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219 El Psicoanálisis 16.1. Introducción El saber psicoanálitico se fundamenta, sin duda, en la infatigable y lúcida actividad intelectual de Sigmund Freud. Hay en su obra, enorme y cambiante (Bermejo y Tortosa, 1998), producto de una variada inspiración, múltiples elementos que de un modo u otro han enriquecido el paisaje de las ideas del mundo contemporá- neo, y muy en especial el de la Psicología. “(...) el Psicoanálisis es, por lo menos, una teoría de la evolución, una teoría de la neurosis, una teoría de la cultura, una teoría del papel de la sexualidad, un arsenal de instrumentos para la interpretación de las producciones de la imaginación humana, un esquema explicati- vo de las relaciones interpersonales y una filosofía de la religión” (Bakan, 1964, 37). Freud fue un innovador. Predomina en él, ante todo, el descubrimiento del Psicoanálisis y éste es el descubrimiento del inconsciente y de la sexualidad en el sentido que él mismo les dio. En otras culturas se habían hecho aproximaciones al conocimiento del inconsciente, pero nunca se había fundamentado en la sexualidad y con tan amplios contenidos. A partir de ahora lo inconsciente no es explicado por la teología o la filosofía, tampoco es una entidad metafísica; ni es una fuerza oscura o vital como pudieron pensar los contemporáneos románticos alemanes, ni tampoco es lo que Schopenhauer deno- minó Voluntad. Freud se apartó del conciencialismo, tendencia que equipara conciencia y psiquismo, sosteniendo que lo mental es en sí mismo inconsciente: “nuestro inconsciente (...) no coincide con lo inconsciente de los filósofos (...)” (Freud, 1900/1972, tomo II, 716) ... ni, añadimos nosotros, con el de los psicólogos de la época. La novedad reside en darle la importancia que el inconsciente tiene en el conjunto de la vida psíquica, señalando, además, las vías de acceso para su conocimiento. Otra diferencia respecto a sus anteceso- res... y sus contemporáneos es su interés práctico: podía explicar una gran variedad de fenómenos con los que se enfrentaba en la observación clínica aceptando ese supuesto del inconsciente. Pero, no sólo fue capaz de explicar, e intervenir sobre, una mente enferma, sino que logró explicar cómo se confor- ma y funciona cualquier mente, atendiendo a las diferencias individuales, y cómo ésta se manifiesta mediante el comportamiento. Reaccionó contra ese ilustrado mundo que se asentaba en Descartes y Newton. Frente a un in- consciente concebido como un límite a partir del cual lo que es mental se diluye en un mero registro fisiológico, Freud propuso un inconsciente entendido como una cualidad dinámica de contenidos y representaciones estrictamente mentales. No habla de registros fisiológicos, sino de representaciones mentales ligadas con afectos y emociones. Es un cambio (conceptual y metodológico) revoluciona- rio: Rompe con la identificación mente = conciencia, amplía el campo de los fenómenos psíquicos, reformula el objeto de la Psicología, propone un nuevo método para estudiarlo, e, incluso, ofrece un procedimiento para tratar las producciones psíquicas (sanas o patológicas). Fue “un revolucionario, del tipo metodológico-constructivo más que del tipo rebelde destructivo” (Meltzer, 1978: 6). V. Bermejo Universitat de València L. Mayor Universitat de València F. Tortosa Universitat de València CAPÍTULO 16 Historia de la Psicología220 S. Freud (1856-1939) BIOLOGÍA EVOLUCIONISTA J. B. Lamarck Ch. Darwin E. Haeckel FISIOLOGÍA MECANICISTA • Liga Antivitalista • H. von Helmholtz • E. Brücke PSIQUIATRÍA DINÁMICA FRANCESA • J. M. Charcot • A. Lièbault • H. Bernheim • P. Janet LITERATURA Börne, Shakespeare, Cervantes, Schiller, Ibsen Sófocles, Platón, Aristóteles, Dostoievsky EMPIRISMO • F. Brentano • J. S. Mill FILOSOFÍA DEL INCONSCIENTE • G. W. Leibniz • J. F. Herbart • E. Von Hartmann • G. Th. Fechner ROMANTICISMO • J. G. Herder • J. Goethe • A. Shopenhauer • L. Feuerbach • F. Nietzsche SEXOLOGÍA • W. Fliess • R. Krafft-Ebing • H. Ellis • J. Huglings-Jackson NEUROPATOLOGÍA ALEMANA • J. Breuer • Th. Meynert Figura 16.1. Principales líneas de influencia en la conformación del pensamiento freudiano Freud recordaba (p.e. 1916, 1917, 1924) que, en la historia de la investigación científica, las innovacio- nes han sido recibidas frecuentemente con un fuerte rechazo, sobre todo cuando atentan contra nuestra propia imagen: “(…) el amor propio de la Humanidad, ha sufrido hasta ahora tres graves ofensas por parte de la investigación científica”: La “ofensa cosmológica” que Copérnico infringió a la humanidad al arruinar “la ilusión narcisista” de que la Tierra era el Centro del Universo; la “ofensa biológica” con que Darwin nos hirió al poner punto y final a la fantasía de que los seres humanos eran cualitativa- mente diferentes a los animales. “Pero la ofensa más sensible es la tercera, de naturaleza psicológica”, la que él mismo acababa de hacernos, al demostrar que ni siquiera somos dueños de nuestra propia conciencia, porque dentro de nuestro equipaje psíquico existe un inconsciente dinámico y bien repleto, que controla a aquélla sin que nos demos cuenta, “el yo no es dueño y señor en su propia casa (…) No es por tanto, de extrañar que el yo no acoja favorablemente las tesis psicoanalíticas y se niegue tenazmente a darles crédito” (Freud, 1917/1974, tomo VII, 2434-2436). En su temprano Esquema del Psicoanálisis (Freud, 1910) señala que Psicoanálisis es el nombre de un método que sirve para indagar procesos anímicos inconscientes difícilmente accesibles por otra vías; de una tecnología psicológica para tratar perturbaciones neuróticas fundada en aquella inda- gación; y de una serie de intelecciones psicológicas, derivadas de aquel método y de aquella técnica, que ofrecen una teoría de la mente. Posteriormente, fue extendiendo sus propuestas y explicaciones a la todo lo relacionado con el ser humano, convirtiendo el Psicoanálisis en una auténtica cosmovisión que pretendió arrojar luz sobre enigmas fundamentales de la vida individual y colectiva. Probablemente por todo ello, ninguna otra figura en los anales de la disciplina psicológica haya sido, y continúe siendo, tan controvertida. Freud ha sido extravagantemente alabado y cruelmente 221El Psicoanálisis criticado por sus teorías, ha sido venerado y condenado como persona, y ha sido considerado a la vez como un gran científico, un líder de culto y un fraude (p.e. Tortosa y Mayor, 2002). Pero, pensamos que todos están en el fondo de acuerdo, en que sería difícil entender la contemporánea revolución cultural y de costumbres sin tomar en consideración a Freud. Y mucho menos podría hablarse de Psicología sin mencionarle, ya que una gran parte de ésta se ha construido y se ha escrito partiendo de él u oponiéndose a sus trabajos. 16.2. En la periferia de la nueva Psicología No es sencillo hablar sobre las relaciones entre el saber psicoanalítico y el saber psicológico enten- dido al modo académico que, aún coexistiendo prácticamente desde que la psicología comenzó su autodefinición como disciplina, siempre han mantenido un desacuerdo básico sobre qué es esa cosa llamada ciencia. Un desacuerdo que, conforme la psicología académica fue definiendo ámbitos de intervención, en el área clínica especialmente, fue agriándose, hasta acabar en un franco divorcio, toda vez que fracasaron los intentos de mediación, en este caso la asimilación de la segunda por parte de la primera. Pese a ocasionales aproximaciones “el movimiento psicoanalítico se ha desarrollado en general en un curso paralelo, salpicado de más polémicas que de aproximaciones respetuosas mutuas, a la Psicología académica, a la Psicología clínica psicométrica y la Psiquiatría” (Caparrós, 1984, 364). No debe extrañar que la narración de la construcción del saber psicoanalítico se pueda hacer con la total ausencia del nombre de Wundt, el fundador de la académica ciencia experimental psicológica. De hecho, se han podido escribir libros comoel clásico de Ernst Jones (1953) o el más reciente de Sulloway (1981), sin que haya que mencionar a Wundt en el índice onomástico. Se le relaciona con la Escuela de Helmholtz, pero no con la del experimentalista de Leipzig (Bernfeld, 1949). Esto no es irrelevante ni adjetivo. Apunta al hecho de que la construcción freudiana resulta independiente de la tradición inicial de lapsicología científica, prestando atención a otras fuentes. La comunidad psicológica académica compartió, al menos en sus inicios, una general preocupa- ción por defender una metodología (científica), lo que la llevó a recelar del método clínico, propio del Psicoanálisis y de las concepciones molares acerca de la conducta humana. La comunidad psicoanalí- tica, prácticamente durante toda su existencia desgarrada por los enfrentamientos, desconfió siempre de la psicología académica por su experimentalismo y su fe en los promedios, que la predisponía a centrar su atención en