Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
1 Karl Marx y Friedrich Engels Manifiesto del partido comunista (1848) (Parte I) n fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han unido en santa jauría en contra de este fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, radicales franceses y policías alemanes. ¿Qué partido de oposición no ha sido tildado de comunista por sus adversarios desde el poder? ¿A cuál fuerza de oposición no se le ha lanzado la dura acusación de comunismo, lo mismo siendo de avanzada que a opositores reaccionarios? De este hecho se desprenden dos cosas: La primera es que el comunismo es ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa. La segunda, que ya es hora de que los comunistas expresen abiertamente y ante el mundo entero sus ideas, sus objetivos, sus tendencias, y confronten esa leyenda del fantasma del comunismo con un manifiesto de su partido. Con este fin se han congregado en Londres comunistas de diferentes nacionalidades y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa. U 2 I BURGUESES Y PROLETARIOS1 La historia de todas las sociedades hasta hoy es la historia de las luchas de clases.2 Libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y aprendices; en resumen, opresores y oprimidos se han enfrentado en una lucha incesante, a veces velada y a veces abierta, que en cada etapa ha culminado en la reconstitución revolucionaria de la sociedad en su conjunto, o en la ruina de las clases contendientes. En épocas antiguas de la historia encontramos en casi todas las sociedades una diversidad de estamentos, una jerarquía social de grados y posiciones. En la Roma antigua encontramos patricios, équites, plebeyos, esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros y aprendices de los gremios y siervos; y en casi todas estas clases encontramos de nuevo más gradaciones. La moderna sociedad burguesa que surgió de las ruinas de la desaparecida sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase. Sólo ha creado nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas formas de lucha, en lugar de las anteriores. 1 Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social, que emplean el trabajo asalariado. Por proletarios se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos que, carentes de medios de producción propios, venden su fuerza de trabajo para poder vivir. (Nota de F. Engels a la edicion inglesa de 1888.) 2 Mejor dicho, la historia escrita. En 1847 la historia de la organización de la sociedad que precedió a la historia escrita, la prehistoria, era casi desconocida. (Nota de Engels, 1888.) 3 Nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado las contradicciones de clase. El conjunto de la sociedad tiende a dividirse cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos clases principales enfrentadas entre sí: la burguesía y el proletariado. De los siervos de la Edad Media surgieron los villanos libres de las primeras ciudades; de este estrato urbano brotaron los primeros elementos de la burguesía. El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la naciente burguesía un campo nuevo de actividad. Los mercados de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el comercio con las colonias, el incremento de los medios de intercambio y de las mercancías en general, dieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido, y así también al elemento revolucionario que yacía en la sociedad feudal en descomposición. La vieja organización feudal o gremial de la producción ya no podía satisfacer la demanda, que crecía con la apertura de los nuevos mercados. Fue reemplazada por la manufactura. La clase media industrial suplantó a los maestros de los gremios, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller. Pero los mercados crecían sin cesar. La demanda iba siempre en aumento, y también la manufactura resultó insuficiente. La maquinaria y el invento del vapor vinieron entonces a revolucionar la producción industrial. La manufactura cedió a la gran industria moderna, y la clase media industrial dio paso a los magnates industriales millonarios, jefes de verdaderos ejércitos de trabajadores, los burgueses modernos. La gran industria creó el mercado mundial, preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la 4 navegación y a los medios de transporte terrestre. A su vez, estos progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria. En la misma proporción en que se extendían la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, y desplazaba a todas las clases heredadas de la Edad Media. Vemos, pues, que la moderna burguesía es producto de un largo proceso histórico y de una serie de transformaciones radicales operadas en los medios de producción e intercambio. Cada etapa en la evolución de la burguesía ha sido acompañada de avances políticos correspondientes: clase oprimida bajo el mando de los señores feudales; asociación armada gobernándose a sí misma en la Commune medieval; en unos sitios república urbana independiente; en otros, 'tercer estado' tributario de la monarquía; en la época de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía semifeudal o absoluta y apoyo de las grandes monarquías; hasta que, por último, tras establecerse la gran industria y el mercado mundial, conquista el poder político y crea el Estado representativo moderno. El gobierno del estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes del conjunto de la clase burguesa. La burguesía ha desempeñado en la historia un papel verdaderamente revolucionario. Allí