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211 Capítulo 9 UNA VISIÓN GENERAL DE LA TEORÍA GENERAL En esta sección desarrollaremos una presentación general de la crítica keynesiana a la teoría neoclásica convencional. Debido a la naturaleza microeconómica de ésta última, los argumentos que resaltaremos estarán centrados sobre las objeciones de Keynes a los postulados básicos de comportamiento microeconómico de los individuos y los mercados. En la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero la crítica a la teoría por entonces dominante se centra más que nada en el funcionamiento del mercado de trabajo. Sin embargo, su alcance fue mucho mayor y las conclusiones obtenidas alcanzaron a revolucionar el conjunto de la teoría neoclásica. Durante casi cuatro décadas los preceptos keynesianos fueron indiscutiblemente aceptados y la ortodoxia neoclásica se refugió en ámbitos puramente académicos, desapareciendo prácticamente de la esfera política. A pesar de ello, la escuela neoclásica pudo absorber algunas de las objeciones keynesianas, fagocitarse parte de sus planteos (en definitiva desvirtuados de su concepción original) y mutó a lo que hoy se denomina síntesis neoclásica, que constituye la teoría dominante en la actualidad tanto en el plano académico como en el político. A continuación presentamos un marco general de lo que representó la obra de Keynes para la teoría económica, observando sus condiciones históricas de surgimiento y sus elementos de ruptura y continuidad con respecto a la teoría convencional. En los capítulos subsiguientes estudiaremos las críticas específicas al funcionamiento de los mercados, especialmente al mercado de trabajo (capítulo 10) y el modelo (macroeconómico) más simple que se deriva de las conclusiones obtenidas de la Teoría General (capítulo 11). 1. CONTEXTO HISTÓRICO Y GÉNESIS DE LAS IDEAS KEYNESIANAS Pocos años después del final de la primera guerra mundial en momentos en que la economía de EEUU mostraba una tendencia ascendente bastante pronunciada, estalla en este país la que luego se conocería como “crisis del ´30” o “Gran Depresión” que va a extenderse a la mayor parte del mundo capitalista. Existen numerosas explicaciones sobre los posibles desencadenantes de esta crisis y no es un objetivo de esta sección brindar todas ellas. Queremos en cambio mostrar en qué contexto se desarrolla la obra más importante y conocida de John Maynard Keynes, la Teoría General sobre la Ocupación, el Interés y el Dinero, publicada en 1936. Las teorías más difundidas sobre el tema explican que la crisis de la economía mundial se manifestó drásticamente con la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929. Los primeros síntomas del avecinamiento del colapso tienen que buscarse en la abrupta reducción del préstamo exterior de EEUU en el período 1928-1929. En efecto, las emisiones norteamericanas de capital sobre cuenta extranjera cayeron más del 50% entre la primera y la segunda mitad de 1929. La suspensión de las inversiones extranjeras de EEUU afectó las economías de numerosos países generando una crisis en todos ellos. Visiones alternativas indican que la crisis es producto de la llegada a un punto de auge máximo del ciclo de la economía norteamericana durante el año 1929. En efecto, dicha economía mostraba en esos años recesiones periódicas cada 7 ó 10 años, lo que permitió que algunos autores sostuvieran que, en realidad, no se trató más que de una atípica crisis periódica, agravada por algunas circunstancias especiales. Esta argumentación, sin embargo, deja aún sin explicar el por qué de estas variaciones cíclicas indeseables. Después de la crisis de la Bolsa de Valores EEUU sufrió una importante ola de quiebras bancarias. Este problema se fue extendiendo progresivamente a otros países centrales: en mayo de 1931 quiebra el Credit Anstalt austríaco, que representaba más del 66% de los depósitos totales del Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 212 sistema financiero austríaco. En pocas semanas, el colapso bancario se había extendido a Alemania y a Europa Oriental. La crisis aumentó enormemente la demanda de liquidez y gran parte de ésta se plasmó contra el mercado de Londres. La salida de fondos de Gran Bretaña alcanzó proporciones inauditas con unas 200 millones de libras que abandonaron el país. La pérdida de capacidad de pago británica llevó a que EEUU y Francia dejaran de reconocer una valoración fija a la libra y pronto Gran Bretaña tuvo que abandonar oficialmente el respaldo en oro de su moneda. No mucho tiempo después EEUU debió abandonar también el patrón oro en 1933.1 Prácticamente todos los países con un alto grado de desarrollo sufrieron importantes declives en la producción industrial y en la producción total con la importante excepción de la URSS. En este último país el producto creció rápidamente bajo el impulso del llamado “primer plan quinquenal”, plan económico realizado bajo las ideas de la planificación estatal. Esto resulta importante en lo que respecta a las repercusiones políticas de la crisis, ya que proporcionó un fuerte contraste con lo que estaba sucediendo en los países centrales del capitalismo. Apenas 12 años después de la revolución bolchevique en Rusia, la crisis más grande del capitalismo hacía temblar sus estructuras y el fantasma de una revolución social recorría la mayoría de los países europeos. Las protestas en Berlín, Budapest, Munich y Turín ponían en el candelero esta situación, donde lo que estaba discutiéndose era cuál sistema era capaz de generar un mejor nivel de vida para las grandes masas de la población. La desocupación fue una consecuencia directa de la crisis y los países más afectados eran los que presentaban un mayor avance de las estructuras capitalistas. Por ejemplo, Alemania llegó a tener seis millones de desempleados y Gran Bretaña llegó a los tres millones en 1932. Pero no sólo la clase trabajadora cargaba con la crisis, también la industria y los negocios