la superficie observable (cuantificable y manipulable) de la acción humana (o animal), renunciando a comprender la evidente complejidad del psiquismo. Comentamos ya, el tenso debate de carácter onto-epistemológico que los nuevos psicólogos man- tuvieron, a mediados del siglo XIX, sobre el/los modelo/s de ciencia, o, lo que es lo mismo, sobre las bases metodológicas del conocimiento científico. El modelo nomotético de la ciencia natural, inspirado en la física newtoniana, con su carácter legaliforme y explicativo, que empleaba el método experimental y la cuantificación, se contrapuso al de las ideográficas ciencias humanas o del espíritu, que describían acontecimientos singulares, únicos, irrepetibles e irreductibles, adscritas al método historicista. Eran propuestas que se diferenciaban nítidamente por el objeto, el método y el tipo de explicación buscada. Para quienes defendían la validez científica de la hermenéutica, resultaba inaceptable un reduccionismo metodológico como el que defendían los epistemólogos positivistas de la ciencia. Lo que se había debatido era cuáles son las reglas epistemológicas que autorizan a los miembros de una comunidad de expertos a considerarse como científicos. La primera institucionalización disciplinar de la Psicología se produjo, en general, elevando el experimento a un lugar de excelencia epistémica, lo que propició el triunfo sociológico de la mentalidad positiva. Este triunfo situó más allá de los científicos límites de la Universidad, sacó a la periferia, otras prácticas científicas y tecnológicas, entre ellas el Psicoanálisis, como antes había hecho con la hipnosis o con las psicologías empíricas Historia de la Psicología222 (fenomenología, psicología comprensiva,...). Se optaba por sacrificar todo aquello que, como los sueños, la fantasía o los motivos profundos del quehacer humano, casaba mal con el estricto imperativo del método científico con variables que controlar y cosas que medir. Wundt y los primeros psicólogos de la conciencia (estructura o función) “se centraron en el análisis introspectivo de la mente humana adulta y normal, intentando desarrollar una ciencia experimental que fuera más allá de las preguntas y teorías planteadas tradicionalmente por los filósofos. Los temas que definieron el campo de la Psicología fueron principalmente los de la sensación/percepción y los carac- terísticos de la Psicología cognitiva, aunque también se prestó una cierta atención a temas relacionados con la Psicología social, evolutiva y animal.” (Leahey, 1998, 261). Al menos históricamente fue a partir de la tradición así iniciada como la psicología académica se constituyó de forma irreversible, y obtuvo un reconocimiento propio y ajeno (véase Caparrós, 1984, 121-122). Una tradición que, muy pronto, fue capaz de desarrollar una psicotecnia, entendida como aplicación de los conocimientos psicológicos a la vida práctica (normal y patológica), siguiendo una dirección analítica y psicométrica, muy alejada de la dinámico-holista freudiana. El institucionalizador de la psiquiatría europea E. Kraepelin (véanse las nueve ediciones de su Psychia- trie, 1883-1927), doctorado con Wundt fue responsable del “primer escrito programático alemán de Psicología clínica” (Pongratz, 1973). El programa expuesto sigue el paradigma academicista, plantean- do que los psiquiatras abandonen las intuiciones personales (“ojo clínico”), y procedan, en cuestiones psicológicas, “mediante la medición y la observación”, con el “experimento psicológico” tal como se practica en los laboratorios. Kraepelin propondría una serie de instrumentos y procedimientos inspi- rados en la Psicología wundtiana (T. R., recuento de sílabas, mediciones ergográficas, etc.) para esta- blecer unos diagnósticos psiquiátricos a partir de la exploración con aquéllos de una serie de aptitudes de los pacientes (capacidad de trabajo, fatiga, excitabilidad, profundidad del sueño, etc.). Este servicio exploratorio y diagnóstico del experimento psicológico a la psiquiatría, que por entonces se reconocía competente en el tratamiento de síntomas psicológicos de enfermedades mentales pronto sería propug- nado por otros psiquiatras como Rieger, Ziehen, Oehrn, Storring, Ferrari, de Sanctis, Sommer, etc. Se pretendía aplicar los métodos psicofísicos y psicológicos (p.e. tests) en el área de la psicopatología a partir de la investigación experimental y psicométrico-diferencial practicada en el ámbito de la Psico- logía normal. Freud iría en una dirección diferente. Freud en vez de llevar a acabo experimentos, partió, como Ribot y otros, del método patológico. “El Psicoanálisis nació de una necesidad médica”, escribió Freud en el Prefacio a los Estudios psi- coanalíticos de Thedore Reik (Londres, 1931). Y era cierto, a través de la solución de los problemas de sus pacientes (casos clínicos) crearía una teoría psicológica general. El saber psicoanalítico re- definió lo que tendría que ser la Psicología, incorporando a la misma el estudio de la personalidad, la motivación y la psicopatología, además de reforzar el interés por los aspectos sociales y por los relativos al desarrollo. 16.3. El Psicoanálisis como sistema teórico Nace en 1856 en Freiberg (Moravia) en el seno de una familia judía, trasladándose a Viena con cuatro años. A los diecisiete ingresa en la Facultad de Medicina de Viena, donde recibe una fuerte influen- cia del antivitalismo, de la mano de Brücke (en cuyo Instituto de Fisiología investigaría durante seis años), y de la tradición de la psicología del acto de Brentano; cierra el grupo de influencias de juventud el neuropsiquiatra organicista Meynert y otro autor del círculo de Brücke, el psiquiatra Joseph Breuer, quienes le orientarían hacia este último campo. Con 24 años traduce cuatro ensayos (sobre la emancipación de las mujeres, el problema obrero, Platón y el socialismo) de Stuart Mill –también tradujo a Charcot (1886, 1888) y Bernheim (1886, 1891). En 1881 finaliza Medicina, un año después conoce a Martha Bernays, hija de un conocido comentador de Aristóteles interesado en textos antiguos sobre la catarsis. En 1882 conoce el tratamiento por Breuer de “Anna O”, y comienza su internado en el Hospital General de Viena. En 1885 obtiene el título de Privatdozent (título co- tizado, indispensable para la carrera universitaria, que autorizaba a dictar cierto número de clases) en neuropatología por la Universidad de Viena y una beca para ampliar estudios que utilizaría para 223El Psicoanálisis conocer en la Salpêtrière a Charcot. En París comenzaría su aproximación hacia los planteamientos psi para explicar las enfermedades nerviosas (en 1889 visitaría a Bernheim en Nancy, profundizando la influencia de la neuropatología y el hipnotismo). A su regreso a Viena, tras el fracaso de su infor- me sobre la histeria ante el Colegio de Médicos, inauguró una consulta privada para el tratamiento de los trastornos mentales por la que desfilaron numerosos pacientes de la alta burguesía, en su mayoría mujeres y judías. Aplicalos conocimientos adquiridos en Francia y la catarsis hipnótica de Breuer. Entre 1892 y 1900 se gesta el Psicoanálisis: crea el método de la libre asociación, inicia y profundiza en su autoanálisis (que básicamente consistía en la auto-interpretación de sus sueños), pone los fundamentos de su teoría sexual de las neurosis (represión de la sexualidad infantil), rom- pe con Breuer por no aceptar aquélla (véase Breuer y Freud, 1895), considera los síntomas como manifestaciones de conflictos intrapsíquicos, comienza su relación epistolar con Fliess, utiliza por primera vez (1896) el término Psicoanálisis; y, finalmente, en 1900, tiene lugar el Análisis de Dora, rompe la amistad con Fliess, y publica La interpretación de los sueños (editada en 1899 con fecha de 1900), probablemente su obra clave. En 1902, año en el que el emperador Francisco José le concede el título de Profesor Extraordinario, comienza el proceso de estructuración del Psicoanálisis como Escuela, trabajos programáticos, constitución de sociedades (nacionales e internacional), creación de revistas, defensa de la ortodoxia y eliminación de disidentes. En 1923 se manifiesta un cáncer de mandíbula, que casi 20 años después acabará con su vida. En 1933, en Berlín, nada más subir Hitler al poder, se queman públicamente libros de Freud; tres años después, los nazis confiscan los libros de la editorial psicoanalítica, empresa que fundara en 1918. En 1938, tras la invasión nazi de Austria, Freud, gracias a la presión y protección internacional, abandona Viena con su familia instalándose en Londres. Fallece en septiembre del año siguiente. Realizó una prolífica, y muy compleja, contri- bución escrita (véase Bermejo y Tortosa, 1998). Freud (1923/1974, tomo VII, 2661) insistía en considerar el Psicoanálisis como “una nueva disci- plina científica” construida a partir de “una serie de conocimientos psicológicos” obtenidas mediante “un método para la