donde ha instaurado su poder, la burguesía ha puesto fin a las relaciones feudales, patriarcales e idílicas. Ha destruido sin piedad todas las ligaduras feudales que ataban al hombre a sus 'superiores naturales' para no dejar otro vinculo entre las personas que el frío interés de cada cual, el cruel 'pago al contado'. Ha ahogado el éxtasis sagrado del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo pequeño-burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha reducido las numerosas libertades que 5 se habían adquirido a una sola libertad, la del mercado. En resumen, en lugar de la explotación disimulada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, directa, brutal y descarada. La burguesía ha despojado de su halo de santidad a todas las ocupaciones que antes se tenían por venerables y se miraban con reverencia. Al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al sabio los ha convertido en sus empleados asalariados. La burguesía ha desgarrado el velo sentimenal que cubría las relaciones de familia, y las ha reducido a simples relaciones de dinero. La burguesía puso de manifiesto que aquellos alardes de fuerza bruta de la Edad Media, que tanto admiran los reaccionarios, tenían su complemento en la vagancia más indolente. Ha sido la primera en demostrar lo que es capaz de lograr el trabajo humano. Ha creado maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido empresas que dejan pequeñas a todas las migraciones de los pueblos y a las Cruzadas. La burguesía no puede existir si no es revolucionando sin cesar los instrumentos de producción y por consiguiente las relaciones de producción,y con ello todas las relaciones sociales. Las clases productivas de épocas anteriores tenían como primera condición conservar inalterados sus modos de producción. En cambio, la época de la burguesía se distingue por revolucionar constantemente la produccion, en una conmoción incesante de todas las condiciones sociales y una incertidumbre y agitación perpetuas. Todas las relaciones sociales establecidas y enmohecidas, con su secuela de viejas ideas y prejuicios aceptados durante siglos, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de consolidarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado, y al fin los seres humanos son 6 forzados a observar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones con los otros. Impulsada por la necesidad de expandir mercados, la burguesía invade al mundo entero. Debe anidar en todas partes, establecerse en todos lados, establecer vínculos por doquier. Mediante la explotación del mercado mundial la burguesía da un carácter cosmopolita a la producción y al consumo en todos los países. Para desgracia de los reaccionarios, socava los cimientos nacionales de las industrias. Las viejas industrias nacionales son destruidas y están siendo destruidas continuamente. Son sustituidas por industrias nuevas, cuya introducción implica una cuestión vital para todas la naciones civilizadas, pues no procesan las materias primas autóctonas del país, sino materias primas traídas de las regiones más remotas; industrias cuyos productos se consumen no sólo en el país, sino en todas partes del mundo. En lugar de las viejas necesidades que satisfacía la producción nacional aparecen necesidades nuevas, que satisfacen productos procedentes de regiones diversas y climas lejanos. En lugar de la autosuficiencia local de países y regiones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio en todas las direcciones y una interdependencia global de todas las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material como a la producción intelectual. Las creaciones intelectuales de cada nación vienen a formar un patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan cada vez más imposibles; de las muchas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal. Con el rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción, con las facilidades enormes de sus medios de comunicación, la burguesía arrastra a su corriente civilizadora a todas las naciones, incluso las más bárbaras. 7 Los precios bajos de sus mercancías son la artillería pesada que derrumba todas las murallas de la China y hace que se rindan los bárbaros más obstinados contra la influencia extranjera. Obliga a todas las naciones a adoptar el régimen de producción burgués, o sucumbir; las fuerza a implantar lo que llama su civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza. La burguesía somete el campo al dominio de la ciudad. Ha creado ciudades inmensas, incrementado la población urbana mucho más que la del campo, y sacado gran parte de la gente del campo del idiotismo de la vida rural. Así como ha sometido el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los países campesinos a los países burgueses, el Oriente al Occidente. La burguesía aglutina cada vez más los medios de producción, la propiedad y la población. Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra la propiedad en pocas manos. Este proceso llevó necesariamente a la centralización política. Territorios antes independientes, apenas vinculados entre sí, con diferentes intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras, se funden en una sola nación, bajo un solo gobierno, un único sistema legal, un interés nacional de clase y una sola tarifa aduanera. En los cien años que apenas lleva como clase dominante, la burguesía ha creado fuerzas productivas mucho más potentes y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza a la mente humana, la maquinaria, la aplicación de la química a la industria y la agricultura, la navegación de vapor, los ferrocarriles, el telégrafo eléctrico, la adaptación al cultivo de continentes enteros, ríos abiertos para la navegación, nuevas poblaciones que brotan de la tierra como por encanto... ¿Qué siglo anterior hubiese sospechado que 8 semejantes fuerzas productivas estarían a disposición del trabajo social? Hemos visto que los medios de producción y de intercambio sobre los cuales se desarrolló la burguesía surgieron en la sociedad feudal. Cuando estos medios de producción e intercambio alcanzaron una determinada fase en su desarrollo, las condiciones en que la sociedad feudal producía y comerciaba, la organización feudal de la agricultura y la manufactura; en resumen, las relaciones feudales de propiedad, resultaron incompatibles con el nuevo desarrollo de las fuerzas productivas. Obstruían la producción en vez de impulsarla; se convirtieron en trabas. Debían romperse, y se rompieron. Vino a ocupar su puesto la libre competencia de mercado, con su correspondiente constitución política y social y la dirección económica y política de la clase burguesa. Ante nuestros ojos se presenta hoy un movimiento similar. La moderna sociedad burguesa, con sus relaciones de producción, intercambio y propiedad, una sociedad que ha creado gigantescos medios de producción y de cambio, es como el mago que ya no puede controlar las fuerzas misteriosas que ha desencadenado. Desde hace varias décadas la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra las relaciones de propiedad que son las condiciones de existencia de la burguesía y su dominio. Basta mencionar las crisis comerciales, que regresan periódicamente y son un peligro cada vez mayor para la misma sociedad burguesa. Las crisis económicas destruyen gran parte de los productos ya elaborados, pero además destruyen parte de las fuerzas productivas. En las crisis se desata una epidemia social que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda: la epidemia de la sobre- producción. La sociedad se ve repentinamente retrotraída a 9 un estado de barbarie momentánea; se diría que una hambruna o una guerra devastadora la ha dejado sin recursos para subsistir; la industria y el comercio parecen aniquilados. Pero ¿por qué? Porque hay demasiada civilización, demasiados recursos de subsistencia, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de la sociedad ya no tienden a seguir desarrollando las condiciones del régimen de propiedad burguesa. Por el contrario, se han hecho demasiado poderosas para ceñirse a estas condiciones burguesas, que las limitan. De manera que tan pronto vencen este obstáculo siembran el desorden en la sociedad burguesa y amenazan el sistema de propiedad burguesa. Las condiciones sociales burguesas resultan demasiado limitadas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone la burguesía a las crisis? Por un lado, destruyendo una masa de las fuerzas productivas. Por otro lado, conquistando nuevos mercados y explotando más eficazmente los viejos mercados. Es decir, se sobrepone a una crisis preparando el camino para nuevas crisis, más extensas y destructivas, y reduciendo los medios que podrían evitar las crisis. Las armas con que la burguesía derribó al feudalismo se vuelven ahora contra ella. Pero la burguesía no sólo ha creado las armas que han de darle la muerte, sino que además ha dado vida a quienes han de empuñar esas armas: la clase obrera moderna, los proletarios. En la proporción en que se desarrolla la burguesía —es decir, el capital— se desarrolla también el proletariado, una clase formada por trabajadores que sólo puedenvivir si encuentran trabajo, y sólo encuentran trabajo si éste aumenta el capital. Los trabajadores, obligados a venderse al detal, son una mercancía como otra cualquiera, y por tanto están expuestos a todas las vicisitudes de la competencia y a las fluctuaciones del mercado. 10 El trabajo pierde todo atractivo y todo carácter individual para los trabajadores a causa del uso creciente de máquinas y de la división del trabajo. El trabajador se convierte en un apéndice de la máquina; se le exige una operación simple, monótona, de fácil aprendizaje. De aquí que el costo de producción del trabajador se limita, poco más o menos, a los medios de vida que requiere para mantenerse y reproducirse. Pero el precio de una mercancía, y por tanto también del trabajo3, es igual a su costo de producción. Por tanto, mientras más fastidioso es el trabajo, más bajo es el salario. Más aun, en la proporción en que se desarrollan las máquinas y se amplía la división del trabajo, aumenta el trabajo de los trabajadores, sea imponiendo más largas jornadas laborales, aumentando el trabajo a realizar dentro de un límite de tiempo, o por una mayor velocidad de las máquinas. La industria moderna ha convertido el pequeño taller del patriarcal maestro artesano en la gran fábrica del magnate industrial capitalista. Masas de obreros concentradas en las fábricas son organizadas de forma militar. Como simples soldados de la industria, los trabajadores están bajo vigilancia de una completa jerarquía de oficiales y sub- oficiales. No son sólo esclavos de la burguesía y del estado burgués; están todos los días y a todas horas bajo el yugo esclavizador de la máquina, del supervisor, y sobre todo, del industrial burgués dueño de la fábrica. Que este despotismo proclame abiertamente que su fin es la ganancia, lo hace más mezquino, odioso e indignante. Cuanto menos destreza y esfuerzo requiere el trabajo, o sea cuanto más progresa la industria moderna, más la mujer viene a sustituir en el trabajo al hombre. En referencia a la clase obrera, las distinciones de sexo y edad pierden toda 3 En obras posteriores, la teoría marxista estableció que no es el trabajo lo que se vende, sino la fuerza de trabajo. 