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S E C C IÓ N V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Artritis crónicas ARTRITIS REUMATOIDE R. Sanmartí Sala Concepto La artritis reumatoide (AR) es una forma de poliartritis crónica que se caracteriza por una inflamación sinovial (sinovitis) persistente con tendencia a la destrucción y deformidad articular. La AR tie- ne un curso persistente y puede producir diferentes grados de discapacidad con pérdida de la calidad de vida y un incremento de la mortalidad. Su etiología es desconocida y en su patogenia intervienen mecanismos que alteran la respuesta inmune. Se clasifica dentro de las enfermedades inmunomediadas en las que la diana principal son las articulaciones sinoviales, aunque el proceso inflamatorio puede afectar diversos órganos (enfermedad reumatoide). Epidemiología Es la forma de poliartritis crónica más frecuente con mayor impacto sociosanitario. Afecta a población de todas las razas y tiene una dis- tribución universal. Su prevalencia en la población adulta es del 0,5%- 1%. En un reciente estudio epidemiológico español (estudio EPISER) la prevalencia fue del 0,8%. Se han observado frecuencias más elevadas en algunas poblaciones nativas norteamericanas. Su incidencia anual es de 8 a 50 nuevos casos por 100.000 habitantes con diferencias nota- bles en función de la población y los criterios diagnósticos utilizados. Afecta más al sexo femenino, con una relación mujer:hombre de 3:1. Puede iniciarse en cualquier época de la vida, siendo su pico máximo de incidencia entre los 30 y 60 años. Etiopatogenia Se desconoce la etiología de la enfermedad, pero se sabe que existen fac- tores genéticos y ambientales que aumentan el riesgo de desarrollarla. Factores genéticos La gran mayoría de los casos de AR son esporádicos (más del 90% de los pacientes no tienen familiares de primer grado afectos de esta enfermedad), pero se conocen diferentes factores genéticos de predisposición. Se estima que el componente genético contribuye en un 60% a la susceptibilidad a la enfermedad. Dentro de los genes estu- diados, los de mayor predisposición serían los genes HLA del sistema mayor de histocompatibilidad y, en especial, el alelo de clase II HLA- DRB1*04. En poblaciones del área mediterránea la asociación con este alelo no es tan relevante, habiéndose descrito otros alelos asociados como DRB1*01 o 10. Estos alelos comparten con HLA-DRB1*04 la codificación de las mismas secuencias peptídicas (QKRAA) en la tercera región hipervariable de la cadena β de la molécula HLA, lugar en el que se produce el reconocimiento del péptido entre la célula presentadora de antígeno y el linfocito T (es el denominado epítopo reumatoide o compartido), lo que explicaría su asociación con la AR. Los pacientes portadores de HLA-DRB1*04 y, especialmente, en estado homocigoto tendrían una enfermedad más grave. A pesar de que los genes HLA son los que confieren mayor susceptibilidad a la AR, se cree que sólo con- tribuyen en un 30%-40% al componente genético de la enfermedad. Diversos estudios ponen de manifiesto que la asociación entre HLA- DRB1*04 y AR se observaría únicamente en las formas con autoan- ticuerpos positivos, factor reumatoide y anticuerpos antipéptidos citrulinados, pero no en las formas seronegativas donde participarían otros genes HLA como HLA-DRB1*03. Más recientemente se han identificado otros factores genéticos de susceptibilidad, aunque de menos relevancia que los genes HLA, siendo el PTPN22 (protein tyrosine phosphatase, non-receptor type) el más importante. Otros genes implicados son STAT4 (signal transducer and activation of transcrip- tion 4) y PADI4 (peptidyl arginine deiminase, type 4). Factores ambientales El tabaco es el factor ambiental más conocido implicado en la pre- disposición a la enfermedad. Se asocia principalmente a la AR con presencia de anticuerpos antipéptidos citrulinados, habiéndose des- crito una interacción con el sistema HLA, de tal manera que los pacientes fumadores y portadores de HLA-DRB1*04 tendrían un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad. El riesgo en fumadores se incrementa en función de la cantidad y la duración del hábito tabáquico. Se