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Lacan y las caricaturas, por C F (Vía grupo Textos)

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Lacan y las caricaturas
 Carlos Faig
 
 La interpretación, y la interpretación de la transferencia –en relación sobre todo con la detección de fantasías inconscientes– y en menor medida el corte de la sesión –hasta Lacan–, la construcción, la supervisión (si se quiere sumarla) constituyen buena parte del arsenal existente de la técnica analítica. De Die Traumdeutung pueden extraerse una gran cantidad de reglas técnicas. Han dejado de usarse hace años. El análisis de los sueños viró tempranamente hacia la transferencia. Desde entonces casi no fueron retomadas. La contratransferencia, su ubicación e interpretación, constituye otro ítem de la técnica analítica. Y con ella está más o menos completo el cuadro.
 Si de estos cinco o seis rasgos amplificamos uno, siguiendo el procedimiento utilizado para obtener una caricatura (por ejemplo, ojos o nariz enormes, en un rostro; las piernas larguísimas en una figura), vemos aparecer distintas escuelas. En Freud el recorte y la exageración del simbolismo resultan de la utilización más o menos constante de una técnica mixta que combina la interpretación por clave fija con la asociación libre y los juegos significantes. De ahí la caricatura tan frecuente del freudismo en relación con los símbolos sexuales. Un freudiano es un analista obsesionado, apasionado por el símbolo.
El kleinismo, por su lado, encuentra su retrato caricaturesco en la rápida interpretación de la contratransferencia. Y esta lista podría proseguirse con la psicología del yo, la escuela francesa de relaciones de objeto, el análisis del Self, Winnicott, etc.1
 El lacanismo exagera la importancia del corte de la sesión y acorta su tiempo. Así obtiene el rasgo que lo caricaturiza. También en la teoría se privilegia el corte: el intervalo significante se impone a la oposición. El efecto del dibujo se extiende sobre los desarrollos teóricos: la no-relación sexual, el deseo del analista, la salida de concurso en el tratamiento de la pulsión, etc.2 
 Heredamos de Lacan una teoría estrambótica cruzada de chispazos de genialidad. El resultado fue ciertamente seductor y produjo amor y una gran idealización3. 
 Más lejos, Freud ya mostraba cierta cosa bizarra. No hay más que pensar en Tótem y tabú para situarla: suerte de bricolaje sobre objetos heteróclitos.
Notas
 1. No es nada seguro que la técnica analítica vaya a encontrar su equilibrio con el tiempo. Puede que tanto como la teoría siempre asiente mal.
 2. La no-relación se presenta en razón de que la caída de la transferencia se produce únicamente como final de análisis. Si tomamos al partenaire sexual como Otro, se ve por qué. El deseo del analista resulta de la elisión sistemática de la transferencia (que en buen lacanismo no debe interpretarse –a riesgo de producir un acting, se nos dice–). Esta elisión produce asimismo un “real lacaniano”. La cuestión de que la pulsión pueda abordarse una vez liquidada la transferencia deviene de la conexión automática entre transferencia y fantasma (un punto álgido del estructuralismo de Lacan). Observemos, además, que esto desexualiza el proceso analítico. De donde otro rasgo del lacanismo un poco menos notable: su asepsia, ligada a una reflexión con frecuencia más epistemológica que analítica. No debe entenderse que sostengamos que todo esto esté mal y sea incorrecto. Es solo una forma precaria de trabajar que presenta efectos tan necesarios como innegables.
 3. Se entenderá que el problema que enfrentamos no es el postlacanismo: se halla en primer lugar y sobre todo en Lacan. Por ejemplo, la constante utilización de analogías para revisar y releer la clínica (cf., los casos citados en el Seminario de Bouvet, Lebovici, Ella Sharpe, Pearl King, etc.) contrasta por completo con “la escucha” y la lógica del significante. La altísima sofisticación de la teoría de Lacan cortocircuita abruptamente en un uso de la teoría como función narrativa.

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