Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
PARED ABDOMINAL Generalidades La pared abdominal, entre sus características, da sostén, protec- ción y estructura a los órganos abdominales y retroperitoneales y está definida en sentido superior por los bordes costales, en sentido inferior por el anillo pélvico y hacia atrás, por la columna verte- bral. Para el tratamiento de enfermedades de la pared abdominal o durante la penetración a la cavidad del abdomen, se necesita cono- cimiento de sus características anatómicas específicas. Anatomía quirúrgica La pared del abdomen es una estructura dispuesta en capas, com- pleja en sentido anatómico, con riego e inervación por segmentos (fig. 35-1). Se origina en el mesodermo y se desarrolla en forma de hojas bilaterales migratorias, que surgen en la región paravertebral y envuelven la futura área abdominal. Los bordes guía de estas estructuras forman los músculos del recto del abdomen, que al final se encuentran en la línea media. El recto anterior del abdomen está orientado en sentido longi- tudinal y cubierto por una vaina aponeurótica cuyas capas se fusio- nan en la línea media en la estructura conocida como línea blanca. El recto anterior del abdomen se inserta en los huesos púbicos en sentido inferior y en la quinta y sexta costillas así como el séptimo cartílago costal y el apéndice xifoides en sentido superior. El borde externo de los rectos anteriores tiene una forma curva identificable por un signo superficial de referencia, la línea semilunar. A nivel del apéndice xifoides, la cicatriz umbilical y en un punto interme- dio entre las dos estructuras mencionadas están tres inserciones tendinosas que cruzan los músculos rectos anteriores (fig. 35-1). A los lados de la vaina del recto se encuentran tres capas musculares cuyas fibras tienen orientaciones oblicuas entre sí (fig. 35-2). Estas capas derivan de los tejidos mesodérmicos que migran de forma lateral durante la sexta a séptima semanas del desarro- llo fetal. El músculo oblicuo mayor sigue hacia la parte inferior e interna y proviene de los márgenes de las ocho costillas y los car- tílagos costales más inferiores. El músculo oblicuo mayor surge de modo externo en los músculos dorsal ancho y serrato mayor y asi- Pared abdominal 1449 Generalidades / 1449 Anatomía quirúrgica / 1449 Fisiología / 1450 Anatomía abdominal e incisiones quirúrgicas / 1451 Anomalías congénitas / 1453 Anomalías adquiridas / 1453 Epiplón 1456 Anatomía quirúrgica / 1456 Fisiología / 1457 Infarto del epiplón / 1457 Quistes del epiplón / 1457 Neoplasias del epiplón / 1457 Mesenterio 1457 Anatomía quirúrgica / 1457 Mesenteritis esclerosante / 1458 Quistes del mesenterio / 1459 Tumores del mesenterio / 1460 Retroperitoneo 1460 Anatomía quirúrgica / 1460 Infecciones retroperitoneales / 1460 Fibrosis retroperitoneal / 1460 mismo en la cresta iliaca. En la línea media forma una aponeurosis tendinosa, próxima a la vaina anterior del recto. El ligamento ingui- nal es el borde más inferior de la aponeurosis del oblicuo mayor, que se refleja hacia la parte posterior en el área que está entre la espina iliaca anterosuperior y el tubérculo púbico. El músculo obli- cuo menor está situado en un nivel profundo inmediato al músculo oblicuo mayor y surge de la superficie externa del ligamento ingui- nal, la cresta iliaca y la aponeurosis toracolumbar. Sus fibras se extienden hacia la parte superior y medial y forman una aponeuro- sis tendinosa que aporta componentes a las vainas anterior y poste- rior del recto. Las fibras mediales inferiores y las que se encuentran en la parte más baja del trayecto del oblicuo menor se pueden fusio- nar con las fibras inferiores del músculo transverso del abdomen (el área conjunta). Las fibras más inferiores del músculo oblicuo menor se proyectan contiguas al músculo cremáster en el conducto inguinal. Estas relaciones son muy relevantes para la reparación de la hernia inguinal. El músculo transverso del abdomen es el más profundo de los tres músculos laterales y, como lo indica su nom- bre, avanza de manera transversal desde las seis últimas costillas, la aponeurosis lumbosacra y la cresta iliaca hasta el borde externo del recto del abdomen. La línea arqueada (línea semicircular de Douglas), se encuentra en general a nivel de la espina iliaca ante- rosuperior (fig. 35-3). Arriba de la línea arqueada, la vaina anterior del recto está formada por la aponeurosis del oblicuo mayor y la lámina externa de la aponeurosis del oblicuo menor, en tanto que la vaina posterior del recto está constituida por la lámina interna de la aponeurosis del oblicuo menor, la aponeurosis del transverso del abdomen. Abajo de la línea arqueada, la vaina anterior del recto se forma con la aponeurosis del oblicuo mayor, las láminas de la aponeurosis del oblicuo menor y la aponeurosis del transverso del abdomen. Este segmento inferior de los músculos rectos anteriores, no tiene una cubierta aponeurótica posterior aunque la fascia transversalis o endoabdominal brinda cubrimiento contiguo de la porción posterior del abdomen por arriba y debajo de la línea semilunar de Douglas o arqueada. La irrigación de los músculos de la pared anterior del abdo- men proviene de las arterias epigástricas superior e inferior (fig. 35-4). La arteria epigástrica superior procede de la arteria mama- 1 Pared abdominal, epiplón, mesenterio y retroperitoneo Neal E. Seymour y Robert L. Bell35capítulo http://booksmedicos.org ria interna, mientras que la arteria epigástrica inferior surge de la arteria iliaca externa. A la perfusión de la pared del abdomen con- tribuye asimismo una red colateral de ramas de las arterias sub- costales y lumbares. El drenaje linfático de la pared abdominal se dirige sobre todo a las cuencas ganglionares mayores en las áreas inguinal y axilar superficiales. La inervación de la pared anterior del abdomen se relaciona por segmentos con los niveles raquídeos específicos. Los nervios motores de los músculos rectos, oblicuos menores y transversos del abdomen siguen un trayecto desde las ramas anteriores de los ner- Figura 35-1. Pared anterior del abdomen. La línea alba es la demarcación aponeu- rótica en la línea media entre los vientres de los músculos rectos del abdomen. Se muestra en el lado izquierdo el músculo recto del abdomen y sus intersecciones tendinosas abajo de la vaina anterior del recto que se encuentra plegada. (Reprodu- cida con autorización de Moore KL, Dalley AF [eds]: Clinically Oriented Anatomy, 4th ed. Philadelphia: Lippincott, Williams & Wilkins, 1999, p 181.) vios raquídeos hasta los niveles T6 a T12. La piel suprayacente está inervada por ramas aferentes de las raíces nerviosas T4 a L1 y las raíces nerviosas de T10 proporcionan sensibilidad a la piel alrededor de la cicatriz umbilical (fig. 35-5). Fisiología Los músculos rectos, oblicuos mayores y oblicuos menores funcio- nan como una unidad para flexionar el tronco hacia adelante o a los lados. La rotación del tronco se lleva a cabo por la contracción del músculo oblicuo mayor y el músculo oblicuo menor contralateral Quinto cartílago costal Capa anterior de la vaina del recto Músculo recto del abdomen Músculo oblicuo mayor Inserción tendinosa Espina iliaca anterosuperior Aponeurosis del oblicuo mayor Fascia superficial Músculo serrato anterior Capa anterior de la vaina del recto Línea blanca Músculo oblicuo mayor Cordón espermático 1450 Puntos clave 1 Se advierten diferencias anatómicas importantes en las estructuras de la vaina de los rectos anteriores por arriba y debajo del arco de Douglas. Las láminas del oblicuo menor que contribuyen al seg- mento anterior (junto con el transverso del abdomen) y posterior por arriba del arco de Douglas contribuyen sólo a la vaina ante- rior por debajo del arco mencionado. En la porción inferior de los músculos rectos anteriores no existe cubierta aponeurótica pos- terior. 2 La diastasis de los rectos es ocasionada por la prominencia de la pared abdominaly la separación de los músculos rectos del ab - domen, en la línea media. No constituye una hernia y las inter- venciones operatorias contra dicha entidad son de beneficio cues tionable (si lo tiene). 3 Cuando se emprende la ablación de los tumores desmoides es necesario advertir si los bordes quirúrgicos tienen todavía células cancerosas, pues ello conlleva un riesgo extraordinariamente grande de recidiva local de la neoplasia. 4 La reparación primaria de las hernias posoperatorias ventrales (eventración) se acompaña de una cifra inaceptablemente grande de ineficacia y se prefiere la reparación con empleo de otras téc- nicas como la malla protésica. 5 La adición de la técnica videoscópica cerrada a los métodos de separación de componentes se ha vinculado con una disminu- ción significativa en la incidencia de complicaciones de las incisiones locales. 6 Entre los beneficios posibles de las reparaciones laparoscópi- cas de la hernia posoperatoria en comparación con las repara- ciones abiertas con malla, están hospitalización más breve, menor riesgo de complicaciones de la incisión y mejor función de la pared del abdomen. Un aspecto controvertido es el menor beneficio en la cifra de recidivas. 7 El tratamiento quirúrgico de la mesenteritis esclerosante se emprende muy a menudo para confirmar el diagnóstico y des- cartar neoplasias como causa de la tumoración mesentérica. Las posibilidades de ablación disminuyen con base en la extensión del cuadro patológico y también el beneficio cues- tionable en muchos casos. 