han implicado también otros factores ambientales, especialmente de naturaleza infecciosa vírica (parvovirus humano B19, virus de Epstein-Barr) o bacteriana (Proteus mirabilis), aunque con resultados inconsistentes. Diversos estudios recientes incriminan a la bacteria Porphyromona gingivalis, uno de los agentes causales de la periodontitis crónica, en el desarrollo de la enfermedad; de hecho, se ha demostrado que los pacientes con AR presentan una mayor prevalencia de periodontitis crónica. Esta bacteria posee como Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 954 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas característica única una enzima (la peptidil arginina deaminasa) capaz de citrulinar proteínas, lo que favorecería el desarrollo de autoanti- cuerpos en sujetos genéticamente predispuestos. De forma interesante se conoce que el tabaco puede también citrulinar proteínas. Otros factores de predisposición serían la obesidad, los factores hormonales y la microbiota. Patogenia En el desarrollo de la AR se ha incriminado la interacción entre genética y ambiente que conduciría a una activación anómala de los linfocitos T, que se cree que son las células más implicadas en la fase inicial de la enfermedad, con la posterior participación de las células B con la producción de autoanticuerpos y células del sistema inmune innato como macrófagos, mastocitos y células dendríticas. Estas células, a través de la producción de diferentes proteínas (especial- mente, las citocinas TNF-α e interleuquina 6), serían las responsables de la sinovitis crónica y la lesión del cartílago y hueso subcondral, junto con otras sustancias como las metaloproteasas. Los pacientes con AR tienen ya alteraciones autoinmunes, como la presencia en sangre de factor reumatoide y especialmente anticuerpos contra péptidos citrulinados, antes de la aparición de la sintomatología clínica en forma de artritis. A esta fase de autoinmunidad sistémica la predeciría una fase de fenómenos autoinmunes locales que se cree que tendrían lugar en las mucosas (oral, pulmón) o los ganglios linfáticos, donde se produciría el estímulo antigénico que iniciaría la respuesta inmune anómala. No obstante, la AR es una enfermedad articular y se desconoce cómo sería la transición de esta fase de autoinmunidad sistémica a la aparición de artritis clínica. Los anticuerpos contra pép- tidos citrulinados y otros autoanticuerpos como el factor reumatoide no serían capaces de originar una inflamación articular per se y sería obligatoria una segunda señal (second hit) que explicaría por qué la inflamación se produce básicamente en las articulaciones y no en otros órganos o sistemas. Esta segunda señal podrían ser factores vasculares, microtraumáticos o incluso infecciones transitorias que podrían con- llevar la formación de inmunocomplejos en la articulación y el inicio de la cascada inflamatoria. Anatomía patológica La membrana sinovial que recubre la cara interna de las articulacio- nes diartrodiales (sinoviales) es el blanco del proceso inflamatorio en la AR. La lesión característica de la AR es la sinovitis crónica que en función de la fase evolutiva de la enfermedad puede acabar afectando al cartílago articular y al hueso subcondral provocando diferentes grados de destrucción articular. La membrana sinovial es un tejido mesenquimal en el que se incluyen macrófagos (sinoviocitos tipo A) y fibroblastos (sinoviocitos tipo B). La histopatología de la AR se caracteriza por un crecimiento hiperplásicode la membrana sinovial, que se organiza en múltiples capas junto con un intenso infiltrado inflamatorio por células de estirpe mieloide y linfoide en el estroma o sublining y formación de nuevos vasos sanguíneos (neoangiogénesis). Las células predominantes son macrófagos, linfocitos T y B y también células dendríticas y mastocitos. Estas células se organizan en algunos casos en estructuras que asemejan folículos linfoides, fenómeno que se conoce como neolinfogénesis, que es muy característico aunque no patognomónico de esta enfermedad. La proliferación de los sinoviocitos de estirpe fibroblástica en la sinovial reumatoide forma un frente invasivo que invade el cartílago y hueso subcondral, que se