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Álvaro Mutis: derrota y leyenda 
en Los elementos del desastre 
Mercedes Ortega González-Rubio 
merr19@yahoo.com 
Seminario Andrés Bello -Instituto Caro y Cuervo 
Bogotá - Colombia 
 
 
mailto:merr19@yahoo.com
http://www.biblioteca.org.ar/�
 
 
A Álvaro Mutis (Bogotá, Colombia, 1923) se le asocia 
principalmente en dos grupos literarios: en sus inicios, con la última 
etapa de “Los Cuadernícolas”, autores reunidos alrededor de los 
cuadernos de poesía titulados “Cántico” y publicados por Jaime 
Ibáñez, y en una etapa posterior (que no la última), con el grupo 
MITO (1955). 
La principal característica que une a los poetas de estos grupos, 
principalmente a los de MITO, es la de presentar una marcada 
tendencia existencialista, fruto quizás de la situación política en que 
se desarrollan: a nivel internacional, el fin de la segunda Guerra 
Mundial, y en Colombia, el sangriento enfrentamiento de los partidos 
tradicionales. También influyen en ellos las corrientes literarias de 
esos años, principalmente las vanguardias europeas, entre ellas, el 
surrealismo. 
Mutis estudia en el colegio de Nuestra Señora del Rosario, en 
Bogotá, donde tiene como profesor de Literatura Española al poeta 
colombiano Eduardo Carranza; también frecuenta los billares y cafés 
donde se relaciona con intelectuales del momento que serán sus 
maestros y compañeros. Mutis había vivido su niñez en Bélgica y en 
una hacienda en el Tolima. Durante su vida desempeñó diferentes 
oficios: director de la Radio Nacional de Colombia, locutor de noticias, 
actor de radionovelas, director de publicidad de la Compañía 
Colombiana de Seguros, jefe de relaciones públicas de la empresa 
de aviación LANSA. Su primera publicación fue el cuaderno de 
poesía La balanza, en compañía de Carlos Patiño Roselli, con 
ilustraciones de Hernando Tejada, en 1948. En 1956, debido al 
manejo caprichoso de unos dineros de la multinacional Esso, en la 
que era jefe de relaciones públicas, o a un exilio voluntario 
ocasionado por la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla 
(Gámez: 2004), Mutis parte a México, donde ha residido por muchos 
años. Trabaja allí como ejecutivo en una empresa de publicidad y 
luego como promotor y vendedor de publicidad para televisión. A los 
tres años de su llegada a México, es encarcelado durante 15 meses. 
Más tarde se convierte en gerente de ventas para América Latina de 
la Twentieth Century Fox, y luego de la Columbia Pictures, durante 
23 años hasta su retiro. 
Álvaro Mutis, quien es descendiente de José Celestino Mutis (el 
sabio), ha recibido: en 1974, el Premio Nacional de Letras de 
Colombia; en 1985, el premio de la crítica de Los Abriles de México, 
por su libro Los emisarios (1984); en 1988, el grado de doctor 
Honoris Causa en Letras, por la Universidad del Valle, y por la 
Universidad de Antioquia, en 1993; en 1988, el premio Xavier 
Villaurrutia y la condecoración con el Águila Azteca por su libro Ilona 
llega con la lluvia (1987); en 1989, el premio Médicis Étranger en 
Francia con La Nieve del Almirante (1986) y la Orden de las Artes y 
las Letras en el grado de Caballero, de parte del gobierno de ese 
país; en 1990, el premio Nonino y el premio literario Lila de Italia; en 
1993, la Cruz de Boyacá por el gobierno colombiano. En 1997, es 
galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y en 
junio del mismo año, obtiene el Premio Reina Sofía de Poesía 
Iberoamericana. Luego recibe el Premio Internacional Neustadt de la 
Universidad de Oklahoma, y en 2001, el Cervantes. 
Mutis escribe un libro promedio por año y ha sido traducido a 
muchos idiomas. Hasta el momento ha publicado Los elementos del 
desastre (1953), poemario donde aparece por primera vez su 
personaje Maqroll el gaviero; en 1960, el libro en prosa Diario de 
Lecumberri escrito durante su estancia en la cárcel; en 1973, la 
novela La mansión de Araucaíma y la antología de sus poemas 
desde 1948 a 1970 Summa de Maqroll el gaviero; en 1986, La nieve 
del almirante; en 1988, Ilona llega con la lluvia; en 1989, Un bel morir; 
en 1990, La última escala del Trump Steamer y Amircar, y en 1991, 
Abdul Bashur, soñador de navío. 
