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77 Documento de Trabajo LOS DESAFÍOS DEL POLICYMAKING EN EL PERÚ: ACTORES, INSTITUCIONES Y REGLAS DE JUEGO Eduardo Morón y Cynthia Sanborn Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 4 © Universidad del Pacífico Centro de Investigación Avenida Salaverry 2020 Lima 11, Perú Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego Eduardo Morón y Cynthia Sanborn 1a. edición: febrero 2007 Diseño: Ícono Comunicadores I.S.B.N.: 978-9972-57-108-4 Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2007-01039 BUP-CENDIBUP-CENDIBUP-CENDIBUP-CENDIBUP-CENDI Morón PMorón PMorón PMorón PMorón Pastorastorastorastorastor, Eduardo, Eduardo, Eduardo, Eduardo, Eduardo Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego / Eduardo Morón y Cynthia Sanborn. -- Lima : Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, 2007. -- (Documento de Trabajo ; 77). /ELABORACIÓN DE POLÍTICAS/POLÍTICA ECONÓMICA/ESTABILIZACIÓN ECONÓMICA/ INSTITUCIONES POLÍTICAS/ESTADO/PARTIDOS POLÍTICOS/ PERÚ/ 35(85) (CDU) Miembro de la Asociación Peruana de Editoriales Universitarias y de Escuelas Superiores (Apesu) y miembro de la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe (Eulac). El Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este documento por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico. Derechos reservados conforme a Ley. 5 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn Introducción ..................................................................................................... 7 1. Legados históricos y reglas cambiantes ........................................... 11 1.1 Legados históricos .......................................................................... 11 1.2 La transición a la democracia y la reelaboración de las reglas: 1978-1992 ....................................................................... 15 1.3 Desafíos a la democracia (1980-1992): coyunturas críticas y la política en tiempos de crisis ............................................... 19 1.4 La década de Fujimori: 1990-2000 ........................................ 25 1.5 Transición (retorno) a la democracia: 2000-2006 ............ 30 2. Las políticas públicas en el Perú: características y casos ......... 33 2.1 Discusión teórica ........................................................................... 34 2.2 Principales características .......................................................... 35 2.3 ¿Escapando de la maldición o adaptándose a ella? ............ 43 3. Elaboración de políticas desde 1980: escenarios y patrones ... 47 3.1 Distinguiendo escenarios ............................................................ 47 3.2 ¿Cómo funciona? ........................................................................... 50 3.3 ¿Por qué funciona de esta manera? ........................................ 58 4. Instituciones y actores ......................................................................... 65 4.1 El Ejecutivo ...................................................................................... 65 4.2 El Congreso ...................................................................................... 68 Índice Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 6 4.3 El Poder Judicial ............................................................................. 72 4.4 Los partidos políticos .................................................................... 75 4.5 La sociedad civil ............................................................................. 79 4.6 La burocracia del sector público ............................................... 83 4.7 Las Fuerzas Armadas .................................................................... 85 5. Conclusiones ............................................................................................ 89 Bibliografía ..................................................................................................... 93 Apéndice: casos para comprender el PEP peruano .......................... 101 7 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn Introducción* La política en el Perú ha sido siempre volátil. Desde su independencia en 1821, el Perú ha tenido trece constituciones, por lo menos 26 golpes de estado efectivos y 109 gobiernos diferentes, 20 de los cuales fueron elegi- dos y solo 10 de estos concluyeron sus mandatos. Mientras que el poder oligárquico permaneció enquistado hasta bien avanzado el siglo XX, la gobernanza ha sido con frecuencia turbulenta, y las Fuerzas Armadas han intervenido reiteradamente para resolver las disputas de la élite y reprimir la protesta social. Durante el último cuarto de siglo, esta volatilidad ha continuado, con dos constituciones, tres cambios completos de régimen, y por lo menos cuatro revisiones generales de los reglamentos electorales y cuatro recambios del sistema de partidos y el liderazgo político imperante. Hasta bien entrado el siglo XX, la política peruana fue también una activi- dad exclusiva en la que la mayoría de la población permaneció fuera del juego. El legado colonial de violencia y racismo, combinado con la histo- ria errática de desarrollo orientado por la exportación primaria, más la alta concentración de riqueza, afianzaron los patrones de desigualdad econó- mica y exclusión social que tuvieron su contraparte en la esfera política. * Traducción al castellano del texto The Pitfalls of Policymaking in Peru: Actors, Institutions and Rules of the Game, Inter-American Development Bank, Research Network Working Paper R-511, April 2006. Los autores agradecen a Eliana Carranza y Dania Muñiz por su excelente trabajo de asistencia de investigación, a John Carey y Carol Wise por sus generosos comentarios y consejos, a Gregory Schmidt, Martín Tanaka y Fernando Tuesta por sus muy útiles observaciones y sugerencias, y a Eloy Neira por su excelente traducción. Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 8 Los partidos peruanos multiclasistas –populistas y reformistas– fracasaron en la construcción de coaliciones de ancha base, del tipo que permitió a sus pares de Argentina, Brasil, México y Venezuela alcanzar el poder, modernizar el aparato estatal e implementar fundamentales reformas agra- rias, laborales y sociales. A lo largo de la década de 1960, a grandes secto- res de la población –en especial a los pobres rurales e indígenas– se les negó incluso los derechos ciudadanos básicos. La democracia con sufragio universal fue introducida por primera vez en 1980. Durante años los analistas tendieron a culpar del desarrollo político erráti- co del Perú a factores estructurales e históricos, incluidos los shocks eco- nómicos externos, los desastres naturales y las derrotas en las guerras. Si bien estos, en efecto, han sido desafíos fundamentales para la gobernanza, análisis recientes han trasladado su atención hacia la debilidad de las ins- tituciones y del liderazgo en el país. Tal como señalan Schmidt, Cameron y Mauceri, McClintock, Kenney y otros, las élites peruanas han tendido a promover intereses particulares, de corto plazo, mientras que la construc- ción de instituciones para mediar en el conflicto, aliviar los shocks exter- nos y suministrar los bienes colectivos, han tenido por lo general una baja prioridad (Schmidt 2004: 3)1. Si bien las constituciones han variado en su forma, la tradición política predominante ha sido la de una alta concentra- ción de poder en el Ejecutivo y, como resultado, un ejercicio del poder arbitrario y personalista, lo que inhibe la construcción de coaliciones y brinda pocos controles efectivos para la elaboración de políticas. Al mis- mo tiempo, conflictos políticos mutuamente destructivos y tensiones so- ciales han llevado a repetidas crisis tanto entiempos de democracia como bajo las dictaduras. En tales contextos, los peruanos han seguido apostan- do por individuos antes que por instituciones, en especial por carismáticos líderes populares –tales como el general Juan Velasco en 1968 y Alberto Fujimori en 1990– que prometen suspender la política competitiva con el objetivo de lograr que se «hagan las cosas». 1. En particular, véanse Schmidt (1996, 2004), Cameron y Mauceri (1997), y Kenney (2004). 9 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn Es claro que en el Perú existe una suerte de círculo vicioso, en el que las restricciones históricas contribuyen a perpetuar las debilidades insti- tucionales y, a su vez, estas inhiben las reformas. No obstante, en los últi- mos veinticinco años se han presentado nuevas oportunidades para que la acción política reduzca tales restricciones e introduzca nuevas formas institucionales. Sin embargo, hasta la fecha se han realizado pocos esfuer- zos para analizar estas oportunidades y la magnitud en la que los cambios en los marcos institucionales posteriores a 1980 han afectado la naturaleza y la elaboración de políticas. Este documento de trabajo representa un paso inicial en tal dirección2. En la sección 1 resumimos brevemente algu- nos de los legados históricos y las nuevas oportunidades encaradas por la democracia instalada en 1980. Luego examinamos la evolución del régi- men político y las «reglas de juego» formales existentes desde 1980, y la forma en la que diferentes líderes aplicaron, desafiaron o cambiaron las reglas. Esto brinda un telón de fondo para comprender la naturaleza de las políticas públicas y la elaboración de políticas durante este período. En la sección 2 pasamos a identificar algunas características generales de las políticas públicas desde 1980, así como algunas importantes excepcio- nes. En la sección 3 pretendemos analizar el proceso de elaboración de políticas (PEP) en diferentes períodos desde 1980, destacando tres escena- rios distintos. Estos escenarios están relacionados no solo con el tipo de régimen formal sino con otras variables políticas, incluyendo los resulta- dos electorales, la naturaleza del sistema de partidos, las ambiciones y preferencias de líderes específicos, y las circunstancias excepcionales ge- neradas por la crisis. Sin duda, este es un esfuerzo ambicioso que busca simplificar miles de complejas experiencias de elaboración de políticas, pero intentamos ilustrar algunas tendencias generales con ejemplos espe- cíficos. La sección 4 brinda información más detallada acerca de cada una de las instituciones clave mencionadas, mientras que la sección 5 extrae conclusiones generales y discute posibles alternativas para terminar con el patrón errático del Perú. 2. Los fundamentos analíticos para este artículo incluyen a Spiller y Tommasi (2003) y Weyland (2002). Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 10 11 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn 1. Legados históricos y reglas cambiantes «Péndulo», «laberinto», «calidoscopio», «espejismos», «enigmas» y «entornos cambiantes»1 son unos cuantos de los términos empleados por los investi- gadores que intentan caracterizar la historia política y económica contem- poránea del Perú. El consenso es que este es un lugar donde la política es compleja y siempre cambiante, donde la crisis es la norma y la política nunca es rutinaria –en otras palabras, donde las reglas formales no se apli- can necesariamente–. Al mismo tiempo, las élites peruanas han invertido un tiempo considerable en la elaboración de constituciones, códigos elec- torales y otras formas de legislación, con la esperanza de que cambiando las reglas puedan cambiar la realidad. Tal como Schmidt ha señalado re- cientemente, si bien esta meta se ha mostrado esquiva, su legado institucional es complejo y escasamente comprendido (2004: 52). 1.1 Legados históricos Como se ha mencionado al inicio, el Perú siempre ha tenido una socie- dad profundamente desigual. La conquista española reforzó e institu- cionalizó las disparidades geográficas, étnicas y culturales existentes, provocando el surgimiento de una profunda grieta entre una pequeña élite europea gobernante y una masa de indios y esclavos africanos, cuya 1. Véanse, por ejemplo, Gonzales de Olarte (1991), Cameron y Mauceri (1997), Schmidt (2004: 87-127), Tanaka (1998), Tuesta (1996a) y Parodi (2002). Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 12 fuerza laboral en las grandes haciendas, minas y talleres generaron la riqueza de las clases gobernantes. A diferencia de los vecinos países de Chile y Argentina, el Perú post-independencia careció de una clase go- bernante capaz de brindarle al Estado un liderazgo firme y de unificar la nación. En cambio, una serie de caudillos militares lucharon por el con- trol del país durante sus primeras tres décadas, formando alianzas cam- biantes con terratenientes y comerciantes, mientras que dejaban intacta la estructura racial y de clase subyacente a la sociedad colonial. Las élites civiles y sus aliados militares permanecieron luchando por el con- trol del Estado hasta entrada la década de 1960 (véase el cuadro 1.1). La inestabilidad política y la exclusión social fueron exacerbadas histó- ricamente por el errático patrón de desarrollo económico peruano. Si bien una serie de booms de exportaciones primarias generaron riqueza para un pequeño grupo, este fue históricamente renuente a redistribuir los beneficios de tales bonanzas. Cuando los sindicatos, las organizacio- nes campesinas y los partidos reformistas ingresaron a escena a princi- pios del siglo XX, se enfrentaron en gran medida con la represión antes que con la incorporación –tal como ocurrió en los países vecinos a prin- cipios de siglo–. Incluso en la década de 1960, cuando buena parte de la región buscaba alternativas más desarrollistas y democráticas, las élites peruanas en el poder mantuvieron su adhesión al modelo primario exportador y a un estado minimalista, y fueron inflexibles ante las de- mandas de reforma agraria, un bienestar social más amplio y una más amplia participación política. Como resultado, el Perú tuvo uno de los patrones de distribución de ingresos más desiguales de América Latina, y a grandes sectores de la población se les negó incluso el derecho básico al sufragio (véase el cuadro 1.2). Antes de 1968, el Perú contó con un poderoso partido reformista –el APRA– que representaba a importantes segmentos de la población, in- cluyendo a estudiantes, trabajadores del sector moderno y clases medias emergentes. Sin embargo, el APRA fue incapaz de liderar un esfuerzo exitoso de reforma debido, en parte, a factores estructurales –incluidos el poder persistente de los grandes terratenientes, el tamaño pequeño y 13 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn Argentina 1945 A 1946-1950 S 1951-1957 A 1958-1961 S 1962 A 1963-1965 S 1966-1972 A 1973-1974 D 1975 S 1976-1982 A 1983-1999 D Bolivia 1945-1955 A 1956-1963 S 1964-1981 A 1982-1999 D Brasil 1945 A 1946-1963 D 1964-1984 A 1985-1999 D Chile 1945-1972 D 1973-1989 A 1990-1999 D Colombia 1945-1948 S 1949-1957 A 1958-1973 S 1974-1989 D 1990-1999 S Costa Rica 1945-1948 S 1949-1999 D Ecuador 1945-1947 A 1948-1960 D 1961-1962 S 1963-1967 A 1968-1969 S 1970-1978 A 1979-1999 D El Salvador 1945-1983 A 1984-1991 S 1992-1999 D Guatemala 1945-1953 S 1954-1986 A 1986-1999 S Haití 1945-1999 A Cuadro 1.1 Clasificación de los regímenes latinoamericanos (1945-1999) Nota: los autores codificaron el año de un régimen de transición como perteneciente a un nuevo régimen. Por ejemplo, si bien la dictadura militar argentina duró de 1976 a 1983, el año 1983 fue calificado como democrático porque el nuevo régimen empezó en diciembre de ese año. Fuente: Mainwaring et al. (2001: 49). D = democrático S = semidemocrático A = autoritario Honduras 1945-1956 A 1949-1954 S 1955-1956 A 1957-1962 S 1963-1970 A 1971 S 1972-1981 A 1982-1993 S 1994-1999 D México 1945-1987 A 1988-1999 S Nicaragua1945-1983 A 1984-1999 S Panamá 1945-1947 S 1945-1955 A 1956-1967 S 1968-1989 A 1990-1993 S 1994-1999 D Paraguay 1945-1988 A 1989-1999 S Perú 1945-1947 S 1948-1955 A 1956-1961 S 1962 A 1963-1967 D 1968-1979 A 1980-1982 D 1983-1984 S 1985-1987 D 1988-1991 S 1992-1994 A 1995-1999 S República Dominicana 1945-1965 A 1966-1973 S 1974-1977 A 1978-1993 D 1994-1995 S 1996-1999 D Uruguay 1945-1972 D 1973-1984 A 1985-1999 D Venezuela 1945 A 1946 S 1947 D 1948-1957 A 1958-1999 D Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 14 la dispersión de los movimientos laborales, y una ciudadanía altamente restringida– y, en parte, debido a errores tácticos de los líderes partida- rios, incluidos el enfrentamiento con los militares y una serie de pactos –destinados al fracaso– con las fuerzas conservadoras, realizados con la intención de acceder al poder del Estado a cambio de abandonar su agen- da social (Sanborn 1991, Adams 1984). Pero incluso esta meta se mostró esquiva, y los breves períodos en los que el APRA dominó el Congreso (1945-1948, 1963-1968) estuvieron signados por explosivos conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo, y por la ulterior intervención militar. Cuando Acción Popular (AP), un partido más moderado, también se mos- tró incapaz de establecer un programa de reformas a través de medios pacíficos, hubo una sensación generalizada de que las élites civiles eran incapaces de forjar una integración genuina y de transformar las injustas estructuras de esta sociedad. En cambio, el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (GRFA) asumió estas tareas por su propia cuenta. Llegado al poder mediante un golpe de estado en 1968, el general Juan Velasco Alvarado ofreció acelerar el crecimiento económico y mejorar radicalmente la distribución, fortalecer el Estado e integrar la nación, eliminar el conflicto de clases sociales y superar la dependencia externa. Para hacerlo, el GRFA decretó las radicales reformas agraria y laboral, nacionalizó una buena porción de los sectores primarios exportador y 1896 Hombres alfabetos, contribuyentes mayores Opcional, indirecto y público 0,2 % de 21 1931 Hombres alfabetos mayores de 21 Obligatorio, directo y secreto 6,7 % 1956 Hombres y mujeres alfabetos mayores de 21 Obligatorio, directo y secreto 18,2 % 1980 Hombres y mujeres alfabetos y analfabetos Obligatorio, directo, secreto y 37,4 % mayores de 18 universal Cuadro 1.2 Perú: evolución del derecho al sufragio (elecciones presidenciales) Año Fuentes: Transparencia (2005), Tuesta (2001), portal electrónico del INEI, Mainwaring y Scully (1995). Electores/ población Tipo de votoElectores hábiles 15 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn financiero, confiscó los medios de comunicación, y prohibió los partidos políticos y las contiendas electorales. A fin de cuentas, los militares no pudieron lograr sus objetivos, dejando a sus sucesores civiles un país que todavía estaba lleno de desigualda- des y conflictos sociales, así como una deuda externa sin precedentes y una crisis económica que se agravaba. No obstante, la «revolución mili- tar» también dejó a su paso algunos cambios fundamentales en las es- tructuras sociales y políticas. Estos incluyeron la eliminación de la vie- ja oligarquía como fuerza política dominante, la consolidación de las Fuerzas Armadas como un actor poderoso y autónomo, un aparato esta- tal con una mayor incidencia en las esferas económica y social, y el surgimiento de importantes nuevos actores políticos y sociales. Estos últimos incluyeron a dinámicos nuevos grupos empresariales, a más amplios sectores de clase media y profesional, y a un amplio espectro de organizaciones laborales, campesinas y populares, cuyas demandas de justicia social e inclusión económica ya no podrían ser ignoradas por los subsiguientes gobiernos. En resumen, luego de doce años de régimen militar, en 1980 el Perú todavía tenía que superar los legados históricos del autoritarismo y la desigualdad. No obstante, había realizado importantes progresos orien- tados hacia la expansión de la inclusión social y la reducción de diversas barreras históricas para la democracia. El desafío sería el de diseñar un conjunto de instituciones políticas efectivas y representativas, capaces de reflejar y extender estos cambios. 