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El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 1 El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Publicado en La Morada Hombres de naciones diversas tuvieron un sueño igual, vieron una mujer que corría de noche por una ciudad desconocida, de espalda, con el pelo largo, y estaba desnuda. Soñaron que la seguían. A fuerza de vueltas todos la perdieron. Después del sueño buscaron aquella ciudad; no la encontraron pero se encontraron ellos; decidieron construir una ciudad como en el sueño. En la disposición de las calles cada uno rehizo el recorrido de su persecución; en el punto donde había perdido las huellas de la fugitiva ordenó de otra manera que en el sueño los espacios y los muros de modo que no pudiera escapársele más. Esta fue la ciudad de Zobeida donde se establecieron esperando que una noche se repitiese aquella escena. Italo Calvino. “Las ciudades invisibles” El universalismo abstracto del género La idea de género es entendida como las formas históricas y socioculturales que establecen la opresión e inferiorización de las mujeres. El concepto de género ha sido considerado desde la década de los setenta como central en la teoría feminista, y ha tenido un alto rendimiento teórico para las luchas feministas a la hora de ayudar a comprender mejor las relaciones de dominación que afectan específicamente a las mujeres. El potencial indagador de la noción de género ha ayudado a destacar la dimensión histórico-social, es decir, los aspectos socialmente construidos y relacionales de la violencia patriarcal que inmemorialmente habían sido velados bajo rígidas e interesadas ideas en torno a una supuesta eterna e inamovible condición natural de las mujeres. Se han dado multiplicidad de análisis y matizaciones en torno a la idea de género desde la primera propuesta del sistema sexo-género dada por la antropóloga Gayle Rubin. Hoy día, el género ha sido aceptado como categoría analítica esencial en las ciencias humanas y sociales y, se ha convertido en un concepto de uso habitual en los debates sociales y políticos. Ha servido para profundizar la comprensión de las relaciones de poder y de dominación entre mujeres y varones, a menudo demasiado implícitas e invisibilizadas. Con el concepto de género se transitan y amplían los análisis más clásicos circunscritos a las categorías de clase social y etnia. El sistema sexo-género puede ser entendido en general, como las formas específicas de organización social que han servido para imponer roles y sentidos esterotipados y diferenciados para hombres y mujeres, y que son fuente de socialización y aprendizaje desde la niñez. La construcción socio-cultural del género ha favorecido unas formas de relación asimétrica y de subalternidad devaluada para con las mujeres. Pero además, este vector de opresión específica se combina singularmente con otros campos de desigualdad existentes en las sociedades tan segmentadas como las contemporáneas. El orden patriarcal tiene capacidad de establecer jerarquías fundamentales en el orden social y cósmico con afirmaciones viriles sobre las identidades de las El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 2 mujeres. Las relaciones patriarcales se apoyan distinciones culturales que establecen una desigualdad fundamental y asimétrica entre lo masculino y lo femenino, entre los varones y las mujeres. Los varones son ideados como ocupando el campo de la excelencia humana: lo exterior, la libertad, la justicia, la razón, la creación y la inventiva que rompe los cursos normales, lo oficial, lo público, el derecho, el gobierno, las leyes, la rapidez, la acumulación, la inteligencia... Progresivamente y desde la multiplicidad de sentidos y lecturas realizadas alrededor de la idea de género, desde las últimas décadas se ha ido produciendo un momento de inflexión en los debates y la teoría feminista en torno a las potencialidades analíticas de este concepto y dada la complejidad y diversidad de situaciones que viven las mujeres en general. Desde las experiencias locales de mujeres o desde las vivencias de las feministas de color y lesbianas, se han puesto en cuestión los planteamientos universalistas y uniformadores contenidos en la idea de género. Estas críticas señalan el sesgo y la parcialidad implicadas en la noción de género, dados los orígenes y condiciones sociales de su producción. Es decir, ha sido un tipo singular de mujeres: las blancas, de clase media, heterosexuales y occidentales, las que mediante el uso extendido e indiscriminado de los análisis de género, han proyectado indebidamente sus experiencias de opresión concretas sobre el conjunto de mujeres, y sin tener demasiado en cuenta que las mujeres no constituyen un colectivo humano uniforme, sino heterogéneo y plural. Contra el falocentrismo y el universalismo abstracto de los discursos desarrollados por el humanismo ilustrado en general (basados en la idea abstracta de ciudadanía individual y persona jurídica con derechos universales), el reconocimiento actual de las diferencias culturales y de valores existentes en las sociedades contemporáneas ha posibilitado una reconstrucción más realista, plural y abierta de las identidades de las mujeres. Las diferencias dejan de ser exclusivamente entendidas desde el cerrado dualismo del género que se reduce a dos posiciones exclusivas y opuestas: masculina y femenina. La diversidad de mujeres no queda fijada ni definida en exclusividad respecto a la relación con el Uno (la parte dominante dentro del dualismo de género: varón, adulto, clase media, blanco, heterosexual, occidental... El reconocimiento de las diversidades internas dentro del conjunto de mujeres permite ver, como las identidades de los grupos minorizados o de oposición no resultan ser diferencias que se construyen exclusivamente pegadas a la Norma o en oposición a ella. Así, las mujeres dejan de ser vistas con identidades acabadas (las mujeres domesticadas y domésticas identificadas al máximo con las propuestas patriarcales) o las mujeres resistentes (las luchadoras contra las desigualdades producidas por los poderes patriarcales). Frente a ello, comienzan a ser vistas de otra manera, más bien como identidades más fluidas, parciales y no definitivas, que si bien se construyen bajo las condiciones estructurales del orden patriarcal, sus vidas y subjetividades distan mucho de estar acabadas y moldeadas definitivamente. Seguramente, las identidades femeninas no se construyen como copia mimética con los dictados valorativos del orden patriarcal, sino que se corresponden más bien con una fluida amalgama de experiencias locales, recuerdos, deseos, obligaciones y poderes, en constante renegociación y cambio que permite adaptarse mejor a las oportunidades y contratiempos que se les presentan. .Algunas autoras feministas han hablado de hibridación para referirse a las fluidas y móviles identidades y subjetividades de las mujeres, y a la diversidad de formas culturales existentes en las sociedades modernas, al ser producto de procesos El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 3 socioculturales de mezcla, fusión e innovación. Las perspectivas feministas de la diferencia cultural remarcan los potenciales dinámicos de la articulación múltiple y compleja entre el género y otros factores socioculturales y situacionales, que actúan y se expresan desde las experiencias