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S E C C IÓ N V I Nefropatía diabética CONCEPTO Y EPIDEMIOLOGÍA La nefropatía diabética (ND) consiste en la presencia de albuminuria persistente (≥ 300 mg/24 h o ≥ 200 µg/min), frecuentemente junto con retinopatía diabética y ausencia clínica o de laboratorio de otra enfermedad del riñón o las vías urinarias (v. Complicaciones renales, en cap. 229). Esta definición vale tanto para la diabetes de tipo 1 (DM1) como para la diabetes de tipo 2 (DM2). La presencia de albuminuria ele- vada (es decir, excreción urinaria de albúmina entre 30 y 300 mg/24 h) se define como nefropatía incipiente. En la tabla 103-1 se detallan las definiciones de las alteraciones en la excreción urinaria de albúmina. La ND se acompaña muy frecuentemente de HTA y disminución de la función renal. Aunque la presencia de retinopatía diabética apoya el diagnóstico de ND, su ausencia no excluye la existencia de ND. La mejora en el control de la DM ha reducido en los últimos años la proporción de individuos diabéticos que desarrollan enfermedad renal crónica (ERC). No obstante, el mejor pronóstico de la DM y el constante aumento de su incidencia hacen que la prevalencia de ERC no deje de crecer. De los pacientes con DM2, aproximadamente la mitad desarrollará ERC, aproximadamente un 20% con reducción por debajo de 60 mL/min en la tasa de filtrado glomerular (FG) y entre un 30% y un 50% con albuminuria patológica. En el caso de la DM1, se estima que un 30% de los pacientes desarrollará ERC en el curso de su vida. La incidencia, presentación y evolución de la ERC en pacientes diabéticos varía de país a país, con algunas diferencias raciales (más incidencia y peor pronóstico en afroamericanos e hispanos), y dentro de un mismo país, ligada esta diferencia a factores económicos, sociales, educacionales, de acceso a una detección precoz y a un control estricto de los factores de riesgo. La ND es en la actualidad la primera causa de ERC terminal en Europa, EE. UU. y Japón, ya que entre un 25% y un 45% de los nuevos pacientes que inician tratamiento sustitutivo renal son diabéticos, sobre todo con DM2, por la mayor prevalencia de esta. FISIOPATOLOGÍA Y ANATOMÍA PATOLÓGICA La fisiopatología de la ND es compleja, con numerosos mediado- res y trastornos identificados. La hiperglucemia y la elevación de la presión arterial (PA) son los principales iniciadores, a los que se unen la activación del sistema renina-angiotensina y factores genéticos. La hiperglucemia es responsable de la glucosilación no enzimática de proteínas circulantes y estructurales. Este proceso es capaz de inducir hiperfiltración glomerular e incrementar la secreción de citocinas y factores de crecimiento que producen proliferación mesangial e incremento de la matriz extracelular. Junto con el aumento en la expresión y la síntesis de TGF-β y PDGF, la hiperglucemia per se aumenta la expresión de receptores AT1 de angiotensina II. Todo ello lleva a un acúmulo de matriz extracelular por aumento de producción y reducción de la degradación del colágeno. La elevación de la PA produce lesión vascular e incrementa la pre- sión intraglomerular. La transmisión de la PA sistémica a los capilares glomerulares se facilita por la disminución del tono de la arteriola afe- rente, característica de esta enfermedad, y por el incremento del tono de la arteriola eferente inducido por la angiotensina II. Se provoca así hipertensión intraglomerular, que induce proliferación mesangial y daño glomerular (v. Patogenia y fisiopatología, en cap. 98). La presencia de una vasodilatación excesiva de la arteriola eferente, que aumenta la presión intraglomerular, se explica en parte por una activación del feedback tubu- loglomerular: la excesiva glucosuria aumenta la reabsorción tubular de glucosa acoplada a sodio, lo que reduce la llegada de este ion a la mácula densa. Es característica la hipertrofia y la hiperplasia tubular a nivel cortical. Aunque el paciente diabético presenta