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V El desarrollo psicosexual infantil Este capítulo contiene un breve resumen del desarrollo de la sexualidad infantil desde el punto de vista del Psicoanálisis. Para su estudio completo conviene remitirse a sus fuentes clásicas.1 - coanálisis se empezó a estudiar el desplie- - fancia hasta la adultez. En el mismo pueden reconocerse dos comienzos: el de la - lidad infantil que abarca los primeros años período de laten- cia - cencia, donde se reinicia como genital adulta. Si bien las manifestaciones de la sexua- lidad infantil pueden ser reconocidas por cualquier observador, la tendencia indivi- dual y social tanto histórica como actual es Los padres, los educadores y los adultos en la sexualidad infantil es mala y de todas ma- neras no existe. Es más, Para el mundo de los adultos la infan- cia está recubierta con una idealización la sexualidad es fea y sucia. La amnesia infantil En esta postura se reconoce en parte el efecto de la llamada amnesia infantil. Fue Freud el que llamó la atención sobre este fenómeno desconcertante: los seres humanos no pue- den recordar su infancia sino a partir de los seis u ocho años. Antes sólo retienen en su recuerdos deformados, a menudo referido a detalles o situaciones indiferentes pero que encubren episodios de enorme trascendencia - 1 - Buenos Aires, 1992. Salud Mental en Medicina - Héctor A. Ferrari⎞⎛66 cualquier edad, aun la más temprana, puede rendimientos mentales, de los que no está excluida una excelente memoria. La con- clusión es que las vivencias de la infancia se cubren activamente en un determinado mo- mento con un manto de olvido por el efecto de fuerzas psíquicas muy poderosas que se El mecanismo psicológico en juego se recuerdos e impresiones accedan a la conciencia o los desaloja si han llegado a - tos sobre la vida mental del sujeto en eta- trata de un proceso de desinvestidura. Como se ha mencionado varias veces, lo - aun cuando todos lo reconocen por experien- cia. El placer más intenso es el que procura el coito, concomitante en el adulto de la activi- - - nes históricos en sus experiencias infantiles las posibilidades de displacer. La etapa oral Las primeras manifestaciones de la sexua- lidad aparecen en el niño de pecho en re- lación con otras funciones vitales y con los cuidados maternos y se la conoce como la fase oral como modelo. La experiencia de la alimen- tación al pecho es el centro de la vida men- tal del bebé y su principal interés. dormido sobre el seno materno, presenta a la del adulto después de un orgasmo. - mento, el chupar el seno materno se conti- núa con el chupetear, que inicia no porque - periencia de placer que se suministra a sí mismo. Se sirve de la mano, el dedo del pie o de cualquier otra parte de su cuerpo y así - te mecánico, rítmico, local?, ¿o interviene - ria en el recuerdo esto último lo que ocurre. El bebé ha comenzado a realizar acti- vidades que le sirven para procurar placer, el que ha experimentado en ocasión de la separado de esa condición. Inicialmente las sensaciones de placer se localizan en la zona bucolabial, la primera zona eróge- na acto de chupetear como placer sexual de la etapa oral. No tarda el niño en reempla- zar el pecho materno por una zona de su propio cuerpo. De este modo se brinda a sí mismo sensaciones de placer sin nece- - el pie, etcétera. Es como si la sexualidad, en su búsqueda de experiencias de placer, hubiera brotado de una función vital del orden de la autoconservación, la alimenta- ción al pecho, se hubiera en ella, autoerótica. El bebé satisface así con el pecho dos acciones cuya importancia psíquica perdu- rarán para siempre. Es, en efecto el punto de partida de toda la vida sexual y el ideal De este modo, ⎛ 67⎞ actúa sobre toda elección ulterior de - sustituciones. Es característica de esta fase y de las que autoerotismo: el chupeteo es una actividad rítmica, que se satisface en el propio cuerpo, que nace y muere en una zona corporal determinada, que carece de a la vida de fantasía del bebé. El autoero- tismo es un estado en que cada una de las pulsiones se satisface en el propio cuerpo, - bién