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La construcción de la idea de integralidad
Para comenzar a explorar la idea de integralidad en tanto perspectiva para el abordaje de problemáticas 
complejas, como lo es el suicidio, realizaremos un breve recorrido histórico respecto de la relación entre 
las ciencias sociales y las ciencias biomédicas, considerándolas dos planos cuya intersección es necesario 
indagar, a fin de componer la idea de integralidad.
La conexión entre las ciencias sociales y las ciencias biomédicas tiene una existencia de larga data. Un 
hito posible para analizar el inicio de esta relación es la propia constitución de la ciencia como actividad 
humana, en el marco de la modernidad europea y la instauración del positivismo como corriente de 
pensamiento. 
Las transformaciones sociales que en la actualidad podemos identificar como artífices del paso de la 
Edad Media a la Edad Moderna, es decir, de un modo de producción y organización social feudal a uno 
capitalista, catalizadas por la Revolución Industrial, la Revolución Francesa y las revoluciones políticas 
inglesas del siglo XVIII, se dieron en la totalidad de las esferas de interacción humana, dando lugar a 
conflictos y problemas sociales inéditos. Es al calor de estas transformaciones que comienzan a darse 
las condiciones de emergencia de la ciencia como actividad humana capaz de dar respuesta y construir 
un (nuevo) orden posible para la novedosa configuración que llevaba a las personas a tener que encarar 
su modo de trabajar y llevar adelante su vida cotidiana de manera diferente a la de las generaciones que 
las precedieron.
Podemos afirmar que la relación entre las producciones de conocimiento respecto de las cuestiones hu-
manas de índole social -por un lado- y las de índole biológico -por otro- están mutuamente imbricadas 
desde su nacimiento mismo. A modo ilustrativo, podemos mencionar que Rudolf Virchow (1821-1902), 
padre de la patología moderna, definía a la medicina como la más social de las ciencias naturales y, por 
su parte, el sociólogo Herbert Spencer (1820-1903) entendía a la sociedad como un organismo vivo. 
Con el correr del tiempo, ambas disciplinas fueron distanciándose, abandonando metáforas comunes y 
realizando su propio recorte de objeto de estudio. 
Esa separación, que puede ser entendida como los primeros pasos del proceso que llega hasta nuestros 
días en la forma de la hiperespecialización en el campo de la producción científica -y también de la for-
mación profesional, cuestión a la que le dedicaremos especial atención en este curso-, ha sido señalada 
como problemática por diversas figuras del campo intelectual. Desde principios del siglo XX, al interior 
de las ciencias sociales, comienzan a estudiarse de manera sistemática los efectos de ciertos factores 
de orden social en la salud de las personas. Ello derivó en múltiples líneas de indagación, como podrían 
ser la historización de la medicina, sus conexiones con los requerimientos económicos de cada época, el 
carácter social e histórico de los objetos que le interesan a las ciencias biomédicas, entre otras.
F icha de Clase del Módulo 1
Hacia una perspectiva integral 
del abordaje de la problemática del suicidio
La ciencia positivista -es decir, la ciencia clásica, que lejos de estar perimida, continúa habitando prácti-
cas y enfoques teóricos hasta nuestros días-, no problematizaba los conceptos de salud y enfermedad. 
Estos se definían a partir de criterios “objetivos”. La medicina era la ciencia encargada de definir lo nor-
mal y lo patológico a partir de datos empíricos. Esta operación era afín a la necesidad de instauración de 
un nuevo orden social para un nuevo mundo naciente, en el contexto de las transformaciones sociales 
que se mencionaban más arriba: definir qué es aceptable y qué no, qué está dentro del orden y qué des-
ordena, y, a su vez, poder justificar esa clasificación de manera racional y metódica. Ello formaba parte 
de la ingeniería social requerida para la solidificación de las relaciones de poder que habían comenzado 
a configurarse en el nuevo mundo -el capitalista. Esto es de particular interés para el campo de la salud 
mental, sobre el cual existe una prolífica producción intelectual que ha develado y explicado estas ope-
raciones de saber-poder, como la teoría de la etiquetación de Howard Becker o los desarrollos de Michel 
Foucault en su “Historia de la Locura”, entre muchos otros.
