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Marx y el materialismo histórico Guido Fernández Parmo Materialismo histórico. Marx propone pensar a la sociedad desde dos variantes: su materialidad y su historicidad, esto quiere decir que lo determinante en una sociedad, aquello que hay que conocer para conocerla, aquello que hace que sea lo que es, es algo material e histórico. ¿A qué se refiere Marx con estas dos características? Materia. Lo material en una sociedad será todos los aspectos de la vida económica, aquello que hace a la vida económica de una sociedad. Materia se opone aquí a espíritu o conciencia o cultura. Una cosa es cómo vivo (en qué trabajo, con qué dinero, en qué tipo de casa, con qué relaciones entre mis compañeros, con mis patrones, etc.), y otra cosa distinta es qué pienso de eso, qué creo que es mi trabajo, qué pienso sobre por qué es como es, lo que pienso de mis compañeros y mis patrones, etc. Para Marx todo esto es el aspecto espiritual, cultural o ideológico de la vida social. Para resumirlo brevemente, podemos decir que lo material es todo aquello ligado a la producción, cómo se produce, cómo se distribuye lo producido, cómo se lo consume, los productos y bienes, las herramientas, las relaciones existentes en esa producción. La vida material del hombre incluye así su trabajo, las condiciones del trabajo, lo que hace, lo que produce, quiénes son sus patronos, quiénes los capitalistas, su salario, cómo compra, si vende, cómo vende, etc., etc. Lo determinante en una sociedad es la economía, aquello que hace que una sociedad sea lo que es, es su economía. Historia. Esta materialidad que define a una sociedad es, a su vez, algo histórico. ¿Qué quiere decir esto?, que es algo que se da en la Historia, es decir, que se da por un período determinado. Lo histórico y la historicidad remiten a aquello que surgió en algún momento dado y que en algún otro momento desapreció o desaparecerá. Histórico se opone a Natural. Algo natural es algo que: 1. no depende de los hombres, como la naturaleza de los animales, la naturaleza del agua, es decir, las propiedades o características que definen a algo de una vez y para siempre; 2., por lo tanto, histórico también se opone a lo eterno, a aquello que siempre es igual y no sufre cambios; 3. resumiendo los dos anteriores, lo natural es aquello que es inengendrado, que ni es producido ni perece nunca. Histórico es, pues, algo producido, algo inventado en algún momento por algunos hombres. Decir que las cosas son históricas es decir que no son naturales, que pueden ser de otra manera, que no son necesarias, sino contingentes, que pueden cambiar. La sociedad o el modo de producción es algo histórico. Esto quiere decir que esa materialidad, esa economía, es algo que se da en la Historia, que es producido y que depende del momento histórico. Modo de producción. El concepto central de la teoría es el de «modo de producción». Esto quiere decir que una sociedad se entiende por cómo produce las cosas que necesita, es decir, aquello que define a una sociedad, aquello que hace que esta sea lo que es, es cómo produce el conjunto de los bienes socialmente necesarios. Cómo produce quiere decir también cómo trabaja, cómo organiza al trabajo, la manera que los hombres transforman la naturaleza en la sociedad o la cultura. El trabajo para Marx es la capacidad humana de transformar o humanizar a la naturaleza. Y el proceso de trabajo serán todos los pasos que van desde un objeto natural hasta un objeto humano. Para poner un ejemplo un poco simple, de un árbol a una mesa existe una mediación que es el conjunto del proceso de trabajo. Veamos algunas características de este proceso tal como las describe Marta Harnecker: El proceso de trabajo transforma a las cosas en cosas útiles. El proceso de trabajo supone, así: a. objetos sobre los cuales se trabaja (sean naturales o artificiales) b. los medios con los que se trabaja c. la actividad humana utilizada en el proceso d. aunque no forma parte del proceso de trabajo, éste termina en el producto. a. Supongamos que tenemos una casa hecha de madera, la casa de un campesino del siglo XVII. Primero tenemos a la materia bruta, extraída directamente de la naturaleza. El proceso de trabajo la transforma para volverla una materia prima: la madera para la construcción. Lo primero que hay que entender del proceso de trabajo es que es el punto de partida para entender al conjunto de la sociedad. b. “Los medios de trabajo en sentido estricto son las cosas o el conjunto de cosas que el trabajador interpone directamente entre él y el objeto sobre el cual trabaja (materia prima o bruta)” (HARNECKER, 22). Ejemplos de esto pueden ser una máquina, un hacha, un martillo. En realidad, los medios de trabajo son el conjunto de cosas que aparecen en medio del proceso de trabajo, todo aquello que interviene en la transformación de la naturaleza que hace el trabajo; no sólo las herramientas, sino también las rutas, los talleres, el terreno, etc. Los medios de producción son, así, todo eso que está entre la naturaleza y el producto terminado, son la mediación, lo que los humanos ponemos entre la naturaleza y el producto terminado, esto es, la sociedad, la cultura. El ser humano transforma con estos medios a la naturaleza y la transforma en cultura. Por ejemplo, de un árbol, un objeto natural, mediante el trabajo, producimos una mesa, un ser cultura. Decimos entonces que la manera en que se produce, cómo se produce, el “modo” en que se produce depende, en parte, de los medios de producción. c. Como venimos diciendo, entre la naturaleza y la cultura o la sociedad se encuentra el trabajo. El trabajo es la actividad propiamente humana que transforma lo natural en cultural, Así, el trabajo no es lo que comúnmente llamamos “trabajo”, como cuando decimos “tengo que ir al trabajo”. Trabajo aquí alude a la capacidad humana, a una fuerza o energía humana, que puede apropiarse de la naturaleza y humanizarla. Cuando decimos “tengo que ir al trabajo”, nos referimos a una forma detemrinada e histórica en la que se da esa energía humana. Dice Harnecker sobre la diferencia entre fuerza de trabajo y trabajo: “de la misma manera en que una máquina produce un “trabajo” determinado en una cierta cantidad de horas (enlata una determinada cantidad de alimentos) y para realizar este trabajo emplea una cierta cantidad de energía eléctrica, una obrera de una fábrica de tallarines, en sus 8 horas de trabajo diario, logra empaquetar una determinada cantidad de kilos de tallarines y, para realizar este trabajo, gasta una cierta cantidad de energía humana. Por lo tanto, la energía humana o fuerza de trabajo se diferencia radicalmente del trabajo realizado, que no es sino el rendimiento de esa fuerza de trabajo” (HARNECKER, 23). El trabajo, que es la forma en que el hombre se apropia de la naturaleza, la humaniza y crea así el “mundo humano” o la sociedad, supone siempre un gasto de energía. El trabajo es una energía finita que se gasta. Cada sociedad gasta una energía determinada, y establece las condiciones para su recuperación (descanso, cantidad de horas, calorías ingeridas, lugares para dormir, etc.). Hacemos hincapié en esto porque es importante para comprender los límites con los que el Capital se encontrará para crecer incesamente. Habrá un límite para la explotación de los obreros que tiene que ver directamente con la necesidad de estos de estar bien alimentados y descansados. De lo contrario, no podrán rendir bien en el trabajo y no se producirá mucho. Para que un modo de producción siga funcionando (el esclavista, el feudal o el capitalista), el trabajador tiene que poder llegar al trabajo cada día nuevo como el día anterior, es decir, recuperado, con su energía nuevamente en su máxima capacidad. Para que el modo de producción pueda darse en eltiempo, es preciso que el trabajador se reproduzca, es decir, recupere las energías gastadas. Recordemos que el trabajo es entendido como energía, y por lo tanto, al gastarla en el día de trabajo hay que recargarla de alguna manera. Así, no sólo históricamente van variando las formas en las que se produce, sino que también van variando las condiciones de esta recuperación. Esto también define cómo se trabaja, es decir, el modo de producción. d. Tenemos así Naturaleza-fuerza de trabajo-medios de producción-producto. El resultado del proceso de trabajo es el producto. Un producto es una cosa definida por sus cualidades, por los rasgos específicos que la ocnvierten en esta cosa y no en esa otra. Un producto está definido cualitativamente, y por ello además decimos que es un útil, un objeto que cumple una función. El producto se define cualitativamente por su valor de uso, tiene un valor que es de uso: un cuchillo, por las cualidades que reúne, sirve para cortar, ése es su valor. Un valor de uso es todo objeto que responde a una necesidad humana determinada (sea una necesidad natural o social). El valor de uso de un producto o una mercancía se define así por cualidades y funciones. Por ejemplo, la comida es una necesidad natural o fisiológica; la ropa es una necesidad social de vestirse y no andar desnudos. Recordemos que estos productos es todo lo que el ser humano transforma de la naturaleza mediante su trabajo. Esto quiere decir que forman parte de lo cultural y no de lo natural [recordemos en diferencias entre lo cultural y natural que vimos antes]. Así, las cosas son útiles no porque satisfagan una necesidad natural, sino porque son socialmente necesarias. La necesidad no se reduce a algo natural ni el uso a algo utilitario. No nos vestimos únicamente para no morir de frío en invierno, ya que la vestimenta