8 Entre las intervenciones quirúrgicas posibles en caso de fibro- sis retroperitoneal están la toma de material de biopsia por cirugía para descartar neoplasia, colocación de una endopró- tesis ureteral, ureterólisis abierta o por laparoscopia, e inter- venciones endovasculares en caso de oclusión iliocava. http://booksmedicos.org 1451 Pared abdom in al, ePiPlón , m esen terio y retroPeriton eo CaPÍtU lo 35 (p. ej., la rotación hacia la derecha se produce por la contracción del músculo oblicuo mayor izquierdo y el oblicuo menor derecho). Todos los músculos del tronco participan en el incremento de la presión intraabdominal. La contracción de los músculos del abdo- men que acaece cuando se relaja el diafragma originará expulsión (espiración) del aire de los pulmones y si la contracción es potente, tos. Si el diafragma se contrae cuando están contraídos los múscu- los del abdomen (maniobra de Valsalva), la mayor presión abdo- minal facilita fenómenos como la micción, la defecación y el parto. Anatomía abdominal e incisiones quirúrgicas Los cirujanos deben abordar la pared del abdomen para penetrar en sitios preperitoneales, intraperitoneales y retroperitoneales; ello plantea cuestiones prácticas del sitio y la forma de hacer las incisio- nes. En términos generales, las incisiones para operaciones abier- tas se sitúan muy cerca de los puntos quirúrgicos principales. Las Figura 35-2. Las tres capas musculares de la pared abdominal a los lados del recto del abdomen son los músculos oblicuo mayor, oblicuo menor y transverso del abdomen, que se muestran aquí en la parte baja del abdomen, en donde se pliega el borde inferior del oblicuo mayor hacia la parte posterior para formar el ligamento inguinal. (Reproducida con autorización de Moore KL, Dalley AF [eds]: Clinically Oriented Anatomy, 4th ed. Philadelphia: Lippincott, Williams & Wilkins, 1999, p 181.) Figura 35-3. Anatomía transversal de la pared del abdomen arriba y abajo de la línea arqueada de Douglas. El segmento inferior derecho de la pared del abdomen muestra con claridad la ausencia de un recubrimiento aponeurótico en la superficie posterior del músculo recto del abdomen abajo de la línea arqueada. Arriba de esta última se observan las contribuciones aponeuróticas del oblicuo menor y el transverso del abdomen a la vaina posterior del recto. (Reproducida con autorización de Moore KL, Dalley AF [eds]: Clinically Oriented Anatomy, 4th ed. Philadelphia: Lippincott, Williams & Wilkins, 1999, p 185.) incisiones para los accesos laparoscópicos podrían estar alejadas del sitio de interés y se planean de manera cuidadosa con base en los ángulos de abordaje anticipados para el instrumento y en las distancias de trabajo necesarias, tanto para el sitio quirúrgico como entre los trócares. La orientación del trayecto de cualquier incisión depende de la calidad de exposición esperada; consideraciones para el cierre, que incluyen el resultado estético; evitación de sitios con incisiones previas y la simple preferencia del cirujano. En general, la incisión para el acceso peritoneal abierto puede ser longitudinal (sobre o fuera de la línea media), transversal (lateral o cruzando la línea media) u oblicua (dirigida hacia arriba o abajo en dirección al flanco) (fig. 35-6). Hay numerosas modificaciones a estas clases generales de incisiones y pueden consistir en varias extensiones con la intención de optimizar la exposición en situaciones clínicas específicas. Las incisiones en la línea media se usan en la mayor parte de los métodos no laparoscópicos en el aparato digestivo. Es Femoral Nervio Arteria Vena Músculo oblicuo menor Músculo oblicuo mayor Espina iliaca anterosuperior Aponeurosis del oblicuo mayor Margen inferior incurvado (escotadura) de la aponeurosis que forma el ligamento inguinal Testículo Espina iliaca anterosuperior Músculo transverso del abdomen Anillo inguinal profundo (fascia transversalis) Cordón espermático Cresta púbica Ligamento inguinal (por delante de la línea pectínea del pubis) Tubérculo púbico Vaina del recto Línea blanca Vaina del recto Aponeurosis del músculo transverso del abdomen Peritoneo parietal Aponeurosis del transverso Músculo transverso del abdomen Oblicuo menor Oblicuo mayor Tejido subcutáneo Aponeurosis del oblicuo mayor Piel Aponeurosis del oblicuo menor Peritoneo parietal Grasa extraperitoneal Fascia transversalis Línea blanca Recto del abdomen http://booksmedicos.org 1452 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii Figura 35-5. Dermatomas de inervación sensorial de la pared del abdomen. (Reproducida con autorización de Moore KL, Dalley AF [eds]: Clinically Oriented Anatomy, 4th ed. Philadelphia: Lippincott, Williams & Wilkins, 1999, p 86.) Figura 35-6. Varias incisiones en la pared abdominal anterior para exponer estructuras peritoneales. A, incisión medial; B, incisión para- mediana; C, incisión subcostal derecha y extensión en “herida de sable” hacia el borde costal (línea punteada); D, incisión subcostal bilateral (también en asa de cubeta, V invertida, gablete), con exten- sión de “Mercedes Benz” (línea punteada); E, incisión de Rocky-Davis y extensión de Weir (línea punteada); F, incisión de McBurney; G, incisión transversal y su extensión a través de la línea media (línea punteada) y H, incisión de Pfannenstiel. Figura 35-4. Las arterias epigástricas superior e inferior forman una red anastomótica de vasos en la vaina del recto y alrededor de ella, con colaterales hacia vasos subcostales y lumbares situados de manera más lateral en la pared del abdomen. El drenaje linfático posee una dirección axial o en el sentido de las cuencas ganglionares inguinales. (Reproducida con autorización de Moore KL, Dalley AF [eds]: Clini- cally Oriented Anatomy, 4th ed. Philadelphia: Lippincott, Williams & Wilkins, 1999, p 188.) una maniobra sencilla el corte del tejido aponeurótico de la línea blanca, en la línea media (con fusión de estructuras) y no daña músculos de fibra estriada. Las incisiones paramedianas a través de la vaina del recto abdominal ya casi se abandonaron en favor de los métodos de acceso medial o no longitudinal. En las incisio- nes laterales a la línea media con orientación transversal u obli- cua pueden dividirse las capas musculares sucesivas o separarlas con técnica roma siguiendo la dirección de sus fibras. Esta última técnica de separación muscular (ejemplificada por la incisión clá-sica de McBurney para apendicectomía) es menos destructiva para el tejido pero ofrece una exposición más limitada. Las incisiones subcostal derecha (incisión de Kocher para práctica de colecistecto- mía), o izquierda (en caso de esplenectomía) son los arquetipos de incisiones con corte de tejido muscular con las cuales se seccionan los tejidos musculoaponeuróticos intermedios, que incluyen parte del recto anterior del abdomen. Las incisiones mencionadas se cie- rran en dos capas; la más superficial incorpora la vaina aponeuró- tica anterior del recto en sentido interno, para establecer transición al músculo oblicuo mayor y su aponeurosis, en sentido externo. La capa posterior y más profunda consiste en fibras del oblicuo menor y del transverso del abdomen. Las consideraciones anató- micas similares incluyen la orientación para el cierre de incisiones miotómicas de orientación transversal. La incisión de Pfannens- tiel, usada a menudo para procedimientos pélvicos, se distingue por la incisión transversal en la piel y en la vaina anterior del recto, seguida de retracción de dicho músculo e incisión longitudinal del peritoneo. Sin importar el tipo de incisión, lo ideal es que la sutura para aposición de los tejidos de la pared abdominal durante el cierre se realice sin tensión excesiva y con gran precisión. Las incisiones abdominales pueden generar complicaciones a corto o largo plazo, además de discapacidad. No hay una res- puesta simple al planteamiento de la longitud que debe tener una incisión. En términos generales, es prudente hacerlas con una lon- gitud no mayor de la necesaria para lograr con seguridad los obje- tivos quirúrgicos. Los métodos quirúrgicos laparoscópicos y otros con penetración mínima, en gran medida deben su origen y perfec- Ganglios linfáticos axilares Ganglios linfáticos inguinales superficiales Arteria intercostal Arteria epigástrica superior Arterias lumbares Arteria epigástrica inferior Arteria circunfleja iliaca profunda Arteria iliaca externa C3 C4 C5 T1 T2 T3 T4 T5 T6 T7 T8 T9 T10 T11 T12 T1 C5 C6 C7 C8 L1 L2 L3 L4 S2 S3 C D E F H G A B http://booksmedicos.org 1453 Pared abdom in al, ePiPlón , m esen terio y retroPeriton eo CaPÍtU lo 35 cionamiento a la idea de llevar al mínimo la lesión quirúrgica a la pared del abdomen, lo que brinda beneficio significativo al paciente. Para la cirugía abierta existen diversos dispositivos para separar la pared abdominal y facilitar la exposición peritoneal sin someter al paciente a incisiones demasiado grandes, o al personal quirúrgico a tareas de separación exhaustivas (fig. 35-7). Los ejemplos inclu- yen los separadores de BookwalterTM, Omni-Tract® y Thompson. Anomalías congénitas Las capas de la pared anterior del abdomen comienzan a formarse en el transcurso de las primeras semanas de la concepción. En los comienzos del desarrollo embrionario se advierte un gran defecto cen- tral a través del cual pasan el conducto vitelino (onfalomesentérico) y la alantoides. El conducto vitelino une el intestino medio embrionario y fetal con el saco vitelino. Durante la sexta semana del desarrollo, el contenido abdominal crece demasiado para que lo contenga la pared del abdomen y se hernia el intestino medio embrionario hacia el cordón umbilical. Aunque se encuentra fuera de los confines del abdomen en desarrollo, durante el desarrollo del mesenterio efectúa una rotación de 270° en sentido contrario a las manecillas del reloj. Al final de la duodécima semana retorna a la cavidad abdominal. Los defectos del cierre de la pared abdominal pueden ocasionar onfalocele o gastrosquisis. En el onfalocele las vísceras salen a través del anillo umbilical abierto y están recubiertas por un saco derivado del amnios. En la gastrosquisis las vísceras protruyen a través de un defecto lateral a la cicatriz umbilical sin la presencia de un saco. Durante el tercer trimestre regresa el conducto vitelino. La persistencia