Son numerosos los desarrollos teóricos que han cuestionado a las definiciones taxativas de salud-enfer-
medad, explorando miradas complejas. En representación, vamos a reseñar el enfoque crítico latinoa-
mericano de Cristina Laurell, que nos resulta de interés por posicionarse desde la particularidad de nues-
tro continente, con sus elevados índices de desigualdad, pero también con sus significativos avances en 
materia de organización comunitaria y política, los cuales implican una potencia intelectual considerable 
a la hora de construir alternativas críticas a los modelos dominantes que construyen las desigualdades. 
Laurell publicó, en 1975, un artículo -novedoso para la época, e inaugural para desarrollos posterio-
res- titulado “Medicina y Capitalismo en México”. En él, la autora analiza cómo determinados procesos 
sociales llegan a expresarse en distintas patologías sufridas por personas y grupos, y cómo los aspectos 
económicos, políticos e ideológicos se combinan en la planificación de los programas de salud, determi-
nando el carácter de los servicios médicos. Una de las tareas que emprende Laurell es la de redefinir el 
concepto de salud, proponiendo que la enfermedad no se puede entender como un simple estado bioló-
gico ni como consecuencia mecánica de la pobreza, por ejemplo. La autora sostiene que los conceptos de 
salud y enfermedad no pueden ser utilizados por separado, sino que deben entenderse en una relación 
dialéctica. Su propuesta, en síntesis, es pensar a la salud y a la enfermedad en términos de proceso, ar-
ticulando la dimensión biológica con la social.
Llegados y llegadas a este punto, nos interesa situar por qué todo lo expuesto hasta aquí puede servir 
como puerta de entrada para pensar el concepto de integralidad. En línea con la posición respecto de 
la cual Cristina Laurell es una cabal exponente, construir conocimientos y realizar intervenciones sobre 
los problemas sociales y de salud implica realizar diversas operaciones que apunten a considerar las 
complejidades y las interrelaciones de los múltiples factores que atraviesan la experiencia humana, a 
la vez que se ejercita una deconstrucción de los hilos de poder que “construyen” discursivamente a los 
problemas y a las y los sujetos que los portan, los cuales también habitan a quienes intervienen. Ello 
implica que, a la hora de implementar un abordaje sobre una problemática sociosanitaria, debemos con-
siderar los condicionantes sociales que enmarcan la vida de las personas y las comunidades: el momento 
histórico, las relaciones de poder, los procesos de subjetivación preeminentes, el grado de cohesión de 
los lazos sociales y el contexto político y económico.
En este sentido, la incorporación de los condicionantes sociales es una forma posible -pero no la única- 
de entender la idea de integralidad, que implica básicamente al hecho de ampliar (o, quizás, en algún 
sentido, recuperar) una mirada global sobre la experiencia humana, analizando de manera crítica cómo 
nuestras disciplinas constituyen -y en ese acto, fragmentan- sus propios objetos de estudio y sujetos de 
intervención, y las categorías que usan para nombrarlos, describirlos y abordarlos. 
Asimismo, re-situar el carácter social del proceso salud-enfermedad requiere también incorporar al aná-
lisis los propios efectos de la respuesta que dan sobre el mismo los diferentes agentes e instituciones 
en un momento determinado, así como los efectos de la participación de las comunidades, elementos 
que moldean el proceso. Dicho en otras palabras, el proceso salud-enfermedad entendido de manera 
dinámica, vaadquiriendo diversas presentaciones en mutua implicancia con las intervenciones que so-
bre él se realizan, sea de las respuestas organizadas por ciertos agentes (fundamentalmente, el sistema 
atencional) así como por las acciones que quienes forman parte de los entornos afectivos y comunita-
rios de las personas realizan para alojar los padecimientos. Por ello, vamos a proponer nombrar a este 
proceso como salud-enfermedad-atención-cuidados (SEAC), comprendiendo que la relación entre los 4 
elementos es dinámica y de mutua incidencia. Retomaremos estas cuestiones en el siguiente módulo.
Desde esta mirada integral, siguiendo a diversos y diversas sanitaristas del ámbito latinoamericano, 
como Mario Testa, Jairnilson Silva Paim o Naomar Almeida Filho, vamos a entender a la salud como una 
construcción colectiva; como un conjunto articulado de saberes y prácticas médicas, tecnologías, ideas 
políticas y económicas, desarrolladas tanto en el ámbito académico como en las instituciones de salud y 
en los diferentes organismos que elaboran e implementan políticas públicas, pero también en las prácti-
cas de cuidado que tienen lugar en los diferentes ámbitos de vida cotidiana de las personas. 
