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Manual de psicopatologÃ-a Volumen II

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MANUAL DE PSICOPATOLOGÍA
Edición revisada
Amparo Belloch
Bonifacio Sandín
Francisco Ramos
Volumen II
MANUAL 
DE PSICOPATOLOGÍA
Volumen II
Índice abreviado de la obra completa
Volumen I
PARTE I. MARCO GENERAL.
PARTE II. PSICOPATOLOGÍA Y PROCESOS PSICOLÓGICOS.
PARTE III. TRASTORNOS ASOCIADOS A NECESIDADES BIOLÓGICAS Y ADICCIONES.
Volumen II
PARTE IV. ESTRÉS Y TRASTORNOS EMOCIONALES.
PARTE V. TRASTORNOS PSICÓTICOS Y DE PERSONALIDAD.
PARTE VI. PSICOPATOLOGÍA DEL DESARROLLO.
MANUAL 
DE PSICOPATOLOGÍA
Volumen II
Amparo Belloch
Universidad de Valencia
Bonifacio Sandín
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Francisco Ramos
Universidad de Salamanca
MADRID • BOGOTÁ • BUENOS AIRES • CARACAS • GUATEMALA • LISBOA • MÉXICO
NUEVA YORK • PANAMÁ • SAN JUAN • SANTIAGO • SÃO PAULO
AUCKLAND • HAMBURGO • LONDRES • MILÁN • MONTREAL • NUEVA DELHI • PARÍS
SAN FRANCISCO • SYDNEY • SINGAPUR • ST. LOUIS • TOKIO • TORONTO
MANUAL DE PSICOPATOLOGÍA, Volumen II
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento informático, ni la transmisión
de cualquier otra forma o por cualquier otro medio electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros
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CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográfi cos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear 
algún fragmento de esta obra.
DERECHOS RESERVADOS © 2009, respecto a la segunda edición en español, por:
McGRAW-HILL/INTERAMERICANA DE ESPAÑA, S. A. U.
Edifi cio Valrealty, 1.a planta
Basauri, 17
28023 Aravaca (Madrid)
ISBN: 978-84-481-5606-0
Depósito legal: 
Editora: Cristina Sánchez
Técnico editorial: María León
Preimpresión: Nuria Fernández y Patricia Fernández
Cubierta: TRAMEC
Compuesto en: Gráfi cas Blanco, S. L.
Impreso en:
IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN
Contenido general
Relación de colaboradores (vol. II) ................................................................................................................ vii 
Prefacio a la edición original .......................................................................................................................... ix
Prefacio a la edición revisada .......................................................................................................................... xi
VOLUMEN II
PARTE IV. ESTRÉS Y TRASTORNOS EMOCIONALES
 1. El estrés .................................................................................................................................................... 3
 Bonifacio Sandín
 2. Concepto y categorización de los trastornos de ansiedad ........................................................................ 43
 Bonifacio Sandín y Paloma Chorot
 3. Síndromes clínicos de la ansiedad ........................................................................................................... 65
 Bonifacio Sandín y Paloma Chorot
 4. Teorías sobre los trastornos de ansiedad ................................................................................................. 91
 Bonifacio Sandín
 5. Trastorno de estrés postraumático ........................................................................................................ 137
 Enrique Echeburúa y Paz de Corral
 6. El trastorno obsesivo-compulsivo ......................................................................................................... 149
 Cristina Botella y Cristina Robert
 7. Trastornos somatoformes ..................................................................................................................... 177
 Paloma Chorot y Pilar Martínez-Narváez
 8. Trastornos disociativos ......................................................................................................................... 213
 Rosa M. Baños y Amparo Belloch
 9. Trastornos del estado de ánimo: Aspectos clínicos ................................................................................ 233
 Carmelo Vázquez y Jesús Sanz
10. Trastornos del estado de ánimo: Teorías psicológicas ............................................................................ 271
 Jesús Sanz y Carmelo Vázquez
11. Psicobiología de la depresión ............................................................................................................... 299
 José L. González de Rivera y Ana L. Monterrey
12. Trastornos psicosomáticos .................................................................................................................... 315
 Bonifacio Sandín, Paloma Chorot, Miguel A. Santed y M. Pilar Jiménez
PARTE V. TRASTORNOS PSICÓTICOS Y DE PERSONALIDAD
13. Las esquizofrenias: Aspectos clínicos .................................................................................................... 371
 M. Pilar Jiménez, Francisco Ramos y M. Carmen Sanchís
14. La esquizofrenia: Modelos explicativos ................................................................................................. 397
 David R. Hemsley
v
vi Contenido general
15. Las esquizofrenias: Hipótesis psicobiológicas ....................................................................................... 421
 M. Pilar Jiménez y Francisco Ramos
16. Trastornos de personalidad ................................................................................................................... 449
 Vicente Pelechano, Adelia de Miguel y Milagros Hernández
17. La psicopatía ........................................................................................................................................ 481
 M. Ángeles Luengo y M. Teresa Carrillo de la Peña
PARTE VI. PSICOPATOLOGÍA DEL DESARROLLO
18. El autismo infantil ............................................................................................................................... 511
 Miguel Pérez, Francisco Ramos y Henar González
19. El retraso mental .................................................................................................................................. 533
 Vicente Pelechano
20. Trastornos por défi cit de atención en la infancia ................................................................................... 549
 Dionisio Manga, Henar González y Concepción Fournier
21. Trastornos del aprendizaje .................................................................................................................... 567
 Francisco Ramos, Dionisio Manga, Henar González y Miguel Pérez
22. Trastornos asociados a la vejez .............................................................................................................. 593
 José Buendía, Bernardino Fernández, Francisco Ramos y Antonio Riquelme
23. Las demencias ...................................................................................................................................... 619
 Francisco Ramos, Bernardino Fernández y Miguel Pérez
Índice analítico ........................................................................................................................................... 645
Relación de colaboradores
(volumen II)
M. Ángeles Luengo
Universidad de Santiago de Compostela
Dionisio Manga
Universidad de León
Pilar Martínez-Narváez
Universidad de Valencia
Adelia de Miguel
Universidad de La Laguna, Tenerife
Ana L. Monterrey
Fundación Jiménez Díaz, Universidad Autonóma, Madrid
Vicente Pelechano
Universidad de La Laguna, Tenerife
Miguel Pérez
Universidad de Salamanca
Francisco Ramos
Universidad de Salamanca
Antonio Riquelme
Universidad de Murcia
Cristina Robert
Centro de Salud Mental (Servei Valenciá de Salut),
 Villarreal, Castellón
M. Carmen Sanchís
Universidad Jaume I, Castellón
Bonifacio Sandín
Universidad Nacional de Educación a Distancia 
 (UNED), Madrid
Miguel A. Santed
Universidad Nacionalde Educación a Distancia 
 (UNED), Madrid
Jesús Sanz
Yale University, Estados Unidos
Carmelo Vázquez
Universidad Complutense, Madrid
Rosa M.a Baños
Universidad Jaume I, Castellón
Amparo Belloch
Universidad de Valencia
Cristina Botella
Universidad Jaume I, Castellón
José Buendía
Universidad de Murcia
Paloma Chorot
Universidad Nacional de Educación a Distancia 
 (UNED), Madrid
M. Teresa Carrillo de la Peña
Universidad de Santiago de Compostela
Paz de Corral
Universidad del País Vasco, San Sebastián
Enrique Echeburúa
Universidad del País Vasco, San Sebastián
Bernardino Fernández-Calvo
Universidad de Salamanca
Concepción Fournier
Hospital Niño Jesús, Comunidad Autónoma
 de Madrid
Henar González
Universidad de Salamanca
José L. González de Rivera
Fundación Jiménez Díaz, Universidad Autonóma,
 Madrid
David R. Hemsley
Institute of Psychiatry, Denmark Hill, Londres
Milagros Hernández
Universidad de La Laguna, Tenerife
M. Pilar Jiménez
Universidad de Salamanca
vii
ix
Prefacio a la edición original
Durante la última década, estamos asistiendo a un enorme 
desarrollo en lo que podríamos englobar bajo el término ge né-
rico de «ciencias de la salud». Se están realizando importantes 
avances en áreas como las neurociencias, la psi co pa to lo gía ex-
perimental, la medicina conductual y la psicofi siología, que 
involucran tanto a los aspectos estrictamente teóricos o con-
ceptuales como a los metodológicos. Asimismo, se está pro-
duciendo un importante y necesario acercamiento, cada vez 
más visible, entre las ciencias biológicas, las psicológicas y las 
sociales en todo lo que concierne a la salud y la enfermedad 
humanas. La psicopatología es, probablemente, una de las 
áreas de conocimiento científi co donde más se han hecho 
notar estos cambios y avances. Nuestros métodos de investi-
gación son más potentes y efi caces, lo que nos permite dispo-
ner de más y mejores datos para comprender la naturaleza de 
las diversas alteraciones psicopatológicas; se están formulan-
do nuevas teorías, capaces de proporcionar mejores respues-
tas a los viejos problemas que tiene planteados nuestra 
disciplina, a la vez que se han reformulado y adaptado mu-
chas de las que ya existían; y como consecuencia de todo 
ello, los psicólogos clínicos poseen hoy más y mejores herra-
mientas para tratar con las alteraciones mentales y compor-
tamentales, que constituyen su campo de trabajo cotidiano.
Conscientes de todos estos aspectos, nos planteamos hace 
ya dos años elaborar un manual que refl ejara de un modo 
comprensivo los avances a que antes aludíamos. Un manual 
que pudiera aunar las descripciones clínicas con los datos 
más relevantes que nos proporcionan las investigaciones ac-
tuales y con las teorías, hipótesis y modelos explicativos que 
los sustentan. En defi nitiva, un manual que pudiera ser de 
utilidad tanto para los estudiantes universitarios que inician 
su formación en psicopatología y psicología clínica, como 
para los investigadores y profesionales de la salud en general, 
y de la salud mental en particular.
