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876 © 2019. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos MEDIDAS BÁSICAS PARA REVISAR LA PREVENCIÓN PRIMARIA, 876 ¿QUÉ FUNCIONA Y EN QUIÉN? UNA ALTERNATIVA SIMPLE BASADA EN LA EVIDENCIA PARA PREVENIR LAS ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES, 877 FUSIÓN DE LA EVIDENCIA EPIDEMIOLÓGICA Y DE LOS ESTUDIOS ALEATORIZADOS: ¿POR QUÉ SE MIDEN LOS FACTORES DE RIESGO?, 877 MARCADORES CONVENCIONALES DE RIESGO E INTERVENCIONES ASOCIADAS, 878 Consumo de tabaco, 878 Hipertensión, 881 Colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL), 883 Colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL), 885 Medidas alternativas frente a lípidos y lipoproteínas, 886 Triglicéridos, 886 Síndrome metabólico, resistencia a la insulina y diabetes, 887 Ácido acetilsalicílico para la prevención primaria, 887 Base conceptual de la «polipíldora», 890 MARCADORES NO CONVENCIONALES DEL RIESGO E INTERVENCIONES ASOCIADAS, 890 Proteína C reactiva de alta sensibilidad, 890 Otros biomarcadores de inflamación, 893 Lipoproteína(a), 894 Homocisteína, 895 Estudio directo de la placa por imagen, 895 Marcadores genéticos del riesgo cardiovascular, 896 EXPOSICIONES AMBIENTALES E INTERVENCIONES ASOCIADAS, 897 Actividad física, 897 Obesidad y pérdida de peso, 899 Dieta, suplementos dietéticos y consumo moderado de alcohol, 901 Terapia hormonal posmenopáusica, 903 Programas de intervención comunitaria y sobre factores múltiples de riesgo, 905 BIBLIOGRAFÍA, 906 45 Marcadores de riesgo y prevención primaria de las enfermedades cardiovasculares PAUL M. RIDKER, PETER LIBBY Y JULIE E. BURING MEDIDAS BÁSICAS PARA REVISAR LA PREVENCIÓN PRIMARIA Durante casi medio siglo, las intervenciones para reducir el riesgo de infarto de miocardio y del ictus entre las personas con una cardiopatía conocida se basaban, en esencia, en dos etapas, dependiendo del riesgo absoluto. En primer lugar, se utilizaba un algoritmo de estimación del riesgo global, por ejemplo, el índice de riesgo de Framingham, el índice de riesgo de Reynolds o la European Systematic Coronary Risk Evaluation (SCORE) y luego los médicos estratificaban la prevención primaria de los aspirantes en subgrupos de riesgo bajo, intermedio o alto, que, de ordinario, se calculaban sobre un horizonte de 10 años. A continuación, las guías basadas en esta estratificación han dirigido tradicionalmente las medidas generales hacia las personas con un riesgo «bajo» o «intermedio» y limitado las intervenciones farmacológicas más agresivas (p. ej., tratamiento con estatinas) a los perfiles de riesgo «alto». Hasta hace poco, se creía que este sistema de cribado basado en el riesgo facilitaría un reparto eficiente de los servicios de prevención primaria. Si el beneficio relativo de una intervención preventiva fuera el mismo para todas las categorías de riesgo, el beneficio absoluto máximo ocurriría entre aquellas con un riesgo absoluto más elevado. Más aún, la asignación de los tratamientos basada en un riesgo global alto maxi- mizaría los beneficios de la intervención (al destinarse a los sujetos más necesitados), al tiempo que reduciría las posibles acciones adversas y los costes (al evitar la exposición terapéutica de los menos necesitados). En la actualidad, sin embargo, parte de la comunidad de cardiología preventiva ha cuestionado estas creencias arraigadas y ha propuesto, en cambio, que se asignen los servicios preventivos a partir de datos confirmados de ensayos aleatorizados –es decir, «¿qué funciona?» y «¿en quién?»– más que sobre la base de escalas arbitrarias del riesgo global.1 Esta revisión posee implicaciones acerca de nuestras ideas sobre la atención cardiovascular preventiva y también acerca de las guías, el diseño de los futuros ensayos clínicos y el tratamiento farmacológico. Considérese la situación de las estatinas. Hace 20 años, el volumen de datos de estudios sobre la eficacia de los inhibidores de la hidroximetilglu- taril coenzima A (HMG-CoA) reductasa, como complemento de la dieta, el ejercicio y la abstinencia del tabaco, era bastante limitado en grupos concretos de pacientes, los datos de seguridad resultaban incompletos y el coste del tratamiento parecía relativamente alto, sobre todo el de las estatinas más potentes. Por eso, ante esta incertidumbre, los redactores de las guías antiguas optaron por modelar los beneficios potenciales del tratamiento hipolipidemiante basándose en escalas epidemiológicas de riesgo, a pesar de que esas mismas escalas jamás se habían sometido a un escrutinio aleatorizado para detectar la mejoría de los resultados ni se habían tomado como criterios de selección en los estudios. Lamentablemente, este sistema de asignación de medicamentos basado en la modelación epidemiológica y no en estudios ya terminados ado- lece de serias limitaciones. En primer lugar, el consumo de cigarrillos y la hipertensión son los motores fundamentales del riesgo global alto, de manera que las intervenciones prioritarias frente a estos sujetos deberían pasar por la abstinencia del tabaco y el descenso de la presión arterial (PA), más que por la disminución de los lípidos. En segundo lugar, los modelos de predicción del riesgo han resultado, muchas veces, insuficientes en su discriminación y calibración (v. capítulo 9). En tercer lugar, la inmensa mayoría de los futuros episodios vas- culares de la población se dan entre personas con un riesgo estimado como intermedio o bajo a los 10 años, de modo que, si se restringe la intervención a la categoría con un riesgo absoluto alto, desaprovecha una gran oportunidad preventiva. El concepto de riesgo indefinido lleva a pensar que los pacientes con un riesgo bajo a los 10 años forman parte del grupo con la frecuencia más alta de episodios a largo plazo, grupo en el que las intervenciones precoces resultarían más eficaces.2 Por último, la modelación genética enseña que las intervenciones tempranas (p. ej., tratamiento reductor de las lipoproteínas de baja densidad [LDL]) confieren un beneficio mucho mayor que las diferidas.3,4 De hecho, los resultados de varios estudios aleatorizados, finalizados desde 2005, no defienden la tesis de que las estatinas proporcionen bene- ficios relativos constantes a todas las categorías de riesgo y, sin embargo, esta suposición sigue siendo la base para justificar el tratamiento en las categorías de riesgo absoluto. Considérense los estudios Controlled Rosuvastatin Multinational Trial in Heart Failure (CORONA), A Study to Evaluate the Use of Rosuvastatin in Subjects on Regular Hemodialysis: an Assessment of Survival and Cardiovascular Events (AURORA), German Diabetes and Dialysis Study (4D) y Gruppo Italiano per lo Studio della Sopravvivenza nell’Insufficienza Cardiaca–Heart Failure (GISSI-HF), en los que se incluyó a un total de 13.613 pacientes y cuyos resultados se Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 13, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 877 M arcad o res d e riesg o y p reven ció n p rim aria d e las en ferm ed ad es card io vascu lares 45 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . publicaron entre 2005 y 2009. En estos cuatro estudios, perfectamente ejecutados, se reclutó a pacientes con un riesgo absoluto alto que lograron descensos importantes del colesterol LDL con las estatinas y, por desgracia, en ninguno se alcanzó un beneficio clínico significativo.5 Considérense también los estudios Justification for the Use of Statins in Prevention: an Intervention Trial Evaluating Rosuvastatin (JUPITER), Air Force/Texas Coronary Atherosclerosis Prevention Study (AFCAPS/ TexCAPS), Management of Elevated Cholesterol in the Primary Prevention Group of Adult Japanese (MEGA) y HeartOutcomes Protection Evalua- tion (HOPE-3), en los que se incluyó a más de 44.000 pacientes para la prevención primaria y cuyos hallazgos se publicaron entre 1998 y 2016.6 En estos cuatro ensayos se inscribió a pacientes con un riesgo absoluto bajo y en cada uno de ellos se observó un claro beneficio de las estatinas. En definitiva, estos estudios cuestionan la idea de que el riesgo absoluto sea, por sí solo, el único método clínico eficaz para asignar el tratamiento estatínico. ¿Por qué entonces se sigue recomendando la prescripción de estatinas sobre la base del cálculo epidemiológico del riesgo absoluto? ¿Por qué no se asignan, en cambio, las estatinas a los subgrupos de pacientes que se benefician claramente de ellas, como se ha demostrado en los estudios clínicos? ¿QUÉ FUNCIONA Y EN QUIÉN? UNA ALTERNATIVA SIMPLE BASADA EN LA EVIDENCIA PARA PREVENIR LAS ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES Al menos, en el caso del tratamiento estatínico, hay muy pocas o ninguna justificación básica para aplicar un método preventivo «basado en el riesgo». Hoy, abundan los datos de seguridad y la base de la evidencia ha establecido que los beneficios de las estatinas frente al infarto de miocardio (IM), los accidentes cerebrovasculares (ictus), las técnicas de revascularización y la mortalidad cardiovascular sobrepasan los riesgos, incluso para los sujetos situados en el extremo más bajo del espectro absoluto de riesgo vascular. En segundo lugar, se dispone ya de formulaciones genéricas de casi todas las estatinas y el coste del tratamiento ha disminuido de manera llamativa. En tercer término, la comunidad cardiovascular dispone en este momento de datos abundantes de ensayos aleatorizados controlados (EAC) con placebo a gran escala que cubren un amplio abanico de grupos de pacientes y permiten la aplicación directa de los datos clínicos a la atención clínica, sin necesidad de extrapolación epidemiológica. Ante la abundancia actual de información, una guía sencilla basada en la evidencia para el tratamiento estatínico, que empleara los conceptos de «¿qué funciona?» y «¿en quién?» provenientes de EAC terminados, no precisa ninguna modelación compleja. Un ejemplo de este nuevo enfoque es la lista siguiente de cinco recomendaciones, a modo de guía sencilla e inteligible para el uso de las estatinas en la prevención de las enfermedades cardiovasculares (ECV), propuesta por cardiólogos preventivistas de EE. UU., Canadá y Europa: 1. Sobre la base de datos de estudios clínicos aleatorizados de gran calidad, las estatinas se deben administrar como complemento de la dieta, el ejercicio y la abstinencia al tabaco para la prevención secundaria de los pacientes con antecedentes personales de IM, ictus o ateroesclerosis con manifestaciones clínicas (Scandinavian Simvastatin Survival Study [4S], Heart Protection Study [HPS], Choles- terol And Recurrent Events [CARE], Long-Term Intervention with Pravastatin in Ischaemic Disease [LIPID]). 