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MANUAL DE TÉCNICAS DE PSICOTERAPIA BREVE Aportes desde la terapia sistémica Felipe E. García Martínez Doctor en Psicología, Universidad de Concepción, Chile Académico Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile Psicólogo Clínico Acreditado Hardy Schaefer Alarcón Magíster en Psicología Clínica, Universidad Adolfo Ibáñez, Santiago de Chile Director Programa de Formación Clínica en Terapia Estratégica Breve CONAPC, Concepción Supervisor Clínico Acreditado MANUAL DE TÉCNICAS DE PSICOTERAPIA BREVE Aportes desde la terapia sistémica Inscripción Registro de Propiedad Intelectual N° Felipe E. García Martínez – Hardy Schaefer Alarcón Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo las fotocopias, sin el permiso escrito de los editores. Dirección General: Ramón Alvarez Minder Dirección Editoral: María Pilar Marín Villasante Editora: Cecilia Bravo Castro © 2015. Editorial Mediterráneo Ltda. Avda. Andrés Bello 1587-1591, Santiago, Chile ISBN: Diseño y diagramación interior: Alejandro Olivera Diseño de portada: TooL diseño & movimiento Impreso en Chile por: Salesianos Impresores S.A. 5 ÍNDICE Índice 5 Presentación 11 Prólogo 13 Advertencia al lector 25 Capítulo 1 Introducción: caminos hacia la solución y el cambio 27 La epistemología define la postura 28 Terapia estratégica breve 30 Terapia breve centrada en las soluciones 31 Terapia narrativa 32 Terapia dialógico colaborativa 33 Capítulo 2 Las técnicas, una cuestión de postura 37 Efectividad de la psicoterapia y los factores de cambio 37 Los factores comunes 38 Modelos postestructuralistas y los factores de cambio 41 Postura, habilidad y técnica 43 Capítulo 3 Apertura: técnicas iniciales 47 La primera entrevista, aspectos generales 47 Fase social 55 Exploración del motivo de consulta 57 Construcción de metas y objetivos de terapia 62 Excepciones al problema 67 Preguntas de proyección al futuro 72 Preguntas de escala 75 Elogio terapéutico 78 El mensaje final en la primera entrevista 81 6 Capítulo 4 Medio juego: técnicas centrales 85 Reencuadres 86 Redefiniciones 87 Uso de metáforas 94 Externalización 102 Deconstrucción 108 Uso de medios literarios o creativos 109 Uso del lenguaje persuasivo 112 Tareas terapéuticas 119 Capítulo 5 Final: maniobras para el cierre de la terapia 135 Maniobras indirectas 135 Maniobras directas 137 Capítulo 6 Manejo de situaciones difíciles 145 Recomendación general y algunos criterios 145 El cliente obligado 148 Las críticas y exigencias del cliente 152 La solicitud de directivas por parte del cliente 153 El llanto y el silencio en la sesión 154 El consultante no para de hablar 156 La solicitud de amistad 157 Un nuevo motivo de consulta 158 Terapia larga o terapia breve 159 7 A Erika Alejandra, una vez más a mi lado. A mis hijos Eduardo Andrés, Jorge y Martina, que iluminan de sonrisas e ilusiones todos mis días. Felipe A Patricia y Jolly por su afecto incondicional. También a aquellas personas que buscaron ayuda, enseñándome el valor y la belleza de una conversación terapéutica. Hardy 9 AGRADECIMIENTOS Reconocemos que este libro es el resultado de procesos de intervención clínica y de enseñanza en la que nos hemos involucrado por años y al que han aportado cientos de personas, por lo que siempre resultará insuficiente mencionar a aquellos que nos han ayudado. Debemos por lo tanto, distinguir entre quienes colaboraron directamente para que esta obra fuese posible y aquellos que lo hicieron en forma in- directa, aunque con la misma importancia, si atendemos al resultado de dicha ayuda. Entre quienes colaboraron de manera directa agradecemos muy especialmente a Julio Riffo, Marcelo R. Ceberio, Mark Beyebach y Rodrigo Mardones, quienes se tomaron el tiempo de leer total o parcialmente el manuscrito, proponiendo trans- formaciones y mejoras. Los dibujos que ilustran esta obra deben su existencia a Eduardo Andrés Barraza y Carolina Jara. Las fotografías, a su vez, fueron tomadas por Marianne Hochstetter y Angélica Guzmán. Entre quienes colaboraron indirectamente, agradecemos en primer lugar a nues- tro maestro Mario Pacheco León, iniciador de tantos en la filosofía, ciencia y arte de la terapia breve en estas latitudes, por su ardua labor de actualización y difu- sión de estas ideas. Él nos brindó no solo su enseñanza y sabiduría, sino también fue la puerta de presentación de la mayoría de los maestros de la psicoterapia a quienes hemos dedicado largas horas de lectura y a algunos de los cuales, con mucha suerte, también hemos conocido (uno u otro) personalmente, entre estos úl- timos: Alberto Fernández Liria, Bismarck Pinto, Carmelo Vázquez, Carolina Letelier, Gonzalo Hervás, Harlene Anderson, Ítalo Latorre, Jeffrey Zeig, Jorge Ayala, Maggie Carey, Marcelo R. Ceberio, Mark Beyebach, Michael Yapko, Marga Herrero de Vega, Paul Pérez-Sales, Paul Watzlawick, Richard Fisch y Scott Miller. Agradecemos también a nuestros alumnos de pregrado, postítulo y cursos de actualización, quienes con su participación y motivación nos incentivaron a sistema- tizar los procesos y técnicas de cambio que aquí se describen. Agradecemos a nuestros consultantes, quienes por medio de su esfuerzo para intentar mejorar sus vidas, permitieron construir conversaciones que dan un signi- ficado profundo, humano y trascendental a las líneas que aquí se desarrollan. Ellos han sido grandes maestros de nuestra propia experiencia terapéutica y nos han permitido comprender que las personas son dueñas de sus decisiones y un ejemplo a la hora de superar las vicisitudes de la vida. Agradecemos a nuestras familias, tanto por el invaluable apoyo entregado para nuestra formación y crecimiento profesional, como por la generosidad del tiempo que nos cedieron, ya que sin él habría sido imposible realizar este trabajo. 11 PRESENTACIÓN EL RESPETO POR LOS ORÍGENES En los últimos diez años, la proliferación de modelos terapéuticos es un fenómeno que ha excedido la media esperable. Muchos de ellos, como señala apropiadamente Mark Beyebach en el prólogo, “no respetan” –y estas son palabras mías– o lo que puede ser peor, “desconocen” tanto los antecedentes teóricos como planteos de diseños técnicos de los modelos existentes. En el mundo de las ciencias terapéuticas (como de la ciencia en general), se continúan las apropiaciones de territorio teórico y su defensa consecuente, a la deriva del más acérrimo narcisismo. Así es como proliferan nuevos modelos que reiteran por ejemplo, esquemas técnicos de modelos precedentes y en algunos casos adjuntan algún elemento nue- vo. Lejos de nombrar a las fuentes de origen, se toman como de propia autoría. Ni siquiera es plagio, ya que en general el nuevo diseño va acompañado de numero- sas modificaciones. Solamente, repito, es narcisismo y desconocimiento. Y quiero aclarar que no soy un clásico y menos un conservador, casi todo lo contrario. Soy clínico e investigador y como tal, constructivista, construccionista y sistémico, como se definen las ciencias modernas y posmodernas hoy en día. Mis maestros, principalmente Paul Watzlawick, me enseñaron a respetar matri- ces epistemológicas para cuestionarlas, pensarlas, certificarlas o redefinirlas. Tanto Paul como John Weakland invitaban a disentir, a elucubrar y desarrollar planteos atrevidos, teóricos o técnicos, estando o no de acuerdo. Siempre, absolutamente bajo un tenor de respeto. Dicho esto, quiero decirles que es un gusto presentar el texto MANUAL DE TÉCNI- CAS DE PSICOTERAPIA BREVE. APORTES DESDE LA TERAPIA SISTÉMICA de Felipe E. García y Hardy Schaefer. Un verdadero manual que justamente –y no ha sido al azar mi postura inicial– respeta y hace honor a las bases que componen su modelo. Un texto que a mi gusto el lector encontrará organizado, ya que se presenta en capítulos que son módulos explicativos atentos a una lógica del proceso de aprendizaje. En un orden simple,el libro abre con una introducción teórica en donde se muestra la articulación y sinergia de tres modelos: la Terapia Estratégica Breve, la Terapia Centrada en Soluciones y la Terapia Narrativa, componentes que constitu- yen lo que dan en llamar los autores “Modelo sistémico breve”. Sinergia atractiva que filtra y complementa filosofía de la psicoterapia, diferentes técnicas y posiciones del terapeuta en el transcurso de las consultas. En los capítulos que siguen, el lector encontrará las técnicas agrupadas en una división que delimita su uso tanto en la apertura, el transcurso, como en el cierre 12 de la terapia. Las técnicas son variadas, provenientes de los tres modelos, están cuidadosamente explicadas y se complementan con ejemplos que las ponen en marcha. El libro cierra con un capítulo que bien podría ser un apéndice, donde los autores se han dedicado a explorar aquellas “situaciones difíciles” de las consultas. Una especie de guía práctica, para que el terapeuta novel desarrolle herramientas en ciertos devenires de las consultas que pueden causarle trabas o bloqueos en su accionar. Siempre un capítulo de esta magnitud es bienvenido, principalmente para los estudiantes y terapeutas primerizos que sienten el temor responsable en el inicio de su trabajo en las lides de la psicoterapia. Este es el libro que pude construir, como tantos libros se construirán a partir de sus múltiples