El manual cuenta con un amplio número de destacados 
colaboradores, todos ellos expertos investigadores o profesio-
na les del campo de la psicopatología y psicología clínica. To-
dos los capítulos mantienen una estructura básica común, 
incluyendo un resumen sobre aspectos fundamentales trata-
dos en el capítulo, una relación de términos clave defi nidos, y 
un conjunto de lecturas recomendadas para ampliar o profun-
dizar en los tópicos abordados por el capítulo en cuestión. 
Agradecemos profundamente a los colaboradores el esfuerzo 
que han tenido que realizar y su cooperación para mantener 
esta estructura general.
Con objeto de ofrecer al lector un cierto orden en la pre-
sentación de los diversos capítulos, hemos dividido la obra 
en seis partes (tres partes en cada volumen). La Parte I (Mar-
co general) incluye los aspectos básicos y conceptuales de la 
psicopatología, necesarios para tratar cualquier problema psi-
copatológico particular. De este modo, se abordan los capítulos 
sobre evolución histórica de la psicopatología, conceptualiza-
ción y modelos sobre la misma, estrategias generales de investi-
gación, y problemática de la clasifi cación y diagnóstico de los 
trastornos psicopatológicos.
La Parte II (Psicopatología y procesos psicológicos) trata 
de las anomalías que se producen en los procesos de conoci-
miento (las antiguamente denominadas «funciones»). En 
todos los capítulos se ha intentado ir más allá de la mera 
descripción semiológica tradicional, en la medida en que se 
ofrecen explicaciones de tales anomalías, sustentadas en los 
datos proporcionados por las investigaciones actuales que, a 
su vez, se basan en los modos, estrategias y modelos caracte-
rísticos de la psicología experimental «normal».
La Parte III (Trastornos asociados a necesidades biológi-
cas y adicciones) aborda el estudio de un grupo heterogéneo 
de alteraciones comportamentales relacionadas, primaria-
mente, con necesidades o impulsos de naturaleza biológica. 
Ahora bien, es evidente que, aunque necesaria, la perspectiva 
biológica dista mucho de ser sufi ciente para comprender la 
génesis y el mantenimiento de tales trastornos. El compo-
nente social de los mismos es imprescindible para abordarlos 
de un modo cabal, especialmente en el caso de algunos de 
esta sección, que tienen en común además el carácter adicti-
vo y de control del propio comportamiento por parte del 
individuo que los presenta.
La Parte IV (Estrés y trastornos emocionales) está dedica-
da a los trastornos que, hasta no hace mucho, se englobaban 
bajo el rótulo común general de «neurosis» (excepción he-
cha, naturalmente, de los trastornos bipolares que se incluían 
en el campo de las psicosis). Aunque inicialmente las neuro-
sis se asociaron a causas vinculadas a un mal funcionamiento 
del sistema nervioso, posteriormente se comprobó que éstas 
eran posiblemente las alteraciones psicopatológicas que pre-
sen ta ban una etiología de naturaleza más claramente psicoló-
gi ca. Las neurosis han derivado en un conjunto de trastornos 
diferentes, pero que poseen aspectos comunes al concepto 
tradicional de neurosis como, por ejemplo, la idea de con-
tacto con la realidad, los notorios desajustes emocionales y la 
vinculación con fenómenos del estrés. Esto hace necesario 
presentar inicialmente un enfoque psicopatológico sobre el 
estrés, fenómeno que puede estar implicado en cualquiera de 
este grupo de trastornos. Los trastornos de ansiedad y los 
depresivos (trastornos del estado de ánimo) constituyen el 
principal bloque de este tipo de alteraciones. Las antiguamen-
te denominadas neurosis histéricas se confi guran actualmente 
Prefacio a la edición originalx
en dos importantes categorías: los trastornos somatoformes 
y los trastornos disociativos; aparte, claro está, de algunos 
síndromes, como el trastorno hipocondríaco, que categori-
zado como trastorno somatoforme nunca ha sido entendido 
como alteración de tipo histérico.
La Parte V (Trastornos psicóticos y de personalidad) tra-
ta sobre los que podrían considerarse como los problemas 
más complejos con los que debe tratar hoy la psicopatolo-
gía. De hecho, la historia misma de esta disciplina está uni-
da inextricablemente a la historia de las psicosis: durante 
siglos, las psicosis fueron consideradas como sinónimo de 
locura o, al menos, como su más genuina expresión; y la lo-
cu ra era el objeto primigenio del estudio de la psicopatolo-
gía. Se trata, por tanto, de un tema complejo y arduo que 
requería de varios capítulos, cada uno de ellos orientado 
desde una perspectiva única. Sin embargo, esta división 
obedece más a criterios didácticos de ordenación que a la 
realidad misma de las psicosis, cuyo abordaje requiere sin 
duda el concurso de los enfoques biológicos, psicológicos y 
sociales. En cuanto a los trastornos de personalidad, confi -
guran uno de los capítulos más difíciles y uno de los retos 
más complicados que actualmente se plantean a la psicopa-tología. Es por ello que muchos de los manuales existentes 
pasan, quizá, como «de puntillas» por este tema. Nosotros 
hemos querido abordarlo del modo más amplio posible y el 
resultado ha sido, creemos, satisfactorio.
Finalmente, hemos reservado la Parte VI para la Psicopa-
tología del desarrollo, un concepto más adecuado a la reali-
dad del curso vital humano y a los capítulos que aquí se 
incluyen que a la diferenciación entre psicopatología infan-
til y psicopatología de la vejez. Naturalmente, estas dos últi-
mas áreas de especialización de la psicopatología tienen 
entidad por sí mismas y por separado, pero en un manual 
general como es éste, nos pareció más conveniente agruparlos 
bajo el rótulo general de «desarrollo» para enfatizar, precisa-
mente, su abordaje común desde una perspectiva evo lu ti va.
Esperamos, en fi n, que este manual sea de utilidad y lo-
gre los objetivos que nos propusimos en su concepción: or-
denar los conocimientos existentes sobre la psicopatología y 
presentarlos de un modo comprensivo y coherente. A todos 
los que nos han ayudado a conseguirlo, nuestro más profun-
do agradecimiento.
Amparo Belloch
Bonifacio Sandín
Francisco Ramos
xi
Prefacio a la edición revisada
Este Manual de Psicopatología se publicó por primera 
vez en 1995. Han pasado ya catorce años, y dieciséis si se 
tiene en cuenta que aquella primera edición empezó a gestar-
se dos años antes de que viera la luz. Nuestro propósito de 
entonces sigue siendo válido a día de hoy: recoger de forma 
comprehensiva el estado de conocimientos sobre la psicopa-
tología, con utilidad tanto para quienes comienzan a intere-
sarse por su estudio como para todos aquellos profesionales 
de la salud mental que desean contar con un texto que agru-
pe de forma sistemática y secuencial los conocimientos asen-
tados amén de los nuevos desarrollos de esta materia, que 
siempre concebimos como una disciplina básica de la psico-
logía científi ca. De ahí, precisamente, nuestro empeño por 
establecer la psicología como marco de referencia para la 
comprensión de los trastornos mentales y del comporta-
miento humano, en sus diversas etapas de desarrollo vital. 
Ese empeño, que era una apuesta novedosa y, por tanto, 
arriesgada en el marco de las publicaciones al uso, tuvo una 
acogida francamente extraordinaria, como lo muestran las 
sucesivas reimpresiones que ha tenido el Manual. Como es 
natural, esa aventura no hubiera sido posible sin la colabora-
ción entusiasta de todos los colegas que aceptaron formar 
parte de la misma.Y hay que decir, además, que la editorial 
McGraw-Hill/ Interamericana de España nos respaldó y 
apoyó de manera extraordinaria desde el principio. 
Como consecuencia de este respaldo incondicional, se 
nos planteó la necesidad de realizar una revisión de aquella 
primera edición, que aun no siendo exhaustiva, recogiera 
 algunos de los cambios importantes que se han venido pro-
duciendo en psicopatología, además de subsanar algunas im-
pre ci sio nes, errores o equívocos que, con el tiempo, hemos 
podido constatar en la obra original. Éste es, pues, el propó-
sito de esta edición revisada, que mantiene la estructura ori-
ginal tanto interna como de organización general del texto. 
Somos conscientes de que algunos capítulos hubieran 
precisado una más amplia remodelación —es cierto que se 
han producido algunas novedades y cambios interesan-
tes—, lo que no signifi ca que la información aportada en 
ellos no sea o, mejor dicho, no siga siendo válida. Sin em-
bargo, en otros capítulos o temas, son muy escasas las nove-
dades producidas, y la información aportada sigue siendo 
plenamente vigente a pesar de los años transcurridos. Es-
ta dis pa ri dad de avances es natural, pues sucede en cual-
quier dis ci pli na científi ca, por muy diversas razones que 
van desde el interés (o el desinterés) de la comunidad cien-
tífi ca por un determinado tema hasta el descubrimiento de 
nuevos hechos que provocan una auténtica revolución en 
un campo concreto. También es verdad que hasta las «revo-
luciones», al menos las científi cas, requieren cierto tiempo 
para asentarse, es decir, para demostrar que, efectivamente, 
aportan algo más que un simple cambio de modelo o una 
mera relectura de datos. Es por todo ello que hemos decidi-
do mantener en lo sustancial los contenidos previos, revi-
sándolos y actualizándolos cuando ha sido necesario, lo que 
no excluye, desde luego, una remodelación profunda de los 
mismos en un futuro no lejano. 
 Para terminar, no queremos dejar pasar la oportunidad 
de agradecer el apoyo y el interés que el Manual ha tenido 
a lo largo de estos años, no sólo por parte de los autores y la 
editorial, sino también y de manera muy especial, por todos 
los que han dedicado una parte de su tiempo a su lectura y 
estudio.