también es un indicar de pertenencia de clase, étnica, etc. Del mismo modo, las cosa no sólo tienen un valor utilitario, porque existen objeto que “no sirven para nada” pero tienen su valor, como por ejemplo, obras de arte o souveniers de vacaciones; en ambos casos, el valor está dado por algo distinto de su utilidad pragmática. Es un valor socialmente determinado. Relaciones de producción. El proceso de trabajo, tal como lo describe Marta Harnecker, incluye así estos cuatro elementos. Ahora bien, el proceso de trabajo, como se imaginarán, no es algo estático compuesto de elementos, es más bien un conjunto en donde los elementos tomarán valor en función de las relaciones que los atraviesen. El trabajo, esa transformación de la naturaleza en cultura, se define como un proceso puesto en marcha a partir de relaciones: relaciones entre los seres humanos que participan del proceso de trabajo y relaciones de los seres humanos con la Naturaleza que es transformada. Dice Marx: “En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad” (MARX, 1975: 8-9) El pasaje citado de Contribución a la crítica de la economía política es importante no sólo porque define a las relaciones como la base de toda sociedad, esto es, no a partir de un elemento dado sustancial, sino porque también define una perspectiva de análisis importante para Marx y Engel que es la del sistema o la totalidad. Lo que dice Marx en la cita es que lo que seamos como individuos será el resultado de relaciones sociales que no dependen de lo que hagamos o dejemos de hacer en tanto individuos, que no dependen de nuestra voluntad, de lo que queramos en tanto individuos. La sociedad existe como una totalidad definida según las relaciones existentes entre sus elementos. Una totalidad que sin embargo no es algo estático en la medida en que lo que definen las relaciones no son elementos estáticos sino potencias. Por ejemplo, las clases sociales se definen por las relaciones que tienen con la naturaleza, con los bienes producidos y las relaciones entre sí. Pero ninguna de ellas queda definida como algo estático, como propiamente un elemento definido de una vez y para siempre, más bien quedan definidas como fuerzas dinámicas: una clase explota más o menos a la otra, la otra resiste más o menos, presiona a la otra con una huelga de un día, dos o veinte, etc. La sociedad así es un todo dinámico (dýnamis, en griego, quiere decir “potencia”) definido según relaciones. A grandes rasgos encontramos dos tipos de relación: las relaciones sociales de producción y las relaciones técnicas de producción, que van variando en función de la cómo se divide el trabajo en distintas épocas. a. Relaciones técnicas de producción. “Llamaremos relaciones técnicas de producción a las formas de control o dominio que los agentes de la producción ejercen sobre los medios de trabajo en particular y sobre el proceso de trabajo en general” (HARNECKER, 37). Las relaciones técnicas definen las relaciones con medios de producción y, además, con la propia naturaleza. Se trata de cómo transformamos y nos apropiamos de la naturaleza: no es lo mismo hacer una canoea de un árbol mediante un hacha que mediante una máquina. Hay allí distintas técnicas (tekhné, en griego, saber hacer un objeto, saber práctico) para transformar al árbol en una canoa. b. Relaciones sociales de producción. “Llamaremos relaciones sociales de producción a las relaciones que se establecen entre los propietarios de los medios de producción y los productores directos en un proceso de producción determinado, relación que depende del tipo de relación de propiedad, posesión, disposición o usufructo que ellos establezcan con los medios de producción” 8harnecker, 43). Hasta aquí hemos visto las relaciones técnicas de producción. Ahora bien, estas relaciones técnicas están también definidas por cómo las usamos los seres humanos, por cómo nos relacionamos los seres humanos a la hora de trabajar. Las relaciones técnicas de producción no existen nunca aisladas de un contexto social, de ciertas condiciones sociales que las hacen posibles. Esto quiere decir que toda producción social está históricamente determinada. Se trata de las relaciones existentes entre los hombres a la hora de producir o trabajar, cómo se relacionan los hombres entre sí, con qué vínculos, qué dependencias, jerarquías, diferencias, igualdades, etc. Si las relaciones técnicas de producción nos hablan de la relación Hombre-Naturaleza, las relaciones sociales de producción nos hablan de la relación Hombre-Hombre. La técnica puede dividir a los trabajadores, incluso, entre trabajadores directos y no- directos (administrativos, dirigentes, etc.). Sobre esta división se posa una nueva división, esta vez social, es decir, en función de las divisiones sociales existentes. En el capitalismo, la división social es la de trabajadores propietarios de los medios de producción y trabajadores no-propietarios. Fuerzas productivas. Las relaciones de producción que acabamos de ver dependen de algo que Marx llama «fuerzas productivas», es decir, el tipo de relaciones de producción (técnicas y sociales) dependen del grado de desarrollo de estas fuerzas productivas. ¿Qué son las fuerzas productivas? En primer lugar, podemos decir que es el conjunto del proceso de trabajo (fuerza de trabajo + medios de trabajo) considerado desde el punto de vista de su potencialidad productiva. Ya lo hemos indicado, el modo de producción no es ni un elemento, ni tampoco un sistema de relaciones estáticas. En el fondo de todo modo de producción se encuentra el trabajo entendido como fuerza o potencia. El desarrollo de las fuerzas productivas, que depende directamente del desarrollo de los mediosde producción (no es lo mismo arar con una mula que con un tractor, la potencialidad del segundo permitiría producir más), depende también del tipo de las relaciones de producción, no todas las relaciones de producción se articulan de la misma manera con los medios de producción, con los distintos grados de desarrollo de los medios de producción. Modo de producción II. «Modo de producción» es el concepto que propone Marx para comprender a la sociedad. Podríamos decir que es un sinónimo de «sociedad». El modo de producción es el conjunto de todas las cosas vistas recién. Un modo de producción se define por los medios de producción, por el desarrollo de las fuerzas productivas, por el tipo de relaciones técnicas y sociales de producción. Todo esto define cómo una sociedad produce, de qué manera una sociedad, en un momento dado de la historia, produce todo aquello que necesita, es decir, todos los bienes materiales u objetos útiles. Este modo de producción determina la estructura de la sociedad. Estructura-Superestructura. La metáfora del edificio La estructura de la sociedad, de acuerdo a esto, no depende de los deseos ni de las intenciones de los hombres, ni de las ideas ni de las teorías, ni de las formas del Estado ni del Derecho. El carácter y la estructura de toda sociedad se hallan determinados por el modo de producción imperante. Al cambiar este modo de producción, cambia también todo el régimen social, cambian las ideas políticas, jurídicas, religiosas, artísticas, filosóficas y cambian las instituciones correspondientes. El conjunto de las relaciones de producción, los medios de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas constituyen la estructura o base de la sociedad. Aquí tenemos algo así como el esqueleto de un edificio, las bases de un edificio, eso que le termina dando sus características principales, que termina definiéndola. Aquello que nos permite hablar de una sociedad u otra, de tal sociedad y tal otra sociedad, es la estructura económica. Esta estructura económica determina, en última instancia, a la totalidad de la sociedad1. Es decir, si sabemos que en una sociedad tenemos costumbres, valores, concepciones sobre el mundo y el hombre, ideas, distintas formas de organización (política, comunitaria, barrial, etc.), un sistema político (para nuestro caso, una democracia representativa, una república que divide el poder en tres, etc.), un sistema jurídico que acompaña al político (la constitución y las leyes de un Estado); por último, un Estado, que de alguna manera reúne a todas estas características. La estructura económica viene a ser lo principal en una sociedad, no porque todo provenga absolutamente de allí, pero sí porque es la economía la que, en última instancia, define a las cosas, es la economía la que tiene la última palabra. Pueden existir formas políticas o culturales que no provengan directamente de la estructura económica, o formas culturales como la religión, que atraviesen a las distintas estructuras económicas, pero, en última instancia, quien terminará de decidir cómo son las cosas es la economía. Dice Marx: “La relación directa existente entre los propietarios de las condiciones de producción y los productores directos –relación cuya forma corresponde siempre de un modo natural a una determina fase de desarrollo del tipo de trabajo y, por lo tanto, a su capacidad productiva social– es lo que nos revela es secreto más recóndito, la base más oculta de toda la construcción social y también, por consiguiente, de la forma política de la relación de soberanía y dependencia, en una palabra, de cada forma específica de Estado. Lo cual no impide que la misma base económica –la misma, en cuanto a sus condiciones fundamentales– pueda mostrar en su modo de manifestarse infinitas variaciones y gradaciones debidas a distintas e innumerables circunstancias empíricas, condiciones naturales, factores éticos, influencias históricas 1 Las relaciones entre la economía y la