. 
El capitalista, a su vez, también tiene que reproducirse, él mismo, y toda la fábrica (las 
máquinas, el alquiler del terreno, etc.). Imaginemos que todo esto representa $200 
más. 
Además de todas estas cosas, el capitalista compra la materia prima con la que se 
hacen los zapatos. Tenemos otros $100. 
El conjunto de la producción tiene así un costo de $400. De esta forma, es preciso 
generar por día, para que todo se reproduzca, $400. 
Imaginemos ahora que el valor promedio de un par de zapatos en esa sociedad es de 
$4. 
Para alcanzar los $400 que cuesta todo el proceso, que cuesta, en definitiva, un día de 
producción, es preciso hacer 100 zapatos. Si cada par tiene un valor promedio de $4, 
100 zapatos suman $400. 
Podemos agregar aquí, que los 100 zapatos llevan 50 metros cuadrados de cuero que 
cuestan $100 y que indicamos antes como los $100 de la materia prima. 
En esta sociedad, como en toda sociedad, existe un nivel en el desarrollo de las fuerzas 
productivas que depende del desarrollo tecnológico, de la fuerza de trabajo, su 
capacitación, etc. Entonces, en función del desarrollo determinado de las fuerzas 
productivas en esta sociedad que estamos imaginando, digamos que para hacer 40 
pares de zapatos (es decir, para producir mercancías por un valor de $400 que es lo 
que cuesta toda la producción) se necesitan 5 horas de trabajo. Trabajando cinco 
horas, producimos el equivalente a lo que nos cuesta reproducirnos a todos 
(capitalista, máquinas, trabajadores, materia prima). 
Hasta aquí todavía no tenemos capitalismo, no tenemos plusvalía. 
Un día, el capitalista se presenta y nos dice que a partir de ese momento, vamos a 
trabajar 10 horas, es decir 50% más de lo que veníamos trabajando. Ante nuestras 
quejas, el discurso es el que sabemos: al que no le guste, le espera la calle, y como 
necesitamos el trabajo para sobrevivir, aceptamos esta nueva condición. Aquí un 
primer elemento que definirá al trabajo en el capitalismo como explotación. 
Si trabajábamos 5 horas y producíamos 100 zapatos por un valor de $400, ahora 
trabajando 5 horas más, producimos un 50% más: son 150 zapatos por un valor de 
$600 (recordemos que cada zapatos vale $4, de donde 50 zapatos x $4= $200). 
Estos $200 de más, producirán una ganancia. Esta ganancia se la queda siempre el 
capitalista, y es lo que genera la plusvalía, y, en última instancia el capital acumulado. 
¿Tiene derecho el capitalista a quedarse con la ganancia a fin de mes? Solemos pensar 
que sí, ya que él es el propietario, y la ganancia forma parte de su negocio. Marx 
descubre que esta ganancia no le pertenece al capitalista, al propietario, sino que es 
un valor de más (plus-valor) que surge de horas trabajadas y no reconocidas. Veamos 
cómo es esto. 
Cuando llega el final del día o del mes, esperamos nuestro salario. Si por 5 horas el 
salario era $100, por 10 horas esperaremos un salario de $150, sin embargo, el salario 
sigue siendo el mismo. Ante nuestros reclamos, la amenaza del despido es la primera 
respuesta. 
Repasemos las cuentas: 
Salario del trabajador: $100 
Gastos fijos (alquiler, gasto del capitalista, máquinas, etc.): $200Materia prima: $150 (para 100 zapatos eran 50 metros de cuero a un valor de $100, 
para 150 zapatos son 25 metros de cuero a un valor de $50; tenemos $100 de los 50 
metros de cuero originales a los que le sumamos $50 de los 25 metros de cuero 
adicionales.) 
Hasta aquí el gasto es de $450 
 
Pero, y aquí viene la clave, ahora hemos producido 150 zapatos, que dan un valor 
producido de $600 (150 zapatos x $4). 
 
$600 (valor producido) 
- $450 (costo de la producción) 
---------- 
$150: plusvalía 
 
¿De dónde salen esos $150? ¿Por qué se genera este valor de más? Repasemos. 
Esta diferencia se ha producido porque ahora en vez de 100 zapatos hay 150. Para que 
haya 50 zapatos de más fue preciso trabajar 5 horas de más. El capitalista compró los 
100 zapatos originales más 25 metros de cuero. Pero esta cuenta da $450 ($400 de los 
zapatos + $50 de la materia prima) que es el costo de la producción. 
Pero en esas 5 horas agregadas, el trabajo del trabajador valoriza los 25 metros de 
cuero al transformarlos en 50 zapatos por un valor de $200. Son las cinco horas de 
trabajo las que hacen que una materia prima que vale $50 se transforme en una 
mercancía (los zapatos) que valen $200. De donde los $150 pesos que sobran no son 
otra cosa que el valor que las nuevas cinco horas de trabajo le han agregado a la 
materia prima. ¡Pero esas 5 horas de trabajo no han sido pagadas! 
 
Lo que acabamos de explicar esquemáticamente es cómo la ganancia del capitalista se 
genera en la producción y no en la intercambio. Aquí lo hemos explicado mediante la 
estrategia de ampliar la jornada laboral y no pagar las horas de más. Existen otras 
estrategias, como incrementar la eficiencia de las máquinas o la eficiencia del trabajo. 
Lo que nos importa aquí es que el proceso de trabajo y todo el modo de producción 
está orientado a que esa ganancia sea siempre incesante, a que la balanza siempre sea 
de ganancia. Cualquier cosa que genere que la ganancia disminuya, será entendida 
como un límite intolerable al crecimiento incesante del capital. 
 