locales y concretas, y vividas desde el lugar y campos de relación específicos. (McDowell, 2000, p. 315). Estas nuevas actitudes y enfoques permiten corregir la idea generalizada que ve a las mujeres sólo como pobres víctimas sometidas e incapaces de gestionar la propia vida que extraen lo mejor de las limitadas oportunidades a las que están sometidas. Al contrario, más bien las mujeres pactamos y renegociamos activamente las determinaciones sociales, luchamos y forzamos cambios en circunstanciasque nos desfavorecen, buscamos las mejores elecciones posibles en cada situación y campo estructural de constricciones. Los enfoques post-estructuralistas del feminismo han señalado como unas políticas culturales que quieran ser transformadoras exigen que las mujeres se desliguen de las habituales construcciones culturales y de las identidades e intereses dependientes de las mismas. El universalismo abstracto propio de los enfoques de género, es ciego a la diversidad situacional y empírica en la que viven las mujeres concretas y situadas en campos sociales específicos. El género no ha tenido demasiada capacidad de comprender las concretas situaciones de opresión que soportan las mujeres, como son por ejemplo: las vividas por las mujeres pertenecientes a otros grupos raciales o étnicos, o de distinta orientación sexual. Se comprueba así, que se dan otras mediaciones complejas y heterogéneas de carácter social que interfieren con el género, y por ello su violencia no responde a una homogéneo determinante sobre el conjunto de las mujeres Con estos planteamientos críticos realizados desde el propio pensamiento feminista, se avanza en la redefinición y en la crítica para con la idea abstracta del género para llegar a reconocer la diferencia y la diversidad presentes en las mujeres y en las multiplicidades culturales que aún laten en los actuales tiempos del capitalismo global. Se reconoce que el género no se construye como una identidad estable y definitiva, ni como un lugar fijo de acción del que se desprenden determinadas actuaciones, sino más bien como una identidad inestable y abierta, a la vez, instituida e instituyente. Hoy, la idea de género que se ha divulgado en los campos científicos y socio- políticos es vista demasiado genérica e inespecífica para con las mujeres reales y su diversidad, por lo que se entiende que acarrea un reduccionismo excesivo. Estas críticas alrededor del concepto de género entienden que este realiza una paradójica doble función: de una lado, aparece como una especie de gran relato crítico que ofrece numerosas virtudes por su capacidad explicativa y desveladora de las ideologías naturalizadas aplicadas en la socializacón diferencial de las mujeres, pero a la vez, la idea de género es vista como una nueva ficción demasiado totalizadora y anuladora de las pluralidades y desigualdades internas que afectan al conjunto de mujeres, con lo que parece ofrecer escasas rentabilidades para el diseño de estrategias socio-políticas de transformación. El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 4 La hierba muere Los hombres mueren Los hombres son hierba Gregory Bateson FEMINISMOS PRODUCTIVISTAS Y ECOFEMINISMOS Dentro de la diversidad de feminismos de hoy, entendidos estos en general como teorías críticas y movimiento socio-histórico de carácter emancipatorio, los enfoques ecofeministas constituyen una tendencia nacida a finales de los años setenta, y que puede entenderse como fruto del encuentro entre las aportaciones de la teoría crítica feminista y un nuevo movimiento social y programa verde de cambio: el ecologista. Las teorías ecofeministas y las luchas sociales desarrolladas desde la perspectiva ecologista, prioritariamente perciben y denuncian uno de los problemas más centrales e inquietantes de nuestro tiempo: las mutaciones ecológicas producidas por las presiones destructivas del industrialismo y su cultura maquinística. La operación de cambio cultural operada en la historia occidental desde el inicio del capitalismo industrial, ha sido convertir a la Madre Tierra en un nuevo objeto inerte y reducido a piezas separadas y desconectadas entre sí: el mundo-máquina. La naturaleza pasó de ser vista como madre poderosa y nutriente que vive holísticamente con el mundo y los humanos, es decir, de ser comprendida como una fuerza viva omnipresente e inmanente a las cosas pasó a ser comprendida y reemplazada por una extraña metáfora sobre un mundo muerto: una máquina descomponible en partes independientes y sin relaciones fundamentales entre ellas y para con la humanidad (Shiva, 95, 97). Este nuevo imaginario cultural ha preparado el camino histórico de la explotación máxima y despreocupada del capital terrestre, puesto que ahora, la tierra se percibía como sin alma ni personalidad al haber sido despojada de principios morales que había que respetar en su trato y presencia. Con este trascendental cambio cultural se abría un nuevo campo civilizatorio dirigido hacia el saqueo intensivo del mundo biofísico con el que convivimos y del que somos parte, y preparándose así el camino de la lucha contra los sistemas ecológicos y sus valiosos servicios ambientales, intensificando así los dolores irreparables a los que se han sometido las reservas y fuentes evolutivas de la Biosfera. Los ecofeminismos son unas posiciones que aún permanecen marginadas y minoritarias dentro de las corrientes feministas, y habitualmente ha sido cuestionados o rechazados por los otros enfoques dominantes bajo los inapropiados calificativos de esencialismo. Estas críticas realizadas desde los feminismos liberales, socialistas y culturales, han tendido a pasar por alto la variedad de las posiciones internas existentes en el campo del ecofeminismo, y sobre todo, no han sabido captar que los feminismos ecológicos constituyen un intento de explicar y de buscar respuestas alternativas a las dimensiones explotativas del orden patriarcal para con la naturaleza y para con las mujeres. La dimensión y parte del mundo llamada Naturaleza constituye la parte negada y maltratada por el antropocentrismo productivista que guía los principios y orientaciones principales de las políticas del desarrollo y la modernización. Este sesgo de percepción y trato de creciente sometimiento ecológico (la globalización económica en curso conlleva un aumento de la escala de explotación de los limitados y cada vez más lesionados recursos físico-ambientales del El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 5 planeta)también ha sido integrado, y sin apenas resistencias críticas, por parte del pensamiento feminista mayoritario. Los feminismos en general, no han acabado de comprender las necesarias coimplicaciones existentes entre, el reino físico, biológico y ecosistémico y las formas de organización social del patriarcado modernizador. La sensibilidad ecofeminista puede considerarse parte del movimiento verde en general. Cuestiona radicalmente el binomio naturaleza-sociedad y reconoce que el medio biofísico no pertenece al afuera de las sociedades humanas sino que está en su mismo corazón. Por tanto, los ecofeminismos participan de una óptica opuesta a la distorsión propia de la mirada masculina y productivista que sitúa al mundo viviente como enfrentado y subordinado a la cultura y la razón humana, en el lugar del inconsciente negado o reprimido. Los dramáticos problemas de supervivencia y futuro civilizatorio