1.2 La transición a la democracia y la reelaboración de las reglas: 1978-1992 En 1978, los gobernantes militares del Perú llamaron a elecciones para una Asamblea Constituyente, como el primer paso para un retorno a un régimen civil. Esta Asamblea tuvo una composición sin precedentes. Mientras que más de un tercio de los cien escaños le correspondieron al Partido Aprista –y su fundador histórico, Víctor Raúl Haya de la Torre, Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 16 la presidió–, veinticinco escaños fueron para el nuevo y derechista Par- tido Popular Cristiano (PPC), y un sorprendente número de veintiocho escaños (treinta por ciento del voto popular) fueron para cuatro nuevas listas de candidatos de izquierda, el mayor voto para una izquierda mar- xista de América Latina fuera de la Unidad Popular de Chile. Por primera vez en la historia peruana, partidos de izquierda, derecha y centro tuvie- ron la oportunidad de competir libremente por el apoyo del electorado, y cada uno participaría en la definición de nuevas instituciones y reglas de juego que condicionarían su propio comportamiento en los años si- guientes (Sanborn 1991). La Constitución de 1979 estableció un régimen básicamente presi- dencialista que prevaleció hasta 1992, y la siguiente Constitución de 1993 retuvo muchos de sus principales elementos. Estableció un Poder Ejecutivo con un presidente que también es jefe de Estado, un Legislati- vo con dos cámaras (reducida a una en 1993) y un Poder Judicial inde- pendiente; estableció también la elección de gobiernos municipales y autoridades regionales elegidos por voto popular. El Presidente y todo el Congreso son elegidos simultáneamente cada cinco años a través de elecciones populares directas con sufragio universal. A partir de 1985, el Presidente es elegido por una mayoría del cincuenta por ciento de votos más uno o los dos candidatos con mayor votación deben enfren- tarse en una segunda vuelta (balotaje), mientras que los miembros del Congreso son elegidos en la primera vuelta. Un sistema de representa- ción proporcional por lista abierta, conocido como «doble voto prefe- rencial» (DVP), fue también introducido en 1985. En 1979, uno de los pocos objetivos que generó amplio consenso entre todos los partidos políticos fue la intención de promover un Ejecutivo más fuerte y más proactivo, en particular en el campo de la elaboración de políticas económicas y sociales2. A los elementos parlamentarios de la 2. Según el constitucionalista Enrique Bernales: «Existió un pleno consenso acerca de este tema entre todos lo grupos representados en la Asamblea Constituyente porque este fue un tema demandado por la propia realidad y […] porque las constituciones modernas han aceptado la delegación [de poderes legislativos al Ejecutivo] como una institución que se desprende del desarrollo del estado contemporáneo» (Bernales y Rubio 1985: 336). 17 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn anterior Constitución (1933) se les culpó ampliamente del bloqueo he- cho por una alianza entre el APRA y la derecha a los esfuerzos de refor- ma democrática de Belaunde, lo que provocaría la intervención militar de 1968. En particular, la anterior Constitución otorgaba al Congreso mayores poderes presupuestales, y no estipulaba el veto presidencial cuando el Legislativo censuraba a ministros o provocaba una crisis fiscal (Kenney 2004). La Constitución de 1979 otorgó al Ejecutivo un mayor control sobe las finanzas nacionales, amplió los poderes legislativos y de urgencia del Presidente, redujo el poder congresal de censura a los miem- bros del gabinete, y estableció por lo menos un débil veto presidencial (Kenney 2004). Si bien seotorgó más autoridad al Ejecutivo en la Constitución de 1979, sus redactores no querían que los presidentes fuesen dictadores; por tanto, retuvieron una serie de contenidos formales referidos al equilibrio de poderes. Estos incluyeron algunas medidas importantes respecto del control congresal sobre los presidentes y el establecimiento de un Poder Judicial formalmente independiente. Una mayoría de oposición en am- bas cámaras del Congreso podía anular un veto presidencial, bloquear la legislación iniciada por el Ejecutivo, negarle poderes legislativos ex- traordinarios, censurar ministros del gabinete, procesar al Presidente (un proceso largo) o declarar la vacancia presidencial, un procedimiento relativamente rápido (Kenney 2004). En efecto, estos elementos han lle- vado a que algunos analistas ubiquen al régimen peruano en una catego- ría híbrida o «semi-presidencial»3. Sin embargo, las élites contendientes no se pusieron de acuerdo con respecto a los objetivos de las reglas electorales, y esto se ve reflejado en su naturaleza y evolución. Mientras que la elección presidencial directa y la representación proporcional han permanecido constantes desde 1980, otras reglas han variado de manera considerable, incluyendo aquellas 3. Véanse Martínez (1998) y Sardón (2004). Sin embargo, la mayoría de analistas ubica al Perú como un régimen presidencial, incluidos Mainwaring y Shugart (2002), Carey y Shugart (1998), y Tuesta (1996b), sobre la base de los sistemas electorales y de partidos, y la naturaleza dependiente del presidente del Consejo de Ministros y del gabinete. Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 18 que establecen el tipo de circunscripción, el número de representantes elegidos, el número de cámaras y reglas para elegir cada una, el voto preferencial, la simultaneidad de las candidaturas para la presidencia y el parlamento, y la reelección presidencial inmediata. Durante la década de 1980, nuevas reglas disminuyeron las barreras para la participación electoral, permitiendo que cualquier grupo de ciudadanos formase un partido si obtenía las firmas del uno por ciento de los electores registra- dos en una circunscripción dada. Si bien estas barreras también cambia- ron a lo largo del tiempo, la tendencia ha sido hacia una expansión de la competencia. La Constitución de 1979 también amplió el sufragio para incluir a los analfabetos, y disminuyó la edad de votación de veintiún años a dieciocho, medidas que aumentaron la población electoral de 1980 en un estimado de 150 por ciento con respecto a las últimas elec- ciones de 1963, y esta seguiría expandiéndose significativamente en las siguientes dos décadas4. ¿Cuál fue el impacto de estas nuevas reglas e instituciones? Si bien esto es tratado con más detalle en las secciones 3 y 4, podemos decir que ciertas reglas electorales alentaron el llamado «efecto arrastre» (coat-tail effect), y los presidentes disfrutaron de mayorías en el Congreso durante la mayor parte de las siguientes dos décadas, una situación que les per- mitió ejercer considerable poder y tener un impacto significativo en el PEP. Sin embargo, la introducción de un sistema de segunda vuelta úni- camente para la elección presidencial dejó la puerta abierta para un Legislativo de oposición, un resultado que ya se ha presentado tres veces (1990-1992, 2001-2006, y en el 2006). Mientras tanto, otras reglas alen- taron el pluralismo y las posibilidades de escoger del votante, pero a costa de la unidad y disciplina partidarias. Si bien las debilidades y fragmentaciones de los partidos peruanos se deben a una serie de facto- res, incluidos los desacuerdos ideológicos y estratégicos, los enfren- tamientos personales y las crisis de sucesión, los analistas tienden a ar- gumentar que las reglas electorales han agravado esta situación. 4. En 1980 había aproximadamente 6,5 millones de electores hábiles. En 1990 fueron aproximadamente 10 millones y en el 2006 llegaron a 16,5 millones. 19 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn En suma, las nuevas estructuras y reglamentación electoral del nuevo régimen, vigentes a partir de de 1980, ampliaron las oportunidades de participación y de contienda para un vasto nuevo electorado, a la vez que reforzaron las debilidades de los partidos y la fragmentación y volatilidad del sistema de partidos. También alentaron un Ejecutivo cen- tralizado y proactivo del que se esperaba que tomase muchas de las principales decisiones de política económica y social que afectarían a la nación, mientras que se incluían previsiones que podrían controlar –u obstruir– su capacidad de llevar a cabo esta tarea. 1.3 Desafíos a la democracia (1980-1992): coyunturas críticas y la política en tiempos de crisis Las elecciones generales de 1980 instauraron una nueva fase de opti- mismo democrático en el Perú, con una nueva Constitución, un espec- tro partidario más amplio y una ciudadanía mejor organizada que nun- ca para defender sus nuevos derechos. Si bien el APRA esperaba una victoria histórica, los peruanos en última instancia optaron por devol- verle el poder al mismo líder populista que fuera depuesto doce años antes –Fernando Belaunde–. El partido de Belaunde, Acción Popular (AP), obtuvo una mayoría absoluta en la Cámara Baja y estuvo muy cerca de alcanzar la mayoría en el Senado, donde una alianza con el PPC le otorgó el mandato congresal requerido para convertirse en el Presidente decidido, pero democrático, que los peruanos ansiaban tanto. El contexto externo no era tan favorable para la nueva democracia pe- ruana. Para 1983, el país enfrentaba serios desafíos generados por los cambios en la política económica de los Estados Unidos, la disminución de los precios de exportación durante la recesión mundial y la crisis de la deuda. El Perú experimentaba también severos desastres naturales re- lacionados con una de las más intensas corrientes El Niño de la historia reciente, y una insurgencia armada se sumaba a las preocupaciones de Belaunde. Desafortunadamente, el gobierno de Belaunde también asumió opciones políticas que exacerbaron las persistentes tensiones