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EL GENERO DISCUSION

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El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 1 
 
 
El universalismo abstracto del género 
 
Marta Cabrejas 
Publicado en La Morada 
 
 
Hombres de naciones diversas tuvieron un sueño igual, vieron una mujer 
que corría de noche por una ciudad desconocida, de espalda, con el pelo 
largo, y estaba desnuda. Soñaron que la seguían. A fuerza de vueltas todos 
la perdieron. Después del sueño buscaron aquella ciudad; no la 
encontraron pero se encontraron ellos; decidieron construir una ciudad 
como en el sueño. En la disposición de las calles cada uno rehizo el 
recorrido de su persecución; en el punto donde había perdido las huellas 
de la fugitiva ordenó de otra manera que en el sueño los espacios y los 
muros de modo que no pudiera escapársele más. 
Esta fue la ciudad de Zobeida donde se establecieron esperando que una 
noche se repitiese aquella escena. 
Italo Calvino. “Las ciudades invisibles” 
 
 
El universalismo abstracto del género 
 
La idea de género es entendida como las formas históricas y socioculturales que 
establecen la opresión e inferiorización de las mujeres. El concepto de género ha 
sido considerado desde la década de los setenta como central en la teoría feminista, 
y ha tenido un alto rendimiento teórico para las luchas feministas a la hora de 
ayudar a comprender mejor las relaciones de dominación que afectan 
específicamente a las mujeres. El potencial indagador de la noción de género ha 
ayudado a destacar la dimensión histórico-social, es decir, los aspectos socialmente 
construidos y relacionales de la violencia patriarcal que inmemorialmente habían 
sido velados bajo rígidas e interesadas ideas en torno a una supuesta eterna e 
inamovible condición natural de las mujeres. 
 
Se han dado multiplicidad de análisis y matizaciones en torno a la idea de género 
desde la primera propuesta del sistema sexo-género dada por la antropóloga Gayle 
Rubin. Hoy día, el género ha sido aceptado como categoría analítica esencial en las 
ciencias humanas y sociales y, se ha convertido en un concepto de uso habitual en 
los debates sociales y políticos. Ha servido para profundizar la comprensión de las 
relaciones de poder y de dominación entre mujeres y varones, a menudo 
demasiado implícitas e invisibilizadas. Con el concepto de género se transitan y 
amplían los análisis más clásicos circunscritos a las categorías de clase social y 
etnia. 
 
El sistema sexo-género puede ser entendido en general, como las formas 
específicas de organización social que han servido para imponer roles y sentidos 
esterotipados y diferenciados para hombres y mujeres, y que son fuente de 
socialización y aprendizaje desde la niñez. La construcción socio-cultural del género 
ha favorecido unas formas de relación asimétrica y de subalternidad devaluada 
para con las mujeres. Pero además, este vector de opresión específica se combina 
singularmente con otros campos de desigualdad existentes en las sociedades tan 
segmentadas como las contemporáneas. 
 
El orden patriarcal tiene capacidad de establecer jerarquías fundamentales en el 
orden social y cósmico con afirmaciones viriles sobre las identidades de las 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 2 
mujeres. Las relaciones patriarcales se apoyan distinciones culturales que 
establecen una desigualdad fundamental y asimétrica entre lo masculino y lo 
femenino, entre los varones y las mujeres. Los varones son ideados como 
ocupando el campo de la excelencia humana: lo exterior, la libertad, la justicia, la 
razón, la creación y la inventiva que rompe los cursos normales, lo oficial, lo 
público, el derecho, el gobierno, las leyes, la rapidez, la acumulación, la 
inteligencia... 
 
Progresivamente y desde la multiplicidad de sentidos y lecturas realizadas 
alrededor de la idea de género, desde las últimas décadas se ha ido produciendo un 
momento de inflexión en los debates y la teoría feminista en torno a las 
potencialidades analíticas de este concepto y dada la complejidad y diversidad de 
situaciones que viven las mujeres en general. 
 
Desde las experiencias locales de mujeres o desde las vivencias de las feministas 
de color y lesbianas, se han puesto en cuestión los planteamientos universalistas y 
uniformadores contenidos en la idea de género. Estas críticas señalan el sesgo y la 
parcialidad implicadas en la noción de género, dados los orígenes y condiciones 
sociales de su producción. Es decir, ha sido un tipo singular de mujeres: las 
blancas, de clase media, heterosexuales y occidentales, las que mediante el uso 
extendido e indiscriminado de los análisis de género, han proyectado 
indebidamente sus experiencias de opresión concretas sobre el conjunto de 
mujeres, y sin tener demasiado en cuenta que las mujeres no constituyen un 
colectivo humano uniforme, sino heterogéneo y plural. 
 
Contra el falocentrismo y el universalismo abstracto de los discursos desarrollados 
por el humanismo ilustrado en general (basados en la idea abstracta de ciudadanía 
individual y persona jurídica con derechos universales), el reconocimiento actual de 
las diferencias culturales y de valores existentes en las sociedades contemporáneas 
ha posibilitado una reconstrucción más realista, plural y abierta de las identidades 
de las mujeres. Las diferencias dejan de ser exclusivamente entendidas desde el 
cerrado dualismo del género que se reduce a dos posiciones exclusivas y opuestas: 
masculina y femenina. La diversidad de mujeres no queda fijada ni definida en 
exclusividad respecto a la relación con el Uno (la parte dominante dentro del 
dualismo de género: varón, adulto, clase media, blanco, heterosexual, occidental... 
 
El reconocimiento de las diversidades internas dentro del conjunto de mujeres 
permite ver, como las identidades de los grupos minorizados o de oposición no 
resultan ser diferencias que se construyen exclusivamente pegadas a la Norma o en 
oposición a ella. Así, las mujeres dejan de ser vistas con identidades acabadas (las 
mujeres domesticadas y domésticas identificadas al máximo con las propuestas 
patriarcales) o las mujeres resistentes (las luchadoras contra las desigualdades 
producidas por los poderes patriarcales). Frente a ello, comienzan a ser vistas de 
otra manera, más bien como identidades más fluidas, parciales y no definitivas, que 
si bien se construyen bajo las condiciones estructurales del orden patriarcal, sus 
vidas y subjetividades distan mucho de estar acabadas y moldeadas 
definitivamente. 
 
Seguramente, las identidades femeninas no se construyen como copia mimética 
con los dictados valorativos del orden patriarcal, sino que se corresponden más 
bien con una fluida amalgama de experiencias locales, recuerdos, deseos, 
obligaciones y poderes, en constante renegociación y cambio que permite 
adaptarse mejor a las oportunidades y contratiempos que se les presentan. 
 
.Algunas autoras feministas han hablado de hibridación para referirse a las fluidas y 
móviles identidades y subjetividades de las mujeres, y a la diversidad de formas 
culturales existentes en las sociedades modernas, al ser producto de procesos 
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socioculturales de mezcla, fusión e innovación. Las perspectivas feministas de la 
diferencia cultural remarcan los potenciales dinámicos de la articulación múltiple y 
compleja entre el género y otros factores socioculturales y situacionales, que 
actúan y se expresan desde las experiencias locales y concretas, y vividas desde el 
lugar y campos de relación específicos. (McDowell, 2000, p. 315). 
 