sociedad, entre la estructura y la infraestructura, ha sido objeto de largas discusiones al interior del marxismo. En nuestra explicaicón, la economía es laque define a las formas ideológicas, como si dijéramos que el nacimiento de la antropología se reduce a ser un efecto de las necesidades económicas del capitalismo. En un análisis un poco más complejo, deberíamos decir que hay algo de cierto en esto, aunque el valor de la antropología no pueda se reducido a un efecto. Presentamos en este párrafo una visión un tanto simplista de estas relaciones, que elegimos por otro lado por su claridad. Sólo recordamos que es un tema controvertido y que en un estudio no introductorio debería matizarse y hasta replantearse. que actúan desde el exterior, etc., variaciones y gradaciones que sólo pueden comprenderse mediante el análisis de estas circunstancias empíricas dadas”2. El Estado argentino viene a ser un determinado orden político y jurídico que regula las costumbres y hábitos de sus ciudadanos, que les brinda o impone determinadas concepciones a través de la educación con todas sus instituciones educativas, y a través de otras instituciones que funcionan también como instituciones educativas en el sentido que terminan por formar eso que somos (por ejemplo, un Hospital que, mediante un sistema de salud regulado por el Estado, termina definiendo qué sea la salud de un pueblo, no sólo que salud tiene ese pueblo, sino también qué se entiende por salud –no siempre lo que entendemos por salud es lo mismo, también este concepto depende de una situación histórico-cultural). Todo el conjunto de instituciones públicas y privadas debe ser entendido como el Estado. ¿Por qué decimos que las instituciones privadas, como una escuela o universidad, forman parte del Estado? Porque el Estado no se define sólo por lo público, sino que se define como un aparato ideológico que permite la reproducción de una determina concepción y conciencia, y, en este sentido, las instituciones privadas también hacen esto. Por otro lado, todas las instituciones privadas están reguladas por el Estado, por ejemplo, por Secretarías estatales que controlan, regulan y definen lo que debe ocurrir en una escuela privada: desde las curricula y los contenidos hasta los sueldos del personal, el Estado, mediante las distintas direcciones provinciales de educación privada (DIPREGEP) el Estado se hace presente. Esta superestructura se levanta sobre la estructura económica de tal manera que permita y garantice su reproducción. Como vimos, entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción existe, en el capitalismo, una no-correspondencia o contradicción que haría que el sistema colapsara. La superestructura permite que eso no ocurra y que todo el sistema se reproduzca, que todo se reproduzca de tal manera que las cosas sigan iguales. Si a una determinada estructura económica le corresponde una superestructura (un orden político, un orden jurídico, una forma de pensar, una concepción del mundo y del hombre), es necesario garantizar que los hombres piensen y sientan de tal manera que no cuestionen a la estructura económica. Pensemos que la 2 Marx, K. El Capital; citado en: Harnecker, M. Los conceptos elementales del materialismo histórico, 88 estructura económica es algo muy complejo compuesto de muchos elementos que deben reproducirse de la misma manera. Por ejemplo, tanto la división técnica del trabajo como la división social: es necesario que las distintas habilidades se reproduzcan para que las generaciones siguientes puedan ocupar los mismos puestos de trabajo, así como es necesario que el papel social en la producción también se reproduzca por lo mismo. El Estado y sus aparatos ideológicos es el encargado de garantizar esta reproducción:“Ahora bien, ¿cómo se asegura en el régimen capitalista esta reproducción de la calificación (diversificada) de la fuerza de trabajo? A diferencia de lo que ocurría en las formaciones sociales esclavistas y feudales, la reproducción de la calificación de la fuerza de trabajo tiende (se trata de una ley tendencial) a asegurarse ya no “en el montón” (aprendizaje en la producción misma), sino más y más fuera y aparte de la producción: mediante el sistema educacional capitalista u otras instancias o instituciones. “Ahora bien, ¿qué se aprende en el sistema educacional? Se avanza más o menos en los estudios, pero, de todos modos, se aprende a escribir, a leer, a contar; se aprenden, entonces, algunas técnicas y varias otras cosas más, incluso elementos (que pueden ser rudimentarios o profundos) de “cultura científica” o “literaria”, elementos directamente utilizables en los distintos puestos de la producción (una instrucción para los obreros, otra para los técnicos, otra para los ingenieros, otra para los cuadros superiores, etc.). “Pero además y paralelamente, al mismo tiempo que estas técnicas y conocimientos, en la escuela se aprenden las “reglas”, los usos habituales y correctos, es decir, los convenientes, los que se deben observar según el cargo que está “destinado” a ocupar todo agente de la división del trabajo: normas morales, normas de conciencia cívica y profesional, todo lo cual quiere decir, en una palabra, reglas del respeto a la división técnico-social del trabajo; reglas, en definitiva, del orden establecido por la dominación de clase. Se aprende, también, a “hablar bien el castellano”, a “redactar” bien, es decir, de hecho (para los futuros capitalistas y sus servidores) se aprende a “mandar bien”, o sea (solución ideal) a “hablar bien” a los obreros, etcétera. [...] En otras palabras, la escuela (poro también otras instituciones del estado, como la iglesia, u otros aparatos, como el ejército) enseñan ciertos tipos de “saber hacer”, pero de manera que aseguren el sometimiento a la ideología dominante o el dominio de su “práctica”” (ALTHUSSER, 1987: 101- 102). La plusvalía. En el capitalismo, la producción está orientada exclusivamente a la producción de ganancia económica. Aunque parezca extraño, esto algo novedoso en la historia de la humanidad. Sólo en el capitalismo, la producción global tiene como único objetivo la producción de una ganancia económica, es decir, de una ganancia que se traduce en capital. Por ejemplo, en el feudalismo, la producción no está orientada a que algunos ganen dinero e incrementen sus fortunas. De hecho, los señores feudales no se hacen cada vez más ricos. Por el contrario, lo que los campesinos deben pagarle al señor feudal no es un impuesto que irá a parar a una cuenta bancaria para que vaya acumulándose con el tiempo, sino que sirve para mantener cierto nivel de vida que afirma la superioridad simbólica (no exclusivamente económica) del ser feudal. Así, en el capitalismo se busca la ganancia. El capital, como dice Marx en El Capital, tiene un crecimiento incesante. Y par ello es preciso extraer una pluvalía, un valor de más, en la misma producción. Esto es el rasgo del capitalismo, del modo de producción capitalista. La ganancia no se produce en el intercambio de las mercancías, como ocurre con los mercaderes que ganan dinero, “hacen una diferencia”, al vender sus mercancías más caras de lo que las compraron. En el capitalismo, los capitalistas no hacen su dinero por vender más caro que lo que compraron, hacen su dinero porque explotan a los trabajadores. Esto quiere decir que la ganancia se da en la producción misma (y no en el intercambio). Veamos, aunque de manera un poco esquemática, cómo se produce la plusvalía en una situación ideal (no concreta). Imaginemos que somos trabajadores libres, campesinos expulsados del campo, y que llegamos a la ciudad en busca de trabajo. En la ciudad, nos encontramos que una fábrica de zapatos acaba de abrir las puertas. Antes de haber sido separados completamente de nuestros medios de producción, siempre habíamos tenido algo para vender a cambio de comida, de una cama, etc. Ahora, en tanto trabajadores libres, no tenemos nada, estamos completamente despojados de todo bien. Lo único que nos queda para vender y conseguir algo a cambio, es nuestra fuerza de trabajo. Nos presentamos y el capitalista nos propone la siguiente ecuación. El costo de vida promedio de un trabajador es, en esta época, y en este lugar, imaginemos que $100. Esto quiere decir que para que el trabajador se reproduzca, esto es, recupere la energía gastada, necesita de esos $100. Con ese dinero comemos (nosotros y nuestra familia), descansamos, compramos la ropa, etc. El capitalista, a su vez, también tiene que reproducirse, él mismo, y toda la fábrica (las máquinas, el alquiler del terreno, etc.). Imaginemos que todo esto representa $200 más. Además de todas estas cosas, el capitalista compra la materia prima con la que se hacen los zapatos. Tenemos otros $100. El conjunto de la producción tiene así un costo de $400. De esta forma, es preciso generar por día, para que todo se reproduzca, $400. Imaginemos ahora que el valor promedio de un par de zapatos en esa sociedad es de $4. Para alcanzar los $400 que cuesta todo el proceso, que cuesta, en definitiva, un día de producción, es preciso hacer 100 zapatos. Si cada par tiene un valor promedio de $4, 100 zapatos suman $400. Podemos agregar aquí, que los 100 zapatos llevan 50 metros cuadrados de cuero que cuestan $100 y que indicamos antes como los $100 de la materia prima. En esta sociedad, como en toda sociedad, existe un nivel en el desarrollo de las fuerzas productivas que depende del desarrollo tecnológico, de la fuerza de trabajo, su capacitación, etc. Entonces, en función del desarrollo determinado de las fuerzas productivas en esta sociedad que estamos imaginando, digamos que para hacer 40 pares de