se lo denomina placer de órgano. Las llamadas zonas erógenas son re- sensaciones de placer. Son las que polari- zan los cuidados maternos por ser zonas de importancia vital. Apoyo, autoerotismo y zona erógena - dad infantil: placer parcial, fragmenta- rio, ligado a un órgano determinado. Se ha hecho referencia a una modali- dad de placer de la etapa oral vinculada al chupeteo, que se reconocerá en el adulto en múltiples manifestaciones de las que el besar es una de ellas. Hay otra caracterís- tica de esta etapa que concierne al modo período, la incorporación la alimentación. Se basa en el mecanismo placer llevándose todo a la boca, haciendo - milándolos dentro de sí. Desplazada hacia otras zonas, la modalidad incorporativa el bebé se traga concretamente a la mamá con la mirada. La versión atenuada, expre- sada verbalmente en el adulto sería: “me la - do en el mismo proceso se conoce como introyección o cualidades. La del Yo pri- - lidades La etapa anal toma la primacía, sin que la primera desapa- rezca del todo, y con ello se inicia la etapa anal. El niño se ha hecho un poco más autó- nomo, es menos dependiente, al mismo tiem- po que reconoce a su madre como una per- sona diferente y separada de él. Experimenta sensaciones de placer con la eliminación de erotismo uretral - erotismo anal de estos actos toda la satisfacción posible. proceso del control de esfínteres, ocasión en que tendrá la percepción de un nuevo poder, el de retener las heces y oponerse a la madre La actitud de la madre será importante para corporales de su interior, si son cosas buenas, apreciadas que puede ofrecer o por el contra- El niño no siente en principio repugnan- cia por sus excrementos, a los que conside- ra una parte de su propio cuerpo, se separa regalo a las personas que más quiere. V Salud Mental en Medicina - Héctor A. Ferrari⎞⎛68 Se entabla entonces, en torno al pro- ceso de control de esfínteres, la lucha entre mantener sus fuentes de placer o renunciar a ellas en pos del amor del objeto. - crementos experimentará repugnancia, sen- sación que nunca lo abandonará, serán sucios todos los contenidos del interior del cuerpo, la limpieza y la pulcritud una de las deman- (ver . El placer puede ahora pro- venir de mantenerse limpio, de ser ordenado Entre . Poste- - La etapa fálica excitables. Con el tiempo el niño, a fuerza de explorar su propio cuerpo, se encuentra el interés y la modalidad a través de la que busca experiencias de placer. De esta mane- - minada etapa genital infantil. Aun cuando ha dado muestra precoz de curiosidad acer- ca de la sexualidad, es en esta etapa que la - niño por saber se centra apasionadamente - en los de sus padres, curiosidad acompaña- da de una intensa actividad masturbatoria. - - esta etapa suele denominarse también etapa fálica. A partir de ahora es necesario describir separadamente qué le ocurre a los niños y a las niñas. Cuando el varón está expuesto ausencia de pene comienza: - no desprovisto de una parte del cuerpo al que él atribuye tan importante valor. Desmiente sus percepciones. Crea frente al impacto toda clase de teorías que den que suelen perdurar inconscientemente hasta la edad adulta. El falo es una de - que resalta de su valor simbólico como potencia, fecundidad, autoridad, etcéte- ra. En principio es atribuido a todos los - seen. de ciertas amenazas externas que le fue- excesiva que le dedicara a su pene y cae de esta manera en lo que se denomina el complejo de castración cuya evolución y resolución determinará en parte el de- sarrollo de su sexualidad. Por las amena- - rado narcisísticamente y necesario para su satisfacción. En ese momento están involucrados los deseos incestuosos del . inferioridad la falta de aquello que alos va- - den terminar envidiando la posesión de este envidia del pene - de reemplazar en la niña pequeña el pene ⎛ 69⎞ autoerótica. La femineidad adulta requiere que esta sensibilidad clitoridiana se traslade el clítoris puede preservar buena parte de su sensibilidad. entonces como un aspecto de las relaciones exterioriza el deseo sexual del ser humano. - tura, donde el derecho prohibición. - - - Otras actividades