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1e r t ri m es tr e 20 00 9 778411 355668 0 0 0 1 9 P.V.P. 1000 PTA. 6,01 EURO Los orígenes de la humanidad Sumario Nuestros antepasados más remotos Louis de Bonis El antepasado común de los chimpancés y de los seres humanos, Proconsul, vivió hace 18 millones de años. Luego las especies que habitaban en los bosques condujeron a los grandes simios actuales, mientras que las de las sabanas originaron los primeros homínidos. Una historia del origen de los homínidos Yves Coppens Los homínidos se diferenciaron de los grandes monos en Africa y surgió la humanidad. Los hechos se desencadenaron por acontecimientos tectónicos y luego continuaron con las adaptaciones exigidas por los cambios climáticos. Los australopitecos Anne-Marie Bacon Si nuestro antepasado fue un australopiteco, ¿cuál de ellos era? Cada vez es más patente la enorme diversidad de este grupo y no siempre puede determinarse si las diferencias observadas se deben al dimorfismo sexual o a la pertenencia a distintas especies. Fósiles de antiguos homínidos africanos Meave Leakey y Alan Walker Una nueva especie de Australopithecus, el antepasado de Homo, hace remontar los orígenes de la bipedestación a unos cuatro millones de años. De Africa ¿una... y otra vez? Ian Tattersall Africa es el lugar de nacimiento de la humanidad. Pero ¿cuántas especies humanas surgieron allí? ¿Cuándo emigraron? Los yacimientos de Atapuerca Emiliano Aguirre Los depósitos de antiguas cuevas en la sierra burgalesa de Atapuerca contienen un tesoro singular de datos arqueológicos, paleontológicos y paleoclimáticos del Pleistoceno Medio. 4 8 16 22 28 38 El Hombre de Orce Domènec Campillo y Josep Gibert En 1982 se exhumó un fragmento craneal en Venta Micena cuya antigüedad se evaluó en 1,6 millones de años. Tras una viva polémica se acepta hoy su carácter homínido, aunque son muchas todavía las cuestiones relacionadas que esperan solución. Capacidad cerebral y evolución humana Robert D. Martin Los cambios de mayor alcance experimentados por la sociedad humana han ido acompañados de un descenso progresivo del tamaño del cerebro. El reloj dentario y el crecimiento de los homínidos Fernando Ramírez Rozzi Ciertas líneas del esmalte de los dientes reflejan las fases de la prolongada etapa de crecimiento que caracteriza a los individuos del actual género humano. Tal ampliación es un fenómeno relativamente reciente, como demuestran las comparaciones con otras especies hominoideas. Evolución de la marcha humana C. Owen Lovejoy Los rasgos de la pelvis muestran que Lucy, un homínido que vivió hace tres millones de años, caminaba erguida. La bipedestación podría remontarse a las fases aurorales de la evolución humana, junto con otros cambios relacionados con la estructura familiar. Carroñeo y evolución humana Robert J. Blumenschine y John A. Cavallo El consumo de carne por los primeros homínidos contribuyó a conformar la evolución del cerebro, del comportamiento y de la capacidad creadora de utensilios. Nuestros antepasados eran, sin embargo, mejores carroñeros que cazadores. El hombre moderno de Oriente Medio Ofer Bar-Yosef y Bernard Vandermeersch El Homo sapiens moderno precedió a los neandertales en la región del monte Carmelo y siguió un patrón de vida similar durante 60.000 años. Los paleontólogos no logran explicar la revolución cultural que seguidamente se produjo. La evolución cobra vida Ian Tattersall La reconstrucción de seres humanos extintos para devolverles el aspecto que tuvieron en vida plantea problemas insólitos y embarazosos a los paleontólogos, habituados a interpretar la evolución únicamente a partir de huesos y dientes. 48 54 62 66 76 84 92 La humanidad moderna perte- nece a la superfamilia de los hominoideos, que incluye tam- bién a los grandes simios, a saber, gi- bón, orangután, gorila y chimpancé. Todos los criterios de comparación en- tre las especies (la morfología, la in- munología, la estructura de las pro- teínas y del ADN) muestran una mayor cercanía entre los hombres y los dos grandes simios africanos (go- rila y chimpancé) que con el resto. Es- to significa que compartimos con ellos un antepasado común que no es el de los gibones ni el de los orangutanes. ¿Cuál es este antepasado? Remontándose en el pasado de la hu manidad, los paleontólogos en- cuentran varias especies de nuestro gé ne ro Homo, como el hombre de Cro-Magnon (un humano moderno como nosotros) y el hombre de Nean- derthal (que se extinguió hace 30.000 años). A continuación, hace entre dos y cinco millones de años, se descubren las especies del géne- ro australopiteco, de las cuales Lu- cy es un representante famoso. Los australopitecos más antiguos se ha- llaron en estratos datados en poco más de cuatro millones de años. Es- tas especies están aún más cerca de nosotros que de los grandes simios africanos; no son, pues, los antepa- sados comunes que buscamos. Por lo tanto hay que buscar las trazas de nuestras raíces lejanas en nive- les geológicos mucho más antiguos. Primero hay que remontarse hasta hace 20 millones de años para en- contrar el antepasado de todos los hominoideos y luego se retorna ha- cia los 13 millones de años, cuando empieza a percibirse la diferencia- ción entre los antepasados de los se- res humanos y de los grandes simios africanos. Los primeros hominoideos Los hominoideos más antiguos conocidos hasta la fecha se halla- ron en los sedimentos del famoso va- lle del Rift, gran hendidura de 5000 kilómetros, situada en Africa oriental y orientada de norte a sur. Ubicado en la confluencia de dos placas tectóni- cas que se separan, este valle conser- va los sedimentos y los fósiles desde hace más de 20 millones de años. También ha conservado los fósiles de los viejos antepasados pertenecientes al género Proconsul. Había en el Londres de los años treinta, cuando se descubrió el yaci- miento, una atracción en los teatros de variedades consistente en un chim- pancé vestido con traje y sombrero, que montaba en bicicleta y fumaba en pipa. Ya que al animal se le apodaba “Cónsul”, el paleontólogo A. Hop wood, del British Museum, se divirtió lla- mando Proconsul al nuevo simio an- tropoide. Proconsul está representado por va- rias especies y sería el antepasado de todos los hominoideos más recientes. Se conocen su cráneo y los huesos de sus extremidades por restos proceden- tes de la isla de Rusinga, en el lago Nyanza (antiguo lago Victoria), data- dos como de hace 18 millones de años. La cara está bien desarrollada, lo que constituye un carácter primitivo, y la capacidad de la bóveda craneana se estima en 160-180 cm3 (el cerebro de un ser humano moderno ocupa 1400 cm3 de media). Esta cifra parece mo- desta, pero cuando se expresa en fun- ción del peso corporal, estimado a par- tir de la longitud de los huesos de las extremidades, nos damos cuenta de que se avecina a la de los simios ac- 4 TEMAS 19 Nuestros antepasados más remotos Louis de Bonis El antepasado común de los chimpancés y de los seres humanos, Proconsul, vivió hace 18 millones de años. Luego las especies que habitaban en los bosques condujeron a los grandes simios actuales, mientras que las de las sabanas originaron los primeros homínidos 1. EL ARBOL EVOLUTIVO DE LOS HOMINOIDEOS, superfamilia de primates que abarca los simios del grupo de los siamangs y gibones, así como los grandes simios superiores (chimpancés, gorilas y orangutanes) y los seres humanos. Los procón- sules vivieron hace entre 22 y 16 millones de años, durante el Mioceno inferior y medio. Comparten algunos rasgos con los grandes simios modernos, pero la mayo- ría de sus caracteres son poco evolucionados. No son los antepasados especializados del chimpancé o del gorila, como se creyó en un principio, sino quizá los últimos antepasados comunes de todos los grandes simios y de los seres humanos. 0 5 10 15 20 25 30 35 40 45 M IL LO N E S D E A Ñ O S MONO ARAÑA MACACO SIAMANG GIBONORANGUTAN GORILA CHIMPANCE HOMBRE PLATIRRINOS CERCOPITECIDOS GIBONES GRANDES SIMIOS SUPERIORES HOMINOIDEOS CATARRINOS PROCONSUL LOS ORÍGENES DE LA HUMANIDAD 5 tuales, que se distinguen de la mayo- ría de los otros mamíferos por su ma- yor volumen cerebral. Este rasgo, que se creía exclusivo de los primates mo- dernos, aparece pues tempranamen- te en su historia. La dentición de Proconsul le mues- tra primitivo; sus dientes se parecen a los de primates mucho más antiguos descubiertos en las series oligocenas de Egipto (hace más de 30 millones de años) y que no habían alcanzado aún el grado hominoideo. Molares y pre- molares son bajos y están recubiertos de una capa de esmalte bastante del- gada. Esta capa, como les pasa actual- mente a gorilas y chimpancés, se des- gasta rápidamente en la cúspide de cada uno de los tubércu los, descu- briendo la dentina subyacente, más blanda. Con este tipo de dientes Pro- consul no podría masticar más que ali- mentos relativamente blandos, como frutos, brotes y hojas frescas, pero no los más duros y abrasivos, como raí- ces o tubérculos, so pena de un des- gaste prematuro. La comida tierna de Proconsul abunda todo el año en los húmedos bosques ecuatoriales y tro- picales, donde la alternancia de las es- taciones no es muy marcada. El estudio de los dientes de Pro- consul muestra además un dimorfis- mo sexual bastante claro: los ca ninos de los machos son siempre mayores, tanto en valor absoluto como relativo a los otros dientes, que los de las hem- bras, en las cuales son, no obstante, bastante fuertes. Este tipo de diferen- cias entre machos y hembras es fre- cuente entre los primates. La osamenta de las extremidades permite apreciar el modo de locomo- ción de Proconsul. Todos los hominoi- deos modernos presentan mecanis mos de locomoción especializados. Los se- res humanos son los únicos prima tes bípedos, poseyendo una serie de ca- racteres ligados a este modo de des- plazamiento infrecuente. Los gibones se balancean