una actividad de renina plasmática disminuida, se ha demostrado una hiperactivación intrarrenal del sistema renina-angiotensina. Esta hiperactivación local aumenta la concentración de angiotensina II, que incrementa la expresión de cito- cinas, factores de crecimiento, estrés oxidativo y producción de colágeno de tipo IV. Es decir, la hiperactividad de angiotensina II amplifica los efectos de la hiperglucemia y de la HTA. El aumento de la fibrogénesis se atribuye a la acumulación de miofibroblastos en el intersticio renal, que provienen de los fibroblastos del propio intersticio, en parte de la médula ósea y en parte por transdiferenciación de células epiteliales. La existencia de una historia familiar de enfermedad renal o cardio- vascular (como la HTA) es un factor de riesgo claro de desarrollo de nefropatía. Existen también mecanismos relacionados con la existencia de una inflamación crónica, ligada al incremento de TNF-α. Cuando existe proteinuria, esta resulta tóxica para los túbulos y el intersticio, con lo que se acelera la progresión hacia la insuficiencia re- https://booksmedicos.org 872 SECCIÓN VI Nefrología nal. En ausencia de tratamiento, el FG decrece a razón de 5 a 10 mL/min al año, y esta pérdida se acentúa con la mayor intensidad de la pro- teinuria y un peor control metabólico y de la PA. Desde el punto de vista anatomopatológico, la lesión renal carac- terística de la DM1 es la glomerulosclerosis nodular o nefropatía de Kimmelstiel-Wilson, con la presencia de lesiones nodulares entre los capilares glomerulares, que colapsan progresivamente las luces vas- culares. No obstante, la lesión más constante es la expansión mesangial e intersticial por aumento de la matriz y el engrosamiento difuso de la membrana basal glomerular y tubular. Por el contrario, en la DM2, estas lesiones aparecen sólo en un 30% de los pacientes; el resto presentan una combinación de hia- linosis arteriolar, fibrosis intersticial y atrofia tubular con mínima afección glomerular o, incluso, sin ella, debido a que la DM2 se suele diagnosticar a edades más avanzadas, cuando la presencia de lesiones vasculares e intersticiales es más prevalente. El hallazgo de patrones o nefropatías diferentes en pacientes con DM2 se explica, en parte, porque la indicación de la biopsia renal en estos pacientes se basa en datos clínicos o analíticos que ponen en duda la ND (p. ej., ausencia de retinopatía, microhematuria). CUADRO CLÍNICO Cabe distinguir una fase preclínica que cursa con normoalbumi- nuria o albuminuria elevada y una fase clínica caracterizada por la presencia de albuminuria muy elevada. Los principales facto- res de riesgo que favorecen la aparición de nefropatía, tanto en la DM1 como en la DM2, son normoalbuminuria superior a la media, albuminuria elevada, sexo masculino, agregación familiar, HTA o predisposición a tenerla, etnia (afroamericana, mexicano- estadounidense), DM1 de inicio antes de los 20 años de edad, mal control glucémico, hiperfiltración (debatido) y tabaquismo. Tras una primera fase preclínica, a partir de los 5 años de evolución de la DM puede aparecer albuminuria elevada, que es la primera señal que mues- tra el riñón de la presencia de disfunción microvascular-endotelial. En un tercio de los pacientes con DM1, en las primeras fases de la enfermedad se observa hiperfiltración glomerular (tasa de FG superior a 120 mL/min), sobre todo al inicio del diagnóstico de la diabetes o en fases de mal control metabólico. El incremento en la excreción urinaria de albúmina y otras proteínas marca la progresión hacia la proteinuria establecida y el inicio de la nefropatía, que en la DM1 puede ir pre- cedida de la aparición de HTA, mientras que en la DM2 esta suele ya estar presente cuando se diagnostica. Específicamente, la prevalencia de HTA en las fases de normo-, micro- y albuminuria es del 42%, el 52% y el 79%, respectivamente, en la DM1; y del 71%, el 90% y el 93%, respectivamente, para la DM2. La progresión vendrá marcadapor