Los límites del capital 
El único objetivo del capitalismo es así la acumulación incesante de capital. Mientras se 
pueda incrementar al capital, mientras la tasa de ganancia sea positiva (haya más 
ganancia que gastos), el sistema se puede sostener. Recordemos que el crecimiento 
del capital se da en la plusvalía y que ésta se da en la producción misma. La plusvalía 
no se produce en el intercambio, no es que genero ganancia porque vendo más caro 
de lo que compro; la ganancia del capitalista no se da en el intercambio de las 
mercancías. Por el contrario, lo que nos enseña Marx es que la ganancia se produce en 
la misma producción, en esa diferencia entre la cantidad de horas reconocidas y pagas 
y las horas reales trabajadas; dicho de otra manera, entre la diferencia del valor 
producido por el obrero y el valor que se le paga en su salario. La lógica del capitalismo 
es abrir una brecha entre esos dos valores (el producido y el “cobrado”) lo 
suficientemente grande para cubrir y exceder todos los otros gastos que se generan en 
la producción. Así, la clave para que el crecimiento del capital sea incesante está en la 
producción. A más producción (y esto puede querer decir a más horas de producción, 
de trabajo), o a más rendimiento (esto es, a mayor capacidad de producción por el 
desarrollo tecnológico o por la capacidad física e intelectual de los obreros), más 
ganancia. 
El problema está en que el sistema encuentra muy rápidamente obstáculos a esta 
necesidad de crecimiento incesante. Existen al menos tres obstáculos que están 
relacionados directamente con la aparición del colonialismo: la saturación del mercado 
europeo, la organización de la clase obrera y las restricciones al monopolio. 
 
Saturación del mercado. El mercado europeo se satura muy rápidamente de 
mercancías, esto es, alcanza su capacidad de consumo muy rápidamente. Si tenemos 
en cuenta que la mayor parte de los habitantes de las ciudades son ex campesinos 
pobres, obreros asalariados explotados, queda claro que la gran masa no tiene la 
capacidad de comprar las mercancías que la industria (ellos mismos) producen. El 
capitalista necesita que exista capacidad de consumo para poder seguir produciendo 
mercancías nuevas, para poder mantener a la rueda de la producción girando. Para 
solucionar este problema de saturación, Europa, principalmente Francia e Inglaterra, 
saldrán a buscar nuevos mercados fuera de Europa, esto es, en Asia y África. Hacia 
finales del siglo XIX, los nuevos países latinoamericanos y los pueblos africanos y 
asiáticos serán definidos como mercados que consuman el excedente de producción 
europeo. Hoy en día, cuando el colonialismo clásico parece haberse terminado, las 
estrategias para seguir girando la rueda de la producción son la moda, que nos lleva a 
tirar las mercancías para comprar nuevas independientemente de si su valor de uso 
sigue intacto, el carácter obsoleto rápidamente alcanzado de las mercancías, que las 
cosas ya no sirvan y tengamos que comprar las nuevas versiones (pensemos en los 
teléfonos celulares o las computadoras), etc. 
La organización de la clase obrera. A medida que el capitalismo se va consolidando 
también se va consolidando la clase obrera como antagonista de la clase burguesa. Los 
trabajadores lentamente van tomando consciencia de ser la clase explotada y 
comienzan a organizarse en partidos políticos y sindicatos que le pondrán un límite o 
que presionarán al capital para que la explotación no sea tan salvaje. 
La clase obrera va tomando consciencia de clase e impide que la brecha que genera la 
plusvalía no sea tan grande. Por ejemplo, bajar la cantidad de horas de trabajo supone 
una de las exigencias de los trabajadores. Ante el peligro de la Revolución, a la clase 
burguesa no le queda otra que aceptar el reclamo. Ahora bien, bajar la cantidad de 
horas de producción por obrero supone achicar la brecha y la necesidad de cubrir más 
horas con otros obreros, esto es, en definitiva, invertir más dinero en la producción. Si 
los gastos fijos del capitalista aumentan la ganancia disminuye. 
La conquista de África y Asia implicó la entrada en la maquinaria de explotación 
capitalista de millones de nuevos trabajadores asalariados a los que se los va a 
mantener alejados de las ideologías socialistas, las organizaciones sindicales y los 
partidos de trabajadores como el comunista. Además, existe aquí una razón cercana a 
nuestros planteos de la materia: no era lo mismo explotar a un obrero francés que a 
uno indio o que a un negro gikuyu de Kenia. No sólo se buscará que estos nuevos 
obreros no se organicen sino que además se jugará, en la periferia, en las colonias, una 
perversa y fatal combinación de explotación capitalista y dominación racista. En las 
colonias, el obrero explotado coincide con el negro o el indio “inferior”. 
 
Las restricciones al monopolio. Cuando nace, el capitalismo tiene una fuerte tendencia 
al monopolio y/o al oligopolio. El primero, supone el control del mercado por una sola 
empresa, mientras que el segundo supone el control del mercado por un grupo de 
empresas dominantes. Rápidamente, las primeras industrias acaparan toda una rama 
de la producción, concentran el control sobre toda un área de la industria, por 
ejemplo, los ferrocarriles. Esto suponía una limitación ya no puesta por la clase 
trabajadora, sino por la propia burguesía que dejaba fuera de la producción a otros 
candidatos burgueses. Dice Hobsbawn: “La existencia de una tendencia hacia el 
monopolio o el oligopolio es indudable en las industrias pesadas, en industrias 
estrechamente dependientes de los pedidos del gobierno como el sector de 
armamento en rápida expansión, en industrias que producían y distribuían nuevas 
formas revolucionarias de energía, como el petróleo o la electricidad, así como el 
transporte y en algunos productosde consumo masivo como el jabón y el tabaco” 
(HOBSBAWN, 2007: 52). 
Para salvar este problema de la concentración, Europa entrará en su fase imperialista 
buscando nuevos mercados y nuevas fuentes de recursos naturales y así distribuir la 
industria entre nuevos burgueses. 
 
El colonialismo 
Este triple obstáculo será sorteado mediante el colonialismo. La expansión europeo-
capitalista hacia África y Asia, como dijimos en cada uno de estos límites, será la forma 
de solucionar el problema de la limitación al crecimiento incesante del capital. 
Entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885 se realizó en Berlín, 
convocado por Bismarck, un Congreso que tenía como fines intermediar entre los 
distintos intereses de las potencias imperialistas sobre África y Asia. Si bien la 
expansión europea ya había empezado, entre los siglos XVI y XVII, mediante el dominio 
de los territorios de ultramar por las famosas Compañías (Compañía Neerlandesa de 
las Indias Orientales, Compañía Británica de las Indias Orientales, Compañía Francesa 
de las Indias Orientales, Compañías Alemanas del África, etc.), es en el siglo XIX y por 
medio de la Conferencia de Berlín que se formaliza el «reparto de las colonias». Gran 
Bretaña, Bélgica, Francia, Alemania, entre otros se reparte literalmente al África. 
El antropólogo Balandier define una situación colonial de la siguiente manera: 
 