de una rama a otra uti- lizando sus brazos desmesuradamen- te alargados. El orangután se despla- za más despacio, pero utiliza también largos brazos. El gorila y el chimpan- cé lo hacen a cuatro patas, posando sobre el suelo el dorso de las falanges de las manos. Proconsul no presenta ninguna de estas adaptaciones. Era un animal cuadrúpedo arborícola ge- neralista, es decir, sin adaptaciones especiales, que se pa seaba sobre las ramas, su medio predilecto, sin efec- tuar acrobacias particulares y que se desplazaba a cuatro patas, como la mayoría de los simios. Proconsul po- seía una morfología ancestral conve- niente para los hominoideos que le su- cederían con el tiempo: pudiera ser “nuestro antepasado”, pero no se pue- de afirmar rotundamente que lo sea, sin que sepamos qué otra especie es- coger. Durante el Mioceno inferior y el me- dio (hace entre 22 y 16 millones de años), Africa fue el escenario de una radiación evolutiva importante de los hominoideos: alrededor de Proconsul existía otra docena de géneros de ho- minoideos, peor conocidos que él. To- davía no tenemos otras pruebas que los restos hallados en el valle de Rift de Africa Oriental, donde los yaci- mientos fosilíferos se cuentan por cen- tenares, si no por miles. Si los ya- cimientos de mamíferos fueran más abundantes en otras regiones del con- tinente africano, sin duda el número de primates hominoides se multipli- caría por un factor considerable, como se ha confirmado con el descubrimien- to en Namibia del género Ota- vipithecus, cercano a los géneros co- nocidos en el valle del Rift, pero diferenciado de ellos. El relevo eurasiático Tras tan exuberante radiación los hominoideos se vuelven más es- casos en tierras africanas. Este atenua miento puede ser debido a un cambio climático, que se tradujo en 2. EL PRIMER CRANEO de Proconsul africanus (de frente en a y de perfil en b) fue hallado por Mary Leakey en 1948 en la isla Rusinga del lago Victoria. Se parece a los cráneos de los grandes simios; los caninos son aún fuertes. La reconstrucción del esqueleto duró más de 30 años (c). Los miembros anteriores y posteriores son aproximadamente de la misma longitud. Se deduce de esto que el desplazamiento de este animal no estaba especializado como el de los primates actuales: se despla- zaba lentamente, a cuatro patas, y estaba poco dotado para el salto (d). c d a b Africa en una modificación de los pai- sajes y de la fauna, hace entre 15 y 14 millones de años. El bosque den- so primitivo se aclaró en ciertas re- giones, se abrieron espacios libres junto a los bosques y la alternancia de las estaciones modificó los regíme- nes alimentarios. El principal ali- mento de los primates —fru tos, bro- tes y retoños— escasea o desaparece en la estación seca. Los alimentos disponibles en este nuevo ambiente, al menos durante una parte del año, se componen de semillas, raíces o tu- bérculos. Este conjunto de alimentos, más duro y abrasivo, necesita una dentadura más resistente. Aparece entonces un nuevo tipo ecológico, el primate de sabana, capaz de sobrevi- vir en este medio particular, gracias sobre todo a que tiene una capa de esmalte más gruesa en los dientes. Los géneros Afropithecus y Kenyapi- thecus forman parte de estos prima- tes de sabana. A partir de finales del Mioceno me- dio y sobre todo durante el superior (hace entre 15 y 9 millones de años) el campo de operaciones de los prima- tes hominoideos se desplaza hacia el norte, situándose en Eurasia. Por el juego de la tectónica de placas, Africa y la placa arábiga entraron en contac- to con Eurasia hace entre 16 y 17 mi- llones de años. Se conocen más de me- dia docena de géneros procedentes de localidades situadas entre España y China, sin que la lista esté ciertamen- te completa. Algunos, como Sivapithe- cus o Ankarapithecus, pertenecen a la misma rama que el orangután. Otros, como Lufengpithecus u Oreopithecus, presentan afinidades imprecisas. In- sistiremos sobre dos géneros europeos, que corresponden a dos tipos ecológi- cos distintos: los géneros Dryopithe- cus y Ouranopithe cus se acercan más a los grandes si mios africanos y a los seres humanos que a los gibones y al orangután. El driopiteco en Europa del sudoeste El género Dryopithecus fue descu- bierto el siglo pasado en el yaci- miento de Saint-Gaudens, al sur de Toulouse, en una cantera de arcillas datadas hacia finales del Mioceno me- dio (hace 13 millones de años). Este hallazgo, seguido de otros, conmocio- nó a los medios científicos, inquietos por conocer los lazos eventuales que tales fósiles pudieran tener con los se- res humanos. Otros restos de este pri- mate se exhumaron posteriormente en yacimientos algo más recientes (de 12 a 9 millones de años), demostran- do que su área geográfica se extendía desde España hasta Hungría. El cráneo se conoce por algunas por- ciones faciales: el frontal, una parte de los parietales y un fragmento de la región ótica. Las órbitas son bastan- te altas, ampliamente separadas una de otra y coronadas por un ligero toro supraorbitario. El frontal se estrecha detrás de las órbitas y existen crestas temporales bien marcadas que no se unen sobre la línea sagital (véase la figura 2). La región ótica está despro- vista de fosa subarcuata, pequeña de- presión donde se aloja un divertículo del cerebelo en ciertos primates. Esta fosa no se encuentra tampoco en los humanos ni en los grandes simios. La dentición del driopiteco, más evolucio- nada que la de Proconsul, recuerda más bien a la de los grandes simios africanos, gorila o chimpancé. Los caninos son fuertes en los ma- chos. El primer premolar inferior es alto, alargado y bastante cortante. En su cara antero-exterior presenta una amplia faceta de desgaste, debida al frotamiento del canino superior, lla- mada faceta afilador. Esta faceta se encuentra en los simios, pero no en los seres humanos ni en los australopite- cos. Como sucede en Proconsul, losmolares y premolares están recubier- tos de una capa de esmalte bastante delgada: Dryopithecus se nutría de frutos y de brotes tiernos, como se con- firmó en el estudio del microdesgaste dental mediante el microscopio elec- trónico de barrido. Los elementos del esqueleto se co- nocen sobre todo a partir de fósiles de España de los que se ha realizado una descripción preliminar. Se comprue- ba empero que los brazos son largos en relación a las piernas, lo que indi- ca proporciones análogas a las de los grandes simios arborícolas y cierta- mente un modo de desplazamiento pa- recido. Según el estudio de la fauna que le acompaña en los diferentes ya- cimientos en los que se ha hallado, Dryo pithecus vivía en un medio fores- tal que se corresponde perfectamente 3. DOS ANTIGUOS ANTEPASADOS EUROPEOS. Dryopithecus laietanus, hallado en 1991, en Can Llobateres, cerca de Sabadell (a), y una reconstrucción a partir de ese cráneo (b). Este hominoideo vivía en un medio boscoso hace 13 millones de años. Sería un antepasado de los grandes simios africanos. Ouranopithecus (c), hallado en 1990 en el yacimiento de Xirochori, en Grecia, vivía en la sabana europea hace 10 millones de años. Sería un antepasado de los seres humanos. a b c 6 TEMAS 19 con su anatomía arborícola, alimen- tándose de frutos y de hojas tiernas du rante años. Representa, en el Mio- ceno superior, un tipo adaptativo próximo al de los grandes simios afri- canos. El uranopiteco en Grecia Los paleontólogos exhumaron los primeros restos de Ouranopi- thecus de yacimientos del Mioceno su- perior (hace nueve millones de años) en el norte de Grecia a principios de los años setenta. Este género está re- presentado actualmente por numero- sas mandíbulas y dientes aislados, así como por una cara casi completa. Las órbitas son bajas, bien separadas y co- ronadas por un toro supraorbitario grueso. La región naso-maxilar es de tipo primitivo. El examen de la dentición revela un fuerte dimorfismo sexual. Las hem- bras son pequeñas, con caninos débi- les, mientras que los machos son más grandes, con caninos más fuertes. Pe- ro estos caninos están claramente me- nos desarrollados que los de los gran- des simios o los de Pro consul. El primer premolar inferior no presenta faceta afilador, un carácter que ave- cina Ouranopithecus a los homínidos más recientes. Este diente tampoco es cortante, estando recubiertos los mo- lares y premolares por una capa grue- sa de esmalte. Están pues equipados para moler alimentos resistentes y abrasivos, como los que se encuentran en un medio abierto o bajo un clima en el que la alternancia de las estacio- nes suprime los frutos, los brotes y los retoños durante parte del año. El es- tudio microscópico de la abrasión den- tal confirma esta conclusión: las figu- ras de microdesgaste difieren claramente de las de Dryopithecus o de Proconsul. No se han hallado todavía huesos de las extremidades y se desconoce cuál fuese su modo de desplazamien- to. Se puede suponer que era funda- mentalmente terrestre y buscaba su comida en el suelo. La fauna de ma- míferos que habitaba en el norte de Gre cia en esa época se parecía mucho a una fauna de sabana actual. En el valle de un ancho río, sin duda el Axios, que fluye aún por la región, pastaban rebaños de varias especies de antílopes y de caballos de tres de- dos (Hipparion), mientras que grupos de árboles o bosques en galería pro- porcionaban alimento a varias espe- cies de jirafas. Manadas de mastodon- tes y de carnívoros completaban el cuadro de la sabana miocena. La dentición de Ouranopithecus presenta grandes afinidades con la de los hominoides del Plioceno, del gé- nero Australopithecus, sobre todo con las dos especies más antiguas: A. ana- mensis y A. afarensis. La reducción de los caninos, iniciada en el uranopite- co, es más acusada en las mandíbulas de los australopitecos y lo será aún más en los homínidos más recientes. El gran espesor del esmalte de los mo- lares da las mismas figuras de desgas- te