zapatos (es decir, para producir mercancías por un valor de $400 que es lo que cuesta toda la producción) se necesitan 5 horas de trabajo. Trabajando cinco horas, producimos el equivalente a lo que nos cuesta reproducirnos a todos (capitalista, máquinas, trabajadores, materia prima). Hasta aquí todavía no tenemos capitalismo, no tenemos plusvalía. Un día, el capitalista se presenta y nos dice que a partir de ese momento, vamos a trabajar 10 horas, es decir 50% más de lo que veníamos trabajando. Ante nuestras quejas, el discurso es el que sabemos: al que no le guste, le espera la calle, y como necesitamos el trabajo para sobrevivir, aceptamos esta nueva condición. Aquí un primer elemento que definirá al trabajo en el capitalismo como explotación. Si trabajábamos 5 horas y producíamos 100 zapatos por un valor de $400, ahora trabajando 5 horas más, producimos un 50% más: son 150 zapatos por un valor de $600 (recordemos que cada zapatos vale $4, de donde 50 zapatos x $4= $200). Estos $200 de más, producirán una ganancia. Esta ganancia se la queda siempre el capitalista, y es lo que genera la plusvalía, y, en última instancia el capital acumulado. ¿Tiene derecho el capitalista a quedarse con la ganancia a fin de mes? Solemos pensar que sí, ya que él es el propietario, y la ganancia forma parte de su negocio. Marx descubre que esta ganancia no le pertenece al capitalista, al propietario, sino que es un valor de más (plus-valor) que surge de horas trabajadas y no reconocidas. Veamos cómo es esto. Cuando llega el final del día o del mes, esperamos nuestro salario. Si por 5 horas el salario era $100, por 10 horas esperaremos un salario de $150, sin embargo, el salario sigue siendo el mismo. Ante nuestros reclamos, la amenaza del despido es la primera respuesta. Repasemos las cuentas: Salario del trabajador: $100 Gastos fijos (alquiler, gasto del capitalista, máquinas, etc.): $200Materia prima: $150 (para 100 zapatos eran 50 metros de cuero a un valor de $100, para 150 zapatos son 25 metros de cuero a un valor de $50; tenemos $100 de los 50 metros de cuero originales a los que le sumamos $50 de los 25 metros de cuero adicionales.) Hasta aquí el gasto es de $450 Pero, y aquí viene la clave, ahora hemos producido 150 zapatos, que dan un valor producido de $600 (150 zapatos x $4). $600 (valor producido) - $450 (costo de la producción) ---------- $150: plusvalía ¿De dónde salen esos $150? ¿Por qué se genera este valor de más? Repasemos. Esta diferencia se ha producido porque ahora en vez de 100 zapatos hay 150. Para que haya 50 zapatos de más fue preciso trabajar 5 horas de más. El capitalista compró los 100 zapatos originales más 25 metros de cuero. Pero esta cuenta da $450 ($400 de los zapatos + $50 de la materia prima) que es el costo de la producción. Pero en esas 5 horas agregadas, el trabajo del trabajador valoriza los 25 metros de cuero al transformarlos en 50 zapatos por un valor de $200. Son las cinco horas de trabajo las que hacen que una materia prima que vale $50 se transforme en una mercancía (los zapatos) que valen $200. De donde los $150 pesos que sobran no son otra cosa que el valor que las nuevas cinco horas de trabajo le han agregado a la materia prima. ¡Pero esas 5 horas de trabajo no han sido pagadas! Lo que acabamos de explicar esquemáticamente es cómo la ganancia del capitalista se genera en la producción y no en la intercambio. Aquí lo hemos explicado mediante la estrategia de ampliar la jornada laboral y no pagar las horas de más. Existen otras estrategias, como incrementar la eficiencia de las máquinas o la eficiencia del trabajo. Lo que nos importa aquí es que el proceso de trabajo y todo el modo de producción está orientado a que esa ganancia sea siempre incesante, a que la balanza siempre sea de ganancia. Cualquier cosa que genere que la ganancia disminuya, será entendida como un límite intolerable al crecimiento incesante del capital. Los límites del capital El único objetivo del capitalismo es así la acumulación incesante de capital. Mientras se pueda incrementar al capital, mientras la tasa de ganancia sea positiva (haya más ganancia que gastos), el sistema se puede sostener. Recordemos que el crecimiento del capital se da en la plusvalía y que ésta se da en la producción misma. La plusvalía no se produce en el intercambio, no es que genero ganancia porque vendo más caro de lo que compro; la ganancia del capitalista no se da en el intercambio de las mercancías. Por el contrario, lo que nos enseña Marx es que la ganancia se produce en la misma producción, en esa diferencia entre la cantidad de horas reconocidas y pagas y las horas reales trabajadas; dicho de otra manera, entre la diferencia del valor producido por el obrero y el valor que se le paga en su salario. La lógica del capitalismo es abrir una brecha entre esos dos valores (el producido y el “cobrado”) lo suficientemente grande para cubrir y exceder todos los otros gastos que se generan en la producción. Así, la clave para que el crecimiento del capital sea incesante está en la producción. A más producción (y esto puede querer decir a más horas de producción, de trabajo), o a más rendimiento (esto es, a mayor capacidad de producción por el desarrollo tecnológico o por la capacidad física e intelectual de los obreros), más ganancia. El problema está en que el sistema encuentra muy rápidamente obstáculos a esta necesidad de crecimiento incesante. Existen al menos tres obstáculos que están relacionados directamente con la aparición del colonialismo: la saturación del mercado europeo, la organización de la clase obrera y las restricciones al monopolio. Saturación del mercado. El mercado europeo se satura muy rápidamente de mercancías, esto es, alcanza su capacidad de consumo muy rápidamente. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de los habitantes de las ciudades son ex campesinos pobres, obreros asalariados explotados, queda claro que la gran masa no tiene la capacidad de comprar las mercancías que la industria (ellos mismos) producen. El capitalista necesita que exista capacidad de consumo para poder seguir produciendo mercancías nuevas, para poder mantener a la rueda de la producción girando. Para solucionar este problema de saturación, Europa, principalmente Francia e Inglaterra, saldrán a buscar nuevos mercados fuera de Europa, esto es, en Asia y África. Hacia finales del siglo XIX, los nuevos países latinoamericanos y los pueblos africanos y asiáticos serán definidos como mercados que consuman el excedente de producción europeo. Hoy en día, cuando el colonialismo clásico parece haberse terminado, las estrategias para seguir girando la rueda de la producción son la moda, que nos lleva a tirar las mercancías para comprar nuevas independientemente de si su valor de uso sigue intacto, el carácter obsoleto rápidamente alcanzado de las mercancías, que las cosas ya no sirvan y tengamos que comprar las nuevas versiones (pensemos en los teléfonos celulares o las computadoras), etc. La organización de la clase obrera. A medida que el capitalismo se va consolidando también se va consolidando la clase obrera como antagonista de la clase burguesa. Los trabajadores lentamente van tomando consciencia de ser la clase explotada y comienzan a organizarse en partidos políticos y sindicatos que le pondrán un límite o que presionarán al capital para que la explotación no sea tan salvaje. La clase obrera va tomando consciencia de clase e impide que la brecha que genera la plusvalía no sea tan grande. Por ejemplo, bajar la cantidad de horas de trabajo supone una de las exigencias de los trabajadores. Ante el peligro de la Revolución, a la clase burguesa no le queda otra que aceptar el reclamo. Ahora bien, bajar la cantidad de horas de producción por obrero supone achicar la brecha y la necesidad de cubrir más horas con otros obreros, esto es, en definitiva, invertir más dinero en la producción. Si los gastos fijos del capitalista aumentan la ganancia disminuye. La conquista de África y Asia implicó la entrada en la maquinaria de explotación capitalista de millones de nuevos trabajadores asalariados a los que se los va a mantener alejados de las ideologías socialistas, las organizaciones sindicales y los partidos de trabajadores como el comunista. Además, existe aquí una razón cercana a nuestros planteos de la materia: no era lo mismo explotar a un obrero francés que a uno indio o que a un negro gikuyu de Kenia. No sólo se buscará que estos nuevos obreros no se organicen sino que además se jugará, en la periferia, en las colonias, una perversa y fatal combinación de explotación capitalista y dominación racista. En las colonias, el obrero explotado coincide con el negro o el indio “inferior”. Las restricciones al monopolio. Cuando nace, el capitalismo tiene una fuerte tendencia al monopolio y/o al oligopolio. El primero, supone el control del mercado por una sola empresa, mientras que el segundo supone el control del mercado por un grupo de empresas dominantes. Rápidamente, las primeras industrias acaparan toda una rama de la producción, concentran el control sobre toda un área de la industria, por ejemplo, los ferrocarriles. Esto suponía una limitación ya no puesta por la clase trabajadora, sino por la propia burguesía que dejaba fuera de la producción a otros candidatos burgueses. Dice Hobsbawn: “La existencia de una tendencia hacia el monopolio o el oligopolio es indudable en las industrias pesadas, en industrias estrechamente dependientes de los pedidos del gobierno como el sector de armamento en rápida expansión, en industrias que producían y distribuían nuevas formas revolucionarias de energía, como el petróleo o la