que se expresan desde hace décadas, sacan a la luz la inevitabilidad de este gran continente vivo y negado a la vez. La epistemología compleja y comprometida de los ecofeminismos reconoce una naturaleza que nos liga y nos nutre a lo largo de una inmemorial historia evolutiva de los sistemas vivos, una naturaleza que se renueva constantemente mediante una compleja multiplicidad de interacciones y metabolismos que implican también a las partes más minúsculas e íntimas de nuestras formas de vida. La naturaleza es consierada interior y exterior a la vez, es condición ineludible de la propia existencia humana. El ecofeminismo está comprometido con los nuevos problemas de supervivencia y continuidad de las sociedades, la equidad, la diversidad cultural y el futuro. Concibe que los conflictos de sostenibilidad civilizatoria no están allá afuera, sino aquí y ahora, con nosotras/os, en nuestros cuerpos humanos y en los procesos generativos de Gaia que se agotan,debilitan o destruyen. La fuente viva, y potencia activa de las cadenas del ser, constituyen la fuente regenerativa que ha intentado ser domesticada por el mundo frío de la sociedad industrial, pero cuyo fantasma no es fácilmente desterrable y reaparece rebelándose ante las acciones y los crecientes daños ejercidos por los imperativos tecnoindustriales de las sociedades ricas de occidente. Las sensibilidades ecofeministas buscan el reconocimiento de ese continente inefable, que nos constituye y a la vez nos amenaza bajo las lesiones infringidas por el proyecto de desarrollo modernizador, un continente vivo que es negado y progresivamente destruido por el patriarcado industrial. Es decir, al margen de la diversidad de corrientes y autoras ecofeministas, es pertinente recordar y señalar que este nuevo enfoque del feminismo ecologista reconoce y responde a una dimensión estructural y fundante de todas las sociedades humanas: la realidad biofísica organizada jerárquica y ecosistémicamente que en su relación con las sociedades humanas impone límites y restricciones. Parten del reconocimiento de la interdependencia existente entre las formas de organización social y los ordenados substratos biofísicos que posibilitan la regeneración y desarrollo de la trama de la vida. La sensibilidad ecofeminista reconoce los estrechos vínculos naturales como fuentes básicas recursos y de utilidades para los animales humanos. El resto de feminismos han subvalorado o simplemente negado las dimensiones físicas y ecosistémicas de las sociedades patriarcales que analizan, participando con ello en las cegueras del antropocentrismo varonil que ha acompañado a la modernización y el desarrollo industrial del norte rico durante la segunda mitad del siglo XX, y que ha supuesto a la vez una creciente presión destructiva sobre los bienes ecosistémicos. También las corrientes dominantes en las ciencias sociales y humanas han partido de los supuestos falsos del antropocentrismo y su ceguera para con las restricciones y los límitados recursos de la biosfera terrestre. El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 6 Los feminismos marxistas han realizado la critica al idealismo del patriarcado moderno. Han cuestionado la idea de progreso socio-económico ilimitado y de carácter universal y han mostrado la insuficiencia de los derechos liberales de ciudadanía y persona jurídica abtracta (insensible para con la dominación masculina y sus consecuencias reales de dominio y discriminación de las mujeres). Pero sin embargo, estos feminismos coinciden con los feminismos liberales en que comparten acríticamente y optimísticamente los supuestos del productivismo antropocéntrico y su idea de progreso como dominio sobre la naturaleza. Los feminismos post-estructuralistas y deconstructivos en general, cuestionan la distinción dicotómica de la diferencia sexual y la división bipolar de los atributos de género ya que la idea de mujer o feminidad responden a categorías creadas en los diferentes campos culturales de la sociedad a modo ficciones reguladoras y normas hegemónicas que no coinciden estrictamente con la diversidad de mujeres y sus realidades específicas y situadas. Estos enfoques que tienden a reducir toda la realidad al reducido campo de la cultura y el lenguaje, es decir, a juegos y luchas entre textos y discursos plurales, corren el peligro de favorecer desde la perspectiva de ninguna parte, las percepciones y cegueras faústicas del proyecto modernizador del patriarcado: la desterritorialización y el crecimiento ilimitado contra la vida ecosistémica, en un planeta finito en recursos biofísicos . Las muchas variantes de la posmodernidad feminista tienden a desatender las funciones referenciales del lenguaje tal y como las ha descrito Jakobson (88), es decir, aquellas finalidades que remiten a la dimensión externa y translinguística del mundo real físico-social y empírico, al que refieren y desde el que se producen los usos y la semiótica de los discursos sociales. Contariamente, desde la perspectiva ecológica y feminista es prioritario el reconocimiento del referente silenciado del mundo biofísico, su percepción como mundo real y problemático que transversaliza todas las esferas del intercambio y la acción social. El compromiso ecológico es fundamental y prioritario a la hora de comprender las formas de integración y de resistencia que las mujeres adoptamos en nuestras relaciones con la materialidad finita, ordenada y generativa de la vida en sus dimensiones ecosistémicas, siempre presentes y relacionadas con las formas de vida modernas. En fin, los feminismos mayoritarios de la academia y los prácticos de las luchas colectivas e individuales que se suelen expresar en formas de conflictos sociales de carácter local y reivindicaciones de grupos y colectivos de mujeres, en general dan la espalda a los peligros ecológicos de la vida social que hoy comprometen y afectan masivamente y singularmente a las mujeres. Las urgencias y prioridades del compromiso ecológico son desatendidas o están sencillamente ausentes en los debates y desarrollos teóricos de los feminismos en general, a efectos del mantenimiento del cartesiano dualismo androcéntrico (hombre versus mujer) y antropocéntrico (sociedad versus naturaleza). No cuestionan la intolerancia practicada por el festín de las sociedades más ricas para con las necesidades de reproducción de la naturaleza. Realizan la negación substantiva de ese continente vivo de realidad que nos constituye. Como defensa ante los posibles peligros o críticas de esencialismo u ontologización metafísica que han recibido las posiciones ecofeministas por parte de los feminismos dominantes, cabría recordar que la mejor terapia preventiva contra la tentación esencialista, es la historia misma, la sociedad y los hechos. El ecofeminismo en general, puede entenderse como una reacción ante la negación de lo vivo practicada por el industrialismo del patriarcado moderno. Cuestiona las indeseables consecuencias socioecológicas que se acarrean en el terreno epistemológico, social, político y cultural, y cuyas huellas también están presentes en las ópticas feministas mayoritarias. Rechaza el sesgo y la centralidad del El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 7 especismo humano (Singer,98), que también es acríticamente practicado por los feminismos mayoritarios (liberales o de la igualdad, socialistas y culturales o de la