sociales Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 20 del país, sin lograr una mayor estabilidad o la muy necesitada reforma del sector público5. Belaunde prontamente se dedicó a consolidar el poder del Ejecutivo, dándole al PPC el control de los ministerios de Justicia e Industria a cambio de una mayoría de apoyo en el Congreso. Pero Belaunde y sus partidarios –los «populistas», que incluían a la mayor parte de la banca- da parlamentaria de AP– no tenían una amplia agenda propia de políti- cas y, en gran medida, este poder del Ejecutivo no estuvo concentrado para el propio uso del Presidente. Más bien sería usado en pro de las metas macroeconómicas iniciadas por un pequeño grupo de tecnócratas (los «técnicos») liderado por el presidente del Consejo de Ministros y ministro de Economía, Manuel Ulloa, inicialmente respaldado por el Pre- sidente. El Congreso otorgó a Belaunde facultades legislativas extraordi- narias para decretar un amplio espectro de reformas y, al finalizar el primer año, el Ejecutivo había promulgado 217 decretos legislativos. La mayor parte de estos incluía medidas de política económica, pero algu- nos también estaban diseñados para permitir que el Ejecutivo elaborase sus propios reglamentos de organización y función, en gran medida sin mayor supervisión (Sanborn 1991: 229-30). Pero, a pesar de sus declaradas intenciones de revertir el legado estatista del régimen militar, de hecho, los técnicos no pudieron reformar la bu- rocracia y privatizar las empresas públicas, ni llevaron a cabo una refor- ma seria de la ineficaz estructura tributaria del país. En cambio, este gobierno siguió el patrón tradicional de emplear la administración pú- blica como un medio para recompensar a los partidarios, manteniendo así las empresas estatales como fuentes clave de patronazgo. En efecto, llegado este punto, los analistasargumentaban que el Estado peruano estaba, de hecho, debilitándose, a pesar de (o debido a) su creciente tamaño y responsabilidades. 5. Esta presentación del período 1980-1985 se basa en Schmidt (2004) y Sanborn (1991). 21 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn Al mismo tiempo que Belaunde buscaba activamente la consolidación de un Ejecutivo fuerte, los otros actores políticos principales contri- buían a esta tendencia. Miembros del Congreso asumieron un papel en gran medida reactivo frente al Ejecutivo, uno que los recientemente restaurados medios de comunicación privados y los críticos políticos empezaron a denominar «Parlamento genuflexo» (Sanborn 1991: 232). Dominado por una mayoría progubernamental, durante la mayor parte de este período el Legislativo produjo pocas leyes de importancia y contribuyó escasamente a dar forma al debate público sobre cuestiones de importancia nacional. La temprana abdicación de sus poderes legis- lativos y de fiscalización estuvo acompañada por una falta de atención a la eficacia y modernización de la propia institución –lo que compli- caría aún más la reafirmación de la autoridad parlamentaria en los años posteriores–, aun cuando un creciente número de políticos de oposi- ción (y algunos de la alianza de gobierno) deseaban hacerlo. En cam- bio, la debilidad del Congreso reforzó la percepción del público con respecto a que el Ejecutivo necesitaba mayores poderes para que «se hicieran las cosas». Si bien la debilidad del Congreso durante el gobierno de Belaunde se debió en gran medida al comportamiento de la mayoría AP-PPC, los partidos de oposición cargan también parte de la responsabilidad. Tanto el APRA como los partidos de la izquierda marxista atravesaron proble- mas internos hasta 1983, y se preocuparon escasamente por la consoli- dación de la nueva democracia y sus instituciones centrales. Cuando los partidos de oposición se reanimaron, descubrieron que el escenario par- lamentario había devenido en relativamente marginal para la toma de decisiones políticas y que era ampliamente repudiado por la ciudadanía. A medida que caía el PBI, y el gobierno se veía obligado a implementar severas medidas de austeridad, los principales escenarios de oposición fueron los medios de comunicación y las calles, donde los paros genera- les y las protestas sociales de 1983 y 1984 contribuyeron a dar marcha atrás con respecto a algunas medidas de austeridad y a la renuncia de por lo menos un ministro de Economía. Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 22 Al igual que en el caso de los interludios democráticos anteriores, el gobierno de Belaunde terminó su mandato en medio de una crisis eco- nómica y descontento social, así como con una creciente violencia política. Pero, a diferencia del pasado, la insatisfacción ampliamente difundida con respecto al gobierno no trajo, en principio, el fin del régimen. Por el contrario, la mayoría de peruanos voltearon sus mira- das hacia los líderes de la oposición en busca de respuestas. En 1983, el APRA y el frente Izquierda Unida encabezaban las encuestas mostran- do un liderazgo renovado y una aparente unidad política. Si bien eran minorías en el Congreso, ambos partidos lograron victorias municipa- les importantes en 1983, y también participaron en amplias protestas sociales. En las elecciones generales de 1985, Alan García Pérez, el carismático nuevo líder del APRA, de 35 años, logró una victoria arro- lladora con 53 por ciento de los votos válidos, alcanzando una mayo- ría en ambas cámaras del Congreso. Alfonso Barrantes Lingán, el popu- lar alcalde de Lima y candidato de Izquierda Unida, llegó segundo con 25 por ciento del voto, y le dio un apoyo tácito a García; así, el 75 por ciento del electorado había votado por alternativas de centroizquierda –un resultado que parecía anunciar una nueva era de consenso político así como de cambio social–. No obstante, al elegir a García la ciudadanía había, de hecho, elegido a otro líder populista, más ambicioso que su predecesor, y uno cuyo estilo arbitrario de gobierno y toma de decisiones políticas impetuosas condu- ciría al Perú al borde del colapso económico y político. El triunfo elec- toral de García se basó en su capacidad personal, si bien transitoria, de atraer a los no apristas, incluyendo a los trabajadores del sector infor- mal, a los profesionales independientes y a importantes personajes del empresariado y de las Fuerzas Armadas cuyo respaldo él cultivó perso- nalmente (Sanborn 1991, Graham 1992). No estuvo acompañado de una renovación institucional de su partido, el cual se hallaba mal preparado para el gobierno en la década de 1980 y se inclinaba a reproducir los patrones tradicionales de clientelismo y corrupción que predominaron durante el gobierno de AP. Durante su breve disfrute del poder, García se las arregló para distanciarse de muchos de sus nuevos amigos de la 23 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn izquierda y la derecha, del empresariado y de la clase trabajadora, así como también de muchos apristas. Este resultado no era predecible de inmediato. Las propuestas iniciales de García –limitar el servicio de la deuda externa, aplicar políticas eco- nómicas heterodoxas, construir consensos a través del diálogo regular (concertación) con los principales grupos de interés– generaron un insó- lito y amplio respaldo en el país y en el exterior. Este apoyo, junto con una firme y disciplinada mayoría en el Congreso, permitió a García con- centrar un significativo poder personal y la rápida aplicación de políti- cas. En este caso, el Presidente adoptó un interés personal en virtualmen- te todas las áreas de políticas, desde la agricultura hasta la lucha antiterrorista. En un inicio, contó con la ayuda de las reservas acumula- das gracias a la suspensión del servicio de la deuda, lo que financió un boom de consumo e importación. A través de medidas populistas que tuvieron un impacto inmediato en la vida de los pobres, avivadas a tra- vés de manifestaciones y de ampliamente difundidos «balconazos», su popularidad superó el noventa por ciento en 1986, y el APRA logró importantes victorias a lo largo de todo el país en las elecciones munici- pales de 1986 (Sanborn 1991: 356-8). A inicios de 1987, sin embargo, las reservas internacionales empezaron a agotarse, y llegó a ser evidente que García y sus asesores no contaban con planes coherentes para avanzar más allá del corto plazo. El boom del consumo y los incentivos al sector privado fracasaron en el intento de estimular el tipo de nueva inversión esperada por García; en cambio, se amplió el déficit en el sector público y la inflación nuevamente comenzó a crecer. La anunciada concertación tampoco se desarrolló como se ha- bía previsto. La negociación de la «concertación económica» fue condu- cida de un modo personalista por García y un pequeño grupo de líderes empresariales (apodados popularmente «los doce apóstoles»), prescin- diendo de los gremios empresariales y generando considerable resenti- miento entre quienes quedaron fuera. García también espantó al sindica- lismo al priorizar sus encuentros con los empresarios y no intentar un esfuerzo tripartito. Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 24 Por último, la muy controvertida decisión de nacionalizar la banca pri- vada en julio de 1987 generó una gran turbulencia económica y política, sin que García pudiese volver a ganar el apoyo popular que había pre- visto. De hecho, la expropiación de la banca fue aparentemente una de- cisión personal del Presidente, tomada sin la debida preparación y en contra de las advertencias de líderes partidarios clave. El escritor Mario Vargas Llosa lideró una fuerte oposición contra la medida, que adoptó el nombre de Movimiento Libertad, el cual movilizó no solo a los empresa- rios y a los políticos de centroderecha, sino también a muchos indepen- dientes de clase media que habían votado por García. Numerosos líderes apristas también se opusieron ala medida, y algunos destacados miem- bros del gabinete renunciaron por esa razón. Luego de un prolongado conflicto en las calles y de resistencia en el Congreso, la medida fue eventualmente detenida (Sanborn 1991, Graham 1992). Durante sus últi- mos dos años, el gobierno de García cayó en una parálisis política que recordaba el final del gobierno de Belaunde, aunque la rápida espiral económica descendente terminó en una crisis aun peor. Es importante tener en cuenta que durante el curso de la década de 1980, dos movimientos armados –Sendero Luminoso y el Movimiento Revolu- cionario Túpac Amaru (MRTA)– también plantearon desafíos a la nueva democracia, como también lo hicieron el alarmante incremento de pro- ducción ilegal de cocaína y el del narcotráfico (Schmidt 2004: 31). La amenaza más seria provino de Sendero Luminoso, que lanzó su lucha armada a inicios de la década de 1980 y creció sostenidamente a lo largo de ella. En respuesta a la violencia, los gobiernos de Belaunde y García decretaron estados de emergencia en zonas cada vez más amplias del país, y entregaron la autoridad política, y también estratégica, a las Fuerzas Armadas –que ya estaban debilitadas por los doce años en el poder, la crisis económica y la desconfianza pública–. La ausencia de una efectiva estrategia de contrainsurgencia condujo a una amplia, y con frecuencia indiscriminada, violencia, y a la suspensión de las recientemente recupe- radas libertades civiles. La debilidad y la corrupción del Poder Judicial, exacerbadas por la interferencia política, también hicieron que los jue- ces fueran vulnerables ante la intimidación de los grupos armados, y que 25 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn no estuvieran en condiciones de ejercer de manera consistente su autori- dad sobre ninguna de las partes. A fines de la década de 1980, las zonas de emergencia cubrían cerca de un tercio de las provincias del Perú, y afectaban a más de la mitad de la población. Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), un estimado de 69 mil peruanos murie- ron a consecuencia de la violencia política entre 1980 y 1999, y por lo menos 200 mil refugiados huyeron del campo hacia Lima y otras ciuda- des, incrementando las filas del precario sector informal (Schmidt 2004, CVR 2004). Los desafíos externos que encaró García desde un inicio fueron exacer- bados por la naturaleza arbitraria de la toma de decisiones, la incapaci- dad y corrupción del partido de gobierno, y la estructura de poder que García heredó y amplió hasta límites extremos. Hacia 1989, los votantes habían perdido confianza en virtualmente todas las instituciones políti- cas, y los partidos eran los menos respetados –el 77 por ciento de los ciudadanos desconfiaba de ellos–. Sin embargo, y sorprendentemente, el 61 por ciento todavía creía que la democracia era el mejor sistema de gobierno para su país (Schmidt 2004: 32). Lo que buscaban era un nuevo liderazgo, no necesariamente un nuevo régimen –lo que consiguieron fue ambos–. 1.4 La década de Fujimori: 1990-2000 «En el Perú no existen partidos políticos [...]. El poder soy yo, es verdad. Pero es un poder que me fue dado por el pueblo. Yo los represento». Alberto Fujimori6 Hacia 1990, el público peruano enfrentaba otro vacío de liderazgo polí- tico. El puntero para llenar tal vacío era Vargas Llosa, quien lideraba una alianza de partidos e independientes (el Frente Democrático o Fredemo), con una agenda política neoliberal y un generoso respaldo de 6. El Comercio, 21 de junio de 1993, citado en Ideele N° 71-72, diciembre de 1994, p. 98. Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 26 prominentes miembros de las élites empresariales, políticas y eclesiásti- cas. En un inicio, las encuestas le daban el segundo lugar al izquierdista Alfonso Barrantes, y un distante tercer lugar al candidato del APRA Luis Alva Castro; pero a medida que el Fredemo mostraba sus contradiccio- nes internas, los votantes buscaron otras alternativas. El candidato ines- perado en la carrera fue Alberto Fujimori, un poco conocido profesor universitario, hijo de inmigrantes japoneses, que había entrado a la con- tienda en busca de un escaño en el Senado, sin un programa claro ni base partidaria. Prometiendo «honestidad, tecnología y trabajo», la campaña de Fujimori también enfatizaba el rechazo total a toda la élite política y social del Perú. En una celebrada segunda vuelta, Fujimori ganó por amplia mayoría7. Fujimori empezó como uno de los presidentes más débiles de la historia peruana. Un neófito político, con minoría en el Congreso y en medio de un contexto de crisis económica y social extremas. En la primera vuelta, la alianza Fredemo ganó una mayoría en ambas cámaras, mientras que el APRA tenía la bancada partidaria más grande y la izquierda dividida contaba todavía con una importante presencia (Tuesta 2001). En con- traste, la apresuradamente elaborada lista de Cambio 90, el partido de Fujimori, obtuvo solo 32 escaños en la Cámara Baja de 180 miembros, y 14 de los 60 escaños del Senado, y ninguno de sus seguidores era un legislador experimentado. No obstante, Fujimori contaba con la mayo- ría de los votantes a su favor, con un fuerte apoyo de los militares, más la legitimidad de ser un verdadero «outsider» incontaminado por la po- lítica tradicional. En un comienzo, la amplia sensación de crisis y esta legitimidad inicial le permitieron a Fujimori dar curso a drásticas medidas políticas –de modo muy parecido a como habían hecho sus predecesores–. Una mayo- ría del nuevo Congreso también le dio a este presidente amplias faculta- des para aprobar decretos legislativos urgentes en las áreas de política 7. Para un excelente análisis de la victoria de Fujimori, véanse Schmidt (1998) y Degregori y Grompone (1991). 27 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn económica y de contrainsurgencia. Fujimori utilizó estos poderes para decretar el ajuste estructural, privatizar muchas empresas estatales, rea- nudar los servicios de la deuda externa y restaurar el crédito internacio- nal. Lanzó también una amplia reforma de la autoridad tributaria, firmó un controvertido acuerdo antidrogas con los Estados Unidos, y le conce- dió una mayor autoridad a los militares y a las rondas de autodefensa campesina en la lucha contra Sendero Luminoso. Con estas medidas, Fujimori atrajo rápidamente a un gran número de ciudadanos acaudala- dos y de clase media que habían votado por el Fredemo, manteniendo al mismo tiempo su apoyo popular inicial. Durante sus dos primeros años en el gobierno, Fujimori no intentó for- mar una coalición de gobierno con otros grupos representados en el Congreso, aferrándose a la imagen de independiente que lo había vuelto atractivo para los votantes. En cambio, él ridiculizaba constantemente al Poder Legislativo, al Poder Judicial y a los partidos establecidos; expre- saba desdén por la política en general, y prometía soluciones prácticas y técnicas para los problemas de la nación. Si bien la mayoría liderada por el Fredemo en el Congreso apoyó sus iniciales políticas de ajuste, y las subsecuentes reformas de liberalización del mercado, los legisladores se opusieron a las acciones presidenciales que no se hallaban claramente dentro de los límites de la Constitución de 1979, en especial a los decre- tos legislativos del Ejecutivo que subvertían la legislación regular o que violaban las libertades civiles (Schmidt 2004: 35). Los desacuerdos con respecto al presupuesto de 1992 también fueron más intensos, puesto que los legisladores se opusieron a los nuevos impuestos y otras medidas propuestas por el Ministro de Economía (Kenney 2004). Los legislado- res demandaron también mayor apoyo fiscal para el sector agricultu- ra –declarado en emergencia por el Congreso–, y censuraron al nue- vo ministro de Agricultura (McClintock 1993: 115). El conflicto llegó a su clímax a inicios de 1992, cuando el Congreso eligió a dos figuras de la oposición para reemplazar a los presidentes de Cambio 90 en ambas cámaras, ydejó sin efecto el veto de Fujimori a la promulgación de varios proyectos de ley, incluida una Ley de Control Parlamentario que Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 28 regulaba los subsecuentes usos de la delegación de poderes legislativos al Ejecutivo (Schmidt 1998, 2004: 35). El Tribunal de Garantías Consti- tucionales también dictaminó contra Fujimori con respecto al empleo de ciertas facultades en situaciones de emergencia. El 5 de abril de 1992, el presidente Fujimori anunció intempestivamente la clausura del Congreso, la reorganización del Poder Judicial y el nom- bramiento de una comisión para redactar una nueva Constitución que sería sometida a consulta popular (Schmidt 2004: 36). Con el apoyo de los altos mandos militares, Fujimori confinó a los líderes de la oposición en sus casas y silenció momentáneamente a la prensa. Este autogolpe fue condenado por los principales partidos políticos –con la excepción de Cambio 90–, los principales medios de comunicación y por la mayoría de los grupos de interés –con la notable excepción de los gremios em- presariales–. Sin embargo, la medida contó con el respaldo del público en general, y los índices de aprobación a Fujimori alcanzaron el 79 por ciento en la semana posterior al autogolpe, y permanecieron bastante por encima del 50 por ciento durante el resto de su primer gobierno, todo esto fortalecido por importantes logros en la estabilización econó- mica y la lucha contrainsurgente. Si bien Fujimori quedó sorprendido por las negativas reacciones internacionales, respondió prometiendo res- taurar las libertades civiles así como la realización de elecciones para una Asamblea Constituyente que también contaría con poderes legislati- vos. Las elecciones para el Congreso Constituyente Democrático (CCD) fueron boicoteadas por los partidos más grandes, y los candidatos elegi- dos «a dedo» por Fujimori obtuvieron el 49 por ciento de los votos válidos y 44 de los 80 escaños en la Asamblea, lo que le otorgó una sólida mayoría y el control sobre la redacción de la nueva Constitución (Schmidt 2004: 