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Cómo se inscribe el sujeto en el orden de la cultura heteropatriarcal_

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¿Cómo se inscribe el sujeto en el orden de la cultura heteropatriarcal?
Al principio de los tiempos cuando el ser humano se empezó a agrupar y a establecerse en determinados lugares del planeta, se pudo observar que su estructura base estaba conformada a partir de ciertas creencias las cuales iban surgiendo poco a poco y estableciendo un orden desigualdad entre sus miembros, donde por lo general siempre resultaba favorecido una persona del clan, sobre los demás. En muchos de los casos esta desigualdad se veía mayormente reflejada en el trato hacia las mujeres de los grupos totémicos. 
Por tal motivo en este ensayo buscamos responder las siguientes interrogantes: ¿cómo surge este sistema desigualdad?, ¿Cuáles han sido y son los factores que siguen ayudando a que esta estructura desigualdad permanezca? ¿Qué papel juegan las mujeres dentro de esta organización heteropatriarcal? ¿El machismo deviene de estas creencias? ¿La familia es parte de este problema? Y si es así, ¿Qué papel juegan? Y finalmente ¿Por qué las mujeres son percibidas solo como objetos y no como sujetos que conforman a la sociedad? 
Esta cultura desigualdad que se encuentra presente en gran parte del mundo, empezó a tomar vida desde el momento en que nuestros antecesores comenzaron a sobrevalorar el poder del padre por encima del poder de la madre, es decir, a la mujer se le dejo de tomar en cuenta no solo dentro del hogar, sino también dentro de la comunidad. Esta figura del Padre que resulta ser “el hombre”, la retoma Sigmund Freud, haciendo referencia a la persona encargada de cuidar y proteger a los demás miembros del grupo.
Entonces ¿Por qué surge esto? Una explicación para establecer esta figura del padre, tiene que ver en gran medida con la necesidad que tiene el ser humano de buscar explicar su existencia en el mundo a partir de alguien o algo más; en este caso el padre se convierte en un símbolo de protección y seguridad, que salvaguarda nuestra existencia y se encarga de proveer los recursos que necesitamos. Por ejemplo, en la religión católica se venera a un Dios hombre, que juega el papel de padre protector para con la sociedad; sin embargo, la figura materna, está ligada con las Santas quienes son descritas como abnegadas. 
Todo esto se puede observaren las distintas religiones que hay en el mundo, es cierto que algunas tendrán sus diferencias entre sí, pero casi en todas siempre existirá esa figura simbólica a la cual los demás miembros se someten.
En este caso la figura simbólica del Padre como máximo representante, sigue siendo actualmente puesta por encima del valor y el respeto que se les brinda a las mujeres; la cultura le da menos importancia a la existencia femenina; tal situación se ve reflejada en muchas de las reglas, normas o leyes que rigen nuestra vida, las cuales se inclinan a favor del género masculino, colocando en un lugar de sumisión al lado femenino dentro y fuera de la sociedad. Estas diferenciaciones abrirán lugar al factor “Genero” el cual se encargará de atribuir ciertos roles a cada uno de estos.
El género es la construcción subjetiva y social de una nueva configuración a partir de la re significación de la historia, la sociedad, la cultura y la política desde las mujeres y con las mujeres. El género hace una diferenciación entre hombres y mujeres y sus roles en la sociedad, así como las responsabilidades, prioridades y oportunidades de cada uno para lograr una equidad. 
La cultura es el factor más importante, la sociedad mexicana, y no sólo la mexicana sino también otras sociedades alrededor del mundo tienen trazados desde hace siglos los roles sociales que deben cumplir tanto hombres como mujeres. Por ejemplo, en el rol social masculino se observa tendencias de liderazgo, son ellos quienes toman las decisiones importantes, quien organiza y distribuye todo, además de enfocarse en cuestiones laborales. 
En cambio, el rol social femenino se remite a cuestiones domésticas y a la educación de los hijos, es decir, la imagen de la maternidad y la procreación. La sociedad y la cultura han dictado que los hombres deber trabajar y las mujeres dedicarse al hogar, aquellas mujeres que salen de estos paradigmas sociales son juzgadas como desviadas. 
El machismo forma parte de esta cultura del sujeto que empieza justo antes de nacer, desde que los padres comienzan a diferenciar los colores de la prenda del bebé. Continua con la entrega de juguetes que comienzan a formar una identidad, dado que socialmente está establecido que juguetes corresponden a que género; sigue con los modos de crianza pues a las niñas se les enseña a hacer tareas del hogar con el pretexto de que no habrá marido que las aguante. Mientras que los niños no son obligados a desarrollar tareas de la casa pues ya habrá mujeres que lo harán por ellos. Prosigue con la adolescencia donde la educación sexual falta y en ocasiones esto genera que se presenten casos de embarazo donde sin duda la primera responsable por tener sexo y no usar métodos anticonceptivos es la mujer y es quien debe de asumir la responsabilidad. Después los oficios y profesiones se dividen entre hombre y mujer ocasionando peleas y diferencias enormes entre ambos. 