que en los homínidos, con el mismo gradiente del primero (el más desgas- tado) al último molar (el menos des- gastado). Este gradiente resulta no só- lo del espesor del esmalte, sino también de la formación retrasada de los dientes. El último molar, nuestra muela del juicio, marca la aparición del estadio dental adulto. Su erupción más tardía corresponde a una prolon- gación del período de la infancia y, por tanto, del período de aprendizaje. La ausencia de la faceta afilador en el primer premolar anterior y las simi- litudes en la localización de las otras facetas de desgaste resultan sin duda alguna de un modo de masticación pa- recido entre el primate griego y los australopitecos. Una masticación idéntica debe corresponder a nutricio- nes semejantes; es decir, el ambiente de los australopitecos se parecería mucho al existente en el Mioceno su- perior en el norte de Grecia. El ura- nopiteco en carna, pues, algunos mi- llones de años antes, un tipo ecológico parecido al de los homínidos del Plio- ceno. Gracias a los géneros Dryopithecus y Ouranopithecus la Europa del Mio- ceno se parece de manera sorprenden- te al Africa del Plioceno, con el par for- mado por los grandes simios modernos (forestales) y los australopitecos (ha- bitantes de medios abiertos). ¿Se tra- ta de un simple paralelismo evolutivo sin significado filético o se deberían acercar esto grupos, especialmente el uranopiteco y el australopiteco? El segundo término de la alternati- va me parece más verosímil, puesto que es una hipótesis más sencilla. La biología molecular se ha opuesto du- rante mucho tiempo a vínculos direc- tos, digamos relaciones fraternales, entre el hominoideo macedonio y los australopitecos. Las diferencias entre el ADN de los seres humanos y el de los chimpancés situaban su se paración en seis millones de años, es decir, des- pués de la aparición del uranopiteco, que no podría pues haber surgido de esta separación. Pero hay datos re- cientes que hacen retroceder esta se- paración más allá de 13 millones de años, lo que acerca al uranopiteco y al australopiteco. LOS ORÍGENES DE LA HUMANIDAD 7 4. POSIBLES RELACIONES EVOLUTIVAS entre ciertos primates del Mioceno y las familias de póngidos y homínidos. Los cambios en el ambiente desempeñaron una función importante en las modificaciones que hubieron de introducirse en la ali- mentación y la locomoción. ORANGUTAN GIGANTOPITHECUS AUSTRALOPITHECUS INDOPITHECUS SIVAPITHECUS OURANOPITHECUS DRYOPITHECUS KENYAPITHECUS PROCONSUL RANGWAPITHECUS OREOPITHECUS HOMO GORILA CHIMPANCE 20 15 10 5 0 M IL LO N E S D E A Ñ O S BOSQUES BOSQUES MEDIOS ABIERTOS BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA LA CAZA DE PROCONSUL. Alan Walker y Mark Teaford, en Investigación y Cien- cia, marzo de 1989. THE FACE AND THE MANDIBLE OF OURANO- PITHECUS MACEDONIENSIS: DESCRIPTION OF NEW SPECIMENS AND COMPARISONS. L. de Bonis y G. Koufos, en Journal of Human Evolution, n.o 24, págs. 469-491, 1993. OUR ANCESTORS’ ANCESTOR: OURANOPI- THECUS IS A GREEK LINK IN HUMAN AN- CESTRY. L. de Bonis y G. Koufos, en Evolutionary Biology, n.o 3, volumen 5, páginas 41-49, Nueva York, 1994. A DRYOPITHECUS SKELETON AND THE ORI- GINS OF GREAT-APE LOCOMOTION. S. Mo yà Solà y M. Kohler, en Nature, n.o 379, págs. 156-159, Londres, 1996. PRIMATES HOMINOÏDES DU MIOCÈNE SUPÉ- RIEUR D’EUROPE. L. de Bonis, en Ethno- logia, n.o 5, págs. 15-28, Lisboa, 1996. La humanidad tiene sus raíces en el mundo animal. Se encuen- tra en uno de los extremos de las múltiples ramas del inmenso ár- bol de la vida, que ha crecido y evolu- cionado a lo largo de cuatro mil millo- nes de años en nuestro planeta. Nuestro interés por la evolución de la vida nos conduce a buscar el lugar y la fecha en que nuestra rama se sepa- rase del resto del árbol. ¿Dónde, cuán- do y por qué la línea evolutiva que conduce al género Homo se separa de la de nuestro pariente más próximo, el chimpancé (el géneroPan)? Dado que esta separación parece producir- se algunos millones de años antes de la aparición del género Homo, tam- bién examinaremos el origen de éste, intentando responder al mismo tipo de preguntas: ¿dónde, cuándo y por qué aparece el género Homo en el se- no de una familia bien implantada en su ecosistema y bien adaptada a su medio ambiente? Comprendí que estas preguntas po- dían ser resueltas en septiembre de 1981, con ocasión de un congreso in- ternacional de la UNESCO en París que conmemoraba el centenario del nacimiento del paleontólogo y fi lósofo francés Pierre Teilhard de Chardin. En este congreso presenté una ponen- cia sobre la producción científica de Teilhard: cerca de 250 artículos y li- bros que analizan la geología estruc- tural de Jersey, Etiopía y China; los mamíferos paleocenos y eocenos de Europa; los mamíferos terciarios y cuaternarios del Extremo Oriente; los hombres fósiles de China y Java, los australopitecos del sur de Africa; y los útiles paleolíticos y neolíticos de todos los países que visitó durante cuaren- ta años de actividad. La mayoría de estos trabajos han sido olvidados por sus biógrafos, interesados fundamen- talmente en la parte filosófica de su obra. Un asistente al acto, a quien enton- ces no conocía, se acercó después de mi charla, me felicitó muy cortésmen- te y confesó que desconocía la faceta científica de la obra del padre Teil- hard. También me preguntó sobre la biología evolutiva que yo practicaba, sobre su estado de desarrollo y termi- nó nuestra conversación con una pre- gunta muy precisa: “¿Hay algún pro- blema importante que se debata en la actualidad en su campo?” Yo le res- pondí que sí, “el problema de la cro- nología, como es muy frecuente en to- das las ciencias históricas. Los bioquímicos, asombrados por la proxi- midad que existe a escala molecular entre los seres humanos y los chim- pancés, fechan la separación de am- bas líneas en hace no más de 3 millo- nes de años y sitúan la cuna de la humanidad en Africa. En cambio los paleontólogos opinan que Ra ma- pithecus es un tipo de homínido, cre- yendo en consecuencia que esta diver- gencia se produjo hace unos 15 millones de años y que tuvo lugar en las zonas tropicales del Viejo Mundo, es decir, en Africa y Asia”. El consenso prehistórico Este caballero pareció muy inte- resado, me dio las gracias y se despidió. Algunos meses más tarde re- cibí la invitación para un coloquio que se celebraría en mayo de 1982 en Ro- ma. La persona que se me acercó en París era Carlos Chagas, el presiden- te de la Academia Pontificia de las Ciencias. Buscando temas de actuali- dad que tuvieran implicaciones filosó- ficas importantes, recordó lo que ha- bíamos hablado en París y organizó un encuentro entre paleontólogos y bioquímicos. Este coloquio se llevó a cabo de forma muy discreta, pero tu- vo una enorme influencia científica en los estudios sobre el origen de la hu- manidad. Se expusieron dos impor- tantes grupos de datos, los pa- leontológicos y los bioquímicos. Por un lado, David Pilbeam anun- ció que su equipo de Harvard había descubierto los primeros restos óseos conocidos de una cara de ramapi- técido en los niveles del Mioceno su- perior de la meseta de Potwar (Pa- kistán), cara que además tenía más parecido con la de un orangután que con la de un chimpancé. Jerold Lo- wenstein, de la Universidad de San Francisco, mostró, por otra parte, la existencia de proteínas activas en los dientes fósiles de ramapitecos de Pa- kistán. Se había inyectado a un co- nejo una muestra tomada de un dien- te, lo que provocó la formación de anticuerpos. Lowenstein también en- contró una reacción de estos anti- cuerpos contra los antígenos de oran- gután que fueron inyectados a los conejos. El trabajo de Pilbeam era muy im- portante porque no todos los huesos del cuerpo proporcionan la misma cantidad de información. Antes del descubrimiento de la cara del rama- piteco, los únicos fósiles que se habían encontrado eran dientes y fragmentos de mandíbula. Y aunque éstos descu- bran características muy importantes, la información que proporcionaban era menos significativa que la aporta- da por la región orbitaria y nasomaxi- lar recién hallada. En la figura 3 pue- de verse una comparación sencilla entre los perfiles de las caras de un ramapitecino, de un orangután y de un chimpancé, donde puede observar- se el mayor parecido que existe entre los dos primeros. La primera forma en que los paleontólogos analizan un fó- sil es comparándolo anatómicamente con piezas homó logas de otros fósiles o de especies actuales. La bioquímica, la biología molecu- lar y la genética examinan la informa- ción molecular (el ADN, las proteínas y los mapas cromosómicos) de las es- pecies actuales, ya que normalmente este material no se conserva en los fó- siles. Sus resultados proporcionan gran ayuda a la pa leontología, orde- nando las especies contemporáneas por su complejidad molecular, de la 8 TEMAS 19 Una historia del origen de los homínidos Yves Coppens Los homínidos se diferenciaron de los grandes monos en Africa y surgió la humanidad más simple a la más compleja, en una secuencia que reproduce de alguna forma la evolución de los fósiles. En el caso del ramapiteco la bioquímica realizó una excepcional incursión en el tiempo al examinar directamente proteínas fósiles. De esta forma confluyeron las cir- cunstancias para hacer que la espe- cie Ramapithecus se situase en el lu- gar que le correspondía. Este hominoideo se extendió por Eurasia, hecho ya conocido, y su relación evo- lutiva con el orangután dio coheren- cia a la distribución geográfica obser- vada. La cuna de la humanidad se restringía al continente africano, co- mo ha bían pronosticado los bioquími- cos. La pregunta sobre el lugar de na- cimiento de nuestra familia obtenía una respuesta. Pero la cuestión de la fecha en que sucediese el acontecimiento queda- ba sin resolver. Algunos paleontólo- gos presentes en el congreso de Ro- ma seguían reivindicando