investigación de procesos anímicos inaccesibles de otro modo” y “un método terapéutico”. Pues bien, el cuerpo de estas intelecciones psicológicas lo constituye el punto de vista metapsicológico o cuerpo teórico. Erige su teoría sobre seis construcciones axiomáticas que, combinadas entre sí, constituyen la metapsi- cología: (1) Existen los procesos mentales inconscientes. (2) Toda conducta (normal o patológica) posee una motivación y un significado (simbolismo). (3) Ninguna conducta ocurre al azar (determinismo), sino que está condicionada por factores de la estructura mental individual, sus modos de funcionar tales como los impulsos, deseos, mecanismos de defensa (o también de adaptación) y sus conflictos. (4) El origen de los conflictos se sitúa en la primera infancia (represión de la sexualidad) e impiden el normal desarrollo de la personalidad. Los conflictos tienen, pues, un carácter sexual o, cuanto menos instintivo. El pasado perdura en el presente ejerciendo un efecto reactivante sobre la conducta. (5) La conducta patológica es esencialmente energía extraviada, mal equilibrada, la normal, por el contrario, es el resultado del equilibrio entre los sistemas de fuerzas o de energía de la persona, los cuales, a su vez, son producto de los impulsos instintivos. Factores cuantitativos subyacen en cualquier manifesta- ción conductual. (6) La conducta humana está afectada también por el intercambio con el mundo real (véase Grinberg, 1981). Con ellas construye la teoría que explica el funcionamiento del aparato psíquico. Una teoría que es consecuente con la observación clínica; no olvidemos que parte del método patológico para construir una Psicología, que, a diferencia de las contemporáneas, “conduzca al otro lado de la conciencia”. Profesa una fe materialista y mecanicista, recibida de los principios antivitalistas y deterministas recogidos en el Programa de 1847 firmado entre otros por Brücke, que le lleva a redactar (pero no a publicar) un Proyecto de Psicología para neurólogos, o lo que es lo mismo un proyecto de Psicología explicada desde la neurofisiología del sistema nervioso, proyecto que sólo vería la luz póstumamente, pese a estar escrito a mediados de la década de 1890. La inviabilidad del Proyecto, al menos desde los conocimientos científicos de la época, le llevó a caer en la solución habitual del mundo alemán al problema mente/cuerpo, el dualismo paralelista. Historia de la Psicología224 16.3.1. Los puntos de vista metapsicológicos a. El dinámico. Concibe la vida psíquica como un sistema de fuerzas (caldera), de base biológica y física, de cuyo grado de equilibrio (principio de constancia) depende la salud mental. Hace referencia a un forma de funcionar producto de presiones: puede ser la presión ejercida por las fuerzas psíquicas (como es el caso de las pulsiones) y, correlativamente, por la presión ejercida por el yo u otras instancias (como es el mecanismo de defensa de la represión). Los hechos psíquicos resultan siempre de la acción recíproca y contraria de un conjunto de fuerzas de origen biológico o físico. Dinámico califica lo inconsciente en tanto que ejerce una acción permanente, y que exige una fuerza contraria, la cual asimismo se ejerce de modo permanente, para impedir y prohibir el acceso a la conciencia. b. El topográfico. Es conocido que existen dos concepciones tópicas de la organización del apa- rato psíquico. La primera (expuesta en el capítulo siete de La interpretación de los sueños), de carácter más topográfico, dota al aparato psíquico de tres sistemas de funcionamiento, ubicados con cierto orden en sus relaciones. Del mismo modo que hay un lugar cerebral para la localización de ciertas actividades del psiquismo, hay correlativamente lugares psíquicos donde se centralizan tales funciones: Inconsciente, Preconsciente y Conciencia. La segunda (expuesta en El yo y el ello), de carácter estructural, nace para llenar las insuficiencias de la primera. El inconsciente se describe como algo vivo, lo constituyen contenidos tales como pul- siones, acontecimientos, recuerdos, imágenes, deseos, sentimientos o emociones, y fantasías que pueden ser dolorosos, amenazantes o provocadores de ansiedad. No hay ni sentido del espacio ni del tiempo, ni orden, ni lógica y las contradicciones coexisten perfectamente entre ellas (opera de acuerdo con el proceso primario) y buscan la satisfacción inmediata del deseo y la evitación del dolor: sus leyes de funcionamiento están regidas por la condensación y el desplazamiento. Estos contenidos actúan como auténticos motores de todo fenómeno psíquico, aunque no puedan llegar directamente a la conciencia. Al consciente (sistema percepción/con- ciencia) le corresponden, básicamente, funciones perceptivo-motrices, lo compone todo aquello de lo que nos damos cuenta en un momento dado, la percepción de las sensaciones externas e internas, de las sensaciones de placer-displacer y del revivir mnésico. El preconsciente permite, a diferencia del inconsciente, un acceso relativamente fácil/posible a la conciencia de conocimientos o recuerdos no actualizados. Es la sede de la censura que vela por impedir el acceso a la conciencia de los impulsos y contenidos del inconsciente. c. El estructural. Consciente de las insuficiencias de la primera organización tópica, formula una nueva (Freud, 1923). Esta segunda tópica se corresponde más con una descripción de la estructura de la personalidad, en agrupaciones de procesos, que de localizaciones espaciales (capas estratificadas) en el aparato psíquico. El Ello, desde el punto de vista económico es el espacio o lugar mental que contiene toda la energía psíquica, define el núcleo impulsor (amoral y egoísta) de la personalidad, y está regido por el principio del placer. Sus contenidos son inconscientes, expresión psíquica de las pulsiones, en parte producto de la herencia innata y en parte producto de la represión y de lo adquirido. Desde el punto de vista dinámico está en conflicto con el Yo y con el Superyó. Genéticamente es lainstancia más primitiva. “A la más antigua de esas provincias o instancias psíquicas la llamamos ello; tiene por conte- nido todo lo heredado, lo innato. Lo constitucionalmente establecido; es decir, sobre todo, los instintos originados en la organización somática (…) Bajo la influencia del mundo exterior real que nos rodea, una parte del ello ha experimentado una transformación particular (…) se desarrolló paulatinamente una organización especial que desde entonces oficia de mediadora 225El Psicoanálisis entre el ello y el mundo exterior. A este sector de nuestra vida psíquica le damos el nombre de yo (…) Su tarea consiste en la autoconservación (…)” (Freud, 1940/1975, tomo IX, 3380). El Yo controla las percepciones y ejerce el dominio de la acción verbal y conductual, de la “motilidad voluntaria”. Está en contacto con la realidad, interna y externa; y ejerce un papel mediador entre lo interno y lo externo. Es el resultado genético de los sucesivos procesos de identificación que una persona experimenta a lo largo de su desarrollo evolutivo. Se manifiesta, internamente mediante la censura y la represión, externamente mediante los mecanismos de defensa frente a la angustia. Vive, habitualmente angustiado, intentando conciliar las presio- nes del ello (que buscan satisfacción inmediata) y las exigencias del superyó, dentro de las condiciones que impone el entorno. “El pobre yo (…) sirve a tres severos amos y se esfuerza en conciliar sus exigencias y sus mandatos. Tales exigencias difieren siempre, y a veces parecen inconciliables; nada, pues, tiene de extraño que el yo fracase tan frecuentemente en su tarea. Sus tres amos son el mundo exterior, el super-yo y el ello. Se siente asediado por tres lados y amenazado por tres peligros a los que, en caso de presión extrema reacciona con el desarrollo de angustia. En su empeño de mediación entre el ello y la realidad se ve obligado muchas veces a revestir los mandatos inconscientes del ello –con sus racionalizaciones preconscientes–, a disfrazar los conflictos del ello con la realidad, a fingir, con insinceridad diplomática, una atención a la realidad, aún en aquellos casos en los que el ello ha permanecido rígido e inflexible (…) es minuciosamente vigilado por el rígido super-yo, que le impone determinadas normas de conducta, sin atender a los mandatos que lo aprobleman por parte del ello y del mundo exterior, y le castigan en caso de infracción con los sentimientos de inferioridad y culpabilidad. De este modo, conducido por el ello, restringido por el super-yo y rechazado por la realidad, el yo lucha por llevar a cabo su misión económica, la de establecer una armonía entre las fuerzas y los influjos que actúan en él y sobre él” (Freud, 1933/1974, tomo VIII, 3144-3145). El Superyó es una instancia que juzga y critica. Se constituye por internalización de las exigencias y prohibiciones parentales. Su papel equivale al de un censor en