Amparo Belloch
Bonifacio Sandín
Francisco Ramos
 
Parte IV
ESTRÉS Y TRASTORNOS 
EMOCIONALES
El estrés 1
Bonifacio Sandín
Sumario
 I. ¿Qué es el estrés?
 II. Orientaciones teóricas sobre el estrés
A. Teorías basadas en la respuesta
B. Teorías basadas en el estímulo
C. Teorías basadas en la interacción
D. Modelo procesual del estrés
 III. Demandas psicosociales (estrés psicosocial)
A. Sucesos vitales
B. Sucesos menores (estrés diario)
 IV. Evaluación cognitiva
 V. Afrontamiento del estrés
A. Estilos de afrontamiento
B. El afrontamiento como proceso
C. Estrategias básicas de afrontamiento
 VI. La respuesta de estrés
A. Respuestas fisiológicas
B. Respuestas psicológicas
 VII. Apoyo social
 VIII. Variables personales de predisposición
A. Estrés y características personales
B. Tipos de reacción al estrés
 IX. Estrés, estado de salud y conductas relacionadas con la salud
A. Estrés y estado de salud
B. Estrés y conductas relacionadas con la salud
 X. Resumen de aspectos fundamentales
 XI. Términos clave
 XII. Lecturas recomendadas
 XIII. Referencias bibliográficas
Manual de psicopatología, vol. II4
I. ¿QUÉ ES EL ESTRÉS?
Tras leer un artículo de B. Don Franks publicado en una 
revista científi ca bajo el título What is stress? (Franks, 1994), 
llama la atención que después de más de medio siglo de 
profusa utilización del término «estrés» aún siga siendo ne-
cesario delimitar el signifi cado de dicho término en revistas 
especializadas. Y es que posiblemente no exista otro término 
en psicología sobre el que haya más ambigüedad y abuso. Es 
utilizado frecuentemente por psicólogos, médicos, psiquia-
tras, sociólogos... y por la gente en general, tanto en las con-
versaciones cotidianas como en la radio y la televisión. Hace 
más de veinte años, Hans Selye, sin duda una de las perso-
nas que más ha contribuido al conocimiento del estrés, ad-
vertía de este problema cuando decía que:
Hoy día todo el mundo parece hablar del estrés. Usted 
puede oírlo no sólo en las conversaciones diarias, sino 
también a través de la televisión, la radio, los diarios, y 
el elevado número de conferencias, centros de estrés 
y cursos universitarios dedicados a este tópico. Todavía 
muy poca gente defi ne el concepto con el mismo senti-
do o se preocupa de intentar una clara defi nición. La 
palabra estrés, como éxito, fracaso o felicidad, signifi ca 
cosas distintas para diferentes personas. ¿Es el estrés es-
fuerzo, fatiga, dolor, miedo, necesidad de concentra-
ción, humillación por censura, pérdida de sangre, o 
incluso un suceso inesperado que requiere una comple-
ta reestructuración de la propia vida? El hombre de ne-
gocios piensa de él como si se tratara de una frustración 
o tensión emocional, el controlador aéreo como un 
problema de concentración, el bioquímico y el endo-
crinólogo como un fenómeno puramente químico, el 
atleta como una tensión muscular (Selye, 1983, p. 2).
Tal vez por esto el conocimiento que tenemos actual-
mente sobre el estrés resulta bastante difuso y heterogéneo. 
En cierto sentido, el abuso del término ha contribuido a 
crear notable confusión que ha llegado incluso a notarse en 
los círculos científi cos. Tal diversidadhace difícil ofrecer 
una presentación comprensiva sobre el estrés y sus aspectos 
psicopatológicos. No obstante, para clarifi car el problema 
nada mejor que hacer una pequeña alusión al signifi cado de 
los primeros usos del término «estrés».
Se ha indicado que el término estrés ya fue empleado a 
partir del siglo xiv para referirse a experiencias negativas, 
tales como adversidades, difi cultades, sufrimiento, afl icción, 
etcétera Sin embargo, en el siglo xvii, por infl uencia del 
prestigioso biólogo y físico R. Hooke, el concepto de estrés 
se asocia a fenómenos físicos como presión, fuerza, distor-
sión (strain), etc. Hooke lo aplicó a estructuras fabricadas 
por el ser humano (por ejemplo, puentes) que tienen que 
aguantar el efecto de fuerzas diversas. A partir de este autor, 
los físicos e ingenieros empezaron a emplear tres conceptos 
relacionados basados en las características físicas de los cuer-
pos sólidos, denominados carga (load), distorsión (strain) y 
estrés (stress) (Cox, 1978; Feuerstein, Labbé y Kuczmier-
czyk, 1986; Hinkle, 1974; Lazarus, 1993a).
Carga signifi caba el peso ejercido sobre una estructura 
mediante una fuerza externa. Estrés era la fuerza interna pre-
sente en un área sobre la que actúa una fuerza externa, cuan-
do una estructura sólida es distorsionada; podría cuantifi -
carse en dinas por centímetro cuadrado. Strain (distorsión) 
era la deformación en tamaño o forma de la estructura res-
pecto a su estado original, debido a la acción conjunta de la 
carga y el estrés. Así pues, desde un punto de vista físico el 
estrés ha sido defi nido como una fuerza interna generada 
dentro de un cuerpo por la acción de otra fuerza que tiende 
a distorsionar dicho cuerpo. Los tres conceptos, carga, estrés 
y distorsión, fueron adoptados por la fi siología, psicología y 
sociología e infl uyeron en el desarrollo de las teorías sobre el 
estrés. El término carga en general derivó en estas ciencias al 
término de «estresor», para hacer alusión al estímulo induc-
tor de estrés. Los términos de estrés y strain, sin embargo, 
habitualmente se han confundido subsumiéndose ambos en 
el primero para denotar un estado del organismo («estado 
de estrés»); no obstante, a veces se pueden encontrar dife-
renciados, reservándose el término de estrés para referirse al 
estímulo, objetivamente mensurable, y el de strain para in-
dicar la respuesta individual (diferente en cada persona) al 
estresor.
A partir de este marco de referencia general, el concepto 
de estrés va a aplicarse de forma diferente según el sesgo del 
científi co. Así, mientras que los enfoques fi siológicos y bio-
químicos consideran el estrés en términos de respuestas, las 
orientaciones psicológicas y psicosociales, al poner más én-
fasis en la situación estimular, han tendido a asumir el estrés 
como un fenómeno externo, focalizado en el estímulo. Nos 
encontramos, por tanto, ante dos tipos de perspectivas, las 
que enfatizan el componente externo (estresor) y las que en-
fatizan el componente de respuesta fi siológica. Pronto, no 
obstante, se propuso un nuevo componente, específi camen-
te los factores psicológicos o subjetivos («cognitivos») que 
median entre los agentes estresantes y las respuestas fi sioló-
gicas de estrés. Estas tres orientaciones, es decir, estrés foca-
lizado en la respuesta (por ejemplo, Selye, 1956), en el estí-
mulo (por ejemplo, Holmes y Rahe, 1967) y en la interacción 
(Lazarus, 1966), marcarán el desarrollo de la teoría general 
del estrés y de su aplicación al campo psicopatológico, y así 
mismo clarifi carán, cada una a su modo, lo que debe enten-
derse bajo el concepto del estrés. Básicamente, se deduce 
que el estrés es un fenómeno complejo, que implica al me-
nos a estímulos y respuestas, y a procesos psicológicos diver-
sos que median entre ambos.
II. ORIENTACIONES TEÓRICAS SOBRE EL ESTRÉS
A. TEORÍAS BASADAS EN LA RESPUESTA
1. Teoría del estrés de Selye
Sin duda alguna, Hans Selye es la persona que ha populari-
zado el término «estrés», y es también quien puede conside-
rarse como fundador de este área de investigación aplicada a 
las ciencias de la salud (véase Sandín, 1984, para una amplia 
exposición sobre la teoría de este autor). La teoría del estrés 
Capítulo 1 El estrés 5
formulada por Selye, tanto en las primeras versiones (Selye, 
1954, 1960) como en otras más recientes (Selye, 1983), en-
tiende el estrés como una respuesta no específi ca del organis-
mo. Este autor ha defi nido el estrés como «el estado que se 
manifi esta por un síndrome específi co, consistente en todos 
los cambios inespecífi cos inducidos dentro de un sistema 
biológico. Así, el estrés tiene su forma y composición carac-
terísticas, pero ninguna causa particular» (1960, p. 65). El 
agente desencadenante del estrés (estresor o alarmígeno) es 
un elemento que atenta contra la homeostasis del organis-
mo. Es estresor, por tanto, todo agente nocivo para el equi-
librio del sistema homeostático del organismo.
En sus trabajos más recientes redefi ne el estrés enfatizan-
do que se trata de respuestas inespecífi cas del organismo a 
las demandas hechas sobre él. En algunos aspectos, asume 
Selye, cada demanda hecha sobre el organismo es única, es 
decir, específi ca. El calor, el frío, las drogas, el ejercicio mus-
cular, etc., elicitan ciertas respuestas altamente específi cas; 
por ejemplo, el calor produce sudoración, el ejercicio pro-
duce activación muscular y cardíaca, etc. Todos estos agen-
tes, sin embargo, poseen una cosa en común: incrementan 
la demanda de ajuste del organismo (necesidad de reequili-
brarse). Según esta teoría, cualquier estímulo puede ser es-
tresor siempre que provoque en el organismo la respuesta 
inespecífi ca de necesidad de reajuste o estrés.
Esta respuesta es una «respuesta estereotipada», que im-
plica una activación del eje hipotálamo-hipófi so-suprarrenal 
(con activación de corticoides) y del sistema nervioso autó-
nomo (véase la Figura 1.1). Si tal activación persiste pro-
duce un «síndrome de estrés» característico, consistente en 
1) hiperdesarrollo de la corteza suprarrenal (hiperplasia su-
prarrenal); 2) involución de la glándula timo, y 3) desarrollo 
de úlcera péptica. El estrés, indica Selye (1974), no es algo 
que por sí mismo deba ser evitado; puede estar asociado tan-
to a experiencias o estímulos desagradables como agradables 
(la carencia total de estrés signifi caría la muerte). Cuando se 
afi rma que un individuo sufre de estrés signifi ca que éste es 
excesivo, es decir, implica un sobreesfuerzo del organismo al 
sobreponerse al nivel de resistencia de éste (Sel ye, 1974; 
Sandín, 1989).