2. Los datos de estudios clínicos aleatorizados de gran calidad respaldan el uso de las estatinas como complemento de la dieta, el ejercicio y la abstinencia al tabaco en el seno de la prevención primaria de personas de 50 años o más con diabetes (Collaborative Atorvastatin Diabetes Study [CARDS]), colesterol LDL alto (West of Scotland Coronary Prevention Study [WOSCOPS], MEGA), colesterol HDL bajo (AFCAPS), proteína C reactiva de alta sensibilidad (CRPas) elevada (JUPITER) o varios factores de riesgo (HOPE-3). Si el paciente no cumple estos criterios, el médico puede sopesar aspectos como la predisposición genética o antecedentes familiares intensos de enfermedad coronaria prematura antes de tomar decisiones concretas sobre prevención primaria de pacientes concretos de diferentes edades. En algunos de estos casos, como aquellos con una posible hiperlipidemia familiar, vale la pena derivar a un especialista en lípidos o ateroesclerosis para contemplar otro tipo de pruebas y el uso potencial de tratamientos hipolipidemiante alternativos o complementarios.7 3. Sobre la base de datos de estudios aleatorizados de gran calidad, cuando un médico prescriba estatinas, procurará intensificar el tratamiento al máximo y centrarse después en el cumplimiento y seguimiento a largo plazo de la medicación (Pravastatin or Atorvas- tatin Evaluation and Infection Therapy [PROVE-IT], Treating to New Targets [TNT], Incremental Decrease in Clinical Endpoints Through Aggressive Lipid Lowering [IDEAL]). La dosis recomendada a un enfermo concreto ha de ser la más próxima a la dosis máxima que ese enfermo tolere sin efectos secundarios. 4. Sobre la base de datos de estudios aleatorizados de gran calidad, el uso de hipolipidemiante no estatínicos en monoterapia o combinados con estatinas se limitará hasta que se obtenga evidencia de que dicho enfoque reduce todavía más las tasas de episodios en grupos concretos de pacientes. En algunos estudios con preparados no estatínicos no se ha obtenido ningún beneficio (v. capítulo 48) (Atherothrombosis Intervention in Metabolic Syndrome with Low HDL/High Triglycerides: Impact on Global Health Outcomes [AIM-HIGH], Heart Protection Study 2–Treatment of HDL to Reduce the Incidence of Vascular Events [HPS2-THRIVE], Action to Control Cardiovascular Risk in Diabe- tes [ACCORD], Fenofibrate Intervention and Event Lowering in Dia- betes [FIELD]). En cambio, los datos de los estudios han revelado que la adición de ezetimiba a las estatinas mejora de forma discreta los resultados (Improved Reduction of Outcomes: Vytorin Efficacy International Trial [IMPROVE-IT]).8 Los pacientes con intolerancia a las estatinas o con hiperlipidemia familiar y un colesterol LDL excepcionalmente alto o que corran riesgo de pancreatitis se pueden beneficiar de una evaluación secundaria por especialistas en lípidos. 5. Una guía basada en la evidencia de estudios (para saber qué funciona) y en los criterios de selección de los estudios (para tener la certeza de los destinatarios) es un elemento sencillo, práctico y coherente con los principios basados en la evidencia y debería obtener una amplia aceptación clínica. Los nuevos avances en la prevención han de incorporarse a las guías cuanto antes. Así, si los datos sobre nuevos preparados revelan una evidencia de reducción de los episodios mayor que la que se obtiene solo con las estatinas, una evidencia de reducción de los episodios entre los sujetos intolerantes a las estatinas o una evidencia de reducción incremental de los episodios como com- plemento del tratamiento estatínico, estos progresos fundamentales deberán actualizarse con rapidez en las guías. En diversas investigaciones recientes se ha evaluado la mejor manera de incorporar los datos de los estudios a las guías prácticas.9,10 Los clínicos deben saber que no todas las personas con un riesgo calculado superior al umbral del 10% del American College of Cardiology (ACC) y de la American Heart Association (AHA) se hubieran cualificado para un estudio esencial con estatinas (fig. 45-1). FUSIÓN DE LA EVIDENCIA EPIDEMIOLÓGICA Y DE LOS ESTUDIOS ALEATORIZADOS: ¿POR QUÉ SE MIDEN LOS FACTORES DE RIESGO? En este capítulo se revisa la evidencia epidemiológica y de la investigación clínica acerca de los marcadores de riesgo y de las intervenciones para reducir el riesgo aterotrombótico y se desglosa en tres partes. En el próximo apartado se describen factores convencionales de riesgo –tabaco, hiper- tensión, hiperlipidemia y resistencia a la insulina y diabetes–, así como las estrategias generales para reducir el riesgo asociado a estos trastornos. Este apartado explora algunos de los aspectos y de las controversias que rodean al concepto del «síndrome metabólico». También se revisa la evidencia sobre el uso de ácido acetilsalicílico en dosis bajas para la prevención primaria y se comenta de forma breve la base conceptual de la «polipíldora». No todos los episodios coronarios se dan en personas convarios factores tradicionales de riesgo y parece que, en algunos casos, las anomalías determinadas por la inflamación, la hemostasia o la trombosis contribuyen de forma decisiva. En concreto, casi la mitad de todos los IM e ictus ocu- rren entre personas sin hiperlipidemia. Así pues, después de los factores convencionales de riesgo hay otro apartado donde se revisan los marcadores del riesgo aterotrombótico, como CRPas y otros marcadores inflamatorios, del tipo de la interleucina 1 (IL) 1, la IL-6, el fibrinógeno y la fosfolipasa A2 Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 13, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 878 Ca rd io lo g ía p re ve n ti va VI asociada a la lipoproteína (Lp-PLA2), así como la lipoproteína(a) (Lp[a]). En cada caso se revisa la evidencia que estos nuevos indicadores de riesgo aportan a la predicción del riesgo más allá de los factores convencionales. Este apartado también aborda el uso de los estudios directos por imagen de la placa como método para la detección del riesgo y los nuevos conceptos acerca de los biomarcadores genéticos que aclaran el riesgo vascular, así como los nuevos tratamientos selectivos. En el apartado final del capítulo se detalla una serie de exposiciones ambientales y aspectos conductuales de gran impacto en la salud vascular. Se revisan la relación entre el estrés mental y la depresión y el riesgo cardiovascular; la dieta, los suplementos dietéticos, la obesidad, el ejercicio y la pérdida de peso; la evidencia actual a favor de un consumo moderado de alcohol; las controversias relativas a los estrógenos después de la menopausia, y los programas comunitarios y de intervención sobre varios factores de riesgo. Cada uno de los apartados siguientes empieza por centrar la evidencia epidemiológica que vincula el biomarcador específico, la exposición o la conducta con el riesgo vascular subsiguiente. En el ámbito de la prevención primaria, conviene saber que los médicos no miden los biomarcadores solo para predecir el riesgo (v. capítulo 9), sino que su intención es mejorar el tratamiento selectivo y la vida de sus pacientes. Por eso, cuando se contemple el uso de algún biomarcador para la predicción del riesgo cardiovas- cular en prevención primaria, el clínico avezado deberá insistir en dos cuestiones fundamentales que precisan una respuesta afirmativa: en primer lugar, ¿establece la evidencia que ese biomarcador concreto predice futuros episodios cardiovasculares con independencia de otros marcadores de riesgo? En segundo lugar, ¿revela la evidencia que las personas identificadas a través de ese biomarcador se benefician de un tratamiento que, de otra manera, no habrían recibido? Como se describe más adelante, de acuerdo con los datos actuales, ningún biomarcador de imagen ofrece todavía una respuesta afir- mativa a estas preguntas, y tampoco lo hace el análisis de una serie de biomarcadores plasmáticos, del tipo de Lp(a), homocisteína y triglicéridos. Sin embargo, en el caso del colesterol y de CRPas, la respuesta a estas dos preguntas es «afirmativo», porque los EAC han mostrado que los pacientes identificados con cualquiera de estos biomarcadores se benefician mucho de las estatinas. Estos datos revisten un interés fisiopatológico extraordinario, de acuerdo con el concepto actual de aterotrombosis, que se debería a la interacción entre la hiperlipidemia y la inflamación; esta iniciaría y aceleraría todas las fases de la enfermedad11 (v. capítulo 44). Un elemento a favor de esta idea es que los cristales de colesterol estimulan el inflamasoma activador de IL-1β, es decir, proporcionan un eslabón esencial entre los