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Lectura_Psicoanálisis

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219
El Psicoanálisis
16.1. Introducción
El saber psicoanálitico se fundamenta, sin duda, en la infatigable 
y lúcida actividad intelectual de Sigmund Freud. Hay en su obra, 
enorme y cambiante (Bermejo y Tortosa, 1998), producto de una 
variada inspiración, múltiples elementos que de un modo u otro 
han enriquecido el paisaje de las ideas del mundo contemporá-
neo, y muy en especial el de la Psicología. 
“(...) el Psicoanálisis es, por lo menos, una teoría de la evolución, una 
teoría de la neurosis, una teoría de la cultura, una teoría del papel de 
la sexualidad, un arsenal de instrumentos para la interpretación de 
las producciones de la imaginación humana, un esquema explicati-
vo de las relaciones interpersonales y una filosofía de la religión” 
(Bakan, 1964, 37).
Freud fue un innovador. Predomina en él, ante todo, el descubrimiento del Psicoanálisis y éste es el 
descubrimiento del inconsciente y de la sexualidad en el sentido que él mismo les dio. En otras culturas 
se habían hecho aproximaciones al conocimiento del inconsciente, pero nunca se había fundamentado 
en la sexualidad y con tan amplios contenidos. A partir de ahora lo inconsciente no es explicado por 
la teología o la filosofía, tampoco es una entidad metafísica; ni es una fuerza oscura o vital como 
pudieron pensar los contemporáneos románticos alemanes, ni tampoco es lo que Schopenhauer deno-
minó Voluntad. Freud se apartó del conciencialismo, tendencia que equipara conciencia y psiquismo, 
sosteniendo que lo mental es en sí mismo inconsciente: “nuestro inconsciente (...) no coincide con lo 
inconsciente de los filósofos (...)” (Freud, 1900/1972, tomo II, 716) ... ni, añadimos nosotros, con el 
de los psicólogos de la época. 
La novedad reside en darle la importancia que el inconsciente tiene en el conjunto de la vida psíquica, 
señalando, además, las vías de acceso para su conocimiento. Otra diferencia respecto a sus anteceso-
res... y sus contemporáneos es su interés práctico: podía explicar una gran variedad de fenómenos con 
los que se enfrentaba en la observación clínica aceptando ese supuesto del inconsciente. Pero, no sólo 
fue capaz de explicar, e intervenir sobre, una mente enferma, sino que logró explicar cómo se confor-
ma y funciona cualquier mente, atendiendo a las diferencias individuales, y cómo ésta se manifiesta 
mediante el comportamiento. 
Reaccionó contra ese ilustrado mundo que se asentaba en Descartes y Newton. Frente a un in-
consciente concebido como un límite a partir del cual lo que es mental se diluye en un mero registro 
fisiológico, Freud propuso un inconsciente entendido como una cualidad dinámica de contenidos y 
representaciones estrictamente mentales. No habla de registros fisiológicos, sino de representaciones 
mentales ligadas con afectos y emociones. Es un cambio (conceptual y metodológico) revoluciona-
rio: Rompe con la identificación mente = conciencia, amplía el campo de los fenómenos psíquicos, 
reformula el objeto de la Psicología, propone un nuevo método para estudiarlo, e, incluso, ofrece un 
procedimiento para tratar las producciones psíquicas (sanas o patológicas). Fue “un revolucionario, 
del tipo metodológico-constructivo más que del tipo rebelde destructivo” (Meltzer, 1978: 6).
V. Bermejo
Universitat de València
L. Mayor
Universitat de València
F. Tortosa
Universitat de València
CAPÍTULO 16
Historia de la Psicología220
S. Freud
(1856-1939)
BIOLOGÍA EVOLUCIONISTA
J. B. Lamarck
Ch. Darwin
E. Haeckel
FISIOLOGÍA MECANICISTA
• Liga Antivitalista
• H. von Helmholtz
• E. Brücke
PSIQUIATRÍA DINÁMICA
FRANCESA
• J. M. Charcot
• A. Lièbault
• H. Bernheim
• P. Janet
LITERATURA
Börne, Shakespeare,
Cervantes, Schiller, Ibsen
Sófocles, Platón,
Aristóteles, Dostoievsky EMPIRISMO
• F. Brentano
• J. S. Mill
FILOSOFÍA DEL
INCONSCIENTE
• G. W. Leibniz
• J. F. Herbart
• E. Von Hartmann
• G. Th. Fechner
ROMANTICISMO
• J. G. Herder
• J. Goethe
• A. Shopenhauer
• L. Feuerbach
• F. Nietzsche
SEXOLOGÍA
• W. Fliess
• R. Krafft-Ebing
• H. Ellis
• J. Huglings-Jackson
NEUROPATOLOGÍA
ALEMANA
• J. Breuer
• Th. Meynert
Figura 16.1. Principales líneas de influencia en la conformación 
del pensamiento freudiano
Freud recordaba (p.e. 1916, 1917, 1924) que, en la historia de la investigación científica, las innovacio-
nes han sido recibidas frecuentemente con un fuerte rechazo, sobre todo cuando atentan contra nuestra 
propia imagen: “(…) el amor propio de la Humanidad, ha sufrido hasta ahora tres graves ofensas por 
parte de la investigación científica”: La “ofensa cosmológica” que Copérnico infringió a la humanidad 
al arruinar “la ilusión narcisista” de que la Tierra era el Centro del Universo; la “ofensa biológica” con 
que Darwin nos hirió al poner punto y final a la fantasía de que los seres humanos eran cualitativa-
mente diferentes a los animales. “Pero la ofensa más sensible es la tercera, de naturaleza psicológica”, 
la que él mismo acababa de hacernos, al demostrar que ni siquiera somos dueños de nuestra propia 
conciencia, porque dentro de nuestro equipaje psíquico existe un inconsciente dinámico y bien repleto, 
que controla a aquélla sin que nos demos cuenta, “el yo no es dueño y señor en su propia casa (…) No es 
por tanto, de extrañar que el yo no acoja favorablemente las tesis psicoanalíticas y se niegue tenazmente 
a darles crédito” (Freud, 1917/1974, tomo VII, 2434-2436).
En su temprano Esquema del Psicoanálisis (Freud, 1910) señala que Psicoanálisis es el nombre de 
un método que sirve para indagar procesos anímicos inconscientes difícilmente accesibles por otra 
vías; de una tecnología psicológica para tratar perturbaciones neuróticas fundada en aquella inda-
gación; y de una serie de intelecciones psicológicas, derivadas de aquel método y de aquella técnica, 
que ofrecen una teoría de la mente. Posteriormente, fue extendiendo sus propuestas y explicaciones a 
la todo lo relacionado con el ser humano, convirtiendo el Psicoanálisis en una auténtica cosmovisión 
que pretendió arrojar luz sobre enigmas fundamentales de la vida individual y colectiva. 
Probablemente por todo ello, ninguna otra figura en los anales de la disciplina psicológica haya 
sido, y continúe siendo, tan controvertida. Freud ha sido extravagantemente alabado y cruelmente 
221El Psicoanálisis
criticado por sus teorías, ha sido venerado y condenado como persona, y ha sido considerado a la vez 
como un gran científico, un líder de culto y un fraude (p.e. Tortosa y Mayor, 2002). Pero, pensamos 
que todos están en el fondo de acuerdo, en que sería difícil entender la contemporánea revolución 
cultural y de costumbres sin tomar en consideración a Freud. Y mucho menos podría hablarse de 
Psicología sin mencionarle, ya que una gran parte de ésta se ha construido y se ha escrito partiendo 
de él u oponiéndose a sus trabajos. 
16.2. En la periferia de la nueva Psicología
No es sencillo hablar sobre las relaciones entre el saber psicoanalítico y el saber psicológico enten-
dido al modo académico que, aún coexistiendo prácticamente desde que la psicología comenzó su 
autodefinición como disciplina, siempre han mantenido un desacuerdo básico sobre qué es esa cosa 
llamada ciencia. Un desacuerdo que, conforme la psicología académica fue definiendo ámbitos de 
intervención, en el área clínica especialmente, fue agriándose, hasta acabar en un franco divorcio, 
toda vez que fracasaron los intentos de mediación, en este caso la asimilación de la segunda por parte 
de la primera. Pese a ocasionales aproximaciones “el movimiento psicoanalítico se ha desarrollado 
en general en un curso paralelo, salpicado de más polémicas que de aproximaciones respetuosas 
mutuas, a la Psicología académica, a la Psicología clínica psicométrica y la Psiquiatría” (Caparrós, 
1984, 364).
No debe extrañar que la narración de la construcción del saber psicoanalítico se pueda hacer con la 
total ausencia del nombre de Wundt, el fundador de la académica ciencia experimental psicológica. De 
hecho, se han podido escribir libros comoel clásico de Ernst Jones (1953) o el más reciente de Sulloway 
(1981), sin que haya que mencionar a Wundt en el índice onomástico. Se le relaciona con la Escuela de 
Helmholtz, pero no con la del experimentalista de Leipzig (Bernfeld, 1949). Esto no es irrelevante ni 
adjetivo. Apunta al hecho de que la construcción freudiana resulta independiente de la tradición inicial 
de lapsicología científica, prestando atención a otras fuentes.