de un remanente de este último en el borde ileal pro- duce un divertículo de Meckel. La falta total de regreso del con- ducto vitelino da lugar a una fístula del conducto vitelino, que se acompaña de drenaje del contenido del intestino delgado por la cicatriz umbilical. Cuando vuelven los extremos intestinal y umbi- lical del conducto vitelino hacia los cordones fibrosos, puede ocu- rrir un quiste del conducto vitelino (onfalomesentérico) central. La persistencia de los remanentes del conducto vitelino entre el tubo digestivo y la pared anterior del abdomen puede acompañarse de vólvulo del intestino delgado en recién nacidos. Cuando se diag- nostican fístulas y quistes del conducto vitelino deben extirparse junto con cualquier cordón fibroso concomitante. El uraco es una extensión tubular y fibromuscular de la alan- toides que se desarrolla con el descenso de la vejiga a su posición pélvica. La persistencia de remanentes del uraco puede dar por resultado quistes y fístulas hacia la vejiga, con drenaje de orina Figura 35-7. Separador BookwalterTM colocado para exposición de estructuras peritoneales durante una operación abdominal. Los dis- positivos de este tipo son auxiliares valiosos para la exposición que reducen las demandas físicas del personal del quirófano y permiten una atención más completa en el sitio quirúrgico de interés. por la cicatriz umbilical. Estas anomalías se tratan con la extirpa- ción del uraco y el cierre de cualquier defecto de la vejiga. Anomalías adquiridas Diastasis de los músculos rectos del abdomen. La diastasis de los rectos del abdomen es una separación clínicamente obvia de los pilares de los músculos rectos del abdomen. Esto produce un abultamiento característico de la pared del abdomen en el epigas- trio que se confunde en ocasiones con una hernia ventral, a pesar de que está intacta la aponeurosis en la línea media y no existe un defecto herniario. La diastasis puede ser congénita, como con- secuencia de una inserción más lateral de los músculos rectos en las costillas y las uniones costocondrales, pero de manera carac- terística es un trastorno que se adquiere con el envejecimiento, la obesidad o después del embarazo. En el puerperio tiende a ocurrir diastasis de los rectos en mujeres de edad materna avanzada, des- pués de embarazos múltiples o gemelares o en mujeres con partos de niños con un peso elevado al nacer. La diastasis se reconoce con facilidad en la exploración física (fig. 35-8). La tomografía computarizada (CT) proporciona un medio preciso para medir la distancia entre los pilares de los rectos y diferencia la diastasis de una hernia ventral verdadera, si se requiere alguna precisión. Hay descripciones de la corrección quirúrgica de una diastasis de los rectos mediante el plegamiento (plicatura) de la aponeurosis medial amplia por razones estéticas y para aliviar la disfunción muscular de la pared abdominal. Sin embargo, estas técnicas introdu- cen el riesgo de una hernia ventral verdadera y tienen valor cuestionable para corregir la alteración. Hematoma de la vaina del recto. La hemorragia proveniente de la red de vasos colaterales dentro de la vaina del recto anterior y otros músculos puede originar un hematoma en dicha estructura. Es importante obtener datos del antecedente de traumatismo, pero el problema a veces proviene de otros fenómenos menos manifiestos como contracción repentina de los músculos rectos anteriores con la tos, el estornudo o cualquier actividad física vigorosa. Por lo regular se describen hematomas espontáneos de la vaina del recto en la edad avanzada y en quienes reciben tratamiento anticoagulante. Los pacientes describen con frecuencia el inicio repentino de dolor en un lado del abdomen que puede confundirse con trastornos peritoneales lateralizados, como apendicitis. Se puede establecer el diagnóstico con el interrogatorio y la exploración física. Es típico que el dolor se intensifique con la con- Figura 35-8. Diastasis de los rectos visiblesen el epigastrio medio con la maniobra de Valsalva. Se palpan en toda la longitud del área abultada los bordes de los músculos rectos del abdomen rígidos con la contracción voluntaria. Esta alteración no debe confundirse con una hernia ventral. 2 http://booksmedicos.org 1454 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii tracción de los músculos rectos y es posible palpar una tumoración dolorosa. La capacidad para reconocer una masa intraabdominal disminuye con la contracción de los músculos rectos. El signo de Fothergill es una masa palpable en el abdomen que no cambia con la contracción de los músculos rectos y se vincula las más de las veces con un hematoma de la vaina del recto. Es importante contar con resultados de la cuantificación de hemoglobina y hematócrito, así como de estudios de coagulación. Por medio de ecografía y CT (fig. 35-9) se pueden obtener datos imagenológicos confirmatorios y descartar otras entidades patológicas. El tratamiento específico depende de la gravedad de la hemo- rragia. Los hematomas pequeños, unilaterales y estables pueden mantenerse en observación y sin hospitalización. Los hematomas bilaterales o grandes tal vez ameriten internamiento y posible rea- nimación. En algunas situaciones puede estar indicada la transfu- sión o la restitución de factores de la coagulación. La embolización angiográfica puede ser necesaria cuando crece el hematoma, si existe hemorragia libre o deterioro clínico. Se recurre al trata- miento quirúrgico en las pocas situaciones en las que falla el tra- tamiento angiográfico o cuando hay inestabilidad hemodinámica que descarta cualquier otra opción. Los objetivos quirúrgicos son drenaje del hematoma y ligadura de cualquier vaso sangrante que se identifique. La mortalidad en esta anomalía es rara, pero se ha informado en sujetos ancianos que requieren cirugía. Tumores desmoides. Los tumores desmoides de la pared abdo- minal son neoplasias fibrosas que nacen de estructuras muscu- loaponeuróticas de la cara anterior del abdomen. También se les conoce en forma global como fibrosis activa, término que describe su “agresividad” y capacidad infiltrante local. No tienen capacidad metastásica y aunque hay extraordinaria celularidad en las muestras de biopsia no existen características histológicas específicas que sugieran carácter maligno en sí. Los tumores desmoides de la pared abdominal muestran una predilección leve por el género femenino y aparecen de manera esporádica o en el marco de la poliposis adenomatosa familiar (FAP; familial adenomatous polyposis) y el máximo riesgo se observa en el síndrome de Gardner. Incluso 10 a 15% de los pacientes de FAP terminan por mostrar tumores desmoi- des en la pared abdominal, el abdomen o el plano retroperitoneal y este trastorno puede explicar la mortalidad por complicaciones de la proliferación local intensiva. En casos en que no hay FAP los des- Figura 35-9. Imagen por tomografía computarizada que muestra un hematoma en la vaina del recto derecho de tamaño mediano. El hema- toma se produjo en un paciente anciano sin antecedente claro de trau- matismo que recibía tratamiento anticoagulante. Por su tamaño y la complexión delgada del paciente, este hematoma era palpable y pudo mantenerse en seguimiento clínico. moides de pared abdominal aparecen más a menudo en puérperas o en cicatrices quirúrgicas. La ablación radical con bordes a los que se han hecho cortes por congelación y reconstrucción inmediata con malla de cualquier defecto que surja en la pared abdominal, cons - tituye el tratamiento más recomendado. La afectación de los már- genes se acompaña de cifras de recidiva incluso de 80%. La infiltración extensa y la afectación de estructuras peritonea- les hacen que la ablación de desmoides sea una empresa imposible desde el punto de vista técnico. El tratamiento médico con un agente antineoplásico como doxorrubicina, dacarbacina o carboplatino ocasiona remisiones por lapsos variables incluso en la mitad de los pacientes, aunque es insatisfactorio el pronóstico de los desmoides avanzados, particularmente en FAP, con una cifra de mortalidad quinquenal que llega incluso a 50%, según algunas notificaciones. Se han utilizado combinaciones de tratamientos médicos con la adi- ción de imatinib con algunos buenos resultados en corto número de pacientes; la radioterapia se ha usado después de la operación y con fin paliativo, con grandes cifras de respuesta. Otros tumores de la pared abdominal. La pared del abdomen puede ser asiento de algunas neoplasias benignas como lipomas y neurofibromas. El tratamiento quirúrgico no siempre es indis- pensable, pero se recomienda la ablación local en caso de lesiones sintomáticas o en crecimiento. Los cánceres primarios de la pared abdominal son muy raros e incluyen subtipos de sarcomas (leio- miosarcomas, histiocitoma fibroso maligno, fibrosarcoma, lipo- sarcoma y rabdomiosarcoma); dermatofibrosarcoma protuberans, schwannoma y melanoma. Para la estadificación tumoral se utiliza la resonancia magnética (MRI; magnetic resonance imaging) o la tomografía computarizada; la tomografía del tórax debe incluirse para descartar metástasis en pulmones. Por medio de los estudios mencionados se define la magnitud y extensión del tumor y afecta- ción de estructuras vecinas antes del tratamiento operatorio. Antes de la operación para tratar sarcomas de la pared abdominal por lo común se obtiene un fragmento de tejido con una aguja gruesa (con orientación imagenológica si es necesario). Una vez confirmado el diagnóstico el tratamiento comprende la ablación con bordes sin células tumorales y se aplican los mismos principios generales usa- dos en caso de ablación de sarcoma de extremidades. La disección meticulosa que impide la violación de la cápsula tumoral y la con- servación de bordes mayores de dos centímetros en la medida de lo posible, son consideraciones esenciales. La ablación extensa puede dejar un