financieros sufrían continuos quebrantos. Desde todos los sectores y por cualquier medio, se buscaba una salida. En muchos países los regímenes autoritarios comenzaron a avanzar, otros miraron con buenos ojos la planificación estatal y otros clamaban por una respuesta dentro de las estructuras democráticas liberales que hasta el momento habían regido al mundo. En medio de este crítico contexto, Keynes se preguntará qué tenía para decir al respecto la teoría económica dominante. Su respuesta fue el principio del fin de la hegemonía que la teoría neoclásica ostentaba desde finales del siglo XIX. 2. LA TEORÍA ECONÓMICA HEGEMÓNICA ANTES DE KEYNES La teoría económica que dominaba tanto en el ámbito académico como en el político antes de la irrupción del keynesianismo era la neoclásica. Como ya hemos comentado en la primera sección, durante la década del treinta dicha escuela cayó en un gran descrédito ya que no tenía explicaciones, ni propuestas, ni soluciones ante la crisis que azotaba a gran parte del mundo capitalista. La causa fundamental de esta incapacidad era que los neoclásicos y marginalistas basaban sus teorías en situaciones de equilibrio estable con pleno empleo que nada tenían que ver con la realidad económica de la época. El supuesto de plena utilización de los factores de producción derivado de la llamada ley de Say permitió a la teoría económica centrar sus investigaciones en la forma en que se distribuía el producto y los recursos de la sociedad, pero dejó vacía la preocupación por el estudio sobre cómo se determinaba el nivel de producción y empleo. Ningún sentido tenía explicar el crecimiento económico si la teoría ya nos decía que siempre sería el máximo permitido por la cantidad de recursos existentes en la sociedad. La teoría funcionó sin discusiones en los años de prosperidad del capitalismo, pero cuando comenzaron las crisis los modelos de equilibrio con pleno empleo se mostraron no solamente1 En esos tiempos todas las monedas de los países que participaban del sistema comercial capitalista referían su valor a una cuantía específica de oro. Es decir que, por ejemplo, tanto el dólar como la libra eran cambiables por cierta cantidad de oro con sólo presentarse en el Banco Central del país correspondiente. Este sistema era llamado el “patrón oro”. Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 213 ilusorios y apartados de la realidad, sino inservibles para brindar algún tipo de respuesta política útil. La precipitación de los problemas políticos que la crisis económica trajo en los países centrales hizo que el impulso para la renovación de la teoría no surgiera de ámbitos académicos, sino desde las propias políticas estatales. Las políticas implementadas fueron las que primero señalaron el cambio en el pensamiento dominante. En 1933 el Presidente de Estados Unidos, F.D. Roosevelt, inaugura un plan económico con una importante intervención del Estado conocido como el “New Deal”. En el mismo año Hitler gana las elecciones en Alemania y también impone una economía de intervención y planificación estatal, en este caso directamente orientada hacia la guerra. Las políticas concretas se anticiparon a su justificación teórica. Una vez aplicadas y conocidas Keynes escribe su Teoría General, procurando reformular los planteos neoclásicos y darle un sustento teórico a las políticas que se estaban llevando adelante.2 La crítica keynesiana hacia la teoría económica neoclásica y hacia los propios economistas que se mostraron incapaces de dar respuestas concretas frente a la crisis se basará, en una primera instancia, en la terrible disociación entre teoría y realidad. "Los teóricos clásicos se asemejan a los geómetras euclidianos en un mundo no euclidiano que, quienes al descubrir que en la realidad las líneas aparentemente paralelas se encuentran con frecuencia, las critican por no conservarse derechas - como único remedio para los desafortunados tropiezos que ocurren-. No obstante, en verdad, no hay más remedio que tirar por la borda el axioma de las paralelas y elaborar una geometría no euclidiana". (Keynes J.M., 1936)3 Para Keynes resulta casi una obviedad que si la teoría económica se ha apartado de la realidad será necesaria una reformulación que permita transformarla nuevamente en una herramienta útil para explicar (y justificar) los hechos y políticas concretas. 3. REFORMULACIÓN DEL CUERPO TEÓRICO DE LA ECONOMÍA Keynes entiende que el principal quiebre entre teoría económica y realidad radica principalmente en el supuesto arribo automático a situaciones de plena ocupación de los factores de producción. A raíz de ello desarmará la construcción neoclásica basada en el equilibrio con pleno empleo y manteniendo en pie la estructura teórica más general explicará las situaciones que denomina “equilibrios con desempleo”. "Nuestra crítica de la teoría económica clásica aceptada no ha consistido en buscar los defectos lógicos de su análisis, como en señalar que los supuestos tácticos en que se basa se satisfacen rara vez o nunca, con la consecuencia de que no puede resolver los problemas económicos del mundo real" (Keynes J.M., 1936) Dentro de la teoría keynesiana la situación de pleno empleo será solamente una de las muchas situaciones factibles a las que puede llegar la economía real, existiendo desempleo en todos los demás casos. La falla de la teoría neoclásica, por tanto, radica en contemplar sólo un caso de todos los posibles, lo cual la lleva a perder la generalidad que la teoría requiere. Entonces la nueva construcción teórica no se basará en una crítica a la coherencia interna de la teoría existente, sino más bien realizará una investigación sobre por qué ésta no responde a las exigencias cambiantes de la realidad. Si 2 Es claro que no estamos diciendo que Keynes escribió para justificar las políticas de Hitler (ni las económicas, ni las de exterminio), sino que simplemente estaba brindando un sustento teórico a políticas que obviamente eran necesarias para preservar al sistema capitalista de su propia crisis. 