La obra de Mutis ha sido ampliamente estudiada en Colombia y a 
nivel mundial, como se podrá deducir de todos los premios que ha 
recibido. Enumeración fantástica, estilo trovadoresco y medieval, tono 
invocatorio, el trópico enfermizo y malsano, el fracaso, así como sus 
afinidades con la obra de Gabriel García Márquez, concretan algunos 
de los tópicos y características que se han analizado en la obra de 
Mutis. No hay duda de que sus poemas están cargados con retazos 
de imágenes de la triste derrota del hombre. 
La poesía de Mutis surge en un momento en que Colombia pasa 
por una época de agotamiento con el grupo dominante en ese 
entonces “Piedra y Cielo”. Poco a poco, aparecen nuevos poetas con 
ganas de darle un vuelco a la historia literaria del país. Como escribe 
Armando Romero, “Mutis comprende el viaje de desacralización que 
lo llevaría a borrar de un plumazo la imagen de estampa de 
almanaque que tenía el paisaje y la realidad colombiana” (1985: 99). 
La tradición poética colombiana ha sido ampliamente criticada y, 
salvo contadas excepciones como Silva, de Greiff y Aurelio Arturo, a 
sus poetas se les describe como: “[…] eternos y serviles 
editorialistas, políticos oportunistas, perseguidores de prebendas, 
diplomáticos de undécimo nivel, columnistas incultos, lentos lectores 
de traducciones, triviales coronadores de reinas de belleza y 
promotores turísticos de la geografía azul de la patria, que dormían 
con la efigie de Mussolini y de Franco en la cabecera de la cama, 
incapaces de dialogar de tú a tú con un colega de otra lengua porque 
sus conocimientos no rebasaban las torpes tapias del patio.” (Castillo 
Mier: 2002). 
Influido por las corrientes de la moderna poesía, sobre todo por el 
simbolismo francés, Mutis adopta algunas de las prácticas propias de 
aquella escuela: el poema en prosa, el monólogo y la ironía. Quizás 
también de estas corrientes, heredó la concepción del poeta como el 
descubridor del lado verdadero de los objetos y los seres. Es 
indudable que la obra de Mutis rompe los esquemas en poesía 
imperantes hasta entonces en Colombia y materializan el comienzo 
de la vanguardia criolla. Habría que analizar más a fondo la calidad 
de esta vanguardia iniciada por él y por otros poetas, pues puede 
haber inaugurado el vacío lugar común bohemio. 
Esta innovadora visión del mundo en los años cuarenta fue 
necesaria para Mutis, porque en la edad moderna la comunicación 
entre los hombres se ha perdido. El presente le parece siniestro, hay 
una pérdida de la personalidad y de la identidad nacional: “Hemos 
caído y nos hemos vuelto sombras. Ya no existimos como seres. El 
hombre ha muerto. Vivimos a través de aparatos electrónicos. 
Tampoco sabemos quién es quién y lo que está sucediendo en el 
mundo es tan irracional y tan absurdo que realmente a veces me da 
la sensación de estar viviendo una novela de ciencia ficción” (Gámez: 
2004). Sin embargo, en la poesía de Mutis no hay un esperanzador 
mensaje político directo, de hecho, él y Charry Lara fueron los dos 
miembros del grupo MITO menos activos políticamente. Él mismo 
dice que no le interesa la política pero sí el progreso interno del 
hombre. La semilla de esperanza que siembra la obra de Mutis se da 
a nivel del individuo. 
Además de ser el poeta-vocero lúcido, Mutis es también el hombre 
real, como cuenta García Márquez en una anécdota: “[…] a través de 
la campiña belga, enrarecida por la bruma de octubre y el olor de 
caca humana de los barbechos recién abandonados, Álvaro había 
manejado durante más de tres horas, aunque nadie lo crea, en 
absoluto silencio. De pronto dijo: «País de grandes ciclistas y 
cazadores». Nunca nos explicó qué quiso decir, pero nos confesó 
que él lleva dentro un bobo gigantesco, peludo y babeante, que en 
sus momentos de descuido suelta frases como aquella,aun en las 
visitas más propias y hasta en los palacios presidenciales, y tiene que 
mantenerlo a raya mientras escribe, porque se vuelve loco y se 
sacude y patalea por las ansias de corregirle los libros” (2002). 