La comunidad psicológica académica compartió, al menos en sus inicios, una general preocupa-
ción por defender una metodología (científica), lo que la llevó a recelar del método clínico, propio del 
Psicoanálisis y de las concepciones molares acerca de la conducta humana. La comunidad psicoanalí-
tica, prácticamente durante toda su existencia desgarrada por los enfrentamientos, desconfió siempre 
de la psicología académica por su experimentalismo y su fe en los promedios, que la predisponía a 
centrar su atención en la superficie observable (cuantificable y manipulable) de la acción humana (o 
animal), renunciando a comprender la evidente complejidad del psiquismo.
Comentamos ya, el tenso debate de carácter onto-epistemológico que los nuevos psicólogos man-
tuvieron, a mediados del siglo XIX, sobre el/los modelo/s de ciencia, o, lo que es lo mismo, sobre las 
bases metodológicas del conocimiento científico. El modelo nomotético de la ciencia natural, inspirado 
en la física newtoniana, con su carácter legaliforme y explicativo, que empleaba el método experimental 
y la cuantificación, se contrapuso al de las ideográficas ciencias humanas o del espíritu, que describían 
acontecimientos singulares, únicos, irrepetibles e irreductibles, adscritas al método historicista. Eran 
propuestas que se diferenciaban nítidamente por el objeto, el método y el tipo de explicación buscada. 
Para quienes defendían la validez científica de la hermenéutica, resultaba inaceptable un reduccionismo 
metodológico como el que defendían los epistemólogos positivistas de la ciencia.
Lo que se había debatido era cuáles son las reglas epistemológicas que autorizan a los miembros de 
una comunidad de expertos a considerarse como científicos. La primera institucionalización disciplinar 
de la Psicología se produjo, en general, elevando el experimento a un lugar de excelencia epistémica, 
lo que propició el triunfo sociológico de la mentalidad positiva. Este triunfo situó más allá de los 
científicos límites de la Universidad, sacó a la periferia, otras prácticas científicas y tecnológicas, 
entre ellas el Psicoanálisis, como antes había hecho con la hipnosis o con las psicologías empíricas 
Historia de la Psicología222
(fenomenología, psicología comprensiva,...). Se optaba por sacrificar todo aquello que, como los sueños, 
la fantasía o los motivos profundos del quehacer humano, casaba mal con el estricto imperativo del 
método científico con variables que controlar y cosas que medir.
Wundt y los primeros psicólogos de la conciencia (estructura o función) “se centraron en el análisis 
introspectivo de la mente humana adulta y normal, intentando desarrollar una ciencia experimental que 
fuera más allá de las preguntas y teorías planteadas tradicionalmente por los filósofos. Los temas que 
definieron el campo de la Psicología fueron principalmente los de la sensación/percepción y los carac-
terísticos de la Psicología cognitiva, aunque también se prestó una cierta atención a temas relacionados 
con la Psicología social, evolutiva y animal.” (Leahey, 1998, 261).
Al menos históricamente fue a partir de la tradición así iniciada como la psicología académica se 
constituyó de forma irreversible, y obtuvo un reconocimiento propio y ajeno (véase Caparrós, 1984, 
121-122). Una tradición que, muy pronto, fue capaz de desarrollar una psicotecnia, entendida como 
aplicación de los conocimientos psicológicos a la vida práctica (normal y patológica), siguiendo una 
dirección analítica y psicométrica, muy alejada de la dinámico-holista freudiana.
El institucionalizador de la psiquiatría europea E. Kraepelin (véanse las nueve ediciones de su Psychia-
trie, 1883-1927), doctorado con Wundt fue responsable del “primer escrito programático alemán de 
Psicología clínica” (Pongratz, 1973). El programa expuesto sigue el paradigma academicista, plantean-
do que los psiquiatras abandonen las intuiciones personales (“ojo clínico”), y procedan, en cuestiones 
psicológicas, “mediante la medición y la observación”, con el “experimento psicológico” tal como se 
practica en los laboratorios. Kraepelin propondría una serie de instrumentos y procedimientos inspi-
rados en la Psicología wundtiana (T. R., recuento de sílabas, mediciones ergográficas, etc.) para esta-
blecer unos diagnósticos psiquiátricos a partir de la exploración con aquéllos de una serie de aptitudes 
de los pacientes (capacidad de trabajo, fatiga, excitabilidad, profundidad del sueño, etc.). Este servicio 
exploratorio y diagnóstico del experimento psicológico a la psiquiatría, que por entonces se reconocía 
competente en el tratamiento de síntomas psicológicos de enfermedades mentales pronto sería propug-
nado por otros psiquiatras como Rieger, Ziehen, Oehrn, Storring, Ferrari, de Sanctis, Sommer, etc. Se 
pretendía aplicar los métodos psicofísicos y psicológicos (p.e. tests) en el área de la psicopatología a 
partir de la investigación experimental y psicométrico-diferencial practicada en el ámbito de la Psico-
logía normal. Freud iría en una dirección diferente.
Freud en vez de llevar a acabo experimentos, partió, como Ribot y otros, del método patológico. 
“El Psicoanálisis nació de una necesidad médica”, escribió Freud en el Prefacio a los Estudios psi-
coanalíticos de Thedore Reik (Londres, 1931). Y era cierto, a través de la solución de los problemas 
de sus pacientes (casos clínicos) crearía una teoría psicológica general. El saber psicoanalítico re-
definió lo que tendría que ser la Psicología, incorporando a la misma el estudio de la personalidad, 
la motivación y la psicopatología, además de reforzar el interés por los aspectos sociales y por los 
relativos al desarrollo.
16.3. El Psicoanálisis como sistema teórico
Nace en 1856 en Freiberg (Moravia) en el seno de una familia judía, trasladándose a Viena con cuatro 
años. A los diecisiete ingresa en la Facultad de Medicina de Viena, donde recibe una fuerte influen-
cia del antivitalismo, de la mano de Brücke (en cuyo Instituto de Fisiología investigaría durante 
seis años), y de la tradición de la psicología del acto de Brentano; cierra el grupo de influencias de 
juventud el neuropsiquiatra organicista Meynert y otro autor del círculo de Brücke, el psiquiatra 
Joseph Breuer, quienes le orientarían hacia este último campo. Con 24 años traduce cuatro ensayos 
(sobre la emancipación de las mujeres, el problema obrero, Platón y el socialismo) de Stuart Mill 
–también tradujo a Charcot (1886, 1888) y Bernheim (1886, 1891). En 1881 finaliza Medicina, un 
año después conoce a Martha Bernays, hija de un conocido comentador de Aristóteles interesado en 
textos antiguos sobre la catarsis. En 1882 conoce el tratamiento por Breuer de “Anna O”, y comienza 
su internado en el Hospital General de Viena. En 1885 obtiene el título de Privatdozent (título co-
tizado, indispensable para la carrera universitaria, que autorizaba a dictar cierto número de clases) 
en neuropatología por la Universidad de Viena y una beca para ampliar estudios que utilizaría para 
223El Psicoanálisis
conocer en la Salpêtrière a Charcot. En París comenzaría su aproximación hacia los planteamientos 
psi para explicar las enfermedades nerviosas (en 1889 visitaría a Bernheim en Nancy, profundizando 
la influencia de la neuropatología y el hipnotismo). A su regreso a Viena, tras el fracaso de su infor-
me sobre la histeria ante el Colegio de Médicos, inauguró una consulta privada para el tratamiento 
de los trastornos mentales por la que desfilaron numerosos pacientes de la alta burguesía, en su 
mayoría mujeres y judías. Aplicalos conocimientos adquiridos en Francia y la catarsis hipnótica de 
Breuer. Entre 1892 y 1900 se gesta el Psicoanálisis: crea el método de la libre asociación, inicia y 
profundiza en su autoanálisis (que básicamente consistía en la auto-interpretación de sus sueños), 
pone los fundamentos de su teoría sexual de las neurosis (represión de la sexualidad infantil), rom-
pe con Breuer por no aceptar aquélla (véase Breuer y Freud, 1895), considera los síntomas como 
manifestaciones de conflictos intrapsíquicos, comienza su relación epistolar con Fliess, utiliza por 
primera vez (1896) el término Psicoanálisis; y, finalmente, en 1900, tiene lugar el Análisis de Dora, 
rompe la amistad con Fliess, y publica La interpretación de los sueños (editada en 1899 con fecha de 
1900), probablemente su obra clave. En 1902, año en el que el emperador Francisco José le concede 
el título de Profesor Extraordinario, comienza el proceso de estructuración del Psicoanálisis como 
Escuela, trabajos programáticos, constitución de sociedades (nacionales e internacional), creación 
de revistas, defensa de la ortodoxia y eliminación de disidentes. En 1923 se manifiesta un cáncer de 
mandíbula, que casi 20 años después acabará con su vida. En 1933, en Berlín, nada más subir Hitler 
al poder, se queman públicamente libros de Freud; tres años después, los nazis confiscan los libros 
de la editorial psicoanalítica, empresa que fundara en 1918. En 1938, tras la invasión nazi de Austria, 
Freud, gracias a la presión y protección internacional, abandona Viena con su familia instalándose 
en Londres. Fallece en septiembre del año siguiente. Realizó una prolífica, y muy compleja, contri-
bución escrita (véase Bermejo y Tortosa, 1998).