defecto considerable en la pared abdominal que habrá que reconstruir. Las mejores opciones si es imposible el cierre primario, son la reconstrucción inmediata con malla, cubrimiento de la herida con colgajos miocutáneos por rotación o libres o las dos técnicas en cuestión. A menudo se describe a dichos tumores como masas resistentes a radiación y quimioterapia, pero se han utilizado las dos modalidades en casos avanzados, después de la operación y con fin paliativo. La magra experiencia con estos dos cuadros hace que sea difícil hacer comentarios de la eficacia de ambos tratamientos. A veces se necesita ablación de la pared abdominal en caso de afectación contigua de cánceres de aparato digestivo o aparato repro- ductor de la mujer. A veces se intenta el cierre primario, pero tam- bién otras opciones son la aplicación de una malla protésica (incluso en casos de ablación de asas intestinales); refuerzo con malla absor- bible o biológica y reconstrucción con colgajos miocutáneos. Hernias de la pared abdominal. Las hernias de la pared anterior del abdomen, o hernias ventrales, representan defectos de la apo- neurosis y los músculos de la pared abdominal a través de los cuales puede salir contenido intraabdominal o preperitoneal. Las hernias ventrales pueden ser congénitas o adquiridas. Estas últimas se forman por un deterioro lento de la estructura de las aponeurosis musculares o se desarrollan por fracaso de la cicatrización de una incisión en la pared anterior del abdomen (hernia incisional). El hallazgo más común es una masa o abultamiento en la pared anterior del abdomen que aumenta de tamaño con la maniobra de Valsalva. Las hernias 3 http://booksmedicos.org 1455 Pared abdom in al, ePiPlón , m esen terio y retroPeriton eo CaPÍtU lo 35 ventrales pueden ser asintomáticas o provocar una gran molestia y a menudo crecen con el tiempo. En la exploración física se descubre un abultamiento en la pared anterior del abdomen que puede reducirse de manera espontánea, al acostarse o mediantepresión manual. Una hernia que no se reduce se describe como incarcerada y requiere corrección quirúrgica urgente. La incarceración de un segmento del intestino puede acompañarse de náuseas, vómitos y dolor conside- rable y es urgente una cirugía. Si se altera la irrigación del intestino incarcerado, la hernia se describe como estrangulada y la isquemia localizada origina infarto y perforación. Las hernias ventrales primarias (no incisionales) por lo gene- ral se les conoce según sea su localización anatómica. Las hernias epigástricas se hallan en la línea media entre el apéndice xifoides y la cicatriz umbilical. Casi siempre son pequeñas, pueden ser múlti- ples y en la reparación programada se encuentra que contienen epi- plón o una porción del ligamento falciforme. Pueden ser congénitas y debidas a la fusión defectuosa en la línea media de los elementos laterales de la pared abdominal en desarrollo. Las hernias umbilicales afectan al anillo umbilical y pueden existir al nacer o desarrollarse de modo gradual durante la vida de la persona. Se encuentran en 10% de todos los recién nacidos y son más comunes en prematuros. Casi todas las hernias umbili- cales congénitas se cierran de manera espontánea alrededor de los cinco años de edad. Si no se cierran en ese momento, se aconseja una reparación quirúrgica programada. Los adultos con hernias umbilicales asintomáticas pequeñas pueden someterse a vigilancia clínica. Se ha propuesto el tratamiento quirúrgico cuando crece la hernia, si se acompaña de síntomas o en presencia de incarcera- ción. El tratamiento quirúrgico consiste en la reparación primaria con sutura o colocación de malla protésica para los defectos más grandes (> 2 cm), ya sea por métodos abiertos o laparoscópicos. Los pacientes con una hepatopatía avanzada, ascitis y hernia umbilical requieren una consideración especial. En esta situación clínica crece el anillo umbilical como resultado de la elevación de la presión intraabdominal por ascitis descontrolada. La primera línea terapéutica es la corrección médica intensiva de la ascitis con diuréticos, tratamiento alimentario y paracentesis para la asci- tis a tensión con alteración respiratoria. A menudo estas hernias están llenas de líquido ascítico, pero también puede penetrar en el defecto epiplón o intestino después de una paracentesis de gran volumen. La ascitis descontrolada ocasiona alteraciones de la piel en la hernia protuberante y, al final, fuga de líquido de ascitis que predispone al sujeto a la peritonitis bacteriana. Los individuos con ascitis resistente pueden ser elegibles para derivación portocava intrahepática transyugular o trasplante de hígado. La reparación de una hernia umbilical debe diferirse hasta que se controle la ascitis. Las hernias de Spiegel pueden aparecer en cualquier parte a lo largo de la línea o zona de Spiegel, una banda aponeurótica de anchura variable en el borde externo del recto del abdomen. Sin embargo, el sitio más frecuente de estas hernias poco comunes es la línea arqueada y apenas arriba de ella. No siempre se manifiestan en clínica por un abultamiento y pueden llamar la atención médica por dolor o incarceración. La revisión más amplia sobre el tratamiento quirúrgico de tales hernias sugiere que el riesgo de incarcelación puede llegar a 17% para la fecha del diagnóstico; lo anterior ha sido citado como justificación para la reparación impostergable de las hernias de Spigel después de que sean diagnosticadas. La reparación se puede realizar con procedimientos abiertos o por laparoscopia. Eventración o hernia posoperatoria. Incluso 10 a 20% de los pacientes al final pueden presentar hernias en los sitios de la inci- sión después de operaciones abiertas del abdomen. Es difícil iden- tificar la causa en cualquier caso particular de este tipo de hernia. Factores que pueden contribuir son obesidad, defectos primarios de cicatrización de heridas, práctica previa de múltiples métodos, her- nias posquirúrgicas previas y errores técnicos durante la reparación. Reparar las eventraciones puede ser una empresa técnicamente difícil y se han descrito muchísimos métodos. Las diferencias más importantes en el tratamiento quirúrgico de las hernias posquirúrgi- cas incluyen la reparación primaria ya sea con colocación de malla, la reparación abierta o la que se hace por laparoscopia. Las reparaciones primarias de las eventraciones incluyen cie- rre sencillo con suturas y separación de componentes. La repara- ción primaria con la simple aproximación con suturas incluso en caso de defectos < 3 cm o hernias pequeñas, se acompaña de cifras grandes publicadas de reaparición de la hernia. En un estudio pros- pectivo con asignación al azar de reparaciones primarias abiertas, reparaciones abiertas con malla de eventraciones en 200 pacientes, investigadores de Países Bajos observaron que después de tres años las cifras de recidiva eran de 43 y 24%, respectivamente. Los fac- tores de riesgo de reaparición fueron reparación de sutura primaria, infección de incisión posoperatoria, problemas de próstata y cirugía de un aneurisma en aorta abdominal. Ramirez, en un intento de disminuir la tensión en las líneas de sutura, propia de la reparación primaria describió la técnica de separación de com- ponentes en 1990; entraña la creación de grandes colgajos sub- cutáneos en sentido externo al defecto aponeurótico, seguido de incisión bilateral de las aponeurosis del oblicuo mayor y de ser necesario, corte de las vainas del recto posterior en ambos lados. El efecto neto es de 10 cm de movilización de los músculos rectos anteriores hacia la línea media, lo que permite la aposición primaria de las aponeurosis. Los señalamientos tempranos de la técnica de separación de componentes indicaron una cifra grande de infec- ciones de la herida (20%) y 18.2% de reaparición de la hernia al año. Sin embargo, conforme la técnica evolucionó y hubo mayores conocimientos de los elementos quirúrgicos clave que incluyeron conservación máxima de los vasos perforantes del recto y disección mínima de tejidos subcutáneos, surgieron menos complicaciones posoperatorias de la herida. En años recientes, algunas modificacio- nes incluyeron la técnica de separación de componentes por endos- copia y también la adición de refuerzo de malla al cierre primario del borde aponeurótico. Con la primera técnica cerrada y control videoscópico se logró corte eficaz del oblicuo mayor sin crear colga- jos subcutáneos extensos; tal situación ha demostrado la disminución impresionante de las complicaciones de la herida vinculadas con el método abierto. El empleo de implante permanente o materiales biológicos con separación de componentes pudiera cul- minar en una cifra de reaparición de la hernia incluso de 4% al año de vigilancia. La reparación con malla se ha convertido en el estándar de referencia para el tratamiento programado de la mayor parte de las hernias incisionales. La malla puede colocarse como una capa sub- yacente, más profunda que el defecto aponeurótico (intraperito- neal o preperitoneal); como una capa interna, ya sea como puente para cerrar el espacio entre los bordes del defecto o dentro de las capas musculoaponeuróticas de la pared abdominal (intraparietal), o como una capa externa (superficial al defecto aponeurótico). Las reparaciones laparoscópicas utilizan una técnica de capa subyacente intraperitoneal. Cada tipo de material de malla posee densidad específica, porosidad y sus propias características de resistencia. En el cuadro 35-1 se incluyen algunas de las mallas disponibles en el comercio y que se usan en la reparación de eventraciones. Los implantes permanentes están hechos de materiales protésicos que no se degradan con el transcurso del tiempo. Sus ventajas principa- les son facilidad de uso, costo relativamente pequeño y durabilidad. Las mallas absorbibles se degradan y eliminan desde los tejidos y pierden poco