Así, la enfermedad debe ser entendida como una categoría social y política, que responde a una de-
terminada forma de ver el mundo, ligada a un modo específico de organizar el desarrollo económico y 
social, que debe ser deconstruida y resignificada desde la acción política y social.
Las personas y las comunidades generan, a su vez, estrategias de abordaje desde sus contextos de vida 
cotidiana, tejen redes de relaciones y construyen ámbitos que promueven salud y cuidados, reproduciendo 
en muchos casos las miradas hegemónicas, pero también interpelando a las mismas desde sus demandas.
En el siguiente apartado, comenzaremos a pensar específicamente en la problemática del suicidio, desde 
los parámetros planteados precedentemente respecto de la integralidad. Será nuestro interés propo-
ner un eje de trabajo que considere el carácter social y complejo de la problemática, atendiendo a la 
construcción de abordajes colectivos y multi-actorales, incorporando al Estado como intérprete de los 
actores sociales, que cuando actúan en red, de forma organizada, pueden tornarse partícipes de la ela-
boración de respuestas ante problemáticas de esta índole, a la vez que aportan estrategias de cuidado.
 
Ello implicará interrogarnos sobre nuestras intervenciones, procurando corrernos de enfoques mera-
mente técnicos, biologicistas, individuales y simplificadores, para construir un rol -desde el lugar que 
cada uno y una ocupe- mediador y cuidador, reconstructor del tejido social, en permanente resignifica-
ción y diálogo con los otros y las otras. 
La problemática del suicidio desde una perspectiva integral
Existe una representación social muy extendida respecto de la cual el suicidio tiende a ser pensado como 
un acto individual. Esta concepción trasluce una mirada simplificadora e individualizada sobre la proble-
mática, que invisibiliza el carácter social que tienen tanto sus causales como sus efectos. 
El suicidio, por su alcance e impacto, es una problemática social y comunitaria, que tiene múltiples con-
dicionantes, y que emerge en un contexto histórico y cultural determinado. Por consiguiente, sería erró-
neo entender al suicidio como una entidad psicopatológica en sí misma, o como un acto que sucede en 
el marco de algún padecimiento mental severo: “Ningún factor es suficiente para explicar por qué se 
suicida una persona; el comportamiento suicida es un fenómeno complejo que se ve afectado por va-
rios factores interrelacionados: personales, sociales, psicológicos, culturales, biológicos y ambientales” 
(OMS, 2014). 
Esta multicausalidad es la que nos convoca a construir una perspectiva integral en su abordaje que, a su 
vez, debe situarse en el entorno afectivo y de vida cotidiana de la persona. “Esto implica que el abordaje 
del suicidio, aun cuando se reconozca como acto singular, deberá realizarse desde una perspectiva co-
munitaria, contemplando el plano grupal y social” (DNSMyA, 2014).
Implementar un abordaje integral de la problemática del suicidio supone construir intervenciones y con-
ceptualizaciones complejas y dinámicas del fenómeno, que coloquen en el centro de la cuestión a los 
condicionantes del proceso SEAC. “Los comportamientos suicidas son complejos. Hay múltiples factores 
contribuyentes y vías causales, y existe una gama de opciones para prevenirlos. Generalmente, ninguna 
causa o situación estresante es suficiente para explicar un acto suicida. Con mayor frecuencia, varios 
factores de riesgo actúan acumulativamente para aumentar la vulnerabilidad de un individuo al com-
portamiento suicida. Al mismo tiempo, la presencia de factores de riesgo no necesariamente conduce 
a un comportamiento suicida; por ejemplo, no todos los que padecen un trastorno mental se suicidan” 
(OPS/OMS, 2014). 
Epidemiología y suicidio en Argentina
Acerca de la construcción de información 
La epidemiología es considerada una ciencia básica de la salud pública. Además, esta disciplina se des-
cribe como la principal ciencia de información en el campo sanitario. Naomar Almeida Filho (2019) la 
define como “ciencia que estudia el proceso salud-enfermedad en la sociedad, analizando la distribución 
poblacional y los factores determinantes del riesgo de enfermedades, lesiones y eventos asociados a la 
salud, proponiendo medidas específicas de prevención, control o erradicación de enfermedades, daños o 
problemas de salud y de protección, promoción o recuperación de la salud individual y colectiva, produ-
ciendo información y conocimiento para apoyar la toma de decisiones en la planificación, administración 
y evaluación de sistemas, programas, servicios y acciones de salud”.
