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Cosmovisión, sexualidad e inquisición

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Cosmovisión, sexualidad e inquisición
 Noemí Quezada
En la Nueva España, existió, en parte gracias a la religión católica, una subordinación del hombre hacia la mujer, ésta quedaba en desventaja en relaciones de poder que se vivían en su día a día. Junto con ello, se les transmitió un rol diferente a hombres y mujeres, éste a la vez fue parte de su subjetividad y deseos. 
La magia, fue una práctica culturalmente arraigada, que hizo que la mujer tuviera una resistencia ante el poder del marido (o del hombre en general), y ante la situación desventajosa en la que estaba inscrita. Así, ella pedía retener al esposo, agrado de éste, y lo relacionado a su seguridad y prestigio. Con esto, destaca su deseo en el campo de lo erótico, donde también buscó una sexualidad más libre. 
La Nueva España estaba caracterizada por múltiples etnias y culturas, donde había un aspecto invariable, que era la religión católica, impuesta por los españoles y desde la que se marcaría lo permitido y lo prohibido en la sexualidad. Para analizar esta cuestión, la autora se basa en documentos inquisitoriales novohispanos que den pistas acerca de cómo estaban construidos los sujetos, tanto mujeres como varones, en su vida cotidiana y costumbres. 
En este análisis, tiene importancia la masculinidad del dios del catolicismo, que con el papel que se le daba, de tener un poder absoluto, influyó en la constitución de una sociedad donde lo masculino tenía superioridad sobre lo femenino. 
La religión pudo dictar normas para comportarse, donde se presentaban los conceptos de pureza y pecado. Este último relacionado con los placeres carnales y el pecado, aspectos que debían ser evitados por los miembros de la sociedad, no solo los religiosos. A la vez, el matrimonio era parte fundamental de esa norma para la sexualidad. 
El destino del hombre y la mujer estaban marcados por su sexo, pues en el caso del varón, éste estaría destinado a ser productivo, a buscar la riqueza, la virilidad, que venía relacionada con su descendencia. Por otro lado, la mujer estaba atada a la reproducción biológica, una dependencia de un hombre, así como un resguardo económico y social en él. 
En el imaginario del varón, éste era fuerte, trabajador, buen jinete, protector de la mujer y también con un poder estrecho con los hijos, de quienes controlaba su vida y sexualidad. Asimismo, la mujer debía ser casta y trabajadora, y ya casada tenía que administrar el hogar y educar a los hijos para evitar maltratos del esposo. 
Ante tal situación desventajosa en la mujer, ella podía buscar equilibrio y seguridad en lo religioso o en la magia. La magia era una práctica que permitía que ella pudiese atraer al que amase, aunque éste no quisiese. Mientras que los objetivos del varón en la magia estaban relacionados con su prestigio, la suerte en los juegos de azar, y en general su ejercicio del poder. 
Para la autora, la práctica de la magia estaba relacionado íntimamente con las desigualdades entre géneros, como lo relacionado en su inseguridad en las dinámicas de pareja. Por ejemplo, el conseguir un marido, conservarlo y retenerlo, al mismo tiempo que deseos ligados a lo erótico. Destaca así, que ellas buscaron una seguridad dentro del papel social que se les había impuesto.

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