“Es la dominación impuesta por una minoría extranjera racial y culturalmente 
diferente, que actúa en nombre de una superioridad racial o étnica y cultural, 
afiramda dogmáticamente. Dicha minoría se impone a una población autóctona 
que constituye una mayoría numérica, pero que es inferior al grupo dominante 
desde un punto de vista material. Esta dominación vincula en alguna forma la 
relación entre civilizaciones radicalemtne diferentes: una sociedad 
industrializada, mecanizada, de intenso desarrollo y de origen cristiano, se 
impone a una sociedad no industrializada, de economía “atrasada” y simple y 
cuya tradición religiosa no es cristiana. 
Esta relación presenta un carácter antagónico básico, que es resuelto por la 
sociedad desarrollada mediante el ejercicio de la fuerza, un sistema de 
seudojustificaciones y un patrón de comportamientos estereotipados operando 
en la relación la situación colonial es una situación total” (en: LISCHETTI, 1994: 
23) 
 
Esto quiere decir que una situación colonial incluye la totalidad de la vida de los 
dominados, una situación que terminará modificando las formas de trabajo y 
explotación, los saberes, las creencias religiosas, los valores, los bienes de consumo, las 
estéticas, las relaciones sociales. Nada escapa al control de la situación colonial porque 
el colonialismo, como decía Sartre, es un sistema. Dice Sartre: “la colonización no es un 
conjunto de azares, ni el resultado estadístico de miles de empresas individuales. Es un 
sistema puesto en ejecución hacia 1880, entró en decadencia después de la Primera 
Guerra Mundial, y en la actualidad [1956] se vuelve contra la nación colonizadora” 
(SARTRE, 1968: 21). Sistema mundial que buscará adaptar integralmente la vida de los 
colonizados al mundo capitalista. Para ello, no podía ser algo arbitrario, librado o al 
azar o al capricho de cada colonizador. Más bien, la transformación del mundo y sus 
culturas al sistema y al estilo de vida capitalista respondió a estrategias más o menos 
compartidas por cada experiencia colonial: en Asia, en África o en América Latina, fue 
preciso inventar la Humanidad que el capitalismo demandaba. 
Para ello, toda empresa colonial supone tres tipos de empresas, nuevamente, según 
Balandier: 
a. empresa material: el control de la tierra, de las riquezas naturales, de la población 
(trabajadora) y su dependencia con la metrópoli y la economía capitalista mundial. 
b. empresa política y administrativa: el control de las estructuras de gobierno locales, 
como jefes o reyes indígenas, control del sistema judicial y jurídico, reproduciendo, de 
manera directa o indirecta, un gobierno imperialista en cada lugar. 
c. empresa ideológica: el control de las creencias, ideas y valores del pueblo sojuzgado, 
fundamentalmente a través de la religión y la adopción de modelos culturales de las 
metrópolis. 
 
 
La entrada de los europeos a Asia y África supuso la entrada en contacto con una 
enorme variedad de culturas desconocidas. Esto provocó un fuerte impulso tanto al 
conocimiento de esas culturas y la problematización de su existencia (cómo explicar 
que existan tantas culturas, por qué su variedad, si son iguales o diferentes, etc.) como 
a la necesidad de dominarlas. 
Como explicamos antes, conocer y dominar es aquí un fenómeno indisociable. No 
queremos decir que el conocimiento deba reducirse a ser un mero instrumento para el 
dominio del otro, sino que el conocimiento científico domina al objeto conocido. 
Incluso no sería correcto reducir los conocimiento antropológicos del período colonial 
a absolutas distorsiones falsas sobre las culturas conocidas. Decimos que todo 
conocimiento supone relaciones de poder de las cuales no es posible escapar. 
Vamos a pensar, así, que la historia del colonialismo tiene tres etapas a las que les 
corresponden teorías antropológicas. 
Del siguiente cuadro, unas aclaraciones importantes. En primer lugar, si bien el 
evolucionismo es la teoría dominante en un período y el funcionalismo en otro, esto 
no quiere decir que sean las únicas teorías antropológicas existentes. Se trata, en 
realidad, de las teorías que nosotros vemos en nuestro programa. 
En segundo lugar, en relación al estructuralismo, no existe una relación directa entre 
estructuralismo y descolonización. No fue una teoría que haya estado a la base de los 
procesos de descolonización. La ubicamos en este período primero porque coincide 
epocalmente: es la época de la liberación la época en donde Lévi-Strauss desarrollo sus 
primeras ideas estructuralistas sobre la antropología. Por otro lado, vemos la teoría 
estructuralista una idea afín a la descolonización que es que la mente humana es una 
sola, universal, invariante, y que, por lo tanto, la diversidad cultural no puede ser 
entendida a partir de un orden jerárquico. Todas las culturas, en lo que tienen de 
diverso, valen lo mismo. Esta idea, creemos, se corresponde con el espíritu de la 
liberación que reclama los mismos derechos para todas las culturas de 
autogobernarse. 
 
 
 
El nacimiento del capitalismo y su funcionamiento 
 
Acumulación originaria 
Marx describe al nacimiento del modo de producción capitalista como el encuentro de 
dos elementos que salen directamente de la antigua sociedad feudal: por un lado, 
capitales provenientes de los comerciantes y banqueros, por el otro, trabajadores 
despojados de sus medios de trabajo. 
 