Cannon (1932) infl uyó de forma notoria en Selye, en 
particular a partir de su hipótesis sobre la homeostasis, es 
decir, la capacidad que tiene todo organismo para mantener 
constante un equilibrio interno. Pero, por otra parte, Can-
non también empleó el término de estrés; lo hizo para refe-
rirse a las reacciones de «lucha-huida», respuestas automáti-
cas que emiten los organismos en defensa de estímulos 
amenazantes externos o internos (por ejemplo, pérdida de 
sangre, excitación, etc.). En esta respuesta interviene básica-
mente la activación del sistema nervioso simpático, con la 
subsecuente liberación de catecolaminas por la médula su-
prarrenal (adrenalina y noradrenalina), liberación de gluco-
sa a los músculos, etc. Selye, aparte de elaborar un modelo 
sobre el estrés, cosa que no hizo Cannon, no sólo consideró 
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Figura 1.1. Patrón de respuesta de estrés. Vías principales que median la respuesta del organismo al estresor (según Selye, 1974) (CRF = corticotropin 
releasing factor, factor liberador de ACTH;ACTH = adrenocorticotropic hormone, hormona adrenocorticotropa; SNA = sistema nervioso autónomo).
Manual de psicopatología, vol. II6
la relevancia de la activación del sistema nervioso autóno-
mo, sino que sobre todo destacó la activación del sistema 
hormonal hipófi so-corticosuprarrenal (enfatizó más la im-
plicación de las hormonas de la corteza que de la médula 
suprarrenal).
La teoría de Selye tiene la ventaja de ofrecer una defi ni-
ción operativa del estrés basada en la acción de dos tipos de 
fenómenos objetivables, es decir, el estresor y la respuesta de 
estrés. Un estresor es cualquier demanda que evoca el patrón 
de respuesta de estrés referido. En sus últimas publicaciones 
Selye insiste en que un estresor no es únicamente un estímu-
lo físico; el estresor puede ser psicológico, cognitivo o emo-
cional (por ejemplo, miedo, ira, amor, pensamientos, etc.).
Por otra parte, subraya que la respuesta de estrés está 
constituida por un mecanismo tripartito que denomina sín-
drome general de adaptación (SGA). El SGA es la conside-
ración de la respuesta de estrés mantenida en el tiempo. 
Cuando ésta persiste se produce un síndrome estereotipado, 
caracterizado primariamente por hiperplasia suprarrenal, 
atrofi a en el timo y ganglios linfáticos, y signos de úlcera de 
estómago, junto con otros cambios orgánicos que se produ-
cen paralelamente. El desarrollo completo del síndrome in-
cluye las tres etapas siguientes (véase la Figura 1.2):
1. Reacción de alarma. Reacción del organismo cuando 
es expuesto repentinamente a diversos estímulos a los que 
no está adaptado. Se sugiere el término «reacción de alarma» 
para la respuesta inicial del organismo porque el síndrome 
probablemente representa una llamada general a las fuerzas 
defensivas del organismo. Esta etapa tiene dos fases, choque 
y contrachoque. La fase de choque constituye la reacción ini-
cial e inmediata al agente nocivo. Son síntomas típicos de 
esta fase la taquicardia, la pérdida del tono muscular y la 
disminución de la temperatura y la presión sanguínea. La 
descarga de adrenalina, corticotrofi na (ACTH) y corticoi-
des son reacciones primarias de defensa que empiezan du-
rante esta fase, pero que se hacen más evidentes en la si-
guiente fase. La fase de contrachoque es una reacción de 
rebote (defensa contra el choque) caracterizada por la movi-
lización de una fase defensiva, durante la cual se produce 
agrandamiento de la corteza suprarrenal con signos de hiper-
actividad (incremento de corticoides), involución rápida del 
sistema timo-linfático y, en general, signos opuestos a los de 
la fase de choque, es decir, hipertensión, hiperglucemia, 
diuresis, hipertermia, etc. Muchas de las enfermedades aso-
ciadas a estrés agudo corresponden a estas dos fases de la 
reacción de alarma.
2. Etapa de resistencia. Ningún organismo puede man-
tenerse constantemente en un estado de alarma. Si el agente 
es incompatible con la vida y se mantiene, el animal muere 
durante la reacción de alarma en pocas horas o días. Si el 
animal puede sobrevivir, la fase inicial de alarma es necesa-
riamente seguida por la «fase de resistencia». En esta etapa 
se produce adaptación del organismo al estresor junto con la 
consecuente mejora y desaparición de los síntomas. Se ca-
racteriza por una resistencia aumentada al agente nocivo 
particular y por una menor resistencia a otros estímulos. Así 
pues, se obtiene la impresión de que se adquiere la adapta-
ción a un agente a costa de la menor resistencia a otros agen-
tes. La mayoría de los cambios morfológicos y bioquímicos 
presentes durante la reacción de alarma desaparecen durante 
este período y en algunos casos se invierten. Por ejemplo, 
mientras que en la reacción de alarma se observan, en gene-
ral, fenómenos catabólicos, durante la fase de resistencia se 
evidencian signos de anabolismo.
3. Etapa de agotamiento. Si el organismo continúa ex-
puesto al estresor prolongadamente pierde la adaptación ad-
quirida en la fase anterior entrando en la tercera fase o de 
agotamiento. El agotamiento llega si el estresor es sufi cien-
temente severo y prolongado. Reaparecen los síntomas ca-
racterísticos de la reacción de alarma y puede signifi car la 
muerte del organismo.
A la teoría de Selye, no obstante, se le han puesto varias 
objeciones. Una primera es que, aun siendo un modelo de-
fi nido operacionalmente mediante estímulos (estresor) y 
respuestas (respuesta de estrés), presenta el inconveniente de 
que la teoría no está formulada de manera científi ca (Vin-
gerhoets, 1985), ya que no establece las condiciones para 
que un estímulo pueda ser considerado estresor indepen-
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Figura 1.2. Representación esquemática de las tres fases del síndrome general de adaptación. RA = reacción de alarma; ER = etapa de resistencia; 
EA = etapa de agotamiento (según Selye, 1960).
Capítulo 1 El estrés 7
dientemente de sus efectos («efectos de estrés»). Como vi-
mos más atrás, Selye defi ne el estresor de forma redundante, 
es decir, un estresor es un estímulo que produce estrés. Un 
segundo problema, también relacionado con el estresor, se 
refi ere al componente emocional de éste y al concepto de 
inespecifi cidad; la principal crítica a este respecto fue plan-
teada a raíz de los experimentos de J. W. Mason.
2. Crítica al concepto de inespecificidad
Una de las hipótesis más controvertidas de la teoría de Selye 
es su idea de que la respuesta de estrés es inespecífi ca, ya que 
puede observarse ante diversos estresores como el frío, el 
ejercicio físico, el calor o el dolor. Selye asume que todos 
estos estresores tienen en común que inducen activación. 
Sin embargo, lo que se desprende de los trabajos de Mason 
(1968, 1971) es que las denominadas respuestas inespecífi -
cas están producidas por estímulos emocionales, por lo que 
más apropiado que el concepto de inespecifi cidad sería el de 
«activación emocional».
Mason (1968) demostró que la gran sensibilidad que 
posee el sistema neuroendocrino para responder a los estí-
mulos emocionales permite sugerir que, en lugar de una res-
puesta inespecífi ca a las distintas amenazas, lo que existe es 
una respuesta específi ca para todos los estímulos emociona-
les. Según sugiere este autor basándose en sus trabajos sobre 
respuestas de estrés en primates, la respuesta de estrés podría 
interpretarse más bien como una respuesta provocada por el 
factor psicológico que acompaña a todos los agentes que 
amenzan la homeostasis del individuo. Sin embargo, para 
poder hipotetizar con cierta certeza que el estrés es una res-
puesta a factores psicológicos, era necesario separar experi-
mentalmente los efectos psicológicos de los físicos. Este fe-
nómeno fue realizado en gran medida por Mason mediante 
el trabajo que comentamos a continuación (Sandín, 1984).
Mason había observado que empleando agentes estreso-
res de laboratorio típicos, como el ayuno, la fatiga, el frío, 
las hemorragias, etc., resultaba extremadamente difícil aislar 
el componente psicológico. Mason trató de llevarlo a cabo 
utilizando el ayuno como estresor. Generalmente, si en un 
grupo de animales privamos a algunos de ellos durante va-
rios días de sus respectivas raciones de comida y esto lo ha-
cemos en presencia de los otros, es seguro que los animales 
sometidos al ayuno presentarán hiperactividad en la corteza 
suprarrenal (por ejemplo, niveles elevados de 17-hidroxi-
corticosteroides, 17-OHCS). Esto, sin embargo, no nos 
permite saber si el cambio en los 17-OHCS se debe real-
mente al ayuno, ya que los animales normalmente se mues-
tran disconformes ante el hecho de que sus compañeros co-
man y ellos no. Mason, para aislar este u otros posibles 
efectos psicológicos, diseñó un doble proceso experimental. 
Primero colocó a un grupo de monos en ayunas en un pe-
queño cubículo, privado, protegidos de la presencia de otros 
monos o de posibles factores extraños. En segundo lugar,les 
dio productos sabrosos, aunque no nutritivos, los cuales 
eran similares en apariencia y sabor a los de la dieta normal. 
Aunque los monos no comieron mucho de este producto, sí 
comieron lo sufi ciente para que penetrase en su tracto gas-
trointestinal. En estas circunstancias, concluye Mason, la 
respuesta de los 17-OHCS al ayuno no es signifi cativa.