a poco la integridad estructuralnecesaria para el soporte de los tejidos. Son útiles para cierre temporal de la pared abdominal en campos contaminados o infectados, pero al final el paciente queda con una eventración. Las mallas biológicas se pre- paran a base de tejidos porcino, bovino o humano con abundante colágeno, del cual se han eliminado los materiales celulares anti- génicos. Han sido tratadas con productos químicos para establecer enlaces cruzados de moléculas de colágeno y mejorar su resistencia 4 5 http://booksmedicos.org 1456 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii y durabilidad a costa de alguna disminución en la penetración celu- lar en el hospedador. Con el paso del tiempo el colágeno de la malla biológica es incorporado en el tejido del hospedador, remodelado y al final sustituido por el colágeno de la persona. Las características mencionadas pueden ser útiles en un contexto de campos conta- minados o infectados. Sin embargo, cuando se usan para cubrir defectos de eventraciones, las mallas biológicas se acompañan de una cifra excesivamente grande de reaparición de la hernia y hay que reservarla para refuerzo hístico y no para su sustitución. En la actualidad se cuenta con nuevos materiales protésicos absorbi- bles en malla que comparten algunas de las características de los productos biológicos (p. ej., penetración de tejido del hospedador y sustitución con colágeno) y se utilizan también para refuerzo de cierre primario con costo considerablemente menor. En años recientes, la tendencia al uso de métodos operatorios con penetración mínima ha tenido gran influencia en el tratamiento de las eventraciones. A pesar de ello, se siguen practicando en forma extensa las reparaciones abiertas y muchas usan una téc- nica con colocación de malla, a menudo con disección extensa del espacio preperitoneal para dar cabida a una gran hoja de malla de polipropileno o poliéster entretejido. El método anterior aísla la malla, del contenido peritoneal. Han surgido algunas controver- sias en cuanto a las consecuencias del contacto directo de la malla con estructuras peritoneales, pero las adherencias densas a los intestinos pueden complicar una nueva operación y cuando menos aisladamente predisponen a la erosión y la aparición de fístulas Cuadro 35-1 Mallas disponibles en el comercio para la reparación de eventraciones (hernia posoperatoria) NoMbre coMercIAl coMposIcIóN Mallas protésicas Parietex Poliéster/película de colágeno Composix Polipropileno/ePTFE DualMesh, Dulex, MotifMESH ePTFE Prolene, Surgipro, ProLite Polipropileno Proceed, Physiomesh Polipropileno/polidioxanona Sepramesh IP Polipropileno/gel de hialuronato C-Qur Polipropileno/ácido graso omega-3 TiMESH Polipropileno/titanio Mallas biológicas Surgisis Gold Submucosa porcina de intestino delgado AlloDerm Dermis humana SurgiMend Dermis bovina fetal CollaMend Dermis porcina AlloMax Dermis humana Strattice Dermis porcina Veritas Pericardio bovino Mallas absorbibles Gore Bio-A Poli(glucólido:carbonato de trimetileno) Vicryl Poliglactina 910 Dexon Ácido de poliglucolato ePTFE, politetrafluoroetileno expandido. incluso sin una ablación concomitante de asas intestinales. Se han planeado como soluciones de este problema mallas con cubiertas como barrera antiadherente a base de aceite de pescado, celulosa oxidada o ácido hialurónico. También se han utilizado prótesis de politetrafluoroetileno expandido (ePTFE; expanded polytetrafluo- roethylene) si es inevitable el contacto con estructuras peritoneales, porque dicho material no tiende a ocasionar adherencias densas. LeBlanc y Booth fueron los primeros en describir la repara- ción laparoscópica de hernia incisional en 1993. Desde entonces, muchos dirían que estos procedimientos se convirtieron en el están- dar de referencia para la reconstrucción de la pared abdominal en caso de hernias ventrales. En el año 2000, los datos provenientes de 407 pacientes que se sometieron a reparación laparoscópica de hernia incisional como parte de un estudio multicéntrico revelaron un índice de recurrencia de sólo 3.4% después de un seguimiento medio > 2 años. De las recurrencias observadas, se consideró que casi todas se debían a errores técnicos cometidos en la etapa en la que el cirujano tenía poca experiencia, las cuales se evitarían en los casos ulteriores. Los datos de estudios que utilizaron información acumulada de múltiples centros y metaanálisis de publicaciones médicas se han orientado fuertemente en pro de las reparaciones laparoscópicas de eventraciones, con base en un número menor de complicaciones de la incisión, disminución en el número de complicaciones en forma global y cifras menores de recidiva en comparación con lo obtenido con la técnica abierta. Los autores especulan que estos beneficios se logren al eliminar las incisiones abdominales repetidas y mejoren la detección de defectos secunda- rios insospechados que en otras circunstancias no se identificarían durante la reparación abierta. Sin embargo, una revisión reciente de la base de datos de Cochrane de estudios con un total de 880 casos que incluyeron los resultados de 10 investigaciones compa- rativas con asignación al azar, concluyó que las cifras de recidiva a corto plazo no mostraron diferencias significativas y las repara- ciones laparoscópicas se acompañaron de mayores costos intrahos- pitalarios a pesar de la duración más breve de la permanencia. El principal beneficio de las reparaciones laparoscópicas en compara- ción con las abiertas siempre fue el menor riesgo de infecciones de heridas. En una investigación reciente multicéntrica con asignación al azar además de las cifras menores de infección, se demostró desde fecha muy temprana una función física e incipiente superior después de reparaciones laparoscópicas en compa- ración con las abiertas. La técnica de reparación laparoscópica incluye la colocación de trócares en ambos lados para los defectos de la línea media y en el área contralateral en defectos laterales. Se separan todas las adhe- rencias de la pared anterior del abdomen, con cuidado de no lesionar el intestino de manera directa o con energía térmica o eléctrica. Se reduce por completo el contenido herniario pero, a diferencia de las reparaciones abiertas, se deja el saco in situ. Una vez que se define el área que incluye todos los defectos de la aponeurosis, se corta una malla que permita una cobertura suficiente (mínimo, 4 cm) bajo la pared sana del abdomen. Después de insertarse en el abdomen, la malla se fija con suturas transaponeuróticas colocadas de modo circunferencial a la misma y tachuelas espirales, según sea la prefe- rencia del cirujano (fig. 35-10). Se propuso que las suturas trans- aponeuróticas contribuyen al dolor posoperatorio excesivo y algunos cirujanos las eliminaron de la técnica mencionada, dependiendo sólo de puntos espirales para dar fuerza a la reparación. LeBlanc revisó la utilidad de las suturas transaponeuróticas y recomendó con cautela una superposición mínima de 5 cm entre la malla y el borde del defecto, cuando no se usaran suturas transaponeuróticas. EPIPLÓN Anatomía quirúrgica Los epiplones mayor y menor son pliegues fibroadiposos que pro- porcionan apoyo, recubrimiento y protección al contenido perito- 6 http://booksmedicos.org 1457 Pared abdom in al, ePiPlón , m esen terio y retroPeriton eo CaPÍtU lo 35 neal. Estas estructuras se forman durante la cuarta semana de la gestación. El epiplón mayor se desarrolla a partir del mesogastrio dorsal, que se inicia como una estructura de doble capa. Entre las dos capas se origina el bazo y más adelante se fusionan las dos capas durante el desarrollo, lo que da lugar al bazo intraperitoneal y el ligamento gastroesplénico. Las capas fusionadas cuelgan desde la curvatura mayor del estómago y recubren el colon transverso, al cual se fija su superficie posterior. Los ligamentos gastrocólico y gastroesplénico son los segmentos del pliegue delepiplón mayor que unen las estructuras mencionadas. En adultos, el epiplón mayor se halla entre la pared anterior del abdomen y las vísceras huecas y a menudo se extiende a la pelvis. El epiplón menor, que se conoce por otra parte como liga- mento hepatoduodenal y ligamento hepatogástrico, se desarrolla a partir del mesodermo del tabique transverso, que une el hígado embrionario con el intestino anterior. En el borde inferolateral del epiplón menor, que también forma el borde anterior del hiato de Winslow, se localizan el colédoco, la vena porta y la arteria hepática. La irrigación del epiplón mayor procede de las arterias gastroepiploicas derecha e izquierda. En gran medida el drenaje venoso es paralelo al riego arterial y al final las venas gastroepi- ploicas izquierda y derecha drenan en el sistema porta. Fisiología A comienzos del siglo xx, el cirujano británico Rutherford Morison observó que el epiplón tendía a aislar áreas de infección y limitar la diseminación de la contaminación intraperitoneal y lo llamó el policía del abdomen. Poco después de publicarse su descripción, varios informes sugirieron características hemostáticas intrínsecas del epiplón. En 1996, algunos investigadores en los Países Bajos demostraron que la concentración de factor hístico en el epiplón es mayor del doble de la cantidad por gramo que se encuentra en el músculo. Esto facilita la activación de la coagulación en sitios de inflamación, isquemia, infección o traumatismo dentro de la cavidad peritoneal. La consiguiente producción local de fibrina promueve la capacidad del epiplón para adherirse a áreas de lesión o inflamación. Figura 35-10. Aspecto intraperitoneal de malla de politetrafluoroeti- leno usada para la reparación laparoscópica de hernia incisional ven- tral. La malla está en su sitio en la cara posterior de la pared abdominal sin laxitud aparente debido a la insuflación constante con CO2. Una vez que se libera el neumoperitoneo, se permite la