el incremento de la proteinuria y el descenso progresivo de la tasa de FG. La ERC terminal suele llegar a los 20 o 30 años de evolución de la DM1. En la DM2, la evolución puede ser muy diferente, ya que, cuando se diagnostica la diabetes, la HTA suele estar presente e, incluso, el motivo de la detección de la diabetes es la presencia de nefropatía. Así, la presencia de lesiones de nefrosclerosis avanzada modifica el curso evolutivo de la ND, muchas veces con presencia de insuficiencia renal en ausencia de proteinuria o con proteinuria escasa. En cuanto a la magnitud de la proteinuria, pacientes con protei- nuria basal igual o superior a 3 g/día pueden tener hasta cinco veces más probabilidad de duplicar la cifra de creatinina en el tiempo, y de hasta ocho veces más de llegar a ERC terminal que los pacientes con proteinuria inicial inferior a 3 g/día. Los pacientes con ND tienen una elevada prevalencia de afección extrarrenal, como retinopatía (100% en DM1, 50%-60% en DM2), macroangiopatía (AVC, estenosis carotídea, enfermedad coronaria, hipertrofia ventricular izquierda, enfermedad vascular periférica) y neuropatía periférica y autonómica. Debe sospecharse una nefropatía no diabética cuando existen signos clínicos «discordantes»: rápido deterioro de la función renal en forma de glomerulonefritis rápidamente progresiva, microhematuria persistente, proteinuria intensa de aparición brusca o progresiva, o fondo de ojo sin retinopatía, aunque cabe encontrar lesiones de ND en ausencia de retinopatía, especialmente en la DM2. En estos casos, se debe intentar practicar una biopsia renal, para descartar la existencia de una glome- rulonefritis asociada, que podría tener un tratamiento diferenciado. PRONÓSTICO En la DM1, la presencia de nefropatía aumenta de forma muy marcada la mortalidad, de manera que, en los estudios iniciales, el curso natural al cabo de 10 años conllevaba una tasa acumulada de mortalidad de entre el 50% y el 77%. No obstante, en estudios más recientes, esta tasa de mortalidad se ha reducido en un 40%. En la DM2, los pacientes con proteinuria tienen un riesgo cuatro veces mayor de muerte prematura. La tasa acumulada de muerte a los 10 años del inicio de la proteinuria es del 70%, comparado con el 45% en pacientes sin proteinuria. Tanto en la DM1 como en la DM2, la enfermedad renal terminal y la enfermedad cardiovascular son las causas más importantes de mortalidad. La albuminuria, que frecuentemente se asocia a infla- mación crónica y a disfunción endotelial; la reducción de la tasa de filtración glomerular y la elevada prevalencia de hipertrofia ventricular izquierda, junto con otros factores de riesgo, explican la elevadísima tasa de mortalidad cardiovascular en estos pacientes. TRATAMIENTO Y PREVENCIÓN Los principales tratamientos que se han investigado son el control de la glucemia, de la HTA y de los lípidos, y la restricción de proteínas. A continuación se expone el efecto de los tratamientos en las diferentes fases de la enfermedad. El control glucémico estricto es capaz de reducir el paso de normo- albuminuria a albuminuria elevada o muy elevada, tanto en la DM1 como en la DM2. Por el contrario, sus efectos en la regresión de la albuminuria elevada o de la nefropatía clínica con albuminuria muy TABLA 103-1 Clasificación de las anomalías en la excreción urinaria de albúmina Albúmina en orina de 24 h (mg/24 h) Albúmina en orina minutada nocturna (µg/min) ORINA RECIENTE Albúmina (mg/L) Cociente albúmina/creatinina mg/mmol mg/g Normoalbuminuria < 30 < 20 < 20 < 3,5 < 30 Albuminuria elevadaa De 30 a < 300 De 20 a < 200 De 20 a < 200 De 3,5 a < 35 De 30 a < 300 Albuminuria muy elevadab ≥ 300 ≥ 200 ≥ 200 ≥ 35 ≥ 300 aAnteriormente denominada microlbuminuria. bAnteriormente denominada macroalbuminuria o albuminuria clínica. Nota: A los 5 años del diagnóstico de la DM1 y en el momento del diagnóstico de la DM2, se debe determinar la proteinuria en orina reciente. Si es positiva, se debe confirmar con método