lípidos, la inflamación y la enfermedad vascular.12,13 Por último, deberíamos aspirar a un enfoque terapéutico más «personalizado», tanto en prevención primaria como secundaria. Examinemos el ejemplo de los tres sujetos de la figura 45-2, todos ellos con ateroesclerosis y tratados con una estatina de alta intensidad y otras medidas habituales. El sujeto de la izquierda muestra un «riesgo colesterólico residual» porque los valores del colesterol LDL siguen elevados a pesar del tratamiento; este enfermo podría beneficiarse del uso de la ezetimiba o de un inhibidor de PCSK9. El sujeto del centro presenta un perfil muy diferente, con una LDL bien controlada pero una CRPas por encima de la mediana, situación denominada «riesgo inflamatorio residual». El sujeto de la derecha tiene valores de LDL y CRPas situados dentro de un intervalo aceptable, pero cifras de triglicéridos superiores a las deseadas; este enfermo podría presentar un «riesgo residual de partículas remanentes ricas en triglicéridos». Los regímenes óptimos de tratamiento de estos sujetos de estas tres categorías diferentes varían mucho. MARCADORES CONVENCIONALES DE RIESGO E INTERVENCIONES ASOCIADAS Consumo de tabaco El consumo de tabaco sigue siendo la principal causa prevenible de muerte y enfermedad en EE. UU. y el factor de riesgo aislado más importante para la enfermedad arterial coronaria. Como se describe en el informe del Director General de Sanidad de EE. UU., The Health Consequences of Smoking-50 Years of Progress14 de 2014, desde el primer informe del Director General de Sanidad sobre el consumo de tabaco y la salud de 1964 han ocurrido más de 20 millones de muertes prematuras imputables al tabaco o a su exposición pasiva. La mayoría de estas muertes se dieron entre personas con antecedentes de consumo de tabaco, pero 2,5 millones ocurrieron entre no fumadores que fallecieron por enfermedades causadas por la exposición pasiva al humo del tabaco. A pesar de los descensos en la prevalencia actual del consumo de tabaco, los cigarrillos siguen ocasionando cerca de 480.000 muertes al año por enfermedades asociadas al tabaco. El tabaco ocasiona el 32% de las muertes por cardiopatía isquémica (CI). Más aún, los costes económicos anuales imputables al consumo de tabaco en los años 2009 a 2012 ascendieron a un total de 300.000 millones de dólares, incluidos los gastos directos de la atención sanitaria y las pérdidas de productividad. La prevalencia de adultos fumadores de cigarrillos ha descendido hasta un 16,8% en 2014 con relación al 42% de 1965;14,15 entre los adultos de 18 a 24 años, la prevalencia actual de consumo se ha reducido desde FIGURA 45-1 Estos diagramas de Venn ilustran un método para asignar las estatinas en prevención primaria: el diagrama de Venn del caso básico compara el método del riesgo absoluto a los 10 años con el método de los criterios de selección de los estudios clínicos para asignar el tratamiento estatínico en prevención primaria. De acuerdo con el criterio del riesgo a los 10 años de ACC/AHA, ≥ 7,5%, habría que recomendar la toma de estatinas a 32,6 millones de norteamericanos (círculo azul claro de la izquierda), mientras que, de acuerdo con los criterios de selección de los estudios aleatorizados, para el caso básico se recomendarían estatinas a 42 millones de norteamericanos (círculo azul intermedio de la derecha). La zona de la intersección de ambos métodos indica que 21,4 millones de sujetos muestran un riesgo calculado ≥ 7,5% a los 10 años y cumplirían los requisitos de selección para, al menos, uno de los grandes estudios con estatinas en los que se estableció la eficacia (azul oscuro, centro). (Tomado de Ridker PM, Rose L, Cook N. A proposal to incorporate trial data into a hybrid ACC/AHA algorithm for the allocation of statin therapy in primary prevention. J Am Coll Cardiol 2015;65:942-8.) FIGURA 45-2 Estrategias «personalizadas» para la prevención secundaria de los pacientes tratados con estatinas. En la figura se compara el riesgo inflamatorio residual con el riesgo colesterólico residual.CRPas, proteína C reactiva de alta sensibilidad; HDL, lipoproteínas de alta densidad; LDL, lipoproteínas de baja densidad; TG, triglicéridos. (Tomado de Ridker PM. Residual inflammatory risk: addressing the obverse side of the atherosclerosis prevention coin. Eur Heart J 2016;37:1720.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 13, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 879 M arcad o res d e riesg o y p reven ció n p rim aria d e las en ferm ed ad es card io vascu lares 45 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . el 24,4 hasta el 18,9%. Sin embargo, hace poco se ha frenado este des- censo (fig. 45-3). La prevalencia de consumo es mayor en los hombres que en las mujeres (18,8 frente al 14,8%) y en las personas de 25 a 44 años (20%) que en las de 65 o más (8,5%). Persiste una enorme disparidad en el consumo de tabaco según el grupo racial/étnico, así como entre los grupos definidos por los estudios, el estatus socioeconómico y la región. La prevalencia alcanza el mínimo entre los asiáticos no hispanos (9,5%) y el máximo entre los indios norteamericanos no hispanos y los nativos de Alaska (29,2%). La prevalencia también se eleva más entre los adultos que viven por debajo del umbral de pobreza (26,3%), los que tienen únicamente estudios secundarios (43%) y los que reciben asistencia de Medicaid o carecen de seguro (28%) (figs. e45-1; v. también fig. 45-2). La iniciativa Healthy People 2020 de EE. UU. persigue reducir la preva- lencia nacional del consumo de cigarrillos por los adultos hasta un 12%. Durante el período más reciente de 2005 a 2014 se ha advertido un descenso global mínimo en la prevalencia actual, si bien se ha reducido el número medio de cigarrillos fumados al día por los fumadores cotidianos (de 16,7 en 2005 a 13,8).14 De cualquier manera, la disminución significativa de 2005 a 2011 no se debió a la abstinencia del tabaco; pese a que el porcentaje de fumadores de 30 cigarrillos diarios o más ha bajado, los fumadores de 1 a 9 cigarrillos diarios han experimentado un aumento paralelo. El consumo de productos del tabaco está aumentando en todo el mundo; en los países con una renta baja o media vive cerca del 80% de los 1.000 millones de fumadores de la Tierra16 (v. capítulo 1). El consumo de productos del tabaco también está aumentando entre los niños de todo el mundo; según la Global Youth Tobacco Survey, una encuesta a estudiantes de 13 a 15 años, la prevalencia de consumo de cualquier producto del tabaco muestra un abanico amplio en el mundo, desde el 1,7% en Kazajistán hasta el 28,9% en Timor Oriental.17 Los informes recientes señalan que los patrones de consumo del tabaco están cambiando y que cada vez se consumen más productos diferentes, como cigarrillos electrónicos o narguiles (pipas de agua). Entre los trabajadores adultos estadounidenses, se calcula que 3,45 millones (4,5%) de hombres y 2,05 millones (3%) de mujeres consumieron cigarrillos electrónicos en 2014, y que la prevalencia máxima se dio en la franja de 18 a 24 años (5,1%) y en la raza blanca (4,5%).18 En cuanto a los estudiantes de final de secundaria y de secundaria,19 en 2015, 3,82 millones de los primeros (25,3%) consumieron algún producto del tabaco: el 16% consumió cigarrillos electrónicos, el 9,3% cigarrillos normales y el 7,2% narguiles (pipas). Entre este grupo había más hombres que mujeres y más hispanos que otros grupos raciales/étnicos. Según las estimaciones, el 7,4% (880.000) de los estudiantes de los primeros cursos de secundaria consumió algún producto del tabaco: el 5,3%, cigarrillos electrónicos; el 2,3%, cigarrillos normales, y el 2%, narguiles. Al igual que ocurría con los estudiantes de los últimos cursos de secundaria, había más hombres que mujeres y más hispanos que sujetos de otros grupos radiales/étnicos. Carecemos en ese momento de datos adecuados para evaluar los patro- nes de consumo a largo plazo de los cigarrillos electrónicos, sus efectos nocivos o sus efectos beneficiosos para la abstinencia. Según revisiones recientes20,21 y según los U. S. Preventive Services Task Force (USPSTF)22 de EE. UU., la evidencia actual resulta insuficiente, por el momento, para recomendar los sistemas electrónicos de liberación de nicotina como vía para la abstinencia del tabaco de los adultos, incluidas las mujeres embarazadas. Desde el 8 de agosto de 2016, la Food and Drug Adminis- tration (FDA) estadounidense ha extendido su autoridad reguladora a todos los productos del tabaco, incluidos los cigarrillos electrónicos y los narguiles (pipas de agua), y exigido a los fabricantes que notifiquen los ingredientes del producto y sometan sus productos a la revisión del organismo antes de su comercialización a fin de obtener la autorización pertinente.23 Los estudios fundamentales de principios de los años cincuenta revelaron, por primera vez, una fuerte asociación positiva entre la exposición al humo de los cigarrillos y la cardiopatía isquémica (CI). A lo largo de los 50 años siguientes, los efectos del tabaco sobre el riesgo coronario se documentaron con una serie excepcionalmente uniforme de estudios prospectivos. En el informe del Director General de Sanidad de EE. UU. de 1964 se reafirmaba la correlación epidemiológica y en el de 1983 se establecía de una manera cierta que el consumo de cigarrillos era la principal causa evitable de ECV. El informe de 1989, basado sobre todo en estudios con hombres, indicó que el tabaco duplica la incidencia de CI y aumenta la mortalidad asociada a ella un 50% y que estos riesgos se incrementan con la edad y el número fumado de cigarrillos. El