Logo Studenta

Kriz, J Corrientes fundamentales en psicoterapias Cap 17 Apartados 17 1, 17 2 y 17 3

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

CORRIENTES FUNDAMENTALES
EN PSICOTERAPIA
Jürgen Kriz
Amorrortu editores Buenos Aires
Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis, Jorge Colapinto y David Maldavsky
Grundkonzeple der Psychoterapie, Jürgen Kriz © Psychologie Verlags Union, GmbH, 
1985
Traducción, José Luis Etcheverry
Unica edición en castellano autorizada por Psychologie Verlags Union, GmbH, Munich (Alemania 
Federal), y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723.© 
Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7° Piso, 
Buenos Aires.
La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico o 
electrónico, incluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de 
información, nó autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser 
previamente solicitada.
Industria argentina. Made in Argentina
ISBN 950-518-510-3
ISBN 3-541-14171-9, Munich, edición original
Impreso en los talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en junio de 1990.
Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.
A mi madre, que sola crió tres hijos en los tiempos difíciles de la posguerra; con agradecimiento y afecto.
17. Terapia individual sistémica: 
comunicación y paradoja
Una «terapia individual sistémica»» en el sentido estricto del concepto sería aquella en que un terapeuta se tratara 
a sí mismo tomando en cuenta aspectos sistémicos -lo cual en principio es posible, p.ej., podría intentar curarse el 
insomnio por medio de una auto intervención paradójica-, pero no es lo que queremos decir aquí. «Terapia 
individual» es más bien un concepto tomado de la psicoterapia usual, en que un terapeuta trabaja con un cliente 
individual. Vale la pena señalar que este concepto parece indicar que no siempre se da por evidente la 
participación de dos personas, cliente y terapeuta, y que la dinámica del trabajo terapéutico está presidida por gin 
sistema complejo de comunicaciones (incluido el «diálogo interior» en la forma de expectativas, 
autodefiniciones, etc.) y de relaciones.
En 1967 apareció un libro muy conocido en que tres autores del grupo de Palo Alto, Watzlawick, Beavin y 
Jackson expusieron resumidamente sus experiencias y concepciones teóricas sobre la pragmática de la 
comunicación humana (una edición revisada en lengua alemana apareció en 1969). El concepto de «pragmática» 
se centra, dentro de la semiótica -la ciencia de los signos (texto clásico: Morris, 1938)-, en la aplicación y el 
efecto de los signos (p.ej., el lenguaje) en orden a la comunicación. A diferencia del aspecto «sintáctico», que 
tematiza la relación de los signos entre sí (p.ej., la gramática), y del aspecto «semántico», que considera la 
relación de los signos con los «objetos» (en el sentido amplio) designados, el aspecto «pragmático» trata de los 
signos en su relación con sus usuarios (cf. también Kriz, 1982, 1985; Lisch y Kriz, 1978; Kanngiesser y Kriz, 
1983).
.Comunicación» denota, en este contexto, toda conducta dentro de una situación interhumana (fenómenos de 
«comunicación de masas, como la prensa, la televisión, etc., no se tratan en ese libro); por lo tanto, no se refiere 
únicamente a las palabras sino que incluye todos los aspectos «paralingüísticos»» (tono de voz, acento, 
modulación, velocidad, pausas, risas, etc.), la mímica, los gestos, la postura corporal, etc. Ahora bien, la 
comunicación misma puede ser tomada como asunto de la comunicación, p.ej., a la pregunta (comunicación) 
«¿qué hora es'?» se puede responder «¿por qué lo preguntas?»» o «¿no puedes dejar de hacerme preguntas 
continuamente'?>,. A esta comunicación sobre la comunicación se la llama «metacomunicación»; desde luego 
que es posible comunicar también acerca de la metacomunicación, lo que sería una metametacomunicación (p.ej., 
si la primera persona replicara «me disgusta que respondas a mis preguntas con otras preguntas»). En teoría, para 
cualquier nivel E se puede generar un nivel E' superior si los procesos de comunicación de E se toman como 
asunto de la comunicación.