Este encuentro supone que los capitalistas compran la fuerza de trabajo de los 
trabajadores libres. Esto es una novedad porque ahora lo que se compra no es 
meramente una mercancía (que sirve para ser vendida más cara y así generar una 
diferencia en la ganancia: esto ocurría con lo que mercaderes y comerciantes venían 
haciendo desde la Edad Media), sino que lo que se compra es una mercancía que tiene 
la capacidad de producir nuevas mercancías. 
La fuerza de trabajo es la capacidad que tiene el hombre para producir, para 
transformar a la naturaleza, para humanizarla, para apropiársela. El trabajo, en Marx, 
es el medio por el cual el hombre se hace un mundo transformando a la Naturaleza de 
tal manera que la vuelve algo artificial, humano, algo producido y, por lo tanto, 
histórico. 
Ejemplo 1: la vivienda: Por ejemplo, supongamos el caso de unos campesinos de la 
Europa de los siglos XVI y XVII: si era el caso de que vivieran cerca de bosques, la 
madera de los árboles era transformada de tal manera que se hacían las casas en 
donde la familia iba a vivir; si era el caso de quevivieran en zonas más rocosas, las 
casas eran de roca. En ambos casos tenemos dos formas históricas de apropiarse de la 
naturaleza, de hacerla humana: ni la cabaña ni la casa de piedra pueden ser 
consideradas naturales: en ambos casos hay un trabajo sobre la piedra y la madera que 
no estaba antes. Ese tipo de vivienda, que tenía por lo general un gran ambiente en 
donde dormía la familia sobre bancos o en el piso, con un hogar central o empotrado 
en una pared, compartiendo en muchos casos el espacio con los animales (de los que 
se aprovechaban para pasar más calientes las noches), es una forma histórica de 
vivienda que depende de cómo se transformaba a la naturaleza en esa época: un 
modo de transformación y producción vinculado al trabajo manual y artesanal. 
Supongamos que ahora vamos a ver las actuales casas de los obreros o incluso 
campesinos: veremos que las casas están hechas, en la mayoría de los casos, por 
cemento y ladrillos, que son productos naturales transformados de tal manera que 
sirven para construir (en este caso, por ejemplo, la cocción de los ladrillos, etc.), 
ladrillos y cemento producidos industrialmente (cada bolsa de cemento es idéntica a 
otra, así como cada ladrillo es idéntico a otro): esta diferencia en las casas 
contemporáneas de los campesinos y obreros nos muestra que son también una forma 
histórica de construir una casa que depende, a su vez, del modo de producción 
histórico del momento: el industrial-capitalista. Al explotar de otra manera a la 
naturaleza, los productos son otros y lo que se hace con esos productos también otra 
cosa. 
Ejemplo 2: la vestimenta: el mismo campesino que vivía en casa hecha de madera 
vestía, por lo general, lo siguiente (la única ropa era la que llevaban puesta, por lo cual 
estaba siempre húmeda): camisa, pantalones bombachos que no llegaban a los 
tobillos, un chaleco, una blusa suelta y unos zapatos bajos, sin medias. El sábado por la 
tarde, la familia se acostaba más temprano, todos desnudos, para que la madre 
pudiera lavar la ropa interior y pudiera ser usada limpia los domingos. 
Lógicamente, la ropa era hecha a mano en telares, con lino procesado 
manualmente. Qué fuera la ropa (de lino, tejida manualmente), qué cantidad hubiera 
(en el caso de los campesinos, la puesta), también nos muestra el carácter histórico de 
la misma. Es debido a que la sociedad en su conjunto produce de una manera 
determinada, transforma de una manera determinada a la ropa (en este caso, 
nuevamente, artesanalmente), que existía esa ropa, esas condiciones materiales de 
existencia. 
Si nos mudamos en el tiempo y vamos a parar a la época actual, veremos que la 
ropa está hecha de fibras sintéticas y algodón, producidas industrialmente en telares-
máquinas, etc., el tipo de tejido mismo se produce industrialmente (como en el caso 
del algodón, uno de los primeros productos de la revolución industrial). Si vestimos 
como vestimos, si tenemos la ropa que tenemos, la cantidad de ropa que tenemos, la 
calidad, etc. es porque existe una manera o un modo de producción que hace que las 
cosas sean como son. 
Siempre estamos frente a dos cosas: por un lado, un modo de producción 
histórico y, por otro lado, una manera de trabajar, de transformar a la Naturaleza y 
apropiársela, distinto. 
Volvamos al encuentro que da origen al capitalismo. Por un lado tenemos a los 
pequeños capitales y, por el otro, a los trabajadores libres que no tiene otra cosa más 
que su fuerza de trabajo para vender para obtener algo a cambio y así poder 
sobrevivir. El nuevo modo de producción capitalista se estructurará a partir de esta 
división de la sociedad en dos clases: la de los propietarios y la de los trabajadores 
asalariados. 
El trabajo asalariado es la novedad del capitalismo ya que por primera vez los 
trabajadores reciben un salario en función de una medida abstracta: el tiempo: a 
tantas horas, tanto salario. Más adelante veremos cómo se mide el valor de la hora de 
trabajo, por ahora es importante entender que el trabajo se mide mediante el tiempo. 
El reloj es uno de los inventos tecnológicos que se impone fuertemente en esta etapa 
capitalista de la producción. Los trabajadores pasaron de una concepción del tiempo 
definida por la propia actividad a otra nueva concepción abstracta definida por las 
horas. Por ejemplo, supongamos nuevamente el caso de un campesino del siglo XVI o 
XVII. El campesino trabajaba la tierra y, si podía y quería, podía tener algún telar en su 
casa. El trabajo se repartía en función del tiempo natural del cultivo y la cosecha: había 
un momento del año y del día para cultivar, así como un momento para cosechar. El 
trabajo estaba dominado por ese tiempo inherente a la actividad misma: podía ocurrir 
que hubiera días o meses en donde el trabajo se extendiera durante todo el día, así 
como había momentos en donde prácticamente no había trabajo (supongamos, el caso 
de los momentos de espera en donde el cultivo crecía). Mientras tanto, el campesino, 
si quería, podía y lo necesitaba, podía intercambiar el tiempo propio del trabajo en el 
campo con el trabajo en el telar, y así confeccionar o su propia ropa o ropa para 
vender. El tiempo era un tiempo orientado por la actividad. Cuando el trabajo estaba 
hecho, no se trabajaba más. La ganancia del campesino estaba en lo producido por su 
trabajo: las cosechas y las telas confeccionadas se repartirían según una compleja 
variedad de elementos: si era propietario o arrendatario o jornalero (trabajo por día en 
cualquier campo), etc. 
Cuando se impone el modo de producción capitalista, el trabajo sufre una gran 
transformación: al ser despojado el trabajador de sus medios de producción (sus 
tierras, sus animales, sus telares o herramientas), vende su fuerza de trabajo por una 
cantidad de tiempo. El trabajo pasa a ser algo orientado por el tiempo abstracto. El 
tejedor, en vez de tener el telar en su casa y alternar el trabajo en él con otras 
actividades, va a ir pasando lentamente a los grandes talleres en donde su trabajo no 
se reduce a tejer lo que necesite, sino que producirá por una cantidad de tiempo. Esto 
implicó una transformación en la vida en general que generó grandes resistencias: se 
pasaba de trabajar en la propia casa, en los tiempos impuestos por las actividades, a 
trabajar lejos de la casa, encerrados en lugares sombríos y con una disciplina de 
trabajo inédita. 
Antes del capitalismo la medida del tiempo estaba relacionada con los procesos 
habituales o tareas domésticas. “El horario diario es el del ganado, la ronda de las 
tareas de pastoreo, y el paso del tiempo a través de un día es, para un nuer, 
primordialmente la sucesión de dichas tareas y sus relaciones mutuas”3. Por ejemplo, 
los griegos de la antigüedad se ubicaban dentro del día, por ejemplo, en función de si 
el mercado estaba abierto o cerrado. El tiempo, se dice, está orientado al quehacer. 
 