A partir de estos datos se sugiere que el ayuno, por sí 
mismo, es inefi caz para inducir activación del eje hipotála-
mo-hipófi so-suprarrenal, siendo más bien la condición psi-
cológica que acompaña al ayuno lo que provoca la estimula-
ción de la respuesta de estrés. Resultados similares han sido 
obtenidos por este mismo autor al utilizar otros tipos de 
agentes estresores clásicos de laboratorio como, por ejem-
plo, el ejercicio y el calor. Estos tipos de agentes no alteran 
sustancialmente la actividad de la corteza suprarrenal, a no 
ser que impliquen algún componente de naturaleza psíquica 
(particularmente emocional). Algo semejante ocurre en se-
res humanos; por ejemplo, es conocido que el ejercicio físi-
co no modifi ca signifi cativamente los niveles habituales de 
17-OHCS plasmáticos o en orina, salvo cuando el ejercicio 
se desarrolla en situaciones competitivas.
Otra línea de evidencia aportada en favor de la impor-
tancia de los factores psicológicos, en contraste con los físi-
cos, en los estudios de estrés ha sido sugerida por las inves-
tigaciones de Weiss (1971). Este autor utilizó con ratas el 
paradigma experimental denominado «control uncido» 
(yoked control) según el cual dos animales («uncidos») reci-
ben, en un procedimiento de evitación activa, los mismos 
estímulos aversivos (por ejemplo, una descarga eléctrica), 
pero sólo uno de ellos tiene la posibilidad de controlar la 
emisión de tales estímulos. De este modo, pueden disociarse 
las características físicas del estresor, es decir, la frecuencia e 
intensidad de la descarga, y las características psíquicas, es 
decir, el control sobre los estímulos. Cualquier diferencia 
entre ambas condiciones experimentales (pasivo versus acti-
vo) se deberá a la percepción de control de los sujetos. Los 
animales sin control (pasivos) presentaron mayor grado de 
patología (niveles elevados de corticosterona, lesiones gás-
tricas), a pesar de haber recibido idéntico número (e inten-
sidad) de estresores físicos. El trabajo de Weiss indica que la 
respuesta de estrés depende del control (o percepción de 
control) que el sujeto tiene sobre el estresor, más que de las 
características físicas de éste.
3. Definición del estrés
Salvando algunos aspectos, la línea trazada por Selye ha sido 
asimilada por muchos autores. Básicamente, se ha asumido 
que el estrés implica dos conceptos, el de estresor y el de 
respuesta de estrés. Cuando se dice que alguien tiene estrés, 
tanto en el ámbito científi co como en otros medios, se asu-
me implícita o explícitamente que se trata de un estado del 
organismo producido por agentes diversos. Es decir, el es-
trés se entiende primariamente como una respuesta. Mu-
chas defi niciones del estrés han enfatizado este fenómeno. 
Nosotros hemos analizado algunas defi niciones propuestas 
basadas en la respuesta (Sandín, 1989) y, en general, en mu-
chas de ellas subyace la idea de que el estrés supone un esta-
Manual de psicopatología, vol. II8
do especial del organismo caracterizado por el sobreesfuer-
zo. Resumíamos el concepto de estrés en los siguientes 
términos:
En condiciones de equilibrio el organismo vive bajo la 
actividad normal de sus funciones biopsicosociales mo-
duladas por los ritmos de sueño y vigilia. Bajo estas con-
diciones, el funcionamiento fi siológico y psicológico 
está sometido a niveles de activación que se consideran 
normales. Esta activación fl uctúa según las vivencias 
diarias y ordinariamente está asociada a emociones (ira, 
tristeza, alegría, etc.). El estrés se produce cuando ocu-
rre una alteración en este funcionamiento normal por la 
acción de algún agente externo o interno. El organismo, 
en estas circunstancias, reacciona de forma extraordina-
ria realizando un esfuerzo para contrarrestar el desequi-
librio. La respuesta de estrés es extraordinaria, implica 
esfuerzo y produce una sensación subjetiva de tensión 
(presión). Esto suele suponer, además, un incremento 
de la activación o inhibición y, por tanto, un cambio en 
los estados emocionales (Sandín, 1989, p. 54).
El problema de algunos enfoques del estrés centrados en 
la respuesta ha consistido en entender que ésta es únicamen-
te orgánica (las respuestas de estrés implican tanto a los fac-
tores fi siológicos y conductuales como a los cognitivos). Lo 
que sí parece claro es que el estrés implica un proceso de 
reacción especial (sobreesfuerzo) ante demandas fundamen-
talmente de naturaleza psicológica.
B. TEORÍAS BASADAS EN EL ESTÍMULO
Las defi niciones basadas en el estímulo interpretan y entien-
den el estrés en términos de características asociadas a los 
estímulos del ambiente, interpretando que éstos pueden 
perturbar o alterar el funcionamiento del organismo. Aquí, 
en contraste con los modelos centrados en la respuesta, el 
estrés se localiza fuera del individuo, siendo el strain (efecto 
producido por el estrés) el aspecto correspondiente a la per-
sona (véase la Figura 1.3).
Esta aproximación trata el estrés como una variable in-
dependiente (al contrario que el enfoque anterior donde se 
considera como variable dependiente). Como ha referido 
Cox (1978), los modelos focalizados en el estímulo son 
esencialmente una analogía del modelo de la ingeniería ba-
sado en la ley de la elasticidad de Hooke. Esta ley física des-
cribe cómo las fuerzas (carga) producen deformación en los 
metales. La principal idea de la ley de Hooke es que el estrés 
(la carga o «demanda» que se ejerce sobre el metal) produce 
deformación (distorsión) del metal (es decir, strain). La ley 
establece que si el strain producido por un determinado es-
trés cae dentro de los límites de elasticidad del metal, cuan-
do el estrés desaparece el material retorna a su estado origi-
nal. Sin embargo, si el strain sobrepasa dichos límites, 
entonces aparecen daños permanentes. Por analogía con los 
sistemas físicos, se entiende que la gente posee también unos 
ciertos límites de tolerancia al estrés (como fuerza externa), 
pudiendo variar de unos individuos a otros. Por encima de 
tales límites el estrés empieza a hacerse intolerable y apare-
cen los daños fi siológicos y/o psicológicos. La orientación 
basada en el estímulo es la que más se acerca a la idea popu-
lar del estrés.
Un importante problema que se plantea al subsumir esta 
perspectiva teórica es la delimitación de las situaciones que 
puedan ser consideradas de estrés o «estresantes». Lógica-
mente, un inconveniente es que una situación puede ser 
muy estresante para una persona, pero muy poco a nada 
para otra (Sandín 2008a). En 1970, J. Weitz (citado por 
Cox, 1978) revisó esta cuestión y trató de clasifi car los dife-
rentes tipos de situaciones que han sido considerados como 
estresantes en la investigación; señaló las ocho categorías si-
guientes:
1) procesar la información velozmente;
2) estímulos ambientales dañinos;
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Figura 1.3. Modelos prototípicos del estrés basados en la respuesta (modelo A) y en el estímulo (modelo B) (adaptado de Cox, 1978).
Capítulo 1 El estrés 9
3) percepción de amenaza;
4) función fi siológica alterada (por ejemplo, como resul-
tado de enfermedad, pérdida de sueño, drogas, etc.);
5) aislamiento y confi namiento;
6) bloquear, obstaculizar;
7) presión grupal, y
8) frustración.
Los modelos del estrés basados en el estímulo han tenido 
gran infl uencia en psicopatología durante las dos últimas 
décadas. En términos generales, pueden circunscribirse en 
la perspectiva conocida como enfoque psicosocial del estrés o 
enfoque de los sucesos vitales (Sandín,2008b). El grupo de 
T. H. Holmes es, sin duda, uno de los principales responsa-
bles del desarrollo, al menos en su fase inicial, de esta orien-
tación del estrés. (Más adelante abordaremos el estrés desde 
el punto de vista de la relevancia que poseen las característi-
cas asociadas a la situación o ambiente.)
C. TEORÍAS BASADAS EN LA INTERACCIÓN
La principal teoría y máximo exponente de la perspectiva 
interaccional del estrés corresponde a Richard S. Lazarus 
(1966, 1993; Lazarus y Folkman, 1984). Las teorías interac-
tivas o transaccionales tienden a maximizar la relevancia de 
los factores psicológicos (básicamente cognitivos) que me-
dian entre los estímulos (estresores o estresantes) y las res-
puestas de estrés. Es cierto que los dos enfoques analizados 
atrás atienden y entienden la relevancia de los factores psi-
cológicos como elementos determinantes en gran medida 
de las respuestas de estrés; sin embargo, también es cierto 
que en general tienden a ver a la persona como algo pasivo 
en el proceso del estrés (suelen ignorar el rol activo de la 
persona en la ocurrencia del estrés). En cambio, en la pers-
pectiva interaccional se especifi ca que el estrés se origina a 
través de las relaciones particulares entre la persona y su en-
torno. Basándose en esta idea de interacción, Lazarus y Folk-
man (1984) defi nen el estrés como un conjunto de relaciones 
particulares entre la persona y la situación, siendo ésta valorada 
por la persona como algo que «grava» o excede sus propios re-
cursos y que pone en peligro su bienestar personal.
La idea central de la perspectiva interaccional, o mejor 
aproximación mediacional cognitiva (Lazarus, 1993a), se fo-
caliza en el concepto cognitivo de evaluación (appraisal). La 
evaluación es defi nida por este autor como el mediador cog-
nitivo de las reacciones de estrés (elemento mediador de las 
respuestas personales de estrés a los estímulos relevantes). La 
evaluación cognitiva es un proceso universal, mediante el 
cual las personas valoran constantemente la signifi cación de 
lo que está ocurriendo, relacionado con su bienestar perso-
nal. La teoría de Lazarus distingue tres tipos de evaluación: 
primaria, secundaria y reevaluación. La evaluación primaria 
se produce en cada encuentro o transacción con algún tipo 
de demanda externa o interna. Es el primer mediador psico-
lógico del estrés y puede dar lugar a cuatro modalidades de 
evaluación:
1. Amenaza. Anticipación de un daño que, aunque aún 
no se ha producido, su ocurrencia parece inminente.