11 validez social. Todos son instrumentos de trabajo, cuyo costo varía de acuerdo al sexo y la edad. No más termina el patrono de explotar al trabajador y éste ha recibido su salario, pasa a ser víctima de otras secciones de la burguesía: el dueño de su vivienda, el comerciante, el prestamista, etc. Toda la escala inferior de lo que fueron en el pasado clases medias viene a engrosar las filas de la clase trabajadora: pequeños industriales, comerciantes, rentistas, artesanos, labradores. Sus pequeños capitales no les alcanzan para llevar a cabo producción en gran escala y han sucumbido en la competencia contra los grandes capitalistas, también porque sus capacidades técnicas ya carecen de valor a causa de los nuevos cambios en los métodos de producción. El proletariado se recluta de todas las clases de la población. La lucha del proletariado contra la burguesía, que empezó con su mismo surgimiento, recorre diversas fases de desarrollo. Al principio la lucha es entablada por trabajadores individuales; después, por los de una misma fábrica; luego por los de un oficio en una localidad contra el capitalista que los explota directamente. No dirigen sus acciones contra las condiciones burguesas de producción, sino contra los mismos instrumentos de producción; destruyen mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las máquinas, queman la fábrica, intentan restaurar por la fuerza la posición perdida que tenía el trabajador en la Edad Media. En esta primera etapa los obreros son una masa esparcida por el país y desunida por la competencia entre sí. Si forman una masa compacta no es todavía tanto por su propia unidad, sino por la unidad de la burguesía, la cual pone en movimiento al proletariado para adelantar sus propios fines políticos. En esta fase los proletarios no combaten a sus 12 enemigos, sino a los adversarios de sus enemigos: los vestigios de la monarquía absoluta, los grandes terratenientes, los burgueses no industriales, los pequeño- burgueses. Todo el movimiento histórico es así concentrado en manos de la clase burguesa; en estas condiciones toda victoria que se alcance es de la burguesía. Sin embargo, el desarrollo de la industria no sólo incrementa el número de los proletarios, sino que los concentra en masas más considerables; su fuerza crece, y ellos mismos lo perciben. Los intereses y las condiciones de vida de los trabajadores son cada vez más similares entre sí a medida que el desarrollo de las máquinas va borrando las diferencias en el trabajo y se reducen los salarios, casi en todas partes, a un nivel casi igualmente bajo. La competencia cada vez más aguda entre los burgueses, y las crisis comerciales que ella ocasiona, hacen los salarios más inciertos. El constante y cada vez más veloz perfeccionamiento de las máquinas coloca a los obreros en situación precaria. Conflictos particulares entre obreros y capitalistas adquieren progresivamente el carácter de conflictos entre dos clases. Los trabajadores se organizan contra los burgueses y actúan colectivamente para defender sus salarios. Incluso organizan asociaciones permanentes para asegurarse los medios de subsistencia, en previsión de que ocurran choques contra la clase burguesa. Aquí y allá la lucha estalla en sublevación. A veces los obreros triunfan, pero sólo temporeramente. El verdadero fruto de sus luchas no reside en un resultado inmediato, sino en la unidad cada vez mayor de los trabajadores. A esta unidad ayudan los medios de comunicación que genera la gran industria y que permite a los trabajadores de diferentes localidades ponerse en contacto. Basta ese contacto para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen en una lucha nacional de clases. Pero toda lucha 13 de clases es una lucha política. La unidad que los habitantes de las ciudades medievales tardaron siglos en establecer con sus precarias carreteras, la establecen en pocos años los proletarios modernos gracias a los ferrocarriles. Esta organización de los proletarios como clase, y por tanto como partido político, se desestabiliza a causa de la competencia de los trabajadores entre sí. Pero surge otra vez más fuerte, más firme, más potente. Aprovecha las divisiones entre la clase burguesa para forzarla a adoptar legislación a favor de intereses de la clase obrera, por ejemplo la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra. En general los conflictos entre las clases de la vieja sociedad favorecen el desarrollo del proletariado. La burguesía está en lucha constante: al principio, contra la aristocracia; luego contra los sectores de la propia burguesía que se oponen al progreso de la industria; y siempre, en fin, contra la burguesía de los otros países. En todas estas luchas se ve obligada a apelar al proletariado, a reclamar su ayuda, y así lo arrastra a la arena política. De modo que la clase burguesa proporciona a la clase obrera elementos para su educación política, es decir, le da armas para luchar contra la misma burguesía. De otra parte, miembros de la clase dominante son empujados a integrarse a la clase trabajadora por el mismo movimiento convulso de la sociedad industrial, o cuando menos ven amenazadas sus condiciones de vida. También estos elementos hacen contribuciones ilustradas y progresistas a la lucha del proletariado. En los