lecturas. Un libro ameno, práctico y dinámico, tal cual como el modelo terapéutico que describe. Siempre afirmé que estos modelos, principalmente el mo- delo del MRI de Palo Alto, donde centré mi formación, son una conjunción de arte y ciencia. Es cierto, la solidez del aval teórico permite desarrollar o esgrimir (tal cual un esgrimista) una cantidad de técnicas que, más allá de que su efectividad responda a la teoría, también es el arte estratégico de su aplicación que hace que la estocada sea clave: qué, cuándo, cómo, dónde, para qué y por qué, se condensan en una sola maniobra, un movimiento una alocución. Abro así esta obra, lector, y felicito a sus autores. Ahora es su turno de elaborar la construcción de este libro. DR. MARCELO R. CEBERIO BUENOS AIRES, 2014 13 PRÓLOGO E s un placer escribir el prólogo a una obra de tanta calidad, utilidad y opor-tunidad como es esta, que constituye un manual didáctico y ameno para aplicar las diversas técnicas y procedimientos de lo que se viene denominando “Terapia Sistémica Breve” (TSB) (Beyebach, 1993; García, 2013; Pérez Grande, 1991). Más allá de reconocer los muchos méritos de este libro, que los lectores sin duda descubrirán por sí mismos, queríamos aquí ofrecer algunas reflexio- nes acerca de la TSB para situar el diálogo en un plano distinto. Empezaremos realizando un breve análisis del enfoque desde sus propios parámetros, para después pasar a examinarlo desde una perspectiva externa, es decir, desde plan- teamientos ajenos a la tradición sistémica y estratégica en la que este enfoque se inscribe. LA FUERZA DE LA TERAPIA SISTÉMICA BREVE Definimos la terapia sistémica breve como la combinación flexible de tres mode- los terapéuticos: la terapia estratégica breve desarrollada en el Centro de Terapia Breve del Mental Research Insitute (MRI) de Palo Alto (TEB) (Fisch y cols., 1982), la terapia centrada en las soluciones del Centro de Terapia Familiar Breve de Milwaukee (TCS) (de Shazer, 1991; 1994) y la terapia narrativa creada en Australia y Nueva Zelanda por David Epston y Michael White (TN) (White y Epston, 1990). A nuestro juicio, esta combinación configura un enfoque terapéutico de gran proyección y potencial, posiblemente superior, por versátil e integrador, a lo mu- cho que aportan cada uno de sus elementos por separado. Lógicamente, esta es una valoración que en última instancia tendrá que sustentarse en la investigación empírica, que determinará si realmente practicar TSB resulta superior (o más ver- sátil, o más completo) que utilizar solamente uno de los tres enfoques que la inte- gran. En tanto en cuanto se vaya generando esta evidencia empírica, sí se puede adelantar que las competencias profesionales exigidas en estos enfoques son de hecho compatibles y enseñables (Quick, 2011), y cabe también hacer un análisis conceptual sobre las posibilidades de integración de estos enfoques. Esto es lo que se hará a continuación. A nuestro juicio, esta integración de la TEB, la TCS y la TN resulta viable desde tres perspectivas diferentes: Desde el punto de vista filosófico, los tres enfoques son plenamente compa- tibles gracias a su visión constructivista y construccionista. Así, aunque cada uno de estos modelos reclama para sí un “padre epistemológico” diferente (Heinz Von Foerster para TEB, Ludwig Wittgenstein para TCS y Michel Foucault para TN), 14 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica los tres comparten, si se nos permite expresarlo así, la misma “madre” teórica, la reflexión antropológica y comunicacional desarrollada por Gregory Bateson. Además, se trata de tres enfoques con una visión contextual de los problemas y de su resolución, y que apuestan sobre todo por el cambio terapéutico. Desde el punto de vista de las estrategias terapéuticas, la fuerza de la TSB es que cada uno de sus tres componentes subraya procesos de cambio diferentes pero complementarios: la idea de bloquear patrones problemáticos (central en TEB) man- tiene una relación dialéctica con la potenciación de patrones positivos (los recursos y excepciones de TCS), y ambos planteamientos se ven enriquecidos por la conexión con los patrones biográficos y sociales más amplios que aporta la TN. De esta forma, ante un consultante concreto, el profesional que practique TSB podrá optar por uno u otro abordaje –o utilizar varios de ellos– en función de las circunstancias del caso y las preferencias de sus consultantes. En el nivel técnico, entendemos que cada uno de los tres enfoques incluidos en la TSB en cierto sentido suplementan las posibles debilidades o insuficiencias de los otros dos. El énfasis de TCS y MRI en establecer objetivos claros y cuantificables, que puede por momentos parecer excesivamente “conductista”, se ve compensado por la apertura a lo emocional de la TN. Por otro lado, la tendencia en TEB de centrar la conversación terapéutica en el presente (en realidad, el pasado inmediato) se compensa con la querencia de la TCS a conversar sobre el futuro y se ve enriquecida por la incorporación desde la TN de los elementos del pasado biográfico. Además, la relativa parquedad de las maniobras de validación y empatía en TCS y TEB puede complementarse con la validación expresa de las historias de sufrimiento en la que son maestros los terapeutas narrativos, así como con la conexión que se establecen en TN con significados más amplios, culturales y biográficos. TERAPIA SISTÉMICA BREVE: UNA MIRADA “DESDE FUERA” Aquí trataremos de reflexionar sobre la TSB desde más allá de sus propios límites conceptuales. Comenzaremos por hacerlo brevemente desde la perspectiva de los factores comunes y la del “buen trato” profesional, y dedicaremos un mayor espa- cio a hacerlo desde la perspectiva que nos pueden ofrecer las terapias de tercera generación. TSB como optimización de factores comunes Nos parece estimulante contemplar la TSB desde la concepción de los factores co- munes en psicoterapia (Beyebach y Rodríguez Morejón, 1999). Visto desde este encuadre, la fuerza de la TSB residiría en que moviliza de forma específica lo que tradicionalmente se ha descrito como factores no-específicos de cambio y que en la actualidad prefiere calificarse como “factores comunes” (Norcross y cols., 2006). En concreto, la TCS promovería directamente las expectativas de los consultantes ante la intervención (el factor placebo): las conversaciones sobre los “futuros pre- feridos” movilizarían sus expectativas de éxito, mientras que las conversaciones Prólogo 15 sobre la aportaciónde los consultantes a excepciones y mejorías aumentarían su autoeficacia y su expectativa de control (Rodríguez Morejón, 1993). Por su parte, las intervenciones de la TEB podrían verse desde lo que diversos estudiosos de los procesos psicoterapéuticos consideran un proceso de cambio común: el bloqueo de los patrones interaccionales ineficaces en los que se inscriben los problemas. Aquí, la flexibilidad y el carácter personalizado de las intervenciones de la TEB permiten traducir esta estrategia de formas casi infinitas. Finalmente, la TN apelaría directa- mente a la necesidad humana de encuadrar las experiencias vividas en narrativas contadas (Ramos, 2001), un proceso para el que según Frank (1973) la terapia es un espacio privilegiado por estar culturalmente sancionado. TSB como modelo de cooperación y buen trato profesional Otra forma de contemplar la TSB es como un modelo de cooperación y de buen trato a los usuarios, no solo en el campo de la salud mental, sino también en el del trabajo social, la educación o la intervención con organizaciones. O, incluso más allá, en cualquier ámbito en el que se establezca algún tipo de relación de ayuda entre un profesional y un usuario. En esta cuestión, las bases constructivistas y construccionistas de los tres mo- delos que integran la TSB proporcionan una buena base para propiciar el respeto a la diversidad y a la pluralidad de cosmovisiones de los usuarios, y en cierto modo previenen al profesional de querer imponer sus propios valores y visiones a sus in- terlocutores. La TCS profundiza en esta dirección al proponer que los terapeutas guíen desde atrás a sus interlocutores (Cantwell y Holmes, 1994), aceptando sus objetivos, adoptando su lenguaje y sus valores, y partiendo siempre primero de sus propios recursos. Y la TN refuerza este planteamiento desde el exquisito cuidado que muestra para ayudar a los consultantes a encontrar y hacer oír su propia voz, sin una “edición” impositiva por parte del profesional. En este sentido, nos parece que no es descabellado afirmar que cualquiera de los tres enfoques toma muy en serio la propuesta de la terapeuta centrada en soluciones Insoo Kim Berg de “no dejar huellas en la vida de los clientes”: la TEB, porque busca solamente una intervención muy focalizada que desbloquee la situación problemática que motiva la consulta; la TCS, porque apuesta por los objetivos y los recursos de los propios consultantes, sin pretender aportar recursos externos; y la TN por el mencionado interés en potenciar y validar la voz de los usuarios. Por consiguiente, no dudamos en afirmar que la TSB, pese a su exquisita neu- tralidad en cuanto a los contenidos que se tratan en la intervención y a pesar de su respeto por la diversidad humana, es en gran medida una apuesta y una propuesta