“Se pueden proponer tres puntos sobre la orientación al quehacer. El primero es que, 
en cierto sentido, es más comprensible humanamente que el trabajo regulado por 
horas. El campesino o trabajador parece ocuparse de lo que es una necesidad 
constatada. En segundo lugar, una comunidad donde es normal la orientación al 
quehacer parece mostrar una demarcación menor entre «trabajo» y «vida». Las 
relaciones sociales y el trabajo están entremezclados –la jornada de trabajo se alarga o 
contrae de acuerdo con las labores necesarias– y no existe mayor sentido de conflicto 
entre el trabajo y el «pasar el tiempo». En tercer lugar, al hombre acostumbrado al 
trabajo regulado por el reloj, esta actitud hacia el trabajo le parece antieconómica y 
carente de apremio”4. 
Por otro lado, el trabajo previo al modelo capitalista de producción suponía una 
flexibilidad en las labores impensables para lo que entendemos y vivimos como 
 
3 Evans-Pritchard, citadopor Thompson, E. P. Costumbres en común, “Tiempo disciplina y capitalismo”, 
389 
4 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 402 
trabajo. Artesanos, jornaleros, tejedores, mezclaban distintos tipos de trabajo, algo 
impensable para lo que será el trabajo típico de la primera parte del capitalismo: el 
encierro en la fábrica. El trabajo pre-capitalista es un trabajo que no entra ni encaja en 
la grilla horaria, siempre idéntica. 
 
“Algunos extractos del diario de un tejedor-agricultor metódico de 1782-1783 nos 
pueden proporcionar un índice de la variedad de sus labores. En octubre de 1782 
estaba todavía ocupado en la recolección y la trilla, al mismo tiempo que en su telar. 
En días de lluvia podía tejer de 8 ½ a 9 yardas; el 14 de octubre llevó la pieza acabada, 
y por tanto sólo pudo tejer 4 ¾ yardas; el 23 trabajó hasta las tres de la mañana, tejió 
dos yardas antes de que el sol se pusiera, remendó una chaqueta al final de la tarde. El 
24 de diciembre, «tejí 2 yardas antes de las 11 estuve amontonando el carbón, 
limpiando el tejado y las paredes de la cocina y amontonando el estiércol hasta las 10 
de la noche». Además de cosechar y trillar, batir la manteca y trabajar en el jardín, 
encontramos estas anotaciones: 
 
18 de enero de 1783: Fui empleado para preparar el establo de un Ternero y 
Llevar las copas de tres Árboles de Plátano que crecían en el Callejón y fueron 
en este día cortados y vendidos a John Blagbrough. 
21 de enero: Tejí 2 ¾ yardas habiendo parido la Vaca necesitaba mucho 
cuidado. (Al día siguiente fue andando hasta Halifax para comprar una medicina 
para la vaca.) 
 
El 25 de enero tejió 2 yardas, caminó hasta una aldea próxima e hizo «varios trabajos 
en el torno y el patio y escribí una carta por la noche». Otras ocupaciones incluían 
faenar con un caballo y un carro, recoger cerezas, trabajar en la presa de un molino, 
asistir a una reunión baptista y a un ajusticiamiento público por horca”5. 
Esta irregularidad del trabajo también se intercalaba con momentos de 
ociosidad. Pocos oficios no hacían honor a San Lunes: zapateros, sastres, carboneros, 
trabajadores de imprenta, alfareros, tejedores, cuchilleros, etc. El Lunes no se 
trabajaba, al menos en gran parte de Inglaterra (por diversas causas, desde ser el día 
 
5 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 417 
en que se arreglaban las máquinas, al «lunes de paga», hasta el descanso del fin de 
semana de borrachera. Una canción popular del siglo XVIII lo cuenta así: 
 
Cómo en un buen San Lunes, 
sentado al fuego de la herrería, 
contando lo hecho ese Domingo, 
y conspirando en alegre regocijo, 
pronto oigo levantarse la trampilla, 
en la escalera está mi esposa: 
«Maldito seas, Jack, te voy a desempolvar los ojos, 
llevas una agraviante vida de borracho; 
estás aquí en lugar de trabajar; 
con la jarra en las rodillas; 
maldito seas, que siempre estás ocioso. 
Y yo trabajo como una esclava para ti.» 
 
Los relojes, que se había impuesto desde el siglo XIV, tenían una precisión 
polémica, por lo cual era costumbre que se siguiera midiendo el tiempo con relojes de 
sol. Cuando en el siglo XIX se mejoraron los relojes y se masificaron los de bolsillo, 
estos tenían un costo que hacía difícil, cuando no imposible, que un trabajador lo 
pudiera comprar. El registro del tiempo pertenecía a las clases acomodadas. Así lo 
contaba un testigo de la época: “Trabajábamos mientras pudiéramos ver el verano. 
Nadie sino el patrón y su hijo tenía reloj, y no sabíamos la hora. Había un hombre que 
tenía reloj… Se lo quitaron y lo pusieron bajo custodia del patrón porque había dicho a 
los hombres la hora”6. 
El trabajo, entonces, comienza a estar dominado por las horas que marcan los 
relojes. Una vez impuesta la revolución industrial, reemplazando al trabajo artesanal 
de tejedores y campesinos, trabajo regulado por el propio quehacer, el trabajo en su 
totalidad sufre una transformación con la aparición de las fábricas y con el modelo 
industrial de producción. Este modelo requería una sincronización que el anterior 
trabajo artesanal desconocía. El trabajo en la fábrica debe ser un trabajo mucho más 
 