3 Como ya fue mencionado en la primera parte del manual, recordemos que Keynes denomina “clásicos” a autores como Marshall, Pigou, Edgeworth, etc., a quienes hoy denominamos “neoclásicos”. Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 214 observamos cómo continua el párrafo de la Teoría General recientemente citado, nos quedará más que claro que Keynes no buscaba destruir la teoría neoclásica sino más bien apuntaba a adaptarla a los nuevos tiempos donde reinaban el desempleo y los conflictos sociales. “si nuestros controles centrales logran establecer un volumen global de producción correspondiente a la plena ocupación, tan aproximadamente como sea posible, la teoría (neo)clásica vuelve a cobrar fuerza de aquí en adelante. Si damos por sentado el volumen de la producción, es decir, que está determinado por fuerzas exteriores al esquema (neo)clásico de pensamiento, no hay objeción que poner contra el análisis de forma en que el interés personal determinará lo que se produce, en qué proporciones se combinarán los factores de producción con tal fin y cómo se distribuirá entre ellos el valor del producto final.” (Keynes J.M., 1936) La premisa neoclásica del ajuste inmediato y el equilibrio en todos los mercados, donde todo lo que se ofrece encuentra su demanda (ley de Say), transforma en automática la llegada al pleno empleo. Los capitalistas no encuentran ningún límite al incremento de la producción por lo que podrán incrementarla siempre que los trabajadores acepten un salario real equivalente a su productividad marginal. Al momento en que nadie más quiera trabajar al salario de mercado, la economía habrá arribado al pleno empleo. Se produce la mayor cantidad posible dada la población que quiere trabajar al salario real vigente. Esta explicación torna inútil la discusión sobre la determinación del volumen de producción. Si el equilibrio con pleno empleo está siempre asegurado, entonces el volumen producido será el máximo posible (siempre tomando como dadas las condiciones técnicas de producción). Pero Keynes centrará la atención de la teoría en explicar por qué ciertos factores de la producción terminan quedando desempleados, reduciendo así el volumen de la producción total. En otras palabras, el autor introducirá en el análisis económico la preocupación -hasta allí inexistente- sobre la determinación del nivel del producto y el empleo total de un país, su crecimiento y sus posibilidades de desarrollo. En este momento parecía que la economía dejaba de preocuparse exclusivamente por el problema micro de la distribución de recursos escasos entre múltiples necesidades para comenzar a observar la problemática de la creación de riqueza social. Aunque no sólo este elemento teórico resultó original en la teoría keynesiana, sino que ésta también causó un cimbronazo a nivel político. La premisa central de Keynes sobre la posibilidad de equilibrios con desempleo implicaba asumir que el desarrollo del capitalismo presentaba potenciales limitaciones. En un momento histórico donde los movimientos sociales y la clase obrera a nivel mundial tenían una considerable fuerza, desde las propias filas de los sectores dominantes se reconoce que, ante determinadas condiciones, el sistema capitalista no es capaz de brindar a todos los habitantes la posibilidad de trabajar, y por lo tanto de percibir ingresos para destinarlos a satisfacer sus necesidades básicas. Sin embargo, las ideas keynesianas no representaron una crítica contra el sistema. Por el contrario, al reconocer no sólo parte de los problemas de funcionamiento del capitalismo sino también el cambio en la relación de fuerzas político-sociales, Keynes lo que procura es una reestructuración adecuada de la función hegemónica del capital dentrodel nuevo contexto histórico.4 El planteo keynesiano es, entonces, un llamado de atención sobre las posibilidades, 4 Como afirma Antonio Negri desde una perspectiva marxista, “La revolución política obrera puede ser evitada sólo reconociendo las nuevas relaciones de fuerza, sólo haciendo funcionar a la clase obrera dentro de un mecanismo que sublime la continua lucha por el poder en un elemento dinámico del sistema, controlándola –de otra parte-, funcionalizándola en una serie de equilibrios ante los cuales de vez en vez se cierran y se estabilizan las varias fases de la revolución de los réditos....a continuación seguiremos el pensamiento de aquellos que, con mayor perspicacia analítica y una más refinada intuición política, consideran las vicisitudes capitalistas entre el ´17 y el ´29, ofreciendo –con un diagnóstico desencantado- una indicación terapéutica para el orden capitalista internacional. John Maynard Keynes fue quizá el teórico más perspicaz de aquella reconstrucción, de aquella nueva forma capitalista de Estado que se opone al impacto revolucionario obrero de 1917.” (Negri A., 1972) Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 215 limitaciones y consecuencias del capitalismo. Resultó asimismo una obra que llenó un vacío teórico dentro de la escuela económica dominante. ¿Y quién mejor para realizar semejante crítica que un famoso y respetado economista de la Universidad de Cambridge quien, entre otras cosas, presentó un formidable aparato teórico para apoyar y alentar la acción de los principales países capitalistas en crisis? A pesar de ello, por más que su crítica apuntara a mantener en orden al sistema, no dejó de ser en ciertos aspectos letal para la teoría neoclásica. No sólo ello, sino que también incomodó a muchos intereses que ésta última defendía. A pesar de todo, sus ideas tuvieron gran aceptación. No era para menos, el panorama para los defensores del sistema era sombrío, aunque los diagnósticos de Keynes no eran mucho menos.5 Para Keynes los desequilibrios que presentaba la economía podían ser fatales si no se aplicaban las medidas correctivas necesarias. En este sentido el efecto que él llamó del multiplicador