infantiles se transfor- man en fuentes de intensa actividad sexual como la de mirar o ser mirado, sufrir o hacer sufrir, tocar o ser tocado. Se obser- - primidas , de actividades sexuales adultas, como un importante componente del llamado placer preliminar del coito: besar, mirar, ser mirado, acariciar, etcétera - festarse de manera encubierta en actos fallidos o síntomas neuróticos reemplazan al coito, se conocen con el nombre de como voyerismo, exhibicionismo, sadismo, masoquismo, etcétera En realidad cualquier actividad vital - mente buscados y no hay zona o función corporal que de una u otra manera no parti- cipe de la actividad sexual. Se habla así de una erogeneidad general del cuerpo, esto es, de una capacidad por - ra de sus áreas o actividades. El cuerpo humano, sostenido por sus basamentos biológicos, es un cuerpo erógeno. El Complejo de Edipo Complejo de Edipo y son cruciales para el - ce tendrá todo tipo de consecuencias emo- - nos hechos de la observación directa. experimentado, más desarrollado que antes. partes del cuerpo de la madre, sus variados estados de ánimo, sus roles opuestos de madre buena - madre mala que frustra son reconoci- dos por el niño como pertenecientes al mis- la capacidad iniciada en la etapa anal para más totales y diferentes de él. - propias ideas y sentimientos. Puede tener conocimiento más preciso de sus pasiones y de sus sentimientos de amor y odio. Ha mantenido hasta el momento con la madre una relación llamada dual, esto quiere decir exclusiva y excluyente. Con el padre tam- bién tiene esa misma característica, aunque tal vez inicialmente no tan intensa. V Salud Mental en Medicina - Héctor A. Ferrari⎞⎛70 Cuando estas dos corrientes afectivas, ha- su mente, la relación con sus padres se em- pieza a triangularizar, comienza una nueva etapa. Pues este niño quiere tener a la madre para sí solo, con un apasionamiento sensual objeto de amor para decisivas experiencias previas con ella, en especial por la relación con el pecho. Desa- rrolla un deseo de tener su amor y admiración - mente vislumbrado: lo que el padre le hace a la madre, inclusive el darle bebés. Desde esa apasionada relación con la madre, el padre o los hermanos comien- zan a ser sentidos como intrusos a quienes se desea reemplazar, hacer desaparecer o muestra de afecto entre los padres. No debe quedar duda de la intensidad y fuerza de los Se trata de un apasionamiento sensual, - La niña tiene idénticos sentimientos amorosos hacia el padre y trata de sacar del medio a la madre. Tanto el niño como la niña sufren mucho durante este período, - nes sintomáticas. Estos sentimientos se masturbatoria muy intensa. Edipo son entonces las fantasías incestuosas con el padre de sexo opuesto y los deseos de muerte con el rival del mismo sexo, y lleva ese - po, inmortalizada por Sófocles. La situación - to, tanto la niña como el niño, tienen también amorosos por el odiado. Se trata entonces de las versiones de Edipo, que deriva en una fuerte ambivalen- cia del niño hacia ambos padres. La misma es uno de los motivos de la declinación o repre- sión del Edipo, porque el odio y el amor por el - - - rán sentir toda la vida. Por razones que se mencionan más ade- lante, se trata de una experiencia de alcan- ces universales, a algunas personas. Es su resolución o su disolución lo que marca diferencias. acceder a la triangularidad edípica en una situación dual narcisista con el objeto materno ciertamente peligrosa - rencias generacionales. - po, opera el temor a la castración. Como que resulta de la percepción de la diferencia de sexos y de las amenazas formuladas o funciona de manera diferente en los varones y en las niñas. El niño teme las consecuencias de que pene, al que valora tanto. Sus propias ob- servaciones lo convencen de esta posibili- y esto lo lleva eventualmente a abandonar- los o a mantenerlos inconscientes en base a ⎛ 71⎞ operaciones defensivas del Yo, con lo que sus efectos tardíos se harán efectivos más adelante. - plicada. De entrada no puede sino recono- tan preciado como el del varón, lo que la lleva a profundos sentimientos de envidia. Se torna hostil contra la