2. Daño-pérdida. Se refi ere a un daño psicológico que 
ya se ha producido (por ejemplo, una pérdida irreparable).
3. Desafío. Hace referencia a la valoración de una situa-
ción que implica a la vez una posible ganancia positiva y 
una amenaza. Resulta de demandas difíciles, ante las que el 
sujeto se siente seguro de superarlas siempre que movilice y 
emplee adecuadamente sus recursos de afrontamiento.
4. Benefi cio. Este tipo de valoración no induciría reac-
ciones de estrés.
Un aspecto importante que se infi ere de la teoría de La-
zarus es que, a partir de las tres primeras formas de evalua-
ción, se pueden deducir tres tipos de estrés (de amenaza, 
pérdida y desafío). Otra consecuencia, no menos importan-
te, derivada de la plurifactorialidad de la valoración prima-
ria es que el estrés no es un fenómeno unitario; esto llevó a 
Lazarus a desterrar defi nitivamente la idea de que el estrés es 
meramente una forma de activación.
Los dos tipos restantes de evaluación ocurren temporal-
mente después de la primaria. La evaluación secundaria se 
refi ere a la valoración de los propios recursos para afrontar la 
situación. Se sugiere que la reacción del estrés depende sus-
tancialmente de la forma en que el sujeto valora sus propios 
recursos de afrontamiento. La valoración de los recursos 
personales determina en gran proporción que el individuo 
se sienta asustado, desafi ado u optimista. Los «recursos de 
afrontamiento» incluyen las propias habilidades de coping 
(por ejemplo, habilidades de solución de problemas), el 
apoyo social y los recursos materiales. Finalmente, la reeva-
luación implica los procesos de feedback que acontecen a 
medida que se desarrolla la interacción entre el individuo y 
las demandas externas o internas. La reevaluación permite 
que se produzcan correcciones sobre valoraciones previas; 
por ejemplo, tras ser valorados los recursos de afrontamien-
to, una demanda puede reevaluarse con mucho menor gra-
do de amenaza.
Lo que diferencia al modelo mediacional cognitivo de 
Lazarus de otras aproximaciones referidas más atrás es la 
gran relevancia que se asigna a la evaluación cognitiva. En 
gran parte, es el factor determinante de que una situación 
potencialmente estresante llegue o no a producir estrés en el 
sujeto. Esto supone, por otra parte, enfatizar la importancia 
de la persona como algo activo, interactuando con el medio 
ecológico. No se trata, por tanto, ni de un modelo situacio-
nal ni organísmico, sino relacional; se trata, en último tér-
mino, de un modelo procesual. El estrés es un proceso inter-
accional, es una relación particular entre la persona y la 
situación que se produce cuando la persona valora que las 
demandas gravan o exceden sus recursos de ajuste y hacen 
que peligre su bienestar (Lazarus y Folman, 1984). Una de-
fi nición equivalente es sugerida por DeLongis, Lazarus y 
Folkman (1988) cuando dicen que el estrés en sí mismo no 
es una variable simple, sino un sistema de procesos interde-
pendientes, incluidos la evaluación y el afrontamiento, que 
median en la frecuencia, intensidad, duración y tipo de las 
Manual de psicopatología, vol. II10
respuestas psicológicas y somáticas. (Véase Sánchez-Cáno-
vas, 1991a, para un análisis más específi co sobre el concepto 
y operacionalización del modelo de Lazarus.)
Algunos autores han venido proponiendo otros modelos 
de índole interaccional más o menos alternativos al de Laza-
rus, pero en esencia no muy diferentes del sugerido por éste. 
Uno de éstos es el «modelo transaccional del estrés» de Cox 
y Mackay (Cox, 1978). Se trata de un modelo organizado 
en varias etapas constitutivas de un sistema general que des-
cribe la forma en que actúa el estrés. Los autores entienden 
el estrés como parte de un sistema cibernético dinámico 
(mecanismos de feedback). Cox y Mackay establecen que el 
estrés se produce cuando se rompe el balance entre la per-
cepción de la demanda y la percepción de su propia capaci-
dad para hacer frente a la demanda (percepción de la capa-
cidad de afrontamiento). Los autores resaltan que lo 
realmente importante es la evaluación cognitiva de la poten-
cialidad estresante de la situación y de su habilidad para 
afrontarla.
D. MODELO PROCESUAL DEL ESTRÉS
El estrés, lejos de ser un concepto simple y estático, implica 
un conjunto complejo de variables que funcionan a diferen-
tes niveles y que interaccionan entre sí diacrónicamente. 
Puede deducirse que el estrés implica ciertos elementos 
esenciales como la presencia de agentes externos o internos, 
procesos de evaluación cognitiva, estrategias de afronta-
miento, y un complejo de respuestas psicológicas y fi siológi-
cas que suelen defi nirse como «reacción de estrés», amén de 
la infl uencia de variables moduladoras asociadas a elemen-
tos predisposicionales (por ejemplo, tipos de personalidad) 
y demográfi cas (por ejemplo, sexo).
En 1995, fecha en que apareció la primera edición de 
este Manual de psicopatología, presenté un modelo que de-
nominé «modelo procesual del estrés», mediante el cual pre-
tendía organizar las distintas variables básicas que directa o 
indirectamente se relacionan con el estrés, y que tienen que 
ver de forma importante con la psicopatología del estrés. El 
éxito y aceptación que este modelo ha tenido en la comuni-
dad científi ca ha superado con mucho mis expectativas (se 
ha utilizado en tesis doctorales y en muchos otros trabajos 
de investigación), pues únicamente pretendía disponer deun marco de referencia para llevar a cabo nuestro análisis 
sobre los diferentes componentes del estrés, sus interrelacio-
nes y sus mecanismos psicopatológicos. No pretendía, por 
tanto, añadir un modelo más a los muchos existentes.
Recientemente (Sandín, 2008a) presentamos una revi-
sión a nuestro modelo, fruto de la evidencia de la investiga-
ción sobre el estrés generada durante estos últimos años. Di-
cho modelo, que presentamos en la Figura 1.4, es una forma 
revisada del modelo original publicado en 1995. Los princi-
pales cambios hacen referencia a diferentes componentes 
del modelo, entre los que se incluyen la evaluación cogniti-
va, las demandas psicosociales, y los factores sociales, ade-
más de diferenciar entre las variables mediadoras y modula-
doras de las respuestas de estrés y del estado de salud. 
Aunque en la versión inicial del modelo incluíamos, en lí-
nea con el modelo transaccional de Lazarus, la separación 
entre evaluación primaria y secundaria como concepto cen-
tral de la evaluación psicológica del estrés, el modelo actual 
sustituye tal concepto (a mi entender, un concepto artifi -
cial) por la integración entre el tipo de amenaza (pérdida, 
daño, etc.) y las características cognitivas de la demanda psi-
cosocial (control, predecibilidad, independencia, etc.).
El modelo se estructura sobre la base de las siete etapas 
siguientes:
1. Demandas psicosociales. Se refi ere a los agentes exter-
nos causales primariamente del estrés. En principio, esta di-
mensión podría incluir no sólo los factores psicosociales, 
sino también los agentes ambientales naturales (por ejem-
plo, radiación, electricidad atmosférica, frío, calor, viento, 
humedad, magnetismo, etc.) y artifi ciales (ruido, contami-
nación atmosférica, radiaciones, etc.). Este tipo de estreso-
res se han denominado estresores ambientales y, posiblemen-
te, no sean menos importantes que los psicosociales. El 
ruido de la ciudad, la congestión del tráfi co o la elevada 
densidad de población se han sugerido como agentes alta-
mente patógenos para la salud somática y psicológica (véase 
Cohen, Evans, Stokols y Krantz, 1986; Sandín, 1984). Es-
pecífi camente hablando, cuando aludimos al estrés psicoso-
cial nos referimos a los sucesos mayores o sucesos vitales 
(por ejemplo, pérdida de trabajo), a los sucesos menores (es-
trés diario) y al estrés crónico (por ejemplo, estrés laboral). 
Un factor importante relacionado con las demandas psico-
sociales es el estatus socioeconómico (generalmente un esta-
tus socioeconómico bajo suele asociarse a más estresores psi-
cosociales, a peor apoyo social y a características personales 
negativas) (Sandín, 2008a).
2. Evaluación cognitiva. Se refi ere a la valoración cogni-
tiva que efectúa el individuo con respecto a la situación o 
demanda psicosocial. La evaluación cognitiva suele ser cons-
ciente, aunque también puede no serlo, y suele implicar 
siempre alguna forma de amenaza para el individuo. Estu-
dios acumulados en los últimos años sugieren que al menos 
existen dos tipos de facetas relacionadas con la evaluación 
cognitiva del agente estresor relevantes para el estrés. Una 
viene dada por el tipo de amenaza suscitado por la demanda 
psicosocial, la cual puede ser de pérdida (por ejemplo, por la 
desaparición de un ser querido), de un peligro más o menos 
inminente (por ejemplo, porque la situación se asocie a un 
posible daño o atente contra la integridad del individuo), o 
de desafío (por ejemplo, porque suponga un reto personal). 
Estos tres tipos generales de valoración de la situación estre-
sora pueden depender fundamentalmente de la naturaleza 
propia de la demanda, de las características del individuo 
(variables personales), o de ambas cosas. Asimismo, la eva-
luación de la demanda psicosocial puede implicar que ésta 
se valore según diversas características (características de la 
demanda), tales como la valencia (la demanda puede ser va-
lorada como algo negativo o positivo), la independencia (la 
demanda puede valorarse como independiente o depen-
Capítulo 1 El estrés 11
diente de las acciones del individuo), la predecibilidad (la 
demanda puede ser esperada o puede ocurrir de forma ines-
perada para el individuo), y la controlabilidad (el individuo 
puede percibir que puede controlar o no la demanda psico-
social). (Para más información sobre la relevancia de estas 
dimensiones véase Sandín, 2008a.)