Con el reconocimiento internacional que se le ha hecho a la obra de 
Álvaro Mutis, se hace ya difícil analizarla. Por el momento, los 
artículos elogiosos abundan, lo que al lado de la fama y la 
aceptación, se convierte a veces en insalvable obstáculo para el 
estudio concienzudo de una obra. La crítica resulta siempre selectiva 
y subjetiva, pero pocos analistas expresan de manera directa sus 
amores, y menos sus odios, todos quieren pasar por objetivos. 
Los elementos del desastre (Mutis: 1997) -edición original de 1953- 
es un libro compuesto por 12 poemas, algunos de los cuales habían 
sido publicados años antes en el diario El Heraldo, con ilustraciones 
de Enrique Grau. Aquí se afianzan algunos de los tópicos favoritos de 
Mutis. En “Hastío de los Peces”, se presenta tácitamente por primera 
vez su personaje bandera Maqroll el gaviero, que aparece como “la 
solución de un problema técnico que minaba los comienzos de la 
obra de Mutis: la inverosímil sabiduría de su hablante lírico cuya 
desilusionada visión del mundo no era compatible con un joven poeta 
de 25 años” (Castillo Mier: 2000). 
Se encuentra también el tópico del viaje y la huida, así como esa 
verdad develada sólo a medias, ese símbolo que remplaza al 
concepto, las palabras poéticas que substituyen a otras palabras más 
directas. Esta utilización de una imagen alegórica en la poesía de 
Mutis se presenta a veces carente de significado, puesto que faltan 
los lazos necesarios para que el lector pueda “armar” el universo 
significativo del poema. 
Maqroll aparece ya de forma explícita en “Oración de Maqroll”. Se 
observa que dentro de este libro de poemas, el personaje nunca es 
presentado ni introducido al lector, sino que surge de repente. No se 
sabe nada de él, ¿por qué se le menciona?, ¿por qué habla? Estas 
incógnitas se irán develando a través de la obra de Mutis, tanto en su 
poesía como en su narrativa. En una oración se pide por algo que no 
se puede tener por medios propios. En el caso de “Oración de 
Maqroll”, se quiere dejar atrás la miseria, el dolor, la impiedad, “la 
incredulidad y la dicha inmotivada”, entre otros males. El que otea le 
pide la inocencia perdida a un dios misericordioso. Puede suplicar 
porque no es pretencioso y sí manso. 
En el poema “Los elementos del desastre”, se dan doce imágenes, 
doce elementos del desastre, doce miserias humanas. Cada una es a 
la vez individual y universal: los recuerdos del poeta, envejecidos, 
empolvados y sucios por el paso del tiempo en medio de la 
podredumbre del trópico, de la agonía y la descomposición. Estas 
imágenes que insinúan su significado no son sólo visuales sino 
también acústicas (el chillido del grillo), tactiles (el calor) y olfativas 
(aroma de pino); se presenta así un cuadro completo y más real que 
despierta fuertes sensaciones en el lector. En el poema, hay un 
interés por sorprender con adjetivos inesperados y símiles 
novedosos: “silencio ciego”, “el torpe silencio que se extendía sobre 
las voces, como un tapete gris de hastío, como un manoseado 
territorio de aventura”. Nuevamente se encuentra el tópico del viaje, 
esta vez con guerreros repartiendo la muerte. El poema está inmerso 
en un mundo entre mágico y cotidiano. Como dice Fernando Charry 
Lara: “Existe en Mutis una rara condición verbal. En sus poemas se 
reconoce un trabajo secreto por descubrir la esencial función delatora 
del lenguaje. A veces sombría, otras relampagueante, directa en la 
intención y abriéndose paso hacia adentro, el habla obedece, 
incisiva, a la urgencia de esclarecimiento del mundo amargo y 
fantástico que obsesiona a este poeta” (1975: 14). 