Freud (1923/1974, tomo VII, 2661) insistía en considerar el Psicoanálisis como “una nueva disci-
plina científica” construida a partir de “una serie de conocimientos psicológicos” obtenidas mediante 
“un método para la investigación de procesos anímicos inaccesibles de otro modo” y “un método 
terapéutico”. Pues bien, el cuerpo de estas intelecciones psicológicas lo constituye el punto de vista 
metapsicológico o cuerpo teórico. 
Erige su teoría sobre seis construcciones axiomáticas que, combinadas entre sí, constituyen la metapsi-
cología: (1) Existen los procesos mentales inconscientes. (2) Toda conducta (normal o patológica) posee 
una motivación y un significado (simbolismo). (3) Ninguna conducta ocurre al azar (determinismo), 
sino que está condicionada por factores de la estructura mental individual, sus modos de funcionar 
tales como los impulsos, deseos, mecanismos de defensa (o también de adaptación) y sus conflictos. 
(4) El origen de los conflictos se sitúa en la primera infancia (represión de la sexualidad) e impiden el 
normal desarrollo de la personalidad. Los conflictos tienen, pues, un carácter sexual o, cuanto menos 
instintivo. El pasado perdura en el presente ejerciendo un efecto reactivante sobre la conducta. (5) La 
conducta patológica es esencialmente energía extraviada, mal equilibrada, la normal, por el contrario, 
es el resultado del equilibrio entre los sistemas de fuerzas o de energía de la persona, los cuales, a su 
vez, son producto de los impulsos instintivos. Factores cuantitativos subyacen en cualquier manifesta-
ción conductual. (6) La conducta humana está afectada también por el intercambio con el mundo real 
(véase Grinberg, 1981).
Con ellas construye la teoría que explica el funcionamiento del aparato psíquico. Una teoría que es 
consecuente con la observación clínica; no olvidemos que parte del método patológico para construir 
una Psicología, que, a diferencia de las contemporáneas, “conduzca al otro lado de la conciencia”. 
Profesa una fe materialista y mecanicista, recibida de los principios antivitalistas y deterministas 
recogidos en el Programa de 1847 firmado entre otros por Brücke, que le lleva a redactar (pero no a 
publicar) un Proyecto de Psicología para neurólogos, o lo que es lo mismo un proyecto de Psicología 
explicada desde la neurofisiología del sistema nervioso, proyecto que sólo vería la luz póstumamente, 
pese a estar escrito a mediados de la década de 1890. La inviabilidad del Proyecto, al menos desde 
los conocimientos científicos de la época, le llevó a caer en la solución habitual del mundo alemán al 
problema mente/cuerpo, el dualismo paralelista. 
Historia de la Psicología224
16.3.1. Los puntos de vista metapsicológicos
a. El dinámico. Concibe la vida psíquica como un sistema de fuerzas (caldera), de base biológica 
y física, de cuyo grado de equilibrio (principio de constancia) depende la salud mental. Hace 
referencia a un forma de funcionar producto de presiones: puede ser la presión ejercida por 
las fuerzas psíquicas (como es el caso de las pulsiones) y, correlativamente, por la presión 
ejercida por el yo u otras instancias (como es el mecanismo de defensa de la represión). Los 
hechos psíquicos resultan siempre de la acción recíproca y contraria de un conjunto de fuerzas 
de origen biológico o físico. Dinámico califica lo inconsciente en tanto que ejerce una acción 
permanente, y que exige una fuerza contraria, la cual asimismo se ejerce de modo permanente, 
para impedir y prohibir el acceso a la conciencia. 
b. El topográfico. Es conocido que existen dos concepciones tópicas de la organización del apa-
rato psíquico. La primera (expuesta en el capítulo siete de La interpretación de los sueños), 
de carácter más topográfico, dota al aparato psíquico de tres sistemas de funcionamiento, 
ubicados con cierto orden en sus relaciones. Del mismo modo que hay un lugar cerebral para 
la localización de ciertas actividades del psiquismo, hay correlativamente lugares psíquicos 
donde se centralizan tales funciones: Inconsciente, Preconsciente y Conciencia. La segunda 
(expuesta en El yo y el ello), de carácter estructural, nace para llenar las insuficiencias de 
la primera.
El inconsciente se describe como algo vivo, lo constituyen contenidos tales como pul-
siones, acontecimientos, recuerdos, imágenes, deseos, sentimientos o emociones, y fantasías 
que pueden ser dolorosos, amenazantes o provocadores de ansiedad. No hay ni sentido del 
espacio ni del tiempo, ni orden, ni lógica y las contradicciones coexisten perfectamente entre 
ellas (opera de acuerdo con el proceso primario) y buscan la satisfacción inmediata del deseo 
y la evitación del dolor: sus leyes de funcionamiento están regidas por la condensación y el 
desplazamiento. Estos contenidos actúan como auténticos motores de todo fenómeno psíquico, 
aunque no puedan llegar directamente a la conciencia. Al consciente (sistema percepción/con-
ciencia) le corresponden, básicamente, funciones perceptivo-motrices, lo compone todo aquello 
de lo que nos damos cuenta en un momento dado, la percepción de las sensaciones externas 
e internas, de las sensaciones de placer-displacer y del revivir mnésico. El preconsciente 
permite, a diferencia del inconsciente, un acceso relativamente fácil/posible a la conciencia 
de conocimientos o recuerdos no actualizados. Es la sede de la censura que vela por impedir 
el acceso a la conciencia de los impulsos y contenidos del inconsciente.
c. El estructural. Consciente de las insuficiencias de la primera organización tópica, formula 
una nueva (Freud, 1923). Esta segunda tópica se corresponde más con una descripción de la 
estructura de la personalidad, en agrupaciones de procesos, que de localizaciones espaciales 
(capas estratificadas) en el aparato psíquico. 
El Ello, desde el punto de vista económico es el espacio o lugar mental que contiene toda 
la energía psíquica, define el núcleo impulsor (amoral y egoísta) de la personalidad, y está 
regido por el principio del placer. Sus contenidos son inconscientes, expresión psíquica de las 
pulsiones, en parte producto de la herencia innata y en parte producto de la represión y de 
lo adquirido. Desde el punto de vista dinámico está en conflicto con el Yo y con el Superyó. 
Genéticamente es lainstancia más primitiva. 
“A la más antigua de esas provincias o instancias psíquicas la llamamos ello; tiene por conte-
nido todo lo heredado, lo innato. Lo constitucionalmente establecido; es decir, sobre todo, los 
instintos originados en la organización somática (…) Bajo la influencia del mundo exterior 
real que nos rodea, una parte del ello ha experimentado una transformación particular (…) se 
desarrolló paulatinamente una organización especial que desde entonces oficia de mediadora 
225El Psicoanálisis
entre el ello y el mundo exterior. A este sector de nuestra vida psíquica le damos el nombre de 
yo (…) Su tarea consiste en la autoconservación (…)” (Freud, 1940/1975, tomo IX, 3380).
El Yo controla las percepciones y ejerce el dominio de la acción verbal y conductual, de la 
“motilidad voluntaria”. Está en contacto con la realidad, interna y externa; y ejerce un papel 
mediador entre lo interno y lo externo. Es el resultado genético de los sucesivos procesos de 
identificación que una persona experimenta a lo largo de su desarrollo evolutivo. Se manifiesta, 
internamente mediante la censura y la represión, externamente mediante los mecanismos de 
defensa frente a la angustia. Vive, habitualmente angustiado, intentando conciliar las presio-
nes del ello (que buscan satisfacción inmediata) y las exigencias del superyó, dentro de las 
condiciones que impone el entorno.
“El pobre yo (…) sirve a tres severos amos y se esfuerza en conciliar sus exigencias y sus 
mandatos. Tales exigencias difieren siempre, y a veces parecen inconciliables; nada, pues, 
tiene de extraño que el yo fracase tan frecuentemente en su tarea. Sus tres amos son el mundo 
exterior, el super-yo y el ello. Se siente asediado por tres lados y amenazado por tres peligros 
a los que, en caso de presión extrema reacciona con el desarrollo de angustia. En su empeño 
de mediación entre el ello y la realidad se ve obligado muchas veces a revestir los mandatos 
inconscientes del ello –con sus racionalizaciones preconscientes–, a disfrazar los conflictos 
del ello con la realidad, a fingir, con insinceridad diplomática, una atención a la realidad, aún 
en aquellos casos en los que el ello ha permanecido rígido e inflexible (…) es minuciosamente 
vigilado por el rígido super-yo, que le impone determinadas normas de conducta, sin atender a 
los mandatos que lo aprobleman por parte del ello y del mundo exterior, y le castigan en caso 
de infracción con los sentimientos de inferioridad y culpabilidad. De este modo, conducido por 
el ello, restringido por el super-yo y rechazado por la realidad, el yo lucha por llevar a cabo su 
misión económica, la de establecer una armonía entre las fuerzas y los influjos que actúan en 
él y sobre él” (Freud, 1933/1974, tomo VIII, 3144-3145).