la gran antigüedad de los homínidos, mien- tras que los bioquímicos defendían la extraordinaria brevedad de la in- dependencia de nuestra línea evolu- tiva. Los paleontólogos más genero- sos opinaban que la historia de nuestra familia tendría unos 15 mi- llones de años, mientras que los bio- químicos más extremistas sostenían que la duración de nuestra rama era como máximo de 3 millones de años. Ambos grupos llegaron a la conclu- sión de que siete millones de años era la fecha que mejor se ajustaba a los datos tras el coloquio. He llama- do jocosamente a esta conclusión “el consenso prehistórico”. Pero una tercera fuente de datos iba a añadirse a las informaciones paleon- tológicas y bioquímicas que manejá- bamos en ese momento, fruto de vein- 1. EL VALLE DEL RIFT, una gran fosa hundida que se expande y que se convertirá en un océano dentro de 100 millones de años, cruza el Africa ecuatorial de norte a sur. Es el resultado de las fuer- zas tectónicas que se activaron hace ocho millones de años. El cambio del paisaje dividió a nuestros antepasados en dos grupos. Los de la región occidental siguieron habitando en bosques y selvas y perviven en nuestros parientes más próximos, los chimpancés. La población oriental se adaptó a la sabana y se humanizó. te años de excavaciones y de hallazgos en el Africa oriental. El Africa oriental y la “carrera por el fósil” Esta región del planeta había reci- bido el interés de los paleoantro- pólogos desde hacía mucho tiem po. Louis Leakey y su equipo habían des- cubierto en Olduvai (Tanzania) en 1935 restos atribuidos a Homo erec- tus. En 1939 el equipo alemán dirigi- do por Ludwig Kohl-Larsen halló cer- ca del lago Garusi (Laetoli, Tanzania) fósiles que denominaron Praeanthro- pus africanus, que posteriormente se demostró que pertenecían a Austra- lopithecus. Otra expedición a Olduvai conducida por Louis Leakey en 1955 descubrió un diente aislado de unAus- tralopithecus. Pero los paleoantropó- logos no prestaron mucha atención a estos modestos hallazgos. Hasta que en 1959 se descubrió el cráneo com- pleto de un australopiteco que conser- vaba toda la dentición superior. Este fósil podía datarse además de forma absoluta gracias a la presencia de una toba volcánica justo debajo del nivel estratigráfico donde apareció. A par- tir de ese momento los paleontólogos enfocaron su atención hacia Africa oriental. Las expediciones se sucedieron rá- pidamente, multiplicándose el nú- mero de campañas de excavación. En 1963 B. Patterson y su equipo de la Universidad de Harvard excavaron al sudoeste del lago Turkana, en Ke nia; R. Leakey y G. Isaac del Museo de Nairobi lo hicieron en 1964 en las ori- llas del lago Natrón, en Tanzania; J. Chavaillon y sus colaboradores del CNRS estudiaron en 1965 Melka Kun- turé, en Etiopía; B. King, W. Bi shop y otros miembros del College Bedford de Londres exploraron en 1966 la cuenca del lago Baringo, en Ke nia; en 1967 C. Arambourg, E. C. Ho well, R. Leakey y yo mismo estuvimos traba- jando en el sur de Etiopía; en 1968 R. Leakey y G. Isaac dirigie ron el pro- yecto de investigación del Turka na oriental, en Kenia; D. Jo hanson, J. Kalb, M. Taieb y yo dirigimos la expe- dición internacional en el Afar en 1972... Nunca los paleontólogos y paleoan- tropólogos habían realizado tal volu- men de trabajo de campo y los resul- tados que se obtuvieron fueron proporcionales al esfuerzo invertido. Se recuperaron centenares de miles de fósiles, entre los cuales había unos dos mil de homínidos. A pesar de los constantes trabajos de preparación, análisis e investigación de estos fósi- les, ha sido necesario esperar algunos años para ver publicados los primeros inventarios completos de estos hallaz- 10 TEMAS 19 2. LA VEGETACION Y EL CLIMA son muy diferentes a ambos lados del valle del Rift. Las selvas húmedas de la parte occidental (verde) dan paso a las sabanas en la parte oriental (amarillo). Esta división, que apareció hace aproximadamente unos ocho millones de años, circunscribió a los chimpancés al oeste (verde oscuro), mien- tras que los fósiles de homínidos sólo se encuentran al este (pardo). VA LL E DE L RI FT VA L L E D E L R IF T VA L L E D E L R IFT SECUENCIA DEL RIO OMO MIOCENO SUPERIOR 8 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDAD ANTEPASADO COMUN DE PAN Y HOMO DEINOTHERIUM HIPPOPOTAMUS CROCODILUS STRUTHIONIDAE GOMPHOTHERIUM HIPPARION GIRAFIDOS gos. Es precisamente toda esta nueva información la que, unida a los datos presentados en Roma, fue esencial pa- ra resolver el misterio. La biología molecular, la bioquími- ca y la genética seguían demostran- do que los hombres y los chimpancés eran muy similares a escala molecu- lar; la paleontología, la primatología y la paleoantropología encontraban pruebas de la existencia de homíni- dos en Kenia, Tanzania y Africa ha- ce unos 7 u 8 millones de años. Pero no se hallaba ningún fósil de la fami- lia Panidae, los antepa sados de los go- rilas y de los chimpancés. Y aunque no pueda justificarse una hipótesis por la carencia de pruebas, la falta absoluta de fó siles de pánidos allí donde los de ho mínidos son tan abun- dantes no po día dejar de invitar a la reflexión. Aparte de que los cerca de doscientos cincuenta mil fósiles de vertebrados fó siles recogidos consti- tuían una muestra estadística bas- tante representativa. La East Side Story Durante el congreso de Roma estuve pensando en este asunto. Y se me ocurrió una explicación bas- tante simple cuando abrí un atlas que representaba la distribución de los vertebrados actuales: el mapa que re- presentaba la distribución de chim- pancés y de gorilas abarcaba muchas zonas geográficas que cubrían las re- giones forestales de los trópicos afri- canos, pero que se terminaban de gol- pe en el valle del Rift, un gran surco que discurre de norte a sur de Africa. Todos los yacimientos de homínidos cuya antigüedad es de más de tres mi- llones de años se encuentran al este del Rift. Para explicar el hecho de que homínidos y pánidos, que son tan si- milares a escala molecular, nunca se encuentren asociados en el registro fó- sil, no se me ocurría más que una al- ternativa: los homínidos y los pánidos nunca convivieron. Entonces formulé el siguiente es- quema, que se publicó en 1983. An- tes de la separación de los homínidos y de los pánidos, el valle del Rift no formaba una barrera suficiente para dividir el Africa ecuatorial. Los bos- ques y las sabanas arboladas de Afri- ca formaban una región biogeográfi- ca continua y homogénea desde el océano Atlántico hasta el Indico en la que vivía el antepasado común de ambos. Una catástrofe tectónica pro- vocó hace 8 millones de años dos ti- LOS ORÍGENES DE LA HUMANIDAD 11 3. LA COMPARACION DE LOS CRANEOS FOSILES muestra la semejanza entre las especies. El ramapitécido (centro) des- cubierto en Pakistán se parece mucho más al orangután (iz- quierda) que a los antropomorfos africanos, como los chim- pancés (derecha). Esta comparación ha hecho que los paleontólogos consideren que los ramapitécidos eurasiáticos no son los antepasados más próximos de los seres humanos, sino que nuestro origen es africano. 6 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDAD 5 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDADLOTHAGAM INFERIOR (PLIOCENO INFERIOR) DEINOTHERIUM GAZELLA CERATOTHERIUM GIRAFFA HIENIDOS HIPOPOTAMIDOS MACAIRODONTINOS CAMELUS NYANZACHOERUS HIPPARION AUSTRALOPITHECUS pos diferentes de desplazamiento: el hundimiento que originó el valle del Rift y el levantamiento de la línea de montañas que forma su borde orien- tal. La gran fractura y la barrera montañosa modificaron la circulación atmos férica. Las masas de aire occi- dentales mantuvieron, gracias al océano Atlántico, un régimen abun- dante de precipitaciones. Las del es- te, sometidas además al obstáculo de la gran meseta del Tíbet, que tam- bién se encontraba en proceso de for- mación, se organizaron en un siste- ma de tipo estacional al que actualmente se denomina monzóni- co. Así es como la gran región origi- nal se dividió en dos zonas de climas y vegetaciones diferentes: mientras el oeste continuó teniendo un clima húmedo y conservó sus selvas y ma- sas forestales, el este se volvió más árido y crecieron los espacios abier- tos de tipo sabana. La población del antepasado común de pánidos y ho- mínidos se dividió en dos subpobla- ciones: la occidental, más numerosa, y la oriental, más reducida. Es ten- tador imaginar que tal separación fuese la causa de la divergencia de los dos grupos: los descendientes oc- cidentales siguieron adaptados a la vida arbórea y produjeron los páni- dos; los descendientes orientales “in- ventaron” toda una serie de recursos para adaptarse a un nuevo tipo de vi- da en entornos abiertos y originaron a los homínidos. Esta simple hipótesis tiene la ven- taja de explicar por qué homínidos y pánidos nunca han compartido terri- torio a pesar de ser tan parecidos; también explica, gracias a la nueva si- tuación tectónica y ecológica, cómo se produjo el aislamiento original que provocó las diferentes historias de am- bos grupos durante los últimos diez millones de años. De esta forma no te- nemos que recurrir a complicadas ex- plicaciones que impliquen movimien- tos de homínidos del bosque a la sabana y desplazamientos de pá nidos desde la sabana a las zonas fo- restales. Más tarde, consultando investiga- ciones geofísicas, descubrí que la ac- tividad tectónica del valle del Rift que tuvo lugar hace alrededor de ocho mi- llones de años era un fenómeno muy conocido. La lectura de estudios pa- leoclimatológicos me reforzó en la idea de que la progresiva aridez del Africa oriental estaba bien establecida, ha- biéndose iniciado también hace unos ocho millones de años. Fi nalmente los paleontólogos admiten la aparición hace entre 10 y 8 millones de años de un nuevo grupo de animales en el Africa oriental—la llamada fauna etíope—, al que