Estas nuevas actitudes y enfoques permiten corregir la idea generalizada que ve a 
las mujeres sólo como pobres víctimas sometidas e incapaces de gestionar la propia 
vida que extraen lo mejor de las limitadas oportunidades a las que están 
sometidas. Al contrario, más bien las mujeres pactamos y renegociamos 
activamente las determinaciones sociales, luchamos y forzamos cambios en 
circunstanciasque nos desfavorecen, buscamos las mejores elecciones posibles en 
cada situación y campo estructural de constricciones. 
 
Los enfoques post-estructuralistas del feminismo han señalado como unas políticas 
culturales que quieran ser transformadoras exigen que las mujeres se desliguen de 
las habituales construcciones culturales y de las identidades e intereses 
dependientes de las mismas. El universalismo abstracto propio de los enfoques de 
género, es ciego a la diversidad situacional y empírica en la que viven las mujeres 
concretas y situadas en campos sociales específicos. El género no ha tenido 
demasiada capacidad de comprender las concretas situaciones de opresión que 
soportan las mujeres, como son por ejemplo: las vividas por las mujeres 
pertenecientes a otros grupos raciales o étnicos, o de distinta orientación sexual. 
 
Se comprueba así, que se dan otras mediaciones complejas y heterogéneas de 
carácter social que interfieren con el género, y por ello su violencia no responde a 
una homogéneo determinante sobre el conjunto de las mujeres Con estos 
planteamientos críticos realizados desde el propio pensamiento feminista, se 
avanza en la redefinición y en la crítica para con la idea abstracta del género para 
llegar a reconocer la diferencia y la diversidad presentes en las mujeres y en las 
multiplicidades culturales que aún laten en los actuales tiempos del capitalismo 
global. Se reconoce que el género no se construye como una identidad estable y 
definitiva, ni como un lugar fijo de acción del que se desprenden determinadas 
actuaciones, sino más bien como una identidad inestable y abierta, a la vez, 
instituida e instituyente. 
 
Hoy, la idea de género que se ha divulgado en los campos científicos y socio-
políticos es vista demasiado genérica e inespecífica para con las mujeres reales y su 
diversidad, por lo que se entiende que acarrea un reduccionismo excesivo. Estas 
críticas alrededor del concepto de género entienden que este realiza una paradójica 
doble función: de una lado, aparece como una especie de gran relato crítico que 
ofrece numerosas virtudes por su capacidad explicativa y desveladora de las 
ideologías naturalizadas aplicadas en la socializacón diferencial de las mujeres, pero 
a la vez, la idea de género es vista como una nueva ficción demasiado totalizadora 
y anuladora de las pluralidades y desigualdades internas que afectan al conjunto de 
mujeres, con lo que parece ofrecer escasas rentabilidades para el diseño de 
estrategias socio-políticas de transformación. 
 
 
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La hierba muere 
Los hombres mueren 
Los hombres son hierba 
Gregory Bateson 
 
 
FEMINISMOS PRODUCTIVISTAS Y ECOFEMINISMOS 
 
Dentro de la diversidad de feminismos de hoy, entendidos estos en general como 
teorías críticas y movimiento socio-histórico de carácter emancipatorio, los 
enfoques ecofeministas constituyen una tendencia nacida a finales de los años 
setenta, y que puede entenderse como fruto del encuentro entre las aportaciones 
de la teoría crítica feminista y un nuevo movimiento social y programa verde de 
cambio: el ecologista. Las teorías ecofeministas y las luchas sociales desarrolladas 
desde la perspectiva ecologista, prioritariamente perciben y denuncian uno de los 
problemas más centrales e inquietantes de nuestro tiempo: las mutaciones 
ecológicas producidas por las presiones destructivas del industrialismo y su cultura 
maquinística. 
 
La operación de cambio cultural operada en la historia occidental desde el inicio del 
capitalismo industrial, ha sido convertir a la Madre Tierra en un nuevo objeto inerte 
y reducido a piezas separadas y desconectadas entre sí: el mundo-máquina. La 
naturaleza pasó de ser vista como madre poderosa y nutriente que vive 
holísticamente con el mundo y los humanos, es decir, de ser comprendida como 
una fuerza viva omnipresente e inmanente a las cosas pasó a ser comprendida y 
reemplazada por una extraña metáfora sobre un mundo muerto: una máquina 
descomponible en partes independientes y sin relaciones fundamentales entre ellas 
y para con la humanidad (Shiva, 95, 97). 
 
Este nuevo imaginario cultural ha preparado el camino histórico de la explotación 
máxima y despreocupada del capital terrestre, puesto que ahora, la tierra se 
percibía como sin alma ni personalidad al haber sido despojada de principios 
morales que había que respetar en su trato y presencia. Con este trascendental 
cambio cultural se abría un nuevo campo civilizatorio dirigido hacia el saqueo 
intensivo del mundo biofísico con el que convivimos y del que somos parte, y 
preparándose así el camino de la lucha contra los sistemas ecológicos y sus valiosos 
servicios ambientales, intensificando así los dolores irreparables a los que se han 
sometido las reservas y fuentes evolutivas de la Biosfera. 
 
Los ecofeminismos son unas posiciones que aún permanecen marginadas y 
minoritarias dentro de las corrientes feministas, y habitualmente ha sido 
cuestionados o rechazados por los otros enfoques dominantes bajo los inapropiados 
calificativos de esencialismo. Estas críticas realizadas desde los feminismos 
liberales, socialistas y culturales, han tendido a pasar por alto la variedad de las 
posiciones internas existentes en el campo del ecofeminismo, y sobre todo, no han 
sabido captar que los feminismos ecológicos constituyen un intento de explicar y de 
buscar respuestas alternativas a las dimensiones explotativas del orden patriarcal 
para con la naturaleza y para con las mujeres. 
 
La dimensión y parte del mundo llamada Naturaleza constituye la parte negada y 
maltratada por el antropocentrismo productivista que guía los principios y 
orientaciones principales de las políticas del desarrollo y la modernización. Este 
sesgo de percepción y trato de creciente sometimiento ecológico (la globalización 
económica en curso conlleva un aumento de la escala de explotación de los 
limitados y cada vez más lesionados recursos físico-ambientales del 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 5 
planeta)también ha sido integrado, y sin apenas resistencias críticas, por parte del 
pensamiento feminista mayoritario. Los feminismos en general, no han acabado de 
comprender las necesarias coimplicaciones existentes entre, el reino físico, 
biológico y ecosistémico y las formas de organización social del patriarcado 
modernizador. 
 
La sensibilidad ecofeminista puede considerarse parte del movimiento verde en 
general. Cuestiona radicalmente el binomio naturaleza-sociedad y reconoce que el 
medio biofísico no pertenece al afuera de las sociedades humanas sino que está en 
su mismo corazón. Por tanto, los ecofeminismos participan de una óptica opuesta a 
la distorsión propia de la mirada masculina y productivista que sitúa al mundo 
viviente como enfrentado y subordinado a la cultura y la razón humana, en el lugar 
del inconsciente negado o reprimido. Los dramáticos problemas de supervivencia y 
futuro civilizatorio que se expresan desde hace décadas, sacan a la luz la 
inevitabilidad de este gran continente vivo y negado a la vez. La epistemología 
compleja y comprometida de los ecofeminismos reconoce una naturaleza que nos 
liga y nos nutre a lo largo de una inmemorial historia evolutiva de los sistemas 
vivos, una naturaleza que se renueva constantemente mediante una compleja 
multiplicidad de interacciones y metabolismos que implican también a las partes 
más minúsculas e íntimas de nuestras formas de vida. La naturaleza es consierada 
interior y exterior a la vez, es condición ineludible de la propia existencia humana. 
 