Ahora bien, Watzlawick et al,. elaboraron algunas propiedades fundamentales (pragmáticas) de la comunicación 
humana, que ellos definieron en la forma de los cinco «axiomas» que a continuación expondremos. Según ellos 
mismos lo entienden, se trata de formulaciones provisionales que no pretenden ser completas. Estos axiomas 
(aun formulados con posterioridad) constituyen por así decir la base de la «teoría del doble vínculo» que explica 
la esquizofrenia como una perturbación de la comunicación (véase infra, cf. también el capítulo 19, 5), dada a 
conocer por Bateson, Jackson, Haley y Weakland en 1956. De esta teoría del «doble vínculo» -y, en relación con 
ella, del análisis de la comunicación paradójica y perturbada- se siguen estrategias para una terapia sistémica. En 
lo que sigue esbozamos sus aspectos esenciales.
17.1 Axiomas pragmáticos y perturbaciones de la comunicación
 Axioma 1: Es imposible no comunicar.
Este axioma resulta de la definición anterior según la cual toda conducta dentro de una situación interhumana es 
comunicación. Pero «conducta» no tiene opuesto porque aun «quedarse como muerto» es conducta. Guardar 
silencio ante una pregunta puede ser muy elocuente: puede significar diversas cosas, pero es imposible que no 
signifique nada.
Perturbaciones de la comunicación, tematizadas por medio de este axioma, se encuentran sobre todo en el terreno 
de la esquizofrenia: muchos autores (p.ej., Bateson et al., 1956; Haley, 1978, primera edición norteamericana, 
1963; Laing, 1977, primera edición inglesa, 1961) coinciden con Watzlawick et al. en que el esquizofrénico se 
comporta como si intentara no comunicar (véase infra, para más precisiones). Para sustraernos de una situación 
apremiante en que otro procura interrogarnos o reinterpretar nuestros propios enunciados, no tenemos más salida 
que alejarnos, declarar de manera explícita que no queremos seguir hablando, desvalorizar los enunciados (p.ej., 
producir deliberadamente oscuridades, malentendidos, contradicciones, etc.) o generar síntomas (no entender, 
síntomas psicóticos, etcétera).
Axioma 2: Toda comunicación presenta un aspecto de contenido y uno relacional de tal manera que el segundo 
comanda al primero y por eso es una metaccrnzunicación.
El lenguaje no comunica sólo estados de cosas sino que es por excelencia creador de relaciones. Así, la oración 
«¿Tienes tú automóvil?», según se la acentúe y según el contexto, puede significar cosas muy diferentes, p.ej., 
recalcar «tú» tal vez dé a entender que uno no lo habría creído del otro. Los enunciados nunca son enteramente 
unívocos. Ya por el hecho de que todo enunciado se puede entender en sentido irónico (y por lo tanto puede 
significar su contrario), la diferencia entre «se entiende así» y «no se entiende así» sólo se puede establecer en un 
nivel metacomunicativo. Schulz von Thun (1981) indica, basándose en Bühler (1934), que en toda 
comunicación, además de los aspectos «contenido objetivo» y «contexto» se pueden considerar también otros 
dos: «autorrevelación del emisor» y «apelación al receptor». Si, p.ej., uno de los asistentes a un seminario, dice 
«el aire aquí es irrespirable», en el aspecto contextual esto suena a «¡qué pretende usted de nosotros!»; como 
autorrevelación se entendería «ya no puedo mantener la atención» y como apelación «¡abramos la ventana y 
hagamos una pausa!». Watzlawick et al, sin embargo, no toman estos dos últimos aspectos en la práctica, porque 
-afirman- no les interesan los motivos (íntimos) sino que se ocupan sólo de la conducta (observable).
Perturbaciones de la comunicación en orden a este axioma se producen a menudo como contaminación delos 
niveles contextual y del contenido. Para sobrellevar una controversia sobre una cuestión objetiva, p.ej., es preciso 
estar de acuerdo en el nivel contextual, o sea que uno tiene que estar de acuerdo en estar en desacuerdo. Si una de 
las partes o las dos cuestionan esto, el resultado puede ser una gran confusión. Otras perturbaciones se generan 
cuando los comunicadores no se confirman entre sí las definiciones contextuales que van implícitas en cada 
enunciado, sino que atribuyen al otro, p.ej., motivos diferentes. Laing, Phillipson y Lee (1971), que se ocuparon 
en detalle del aspecto «percepción interpersonal, han construido para explicarlo el siguiente ejemplo que pone en 
evidencia la complejidad de las estructuras de expectativa e interpretación recíproca: «Un hombre siente que su 
esposa no lo comprende. ¿Qué significa esto? Tal vez que él piensa. . . que ella piensa que él es cruel, cuando 
sólo pretende mostrarse firme, o que es egoísta, cuando en definitiva es que no quiere ser explotado como un 
individuo débil. Tal vez su esposa perciba que él piensa que ella piensa que él es egoísta, cuando todo lo que ella 
querría es moverlo a ser un poquito menos reservado. Posiblemente ella piensa que él piensa que ella piensa que 
él es cruel, porque ella percibe que él recibe siempre como un reproche todo lo que ella dice. . . >, (bid., pág. 37).