más tarde pertenece- rán los australopitecos. Cada una de las disciplinas conocía el evento y sus consecuencias, pero no se había pro- ducido un esfuerzo interdisciplinar por relacionarlos y elaborar una sín- tesis. Tres años más tarde me invitaron a impartir en Nueva York la 55 Con- ferencia James Arthur sobre la evolu- ción del cerebro humano. Entonces pensé en dar un nombre a esta hipó- tesis que fuera fácil de recordar y que honrase a mis huéspedes, por lo que la llamé la East Side Story. Es posible que con ella se responda a la primera ráfaga de preguntas: ¿cuándo, dónde y por qué nos separa- mos de los pánidos? La línea evoluti- va que un día daría lugar a nuestra especie se separó del resto del árbol genealógico hace unos ocho millones de años en Africa oriental por el ais- lamiento geográfico. La necesidad de adaptarse al nuevo entorno de saba- na, más seco y descubierto, provocó la diferenciación genética. La secuencia de Omo La evolución de nuestra rama du- rante los últimos ocho millones de años es más complicada de lo que ima- ginábamos. La historia empieza con la diversificación de la subfamilia de los australopitecinos y por su mo desta expansión desde Africa orien tal hacia el sur y el oeste. Continúa con la apa- rición, hace unos tres mi llones de años, de otra subfamilia, los homíni- dos, y su gran expansión a todo el pla- neta desde Africa. Los úl timos austra- lopitecinos convivieron con los primeros homínidos. Vamos a exami- nar los aspectos más destacados de es- te panorama. Una expedición geográfica francesa pretendió atravesar diagonalmente el continente africano, desde el mar Ro- jo al Atlántico, a principios del siglo XX. La dirigió el vizconde de Bourg de Bozas y partió de Djibuti en 1902, pe- ro finalizó trágicamente con su muer- te por paludismo a las orillas del río Congo. Resultado de ella fue una bue- na cosecha documental, entre la que se encuentra una colección de fósiles de vertebrados procedentes del valle del río Omo, en lo que era entonces Abisinia. Intrigado por estos fósiles, que se dieron a conocer en un par de ar tículos y en el tratado de geología de Emile Haug en 1911, Camille Aram bourg, futuro profesor de paleontología del Museo de Historia Natural de París, decidió organizar una nueva expedi- ción a principios de los años treinta. En 1932 permaneció ocho meses en el valle del río Omo y volvió a París con cuatro toneladas de fósiles de verte- brados. La tercera fue la ya mencionada an- teriormente Expedición Interna cional de Investigación del Omo, que se rea- lizó entre los años 1967 y 1976. Pue- 12 TEMAS 19 5 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDAD LOTHAGAM SUPERIOR (PLIOCENO INFERIOR) 3,5 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDAD HIPOTRAGUINOS ENHYDRIODON CROCODILUS MACAIRODONTINOS AUSTRALOPITHECUS LEPUS CERATOTHERIUM NYANZACHOERUS GOMFOTERIDOS GIRAFFA HYAENA de enmarcarse en la “carrera por el fó- sil” desarrollada entre los años sesenta y setenta, a raíz del hallazgo por los Leakey de un cráneo de aus- tralopiteco, atribuido a un homínido llamado Zinjanthropus. La expedición fue dirigida sucesivamente por C. Arambourg (y por mí en el trabajo de campo), L. Leakey (y por R. Leakey en las excavaciones) y F. Clark Ho well, en 1967; después por C. Aram bourg (y yo mismo en el trabajo de campo) y por F. C. Howell entre los años 1968 y 1969, mientras que R. Lea key deja- ba la expedición para dirigirse al es- te del lago Turkana; finalmente, de 1970 a 1976, tras la muerte de Aram- bourg, asumimos la dirección F. C. Howell y yo. En las primeras campañas de tra- bajo se estableció la estratigrafía de estos yacimientos, cuyo espesor es de más de mil metros. La fauna que aparecía en estos estratos cambia- ba lo suficiente de los niveles infe- riores a los superiores como para contar toda una historia. Cuando se dispuso de dataciones por potasio- argón y pa leomagnetismo, y con la ayuda de los estudios bioestratigrá- ficos, se pudo enmarcar cronológica- mente la se cuencia y la historia se hizo patente. Desde hace cuatro millones de años (la edad de los niveles más antiguos de Omo) a un millón de años (la de los más recientes), el clima y la ve getación evolucionaron desde condiciones hú- medas a otras más áridas; la fauna se transformó, pasando de los animales típicos de ecosistemas fo restales a una asociación propia de sabanas de her- báceas. Los homí ni dos, sometidos co- mo el resto de ver te brados a estas fluctuaciones climáticas, evoluciona- ron desde los llamados australopite- cinos gráciles a los australopitecinos robustos y a los seres humanos. En 1975 publiqué la relación que existía entre los cambios del clima y la evolución de los homínidos en Comptes Rendus de l’Académie des Sciences y en una nota que acompa- ñaba una comunicación del Congreso de la Sociedad Británica de Geología. Los paleontólogos se mostraron es- cépticos. De todos los importantes yacimien- tos de Africa oriental, los estratos del río Omo eran los únicos que permitían este tipo de observaciones, porque eran los únicos que ofrecían una co- lumna de sedimentos depositados en- tre hace 4 y 1 millón de años. Laetoli y Hadar son más antiguos, Olduvai es más reciente y la orilla oriental del Turkana presenta una laguna estra- tigráfica durante este período. Pero gracias al estudio de los isótopos de oxígeno que contienen las conchas de foraminíferos de los fondos oceánicos sabemos que fue precisamente entre hace 3,2 y 2,4 millones de años cuan- do la Tierra sufrió un enfriamiento ge- neral y Africa oriental se volvió más árida. LOS ORÍGENES DE LA HUMANIDAD 13 4. MARY Y LOUIS LEAKEY examinando el cráneo de Zinjanthropus, descubierto en la garganta de Olduvai (Tanzania) en 1959. Este hallazgo originó la “carrera por el fósil” y el descubrimiento de centenares de miles de fósiles. 3,5 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDAD 2,5 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDADSHUNGURA INFERIOR (PLIOCENO SUPERIOR) SUIDOS HYAENA GALAGO PANTHERASTEGODON LOXODONTA DICEROS CAMELUSGIRAFFAELEPHAS KOBUS AUSTRALOPITHECUS Este cambio del ecosistema es fácil- mente observable en la fauna y la flo- ra fósiles del río Omo. Puede catalo- garse cualitativa y cuantitativamente a los animales y a las plantas recogi- dos en cada uno de los niveles e inter- pretar las diferencias que se observan en la lista de especies y en sus fre- cuencias como cambios del paleoam- biente. Por ejemplo, los premolares y los molares de los vertebrados herbí- voros se desarrollan más y se hacen más complejos cuando la alimentación se vuelve más herbácea y menos folí- vora; la hierba desgasta más los dien- tes que las hojas. Tam bién sabemos que la locomoción de estos mismos herbívoros se hace más digitígrada en ambientes abiertos, donde son más vulnerables a sus depredadores; se co- rre más de “puntillas” que con todo el pie. Algunas características anatómi- cas tienen funciones muy precisas que también pueden ser buenos indicado- res; por ejemplo, las patas de los ani- males arborícolas son diferentes de las de los que las utilizan para excavar. 14 TEMAS 19 CH IMP AN CE (PA N) PRE-AUSTRALOPITHECUS AFARENSIS AUSTRALO- PITHECUS AFRICANUS HOMO HABILIS PARAN- THROPUS ROBUSTUS ANTEPASADO COMUN AUSTRALOPITHECUS PARANTHROPUS HOMO 8 7 6 5 4 3 2 1 0 MIOCENO SUPERIOR PLIOCENO PLEISTOCENO MILLONES DE AÑOS 5. LA LINEA EVOLUTIVA HUMANA tiene unos ocho millones de años de antigüedad desde el momento en que los australopitecinos y los chimpancés se diferenciaron de un antepasado común. Los australopitecinos forman un grupo muy complejo, cuya clasificación sigue siendo objeto de estudio. Los pre-australopitecos son los homínidos más antiguos. Estos fueron sustituidos por los australopitecos, y después por las formas más robustas (los parántropos) y por los seres humanos. 2,5 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDAD SHUNGURA SUPERIOR (PLIOCENO SUPERIOR) 1,8 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDADLOXODONTA HOMOTHERIUM DEINOTHERIUMPANTHERA LEPUS DAMALISCUS DICEROS PHACOCHOERUS HIPPARION GIRAFFA DINOFELIS EQUUS HYAENA AUSTRALOPITHECUS Con mucha precaución puede utilizar- se también el “actualismo”, conside- rando que los animales y plantas del pasado se comportan de manera pare- cida a como lo hacen los actuales. Plantas y animales de un medio árido ¿Cómo se refleja esta crisis cli- mática en la fauna y en la ve- getación de la secuencia del río Omo? Los ejemplos son numerosos y todos ellos coinciden. De principio a fin de la secuencia, la dentición de elefánti- dos, rinocerótidos, Hipparion (antepa- sado del caballo) y facocerinos se vuel- ve hipsodonta (aumenta la altura del diente con relación a la anchura) y los suinos multiplican el número de cús- pides y tubérculos de sus molares. En los niveles inferiores abundan los an- tílopes traguelafinos, reduncinos, así como Elephas, indicadores de una sa- bana de acacias con fuentes de agua cercanas, mientras que en los supe- riores aparece el género Equus, faco- cerinos de dentición hipsodonta (Pha- cochoerus y Stylochoerus) y crece el número de antílopes corredores (Me- galotragus, Beatragus y Parmu larios). En la base, tres especies de gálagos y dos quirópteros (Eilodon y Taphozous) indican la presencia de un bosque muy desarrollado y de una sabana densa, igual que lo hace el gran nú- mero de roedores múridos (Mastomys) y la presencia de Gram momys, Pa- raxerus, Thryonomys y Go lunda. En la parte superior estas especies son reemplazadas por los roedores Ae- thomys, Thallomys, Coleu ral, Gerbi- llurus, por los quirópteros Ja cu lus y Heterocephalus y por la liebre (Lepus), todos ellos habitantes de sabana ári- da, al tiempo que desaparecen los pe- queños primates. El análisis polínico de los niveles in- feriores indica 24 tipos de árboles y la relación entre el polen arbóreo y el herbáceo es de 0,4. En los niveles su- periores no