El ecofeminismo está comprometido con los nuevos problemas de supervivencia y 
continuidad de las sociedades, la equidad, la diversidad cultural y el futuro. Concibe 
que los conflictos de sostenibilidad civilizatoria no están allá afuera, sino aquí y 
ahora, con nosotras/os, en nuestros cuerpos humanos y en los procesos 
generativos de Gaia que se agotan,debilitan o destruyen. La fuente viva, y 
potencia activa de las cadenas del ser, constituyen la fuente regenerativa que ha 
intentado ser domesticada por el mundo frío de la sociedad industrial, pero cuyo 
fantasma no es fácilmente desterrable y reaparece rebelándose ante las acciones y 
los crecientes daños ejercidos por los imperativos tecnoindustriales de las 
sociedades ricas de occidente. Las sensibilidades ecofeministas buscan el 
reconocimiento de ese continente inefable, que nos constituye y a la vez nos 
amenaza bajo las lesiones infringidas por el proyecto de desarrollo modernizador, 
un continente vivo que es negado y progresivamente destruido por el patriarcado 
industrial. 
 
Es decir, al margen de la diversidad de corrientes y autoras ecofeministas, es 
pertinente recordar y señalar que este nuevo enfoque del feminismo ecologista 
reconoce y responde a una dimensión estructural y fundante de todas las 
sociedades humanas: la realidad biofísica organizada jerárquica y 
ecosistémicamente que en su relación con las sociedades humanas impone límites y 
restricciones. Parten del reconocimiento de la interdependencia existente entre las 
formas de organización social y los ordenados substratos biofísicos que posibilitan 
la regeneración y desarrollo de la trama de la vida. La sensibilidad ecofeminista 
reconoce los estrechos vínculos naturales como fuentes básicas recursos y de 
utilidades para los animales humanos. 
 
El resto de feminismos han subvalorado o simplemente negado las dimensiones 
físicas y ecosistémicas de las sociedades patriarcales que analizan, participando con 
ello en las cegueras del antropocentrismo varonil que ha acompañado a la 
modernización y el desarrollo industrial del norte rico durante la segunda mitad del 
siglo XX, y que ha supuesto a la vez una creciente presión destructiva sobre los 
bienes ecosistémicos. También las corrientes dominantes en las ciencias sociales y 
humanas han partido de los supuestos falsos del antropocentrismo y su ceguera 
para con las restricciones y los límitados recursos de la biosfera terrestre. 
 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 6 
Los feminismos marxistas han realizado la critica al idealismo del patriarcado 
moderno. Han cuestionado la idea de progreso socio-económico ilimitado y de 
carácter universal y han mostrado la insuficiencia de los derechos liberales de 
ciudadanía y persona jurídica abtracta (insensible para con la dominación masculina 
y sus consecuencias reales de dominio y discriminación de las mujeres). Pero sin 
embargo, estos feminismos coinciden con los feminismos liberales en que 
comparten acríticamente y optimísticamente los supuestos del productivismo 
antropocéntrico y su idea de progreso como dominio sobre la naturaleza. 
 
Los feminismos post-estructuralistas y deconstructivos en general, cuestionan la 
distinción dicotómica de la diferencia sexual y la división bipolar de los atributos de 
género ya que la idea de mujer o feminidad responden a categorías creadas en los 
diferentes campos culturales de la sociedad a modo ficciones reguladoras y normas 
hegemónicas que no coinciden estrictamente con la diversidad de mujeres y sus 
realidades específicas y situadas. Estos enfoques que tienden a reducir toda la 
realidad al reducido campo de la cultura y el lenguaje, es decir, a juegos y luchas 
entre textos y discursos plurales, corren el peligro de favorecer desde la 
perspectiva de ninguna parte, las percepciones y cegueras faústicas del proyecto 
modernizador del patriarcado: la desterritorialización y el crecimiento ilimitado 
contra la vida ecosistémica, en un planeta finito en recursos biofísicos . 
 
Las muchas variantes de la posmodernidad feminista tienden a desatender las 
funciones referenciales del lenguaje tal y como las ha descrito Jakobson (88), es 
decir, aquellas finalidades que remiten a la dimensión externa y translinguística del 
mundo real físico-social y empírico, al que refieren y desde el que se producen los 
usos y la semiótica de los discursos sociales. Contariamente, desde la perspectiva 
ecológica y feminista es prioritario el reconocimiento del referente silenciado del 
mundo biofísico, su percepción como mundo real y problemático que transversaliza 
todas las esferas del intercambio y la acción social. El compromiso ecológico es 
fundamental y prioritario a la hora de comprender las formas de integración y de 
resistencia que las mujeres adoptamos en nuestras relaciones con la materialidad 
finita, ordenada y generativa de la vida en sus dimensiones ecosistémicas, siempre 
presentes y relacionadas con las formas de vida modernas. 
 
En fin, los feminismos mayoritarios de la academia y los prácticos de las luchas 
colectivas e individuales que se suelen expresar en formas de conflictos sociales de 
carácter local y reivindicaciones de grupos y colectivos de mujeres, en general dan 
la espalda a los peligros ecológicos de la vida social que hoy comprometen y 
afectan masivamente y singularmente a las mujeres. Las urgencias y prioridades 
del compromiso ecológico son desatendidas o están sencillamente ausentes en los 
debates y desarrollos teóricos de los feminismos en general, a efectos del 
mantenimiento del cartesiano dualismo androcéntrico (hombre versus mujer) y 
antropocéntrico (sociedad versus naturaleza). No cuestionan la intolerancia 
practicada por el festín de las sociedades más ricas para con las necesidades de 
reproducción de la naturaleza. Realizan la negación substantiva de ese continente 
vivo de realidad que nos constituye. 
 
Como defensa ante los posibles peligros o críticas de esencialismo u ontologización 
metafísica que han recibido las posiciones ecofeministas por parte de los 
feminismos dominantes, cabría recordar que la mejor terapia preventiva contra la 
tentación esencialista, es la historia misma, la sociedad y los hechos. 
 