Axioma 3: La índole de un contexto está condicionada por las puntuaciones que introduce el participante.
El tiempo es un fenómeno en continuo fluir; para cada situación, permite descubrir una precedente y otra 
consecuente. Según el axioma 1, en toda situación producen conductas los dos participantes. Por eso para una 
conducta a de A se puede descubrir una conducta b de B que la precede (y a la inversa). Se introduce una 
puntuación cuando esta serie infinita de conductas es descompuesta en partes y es, así, estructurada de un modo 
determinado. La «secuencia» . . . a-b-a-b-a-b-a. . . se puede articular en . . . a-b/a-b/a-b/a. . . , pero también en . . . 
a/b-a/b-a/b-a/. . . Esto adquiere especial interés cuando estas articulaciones son objeto de interpretación causal: 
en la primera puntuación, b aparece causado por a, y en la segunda, a causado por b. Watzlawick et al. eligen 
como ejemplo de a el refunfuño de una esposa A, mientras que b es el retraimiento de su marido B. A explica a 
como reacción a b, y B explica b como reacción a a.
Perturbaciones de la comunicación referidas a este axioma se esquematizaron ya en el ejemplo anterior. Además 
de la divergencia en la interpretación causal existe otro fenómeno que puede dar lugar a perturbaciones, «la 
profecía que crea las bases para su propio cumplimiento». Si, p.ej., alguien cree que otros le tienen encono, los 
tratará con tanta prevención y desconfianza que estos se comportarán de manera «sospechosa», y la persona lo 
tomará como confirmación de su conjetura, etcétera.
 Axioma 4: La comunicación humana se vale de modalidades digitales y analógicas. Las comunicaciones 
digitales tienen una sintaxis lógica compleja y variada pero una semántica insuficiente en el terreno de lo 
contextual. Las comunicaciones analógicas, por el contrario, poseen este potencial semántico, pero carecen de 
la sintaxis lógica requerida para una comunicación unívoca.
 Por «digital» se entiende la coordinación artificial, aprendida por convención, de signos y contenidos, p.ej., la 
secuencia de signos g-a-t-o para el animal gato. En cambio, es «analógica» la
coordinación cuando existe una «relación de semejanza básica» entre el contenido y el signo (distintivo), p.ej., 
entre la imagen de un gato y el animal gato. Por referencia al axioma 2, los autores señalan que el aspecto de 
contenido de una comunicación se trasmite prevalentemente por vía digital (p.ej., en forma de palabras), mientras 
que el aspecto contextual lo hace por vía analógica (p.ej., por medio de mímica, gestos, tono de la voz, etc.). Con 
palabras se puede argumentar de manera bien precisa, p.ej., que uno ama a su compañera y las razones que lo 
mueven a ello; para el contexto, para la relación, es mucho más simple y claro tomarla entre los brazos. En 
cambio, por medio de mímica, gestos, etc., es asaz difícil comunicar que de Hamburgo a Osnabrück hay 90 km 
más que de Hamburgo a Hannover.
 Esta distinción en modalidades analógicas y digitales se puede poner en relación con las capacidades salientes 
de los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo, pero además recuerda a la diferenciación de Alfred 
Adler entre sistema relacional primario y secundario (cf. el capítulo 3).
 Perturbaciones de la comunicación referidas a estas modalidades digital/analógica responden con frecuencia a 
los ya esbozados problemas de la plurivocidad y la dificultad de traducción. En un trabajo sobre perturbaciones 
de la comunicación, Bateson y Jackson (1964) formulan incluso la hipótesis de que los síntomas histéricos serían 
una retraducción de material digital en analógico, p.ej., un dolor de cabeza que se adujo verbalmente para librarse 
de un requerimiento, pasa a ser después una realidad subjetiva y se produce en efecto. La particular problemática 
que es consecuencia de una contradicción entre aspectos analógicos y digitales se volverá a considerar más 
adelante, a raíz de la teoría del «doble vínculo».
 Axioma 5: Los decursos de la comunicación interhumana son simétricos o bien son complementarios, según 
que la relación entre los participantes se base en una igualdad o en una diferencia.