En nuestro país hay dos sistemas principales de información de mortalidad por suicidios de alcance na-
cional: el Sistema Nacional de Información Criminal del Ministerio de Seguridad de la Nación y los datos 
provenientes del Informe Estadístico de Defunción del Ministerio de Salud de la Nación.
Sistema Nacional de Información Estadística (SNIC)
El SNIC tiene como competencia recolectar, registrar y consolidar la información sobre hechos presun-
tamente delictuosos registrados por las Fuerzas Policiales de las provincias y de la Ciudad Autónoma de 
Buenos Aires, las Fuerzas Federales de Seguridad y otras entidades oficiales de recepción de denuncias 
en todo el territorio de la República Argentina, con el objetivo de realizar el análisis oportuno de la infor-
mación estadística criminal y publicar los datos oficiales del país. 
El SNIC tiene como principal fuente de información los datos policiales, como primeros interventores. 
Los suicidios son registrados en el módulo de Sistema de Alerta Temprana Suicidios. Para este evento 
los datos se registran de forma desagregada, en relación al contexto de personas involucradas y moda-
lidades utilizadas. La información relevada es la siguiente:
Variables del hecho: año, mes, jurisdicción, departamento, sumario, día y hora.
Variables de la persona: edad y sexo de la víctima, edad y sexo de testigos en caso que hubiera.
Variables contextuales: tipo de mortalidad, motivo que origina el registro del hecho y lugar.
Más información en https://www.argentina.gob.ar/seguridad/estadisticascriminales
Informe estadístico de defunción (IED)
Las estadísticas vitales (nacimientos, defunciones, matrimonios, divorcios, adopciones, entre otros) son 
consolidadas por la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS) del Ministerio de Salud de 
la Nación. La principal fuente de información de estas estadísticas son los hechos vitales registrados 
por los registros civiles. En el caso de las defunciones, la información registrada es el certificado de de-
función y el Informe Estadístico de Defunción, que incorpora datos de las personas fallecidas y sobre el 
hecho vital. El Ministerio de Saludde la Nación, específicamente la DEIS, es responsable de normatizar 
los procesos de producción de información. La recolección de esta información tiene distintas etapas: 
1. Los registros civiles recopilan y remiten la información a la jurisdicción. 
2. Cada jurisdicción recibe, controla, codifica y remite la información a nivel nacional. 
3. La Nación valida y compila la información de las jurisdicciones. 
4. Una vez consolidada, la información es analizada y publicada. 
El IED es la principal fuente de información de mortalidad de los sistemas estadísticos nacionales. En el 
caso de muertes violentas, como el suicidio, aporta información respecto a la intencionalidad, mecanis-
mo y lugar de ocurrencia. Esta información se introduce a partir de la clasificación de la causa de defun-
ción mediante la Clasificación Internacional de Enfermedades en su décima edición (CIE-10).
La Notificación Obligatoria Vigilancia Epidemiológica de los Intentos de Suicidio en tanto 
Evento de Notificación Obligatoria (Resolución ministerial 2827/2022)
En ocasiones, la planificación sobre estrategias de prevención resulta insuficiente debido a factores tales 
como la falta de toma de conciencia de su importancia por parte de las y los profesionales actuantes, el 
subregistro y la clasificación errónea de los casos.
Según la Organización Mundial de la Salud, la disponibilidad y la calidad de los datos sobre el suicidio y 
los intentos de suicidio es insuficiente en todo el mundo. Aunque el problema de la escasa calidad de los 
datos sobre mortalidad no es exclusivo del suicidio, la notificación insuficiente y la clasificación errónea 
de los casos de suicidio representan una dificultad a la hora de estimar tasas de suicidio y tomar deci-
siones basadas en evidencia. Para prevenir eficazmente el suicidio es preciso intensificar la vigilancia 
y hacer un seguimiento de los casos consumados y los intentos de suicidio. Las diferencias entre los 
países relativas a los patrones, las tasas y las características de los suicidios, así como a los métodos 
utilizados, ponen de relieve la necesidad de que cada país mejore la integridad y la calidad de sus datos, 
y la rapidez con que se obtienen. Con ese fin, se deben hacer constar los suicidios en los registros civiles 
y los intentos no consumados en los registros hospitalarios, y se han de realizar esfuerzos nacionales 
representativos que recopilen información sobre intentos de suicidio notificados.