El ecofeminismo en general, puede entenderse como una reacción ante la negación 
de lo vivo practicada por el industrialismo del patriarcado moderno. Cuestiona las 
indeseables consecuencias socioecológicas que se acarrean en el terreno 
epistemológico, social, político y cultural, y cuyas huellas también están presentes 
en las ópticas feministas mayoritarias. Rechaza el sesgo y la centralidad del 
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especismo humano (Singer,98), que también es acríticamente practicado por los 
feminismos mayoritarios (liberales o de la igualdad, socialistas y culturales o de la 
diferencia), que conceden una exclusiva importancia al factor humano 
desconectado de los metabolismos con los sistemas naturales. Estos feminismos 
productivistas, sin apenas saberlo, parece que están bajo los efectos de un 
universalismo empíricamente indefendible que mantiene la fe ciega en metarelatos 
construidos históricamente desde la negación y la conquista del mundo vivo. Los 
mitos modernos del desarrollo, del crecimiento y la euforia tecnológica, han sido 
proyectados históricamente por el imaginario masculino como ideales normativos 
de humanidad. Estos delirios faústicos en torno a la idea de progreso ilimitado, no 
han sido desactivados aún por el pensamiento feminista mayoritario en algunas de 
sus dimensiones fundamentales que tienen que ver con las tendencias estructurales 
del desarrollo moderno, basadas en la explotación y conquista inacabables de la 
Madre Tierra como guía y acción en la búsqueda del bienestar y la mejora social en 
el capitalismo global de hoy día. 
 
Los supuestos infundamentables del productivismo, hoy constituyen peligrosas y 
dormitivas cosmovisiones que optan por un camino imposible: el de intentar 
compatibilizar la expansión urbano-industrial ilimitadas en un mundo limitado y 
finito en recursos. Las ecofeministas han captado esta imposibilidad en el mundo 
biofísico que nos nutre y dadas las crecientes fricciones entre un desarrollo 
intensivamente destructor de la biosfera y una posible protección y continuidadde 
la naturaleza que nos crea. 
 
A partir de la consciencia sobre las dramáticas y crecientes incompatibilidades entre 
modernización emprendida en las últimas décadas y la naturaleza ecosistémica, las 
ecofeministas optan por un compromiso prioritario con la supervivencia y la 
igualdad de las sociedades y personas, aportando a su vez una visión materialista y 
feminista que tendría que ser incorporada al resto de los enfoques feministas 
dominantes que parten de supuestos mitológicamente desmaterializados y 
desvitalizados por el reinante androcentrismo cultural. 
 
Las sociedades antiguas puede que intuyeran que el mundo era uno, que estaba 
vivo, tenía espíritu y era creativamente generativo, que estaba jerárquicamente 
organizado y cooperando dinámicamente para poder mantener su estabilidad sin 
desmoronarse ante accidentes o perturbaciones externas o internas. Platón por 
ejemplo, lo pensaba como criatura viva dotada de alma y razón, única e indivisible 
que contenía a todas las criaturas vivas que por naturaleza le eran afines. Pero 
estas antiguas creencias holísticas han ido naufragando bajo el peso de las nuevas 
cosmovisiones desencantadas que cristalizarán bajo el impulso del desarrollo 
industrial y tecnológico en occidente durante los últimos siglos . 
 
En la cultura occidental y la no occidental, la naturaleza era tradicionalmente 
considerada femenina. En el latín y neolatín medieval y al inicio de la época 
moderna, se designan las virtudes como la sabiduría y la esperanza con nombre e 
imágenes femeninas. La idea de naturaleza en las culturas de la antigüedad 
medieval respondía a un mundo material sometido a principios vitales dinámicos y 
creativos, con capacidad de regular las causas del cambio y los fenómenos . A la 
naturaleza se la consideraba contrapuesta al arte o a la creación artificial, y se la 
personificaba como un ser femenino (madre, diosa, mujer prudente...). Este 
animismo o espíritu natural, alma madre, constituía una sagrada naturaleza que se 
pensaba que habitaba en los objetos y en las formas naturales. Estas imágenes 
benévolas para la humanidad y en un universo físico ordenado y planificado en su 
conjunto, han tenido el destino histórico de desaparecer progresivamente con la 
moderna y desencantada racionalidad científica y económica. 
 
A lo largo del siglo XVI la tensión entre ambos imaginarios socio-culturales es 
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grande. Las viejas estructuras y mentalidades parecen incompatibles con las 
nuevas, aunque la idea de dominar la tierra ya existe en la filosofía griega y 
cristiana, la nueva visión científica moderna rompe con la fundamentación religiosa 
anterior y desde su antropocentrismo prometeico, se otorga así misma la máxima 
libertad libre de toda constricción ética, y lo hace utilizando un nuevo ideal 
formalizado y abstracto de ciencia basado exclusivamente en las posibilidades de la 
razón humana: el llamado método científico. Las endebles pretensiones de validez y 
certeza absolutas proclamadas por este ideal abstracto de conocimiento, incorporan 
dos elementos entendidos como criterios masculinos de valor y excelencia: la 
distancia y neutralidad valorativas y la objetividad. Estas cualidades que definen a 
la ciencia, al permitir separar el saber de la moral y al pretender conocer 
completamente el mundo en sus aspectos más manipulables y superficiales, darán 
impulso histórico a la fiesta humana artificializadora y destructiva de lo vivo. 
 
Bacon compara la metáfora científica del dominio y conquista sobre la tierra y sus 
entrañas con la domesticación masculina históricamente practicada sobre las 
mujeres. Estos cambios presentes en los imaginarios culturales modernos han 
servido para impulsar alegremente y bajo las ideologías positivistas de la ciencia, el 
deterioro gradual de la naturaleza a instancias de la tecnosfera históricamente 
hiper-desarrollada por las sociedades industriales modernas. Este nuevo espíritu 
masculino protagonista de la historia sirvió para minar las constricciones 
normativas y éticas en las relaciones con la ecosfera, la cual, dejó de ser vista 
como una fusión orgánica entre el cosmos y las sociedades humanas. Los principios 
femeninos conectados al mundo vivo fueron sustituidos por los principios 
masculinos propios del modelo basado en la máquina inerte, y estos se utilizaron 
para acrecentar la explotación y el espolio de la naturaleza. El nuevo imaginario 
cultural del antropocentrismo patriarcal ha apoyado el sometimiento progresivo de 
la naturaleza mediante los nuevos procesos de comercialización e industrialización, 
que exigían nuevos y abundantes recursos ambientales. Así, los nuevos artefactos y 
tecnologías ayudaron a continuar estirpando montañas, arbolado y ríos. 
 
Las conexiones múltiples y la asociación milenaria entre las mujeres y la naturaleza 
quedaron rotas a lo largo de los siglos XV y XVI debido, a la emergente expansión 
de la economía mercantil y a las nuevas formas del conocimiento científico y su 
nueva llave maestra de acceso al conocimiento verdadero: l método científico y la 
experimentación mecanicista) (Fox Keller, 91; Shiva y Mies, 98). Aún al inicio de la 
era moderna, lo orgánico aún se refería a la organización de los seres vivientes, 
pero el organicismo perdía progresivamente frente al materialismo mecanicista. 
 
Los padres fundadores de la ciencia moderna como Copérnico, F, Bacon, R. 
Descartes, T. Hobbes o I. Newton, ayudaron a alterar y desactivar el vitalismo de 
las antiguas imágenes del cosmos, la naturaleza, la sociedad o el conocimiento. La 
llamada primera revolución científico-técnica minó las ideologías antiguas que 
daban a la naturaleza una identidad nutricia y primordial. Las viejas cosmologías 
orgánicas dieron paso a la nueva cultura emergente en Europa, y orientada sobre 
todo al mercado. Progresivamente el Cosmos dejó de ser visto como un organismo 
viviente y pasó a ser percibido como un gran sistema inerte y organizado según 
piezas y partes elementales al modo de una máquina . 
 