consumo «ligero» de tabaco posee un impacto enorme en los IM y en la mortalidad por todas las causas, incluso entre fumadores que confiesan no inhalar el humo. Aparte de los IM, el consumo de cigarrillos se relaciona directamente con una mayor tasa de muerte súbita, aneurisma aórtico, enfermedad vascular periférica sintomática e ictus isquémico. La evidencia prospectiva ha vinculado el consumo de cigarrillos con un alto riesgo de ictus hemorrágico, incluida la hemorragia intracraneal y la hemorragia subaracnoidea, y señalado, una vez más, la relación entre dosis y respuesta. El consumo continuado de tabaco también supone un factor fundamental de riesgo para la recidiva del IM y para los resultados clínicos adversos de los pacientes que se someten a cirugía de revascularización coronaria (CRC) o a una intervención coro- naria percutánea (ICP).24 El humo inhalado, ya sea por exposición pasiva o por el consumo de puros o pipas, aumenta el riesgo de CI, incluso entre los no fumadores. La exposición pasiva al tabaco ocasiona una disfunción vasodilatadora endotelial en la circulación coronaria, así como hiperreactividad bronquial y disfunción pulmonar concomitante. No existe ningún valor seguro de exposición pasiva al humo del tabaco. Más allá de los efectos desfavorables agudos sobre la PA y el tono simpático y del descenso en el aporte miocárdico de oxígeno, el tabaco contribuye a la patogenia de la aterotrombosis por otros mecanismos. Aparte de la vasodilatación anómala dependiente del endotelio, el tabaco ejerce efectos hemostáticos e inflamatorios adversos, como elevación de los niveles de la proteína C reactiva (CRP), la molécula soluble de adhesión intercelular 1 (ICAM-1), fibrinógeno y homocisteína. Asimismo, el tabaco se asocia a una agregación plaquetaria espontánea, una mayor adhesión de los monocitos a las células endoteliales y altera- ciones adversas de los factores fibrinolíticos y antitrombóticos derivados del endotelio, incluido el activador del plasminógeno tisular (t-PA) y el inhibidor del factor de la vía tisular. Los fumadores,en comparación con los no fumadores, tienen una mayor prevalencia de espasmo coronario y un menor umbral para las arritmias ventriculares. La evidencia creciente indica que la resistencia a la insulina constituye un vínculo mecanicista adicional entre el tabaco y la ateroesclerosis prematura. Los fumadores reducen, como mínimo, sus esperanzas de vida en una década, en comparación con los que nunca han fumado.25 Los riesgos del tabaco para las ECV femeninas han aumentado de manera brusca en los últimos 50 años y hoy son equivalentes a los de los hombres.14,26 Las mujeres experimentan incrementos similares en el riesgo relativo de CI. Es más, el tabaco actúa de forma sinérgica con los anticonceptivos orales (AO), colocando a las jóvenes fumadoras que toman AO en una situación de ries- go particularmente alto de CI prematura, ictus y tromboembolia venosa.27 El tabaco resulta especialmente peligroso para las mujeres diabéticas. Intervenciones para la abstinencia del tabaco La prevalencia del consumo de tabaco está descendiendo, pero de manera lenta. Si continúan las tasas actuales, la carga anual de la mortalidad imputable al tabaco seguirá manteniéndose en cifras altas durante décadas; se prevé que 5,6 millones de norteamericanos menores de 18 años mueran de manera prematura por alguna enfermedad asociada al tabaco.14 La intervención aislada más importante en cardiología preventiva sigue siendo, con diferencia, el cese en el consumo de cigarrillos. Por más que escaseen los datos de los estudios aleatorizados a gran escala sobre FIGURA 45-3 Porcentaje de adultos de 18 años o más que se califican como fumadores actuales según la franja etaria. National Health Interview Survey, EE. UU., 2005 a 2011. (Tomado de US Centers for Disease Control and Prevention. Current cigarette smoking among adults—United States, 2011. MMWR 2012;61:889.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 13, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 880 Ca rd io lo g ía p re ve n ti va VI la reducción del riesgo asociada a la abstinencia del tabaco, las inves- tigaciones observacionales revelan los beneficios sistemáticos de esta medida. Los fumadores que dejan el hábito reducen el exceso de riesgo de un episodio coronario un 50% en los primeros 2 años de la abstinencia y gran parte de este beneficio aparece incluso en los primeros meses (fig. 45-4). El riesgo de CI disminuye de forma sustancial en el primero o en los primeros 2 años, y el riesgo de los exfumadores se aproximaba al de los no fumadores al cabo de 3 a 5 años. De manera análoga, el riesgo de ictus desciende de forma constante tras dejar el tabaco y los exfumadores exhiben el mismo riesgo de ictus que los no fumadores al cabo de 5 a 15 años. Más aún, los efectos beneficiosos sobre las tasas de CI y de mortalidad se dan incluso entre las personas mayores, lo cual corrobora la idea de que nunca es tarde para dejar de fumar y reducir los riesgos asociados a la CI. Estos descensos del riesgo equivalen o sobrepasan los de otras medidas de prevención secundaria que han recibido una mayor atención de los médicos y de la industria farmacéutica, como son el uso de ácido acetilsalicílico, estatinas, β-bloqueantes e inhibidores de la enzima conversora de la angiotensina (ECA). En 2012, más de 4 de cada 10 (42,7%) adultos fumadores cotidianos de cigarrillos suspendieron durante más de 1 día el tabaco en EE. UU. porque estaban tratando de dejarlo,14,28,29 entre ellos el 48,5% de los fumadores de 18 a 24 años. El escaso conocimiento de la importancia de la abstinencia del tabaco por parte de los pacientes prosigue. Hay muchos malentendidos; por ejemplo, la idea de que el tabaco predice un resultado más favorable después de varias estrategias de repercusión (la llamada paradoja del fumador). Algunos investigadores han catalogado este efecto como un «beneficio» del tabaco, pero probablemente solo indique que los fumadores tienden a sufrir más este tipo de interven- ciones, a una edad mucho más temprana y, en consecuencia, muestran unas tasas medias más bajas de comorbilidad.30 Las guías de práctica clínica señalan la dependencia del tabaco como una enfermedad crónica que suele precisar intervenciones repetidas. Sin embargo, existen tratamientos eficaces basados en la evidencia.29 A veces, se precisan varias tentativas, pero los fumadores pueden dejar de fumar y lo hacen. De hecho, desde 2002, el número de exfumadores ha sobrepasado el de los fumadores activos.14 Las medidas polivalentes para dejar el tabaco se muestran eficaces. Ciertos tratamientos de carácter individual surten menos efecto en los fumadores que desean dejarlo.31,32 Estas medidas son las intervenciones clínicas breves (p. ej., charla del médico durante 10 min o menos ofreciendo consejo y ayuda para dejar de fumar); el asesoramiento (p. ej., individual, en grupo o por teléfono); las terapias de abstinencia conductuales (p. ej., entrenamiento para la solución de problemas); las terapias con un contacto e intensidad más personales; y los pro- gramas de tratamiento con teléfonos móviles. Las medidas eficaces para tratar la dependencia del tabaco son los productos de sustitución de la nicotina, sea sin receta (p. ej., parche, chicle, pastilla bucal de nicotina) o con receta (p. ej., parche, inhalador, aerosol nasal de nico- tina) y medicaciones no nicotínicas con receta como el bupropión o la vareniclina. Según una revisión de Cochrane de 201233 sobre 150 estudios de tratamiento de sustitución de la nicotina (TSN) de más de 50.000 personas, no existen diferencias globales entre la eficacia de las distintas modalidades de TSN; el TSN se mostró eficaz con el asesoramiento y sin él; la combinación de TSN y bupropión surtió más efectos que el bupropión solo, y el TSN no aumentó el riesgo de IM. La reducción del tabaquismo, por el mecanismo que sea, mejora los resultados de salud, sobre todo si se suma a medidas generales como el ejercicio y un control de la dieta. Los programas farmacológicos y el asesoramiento médico también son rentables y deben proporcionarse como servicios estandarizados de prevención. Fumar cigarrillos con un bajo contenido de alquitrán o nicotina, en lugar de cigarrillos normales, no parece reducir el riesgo de CI. Es cierto que el riesgo cardiovascular elevado asociado al tabaco desciende de manera significativa cuando se deja, pero el riesgo de aparición de cáncer en los pulmones, páncreas o estómago persiste durante más de una década, al igual que el de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). La abstinencia al tabaco brinda un claro beneficio, pero la reducción del consumo, por sí sola, proporciona un efecto tan solo marginal. Existen también una serie de métodos globales basados en la evidencia para que la población deje de fumar.16,29 En la Convención Marco para la Lucha contra el Tabaco de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que comenzó en 2005, se emitió uno de los tratados más aceptados en la historia de las Naciones Unidas, pues las más de 180 partes cubrían el 90% de la población. En 2008, la OMS introdujo un paquete de medidas de lucha contra el tabaco basadas en la evidencia para que los países pudieran implementar la Convención Marco de la OMS. Estas medidas, tituladas MPOWER, son el incremento en el precio de los productos del tabaco; las campañas contra el tabaco en los medios de comunicación, relatando historias personales ilustrativas sobre el impacto adverso del tabaco para la salud; la implementación de leyes sin humo en los lugares de trabajo y públicos; el acceso sin barreras para facilitar