El recurso de los fragmentos se repite una y otra vez en estos doce 
poemas. En “La orquesta”, el lector debe ir construyendo la historia, 
aunque aquí falta la claridad del poeta para guiarlo. Sucede lo mismo 
en “El miedo”, pues las frases se encuentran inconexas, hay una 
corriente de la conciencia que fluye libremente como en un sueño 
borroso. El día de los vivos se marchita y llega la noche llena de 
miedo de los muertos. Hay ideas que aparecen cortadas, “el miedo 
danza” pero no hay música ni descripción de movimientos. Los 
recursos literarios se suceden sin un hilo que los relacione: la 
sentencia (“Un Dios olvidado mira crecer la hierba”), la 
agramaticalidad (“vivo ciudades solitarias”), la sinestesia (“dolor 
diseminado como el espeso aroma de los zapotes maduros”). 
En el poema “Una palabra”, la ruina y el olvido también están 
presentes, esta vez despertados por una palabra, que tal vez bastará 
para sanarnos. “Una palabra y se inicia la danza / de una fértil 
miseria”. El poema, al ser la idealización del mundo, hace que éste se 
vea aún más miserable. Aquí parece que se siguieran las palabras 
del poeta precursor del simbolismo, Stéphane Mallarmé: «Nommer 
un objet, c'est supprimer les trois quarts de la jouissance du poème 
qui est faite de deviner peu à peu; le suggérer, voilà le rêve»1. El 
simbolismo, corriente literaria y artística que aparece en Francia a 
fines del siglo XIX, surge como rechazo al romanticismo y al 
parnasianismo y busca dar la sensación y la impresión, más que la 
representación de las cosas. A través de los símbolos, el poeta busca 
alcanzar la realidad superior. El símbolo se convierte en el medio 
para descifrar esta realidad invisible. El poeta no describe, sino que 
sugiere, privilegia lo fantástico y el misterio. 
En “El festín de Baltasar”, el elemento onírico e inconsciente se 
presenta tan fuerte, que tiene un toque de surrealismo. Los 
personajes del poema-relato no aparecen identificados claramente, la 
historia queda entre brumas, es una prosa que quiere contar una 
historia pero que se enreda para parecer poesía. 
Tal vez uno de los poemas menos logrados es “El húsar”, otro 
personaje que se encuentra en este libro, además de Maqroll. En 
este caso, el húsar encarna un guerrero viajero, un héroe miserable. 
Se realiza la descripción de su figura y la narración de su triste 
historia (la madre que lo llora). Se describe la atmósfera de ruina: 
ojos irritados, amargas hojas, ciudad temerosa, insensato designio, 
los santos en los prostíbulos. El poema quiere ser épico en su prosa 
cargada de adjetivos. Hay incógnitas, claves: “Entretanto era 
menester custodiar la reputación de las reinas”, el cangrejo 
predicador que crucificaron; y sigue el recuento: mártir, la amante, la 
muerte, la caballería. La leyenda no llega a ser. 
La visión de mundo tan masculina del poeta se ve claramente en 
“Nocturno”: “las mujeres ofrecen al viajero la fresca balanza de sus 
senos […]”. La mujer siempre es descrita de una forma alejada, sin 
acercamientos y, con frecuencia, de una forma negativa en su 
aspecto sexual. En “Los elementos de desastre”, se encuentra 
también esta distanciada mención: los hombres ríen al evocar 
mujeres poseídas hace años. Las mujeres de “El festín” son “frías a 
menudo y descuidadas de su placer, pero en ocasiones viciosas y 
crueles, ávidas e insaciables”. En general, las caracterizaciones que 
se hacen de la mujer son de este tipo: “huellas de hermosísimas 
mujeres” (“Hastío”), “altas hembras de espalda sedosa y dientes 
separados” (“Los elementos”), “paciente y olvidada mujerzuela” (“El 
húsar”), “mujeres de ademanes amorosos y piernas de anamita” (“El 
húsar”), “una mujer espera con sus blancos y espesos muslos 
abiertos” (“Una palabra”), “un opulento torso de mujer que despierta 
entre naranjos” (“Trilogía”). El único poema en que se detiene un 
poco en el mundo femenino, es “204”. Allí la miseria se escucha a 
través de una mujer, la María Magdalena moderna, impura por 
contagio del agrio medio que la rodea. 
En “Trilogía” se habla de la miseria de la ciudad, del campo y de las 
montañas. El hombre está vencidopor la suciedad, que sólo es 
aparentemente externa, porque la verdadera está por dentro. 
Nuevamente aparecen los guerreros con sus armas y sus batallas, el 
viaje que nunca es señal positiva, y la lucha estéril e inútil de la 
poesía ante la realidad. 