Paralelamente, permanecía una visión muy ambivalente de la naturaleza, entendida 
a la vez como fuente de recursos ilimitados para los intereses humanos, pero 
también se entendía como fuerza femenina, como un lujurioso desorden, como una 
fuerza hostil y peligrosa que reclamaba ser sometida a la vigilancia y el control 
exterior. Es decir, una naturaleza femenina vista como temible y peligrosa, y en 
conexión con el trasfondo femenino devaluado y subalterno adjudicado a las 
mujeres por el orden y la cultura patriarcal de las sociedades de la época. 
 
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Estas operaciones culturales e históricas que hemos heredado han reducido lo 
femenino y la naturaleza viva a un lugar sociocultural de subalternidad e 
inferiorización mediante unas visiones y prácticas a la vez antropocéntricas y 
patriarcales, que buscan el sometimiento de las mujeres y la naturaleza. Al tiempo, 
estas nuevas visiones sin alma sobre las fuerzas de desorden del mundo natural 
sirvieron para reforzar el dominio inmemorial de los hombres sobre las mujeres 
mediante ideologías que sitúan a las mujeres del lado de lo natural y por oposición 
a la centralidad del espíritu y de la razón adjudicados a los hombres. Equiparan la 
condición femenina a una naturaleza singular próxima a los peligros y desórdenes 
potenciales del mundo natural que se expresa a través de ellas y sus cuerpos, y 
que será necesario conquistar y domesticar. 
 
Los nuevos cánones de la modernidad ilustrada sobre el cambio y el progreso 
social, responden a la centralidad de un nuevo actor-arquetipo viril y protagonista 
imaginario y real de la historia de occidente: el varón propietario y productor de 
bienes, blanco, adulto, heterosexual, padre de familia y de clase media. En 
paralelo, la naturaleza es entendida como la parte femenina, oscura y maldita, 
devaluada y en confrontación coneste protagonista masculino de la historia 
(Moreno,86). Este gran relato mítico de superioridad desde el que autoproclama al 
hombre como representante y medida normativa del conjunto de la humanidad, y a 
la sociedad humana como capacitada para el dominio y la creciente artificialización 
del mundo vivo, instaura la hegemonía maquinística propia de una determinada y 
parcial visión sobre el mundo orgánico. De fuente-madre nutricia, el cosmos y el 
mundo, progresivamente serán concebidos como una gran máquina activada por un 
Dios relojero o por la propia inventiva de la razón humana. 
 
Con las pretensiones faústicas de la modernidad el mundo ha devenido máquina en 
su concepción y en su trato. Las actividades quedan reducidas al uso de utensilios y 
de partes inanimadas sin espontaneidad ni creatividad, sin conciencia ni voluntad. 
En la moderna distinción entre naturaleza y cultura, la naturaleza ocupa el lugar del 
OTRO de la cultura y lo humano, el lugar alejado, lejos de la ciudad y del mundo 
urbano que hoy, prácticamente lo invade todo. La operación de este cambio cultural 
supuso la pérdida del alma del mundo vital con la contrapartida de la supuesta 
obtención de poderes y saberes sobrehumanos y pseudo-mágicos sobre la vida 
ecosistémica del planeta. Esta monocultura productivista y patriarcal legitima los 
procesos destructivos de la industrialización que hoy amenazan con invadir, no sólo 
todo el planeta bajo la creciente artificialización de las fuentes y recursos vivos de 
la biosfera, sino que también ya amenaza directamente los lugares más cercanos y 
ligados a los humanos: la salud de nuestros entornos inmediatos y la de nuestros 
cuerpos y vidas como organismos vivos que somos. 
 
 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 10 
 
Al final de la obra de Henrik Ibsen, Casa de Muñecas, 
La heroína hace las maletas y se va. 
¿Dónde vas Nora? 
Estamos intentando responder a esta pregunta. 
Petra K. Kelly (1986) 
 
 
SOBRE LA URGENCIA DE POLÍTICAS ECOFEMINISTAS 
 
Desde el punto de vista humano, el progresivo desmoronamiento moderno de 
antiguas creencias y modelos culturales que habían interiorizado los límites 
ecológicos mediante la elaboración de mandatos culturales restrictivos para con los 
comportamientos y usos sociales de la naturaleza, no se acompaña hoy de 
sustitutos con parecida eficacia de preservación ecosistémica. Ante los actuales 
retos y problemas de supervivencia planetaria, que carecen de precedente histórico 
comparable, resulta clamorosa la actual ineficacia en el terreno del aprendizaje 
cultural de las sociedades humanas. Es desde esta torpeza cultural desde donde 
pueden entenderse las actuales políticas neodesarrollistas, o las sectoriales políticas 
y leyes ambientales de corte tecnocrático, que a pesar de resultar ineficaces son 
engañosamente publicitadas por las retóricas verdes por del productivismo. 
 
Margalef (96)ha sugerido que la aparición de nuestra especie en la larga historia de 
la vida, algo que se ha dado en llamar principio antrópico, y al margen de las 
diferentes formas específicas que ha adoptado en su historia, propicia el desarrollo 
de una distorsión perceptiva fundamental en la autoconciencia reflexiva de la 
humanidad y la vida. Desde esta reflexividad autocentrada, sólo tienden a ser 
contados y vistos los universos prácticos ligados a un campo de problemas 
ególatramente delimitados. Así, la autoreflexividad del universo conseguida 
mediante el principio antrópico, corre el peligro de acabar mirándose el ombligo y 
de conducir la evolución del universo a un atolladero sin salidas, ya que la evolución 
cultural no podrá de ningún modo desentenderse de la evolución qenética y 
ecosistémica de la vida. 
 
Hoy día, la barbarie maquinística y su delirio de autocreación penetran 
invisibilizadamente en las contrucciones identitárias de las mujeres, y sin apenas 
mediaciones hacen metástasis en sus cuerpos vividos con los que transitan las 
diferentes esferas sociales. Por ello, resulta urgente una indagación crítica del 
corrosivo maquinismo patriarcal que se expresa en múltiples aspectos y esferas de 
acción cotidianas para muchas mujeres. Por ejemplo, mediante las homogenizantes 
formas urbanas de vida diseñadas sobre la ordenación funcional del espacio y la 
separación de actividades, individuos, lugares, tal y como fue imaginada por el 
pensamiento moderno en urbanismo; mediante el consumo de los alimentos 
industriales que comportan grandes dosis añadidas de química fitosanitaria o de 
manipulación genética, o mediante los tecno-optimismos de las técnicas de prótesis 
o de disección sobre los propios cuerpos de las mujeres que persiguen ideales 
masculinos de estética (juventud, belleza y delgadez) ideados ara la construcción y 
constricción de nuestros cuerpos e imagen. 
 