relación al yo, a quien inhibe o aprueba según las decisiones que toma presionado por el ello y por la realidad exterior. Freud vio funciones del Superyó en la conciencia moral, la autoobservación y la formación de ideales. Genéticamente el Superyó se forma como heredero de la resolución del conflicto edípico. “Como sedimento del largo período infantil durante el cual el ser humano en formación vive en dependencia de sus padres, fórmase en el yo una instancia especial que perpetúa esa influen- cia parental y a la que se ha dado el nombre de super-yo. En la medida en que se diferencia del yo o se le opone, este super-yo constituye una tercera potencia que el yo ha de tomar en cuenta (…) en el curso de la evolución individual el super-yo incorpora aportes de sustitutos y sucesores ulteriores de los padres, como los educadores, los personajes ejemplares, los ideales venerados en la sociedad. Se advierte que, a pesar de todas sus diferencias fundamentales, el ello y el super-yo tienen una cosa en común: ambos representan la influencia del pasado: el ello, las heredadas; el super-yo, esencialmente las recibidas de los demás, mientras que el yo es determinado principalmente por las vivencias propias del individuo; es decir, por lo actual y accidental” (Freud, 1940/1975, tomo IX, 3381). d. El punto de vista económico hipotetiza que los procesos psíquicos están impulsados y constitui- dos por una energía cuantificable (energía pulsional), de base biológica, que, una vez transfor- mada en energía mental, circula y se distribuye, aumenta, disminuye o alcanza equivalencias. Se regula (...o no) mediante una serie de principios. A la base de toda actividad y/o conflicto psíquico existe un aspecto cuantitativo de las fuerzas que intervienen: de un lado, la energía pulsional que Freud trata de cuantificar; de otro, la acción ejercida por instancias psíquicas tales como el Yo o el Superyó. Todo lo cual varía de individuo a individuo. Expresiones habituales en un neurótico, como “esto es más fuerte que yo” o “esto ha podido conmigo”, expresan la presencia de fuerzas en todo conflicto y en toda sintomatología, y certifican el poder ejercido por un “quantum de afecto” o una “suma de excitación”. Historia de la Psicología226 “(…) en las funciones psíquicas debe distinguirse algo (montante del afecto, magnitud de la excitación), que tiene todas las propiedades de una cantidad –aunque no poseamos medio al- guno de medirlo–; algo susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, que se extiende por las huellas mnémicas de las representaciones como una carga eléctrica por las superficies de los cuerpos. Esta hipótesis (...) puede utilizarse en el mismo sentido en que los físicos utilizan la de la corriente de fluido eléctrico” (Freud, 1894/1972, tomo I, 176-177). El aparato psíquico recibe excitaciones del mundo exterior y del mundo interior. Del segundo proceden las pulsiones que, desde una base biológica, se transforman en una energía mental dinámica (líbido) que ejerce una presión y una fuerza constantes, conlleva un factor cuántico o de carga energética y un factor de movilidad, y provoca una exigencia de trabajo. Una pulsión tiene su fuente en una excitación corporal localizada en alguna parte del cuerpo, que genera en la persona un estado de empuje (tensión, tendencia, impulso) hacia o contra un objetivo (tendencia de aproximación/evitación); su meta, que no es otra que eliminar, o al menos calmar, el estado de excitación originado en la fuente pulsional (zona erógena); lo que logrará mediante el objeto (persona o cosa), o gracias a él, que permite que la pulsión alcance su objetivo (consumación). Freud distingue entre pulsión (Trieb) e instinto (Instinkt), conceptos sobre los que podría ha- ber cierta confusión, ya que en alguna traducción de los textos freudianos no se ha matizado suficientemente tal diferencia. Cuando Freud habla de instinto lo hace para señalar el compor- tamiento animal condicionado o prefijado por la herencia y, por tanto, es característico de su especie y está previamente preformado en su desarrollo. Por el contrario el concepto de pulsión tiene el matiz de presión o fuerza, y es un concepto límite entre lo somático y lo psíquico. En una primera construcción teórica (Freud, 1905) señala la existencia de pulsiones sexuales (orientan a la conservación de la especie) y de pulsiones del yo (o pulsiones de auto-conservación). Una segunda construcción teórica (Freud, 1920) organiza las pulsiones en pulsiones de vida, o Eros (en el sentido platónico de amor), que engloban las pulsiones de la primera construcción, y pulsiones de muerte, o Thanatos, que englobaba las tendencias regresivas hacia estadios anteriores del desarrollo, y que se manifiestan especialmente mediante la agresión y la violencia. Eros se oponía a Thanatos. e. El punto de vista genético. Este punto de vista permite comprender mejor los anteriores, en particular el dinámico, y también el económico. La distinción fue introducida por Kris y Hartman (1946),pero los conceptos se encuentran en el mismo Freud, quien había descrito los rasgos personales y los modos de conducta en términos de desarrollo. En su correspondencia con Fliess, Freud señalaba la existencia de edades de la vida, de épocas o períodos de desarrollo, con los que pronto relacionó la neurosis. Fue sobre todo en Tres ensayos de teoría sexual (Freud, 1905) donde se planteó la evolución sexual, negando que fuera en la pubertad cuando comenzaba la auténtica sexualidad. Mostró la sucesión temporal que existe en cuanto al acceso (actividades) del objeto libidinal: el sujeto evoluciona sucesiva- mente desde el autoerotismo, pasando por el narcisismo, la elección homosexual y finalmente la elección heterosexual; todo lo que supone paralelamente una evolución desde el principio del placer predominante en los primeros estadios, al principio de realidad en los posteriores. Así pues, los estadios de desarrollo se caracterizan por un predominio de ciertas pulsiones –que en los estadios pregenitales las denominará posteriormente pulsiones parciales–, o también por determinadas modalidades o formas de relación –“relación de objeto”. De este modo una conducta, un rasgo personal o un síntoma pueden ser entendidos e interpretados en términos de progresión o de regresión, cuando menos, genética, debido al predominio de una forma determinada de pulsión y de una forma determinada de relación de objeto. Por consiguiente, tanto el punto de vista genético como el estudio del desarrollo de las pulsiones (puntos de vista económico y dinámico) permiten establecer los distintos estadios 227El Psicoanálisis o etapas del desarrollo de la personalidad: el oral, el sádico anal y el fálico. Es en la etapa fálica en la que aparece ese conjunto de conflictos conocido como el Complejo de Edipo, por cuanto que recuerda parcialmente aquella tragedia mítica recogida en el teatro clásico griego. La teoría de Freud en especial, pero también otras propuestas psico-dinámicas posteriores, han contribuido, sin duda, al desarrollo de la concepción de estadio evolutivo, tan querida y desarrollada por la Psicología genética. “Se me ha ocurrido sólo una idea de valor general. También en mí comprobé el amor por la madre y los celos contra el padre, al punto que los considero ahora como un fenómeno general de la temprana infancia (...) Si es así, se comprende perfectamente el apasionante hechizo del Edipo rey, a pesar de todas las objeciones racionales contra la idea del destino inexorable que el asunto presupone, y entonces también podríamos comprender por qué todos los dramas ulteriores de ese género estuvieron condenados a tan lamentable fracaso. Es que todos nues- tros sentimientos se rebelan contra un destino individual arbitrariamente impuesto (...) pero el mito griego retoma una compulsión del destino que todos respetamos porque percibimos su existencia en nosotros mismos. Cada uno de los espectadores fue una vez, en germen y en su fantasía, un Edipo semejante, y ante la realización onírica trasladada aquí a la realidad todos retrocedemos horrorizados, dominados por el pleno impacto de toda la represión que separa nuestro estado infantil de nuestro estado actual” (Freud, 1950/1975, tomo IX, 3584). 