Es menester destacar, entonces, la importancia de contar con datos sobre suicidio e intentos de suicidio 
para poder orientar las intervenciones necesarias. Son prioritarios para ello aquellos datos de alta calidad 
y de diversas fuentes representativas, tales como registros y estadísticas vitales, expedientes de seguri-
dad y de salud, autopsias verbales y encuestas poblacionales. Por último, es importante mencionar que 
sirve como base de acción poder contar con publicaciones e informes regulares que den cuenta del es-
tado de situación. De esta manera, es posible identificar y detectar factores de riesgo y protectores que 
abarquen desde los sistemas socio sanitarios hasta los niveles comunitarios, relacionales e individuales.
Como veníamos diciendo, la disponibilidad de datos actualizados de los sistemas de vigilancia estableci-
dos sobre el suicidio y las autolesiones son esenciales para mejorar la salud mental en general y la pre-
vención del suicidio en particular. Adicionalmente, constituyen la base para la prestación de servicios, el 
despliegue de recursos y las directrices para el manejo de la conducta suicida. Los datos son útiles para 
monitorear el progreso y contribuir a la evaluación y la investigación de las estrategias e intervenciones 
de prevención en curso. 
La Ley Nacional de Prevención del Suicidio 27.130 promueve en su artículo 6 inciso e) “Crear un sistema 
de registro que contenga información estadística de los intentos de suicidios, suicidios cometidos, causa 
de los decesos, edad, sexo, evolución mensual, modalidad utilizada y todo otro dato de interés a los fines 
del mejoramiento de la información estadística, la que será proporcionada por los sectores dedicados a 
la problemática del suicidio, públicos y privados;” y en su inciso f) “los casos de suicidio y las causas de 
los decesos, deben notificarse obligatoriamente a la autoridad sanitaria más próxima”. En el año 2021 el 
decreto 603/2021 reglamentó la Ley Nacional de Prevención del Suicidio 27.130. Dicha reglamentación 
promueve la unificación de registros sobre suicidios e intentos de suicidios como así también la creación 
de un sistema de registro de notificación obligatoria.
En esta línea, durante el año 2022, la Dirección Nacional de Abordaje Integral de Salud Mental y Consu-
mos Problemáticos, a través del Programa de Abordaje Integral de la Problemática del Suicidio y con el 
soporte técnico del área de epidemiología de la misma dirección y de la Dirección de Epidemiología del 
Ministerio de Salud de la Nación, comenzó un trabajo específico sobre el análisis de los registros exis-
tentes, y las variables y posibilidades de avanzar sobre la concreción de la Notificación Obligatoria (en 
adelante, N.O) del evento “intento de suicidio”. 
De esta manera, se comenzó sobre la base de una experiencia de trabajo anterior que tuvo que ver con 
poner en marcha un instrumento de registro de situaciones de autolesión e intentos de suicidio, bajo 
la modalidad de unidades centinela, en tanto y en cuanto se trataba de experiencias piloto de corto 
tiempo de duración y no necesariamente sobre las unidades centinela formalmente establecidas para el 
Ministerio de Salud.
En base a este registro, y la necesidad de contar con datos precisos sobre el evento en un periodo de 
tiempo menor al que hoy se cuenta (2 años promedio), se definió junto con la Dirección de Epidemiolo-
gía del Ministerio de Salud, una metodología de trabajo que tuvo como objetivo la construcción de una 
ficha de recolección de datos del evento. Esta ficha contempla datos básicos de la persona, empata con 
la denominada “ficha de ciudadano” y permite un registro nominalizado de los eventos a los fines de 
poder contar con información epidemiológica sobre la repetición del evento. 
Es importante remarcar que la N.O se realiza sobre un sistema de información digital: el Sistema Nacio-
nal de Vigilancia Sanitaria SNVS2.0 que está montado sobre la plataforma del Sistema de Información 
Sanitaria de Argentina (SISA). Se trata de un sistema de registro que se ocupa de la notificación y el 
seguimiento de eventos de importancia sanitaria con la finalidad de intervenir precozmente en su pre-
vención y/o control. Es, a su vez, un sistema de comunicación que conecta a los múltiples actores que 
intervienen en el circuito de atención - diagnóstico - seguimiento - prevención - control de enfermeda-
des. La N.O del evento intento de suicidio comenzó a funcionar el 1ro de abril de 2023.