Hoy se hace cada vez más difícil las separaciones entre lo humano y la naturaleza 
desde el punto de vista empírico, y ello también puede aplicarse a nuestros cuerpos 
individuales, dado que los efectos de la sustracción y muerte de la naturaleza se 
expresan cada vez más en todos los órdenes, haciéndose más difícil la separación 
entre mundo construido o artificial y el mundo natural. Desde lo más exterior a lo 
más cercano, como son el agua y el aire que respiramos, desde los alimentos que 
enferman nuestras células y cuerpos a la troposfera, todo parece estar afectado por 
las lesiones del maquinismo industrial. 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 11 
 
Uno de los ejes habituales de reflexión de los ecofeminismos, indaga la tan 
extendida o casi universal asociación de la mujer con la naturaleza y más allá de la 
enorme diversidad de simbolizaciones de la mujer y la feminidad. Se interesan en 
las relaciones de las mujeres con la naturaleza tal y como han sido ideadas y 
practicadas por los imaginarios patriarcales de occidente, y que aparecen implícitas 
en las representaciones dominantes del género. Se ha señalado a menudo la 
identificación de los varones con la cultura, entendida esta como conciencia 
humana y sus productos, mediante la cual intentan el dominio y el control de la 
naturaleza y ello les otorga un rango de superioridad. A las mujeres por el 
contrario, se las ha definido más cercanas al mundo natural y se ha construido una 
variedad semiótica de sentidos similares a los rasgos devaluados que han 
delimitado las características patriarcalmente construidas de la naturaleza, y 
opuestas y subordinadas a las de la cultura. Carolyn Merchant (88) ha trazado una 
senda histórica en distintas sociedades y épocas, y recoge esta relación y 
paralelismo entre mujeres-naturaleza en los sistemas de creencias, mitos, arte, 
textos científicos y otras formas de representación que han establecido las 
sociedades. Ambas han sido consideradas irracionales, impuras, inferiores, y los 
hombres en cambio, han representado la civilización, la racionalidad superior, la 
mente frente al cuerpo, lo irregular, lo incorpóreo. Puesto que el hombre se 
identifica simbólicamente con la cultura, que es un intento de dominar y trascender 
la naturaleza, la mujer, por su cercanía a esta ultima, será también dominada. 
 
El imperialismo cultural del patriarcado basado en el dualismo mente-cuerpo ha 
utilizado las diferencias corporales entre los sexos para afianzar las demarcaciones 
de valor y relaciones de dominio que decretan la inferioridad de las mujeres. Los 
grupos dominantes ocupan un puesto neutral, universal e incorpóreo, que es 
siempre por defecto blanco y masculino. Las mujeres son socialmente construidas 
mediante la idealización de un cuerpo femenino (joven, blanco, esbelto), un cuerpo 
confinado y definido como “lo otro”. Foucault en La historia de la sexualidad ha 
relatado como la construcción histórica de la sexualidad ha operado como 
mecanismos de biopoder disciplinario para asegurar las relaciones de desigualdad y 
de contraste, en comparación con la sexualidad del varón. Para Foucaultla 
construcción sexual asume la forma masculina según un marco patriarcal 
androcéntrico, y en el que el cuerpo de la mujer, a pesar de representarse como 
saturado de sexualidad, responde más bien a meras proyecciones del varón, y 
responde a la finalidad de servir a los intereses de control de la reproducción, los 
hijos y las propiedades legítimas. Nuestros comportamientos para con el sexo son, 
según Foucault, herederos del siglo XVII en el que la burguesía de la época buscaba 
conservar sus privilegios mediante la elaboración de discursos prescriptivos a 
propósito de la sexualidad, y que han funcionado dispositivos de normalización 
social mediante específicas estrategias de saber y poder. 
 
El cuerpo, la sexualidad y sus relaciones y fronteras, hoy ya no se conciben como 
algo dado de una vez por todas, ni algo indiscutible, sino que responden a 
construcciones sociales interesadas i mantenidas activas a partir de intereses 
políticos y de élites dominantes. De todo ello cabe deducir que estas 
representaciones ideológicas contra las mujeres pueden cuestionarse o cambiarse. 
 
El cuerpo femenino y sus papeles reproductivos parece haber atado más a las 
mujeres a las obligaciones y límites de la especie humana bajo el orden patriarcal. 
Las llamadas de la naturaleza resurgen social e históricamente cuando se trata de 
mujeres en los imperativos de desarrollo y maduración de sus propios cuerpos. Han 
de convivir tempranamente con los ciclos lunares y ritmos de la naturaleza dirigidos 
a su continuidad evolutiva o biográfica, como recordatorios constantes de la 
contingencia material del mundo y de los inevitables ciclos y las conexiones entre la 
vida y la muerte. Las fuerzas vitales se muestran más imperativas con ellas a la 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 12 
hora de experimentar el desarrollo y crecimiento de una morfología propia, los 
dolores, los líquidos, la sangre, el embarazo, el parto... El principio generativo que 
vive en todos los ordenes de los sistemas vivos se muestra más radicalmente en la 
vida y desarrollo de cada mujer concreta. Pero, la ambivalencia, la disociación, o la 
negación, pueden caracterizar la experiencia subjetiva de esta naturaleza cercana 
en el cuerpo vivido e interpretado de las mujeres, debido a que están sometidas a 
dos potentes campos culturales de socialización, y cada uno de ellos establece 
juicios y prescripciones valorativas diferentes y en parte enfrentadas. 
 
Desde el proyecto masculino de conquista y trascendencia de la naturaleza, se 
reconocen y experimentan como desventajas y déficits la cercanía vital que 
muestran los ciclos de los cuerpos de las mujeres. Al tiempo, desde el proyecto 
masculino de sometimiento de las mujeres y de su pequeña naturaleza a los 
espacios privados de la reproducción y cuidado de maridos y prole, se revaloriza la 
cercanía y el cuidado de la vida a través del cuerpo reproductivo de las mujeres. 
Osea, la sublimación de la misoginia para con las mujeres y la naturaleza singular 
de sus cuerpos, se realiza bajo particulares formas culturales de alabanza de las 
mujeres en sus comportamientos más naturalizados y propios de los espacios 
domésticos, sobre todo en torno a los roles y valores de esposas y madres 
criadoras y cuidadoras. Es decir, actúa un reducido campo cultural de revalorización 
de las mujeres por su cercanía particular con la naturaleza doméstica de los 
recintos privados y familiares, y por las potencialidades reproductivas de sus 
cuerpos. En este estrecho campo simbólico se da un reconocimiento y valoración 
social de las funciones fisiológicas y cuidados corporales ligados al embarazo, el 
parto, el amamantamiento, la crianza, la alimentación, la higiene corporal. 
 
Pero también y a la vez, la cercanía y pegajosidad concreta de las mujeres para con 
la naturaleza es fuente de devaluación en numerosas esferas e intercambios 
sociales, debido a su gran distancia para con los valores masculinos de abstracción, 
distanciamiento, autonomía, individualismo..., con que se autoadjudicó el 
imaginario cultural masculino, y que aún sigue siendo fuente de motivación, de 
acción y de reconocimiento social en las sociedades patriarcales. 
 
