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Ensayo El hombre en busca del sentido

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Ensayo de: El hombre en busca del sentido
María Isabel 
UNIVERSIDAD JUÁREZ AUTÓNOMA DE TABASCO 
División Académica de Ciencias de la Salud
Licenciatura en Psicología
5 A
Fecha: 30 de octubre de 2019
Ensayo
La presente lectura del libro “El hombre en busca del sentido” es una lectura profunda sobre la experiencia psicológica de un prisionero del campo de concentración, antes de llegar a él, su estadía ahí y posteriormente su liberación. Es sin duda una de las lecturas más emotivas que se ha leído, es una reflexión sobre la mentalidad y adaptación de personas a las que se le quita todo, su casa, trabajo, familia, su ropa y queda meramente en su desnuda existencia, tratando de sobrellevar un horror. El autor nos plantea a través de su dura experiencia en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial un análisis sobre lo que motiva al hombre a vivir a pesar de las circunstancias extremas que pueda estar pasando.
La primera fase del libro nos habla sobre el shock de los prisioneros al llegar al campo, el miedo en el los vagones y la falsa ilusión que se hacen al ver a los demás “en condiciones estables”, sin pensar que esos eran los capos. Ellos pasaron por varias etapas al entrar y cada una les quito mucho, la primera era las clasificaciones entre hombre y mujer, separando así a familias y matrimonios, sin esperanza de saber si se volverían a ver, después tuvieron que entregar sus pertenencias, posteriormente los desnudaron, quitándole todo, hasta los vellos de su cuerpo, ese momento los dejo desnudos y era el comienzo de aceptar una nueva realidad. Para el autor esta nueva realidad era convertirse en prisionero en un campo de concentración y desprenderse dolorosamente de su pasado para comenzar desde cero una nueva vida. El autor nos deja constancia de esto con la siguiente frase: “borré de mi conciencia toda vida anterior”. Este es el momento donde lo único que se posee es la “existencia desnuda” y que todos en algún momento pasamos o pasaremos por ello. Dicho momento es cuando perdemos algo o a alguien y sentimos que perdemos lo que daba sentido a nuestra existencia, no vemos cómo comenzar de nuevo y llega el momento de la decisión que será la que definirá nuestro futuro y que indicará el sentido que tiene nuestra vida.
Luego de esta primera fase que nos comparte el autor sigue la segunda fase, la cual consiste en transitar por aquella experiencia difícil, una vida obligada que el autor vivió, lejos de su familia, su contexto, lleno de dolor y carencias significativas y donde se adaptó para comenzar de nuevo. 
Ante el sufrimiento una primera reacción que nos presenta el autor es la apatía, ese “adormecimiento de las emociones o muerte emocional”, como lo describe el autor, donde la insensibilidad es lo que predomina y el dolor de los otros ya no nos duele. La apatía ante el constante sufrimiento es una posición que asume el hombre ante una situación que no puede cambiar. La experiencia es tan extrema y quien es testigo del sufrimiento se siente tan impotente que mejor decide centrarse en él mismo y ser indiferente, vela por su propia seguridad, es un mecanismo de supervivencia que sirve para protegerse y evitar el sufrimiento. Esta experiencia de apatía o insensibilización no es tan ajena a nosotros, de hecho, la podemos vivir a diario y un ejemplo es la actitud que tenemos hacia la situación de nuestro país. Día tras día oímos del sufrimiento debido a la violencia del narcotráfico, la trata de blancas, los homicidios y feminicidios y es tan recurrente ver este sufrimiento que la indiferencia, sin que seamos muy conscientes de ello, se va estableciendo en nosotros y a la final ya no nos importa.
Sin embargo, el autor nos lleva a reflexionar que a pesar del trauma que puede generar el sufrimiento el hombre tiene el potencial para sobreponerse a ese trauma y a esa insensibilidad que genera el dolor, a través de la mentalidad que asuma ante la situación. El autor nos relata que se observaba una paradoja pues “a menudo los menos fornidos, parecían soportar mejor la vida del campo que los de naturaleza más robusta”, pero, aunque parece una paradoja, no da a entender que los que tenían tendían a sobrevivir mejor y adaptarse eran los de mentalidad fuerte, en cambio los fornidos necesitaban se “capos” para sobrevivir, humillar y torturar al otro les daba sentido.
Frankl nos relata que en medio de su difícil situación llegó a una verdad: “La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre”. Esa es la meta suprema del ser humano, el verdadero motor de la vida, lo que da sentido a la vida. Pero el amor no debe ser entendido sólo como un sentimiento sino también como una decisión que trasciende las emociones y que sirve de timón en la vida, el apreciar las pequeñas cosas de la vida, anhelar lo que no tenemos (libertad) siempre nos moverá a seguir a delante, es importante decir que no todos los prisioneros lo tenían, cuando su meta se volvía vacía, preferían quitarse la vida o dejar de luchar cuando estaban enfermos, de hecho, cuando alguien intentaba quitarse la vida tenían una regla, no impedirlo.
Cuando es el amor el que da sentido a nuestra vida ni siquiera esos momentos de sentir la “existencia desnuda” nos robarán el aliento para seguir adelante y no desfallecer, una ilusión peligrosa que tenían las personas en el campo, era, imaginar que harían el día en que salieran, que comerían, quien los esperaría en la puerta de su casa, como harían la fiesta de su libertad, etc. Cuando el amor es la directriz de la vida es muy fácil encontrar la felicidad en los pequeños detalles y no centrarse en lo que falta sino en lo que se tiene en el momento, así sea poco, así sea solo la vida como en el caso que nos relata el autor se puede practicar el “arte de vivir”, el autor y sus compañeros de barraca solían organizar pequeños shows, donde se leía poesía, se hablaba y se contaban los escasos chistes, era tan importante este espacio de des realización que aun que estuvieran cansados de un día lleno de trabajo, tortura, humillación, insultos y demás, sacaban energía para ir.