madre por haber permitido que naciera en esas condiciones y así, desilusionada con ella, busca al padre - forzada a renunciar a sus deseos edípicos o reprimirlos. De esta manera, tanto para el varón como para la nena, el deseo va a estar li- gado a la prohibición, a la efectividad de lo que se conoce como la Ley, en obediencia a la ley de prohibición del incesto. Con el declinar de los impulsos edípi- cos en ambos sexos, la masturbación ge- nital que era su complemento, disminuye o temporariamente desaparece hasta la pu- bertad. Las fantasías que la acompañaron se reprimen y un importantísimo nuevo una superestructura mental, que toma a su - das a la conciencia, en términos técnicos, el Superyó. Estas funciones, que responden a operaciones parcialmente inconscientes incluyen: la autoobservación crítica, el ad- y reparación por supuestas o reales malas acciones, el amor propio o autoestima en función de la conducta observada. En el proceso de abandonar o reprimir - dos en relación con los objetos del com- - dres, que él cree prohíben y repudian sus de- seos, se torna como ellos en el rechazo de con los aspectos prohibidores de los padres. - riamente en la internalización de los aspectos morales de los padres, mien- - rante la fase fálica. Este desarrollo supone la instalación de una Ley interna, a la que de ahora en más, - determina . - conscientemente en la marca edípica que - solución de la crisis edípica también permi- - ciones cruzadas con los padres supondrán - nio de uno de ellos para la identidad sexual adulta. En ambas situaciones, el complejo de Edipo resulta crucial en la orientación - dades de su satisfacción. La heterosexualidad, la homosexualidad o sus variantes polimorfas infantiles y per- versas de la sexualidad no son una dispo- sición con la que se nace, sino el resultado V Salud Mental en Medicina - Héctor A. Ferrari⎞⎛72 de la resolución de la crisis edípica y de las - cia sobre la estructuración de la personali- dad, sobre la internalización de la autoridad - les, que compartirá o confrontará con su familia, con la sociedad, etcétera. El niño, al atravesarlo, está en camino de la socia- lización. El Complejo de Edipo en su valor estructurante Es posible aún entender el Edipo desde otro allá de constatarlo en función de cierta evo- lución de la familia y en sus miembros, que se acepte o se rechace la universalidad de su presencia, es necesario considerarlo por y distribuye funciones y que da cuenta del - - raciones. Es estructurante en función de las - Como señala Laplanche, descubierto importante como estructura de prohibición y de intercambio. En efecto, todo el “movi- miento del Edipo consiste en prohibirse a sí mismo, en llevar en sí mismo una prohibi- a buscar en otra parte... es una estructura que se reproduce a sí misma porque lleva en su seno la prohibición de continuarse tal cual”.2 En ese sentido, al decir de Freud, a la tendencia al incesto ha de oponerse “una impedir que la familia absorba unos intere- ses que le hacen falta para establecer unida- des sociales superiores, y por eso en todos los individuos, pero especialmente en los muchachos adolescentes, echa mano a to- mantienen con la familia, los únicos decisi- vos en la infancia”.3 permite una salida de lasrelaciones prima- rias. La prohibición del incesto es una exi- - que es la otra dimensión del Edipo consi- derado como estructura. La prohibición del incesto es una constante de toda sociedad humana, la posibilidad de su ordenamiento y el acceso a la socialización. - - tivos nunca alcanzados por sus antecesores. La sociedad se conformó como un espacio ter- cero virtual, la Ley, a la que en principio sus Desde las fantasías incestuosas de todo tipo a su represión y su reaparición en sín- en lo social hay toda una distancia marca- da por la prohibición del incesto. Para sus intercambios entre sus miembros, lo que les está o no permitido hacer. - los médicos atender a los familiares más próximos. Con el resto de los pacientes, el encuadre y el rol profesional preservan la relación para que no se contamine ni se co- metan abusos. 