El Superyó es una instancia que juzga y critica. Se constituye por internalización de las 
exigencias y prohibiciones parentales. Su papel equivale al de un censor en relación al yo, a 
quien inhibe o aprueba según las decisiones que toma presionado por el ello y por la realidad 
exterior. Freud vio funciones del Superyó en la conciencia moral, la autoobservación y la 
formación de ideales. Genéticamente el Superyó se forma como heredero de la resolución del 
conflicto edípico.
“Como sedimento del largo período infantil durante el cual el ser humano en formación vive en 
dependencia de sus padres, fórmase en el yo una instancia especial que perpetúa esa influen-
cia parental y a la que se ha dado el nombre de super-yo. En la medida en que se diferencia 
del yo o se le opone, este super-yo constituye una tercera potencia que el yo ha de tomar en 
cuenta (…) en el curso de la evolución individual el super-yo incorpora aportes de sustitutos y 
sucesores ulteriores de los padres, como los educadores, los personajes ejemplares, los ideales 
venerados en la sociedad. Se advierte que, a pesar de todas sus diferencias fundamentales, el 
ello y el super-yo tienen una cosa en común: ambos representan la influencia del pasado: el 
ello, las heredadas; el super-yo, esencialmente las recibidas de los demás, mientras que el yo 
es determinado principalmente por las vivencias propias del individuo; es decir, por lo actual 
y accidental” (Freud, 1940/1975, tomo IX, 3381).
d. El punto de vista económico hipotetiza que los procesos psíquicos están impulsados y constitui-
dos por una energía cuantificable (energía pulsional), de base biológica, que, una vez transfor-
mada en energía mental, circula y se distribuye, aumenta, disminuye o alcanza equivalencias. 
Se regula (...o no) mediante una serie de principios. A la base de toda actividad y/o conflicto 
psíquico existe un aspecto cuantitativo de las fuerzas que intervienen: de un lado, la energía 
pulsional que Freud trata de cuantificar; de otro, la acción ejercida por instancias psíquicas tales 
como el Yo o el Superyó. Todo lo cual varía de individuo a individuo. Expresiones habituales 
en un neurótico, como “esto es más fuerte que yo” o “esto ha podido conmigo”, expresan la 
presencia de fuerzas en todo conflicto y en toda sintomatología, y certifican el poder ejercido 
por un “quantum de afecto” o una “suma de excitación”. 
Historia de la Psicología226
“(…) en las funciones psíquicas debe distinguirse algo (montante del afecto, magnitud de la 
excitación), que tiene todas las propiedades de una cantidad –aunque no poseamos medio al-
guno de medirlo–; algo susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, que 
se extiende por las huellas mnémicas de las representaciones como una carga eléctrica por las 
superficies de los cuerpos. Esta hipótesis (...) puede utilizarse en el mismo sentido en que los 
físicos utilizan la de la corriente de fluido eléctrico” (Freud, 1894/1972, tomo I, 176-177).
El aparato psíquico recibe excitaciones del mundo exterior y del mundo interior. Del 
segundo proceden las pulsiones que, desde una base biológica, se transforman en una energía 
mental dinámica (líbido) que ejerce una presión y una fuerza constantes, conlleva un factor 
cuántico o de carga energética y un factor de movilidad, y provoca una exigencia de trabajo. 
Una pulsión tiene su fuente en una excitación corporal localizada en alguna parte del cuerpo, 
que genera en la persona un estado de empuje (tensión, tendencia, impulso) hacia o contra 
un objetivo (tendencia de aproximación/evitación); su meta, que no es otra que eliminar, o al 
menos calmar, el estado de excitación originado en la fuente pulsional (zona erógena); lo que 
logrará mediante el objeto (persona o cosa), o gracias a él, que permite que la pulsión alcance 
su objetivo (consumación). 
Freud distingue entre pulsión (Trieb) e instinto (Instinkt), conceptos sobre los que podría ha-
ber cierta confusión, ya que en alguna traducción de los textos freudianos no se ha matizado 
suficientemente tal diferencia. Cuando Freud habla de instinto lo hace para señalar el compor-
tamiento animal condicionado o prefijado por la herencia y, por tanto, es característico de su 
especie y está previamente preformado en su desarrollo. Por el contrario el concepto de pulsión 
tiene el matiz de presión o fuerza, y es un concepto límite entre lo somático y lo psíquico.
En una primera construcción teórica (Freud, 1905) señala la existencia de pulsiones 
sexuales (orientan a la conservación de la especie) y de pulsiones del yo (o pulsiones de 
auto-conservación). Una segunda construcción teórica (Freud, 1920) organiza las pulsiones 
en pulsiones de vida, o Eros (en el sentido platónico de amor), que engloban las pulsiones de 
la primera construcción, y pulsiones de muerte, o Thanatos, que englobaba las tendencias 
regresivas hacia estadios anteriores del desarrollo, y que se manifiestan especialmente mediante 
la agresión y la violencia. Eros se oponía a Thanatos.
e. El punto de vista genético. Este punto de vista permite comprender mejor los anteriores, en 
particular el dinámico, y también el económico. La distinción fue introducida por Kris y 
Hartman (1946),pero los conceptos se encuentran en el mismo Freud, quien había descrito 
los rasgos personales y los modos de conducta en términos de desarrollo.
En su correspondencia con Fliess, Freud señalaba la existencia de edades de la vida, de 
épocas o períodos de desarrollo, con los que pronto relacionó la neurosis. Fue sobre todo en 
Tres ensayos de teoría sexual (Freud, 1905) donde se planteó la evolución sexual, negando que 
fuera en la pubertad cuando comenzaba la auténtica sexualidad. Mostró la sucesión temporal 
que existe en cuanto al acceso (actividades) del objeto libidinal: el sujeto evoluciona sucesiva-
mente desde el autoerotismo, pasando por el narcisismo, la elección homosexual y finalmente 
la elección heterosexual; todo lo que supone paralelamente una evolución desde el principio del 
placer predominante en los primeros estadios, al principio de realidad en los posteriores. Así 
pues, los estadios de desarrollo se caracterizan por un predominio de ciertas pulsiones –que 
en los estadios pregenitales las denominará posteriormente pulsiones parciales–, o también 
por determinadas modalidades o formas de relación –“relación de objeto”. De este modo una 
conducta, un rasgo personal o un síntoma pueden ser entendidos e interpretados en términos 
de progresión o de regresión, cuando menos, genética, debido al predominio de una forma 
determinada de pulsión y de una forma determinada de relación de objeto.
Por consiguiente, tanto el punto de vista genético como el estudio del desarrollo de las 
pulsiones (puntos de vista económico y dinámico) permiten establecer los distintos estadios 
227El Psicoanálisis
o etapas del desarrollo de la personalidad: el oral, el sádico anal y el fálico. Es en la etapa 
fálica en la que aparece ese conjunto de conflictos conocido como el Complejo de Edipo, por 
cuanto que recuerda parcialmente aquella tragedia mítica recogida en el teatro clásico griego. 
La teoría de Freud en especial, pero también otras propuestas psico-dinámicas posteriores, 
han contribuido, sin duda, al desarrollo de la concepción de estadio evolutivo, tan querida y 
desarrollada por la Psicología genética.
“Se me ha ocurrido sólo una idea de valor general. También en mí comprobé el amor por la 
madre y los celos contra el padre, al punto que los considero ahora como un fenómeno general 
de la temprana infancia (...) Si es así, se comprende perfectamente el apasionante hechizo del 
Edipo rey, a pesar de todas las objeciones racionales contra la idea del destino inexorable que 
el asunto presupone, y entonces también podríamos comprender por qué todos los dramas 
ulteriores de ese género estuvieron condenados a tan lamentable fracaso. Es que todos nues-
tros sentimientos se rebelan contra un destino individual arbitrariamente impuesto (...) pero el 
mito griego retoma una compulsión del destino que todos respetamos porque percibimos su 
existencia en nosotros mismos. Cada uno de los espectadores fue una vez, en germen y en su 
fantasía, un Edipo semejante, y ante la realización onírica trasladada aquí a la realidad todos 
retrocedemos horrorizados, dominados por el pleno impacto de toda la represión que separa 
nuestro estado infantil de nuestro estado actual” (Freud, 1950/1975, tomo IX, 3584).