la abs- tinencia del tabaco; y la entrada en vigor de restricciones a la publicidad, promoción y patrocinio del tabaco. Los estudiosefectuados después de la implementación de advertencias gráficas en una serie de países han revelado que aumenta de forma sistemática y significativa la conciencia de la población sobre los peligros del consumo de tabaco. El aumento de los impuestos sobre el tabaco también ha reducido su consumo. Para lograr el objetivo Healthy People 2020 y reducir la prevalencia nacional del consumo de cigarrillos entre los adultos estadounidenses hasta el objetivo del 12%, se precisará la implementación más amplia de las medidas de lucha contra el tabaco basadas en la evidencia que se acaban de enumerar. Se trata de medidas esenciales para reducir el consumo de cigarrillos entre los adultos estadounidenses.31,32 Los programas extensos y sostenidos de lucha contra el tabaco, financiados por los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de EE. UU., recomiendan unos niveles que podrían acelerar el descenso de la carga sanitaria y económica de las enfermedades asociadas al tabaco. Solo dos estados han financiado los programas de lucha contra el tabaco con los niveles recomendados por los CDC, mientras que 27 estados financiaron la lucha con menos de una cuarta parte de estos recursos. La financiación estatal de los programas de lucha contra el tabaco ha disminuido, de hecho, en los últimos 5 años. Es fundamental una vigilancia adecuada para rastrear la extensión y las características de la epidemia del tabaco y saber cómo optimizar las políticas. Hace poco se han producido una serie de avances en la lucha contra el tabaco en EE. UU. Cuatro nuevas leyes vigorizaron de nuevo los esfuerzos nacionales, como la expansión de la Family Smoking Prevention and Tobacco Control Act de 2009, que otorga a la FDA la autoridad para regular la fabricación, distribución y comercialización de todos los productos del tabaco; la Children’s Health Insurance Reauthorization Act; la Prevent All Cigarette Trafficking Act, y la Patient Protection and Affordable Care Act (ACA). Estas leyes han otorgado a los organismos federales la mayor autoridad y financiación para regular los productos del tabaco, reducir el acceso de los jóvenes al tabaco y aumentar el acceso a los programas de tratamiento. En 2010, el Department of Health and Human Services (DHHS) de EE. UU. presentó su primer plan estratégico nacional de lucha contra el tabaco, con 21 medidas, que incluían la cobertura del tratamiento de abstinencia, la reducción del acceso de los jóvenes al tabaco, las inversiones en las iniciativas estatales y locales de lucha contra el tabaco y todas las vías de comunicación para la concienciación FIGURA 45-4 Riesgos de mortalidad entre los fumadores activos y los que abandonan, según la edad de la abstinencia; IC, intervalo de confianza. (Tomado de Jha P, Ramasundarahettige C, Landsman V, et al. 21st-century hazards of smoking and benefits of cessation in the United States. N Engl J Med 2013;368:341.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 13, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 881 M arcad o res d e riesg o y p reven ció n p rim aria d e las en ferm ed ad es card io vascu lares 45 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . pública. A comienzos de 2012 se inició una campaña federal en los medios de comunicación, con el relato de historias personales sobre el impacto adverso del tabaco para la salud. En el contexto de estos esfuerzos renovados, el escaso éxito en la abs- tinencia del tabaco sigue preocupando a los clínicos. Debería ponerse un mayor énfasis en prevenir ante todo el tabaquismo. Los elementos fundamentales de toda estrategia para reducir el consumo del tabaco son la educación comunitaria y la prevención primaria por parte de los médicos. Hipertensión La hipertensión arterial es uno de los principales factores de riesgo para la cardiopatía isquémica, la insuficiencia cardíaca, las enfermedades cere- brovasculares, la enfermedad arterial periférica, la insuficiencia renal, la fibrilación auricular y la mortalidad total, así como la pérdida de la función cognitiva y una mayor incidencia de demencia (v. capítulos 46 y 47). Los datos observacionales revelan que la mortalidad por cardiopatía isquémica e ictus aumenta de forma progresiva desde cifras de PA tan bajas como 115 mmHg de presión sistólica y 75 mmHg de diastólica. Entre pacientes de 40 a 70 años de edad, cada incremento de 20 mmHg en la presión sistólica o de 10 mmHg en la diastólica duplica el riesgo de ECV en una franja de PA de 115/75 a 185/115 mmHg. La prehipertensión, definida como una PA sistólica de 120 a 139 mmHg o una PA diastólica de 80 a 89 mmHg, se asocia a un riesgo de casi el doble de IM e ictus en las mujeres, en comparación con una PA normal. Más de 75 millones de adultos estadounidenses y más de 1.000 millones de personas de todo el mundo sufren hipertensión, definida como una PA sistólica de 140 mmHg o más o una presión diastólica de 90 mmHg o más, o como la toma de medicación antihipertensiva.34 Los hombres muestran un porcentaje más alto de hipertensión que las mujeres hasta los 45 años de edad; entre los 45 y los 64, los porcentajes se igualan y, a partir de los 64, son más las mujeres diagnosticadas de hipertensión que los hombres (fig. 45-5). La prevalencia de la hipertensión aumenta notablemente con la edad en todas las razas y etnias. La prevalencia de la hipertensión, ajus- tada por edades, en EE. UU. (tanto la diagnosticada como la no diagnosticada) roza el 75% en las mujeres mayores y el 65% en los hombres mayores y varía según la región geográfica, desde el 23% en Utah hasta el 40% en Alabama. Las disparidades en la hipertensión según el grupo racial y étnico persisten (fig. 45-6) (v. capítulo 91). Los negros experimentan más hipertensión, a una edad más temprana, que los blancos y que los chicanos y tienen cifras medias más altas de PA. Entre los negros son más las mujeres hipertensas que los hombres. Por eso, comparados con los blancos, los negros corren 1,3 veces más riesgo de padecer un ictus no mortal, 1,8 veces más de sufrir ictus mortal, 1,5 veces más de morir por cardiopatía y 4,2 veces más de experimentar una enfermedad renal terminal. Dentro de la comunidad negra, las tasas de hipertensión varían mucho y las personas con las tasas más altas suelen tener una edad madura o avanzada, menos estudios, sobrepeso u obesidad, así como inactividad física y diabetes mellitus, pero aquellos con una PA alta no controlada que no toman medicación antihipertensiva generalmente son hombres, más jóvenes, con un contacto poco habitual con los médicos. Los datos de la National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES) de 2007 a 2010 señalan que el 6% de los adultos estadounidenses padecen una hipertensión no diagnosticada. Entre los hipertensos de 20 años o más, el 81,5% conocía su enfermedad; el 74,9% recibía tra- tamiento en su momento, el 52,5% tenía una PA controlada y el 47,5% no había alcanzado ningún control.35 Las tasas de control difieren mucho en función del grupo étnico y racial. La evidencia actual pone de manifiesto que la mayoría de los enfermos estadouni- denses conoce su hipertensión, si bien cerca de la mitad no llega a controlarla36 (fig. 45-7). Los datos del Framingham revelan que, entre los de 80 años o más, solo el 38% de los hom- bres y el 23% de las mujeres presentaban una PA que satisfacía los objetivos fijados en las guías clínicas del National High Blood Pressure Education Program. De manera análoga, los datos del estudio observacional Women’s Health Initiative (WHI) sobre cerca de 100.000 mujeres posmenopáusicas de este país indicaron que, a pesar de la similitud en las tasas de tratamiento, las mujeresmayores muestran un control especialmente malo de la hipertensión.37 Entre los adultos estadounidenses hiperten- sos, el 8,9% satisfacen los criterios de hiper- tensión refractaria (PA ≥ 140/90 mmHg, a pesar del uso notificado de medicación antihipertensiva perteneciente a tres grupos FIGURA 45-5 Prevalencia de la hipertensión en sujetos ≥ 20 años de edad según el sexo y la edad (NHANES 2011-2014). La hipertensión se definió como una presión arterial sistólica ≥ 140 mmHg o una presión arterial diastólica ≥ 90 mmHg, una respuesta afirmativa a la toma de medicación antihipertensiva o reconocimiento de la persona de que tenía una presión arterial elevada según le habían contado en dos ocasiones. NHANES, National Health and Nutrition Examination Survey. Fuente: US National Center for Health Statistics and National Heart, Lung, and Blood Institute. (Tomado de Benjamin EJ et al. Heart disease and stroke statistics—2017 update: a report from the American Heart Association. Circulation 2017;135:e146.) FIGURA 45-6 Tendencias de la prevalencia a la hipertensión, ajustadas por edades, entre personas ≥ 20 años según la raza/etnia, el sexo y el año de la encuesta (NHANES 1988-1994, 1999-2006 y 2007-2014). La hipertensión se definió igual que en la figura 45-5. NH, no hispanos; NHANES, National Health and Nutrition Examination Survey. *Todas las NHANES recogieron la categoría «chicanos», pero el uso de la categoría combinada de hispanos solo empezó a partir de 2007. Los datos de la tendencia a largo plazo se basan, por lo tanto, en la categoría chicano. Fuente: US National Center for Health Statistics and National Heart, Lung, and Blood Institute. (Tomado de Benjamin EJ et al. Heart disease and stroke statistics—2017 update: a report from the American Heart Association. Circulation 2017;135:e146.