6 Citado por Thompson, E. P. Costumbres en común, 436 
disciplinado para que las cosas funcionen, vasta que un obrero no cumpla con su 
función para que todo se detenga. 
El nuevo trabajo está atravesado de una constante de la época, propia de lo 
que el filósofo Michel Foucault llama «sociedad disciplinaria»: el encierro. Encierro de 
los campos, mediante la imposición del cercamiento y el abandono (forzoso) de los 
derechos comunes existentes hasta la época (pastos comunes, derecho a paso, etc.), y 
encierro de los lugares de trabajo con la aparición de la fábrica. Junto con este encierro 
del trabajador y el trabajo se impone entonces un nuevo criterio para medir el trabajo 
allí encerrado: las horas. Se trata del nacimiento del capitalismo, de lo que Marx 
describió como «acumulación originaria». En efecto, el cercamiento de las parcelas 
para el cultivo, de la propia tierra, supuso una exigencia en el trabajo, un control del 
mismo, desconocido. Frente a la flexibilidad del trabajo orientado por el quehacer, 
frente a la movilidad que suponían los derechos comunales (compartir las tierras para 
el pastoreo, pasar por las tierras cuando era necesario, etc.), el nuevo modo de 
producción impone una fijación al lugar de encierro (la fábrica o el campo cercado) que 
necesitará otro criterio que el propio quehacer vinculado con el mundo de las 
costumbres en común que de apoco iba desapareciendo. 
 
“De modo que el cercamiento de campos y el progreso agrícola estaban, en cierto 
sentido, relacionados con un gobierno eficaz del tiempo de la mano de obra. El 
cercamiento y un progresivo excedente de mano de obra a fines del siglo XVIII 
endurecieron la situación de los que tenían empleo fijo; se enfrentaron con las 
alternativas de empleo parcial y leyes para pobres7, o la sumisión a una más exigente 
disciplina de trabajo. No es una cuestión de técnicas sino de un mayor sentido de la 
economía del tiempo entre los patronos-capitalistas reformadores”8. 
 
La disciplina será lo determinante en el nuevo trabajo asalariado. La disciplina es el 
arte de conducir a los sujetos, de moldearlos como si fueran plastilina de tal manera 
que, con el tiempo, terminen siendo sujetos funcionales al sistema, sujetos que le den 
 
7 Ambas situaciones desfavorables para los pobres. En Inglaterra, los pobres se podían “beneficiar” de la 
Ley de Pobres, que terminaba mandando a reformatorios a los más pobres o ayudándolos en sus 
domicilios. 
8 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 426 
un máximo de rentabilidad a la producción. Para trabajadores acostumbrados a otro 
tipo de trabajo, a un trabajo orientado por el quehacer, a un trabajo en donde no 
había patrones directos, al menos no los había presentes, etc., el nuevo trabajo supone 
toda una educación moral y física de los sujetos para convertirse en los nuevos 
trabajadores, en el nuevo tipo de hombre necesario para que el nuevo modo de 
producción funcione. La disciplina es conducir, es educación. Y en la medida en que del 
resultado de esta nueva educación general de los trabajadores depende la producción 
y, por lo tanto, las ganancias, ésta, la disciplina, debe ser estricta, tan estricta como la 
vigilancia, para que nada se escape, para que nada se pierda. 
Un código propuesto por un industrial de la primera época de la gran industria 
manufacturera (s. XVIII), dice lo siguiente: 
 
“Con el fin de que la pereza y la villanía sean detectadas y los justos y diligentes 
premiados, ya he creído prudente crear un controldel tiempo hecho por un Monitor, y 
ordeno y por esta declaro que de 5 a 8 y de 7 a 10 son 15 horas, de las cuales se toma 
1 ½ para el desayuno, almuerzo, etc. habrá por lo tanto trece horas y media de servicio 
neto” 
 
“Este servicio había de ser calculado «después de todas las deducciones por 
encontrarse en tabernas, cervecerías, casas de café, desayuno, almuerzo, jugar, 
dormir, fumar, cantar, leer las noticias de historia, pelear, contender, disputar o 
cualquier cosa ajena a mis asuntos, en cualquier caso, holgazanear»”9. 
 
Esta necesidad de controlar el tiempo no se limita al propio trabajo, ya que el mismo 
obrero después “anda suelto”. Es la época del gran encauzamiento de los sujetos. Se 
trata de hacer nuevos hombres, de educarlos en la nueva disciplina de trabajo pero 
también en una nueva disciplina para la vida, una disciplina que los seguirá las 24 horas 
para garantizar que las doce, trece o quince horas de trabajo sean productivas. Toda la 
cultura se orienta a este nuevo fin pedagógico, a este arte de la conducción que es la 
disciplina: reformadores, periodistas, moralistas, filósofos, industriales, gobernantes. 
 
9 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 430-431 
Un follero de 1755 titulado Friendly Advice to the Poor (Amistoso Consejo a los Pobres) 
del reverendo J. Clayton dice: 
 
“«Si el haragán se mete las manos en el pecho, en vez de aplicarlas al trabajo, si pasa 
el tiempo Deambulando, debilita su constitución con la Holgazanería, y embota su 
espíritu con la Indolencia» no puede esperar más que la pobreza como recompensa. El 
trabajador no debe perder el tiempo ociosamente en el mercado o malgastarlo cuando 
compra. Clayton se lamentaba de que «las Iglesias y las Calles [están] llenas de un 
Número de Espectadores» en bodas y funerales, «que a pesar de la Miseria de la 
Condición Hambrienta … no tienen escrúpulos en malgastar las mejores Horas del Día, 
simplemente mirando…». La costumbre del té es «esa vergonzante devoradora del 
Tiempo y Dinero». También lo son las vigilias y las fiestas y los festejos anuales de 
sociedades de socorro mutuo. Y también «ese perezoso pasar en Cama»: 
 
La necesidad de levantarse temprano reduciría al pobre a la necesidad de 
marchar pronto a la Cama; y evitaría así el peligro de las diversiones de 
Medianoche 
“Madrugar también «introduciría una Regularidad exacta en sus Familias, un 
maravilloso Orden en su Economía»”10. 
 