electricidad, así como el transporte y en algunos productosde consumo masivo como el jabón y el tabaco” (HOBSBAWN, 2007: 52). Para salvar este problema de la concentración, Europa entrará en su fase imperialista buscando nuevos mercados y nuevas fuentes de recursos naturales y así distribuir la industria entre nuevos burgueses. El colonialismo Este triple obstáculo será sorteado mediante el colonialismo. La expansión europeo- capitalista hacia África y Asia, como dijimos en cada uno de estos límites, será la forma de solucionar el problema de la limitación al crecimiento incesante del capital. Entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885 se realizó en Berlín, convocado por Bismarck, un Congreso que tenía como fines intermediar entre los distintos intereses de las potencias imperialistas sobre África y Asia. Si bien la expansión europea ya había empezado, entre los siglos XVI y XVII, mediante el dominio de los territorios de ultramar por las famosas Compañías (Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, Compañía Británica de las Indias Orientales, Compañía Francesa de las Indias Orientales, Compañías Alemanas del África, etc.), es en el siglo XIX y por medio de la Conferencia de Berlín que se formaliza el «reparto de las colonias». Gran Bretaña, Bélgica, Francia, Alemania, entre otros se reparte literalmente al África. El antropólogo Balandier define una situación colonial de la siguiente manera: “Es la dominación impuesta por una minoría extranjera racial y culturalmente diferente, que actúa en nombre de una superioridad racial o étnica y cultural, afiramda dogmáticamente. Dicha minoría se impone a una población autóctona que constituye una mayoría numérica, pero que es inferior al grupo dominante desde un punto de vista material. Esta dominación vincula en alguna forma la relación entre civilizaciones radicalemtne diferentes: una sociedad industrializada, mecanizada, de intenso desarrollo y de origen cristiano, se impone a una sociedad no industrializada, de economía “atrasada” y simple y cuya tradición religiosa no es cristiana. Esta relación presenta un carácter antagónico básico, que es resuelto por la sociedad desarrollada mediante el ejercicio de la fuerza, un sistema de seudojustificaciones y un patrón de comportamientos estereotipados operando en la relación la situación colonial es una situación total” (en: LISCHETTI, 1994: 23) Esto quiere decir que una situación colonial incluye la totalidad de la vida de los dominados, una situación que terminará modificando las formas de trabajo y explotación, los saberes, las creencias religiosas, los valores, los bienes de consumo, las estéticas, las relaciones sociales. Nada escapa al control de la situación colonial porque el colonialismo, como decía Sartre, es un sistema. Dice Sartre: “la colonización no es un conjunto de azares, ni el resultado estadístico de miles de empresas individuales. Es un sistema puesto en ejecución hacia 1880, entró en decadencia después de la Primera Guerra Mundial, y en la actualidad [1956] se vuelve contra la nación colonizadora” (SARTRE, 1968: 21). Sistema mundial que buscará adaptar integralmente la vida de los colonizados al mundo capitalista. Para ello, no podía ser algo arbitrario, librado o al azar o al capricho de cada colonizador. Más bien, la transformación del mundo y sus culturas al sistema y al estilo de vida capitalista respondió a estrategias más o menos compartidas por cada experiencia colonial: en Asia, en África o en América Latina, fue preciso inventar la Humanidad que el capitalismo demandaba. Para ello, toda empresa colonial supone tres tipos de empresas, nuevamente, según Balandier: a. empresa material: el control de la tierra, de las riquezas naturales, de la población (trabajadora) y su dependencia con la metrópoli y la economía capitalista mundial. b. empresa política y administrativa: el control de las estructuras de gobierno locales, como jefes o reyes indígenas, control del sistema judicial y jurídico, reproduciendo, de manera directa o indirecta, un gobierno imperialista en cada lugar. c. empresa ideológica: el control de las creencias, ideas y valores del pueblo sojuzgado, fundamentalmente a través de la religión y la adopción de modelos culturales de las metrópolis. La entrada de los europeos a Asia y África supuso la entrada en contacto con una enorme variedad de culturas desconocidas. Esto provocó un fuerte impulso tanto al conocimiento de esas culturas y la problematización de su existencia (cómo explicar que existan tantas culturas, por qué su variedad, si son iguales o diferentes, etc.) como a la necesidad de dominarlas. Como explicamos antes, conocer y dominar es aquí un fenómeno indisociable. No queremos decir que el conocimiento deba reducirse a ser un mero instrumento para el dominio del otro, sino que el conocimiento científico domina al objeto conocido. Incluso no sería correcto reducir los conocimiento antropológicos del período colonial a absolutas distorsiones falsas sobre las culturas conocidas. Decimos que todo conocimiento supone relaciones de poder de las cuales no es posible escapar. Vamos a pensar, así, que la historia del colonialismo tiene tres etapas a las que les corresponden teorías antropológicas. Del siguiente cuadro, unas aclaraciones importantes. En primer lugar, si bien el evolucionismo es la teoría dominante en un período y el funcionalismo en otro, esto no quiere decir que sean las únicas teorías antropológicas existentes. Se trata, en realidad, de las teorías que nosotros vemos en nuestro programa. En segundo lugar, en relación al estructuralismo, no existe una relación directa entre estructuralismo y descolonización. No fue una teoría que haya estado a la base de los procesos de descolonización. La ubicamos en este período primero porque coincide epocalmente: es la época de la liberación la época en donde Lévi-Strauss desarrollo sus primeras ideas estructuralistas sobre la antropología. Por otro lado, vemos la teoría estructuralista una idea afín a la descolonización que es que la mente humana es una sola, universal, invariante, y que, por lo tanto, la diversidad cultural no puede ser entendida a partir de un orden jerárquico. Todas las culturas, en lo que tienen de diverso, valen lo mismo. Esta idea, creemos, se corresponde con el espíritu de la liberación que reclama los mismos derechos para todas las culturas de autogobernarse. El nacimiento del capitalismo y su funcionamiento Acumulación originaria Marx describe al nacimiento del modo de producción capitalista como el encuentro de dos elementos que salen directamente de la antigua sociedad feudal: por un lado, capitales provenientes de los comerciantes y banqueros, por el otro, trabajadores despojados de sus medios de trabajo. Este encuentro supone que los capitalistas compran la fuerza de trabajo de los trabajadores libres. Esto es una novedad porque ahora lo que se compra no es meramente una mercancía (que sirve para ser vendida más cara y así generar una diferencia en la ganancia: esto ocurría con lo que mercaderes y comerciantes venían haciendo desde la Edad Media), sino que lo que se compra es una mercancía que tiene la capacidad de producir nuevas mercancías. La fuerza de trabajo es la capacidad que tiene el hombre para producir, para transformar a la naturaleza, para humanizarla, para apropiársela. El trabajo, en Marx, es el medio por el cual el hombre se hace un mundo transformando a la Naturaleza de tal manera que la vuelve algo artificial, humano, algo producido y, por lo tanto, histórico. Ejemplo 1: la vivienda: Por ejemplo, supongamos el caso de unos campesinos de la Europa de los siglos XVI y XVII: si era el caso de que vivieran cerca de bosques, la madera de los árboles era transformada de tal manera que se hacían las casas en donde la familia iba a vivir; si era el caso de quevivieran en zonas más rocosas, las casas eran de roca. En ambos casos tenemos dos formas históricas de apropiarse de la naturaleza, de hacerla humana: ni la cabaña ni la casa de piedra pueden ser consideradas naturales: en ambos casos hay un trabajo sobre la piedra y la madera que no estaba antes. Ese tipo de vivienda, que tenía por lo general un gran ambiente en donde dormía la familia sobre bancos o en el piso, con un hogar central o empotrado en una pared, compartiendo en muchos casos el espacio con los animales (de los que se aprovechaban para pasar más calientes las noches), es una forma histórica de vivienda que depende de cómo se transformaba a la naturaleza en esa época: un modo de transformación y producción vinculado al trabajo manual y artesanal. Supongamos que ahora vamos a ver las actuales casas de los obreros o incluso campesinos: veremos que las casas están hechas, en la mayoría de los casos, por cemento y ladrillos, que son productos naturales transformados de tal manera que sirven para construir (en este caso, por ejemplo, la cocción de los ladrillos, etc.), ladrillos y cemento producidos industrialmente (cada bolsa de cemento es idéntica a otra, así como cada ladrillo es idéntico a otro): esta diferencia en las casas contemporáneas de los campesinos y obreros nos muestra que son también una forma histórica de construir una casa que depende, a su vez, del modo de producción histórico del momento: el industrial-capitalista. Al explotar de otra manera a la naturaleza, los productos son otros y lo que se hace con esos productos también otra cosa. Ejemplo 2: la vestimenta: el mismo campesino que vivía en casa hecha de madera vestía, por lo general, lo siguiente (la única ropa era la que llevaban puesta, por lo cual estaba siempre húmeda): camisa, pantalones bombachos que no