de tipo político. Y lo es por cuanto apunta a establecer un tipo de trato profesional centrado en la persona, respetuoso y empoderador, que sin duda marcaría una gran diferencia en muchas instituciones y prácticas profesionales que a lo largo del tiempo han ido perdiendo ese horizonte ético y de facto, y que han termina- do ninguneando, manipulando y en definitiva maltratando a sus usuarios. Valgan como ejemplo el parto intervenido y medicalizado del que se abusa en tantos países 16 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica (García Moreno, 2014); la educación masificada e insensible a las diferencias; o la protección de menores cuando se aplica de forma policial e impositiva (Martín Hernández, 2009). Contextos todos ellos en los que una mirada más centrada en los recursos, más respetuosa con los usuarios y a la vez eficaz y resolutiva nos parece una verdadera necesidad. Terapia sistémica breve como terapia (conductista) de tercera generación Las llamadas terapias de tercera generación son un conjunto de modelos terapéuti- cos desarrollados a partir de los años noventa, en parte como consecuencia de las limitaciones de las terapias conductuales de primera y de segunda generación. Las terapias de tercera generación están revolucionado el mundo de la psicoterapia, aportando nuevas herramientas terapéuticas y generando abundante investigación, tanto básica como de resultados y de procesos terapéuticos. Entre estos modelos figuran de forma prominente la terapia de aceptación y compromiso (Hayes y cols., 1999), la terapia de activación conductual (Jacobson y cols., 2001) y la psicoterapia analítica funcional (Kohlenberg y Tsai, 1991); además se incluyen planteamientos como la terapia de conducta dialéctica (Linehan, 1993) o la terapia integrativa de pareja (Jacobson y Christensen, 1996). Por tanto, las terapias de tercera generación no se reducen a mindfulness (Kabat-Zin, 1994), con la que a menudo se confunden; de hecho, el planteamiento de la mayoría de estas nuevas terapias tiene más que ver con una recuperación de lo conductual y contextual dentro de la tradición cogni- tivo-conductual en la que se inscriben que con una profundización en lo puramente cognitivo, que precisamente pretenden superar (Pérez Álvarez, 2013). Dedicaremos las siguientes páginas a analizar qué elementos conceptuales comparte la TSB con estas terapias (en especial con la terapia de activación conductual, terapia de acep- tación y compromiso, psicoterapia analítica funcional y terapia integrativa de pare- ja), qué podrían aportar estos nuevos modelos terapéuticos a la TSB y qué aportes podría hacer a su vez la TSB a estos enfoques. ¿En qué coinciden las terapias de tercera generación con la TSB? Desde nuestro punto de vista hay numerosas concomitancias entre las terapias de tercera generación y la TSB, aunque lamentablemente aquellas parecen haberse desarrollado en buena medida de espaldas a otras tradiciones terapéuticas como la sistémica y la estratégica, incurriendo así en la consabida tentación de reinventar la rueda, tan habitual en los proponentes de cualquier modalidad terapéutica novedo- sa. Por ejemplo, en la terapia de aceptación y compromiso se describe con detalle cómo los intentos desafortunados de solución que ponen en marcha las personas terminan constituyendo problemas, un proceso descrito ya en los años setenta por la TEB del MRI de Palo Alto; o se habla de cómo la búsqueda del control lleva a la paradoja de exacerbar los síntomas que se pretenden controlar, pero de nuevo sin hacer referencia ni a las aportaciones pioneras de Bateson y la TEB en esta línea, ni a las investigaciones sobre “procesos irónicos” iniciadas por Wegner (1994) en Prólogo 17 el terreno de la investigación básica y por Shoham y Rohrbaugh (Shoham y cols., 1998; Shoham-Salomon y Rosenthal, 1987; Shoham-Salomon y Jancourt, 1985) en el de la investigación clínica. O, por poner otro ejemplo, en terapia de activación conductual se subraya la importancia de que el consultante pase a la acción, y que lo haga aunque pueda sentirse mal todavía, pero sin conectarlo con las técnicas de proyección al futuro (de Shazer, 1991; 1994) con las que en TCS se ha trabajado sistemáticamente este tema durante décadas. No se entienda esta queja como una reivindicación pueril del tipo “esto lo hicimos nosotros primero”, ya que, de hecho, una crítica similar podría hacerse también a la literatura sistémica y estratégica. Valgan como ejemplos que en la TCS se ignoran las aportaciones de Adler (quien también proponía a sus clientes imaginarse un futuro sin el problema) o de Kelly (pionero de la estrategia terapéutica de “actuar como si…”), y que en los escritos estratégicos apenas se menciona el ilustre precedente de la terapia de Viktor Frankl al describir las intervenciones paradójicas. Autorías y reconocimientos aparte, algo en lo que las terapias de tercera gene- ración coinciden plenamente con la TSB es el rechazo a la idea de que los proble- mas humanos sean consecuencia de algún tipo de trastorno intrapsíquico, interno, del cual las conductas problemáticas serían simples manifestaciones.En este punto tanto el conductismo radical skinneriano del que son herederas las terapias de ter- cera generación como los planteamientos teóricos de la TEB y la TCS comparten su rechazo a lo que Bateson (1972) en su día calificó de “principios dormitivos”, es decir, a las supuestas entidades mentales internas (creencias erróneas, esquemas mentales…) que serían causa de la conducta externa. Como consecuencia, una posición fundamental que comparten las terapias de tercera generación y la TSB es su rechazo al diagnóstico psiquiátrico tradicional. En este sentido, las terapias de tercera generación vienen a unirse a la incisiva crítica que desde los años sesenta los enfoques sistémicos han hecho a las etiquetas psi- copatológicas al uso. Posición que, por cierto, en muchos casos ha dificultado a los sistémicos competir en igualdad de condiciones en la investigación de resultados terapéuticos, debido a su negativa a plegarse a una lógica de investigación (la de los “tratamientos empíricamente apoyados”) totalmente supeditada al diagnósti- co, y más en concreto a las sucesivas –y fracasadas– ediciones de DSM y CIE. En este punto, tanto las terapias de tercera generación como la TSB podrían suscribir perfectamente la definición alternativa de “trastorno psicológico” que ofrece Pérez- Álvarez: “un esfuerzo contraproducente por resolver una situación problemática, en el que las propias conductas, acciones y reacciones resultan ellas mismas parte del problema” (2013, p. 44). Una definición que remite al conocido “la solución es el problema” de los autores de Palo Alto, asumido también por Steve de Shazer como explicación a cómo se forman los problemas humanos. Una derivada de este plan- teamiento es que tanto las terapias de tercera generación como la TSB apuestan por entender la evaluación como “conceptualización de caso”, es decir, como análisis de cómo en cada caso en particular se mantienen los problemas y se pueden ge- nerar soluciones. Expresado en otros términos, cabe afirmar que tanto las terapias 18 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica de tercera generación como la TSB son terapias contextuales (Pérez Álvarez, 2013), en la medida en que sitúan los problemas humanos en su contexto interaccional. Compartir en buena medida la visión de los problemas humanos lleva a que las terapias de tercera generación y TSB presenten, más allá de sus obvias diferencias, al- gunas importantes afinidades en su concepción del cambio y del proceso terapéutico. Así, cuando en terapia de activación conductual se plantea a la persona deprimida que la clave para cambiar cómo se siente se encuentra en actuar de forma diferente, no solo resuena la propuesta de Steve de Shazer de actuar “como si hubiera ocurrido el milagro”, sino también el “actúa para conocer” de Heinz von Foerster. Este énfasis sobre la acción se encuentra también en el polo del “compromiso” de la terapia de aceptación y compromiso. Finalmente, las terapias de tercera generación y la TSB se asemejan también en su interés por el lenguaje, y en especial por el lenguaje en la situación de terapia. Aquí, es la Psicoterapia Analítica Funcional la que marca la pauta, con su estudio detallado de cómo interaccionan verbalmente cliente y terapeuta a lo largo de las sesiones. Aportación que constituye un buen contrapunto al interés por el lenguaje que tradicionalmente han mostrado los autores estratégicos y centrados en solucio- nes. Los primeros, por ejemplo, con el concepto de “optimismo automático” de los autores del MRI (Fisch y Schlanger, 1999) o con el uso sistemático de las paráfrasis y las ilusiones de alternativa en el diálogo estratégico, según las propuestas más actuales de Giorgio Nardone (Nardone y Salvini, 2011). Los segundos, considerando que “en el origen las palabras eran mágicas” de de Shazer (1994) y generando recientemente una nueva línea de investigación con el microanálisis de sesiones te- rapéuticas (De Jong y cols., 2014). Aunque la forma de analizarla es bien diferente, lo cierto es que en ambos casos se coloca la lupa de la investigación y de la terapia sobre la interacción verbal de clientes y terapeutas. Las