2 Laplanche, J. 3 ⎛ 73⎞ Variaciones sobre la temática edípica - relaciones interpersonales: sentimientos inconscientes de envidia, rivalidad, celos, . Solo a título de - a la madre como fría, rechazante o no dis- ponible para ella, frustrada en sus necesida- des de amor y suministros maternos puede volcarse al padre, prematura e intensamen- te, en una relación edípica extremadamente de la relación con la madre. En un esfuerzo puede transformarse en una niñita muy se- ductora, dramática, demostrativa, aniñada, que busca su atención todo el tiempo. Estas seductoras, femeninas, pero inconsciente- mente ponen su sexualidad y seducción al amor que no han tenido de su madre. Las relaciones sexuales adultas con el hombre se utilizan para obtener vicariamente sumi- de este problema puede ser la frigidez. Una variante del Edipo en el varón: cuando ha sentido o ha vivido al padre como ausente y éste no le provee un mo- delicado o afeminado. Si además el varón se ha sentido humillado, abusado o criticado en la rela- ción con el papá, en especial cuando éste madre, puede sentir dudas acerca de su au- toestima, su masculinidad, su competencia - por el padre con una huida, compensando adultos se los puede reconocer necesitando siempre probar su virilidad en conductas que ocultan su debilidad. - - zón “no están disponibles” o no se pueden tener. Como una reiteración de la necesidad opuesto que nunca se resolvió. Un desenla- - y reinician la búsqueda con idénticos resul- tados. El rol del objeto en la sexualidad: la seducción Cuando se hace referencia a lo pulsional en la sexualidad puede suponerse errónea- mente que se considera su desarrollo casi se hizo mención de “las incitaciones más o menos encubiertas del mundo adulto... habiéndose - tico del mundo de los padres”. Es tiempo por el deseo del niño. De entrada hay que mencionar que el bebé humano está, en el límite de su pre- maturez, confrontado con el mundo de los adultos, con sus deseos y pasiones. Más concretamente con los deseos inconscientes de los padres donde interviene, en especial V Salud Mental en Medicina - Héctor A. Ferrari⎞⎛74 la madre con sus deseos reprimidos proce- dentes de su propio complejo de Edipo. Re- primidos quiere decir entre otras cosas que los desconoce conscientemente pero que se hacen sentir en sus actos y cuidados, de la misma manera en que los deseos reprimidos se pueden dar a conocer de manera enmas- carada en un acto fallido. También podrían estar resueltos o sublimados. - deseos y frustraciones. Para la madre, con frecuencia el bebé será el falo del que se sintió carente y con él recuperará una sen- sación de ilusoria completud narcisista, ilu- hará más que frustrarla demostrándole que no lo es. Cuando el bebé nace la madre se dedica a sus cuidados, de manera que pue- niño sentimientos que brotan de su propia vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece y claramente lo toma como sustituto de un 4 La madre se horrorizaría probablemente al conocer esta explicación. Pero, la madre, “cuando enseña al niño a amar, no hace sino cumplir su cometido; es que debe convertirse en un - cesidad sexual, y consumar en su vida todo seres humanos”.5 También se hizo mención antes de la anal. Finalmente se puede mencionar que - po positivo son reforzadas por el padre, a - pia constelación edípica: la mamá preferirá al varoncito y el papá a la niña. En todas estas situaciones el bebé y el niño estarán prematuramente expuestos a los deseos de los adultos. En el borde, esta situación pue- (ver . - mulando sus deseos. Si se extremaran estos datos, podría su- ponerse que la sexualidad del niño viene del exterior, por la presencia de la sexualidad el deseo de los mismos, que son anteriores al niño y, en cierta medida, le dan forma. Pero se debe tener también en cuenta todo lo señalado en torno a la pulsión sexual y manera, de la intervención de sus fuentes entender la conformación de esta poderosa fuerza que resulta ser la sexualidad, y cuya presencia se hace sentir en todo y por todo. fuerza proveniente del Yo que se le opone por medio de mecanismos de defensa, en especial la represión. 4 Ibidem 5 Ibidem
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