16.3.2. Principios que rigen el funcionamiento mental Freud observó que ciertos principios dominaban la vida mental, la conducta y las experiencias hu- manas. Aunque están presentes desde el comienzo de su obra, hay que distinguir dos períodos en la formulación conceptual. El primero de ellos está dominado por la explicación del principio de placer-displacer (un desarrollo del principio de constancia, presente desde el comienzo de su obra), y también por el principio de realidad. El segundo período, a partir de 1920, se caracteriza por la introducción de la “compulsión a la repetición” que actúa como un principio más allá del principio del placer. Veamos estos principios. a. El principio de placer-displacer (conocido posteriormente como principio del placer y que domina los procesos inconscientes) señala que toda conducta se origina de un estado de excitación molesta, y tiende a reducir la excitación a fin de disminuir la molestia o displacer y, si se puede, producir placer. El principio del placer puede manifestarse en los sueños y las fantasías mediante las que pueden satisfacerse indirectamente deseos no consumados. Pero también en las neurosis: un neurótico se aleja de la realidad porque le resulta insoportable total o parcialmente: satisfacer sus deseos placenteros es una fuente de conflicto lo que se manifiesta en sus síntomas. b. El principio de realidad forma pareja con el del placer en la medida que trata de imponerse sobre éste para regular su actuación. Pretende acomodar la búsqueda de satisfacción placentera acomodándola a las condiciones del mundo exterior, esto es, a la realidad. Este principio facilita algunos logros evolutivos en el desarrollo del aparato mental. La progresiva instalación de este principio permitirá la aparición del sistema preconsciente-consciente, y facilitará que la energía pulsional esté al servicio del yo. En lo que se refiere al aparato mental, la progresiva sustitución del principio de placer (funcionamiento en proceso primario, a-lógico) por el princi- pio de realidad, se manifiesta por el desarrollo de las funciones conscientes de adaptación a la realidad: la atención, la memoria, el juicio y la acción adecuada a la realidad (funcionamiento en proceso secundario, lógico). c. La compulsión a la repetición. Aunque al comienzo de su obra Freud había destacado la im- portancia de los procesos de repetición, el concepto de compulsión a la repetición sólo aparece claramente formulado en 1920. Apoyándose en los datos proporcionados por los pacientes con neurosis traumáticas u otras formas patológicas –pacientes que rememoraban reiteradamente Historia de la Psicología228 hechos trágicos o desgraciados– concluyó que existían necesidades de satisfacción, en repeti- ciones, que trascendían el principio del placer y que se trataba de un automatismo o tendencia; de ahí el nombre de compulsión de repetición. Se repetían experiencias fuertes o particulares, cualesquiera que fueran los efectos, favorables o nocivos, de tal repetición. Esta repetición de hechos del pasado se produce sin recordar el prototipo y con la impresión vivida de que los hechos acontecen con motivación exclusiva en el presente negando, ignorando o desmintiendo el pasado. 16.3.3. Algunas manifestaciones de la vida psíquica 16.3.3.1. El funcionamiento del aparato psíquico Freud percibió el diferente funcionar del psiquismo humano, concluyendo sus observaciones en la existencia de dos modos básicos de funcionar: en proceso primario y en proceso secundario. El primero caracteriza el sistema y el funcionamiento del inconsciente: sus modelos vienen dados por el sueño y la alucinación; y se rige por el principio del placer. Freud consideraba que la alucinación era un fenómeno normal dentro del desarrollo del individuo: el bebé, en ausencia del objeto de la satis- facción (objeto de la pulsión), busca repetir la experiencia de satisfacción, aunque sea mentalmente, primero como alucinación y después de modo más elaborado en una fantasía. El crecimiento normal de las estructuras del aparato psíquico dependerá de esta repetición exitosa en la mente individual, que irá disminuyendo paulatinamente la intensidad de aquel primitivo funcionar en proceso prima- rio. El proceso secundario se manifiesta en un modo de funcionar mucho más controlado. Se rige ya según el modelo de la conciencia y del estado de vigilia, cuyo prototipo vendría dado por una persona adulta capaz de utilizar el lenguaje plenamente desarrollado, de contener las emociones y de aplazar las satisfacciones placenteras a las que le urge la presión de las pulsiones. El modo de funcionar en proceso secundario caracteriza el sistema preconsciente-consciente y se rige por el principio de realidad.Son dos modos de funcionar del psiquismo que van a estar presentes en una persona normal a lo largo de la vida. El desarrollo humano pleno se caracteriza por la alternancia de estos dos modos de funcionar, aunque la evolución psíquica –la madurez, los estados de regresión o la enfermedad psíquica...– irá marcando el equilibrio/desequilibrio entre ellos. 16.3.3.2. Los sueños Permiten un cumplimiento de deseos, naturalmente, de deseos inconscientes, que emergen (descarga parcial) disfrazados para superar la censura de la consciencia. Los explica con los mismos meca- nismos que los síntomas neuróticos. Gracias a su análisis llegó al descubrimiento y conocimiento del inconsciente. Para soñar hay que dormir, cuando se duerme el organismo da satisfacción a su necesidad de reposo: es una reducción de la tensión, la más compleja, que un ser vivo puede alcanzar. Genéticamente Freud la relacionó con una vuelta a la existencia prenatal. El sueño es una actividad de la persona que duerme mediante la que el Yo, que desea dormir, pretende reducir al mínimo las motivaciones que tienden a despertarle. De ahí las dos célebres tesis de Freud respecto del sueño: “El sueño es un guardián del dormir” y “El sueño es una realización de deseos”. El conocimiento de los mecanismos de formación de los sueños proporciona un material privilegiado para el estudio y conocimiento de esos mismos sueños: como se sabe, los mecanismos son la condensación, el desplazamiento, la elaboración secundaria, la sobredeterminación... El estudio de esos mecanismos es lo que le llevó a defender la conclusión de la existencia de las dos formas de funcionar antes mencionadas: el proceso primario y el secundario. 16.3.3.3. La fantasía y la vida onírica Es mérito del Psicoanálisis haber puesto en el primer plano de la personalidad la importancia de la fantasía y de la imaginación, así como sus estructuras subyacentes o su contenido inconsciente o 229El Psicoanálisis manifiesto. Freud entendía por fantasía los sueños diurnos, escenas, episodios, ficciones, historietas más o menos novelescas que el sujeto forja y se relata (a sí mismo) durante el estado de vigilia. 16.3.3.4. Los síntomas Es mucho lo que el Psicoanálisis ha aportado al conocimiento de la enfermedad mental. A vuela pluma queremos destacar aquí: (1) La concepción de los síntomas como indicios relativos de en- fermedad (relativiza la frontera entre enfermedad mental y normalidad): “la frontera entre norma y anormalidad es fluctuante”, “todos nosotros somos un poco neuróticos”. (2) Explican los sínto- mas, igual que sucede con los sueños, como formaciones sustitutivas y enmascaradoras de deseos reprimidos, por lo que reportan unos beneficios al que los sufre. El síntoma es una formación de compromiso entre los impulsos reprimidos y los mecanismos defensivos del Yo. Estas dos tesis supusieron un cambio de perspectiva radical en la concepción de los síntomas y en la comprensión de la enfermedad mental. 16.3.3.5. Teoría de la personalidad Caracteriza la personalidad por una estructura u organización dinámica interna de sistemas psico- fisiológicos, que aseguran un ajuste particular respecto al entorno. La personalidad es el resultado evolutivo de la estructuración psíquica del individuo, de la interacción de determinantes biológicos y psicosociales, en particular del entorno familiar que es el agente de transmisión concreto y particular de la educación y la cultura. Para Freud, si efectuamos una mirada de conjunto, la formación de la personalidad aparece como una socialización progresiva en la que se ponen en juego identificaciones sucesivas y múltiples. Esta organización interior se manifiesta al exterior; de un lado mediante los mecanismos de defensa, de otro, mediante los modos de relación. a. Los mecanismos de defensa son formas de operar del yo al encarar afectos, pulsiones, excitacio- nes u otros estímulos internos (o externos), por lo que bien pueden considerarse, además, como funciones de adaptación al mundo interno y externo del individuo. Los distintos mecanismos prevalecen según el estímulo que provoca su intervención, según el grado de elaboración del conflicto psíquico y según el estadio de desarrollo individual. Según sus diferentes modos de operar y de manifestarse, son susceptibles de ser observados y analizados sistemáticamente. Es evidente que la represión será el mecanismo de defensa prototípico de su obra. La represión es la operación mediante la que el Yo repele, empuja y desaloja de la mente pensamientos, imágenes, recuerdos, o cualquier otra forma de representación mental de sa- tisfacción pulsional satisfactoria o placentera, a la vista de exigencias procedentes del inte- rior (p.e. la desaprobación moral del Superyó), o por inconveniencias exteriores de cualquier orden (las cuales acabarán provocando la desaprobación del Superyó). Es un mecanismo de defensa normal (igual que cualquier otro): todas las personas