posibles aportaciones de las terapias de tercera generación a la terapia sistémica breve Más allá de las amplias áreas de coincidencia, hay unas cuantas cuestiones en las que los planteamientos y las técnicas de las terapias de tercera generación suponen, vistas desde la TSB, invitaciones a ampliar su foco, a replantearse ciertos conceptos y a enriquecer algunas técnicas de intervención. Por una parte, la obsesión por el cambio tanto en la TEB de Palo Alto (baste aquí con repasar los títulos de sus obras más conocidas: CAMBIO, LA TÁCTICA DEL CAMBIO, EL LENGUAJE DEL CAMBIO, CAMBIANDO LO INCAMBIABLE, etc.) como en la TCS (con títulos como CLAVES PARA LA SOLUCIÓN o MÁS QUE MILAGROS), está ciertamente en las antípodas de la aceptación y la no evitación experiencial que propugnan la terapia de aceptación y compromiso, la terapia integrativa de pareja y el mindfulness. En este sentido, tal vez valiera la pena que desde la TSB se considerara también la posibilidad de acep- tar ciertos estados displacenteros en vez de necesariamente luchar contra ellos en terapia. En la práctica, esto se puede hacer desde el enfoque narrativo, por ejemplo Prólogo 19 empleando la externalización del problema presentado más para “ponerlo en su lugar” que para “derrotarlo”. Y al trabajar con la pregunta milagro cabría utilizar formulaciones lingüísticas que estuvieran también en consonancia con esta idea: en vez de “¿Qué vas a hacer distinto cuando ya no te sientas deprimido”, preguntar por ejemplo “¿Que te imaginas haciendo distinto “a pesar de” sentirte deprimido?”. La tradicional urgencia en TCS y TEB por conseguir cambios rápidos de los clien- tes está también reñida con el planteamiento, propio de la Terapia de Aceptación y Compromiso y de la Psicoterapia Analítica Funcional, de averiguar primero qué función tienen los síntomas en la vida de la persona, en otras palabras, el plan- teamiento de que el problema puede ser una solución (desafortunada) que el cliente está dando a su situación. De hecho, consideramos que valorar los posibles beneficios de los problemas presentados es una buena forma de ampliar el foco en TSB, especialmente en el campo de las adicciones o en general de la conduc- ta autodestructiva (Selekman y Beyebach, 2013). Ahora bien, nuestra forma de entender esta función del síntoma está más cercana a los planteamientos de las terapias de tercera generación, que analizan la función para la propia persona, que de los planteamientos sistémicos clásicos, en los que la función de síntoma es sistémica, mantener la homeostasis de todo el sistema. La insistencia en las terapias de tercera generación, y sobre todo en la Terapia de Aceptación y Compromiso, de conectar la acción de los clientes con sus propios valores nos parece también de interés para la TSB. No porque en TSB no se haya conceptualizado esta cuestión (al fin y al cabo, en buena medida la base de la TCS es ayudar a los consultantes a que imaginen y avancen hacia su “futuro preferido”) sino porque el énfasis a veces excesivamente conductual de la TCS y la TEB lleva a que en ocasiones la conversación terapéutica corra el riesgo de difuminarse en cuestiones poco relevantes. En este sentido, pensamos que es importante en la TSB hacer un esfuerzo mayor por contextualizar objetivos y avances incluyendo la rele- vancia moral de las acciones concretas que se describan (“¿Y qué significaría para ella que la abrazaras al llegar a casa?” o “¿En qué sentido sería importante para ti prepararle el desayuno?”). Y también valdría la pena buscar elogios más valóricos: además de destacar lo que hace el cliente que le ayuda, sería interesante subrayar aquello que hace que le acerca a sus valores. En este sentido, las reflexiones de Isebaert (2005) acerca de cómoapoyar las “elecciones existenciales” de nuestros consultantes aportan, de hecho, un excelente puente entre las prácticas puramente centradas en soluciones y la terapia existencial. Otra estimulante llamada de atención que nos llega desde las terapias de terce- ra generación es el análisis detalladísimo que en la psicoterapia analítica funcional se hace de la interacción entre clientes y terapeutas. Este es un tema que ha inte- resado también desde un principio a los autores del MRI, centrados en soluciones y narrativos, y no solo como resultado lógico de su planteamiento construccionista sino también por la aguda conciencia de cómo las propias acciones del terapeuta pueden constituir un “más de lo mismo” que mantenga los problemas de los clientes. De todas formas, a nuestro entender el análisis de la Psicoterapia Analítica 20 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica Funcional aporta algo que en la TSB tiende a pasarse por alto: la idea de que la conducta del cliente en sesión puede ser también una posible fuente de mejorías, más allá de lo que el cliente informe haber hecho en el tiempo entre sesiones. Tomando un ejemplo clásico, si un cliente que busca con la terapia ser más aser- tivo en sus relaciones personales y profesionales se opone durante la entrevista a alguna sugerencia o propuesta del terapeuta, estaría en realidad dando un buen ejemplo de asertividad en la propia sesión, ejemplo que merecería ser comentado y destacado por el terapeuta, pero que a veces se ignora por el énfasis –a veces excesivo– de los terapeutas sistémicos breves sobre la literalidad del lenguaje De forma complementaria, la terapia de activación conductual nos recuerda algo que siempre se ha reivindicado en la tradición de terapia breve en la que se inscribe la TSB, pero que conviene no olvidar: la importancia de la acción fuera de la sesión, de que el consultante actúe de forma diferente entre una sesión y otra. Esta cuestión, que siempre ha sido central tanto en los enfoques estratégicos como en los centrados en soluciones, se desvirtúa a veces por un excesivo enfrascamiento en el micromundo de las propias sesiones terapéuticas, por un posicionamiento posmoderno y acaso esteticista que ha llevado a algunos autores a plantear que no es necesario asignar tareas a los consultantes y que debería ser suficiente con solo elogiarles tras una conversación productiva (Iveson, 2014). Nosotros entendemos que este planteamiento se acerca demasiado a lo que podría describirse como una posición de “diálogo por el diálogo”, y defendemos que cerrar una sesión sin ofre- cer alguna sugerencia solo tiene sentido si en ese punto los consultantes no están dispuestos a hacer tareas o si su disposición es tan grande, y el detalle de las accio- nes descritas durante la sesión tan minucioso, que no es necesario proponerles nada ya que de todos modos van a pasar a la acción. En este punto, nos gusta pensar que la TCS funciona en muchos casos como una verdadera entrevista motivacional y como un verdadero programa de activación conductual, en el que al fin y al cabo se establecen metas concretas y específicas y se describen los pasos intermedios de forma igualmente precisa. En este punto, la diferencia entre los planteamientos de la TSB y los de la terapia de activación conductual estarían sobre todo en el estilo terapéutico, y en que la posición de la TSB es como hemos visto más arriba “guiar desde atrás”, procurando que el plan de acción lo formule el propio cliente. Las posibles aportaciones de la TSB a las terapias de tercera generación Lo que nos interesa a los terapeutas de TSB es obviamente mejorar en la medida de lo posible nuestras propias prácticas más que ocuparnos de las ajenas, pero de todos modos no querríamos dejar de mencionar algunas áreas en las que nos pa- rece que los planteamientos de la TSB podrían suponer una mejora o al menos un enriquecimiento de las terapias de tercera generación. Desde la vertiente técnica entendemos que la TSB, y sobre todo la TCS, apor- tan una gran cantidad de herramientas para sacar a las mejorías de los clientes un mayor partido del que típicamente se extrae en las terapias de tercera generación. Prólogo 21 Por ejemplo, conceptualizar, valorar y trabajar los cambios pretratamiento sería un recurso interesantísimo (Beyebach y cols., 1996; Rodríguez Morejón, 1993). Al fin y al cabo, es bastante probable que un consultante tenga ya antes de la primera sesión momentos en los que no evita experiencialmente (terapia de aceptación y compromiso), sí actúa pese a su malestar (terapia de activación conductual), condu- ce sus relaciones interpersonales de manera más productiva (psicoterapia analítica funcional), acepta ciertas limitaciones de su pareja (terapia integrativa de pareja), o consigue estados de mindfulness de forma natural. En este punto, pensamos que la posición centrada en soluciones de apelar siempre primero a los recursos de los consultantes y de guiarles “desde atrás” (Cantwell y Holmes, 1994) supone una forma más radical de empoderamiento que la tradicional posición colaboradora, pero pedagógica e instruccional de las terapias cognitivo-conductuales. Otra técnica de la que podrían sacar partido algunas terapias de tercera genera- ción es la externalización del problema, como también han hecho ya recientemente Fairburn y su equipo en su abordaje cognitivo-conductual de la bulimia (2008) (eso sí, sin hacer ninguna referencia a los trabajos de White o Epston). En este punto, nos parece que la externalización sería