períodos en que la lucha de clases está en un punto decisivo, el deterioro de la clase dominante y de toda la vieja sociedad adquiere un carácter tan violento, tan agudo, que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la claseque representa el porvenir. Por tanto, lo mismo que en tiempos pasados una parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en el presente una 14 parte de la burguesía se pasa al proletariado, precisamente esa parte de los ideólogos burgueses que han logrado la comprensión del conjunto del movimiento histórico. De todas las clases que hoy se enfrentan a la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van decayendo y desaparecen con el desarrollo de la industria moderna; de ésta, el proletariado es su producto más especial. La clase media baja, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el agricultor, todas estas capas se enfrentan a la burguesía para salvarse como clases medias. No son por tanto revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver hacia atrás la rueda de la historia. Son revolucionarias solamente en tanto están en tránsito hacia la clase obrera, defendiendo así no sus intereses presentes sino sus intereses futuros, y abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado. El lumpen-proletariado, ese producto pasivo de la podredumbre de las capas más bajas de la vieja sociedad, puede a veces ser arrastrado al movimiento revolucionario proletario. Sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida, está más bien dispuesto a venderse para servir a las maniobras reaccionarias. En las condiciones de existencia del proletariado están ya disueltas las condiciones de existencia de la vieja sociedad. Los trabajadores no tienen propiedad; sus relaciones con su mujer y sus hijos no tienen nada en común con las de la familia burguesa; el trabajo industrial moderno, que implica la servidumbre del obrero al capital, lo mismo en Inglaterra que en Francia, en América que en Alemania, despoja al proletariado de todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión, son para el trabajador prejuicios burgueses que esconden intereses de la burguesía. 15 Todas las clases que en épocas pasadas lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situación que heredaron, y así sometieron la sociedad a su particular modo de apropiarse la riqueza. En cambio, la clase trabajadora no puede conquistar las fuerzas productivas sociales sino aboliendo el modo capitalista de apropiación de la riqueza y, con ello, todo modo privado de apropiación de la riqueza. No está aferrada a nada propio que deba salvaguardar para sí; tiene que destruir todo lo que hasta el presente ha garantizado y asegurado la propiedad privada. Todos los movimientos históricos previos eran realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento obrero es un movimiento de la inmensa mayoría, autoconsciente e independiente, en provecho de la inmensa mayoría. El proletariado, capa inferior de la sociedad actual, no puede sublevarse, levantarse, sin hacer saltar todos los estratos de la superestructura que forman la sociedad oficial. En su forma, aunque no en su sustancia, la lucha del proletariado contra la burguesía es al principio una lucha nacional. El proletariado de cada país, desde luego, debe antes que nada ajustar cuentas con la burguesía de su propio país. Al describir las fases generales en el desarrollo del movimiento proletario, hemos seguido la guerra civil más o menos oculta que se da en la sociedad actual, hasta el momento en que el derrocamiento violento de la burguesía sienta las bases para la hegemonía del proletariado. Todas las sociedades anteriores han descansado en el antagonismo entre clases opresoras y oprimidas. Pero para explotar a una clase es necesario garantizarle las condiciones de existencia que por lo menos le permitan llevar su vida. En pleno régimen medieval de servidumbre, el siervo podía ser miembro de la comunidad, y, aún bajo el absolutismo feudal, el pequeño-burgués podía llegar a convertirse en burgués. En cambio, el obrero moderno, lejos 16 de elavarse con el progreso de la industria, desciende siempre más y más, por debajo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, que crece más rápido que la población y que la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía es incapaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante e imponiendo las condiciones capitalistas como norma de la sociedad. No es capaz de dirigir la sociedad, pues no puede asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, ya que por fuerza debe dejarle decaer hasta el extremo de que deba mantenerlo, en vez de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo dominación burguesa. La existencia de la burguesía resulta incompatible con la de la sociedad. La premisa esencial de la existencia y la dominación de la clase capitalista es la acumulación de la riqueza en manos privadas, la formación e incremento del capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado se basa en la competencia de los trabajadores entre sí. El progreso de la industria, del cual la burguesía es agente involuntario, hace que el aislamiento de los obreros —resultante de la competencia— sea superado con su unidad revolucionaria, por medio de la organización. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía el terreno sobre el cual ésta ha instalado su sistema de producción y de apropiación de lo producido. La clase burguesa produce ante todo sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.
Compartir