cuantitativo y el paciente se puede considerar entonces afecto de nefropatía clínica. Si la proteinuria es negativa, se debe determinar la albuminuria en muestra de orina reciente (cociente albúmina/creatinina) o en orina de 24 h (mg/24 h). Dada la variabilidad en la excreción, se debe confirmar en dos de tres determinaciones en el espacio de 3 a 6 meses. En todos los casos, es importante señalar que algunas condiciones clínicas pueden elevar de forma transitoria la excreción urinaria de albúmina, de forma que, cuando se corrigen, esta desaparece. Estas situaciones clínicas son el ejercicio físico intenso en las 24 h previas al análisis, una infección activa o un síndrome febril agudo, la insuficiencia cardíaca descompensada, la hiperglucemia marcada, la HTA marcada no controlada, la piuria-bacteriuria y la hematuria. Por ello, deben descartarse o corregirse estas circunstancias antes de dar un valor de albuminuria por válido. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 873 elevada han sido menos evidentes. Además, recientemente se ha obser- vado que el control demasiado estricto de la glucemia puede tener complicaciones (v. cap. 229, Diabetes mellitus). En cuanto al uso de hipoglucemiantes orales en la insuficiencia renal en estadio IIIb a V, las sulfonilureas y las biguanidas deben ser evitadas, mientras que están aceptados las glinidas, los inhibidores de la dipeptidil peptidasa 4 (DPP-4) y los inhibidores del transportador tubular de glucosa SGLT2 o gliflozinas (estos hasta el estadio IIIb, filtrado hasta 45 mL/min). Los agonistas del receptor glucagon like peptide 1 (GLP-1) también se pueden utilizar. La metformina está contraindicada en filtrados por debajo de 30 mL/min (estadio IV). Hay que destacar que los agonistas del GLP-1 y los inhibidores de SGLT2 reducen de forma significativa los eventos cardiovasculares y la progresión de la enfermedad renal, mientras que los inhibidores de la DPP-4 tienen un efecto neutro. El control de la presión arterial es un pilar fundamental del trata- miento de la ND. Como prevención primaria en la fase de normo- albuminuria, la reducción de la presión arterial, especialmente con el bloqueo del sistema renina-angiotensina con IECA o ARA-II, retrasa la aparición de la albuminuria elevada en la DM1 y la DM2. En la fase de albuminuria elevada, evidencias de grado A establecen que el bloqueo del sistema renina-angiotensina mediante IECA en la DM1 o mediante ARA-II en la DM2 es la medida más eficaz para frenar la progresión desde albuminuria elevada a proteinuria, con unos efectos que, en parte, son independientes del nivel de PA alcanzado con el tratamiento. Incluso estos tratamientos pueden promover la regresión a normoalbuminuria. En la nefropatía establecida (proteinuria), el tra- tamiento más eficaz se basa en IECA y ARA-II, que permiten frenar la progresión. La reducción de la PA disminuye la albuminuria y, además, enlentece la velocidad de descenso de la tasa de FG, aunque esto no se suele conseguir en fases avanzadas de la enfermedad. El control de la PA debe persistir en el tiempo para que sea eficaz. Además del descenso de la PA, la magnitud del descenso de la proteinuria en respuesta al tratamiento también es un factor independiente de protección renal. Se recomienda rebajar las cifras de PA en el paciente diabético por debajo de 140/90 mm Hg para conseguir una renoprotección eficaz, aunque si la proteinuria es superior a 1 g/día se debe intentar reducir la PA a cifras algo inferiores a 130/80 mm Hg. De forma ideal, se debería reducir la magnitud de la albuminuria al menos un 50% e, idealmente, conseguir valores inferiores a 0,5-1 g/día en pacientes con nefropatía.La magnitud de la albuminuria es, además, un marcador independiente de riesgo cardiovascular, incluso en el rango bajo de albuminuria ele- vada y, por ello, su normalización constituye un objetivo terapéutico. Para conseguir estos objetivos de reducción de PA y proteinuria, a menudo, si no siempre, es