Junto con la fábrica, pues, también se ubicaba la escuela. La escuela no sólo 
disciplinaría a la masa contraria al nuevo régimen de trabajo y vida, si no que también 
aseguraría el futuro: 
 
“Clayton se lamentaba de que las calles de Manchester estuvieran llenas de «niños 
harapientos sin nada que hacer; que no sólo pierden el Tiempo, sino que aprenden 
costumbres de juego», etc. Alababa las escuelas de caridad porque enseñaban 
Industriosidad, Frugalidad, Orden y Regularidad: «Los escolares están obligados a 
levantarse temprano y observar las Horas con gran Puntualidad. William Temple, al 
defender en 1770 que se enviara a los niños pobres a los cuatro años de edad a los 
 
10 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 433.434 
talleres donde se les pudiera emplear11 en alguna manufactura y recibieran dos horas 
de instrucción al día, fue explícito en cuanto a las influencia cívicamente educadora del 
método: 
 
Es considerablemente útil que estén, de una forma u otra, constantemente 
ocupados al menos doce horas al día, se ganen la vida o no; ya que por estos 
medios esperamos que la generación próxima esté tan habituada al empleo 
constante que se convertirá a la larga en algo agradable y entretenido…”12. 
 
La nueva época pone una insistencia nueva sobre la ociosidad y la moralidad. En 
efecto, con la aparición del capitalismo lo que aparece es no sólo un nuevo modo 
económico de producción sino también una nueva concepción que debe acompañar 
esa economía. Se trata de que la disciplina necesaria para el trabajo se interiorice: 
escuelas, instituciones de beneficencia, prisiones, hospitales, etc., toda una red de 
instituciones que irán imponiendo esa disciplina de tal manera que se “haga carne”. El 
trabajador sólo se sentía comprometido con su trabajo y con esa disciplina en el 
trabajo, y los moralistas de la época no desaprovecharon la oportunidad de extender 
esa disciplina a todo momento, ya que, de esa manera, se conjuraba el peligro de la 
protesta. 
El materialismo histórico nos dice, entonces, que la sociedad encuentra su 
fundamento en la estructura económica, en el modo de producción. A partir del modo 
de producción se desprenden y se pueden comprender los otros elementos que 
forman a una sociedad. Veamos primero qué entendía Marx por sociedad para luego 
ver un ejemplo concreto en los modelos de familia. 
La imagen de la sociedad, entonces, es la de un edificio que tiene una base o 
cimientos sobre los que se levanta una superestructura. Dice Marx: 
 
“¿Qué es la sociedad, cualquiera sea su forma? El producto de la actividad recíproca de 
los hombres. ¿Los hombres son libres de elegir por sí mismos esta o aquella forma de 
 
11 El trabajo infantil no desapareció hasta la segunda mitad del siglo XIX. Durante toda la primera época 
del capitalismo era costumbre que los niños trabajaran en fábricas, talleres, en el servicio doméstico en el 
campo y en las ciudades, etc. 
12 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 436 
la sociedad? De ninguna manera. Supóngase un cierto grado de desarrollo de las 
fuerzas productivas del hombre y se tendrá una forma correspondiente de comercio y 
consumo. Supóngase ciertos grados de desarrollo de la producción, del comercio y del 
consumo, y se tendrá un orden social correspondiente, una correspondiente 
organización de la familia, de las jerarquías o de las clases: en una palabra, una 
correspondiente sociedad civil. Presupóngase una sociedad civil dada y se tendrán 
condiciones políticas particulares que son sólo la expresión oficial de la sociedad 
civil”13. 
Entonces, primero existe el orden económico, siempre con un determinado 
desarrollo de las fuerzas productivas, que determina qué tipo de producción existe, 
qué tipo de distribución y de consumo. En segundo lugar, esto determina un 
determinado orden social, una determinada forma a la sociedad que se expresará en 
los modelos familiares, en las relaciones entre los distintos grupos sociales, como las 
clases, etc. En tercer lugar, esta forma social determinará, a su vez, el tipo de orden 
político y jurídico existente. Todo esto quiere decir que, en definitiva, el tipo de 
relaciones sociales existentes (en las familias, en el trabajo, etc.) y el tipo de orden 
político y el tipo de orden jurídico dependen de la economía. 
Veamos primero un breve ejemplo: supongamos el valor de Trabajo. Para 
nuestra sociedad actual, el trabajo aparece como un valor, esto es, como algo deseable 
y positivo, como una guía valiosa para nuestra conducta. Consideramos como “bueno” 
y “deseable” el trabajo: “el trabajo es salud”, dice el dicho popular. En cualquier caso 
consideramos que una persona trabajadora es una persona valiosa, digna, mientras 
que decimos de un vago u holgazán que es una mala persona o que, al menos, no lleva 
una vida digna, buena y deseable. Dentro de nuestro imaginario, de nuestra 
concepción, existe este valor que nos dice mucho acerca de lo que consideramos que 
es la realidad, la vida y el mundo. Asociado a este valor, tenemos el valor del «trabajo 
sistemático», que supone el esfuerzo para alcanzar el éxito y el mérito. Conseguir 
cosas mediante el esfuerzo y el trabajo sistemático es una forma valiosa, deseable, 
digna, de conseguirlas,mientas que quien consigue cosas sin esfuerzo decimos que 
“no se las merece”. En el deporte es claro como aparece este valor: el deportista que 
 
13 Marx, K.-Engels, F. Correspondencia, Carta a Annenkov, 28 de diciembre de 1846, pág. 15-16 
entrena duramente, sistemáticamente, es un deportista que se merece sus victorias, 
que merece ganar. 
Bien, si nos vamos a otra época en donde haya otro modo de producción, 
según la definición de Marx como estructura económica que determina a la 
superestructura cultura, el caso debería ser distinto. Por ejemplo, vayamos a la Antigua 
Grecia. El trabajo, para los griegos, era signo de esclavitud y, por lo tanto, de 
animalidad. Esto quiere decir que el trabajo se encontraba en el extremo opuesto de lo 
que se consideraba digno para un ser humano. En efecto, el modo de producción 
griego es un modo de producción en donde existía la esclavitud. Desde luego, trabajar 
no puede ser un valor. Hay aquí toda una concepción distinta acerca de la realidad, la 
vida, el hombre y el mundo que depende del tipo de economía. 
 