diferencia), que conceden una exclusiva importancia al factor humano desconectado de los metabolismos con los sistemas naturales. Estos feminismos productivistas, sin apenas saberlo, parece que están bajo los efectos de un universalismo empíricamente indefendible que mantiene la fe ciega en metarelatos construidos históricamente desde la negación y la conquista del mundo vivo. Los mitos modernos del desarrollo, del crecimiento y la euforia tecnológica, han sido proyectados históricamente por el imaginario masculino como ideales normativos de humanidad. Estos delirios faústicos en torno a la idea de progreso ilimitado, no han sido desactivados aún por el pensamiento feminista mayoritario en algunas de sus dimensiones fundamentales que tienen que ver con las tendencias estructurales del desarrollo moderno, basadas en la explotación y conquista inacabables de la Madre Tierra como guía y acción en la búsqueda del bienestar y la mejora social en el capitalismo global de hoy día. Los supuestos infundamentables del productivismo, hoy constituyen peligrosas y dormitivas cosmovisiones que optan por un camino imposible: el de intentar compatibilizar la expansión urbano-industrial ilimitadas en un mundo limitado y finito en recursos. Las ecofeministas han captado esta imposibilidad en el mundo biofísico que nos nutre y dadas las crecientes fricciones entre un desarrollo intensivamente destructor de la biosfera y una posible protección y continuidadde la naturaleza que nos crea. A partir de la consciencia sobre las dramáticas y crecientes incompatibilidades entre modernización emprendida en las últimas décadas y la naturaleza ecosistémica, las ecofeministas optan por un compromiso prioritario con la supervivencia y la igualdad de las sociedades y personas, aportando a su vez una visión materialista y feminista que tendría que ser incorporada al resto de los enfoques feministas dominantes que parten de supuestos mitológicamente desmaterializados y desvitalizados por el reinante androcentrismo cultural. Las sociedades antiguas puede que intuyeran que el mundo era uno, que estaba vivo, tenía espíritu y era creativamente generativo, que estaba jerárquicamente organizado y cooperando dinámicamente para poder mantener su estabilidad sin desmoronarse ante accidentes o perturbaciones externas o internas. Platón por ejemplo, lo pensaba como criatura viva dotada de alma y razón, única e indivisible que contenía a todas las criaturas vivas que por naturaleza le eran afines. Pero estas antiguas creencias holísticas han ido naufragando bajo el peso de las nuevas cosmovisiones desencantadas que cristalizarán bajo el impulso del desarrollo industrial y tecnológico en occidente durante los últimos siglos . En la cultura occidental y la no occidental, la naturaleza era tradicionalmente considerada femenina. En el latín y neolatín medieval y al inicio de la época moderna, se designan las virtudes como la sabiduría y la esperanza con nombre e imágenes femeninas. La idea de naturaleza en las culturas de la antigüedad medieval respondía a un mundo material sometido a principios vitales dinámicos y creativos, con capacidad de regular las causas del cambio y los fenómenos . A la naturaleza se la consideraba contrapuesta al arte o a la creación artificial, y se la personificaba como un ser femenino (madre, diosa, mujer prudente...). Este animismo o espíritu natural, alma madre, constituía una sagrada naturaleza que se pensaba que habitaba en los objetos y en las formas naturales. Estas imágenes benévolas para la humanidad y en un universo físico ordenado y planificado en su conjunto, han tenido el destino histórico de desaparecer progresivamente con la moderna y desencantada racionalidad científica y económica. A lo largo del siglo XVI la tensión entre ambos imaginarios socio-culturales es El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 8 grande. Las viejas estructuras y mentalidades parecen incompatibles con las nuevas, aunque la idea de dominar la tierra ya existe en la filosofía griega y cristiana, la nueva visión científica moderna rompe con la fundamentación religiosa anterior y desde su antropocentrismo prometeico, se otorga así misma la máxima libertad libre de toda constricción ética, y lo hace utilizando un nuevo ideal formalizado y abstracto de ciencia basado exclusivamente en las posibilidades de la razón humana: el llamado método científico. Las endebles pretensiones de validez y certeza absolutas proclamadas por este ideal abstracto de conocimiento, incorporan dos elementos entendidos como criterios masculinos de valor y excelencia: la distancia y neutralidad valorativas y la objetividad. Estas cualidades que definen a la ciencia, al permitir separar el saber de la moral y al pretender conocer completamente el mundo en sus aspectos más manipulables y superficiales, darán impulso histórico a la fiesta humana artificializadora y destructiva de lo vivo. Bacon compara la metáfora científica del dominio y conquista sobre la tierra y sus entrañas con la domesticación masculina históricamente practicada sobre las mujeres. Estos cambios presentes en los imaginarios culturales modernos han servido para impulsar alegremente y bajo las ideologías positivistas de la ciencia, el deterioro gradual de la naturaleza a instancias de la tecnosfera históricamente hiper-desarrollada por las sociedades industriales modernas. Este nuevo espíritu masculino protagonista de la historia sirvió para minar las constricciones normativas y éticas en las relaciones con la ecosfera, la cual, dejó de ser vista como una fusión orgánica entre el cosmos y las sociedades humanas. Los principios femeninos conectados al mundo vivo fueron sustituidos por los principios masculinos propios del modelo basado en la máquina inerte, y estos se utilizaron para acrecentar la explotación y el espolio de la naturaleza. El nuevo imaginario cultural del antropocentrismo patriarcal ha apoyado el sometimiento progresivo de la naturaleza mediante los nuevos procesos de comercialización e industrialización, que exigían nuevos y abundantes recursos ambientales. Así, los nuevos artefactos y tecnologías ayudaron a continuar estirpando montañas, arbolado y ríos. Las conexiones múltiples y la asociación milenaria entre las mujeres y la naturaleza quedaron rotas a lo largo de los siglos XV y XVI debido, a la emergente expansión de la economía mercantil y a las nuevas formas del conocimiento científico y su nueva llave maestra de acceso al conocimiento verdadero: l método científico y la experimentación mecanicista) (Fox Keller, 91; Shiva y Mies, 98). Aún al inicio de la era moderna, lo orgánico aún se refería a la organización de los seres vivientes, pero el organicismo perdía progresivamente frente al materialismo mecanicista. Los padres fundadores de la ciencia moderna como Copérnico, F, Bacon, R. Descartes, T. Hobbes o I. Newton, ayudaron a alterar y desactivar el vitalismo de las antiguas imágenes del cosmos, la naturaleza, la sociedad o el conocimiento. La llamada primera revolución científico-técnica minó las ideologías antiguas que daban a la naturaleza una identidad nutricia y primordial. Las viejas cosmologías orgánicas dieron paso a la nueva cultura emergente en Europa, y orientada sobre todo al mercado. Progresivamente el Cosmos dejó de ser visto como un organismo viviente y pasó a ser percibido como un gran sistema inerte y organizado según