16.3.2. Principios que rigen el funcionamiento mental
Freud observó que ciertos principios dominaban la vida mental, la conducta y las experiencias hu-
manas. Aunque están presentes desde el comienzo de su obra, hay que distinguir dos períodos en 
la formulación conceptual. El primero de ellos está dominado por la explicación del principio de 
placer-displacer (un desarrollo del principio de constancia, presente desde el comienzo de su obra), 
y también por el principio de realidad. El segundo período, a partir de 1920, se caracteriza por la 
introducción de la “compulsión a la repetición” que actúa como un principio más allá del principio 
del placer. Veamos estos principios.
a. El principio de placer-displacer (conocido posteriormente como principio del placer y que 
domina los procesos inconscientes) señala que toda conducta se origina de un estado de 
excitación molesta, y tiende a reducir la excitación a fin de disminuir la molestia o displacer 
y, si se puede, producir placer. El principio del placer puede manifestarse en los sueños y las 
fantasías mediante las que pueden satisfacerse indirectamente deseos no consumados. Pero 
también en las neurosis: un neurótico se aleja de la realidad porque le resulta insoportable 
total o parcialmente: satisfacer sus deseos placenteros es una fuente de conflicto lo que se 
manifiesta en sus síntomas.
b. El principio de realidad forma pareja con el del placer en la medida que trata de imponerse 
sobre éste para regular su actuación. Pretende acomodar la búsqueda de satisfacción placentera 
acomodándola a las condiciones del mundo exterior, esto es, a la realidad. Este principio facilita 
algunos logros evolutivos en el desarrollo del aparato mental. La progresiva instalación de 
este principio permitirá la aparición del sistema preconsciente-consciente, y facilitará que la 
energía pulsional esté al servicio del yo. En lo que se refiere al aparato mental, la progresiva 
sustitución del principio de placer (funcionamiento en proceso primario, a-lógico) por el princi-
pio de realidad, se manifiesta por el desarrollo de las funciones conscientes de adaptación a la 
realidad: la atención, la memoria, el juicio y la acción adecuada a la realidad (funcionamiento 
en proceso secundario, lógico). 
c. La compulsión a la repetición. Aunque al comienzo de su obra Freud había destacado la im-
portancia de los procesos de repetición, el concepto de compulsión a la repetición sólo aparece 
claramente formulado en 1920. Apoyándose en los datos proporcionados por los pacientes con 
neurosis traumáticas u otras formas patológicas –pacientes que rememoraban reiteradamente 
Historia de la Psicología228
hechos trágicos o desgraciados– concluyó que existían necesidades de satisfacción, en repeti-
ciones, que trascendían el principio del placer y que se trataba de un automatismo o tendencia; 
de ahí el nombre de compulsión de repetición. Se repetían experiencias fuertes o particulares, 
cualesquiera que fueran los efectos, favorables o nocivos, de tal repetición. Esta repetición de 
hechos del pasado se produce sin recordar el prototipo y con la impresión vivida de que los 
hechos acontecen con motivación exclusiva en el presente negando, ignorando o desmintiendo 
el pasado. 
16.3.3. Algunas manifestaciones de la vida psíquica
16.3.3.1. El funcionamiento del aparato psíquico 
Freud percibió el diferente funcionar del psiquismo humano, concluyendo sus observaciones en la 
existencia de dos modos básicos de funcionar: en proceso primario y en proceso secundario. El 
primero caracteriza el sistema y el funcionamiento del inconsciente: sus modelos vienen dados por el 
sueño y la alucinación; y se rige por el principio del placer. Freud consideraba que la alucinación era 
un fenómeno normal dentro del desarrollo del individuo: el bebé, en ausencia del objeto de la satis-
facción (objeto de la pulsión), busca repetir la experiencia de satisfacción, aunque sea mentalmente, 
primero como alucinación y después de modo más elaborado en una fantasía. El crecimiento normal 
de las estructuras del aparato psíquico dependerá de esta repetición exitosa en la mente individual, 
que irá disminuyendo paulatinamente la intensidad de aquel primitivo funcionar en proceso prima-
rio. El proceso secundario se manifiesta en un modo de funcionar mucho más controlado. Se rige ya 
según el modelo de la conciencia y del estado de vigilia, cuyo prototipo vendría dado por una persona 
adulta capaz de utilizar el lenguaje plenamente desarrollado, de contener las emociones y de aplazar 
las satisfacciones placenteras a las que le urge la presión de las pulsiones. El modo de funcionar 
en proceso secundario caracteriza el sistema preconsciente-consciente y se rige por el principio de 
realidad.Son dos modos de funcionar del psiquismo que van a estar presentes en una persona normal 
a lo largo de la vida. El desarrollo humano pleno se caracteriza por la alternancia de estos dos modos 
de funcionar, aunque la evolución psíquica –la madurez, los estados de regresión o la enfermedad 
psíquica...– irá marcando el equilibrio/desequilibrio entre ellos.
16.3.3.2. Los sueños 
Permiten un cumplimiento de deseos, naturalmente, de deseos inconscientes, que emergen (descarga 
parcial) disfrazados para superar la censura de la consciencia. Los explica con los mismos meca-
nismos que los síntomas neuróticos. Gracias a su análisis llegó al descubrimiento y conocimiento 
del inconsciente. Para soñar hay que dormir, cuando se duerme el organismo da satisfacción a su 
necesidad de reposo: es una reducción de la tensión, la más compleja, que un ser vivo puede alcanzar. 
Genéticamente Freud la relacionó con una vuelta a la existencia prenatal. El sueño es una actividad 
de la persona que duerme mediante la que el Yo, que desea dormir, pretende reducir al mínimo las 
motivaciones que tienden a despertarle. De ahí las dos célebres tesis de Freud respecto del sueño: 
“El sueño es un guardián del dormir” y “El sueño es una realización de deseos”. El conocimiento 
de los mecanismos de formación de los sueños proporciona un material privilegiado para el estudio 
y conocimiento de esos mismos sueños: como se sabe, los mecanismos son la condensación, el 
desplazamiento, la elaboración secundaria, la sobredeterminación... El estudio de esos mecanismos 
es lo que le llevó a defender la conclusión de la existencia de las dos formas de funcionar antes 
mencionadas: el proceso primario y el secundario.
16.3.3.3. La fantasía y la vida onírica 
Es mérito del Psicoanálisis haber puesto en el primer plano de la personalidad la importancia de la 
fantasía y de la imaginación, así como sus estructuras subyacentes o su contenido inconsciente o 
229El Psicoanálisis
manifiesto. Freud entendía por fantasía los sueños diurnos, escenas, episodios, ficciones, historietas 
más o menos novelescas que el sujeto forja y se relata (a sí mismo) durante el estado de vigilia.
16.3.3.4. Los síntomas 
Es mucho lo que el Psicoanálisis ha aportado al conocimiento de la enfermedad mental. A vuela 
pluma queremos destacar aquí: (1) La concepción de los síntomas como indicios relativos de en-
fermedad (relativiza la frontera entre enfermedad mental y normalidad): “la frontera entre norma 
y anormalidad es fluctuante”, “todos nosotros somos un poco neuróticos”. (2) Explican los sínto-
mas, igual que sucede con los sueños, como formaciones sustitutivas y enmascaradoras de deseos 
reprimidos, por lo que reportan unos beneficios al que los sufre. El síntoma es una formación de 
compromiso entre los impulsos reprimidos y los mecanismos defensivos del Yo. Estas dos tesis 
supusieron un cambio de perspectiva radical en la concepción de los síntomas y en la comprensión 
de la enfermedad mental. 
16.3.3.5. Teoría de la personalidad 
Caracteriza la personalidad por una estructura u organización dinámica interna de sistemas psico-
fisiológicos, que aseguran un ajuste particular respecto al entorno. La personalidad es el resultado 
evolutivo de la estructuración psíquica del individuo, de la interacción de determinantes biológicos y 
psicosociales, en particular del entorno familiar que es el agente de transmisión concreto y particular 
de la educación y la cultura. Para Freud, si efectuamos una mirada de conjunto, la formación de la 
personalidad aparece como una socialización progresiva en la que se ponen en juego identificaciones 
sucesivas y múltiples. Esta organización interior se manifiesta al exterior; de un lado mediante los 
mecanismos de defensa, de otro, mediante los modos de relación. 
a. Los mecanismos de defensa son formas de operar del yo al encarar afectos, pulsiones, excitacio-
nes u otros estímulos internos (o externos), por lo que bien pueden considerarse, además, como 
funciones de adaptación al mundo interno y externo del individuo. Los distintos mecanismos 
prevalecen según el estímulo que provoca su intervención, según el grado de elaboración del 
conflicto psíquico y según el estadio de desarrollo individual. Según sus diferentes modos de 
operar y de manifestarse, son susceptibles de ser observados y analizados sistemáticamente. 
Es evidente que la represión será el mecanismo de defensa prototípico de su obra.
La represión es la operación mediante la que el Yo repele, empuja y desaloja de la mente 
pensamientos, imágenes, recuerdos, o cualquier otra forma de representación mental de sa-
tisfacción pulsional satisfactoria o placentera, a la vista de exigencias procedentes del inte-
rior (p.e. la desaprobación moral del Superyó), o por inconveniencias exteriores de cualquier 
orden (las cuales acabarán provocando la desaprobación del Superyó). Es un mecanismo de 
defensa normal (igual que cualquier otro): todas las personas normales han tenido que efec-
tuar renuncias represivas a lo largo de su desarrollo; pero, al mismo tiempo, puede ser un 
mecanismo patológico. La represión es, además, el mecanismo por antonomasia de la histeria 
–grosso modo la histeria es la afección que se vive por asedio de la sobreexcitación sexual de 
la que necesita defenderse mediante la represión, aunque juega un papel importante en otras 
afecciones psiconeuróticas.