quedan más que 11 ti pos de árboles y el mismo cociente es in- ferior a 0,01. En la base abunda el po- len de Celtis, Acalypha, Olea y Typha, indicadores de condiciones húmedas, pero hacia la parte superior estos pó- lenes disminuyen considerablemente y llegan a desaparecer, mientras que surge el de Myrica, planta típica de climas áridos, pero que no se encuen- tra en la base de la secuencia. En cuanto al número de especies alócto- nas, es decir transportadas por el viento, abunda cuando hay masas fo- restales cercanas y alcanza el 21 por ciento en la base, mientras que sólo es del 2 por ciento en los estratos supe- riores. Los homínidos ilustran la misma historia mediante Australopithecus afarensis y Australopithecus sp. (el homólogo de Australopithecus africa- nus), presentes en los niveles más an- tiguos, mientras que en los más re- cientes aparecen Australopithecus aethiopicus, Australopithecus boisei y Homo habilis. De esta forma las es- pecies más antiguas de australopite- cinos, aquellas a las que se ha llama- do gráciles, estaban mejor adaptadas a medios forestales que las posterio- res, las llamadas robustas. La huma- nidad es un producto irremediable de la aridez. La lectura es muy clara y ha sido entendida perfectamente por algunos investigadores. He denominado a es- ta crisis el “evento H(Omo)”, ha ciendo un pequeño juego de palabras, porque esta crisis fue la responsable directa de que apareciesen los seres humanos, al tiempo que fue en la secuencia del río Omo donde se la identificó por pri- mera vez. Parece muy claro que la historia de nuestra familia, como la de cualquier otra familia de vertebrados, se inició gracias a acontecimientos de origen tectónico y que evolucionó bajo la in- fluencia de factores de tipo climáti- co. La primera adaptación fue el cam- bio en la estructura del encéfalo sin aumentar su volumen, mientras se adquiría una posición bípeda mucho más ventajosa, y se diversificaba la alimentación, aunque seguía siendo esencialmente vegetariana. La se- gunda adaptación de los homínidos tuvo dos direcciones distintas: el aus- tralopiteco aumentó su talla corporal, pero restringió su alimentación a un régimen vegetariano muy especializa- do, mientras que los seres humanos adquirían un cerebro mayor y un ré- gimen omnívoro amplio y oportunis- ta. Algunos centenares de miles de años más tarde (incluso más de un mi- llón) veremos que la segunda de las opciones fue la más fructífera y la que tuvo mayor éxito. Con un cerebro más grande se incrementó el grado de re- flexión y nació un nuevo sentido de la curiosidad. El amplio espectro alimen- tario proporcionó una preferencia por consumir carne y la necesidad de cap- turarla incrementó la movilidad. Por primera vez en la historia los homíni- dos se expandieron más allá de su lu- gar de nacimiento. Y en menos de tres millones de años la humanidad con- quistó todo nuestro planeta e inició la exploración del sistema solar. LOS ORÍGENES DE LA HUMANIDAD 15 BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA ÉVOLUTION DES HOMINIDÉS ET DE LEUR ENVIRONNEMENT AU COURS DU PLIO- PLÉISTOCÈNE DANS LA BASSE VALLÉE DE L’OMO EN ÉTHIOPIE. Yves Coppens, en Comptes rendus hebdomadaires des séances de l’Académie des sciences, vo- lumen 281, serie D, páginas 1693-1696, 3 de diciembre 1975. EARLIEST MAN AND ENVIRONMENTS IN THE LAKE RUDOLF BASIN: STRATIGRAPHY, PALEOECOLOGY AND EVOLUTION. Dirigi- do por Yves Coppens, E. Clark Howell, Glynn Ll. Isaac y Richard E. E. Leakey. University of Chicago Press, 1976. RECENT ADVANCES IN THE EVOLUTION OF PRIMATES. Dirigido por Carlos Chagas, Pontificia Academia Scientiarum, 1983. L’ENVIRONNEMENT DES HOMINIDÉS AU PLIO-PLÉISTOCÈNE. Foundation Singer- Polignac, Masson, París, 1985. L’AUBE DE L’HUMANITÉ. Bibliothèque Pour la Science, diffusion Belin, París. LA PLUS BELLE HISTOIRE DU MONDE. H. Ree ves, J. de Rosnay, Y. Coppens y D. Simonnet, Seuil, 1996. 1,8 MILLONES DE AÑOS DE ANTIGÜEDAD 1 MILLON DE AÑOSPLEISTOCENO PANTHERA LEO EQUUSCAMELUS LEPUSKOBUS DEINOTHERIUM ELEPHAS HOMO PANTHERA PARDUS CERATOTHERIUM GALAGO Los australopitecos, de los que se piensa que utilizaron por primera vez la locomoción bí- peda, vivieron en Africa entre hace seis y un millón de años. Forman par- te de la familia de los Homínidos, exactamente igual que el chimpancé, el gorila y el hombre. Una subdivisión secundaria sitúa a los grandes monos dentro de los Paninos, mientras que el hombre y los australopitecos for- man el grupo de los Homininos. Los estudios sobre los australopi- tecos plantean la cuestión funda- mental de determinar los restos que se incluyen en una misma especie, decidiendo si las diferencias obser- vadas resultan del dimorfismo sexual o de la pertenencia a espe- cies distintas. Actualmente pueden enumerarse siete especies del género Austra lo- pithecus, todas ellas descubiertas en el continente africano. En el este, des- de Etiopía hasta Malawi, se co nocen cuatro: A. anamensis, A. afarensis (la célebre Lucy), A. boisei y A. aethiopi- cus. Las especies A. robustus y A. afri- canus sólo están presentes en Africa del Sur y A. bahrelgha zali (Abel) es el primer australopiteco encontrado al oeste del valle del Rift. Tres de es- tas especies, A. robustus, A. boisei y A. aethiopicus, comparten una mor- fología craneal particular y se las de- nomina “australopitecos ro bustos” o incluso “parántropos”. Se ignora quiénes sean los antepa- sados directos de los australopi tecos y del hombre. Para encontrar formas ancestrales plausibles es necesario remontarse al Mioceno inferior (ha- ce entre 25 y 15 millones de años), con Proconsul, y después al Mioceno medio (de 15 a 10 millones de años), con Kenyapithecus y Otavipithecus. Los datos del Mioceno superior (de 10 a 5 millones de años) aportan po- co, debido a la escasez de fósiles correspondientes a este período. Bue- na parte de la historia de hace entre 11 y 5 millones de años nos es pues desconocida, precisamente la que nos revelaría cómo se produjo la transi-ción hacia la postura erguida y la lo- comoción bípeda. En Kenia se han encontrado algu- nos elementos fósiles aislados y data- dos entre cinco y seis millones de años, si bien su asignación taxonómi- ca (es decir, la definición de un nom- bre genérico y un nombre específico) es incierta. Estos elementos antiguos son el fragmento de húmero y la man- díbula de Chemeron (5,1 mi llones de años, pertenecientes po siblemente a A. afaren sis), la man dí bu la fragmen- taria de Lothagam (5,5 millones de años), y el molar inferior de Lukeino (6,5 mi llones de años). A partir de cuatro millones de años los datos son más concretos. Tres es- pecies rivalizan en antigüedad: A. afarensis (4,1-3 millones de años), A. ana mensis (4,2 y 4 millones de años) y A. bahrelghazali (4-3,5 millones de años). Los parántropos aparecen des- de los 2,6 millones de años con A. ae- thiopicus y se extinguen hacia los 1,4 millones de años, con A. boisei. A. africanus está datado entre 3,1 y 1,2 millones de años. Precisemos que Ar- dipithecus ramidus, encontrado en 1992 en Aramis (Etiopía) y que data de 4,4 millones de años, se considera actualmente más cercano a los Pani- nos que a los Homininos, contraria- mente a lo que se propuso con ante- rioridad. Las excavaciones realizadas en el último decenio han aportado las pruebas de la gran diversidad exis- tente entre los homínidos en el Plio- ceno. Los principales testimonios de ello son Australopithecus anamensis en Kenia (una nueva especie creada en 1995 por Meave Leakey y sus colabo radores), Ardipithecus rami- dus en Etiopía (actualizado en 1994 por Tim White, Gen Suwa y Berha- ne Asfaw) y por último Australopi- thecus bahrelghazali (encontrado en Chad en 1995 por Michel Brunet y 16 TEMAS 19 Los australopitecos Anne-Marie Bacon Si nuestro antepasado fue un australopiteco, ¿cuál de ellos era? Cada vez es más patente la enorme diversidad de este grupo 1. CLASIFICACION DE LOS HOMINOIDEOS. Los géneros Ardipithecus, Australo- pithecus y Homo (al que pertenece el hombre actual) pertenecen a la subfamilia de los Homininos. Nuestros parientes cercanos, chimpancés y gorilas, son, como noso- tros, homínidos. SUPERFAMILIA FAMILIA SUBFAMILIA GENERO HOMINOIDEOS HOMINIDOSHILOBATIDOS PONGIDOS PONGINOSHILOBATINOS PANINOS HOMININOS HYLOBATES (GIBON) PONGO (ORANGUTAN) PAN (CHIMPANCE) GORILLA (GORILA) ARDIPITHECUS AUSTRALOPITHECUS HOMO LOS ORÍGENES DE LA HUMANIDAD 17 su equipo). Este último descubri- miento cambió además completa- mente los modelos evolutivos de los australopitecinos, ampliando al mis- mo tiempo su área de distribución hasta Africa central, al otro lado del Valle del Rift. Otros numerosos hallazgos asigna- dos a australopitecinos ya conocidos, como son A. afarensis (Hadar), A. boi- sei (Konso, Olduvai) o A. africanus (Sterkfontein), también han revelado la existencia de una gran variabilidad intraespecífica, variabilidad de la que no se hubiera sospechado hace algu- nos años y que hoy suscita algunos in- terrogantes. Así los A. afarensis, ca- racterizados por una gran diferencia de tamaño y variabilidad morfológica entre los individuos, alimentan las controversias desde 1978. ¿Hay que definir una o varias especies? La pre- gunta se plantea en especial respec- to de los fósiles encontrados en los ya- cimientos de Hadar y Laetoli, que son de cronologías diferentes. Los parti- darios de la hipótesis de la especie única consideran que las diferencias de tamaño observadas entre los indi- viduos son comparables a las existen- tes entre los grandes monos actuales, como el gorila. Por otra parte son numerosos los descubrimientos concernientes a A. boisei, particularmente en Etiopía y en Kenia, que refuerzan la hipótesis del polimorfismo de la especie, es de- cir, la existencia de una gran varia- bilidad de caracteres esqueléticos en función de la procedencia geográfica. Por ejemplo, ciertos caracteres obser- vados en los cráneos de