Pero a pesar de los tratos inhumanos que recibían los prisioneros por parte de sus captores y que los abocaban a que perdieran el sentido de ser humano había una lucha interna en cada prisionero por no perder el valor de la vida humana y el sentimiento de su propia individualidad, por ejemplo, nuestro autor solía tener largas platicas con su esposa (ni siquiera sabía si estaba muerta o no), lo que quedaba de su recuerdo. Cada persona es responsable de su propia estima, como decía anteriormente, el valor de la vida, el amor propio no puede estar determinado por las demás personas ni por las circunstancias, sino que es un tesoro por el que muchos de aquellos judíos lucharon dándonos un loable ejemplo.
La psicología de los nazis, como podría ser capaz una persona a rebajar a otra a tal grado de deshumanización, siendo ellos mismo personas de carne y hueso, ello se trataba más de personas sádicas, que gustaba de hacer daño a los demás, de estar sobre ellos, y no ayudaba el hecho de que creyeran que los judíos era una raza inferior y se debían exterminar.
De una forma sutil hoy en día persiste la corriente de restarle valor a una persona que no cumple con los estándares de éxito del mundo. Ahora se piden unos aditamentos para considerar a la persona como un ser humano con valor y hay una corriente en este mundo que promulga sigilosamente que el hombre sólo cuenta por su posición social, su dinero, su profesión, por sus múltiples títulos académicos, su belleza física o por poseer un talento en especial pero no por el hecho de ser un ser humano. Por tanto, según esta corriente, el que no posea alguna de las características antes enunciadas no cuenta, sólo es un número más en la población mundial al igual que en los campos de concentración en donde los hombres sólo contaban como número y no como una persona. 
Un nuevo día para un prisionero de un campo de concentración podía ser el último, nada les asegurabael mañana y esto les llevaba a vivirlo como si fuera el último. Tampoco nosotros tenemos certeza del mañana, sólo cuenta lo que hagamos hoy. Como se dice coloquialmente “nadie tiene la vida comprada” y es precisamente lo que nos indica el autor en su narración cuando menciona el cuento de Muerte en Teherán y lo relaciona con varias experiencias que vivenció y que dejan la enseñanza de la incertidumbre de las decisiones humanas. 
Como ya se había indicado, una constante durante el tiempo en los campos de concentración era que quien mejor sobrellevaba este tiempo de sufrimiento no era el más fuerte corporalmente sino el más fuerte emocionalmente, el que más riqueza interior tuviera. El verdadero amor propio asociado a esa riqueza interior es lo que les traía libertad a los cautivos y era algo que nada ni nadie les podía arrebatar en medio de su “existencia desnuda”. No obstante, el autor nos lanza la pregunta “¿Pero cuántos hombres libres, por no hablar de los prisioneros, lo poseen (el amor propio)?” Es una excelente pregunta y la respuesta es tal vez que el número de quienes poseen amor propio es muy bajo porque muy pocas son las personas que hacen el alto en el camino para reflexionar acerca de sus vidas, pues es más fácil eludir la pregunta y confundir el amor propio con esforzarse en alcanzar el éxito según el mundo pensando que esto es realización personal y que de esto depende el amor propio. Ante esta reflexión muchos descubrirían el vacío tan grande que están ocultando tras los adornos que ofrece el mundo.
Por tanto, la mentalidad que posea el hombre en cuanto a sí mismo es fundamental, pero también es fundamental la actitud del hombre en cuanto a los demás y en cuanto a las circunstancias. Al hombre se le ha dotado de algo muy valioso, pero que también conlleva una gran responsabilidad: el libre albedrío, es decir, el poder de decisión. Es algo que nada ni nadie le podrá arrebatar al hombre, ni siquiera un campo de concentración. Es el poder de decisión sobre qué actitud tomar frente a cada situación. De este modo podemos tener la seguridad de que las circunstancias no son lo que 4 determinan mi futuro, son las decisiones que tome frente a esas circunstancias lo que lo determinan. Eso es de lo que nos habla el autor, Viktor Frankl, en la sección llamada “La libertad interior”, en la cual se hace una profunda reflexión sobre esa libertad que toda persona, por el hecho de ser un ser humano, posee.
En la última fase se encuentra la perspectiva de los judíos cuando se les otorgo su libertad, la tan anhelada libertad que los mantuvo vivos todos esos años, soñándola, imaginándola, ahora había llegado el día. Sorprendentemente el vivir bajo el yugo de sus captores y ese sufrimiento, al llegar el día esperado no estaban felices, habían estados muertos emocionalmente que ya no eran capaces de sentir felicidad, era como si la tuvieran que volver a aprender. Ahora que eran libres su adaptación se había ido, todos los horrores a los que se habían acostumbrados volvieron en forma de horribles pesadillas, estaban enojados, tristes y deprimidos, lo que ellos esperaban al salir no estaba, no tenían familia, ni casa, ni trabajo, todo era una ilusión vacía, de igual forma generaron hábitos pocos saludables y hasta cierto punto esperado; comían en exceso, cualquier cosa y a la hora que sea.
Por último, el autor expone su propuesta de una nueva forma de psicoterapia llamada logoterapia que según Frankl “se centra en el significado de la existencia humana, así como en la búsqueda de dicho sentido por parte del hombre”. Y es que descubrir el sentido de nuestra existencia es el mayor aliciente para vivir a plenitud. Este sentido, como se había indicado en un principio, es el amor verdadero y no la autorrealización, como se podría creer erróneamente, la autorrealización será simplemente una consecuencia de vivir según el amor.

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