Freud describió, además, otros mecanismos de defensa como la regresión, la formación 
reactiva, el aislamiento, la anulación retroactiva, la proyección, la introyección, vuelta contra 
sí mismo, la transformación en lo contrario, la negación, la desmentida, la desestimación... 
No obstante, fue Anna Freud quien intentó efectuar algo así como un primer catálogo de tales 
mecanismos en su conocido opúsculo El yo y los mecanismos de defensa (1936).
b. Los modos de relación (la relación de objeto) designan las formas de intercambio entre una 
persona y objetos (entre ellos otras personas) que permiten satisfacer las necesidades pulsio-
nales. Designa, pues, la interacción del sujeto con su mundo (interno y externo). Una relación 
Historia de la Psicología230
dirigida, en última instancia, por la personalidad, una organización compleja y total que 
también condicionará ese modo de relacionarse según el estadio evolutivo en que se encuentre 
(p.e. en la etapa oral, el individuo presenta un modo de relación de objeto oral). También será 
la responsable de formas de relación patológicas (en la melancolía se establecerá una forma 
de relación de objeto melancólica).
Tiene particular relevancia dentro de la teoría económica y pulsional: así, por ejemplo, en un 
determinado momento del desarrollo (el del bebé) una parte del cuerpo (la boca) determina 
un modo de relación con el objeto (de incorporación oral) configurando un modo particular 
de relación de objeto (oral); pues es la fuente pulsional la que busca su meta seleccionando un 
objeto y estableciendo un modo particular de relación.
16.4. Método terapéutico psicoanalítico: El Psicoanálisis
La propuesta freudiana es revolucionaria. Rechaza los procedimientos existentes, tanto en la psiquia-
tría organicista (internamiento, masajes, farmacoterapia, electroterapia, hidroterapia...), como en la 
de orientación psicologicista (hipnosis, catarsis hipnótica...). Propone una explicación original de las 
neurosis en términos de represión de la sexualidad infantil (tras abandonar explicaciones previas), 
avisa sobre el fenómeno luego llamado de substitución de síntomas (si eliminas el síntoma sin llegar 
a su causa, ésta, bloqueados unos caminos, buscará otras salidas mediante nuevas manifestaciones o 
síntomas). Tenía en cuenta las diferencias individuales (por ejemplo, como había mostrado Bernheim, 
en sugestionabilidad), y hacía de ellas un elemento clave, situando en primer plano las relaciones psico-
terapeuta-paciente y su evolución a lo largo del tratamiento (paradigmática la neurosis de transferencia 
y su resolución o la contratransferencia).Para llevar a cabo la psicoterapia hace falta un analista que disponga de la formación necesaria 
(Freud, 1926) para ejercer esta función; y que disponga de una adecuada comprensión del cuadro 
psicopatológico del analizando/a. El encuadre (estructura espacio/temporal de la situación terapéutica) 
intenta crear unas condiciones que faciliten la regresión patológica del paciente en el seno de las 
sesiones psicoanalíticas, llevándole a hablar, observar, establecer nexos y relaciones con vivencias 
y recuerdos psíquicos desconectados entre sí, iniciando así un diálogo basado en la escucha y en la 
interpretación. El analista dedica su tarea a favorecer en la memoria del paciente los recuerdos y 
deseos olvidados y reprimidos, de modo que al hacerlos aflorar en la regresiva situación transferencial 
pueda trabajar tales repeticiones. Así, el paciente afrontará y elaborará, afectiva y conscientemente, 
lo que originalmente reprimió, favoreciendo así que el complejo pierda su capacidad de actuar de 
forma patógena.
“Por lo que se refiere al tiempo, sigo estrictamente y sin excepción alguna el principio de adscribir a 
cada paciente una hora determinada. Esta hora le pertenece por completo, es de su exclusiva propiedad y 
responde económicamente de ella, aunque no la utilice. Semejante condición, generalmente admitida en 
nuestra buena sociedad cuando se trata de un profesor de música o de idiomas, parecerá acaso muy dura 
en cuanto al médico y hasta incorrecto desde el punto de vista profesional (...) En cuanto intentásemos 
seguir una conducta más benigna, las faltas de asistencia puramente ‘casuales’ se multiplicarían de tal 
modo, que perderíamos sin fruto alguno la mayor parte de nuestro tiempo. Por el contrario, manteniendo 
estrictamente el severo criterio indicado, desaparecen por completo los obstáculos ‘casuales’. (...) En 
cambio, podemos continuar seguidamente nuestro trabajo y eludimos la contrariedad de ver interrumpido 
el análisis en el momento en que prometía llegar a ser más interesante y provechoso. Unos cuantos años 
de practicar el Psicoanálisis siguiendo estrictamente este principio de exigir a cada enfermo la retribución 
correspondiente a la hora que se le ha señalado, la utilice o no, nos convencen decisivamente de la impor-
tancia de la psicogenia en la vida cotidiana de los hombres, de la frecuencia de las ‘enfermedades falsas’ y 
de la inexistencia del azar” (Freud, 1913/1972, tomo V, 1663-1664). El contrato no contiene compromiso 
alguno sobre la terminación del tratamiento en un tiempo o número de sesiones predeterminado.
16.4.1. Instrumentos terapéuticos al servicio de la interpretación
Freud estableció la necesidad de mantener un timing o, cuando menos, sostener cierto sentido de 
la oportunidad partiendo del despliegue transferencial que el paciente lleve a cabo a lo largo de su 
231El Psicoanálisis
análisis. Las intervenciones del psicoanalista requieren un conocimiento cabal del paciente y un 
dominio del arte de interpretar. Un arte, que se apoya en la utilización terapéutica, básicamente, de 
la asociación libre sobre diferentes materiales de la vida cotidiana del paciente, orientado al desci-
framiento de los disfraces (simbolismo) bajo los que se oculta la auténtica fuente (complejos) de sus 
problemas (Freud, 1914). 
La asociación libre exige cierto aprendizaje del paciente: No es fácil para nadie decir con total 
libertad lo que se siente. Al comienzo de un Psicoanálisis el analista introduce la regla fundamental: 
“El tratamiento consiste en que usted se acueste en este diván, se ponga en la actitud más cómoda 
y serena posible y trate de decir todo lo que vaya apareciendo en su mente, con la mayor libertad y 
la menor reserva, tratando de ser lo más espontáneo, libre y sincero que pueda” (Etchegoyen, 1986, 
81). Se entiende libre en el sentido de que nada es orientado, controlado o dirigido, ni tampoco 
es propuesto al paciente un punto de partida. Se aplica a los sueños, para intentar hacer explícita 
la relación existente entre los contenidos descritos de aquéllos (el contenido manifiesto, lo que se 
recuerda al despertar) y acontecimientos (presentes o pasados) de la vida del analizado/a (contenido 
latente). Pero también se aplica sobre sucesos de la vida cotidiana tan frecuentes como disfunciones 
de la memoria (por ejemplo, el fenómeno “de la punta de la lengua”), deslices o lapsus del habla 
o de la escritura (por ejemplo, sustitución de palabras, similares auditiva o visualmente, pero con 
significados bien diferentes), conductas inapropiadas o inconvenientes, o incluso el tipo de chistes o 
gracias habitualmente utilizados. 
“Nuestro pacto lo concertamos, pues, con los neuróticos: plena sinceridad contra estricta discreción. 
Este trato impresiona como si sólo quisiéramos oficiar de confesores laicos; pero la diferencia es muy 
grande, pues no deseamos averiguar solamente lo que el enfermo sabe y oculta ante los demás, sino 
que también ha de contarnos lo que él mismo no sabe (…) Lo comprometemos a ajustarse a la regla 
fundamental del análisis, que en el futuro habrá de regir su conducta para con nosotros. No sólo deberá 
comunicarnos lo que sea capaz de decir intencionalmente y de buen grado, lo que le ofrece el mismo 
alivio que cualquier confesión, sino también todo lo demás que le sea presentado por su autoobserva-
ción, cuanto le venga a la mente, por más que le sea desagradable decirlo y aunque le parezca carente 
de importancia o aun insensato y absurdo” (1940/1975, tomo IX, 3397).
Sobre esos materiales el psicoanalista interpreta. Se entiende por interpretación la intervención 
verbal del analista dentro de la sesión analítica, que permita hacer manifiesto el sentido oculto, o 
latente, de las conductas verbales y no verbales del paciente, de acuerdo a la operatividad en el proceso 
de la cura al aquí y ahora de la sesión, y en la relación transferencial del paciente con el terapeuta. 
Si bien la interpretación no es la única intervención verbal del analista, es cierto que el concepto 
de interpretación sintetiza, adecuadamente, el conjunto de sus intervenciones que, siempre, deben 
estar encaminadas para el fin de la interpretación, esto es, la resolución de la neurosis transferencial. 