denomina pannus. En el borde de la invasión y donde tiene lugar la típica erosión del hueso subcondral caracterís- tica de esta enfermedad, se observan células multinucleadas que son osteoclastos. Estas células producen múltiples sustancias que son res- ponsables de la destrucción de la articulación degradando el cartílago y el hueso subcondral. Cuadro clínico Las manifestaciones clínicas de la AR se producen básicamente a nivel articular, en forma de dolor de naturaleza inflamatoria (empeoramiento con el reposo y típicamente dolor nocturno), tumefacción y rigidez matutina. En fases más avanzadas aparece la deformidad articular. Muchos pacientes presentan, además, síntomas generales como aste- nia; en un porcentaje variable de casos se producen manifestaciones extraarticulares. Manifestaciones articulares Artritis reumatoide de inicio La AR puede afectar a prácticamente todas las articulaciones sinoviales (diartrodiales) del organismo, aunque tiene especial predilección por las pequeñas articulaciones de manos y pies, que suele representar la forma de inicio en la mayoría de los casos. En ocasiones, el inicio de la enfermedad es relativamente agudo con afección simultánea de múltiples articulaciones, pero es frecuente que se vaya instaurando de forma progresiva con un patrón aditivo en el que van comprometiéndose nuevos grupos articulares sin que remitan los inicialmente afectos. Las articulaciones de manos (meta- carpofalángicas, interfalángicas proximales), muñecas y pies (metatarsofalángicas) son las que se afectan con mayor frecuencia al inicio de la enfermedad. La metatarsalgia puede ser el síntoma principal en algunos pacientes. También se afectan con frecuencia articulaciones grandes, como hombros, caderas, rodillas, tobillos o codos. Es habitual la presencia de tendosinovitis, especialmente en tendones extensores o flexores del carpo, que puede ocasionar un síndrome del túnel carpiano, y de flexores de los dedos. El patrón de afección articular suele ser simétrico con afectación bilateral de los distintos grupos articulares. Es muy característica la rigidez matutina que suele durar más de 1 h cuando la enfermedad está activa. En un 15%-20% de los casos los pacientes presentan una historia de artritis intermitente de corta duración denominada reumatismo palin- drómico antes de configurar el cuadro clínico de la AR (v. cap. 123, Formas misceláneas de artritis). En personas de edad avanzada el debut puede ser agudo simulando una polimialgia reumática. Mucho más raramente la primera manifestación es extraarticular, en forma de serositis o neumopatía intersticial. Es también frecuente que en las fases iniciales de la enferme- dad los pacientes presenten un cuadro clínico con artritis, muchas veces oligoarticular o asimétrico y que no cumpla los criterios actualmente vigentes de la enfermedad, son las denominadas artritis indiferenciadas. Finalmente se diagnostica AR en aproximadamente un 30% de las artritis indiferenciadas. Con relativa frecuencia, se observan pacientes con poliartralgias, de naturaleza y distribución inflamatoria (afección de pequeñas articulaciones de manos con rigi- dez matutina), pero sin evidencia de tumefacción articular (lo que se denomina artralgia inflamatoria). En algunos de estos pacientes se detectan autoanticuerpos, especialmente anticuerpos antipéptidos citrulinados. Estudios recientes confirman que aproximadamente la mitad de estos casos a medio plazo (2-3 años) acabarán desarro- llando el cuadro completo de la AR (es la denominada preartritis reumatoide). Artritis reumatoide establecida En fases más avanzadas de la enfermedad se observa la presencia de tumefacción articular debida a la proliferación sinovial y/o al derrame articular con limitación de la movilidad de las articulaciones. No obs- tante, puede evolucionar de forma muy variable de un paciente a otro produciéndose a la larga, si no se controla la enfermedad, diferentes grados de deformidad articular y la consiguiente hipotrofia muscular. Con la estrategia de tratamiento actual estas deformidades, aunque presentes en algunos pacientes, son cada vez menos frecuentes. En las manos las deformidades características son los dedos en cuello de cisne o en ojal, el pulgar en Z y la desviación cubital («mano en ráfaga») de los dedos (fig. 117-1). En el carpo puede aparecer una deformidad en flexión y es característica la luxación dorsal de la esti- loides cubital. La rotura de los tendones extensores del 4.