llegaban a los tobillos, un chaleco, una blusa suelta y unos zapatos bajos, sin medias. El sábado por la tarde, la familia se acostaba más temprano, todos desnudos, para que la madre pudiera lavar la ropa interior y pudiera ser usada limpia los domingos. Lógicamente, la ropa era hecha a mano en telares, con lino procesado manualmente. Qué fuera la ropa (de lino, tejida manualmente), qué cantidad hubiera (en el caso de los campesinos, la puesta), también nos muestra el carácter histórico de la misma. Es debido a que la sociedad en su conjunto produce de una manera determinada, transforma de una manera determinada a la ropa (en este caso, nuevamente, artesanalmente), que existía esa ropa, esas condiciones materiales de existencia. Si nos mudamos en el tiempo y vamos a parar a la época actual, veremos que la ropa está hecha de fibras sintéticas y algodón, producidas industrialmente en telares- máquinas, etc., el tipo de tejido mismo se produce industrialmente (como en el caso del algodón, uno de los primeros productos de la revolución industrial). Si vestimos como vestimos, si tenemos la ropa que tenemos, la cantidad de ropa que tenemos, la calidad, etc. es porque existe una manera o un modo de producción que hace que las cosas sean como son. Siempre estamos frente a dos cosas: por un lado, un modo de producción histórico y, por otro lado, una manera de trabajar, de transformar a la Naturaleza y apropiársela, distinto. Volvamos al encuentro que da origen al capitalismo. Por un lado tenemos a los pequeños capitales y, por el otro, a los trabajadores libres que no tiene otra cosa más que su fuerza de trabajo para vender para obtener algo a cambio y así poder sobrevivir. El nuevo modo de producción capitalista se estructurará a partir de esta división de la sociedad en dos clases: la de los propietarios y la de los trabajadores asalariados. El trabajo asalariado es la novedad del capitalismo ya que por primera vez los trabajadores reciben un salario en función de una medida abstracta: el tiempo: a tantas horas, tanto salario. Más adelante veremos cómo se mide el valor de la hora de trabajo, por ahora es importante entender que el trabajo se mide mediante el tiempo. El reloj es uno de los inventos tecnológicos que se impone fuertemente en esta etapa capitalista de la producción. Los trabajadores pasaron de una concepción del tiempo definida por la propia actividad a otra nueva concepción abstracta definida por las horas. Por ejemplo, supongamos nuevamente el caso de un campesino del siglo XVI o XVII. El campesino trabajaba la tierra y, si podía y quería, podía tener algún telar en su casa. El trabajo se repartía en función del tiempo natural del cultivo y la cosecha: había un momento del año y del día para cultivar, así como un momento para cosechar. El trabajo estaba dominado por ese tiempo inherente a la actividad misma: podía ocurrir que hubiera días o meses en donde el trabajo se extendiera durante todo el día, así como había momentos en donde prácticamente no había trabajo (supongamos, el caso de los momentos de espera en donde el cultivo crecía). Mientras tanto, el campesino, si quería, podía y lo necesitaba, podía intercambiar el tiempo propio del trabajo en el campo con el trabajo en el telar, y así confeccionar o su propia ropa o ropa para vender. El tiempo era un tiempo orientado por la actividad. Cuando el trabajo estaba hecho, no se trabajaba más. La ganancia del campesino estaba en lo producido por su trabajo: las cosechas y las telas confeccionadas se repartirían según una compleja variedad de elementos: si era propietario o arrendatario o jornalero (trabajo por día en cualquier campo), etc. Cuando se impone el modo de producción capitalista, el trabajo sufre una gran transformación: al ser despojado el trabajador de sus medios de producción (sus tierras, sus animales, sus telares o herramientas), vende su fuerza de trabajo por una cantidad de tiempo. El trabajo pasa a ser algo orientado por el tiempo abstracto. El tejedor, en vez de tener el telar en su casa y alternar el trabajo en él con otras actividades, va a ir pasando lentamente a los grandes talleres en donde su trabajo no se reduce a tejer lo que necesite, sino que producirá por una cantidad de tiempo. Esto implicó una transformación en la vida en general que generó grandes resistencias: se pasaba de trabajar en la propia casa, en los tiempos impuestos por las actividades, a trabajar lejos de la casa, encerrados en lugares sombríos y con una disciplina de trabajo inédita. Antes del capitalismo la medida del tiempo estaba relacionada con los procesos habituales o tareas domésticas. “El horario diario es el del ganado, la ronda de las tareas de pastoreo, y el paso del tiempo a través de un día es, para un nuer, primordialmente la sucesión de dichas tareas y sus relaciones mutuas”3. Por ejemplo, los griegos de la antigüedad se ubicaban dentro del día, por ejemplo, en función de si el mercado estaba abierto o cerrado. El tiempo, se dice, está orientado al quehacer. “Se pueden proponer tres puntos sobre la orientación al quehacer. El primero es que, en cierto sentido, es más comprensible humanamente que el trabajo regulado por horas. El campesino o trabajador parece ocuparse de lo que es una necesidad constatada. En segundo lugar, una comunidad donde es normal la orientación al quehacer parece mostrar una demarcación menor entre «trabajo» y «vida». Las relaciones sociales y el trabajo están entremezclados –la jornada de trabajo se alarga o contrae de acuerdo con las labores necesarias– y no existe mayor sentido de conflicto entre el trabajo y el «pasar el tiempo». En tercer lugar, al hombre acostumbrado al trabajo regulado por el reloj, esta actitud hacia el trabajo le parece antieconómica y carente de apremio”4. Por otro lado, el trabajo previo al modelo capitalista de producción suponía una flexibilidad en las labores impensables para lo que entendemos y vivimos como 3 Evans-Pritchard, citadopor Thompson, E. P. Costumbres en común, “Tiempo disciplina y capitalismo”, 389 4 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 402 trabajo. Artesanos, jornaleros, tejedores, mezclaban distintos tipos de trabajo, algo impensable para lo que será el trabajo típico de la primera parte del capitalismo: el encierro en la fábrica. El trabajo pre-capitalista es un trabajo que no entra ni encaja en la grilla horaria, siempre idéntica. “Algunos extractos del diario de un tejedor-agricultor metódico de 1782-1783 nos pueden proporcionar un índice de la variedad de sus labores. En octubre de 1782 estaba todavía ocupado en la recolección y la trilla, al mismo tiempo que en su telar. En días de lluvia podía tejer de 8 ½ a 9 yardas; el 14 de octubre llevó la pieza acabada, y por tanto sólo pudo tejer 4 ¾ yardas; el 23 trabajó hasta las tres de la mañana, tejió dos yardas antes de que el sol se pusiera, remendó una chaqueta al final de la tarde. El 24 de diciembre, «tejí 2 yardas antes de las 11 estuve amontonando el carbón, limpiando el tejado y las paredes de la cocina y amontonando el estiércol hasta las 10 de la noche». Además de cosechar y trillar, batir la manteca y trabajar en el jardín, encontramos estas anotaciones: 18 de enero de 1783: Fui empleado para preparar el establo de un Ternero y Llevar las copas de tres Árboles de Plátano que crecían en el Callejón y fueron en este día cortados y vendidos a John Blagbrough. 21 de enero: Tejí 2 ¾ yardas habiendo parido la Vaca necesitaba mucho cuidado. (Al día siguiente fue andando hasta Halifax para comprar una medicina para la vaca.) El 25 de enero tejió 2 yardas, caminó hasta una aldea próxima e hizo «varios trabajos en el torno y el patio y escribí una carta por la noche». Otras ocupaciones incluían faenar con un caballo y un carro, recoger cerezas, trabajar en la presa de un molino, asistir a una reunión baptista y a un ajusticiamiento público por horca”5. Esta irregularidad del trabajo también se intercalaba con momentos de ociosidad. Pocos oficios no hacían honor a San Lunes: zapateros, sastres, carboneros, trabajadores de imprenta, alfareros, tejedores, cuchilleros, etc. El Lunes no se trabajaba, al menos en gran parte de Inglaterra (por diversas causas, desde ser el día 5 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 417 en que se arreglaban las máquinas, al «lunes de paga», hasta el descanso del fin de semana de borrachera. Una canción popular del siglo XVIII lo cuenta así: Cómo en un buen San Lunes, sentado al fuego de la herrería, contando lo hecho ese Domingo, y conspirando en alegre regocijo, pronto oigo levantarse la trampilla, en la escalera está mi esposa: «Maldito seas, Jack, te voy a desempolvar los ojos, llevas una agraviante vida de borracho; estás aquí en lugar de trabajar; con la jarra en las rodillas; maldito seas, que siempre estás ocioso. Y yo trabajo como una esclava para ti.» Los relojes, que se había impuesto desde el siglo XIV, tenían una precisión polémica, por lo cual era costumbre que se siguiera midiendo el tiempo con relojes de sol. Cuando en el siglo XIX se mejoraron los relojes y se masificaron los de bolsillo, estos tenían un costo que hacía difícil, cuando no imposible, que un trabajador lo pudiera comprar. El registro del tiempo pertenecía a las clases acomodadas. Así lo contaba un testigo de la época: “Trabajábamos mientras pudiéramos ver el verano. Nadie sino el patrón y su hijo tenía reloj, y no sabíamos la hora. Había un hombre que tenía reloj… Se lo quitaron y lo pusieron bajo custodia del patrón porque había dicho a los hombres la hora”6. El trabajo, entonces, comienza a estar dominado por las horas que marcan los relojes. Una vez impuesta la