piezas y partes elementales al modo de una máquina . Paralelamente, permanecía una visión muy ambivalente de la naturaleza, entendida a la vez como fuente de recursos ilimitados para los intereses humanos, pero también se entendía como fuerza femenina, como un lujurioso desorden, como una fuerza hostil y peligrosa que reclamaba ser sometida a la vigilancia y el control exterior. Es decir, una naturaleza femenina vista como temible y peligrosa, y en conexión con el trasfondo femenino devaluado y subalterno adjudicado a las mujeres por el orden y la cultura patriarcal de las sociedades de la época. El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 9 Estas operaciones culturales e históricas que hemos heredado han reducido lo femenino y la naturaleza viva a un lugar sociocultural de subalternidad e inferiorización mediante unas visiones y prácticas a la vez antropocéntricas y patriarcales, que buscan el sometimiento de las mujeres y la naturaleza. Al tiempo, estas nuevas visiones sin alma sobre las fuerzas de desorden del mundo natural sirvieron para reforzar el dominio inmemorial de los hombres sobre las mujeres mediante ideologías que sitúan a las mujeres del lado de lo natural y por oposición a la centralidad del espíritu y de la razón adjudicados a los hombres. Equiparan la condición femenina a una naturaleza singular próxima a los peligros y desórdenes potenciales del mundo natural que se expresa a través de ellas y sus cuerpos, y que será necesario conquistar y domesticar. Los nuevos cánones de la modernidad ilustrada sobre el cambio y el progreso social, responden a la centralidad de un nuevo actor-arquetipo viril y protagonista imaginario y real de la historia de occidente: el varón propietario y productor de bienes, blanco, adulto, heterosexual, padre de familia y de clase media. En paralelo, la naturaleza es entendida como la parte femenina, oscura y maldita, devaluada y en confrontación coneste protagonista masculino de la historia (Moreno,86). Este gran relato mítico de superioridad desde el que autoproclama al hombre como representante y medida normativa del conjunto de la humanidad, y a la sociedad humana como capacitada para el dominio y la creciente artificialización del mundo vivo, instaura la hegemonía maquinística propia de una determinada y parcial visión sobre el mundo orgánico. De fuente-madre nutricia, el cosmos y el mundo, progresivamente serán concebidos como una gran máquina activada por un Dios relojero o por la propia inventiva de la razón humana. Con las pretensiones faústicas de la modernidad el mundo ha devenido máquina en su concepción y en su trato. Las actividades quedan reducidas al uso de utensilios y de partes inanimadas sin espontaneidad ni creatividad, sin conciencia ni voluntad. En la moderna distinción entre naturaleza y cultura, la naturaleza ocupa el lugar del OTRO de la cultura y lo humano, el lugar alejado, lejos de la ciudad y del mundo urbano que hoy, prácticamente lo invade todo. La operación de este cambio cultural supuso la pérdida del alma del mundo vital con la contrapartida de la supuesta obtención de poderes y saberes sobrehumanos y pseudo-mágicos sobre la vida ecosistémica del planeta. Esta monocultura productivista y patriarcal legitima los procesos destructivos de la industrialización que hoy amenazan con invadir, no sólo todo el planeta bajo la creciente artificialización de las fuentes y recursos vivos de la biosfera, sino que también ya amenaza directamente los lugares más cercanos y ligados a los humanos: la salud de nuestros entornos inmediatos y la de nuestros cuerpos y vidas como organismos vivos que somos. El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 10 Al final de la obra de Henrik Ibsen, Casa de Muñecas, La heroína hace las maletas y se va. ¿Dónde vas Nora? Estamos intentando responder a esta pregunta. Petra K. Kelly (1986) SOBRE LA URGENCIA DE POLÍTICAS ECOFEMINISTAS Desde el punto de vista humano, el progresivo desmoronamiento moderno de antiguas creencias y modelos culturales que habían interiorizado los límites ecológicos mediante la elaboración de mandatos culturales restrictivos para con los comportamientos y usos sociales de la naturaleza, no se acompaña hoy de sustitutos con parecida eficacia de preservación ecosistémica. Ante los actuales retos y problemas de supervivencia planetaria, que carecen de precedente histórico comparable, resulta clamorosa la actual ineficacia en el terreno del aprendizaje cultural de las sociedades humanas. Es desde esta torpeza cultural desde donde pueden entenderse las actuales políticas neodesarrollistas, o las sectoriales políticas y leyes ambientales de corte tecnocrático, que a pesar de resultar ineficaces son engañosamente publicitadas por las retóricas verdes por del productivismo. Margalef (96)ha sugerido que la aparición de nuestra especie en la larga historia de la vida, algo que se ha dado en llamar principio antrópico, y al margen de las diferentes formas específicas que ha adoptado en su historia, propicia el desarrollo de una distorsión perceptiva fundamental en la autoconciencia reflexiva de la humanidad y la vida. Desde esta reflexividad autocentrada, sólo tienden a ser contados y vistos los universos prácticos ligados a un campo de problemas ególatramente delimitados. Así, la autoreflexividad del universo conseguida mediante el principio antrópico, corre el peligro de acabar mirándose el ombligo y de conducir la evolución del universo a un atolladero sin salidas, ya que la evolución cultural no podrá de ningún modo desentenderse de la evolución qenética y ecosistémica de la vida. Hoy día, la barbarie maquinística y su delirio de autocreación penetran invisibilizadamente en las contrucciones identitárias de las mujeres, y sin apenas mediaciones hacen metástasis en sus cuerpos vividos con los que transitan las diferentes esferas sociales. Por ello, resulta urgente una indagación crítica del corrosivo maquinismo patriarcal que se expresa en múltiples aspectos y esferas de acción cotidianas para muchas mujeres. Por ejemplo, mediante las homogenizantes formas urbanas de vida diseñadas sobre la ordenación funcional del espacio y la separación de actividades, individuos, lugares, tal y como fue imaginada por el pensamiento moderno en urbanismo; mediante el consumo de los alimentos industriales que comportan grandes dosis añadidas de química fitosanitaria o de manipulación genética, o mediante los tecno-optimismos de las técnicas de prótesis o de disección sobre los propios cuerpos de las mujeres que persiguen ideales masculinos de estética (juventud, belleza y delgadez) ideados ara la construcción y constricción de nuestros cuerpos e imagen. Hoy se hace cada vez más difícil las separaciones entre lo humano y la naturaleza desde el punto de vista empírico, y ello también puede aplicarse a nuestros cuerpos individuales, dado que los efectos de la sustracción y muerte de la naturaleza se expresan cada vez más en todos los órdenes, haciéndose más difícil la separación entre mundo construido o artificial y el mundo natural. Desde lo más exterior a lo más cercano, como son el agua y el aire que respiramos, desde los alimentos que enferman nuestras células y cuerpos a la troposfera, todo parece estar afectado por las lesiones del maquinismo industrial. El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 11 Uno de los ejes habituales de reflexión