En “Los trabajos perdidos”, el poeta nos dice que la palabra es inútil 
y falsa, un “vano fruto”, una cosa irreal que substituye al mundo real, 
ya dado, ya terminado, ya hecho por los hombres o por los dioses. 
Pero esa realidad se muestra desolada, moribunda, perdida. La 
poesía lo único que hace es encubrir ese mundo sangrante. Sin 
embargo, el poema nos “sirve” en todo momento porque todo deviene 
poesía, incluso “el cadáver hinchado y gris del sapo lapidado por los 
escolares”. La conclusión del poema contradice todo lo anterior y 
enaltece a la poesía, poniéndola por encima de la misma realidad, 
ella existe antes que todo, es “vieja en edad”, además de valerosa. 
Los fragmentos que conforman los poemas de Álvaro Mutis hacen 
que el lector se sienta en medio de un delirio bombardeado por 
imágenes, siempre de tierra caliente, en los cafetales o en la costa. 
Hay un sopor, una desesperación pausada como “el hastío de las 
horas anteriores al mediodía cuando aún no se sabe qué sabor 
intenso prepara la tarde” (“El húsar”). Sin embargo, a veces el verso 
no fluye sino que se enreda entre imágenes poéticas forzadas, con 
un “color indefinido como el humo de los trenes cuando se pierde 
entre los eucaliptos” (“La orquesta”). Al mundo simbolista de Mutis le 
falta estructuración puesto que a veces se queda en la fácil imagen 
carente de mensaje. 
Dentro de su contexto histórico y geográfico, esfuerzos como el de 
Mutis son admirables al haber roto esquemas tradicionales. Al lado 
de un poema de patria y honor, la plegaria desesperanzada de Mutis 
sobresale. Pero el trabajo de la poesía es aún más arduo si se quiere 
alcanzar una madurez, autonomía y universalidad trascendentes. De 
cualquier modo, como dice Charry Lara: “A pesar, o tal vez a causa 
del impulso de su imaginación, la poesía de Mutis no ha dejado de 
preguntarse, en efecto, cómo podría ser escrita, para quiénes y con 
qué vocablos, formas e imágenes. Recelosa de sus dones, ha 
preferido ir en busca de la perdida virtud original del lenguaje” (16). 
 
NOTA: 
[1] Nombrar un objeto es suprimir tres cuartos del goce del poema 
que está hecho de adivinar poco a poco; sugerirlo, he ahí el 
sueño. 
 
BIBLIOGRAFÍA 
-CASTILLO MIER, Ariel. “Álvaro Mutis: Colombia y el Caribe 
colombiano”. En: Revista La Casa de Asterión. Volumen III, 
Número 9. Barranquilla, Universidad del Atlántico, abril-mayo-
junio de 2002. 
[http://www.lacasadeasterionb.homestead.com/v3n9mut.html] 
(En línea, consulta: 30 de agosto de 2004) 
-CASTILLO MIER, Ariel. “Un texto clave en la trayectoria 
poética de Álvaro Mutis”. En: Revista La Casa de Asterión. 
Volumen I, Número 2. Barranquilla, Universidad del Atlántico, 
julio-agosto-septiembre de 2000. 
[http://lacasadeasterion.homestead.com/v1n2peces.html] (En 
línea, consulta: 30 de agosto de 2004) 
-CHARRY LARA, Fernando. Prólogo: “Poesía de Mutis”. En: 
Maqroll el Gaviero. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 
1975. 
-GÁMEZ, Pablo. “12 Preguntas para un Cervantes llamado 
Álvaro Mutis”. En: Librusa. Agencia Internacional de noticias 
literarias. Miami, 2004. 
http://www.lacasadeasterionb.homestead.com/v3n9mut.html
http://lacasadeasterion.homestead.com/v1n2peces.html
[http://www.librusa.com/entrevista_mutis.htm] (En línea, 
consulta: 30 de agosto de 2004) 
-GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Prólogo: “La venganza de 
Gabriel García Márquez: Mi amigo Mutis. En: La Mansión de 
Araucaima y otros relatos, de Álvaro Mutis. Bogotá, Presidencia 
de la República, Biblioteca Familiar Colombiana, 1996. 
-MUTIS, Álvaro. Obra Poética. Bogotá, Arango Editores, 1997. 
-ROMERO, Armando. Las Palabras están en Situación. Bogotá, 
Procultura, 1985. 
 
© Mercedes Ortega González-Rubio 2004 
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