revolución industrial, reemplazando al trabajo artesanal de tejedores y campesinos, trabajo regulado por el propio quehacer, el trabajo en su totalidad sufre una transformación con la aparición de las fábricas y con el modelo industrial de producción. Este modelo requería una sincronización que el anterior trabajo artesanal desconocía. El trabajo en la fábrica debe ser un trabajo mucho más 6 Citado por Thompson, E. P. Costumbres en común, 436 disciplinado para que las cosas funcionen, vasta que un obrero no cumpla con su función para que todo se detenga. El nuevo trabajo está atravesado de una constante de la época, propia de lo que el filósofo Michel Foucault llama «sociedad disciplinaria»: el encierro. Encierro de los campos, mediante la imposición del cercamiento y el abandono (forzoso) de los derechos comunes existentes hasta la época (pastos comunes, derecho a paso, etc.), y encierro de los lugares de trabajo con la aparición de la fábrica. Junto con este encierro del trabajador y el trabajo se impone entonces un nuevo criterio para medir el trabajo allí encerrado: las horas. Se trata del nacimiento del capitalismo, de lo que Marx describió como «acumulación originaria». En efecto, el cercamiento de las parcelas para el cultivo, de la propia tierra, supuso una exigencia en el trabajo, un control del mismo, desconocido. Frente a la flexibilidad del trabajo orientado por el quehacer, frente a la movilidad que suponían los derechos comunales (compartir las tierras para el pastoreo, pasar por las tierras cuando era necesario, etc.), el nuevo modo de producción impone una fijación al lugar de encierro (la fábrica o el campo cercado) que necesitará otro criterio que el propio quehacer vinculado con el mundo de las costumbres en común que de apoco iba desapareciendo. “De modo que el cercamiento de campos y el progreso agrícola estaban, en cierto sentido, relacionados con un gobierno eficaz del tiempo de la mano de obra. El cercamiento y un progresivo excedente de mano de obra a fines del siglo XVIII endurecieron la situación de los que tenían empleo fijo; se enfrentaron con las alternativas de empleo parcial y leyes para pobres7, o la sumisión a una más exigente disciplina de trabajo. No es una cuestión de técnicas sino de un mayor sentido de la economía del tiempo entre los patronos-capitalistas reformadores”8. La disciplina será lo determinante en el nuevo trabajo asalariado. La disciplina es el arte de conducir a los sujetos, de moldearlos como si fueran plastilina de tal manera que, con el tiempo, terminen siendo sujetos funcionales al sistema, sujetos que le den 7 Ambas situaciones desfavorables para los pobres. En Inglaterra, los pobres se podían “beneficiar” de la Ley de Pobres, que terminaba mandando a reformatorios a los más pobres o ayudándolos en sus domicilios. 8 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 426 un máximo de rentabilidad a la producción. Para trabajadores acostumbrados a otro tipo de trabajo, a un trabajo orientado por el quehacer, a un trabajo en donde no había patrones directos, al menos no los había presentes, etc., el nuevo trabajo supone toda una educación moral y física de los sujetos para convertirse en los nuevos trabajadores, en el nuevo tipo de hombre necesario para que el nuevo modo de producción funcione. La disciplina es conducir, es educación. Y en la medida en que del resultado de esta nueva educación general de los trabajadores depende la producción y, por lo tanto, las ganancias, ésta, la disciplina, debe ser estricta, tan estricta como la vigilancia, para que nada se escape, para que nada se pierda. Un código propuesto por un industrial de la primera época de la gran industria manufacturera (s. XVIII), dice lo siguiente: “Con el fin de que la pereza y la villanía sean detectadas y los justos y diligentes premiados, ya he creído prudente crear un controldel tiempo hecho por un Monitor, y ordeno y por esta declaro que de 5 a 8 y de 7 a 10 son 15 horas, de las cuales se toma 1 ½ para el desayuno, almuerzo, etc. habrá por lo tanto trece horas y media de servicio neto” “Este servicio había de ser calculado «después de todas las deducciones por encontrarse en tabernas, cervecerías, casas de café, desayuno, almuerzo, jugar, dormir, fumar, cantar, leer las noticias de historia, pelear, contender, disputar o cualquier cosa ajena a mis asuntos, en cualquier caso, holgazanear»”9. Esta necesidad de controlar el tiempo no se limita al propio trabajo, ya que el mismo obrero después “anda suelto”. Es la época del gran encauzamiento de los sujetos. Se trata de hacer nuevos hombres, de educarlos en la nueva disciplina de trabajo pero también en una nueva disciplina para la vida, una disciplina que los seguirá las 24 horas para garantizar que las doce, trece o quince horas de trabajo sean productivas. Toda la cultura se orienta a este nuevo fin pedagógico, a este arte de la conducción que es la disciplina: reformadores, periodistas, moralistas, filósofos, industriales, gobernantes. 9 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 430-431 Un follero de 1755 titulado Friendly Advice to the Poor (Amistoso Consejo a los Pobres) del reverendo J. Clayton dice: “«Si el haragán se mete las manos en el pecho, en vez de aplicarlas al trabajo, si pasa el tiempo Deambulando, debilita su constitución con la Holgazanería, y embota su espíritu con la Indolencia» no puede esperar más que la pobreza como recompensa. El trabajador no debe perder el tiempo ociosamente en el mercado o malgastarlo cuando compra. Clayton se lamentaba de que «las Iglesias y las Calles [están] llenas de un Número de Espectadores» en bodas y funerales, «que a pesar de la Miseria de la Condición Hambrienta … no tienen escrúpulos en malgastar las mejores Horas del Día, simplemente mirando…». La costumbre del té es «esa vergonzante devoradora del Tiempo y Dinero». También lo son las vigilias y las fiestas y los festejos anuales de sociedades de socorro mutuo. Y también «ese perezoso pasar en Cama»: La necesidad de levantarse temprano reduciría al pobre a la necesidad de marchar pronto a la Cama; y evitaría así el peligro de las diversiones de Medianoche “Madrugar también «introduciría una Regularidad exacta en sus Familias, un maravilloso Orden en su Economía»”10. Junto con la fábrica, pues, también se ubicaba la escuela. La escuela no sólo disciplinaría a la masa contraria al nuevo régimen de trabajo y vida, si no que también aseguraría el futuro: “Clayton se lamentaba de que las calles de Manchester estuvieran llenas de «niños harapientos sin nada que hacer; que no sólo pierden el Tiempo, sino que aprenden costumbres de juego», etc. Alababa las escuelas de caridad porque enseñaban Industriosidad, Frugalidad, Orden y Regularidad: «Los escolares están obligados a levantarse temprano y observar las Horas con gran Puntualidad. William Temple, al defender en 1770 que se enviara a los niños pobres a los cuatro años de edad a los 10 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 433.434 talleres donde se les pudiera emplear11 en alguna manufactura y recibieran dos horas de instrucción al día, fue explícito en cuanto a las influencia cívicamente educadora del método: Es considerablemente útil que estén, de una forma u otra, constantemente ocupados al menos doce horas al día, se ganen la vida o no; ya que por estos medios esperamos que la generación próxima esté tan habituada al empleo constante que se convertirá a la larga en algo agradable y entretenido…”12. La nueva época pone una insistencia nueva sobre la ociosidad y la moralidad. En efecto, con la aparición del capitalismo lo que aparece es no sólo un nuevo modo económico de producción sino también una nueva concepción que debe acompañar esa economía. Se trata de que la disciplina necesaria para el trabajo se interiorice: escuelas, instituciones de beneficencia, prisiones, hospitales, etc., toda una red de instituciones que irán imponiendo esa disciplina de tal manera que se “haga carne”. El trabajador sólo se sentía comprometido con su trabajo y con esa disciplina en el trabajo, y los moralistas de la época no desaprovecharon la oportunidad de extender esa disciplina a todo momento, ya que, de esa manera, se conjuraba el peligro de la protesta. El materialismo histórico nos dice, entonces, que la sociedad encuentra su fundamento en la estructura económica, en el modo de producción. A partir del modo de producción se desprenden y se pueden comprender los otros elementos que forman a una sociedad. Veamos primero qué entendía Marx por sociedad para luego ver un ejemplo concreto en los modelos de familia. La imagen de la sociedad, entonces, es la de un edificio que tiene una base o cimientos sobre los que se levanta una superestructura. Dice Marx: “¿Qué es la sociedad, cualquiera sea su forma? El producto de la actividad recíproca de los hombres. ¿Los hombres son libres de elegir por sí mismos esta o aquella forma de 11 El trabajo infantil no desapareció hasta la segunda mitad del siglo XIX. Durante toda la primera época del capitalismo era costumbre que los niños trabajaran en fábricas, talleres, en el servicio doméstico en el campo y en las ciudades, etc. 12 Thompson, E. R. “Tiempo, disciplina y capitalismo”, en Costumbres en común, 436 la sociedad? De ninguna manera. Supóngase un cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas del hombre y se tendrá una forma correspondiente de comercio y consumo. Supóngase ciertos grados de desarrollo de la producción, del comercio y del consumo, y se tendrá un orden social correspondiente, una correspondiente organización de la familia, de las jerarquías o de las clases: en una palabra, una