laxitud suficiente para aliviar cualquier tracción sobre los puntos de fijación y para permitir la aposición adecuada de la malla con la superficie de la pared abdominal. Infarto del epiplón La interrupción de la irrigación del epiplón es una causa poco frecuente de abdomen agudo y puede ser secundaria a torsión del epiplón alrededor de su pedículo vascular, trombosis o vasculitis de los vasos epiploicos u obstrucción del flujo venoso del epiplón. En la bibliografía hay menos de 100 casos informados y es más probable que el diagnóstico se establezca en adultos varones. Con base en el sitio del tejido epiploico infartado este cuadro patoló- gico puede remedar apendicitis, colecistitis, diverticulitis, úlcera péptica perforada o quiste ovárico roto, con dolor espontáneo y a la palpación en abdomen, típico de sitios en que suelen aparecer estos trastornos. En la exploración del abdomen se puede detec- tar una masa palpable y dolorosa al tacto. El diagnóstico por lo común se deduce de las imágenes de CT o ecografía abdominales, en que se advierte una masa inflamatoria localizada con densidad de la grasa. En sujetos con imágenes convincentes que están clí- nicamente estables sin signos de peritonitis progresiva, bastan las medidas de sostén. Sin embargo, algunos casos las manifestacio- nes clínicas pueden ser idénticas a las propias de otras alteraciones graves. En tales situaciones por medio de la exploración laparos- cópica se puede corroborar el diagnóstico preciso y extirpar el tejido infartado, lo que debe ocasionar una resolución rápida de los síntomas. Quistes del epiplón Las lesiones quísticas del epiplón y el mesenterio son trastornos relacionados, que podrían derivar ya sea de inclusiones perito- neales o de degeneración de las estructuras linfáticas. Los quistes del epiplón son menos comunes que los mesentéricos y pueden presentarse como una masa asintomática en el abdomen o causar dolor, con o sin presencia de masa palpable o distensión abdominal. En la exploración física se descubre una masa intraabdominal que se mueve con libertad. La CT y la ecografía del abdomen mues- tran una lesión quística bien circunscrita, que proviene del epiplón mayor. El tratamiento incluye resección de todos los quistes epi- ploicos sintomáticos. Es posible extirpar con facilidad estas lesio- nes benignas con técnicas laparoscópicas. Neoplasias del epiplón Los tumores primarios del epiplón son raros. Las neoplasias benig- nas del epiplón incluyen lipomas, mixomas y tumores desmoides. Los tumores malignos primarios del epiplón se consideran tumores estromales derivados del mesodermo, en los que se han descrito algunas características histoquímicas relacionadas con los tumo- res estromales gastrointestinales, incluida la respuesta inmunitaria positiva a c-kit. Son muy comunes los tumores metastásicos que afectan al epiplón y el cáncer de ovario es el que lo afecta con más frecuencia. Los tumores malignos de estómago, intestino delgado, colon, páncreas, vías biliares, útero y riñón pueden dar metástasis al epiplón. MESENTERIO Anatomía quirúrgica El mesenterio del yeyunoíleon y del colon actúa como una vía importante de estructuras arteriales, venosas, linfáticas y nerviosas para su trayecto al intestino y de este a su punto de origen. Los tejidos mesentéricos se desarrollan a partir del mesenterio dorsal del embrión que une los intestinos anterior, medio y posterior a la pared posterior del abdomen. El mesenterio dorsal se transforma en el epiplón mayor en sentido proximal; el mesenterio del intestino delgado en la región del yeyunoíleon y el mesocolon en la región del colon. Durante el desarrollo fetal, después del retorno hernia- rio y la rotación de 270° del intestino medio a su sitio intraperito- http://booksmedicos.org 1458 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii neal, el mesenterio reducido alcanza su estado final de fijación. El duodeno y los segmentos laterales del colon quedan fijos al retro- peritoneo en tanto que el mesenterio de intestino delgado, el del colon transverso y el del colon sigmoide permanecen móviles (fig. 35-11). Los defectos en estas fases del desarrollo normal, desde la rotación del intestino medio ocasionan trastornos de muy diverso tipo que provienen de la rotación defectuosa del intestino medio. Las anomalías anatómicas del mesenterio que provienen de tal pro- blema incluyen hernias paraduodenales o mesocólicas (fig. 35-12), cuyo cuadro inicial puede ser de obstrucción intestinal crónica o aguda en niños o adultos. Mesenteritis esclerosante La mesenteritis esclerosante, que se conoce también como mesen- teritis retráctil, paniculitis mesentérica o lipodistrofia mesentérica, es un trastorno inflamatorio y fibroso crónico, poco común, que incluye una porción del mesenterio intestinal. No tiene predominio por género o raza, pero la mesenteritis esclerosante se diagnostica con mayor frecuencia en personas > 50 años. Se desconoce la causa de este proceso, pero su característica cardinal es el aumento en la densidad hística dentro del mesenterio. Puede ser localizado y relacionarse con una discreta tumoración mesentérica no neoplásica, o más difuso, a veces afecta grandes franjas de mesenterio sin bordes bien definidos. Es posible que haya grados relativos variables de degeneración adiposa, inflama- ción y fibrosis en el examen histológico, lo que da origen a los diversos términos usados para describir este trastorno. No se sabe si tales variaciones constituyen etapas en un fenómeno seriado o diferencias en la biopatología básica. El síntoma inicial más fre- Figura 35-11. Los fenómenos por rotación durante el desarro- llo del tubo digestivo (GI) en el feto dan como culminación la posición final de segmentos de dicho tubo y relaciones anató- micas del mesenterio intestinal con el retroperitoneo. Es posible vigilar durante la rotación antihoraria de 270° del mesenterio hasta su posición en el cuadrante inferior derecho, al ciego mar- cado con la letra “B”.Durante estos fenómenos, el duodeno y los segmentos derecho e izquierdo del colon y su mesenterio quedan fijados al retroperitoneo de modo que dejan en situa- ción de movilidad al intestino delgado y al sigmoide unidos a sus mesenterios respectivos. (Reproducido con autorización de Healy JE, Hodge J (eds). Surgical Anatomy, 2nd ed. Toronto: BC Decker, 1990:151.) Figura 35-12. Hernia mesocólica del intestino delgado hacia un saco herniario retrocólico posterior al mesenterio del colon descen- dente. Las hernias de este tipo, así como las hernias hacia las fosas paraduodenales, se deben a la fijación anormal de las estructuras mesentéricas durante la rotación intestinal. (Reproducida con auto- rización de Healy JE, Hodge J [eds.]: Surgical Anatomy, 2nd ed. Toronto: BC Decker, 1990, p 153.) cuente es el dolor abdominal, seguido por la presencia de una tumoración o, con menor frecuencia, obstrucción intestinal. Sin embargo, muchos casos se descubren de manera incidental cuando se practican estudios de imagen, más a menudo CT por razones no relacionadas. 1 2 4 5 3 Hígado Estómago Aorta Arteria mesentérica superior Aorta Mesosigmoide, no fijo Mesocolon transverso, no fijo Ombligo Ombligo A B B A A' A ' A" B' B ' B" B"' 270° 90° Mesenterio, fijo Inserción mesentérica del intestino delgado Arteria mesentérica superior Mesenterio fijo A' A' A' A'" A" B" B' B' B' B'" A B Vena mesentérica inferior Arteria cólica izquierda Saco herniario http://booksmedicos.org 1459 Pared abdom in al, ePiPlón , m esen terio y retroPeriton eo CaPÍtU lo 35 La CT abdominal permite verificar la presencia de una tumo- ración o área del mesenterio con mayor densidad que el tejido mesentérico normal. Se identifican estructuras vasculares en su trayecto por las áreas afectadas, que en ocasiones abarcan la base del mesenterio (fig. 35-13). Aunque la CT no permite distinguir en forma definitiva la mesenteritis esclerosante de un tumor mesenté- rico primario o secundario, la identificación de un “signo de anillo adiposo” o una zona hipodensa alrededor del área de la tumora- ción se sugiere como una forma para distinguir la mesenteritis esclerosante del linfoma. La presencia de una franja muy atenuada también se sugirió como un hallazgo radiográfico que favorece el diagnóstico de mesenteritis. Los hallazgos operatorios varían desde una masa mesen- térica aislada y circunscrita (fig. 35-14) hasta áreas amplias de nódulos y engrosamiento del mesenterio. A menudo se ha utili- zado el tejido obtenido quirúrgicamente para biopsia y confirmar el diagnóstico y descartar un cuadro neoplásico. La extensión y localización de la afectación mesentérica define y en algunos casos, limita las opciones para la intervención quirúrgica. Además de la biopsia simple, puede considerarse la resección intestinal y mesentérica, sobre todo en casos en los que es técnicamente posi- ble con base en el tamaño de la tumoración y en la capacidad para evitar lesionar la irrigación sanguínea del intestino delgado. Sin embargo, a menudo la afectación de las estructuras vasculares en la raíz mesentérica hace que sea imposible la resección. Rara vez, puede considerarse la creación de un estoma de algún tipo para la derivación fecal en presencia de obstrucción. El uso reciente de la tomografía por emisión de positrones con CT ha sido un método eficaz para descartar neoplasias en presencia de masas mesentéricas, lo cual deja a la mesenteritis esclerosante como diagnóstico de exclusión. En la mayor parte de los casos de mesenteritis esclerosante, el proceso parece autolimitarse, incluso a veces presenta regresión si se sigue con estudios de imagen periódicos. Es muy probable que los síntomas mejoren sin intervención, por lo que los tratamientos Figura 35-13. Estudio de CT de mesenteritis esclerosante (lipodistro- fia mesentérica). Este padecimiento no se diferencia con facilidad de una neoplasia del mesenterio en el estudio radiológico. En este