36). En 1993, los peruanos aprobaron por un margen estrecho una nueva Constitución que, en lo esencial, mantenía la naturaleza presidencial del régimen de 1979, mientras que reducía el Congreso de dos cámaras a una y de 240 miembros a 120, y –algo importante para Fujimori– permitía la reelección inmediata del Presidente. Al mismo tiempo, reducía el papel 29 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn económico formal asignado al Estado, establecía controles sobre las fa- cultades legislativas del Ejecutivo y eliminaba el papel del Ejecutivo en la elección de jueces. También creaba una Defensoría del Pueblo semiautónoma, e introducía medidas innovadoras de democracia directa y de rendición de cuentas por parte del gobierno. Si bien muchas de estas características serían ignoradas por Fujimori, algunas alcanzarían una renovada importancia luego de su defenestración en el 2000. Desde 1992 hasta el 2000, Fujimori gobernó con mano dura, con un Congreso incondicional y un Poder Judicial purgado y políticamente dependiente. Durante este período, se apoyó también en su asesor de seguridad nacional, Vladimiro Montesinos, y en un creciente aparato de inteligencia clandestino dedicado a sobornar o intimidar a sus oponentes a la par que sostenía una fachada de legitimidad democrática. Si bien los votantes expresaron su preocupación acerca de los derechos humanos y ante las señales de altos niveles de corrupción, los resultados económi- cos y de seguridad bajo la supervisión de Fujimori mantuvieron en gran medida al público de su parte. Hacia finales de 1994, la violencia políti- ca había disminuido al 20 por ciento frente a los niveles de 1990, el PBI creció en 4,8 por ciento en 1993 y en 12,5 por ciento en 1994, mientras que la inflación cayó 15 por ciento en 1994 y 10 por ciento en 1995. «Estos logros –señala Schmidt– hicieron que el Perú de Fujimori fuese una ‘‘vitrina de exhibición’’ para el Banco Mundial, el FMI y la comuni- dad financiera internacional» (2004: 38). Mientras tanto, la oposición política permaneció dividida y desconcertada acerca de cómo enfrentar a este régimen. En 1995, Fujimori fue reelegido con el 64 por ciento de la votación, y su lista Cambio 90-Nueva Mayoría ganó 67 de los 120 escaños del Congreso unicameral. Durante su segundo período, la capacidad de Fujimori de mantener el apoyo popular y una alianza cívico-militar estratégica sería puesta a prueba con más fuerza. La economía empezó a tomar un curso descen- dente, aumentaron las preocupaciones por los derechos humanos y los escándalos militares, y las encuestas sugerían que Fujimori perdería Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 30 una segunda reelección. A pesar de este apoyo decreciente, y no obs- tante las objeciones generales de sus oponentes y del Tribunal Constitu- cional a su candidatura para una segunda reelección, Fujimori casi lo- gró un triunfo para un tercer término en el 2000. El fraude, la intimida- ción y el soborno dan cuenta de parte de esto, pero la naturaleza de la oposición –dividida en ocho diferentes candidaturas separadas– tam- bién hizo que fuera posible. Si bien Fujimori fracasó en su intento de alcanzar una mayoría en el Congreso en el 2000, estuvo inicialmente en condiciones de comprar o intimidar a suficientes miembros de otros partidos para que se pasasen a su bando. Sin embargo, cuando la copia de un video de una de sus transacciones fue filtrada a los medios de comunicación, la alianza de Fujimori comenzó a sucumbir y él huyó al Japón. La red de corrupción que posteriormente quedó expuesta era muchísimo más grande de lo que sospechaban incluso sus críticos más acérrimos (Schmidt 2004: 43). 1.5 Transición (retorno) a la democracia: 2000-2006 A medida que empezaba el siglo XXI, parecía haber un acuerdo signifi- cativo entre la élite política y económica del Perú con respecto a los errores del pasado reciente, incluyendo un amplio reconocimiento del daño que había sido infligido por la violenta confrontación política y por cambios erráticos y radicales en las políticas y prioridades naciona- les. El 2001, un Acuerdo Nacional fue suscrito por los funcionarios del gobierno, los principales partidos de la oposición, y por representantes del empresariado y las organizaciones laborales y otras de la sociedad civil, todos los cuales se comprometieron a trabajar, durante los próxi- mos veinte años, por el logro de veintinueve prioridades de política consensuadas. Un breve gobierno de transición, presidido por el presidente del Congre- so, Valentín Paniagua, gobernó en gran medida por consenso y empezó una serie de reformas para restaurar la democracia y el estado de dere- cho, así como la investigación de los abusos cometidos contra los dere- chos humanos y la denuncia de la corrupción de la era pasada. El 2001, 31 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn Alejandro Toledo –un líder de la oposición democrática a Fujimori– ganó la presidencia en una segunda vuelta frente al ex presidente Alan García. Si bien el partido débilmente articulado de Toledo, Perú Posible, no ganó una mayoría en el Congreso en el 2001, inicialmente forjó una con el Frente Independiente Moralizador (FIM) y otros grupos menores. Toledo también disfrutó de una amplia autoridad inicial, para proseguir con la re-democratización y otras reformas iniciadas por el gobierno de transición, e, igualmente, lanzó un nuevo esfuerzo de regionalización con la colaboración del Congreso. Su gobierno mantuvo las políticas económicas liberales, y la economía creció más de cuatro por ciento anual entre los años 2000 y 2006. Sin embargo, la incapacidad del Presidente para honrar otras promesas de campaña, así como su aparente falta de visión o decisión, además de crecientes signos de corrupción en su entorno, condujeron a una caída drástica de su popularidad y a desmoronar su débil alianza congresal. Durante su mandato fueronpocas las políticas del Acuerdo Nacional que se aplicaron, y el gobierno de Toledo encaraba una creciente e impa- ciente oposición tanto en las calles como en el Congreso. De hecho, a mitad del camino de su mandato de cinco años, el desencanto público con la clase política se había precipitado tan hondo, que los analistas especulaban si el siguiente paso sería un cambio de Presidente (por vacanciavacanciavacanciavacanciavacancia), de gobierno o del propio régimen. Al final, los principales actores políticos optaron por el camino electoral al cambio, pero en el 2006 ni Perú Posible ni el FIM pudieron presentar candidatos presiden- ciales, y un nuevo outsider –el ex militar nacionalista Ollanta Humala– surgió para disputar el sillón presidencial con la conservadora Lourdes Flores y el ex presidente García, logrando ganar la primera vuelta y colocar a su alianza electoral como la primera mayoría en el Congreso del período 2006-2011. Un análisis adecuado de la estrecha victoria de García sobre Humala en la segunda vuelta, sobrepasa los límites de este trabajo, pero será motivo de breves reflexiones finales. Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 32 33 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn Dado el sinuoso camino seguido por el desarrollo institucional y político del Perú, no llama la atención que el proceso de elaboración de políticas públicas, si se le puede llamar así, haya reflejado oscilaciones erráticas en numerosos frentes: entre democracia y dictadura, entre modos de gobernanza más inclusivos y excluyentes, y entre políticas económicas más orientadas al mercado y aquellas que favorecen la intervención estatal. En el largo plazo, el daño infligido por estas oscilaciones ha sido notable, no solo en la capacidad del Perú de sostener el crecimiento económico sino también por su fracaso en la consolidación del estado de derecho y el logro de una mayor equidad social –objetivos que son fundamentales para el país, si es que alguna vez ha de romper el ciclo histórico de populismo fracasado, crisis, autoritarismo y crisis nuevamente–. Es importante notar, sin embargo, que desde 1990 se han dado también algunos éxitos de política significativos. Durante la década de 1990, los hacedores de política han avanzado de manera considerable en el logro de una estabilidad financiera general y el fortalecimiento de las políticas orien- tadas al mercado. Desde el año 2000 en adelante, se realizaron importantes avances en las áreas de descentralización política, así como también en la protección de los derechos humanos y las libertades civiles. Si bien nosotros analizamos por qué algunas políticas específicas han tenido éxito o han fracasado, nuestra preocupación principal aquí es por qué el patrón general de elaboración de políticas permanece tan errático y cortoplacista. 2. Las políticas públicas en el Perú: características y casos Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 34 Para este propósito, identificamos ciertas características generales de las políticas públicas a lo largo del tiempo, que constituyen el núcleo de esta sección. Dicho en términos generales, las políticas públicas han sido elabo- radas de manera arbitraria, han sido volátiles, y tienden a ser fácilmente revertidas. También tienden a ser de baja calidad y se hacen cumplir débil- mente. Esta es, por cierto, una generalización, una preocupante, que re- quiere de mayor definición y elaboración. 