es absolutamente claro. En un contexto recesivo, donde las expectativas de ventas futuras son cada vez menores, los empresarios decidirán disminuir el nivel de inversión. Esto a su vez implica la eliminación de puestos de trabajo y con ellos una nueva caída en el consumo que irá profundizando la recesión. Esta tendencia se verá retroalimentada y generará una nueva caída en la inversión de los empresarios. La espiral recesiva puede no tener fin, y la crisis que genera tampoco. Dicha espiral es la que debe evitarse de forma inmediata. La posible existencia de un equilibrio a largo plazo que postulaban los neoclásicos de ninguna manera lograba solucionar las penurias de la gente en el corto plazo, lo cual, en tiempos de efervescencia social, es inaceptable para la vigencia del sistema. De allí su famosa frase interpretada como “en el largo plazo estamos todos muertos”. "Esto de a la larga es una guía errónea para los asuntos corrientes. A la larga todos morimos. Los economistas se asignan una tarea demasiado fácil, demasiado inútil, si en las épocas tempestuosas sólo nos pueden decir que cuando la tempestad pase, el océano volverá a estar tranquilo” (Keynes, 1923) 4. ABANDONO DE LAS IDEAS Y POLÍTICAS NEOCLÁSICAS ORTODOXAS La crítica teórica keynesiana a la tradición neoclásica plantea en sí misma la necesidad de cambiar las políticas económicas hasta ese momento aplicadas. Dado que los mercados no ajustan automáticamente en el pleno empleo, es necesaria la acción del Estado para conducir a la economía por la mejor senda posible. Urgido por la realidad, ya diez años antes de la publicación de la Teoría General, Keynes pregonaba -no sin lamentarse- por ciertos cambios en la dirección de las políticas económicas del sistema: “Creo en el Estado, abandono el laissez faire, no con entusiasmo, no porque desprecie esa vieja doctrina sino porque, queramos o no, las condiciones para que tenga éxito han desaparecido.” (Keynes, 1924, citado en Silberstein, 1992). La política impulsada por la teoría neoclásica convencional consistente en el denominado laissez faire -dejar hacer a los mercados- estuvo siempre basada en la defensa de la libertad de comerciar, entendiéndose que cualquier reglamentación o condicionamiento de este derecho 5 Coincidimos en este sentido con Samuelson (1962) cuando al discutir el por qué de la aceptación tan fuerte de la teoría keynesiana nos dice: “Si bien es cierto que Keynes hizo mucho por la Gran Depresión no es menos cierto que la Gran Depresión hizo mucho por Keynes. Ella proporcionó el reto, el drama y la prueba experimental. Keynes apareció como el hombre que habría abrazado la Teoría General como si le hubiese sido explicada.” Diagnóstico, enfermedad y solución del sistema se vieron comprobados empíricamente a lo largo de la década de crisis de los países capitalistas. Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 216 constituye un cercenamiento de las libertades individuales. Extendiendo este razonamiento a todos los ámbitos de la vida social, la teoría neoclásica reduce todos los derechos de los individuos al derecho del libre comercio. Keynes, procurando refutar este aspecto de la teoría, parte de su propia interpretación de los derechos individuales del hombre para defender la necesidad de que el Estado abandone su política de "laissez faire" y tome un rol activo dentro del funcionamiento de la economía. “Por consiguiente, mientras el ensanchamiento de las funciones de gobierno, que supone la tarea de ajustar la propensión a consumir con el aliciente a invertir (...) parecería a un financiero norteamericano contemporáneo una limitación espantosa al individualismo, yo las defiendo, por el contrario, (precisamente) tanto porque son el único medio practicable de evitar la destrucción total de las formas económicas existentes, como por ser condición del funcionamiento afortunado de la iniciativa individual.” (Keynes J.M., 1936) Más allá de las diferencias con las políticas económicas recomendadas el planteo teórico de Keynes invierte la causalidad de la explicación neoclásica del funcionamiento de los mercados, lo cual tendrá una repercusión muy sensible en la teoría del mercado de trabajo y la de los determinantes del nivel de inversión (y por tanto del nivel de producto). Como veremos los cambios teóricos planteados traerán consigo grandes implicancias políticas, que no necesariamente gustarán del todo a las tradicionales clases dominantes y dirigentes. En lo que respecta al mercado de trabajo, en capítulos anteriores vimos que la teoría neoclásica plantea que si el mercado no ajusta a situaciones de equilibrio con pleno empleo se debe a que los trabajadores pretenden un salario superior a lo que le aportan al producto, es decir, superior a su productividad marginal. Por tanto, son los propios trabajadores quienes tienen la responsabilidad del desempleo debido a que se resisten a disminuir sus salarios. En el planteo neoclásico, los productores no tienen ninguna responsabilidad en la generación del desempleo, ya que ellos se limitan a actuar según dicta su conducta racional (maximizadora de beneficios): contratan trabajadores cuando estos aceptan cobrar el valor de su productividad, y no más. Ante tamañas conclusiones y dado el contexto de crisis económica y política, era menester ofrecer una nueva explicación teórica para el fenómeno del desempleo que sustituyera a la incómoda argumentación neoclásica. Para eso Keynes debe, antes que nada, demostrar en un plano también teórico que se trata de una representación incorrecta. El modo en que lo hace consiste –sintéticamente-en mostrar que el mercado de trabajo tal como está modelado por la visión dominante no funciona como un mercado. A partir de desarrollos tanto teóricos como empíricos, Keynes demuestra la posibilidad de existencia de lo evidente: el desempleo involuntario. El proceso económico admite situaciones estables en las que no todos los que desean trabajar pueden hacerlo, y a pesar de