Compara la labor del analista con la del arqueólogo que va poniendo al descubierto unas ruinas ar-
quitectónicas habitadas en épocas remotas. El conjunto de los recuerdos, sueños, asociaciones libres 
y materiales aportados por el paciente, a la luz de la transferencia, permite reconstruir el pasado del 
paciente de forma dinámica. Con el fin de conocer el trabajo que tiene lugar en el laboratorio de las 
sesiones respecto a tales mociones pulsionales conviene revisar algunos conceptos clínico-teóricos:
a. La transferencia. Se conoce por transferencia analítica la repetición del paciente frente al 
analista de las actitudes emocionales, inconscientes, amistosas, hostiles o ambivalentes, que 
aquel estableció en la infancia en contacto con sus padres y las personas de su entorno. Consiste 
en la acción de pasar una vivencia emocional contenida dentro de un ser humano, a otro lugar 
vivencial (generalmente otro ser humano) donde ubicarse y materializarse, buscando que tal 
vivencia se acomode satisfactoriamente a lo vivido anteriormente. De ahí que sea una acción 
móvil, ubicua y cambiante, sobre todo mientras no encuentra su satisfacción. La necesidad de 
encontrar un amor (o un odio) obliga a la búsqueda constante, sobre todo si no se ha encontrado 
Historia de la Psicología232
satisfacción a la necesidad de ubicar la transferencia. Al igual que se habla de transferencia 
en el campo de la economía para denominar la acción de pasar un capital monetario de una 
cuenta bancaria a otra, en el campo de los afectos transferencia es la acción de depositar un 
capital emotivo y afectivo necesitado de alcanzar un lugar más satisfactorio. La capacidad 
de transferir existe y se da en todo ser humano, en sus relaciones sociales y afectivas. La 
transferenciano es un patrimonio del Psicoanálisis. Freud lo que hizo fue descubrirla. La 
descubrió en las sesiones psicoanalíticas, sorprendido de la carga emotiva y vivencial que 
sobre él recaía con insuficiente aviso. Además de descubrir la relación transferencial, lo que 
hizo fue instrumentarla técnicamente en las sesiones para poder superar en ellas la repetición 
neurótica y patológica.
Las relaciones transferenciales afectivas de un paciente, en las que se manifiesta disper-
samente su patología, mediante el trabajo del analista, se recogen y evocan en el encuadre 
espacio-temporal de las sesiones analíticas, convirtiéndolas en una verdadera transferencia 
analítica. Freud denomina este fenómeno neurosis de transferencia y, posteriormente, enferme-
dad de la transferencia. Evocadas las relaciones transferenciales en las sesiones, allí, mediante 
el trabajo interpretador del psicoanalista serán descritas, comparadas con otras formas de 
relación, identificadas y clasificadas. Si el trabajo realizado entre analista y paciente tiene éxito 
se irá comprobando que tales formas de relación responden siempre a unos patrones repetidos 
reiteradamente que, una vez conocidos e identificados por el paciente, podrá resolver.
b. La contratransferencia. Si del lado del paciente es la transferencia lo que delimita su carga 
emotiva, del lado del psicoterapeuta lo es la contratransferencia. Identifica los sentimientos 
que suscitan en el analista las manifestaciones del paciente, y en particular la reacción que 
provoca o sugiere las vivencias transferenciales del analizando/a. Freud utilizó el término en 
sus escritos técnicos advirtiendo de la importancia de este fenómeno, que puede perturbar 
y poner en peligro el propio tratamiento. Si entendemos la sesión analítica como un campo 
dinámico en el que van a reeditarse los conflictos infantiles, el analista no sólo precisa 
conocer las posibles reacciones emocionales del paciente, es imprescindible que reconozca 
sus propias reacciones emocionales, pero en particular aquellas por las que pueda sentirse 
compelido debido a las mociones pulsionales del paciente. Freud que introduce el concepto 
de contratransferencia hacia 1910, advierte que es indispensable que el propio psicoanalista 
se haya sometido a un Psicoanálisis como una condición sine qua non en su proceso de 
convertirse en terapeuta (formación).
c. La regresión. Freud explicitó este concepto para explicar la psicología de los procesos oníricos. 
El sueño lo describe allí como una vuelta regresiva temporal al pasado infantil, y una regresión 
tópica, levantada la censura, al inconsciente. A menudo insistió en el hecho de que el pasado 
permanece en nosotros de modo permanente.
d. Resistencia y defensa. La resistencia es la actitud, la acción, las palabras que el paciente 
utiliza con el psicoanalista encaminado a impedir el acceso a su inconsciente, dificultando 
la influencia de las interpretaciones del analista sobre el funcionamiento dinámico de aquel. 
Es una defensa frente a los descubrimientos que va aportando la psicoterapia, por cuanto 
que ésta va aflorando deseos ocultos e inconscientes e inflige cierto sentimiento de vejación 
psicológica. En las sesiones clínicas la resistencia se puede manifestar de múltiples maneras 
y opera permanentemente, en particular si se alía con los mecanismos de defensa del yo. 
Toda esta acción defensiva o de resistencia tiene como finalidad reducir o suprimir toda mo-
dificación susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia biopsicológica de una 
persona. En la sesión analítica, el psicoterapeuta debe ir mostrando al paciente la presencia y 
la actuación de la resistencia, toda la acción defensiva que plantea y utiliza el Yo para hacer 
233El Psicoanálisis
frente a las diferentes ansiedades que va suscitando el proceso de afloramiento a la conciencia 
de determinadas representaciones, previamente no elaboradas ni afectiva ni racionalmente.
e. Recordar, repetir, elaborar. Ésta es en síntesis la tarea del tratamiento psicoanalítico. El breve 
artículo de Freud de 1914 que lleva el mismo título resume la trabajosa tarea que se produce 
en todo análisis. Defiende un concepto de curación distinto al criterio médico, ya que se trata 
del cambio de la mente, de forma gradual y lenta, mediante la elaboración de los conflictos 
inconscientes. La desaparición de unos síntomas no es significativa de haber finalizado el 
análisis. Lagache (1955) propone unos ítems indicadores de que se ha abandonado el principio 
del placer por el de realidad y que se ha dejado “el Yo el lugar donde estaba el Ello”. Los 
ítems psicológicos serían: (1) Capacidad de tolerar la frustración, producir tensiones elevadas 
y reducirlas de forma satisfactoria. (2) Supresión de inhibiciones, lo que permite la realización 
de las propias posibilidades (normalización sexual, liberación de la agresividad constructiva, 
funciones afectiva e imaginativa). (3) Adaptación de las aspiraciones a las propias posibilidades 
personales y a la realidad. (4) Capacidad de conducirse previendo las dificultades normales y 
trabajando en la realización de un plan de vida. (5) Facilitación de las relaciones con el otro. 
(6) Abandono de actitudes exageradamente conformistas o destructivas, y conciliación entre 
las fuerzas conservadoras y las creadoras. Este programa ideal debe adaptarse razonablemente 
a las posibilidades de cada paciente, pues, para empezar, no todos llegan en igualdad de 
condiciones al análisis. 
“A la labor por medio de la cual hacemos llegar lo reprimido a la conciencia del enfermo le hemos 
dado el nombre de Psicoanálisis. ¿Por qué análisis, término que significa descomposición y disocia-
ción y hace pensar en una semejanza con la labor que el químico realiza en su laboratorio con los 
cuerpos que la Naturaleza le ofrece? Porque en realidad existe una tal analogía en cuanto a un punto 
importantísimo. Los síntomas y las manifestaciones patológicas del enfermo son, como todas sus 
actividades anímicas, de naturaleza compuesta. Los elementos de esta composición son, en último 
término, motivos o impulsos instintivos. Pero el enfermo no sabe nada, o sólo muy poco, de estos mo-
tivos elementales. Somos nosotros los que le descubrimos la composición de estos complicadísimos 
productos psíquicos; referimos los síntomas a las tendencias instintivas que los motivan, y le revela-
mos en sus síntomas la existencia de tales motivos instintivos, que hasta entonces desconocía, como 
el químico que aísla el cuerpo simple, el elemento químico, de la sal, en la cual se había mezclado con 
otros elementos, haciéndose irreconocible. Igualmente, mostramos al enfermo, en sus manifestacio-
nes anímicas no consideradas patológicas, que tampoco era perfecta su conciencia de la motivación 
de las mismas, en la cual han intervenido motivos instintivos que no ha llegado a conocer” (Freud, 
1918/1974, tomo VII, 2457).
16.5. Las escuelas psicoanalíticas
La amplitud y generalidad de su propuesta, su procedencia clínica y no de laboratorio, unida a su 
difícil verificación o refutación empírica, y a la creación de una comunidad organizada para tener 
una continuidad histórica, suscitaron muchas reservas y recelos entre los filósofos de la ciencia y las 
comunidades científico-académicas, pero ejerció un singular atractivo sobre los mundos del arte y la 
cultura, así como sobre las personas en general.