° y 5.° dedo de la mano es característica de casos muy evolucionados con afección importante del carpo. En los pies, por el compromiso de las articulacio- nes metatarsofalángicas, se puede producir una deformidad caracterís- tica («pie triangular») que puede ser muy incapacitante al dificultar la deambulación. En el curso evolutivo pueden afectarse articulaciones de tamaño mediano o grande. Una de las más frecuentes es la rodilla, Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 955 CAPÍTULO 117 Artritis crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. con presencia de derrame articular y que a veces se acompaña de quiste poplíteo (quiste de Baker) que puede romperse y dar un cuadro de dolor y tumefacción en pantorrilla que puede simular una flebitis (síndrome seudotromboflebítico). La afección de la cadera es también frecuente y puede ocasionar una incapacidad funcional manifies- ta. La AR no afecta el esqueleto axial, a excepción de la región cervical, siendo una de las complicaciones más temidas la luxación atloaxoidea que puede causar una mielopatía grave. Manifestaciones extraarticulares Nódulos reumatoides Se localizan a nivel subcutáneo en zonas de roce como el olécra- non, el dorso de las manos y el tendón de Aquiles, entre otras. Son indoloros y de consistencia firme. Menos frecuentemente aparecen en otros órganos como pulmón (fig. 117-2), pleura y esclerótica. Se detectan en un 30% de los pacientes, siendo más frecuentes en formas seropositivas e identifican una enfermedad más grave. Pueden desaparecer espontáneamente o con el tratamiento. El metotrexato puede inducir su aparición (nodulosis reumatoide). Su histopatología es muy característica, con una zona central de necrosis rodeada por histiocitos «en empalizada» y una zona externa con infiltrado de células inflamatorias. Manifestaciones pulmonares Pueden observarse en el 10%-20% de los casos y no siempre se acompa- ñan de sintomatología clínica. La pleuritis se caracteriza por un derrame pleural con características de exudado y típicamente con glucosa muy baja; puede resolverse de manera espontánea. La enfermedad pulmonar intersticial es probablemente más frecuente de lo que se pensaba sobre todo si se investiga de forma sistemática, ya que inicialmente puede ser subclínica. Se observa más frecuentemente en varones, con historia de tabaquismo y presencia de anticuerpos antipéptidos citrulinados. Los dos patrones más frecuentesson la neumopatía intersticial usual y la neumopatía intersticial no específica. Puede aparecer al inicio o en cualquier momento evolutivo de la enfermedad. Es una de las causas de mortalidad asociadas a la AR (10%), aunque en muchas ocasiones tiene una evolución relativamente lenta. El papel del meto- trexato en la aparición o exacerbación de la enfermedad pulmonar intersticial es controvertido, aunque datos recientes apoyarían que juega un escaso papel. También se han descrito casos de bronquiolitis obliterante y una mayor frecuencia de bronquiectasias en los pacientes con AR. Manifestaciones oculares La AR es la causa más frecuente de síndrome de Sjögren secundario y cursa con queratoconjuntivitis seca. También pueden observarse epiescleritis y escleritis, siendo esta última potencialmente grave, ya que puede evolucionar hacia la perforación del globo ocular (escleromalacia perforante). Vasculitis Puede adoptar diferentes formas clínicas. La típica vasculitis reu- matoide de naturaleza necrosante que se asemeja a la poliarteritis nudosa es hoy en día muy poco frecuente. Puede observarse vas- culitis digital que ocasiona infartos periungueales o una vasculitis leucocitoclástica. Manifestaciones cardíacas La pericarditis es la más común y con frecuencia es asintomática, aunque se han descrito casos de pericarditis constrictiva con tapona- miento cardíaco. Manifestaciones neurológicas Las más frecuentes son las neuropatías por atrapamiento, especial- mente el síndrome del túnel carpiano y