3. Respuesta de estrés. Incluye en primer lugar el comple-
jo de respuestas fi siológicas, tales como las neuroendocrinas 
y las asociadas al sistema nervioso autónomo. A esta tercera 
fase incorporamos también las respuestas psicológicas que 
contribuyen a constituir la «respuesta de estrés», tales como 
las respuestas emocionales. Aparte de estas últimas, existen 
también componentes cognitivos y motores, muchas veces 
difíciles de separar de los emocionales. No obstante, al defi -
nir la respuesta de estrés, los autores suelen estar totalmente 
de acuerdo en lo que respecta a las reacciones fi siológicas, 
pero no tanto con las reacciones psicológicas. Las respuestas 
fi siológicas implican sobre todo al sistema neuroendocrino 
(liberación de catecolaminas y cortisol fundamentalmente) 
y al sistema nervioso autónomo (activación del simpático e 
inhibición del parasimpático (Sandín, 2001). Las respuestas 
psicológicas relacionadas con el estrés son fundamental-
mente de tipo emocional, y particularmente suelen tratarse 
de respuestas de ansiedad y/o depresión.
4. Afrontamiento. Se refi ere a los esfuerzos conductuales 
y cognitivos que emplea el sujeto para hacer frente a las de-
mandas estresantes, así como también para suprimir el esta-
do emocional del estrés. En realidad, ésta es la última etapa 
del proceso del estrés propiamente dicho. Estas cuatro fases, 
no obstante, interaccionan constantemente en un proceso 
dinámico. Así, por ejemplo, un afrontamiento efi caz del es-
trés podría infl uir por feedback negativo sobre la valoración 
cognitiva de la situación, así como sobre la propia situación 
psicosocial. Una relación muy estrecha ocurre entre el 
afrontamiento y los componentes psicológicos y fi siológi-
cos de la respuesta de estrés (en el gráfi co indicamos esta 
relación particular). De hecho, en ciertas circunstancias re-
sulta difícil separar una reacción emocional o cognitiva y 
un proceso de afrontamiento (por ejemplo, la conducta de 
descargar el mal humor con los demás). El afrontamiento, 
al igual que la evaluación cognitiva, es una variable media-
dora de la respuesta de estrés (las variables mediadoras in-
tervienen por sí mismas activando o reduciendo las respues-
tas de estrés, es decir, median los efectos de los estresores 
sobre las respuestas; las variables moderadoras o modulado-
ras actúan sobre las variables mediadoras, moderando (mo-
dulando) dichas respuestas (Sandín, 2008a). Una descrip-
ción de las diferentes formas de afrontamiento que suele 
utilizar la gente para afrontar el estrés se encuentra en el 
Cuestionario de Afrontamiento del Estrés de Sandín y Cho-
rot (2003). El afrontamiento, con independencia de cuál 
sea la naturaleza del estresor, sirve, bien para cambiar la si-
tuación de la que emergen los estresores, bien para modifi -
car el signifi cado de la situación para reducir su grado de 
amenaza, o bien para reducir los síntomas del estrés. Por 
tanto, podría decirse que el afrontamiento constituye el ele-
mento esencial que emplea el individuo para hacer frente al 
estrés, pudiendo dirigir su acción tanto a los estresores (tra-
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IXKFigura 1.4. Modelo procesual del estrés y principales relaciones entre los siete componentes básicos: (1) demandas psicosociales (comúnmente 
«estrés psicosocial»), (2) evaluación cognitiva, (3) respuesta de estrés, (4) afrontamiento, (5) características personales, (6) características sociales (apoyo 
social y nivel socioeconómico), y (7) estatus de salud (en línea discontinua se indican relaciones de feedback). Las fl echas gruesas indican relaciones de 
mediación (líneas continuas) y modulación (líneas discontinuas). Adaptado de Sandín (2008), El estrés psicosocial: Conceptos y consecuencias clínicas. 
Madrid: Klinik, p. 21).
Manual de psicopatología, vol. II12
tando de eliminarlos o reducir su nivel de amenaza) como a 
sus propias respuestas fi siológicas, psicológicas o sociales 
(Sandín, 2003, 2008).
5. Características personales. Incluye todo un conjunto 
de variables que pueden infl uir sobre las cuatro etapas ante-
riores. Pertenecen a este nivel variables como los tipos de 
personalidad, los factores hereditarios en general, el sexo, la 
raza, etc. Son variables relativamente estables en el indivi-
duo, y que diferencian a unos individuos de otros. Las per-
sonas no sólo pueden percibir de forma diferente las amena-
zas de las situaciones estresantes, sino que también pueden 
emplear diferentes habilidades, capacidades y recursos, tan-
to personales como sociales (familia, amigos, etc.) para ha-
cer frente a las condiciones potencialmente estresantes 
(Sandín, 2003). Las características personales pueden deter-
minar en gran medida la evaluación que el individuo haga 
de la demanda psicosocial, pero también infl uyen en las 
 estrategias de afrontamiento (existen disposiciones perso-
nales para responder al estrés más con unas estrategias que 
con otras), razón por la cual dichas características constitu-
yen en todos los sentidos los principales recursos personales 
del afrontamiento ante el estrés (Sandín, 2003) (los recur-
sos refl ejan una dimensión latente del afrontamiento, ya 
que son algo potencial para la acción, pero no la acción en 
sí misma). Se han señalado en la literatura científi ca dife-
rentes formas de recursos individuales de afrontamiento, 
tales como el locus de control, la percepción de control, la 
autoefi cacia, la autoestima, el sentido del optimismo, la re-
siliencia, etc. (Becoña, 2006). Parece indudable que todas 
estas variables personales pueden mediar las respuestas del 
estrés a través de su acción sobre los mecanismos de afron-
tamiento y otros niveles del proceso del estrés (véase Pele-
chano, 2008).
6. Características sociales. Las características sociales re-
levantes para el estrés son el apoyo social, el nivel socioeco-
nómico y las redes sociales. El apoyo social puede ser consi-
derado como un recurso (social) del afrontamiento del estrés 
(Sandín, 2003). En este sentido, el apoyo social sería como 
un «fondo» del que la gente puede disponer cuando necesita 
hacer frente a los estresores. El apoyo social generalmente 
hace referencia a las acciones llevadas a cabo a favor de un 
individuo por otras personas, tales como los amigos, los fa-
miliares y los compañeros de trabajo, los cuales pueden pro-
porcionar asistencia instrumental, informativa y emocional. 
Aunque el apoyo social puede consistir tanto en ayuda per-
cibida como en ayuda recibida, los efectos del apoyo social 
percibido parecen ser más signifi cativos que los del apoyo 
social recibido. El apoyo social no debe confundirse con las 
redes sociales. Mientras que éstas pueden ser consideradas 
como la totalidad de los recursos sociales de los que un in-
dividuo puede potencialmente disponer, el apoyo social re-
presenta los recursos que en realidad utiliza para hacer fren-
te a los problemas y difi cultades de la vida. Un aspecto 
importante consistiría en integrar la implicación conjunta 
de estos componentes, es decir, tanto el apoyo social perci-
bido (y recibido) por el individuo como la estructura y redes 
sociales en que se articula dicho apoyo social. La pertenen-
cia al grupo ayuda a los individuos a manejar la información 
relacionada con el estrés, así como también a incrementar su 
nivel de autoestima y de resistencia a los efectos de éste. 
(Sandín, 2003). Recientemente se ha aportado evidencia so-
bre la enorme relevancia del nivel socioeconómico en los di-
versos procesos relacionados con el estrés (demandas psico-
sociales, formas de afrontamiento, etc.; véase Sandín y 
Valiente, 2008).
7. Estatus de salud. Más que una fase del proceso del 
estrés se trata de un resultado del mismo. Este estado de sa-
lud, tanto psicológico como fi siológico, depende del funcio-
namiento de las fases anteriores. Un afrontamiento inapro-
piado (por ejemplo, fumar, autoaislamiento, reducción del 
ejercicio físico, etc.) puede ser nocivo para la salud. La psi-
copatología del estrés trata de explicar los mecanismos del 
estrés, en sus diferentes niveles de actuación, relacionados 
con la alteración de la salud. Al abordarse este problema, 
generalmente cada autor, si bien suele tratar de integrar en 
mayor o menor grado los diferentes componentes, princi-
palmente toma como marco de referencia un aspecto o fase 
del proceso del estrés. Así, nos encontramos con autores que 
ponen el mayor énfasis en los sucesos vitales, otros desarro-
llan modelos a partir de las variables de personalidad, algu-
nos se centran en el afrontamiento (por ejemplo, activo o 
pasivo), y no pocos en las reacciones emocionales (por ejem-
plo, ira, depresión, desesperanza, etc.).
A continuación nos centraremos en el análisis psicopa-
tológico más pormenorizado sobre cada una de estas etapas 
o componentes del estrés. Al hacer este análisis, y siempre 
que sea pertinente, haremos referencia a algún modelo o 
teoría psicopatológica relevante formulada a la sombra de 
cada orientación. Al hacerlo de esta forma, no obstante, no 
asumimos que dichas etapas actúen independientemente. 
Pretendemos con ello, en cambio, ofrecer al lector una vi-
sión más clara y más ajustada a la forma en que se ha inves-
tigado el estrés según los diferentes puntos de vista teó-
ricos.