Veamos un ejemplo más complejo: la consolidación del capitalismo en el siglo XIX y sus 
transformaciones en la concepción sobre la propiedad y la familia. 
Cuando el capitalismo va apareciendo surge una nueva concepción del mundo, 
una nueva forma de pensar, una nueva forma de entender a todas las cosas: las 
relaciones familiares, lo que es la propiedad, el trabajo, nuevos valores, etc. De entre 
todas las cosas que se modificaron, la concepción de la propiedad fue una de las más 
representativas de este cambio, de esta nueva determinación de la economía sobre la 
ideología, sobre la forma de pensar. Hasta el capitalismo, existían costumbres 
milenarias que regulaban la vida campesina basadas en costumbres en común. Para la 
sociedad anterior al capitalismo, la propiedad no recaía sobre la tierra misma, ni 
siquiera sobre los objetos, sino sobre el derecho a explotarla. De esta forma, lo que 
una familia heredaba a su descendencia era el derecho de explotar su parcela o sus 
animales. En efecto, existían ciertas costumbres vinculadas con la vida campesina que 
ponían en común a las propias tierras, al uso que se le daba a ellas, etc. El campo 
estaba dividido en distintas parcelas, a su vez que había distintos tipos de 
explotadores: pequeños propietarios campesinos, que tenían pequeñas parcelas de 
tierra, campesinos que alquilaban la tierra a propietarios más grandes, señores 
feudales, que tenían grandes extensiones de tierra explotadas o bien por los siervos o 
bien por arrendatarios, y tierras parroquiales que pertenecían a la Iglesia. Cada una de 
estas distintas unidades de producción suponían distintas formas de distribuir la 
producción, dependiendo de si se era propietario, arrendatario de otro campesino, de 
un señor feudal o de una parroquia, el trabajador se quedaba con distintos porcentajes 
de lo producido (debiendo pagar, a su vez, distintos tipos de impuestos, alquileres, 
tributos, etc.). Ahora bien, esta división no impedía que existiera una costumbre en 
donde estas diferencias sociales entre los distintos tipos de trabajadores o 
explotadores de la tierra, se borraran. Por ejemplo, para que la economía regional 
rindiera para todos, todas las parcelas de tierra debían plantar el mismo tipo de cultivo 
en la misma época. Esto hacía que en períodos de cosecha, todas las parcelas se 
comportaran homogéneamente. Tenemos en principio una costumbre que se pone 
por encima de la iniciativa privada, individual, que era el hecho de plantar todos lo 
mismo en la misma época. Esto generaba, a su vez, que en las temporadas en donde 
las tierras descansaban, es decir, no se cosechaba para que la tierra siguiera siendo 
fértil, todas las parcelas se encontraban sin cultivo con pastos. En estos momentos, 
esos pastos que crecían por igual en todos lados servían para que todos lo campesinos 
de la zona, sin importar el estatuto social ni la tierra donde vivieran, aprovecharan esos 
pastos para dar de comer a los animales. Cualquiera entraba en la parcela de 
cualquiera, llevando sus animales a comer. Un campesino que alquilaba su tierra y 
tenía poco terreno para dar de comer a sus animales podía llevarlos a las tierras, por 
ejemplo, del señor feudal y nadie tenía derecho a impedir eso. Otro de los derechos 
era el derecho a paso. Las distintas parcelas no estaban separadas por cercos, por lo 
que cualquiera podía pasar por la tierra de cualquiera. Todo esto muestra una 
economía y una concepción acerca de la propiedad y de las costumbres comunales que 
regulaban a la vida previa al capitalismo. 
Esta estructura económica supone ciertas concepciones que la hacen posible: 
por ejemplo, el orden político y jurídico del feudalismo: un señor feudal, dueño de la 
mayor parte de las tierras, campesinos dueños de parcelas, jornaleros. Las relaciones 
de producción son entre estos campesinos que trabajan y el señor feudal que recoge, 
bajo la forma de distintos impuestos y cargas, el excedente de la producción para 
mantener su lujosa vida. Además de estas relaciones sociales y políticas, esta 
economía feudal supone un modelo de familia para los campesinos. En términos 
generales, la familia forma una unidad de producción, por lo que no necesariamente la 
familia era papá-mamá-hijos, sino que podía haber familias complejas en donde los 
hijos seguían viviendo con sus esposas e hijos en la casa de los padres bajo la autoridad 
del Padre de familia. Esta familia, además, podía compartir la vivienda con otro no-
familiares que trabajaban en la misma casa. Toda la casa se comparte entre los 
miembros de la familia. 
Cuando el capitalismo aparece, y debido a algunas transformaciones 
tecnológicas en el cultivo y la crianza de los animales, se empezó a fomentar la idea de 
que la propiedad era privada y, por lo tanto, estaba sujeta exclusivamente a la 
voluntad de su propietario. Nadie tenía derecho a nada por sobre la propiedad de otra 
persona. Eso que para nosotros es moneda corriente, en el siglo XVIII, que fue cuando 
este proceso de privatización de la tierra comenzó, con la Revolución Francesa, sobre 
todo, no lo era antes. La Revolución Burguesa en el campo fue el proceso por medio 
del cual ese cuadro de costumbres en común desaparece para dejar paso a una nueva 
concepción de la propiedad y del individuo. Si ahora aparece una nueva concepción del 
hombre, el hombre como individuo-ciudadano, también aparece una nueva 
concepción de la propiedad privada en donde la tierra misma se vuelve propiedad 
inalienable de un individuo: nadie puede exigir ningún tipo de derecho sobre la 
propiedad privada de otro. 
La propiedad privada es una exigencia del nuevo modo de producción que necesita un 
aprovechamiento, por medio de una apropiación, de todos los medios de producción y 
una concentración de los mismos en manos de los grandes capitalistas. Lógicamente, 
los derechos comunales aparecen como trabas a la explotación capitalista: si los 
campesinos no sólo comparten entre sí sus tierras sino que también lo hacen con los 
grandes terratenientes como los señores feudales, no hay cómo llegar a la explotación 
capitalista. El modo de producción capitalista necesita un estímulo para la producción 
que no se lo encuentra en este mundo de costumbres comunes: la producción por la 
producción, la producción de capital, es contraria a la idea de lo común, toda forma de 
compartir es una forma de reducir las ganancias y, por lo tanto, la plusvalía. 
Así como se impone esta nueva concepción, que se corresponde con las nuevas 
exigencias del capitalismo, se impone también un nuevo modelo de familia. En efecto, 
si se cambia la relación que se tiene con la tierra y los medios de producción también 
se modifica la estructura familiar. Sin entrar en detalles en un problema tan complejo, 
diremos sólo algunas cosas.

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