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 13, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 882 Ca rd io lo g ía p re ve n ti va VI terapéuticos diferentes o fármacos de cuatro o más grupos terapéuticos, con independencia de la PA). Este segmento supone el 12,8% de la población tratada con antihipertensivos.38 En el otro extremo del espectro, los datos de NHANES de 1999 a 2006 señalan que el 29,7% de los adultos estadounidenses de 20 o más años sufren una prehipertensión, definida como una PA sistólica no tratada de 120 a 139 mmHg o una PA diastólica no tratada de 80 a 89 mmHg, sin que ningún médico u otro profesional de la salud le haya comentado en dos ocasiones que padece hipertensión. La prehipertensión se asocia a un riesgo relativo y absoluto elevado de resultados cardiovasculares en todo el espectro etario, incluidos los ictus incidentales, sobre todo entre las personas no mayores y aquellos con valores de PA situados en la franja prehipertensiva más alta. Los costes directamente imputables a la hipertensión en EE. UU. suman cerca de 131.000 millones de dólares al año en gastos médicos directos y 25.000 millones de dólares en pérdidas de productividad y las previsiones revelan que, antes de 2030, el coste total de la hipertensión ascenderá hasta 343.000 millones de dólares. Antes de 2025, la cifra total de adultos hipertensos se prevé que alcanzará un récord: 1.500 millones. La hipertensión provoca 7,6 millones de muertes prematuras al año en todo el mundo y el 80% de esta carga tiene lugar en países de renta baja y media39 (v. capítulo 1). Cerca de tres cuartas partes de las personas hipertensas (639 millones) viven en países en desarrollo con escasos recursos de salud, en los que la población tiene muy poca conciencia de la hipertensión y la PA se controla mal. Algunos factores de riesgo para la hipertensión parecen más frecuentes en estos países en desarrollo, como la urbanización, el envejecimiento de la población, los cambios de los hábitos alimentarios y el estrés social. Las tasas elevadas de analfabetismo, así como de acceso limitado a los servicios de salud, los malos hábitos de alimentación, la pobreza y el elevado coste de los medicamentos contribuyen al mal control de la PA. Se han detectado numerosos factores de riesgo y marcadores para la aparición de hipertensión, como el envejecimiento, la etnia, los antecedentes familiares de hipertensión, factores genéticos, escasez de estudios y un estatus socioeconómico bajo, un peso elevado, poca actividad física, consumo de tabaco, estresores sociales, apnea del sueño y factores alimentarios (incluido un aumento de la grasa alimentaria, un mayor aporte de sodio, un menor aporte de potasio y una ingesta excesiva de alcohol). Los pacientes con una enfermedad renal crónica concomitante (tasa de filtración glomerular estimada [TFGe] < 60 ml/m2) representan un grupo de alto riesgo para el tratamiento selectivo de la hipertensión a fin de prevenir las ECV y retrasar la progresión hacia la enfermedad renal terminal. Los enfermos con obesidad, síndrome metabólico y diabetes también constituyen grupos de alto riesgo para el tratamiento. La hipertensión aflige a más de dos tercios de los enfermos con diabetes de tipo 2 y su aparición coincide con el desarrollo de hiperglucemia.40 Entre los enfermos diabéticos, la hipertensión aumenta el riesgo de ECV. Las personas con una diabetes controlada presentan un riesgo de ECV parecido al de los pacientes no diabéticos pero hipertensos. El riesgo de un episodio cardiovas- cular a los 10 años para mujeres con hipertensión no controlada de 30 a 74 años de edad asciende al 6%; sin embargo, si la PA se controlara hasta cifras normales se podrían prevenir el 56% de estos episodios. Los valores recientes (en los últimos 10 años) y remotos de PA contribuyen de forma fundamental al riesgo, más allá de la cifra momentánea de PA. Los datos del Harvard Alumni Health Study revelaron que las PA más altas en el inicio de la vida adulta se acompañaban, varias décadas después, de un riesgo más elevado de mortalidad por todas las causas, cardiovascular o coro- naria, pero no de mortalidad por ictus;41 las esperanzas totales de vida se alargaron 5,1 años en los hombres normotensos y 4,9 años en las mujeres normotensas, con respecto a los sujetos hipertensos del mismo sexo a la edad de 50 años. Se han descrito datos similares en el estudio CARDIA, en el que la exposición acumulativa durante 25 años a la hipertensión, desde la juventud hasta la edad madura, se asoció a una disfunción tanto sistólica como diastólica.42 Parte de la complejidad de la hipertensión como factor de riesgo se relaciona con las definiciones cambiantes del riesgo y el hecho de que la PA sistólica y la presión diferencial puedan contribuir de la misma manera al riesgo que la PA dias- tólica, contrariamente a lo que se ha enseñado durante décadas en clínica. La hipertensión sistólica solitaria, en concreto, acarrea, como mínimo, el mismo riesgo de mortalidad cardiovascular total e ictus que el aumento de la PA diastólica. Así pues, la hipertensión sistólica solitaria representa, al parecer, un estado fisiopatológico característico, en el que la PA elevada refleja una menor elasticidad arterial, no necesariamente asociada con un aumento de las resistencias periféricas o una elevación de la PA media.43 La presión diferencial, que suele denotar la rigidez de la pared vascular, también predice el primer IM y las recidivas posteriores. Se define como la diferencia entre los valores de las presiones sistólica y diastólica; la presión diferencial parece predecir los episodios cardiovasculares de forma independiente y posee una utilidad pronóstica que trasciende la de la PA media.44 Estos datos subrayan la importancia de la distensibilidad y de la rigidez arteriales en la aterogenia y en la aparición de la hipertrofia ventricular izquierda.La rigidez arterial en el territorio carotídeo también supone un importante marcador de riesgo de ictus incidental.45 La monitorización ambulatoria de la PA durante 24 h podría predecir mejor la morbimortalidad cardiovascular que las mediciones de la consulta. Sin embargo, los resultados de la evaluación domiciliaria de la PA han resultado contradictorios. En una cohorte de personas mayores, el autocontrol de la PA se siguió de una mejor exactitud pronóstica de los episodios vasculares que la evaluación en la consulta; en otro estudio se averiguó que la hipertensión nocturna, diagnosticada mediante monitori- zación continua, acarrea más riesgo de insuficiencia cardíaca congestiva. En cambio, en un estudio aleatorizado para comparar la medición de la PA en la consulta con la domiciliaria, el autocontrol permitió identificar a las personas con hipertensión «de bata blanca» o modificar las medidas objetivas de distensibilidad, como la masa ventricular izquierda. En un reciente estudio del Dallas Heart Study, tanto la hipertensión de bata blanca (PA elevada en la consulta con PA ambulatoria normal) como la hipertensión enmascarada (PA ambulatoria elevada con PA normal en la consulta) se asociaron de manera independiente con una mayor rigidez de la aorta, daño renal y episodios vasculares incidentales.46 Medidas para reducir la presión arterial En las revisiones y estudios aleatorizados previos se señalaba que des- censos de la PA tan pequeños como 3 a 5 mmHg producían reducciones considerables y clínicamente significativas del riesgo de ictus, mortalidad cardiovascular, insuficiencia cardíaca congestiva y CI en las personas de edad intermedia, personas mayores y pacientes concretos de alto riesgo como aquellos con diabetes y enfermedad arterial periférica. La dieta y las medidas generales suelen constituir la piedra angular para prevenir la hipertensión y la evidencia de los estudios clínicos continúa demostrando que la adopción de medidas dietéticas de bajo riesgo, junto FIGURA 45-7 Grado de conciencia, tratamiento y control de la hipertensión según la edad (NHANES 2007-2012). La hipertensión se define como en la figura 45-5. NHANES, National Health and Nutrition Examination Survey. Fuente: US National Center for Health Statistics and National Heart, Lung, and Blood Institute. (Tomado de Benjamin EJ et al. Heart disease and stroke statistics—2017 update: a report from the American Heart Association. Circulation 2017;135:e146.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 13, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 883 M arcad o res d e riesg o y p reven ció n p rim aria d e las en ferm ed ad es card io vascu lares 45 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . con el adelgazamiento, sobre todo a nivel poblacional, podría reducir de forma sustancial la carga de la hipertensión (v. capítulo 47). Sin embargo, los expertos no se ponen de acuerdo sobre el objetivo de reducción farmacológica de la PA, tema que suscita gran controversia. Después de muchos años con un objetivo de PA inferior a 140/90 mmHg, en el 7.