 Este axioma se inspira en las observaciones de la conducta que Bateson había hecho ya en 1935 entre los 
yatmul (cazadores de cabezas de Nueva Guinea) y que había descrito con el concepto de cismogénesis; cuando B 
«reacciona» con b ante a, y A reacciona con a ante b (cf. el axioma 3), se pueden distinguir dos formas siguiendo 
las cuales a y b se acrecientan cada vez más: si a y b son iguales (p.ej., desafiar o pelear), la conducta se 
acrecienta de manera simétrica (el desafío es «respondido» con más desafío, y este con un desafío aún mayor, 
etc.); si a y b son diferentes y se complementan entre sí (p.ej., a: dominación; b: sumisión; o bien a: estar 
desvalido; b: asistir), esta conducta complementaria de igual manera se acrecienta en reciprocidad (p.ej., la 
asistencia puede volver al otro todavía más desvalido y «requerir» más asistencia, etc.). En ambos casos, los dos 
participantes, sobre la base de una interacción diferenciada, perciben su conducta como una «reacción necesaria» 
ante la conducta del otro.
 Las perturbaciones en estas interacciones simétricas y complementarias provienen sobre todo de una opción 
rígida, excluyente, entre una de las dos posibilidades, mientras que si la relación de ambos participantes es buena, 
aquellas dos formas concurren y se pueden intercambiar de una manera enteramente flexible, aspecto este que 
elucidaremos con más precisión en el capítulo sobre la terapia de pareja en conexión con el concepto de colusión.
17.2 Conceptos y aspectos de la comunicación desde el punto de vista sistémico
 En el capítulo anterior ya introdujimos y consideramos algunos conceptos en conexión con sistemas. 
Señalamos allí que un sistema consiste en una colección de elementos y en relaciones definidas sobre esta 
colección. Y apuntamos en son de crítica que en los abordajes de terapia sistémica muchos conceptos provienen 
de otros dominios de la ciencia, en particular de la teoría general de sistemas (se considera fundador a Ludwig 
von Bertalanffy), la cibernética (Norbert Wiener), la teoría de la información (Claude Shannon), trasformados y 
redefinidos para su aplicación, de manera más metafórica que precisa, con arreglo a las síntesis conceptuales del 
antropólogo cultural Gregory Bateson. En lo que sigue, sin más cuestionamientos, elucidamos algunos conceptos 
centrales que tienen importancia tanto en el abordajede teoría de la comunicación de Watzlawick et al. como en 
los demás abordajes de la terapia sistémica.
a) Realimentación y regulación
 Ya hemos considerado en particular el aspecto de la circularidad o realimentación («feedback»): el influjo de 
un elemento, A, sobre otros, B, C, etc., revierte sobre A (con una demora en el tiempo). En la cibernética se 
distingue entre realimentación positiva y negativa: en la realimentación positiva, la desviación respecto de un 
«valor normal» conduce a una desviación más grande, y a su vez esta a una todavía mayor, etc.; el sistema, por 
así decir, explota. En cambio, en la realimentación negativa esa misma desviación se corrige por la activación de 
mecanismos que operan en el sentido contrario y reconducen el sistema a su estado inicial. Por lo tanto, un 
sistema con realimentación negativa muestra una considerable estabilidad.
b) Sistemas cerrados y abiertos
 En los sistemas cerrados sólo existen relaciones entre los elementos del propio sistema. En los abiertos, en 
cambio, existen además relaciones entre elementos del sistema (al menos algunos de ellos) y otros elementos que 
no pertenecen al sistema (el «medio»; señalemos aquí que conceptos como «existen» o «pertenecen» se deben 
entender siempre en relación con un sujeto de conocimiento, y que lo mismo vale para el deslinde entre sistema y 
medio). Los sistemas vivos son por principio abiertos porque intercambian con el medio materias, energía o 
información.
c) Homeostasis, calibración, función de los niveles
Durante mucho tiempo, el aspecto de la realimentación negativa fue casi el único considerado, o sea que los 
sistemas se abordaron desde el punto de vista del modo en que se regulaban a sí mismos, es decir, permanecían 
estables frente a la variación de las condiciones del ambiente y se ajustaban a un determinado equilibrio. En lugar 
de «equilibrio» o de «estabilidad» se habla también de «homeostasis» (o de «morfostasis» cuando se escoge la 
perspectiva según la cual un sistema mantiene su estructura en medio de la variación de las condiciones del 
ambiente).