¿Quienes están obligados a notificar?
Están obligados a la notificación, de acuerdo a la ley 15.465 de Notificación obligatoria (art 4º, 5º y 12):
- Cualquier miembro del equipo de salud de todos los establecimientos sanitarios -médicos, psicólogos, 
enfermeros, trabajadores sociales, entre otros- que asistan a la persona que ha padecido el evento.
- Los responsables de nivel ministerial de las jurisdicciones tienen también la obligación de notificar en 
el SNVS2.0 aquellos casos que no hayan sido notificados desde los efectores de salud.
- Cada jurisdicción podrá tomar las medidas necesarias para recabar información de eventos en fuentes 
externas, informando acerca de la ley, realizando capacitaciones o acuerdos con los actores comprome-
tidos.
- Los obligados a la notificación podrán cumplir con dicha obligación mediante otras personas capacita-
das y autorizadas a notificar en el Sistema Nacional de Vigilancia de la Salud (referentes de epidemiolo-
gía, estadística, personal técnico o administrativo).
- No obstante, la obligación siguesiendo de los profesionales responsables de la atención y diagnóstico 
de los pacientes o de las autoridades sanitarias jurisdiccionales y municipales, por lo cual – en el caso de 
delegar el procedimiento de notificación en terceras personas- es exclusiva responsabilidad del profe-
sional obligado el verificar que las personas designadas para la notificación hayan cumplido en tiempo y 
forma con el registro y notificación de los casos.
Situación de mortalidad por suicidios
Según la Organización Mundial de Salud, en los últimos 20 años, la tasa mundial de suicidio cada 100.000 
habitantes se redujo en un 36% a excepción del continente americano, donde se incrementó un 17%. A 
nivel mundial, se suicidan aproximadamente 800.000 personas al año, lo cual arroja una tasa de 10,5 
cada 100.000.
En Argentina, remitiendo a los datos de la publicación de “Estadísticas Vitales. Información Básica” de la 
Dirección de Estadísticas e Información de la Salud, durante el año 2021 se produjeron 436.799 defuncio-
nes, de las cuales 2.865 correspondieron a suicidios, lo que arroja una tasa de mortalidad cada 100.000 
habitantes de 6,5%. Esto da cuenta de una tendencia a la baja que se viene manifestando en Argentina 
en los últimos años, considerando que en 2020 la tasa de mortalidad por suicidio cada 100.000 habitan-
tes fue de 6,6% mientras que en el año 2019 fue de 7,3% y de 7,6% en 2018. 
Del total de suicidios en 2021, el 80% corresponde a hombres (n=2.280) y el 20% a mujeres (n=570), 
coincidiendo con la tendencia publicada por la OPS, la cual menciona que la tasa de suicidios en hombres 
es más de tres veces superior a la de mujeres. 
En cuanto a la edad, los grupos poblacionales que van entre los 15 a 29 años son los más afectados por 
esta problemática. En 2021 hubo 301 muertes por suicidio en adolescentes de 15 a 19 años, siendo 213 
(70.8%) de ellos hombres y 88 (29,2%) mujeres. El rango que comprende el periodo de 20 a 24 años in-
clusive es el más afectado, registrando 410 decesos de los cuales el 81,1% (n=331) corresponde al género 
masculino y el restante 18,9% (n=77) al género femenino. Por último, en el grupo etario de 25 a 29, se 
han registrado 365 muertes por suicidio en el año. De ellas, 305 se produjeron en hombres, representan-
do un 83,6%, y 60 en mujeres, es decir el 16,4% del total. 
En lo que respecta a los mecanismos de implementación, el mayor porcentaje se observa por ahorca-
miento o sofocación, representando el 83% del total de las muertes por suicidio (n=2.225), le sigue a 
éste el uso de armas de fuego en un 14% (n=397) y en menor medida aparece el envenenamiento repre-
sentando un 2,2% (n=60). En todos los casos, el porcentaje de varones es mayor al 75%, excepto en el 
envenenamiento, donde la mayoría de los registros se refiere a mujeres (56,7%). 
Algunas consideraciones del suicidio en relación al género1
El mayor porcentaje de intentos graves y suicidios consumados corresponden al género masculino. 