de los ecofeminismos, indaga la tan extendida o casi universal asociación de la mujer con la naturaleza y más allá de la enorme diversidad de simbolizaciones de la mujer y la feminidad. Se interesan en las relaciones de las mujeres con la naturaleza tal y como han sido ideadas y practicadas por los imaginarios patriarcales de occidente, y que aparecen implícitas en las representaciones dominantes del género. Se ha señalado a menudo la identificación de los varones con la cultura, entendida esta como conciencia humana y sus productos, mediante la cual intentan el dominio y el control de la naturaleza y ello les otorga un rango de superioridad. A las mujeres por el contrario, se las ha definido más cercanas al mundo natural y se ha construido una variedad semiótica de sentidos similares a los rasgos devaluados que han delimitado las características patriarcalmente construidas de la naturaleza, y opuestas y subordinadas a las de la cultura. Carolyn Merchant (88) ha trazado una senda histórica en distintas sociedades y épocas, y recoge esta relación y paralelismo entre mujeres-naturaleza en los sistemas de creencias, mitos, arte, textos científicos y otras formas de representación que han establecido las sociedades. Ambas han sido consideradas irracionales, impuras, inferiores, y los hombres en cambio, han representado la civilización, la racionalidad superior, la mente frente al cuerpo, lo irregular, lo incorpóreo. Puesto que el hombre se identifica simbólicamente con la cultura, que es un intento de dominar y trascender la naturaleza, la mujer, por su cercanía a esta ultima, será también dominada. El imperialismo cultural del patriarcado basado en el dualismo mente-cuerpo ha utilizado las diferencias corporales entre los sexos para afianzar las demarcaciones de valor y relaciones de dominio que decretan la inferioridad de las mujeres. Los grupos dominantes ocupan un puesto neutral, universal e incorpóreo, que es siempre por defecto blanco y masculino. Las mujeres son socialmente construidas mediante la idealización de un cuerpo femenino (joven, blanco, esbelto), un cuerpo confinado y definido como “lo otro”. Foucault en La historia de la sexualidad ha relatado como la construcción histórica de la sexualidad ha operado como mecanismos de biopoder disciplinario para asegurar las relaciones de desigualdad y de contraste, en comparación con la sexualidad del varón. Para Foucaultla construcción sexual asume la forma masculina según un marco patriarcal androcéntrico, y en el que el cuerpo de la mujer, a pesar de representarse como saturado de sexualidad, responde más bien a meras proyecciones del varón, y responde a la finalidad de servir a los intereses de control de la reproducción, los hijos y las propiedades legítimas. Nuestros comportamientos para con el sexo son, según Foucault, herederos del siglo XVII en el que la burguesía de la época buscaba conservar sus privilegios mediante la elaboración de discursos prescriptivos a propósito de la sexualidad, y que han funcionado dispositivos de normalización social mediante específicas estrategias de saber y poder. El cuerpo, la sexualidad y sus relaciones y fronteras, hoy ya no se conciben como algo dado de una vez por todas, ni algo indiscutible, sino que responden a construcciones sociales interesadas i mantenidas activas a partir de intereses políticos y de élites dominantes. De todo ello cabe deducir que estas representaciones ideológicas contra las mujeres pueden cuestionarse o cambiarse. El cuerpo femenino y sus papeles reproductivos parece haber atado más a las mujeres a las obligaciones y límites de la especie humana bajo el orden patriarcal. Las llamadas de la naturaleza resurgen social e históricamente cuando se trata de mujeres en los imperativos de desarrollo y maduración de sus propios cuerpos. Han de convivir tempranamente con los ciclos lunares y ritmos de la naturaleza dirigidos a su continuidad evolutiva o biográfica, como recordatorios constantes de la contingencia material del mundo y de los inevitables ciclos y las conexiones entre la vida y la muerte. Las fuerzas vitales se muestran más imperativas con ellas a la El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 12 hora de experimentar el desarrollo y crecimiento de una morfología propia, los dolores, los líquidos, la sangre, el embarazo, el parto... El principio generativo que vive en todos los ordenes de los sistemas vivos se muestra más radicalmente en la vida y desarrollo de cada mujer concreta. Pero, la ambivalencia, la disociación, o la negación, pueden caracterizar la experiencia subjetiva de esta naturaleza cercana en el cuerpo vivido e interpretado de las mujeres, debido a que están sometidas a dos potentes campos culturales de socialización, y cada uno de ellos establece juicios y prescripciones valorativas diferentes y en parte enfrentadas. Desde el proyecto masculino de conquista y trascendencia de la naturaleza, se reconocen y experimentan como desventajas y déficits la cercanía vital que muestran los ciclos de los cuerpos de las mujeres. Al tiempo, desde el proyecto masculino de sometimiento de las mujeres y de su pequeña naturaleza a los espacios privados de la reproducción y cuidado de maridos y prole, se revaloriza la cercanía y el cuidado de la vida a través del cuerpo reproductivo de las mujeres. Osea, la sublimación de la misoginia para con las mujeres y la naturaleza singular de sus cuerpos, se realiza bajo particulares formas culturales de alabanza de las mujeres en sus comportamientos más naturalizados y propios de los espacios domésticos, sobre todo en torno a los roles y valores de esposas y madres criadoras y cuidadoras. Es decir, actúa un reducido campo cultural de revalorización de las mujeres por su cercanía particular con la naturaleza doméstica de los recintos privados y familiares, y por las potencialidades reproductivas de sus cuerpos. En este estrecho campo simbólico se da un reconocimiento y valoración social de las funciones fisiológicas y cuidados corporales ligados al embarazo, el parto, el amamantamiento, la crianza, la alimentación, la higiene corporal. Pero también y a la vez, la cercanía y pegajosidad concreta de las mujeres para con la naturaleza es fuente de devaluación en numerosas esferas e intercambios sociales, debido a su gran distancia para con los valores masculinos de abstracción, distanciamiento, autonomía, individualismo..., con que se autoadjudicó el imaginario cultural masculino, y que aún sigue siendo fuente de motivación, de acción y de reconocimiento social en las sociedades patriarcales. Así, bajo la luz del nuevo referente crítico del género, ampliado y corregido con las aportaciones hechas desde las sensibilidades ecofeministas, el cuerpo y la sexualidad pueden abandonar las sujeciones a una orden exterior impuesto e incuestionable, y así pasar a entenderse como arbitrarias construcciones socioculturales que operan en el campo de la cultura y la sociedad, y que han funcionado como potentes imperativos que con carácter hegemónico han determinado en mucho la definición social de lo femenino y la vida práctica de muchas mujeres. Mediante el potencial analítico del género ha sido posible desentrañar las jerarquías arbitrarias y las afirmaciones tradicionales sobre el cuerpo y la sexualidad, y mediante la fuerza analítica de los feminismos ecológicos es posible indagar las ligazones opresivas que