El machismo no es exclusivo de los hombres, sino que también hay mujeres que siguen esta ideología. En muchos de los casos es la propia madre quien fomenta esta cultura patriarcal; por ejemplo, diciéndoles a sus hijos que tipo de mujer deben buscar para casarse, dándoles una serie de características en donde la mujer solo es percibida como objeto, y no como sujeto. 
Es otras palabras, existe una clasificación moralista que solo evalúa a las mujeres como cuerpos o como objetos, en lugar de valorarlas como personas, como seres humanos que piensan, que sienten y que expresan emociones.
Es evidente que aun vivimos en una sociedad machista que ha establecido una serie de estereotipos tanto para hombres como para mujeres, los cuales buscan encasillarnos, evitando que nos salgamos de ellos. Es una forma de manifestación política-sexual donde se denota la institucionalidad, la represión y el ritual de dominio masculino. Es decir, constituye una forma de control utilizada para mantener el orden en una sociedad patriarcal. 
Esta sociedad patriarcal, dirigida y controlada en gran parte por hombres viene desde tiempos totémicos. Como lo escribe Sigmund Freud en su libro Tótem y Tabú “El totemismo, es una institución religiosa y social enajenada de nuestro sentido actual, hace mucho tiempo caducada y sustituida por formas nuevas” (Freud, 1913, pág. 8); estas nuevas formas no difieren mucho de las iniciales, pues actualmente se sigue dejando a la mujer en segundo plano y con poco valor, como en los tiempos primitivos. 
Si bien los cambios han sido escasos desde la horda primitiva, hablando únicamente del orden patriarcal, se han suscitado en la estructura social cambios importantes desde el inicio del totemismo y que en consecuencia han llevado a la humanidad a la estructura social actual. El más importante de estos cambios fue la instauración de la institución familia, pues aún en la actualidad se considera como la base de la sociedad en términos legales, religiosos y sociales, o sea culturalmente la familia tiene un lugar relevante. Esta institución se compone idealmente por una pareja heterosexual y los hijos e hijas que estos puedan engendrar, actualmente hay diversidad en esta composición cada vez más respaldada por la Ley y la sociedad sin embargo la mayoría de las familias se siguen configurando desde el ideal y su finalidad sigue siendo la misma, perpetuar el orden patriarcal. 
Al posicionar a la familia como el “núcleo” social se dio pie a la creación de los anteriormente mencionados roles sociales y roles de género que son una forma de condicionarnos para cumplir el papel asignado en la estructura social heteropatrialcal y así continuarla. Es aquí donde a la mujer se le delega uno de los roles más importantes dentro de la sociedad, el de madre. 
Por supuesto que la familia en su conjunto contribuye a la formacióny el desarrollo de los hijos, es el primer contacto social de los nuevos individuos, pero, es a la madre a la que se le confiere, casi por completo, la educación de estos mientras el padre asume un rol de proveedor. La madre es quien educa e inculca el conjunto de valores y reglas sociales a los hijos, modos de actuar, de pensar, hábitos y costumbres que brindaran las bases para la constitución de estos sujetos y asegura que continúen reproduciendo el orden patriarcal a través de estas enseñanzas y la imposición de los roles de género. 
Esto se puede apreciar en generaciones anteriores a la nuestra, donde la madre como la figura que mantiene el orden en el hogar, que es el mismo orden sociopolítico y sociohistórico en el que el hombre es el sujeto de derechos que mantiene en sus manos el poder y la mujer el objeto al servicio de este, reproduce en la designación de tareas domésticas o las actitudes el lugar socialmente aceptado para cada hijo dependiendo de su género, “sírvele la comida a tu papá y a tus hermanos” como orden a las hijas o “Aguántate, los hombres no lloran” para los hijos, que se marcan en la concepción de un deber ser del niño y del futuro adulto que a su vez seguirá transmitiendo a sus hijos cuando asuma el rol social de padre o madre. 
Es tan importante mantener a las mujeres cumpliendo esta labor que incluso se ha llevado su figura a una “universalidad de la fe en una mística femenina” (Segato, 2003) en el que estos arquetipos como el de la madre son venerados y por lo tanto se busca su imitación. En México tenemos un maravilloso ejemplo, la virgen de Guadalupe, deidad que logra reunir a miles de personas de todos los rincones del país para celebrarla y venerarla, manteniendo viva a la religión católica y siendo tomada de ejemplo arquetípico para la concepción de la mujer, abnegada, entregada y obediente a Dios (el padre). 