Así, bajo la luz del nuevo referente crítico del género, ampliado y corregido con las 
aportaciones hechas desde las sensibilidades ecofeministas, el cuerpo y la 
sexualidad pueden abandonar las sujeciones a una orden exterior impuesto e 
incuestionable, y así pasar a entenderse como arbitrarias construcciones 
socioculturales que operan en el campo de la cultura y la sociedad, y que han 
funcionado como potentes imperativos que con carácter hegemónico han 
determinado en mucho la definición social de lo femenino y la vida práctica de 
muchas mujeres. Mediante el potencial analítico del género ha sido posible 
desentrañar las jerarquías arbitrarias y las afirmaciones tradicionales sobre el 
cuerpo y la sexualidad, y mediante la fuerza analítica de los feminismos ecológicos 
es posible indagar las ligazones opresivas que median entre nuestros cuerpos y la 
naturaleza ecosistémica también violentada. Es posible analizar las diversas 
representaciones de lo femenino entendido como lo pasivo e inerte, y que tiene sus 
antecedentes modernos en el dualismo cartesiano del antropocentrismo y en la 
tradición cristiana (en el cruce entre la mística y el neoplatonismo, se redefine la 
pasividad del cuerpo dotándola de significados morales de desaprobación en torno a 
ideas profanas o de pecado). 
 
Para las mujeres, las imposiciones normativas del género han actuado bajo la lógica 
de la dominación y han hecho que sean vistas como propiedades opuestas y 
negativas que se han imputado también a la naturaleza en general y a su 
naturaleza femenina, diferente y particular. Han sido arbitrariamente situadas y 
definidas desde el campo privado del mundo familiar y doméstico, un reino de la 
necesidad que está más cerca del mundo de la vida y sus cíclicas demandas, es 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 13 
decir, se las ha colocado en los lugares más devaluados, ocultos o vergonzosos. 
Según las razones míticas e históricas del patriarcado, los trabajos femeninos son 
considerados más indeseables, aburridos, las tareas son vistas como más sucias y 
repetitivas, muy ligadas a la casa privada, construida y natural (el cuidado de la 
casa, el esposo, los hijos, los ancianos, los enfermos, los alimentos, las plantas, el 
jardín, los animales en las economías agrícolas). Las socializaciones de género han 
situado históricamente a las mujeres en general en cercanía con el agua, el pan, la 
verdura, las plantas. La violencia simbólica del género las ha ubicado más 
cercanamente a la naturaleza cercana e interior (del lado de lo íntimo, de lo 
húmedo, confinadas en los ciclos lunares de sus cuerpos, los lugares de abajo y 
ocultos, de los líquidos primordiales, de la curva, de la sangre, los detritos y las 
cacas del cuerpo...) 
 
Frente a estas nuevas problemáticas civilizatorias de supervivencia global, algunos 
de los supuestos centrales que son compartidos en general por los enfoques 
ecofeministas pueden resumirse de la siguiente manera: 
 
 Existe una� relación estrecha entre la opresión experimentada por las mujeres y la 
sufrida por la naturaleza. Es necesaria la crítica a los dualismos fundantes e 
implícitos de la cultura y del pensamiento de occidente (mente-cuerpo, naturaleza-
cultura, hombre-mujer...), por amputar media parte del mundo y establecer 
relaciones de violencia y dominación con los OTROS devaluados o negados. La 
asimetría jerárquica y explotativa para con la naturaleza y sus capacidades 
espontaneas de creación de vida, habría de cuestionar la indiferencia ético-social 
hacia la naturaleza, y obligar a los feminismos a salir del encierro o centralidad 
cultural (feminismos de la diferencia o culturales) o de la centralidad de lo social 
(feminismos liberales y socialistas), para llegar aindagar críticamente nuestras 
formas de relación y de participación con las vertientes más productivistas de la 
vida social y de sus proyectos de desarrollo . 
 
 No se pueden comprender con profundidad� ambos tipos de opresiones (la de las 
mujeres y la de la naturaleza) si no se tiene en cuenta los procesos de interrelación 
en los que diferencialmente participan ambos sujetos (Mujeres y Gaia). Por primera 
vez en la historia conocida, estamos expuestos a cientos de miles de sustancias y 
contaminaciones peligrosas de origen industrial y humano (químicas, nucleares, 
genéticas, electromagnéticas), y que están ya presentes en nuestros contextos más 
inmediatos y desde nuestra concepción hasta nuestra muerte. Muchas de ellas se 
caracterizan por su enorme poder para envenenar e introducirse en el corazón de 
los procesos vitales más básicos de los sistemas vivos, al tiempo que resultan ser 
absolutamente extrañas y desconocidas para los metabolismos de la biosfera, los 
cuales han sido ensayados y estabilizados por la Madre Tierra en su inmemorial 
historia evolutiva. Este largo aprendizaje y desarrollo no la ha dotado de 
capacidades que pudieran servir para reconocer o eliminar este nuevo ejército de 
sustancias invisibles, que dada su extrañeza, cantidad y dispersión masiva, la 
naturaleza carece de las capacidades que se requerirían para poder absorverlas o 
neutralizarlas sin autolesionarse. 
 
 Un feminismo� consecuente ha de incorporar la crítica al proyecto patriarcal hoy 
dominante en su versión neoliberal y globalizadora para con el mundo vivo que nos 
sustenta y la humanidad entera, ya que la biosfera está transversalmente 
coimplicada con todas las esferas de acción humana. 
 
 Las reivindicaciones feministas en� el marco de las políticas igualitarias y de las 
políticas del reconocimiento de la diferencia y diversidad cultural, deberían 
ampliarse, complementarse y corregirse bajo el compromiso con las opciones a 
favor de la supervivencia, el futuro y un programa de cambio ecológico y 
alternativo al de la actual hipermodernidad productivista. Se dan formas de 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 14 
correspondencia compleja y coimplicaciones entre todas las formas de opresión 
(sexismo, racismo, clase, edad, naturaleza, Tercer mundo, étnica) con específicas 
concreciones históricas que necesitan ser comprendidas y que a la vez podrían 
posibilitar alianzas de intereses y objetivos emancipatorios y estratégicos comunes, 
también estaría la supervivencia Tierra-sociedad o la mejora de la vida y la salud de 
la humanidad y la hermandad infrahumana que vive con ella. 
 
 Plantean estrategias de� cambio y utopías posibles ante los peligros y dilemas de 
la actual civilización industrial que avanza como lo haría un avión que se encontrara 
en la niebla sin mapas ni instrumentos de orientación. Reconocen que la ilusión de 
tener poderes ilimitados está presente en la ciencia y en los logros y artefactos 
tecnológicos, que ayudan a sentirnos más extrañas y alienadas de lo vivo. 
 
 Parten del reconocimiento de un tipo de idea faústica especialmente� peligrosa por 
su fe en que la capacidad y la inteligencia tecnológica podrá asumir el diseño y 
control no sólo del pequeño mundo biológico, sino además del complejo mundo 
ecosistémico y de la propia evolución de la vida en general y de la especie humana 
en particular. Este delirio sobre una nueva Génesis de creación humana y de poder 
sobre el propio destino, se intensifica hoy día con los inventos vivos de las 
biotecnologías , debido a que utilizan el genoma como materia prima de su 
proyecto artificializador, es decir, ensayan y mercantilizan las propias fuentes 
generativas de los organismos y de las especies. La euforia de la competitividad y 
la modernización es una ilusión, una insensata religión moderna que desatiende los 
márgenes de tolerancia de la naturaleza y los humanos. 
 