ello no existe tendencia automática alguna a que el empleo aumente. Peor aún, transforma en responsables del problema del desempleo ya no a los trabajadores, sino principalmente a los empresarios, quienes al invertir sólo una baja proporción de los ahorros existentes en la economía generan una caída del producto y con ello una mayor desocupación. Los trabajadores, aquí, no tienen ninguna responsabilidad en la determinación del desempleo, ni tienen por lo tanto las herramientas para solucionarlo. Frente al descubrimiento de que el paro en las economías capitalistas era posible, el nuevo desafío que se presentaba era justificar el por qué de tal suceso. La explicación microeconómica que hasta el momento daba la teoría neoclásica no era respuesta para ello y Keynes abordó la cuestión a partir del estudio de los grandes agregados económicos, poniendo así la piedra fundamental de lo que hoy conocemos como macroeconomía. Como veremos con mayor profundidad en los capítulos siguientes, la interpretación neoclásica de la economía desde una visión agregada implica que el valor del producto total (la oferta) es igual al Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 217 total de ingresos de los individuos de la economía. Esto se deduce directamente de la teoría de los costos de producción, donde el precio de los bienes equivale a la suma de la retribución a los factores de producción (trabajo, capital y tierra). Si cada bien se vende a un precio equivalente a los salarios, beneficios y renta que se pagaron para producirlo (p = W+B+R), entonces el valor del total de los bienes de la economía equivale al total de la retribuciones existentes. Tomando esto en cuenta, dado un nivel de producto fijo, éste (en realidad los ingresos que genera) puede ser utilizado en consumo o en ahorro. A su vez, el total de la producción puede ser demandada para consumo o inversión. Por tanto, para que el total del producto sea demandado y así la oferta se iguale a la demanda, la proporción del ingreso que se ahorre debe transformarse íntegramente en inversión. Si el ahorro es igual a la inversión, ésta última se encuentra en el nivel necesario para llenar la brecha entre consumo y producto total de pleno empleo, la cual existe justamente porque no todo el producto (ingreso) se consume sino que una parte se ahorra. Dado que la teoría neoclásica supone que la economía se encuentra permanentemente en el pleno empleo, la única posibilidad de que aumente la inversión es que disminuya el consumo de modo que deje en libertad trabajadores para las industrias de bienes de capital. En consecuencia, según la teoría neoclásica, el ritmo de las inversiones queda gobernado por el deseo de ahorro de la comunidad. En cualquier manual de economía e incluso en cualquier discurso político ó científico se da por sentado que para aumentar el grado de desarrollo de las sociedades es deseable que se dediquen cada vez más recursos a inversiones de capital. Si queremos cumplir este objetivo y coincidimos con las conclusiones que se derivan del discurso económico neoclásico, entonces necesariamente se deberán llevar a cabo políticas que fomenten el aumento del ahorro dentro de la comunidad.6 Para ello es aconsejable que una parte importante de los ingresos de la sociedad estén concentrados en pocas manos debido a que al estar ya suplida su demanda de bienes de consumo, cualquier aumento de sus ingresos se derivará al ahorro, y éste a su vez se transformará automáticamente en demanda de bienes de inversión. En conclusión y aunque nos parezca ridículo, según los preceptos neoclásicos, una desigual distribución de la riqueza a la larga termina siendo favorable para el conjunto de la sociedad.7 Si ahora observamos el modelo keynesiano más simple de determinación real del nivel de producto, vemos que el producto total es la suma del consumo total y la inversión total. En este esquema el consumo de la sociedad es una parte fija del producto total, la cual está determinada por la denominada la propensión a consumir de los individuos. En consecuencia termina siendo la cuantía de la inversión la variable central para llevar a la economía a una posición de pleno empleo.8 6 En Argentina, por ejemplo, bajo la justificación de aumentar los niveles de ahorro de la sociedad se implementó el sistema de jubilaciones y seguros de trabajo privados (AFJP y ART). También en ello se justifica el aumento del grado de bancarización de la economía. 7 A esta conclusión llega la célebre discípula de J.M. Keynes, Joan Robinson, cuando expresa que, “Las controversias que han tenido lugar durante los últimos años acerca de esta teoría giran alrededor de su aplicación al problema del desempleo, pero en el esquema ortodoxo la teoría del desempleo casi no existe, y en su formulación original el uso principal a que se destinaba la argumentación era para justificar la desigual distribución del ingreso. Una distribución inequitativa es favorable al ahorro, puesto que permite concentrar grandes ingresos en un reducido número de personas que pueden saturar su demanda de bienes de consumo y acumular riqueza sin necesidad de padecer el desagradable apretón del cinturón. Así pues, cualquier ataque a la desigualdad, por ejemplo, por una fuerte imposición progresiva, se considera peligrosa para la sociedad puesto que seca la fuente de acumulación de capital e impide el progreso económico” (Robinson J., 1970) 8 Este esquema lo desarrollaremos con mayor profundidad en el capítulo 11 bajo el nombre de “Modelo keynesiano simple”. Veremos allí que el consumo de la sociedad está determinado por una regla que podríamos llamar ley del consumo, la cual indica que cualquiera que sea el nivel de ingreso, cierta proporción de este ingreso se gasta en bienes de consumo. Esta proporción es llamada por Keynes propensión marginal a consumir y la misma va disminuyendo a medida que aumentan los ingresos. Esto equivale a decir que, cuanto mayor es el ingreso de los individuos, mayor es la proporción de su ingreso que dedicarán a ahorrar. Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 218 Este análisis del funcionamiento real de la economía se encuentra completamente disociado de lo que es el análisis teórico neoclásico. Para esta escuela el pleno empleo es un hecho indiscutido que se da por el libre accionar de los mercados. En términos keynesianos diríamos que a un economista neoclásico jamás se le ocurriría pensar que el nivel de inversión podría ser insuficiente para llegar al pleno empleo. En otros términos, nunca dudaría de la eficacia de los mercados para igualar la oferta de ahorros total efectuada por los individuos con la demanda de inversión total que se produce en la economía. Justamente lo que Keynes nos dirá al plantear que teoría y realidad no pueden estar disociadas es que hay que generar una teoría general que tenga en cuenta todos los casos en que la inversión no llega a ser la necesaria para llevar la economía al pleno empleo. Supongamos, por ejemplo, un caso donde debido a la buena marcha de la economía, el producto y por consiguiente el ingreso de la sociedad crecen. Este crecimiento genera a su vez un incremento del ahorro, el cual deberá traducirse en un incremento de la inversión de la misma cuantía para poder mantener a la economía en pleno empleo. Lo que argumenta Keynes es que esto no tiene por qué ser así siempre, ya que los motivos para ahorrar son enteramente distintos a los motivos para invertir. No existe mecanismoen la economía que asegure que la tasa de ahorro sea igual a la tasa de inversión. En el esquema keynesiano la tasa de inversión no depende del volumen de ahorros que la sociedad quiere lograr, sino de las expectativas que los empresarios se formen respecto a las ganancias que esperan obtener del nuevo capital invertido comparada con el interés que deben pagar sobre los fondos que piden prestados para realizar la inversión. En términos de Keynes esto significa que los empresarios comparan la tasa de interés de mercado con la eficiencia marginal del capital. El ahorro nada tiene que ver con la demanda de bienes de inversión que realizan los empresarios privados. “Ahora bien, el rendimiento probable depende enteramente de la expectativa de la futura demanda efectiva que habrá en relación con las futuras condiciones de la oferta. Por tanto, si un acto de ahorro no hace nada para mejorar el rendimiento probable, tampoco lo hará para estimular la inversión.” (Keynes J.M., 1936) Cuando las expectativas son favorables los empresarios realizan inversiones, la actividad económica aumenta y por tanto también aumenta el ingreso y con éste el ahorro de los individuos. Aquí encontramos una nueva transposición de términos que Keynes realiza respecto a la teoría neoclásica: el ritmo de las inversiones será el que gobierne el ritmo de los ahorros y no al revés como vimos que plantea la teoría convencional. El crecimiento del producto y el ingreso y, por tanto, las posibilidades de progreso económico ya no dependerán de que un grupo de la sociedad tenga una gran capacidad de ahorro. Por el contrario, si el ingreso está muy concentrado, la capacidad de consumo de la sociedad es baja y potencia los efectos de una repentina disminución de la demanda de inversión. Si en una sociedad con un nivel de consumo muy bajo -debido por ejemplo a una desigual distribución del ingreso- se le suma una crisis de expectativas de los empresarios quienes deciden que no están dadas las condiciones para invertir, el nivel de producto se contraerá indefectiblemente hasta encontrar un nuevo punto de equilibrio donde el ahorro reducido sea equivalente a la menor inversión que se desea realizar. Este nuevo equilibrio es el que se denomina “equilibrio con desempleo” y será más bajo cuando menor sea la demanda total de la sociedad, conformada tanto por consumo como por inversión. En este aspecto el razonamiento de Keynes es muy similar a la idea de Marx acerca de que el conflicto crónico entre la capacidad productiva y el poder de consumo es la causa fundamental de la crisis. La mala distribución del ingreso restringe el consumo, aumentando el ritmo necesario de las inversiones para obtener la prosperidad al mismo tiempo que estrecha el campo de las inversiones Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 219 remuneradoras al restringir la demanda de bienes de consumo que el capital puede producir (Robinson J., 1970). Así es que Keynes llega a una conclusión diametralmente opuesta a la de los neoclásicos respecto a la distribución del ingreso en la sociedad. “Nuestro razonamiento lleva a la conclusión de que, en las condiciones contemporáneas, el crecimiento de la riqueza, lejos de depender de la abstinencia de los ricos, como generalmente se supone, tiene más probabilidades de encontrar en ella un impedimento. Queda , pues, eliminada una de las principales justificaciones sociales de la desigualdad de la riqueza." (Keynes J.M., 1936) El ahorro, al ser la parte no consumida de la producción, si llega a no transformarse en inversión será percibido como una insuficiencia de demanda. Cuando esto ocurre -como diagnostica Keynes que sucedía durante la crisis del ´30- se deben hallar soluciones prácticas. La respuesta que nuestro autor encuentra es que, si el sector privado no invierte, entonces se debe provocar el crecimiento de las inversiones hasta que la demanda esté en condiciones de absorber toda la oferta derivada de la plena ocupación de los factores de producción. Es claro que si no es el sector privado quien invierte este rol le quedará al Estado, ya sea porque realiza inversiones por sí mismo o porque operando en el sistema bancario reduce la tasa de interés (aumentando la cantidad de dinero en el mercado). De esta forma el sistema capitalista estaría autonomizando la inversión haciendo que ésta no dependa más del ahorro privado. En el reino del capital privado la inversión se sociabiliza, claro que no así la producción.9 “Creo, por tanto, que