normales han tenido que efec- tuar renuncias represivas a lo largo de su desarrollo; pero, al mismo tiempo, puede ser un mecanismo patológico. La represión es, además, el mecanismo por antonomasia de la histeria –grosso modo la histeria es la afección que se vive por asedio de la sobreexcitación sexual de la que necesita defenderse mediante la represión, aunque juega un papel importante en otras afecciones psiconeuróticas. Freud describió, además, otros mecanismos de defensa como la regresión, la formación reactiva, el aislamiento, la anulación retroactiva, la proyección, la introyección, vuelta contra sí mismo, la transformación en lo contrario, la negación, la desmentida, la desestimación... No obstante, fue Anna Freud quien intentó efectuar algo así como un primer catálogo de tales mecanismos en su conocido opúsculo El yo y los mecanismos de defensa (1936). b. Los modos de relación (la relación de objeto) designan las formas de intercambio entre una persona y objetos (entre ellos otras personas) que permiten satisfacer las necesidades pulsio- nales. Designa, pues, la interacción del sujeto con su mundo (interno y externo). Una relación Historia de la Psicología230 dirigida, en última instancia, por la personalidad, una organización compleja y total que también condicionará ese modo de relacionarse según el estadio evolutivo en que se encuentre (p.e. en la etapa oral, el individuo presenta un modo de relación de objeto oral). También será la responsable de formas de relación patológicas (en la melancolía se establecerá una forma de relación de objeto melancólica). Tiene particular relevancia dentro de la teoría económica y pulsional: así, por ejemplo, en un determinado momento del desarrollo (el del bebé) una parte del cuerpo (la boca) determina un modo de relación con el objeto (de incorporación oral) configurando un modo particular de relación de objeto (oral); pues es la fuente pulsional la que busca su meta seleccionando un objeto y estableciendo un modo particular de relación. 16.4. Método terapéutico psicoanalítico: El Psicoanálisis La propuesta freudiana es revolucionaria. Rechaza los procedimientos existentes, tanto en la psiquia- tría organicista (internamiento, masajes, farmacoterapia, electroterapia, hidroterapia...), como en la de orientación psicologicista (hipnosis, catarsis hipnótica...). Propone una explicación original de las neurosis en términos de represión de la sexualidad infantil (tras abandonar explicaciones previas), avisa sobre el fenómeno luego llamado de substitución de síntomas (si eliminas el síntoma sin llegar a su causa, ésta, bloqueados unos caminos, buscará otras salidas mediante nuevas manifestaciones o síntomas). Tenía en cuenta las diferencias individuales (por ejemplo, como había mostrado Bernheim, en sugestionabilidad), y hacía de ellas un elemento clave, situando en primer plano las relaciones psico- terapeuta-paciente y su evolución a lo largo del tratamiento (paradigmática la neurosis de transferencia y su resolución o la contratransferencia).Para llevar a cabo la psicoterapia hace falta un analista que disponga de la formación necesaria (Freud, 1926) para ejercer esta función; y que disponga de una adecuada comprensión del cuadro psicopatológico del analizando/a. El encuadre (estructura espacio/temporal de la situación terapéutica) intenta crear unas condiciones que faciliten la regresión patológica del paciente en el seno de las sesiones psicoanalíticas, llevándole a hablar, observar, establecer nexos y relaciones con vivencias y recuerdos psíquicos desconectados entre sí, iniciando así un diálogo basado en la escucha y en la interpretación. El analista dedica su tarea a favorecer en la memoria del paciente los recuerdos y deseos olvidados y reprimidos, de modo que al hacerlos aflorar en la regresiva situación transferencial pueda trabajar tales repeticiones. Así, el paciente afrontará y elaborará, afectiva y conscientemente, lo que originalmente reprimió, favoreciendo así que el complejo pierda su capacidad de actuar de forma patógena. “Por lo que se refiere al tiempo, sigo estrictamente y sin excepción alguna el principio de adscribir a cada paciente una hora determinada. Esta hora le pertenece por completo, es de su exclusiva propiedad y responde económicamente de ella, aunque no la utilice. Semejante condición, generalmente admitida en nuestra buena sociedad cuando se trata de un profesor de música o de idiomas, parecerá acaso muy dura en cuanto al médico y hasta incorrecto desde el punto de vista profesional (...) En cuanto intentásemos seguir una conducta más benigna, las faltas de asistencia puramente ‘casuales’ se multiplicarían de tal modo, que perderíamos sin fruto alguno la mayor parte de nuestro tiempo. Por el contrario, manteniendo estrictamente el severo criterio indicado, desaparecen por completo los obstáculos ‘casuales’. (...) En cambio, podemos continuar seguidamente nuestro trabajo y eludimos la contrariedad de ver interrumpido el análisis en el momento en que prometía llegar a ser más interesante y provechoso. Unos cuantos años de practicar el Psicoanálisis siguiendo estrictamente este principio de exigir a cada enfermo la retribución correspondiente a la hora que se le ha señalado, la utilice o no, nos convencen decisivamente de la impor- tancia de la psicogenia en la vida cotidiana de los hombres, de la frecuencia de las ‘enfermedades falsas’ y de la inexistencia del azar” (Freud, 1913/1972, tomo V, 1663-1664). El contrato no contiene compromiso alguno sobre la terminación del tratamiento en un tiempo o número de sesiones predeterminado. 16.4.1. Instrumentos terapéuticos al servicio de la interpretación Freud estableció la necesidad de mantener un timing o, cuando menos, sostener cierto sentido de la oportunidad partiendo del despliegue transferencial que el paciente lleve a cabo a lo largo de su 231El Psicoanálisis análisis. Las intervenciones del psicoanalista requieren un conocimiento cabal del paciente y un dominio del arte de interpretar. Un arte, que se apoya en la utilización terapéutica, básicamente, de la asociación libre sobre diferentes materiales de la vida cotidiana del paciente, orientado al desci- framiento de los disfraces (simbolismo) bajo los que se oculta la auténtica fuente (complejos) de sus problemas (Freud, 1914). La asociación libre exige cierto aprendizaje del paciente: No es fácil para nadie decir con total libertad lo que se siente. Al comienzo de un Psicoanálisis el analista introduce la regla fundamental: “El tratamiento consiste en que usted se acueste en este diván, se ponga en la actitud más cómoda y serena posible y trate de decir todo lo que vaya apareciendo en su mente, con la mayor libertad y la menor reserva, tratando de ser lo más espontáneo, libre y sincero que pueda” (Etchegoyen, 1986, 81). Se entiende libre en el sentido de que nada es orientado, controlado o dirigido, ni tampoco es propuesto al paciente un punto de partida. Se aplica a los sueños, para intentar hacer explícita la relación existente entre los contenidos descritos de aquéllos (el contenido manifiesto, lo que se recuerda al despertar) y acontecimientos (presentes o pasados) de la vida del analizado/a (contenido latente). Pero también se aplica sobre sucesos de la vida cotidiana tan frecuentes como disfunciones de la memoria (por ejemplo, el fenómeno “de la punta de la lengua”), deslices o lapsus del habla o de la escritura (por ejemplo, sustitución de palabras, similares auditiva o visualmente, pero con significados bien diferentes), conductas inapropiadas o inconvenientes, o incluso el tipo de chistes o gracias habitualmente utilizados. “Nuestro pacto lo concertamos, pues, con los neuróticos: plena sinceridad contra estricta discreción. Este trato impresiona como si sólo quisiéramos oficiar de confesores laicos; pero la diferencia es muy grande, pues no deseamos averiguar solamente lo que el enfermo sabe y oculta ante los demás, sino que también ha de contarnos lo que él mismo no sabe (…) Lo comprometemos a ajustarse a la regla fundamental del análisis, que en el futuro habrá de regir su conducta para con nosotros. No sólo deberá comunicarnos lo que sea capaz de decir intencionalmente y de buen grado, lo que le ofrece el mismo alivio que cualquier confesión, sino también todo lo demás que le sea presentado por su autoobserva- ción, cuanto le venga a la mente, por más que le sea desagradable decirlo y aunque le parezca carente de importancia o aun insensato y absurdo” (1940/1975, tomo IX, 3397). Sobre esos materiales el psicoanalista interpreta. Se entiende por interpretación la intervención verbal del analista dentro de la sesión analítica, que permita hacer manifiesto el sentido oculto, o latente, de las conductas verbales y no verbales del paciente, de acuerdo a la operatividad en el proceso de la cura al aquí y ahora de la sesión, y en la relación transferencial del paciente con el terapeuta. Si bien la