una forma fácil y también atractiva de ayudar a que los clientes tomen distancia de sus problemas o –dicho en el lenguaje de la terapia de aceptación y compromiso–, a diferenciar entre el “yo conceptualizado” y el “yo como contexto”. En un sentido más general, consideramos que las terapias de tercera genera- ción también tienen algo que aprender de la simplicidad que tanto la TCS como la terapia del TEB de Palo Alto han tratado de llevar a sus últimas consecuencias. Es probablemente esta simplicidad lo que explica la gran versatilidad de la TSB, que no solo se ha aplicado a multitud de contextos clínicos y no-clínicos, sino que además resulta relativamente fácil de combinar con otros enfoques y métodos. Y nos parece también que la TSB tiene mucho que aportar a las terapias de tercera generación en lo que probablemente sea uno de sus mayores desafíos: dar el salto a los formatos conjuntos (entrevistas familiares y de pareja), en los que obviamente se manejan muy bien la terapia integrativa de pareja y la terapia de conducta dialéctica, pero no el resto de las terapias de tercera generación Finalmente, nos parece que la aportación desde la TSB podría producirse tam- bién en el nivel de la reflexión teórica. ¿Por qué no incorporar a las teorías de las terapias de tercera generación algunos de los planteamientos que han sido más fructíferos no solo en TSB sino en la larga historia de las terapias sistémicas? En este punto estamos pensando especialmente en la pragmática de la comunicación, afi- nada e investigada en los últimos años por Janet Bavelas en su laboratorio de comu- nicación de la Universidad de Victoria (Bavelas, 2012), y que podría complementar el análisis de la comunicación terapéutica que se realiza en la psicoterapia analítica funcional, así como en la Coordinated Management of Meaning (Pearce y Cronen, 1980), una teoría que bien podría encajar con la teoría de los marcos relacionales que sustenta la Terapia de Aceptación y Compromiso. 22 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica En definitiva, estamos convencidos de que el diálogo entre la TSB y las terapias de tercera generación puede darse en múltiples niveles y ofrecer frutos muy intere- santes en esta segunda década del siglo XXI, de modo parecido a cómo el diálogo entre los planteamientos sistémicos y los cognitivo-conductuales produjolos suyos a finales del siglo XX. Confiamos en que estos párrafos hayan contribuido a abrir algunas líneas de conversación y a generar interés y motivación por avanzar en ellas. Dr. Mark Beyebach Pamplona, España Bibliografía Bateson, G. (1972). Steps to an Ecology of Mind: Collected essays in anthropology, psychiatry, evolution, and epistemology. Chicago, USA: University Of Chicago Press. Bavelas, J.B. (2012). From the lab to the therapy roo. Microanalysis, co-construction, and solution-focused therapy. En C. Franklin, T. Trepper, W.J. Gingerich, & E.E. McColum (eds.), Solution-focused brief the- rapy: from practice to evidence-informed practice (p. 144-162). Oxford, UK: Oxford Univesity Press. Beyebach M. y Rodríguez Morejón A. (1999). Some thoughts on integration in solution-focused therapy. Journal of Systemic Therapies, 18-1, 24-42. Beyebach, M. (1993). Relación terapéutica y abandono en terapia sistémica breve. (Tesis doctoral). Universidad Pontificia de Salamanca, España. 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New York: Norton. 25 ADVERTENCIA AL LECTOR E ste libro nace a partir de talleres realizados por nosotros desde el año 2009, en los que mostramos diversas técnicas de terapia breve y su aplicación. Además, nuestros alumnos en asignaturas de psicoterapia constantemente nos demandan sistematizar los contenidos que trabajamos con ellos y que al parecer les han sido útiles en la práctica clínica una vez titulados. En tales casos, las técnicas psicotera- péuticas las contextualizamos en relación a sus fundamentos teóricos y epistemo- lógicos, los que están ausentes en el presente libro. No podemos olvidar entonces que estas técnicas tienen un marco desde el cual se pueden comprender y utilizar. Acercarse a esos fundamentos nos lleva a sugerir la lectura del texto TERAPIA SISTÉ- MICA BREVE. FUNDAMENTOS Y APLICACIONES publicado el año 2013 en editorial RIL y en el que participamos como editor o autor de algunos capítulos. En el presente texto, como en nuestras respectivas clases, no descansaremos en afirmar que las técnicas son solo un ingrediente de todo proceso psicoterapéutico, claramente importante aunque no exclusivo si lo que perseguimos es el cambio y el bienestar de nuestros consultantes. Su relevancia relativa y la necesidad de enseñarlas en contextos pe- dagógicos nos han incentivado a la hora de organizarlas, clasificarlas y explicar su naturaleza, además de mostrar ejemplos de aplicación, aspectos que constituyen el centro de este manual. Por otro lado, invitamos al lector a no considerar las técnicas presentes en este manual como el “modo correcto” de hacer psicoterapia o que están escritas sobre tablas de la ley. Usted puede hacer con ellas lo que estime oportuno, en la medida que sepa lo que está haciendo, conozca los fundamentos de lo que hace y esta ac- ción coincida con lo que su consultante comprende o está dispuesto a hacer. La presentación de un manual de técnicas tiene por lo tanto un fin más bien didáctico y no prescriptivo, pues no podemos dejar de insistir que la flexibilidad de nuestras acciones y la necesaria humildad paraaceptar las sugerencias de nuestros clientes son caminos que abren más posibilidades que la adscripción rígida a ciertas instrucciones. Los mejores cocineros no son aquellos que siguen al pie de la letra un recetario, sino quienes le agregan un toque distinto, personal, que hace del produc- to logrado algo inigualable. No todas las empanadas saben igual. Al respecto, coincidimos con las palabras vertidas por Bill O’Hanlon (2009) en su capítulo del libro MANUAL DE TERAPIA BREVE SEXUAL: “Habitualmente, en mi trabajo dejo que mis clientes me dirijan a mí. Yo tengo algunas ideas sobre lo que puede hacerse, pero a mí me parece que las mejores ideas las tienen los clientes o, por lo menos, ellos tienen las mejores respuestas a las sugerencias, posibilidades o ideas que les ofrezco, y son estas las que me llevan 26 a seguir en la dirección que estemos tomando en ese momento o a cambiar por completo el curso de la acción” (pp. 53-54). El lenguaje empleado para referirnos tanto a quien se presenta a la consulta con una demanda, como a la demanda misma, requiere también aclaración. Al tradicio- nal nombre de paciente nos oponemos pues da una imagen de pasividad, que no es lo que esperamos de quienes nos visitan; por el contrario, requerimos alguien acti- vo, que bogue incluso con más fuerza que la que ponemos nosotros, los terapeutas. Además, “paciente” es un vocablo más ligado al modelo biomédico, en el que las personas que consultan deben ponerse en manos de una persona más experta que ellos y que les dice lo que deben hacer o se lo hacen ellos sin más (como una ope- ración). Tampoco hablaremos de “caso”, pues resulta algo impersonal, equivalente a ponerles un número en la ficha y tratarlos de ahí en adelante con ese número. Usaremos indistintamente, por lo tanto, las palabras “cliente” y “consultante”, y si es posible el aún más afortunado “persona”. Por otro lado, a la demanda del cliente le llamaremos “problema” aunque en- fatizamos que no es el nombre que necesariamente usaremos ante el consultante. A veces ellos nos presentan una “inquietud”, una “duda” o una “preocupación” y llamar a eso “problema” es no respetar su lenguaje e imponerles una palabra que en nuestra cultura tiene connotaciones más severas y preocupantes. Está de- más decir que tampoco usaremos, a menos que sea imprescindible, las palabras “trastorno”, “enfermedad” o “síntoma” para referirnos a las manifestaciones del problema presentado o a las cualidades del consultante en su interacción con otros o con nosotros. Por último, si bien entendemos que existen terapeutas de distinto género, y consultantes o clientes también diversos, y que el lenguaje tradicionalmente usado para referirse a ambos tiene un sesgo masculino, no adscribiremos en ese manual al lenguaje de género (por ejemplo, el/la) pues optamos por privilegiar la fluidez y claridad de la lectura. Por tal motivo, usaremos indistintamente el masculino o el femenino cuando corresponda, asumiendo que el lector sabrá adaptar el contenido a su situación particular y perdonará nuestra opción lingüística. Iniciamos este manual con dos capítulos introductorios. En el primero de ellos presentamos los modelos que sirven de base para el desarrollo de las técnicas que hemos seleccionado. El segundo aborda los factores de cambio, es decir, aque- llas variables que influyen en el resultado exitoso de un proceso psicoterapéutico. Luego, en tres capítulos diferenciados, plantearemos las técnicas que se utilizan en el inicio de este proceso, en su parte central y en su finalización. Finalmente, agre- gamos un capítulo que afronta las situaciones difíciles que un clínico puede afrontar en su práctica profesional, entregando algunas sugerencias para resolverlas. 