median entre nuestros cuerpos y la naturaleza ecosistémica también violentada. Es posible analizar las diversas representaciones de lo femenino entendido como lo pasivo e inerte, y que tiene sus antecedentes modernos en el dualismo cartesiano del antropocentrismo y en la tradición cristiana (en el cruce entre la mística y el neoplatonismo, se redefine la pasividad del cuerpo dotándola de significados morales de desaprobación en torno a ideas profanas o de pecado). Para las mujeres, las imposiciones normativas del género han actuado bajo la lógica de la dominación y han hecho que sean vistas como propiedades opuestas y negativas que se han imputado también a la naturaleza en general y a su naturaleza femenina, diferente y particular. Han sido arbitrariamente situadas y definidas desde el campo privado del mundo familiar y doméstico, un reino de la necesidad que está más cerca del mundo de la vida y sus cíclicas demandas, es El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 13 decir, se las ha colocado en los lugares más devaluados, ocultos o vergonzosos. Según las razones míticas e históricas del patriarcado, los trabajos femeninos son considerados más indeseables, aburridos, las tareas son vistas como más sucias y repetitivas, muy ligadas a la casa privada, construida y natural (el cuidado de la casa, el esposo, los hijos, los ancianos, los enfermos, los alimentos, las plantas, el jardín, los animales en las economías agrícolas). Las socializaciones de género han situado históricamente a las mujeres en general en cercanía con el agua, el pan, la verdura, las plantas. La violencia simbólica del género las ha ubicado más cercanamente a la naturaleza cercana e interior (del lado de lo íntimo, de lo húmedo, confinadas en los ciclos lunares de sus cuerpos, los lugares de abajo y ocultos, de los líquidos primordiales, de la curva, de la sangre, los detritos y las cacas del cuerpo...) Frente a estas nuevas problemáticas civilizatorias de supervivencia global, algunos de los supuestos centrales que son compartidos en general por los enfoques ecofeministas pueden resumirse de la siguiente manera: Existe una� relación estrecha entre la opresión experimentada por las mujeres y la sufrida por la naturaleza. Es necesaria la crítica a los dualismos fundantes e implícitos de la cultura y del pensamiento de occidente (mente-cuerpo, naturaleza- cultura, hombre-mujer...), por amputar media parte del mundo y establecer relaciones de violencia y dominación con los OTROS devaluados o negados. La asimetría jerárquica y explotativa para con la naturaleza y sus capacidades espontaneas de creación de vida, habría de cuestionar la indiferencia ético-social hacia la naturaleza, y obligar a los feminismos a salir del encierro o centralidad cultural (feminismos de la diferencia o culturales) o de la centralidad de lo social (feminismos liberales y socialistas), para llegar aindagar críticamente nuestras formas de relación y de participación con las vertientes más productivistas de la vida social y de sus proyectos de desarrollo . No se pueden comprender con profundidad� ambos tipos de opresiones (la de las mujeres y la de la naturaleza) si no se tiene en cuenta los procesos de interrelación en los que diferencialmente participan ambos sujetos (Mujeres y Gaia). Por primera vez en la historia conocida, estamos expuestos a cientos de miles de sustancias y contaminaciones peligrosas de origen industrial y humano (químicas, nucleares, genéticas, electromagnéticas), y que están ya presentes en nuestros contextos más inmediatos y desde nuestra concepción hasta nuestra muerte. Muchas de ellas se caracterizan por su enorme poder para envenenar e introducirse en el corazón de los procesos vitales más básicos de los sistemas vivos, al tiempo que resultan ser absolutamente extrañas y desconocidas para los metabolismos de la biosfera, los cuales han sido ensayados y estabilizados por la Madre Tierra en su inmemorial historia evolutiva. Este largo aprendizaje y desarrollo no la ha dotado de capacidades que pudieran servir para reconocer o eliminar este nuevo ejército de sustancias invisibles, que dada su extrañeza, cantidad y dispersión masiva, la naturaleza carece de las capacidades que se requerirían para poder absorverlas o neutralizarlas sin autolesionarse. Un feminismo� consecuente ha de incorporar la crítica al proyecto patriarcal hoy dominante en su versión neoliberal y globalizadora para con el mundo vivo que nos sustenta y la humanidad entera, ya que la biosfera está transversalmente coimplicada con todas las esferas de acción humana. Las reivindicaciones feministas en� el marco de las políticas igualitarias y de las políticas del reconocimiento de la diferencia y diversidad cultural, deberían ampliarse, complementarse y corregirse bajo el compromiso con las opciones a favor de la supervivencia, el futuro y un programa de cambio ecológico y alternativo al de la actual hipermodernidad productivista. Se dan formas de El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 14 correspondencia compleja y coimplicaciones entre todas las formas de opresión (sexismo, racismo, clase, edad, naturaleza, Tercer mundo, étnica) con específicas concreciones históricas que necesitan ser comprendidas y que a la vez podrían posibilitar alianzas de intereses y objetivos emancipatorios y estratégicos comunes, también estaría la supervivencia Tierra-sociedad o la mejora de la vida y la salud de la humanidad y la hermandad infrahumana que vive con ella. Plantean estrategias de� cambio y utopías posibles ante los peligros y dilemas de la actual civilización industrial que avanza como lo haría un avión que se encontrara en la niebla sin mapas ni instrumentos de orientación. Reconocen que la ilusión de tener poderes ilimitados está presente en la ciencia y en los logros y artefactos tecnológicos, que ayudan a sentirnos más extrañas y alienadas de lo vivo. Parten del reconocimiento de un tipo de idea faústica especialmente� peligrosa por su fe en que la capacidad y la inteligencia tecnológica podrá asumir el diseño y control no sólo del pequeño mundo biológico, sino además del complejo mundo ecosistémico y de la propia evolución de la vida en general y de la especie humana en particular. Este delirio sobre una nueva Génesis de creación humana y de poder sobre el propio destino, se intensifica hoy día con los inventos vivos de las biotecnologías , debido a que utilizan el genoma como materia prima de su proyecto artificializador, es decir, ensayan y mercantilizan las propias fuentes generativas de los organismos y de las especies. La euforia de la competitividad y la modernización es una ilusión, una insensata religión moderna que desatiende los márgenes de tolerancia de la naturaleza y los humanos. Compromiso con epistemologías complejas que ayuden a� reconstruir nuestra cultura y nuestras acciones para con la naturaleza exterior e interior y bajo la guía moral de una intuición: lo que somos se ama y se cuida. Revalorizan la singularidad de la experiencia femenina y su reconciliación con el propio cuerpo vivido, sano y espontaneo, dignificando sus singularidades anatómicas y fisiológicas frente a las valoraciones misóginas que del dualismo mente-cuerpo que ha intentado hacer de las mujeres seres inferiores, y que las ha modelizado bajo ideales heterónomos de belleza y estética en general. Búsqueda de una cultura y espíritualidad