2.1 Discusión teórica En primer lugar, siguiendo a Pritchett (2004), definimos una políticapolíticapolíticapolíticapolítica (policy) como una función condicional desde las interacciones políticas y económicas hacia una acción concreta. Una acción políticaacción políticaacción políticaacción políticaacción política (policy action), por tanto, es el resultado específico de la aplicación de dicha función, y, a su vez, un resultado de políticaresultado de políticaresultado de políticaresultado de políticaresultado de política (policy outcome) es la consecuencia (intencional o de otro tipo) de la aplicación de una acción política específica dentro de un contexto particular del mundo real. Dada esta definición de una política como una función condicional, es importante resaltar que no todos los cambios en las acciones políticas realizadas requieren ser interpretados como volátiles. Si observamos una acción política diferente debido a un cambio en el estado del mundo, estamos observando una política flexible1. Por ejemplo, en el gráfico 2.1 tenemos S1→a3 y S2→a4 con la misma política C. Sin embargo, cuando se dan cambios en una acción política en ausencia de cambios en las cir- cunstancias subyacentes, nosotros identificaríamos esto como un giro de política volátil. Tal volatilidad política es mostrada en el paso de a3 a a2, donde S1 permanece constante pero la política actual cambia de C a B. Bajo esta configuración, definimos una política inflexible como política A, la cual permanece en a1 independientemente del estado del mundo rele- vante. Por contraposición, podemos decir que una política es fácilmente reversible si tiende a cambiar de la política A a B y a C, o al revés. 1. Esta distinción entre políticas volátiles y flexibles fue también enfatizada en una comunicación personal con John Carey, quien nos brindó aportes valiosos para el análisis de este caso. 35 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn En la mayoría de los casos observados aquí, no estaremos en condiciones de observar la función de políticas en un campo temático dado, sino más bien las acciones políticas. Al proceder así, tendremos en cuenta estas definiciones y haremos uso de la información provista al discutir las características de las políticas públicas que surgen del proceso de elabo- ración de políticas (PEP) en el Perú. 2.2 Principales características (a) Arbitrarias, volátiles y fácilmente reversibles La elaboración de políticas en el Perú parece ser, sobre todo, un proceso arbitrario, determinado por la voluntad y preferencias del gobierno de turno o por líderes individuales, y fácilmente reversible en un corto período de tiempo. Esto genera un alto nivel de incertidumbre, lo que inhibe las inversiones de largo plazo y erosiona la confianza pública. Tal como se señaló antes, la volatilidad involucra la incapacidad de articu- lar y de ceñirse a metas centrales. Como tal, es un anatema para cualquier Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 36 sistema político. La reversibilidad es la probabilidad de observar un cam- bio en la dirección de una política. Cuanto más alta es la volatilidad, más fluctuante e impredecible es la política. La elaboración de políticas en el Perú tiende a seguir este último camino, puesto que tanto las metas centra- les como los medios para alcanzarlas son frecuentemente puestos en cues- tión. Por razones que analizaremos más adelante, las decisiones de política bajo regímenes democráticos o autoritarios han sido, en su mayor parte, impredecibles, y han estado sujetas a reversiones no previstas. Estas características se reflejan más notoriamente a nivel macroeconómico. Basándonos en información de Spiller, Stein y Tommasi (2003), el Perú se encuentra en el grupo de ingreso medio, con un PBI per cápita anual de cerca de US$ 2.000, pero es caracterizado también como una de las economías más volátiles de América Latina en términos de la fluctuación de las tasas del PBI (véase el cuadro 2.1), y por sus tasas de inflación históricamente altas2. 2. La tasa de inflación promedio en el Perú entre 1980 y el 2001 fue de 586,2 por ciento, mientras que el promedio de los países latinoamericanos en el mismo período fue de 203,9 por ciento. Véase la base de datos de Eclac. Argentina 5,6 5,5 Bolivia 2,9 1,0 Brasil 4,6 3,0 Chile 6,4 3,5 Colombia 1,5 3,3 Costa Rica 4,5 2,4 Ecuador 4,5 3,4 El Salvador 5,7 1,9 Guatemala 2,7 0,8 Honduras 2,5 2,5 Haití 2,9 6,4 México 4,4 3,6 Nicaragua 5,4 2,3 Panamá 6,5 2,6 Cuadro 2.1 Volatilidad enAmérica Latina Desviaciones estándar de la tasa de crecimiento por década País 1980 1990 (continúa) 37 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn Esta volatilidad es usualmente atribuida al hecho de que el Perú es una pequeña economía abierta que ha estado expuesta a shocks externos frecuentes y sustanciales; en efecto, la evidencia (véase el gráfico 2.2) muestra que el Perú tiene el PBI más volátil de la región, y que se en- cuentra entre los grupos de países para los cuales la volatilidad del PBI no podría ser explicada solo por los términos de intercambio volátiles (condicionados por la apertura). PerúPerúPerúPerúPerú 8,48,48,48,48,4 5,25,25,25,25,2 Paraguay 5,3 1,5 República Dominicana 2,7 4,4 Uruguay 6,6 2,8 Venezuela 4,8 5,0 Promedio no ponderado 4,7 3,3 Promedio ponderado 4,6 3,5 Mediana global 4,6 3,0 Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo y Banco Mundial (2002). (continuación) Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 38 Una posible explicación de esta volatilidad residual podría ser atribuida al desempeño de las instituciones políticas y a los procesos de toma de decisiones. Otro indicador de la volatilidad del Perú es el constante cam- bio en las clasificaciones del índice de libertad económica del Instituto Fraser. Según este índice, el Perú pasó de ocupar el puesto 43º en 1970 al 109º en 1985, y nuevamente al 41º en el 2000 (véase el gráfico 2.3)3. Es claro, estos tipos de oscilaciones políticas tienen un costo para la capacidad del país de sostener el crecimiento económico y, en especial, en las percepciones y prácticas de los actores económicos privados. En el gráfico 2.4, por ejemplo, mostramos cómo los inversionistas interna- cionales perciben correctamente que estos vaivenes traen como resulta- do que el costo de hacer negocios en el Perú sea especialmente alto. 3. Véase el reciente «Economic Freedom of the World 2004 Annual Report», disponible en la página web <http: //www.freetheworld.com>. 39 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn (b) Baja calidad, ineficiente e ineficaz El resultado de una acción política particular está determinado tanto por la calidad de la formulación de la política como por la manera en que es aplicada. En el caso peruano, los resultados tienden a ser políticas de baja calidad que son mejor descritas como ineficaces. Con demasiada frecuencia, y en la mayoría (si bien no todos) de los sectores, los objeti- vos de las políticas públicas son alcanzados solo de manera parcial, in- cluso cuando existe un amplio consenso entre las diferentes partes inte- resadas. Más aún, en diversos sectores encontramos que las políticas son aplicadas de una manera ineficiente, tanto en términos de cobertura como de uso de recursos. Algunos de los ejemplos más serios de esta tendencia se dan en el área de servicios básicos, incluidos la política educativa y los programas de nu- Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 40 trición y de lucha contra la pobreza. Estudios recientes muestran, por ejemplo, que en el Perú menos de treinta centavos de cada dólar presu- puestado para los programas sociales llegan a las poblaciones objetivo4. Un caso específico es el programa del Vaso de Leche, creado en 1985, el cual es financiado por el gobierno central y administrado por los go- biernos locales. Al ser un esfuerzo de apoyo alimentario directo, dirigi- do a los niños extremadamente pobres y a las madres lactantes, este programa es uno de los más importantes en el sector social en términos de su alcance, requerimientos presupuestarios, y consecuencias políticas y sociales. No obstante, estudios recientes muestran que el 71 por ciento de las más de 6 millones de personas que pertenecen a la población objetivo no está cubierto, y que un 42 por ciento de quienes reciben el «Vaso de Leche» no pertenece a la población objetivo. Problemas simila- res, de filtración a beneficiarios no focalizados y falta de cobertura para los más necesitados, se dan en el caso de los comedores populares5. Estos resultados reflejan las fallas más amplias de las prestaciones de servicios sociales en el Perú, las cuales son obstaculizadas por una au- sencia de objetivos claros y por la dispersión de responsabilidades entre quienes están a cargo. Con una considerable duplicidad en la aplicación de programas a través de los sectores y ámbitos de gobierno, y con una baja capacidad para evaluar y reformar las políticas cuando es necesario, sería difícil exagerar las debilidades inherentes a la política social del Perú. Una mejor comprensión de este círculo vicioso se halla en un aná- lisis de los incentivos que movilizan el PEP, que serán discutidos en la sección 3. Otros ejemplos de políticas de baja calidad se encuentran en la esfera educativa6. Si observamos las tasas de matrícula, vemos que el Perú se ubica en segundo lugar en América Latina, después de Uruguay. Sin 4. Véase Banco Interamericano de Desarrollo y Banco Mundial (2002: 62). 5. Para más detalles, véase Vásquez (2003). El control y el financiamiento de estos programas están programados para ser transferidos a los nuevos gobiernos regionales en el 2004. 6. Para una exhaustiva discusión acerca de las políticas educativas en el Perú, véanse Wu et al. (2000) y Banco Mundial (1999). 