A. boisei de Etiopía se expresan de forma diferen- te en las otras poblaciones contempo- ráneas, halladas en el área geográfica de Olduvai/Turkana. La cavidad craneal Todos los australopitecos poseen rasgos comunes: una estatura pe- queña, un cerebro de escasa capa ci- dad, una cara bastante amplia y prog- nata (con los maxilares proyectados hacia delante), una frente huidiza y un esqueleto adaptado a la marcha bípeda. La anatomía de los huesos de la mano sugiere la posibilidad de que pudieran realizar una prensión pre- cisa. Los australopitecos más anti- guos no tallaban útiles de piedra, pe- ro es probable que utilizasen piedras y ramajes, bien sea con fines alimen- tarios (para abrir nueces, atrapar in- sectos, raspar huesos), bien en activi- dades de protección y defensa. Los australopitecos más tardíos, particu- 2. COMPARACION DE LA MORFOLOGIA CRANEANA de A. afarensis, A. robustus, A. boisei, A. africanus y Homo sapiens. El cráneo de los australopitecos robustos presenta una constricción muy marcada detrás de las órbitas, denominada cons- tricción postorbitaria (flechas rojas). Otra de las características principales de las formas robustas es el perfil cóncavo de la cara, que se debe principalmente a la proyección de los huesos cigomáticos (los huesos que forman parte de los pómulos) por delante de la abertura nasal. CRESTA SAGITAL A. AFARENSIS (4,1 - 3 MA) A. ROBUSTUS (2,6 - 1,4 MA) A. BOISEI (2 - 1,4 MA) A. AFRICANUS (3,1 - 1,2 MA) H. SAPIENS ORBITA ABERTURA NASAL HUESO CIGOMATICO CRANEO HUESO CIGOMATICO MANDIBULA CONSTRUCCION POSTORBITARIA larmente A. boisei, han sido hallados junto con herramientas olduvayenses. Pero resulta difícil afirmar quiénes hayan sido los autores de estos útiles, si estos seres robustos u otros huma- nos primitivos y contemporáneos en- contrados a veces en los mismos ya- cimientos. Una característica de los australo- pitecos es su escasa capacidad cra- neana, mucho más cercana a la de los grandes monos que a la del hombre actual, que es de unos 1400 centíme- tros cúbicos. El volumen de la cavi- dad craneana de A. afarensis se esti- ma en unos 400 centímetros cúbicos y entre 500 y 550 centímetros cúbicos el de A. boisei. Las diferencias entre los australo- pitecos relacionadas con la arquitec- tura del cráneo se manifiestan en la robustez de las maxilas, el grado de prognatismo y la anchura de la cara. Los parántropos, particularmente A. boisei, presentan un aparato mastica- torio muy especializado en compara- ción con el resto de las especies cono- cidas. Esta especialización se traduce en unos maxilares muy robustos y en zonas de inserción muscular muy mar- cadas sobre el cráneo (como la cresta sagital), que hacen pensar en múscu- los masticadores muy poderosos. A ello hay que añadir grandes dientes yuga- les, premolares y molares con esmal- te grueso. Los parán tropos estaban así adaptados a una alimentación basada en elementos duros y abrasivos, como tubérculos y semillas. El análisis de las estrías de desgaste de los molares permite precisar que A. robustus mas- ticaba ciertas cantidades de pepitas y de se millas. En cambio A. africanus se alimentaba de frutos y de hojas. La carne, probablemente obtenida de la carroña, pudiera haber formado parte del menú de los australopitecinos. La variación observada en algunos de los caracteres craneales, como el trazado de las líneas temporales, la presencia o la ausencia de una cresta sagital sobre la bóveda craneana y de crestas en la sutura temporonucal, pro- voca vivos debates. Hay paleoantropó- logos que conceden a estas diferencias un significado taxonómico que permi- te distinguir las especies, mientras que otros no las consideran más que como expresión de un dimorfismo sexual marcado. Estos últimos las utilizan junto a las variaciones de tamaño pa- ra distinguir entre indi viduos mascu- linos y femeninos de A. afarensis y A. boisei, en los que el abundante mate- rial disponible permite realizar estu- dios precisos. Los australopitecinospresentarían un dimorfismo sexual su- perior al de los grandes monos actua- les respecto de algunos de estos carac- teres. Otros rasgos supuestamente dimórficos de los homínidos fósiles lo son claramente menos entre los gran- des mo nos: por ejemplo, la longitud de la cara, la capacidad craneana, las pro- porciones del primer molar de A. boi- sei y la robustez del cuerpo mandibu- lar de A. boisei y A. robustus. La longitud de los caninos consti- tuye otra medida del dimorfismo sexual. Los caninos de los machos de los primates actuales son más largos que los de las hembras. El dimorfis- mo de los caninos de los homínidos es importante en A. afarensis y A. boi- sei, semejante al del chimpancé ena- no. Aparece menos acusado en A. ro- bustus y es comparable al del hombre actual en A. africanus. La bipedestación La estatura media de los australo- pitecos varía entre 1,10 metros en los ejemplares más pequeños, co- mo Lucy (A. afarensis), y 1,50 metros e incluso más en los parántropos y probablemente en el caso de A. anamen sis. Una característica impor- 18 TEMAS 19 La metodología cladística ha cambiado por completo la filogenia de los homínidos desde 1975. La cladística (del griego klados, que significa “rama”) presenta en forma de árbol (cladograma) las relaciones de parentesco entre los grupos. Al contrario de los árboles clásicos, que implicaban en cada rama un antepasado de una o varias especies, el cladograma es un árbol sin antepasados: todas las especies comparadas se sitúan en el extremo de las ramas. Según la cladística, A. africanus sería el grupo hermano del clado formado por el género Homo y los australopitecos robustos. Este método confirma además una conclusión de la aproximación evolucionista: A. afarensis habría sido el primero en separarse en el seno de los homininos. Esta especie está, por tanto, excluida de la línea humana. Las relaciones de parentesco entre los australopitecos robustos (A. boisei, A. robustus y A. aethiopicus) todavía se discuten con apasionamiento. Para algunos investigadores forman un grupo monofilético (serían descendientes de un mismo antepasado común) y, por tanto, pueden designarse con el término genérico de Paranthropus (cladograma de la izquierda). Para otros A. aethiopicus, la forma más arcaica de las tres, pertenecería a una línea independiente y apa- recería como el grupo hermano del conjunto formado por A. africanus, A. robustus, A. boisei y Homo (cladograma de la derecha). Hipótesis filogenéticas PAN/GORILLA A. AFARENSIS A. AFRICANUS A. AFRICANUSA. ÆTHIOPICUS A. ROBUSTUS A. BOISEI H. HABILIS H. RUDOLFENSIS H. ERGASTER H. SAPIENS PAN/GORILLA A. AFARENSIS A. ÆTHIOPICUS A. ROBUSTUS A. BOISEI H. HABILIS H. RUDOLFENSIS H. ERGASTER H. SAPIENS MAKAPANSGAT SWARTKRANS STERKFONTEIN LAETOLI MALAWI PENINJ ALLIA BAY LUKEINO CHEMERON KOOBI FORA, ILERET TURKANA MAKA, BELOHDELIE HADAR LOTHAGAM KORO TORO 1995 A. BAHRELGHAZALI ARAMIS 1994 A. RAMIDUS HADAR-LAETOLI 1978 A. AFARENSIS KANAPOI 1995 A. ANAMENSIS OMO 1968 A. ÆTHIOPICUS KROMDRAAI 1938 A. ROBUSTUS OLDUVAI 1959 A. BOISEI TAUNG 1925 A. AFRICANUS BARINGO CHESOWANJA tante es su adaptación a la lo- comoción bípeda. La bipedestación no es ca- racterística exclusi va del ser humano: los pájaros se sostienen siempre sobre dos patas y hay peque- ños mamíferos, como el jerbo o la suricata, y al- gunos primates, como el gibón o los lemúridos saltadores, que lo hacen a veces sobre sus dos miembros posteriores, durante la locomoción o al adoptar determinadas posturas. Pero el hombre es el único que de manera exclu- siva y permanente se mantiene erguido para desplazarse por el sue- lo. Teniendo en cuenta la anatomía de sus articulaciones, es probable que los monos cuadrumanos Proconsul y Kenyapithecus del Mioceno inferior y medio, hace más de 10 millones de años, comenzaran a erguir su cuerpo. Pero las características de una espe- cialización en la marcha bípeda no aparecen con claridad hasta hace al- rededor de cinco millones de años, con los australopitecos. ¿Qué características son éstas? Cuando se compara un esqueleto hu- mano con el de un chimpancé se com- prueba que el mantenimiento verti- cal del cuerpo y la bipedestación requieren profundos cambios muscu- loesqueléticos que afectan a todo el conjunto del cuerpo. El agujero occi- pital, en el que se inserta la columna vertebral, está situado en la parte an- terior del cráneo humano, lo que fa- vorece que la cabeza quede en equili- brio sobre el tronco; el del chimpancé está mucho más retrasado, de forma que la cabeza está en falso. La colum- na vertebral del chimpancé no pre- senta más que una curvatura, mien- tras que la del hombre presenta tres; esta columna más flexible está mejor adaptada a la posición vertical pro- longada. El hueso coxal del hombre se ha ensanchado y se ha acortado considerablemente; soporta el peso del cuerpo y sostiene las vísceras. Las patas del chimpancé están dobladas, orientadas hacia el exterior, y pueden efectuar movimientos en todas las di- recciones, mientras que la tibia está orientada hacia el interior y permite a los pies agarrarse al soporte. Cuan- do el hombre está en posición verti- cal, por el contrario, las piernas están estiradas y los muslos se orientan ha- cia el interior, de forma que durante la marcha el movimiento se realiza solamente en el plano anteroposte- rior. Estos caracte- res específicos de la bipedestación aparecen en tre los australopitecos. Estos homínidos primi tivos practicaban una forma de bipedestación para dis- tancias bastante largas, como confirma el descu- brimiento por Mary Leakey, en 1978, de las huellas de pasos fosiliza- das de Laetoli. Pero los detalles de su anatomía esquelética, particular- mente del hueso coxal y de los miembros inferiores, de- muestran que su marcha sería diferente a la nuestra. Los pa- leontólogos no hubieran podido reconstituir esta forma de bipedes- tación ancestral sin el descubri- miento