° informe del Joint National Committee on Prevention, Detection, Evaluation and Treatment of High Blood Pressure (JNC 7)47 se propuso disminuir el objetivo de tratamiento hasta menos de 130/80 mmHg entre los sujetos con diabetes o insuficiencia renal. Sin embargo, en 2014, otro grupo revirtió esta tendencia y, basándose en los estudios aleatorizados existentes, incrementó el objetivo de PA sistémica hasta menos de 150 mmHg para la mayoría de los sujetos de 60 o más años.34 En 2017, en otras guías emitidas conjuntamente por la AHA se recomendaba iniciar el tratamiento con medidas generales y, en algunos casos, con medicación si la PA era tan baja como 130/80.48 Otros dos grandes estudios clínicos publicados en 2015 y 2016 añaden complejidad a estas guías en apariencia poco coherentes. En el primero de ellos, Systolic Blood Pressure Intervention Trial (SPRINT), los investigadores repartieron al azar a 9.361 personas no diabéticas pero con riesgo vascular y una PA sistólica superior a 130 mmHg para que alcanzaran una PA inferior a 120 mmHg o inferior a 140 mmHg.49 Al cabo de 1 año, la PA sistólica media en los dos grupos era de 121 y 136 mmHg, respectivamente. El estudio se detuvo de forma prematura debido al descenso del 25% en la incidencia de mortalidad cardiovascular mayor en el grupo con menos de 120 mmHg (hazard ratio [HR], 0,75; intervalo de confianza [IC] al 95%, 0,64-0,89), la reducción concomitante del 27% en la mortalidad por todas las causas (HR, 0,73; IC al 95%, 0,6-0,9) y el hallazgo de efectos uniformes en todos los principales subgrupos examinados (v. capítulo 47 y fig. 47-5). Dado que cerca de 17 millones de adultos estadounidenses cumplen los criterios de inclusión en SPRINT, habría que considerar atentamente estos objetivos más radicales de PA.50 En el estudio Action to Control Cardiovascular Risk in Diabetes (ACCORD) se evaluaron los beneficios potenciales de una PA sistólica inferior a 120 mmHg frente a otra inferior a 140 mmHg en 4.733 pacientes con diabetes de tipo 2 (sujetos excluidos de SPRINT). Tras una media de 4,7 años, la tasa anual del criterio principal de valoración, las tasas combinadas de IM no mortal, ictus no mortal y muerte de causa cardiovascular, no difirió de manera significativa entre los grupos (v. fig. 47-4). El grupo de tratamiento intensivo experimentó menos ictus, pero más episodios adversos graves imputables a problemas hipertensivos.51 Así pues, los investigadores concluyeron que la evidencia no justifica el objetivo de una PA sistólica por debajo de 120 mmHg entre los pacientes con diabetes de tipo 2. La Heart Outcomes Prevention Evaluation (HOPE-3) se inscribió a 12.705 participantes con riesgo intermedio, sin ECV conocida, a los que se asignó una combinación de candesartán (16 mg/día) más hidro- clorotiacida (12,5 mg/día) o un placebo.52 La HOPE-3 se diseñó con un modelo factorial 2 × 2 que incluía asimismo un grupo de estatinas frente a placebo, que se describe más adelante. Para el ingreso en la HOPE-3 no se exigió una PA basal elevada. En conjunto, la reducción de la PA, en comparación con placebo, no surtió ningún efecto significativo sobre los criterios principales de valoración de la HOPE-3. Sin embargo, entre los enfermos situados en el tercio más alto del intervalo basal de PA del estudio (> 143,5 mmHg) se advirtió un beneficio significativo sobre los episodios vasculares, mientras que los efectos resultaron neutrales para aquellos de las dos categorías de PA más bajas (fig. 45-8). En conjunto, los estudios ACCORD, SPRINT y HOPE-3 proporcionan una base nueva y contemporánea de datos para que los clínicos decidan la intensidad del descenso farmacológico de la PA. Los planes concretos para el tratamiento de las distintas formas de hipertensión se revisan con detalle en el capítulo 47 y en la guía de la AHA/ACC de 2017. Al margen del plan de tratamiento farmacológico, las medidas generales siguen siendo fundamentales para todos los pacientes hipertensos y comprenden la abstinencia al tabaco, el adelgazamiento en caso de necesidad, el aumento de la actividad física, el consumo limitado de alcohol, el consumo limitado de sodio, el aporte adecuado de potasio y calcio y la adopción del plan de alimentación Dietary Approaches to Stop Hypertension (DASH), una dieta con un contenido reducido de grasas saturadas y totales que también incluya frutas y hortalizas en abundancia más productos lácteos con un contenido bajo de grasa. El inicio del tratamiento farmacológico depende de la PA y del nivel absoluto de riesgo. La mayoría de los pacientes precisan másde un preparado para alcanzar los objetivos de PA. Los metaanálisis han puesto de manifiesto que la magnitud de descenso de la PA determina la reducción del riesgo cardiovascular, más que el fármaco elegido, y que el control a largo plazo suele exigir un tratamiento combinado, de manera que la elección del grupo terapéutico reviste menos importancia. La evidencia respalda el uso de inhibidores de la ECA (o antagonistas de los receptores de angiotensina [ARA], si el paciente no tolera los inhibidores de la ECA), antagonistas del calcio o diuréticos tiacídicos como primera línea. La evidencia conocida ya no respalda el empleo de β-bloqueantes como primera línea de prevención primaria, debido a que su beneficio es menor que el de los otros fármacos, sobre todo para las personas mayores, y en virtud de la evidencia creciente de que los β-bloqueantes más utilizados acarrean, en las dosis habituales, un riesgo inaceptable de diabetes de tipo 2. Es difícil efectuar un tratamiento satisfactorio de la hipertensión, a pesar de disponer de varios grupos de antihipertensivos y de las distintas estrategias para combatir el efecto de los hábitos menos saludables sobre la PA. Del 5 al 30% de la población hipertensa total sufre una hipertensión rebelde y aproximadamente el 10% una hipertensión rebelde verdadera sin causa modificable. Por desgracia, las nuevas intervenciones, como la desnervación renal, no han surtido ningún beneficio clínico tras su escrutinio mediante rigurosos estudios clínicos.53 Colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) El colesterol LDL es, de todos los factores de riesgo aterotrombótico del plasma, el que más se vincula, desde el punto de vista etiológico, con los IM incidentales y la mortalidad cardiovascular6 (v. capítulo 48). Los valores altos de colesterol LDL predicen de manera sistemática el riesgo de futuros episodios cardiovasculares en la población humana. Los estudios con varias especies animales indican una relación causal entre la hipercolesterolemia y la ateroesclerosis. Hay evidencia abundante a favor de la plausibilidad biológica de la participación de las LDL en la aterogenia. Más aún, las mutaciones humanas que producen hipercolesterolemia sobre una base monogénica determinan una ateroes- FIGURA 45-8 Gráfico de bosques de los resultados coprincipales de la Heart Outcomes Prevention Evaluation (HOPE) 3 estratificados según las categorías de presión arterial sistólica. La diferencia en la PA indica la diferencia media entre las PA sistólica y diastólica entre los grupos del estudio; el grupo de tratamiento activo presentó valores medios más bajos. El criterio coprincipal combinado de valoración comprendía la mortalidad de causa cardiovascular, los infartos de miocardio no mortales y los ictus no mortales; el tamaño de cada cuadrado refleja el número de episodios. (Tomado de Lonn EM. et al. Blood-pressure lowering in intermediate-risk persons without cardiovascular disease. N Engl J Med 2016;26;374[21]:2009-20.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 13, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 884 Ca rd io lo g ía p re ve n ti va VI clerosis acelerada ya en la primera década de la vida entre pacientes con hipercolesterolemia familiar homocigótica, mientras que aquellos con hipercolesterolemia heterocigótica experimentan la enfermedad entre 10 y 15 años más tarde. Estas y otras observaciones han llevado a un concepto útil en la consulta, el «umbral de exposición acumulativa a lo largo de la vida» al colesterol LDL, que, cuando se supera, da lugar a una ateroesclerosis clínica manifiesta54,55 (fig. 45-9). Otras mutaciones recién descritas que afectan al metabolismo de las LDL, como las de la enzima proproteína convertasa subtilisina/kexina de tipo 9 (PCSK9), causan descensos prolongados del colesterol LDL y reducen el riesgo de episodios a lo largo de la vida.56 En cambio, la exposición indefinida a valores moderadamente altos de colesterol LDL suele ocasionar episodios clínicos en las décadas séptima y octava de la vida (es decir, de los 60 a los 80 años). Por último, las intervenciones en los grandes estudios clínicos para reducir las cifras de colesterol LDL con distintas modalidades revelan un descenso de los episodios cardiovasculares. Así pues, el colesterol LDL cumple los criterios de los postulados modificados de Koch como uno de los agentes causales de la ateroesclerosis. Varias líneas probatorias independientes hacen pensar que lo que la sociedad occidental considera un valor «normal» de colesterol excede el valor exigido para una buena salud. En concreto, ciertas sociedades agrestes rurales con tasas muy bajas de aterotrombosis tienen cifras de colesterol total y LDL muy por debajo de las admitidas como normales en las sociedades occidentales. Otra línea de investigación proviene de la filogenia. Los seres humanos contemporáneos presentan valores mucho más altos de colesterol total y LDL que los de otras muchas especies de organismos superiores que prosperan. Por eso, los estudios observacio- nales, ecológicos y genéticos señalan que los niveles de colesterol LDL más bajos confieren un beneficio cardiovascular, con independencia del valor de partida de colesterol de un paciente concreto.55 Las cifras de colesterol, analizadas de forma temprana en la vida, influyen en el riesgo cardiovascular a largo plazo y en la carga de los factores de riesgo para la ateroesclerosis, incluida la hipercoles- terolemia, y se correlacionan con las estrías grasas y la aparición de lesiones elevadas en el árbol arterial en la autopsia. Los estudios de seguimiento prolongado indican que los valores de colesterol de la juventud se correlacionan con el riesgo de IM a largo plazo. Hay una evidencia sustancial de que la carga del riesgo de ECV se inicia en la