Como ya fue señalado en el apartado anterior, del total de muertes por suicidio registradas en 2021 el 
80% correspondió a hombres (2.280) y el 20% a mujeres (570).
Para reflexionar sobre estas diferencias en los datos es necesario considerar las disparidades que se dan 
en el proceso de socialización en cada género. Si bien no existe una identidad esencialista y universal 
de lo femenino y lo masculino, sino múltiples y singulares formas histórico-culturales de actuar, pensar 
y sentirnos, diversos estudios sobre la relación entre las formas de vivir la sexualidad y la salud mental 
muestran el papel coercitivo que tienen los discursos y las prácticas sustentadas en la organización so-
cial patriarcal (Barroso Martínez, 2019). 
1 Este apartado es una adaptación del documento “Abordaje intersectorial de la problemática del suicidio y de las autolesiones” (2022:29-30), elaborado conjunta-
mente por los Ministerios de Desarrollo Social, de Educación, de Salud y de Seguridad de la Nación.
esencialista y universal de lo femenino y lo masculino, sino múltiples y singulares formas histórico-cultu-
rales de actuar, pensar y sentirnos, diversos estudios sobre la relación entre las formas de vivir la sexua-
lidad y la salud mental muestran el papel coercitivo que tienen los discursos y las prácticas sustentadas 
en la organización social patriarcal (Barroso Martínez, 2019). 
Ya Durkheim relacionaba suicidio y género en su estudio clásico El suicidio de 1897, planteando que en 
los varones los factores de riesgo se relacionaban con la esfera pública -como ambiciones no realizadas 
o pérdidas en los negocios- y en las mujeres, con las cuestiones domésticas e interpersonales -como 
amores no correspondidos o asuntos vinculados al pudor. Tal clasificación se corresponde con los roles 
estereotipados de género, que ubican al varón inserto en el mundo público y a la mujer, replegada en lo 
privado, íntimo y emocional (Tondo, 2014)
Existe una relación importante entre algunas causas de suicidio y las obligaciones que impone la mas-
culinidad, entendida como un constructo social que les indica a los hombres el rol que se espera de ellos 
en la sociedad. Es así como la imposibilidad de los varones de cumplir con la función de proveedores y el 
sentimiento de desamparo al que se enfrentan cuando son cuestionados por pedir ayuda o demostrar 
sus emociones, son factores que influyen en la conducta suicida. A esto se le suma la escasa interacción 
de los varones con el sistema de salud, el cual tampoco diseña políticas o estrategias que los incluya 
para promocionar el cuidado de su salud. En cuanto a las mujeres, muchas veces se encuentra como 
factor asociado el haber sido víctima de abuso o violencia sexual, eventos más prevalentes en la pobla-
ción femenina. Otro factor influyente es el sometimiento de las mujeres ante estereotipos culturales 
arraigados de belleza. La importancia de la imagen corporal como una preocupación fundamental en 
las mujeres propiciaría que los sentimientos de insatisfacción que genera puedan constituir una de las 
razones para la ideación suicida, entendiendo el significado de la imagen corporal femenina como una 
construcción social en un contexto culturalmente determinado (Barroso Martínez, 2019). 
Asimismo, la normatividad que impone el modelo hegemónico de género binario excluye la asunción de 
orientaciones e identidades sexuales diversas y distintas a la heteronormativa, lo que ubica a los sujetos 
en una situación vulnerable, siendo víctima de discriminación en contextos no inclusivos. Las poblacio-
nes de personas lesbianas, gays, bisexuales, trans, intergénero y queer (LGBTIQ+) han mostrado una 
destacada prevalencia en esta problemática. Esta población se ve afectada por el estigma y la discrimi-
nación, encontrándose la persona expuesta a un entorno social hostil caracterizado por el rechazo y la 
exclusión. Esto contribuye a generar problemas tales como depresión, abuso de sustancias, aislamiento 
social y conflicto con los pares, lo cual incrementa las situaciones de vulnerabilidad que exponen a las 
personas LGBTIQ+ al suicidio. El análisis de la problemática del suicidio desde una perspectiva de géne-
ro exige comprender la subjetividad de cada persona en el marco de los contextos que atraviesan los 
procesos diferenciales de socialización relacionados con lo femenino y lo masculino, no como categorías 
esencialistas y determinadas, sino como construcciones sociales contextualizadas culturalmente y vivi-
das de manera singular que exceden a un modelo heteronormativo binario.
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