interpretación no es la única intervención verbal del analista, es cierto que el concepto de interpretación sintetiza, adecuadamente, el conjunto de sus intervenciones que, siempre, deben estar encaminadas para el fin de la interpretación, esto es, la resolución de la neurosis transferencial. Compara la labor del analista con la del arqueólogo que va poniendo al descubierto unas ruinas ar- quitectónicas habitadas en épocas remotas. El conjunto de los recuerdos, sueños, asociaciones libres y materiales aportados por el paciente, a la luz de la transferencia, permite reconstruir el pasado del paciente de forma dinámica. Con el fin de conocer el trabajo que tiene lugar en el laboratorio de las sesiones respecto a tales mociones pulsionales conviene revisar algunos conceptos clínico-teóricos: a. La transferencia. Se conoce por transferencia analítica la repetición del paciente frente al analista de las actitudes emocionales, inconscientes, amistosas, hostiles o ambivalentes, que aquel estableció en la infancia en contacto con sus padres y las personas de su entorno. Consiste en la acción de pasar una vivencia emocional contenida dentro de un ser humano, a otro lugar vivencial (generalmente otro ser humano) donde ubicarse y materializarse, buscando que tal vivencia se acomode satisfactoriamente a lo vivido anteriormente. De ahí que sea una acción móvil, ubicua y cambiante, sobre todo mientras no encuentra su satisfacción. La necesidad de encontrar un amor (o un odio) obliga a la búsqueda constante, sobre todo si no se ha encontrado Historia de la Psicología232 satisfacción a la necesidad de ubicar la transferencia. Al igual que se habla de transferencia en el campo de la economía para denominar la acción de pasar un capital monetario de una cuenta bancaria a otra, en el campo de los afectos transferencia es la acción de depositar un capital emotivo y afectivo necesitado de alcanzar un lugar más satisfactorio. La capacidad de transferir existe y se da en todo ser humano, en sus relaciones sociales y afectivas. La transferenciano es un patrimonio del Psicoanálisis. Freud lo que hizo fue descubrirla. La descubrió en las sesiones psicoanalíticas, sorprendido de la carga emotiva y vivencial que sobre él recaía con insuficiente aviso. Además de descubrir la relación transferencial, lo que hizo fue instrumentarla técnicamente en las sesiones para poder superar en ellas la repetición neurótica y patológica. Las relaciones transferenciales afectivas de un paciente, en las que se manifiesta disper- samente su patología, mediante el trabajo del analista, se recogen y evocan en el encuadre espacio-temporal de las sesiones analíticas, convirtiéndolas en una verdadera transferencia analítica. Freud denomina este fenómeno neurosis de transferencia y, posteriormente, enferme- dad de la transferencia. Evocadas las relaciones transferenciales en las sesiones, allí, mediante el trabajo interpretador del psicoanalista serán descritas, comparadas con otras formas de relación, identificadas y clasificadas. Si el trabajo realizado entre analista y paciente tiene éxito se irá comprobando que tales formas de relación responden siempre a unos patrones repetidos reiteradamente que, una vez conocidos e identificados por el paciente, podrá resolver. b. La contratransferencia. Si del lado del paciente es la transferencia lo que delimita su carga emotiva, del lado del psicoterapeuta lo es la contratransferencia. Identifica los sentimientos que suscitan en el analista las manifestaciones del paciente, y en particular la reacción que provoca o sugiere las vivencias transferenciales del analizando/a. Freud utilizó el término en sus escritos técnicos advirtiendo de la importancia de este fenómeno, que puede perturbar y poner en peligro el propio tratamiento. Si entendemos la sesión analítica como un campo dinámico en el que van a reeditarse los conflictos infantiles, el analista no sólo precisa conocer las posibles reacciones emocionales del paciente, es imprescindible que reconozca sus propias reacciones emocionales, pero en particular aquellas por las que pueda sentirse compelido debido a las mociones pulsionales del paciente. Freud que introduce el concepto de contratransferencia hacia 1910, advierte que es indispensable que el propio psicoanalista se haya sometido a un Psicoanálisis como una condición sine qua non en su proceso de convertirse en terapeuta (formación). c. La regresión. Freud explicitó este concepto para explicar la psicología de los procesos oníricos. El sueño lo describe allí como una vuelta regresiva temporal al pasado infantil, y una regresión tópica, levantada la censura, al inconsciente. A menudo insistió en el hecho de que el pasado permanece en nosotros de modo permanente. d. Resistencia y defensa. La resistencia es la actitud, la acción, las palabras que el paciente utiliza con el psicoanalista encaminado a impedir el acceso a su inconsciente, dificultando la influencia de las interpretaciones del analista sobre el funcionamiento dinámico de aquel. Es una defensa frente a los descubrimientos que va aportando la psicoterapia, por cuanto que ésta va aflorando deseos ocultos e inconscientes e inflige cierto sentimiento de vejación psicológica. En las sesiones clínicas la resistencia se puede manifestar de múltiples maneras y opera permanentemente, en particular si se alía con los mecanismos de defensa del yo. Toda esta acción defensiva o de resistencia tiene como finalidad reducir o suprimir toda mo- dificación susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia biopsicológica de una persona. En la sesión analítica, el psicoterapeuta debe ir mostrando al paciente la presencia y la actuación de la resistencia, toda la acción defensiva que plantea y utiliza el Yo para hacer 233El Psicoanálisis frente a las diferentes ansiedades que va suscitando el proceso de afloramiento a la conciencia de determinadas representaciones, previamente no elaboradas ni afectiva ni racionalmente. e. Recordar, repetir, elaborar. Ésta es en síntesis la tarea del tratamiento psicoanalítico. El breve artículo de Freud de 1914 que lleva el mismo título resume la trabajosa tarea que se produce en todo análisis. Defiende un concepto de curación distinto al criterio médico, ya que se trata del cambio de la mente, de forma gradual y lenta, mediante la elaboración de los conflictos inconscientes. La desaparición de unos síntomas no es significativa de haber finalizado el análisis. Lagache (1955) propone unos ítems indicadores de que se ha abandonado el principio del placer por el de realidad y que se ha dejado “el Yo el lugar donde estaba el Ello”. Los ítems psicológicos serían: (1) Capacidad de tolerar la frustración, producir tensiones elevadas y reducirlas de forma satisfactoria. (2) Supresión de inhibiciones, lo que permite la realización de las propias posibilidades (normalización sexual, liberación de la agresividad constructiva, funciones afectiva e imaginativa). (3) Adaptación de las aspiraciones a las propias posibilidades personales y a la realidad. (4) Capacidad de conducirse previendo las dificultades normales y trabajando en la realización de un plan de vida. (5) Facilitación de las relaciones con el otro. (6) Abandono de actitudes exageradamente conformistas o destructivas, y conciliación entre las fuerzas conservadoras y las creadoras. Este programa ideal debe adaptarse razonablemente a las posibilidades de cada paciente, pues, para empezar, no todos llegan en igualdad de condiciones al análisis. “A la labor por medio de la cual hacemos llegar lo reprimido a la conciencia del enfermo le hemos dado el nombre de Psicoanálisis. ¿Por qué análisis, término que significa descomposición y disocia- ción y hace pensar en una semejanza con la labor que el químico realiza en su laboratorio con los cuerpos que la Naturaleza le ofrece? Porque en realidad existe una tal analogía en cuanto a un punto importantísimo. Los síntomas y las manifestaciones patológicas del enfermo son, como todas sus actividades anímicas, de naturaleza compuesta. Los elementos de esta composición son, en último término, motivos o impulsos instintivos. Pero el enfermo no sabe nada, o sólo muy poco, de estos mo- tivos elementales. Somos nosotros los que le descubrimos la composición de estos complicadísimos productos psíquicos; referimos los síntomas a las tendencias instintivas que los motivan, y le revela- mos en sus síntomas la existencia de tales motivos instintivos, que hasta entonces desconocía, como el químico que aísla el cuerpo simple, el elemento químico, de la sal, en la cual se había mezclado con otros elementos, haciéndose irreconocible. Igualmente, mostramos al enfermo, en sus manifestacio- nes anímicas no consideradas patológicas, que tampoco era perfecta su conciencia de la motivación de las mismas, en la cual han intervenido motivos instintivos que no ha llegado a conocer” (Freud, 1918/1974, tomo VII, 2457). 