Haley (según Hoffmann, 1982, pág. 17) da un buen ejemplo de homeostasis: «Supongamos que las personas en 
las condiciones existentes funcionen como "reguladores" dentro de su relación recíproca y supongamos además 
que la función del regulador sea mantener los cambios en un mínimo; de ello se seguirá el primer axioma de las 
relaciones humanas: cuando una persona manifieste un cambio en su relación con otra, esta se comportará de 
manera que ese cambio resulte el mínimo y el más moderado posible».
En época más reciente, empero, se ha producido un notable giro en la consideración de los sistemas; interesan 
menos los procesos estáticos que los evolutivos, es decir, no importa tanto la manera en que un sistema se 
mantiene en equilibrio cuanto su desarrollo. A la morfostasis, la estabilidad dentro de un ambiente que varía, se 
contrapone la morfogénesis, el cambio estructural que se vuelve necesario ante modificaciones demasiado 
grandes del ambiente. Estos procesos se suelen consumar por saltos discontinuos cuyo resultado no se puede 
prever con exactitud. Tras uno de estos saltos (que se podría describir formalmente por medio de la teoría de las 
catástrofes), el sistema reencuentra un equilibrio, o sea que durante el salto fue necesaria una realimentación 
positiva, pero ahora se restablece una realimentación negativa. A manera de ejemplo pensemos en un grifo que se 
abra lentamente: al comienzo el chorro es parejo; después, a partir de un determinado volumen del agua que 
fluye por unidad de tiempo, adopta una determinada forma desigual, que finalmente se vuelve a estabilizar; si el 
grifo se sigue abriendo, se alcanzará un nivel superior en que la forma de repente se modifique, etc. Se dice que 
el sistema «se calibra» en otro «nivel», o sea que el sistema es apartado del equilibrio hasta el punto en que en 
otra forma tiene que encontrar una nueva estructura de equilibrio, que se mantiene (al comienzo) estable.
17.3 Paradojas comunicativas y «doble vínculo»
«Una paradoja se puede definir como una contradicción que deriva de una deducción consecuente a partir de 
premisas exentas de contradicción» (Watzlawick et al., 1969, pág. 171). En la filosofía se conocen muchas de 
estas paradojas que se presentan en el dominio lógico-matemático o de las definiciones (p.ej., «la clase de todas 
las clases que no se contienen a sí mismas como elemento», o «el barbero que afeita a todos los hombres que no 
se afeitan a sí mismos, exclusivamente»). Estas paradojas no tienen importancia práctica en la vida cotidiana.
En cambio, en la vida cotidiana se pueden dar indicaciones que sean paradójicas, es decir, insostenibles 
lógicamente. Un ejemplo típico es la exhortación hecha a la persona A: «¡Sé espontánea! » (un paradigma que 
concretamente se presenta en variantes como «no seas tan condescendiente» o ««¡debes amarme!»). Como la 
espontaneidad se define en principio por el hecho de no ser deliberada, aquella exhortación no puede ser acatada. 
Porque si A acata la exhortación, no es espontánea. Además, no le queda posibilidad alguna de elección, sino que 
todo resto de espontaneidad que hubiera tenido sin que mediara la exhortación, se arruina por completo porque, 
si la acata, deja de ser espontánea. En el momento en que la persona A acepta este «juego», ya ha perdido. 
Watzlawick et al. llaman a esto una «paradoja pragmática». La posibilidad de encontrar una salida adecuada está 
en metacomunicar, es decir, en señalar la imposibilidad lógica de acatar la exhortación.
 Ahora bien, esta salida puede estar bloqueada por estar prohibido metacomunicar y/o por el hecho de no ser 
trasparente la paradoja lógica que está en la base de la exhortación. En los dos casos la persona queda encerrada. 
Resta todavía una alternativa, y es que la persona intente no actuar y no comunicar. Pero como en sentido estricto 
esto, por el axioma 1, es imposible, puede al menos elegir un estado parecido comportándose de un modo 
«extravagante» p.ej., ««esquizofrénico»>-; en efecto, una reacción desarreglada, que en el sentido de los 
esquemas de «normalidad» no es una reacción, tampoco puede ser falsa, o sea que de esta manera no se pierde en 
aquel «juego» (tampoco se gana, sino que el resultado queda indeciso).