una socialización bastante completa de las inversiones será el único medio de aproximarse a la ocupación plena; aunque esto no necesita excluir cualquier forma, transacción, o medio por los cuales la autoridad pública coopere con la iniciativa privada. Pero fuera de esto, no se aboga francamente por un sistema de socialismo de estado que abarque la mayor parte de la vida económica de la comunidad. No es la propiedad de los medios de producción la que conviene al Estado asumir.” (Keynes J.M., 1936) 9 Respecto a esta faceta de las conclusiones keynesianas Antonio Negri (1972) nos dice:“El intervencionismo requiere aquí una primera connotación precisa: no es más una oportunidad política sino una necesidad técnica, no un registro de la socialización del desarrollo económico sino punto de referencia sustancial de las reformas y de los tiempos del desarrollo. El riesgo de inversión debe ser eliminado y reducido al pacto, y el Estado debe asumir la función de garante del pacto económico fundamental. El Estado debe defender el presente del futuro. Y si la única manera de hacerlo es actualizar el futuro, prefigurándolo según la expectativa del presente, entonces el Estado debe desplegar su intervención hasta constituirla en actividad planificadora, incorporando de esta manera lo económico en lo jurídico.” Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 220 Nos enfrentamos aquí a la faceta más controvertida de Keynes, donde debemos detenernos y observar su doble juego entre la ruptura y la continuidad con la teoría neoclásica y el sistema de mercado. 5. KEYNES: ENTRE LA RUPTURA Y LA CONTINUIDAD. El texto y las posiciones adoptadas por Keynes en su Teoría General han traído toda una serie de discusiones acerca de los alcances reales de su crítica. Por un lado, los hay quienes sostienen que éste generó una ruptura sin retorno con la teoría neoclásica, generando un sistema de pensamiento económico incompatible con los planteos de la misma. Por otro están quienes sostienen que Keynes apenas introdujo algunos elementos a la teoría neoclásica, siendo ésta aún la real teoría general de la que sólo se presentó un caso especial (a la inversa de lo que el propio Keynes decía). En lo que respecta a las lecturas más conservadoras de Keynes, se suele argumentar que la única incorporación novedosa que éste hizo al campo de la economía se refiere al supuesto de la rigidez a la baja de los salarios, dejando el resto de la teoría neoclásica casi intacta. Esta visión significó la construcción de un nuevo aparato teórico llamado síntesis neoclásica-keynesiana donde, con la misma lógica de la microeconomía tradicional, se agregan a la teoría consideraciones macroeconómicas. Uno de sus precursores es Don Patinkin (1963) quien plantea su particular lectura del autor inglés señalando que, “la tesis central de Keynes, (es) que una política de pleno empleo basada en una flexibilidad a la baja de los salarios monetarios no puede llevarse a cabo”. En definitiva, para Patinkin la crítica de Keynes no implica más que agregarle un supuesto (sobre las dificultades para bajar el salario) al planteo más general de la teoría neoclásica. Al revés de lo que se dice en la Teoría General, la teoría keynesiana termina siendo un caso especial de la neoclásica. La única diferencia se reduce a términos de política económica, dondeel supuesto adicional keynesiano de inflexibilidad a la baja de los salarios se traduce en un funcionamiento imperfecto del mercado de trabajo, lo que lleva a su vez a la necesidad de intervención estatal para paliar el desempleo.10 Más allá de eso, desde la visión de Patinkin, la aproximación teórica que puede realizarse entre teoría neoclásica y keynesiana es completa. Sin embargo, existen lecturas diametralmente opuestas a la presentada por Patinkin. El caso paradigmático es el de la economista inglesa y discípula del propio Keynes, Joan Robinson. Basándose especialmente sobre las posibilidades de crisis que la teoría keynesiana sugiere, relaciona a esta última con la teoría marxiana. Los elementos centrales que presenta en esta relación son las críticas a la desigual distribución del ingreso, la insuficiencia de demanda efectiva y las fallas de coordinación entre ahorro e inversión que ocurren en una economía monetaria.11 Robinson observa que las consecuencias de las críticas de Keynes a la escuela neoclásica van muy lejos y representan un quiebre teórico y político importante. En primer lugar muestra cómo se 10 “Pero esta aproximación teórica entre Keynes y los economista clásicos no da lugar a una aproximación por lo que se refiere a la política. Keynes continúa insistiendo en que la ineficacia del proceso de ajuste automático es tal, que se hace indispensable un programa de inversiones directas por parte del Estado en trabajos públicos.” (Patinkin D., 1963) 11 “La afirmación de Marx acerca de que el exceso de la plusvalía sobre el consumo de los capitalistas (el ritmo de ahorros) se halla limitado por el volumen de gastos en nuevos bienes de producción (inversión nacional), el excedente de las exportaciones sobre las importaciones (inversiones en el extranjero) y la producción de oro, se halla reforzada por la argumentación de Keynes. Muchos refinamientos y complicaciones (por ejemplo, el efecto de los ahorros de la clase trabajadora, el auxilio a los desocupados y de los empréstitos gubernamentales), descuidados por Marx, están muy elaborados en la teoría keynesiana, aunque el planteamiento principal se puede ver muy claramente en el análisis que Marx hace de la inversión como `compras sin ventas´ y del ahorro como `ventas sin compras´.” (Robinson J., 1970) Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 221 destruye el fundamento de la pretendida justificación de la desigualdad en los ingresos. Luego resalta su ataque al laissez-faire y al mecanismo automático de ajuste de los mercados, a partir del cual libra del peso de la existencia de desempleo a los propios desocupados (ver en capítulo 10, crítica al mercado de trabajo neoclásico). En tercer lugar señala la importancia de la crítica a la idea de la tasa de interés como reguladora de la relación entre ahorro e inversión, a partir de la cual recupera teóricamente la importancia del análisis del dinero dentro de una economía monetaria como la capitalista (ver en capítulo 11, crítica al mercado de dinero neoclásico). Por último, y como factor más importante destaca que Keynes señala las posibilidades de crisis del sistema debido al subconsumo de las masas, es decir, a una escasa demanda de consumo (ver en capítulo 11, teoría de la demanda efectiva). Es claro que la propia obra de Keynes da lugar a las más diversas interpretaciones. En este caso presentamos las dos más extremas. Procuramos aquí tener una lectura lo más próxima posible a su pensar, entendiendo que muy probablemente en algunos aspectos tuviera ciertas posiciones contradictorias. Para ello consideramos imprescindible un análisis del contexto histórico en el cual desarrolla su obra. Es por ello que no creemos que pueda emitirse un juicio válido sobre las ideas de Keynes si no entendemos que escribió no sólo en medio de una crisis económica y social grave del capitalismo, sino en un momento donde el propio sistema estaba siendo fuertemente cuestionado desde el ámbito político. Tomando este dato en cuenta y las propias afirmaciones de Keynes sobre sus intenciones a nivel político no deberían quedar dudas sobre cuál es el objeto de su obra: rescatar al sistema capitalista de una posición débil en medio de la lucha de clases. En 1935, mientras Keynes escribía la Teoría General, en una carta dirigida a George Bernard Shaw decía: “...creo estar escribiendo un libro sobre teoría económica que revolucionará en gran medida –supongo que no inmediatamente, pero sí en el curso de los primeros diez años- el modo de pensar del mundo acerca de los problemas económicos. Una vez que se asimile adecuadamente mi nueva teoría y se mezcle con la política, los sentimientos y las pasiones, no puedo predecir cuál será el efecto final que ejercerá sobre la acción y los negocios. Pero habrá un gran cambio y, en particular, los fundamentos ricardianos del marxismo serán demolidos. No pretendo que usted o cualquier otro crea esto por el momento. Por mi parte, no solo espero que suceda lo que digo, sino que, en el fondo, estoy completamente seguro.” (citado en Silberstein, 1992) La crítica de Keynes, si bien es sumamente fuerte con respecto a la evolución de las economías capitalistas -máxime la crisis que éstas vivían- resalta sin embargo las posibilidades de mejora dentro del mismo sistema. En este sentido Keynes reivindica al capitalismo frente a la performance de la URSS, que representaba a la vista de las grandes mayorías el “socialismo realmente existente" y por tanto la alternativa al sistema de mercado. Le reconoce a la URSS la capacidad para evitar el desempleo -que países como EEUU e Inglaterra no habían tenido- pero le critica la falta de libertad. “Los sistemas de los estados totalitarios de la actualidad parecen resolver el problema de la desocupación a expensas de la eficacia y la libertad. En verdad el mundo no tolerará por mucho tiempo más la desocupación que, aparte de breves intervalos de excitación, va unida -y en mi opinión inevitablemente- al capitalismo individualista de estos tiempos; pero puede ser posible que la enfermedad se cure por medio de un análisis adecuado del problema, conservando al mismo tiempo la eficiencia y la libertad.” (Keynes J.M., 1936) A nivel teórico la controversia con la teoría neoclásica es indudablemente grande, incluso - como veremos en los capítulos siguientes- implicará una inversión de la lógica de funcionamiento de la economía. Sin embargo, es el propio Keynes quien en muchos pasajes de su obra defiende a rajatabla los principios básicos de la economía neoclásica. El principal argumento en este sentido –y que luego será tomado por los teóricos contemporáneos para separar a la economía en micro y macroeconomía- es el de que la teoría que critica es completamente válida en posiciones de pleno empleo y, por tanto, es Capítulo 9: Una visión general de la Teoría General 222 la lógica que debe seguirse para estudiar la distribución de recursos dentro de la sociedad. “Uno de los objetos de los capítulos anteriores ha sido escapar de esta doble vida y poner la teoría de los precios en conjunto, en contacto íntimo con la teoría del valor. La división de la economía en teoría del valor y la distribución por una parte y teoría del dinero por la otra, es, en mi opinión, una separación falsa. Sugiero que la dicotomía correcta es, entre la teoría de la industria o firma individual y las remuneraciones y distribución de una cantidad dada de recursos entre diversos usos por una parte y la teoría de la producción y la ocupación en conjunto por la otra.” (Keynes J.M., 1936) En base a éste y otros pasajes de la obra de Keynes, hay quienes insinuaron la posibilidad de que la teoría keynesiana tenga por base la teoría del valor-trabajo clásica.12 En cambio, coincidiendo con el análisis de Sweezy (1966) entendemos que Keynes no se salió en este aspecto de los límites de la impostaciónneoclásica, aceptando la teoría del valor basado en la utilidad, así como el hecho de que la remuneración a los factores se realiza en base a sus productividades marginales. Más allá de toda discusión y de los diversos usos que se le dieron a la teoría de Keynes, él siempre tuvo muy claro su posicionamiento político dentro de la sociedad capitalista: “Puedo estar influido por lo que me parece ser justicia y buen sentido, pero la guerra de clases me encontrará del lado de la burguesía educada” (Keynes, J.M., 1925) 12 Uno de los pasajes más citados al respecto es, “Estoy por tanto próximo a la teoría preclásica, que afirma que todas las cosas son producidas por el trabajo...” (Keynes, J.M., 1936)
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