27 La finalidad de este libro es seleccionar, organizar y presentar una serie de técnicas (o intervenciones o prácticas) derivadas de la tradición sistémica y que pueden ser un aporte para la psicoterapia breve en general. Sin embargo, eso no significa que sobrevaloremos las técnicas frente a otros ingredientes de la psicoterapia que consideramos tanto o más importantes, como la relación terapeuta-cliente o los pro- pios recursos que el consultante trae a la terapia y que le permiten en fin resolver su problema. Más aún, sostenemos que los modelos de psicoterapia que se basan en una epistemología postestructuralista, como también en una orientación sistémica- cibernética, con influencias del constructivismo radical y el construccionismo social, permiten a través de sus principios y técnicas potenciar formas de relación entre tera- peuta y consultante, contextos terapéuticos y prácticas conversacionales que favore- cen considerablemente los factores de cambio, particularmente los factores comunes. Por lo demás, una de las características de algunos modelos dentro de la terapia sistémica, como la terapia breve centrada en la solución y la terapia narrativa, es guiar- se más por principios que por técnicas específicas. A diferencia de otros modelos que centran sus esfuerzos y sus estudios en identificar técnicas específicas para problemas específicos, asumiendo que el correcto ejercicio de la psicoterapia consiste en aplicar dichas técnicas de acuerdo a una planificación cuidadosamente trazada, los modelos sistémicos que sirven de base para el presente libro asumen que uno puede modificar, alterar, expandir o crear sus propias técnicas en la medida que sean coherentes con estos principios y con las demandas presentadas por el consultante. En el presente capítulo abordaremos en profundidad esta postura a través de una discusión sobre el rol de la técnica, el papel de las habilidades y la imprescindi- ble posición del terapeuta ante los factores de cambio, de tal modo que las técnicas a describir en este texto se inserten dentro de un marco coherente y comprensivo, evitando su uso mecánico e irreflexivo. Por ello se hace necesario definir algunos INTRODUCCIÓN: CAMINOS HACIA LA SOLUCIÓN Y EL CAMBIO Capítulo 1 28 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica aspectos esenciales de los modelos que sostienen las herramientas propuestas, des- tacando cuatro distinciones: la concepción de los problemas, la naturaleza del cam- bio, el rol de terapeuta y cliente y el papel del lenguaje. LA EPISTEMOLOGÍA DEFINE LA POSTURA Dickerson (2010) en su propuesta acerca de cómo entender la integración en psi- coterapia, entrega una distinción epistemológica que resulta particularmente útil para diferenciar los modelos de psicoterapia. Para esta autora existen dos grandes categorías: los modelos estructuralistas y los postestructuralistas. Los primeros, a su vez, se distinguen entre aquellas posiciones que son individualizantes y las que son sistémicas. Cada una de estas epistemologías define y prescribe prácticas de psicoterapia, conceptualiza a las personas y concibe el cambio de distinta manera. Modelos estructuralistas Estos modelos se basan en la distinción de que el fenómeno posee alguna forma de estructura que da cuenta de la entidad, la que puede ser interna (individualizante) o externa (sistémica). En la primera se hallan todos los modelos tradicionales: psico- dinámico, cognitivo-conductual, humanista, por mencionar algunos. En la segunda, se encuentran algunas formas de terapia familiar, como la terapia familiar estructu- ral y la terapia estratégica del MRI, entre otras. Esta mirada proviene de la tradición moderna, que entiende el lenguaje como una instancia que permite describir lo que está allí o representar la naturaleza del fenómeno. Modelos postestructuralistas Estos modelos se comprenden dentro de un marco posmoderno y se vinculan con el construccionismo social, es decir, derivan de un cuestionamiento sobre los funda- mentos de la modernidad, y por ende, del establecimiento de verdades universales, cobrando relevancia las visiones múltiples y las construcciones locales y contextuales. Asimismo, el postestructuralismoadhiere a la metáfora narrativa y asume un enfoque interpretativo, es decir, dicha posición hermenéutica propone que los significados se establecen en colaboración, ya que nadie tiene un acceso privilegiado a la realidad. El construccionismo social actualmente está muy bien representado por las ideas de Kenneth Gergen. La postura construccionista se define bien desde ciertos su- puestos, los que en síntesis indican que los significados y comprensiones lingüísticas dependen del uso que se haga del lenguaje en la interacción, no habiendo cabida a la objetividad o validez universal que cada objeto o fenómeno exija por sí mismo (Gergen, 2009b). Hay una determinación cultural e histórica de los discursos. Por lo tanto, Gergen cuestiona que el lenguaje pueda contener o transmitir la verdad. Sugiere que las descripciones de los hechos surgen desde convenciones Introducción: caminos hacia la solución y el cambio 29 CAPÍTULO 1 interpretativas adscritas a una comunidad y época determinada. Las interacciones sociales, mediante el lenguaje, van construyendo los significados que finalmente constituyen la realidad (Gergen, 2006; Gergen, 2009a). La posición postestructuralista y el construccionismo social han ejercido una enorme influencia en la tradición sistémica (Cecchin, 1992), lo que se expresa en un conjunto de modelos que han incorporado dicha epistemología. De esta manera, los modelos que sostienen este trabajo se ubican en un arco que se extiende desde aquellas miradas sistémica-cibernética de la terapia estra- tégica breve del MRI, la cual se va abriendo a un constructivismo a medida que se adentra en una cibernética de segundo orden, pasando por la terapia centrada en las soluciones y la terapia narrativa, las cuales conllevan no solo la impronta relacional sino también su acento postestructuralista. En este extremo también se halla la terapia dialógica colaborativa, que aunque no será incorporada ex- plícitamente en este trabajo por su desinterés por presentar propuestas técnicas específicas, su contextualización acerca de las conversaciones en psicoterapia y su postura ética se encuentran en el corazón de este manual. Por lo tanto, las técni- cas y estrategias a describir son tanto estructuralistas como posestructuralistas, y pondrán su acento ya sea en los intentos de solución fallidos (ISF) o en los intentos de solución exitosa (ISE), lo que sin duda contribuirá a una mayor comprensión de su peso en los factores de cambio. Para observar estos modelos en perspectiva obsérvese la Tabla 1-1 (Schaefer, 2014). Tabla 1-1. Características de los modelos según criterios Criterios Terapia estratégica breve Terapia centrada en la solución Terapia narrativa Epistemología Estructuralista/ postestructuralista Postestructuralista Postestructuralista Énfasis en intentos de solución fallidos o exitosos ISF ISE ISF/ISE Concepción queja/ problema Pauta recursiva; enfoque y acciones reiteradas Enfoque y acciones reiteradas Relato dominante y restrictivo Concepción del cambio Acción y reencuadre paradójico Excepciones y conversación sobre soluciones Deconstrucción del relato; reescritura Rol terapeuta/cliente Terapeuta experto y colaboración indirecta Colaboración Colaboración Lenguaje Permite conocer pauta y cambio de percepción Permite construcción de soluciones Permite reconstrucción de significados y tramas 30 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica TERAPIA ESTRATÉGICA BREVE La postura epistemológica de la terapia estratégica breve (TEB) se manifiesta no solo en las prácticas, sino también en el alejamiento de ciertos conceptos de la psicote- rapia tradicional como “patología”, “anormalidad” y “trastorno”, sustituyéndolos por el término “problema”. Como ya sabrá el lector, en la TEB el foco terapéutico está en la neutralización de los ISF, ya que estos serían los responsables de la mantención del problema (Weakland y cols., 1974; Schaefer, 2013). Desde el punto de vista teórico esto se entiende a partir de la distinción que el MRI hace del Cambio 1 y del Cambio 2 (Watzlawick y cols., 1995; Schaefer, 2013), siendo el primero el responsable de la perpetuación del problema, ya que corresponderían a intentos de solución que operan con la misma lógica, es decir, son acciones que se constituyen en “más de lo mismo”, no revirtiendo el modo fallido de enfrentamiento a la situación proble- mática. La resolución del problema pasa por un cambio 2, es decir, la inhibición de estos ISF, lo cual altera la pauta cibernética del problema y permite su resolución. Un cambio tipo 2 implica promover acciones y percepciones que ocurren fuera de la lógica del sistema (individuo, pareja o familia), y que por lo general, van en contra de ella. No solo son acciones novedosas y creativas, sino también vienen a subvertir la percepción de la realidad que se tiene. Para generar un cambio 2, los terapeutas estratégicos promueven modificacio- nes en la visión del problema de los clientes, lo que se obtiene en forma directa a través de reencuadres (ver Reencuadres, p. 86) o en forma indirecta a través de metáforas (ver uso de metáforas, p. 94), técnicas que a su vez se vinculan con tareas o directivas (ver Tareas terapéuticas, p. 