caso, el estudio mostró “tumor mesentérico adiposo con afectación de vasos mesentéricos” y la “lipodistrofia mesentérica” se demostró en la explo- ración mediante los hallazgos de la biopsia. El hallazgo de una franja muy atenuada alrededor de la lesión, como se observa en esta imagen, se relaciona con el diagnóstico de mesenteritis. Figura 35-14. Hallazgos quirúrgicos al momento de la resección de lo que se creía era un tumor mesentérico, pero que resultó ser un foco de lipodistrofia mesentérica. En este caso, el sitio relativamente pequeño de compromiso y la localización periférica en el mesenterio permi- tieron la resección en bloque, con un segmento del intestino delgado adyacente. quirúrgicos agresivos casi nunca están indicados. En los casos con cuadro clínico problemático que no son susceptibles a la resección por la afectación diseminada del mesenterio o la localización des- favorable, se administra tratamiento farmacológico para aliviar los síntomas intensos. Entre los fármacos que se han usado están los corticoesteroides, colquicina, tamoxifén y ciclofosfamida. Quistes del mesenterio Los quistes del mesenterio son lesiones benignas con una inciden- cia < 1 en 100 000. Aún se desconoce el origen de estos quistes, pero se proponen varias teorías, que incluyen el que su aparición se deba a una degeneración de los linfáticos mesentéricos y que corresponden tan sólo a una anomalía congénita. Los quistes mesentéricos pueden ser asintomáticos o inducir los síntomas de una anomalía masiva y casi siempre son agudos o crónicos. El dolor agudo suele ser causado por rotura o torsión del quiste o de hemorragia aguda al interior de la cavidad quística. Los quistes mesentéricos también suscitan dolor crónico intermitente del abdomen por la compresión de estructuras adya- centes o torsión espontánea seguida de reducción de la torsión del quiste. Dichos quistes pueden ocasionar síntomas inespecíficos como anorexia, náuseas, vómitos, fatiga y périda de peso. La exploración física revela una tumoración que sólo se mueve lateralmente (signo de Tillaux), a diferencia de los quis- tes del epiplón, que se mueven con libertad en todas direcciones. Tillaux fue el primero que refirió este hallazgo físico y, en 1850, por primera vez extirpó con éxito un quiste del mesenterio. Para la valoración de personas con quistes mesentéricos se utilizan la CT (fig. 35-15), la ecografía y la MRI. Por lo regular los quistes tienen aspecto uniloculado sin un componente sólido en su imagen. Con menor frecuencia pueden ser múltiples o multitabica- dos o difíciles de diferenciar de los tumores mesentéricos sólidos con componentes quísticos como el tumor de estroma quístico o el mesotelioma. El linfangioma quístico mesentérico puede pre- sentarse con múltiples quistes, a menudo grandes, en un cuadro de dolor abdominal. Por lo general es difícil tratarlos y casi de manera invariable recurren después de su resección. Cuando los quistes simples del mesenterio causan síntomas, se extirpan por medios quirúrgicos en forma abierta o laparoscó- pica. No es recomendable destaparlos o marsupializarlos, ya que los quistes del mesenterio tienen una gran tendencia a recurrir cuando sólo se los drena. En pocas ocasiones el mesenterio adya- cente puede estar adherido de forma densa al quiste o es necesario 7 http://booksmedicos.org 1460 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii sacrificar vasos mesentéricos para extirparlo en su totalidad, en cuyo caso se practica una resección intestinal segmentaria. Tumores del mesenterio Los tumores primarios del mesenterio son poco frecuentes. Las neoplasias mesentéricas benignas incluyen lipoma, linfangioma quístico y tumores desmoides. Los tumores malignos primarios del mesenterio son similares a los descritos para el epiplón. Se han des- crito liposarcomas, leiomiosarcomas, histiocitomas fibrosos malig- nos, lipoblastomas y linfangiosarcomas. El carcinoide metastásico del intestino delgado en ganglioslinfáticos mesentéricos puede exceder el volumen de la enfermedad primaria y alterar la perfusión del intestino. El tratamiento de las neoplasias malignas mesentéri- cas incluye resección amplia del tumor. Dada la proximidad con las estructuras de irrigación intestinal, tal vez estas resecciones no sean factibles desde el punto de vista técnico o implican la pérdida de tramos importantes de intestino. RETROPERITONEO Anatomía quirúrgica El retroperitoneo se define como el espacio entre la envoltura pos- terior del peritoneo y la pared posterior del cuerpo (fig. 35-16). El espacio retroperitoneal está limitado en la parte superior por el diafragma, atrás por la columna vertebral y los músculos iliopsoas y en la parte inferior por los músculos elevadores del ano. No obs- tante el retroperitoneo se encuentra delimitado en su parte anterior por el repliegue posterior del peritoneo, el borde anterior del retro- peritoneo está muy enrollado sobre sí mismo y se extiende hacia los espacios que están entre los mesenterios del intestino delgado y del grueso. Dada la rigidez de los límites superior, posterior e inferior y la adaptabilidad del margen anterior, los tumores retro- peritoneales tienden a expandirse hacia adelante en dirección de la cavidad peritoneal. Infecciones retroperitoneales El repliegue posterior del peritoneo limita la diseminación de casi todas las infecciones intraabdominales al peritoneo. En consecuen- cia, las infecciones retroperitoneales suelen originarse en un órgano que está dentro o colindando con él. La apendicitis retrocecal, la perforación contenida de úlceras duodenales, la perforación yatró- Figura 35-15. Estudio de CT de un quiste del mesenterio (imagen izquierda). El aspecto unilocular sin componentes sólidos sugiere el diagnóstico de quiste benigno. Los hallazgos operatorios durante la exploración laparoscópica (imagen derecha) confirman el diagnóstico de quiste uniloculado (por CT) que será enucleado de su mesenterio con un plano relativamente avascular junto a los vasos mesentéricos. gena de esofagogastroduodenoscopia o colangiopancreatografía retrógrada endoscópica y la pancreatitis complicada pueden cul- minar en infección retroperitoneal con formación de abscesos o sin ella. El amplio espacio y los límites poco precisos del retroperito- neo permiten que algunos abscesos en dicho plano asuman un gran tamaño antes de ser diagnosticados. Las personas con abscesos retroperitoneales suelen mostrar un cuadro inicial de dolor y fiebre, pero también pueden estar pre- sentes algunos signos preocupantes de septicemia según la intensi- dad clínica. El dolor puede mostrar localización variable e incluir el dorso, la pelvis o los muslos. Alrededor de la cicatriz umbilical o del flanco a veces se observa eritema. El diagnóstico se con- firma mejor por medio de CT en el cual se demuestra un conjunto uniloculado o multitabicado junto con “bridas” en partes blandas retroperitoneales (fig. 35-17). El tratamiento de infecciones retroperitoneales incluye la identificación y la corrección de la entidad primaria, antibióticos por vía intravenosa y el drenaje de todos los cúmulos perfecta- mente definidos. Los cirujanos prefieren decididamente el drenaje percutáneo orientado por estudios imagenológicos, pero a veces se necesita el drenaje quirúrgico para la expulsión adecuada de cúmu- los complejos o múltiples. La mortalidad publicada por absceso retroperitoneal, incluso cuando se drena, es de hasta 25%, o aun mayor en casos raros de fascitis necrosante del retroperitoneo. Fibrosis retroperitoneal La fibrosis retroperitoneal es un trastorno que se caracteriza por la hiperproliferación de tejido fibroso en el retroperitoneo. Este puede ser un padecimiento primario, como en la fibrosis retroperitoneal idiopática, que se conoce también como enfermedad de Ormond, o una reacción secundaria a un proceso inflamatorio, una neoplasia maligna o un medicamento precipitante. La fibrosis retroperitoneal idiopática es una anomalía poco frecuente que afecta a 0.5 pacien- tes por 100 000 sujetos cada año. Es dos veces más probable que se afecten los varones, sin predilección por algún grupo étnico en particular. La enfermedad se inclina sobre todo por individuos de la cuarta a sexta décadas de la vida. Se han planteado mecanismos alérgicos o autoinmunita- rios, pero no hay certeza en la patogenia de este trastorno. En la periaortitis crónica, un cuadro muy similar, es de particular interés la relación con el alelo HLA-DRB1*03 vinculado con enfermeda- http://booksmedicos.org 1461 Pared abdom in al, ePiPlón , m esen terio y retroPeriton eo CaPÍtU lo 35 des autoinmunitarias como el lupus eritematoso sistémico, la dia- betes mellitus tipo 1 y la miastenia grave, para definir una causa autoinmunitaria de la fibrosis retroperitoneal. En más de 90% de los sujetos con fibrosis retroperitoneal se encuentran en la circula- ción anticuerpos contra ceroide, un subproducto lipoproteináceo de Figura 35-16. Anatomía del retroperitoneo. (Reproducida con autorización de Healy JE, Hodge J [eds]: Surgical Anatomy, 2nd ed. Toronto: BC Decker, 1990, p 201.) Figura 35-17. Estudio de CT de un absceso retroperitoneal que complica una infección retroperitoneal compleja, tratada de forma quirúrgica; la anomalía resultó de una perforación ampollar durante una colangiopancreatografía retrógrada endoscópica. Puede ser difícil tratar esta variedad de infección y podrían requerirse varias interven- ciones, como drenaje percutáneo, antes de lograr su resolución. la oxidación de las placas ateromatosas vasculares. Aún es incierta la relación de este hallazgo con la presentación de fibrosis. En la reacción inflamatoria inicial predominan células T colaboradoras, células plasmáticas y macrófagos, pero más adelante son sustitui- dos por fibroblastos que sintetizan colágeno. Al microscopio no es posible diferenciar el infiltrado del que se observa en la afecta- ción periadventicia