41 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn embargo, cuando se toma en consideración otros indicadores de la cali- dad de la educación pública, el Perú se ubica mucho más abajo. Una razón principal de esta situación es que el Perú gasta muy poco de su presupuesto en educación (cerca del 2,4 por ciento del PBI frente a 4,5 por ciento en el resto de América Latina), y lo que gasta se hace sin establecer prioridades claras para la distribución ni mecanismos de ren- dición de cuentas7. Como consecuencia, si bien las tasas de matrícula pueden estar marchando a un ritmo respetable, las tasas de repetición y de deserción son relativamente altas8, los niveles de comprensión estándar y de desempeño académico son muy bajos9, y el analfabetismo funcional mantiene su prevalencia a pesar del acceso generalizado a las escuelas públicas10. (c) Debilidad para hacer cumplir las políticas Tal como Grindle y Thomas (1991) han señalado acertadamente, la apli-apli-apli-apli-apli- cacióncacióncacióncacióncación de políticas es un proceso tan interactivo y dinámico como la propia acción inicial de elaboración de políticas. Una de las característi- cas más sorprendentes del caso peruano, sin embargo, es la limitada capacidad de todas las ramas del gobierno para poner en práctica las decisiones de política y para conferirles los mecanismos adecuados de evaluación y supervisión. Esto es evidente en el área del cumplimiento de contratos, por ejemplo, puesto que se requieren 441 días para hacer cumplir uno, independientemente de la participación del Poder Judicial, según un informe reciente del Banco Mundial (2004). En este informe, el Perú se ubicó en el puesto 105º entre 127 países de esta lista. 7. Por ejemplo, el gasto per cápita en la educación terciara equivale a seis veces el gasto en la educación primaria. Véase Wu et al. (2000). 8. De acuerdo con un estudio del Banco Mundial de 1999, solo 40 por ciento de los estudiantes terminó la escuela primaria sin repetir un año, y el 43 por ciento de los estudiantes de secundaria se retiraron. 9. En pruebas estandarizadas de lenguaje y matemática aplicadas en el 2000, el Perú se ubicó entre los últimos tres en comparación con el resto de países latinoamericanos. Véase Willms y Somers (2000). 10. Ha disminuido de 10,6 a 9,5 por ciento entre la población de quince años y mayor en el período 1999- 2002. Véanse los Indicadores de Desarrollo Mundial del Banco Mundial, disponibles en la página web <http://www.worldbank.org>. Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 42 Otras dos esferas de actividad en las que es notoria la débil capacidad para hacer cumplir la ley, son las políticas tributarias y laborales. En amboscasos, algunos consideran que las políticas oficiales son muy costosas para poder ser cumplidas, mientras que la capacidad del Esta- do para hacerlas cumplir de manera consistente y amplia ha sido limi- tada. Los incentivos son tales que a lo largo del tiempo han existido altos niveles de evasión tributaria y bajos niveles de cumplimiento de las normas laborales con relación a cuestiones tan básicas como el sueldo mínimo, la regulación de las horas de trabajo, el pago de cesan- tía y la provisión de un plan de jubilación. Por ejemplo, los empleadores del sector privado se quejan acerca de las contribuciones obligatorias de cesantía requeridas por ley (en ausencia de un plan nacional de seguro por desempleo), y si bien un tercio de los trabajadores ubicados en el sector privado formal tienen derecho a este beneficio, los estudios indi- can que menos del cuatro por ciento de quienes son despedidos lo reci- ben en la práctica11. Este bajo cumplimiento de las políticas establecidas también se debe a la falta de mecanismos de supervisión eficientes, incluido un sistema confiable de incentivos y sanciones. Por tanto, el cumplimiento es bajo, aun cuando no se perciba que las políticas sean muy costosas. Esta defi- ciencia es endémica a través de toda la burocracia estatal, incluyendo los ministerios de línea responsables de un determinado sector, las agencias reguladoras autónomas relevantes, la autoridad tributaria y el Poder Ju- dicial. Un ejemplo lo da el sistema privado de pensiones, donde las regu- laciones establecidas a inicios de la década de 1990 permiten que las empresas inscriban a sus trabajadores en el régimen de administración privada de pensiones (AFP), y que depositen un pago mensual corres- pondiente a favor del trabajador en su cuenta de pensión individual, en lugar de utilizar el sistema público de pensiones. Sin embargo, más de la mitad de las empresas peruanas formalmente registradas no realizan sus contribuciones legalmente obligatorias, y tampoco las AFP ni los traba- 11. Véase el cuadro 5 en MacIsaac y Rama (2001). Es importante notar que no todas las personas que pierden sus puestos de trabajo tienen derecho a recibir este beneficio. 43 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn jadores tienen el poder para hacer cumplir las obligaciones de las firmas negligentes. Las autoridades estatales no han encontrado una forma más eficiente de hacer cumplir los pagos que mediante los juzgados regula- res, los cuales, como veremos más adelante, se encuentran entre las ins- tituciones más ineficientes del país. En cualquier caso, los ejemplos antes mencionados sugieren cómo es que esta debilidad para hacer cumplir las decisiones y reglamentos de política puede desencadenar un círculo vicioso. Tanto el pobre diseño de políticas como la baja exigencia de su cumplimiento alientan una conducta evasiva, la que a su vez conduce a la expansión de una in- mensa economía informal como la fuente principal de creación de nue- vo empleo en este país –un sector que, por definición, perpetúa la violación de las obligaciones legales básicas tanto con los trabajadores como con el Estado–. 2.3 ¿Escapando de la maldición o adaptándose a ella? Tal como hemos señalado antes, en algunas áreas clave se han dado esfuerzos significativos para reducir el rango de posibles vaivenes de la política, y también para mejorar la calidad y la eficacia de los resultados de políticas. Un ejemplo de aquello es la política cambiaria. En las cinco décadas pasadas, el Perú osciló entre sistemas de tasa de cambio flexible y de tasa fija, y todas las posibles opciones intermedias, y entre un mer- cado de tasa de cambio unificado y un sistema de tasa de cambio múlti- ple (con diecisiete tasas de cambio diferentes). Sorprendentemente, en medio de la peor inflación que se haya visto (1990), el Perú optó por un régimen de tasa de cambio flotante que ha sobrevivido hasta ahora a pesar de una serie de shocks externos y regímenes políticos. Y, lo que es más importante, el viejo debate sobre la necesidad de emplear esta polí- tica como un instrumento clave para impulsar el desarrollo, práctica- mente ha desaparecido. Casi no existe ningún agente en el juego político que proponga cambios sobre esta decisión. Tal resultado se debe a una combinación de opciones estratégicas; lo primero, y lo más importante, fue el otorgamiento de independencia política al Banco Central; lo se- Los desafíos del policymaking en el Perú: actores, instituciones y reglas de juego 44 gundo, el hecho de que todos los agentes llegaran a comprender que existen otras formas para mejorar su protección efectiva sin intervenir con la tasa de cambio. En este tipo de contexto político, sin embargo, algunos actores preferi- rán intentar reducir la incertidumbre de los vaivenes arbitrarios de polí- tica recurriendo a mecanismos para bloquear todas las rutas de cambio de política. Un ejemplo de tal mecanismo lo dan los contratos de estabi- lidad tributaria que algunas grandes empresas suscribieron con el go- bierno de Fujimori durante la década de 1990. Obviamente, estos actores percibieron los cambios en los códigos tributarios como una fuente de potencial interferencia en su flujo de caja, mientras que tales contratos les garantizaban que futuros cambios tributarios no serían aplicados a sus empresas12. Durante la década de 1990, la mayor parte de la inver- sión extranjera directa que entró al Perú gozó de tales contratos de esta- bilidad, incluidos los intereses multinacionales en minería y telecomuni- caciones13. Sin embargo, en el contexto más competitivo post-Fujimori, existen numerosos políticos que intentan no solo evitar la renovación de tales contratos sino que también cuestionan su validez. Este ejemplo apunta a la cuestión más amplia de la volatilidad observada frente a la latente, que discutimos con más detalle en nuestro ejemplo de políticas acerca de las pensiones (véase el apéndice 1). Desde nuestro punto de vista, la presencia de una toma de decisiones arbitraria no siempre conduce a una volatilidad observada o a una reversión de polí- ticas, sino más bien a una volatilidad latente, una situación en la que la mayoría de actores se comportase comportase comportase comportase comporta como si las políticas fuesen volátiles y 12. Por lo mismo, la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep), la máxima asociación de las principales empresas peruanas, fue el grupo más interesado en promover el Acuerdo Nacional como un factor disuasivo frente a las oscilaciones de política. Sus afiliados esperaban utilizar el Acuerdo como un instrumento para bloquear posibles iniciativas congresales que condujesen a mayores oscilaciones de política. 13. Durante la década de 1990, se firmaron más de quinientos «convenios de estabilidad». Para más detalles, véase la página web de Proinversión: <http://www.proinversion.gob.pe>. Tales convenios fueron seriamente cuestionados en el período post-Fujimori, lo que explica el número relativamente pequeño de nuevos convenios firmados luego del año 2000. 45 Eduardo Morón y Cynthia Sanborn reversibles. En tales escenarios, resulta óptimo contar con un mecanismo que reduzca el nivel de incertidumbre sobre dicha política. Existen otros ejemplos en los que las políticas han sido diseñadas o aplicadas para evitar la ineficiencia o el bajo cumplimiento. Un ejem- plo es el reciente empleo de las capacidades del sector privado para mejorar la recaudación tributaria. Mientras que el impuesto general a las ventas (IGV) debería producir el nueve por ciento del PBI, en la actualidad solo da cuenta del seis por ciento, y la diferencia se debe básicamente a la magnitud de la evasión tributaria. En los últimos dos años, la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (Sunat), la agencia encargada de la recaudación de impuestos, ha delegado en las grandes firmas del sector privado el papel de recaudación tributaria, obligándolas a retener impuestos a sus proveedores y sometiéndolas a multas si cometen errores.
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