Los “psicoanalistas deben considerarse como una comunidad científica –al menos, pretendidamen-
te– particular con unidad interna a pesar de sus muchas subescuelas, con unos objetos compartidos 
por sus miembros, con unas reglas metodológicas, con unos postulados teóricos, con un sistema de 
instrucción para sus futuros miembros, con unos canales propios institucionalizados de comunicación, 
etc.” (Caparrós, 1979, 38-39).
La intransigente defensa de sus ideas por Freud, y las rivalidades personales y profesionales entre 
sus discípulos, dieron origen a numerosas (y sonadas) escisiones, que dividieronel Psicoanálisis en 
multitud de escuelas (Wyss, 1961; Ellenberger, 1970). El propio Freud lo recordaba amargamente.
Historia de la Psicología234
“En Europa hubo, de 1911 a 1913, dos movimientos de desaparición del Psicoanálisis, iniciados por 
personas que hasta entonces habían desempeñado un papel considerable en la recién aparecida ciencia. 
Me refiero a Alfredo Adler y a C. G. Jung. Ambas defecciones fueron harto peligrosas y agruparon en 
derredor de sus iniciadores núcleos importantes; pero no debían su fuerza a su contenido propio, sino 
al deseo de emanciparse de ciertos resultados Psicoanálisis, aún aceptando el material de hechos en el 
que se basaban. (…) la crítica fue muy benigna con ambos heréticos, y por mi parte, sólo pude alcanzar 
que tanto Adler como Jung renunciaran a dar a sus teorías el nombre de Psicoanálisis. Actualmente, 
transcurridos diez años, puede comprobarse que ninguna de estas dos tentativas ha causado perjuicio 
alguno al Psicoanálisis.
Cuando una comunidad se halla fundada en una coincidencia sobre determinados puntos cardinales 
es natural que salgan de ella aquellos que han abandonado dicho terreno común. Sin embargo se ha 
atribuido con frecuencia la defección de antiguos discípulos míos a mi intolerancia o se ha visto en 
ella la expresión de una fatalidad especial que sobre mí pesaba. Contra esto indicaré exclusivamente 
que frente a aquellos que me han abandonado, como Jung, Adler, Stekel y otros, se alza gran número 
de personas –tales como Abraham, Eitingon, Ferenczi, Rank, Jones, Brill, Sachs, Pfister, Van Emden, 
Reik y otros– que me son adeptos desde hace más de 15 años, durante los cuales han colaborado 
fielmente conmigo, y con los que vengo manteniendo una ininterrumpida amistad” (Freud, 1925/1974, 
tomo VII, 2787-2788).
• Ninguno de sus representantes rom-
pió de forma radical con la doctrina 
freudiana.
• El núcleo duro de las ideas freudia-
nas continuó siendo: a) La teoría de 
la líbido. b) La evolución, estructura 
(teoría de las instancias) y dinámica 
de la personalidad. c) La distinción y 
dinámica del consciente/inconsciente 
y las teorías del instinto y del afecto.
• Siguen el esquema freudiano respecto 
de las características del tratamiento: a) 
Sus aportaciones se centran en la reali-
zación de estudios detallados acerca del 
“cómo” y “cuando” de la interpretación 
a lo largo del proceso terapéutico y so-
bre alguna particularidad de las técnicas 
de tratamiento. b) Las tentativas de for-
zar y acelerar el tratamiento, mediante 
una conducta más activa del analista, 
llevaron a innovaciones fundamentales, 
sobre todo en el terreno de la psicopa-
tología infantil y de la psicosis.
a) Karl Abraham: aportaciones en la evolución de 
la líbido y en diversos campos (p.e. complejo de 
castración en la mujer, eyaculación precoz, fan-
tasías en la histeria), formación y evolución ca-
rácter, psicopatología delirio maníaco/depresivo 
y psicosis.
b) Sandor Ferenczi: aportaciones a la estructura y 
dinámica de la persona, psicopatología neurosis 
y terapia.
c) Otto Fenichel: aportaciones a la estructura de la 
persona, psicopatología neurosis y metapsicología.
d) Anna Freud: recopilación de mecanismos defen-
sa del Yo y aportaciones Psicoanálisis infantil.
e) Melanie Klein: aportaciones al Psicoanálisis infantil.
f) Heinz Hartmann: subraya la autonomía del Yo y 
su función de adaptación.
g) Erik Erikson: Aportaciones teoría del desarro-
llo infantil.
h) Wilhelm Reich: funciones del orgasmo y de la 
angustia, teoría del “Orgón”.
i) Paul Federn: aportaciones a la estructura de la 
persona.
j) Franz Alexander: padre de la medicina Psicoso-
mática.
Figura 16.2. Características diferenciales de la Escuela de Freud/Psicoanálisis 
Ortodoxo y principales representantes (véase Ellenberger, 1976)
No sólo se extendió por Europa, sino también, y con gran fuerza, en EE.UU. Los planteamientos 
freudianos llegaron a América básicamente “en dos oleadas” (Burnham, 1978): la primera coincidió 
con la “reforma progresista, la psicoterapia, y las nuevas ideas sobre el lugar de los niños y la sexualidad 
en la sociedad americana. La segunda vino con la sociedad burocrática que se desarrolló en los años 
30 y después, especialmente en los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial”. Aunque 
en ambos casos fueron los médicos los asimiladores y diseminadores de las enseñanzas freudianas, 
los psicólogos también contribuyeron con su ambivalente actitud. 
235El Psicoanálisis
• Rechazan la teoría de la líbido.
• La mayoría de autores, como consecuencia de 
lo anterior, apenas presta interés a los puntos 
de vista genéticos (psicológico-evolutivos) de la 
formación de la persona.
• Se da importancia extraordinaria a los impulsos 
del medio ambiente.
• Abandonan las ideas estructurales de la teoría 
freudiana de las instancias, así como la teoría de 
los mecanismos de defensa.
• Estudian detalladamente las actividades fallidas 
y las faltas de adaptación del individuo (investi-
gación de la conducta).
• Reducen mucho la importancia que Freud dio al 
inconsciente, y sólo le consideran como fenó-
meno marginal.
• Limitan mucho el papel de la sexualidad.
• La mayoría no presta importancia a la investiga-
ción de los símbolos y al desciframiento de los 
síntomas.
• A nivel de tratamiento subrayan el conflicto 
actual. Centran la terapia más en el presente 
que en el pasado. Meta = paciente domine rá-
pidamente sintomatología. Conocimiento de 
causas de los conflictos y síntomas por medio 
del diálogo terapeuta/paciente.
a) Karen Horney: la angustia es el orígen de 
la neurosis que, en realidad, es una reac-
ción de defensa frente a uno mismo.
b) Erich Fromm: entiende la neurosis como 
un fracaso en la autorrealización.
c) Harry Stack-Sullivan: intento de desarro-
llo de una psiquiatría de las relaciones 
interhumanas.
d) Harald Schultz-Hencke: el conflicto bá-
sico de la psique humana consiste en la 
inhibición de lo expansivo, compuesto 
principalmente por las “aspiraciones del 
ser humano”.
e) Thomas Frech y Sandor Rado: repre-
sentantes de la concepción conductista 
dentro del Psicoanálisis.
f) Abraham Kardiner: Ddestaca la im-
portancia de los factores sociales en la 
génesis de la conducta problemática, en 
conexión con la antropología y la socio-
logía.
g) Jane Pearce y Saul Newton: aportaciones 
a la psicología evolutiva.
h) Ernest G. Schachtel: las neurosis como 
trastornos de la autorrealización y ac-
tualización potenciales del ser humano.
Figura 16.3. Neopsicoanálisis. Características diferenciales y principales 
representantes (véase Ellenberg, 1976)
En definitiva, no cabe sino hablar de Freud como una persona falible, contingente a contextos y 
deseos no siempre conscientes, por tanto capaz de incurrir en contradicciones, falsedades, errores 
y abusos; incluso, como tantos otros, aprovechó en beneficio propio muchas más ideas de otros de 
lo que fue capaz de reconocer, y en el tratamiento de sus pacientes, en opinión de algunos autores 
(p.e. Obholzer, 1980; Thornton, 1984; Lakoff y Coyne, 1993; Esterson, 1993; Kerr, 1993; Webster, 
1995) no siempre fue tan ético como se presenta. Pero no es menos cierto que fue capaz de articular 
un cuerpo de principios explicativos, definitorios del saber psicoanalítico, un conjunto ordenado 
y sistematizado de términos, conceptos y generalidades, abierto a cambios, y con una metódica 
suficientemente reglada para permitir un trabajo sistemático cuando se conocen y siguen sus condi-
ciones, reglas e instrumentos. En los últimos 100 años ese saber ha mostrado su valor no sólo como 
tecnología psicológica, sino también como un método para investigar el inconsciente y como cuerpo 
doctrinal. Continúa, sin duda, presente y vivo en una comunidad psicológica, que sigue dispuesta, más 
o menos abiertamente, a integrar muchos de los conocimientos psicoanalíticos en las concepciones 
psicológicas académicas.

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