Es de esta figura que los mexicanos retoman el culto a la madre, “Todo sea por mi mamá”, “te lo juro por mi madre” e incluso un “chinga tu madre” como ofensa que cala el sentimiento de todo mexicano, la madre es sagrada, se le respeta, pero no por eso deja de ser mujer y por ende, e irónicamente, también se le releva ante lo masculino. La virgen no es más que una intermediaria entre el hombre y Dios, su papel fue ser usada como instrumento para traer a su hijo y así se le regresa a su papel de objeto, como a todas las demás mujeres regresándonos al rol femenino que el patriarcado nos designa para seguir reproduciendo su orden a través del papel de madre que es aquella que desde nuestro nacimiento nos instruye para inscribirnos en el orden de la cultura. 
A manera de conclusión podemos decir que como hemos revisado a lo largo de este ensayo resulta claro ahora como el sujeto desde su nacimiento, incluso antes de este, es introducido a un orden cultural y simbólico de corte patriarcal, el cual ha sido heredado de generación en generación gracias a la función maternal ya que, por medio de la violencia, la marca cultural de culpa y la subordinación sembrada en los cuerpos de las mujeres se ha ido reproduciendo hasta traer consecuencias catastróficas. Al nacer el sujeto, sus pulsiones quedan en un estado de limitación por las diferentes reglas y normas que la cultura y la sociedad imponen, reglas que según el psicoanálisis dan pie al origen de la cultura, estamos hablando del totemismo, del cual hemos hablado líneas atrás, sin mencionar que su aparición es producto de la prohibición del incesto y del parricidio, según la teoría de la horda primordial de Freud, que posteriormente traería la sustitución del animal totémico por la figura del padre, y es en torno a esta figura, a este lugar ausente provocado por el parricidio primordial que se cometió según la mitología de Freud, que se crea una especie de anhelo por su lugar, y a la vez un temor por este, una especie de obediencia retrospectiva generada por la existencia de sentimientos ambivalentes y de culpa. Es por eso que nuestra cultura enaltece el lugar del padre ausente que además es violento y por supuesto es masculino, inscribiendo al sujeto en un pacto psíquico y social con el padre, y ningún pacto con la madre. 
Ahora que entendemos porque estamos inmersos en una cultura patriarcal, nos gustaría aclarar un concepto muy importante que también es parte de nuestra cultura y por lo tanto de nuestra composición psíquica. Para que pueda existir una institución social como lo es la familia primero tienen que existir ciertos “requisitos” que la cultura impone, la heterosexualidad y el control de la vida sexual y reproductiva de las mujeres. Para explicar que implica el concepto de heterosexualidad en el orden social patriarcal tomaremos como soporte el gran aporte de la autora italoestadounidense Silvia Federici y su libro Caliban y la bruja; mujeres, cuerpo y acumulación originaria; en esta obra Federici realiza un gran recorrido en la historia, revisando el proceso de transición del feudalismo al capitalismo, y de como para lograr esta transición fue piedra angular la subordinación del cuerpo femenino, así como la violencia y el control sexual y reproductivo de este.
Resulta muy interesante, pues una vez que existe la capacidad de herencia, fundamental para la existencia de la acumulación de capital, comienza a tomar relevancia el hecho de saber que la mujer que un hombre elige únicamente pueda tener hijos con ese mismo hombre, puesto que la herencia será para el hijo biológico de este, es decir comienza una nueva etapa de violencia y subordinación del cuerpo femenino, utilizando la capacidad reproductiva de las mujeres a su antojo, además si tomamos en cuenta como es que Freud explica y pone mujeres en un lugar de pasividad y de enfocarlas en ser sujetos de deseo es evidente por qué el padre de la horda primordial celaba tanto y prohibía el contacto de las mujeres de la horda con los hombres jóvenes. Tener una cultura que dicta un orden heteropatriarcal, contribuye a la continuación de la herencia, la subordinación de los cuerpos de las mujeres y los cuerpos feminizados, que amenazan el orden de la cultura, pues existen características innegables del cuerpo femenino manifestadas en la resistencia de las mujeres que escapan a las determinaciones patriarcales, es decir por un lado la madre nos inscribe a un orden simbólico sexista, del que si no formáramos parte no seriamos sujetos de cultura, y por otro lado existe algo constituido que escapa a la configuración patriarcal. 
Esta supuesta supremacía del hombre y de la heterosexualidad, ante lo femenino u otras orientaciones sexuales se ha visto reforzada por instituciones como la religión, la educación entre otras instituciones más. Mientras la heteronormatividad siga existiendo será otra manera de seguir perpetuando un sistema de estatus y de subordinación sexista. 
Bibliografía 
Federici, S. Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, traficantes de sueños, (2010), Madrid, s/p.
Freud, S., Obras Completas, Cap. IV “El retorno del totemismo en la infancia”, en: Tótem y tabú, (1913) Tomo XIII, Bs.As.: Amorrortu, 2003. Pág. 103-142.
García, C., Shimada, M., Vargas, E. Las mujeres y la culpa según el mito de los orígenes, Universidad Autónoma Metropolitana, (2007), pp. 602-617. 
Segato, Rita, Las Estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. (2003) Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires. s/p.

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