correspondiente sociedad civil. Presupóngase una sociedad civil dada y se tendrán condiciones políticas particulares que son sólo la expresión oficial de la sociedad civil”13. Entonces, primero existe el orden económico, siempre con un determinado desarrollo de las fuerzas productivas, que determina qué tipo de producción existe, qué tipo de distribución y de consumo. En segundo lugar, esto determina un determinado orden social, una determinada forma a la sociedad que se expresará en los modelos familiares, en las relaciones entre los distintos grupos sociales, como las clases, etc. En tercer lugar, esta forma social determinará, a su vez, el tipo de orden político y jurídico existente. Todo esto quiere decir que, en definitiva, el tipo de relaciones sociales existentes (en las familias, en el trabajo, etc.) y el tipo de orden político y el tipo de orden jurídico dependen de la economía. Veamos primero un breve ejemplo: supongamos el valor de Trabajo. Para nuestra sociedad actual, el trabajo aparece como un valor, esto es, como algo deseable y positivo, como una guía valiosa para nuestra conducta. Consideramos como “bueno” y “deseable” el trabajo: “el trabajo es salud”, dice el dicho popular. En cualquier caso consideramos que una persona trabajadora es una persona valiosa, digna, mientras que decimos de un vago u holgazán que es una mala persona o que, al menos, no lleva una vida digna, buena y deseable. Dentro de nuestro imaginario, de nuestra concepción, existe este valor que nos dice mucho acerca de lo que consideramos que es la realidad, la vida y el mundo. Asociado a este valor, tenemos el valor del «trabajo sistemático», que supone el esfuerzo para alcanzar el éxito y el mérito. Conseguir cosas mediante el esfuerzo y el trabajo sistemático es una forma valiosa, deseable, digna, de conseguirlas,mientas que quien consigue cosas sin esfuerzo decimos que “no se las merece”. En el deporte es claro como aparece este valor: el deportista que 13 Marx, K.-Engels, F. Correspondencia, Carta a Annenkov, 28 de diciembre de 1846, pág. 15-16 entrena duramente, sistemáticamente, es un deportista que se merece sus victorias, que merece ganar. Bien, si nos vamos a otra época en donde haya otro modo de producción, según la definición de Marx como estructura económica que determina a la superestructura cultura, el caso debería ser distinto. Por ejemplo, vayamos a la Antigua Grecia. El trabajo, para los griegos, era signo de esclavitud y, por lo tanto, de animalidad. Esto quiere decir que el trabajo se encontraba en el extremo opuesto de lo que se consideraba digno para un ser humano. En efecto, el modo de producción griego es un modo de producción en donde existía la esclavitud. Desde luego, trabajar no puede ser un valor. Hay aquí toda una concepción distinta acerca de la realidad, la vida, el hombre y el mundo que depende del tipo de economía. Veamos un ejemplo más complejo: la consolidación del capitalismo en el siglo XIX y sus transformaciones en la concepción sobre la propiedad y la familia. Cuando el capitalismo va apareciendo surge una nueva concepción del mundo, una nueva forma de pensar, una nueva forma de entender a todas las cosas: las relaciones familiares, lo que es la propiedad, el trabajo, nuevos valores, etc. De entre todas las cosas que se modificaron, la concepción de la propiedad fue una de las más representativas de este cambio, de esta nueva determinación de la economía sobre la ideología, sobre la forma de pensar. Hasta el capitalismo, existían costumbres milenarias que regulaban la vida campesina basadas en costumbres en común. Para la sociedad anterior al capitalismo, la propiedad no recaía sobre la tierra misma, ni siquiera sobre los objetos, sino sobre el derecho a explotarla. De esta forma, lo que una familia heredaba a su descendencia era el derecho de explotar su parcela o sus animales. En efecto, existían ciertas costumbres vinculadas con la vida campesina que ponían en común a las propias tierras, al uso que se le daba a ellas, etc. El campo estaba dividido en distintas parcelas, a su vez que había distintos tipos de explotadores: pequeños propietarios campesinos, que tenían pequeñas parcelas de tierra, campesinos que alquilaban la tierra a propietarios más grandes, señores feudales, que tenían grandes extensiones de tierra explotadas o bien por los siervos o bien por arrendatarios, y tierras parroquiales que pertenecían a la Iglesia. Cada una de estas distintas unidades de producción suponían distintas formas de distribuir la producción, dependiendo de si se era propietario, arrendatario de otro campesino, de un señor feudal o de una parroquia, el trabajador se quedaba con distintos porcentajes de lo producido (debiendo pagar, a su vez, distintos tipos de impuestos, alquileres, tributos, etc.). Ahora bien, esta división no impedía que existiera una costumbre en donde estas diferencias sociales entre los distintos tipos de trabajadores o explotadores de la tierra, se borraran. Por ejemplo, para que la economía regional rindiera para todos, todas las parcelas de tierra debían plantar el mismo tipo de cultivo en la misma época. Esto hacía que en períodos de cosecha, todas las parcelas se comportaran homogéneamente. Tenemos en principio una costumbre que se pone por encima de la iniciativa privada, individual, que era el hecho de plantar todos lo mismo en la misma época. Esto generaba, a su vez, que en las temporadas en donde las tierras descansaban, es decir, no se cosechaba para que la tierra siguiera siendo fértil, todas las parcelas se encontraban sin cultivo con pastos. En estos momentos, esos pastos que crecían por igual en todos lados servían para que todos lo campesinos de la zona, sin importar el estatuto social ni la tierra donde vivieran, aprovecharan esos pastos para dar de comer a los animales. Cualquiera entraba en la parcela de cualquiera, llevando sus animales a comer. Un campesino que alquilaba su tierra y tenía poco terreno para dar de comer a sus animales podía llevarlos a las tierras, por ejemplo, del señor feudal y nadie tenía derecho a impedir eso. Otro de los derechos era el derecho a paso. Las distintas parcelas no estaban separadas por cercos, por lo que cualquiera podía pasar por la tierra de cualquiera. Todo esto muestra una economía y una concepción acerca de la propiedad y de las costumbres comunales que regulaban a la vida previa al capitalismo. Esta estructura económica supone ciertas concepciones que la hacen posible: por ejemplo, el orden político y jurídico del feudalismo: un señor feudal, dueño de la mayor parte de las tierras, campesinos dueños de parcelas, jornaleros. Las relaciones de producción son entre estos campesinos que trabajan y el señor feudal que recoge, bajo la forma de distintos impuestos y cargas, el excedente de la producción para mantener su lujosa vida. Además de estas relaciones sociales y políticas, esta economía feudal supone un modelo de familia para los campesinos. En términos generales, la familia forma una unidad de producción, por lo que no necesariamente la familia era papá-mamá-hijos, sino que podía haber familias complejas en donde los hijos seguían viviendo con sus esposas e hijos en la casa de los padres bajo la autoridad del Padre de familia. Esta familia, además, podía compartir la vivienda con otro no- familiares que trabajaban en la misma casa. Toda la casa se comparte entre los miembros de la familia. Cuando el capitalismo aparece, y debido a algunas transformaciones tecnológicas en el cultivo y la crianza de los animales, se empezó a fomentar la idea de que la propiedad era privada y, por lo tanto, estaba sujeta exclusivamente a la voluntad de su propietario. Nadie tenía derecho a nada por sobre la propiedad de otra persona. Eso que para nosotros es moneda corriente, en el siglo XVIII, que fue cuando este proceso de privatización de la tierra comenzó, con la Revolución Francesa, sobre todo, no lo era antes. La Revolución Burguesa en el campo fue el proceso por medio del cual ese cuadro de costumbres en común desaparece para dejar paso a una nueva concepción de la propiedad y del individuo. Si ahora aparece una nueva concepción del hombre, el hombre como individuo-ciudadano, también aparece una nueva concepción de la propiedad privada en donde la tierra misma se vuelve propiedad inalienable de un individuo: nadie puede exigir ningún tipo de derecho sobre la propiedad privada de otro. La propiedad privada es una exigencia del nuevo modo de producción que necesita un aprovechamiento, por medio de una apropiación, de todos los medios de producción y una concentración de los mismos en manos de los grandes capitalistas. Lógicamente, los derechos comunales aparecen como trabas a la explotación capitalista: si los campesinos no sólo comparten entre sí sus tierras sino que también lo hacen con los grandes terratenientes como los señores feudales, no hay cómo llegar a la explotación capitalista. El modo de producción capitalista necesita un estímulo para la producción que no se lo encuentra en este mundo de costumbres comunes: la producción por la producción, la producción de capital, es contraria a la idea de lo común, toda forma de compartir es una forma de reducir las ganancias y, por lo tanto, la plusvalía. Así como se impone esta nueva concepción, que se corresponde con las nuevas exigencias del capitalismo, se impone también un nuevo modelo de familia. En efecto, si se cambia la relación que se tiene con la tierra y los medios de producción también se modifica la estructura familiar. Sin entrar en detalles en un problema tan complejo, diremos sólo algunas cosas.
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