fase inicial de la vida adulta. Los estudios de autopsia de Corea y Vietnam son contradictorios y las exploraciones recientes de la anatomía coronaria mediante ecografía intravascular ponen de relieve que la ateroesclerosis afecta a los adolescentes de la sociedad occidental y que esta exposición precoz a valores elevados de colesterol LDL ocasiona enfermedad prematura en etapas intermedias de la vida. La variabilidad en el colesterol LDL entre una visita y otra resulta sorprendente y estas fluctuaciones predicen, desde luego, el riesgo vascular subsiguiente.57 Medidas para reducir el colesterol LDL Todos los pacientes con un colesterol LDL alto deben seguir una dieta radical y programas de ejercicio antes de iniciar el tratamiento farmaco- lógico. Sin embargo, el descenso del colesterol LDL con estatinas para la prevención primaria y secundaria es uno de los fundamentos de la terapéutica cardiovascular y una demostración elegante del poder que los EAC pueden ejercer en la práctica de la medicina. En el metaanálisis Cholesterol Treatment Trialists (CTT) de 2010, que incluyó 21 estudios diferentes con estatinas y más de 129.000 participantes,5 cada descenso del colesterol LDL de 1 mmol/l comportó una reducción del 22% de los episodios vasculares y del 10% de la mor- talidad por todas las causas. Los estudios en los que se compararon las estatinas con un placebo y los estudios en los que se compararon regí- menes de gran intensidad con otros de menor intensidad arrojaron resultados parecidos (v. fig. 48-7). Todos los subgrupos evaluados experimentaron descensos del riesgo de magnitud similar sin ninguna prueba de que el efecto se modificara en función del colesterol LDL inicial. En cuanto a los efectos secundarios, no se halló evidencia de que aumentaran el cáncer o la mortalidad por causas no vasculares. En un metaanálisis aún más extenso, CTT 2012, los beneficios asociados al usode las estatinas resultaron, si acaso, tan impresionantes para la prevención primaria como para la secundaria, como mínimo.58 De hecho, en los estudios de prevención primaria (WOSCOPS, AFCAPS/ TexCAPS, MEGA, JUPITER y HOPE-3), las reducciones del riesgo relativo sobrepasaron las descritas en los demás estudios de prevención secundaria. Así pues, por lo que respecta a las variables de los episodios coronarios mayores, ictus, revascularización coronaria y episodios vas- culares mayores, la mayor reducción del riesgo relativo se da entre los pacientes con un riesgo absoluto más bajo, es decir, cuanto antes se inicia el tratamiento a lo largo del período de riesgo, mejor se combaten los valores altos de colesterol (v. fig. 45-9). En el estudio JUPITER (v. más adelante «Proteína C reactiva de alta sensibilidad») se apreció un descenso de casi el 50% en los IM e ictus con la rosuvastatina en una población de prevención primaria con valores de colesterol LDL inferio- res a 130 mg/dl al inicio del estudio.6 En este estudio, hasta los sujetos con cifras basales de colesterol LDL inferiores a 70 mg/dl manifestaron beneficios clínicos. Por otro lado, como ya se ha descrito anteriormente, aquellos con un riesgo absoluto más alto alcanzan una disminución mayor del riesgo absoluto con las estatinas. Así pues, las personas con un riesgo basal más elevado que obtienen la máxima reducción del colesterol LDL evitan la mayoría de los episodios vasculares y de la mortalidad vascular.59 Especial interés biológico revistió el denominado «efecto patrimonial» asociado a las estatinas. Así, el seguimiento durante 20 años de los participantes del West of Scotland Coronary Prevention Study reveló que la asignación al tratamiento estatínico en los primeros 5 años había conferido una mejora continuada de la supervivencia y descensos considerables de los episodios vasculares.60 Las estatinas pueden surtir efectos adversos. Ciertos enfermos sufren una miopatía durante el tratamiento estatínico, efecto que podría estar determinado por vía genética, al menos, para las dosis más altas de simvastatina. Las estatinas se acompañan de un incremento reducido en el riesgo de diabetes, efecto que quizá aumente con los regímenes más intensivos.61 La aparición de diabetes se da sobre todo entre los que ya presentan una anomalía de la glucosa del ayuno, grupo cuyos beneficios netos de prevención de IM, ictus y mortalidad cardiovascular sobrepasan estos riesgos, incluso en prevención primaria. Como ya se comentó anteriormente respecto de los ensayos de insuficiencia cardíaca congestiva e insuficiencia renal, un riesgo absoluto alto no significa necesariamente que las estatinas surtirán efecto. Sin embargo, tras iniciar la dieta, el ejercicio y la abstinencia del tabaco, la evidencia más sólida indica que, en la mayoría de las ocasiones, la adición del tratamiento estatínicos es, de entre todas las medidas farmacológicas conocidas, una opción que ha resultado cada vez más rentable conforme se ha dispuesto de estatinas genéricas potentes. No todos los preparados que reducen el colesterol LDL disminuyen las tasas de episodios vasculares, de manera que el médico debe extremar la cautela cuando administre preparados no estatínicos para la prevención tanto primaria como secundaria. Sin embargo, el concepto de «cuanto menos, mejor» se consolidó en el estudio a gran escala del Improved Reduction of Outcomes: Vytorin Efficacy International Trial (IMPROVE IT), en el que la adición de ezetimiba al tratamiento estatínico aislado indujo un descenso adicional y discreto de colesterol LDL, CRPas y la tasa de episodios vasculares.8 Estos efectos resultaron más intensos al analizar todos los episodios vasculares y no solo los iniciales.62 Dos estudios recientes muestran que la variabilidad en el des- censo porcentual de colesterol LDL tras un tratamiento estatínico de alta FIGURA 45-9 Gráfico del concepto del umbral de exposición acumulativa al colesterol LDL a lo largo de la vida y el desarrollo de enfermedad ateroesclerótica con manifestaciones clínicas. Las líneas mostradas son teóricas. (Tomado de Horton JD, Cohen JC, Hobbs HH. PCSK9: a convertase that coordinates LDL catabolism. J Lipid Res 2009;50[Suppl]:S172.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en enero 13, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org 885 M arcad o res d e riesg o y p reven ció n p rim aria d e las en ferm ed ad es card io vascu lares 45 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n d el ito . intensidad es importante y que esta respuesta guarda relación directa con la eficacia63,64 (fig. 45-10). Estos datos revisten importancia clínica porque sostienen una vez más que «cuanto menos, mejor» y que la medición de colesterol LDL (o apo B) durante el tratamiento está indicada en la práctica. Pese a su rareza en la población general, la intolerancia a las estatinas podría constituir un problema más frecuente en los centros especializados de referencia para lípidos. Algunos enfermos sufren una intolerancia verdadera a las estatinas (a menudo, de base genética), pero no toda la intolerancia a las estatinas resulta reproducible y, en consecuencia, el clínico debe explicar con claridad los beneficios a los pacientes y ensayar diferentes estatinas en dosis bajas o con unas pautas posológicas en días alternos antes de abandonar este grupo terapéutico.65 El inicio de un programa de ejercicio al mismo tiempo que las estatinas puede hacer que el paciente experimente dolores musculares que atribuye por error a la intervención farmacológica. Las estatinas son la base de la reducción farmacológica del colesterol LDL, pero existe un enorme interés por los anticuerpos monoclonales que inhiben la unión de PCSK9 y prolongan, en consecuencia, la semi- vida efectiva de los receptores de LDL en la superficie hepática (LDLR). Estos preparados disminuyen considerablemente el colesterol LDL cuando se utiliza la inmunoterapia como complemento de las estatinas (con ezetimiba o sin ella) o en casos de intolerancia a las estatinas. Los anticuerpos monoclonales contra PCSK9 también reducen el colesterol LDL de los enfermos con hipercolesterolemia familiar heterocigótica (cuya actividad LDLR está reducida) o con hipercolesterolemia familiar homocigótica (con LDLR defectuoso), un trastorno clínico raro en el que la eficacia estatínica se encuentra limitada.66 El evolocumab y el boco- cizumab disminuyen los episodios cardiovasculares67,68 (v. fig. 48-9), si bien el bococizumab, un anticuerpo no totalmente humanizado, estimuló la aparición de anticuerpos antifármaco neutralizantes que determinaron un menor descenso de LDL con el tiempo, lo que llevó a detener el desarrollo de este preparado.69 El evolocumab manifestó un perfil aceptable de seguridad en FOURIER tras un seguimiento medio de 2,2 años.67 Prosigue un estudio de resultados a gran escala con alirocumab.70,71 Se conoce un ARN de interferencia pequeño cuya diana es PCSK9 (inclisirán), que también reduce con gran eficacia LDL y cuya duración es mucho mayor que la de los anticuerpos anti-PCSK9.72 Colesterol de lipoproteínas de alta densidad (HDL) Los abundantes datos epidemiológicos prospectivos ponen de manifies- to una fuerte relación inversa entre el colesterol HDL y el riesgo vascular. En general, los datos observacionales señalan que cada incremento del colesterol HDL de 1 mg/dl acarrea un descenso del 2-3% en el riesgo de ECV totales. Los pacientes con una enfermedad arterial coronaria confirmada mediante angiografía suelen tener cifras bajas de HDL con más frecuencia que cifras altas de LDL, de acuerdo con los criterios actuales. De hecho, un volumen considerable de datos observacionales
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