verde de� carácter plural y abierto, que renuncie a la indiferencia ética y moral hacia las necesidades de vida, y que también se aleje de las retóricas verdes de supermercado, propias de tecnócratas o de una tecnociencia fragmentadora y reduccionista. Incluyen el reconocimiento y dignificación de los aspectos de la experiencia humana relegados por el imperio del idealismo de la conciencia y la razón instrumental (incluye el cuerpo, lo cualitativo, la empatía, los sentimientos, las emociones, la estética...). Una nueva espiritualidad postindustrial y no productivista que tome en serio el orden central de las cosas y acontecimientos, puesto que cada parte del universo y de nuestra vida es un holograma, es decir, contiene la imagen del conjunto, del todo con el que nos conectamos y vivimos mediante nuestras experiencias cotidianas. Esta nueva cultura habría de interiorizar y autoimponerse las restricciones que existen en el conjunto del universo, para poder conseguir sociedades justas y sostenibles en el tiempo. Frente a la imposibilidad de mantener por mucho tiempo� más las sociedades basadas en las riquezas ilimitadas para una minoría y los derechos de propiedad privada que esquilman y afligen al resto de la sociedad y el planeta, es necesaria la transición hacia formas de vida más humildes y cooperativas, con culturas que fomenten la suficiencia y la moderación frente al actual modelo de la abundancia y el despilfarro de las llamadas modernas sociedades de consumo. Frente a la incertidumbre estúpida y banal que presente en las endiosadas pretensiones de la actual modernización y su aparente fatalismo, se necesita el un compromiso El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 15 responsable con las incertidumbres y amenazas dispersadas, mediante la asunción de principios y políticas prácticas de precaución. Utopías realizables para reconstruir la comunidad� natural y humana bajo unos nuevos principios morales no arrogantes y alejados del idealismo antropocéntrico: suficiencia, autosuficiencia, equidad, parsimonia, holismo, cooperación, colectividad, sabidurías multiculturales, biodiversidad, localización, tecnologías blandas y propias, placer y cultivo de mente y cuerpo, descentralización, democracia participativa, bioregionalismo... Se pueden considerar que los parciales avances de las mujeres realizados bajo las formas liberales de integración y legitimidad meritocráticas aún están sometidos a dinámicas discriminatorias y opresivas de género en todas las esferas sociales. Parece que las liberales políticas distributivas han significado un cualitativo e histórico avance para las mujeres del mundo rico mediante conquistas universalistas como son: la igualdad formal ante la ley, la presencia y participación creciente de las mujeres en los espacios y actividades publicas como la producción y el trabajo asalariado, la política o la instrucción educativa. Pero estas políticas formalmente igualitarias y basadas en las formas liberales de justicia distributiva: la igualdad de oportunidades, aún continúan arrastrando la violencia simbólica que de continuo ejerce la cultura masculina en el reparto asimétrico de recursos entre hombres y mujeres. Las prácticas selectivas de la individualista competitividad meritocrática, tienen como consecuencia para con las mujeres unos accesos también discriminatorios y restringidosa campos sociales que en general, venían y vienen siendo ocupados o monopolizados por los varones, como son el empleo asalariado, la instrucción universitaria o la participación política. Con todo ello, las mujeres del occidente rico nos integramos singularmente en las nuevas dinámicas y relaciones macro- estructurales propias del patriarcado capitalista actual. Pero además de estar afectadas y participar en las dinámicas sociales, también participamos en la parte negada del dualismo sociedad-naturaleza. Somos participantes y víctimas de las fricciones socioecológicas que impulsa la hipermodernidad capitalista y sus consecuencias más indeseables, como son la precarización y la exclusión social, la destrucción de los recursos ecosistémicos de supervivencia, o la homogeneización y empobrecimiento cultural a favor de la racionalidad instrumental y el mercado. Es decir, tras la desmantelación crítica de la moderna idea de sujeto estable y unificado, las mujeres en plural, situadas y construidas en campos sociales, correlaciones de fuerzas diversas, y conflictos específicos, participamos en diferentes grados y maneras en los procesos impulsados por la globalización, incluyendo también en ellos: las lesiones infringidas a la Madre Tierra. Las mujeres en plural, tenemos y hacemos una historia múltiple y parcialmente no unitaria ni homogénea, una historia compleja que también puede ofrecer la posibilidad de realización de plurales prácticas antagónicas y subversivas por parte de muchas mujeres concretas o grupos de mujeres contra las normativas del género, incluidos los imperativos de destrucción de la naturaleza. Los campos de experiencia y contextos sociales en los que participamos, hacen que hoy no sea posible un encuadramiento fuerte de nuestras identidades femeninas, entendido este, como la idea sobre las subjetividades individuales y colectivas femeninas que incorporan firmemente, sin negociaciones y sin resistencias, los mandatos estrictos de los arquetipos patriarcales más cristalizados. Si bien es cierto que las mujeres somos construidas bajo las formas de violencia del género, al mismo tiempo, como sujetos y agentes activos que podemos ser, estamos empeñadas de múltiples maneras en las relaciones sociales concretas y también en su cambio. El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 16 Individual y colectivamente tejemos y actuamos complejamente bajo lógicas socio- históricas entremezcladas que nos afectan. Vivimos atravesadas por desigualdades e identidades diversas, globales y locales, híbridas, y que no pueden comprenderse acudiendo exclusivamente a las explicaciones monolineales y dogmáticas del género. Los mandatos patriarcales se conjugan diversamente con otras lógicas sociales como el individualismo posesivo, los lazos y convivencia con el lugar y con los mundos de vida, las relaciones cotidianas, o con las aspiraciones de individualización y subjetivización. No hay ajuste perfecto entre el actor y el sistema. El deseo y la ley no coinciden habitualmente. Las novedades y disidencia de las mujeres suele aparecer bajo formas más locales y fragmentadas, y no son reducibles a las racionalidades de las políticas distributivas o de igualdad de oportunidades reclamadas como programa emancipatorio por los chatos feminismos de la igualdad en sus diferentes versiones políticas de izquierda o de derecha. MARTA CABREJAS Profesora de la Universitat de València Els Verds del País Valencià Los Verdes-Izquierda Verde Mara.Cabrejas@uv.es mailto:Cabrejas@uv.es El universalismo abstracto del género Marta Cabrejas Pág. 17 BIBLIOGRAFÍA Adams, B. (1998):Timescapes of Modernity. Londres, Routlrdge. Calvino, I.(1998): Las ciudades invisibles. Barcelona, Minotauro, p. 57. Fox Keller, E. (1991): Reflexiones sobre género y ciencia. València, Alfons el Magnànim. Goldsmith, E. (1999): El tao de la ecología. Una visión ecológica del mundo. Barcelona, Icaria. Haraway, D.J.(1995): Ciencia, cyborgs, y mujeres. 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