de la aortopatía aneurismática, la tiroiditis de Riedel, la colangitis esclerosante y la enfermedad de Peyronie. El proceso fibroso se inicia en el retroperitoneo justo abajo del nivel de las arterias renales. La fibrosis se extiende de forma gradual e invade uréteres, vena cava inferior, aorta, vasos mesentéricos o nervios simpáticos. En 67% de los casos se observa una afectación bilateral. La fibrosis retroperitoneal también al parecer es consecuencia de diversos cuadros inflamatorios que incluyen aneurisma de la aorta abdominal, pancreatitis, histoplasmosis, tuberculosis y acti- nomicosis. Asimismo, se vincula con distintas neoplasias malignas, que incluyen cánceres prostático, pancreático y gástrico, así como linfoma no Hodgkin, tumores estromales y tumores carcinoides. Hay descripciones de fibrosis retroperitoneal en relación con tras- tornos autoinmunitarios, como espondilitis anquilosante, lupus eritematoso sistémico, granulomatosis de Wegener y poliarteritis nudosa. Hay pruebas de peso de que la metisergida, un alcaloide semisintético del cornezuelo de centeno que se utiliza en el tra- tamiento de migrañas, interviene como elemento causal en algunos casos de fibrosis retroperitoneal. Otros fármacos que se relacionan con fibrosis retroperitoneal incluyen bloqueadores beta, hidrala- zina, metildopa α y entacapona, un medicamento que inhibe a la catecol-O-metiltransferasa y que se emplea como complemento, Pared posterior del hígado Glándula suprarrenal derecha Duodeno Uréter derecho Riñón derecho Músculo cuadrado lumbar Músculo psoas mayor Arteria iliaca primitiva Transcavidad de los epiplones Bazo Glándula suprarrenal izquierda Ligamento frenocólico Riñón izquierdo Páncreas http://booksmedicos.org 1462 Con sideraCion es espeCífiCas parTe ii junto con la levodopa, en el tratamiento de la enfermedad de Par- kinson. Cuando se suspenden estos agentes la fibrosis retroperito- neal involuciona. Los síntomas de presentación dependen de las estructurasque afecta el proceso fibroso. Al comienzo, los pacientes se quejan de una aparición insidiosa de dolor abdominal constante, mal locali- zado. El dolor abdominal súbito o intenso puede indicar isquemia mesentérica aguda. Otros síntomas de fibrosis retroperitoneal son edema unilateral de la pierna, claudicación intermitente, oliguria, hematuria y disuria. Al igual que los síntomas, los hallazgos durante la explora- ción física varían según sea la estructura retroperitoneal dañada. En consecuencia, pueden incluir hipertensión, palpación de una masa en el abdomen o en la fosa renal, edema de la extremidad inferior (unilateral o bilateral) o disminución de los pulsos de las extremi- dades inferiores (en un lado o en ambos). Los datos de laboratorio muestran concentraciones elevadas de nitrógeno ureico sanguíneo o creatinina, o ambos. Como en muchos procesos inflamatorios autoinmunitarios, en sujetos con fibrosis retroperitoneal casi siem- pre está incrementada la velocidad de sedimentación globular. Para el diagnóstico de la fibrosis retroperitoneal se usan muchas modalidades de imagen con sensibilidades diversas. La ecografía del abdomen y de las extremidades inferiores es el proce- dimiento de imagen que implica menor penetración corporal, pero los resultados dependen del operador. Puede ser útil si predomi- nan los síntomas de compresión iliocava o renal. En la ecografía de extremidad pélvica se puede identificar trombosis venosa profunda, en tanto que la que se hace en el abdo- men puede detectar una masa anormal o hidronefrosis.La pielogra- fía intravenosa (IVP; intravenous pyelography), que alguna vez fue el método diagnóstico más indicado, se utiliza cada vez menos. Cuando están afectados los uréteres, los hallazgos en la pielografía IV incluyen compresión ureteral, desviación de los uréteres hacia la línea media e hidronefrosis. El estudio imagenológico de elección es la CT abdominal y pélvica con medio de contraste oral e intravenoso y casi siempre permite determinar la extensión del proceso fibrótico. En caso de disminución de la función renal, el hecho de no utilizar material de con- traste intravenoso disminuirá la posibilidad de definir los planos de tejido retroperitoneales. En tal caso, el procedimiento de elección es la MRI, debido a que la intensidad de la señal del proceso fibroso es discreta respecto al músculo o grasa. Adicionalmente, la angio- grafía por MRI suele permitir una valoración apropiada del grado de afectación iliocava. Una vez que se advierte una lesión en masa, debe tomarse biopsia para descartar un cáncer retroperitoneal. Es posible obtener la pieza con técnicas guiadas por imágenes o por medio de un procedimiento quirúrgico de biopsia retroperitoneal, el cual puede realizarse por laparoscopia o por laparotomía abierta. Tras descartar una neoplasia, efectos farmacológicos e infec- ciones, se instituye el tratamiento del proceso fibroso retroperi- toneal. Los fármacos fundamentales son los corticoesteroides, con o sin medidas quirúrgicas. El tratamiento quirúrgico consiste sobre todo en ureterólisis o colocación de endoprótesis ureterales en pacientes que presentan hidronefrosis moderada o masiva. Está demostrado que la ureterólisis laparoscópica es tan efectiva como el procedimiento abierto. Los pacientes con trombosis de las venas iliacas y cava requieren anticoagulación, aunque es incierta la dura- ción apropiada del tratamiento. Las intervenciones endovasculares en caso de oclusión iliocava han demostrado que son eficaces en grupos pequeños de pacientes. La administración de predni- sona se inicia en dosis relativamente alta (60 mg en días alter- nos por dos meses) y luego se reduce en forma gradual en los dos meses siguientes. La eficacia terapéutica se valora con los síntomas del paciente y en los estudios de imagen periódicos. También se han usado ciclosporina, tamoxifén y azatioprina para tratar a los pacientes que no responden a los corticoesteroides. El pronóstico general de la fibrosis retroperitoneal idiopática es excelente, con tasas de sobrevivencia a cinco años de 90 a 100%. Dado que se presentan recurrencias a largo plazo se justifica el seguimiento durante toda la vida. BIBLIOGRAFÍA La bibliografía resaltada en color azul claro son publicaciones importantes. Bibliografía general Burt BM, Tavakkolizaden A, Ferzoco SJ. Incisions, closures, and man- agement of the abdominal wound. In: Zinner MJ, Ashley SW, eds. Maingot’s Abdominal Operations. 11th ed. New York: McGraw Hill; 2007:71-102. Flament JB, Avisse C, Delattre JF. Anatomy of the abdominal wall. In: Bendavid R, Abrahamson J, Arregui ME, et al, eds. Abdomi- nal Wall Hernias: Principles and Management. 1st ed. New York: Springer-Verlag; 2001:39-63. Sauerland S, Walgenbach M, Habermalz B, et al. Laparoscopic versus open surgical techniques for ventral or incisional hernia repair. Cochrane Database Syst Rev 16 (3): 2011. Pared abdominal Albright E, Diaz D, Davenport D, Roth JS. The component separation technique for hernia repair: a comparison of open and endoscopic techniques. Am Surg. 2011;77:839-843. Anthony T, Bergen PC, Kim LT, et al. Factors affecting recurrence follow- ing incisional herniorrhaphy. World J Surg. 2000;24:95-100. Bertani E, Chiappa A, Testori A, et al. Desmoid tumors of the anterior abdominal wall: results from a monocentric surgical experience and review of the literature. Ann Surg Oncol. 2009; 16:1642-1649. Blatnik J, Jin J, Rosen M. Abdominal hernia repair with bridging acellular dermal matrix: an expensive hernia sac. Am J Surg. 2008;196:47-50. de Vries Reilingh TS, Bodegom ME, van Goor H, et al. Autologous tis- sue repair of large abdominal wall defects. Br J Surg. 2007;94:791- 803. Edlow JA, Juang P, Marglies S, et al. Rectus sheath hematoma. Ann Emerg Med. 1999;34:671-675. Halm JA, de Wall LL, Steyerberg EW, et al. Intraperitoneal polypro- pylene mesh hernia repair complicates subsequent abdominal sur- gery. World J Surg. 2007;31:423-429. Harth KC, Rose J, Delaney CP, et al. Open versus endoscopic compo- nent separation: a cost comparison. Surg Endosc. 2011;25:2865- 2870. Heniford BT, Park A, Ramshaw BJ, et al. Laparoscopic ventral and incisional hernia repair in 407 patients. J Am Coll Surg. 2000;190:645-650. Hesselink VJ, Luijendijk R, de Wilt JH, et al. An evaluation of risk factors in incisional hernia recurrence. Surg Gynecol Obstet. 1993;176:228-234. Jin J, Rosen MJ, Blatnik J, et al. Use of acellular dermal matrix for complicated hernia repair: does technique affect outcome? J Am Coll Surg. 2007;205:654-660. Klingler PJ, Wetscher G, Glaser K, et al. The use of ultrasound to differentiate rectus sheath hematoma from other acute abdominal disorders. Surg Endosc. 1999;13:1129-1134. Knechtel G, Stoeger H, Szkandera J, Dorr K, Beham A, Samonigg H. Desmoid tumor treated with polychemotherapy followed by ima- tinib: a case report and review of the literature. Case Rep Oncol. 2010;3:287-293. Korenkov M, Sauerland S, Arndt M, et al. Randomized clinical trial of suture repair, polypropylene mesh, or autodermal hernioplasty for incisional hernia. Br J Surg. 2002;89:50-56. 8 http://booksmedicos.org 1463 Pared abdom in al, ePiPlón , m esen terio y retroPeriton eo CaPÍtU lo 35 Larson DW, Farley DR. Spigelian hernias: repair and outcome for 81 patients. World J Surg. 2002;26:1277-1281. LeBlanc KA. Laparoscopic incisional hernia repair: are transfas- cial sutures necessary? A review of the literature. Surg Endosc. 2007;21:508-513. LeBlanc KA, Booth WV. Laparoscopic repair of incisional abdomi- nal hernias using expanded polytetrafluorethylene: preliminary findings. Surg Laparosc Endosc. 1993;3:39-41. Luijendijk RW, Hop WC, van den Tol MP, et al. A comparison of suture repair with mesh repair for incisional hernia. N Engl J Med. 2000;343:392-398. National Center for Health Statistics. Detailed diagnoses and proce- dures. National Hospital Discharge Survey, Series
Compartir