Con esta ilación argumental se insinúa una explicación de la «esquizofrenia» como reacción adecuada frente a 
situaciones insostenibles, que ha sido formulada por Bateson et al. en 1956 en el marco de la teoría del «doble 
vínculo». He aquí las características esenciales del «doble vínculo» (según Watzlawick et al., 1969, pág. 195 y 
sig., levemente modificadas):
 a. Dos o más personas mantienen entre ellas una relación que para una o para todas tiene una elevada 
importancia vital psíquica y/o física (la constelación típica es la de madre-hijo).
 b. Dentro de este contexto, se produce una comunicación que: 1) enuncia algo; 2) enuncia algo sobre el propio 
enunciado, y 3) está compuesta de modo que los dos enunciados se niegan uno al otro o son incompatibles entre 
sí. En el caso de una exhortación a actuar, se trata por lo tanto de una de las paradojas que describimos antes. En 
el caso de una definición de «yo» o de «tú», la persona definida es sólo si no es, y a la inversa.
 c. El receptor de esta comunicación no puede sustraerse de la estructura relacional así construida ni por 
metacomunicación ni por retraimiento. Aunque carece de sentido lógico, la comunicación es una realidad 
pragmática. Es imposible no reaccionar a ella, pero es imposible también dejar de comportarse de manera 
paradójica porque la comunicación misma es paradójica.
Para la génesis de una esquizofrenia se agregan otros dos elementos:
 d. Un «doble vínculo» frecuente o crónico induce expectativas habituales de difícil modificación respectode 
la naturaleza de las relaciones humanas, expectativas que a partir de cierto momento ya no necesitan de ulterior 
refuerzo.
 e. La conducta paradójica causada por el «doble vínculo» tiene a su vez los correspondientes retroefectos, y 
esto eterniza determinadas estructuras de comunicación. Si se la aísla artificialmente, la conducta del participante 
en la comunicación que se ve más evidentemente perturbado reúne los criterios clínicos de la esquizofrenia.
 Para todo esto, es preciso señalar una vez más que palabras como «génesis», «causar», etc., no se deben 
entender en sentido lineal-causal (cf. el capítulo 16) sino que representan un compromiso expresivo ante la 
dificultad de nuestro lenguaje para describir en términos simples relaciones circulares que tienen forma de red. El 
«doble vínculo» no causa la esquizofrenia en el sentido de la causa y el efecto. El fenómeno «esquizofrenia» (que 
corresponde a unos criterios clínico-diagnósticos) ocurre más bien por obra de una perspectiva del observador 
dirigida a determinada persona, cuando en verdad la estructura relacional típica, dentro de la cual aquella se 
encuentra, puede ser caracterizada por el «doble vínculo». Por lo menos el punto e deja ver con claridad que las 
relaciones de «doble vínculo» son recíprocas. (Tal vez estas estructuras asaz difíciles para el pensamiento 
«habitual» se entiendan mejor considerando consecuentemente la comunicación, según lo propusimos en el 
capítulo anterior, como una relación entre -por lo menos- dos partes. Algo análogo vale para la relación R «más 
grande que»; en el enunciado ••A es más grande que B», R no se puede considerar propiedad de A, puesto que 
para que A sea mayor que B necesita indispensablemente de B; la afirmación «A es más grande que» no es falsa 
sino que carece de sentido; y la variante «A es grande», que recuerda a «A es esquizofrénico», o carece 
igualmente de sentido, o presupone de manera implícita una «visión del. mundo» homogénea en todos los que 
participan en la comunicación -en este caso, acerca del B omitido-, que es, por lo menos, cuestionable.) Mientras 
tanto, el conocimiento de que en las «familias esquizofrénicas» -aun en ausencia del paciente individualizado- 
son asunto cotidiano paradojas comunicativas o, al menos, notables discordancias y contradicciones en la 
comunicación es un valor entendido para centenares de clínicos e investigadores. (Sin embargo, hemos dicho 
deliberadamente «conocimiento» y no «hecho» para poner otra vez de manifiesto el carácter perspectivista de la 
«realidad». El que se acerque a un esquizofrénico individual con la intención de averiguar la dosis de 
psicolépticos que él «necesita» recurrirá sin duda a otros conocimientos.) Estos conceptos se retoman y 
especifican más en el capítulo que trata de la terapia familiar.
17.4 Terapia individual de orientación sistémico-
comunicativa
Aunque en la terapia se incluya sólo a un individuo, el terapeuta puede tratar de aprehender, desde una 
perspectiva sistémica, las estructuras de interacción familiares relacionadas con los síntomas, el modo en que los 
demás miembros de esta tal vez reaccionen frente a los cambios del paciente -o en que los boicoteen 
	Jürgen Kriz
	Amorrortu editores Buenos Aires

Continuar navegando