necesario añadir a los IECA o ARA-II otros antihipertensivos, como calcioantagonistas (no dihidropiridínicos o dihidropiridínicos), tiazidas o diuréticos de asa si la tasa de FG es infe- rior a 30 mL/min y/o α-bloqueantes. Los β-bloqueantes se deberían reservar para pacientes con una indicación adicional para usarlos; por ejemplo, en prevención secundaria de cardiopatía isquémica. La restricción proteica está recomendada para frenar la progresión de la ND. Conforme avanza la insuficiencia renal, ha de ser compensada para evitar la desnutrición y el riesgo de hipercatabolismo, con un ajuste de la ingesta proteica a 0,6-0,8 g/kg al día, con un 60% a 65% de hidratos de carbono, reducción de grasas saturadas a 1/3 de las calorías totales y reducción de peso, especialmente en la DM2. Completan la protección de estos pacientes los tratamientos concomi- tantes, encaminados a controlar todos los factores que pueden influir en la progresión y el desarrollo de dicha complicación y en la morbimortalidad cardiovascular. Entre estos factores, se encuentran la obesidad, el con- trol de los lípidos con estatinas (objetivo del colesterol LDL: inferior a 100 mg/dL; colesterol HDL superior a 45 mg/dL en varones y a 55 mg/ dL en mujeres; triglicéridos por debajo de 150 mg/dL) y el cese del hábito tabáquico. La antiagregación plaquetaria en mayores de 45 años como prevención primaria en la actualidad no se recomienda. En presencia de insuficiencia renal crónica, la anemia es más precoz en el paciente diabético que en el no diabético y debe ser tratada tem- pranamente con agentes estimuladores de la eritropoyesis (v. cap. 98, Enfermedad renal crónica), dado que puede contribuir a mejorar la cardiopatía isquémica y a frenar la progresión de la hipertrofia ven- tricular izquierda y de la retinopatía, así como a mejorar la calidad de vida del paciente. En las fases avanzadas de insuficiencia renal, se debe prevenir la malnutrición con dieta adecuada y suplementos. Cuando todas estas medidas fracasan y se avanza hacia la fase de ERC terminal, debe prepararse al paciente para su entrada en tratamiento sustitutivo renal. El paciente diabético puede ser candidato a un tras- plante combinado renopancreático (en la DM1) o renal aislado (en la DM2), siempre bajo una estricta valoración del riesgo cardiovascular del paciente bien individualizada. La posibilidad de un trasplante de islotes pancreáticos aún no ofrece perspectivas exentas de un elevado riesgo. En cuanto a la prevención, la detección precoz es fundamental. Por ello, a todos los pacientes con DM (en la DM2 desde el inicio y en la DM1 a partir de los 5 años de diagnóstico) se les debe monitorizar anualmente la función renal y el cociente albúmina/creatinina en orina reciente. Para reducir la incidencia de nefropatía, como se ha mencio- nado, además del control estricto de la glucemia y de la hipertensión, se debe evitar o corregir la obesidad, y promover la actividad física y los hábitos saludables. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL American Diabetes Association (ADA). Standards of Medical Care in Diabetes. Diabetes Care 2017;40(Suppl 1):S1-S134. Gaede P, Vedel P, Larsen N, Jensen HV, Parving HH, Pedersen O. Multifactorial intervention and cardiovascular disease in patients with type 2 diabetes. N Engl J Med 2003;348:534-42. Holman RR, Paul SK, Bethel MA, Neil AW, Matthews DR. Long-Term Follow- up after Tight Control of Blood Pressure in Type 2 Diabetes. N Eng J Med 2008;359:1565-76. Roscioni SS, Lambers Heerspink HJ, de Zeeuw D. The effect of RAAS blockade on the progression of diabetic nephropathy. Nat Rev Nephrol 2014;10:77-87. Wanner C, Inzucchi SE, Lachin JW, Fitchett D, von Eynatten M, Mattheus M, for the EMPA-REG OUTCOME Investigators. et al. Empagliflozin and Progres- sion of Kidney Disease in Type 2 Diabetes. N Eng J Med 2016;375:323-34. CAPÍTULO 103 Nefropatía diabética https://booksmedicos.org Push Button0:
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