119) que permiten cambios en la pauta del problema, alterando los ISF. En la idea de detectar los ISF y promover un cambio 2, se aprecia la concep- ción estructuralista del MRI en sus inicios, ya que se requiere un terapeuta capaz de asumir cierta distancia para leer la pauta y observar la estructura del proble- ma; también se requiere una postura hábil y manipuladora para influir en dicha pauta. El terapeuta toma una posición de colaborador experto en los procesos de cambio, ya que es capaz de usar las fuerzas sistémicas de modo benévolo y beneficioso. El cliente, en cambio, es concebido como poseedor de una concep- ción de mundo que debe ser utilizada y, por lo tanto, aporta todo un marco de referencia que permite movilizar la energía suficiente para lograr el cambio. Posee recursos y potencialidades que están obstruidos por estos modos automatizados de respuesta. El terapeuta le otorga un protagonismo, pero de modo estratégico, ya que quien realmente posee el control es el propio terapeuta. El rol del lenguaje en este proceso es de primera importancia, ya que asumimos que el lenguaje construye la realidad, para lo cual su uso terapéutico permite mo- dos nuevos y funcionales de percepción de la realidad. El uso del lenguaje está en Introducción: caminos hacia la solución y el cambio 31 CAPÍTULO 1 estrecha relación con los significados, por lo cual este debe estar al servicio de la neutralización de las acciones fallidas de gestión sobre el entorno. Este modelo, en la medida que se adentra más en la importancia del lenguaje como constructor de realidad, va adhiriendo a un constructivismo radical y a una cibernética de segundo orden, alejándose de su posición estructuralista (Watzlawick, 1992a; Watzlawick, 1992b; Watzlawick, 2000; Watzlawick y Krieg, 2000). TERAPIA BREVE CENTRADA EN LAS SOLUCIONES La terapia breve centrada en soluciones (TBCS) es una modalidad de terapia breve desarrollada en el Brief Family Therapy Center de Milwaukee por Steve de Shazer y su equipo, a partir de la revisión que se hace de las premisas teóricas y prácticas del trabajo terapéutico de Milton H. Erickson como también del MRI (de Shazer y cols., 1986; O’Hanlon y Weiner-Davis, 1997). Este modelo representa la focalización en los ISE y a través de sus premisas viene a profundizar el uso del lenguaje y la posición postestructuralista. Beyebach (1999) plantea que se trabaja no con realidades sino con construcciones, para lo cual es preciso quedarse en el nivel del lenguaje y no hacer lecturas estructurales. También hay un alejamiento respecto del normativismo, para lo cual se respeta el marco con- textual que define la idiosincrasia de cada cliente. A diferencia del modelodel MRI, con quien guarda muchas similitudes, la TBCS plantea que el problema y la solución son categorías distintas, ampliando con ello aún más el espectro de alternativas posibles en el trabajo terapéutico. Una de sus premisas fundamentales es que los sujetos cuentan con los recursos necesarios para cambiar, los que se pueden ver po- tenciados con conversaciones que se centren en la categoría de las soluciones y no en la de los problemas. Además, se requieren cambios pequeños y no es necesario conocer la queja. Para la TBCS el cambio se entiende a través de una práctica conversacional centrada en las excepciones o en aquellas situaciones, reales o hipotéticas, donde se dan o se darían soluciones exitosas. Esta práctica permite el despliegue de po- tencialidades y recursos que a la par van modificando la percepción del problema y se van aplicando soluciones efectivas. El sujeto de esta manera, logra un sentido de agencia personal o de autoeficacia que va otorgando una autonomía progresiva. El modelo se aleja de la entrega de directivas o tareas para acercarse cada vez más a una práctica centrada en el lenguaje (Lipchik, 2002). Para de Shazer (1995), los problemas se entienden de modo muy similar al MRI, es decir, se inician como dificultades que surgen en la vida cotidiana de modo na- tural, pero que se transforman en una queja o problema en la medida que se desa- rrollan las mismas acciones infructuosas acompañadas de las mismas percepciones. Por lo tanto, las soluciones son otras acciones y percepciones que son construidas en terapia para enfrentar de modo eficaz las dificultades. 32 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica La TBCS reconceptualiza la idea de resistencia, usada tradicionalmente por la psicoterapia para explicar el lento o nulo avance de un cliente o su falta de compro- miso hacia las conversaciones y tareas que surgen del trabajo terapéutico. De Shazer (1989; 1995) deja de ver la resistencia como un obstáculo para el cambio, ya que la entiende como el modo de cooperar del sujeto. Esto supone un modo diferente de entender el rol del terapeuta y el cliente. El terapeuta baja de su pedestal, para centrar su práctica más en la colaboración, y el cliente es considerado el experto en su propia vida. La relación se vuelve simétrica y colaborativa, a diferencia de la TEB donde la relación puede ser entendida como aparentemente simétrica. Dicho todo lo anterior, el lenguaje adquiere una enorme importancia, ya que todo el accionar terapéutico opera desde ese nivel, alterando los significados y por ende, la realidad del sujeto. Para la TBCS resulta esencial la formulación de objetivos claros hacia donde orientar la terapia (ver Construcciones de metas y objetivos de la terapia, p. 62), promoviendo que el cliente se visualice en un futuro sin el problema (ver Preguntas de proyección al futuro, p. 72). Para ello, se hace necesario usar técnicas como la pregunta de escala (ver Preguntas de escala, p. 75), además de explorar recursos en el pasado a través de las excepciones (ver Excepciones al problema, p. 67) y elogiar los recursos que va mostrando en el presente (ver Elogio terapéutico, p. 78). TERAPIA NARRATIVA La terapia narrativa (TN) de White y Epston viene a profundizar la posición postes- tructuralista, ya que usa decididamente la metáfora narrativa. Las personas van organizando su experiencia en secuencias lineales a través de relatos de sí mismos y su entorno, permitiendo un sentido de continuidad temporal. Las narraciones equi- valen a la experiencia de la persona, las que están en relación con relatos disponibles en la sociedad y la cultura. Sin embargo, en este proceso de estructuración de la na- rración, existirán otras experiencias que no serán incorporadas al relato dominante que se ha creado respecto de sí mismo (White y Epston, 2008; White, 1994; White, 2002; White, 2007). La TN opera a través de la deconstrucción del relato restrictivo (ver Deconstrucción, p. 108), lo que requiere efectuar preguntas que discriminen tanto la influencia que el problema ha tenido en su vida, como también el modo cómo la persona ha in- fluido en la vida del problema, es decir, las veces que el problema no ha logrado afectar su bienestar (White y Epston, 2008), acción que implica separar el problema de la identidad personal, proceso denominado externalización (ver Externalización, p. 102). Estas preguntas de influencia relativa constituyen, según nuestro marco de análisis, los ISF y los ISE, respectivamente. La conversación estructurada de este modo hace que el relato se amplíe progresivamente, se reescriba la trama y la confi- guración de las experiencias varía en un sentido liberador, dando mayores opciones Introducción: caminos hacia la solución y el cambio 33 CAPÍTULO 1 y posibilidades para hacer frente a las dificultades de la vida. De esta forma, se cuestiona el relato dominante y restrictivo a través de la renarración a partir de un subrelato anclado en “eventos vitales extraordinarios”, que se constituyen como aspectos no contados, lo que trae la novedad y nuevos modos de significar la vida, de definir las relaciones y de constituir la propia identidad. Se regenera, dicho en otras palabras, una continuidad temporal, que redefiniendo el pasado se orienta a un futuro mayormente provisto de formas de vida deseadas. La conceptualización de los problemas en la TN se basa en la idea de relatos dominantes y restrictivos, muchos de ellos en correspondencia con narrativas cultu- rales, que impiden el enfrentamiento a las dificultades propias de la vida. La queja estriba en la historia contada, la que impide otros modos más satisfactorios de vivir y comprender la propia experiencia. El cambio terapéutico proviene de la decons- trucción del relato restrictivo y de la reescritura de las experiencias, todo ello a partir de distintas estrategias. Se trata de tensionar el relato, a fin de que emanen discor- dancias que lleven a la necesidad de construir un nuevo relato de las experiencias, el que se puede expresar a través de distintos medios (ver Uso de medios literarios o creativos, p. 109). Concebido el cambio de esa forma, el rol del terapeuta se entiende como un colaborador, que en estrecha alianza con el cliente, ayuda a reescribir el relato y a formular nuevos conceptos para la comprensión de las vivencias. Como lo descri- biera White (2007), esta plataforma social se constituye en una zona de desarrollo próximo –parafraseando a Vigotsky– que permite el avance conceptual del cliente. Al igual que la TBCS la TN otorga al lenguaje una primerísima importancia, ya