16.5. Las escuelas psicoanalíticas La amplitud y generalidad de su propuesta, su procedencia clínica y no de laboratorio, unida a su difícil verificación o refutación empírica, y a la creación de una comunidad organizada para tener una continuidad histórica, suscitaron muchas reservas y recelos entre los filósofos de la ciencia y las comunidades científico-académicas, pero ejerció un singular atractivo sobre los mundos del arte y la cultura, así como sobre las personas en general. Los “psicoanalistas deben considerarse como una comunidad científica –al menos, pretendidamen- te– particular con unidad interna a pesar de sus muchas subescuelas, con unos objetos compartidos por sus miembros, con unas reglas metodológicas, con unos postulados teóricos, con un sistema de instrucción para sus futuros miembros, con unos canales propios institucionalizados de comunicación, etc.” (Caparrós, 1979, 38-39). La intransigente defensa de sus ideas por Freud, y las rivalidades personales y profesionales entre sus discípulos, dieron origen a numerosas (y sonadas) escisiones, que dividieronel Psicoanálisis en multitud de escuelas (Wyss, 1961; Ellenberger, 1970). El propio Freud lo recordaba amargamente. Historia de la Psicología234 “En Europa hubo, de 1911 a 1913, dos movimientos de desaparición del Psicoanálisis, iniciados por personas que hasta entonces habían desempeñado un papel considerable en la recién aparecida ciencia. Me refiero a Alfredo Adler y a C. G. Jung. Ambas defecciones fueron harto peligrosas y agruparon en derredor de sus iniciadores núcleos importantes; pero no debían su fuerza a su contenido propio, sino al deseo de emanciparse de ciertos resultados Psicoanálisis, aún aceptando el material de hechos en el que se basaban. (…) la crítica fue muy benigna con ambos heréticos, y por mi parte, sólo pude alcanzar que tanto Adler como Jung renunciaran a dar a sus teorías el nombre de Psicoanálisis. Actualmente, transcurridos diez años, puede comprobarse que ninguna de estas dos tentativas ha causado perjuicio alguno al Psicoanálisis. Cuando una comunidad se halla fundada en una coincidencia sobre determinados puntos cardinales es natural que salgan de ella aquellos que han abandonado dicho terreno común. Sin embargo se ha atribuido con frecuencia la defección de antiguos discípulos míos a mi intolerancia o se ha visto en ella la expresión de una fatalidad especial que sobre mí pesaba. Contra esto indicaré exclusivamente que frente a aquellos que me han abandonado, como Jung, Adler, Stekel y otros, se alza gran número de personas –tales como Abraham, Eitingon, Ferenczi, Rank, Jones, Brill, Sachs, Pfister, Van Emden, Reik y otros– que me son adeptos desde hace más de 15 años, durante los cuales han colaborado fielmente conmigo, y con los que vengo manteniendo una ininterrumpida amistad” (Freud, 1925/1974, tomo VII, 2787-2788). • Ninguno de sus representantes rom- pió de forma radical con la doctrina freudiana. • El núcleo duro de las ideas freudia- nas continuó siendo: a) La teoría de la líbido. b) La evolución, estructura (teoría de las instancias) y dinámica de la personalidad. c) La distinción y dinámica del consciente/inconsciente y las teorías del instinto y del afecto. • Siguen el esquema freudiano respecto de las características del tratamiento: a) Sus aportaciones se centran en la reali- zación de estudios detallados acerca del “cómo” y “cuando” de la interpretación a lo largo del proceso terapéutico y so- bre alguna particularidad de las técnicas de tratamiento. b) Las tentativas de for- zar y acelerar el tratamiento, mediante una conducta más activa del analista, llevaron a innovaciones fundamentales, sobre todo en el terreno de la psicopa- tología infantil y de la psicosis. a) Karl Abraham: aportaciones en la evolución de la líbido y en diversos campos (p.e. complejo de castración en la mujer, eyaculación precoz, fan- tasías en la histeria), formación y evolución ca- rácter, psicopatología delirio maníaco/depresivo y psicosis. b) Sandor Ferenczi: aportaciones a la estructura y dinámica de la persona, psicopatología neurosis y terapia. c) Otto Fenichel: aportaciones a la estructura de la persona, psicopatología neurosis y metapsicología. d) Anna Freud: recopilación de mecanismos defen- sa del Yo y aportaciones Psicoanálisis infantil. e) Melanie Klein: aportaciones al Psicoanálisis infantil. f) Heinz Hartmann: subraya la autonomía del Yo y su función de adaptación. g) Erik Erikson: Aportaciones teoría del desarro- llo infantil. h) Wilhelm Reich: funciones del orgasmo y de la angustia, teoría del “Orgón”. i) Paul Federn: aportaciones a la estructura de la persona. j) Franz Alexander: padre de la medicina Psicoso- mática. Figura 16.2. Características diferenciales de la Escuela de Freud/Psicoanálisis Ortodoxo y principales representantes (véase Ellenberger, 1976) No sólo se extendió por Europa, sino también, y con gran fuerza, en EE.UU. Los planteamientos freudianos llegaron a América básicamente “en dos oleadas” (Burnham, 1978): la primera coincidió con la “reforma progresista, la psicoterapia, y las nuevas ideas sobre el lugar de los niños y la sexualidad en la sociedad americana. La segunda vino con la sociedad burocrática que se desarrolló en los años 30 y después, especialmente en los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial”. Aunque en ambos casos fueron los médicos los asimiladores y diseminadores de las enseñanzas freudianas, los psicólogos también contribuyeron con su ambivalente actitud. 235El Psicoanálisis • Rechazan la teoría de la líbido. • La mayoría de autores, como consecuencia de lo anterior, apenas presta interés a los puntos de vista genéticos (psicológico-evolutivos) de la formación de la persona. • Se da importancia extraordinaria a los impulsos del medio ambiente. • Abandonan las ideas estructurales de la teoría freudiana de las instancias, así como la teoría de los mecanismos de defensa. • Estudian detalladamente las actividades fallidas y las faltas de adaptación del individuo (investi- gación de la conducta). • Reducen mucho la importancia que Freud dio al inconsciente, y sólo le consideran como fenó- meno marginal. • Limitan mucho el papel de la sexualidad. • La mayoría no presta importancia a la investiga- ción de los símbolos y al desciframiento de los síntomas. • A nivel de tratamiento subrayan el conflicto actual. Centran la terapia más en el presente que en el pasado. Meta = paciente domine rá- pidamente sintomatología. Conocimiento de causas de los conflictos y síntomas por medio del diálogo terapeuta/paciente. a) Karen Horney: la angustia es el orígen de la neurosis que, en realidad, es una reac- ción de defensa frente a uno mismo. b) Erich Fromm: entiende la neurosis como un fracaso en la autorrealización. c) Harry Stack-Sullivan: intento de desarro- llo de una psiquiatría de las relaciones interhumanas. d) Harald Schultz-Hencke: el conflicto bá- sico de la psique humana consiste en la inhibición de lo expansivo, compuesto principalmente por las “aspiraciones del ser humano”. e) Thomas Frech y Sandor Rado: repre- sentantes de la concepción conductista dentro del Psicoanálisis. f) Abraham Kardiner: Ddestaca la im- portancia de los factores sociales en la génesis de la conducta problemática, en conexión con la antropología y la socio- logía. g) Jane Pearce y Saul Newton: aportaciones a la psicología evolutiva. h) Ernest G. Schachtel: las neurosis como trastornos de la autorrealización y ac- tualización potenciales del ser humano. Figura 16.3. Neopsicoanálisis. Características diferenciales y principales representantes (véase Ellenberg, 1976) En definitiva, no cabe sino hablar de Freud como una persona falible, contingente a contextos y deseos no siempre conscientes, por tanto capaz de incurrir en contradicciones, falsedades, errores y abusos; incluso, como tantos otros, aprovechó en beneficio propio muchas más ideas de otros de lo que fue capaz de reconocer, y en el tratamiento de sus pacientes, en opinión de algunos autores (p.e. Obholzer, 1980; Thornton, 1984; Lakoff y Coyne, 1993; Esterson, 1993; Kerr, 1993; Webster, 1995) no siempre fue tan ético como se presenta. Pero no es menos cierto que fue capaz de articular un cuerpo de principios explicativos, definitorios del saber psicoanalítico, un conjunto ordenado y sistematizado de términos, conceptos y generalidades, abierto a cambios, y con una metódica suficientemente reglada para permitir un trabajo sistemático cuando se conocen y siguen sus condi- ciones, reglas e instrumentos. En los últimos 100 años ese saber ha mostrado su valor no sólo como tecnología psicológica, sino también como un método para investigar el inconsciente y como cuerpo doctrinal. Continúa, sin duda, presente y vivo en una comunidad psicológica, que sigue dispuesta, más o menos abiertamente, a integrar muchos de los conocimientos psicoanalíticos en las concepciones psicológicas académicas.
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