 Compromiso con epistemologías complejas que ayuden a� reconstruir nuestra 
cultura y nuestras acciones para con la naturaleza exterior e interior y bajo la guía 
moral de una intuición: lo que somos se ama y se cuida. Revalorizan la singularidad 
de la experiencia femenina y su reconciliación con el propio cuerpo vivido, sano y 
espontaneo, dignificando sus singularidades anatómicas y fisiológicas frente a las 
valoraciones misóginas que del dualismo mente-cuerpo que ha intentado hacer de 
las mujeres seres inferiores, y que las ha modelizado bajo ideales heterónomos de 
belleza y estética en general. 
 
 Búsqueda de una cultura y espíritualidad verde de� carácter plural y abierto, que 
renuncie a la indiferencia ética y moral hacia las necesidades de vida, y que 
también se aleje de las retóricas verdes de supermercado, propias de tecnócratas o 
de una tecnociencia fragmentadora y reduccionista. Incluyen el reconocimiento y 
dignificación de los aspectos de la experiencia humana relegados por el imperio del 
idealismo de la conciencia y la razón instrumental (incluye el cuerpo, lo cualitativo, 
la empatía, los sentimientos, las emociones, la estética...). Una nueva 
espiritualidad postindustrial y no productivista que tome en serio el orden central 
de las cosas y acontecimientos, puesto que cada parte del universo y de nuestra 
vida es un holograma, es decir, contiene la imagen del conjunto, del todo con el 
que nos conectamos y vivimos mediante nuestras experiencias cotidianas. Esta 
nueva cultura habría de interiorizar y autoimponerse las restricciones que existen 
en el conjunto del universo, para poder conseguir sociedades justas y sostenibles 
en el tiempo. 
 
 Frente a la imposibilidad de mantener por mucho tiempo� más las sociedades 
basadas en las riquezas ilimitadas para una minoría y los derechos de propiedad 
privada que esquilman y afligen al resto de la sociedad y el planeta, es necesaria la 
transición hacia formas de vida más humildes y cooperativas, con culturas que 
fomenten la suficiencia y la moderación frente al actual modelo de la abundancia y 
el despilfarro de las llamadas modernas sociedades de consumo. Frente a la 
incertidumbre estúpida y banal que presente en las endiosadas pretensiones de la 
actual modernización y su aparente fatalismo, se necesita el un compromiso 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 15 
responsable con las incertidumbres y amenazas dispersadas, mediante la asunción 
de principios y políticas prácticas de precaución. 
 
 Utopías realizables para reconstruir la comunidad� natural y humana bajo unos 
nuevos principios morales no arrogantes y alejados del idealismo antropocéntrico: 
suficiencia, autosuficiencia, equidad, parsimonia, holismo, cooperación, 
colectividad, sabidurías multiculturales, biodiversidad, localización, tecnologías 
blandas y propias, placer y cultivo de mente y cuerpo, descentralización, 
democracia participativa, bioregionalismo... 
 
Se pueden considerar que los parciales avances de las mujeres realizados bajo las 
formas liberales de integración y legitimidad meritocráticas aún están sometidos a 
dinámicas discriminatorias y opresivas de género en todas las esferas sociales. 
Parece que las liberales políticas distributivas han significado un cualitativo e 
histórico avance para las mujeres del mundo rico mediante conquistas 
universalistas como son: la igualdad formal ante la ley, la presencia y participación 
creciente de las mujeres en los espacios y actividades publicas como la producción 
y el trabajo asalariado, la política o la instrucción educativa. Pero estas políticas 
formalmente igualitarias y basadas en las formas liberales de justicia distributiva: la 
igualdad de oportunidades, aún continúan arrastrando la violencia simbólica que de 
continuo ejerce la cultura masculina en el reparto asimétrico de recursos entre 
hombres y mujeres. 
 
Las prácticas selectivas de la individualista competitividad meritocrática, tienen 
como consecuencia para con las mujeres unos accesos también discriminatorios y 
restringidosa campos sociales que en general, venían y vienen siendo ocupados o 
monopolizados por los varones, como son el empleo asalariado, la instrucción 
universitaria o la participación política. Con todo ello, las mujeres del occidente rico 
nos integramos singularmente en las nuevas dinámicas y relaciones macro-
estructurales propias del patriarcado capitalista actual. Pero además de estar 
afectadas y participar en las dinámicas sociales, también participamos en la parte 
negada del dualismo sociedad-naturaleza. Somos participantes y víctimas de las 
fricciones socioecológicas que impulsa la hipermodernidad capitalista y sus 
consecuencias más indeseables, como son la precarización y la exclusión social, la 
destrucción de los recursos ecosistémicos de supervivencia, o la homogeneización y 
empobrecimiento cultural a favor de la racionalidad instrumental y el mercado. 
 
Es decir, tras la desmantelación crítica de la moderna idea de sujeto estable y 
unificado, las mujeres en plural, situadas y construidas en campos sociales, 
correlaciones de fuerzas diversas, y conflictos específicos, participamos en 
diferentes grados y maneras en los procesos impulsados por la globalización, 
incluyendo también en ellos: las lesiones infringidas a la Madre Tierra. Las mujeres 
en plural, tenemos y hacemos una historia múltiple y parcialmente no unitaria ni 
homogénea, una historia compleja que también puede ofrecer la posibilidad de 
realización de plurales prácticas antagónicas y subversivas por parte de muchas 
mujeres concretas o grupos de mujeres contra las normativas del género, incluidos 
los imperativos de destrucción de la naturaleza. 
 
Los campos de experiencia y contextos sociales en los que participamos, hacen que 
hoy no sea posible un encuadramiento fuerte de nuestras identidades femeninas, 
entendido este, como la idea sobre las subjetividades individuales y colectivas 
femeninas que incorporan firmemente, sin negociaciones y sin resistencias, los 
mandatos estrictos de los arquetipos patriarcales más cristalizados. Si bien es cierto 
que las mujeres somos construidas bajo las formas de violencia del género, al 
mismo tiempo, como sujetos y agentes activos que podemos ser, estamos 
empeñadas de múltiples maneras en las relaciones sociales concretas y también en 
su cambio. 
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 16 
 
Individual y colectivamente tejemos y actuamos complejamente bajo lógicas socio-
históricas entremezcladas que nos afectan. Vivimos atravesadas por desigualdades 
e identidades diversas, globales y locales, híbridas, y que no pueden comprenderse 
acudiendo exclusivamente a las explicaciones monolineales y dogmáticas del 
género. Los mandatos patriarcales se conjugan diversamente con otras lógicas 
sociales como el individualismo posesivo, los lazos y convivencia con el lugar y con 
los mundos de vida, las relaciones cotidianas, o con las aspiraciones de 
individualización y subjetivización. No hay ajuste perfecto entre el actor y el 
sistema. El deseo y la ley no coinciden habitualmente. Las novedades y disidencia 
de las mujeres suele aparecer bajo formas más locales y fragmentadas, y no son 
reducibles a las racionalidades de las políticas distributivas o de igualdad de 
oportunidades reclamadas como programa emancipatorio por los chatos feminismos 
de la igualdad en sus diferentes versiones políticas de izquierda o de derecha. 
 
MARTA CABREJAS 
Profesora de la Universitat de València 
 
Els Verds del País Valencià 
Los Verdes-Izquierda Verde 
Mara.Cabrejas@uv.es 
 
 
 
mailto:Cabrejas@uv.es
El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 17 
 
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