III. DEMANDAS PSICOSOCIALES 
(ESTRÉS PSICOSOCIAL)
Corresponde a la primera fase del modelo que hemos pre-
sentado en la Figura 1.4. Se centra en los agentes externos 
(psicosociales) estresantes. Mantenemos el término de «es-
trés psicosocial» porque en esta perspectiva se entiende que 
los acontecimientos estresantes constituyen el estrés, los 
cuales producen alteración (strain) en el funcionamiento 
psicológico y somático del organismo. Incluimos en este 
apartado dos tipos diferenciados de demandas psicosociales 
o estrés psicosocial, uno centrado en los denominados suce-
sos vitales (life events), o sucesos vitales mayores, y otro cono-
cido como estrés diario, o sucesos menores (también mi-
croeventos). Un análisis reciente más amplio sobre esta 
cuestión, en la que también se aborda el estrés crónico, pue-
de encontrarla el lector en Sandín (2008).
Capítulo 1 El estrés 13
A. SUCESOS VITALES
1. El enfoque de los sucesos vitales: 
Nuevo marco teórico del estrés
El desarrollo de la aproximación conocida como «enfoque 
de los sucesos vitales» se debe indudablemente al grupo de 
Th omas H. Holmes. Sin embargo, las ideas de dos defenso-
res de la conceptuación de la enfermedad como un proceso 
biopsicosocial, Harold G. Wolff y Adolf Meyer, infl uyeron 
signifi cativamente en la orientación científi ca de aquél. De 
forma particular Meyer, interesado por la interrelación entre 
la biología, la psicología y la sociología, en relación con los 
procesos de salud y enfermedad, desarrolló durante las déca-
das de los años veinte y treinta lo que denominó life chart 
(historia vital). Mediante esta fi cha personal, en cada pa-
ciente se describían sus situaciones vitales ordenadas crono-
lógicamente. Dichas situaciones vitales eran experiencias de 
la persona, bien relativas a su estilo de vida (por ejemplo, 
problemas con la ley) o bien porquele implicaban de alguna 
forma (por ejemplo, muerte de un familiar). Meyer preten-
día con esto conocer el contexto psicosocial en el que apare-
cían las enfermedades.
Basándose en gran medida en estas ideas, Holmes co-
menzó a desarrollar un nuevo marco teórico y metodológico 
para investigar las relaciones entre el estrés y la enfermedad 
basada en los fenómenos psicosociales. Su primera idea a 
este respecto, que llevó a cabo con el sociólogo Norman 
Hawkins, consistió en transformar la «historia personal» en 
una prueba de autoinforme, dando lugar a la Schedule of 
Recent Experience (SRE) (Inventario de Experiencia Recien-
te). Con la primera versión de la SRE (alrededor de 1956), 
Holmes intentó refl ejar el «gravamen psicosocial» a que es-
tán sometidos los individuos (en particular los que padecen 
alguna enfermedad) para relacionarlo con la salud. La SRE 
consistía en ítems sobre sucesos vitales (life events). Estos no 
fueron seleccionados de forma arbitraria o especulativa; sólo 
se seleccionaron los que habían resultado ser signifi cativos 
en las historias personales, y que parecían asociarse con el 
inicio de las enfermedades. Los sucesos vitales son defi nidos 
por Holmes como eventos sociales que requieren algún tipo 
de cambio respecto al habitual ajuste del individuo. Se asu-
me, por tanto, que los sucesos vitales pueden evocar prima-
riamente reacciones psicofi siológicas. De este modo, los suce-
sos vitales podrían denominarse igualmente como «cambios 
vitales». A mayor cambio (por ejemplo, por la suma de va-
rios sucesos vitales), mayor probabilidad de enfermar. Esta 
aproximación suponía un cambio radical respecto a la tradi-
cional orientación médica, sustituyendo el clásico modelo 
que entiende la causa de la enfermedad unifactorialmente 
(agente patógeno) por un enfoque más complejo y multidis-
ciplinar (bio-psico-social). Este fenómeno tal vez es uno de 
los aspectos más importantes de la orientación psicosocial 
del estrés.
El grupo de Holmes publicó el primer método escalado 
para cuantifi car el estrés psicosocial (impacto psicosomático 
potencial) (Holmes y Rahe, 1967). A partir de aquí univer-
salizó toda una línea de investigación sobre el estrés y la sa-
lud que sigue vigente en el momento actual. Los sucesos 
vitales son defi nidos como experiencias objetivas que alte-
ran o amenazan con alterar las actividades usuales del indi-
viduo, causando un reajuste sustancial en la conducta de 
dicho individuo (Sandín, 2008b; Th oits, 1983). De hecho, 
como se ha sugerido en diversas publicaciones (Dohrenwend 
y Dohrenwend, 1984; Sandler y Guenther, 1985), la princi-
pal propiedad aceptada como defi nitoria de los sucesos vita-
les es el cambio; los sucesos vitales son aquellos aconteci-
mientos que implican cambio en las actividades usuales de 
los individuos que los experimentan (el potencial estresante 
de un suceso vital está en función de la cantidad de cambio 
que conlleva). Tales sucesos vitales pueden ser extraordina-
rios y extremadamente traumáticos, pero a veces son even-
tos más o menos normativos, tales como el matrimonio, el 
divorcio, la pérdida de trabajo o las pequeñas violaciones de 
la ley. Puesto que los sucesos vitales se asumen como fenó-
menos que inducen reacciones fi siológicas y/o psicológicas 
perturbadoras, es frecuente encontrarlos en la bibliografía 
científi ca bajo la denominación de «sucesos vitales estresan-
tes». No obstante, algunos autores han sugerido que esta 
denominación debería evitarse, ya que la frase implica una 
tautología, esto es, que los sucesos vitales son identifi cados 
por las respuestas que evocan (los sucesos vitales estresantes 
son aquellos que producen estrés) (Sandín, 2008b; Th oits, 
1983).
2. Sucesos vitales múltiples
A veces se ha investigado el efecto de sucesos vitales únicos 
(aproximación de evento único) sobre la salud. En estos casos 
generalmente se selecciona un caso o un grupo de casos que 
han sufrido un acontecimiento vital altamente traumático. 
En estos tipos de investigación se hace un estudio psicopa-
tológico intensivo sobre el caso o grupo de sujetos. Esta mo-
dalidad de investigar el estrés se ha basado en diversos tipos 
de eventos, sobre los cuales podrían destacarse las siguientes 
siete categorías (Sandín, 1993):
1) trabajos relacionados con situaciones bélicas (prisio-
neros en campos de concentración, veteranos del 
Vietnan, etc.);
2) víctimas del terrorismo;
3) víctimas de la violencia en general (violación, niño 
maltratado, etc.);
4) personas con enfermedades terminales u operaciones 
quirúrgicas mayores;
5) casos de migraciones;
6) desastres naturales (terremotos, inundaciones, etc.), 
y
7) sucesos vitales altamente traumáticos (divorcio, pér-
dida, etc.).
Sin embargo, Holmes introdujo la aproximación basada 
en el estudio de sucesos múltiples. Las directrices de esta línea 
Manual de psicopatología, vol. II14
se han basado en estudiar el impacto de los sucesos vitales 
recientes (evaluados generalmente de forma retrospectiva; 
por ejemplo, los correspondientes a los dos últimos años) 
sobre la salud. Esta orientación es la que ha tenido un desa-
rrollo más signifi cativo durante las dos últimas décadas, 
 sobre todo por haber desarrollado un nuevo método de eva-
luación del estrés, centrado en esta aproximación multi-
evento. Holmes partió de la idea de que el estrés que experi-
menta una persona en la vida real debe obedecer a múltiples 
sucesos, ya que raramente los individuos están expuestos al 
efecto de un solo evento durante un período de tiempo más 
o menos largo.
El Inventario de Experiencia Reciente (Schedule of Recent 
Experience; SRE) es el primer instrumento psicométrico de-
sarrollado por el grupo de Holmes; incluye una lista de su-
cesos vitales en la que el sujeto debe señalar los que le han 
ocurrido en un período de tiempo reciente (generalmente 
hasta los dos o tres últimos años). En 1967, Holmes y Rahe 
publican la Escala de Estimación del Reajuste Social (Social 
Readjustment Rating Scale, SRRS); consiste en un método 
psicométrico estándar de estimación del reajuste social me-
diante unidades de cambio vital (UCV). Se trata de asignar 
un valor (ponderación) a cada suceso vital. Cada valor de la 
escala representa una estimación del cambio vital o grado de 
cambio y reajuste impuesto por el suceso vital. La construc-
ción de la SRRS la llevaron a cabo siguiendo un procedi-
miento de escalamiento basado en la psicofísica. La SRRS 
tenía como fi nalidad servir de referencia para cuantifi car el 
estrés (en unidades de cambio vital) correspondiente a los 
sucesos registrados en la SRE. La SRRS incluye una lista de 
43 sucesos ordenados según su valor en UCV. Así, por ejem-
plo, el primer suceso de la jerarquía es el correspondiente a 
la «muerte del esposo/a», con un valor de 100, el suceso vital 
«matrimonio» ocupa el séptimo lugar con 50 UCV, y las 
pequeñas «violaciones de la ley» ocupan el último lugar con 
11 UCV (la lista de la SRRS aparece reproducida con mu-
cha frecuencia en las publicaciones sobre el estrés).
Mediante este procedimiento, Holmes y cols. llevaron a 
cabo amplios estudios en los que demostraban que muchos 
de estos sucesos precedían al desarrollo de los trastornos, 
tanto físicos como psicológicos (Holmes y David, 1989). 
Esta idea ha sido apoyada por muchos otros autores que han 
empleado la SRE o derivaciones de ésta (véanse Barret, 
1979; Fisher y Reason, 1988; Holmes y David, 1989). Las 
escalas SRE y SRRS han ejercido una gran infl uencia sobre 
los métodos actuales de evaluación del estrés psicosocial. 
Recientemente indicamos a este respecto lo siguiente:
Prácticamente la totalidad de los cuestionarios actuales 
sobre sucesos vitales, que por cierto son muchos, se 
fundamentan o solapan de forma más o menos explíci-
ta con la SRE. Este cuestionario sufrió con el tiempo 
modifi caciones efectuadas por autores asociados al pro-
pio grupo de Holmes, bien por necesidades de adaptar-
lo a poblaciones específi cas

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