en 1976 del esqueleto casi completo de Lucy (A. afarensis) en Etiopía, que fue un verdadero maná, ya que lo que se recupera del esque- leto de los homínidos no acostumbra ser más que algunos huesos, a menu- do muy fragmentarios. Lucy mide poco más de un metro. Presenta un hueso coxal bastante an- cho, piernas pequeñas y brazos lar- gos, una cavidad torácica que se en- sancha hacia la parte inferior, como la del chimpancé, las articulaciones de los miembros inferiores aún suel- tas (cadera, rodilla, tobillo), mientras que las de los superiores son más fir- mes. Los pies de Lucy parece que se- guirían siendo capaces de aprehen- der. ¿Cómo caminaría Lucy? Cada paso iría acompañado de una rotación pél- vica amplia para asegurar el equili- brio del cuerpo; la zancada sería cor- ta y los pies no estarían muy separados. La movilidad de las arti- culaciones (espalda, rodilla, cadera) y su escaso peso le permitirían ade- más trepar a los árboles y posible- mente agarrarse a las ramas con los pies. Su supervivencia dependería además de la capacidad que tuviera para refugiarse rápidamente en los árboles cuando se encontrase frente a sus enemigos. Las reconstrucciones del medio en que vivía A. afarensis contemplan esa posible ubicuidad, puesto que los nichos ecológicos iban desde la zona boscosa y húmeda de Hadar hasta otras más abiertas en Laetoli. Es probable que los australo- pitecos más tardíos, sobre todo las úl- timas formas robustas, hayan mejo- rado sus posibilidades de marcha en detrimento de sus cualidades como trepadores. LOS ORÍGENES DE LA HUMANIDAD 19 3. LOS AUSTRALOPITECOS conocidos han sido encontrados todos en Africa. Se indica la fecha del descubrimiento de los fósiles a partir de los que se han de- finido los caracteres propios de las dife- rentes especies. Un ambiente cambiante Durante el Plioceno (hace entre seis millones y dos millones de años) los australopitecos se fueron adaptando aun ambiente cada vez más abierto. Al menos eso es lo que demuestra el análisis faunístico y po- línico de los yacimientos de la región de Omo en Etiopía: la sabana reem- plaza progresivamente al bosque, de- jando algunos bosques-galería donde los australopitecos pudieran refugiar- se. Los paleontólogos sitúan este gran cambio ecológico, dominado por una desecación del clima, hacia los 2,6 mi- llones de años. Los parántropos expe- rimentan profundos cambios morfo- lógicos por estas fechas. Los últimos representantes de A. boisei en el este de Africa presentan una hiperespe- cialización de los maxilares para la masticación de vegetales duros y abrasivos. Sus miembros permitirían una locomoción bípeda más consegui- da, dejando entrever una posible in- dependencia del medio arbóreo. Algunos linajes de grandes mamí- feros muestran cambios adaptativos semejantes, que afectan sobre todo al aparato dental y al sistema locomo- tor. En esta época aparecen las gace- las y los antílopes, herbívoros adap- tados a la carrera, los suidos (con dientes cada vez más altos) y los ele- fantes con dientes altos de crecimien- to continuo (dientes hipsodontos). Otros grupos inmigran a Africa des- de Europa, como la cebra, que coexis- tirá durante más de un millón de años con su pariente el Hipparion. Los cambios ecológicos no eliminan a to- das las especies habitantes de bos- ques y matorrales, pero las vuelven más escasas. Durante el Plioceno, por ejemplo, todavía encontramos Dino- therium, un pariente ya desaparecido del elefante africano, y Diceros, un ri- noceronte de zonas cubiertas de ma- torrales. Las búsquedas de fósiles de austra- lopitecinos prosiguen en Africa. Al- gunas especies, como A. anamensis y A. bahrelghazali, todavía son difíciles de integrar en la historia. Pero descu- brimientos futuros precisarán dónde y cuándo apareció el linaje humano dentro del panorama evolutivo. 20 TEMAS 19 BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA LES AUSTRALOPITHÈQUES. G. Berillon, A.-M. Bacon, F. Marchal y Y. Deloison. Éditions Artcom, diciembre 1998. ATLAS DES PREMIERS HOMMES. Henri de Saint-Blanquat. Casterman, 1998. 4. EL HOMBRE DIFIERE DEL GORILA Y DEL CHIMPANCE (a) por su capacidad de mover simultáneamente el tronco, las caderas y las rodillas en posición bípeda y durante la marcha. Esta vista lateral muestra además las profundas diferencias entre la corta pelvis humana y la de gorila, muy alargada. En una vista anterior (b) podemos ver que la cintura pélvica y los miembros inferiores de Lucy (en el centro) se parecían más a los del hombre actual (a la derecha) que a los del chimpancé (a la izquierda). El fémur dirigido hacia el interior y el hueso coxal corto y ancho son característicos de la bipedestación, que Lucy compartía con el hombre. CHIMPANCE LUCY GORILAGORILA a b HOMBRE HOMBRE Corría el año 1965. Bryan Pat- terson, paleoantropólogo de la Universidad de Harvard, ex trajo un fragmento fósil de húme- ro en el yacimiento de Kanapoi, al norte de Kenia. Sabía tan bien co- mo sus colegas que sería difícil que un pequeño trozo de la articulación del codo permitiese nuevas averi- guaciones sobre la anatomía y la evolución. Pero reconocieron algu- nos rasgos que hacían pensar en un homínido primitivo (un homínido es un primate que anda erguido) lla- mado Austra lo pi thecus, descubierto hacía unos cuarenta años en Sudá- frica por Ray mond Dart, de la Uni- versidad del Witwa tersrand. Había, empero, mu chos de talles que les hi- cieron considerar que el fragmento de húmero se parecía más al de los seres humanos modernos que al de los de otros australopitecos previa- mente conocidos. La edad del fósil de Kanapoi resul- tó un tanto sorprendente. Aunque las técnicas para datar las rocas en que se descubrió el fósil eran entonces bas- tante rudimentarias, el grupo que tra- bajaba en Kenia pudo demostrar que el hueso era probablemente más anti- guo que los diversos ejempla res de Australopithecus conocidos. A pe sar de este resultado insólito, la im portancia del descubrimiento de Patterson no se confirmó hasta pasados otros treinta años. Entre tanto fueron apareciendo tantos restos importantes de homíni- dos primitivos que el húmero de Ka- napoi casi cayó en el olvido. Con todo, este fósil acabaría ayu- dando a establecer la existencia de una nueva especie de Australopi- thecus —la más antigua identificada hasta hoy— y a remontar el origen de la bipedestacíon erguida hasta hace más de cuatro millones de años (Ma.). Mas para ver cómo ocurrió esto he- mos de volver sobre los pasos que los paleoantropólogos han dado para construir un esquema de la historia de la evolución humana. Historia evolutiva de los primeros homínidos A los antepasados inmediatos del género Homo (que incluye a nues- tra propia especie, Homo sapiens) se les agrupa en el género Australo- pithecus. Durante decenios se creyó que estos antiguos homínidos ha- bitaron la Tierra por lo menos hace 3,5 millones de años. Muchos restos ha- llados en Sudáfrica indicaban que hu- bo al menos dos tipos de Australopi- thecus: A. africanus y A. robustus. Los huesos de las piernas de ambas espe- cies inducen a suponer que las dos te- nían la locomoción bípeda y vertical, que es el distintivo de la familia hu- mana entre los mamíferos. (La postu- ra erguida de estos seres se confirmó palpablemente en 1978 en el yacimien- to de Laetoli, en Tanzania, donde un equipo dirigido por la ar queóloga Mary Leakey descubrió una serie espectacu- lar de huellas dejadas por tres austra- lopitecos según andaban sobre cenizas volcánicas húmedas hace 3,6 Ma.) A. africanus y A. robustus poseían un ce- rebro relativamente pequeño y sus col- millos, a diferencia de los modernos antropomorfos, apenas sobresalían de la fila de los demás dientes. La más moderna de las dos especies, A. robus- tus, mostraba extrañas adaptaciones masticadoras: grandes molares y pre- 22 TEMAS 19 Fósiles de antiguos homínidos africanos Meave Leakey y Alan Walker Una nueva especie de Australopithecus, el antepasado de Homo, hace remontar los orígenes de la bipedestación a unos cuatro millones de años 1. AUSTRALOPITHECUS ANAMENSIS (derecha) vivió hace 4 millones de años (Ma) más o menos. Se conocen pocos fósi- les de anamensis; los que se ven a la izquierda son una mandíbula y parte de la cara (izquierda), partes de un hueso del antebrazo (centro) y fragmentos de una tibia (derecha); así no se pueden hacer muchas conjeturas sobre su aspecto físico. Pero se ha establecido que anamensis andaba erguido, lo que le convierte en el ser bípedo más antiguo. LOS ORÍGENES DE LA HUMANIDAD 23 molares se combinaban con crestas óseas en el cráneo donde se insertaran poderosos músculos masticadores. Durante los decenios siguientes se fueron identificando más especies de Australopithecus. Mary Leakey de- senterró un cráneo de otra especie de Africa oriental próxima a robustus en 1959. Los cráneos de esta especie des- cubiertos durante los últimos cuaren- ta años en el nordeste de Africa, en Etiopía y en Kenia, diferían notable- mente de los aparecidos en Su dáfrica; por ello se pensó que vivieron dos es- pecies del tipo robusto, una en el nor- te y otra en el sur. Donald C. Johanson y sus colegas identificaron otra especie más de Aus- tralopithecus en 1978, mientras estu- diaban unos pocos huesos y dientes de homínidos descubiertos en Laeto- li, así como una colección grande y muy importante de ejemplares de la región de Hadar en Etiopía (in clui do el célebre esqueleto de “Lucy”). Lla- maron afarensis a la nueva especie. Dataciones radiométricas revelaron que esta especie había vivido hace en- tre 3,6 y 2,9 Ma, lo que la convertía en el australopiteco más antiguo en- tonces conocido. Esta especie primitiva es probable- mente la mejor estudiada de todas. También es, sin duda, la que ha ge- nerado más controversia en los últi- mos años. Las discusiones han ver- sado sobre varios temas: si los fósiles de
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