que a partir de su uso se construyen modos más apropiados de vivir la vida. El lenguaje es el vehículo que permite la transformación de los significados, y por lo tanto, los modos de percibir la vida. TERAPIA DIALÓGICO-COLABORATIVA Esta exposición sería insuficiente si no hiciéramos mención al modelo de sistemas de lenguaje en colaboración desarrollado por Anderson y Goolishian (Anderson, 1999), cuyo modelo y práctica entiende la terapia como una elaboración conver- sacional. No será un modelo a desarrollar en cuanto a técnicas en este manual, ya que su autora se opone, por su acento marcadamente posmoderno, al uso de una técnica, sin embargo, optamos por incluirlo ya que junto con la TN y la TBCS cons- tituyen en conjunto terapias posestructuralistas (Tarragona, 2013), lo cual permite entregar algunas reflexiones más sobre la importancia del lenguaje y sentar algunas ideas para el próximo capítulo. La terapia dialógico-colaborativa (TDC) también puede ser entendida en el mar- co de los ISF e ISE, ya que el relato monológico equivale o sostiene los intentos falli- 34 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica dos, del mismo modo como el relato dialógico –desarrollable en terapia– constituye aperturas y modos de potenciar las soluciones exitosas. A propósito del lenguaje,la TDC señala que todo relato que dé cuenta de la vida y las experiencias de una persona posee una estructura metafórica, estructura que es fraguada por el lenguaje, y que por ende, está sujeta a una permanente decons- trucción, es decir, hay un devenir constante de construcción y deconstrucción que permite ir forjando de modo siempre novedoso la trama de una vida y la estructura de las experiencias. Esta idea abandona el supuesto de una esencia, por lo tanto, el lenguaje y su pragmática son constitutivos de la realidad. La conversación terapéu- tica, focalizada en posibilidades y preferencias, desde una relación terapeuta-cliente basada en la colaboración, hace posible el cambio. Las experiencias son significadas en el seno conversacional de las distintas relaciones, y en el caso de la terapia, a través de una conversación dialógica que promueve la esperanza y el desarrollo de nuevos significados (Dickerson, 2010; Tarragona, 2013). Bibliografía Anderson, H. (1999). Conversación, lenguaje y posibilidades. Un enfoque posmoderno de la terapia. Buenos Aires: Amorrortu. Beyebach, M. (1999). Introducción a la terapia breve centrada en las soluciones: intervención y preven- ción en salud mental. Salamanca: Amarú. Cecchin, G. (1992). Capítulo 6: Construcción de posibilidades terapéuticas. En Mc Namee, S. y Gergen, K. La terapia como construcción social. Barcelona: Paidós. De Shazer, S. (1989). Pautas de terapia familiar breve. Un enfoque ecosistémico. Barcelona: Paidós. De Shazer, S. (1995). Claves para la solución en terapia breve. Barcelona: Paidós. De Shazer, S., Berg, I., Lipchik, E., Nunnally, E., Molnar, A., Gingerich, W. y Weiner-Davis, M. (1986). Terapia breve: centrada en el desarrollo de soluciones. Family Process, 25, 207-222. Dickerson, V. (2010). Positioning oneself within an epistemology: refining our thinking about integrative approaches. Family Process, 49 (3), 349-368. Gergen, K. (2009a). Relational Being, Beyong self and community. New York: Oxford University Press. Gergen, K, (2009b). Realidades y relaciones. Aproximaciones a la construcción social. Barcelona: Paidós. Gergen, K. (2006). Construir la realidad. El futuro de la psicoterapia. Barcelona: Paidós. Lipchik, E. (2002). Terapia centrada en la solución más allá de la técnica el trabajo con las emociones y la relación terapéutica. Madrid: Amorrortú. O’Hanlon, W. y Weiner-Davis, M. (1997). En busca de soluciones. Un nuevo enfoque en psicoterapia. Barcelona: Paidós. Schaefer, H. (2013). La terapia estratégica breve: fundamentos, técnicas y tendencias actuales. En García, F. (Ed.). Terapia sistémica breve. Fundamentos y aplicaciones (pp. 29-62). Santiago de Chile: RIL Editores. Schaefer, H. (2014). Psicoterapias postestructuralistas y factores de cambio: posibilidades para una prác- tica efectiva. Revista Chilena de Neuro-Psiquiatría. Introducción: caminos hacia la solución y el cambio 35 CAPÍTULO 1 Tarragona, M. (2013). Psicología positiva y terapias constructivas: una propuesta integradora. Terapia Psicológica, 31(1), 115-125. Watzlawick, P. (1992a). ¿Es real la realidad? Confusión, desinformación, comunicación. Barcelona: Herder. Watzlawick, P. (1992b). La coleta del barón de Münchhausen. Barcelona: Herder. Watzlawick, P. (2000). La realidad inventada. Barcelona: Gedisa. Watzlawick, P. y Krieg, P. (2000). El ojo del observador. Contribuciones al constructivismo. Barcelona: Gedisa. Watzlawick, P., Weakland, J. y Fisch, R. (1995). Cambio, formación y solución de problemas humanos. Barcelona: Herder. Weakland, J., Fisch, R., Watzlawick, P. y Bodin, A. (1974). Terapia breve: centrada en la resolución de problemas. Family Process, 13, 141-168. White, M. & Epston, D. (2008). Medios narrativos para fines terapéuticos. Barcelona: Paidós. White, M. (1994). Guías para una terapia familiar sistémica. Barcelona: Gedisa. White, M. (2002). Reescribir la vida: entrevistas y ensayos. Barcelona: Gedisa. White, M. (2007). Maps of narrative practice. New York: W. W. Norton and Son Company. En la introducción planteamos la dificultad de entregar un manual de técnicas cuando las investigaciones señalan que estas no tienen la relevancia que tradi- cionalmente se les ha atribuido. Sin embargo, no podemos desconocer que estas técnicas son útiles, pues promueven la funcionalidad y el desarrollo de modos de vida deseados por el cliente, además de desempeñar un papel en el juego de las soluciones intentadas fracasadas y exitosas. Teniendo esa premisa presente, las téc- nicas presentadas pueden ser comprendidas y usadas para permitir una apertura comprensiva en el sujeto, que le permita visualizar mayores vías de acción y posi- bilidades, por medio de la inhibición de los intentos fallidos y relatos restrictivos y la potenciación de los intentos exitosos y los relatos liberadores. Asimismo, estas técnicas permiten potenciar los factores de cambio y los factores comunes que la literatura recomienda para una práctica efectiva. Por ello, creemos necesario inicial- mente hacer un breve recorrido en dicha temática. EFECTIVIDAD DE LA PSICOTERAPIA Y LOS FACTORES DE CAMBIO Eysenck en 1952 realiza un estudio pionero que intenta poner a prueba la efecti- vidad de la psicoterapia, concluyendo que esta no era mejor que el placebo. Con este estudio se inicia el campo de investigación de resultados en psicoterapia, con- cluyéndose un par de décadas más tarde que la psicoterapia es más efectiva que la ausencia de ella (Miller y cols., 1997). Es así que la psicoterapia en la actualidad es reconocida como útil para las personas (Seligman, 1995). Los estudios posteriores se abocaron a dilucidar la efectividad diferencial de los distintos enfoques, no obstante, la evidencia mostró una ausencia de dife- rencias, es decir, se establece la “paradoja de la equivalencia”, concluyéndose que no hay un modelo mejor que otro (Krause, 2005) o como también ha sido expresado: “el veredicto del pájaro Dodo”, es decir, todos los modelos ganan LAS TÉCNICAS, UNA CUESTIÓN DE POSTURA Capítulo 2 38 Manual de técnicas de psicoterapia breve - Aportes desde la terapia sistémica en la carrera por la efectividad (Luborsky y cols., 1975). Por lo tanto, si no son los modelos y sus técnicas los que dan cuenta de la efectividad, ¿qué lo explica entonces? Ya en 1936, Rosenzweig establecía que la efectividad se explicaba más por aspectos comunes que por aspectos diferenciales atribuibles a teorías o técnicas (Miller y cols., 1997). Por otra parte, Wampold (2001) afirma que el factor relacionado con las técnicas y modelos explica solo el 8% de la varianza en el cambio en psicoterapia. Por lo tanto, las investigaciones de resultados pasaron posteriormente a enfo- carse en los factores ligados al proceso terapéutico, es decir, los factores comunes de cambio, tales como las características del cliente, del terapeuta, del proceso, de la estructura terapéutica y elementos relacionales (Krause y cols., 2006). Este hecho marca la preocupación por dar cuenta de otros factores que explican el cambio y que escapan a los modelos y técnicas específicas, surgiendo con ello la importancia de los factores comunes como instancia diferente de los factores específicos. Lambert (1992) realizó una revisión de los resultados empíricos y propuso cuatro elementos principales que dan cuenta de la mejoría o cambio en la psicoterapia: factores extra-terapéuticos (que explica el 40% de la varianza del cambio), factores comunes o de la relación (el 30%), esperanza y expectativa (el 15%) y modelos y técnicas (el 15%). Tallman y Bohart (1999) señalan que los factores de cambio dependen en última instancia siempre del cliente, ya que lo extraterapéutico y la esperanza son definidos por él. Asimismo, la relación terapéutica tiene relevancia en cuanto esta es percibida por el cliente y no por el terapeuta, de tal manera que si el terapeuta se ajusta al rol esperado, la alianza se fortalece y el éxito se hace más probable (Bachelor
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