más raramente la neuropatía cubital o del tibial posterior (síndrome del túnel tarsiano). Puede aparecer polineuritis o, más excepcionalmente, una mononeuritis múltiple en el contexto de una vasculitis reumatoide. La mielopatía cervical suele ser consecuencia de una luxación atloaxoidea, aunque también se ha descrito por compresión en otras zonas de la región cervical. Amiloidosis Es debida a una amiloidosis secundaria o tipo AA. Se manifies- ta en forma de afección renal (proteinuria con o sin insuficiencia renal) o manifestaciones intestinales y puede tener un curso pro- gresivo y mortal. Se observa en pacientes con una AR grave, pero su incidencia ha descendido notablemente en las últimas décadas. Manifestaciones hematológicas La anemia es la más frecuente y, aunque su origen es multifactorial, suele adoptar la forma de anemia normocítica de enfermedad crónica por bloqueo del hierro medular. La leucopenia es poco frecuente y cuando aparece suele ser por toxicidad farmacológica y mucho más raramente por el síndrome de Felty (leucopenia, esplenomegalia y AR). Muchos de los pacientes a los que se les ha diagnosticado este síndrome posiblemente están afectos de una expansión clonal de linfocitos grandes granulares (síndrome de seudo-Felty). Comorbilidades y complicaciones Las comorbilidades más frecuentes en la AR son las infecciones, la enfermedad cardiovascular, la osteoporosis y las neoplasias. Figura - TC torácica donde se observan dos nódulos reumatoi- des (flechas). Son redondeados y se localizan típicamente en la región subpleural. Pueden cavitarse. Figura - Imagen de AR evolucionada con poliartritis simétrica, desviación cubital y dedos en cuello de cisne. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 956 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas Los pacientes con AR tienen un incremento del riesgo de infecciones y su origen es multifactorial (la propia enfermedad, las comorbilidades y el tratamiento farmacológico, especialmente, los glucocorticoides). Las infecciones constituyen una de las mayores causas de morbilidad y mortalidad en estos pacientes. Suelen ser por gérmenes habituales, aunque hay un incremento también de infeccio- nes oportunistas como la tuberculosis; las localizaciones más frecuentes son el aparato respiratorio y el urinario, la piel y las articulaciones. La osteoporosis es frecuente en la AR y es de origen mul- tifactorial, siendo el riesgo de fracturas de más del doble comparado con el de la población general. La enfermedad cardiovas- cular, especialmente la cardiopatía isquémica, es responsable de hasta el 50% del incremento de mortalidad en los pacientes con AR respecto a la población general; es debida en parte al proceso de aterosclerosis acelerada consecuencia de la misma inflamación reumatoide. Los pacientes con AR tienen también mayor riesgo de linfoma y de cáncer de pulmón. La depresión es frecuente. Exploraciones complementarias Exámenes de laboratorio Alteraciones inespecíficas de inflamación Los pacientes con AR tienen elevación de la velocidad de sedi- mentación globular y de la proteína C reactiva que corre paralela al grado de actividad inflamatoria y son muy útiles para el seguimiento y monitorización del estado de la enfermedad y la respuesta al tra- tamiento. El líquido sinovial es de características inflamatorias con pleocitosis variable. Autoanticuerpos El factor reumatoide (FR), un anticuerpo dirigido contra la frac- ción constante de la inmunoglobulina G, está presente en aproxi- madamente el 70%-75% de los pacientes con AR. Su presencia se asocia a una enfermedad articular más grave y a determinadas manifes- taciones extraarticulares como los nódulos o la vasculitis reumatoide. Se determina de forma cuantitativa por métodos de enzimoinmuno- ensayo, nefelometría o quimioluminiscencia. Aunque no sirve para monitorizar la enfermedad, sus concentraciones pueden descender incluso llegar a negativizarse en el curso evolutivo de la enfermedad o como consecuencia del tratamiento. El factor reumatoide es relati- vamente inespecífico, ya que puede observarse en otras enfermedades autoinmunes o infecciones crónicas e incluso en un 5%-10% de la población general, especialmente en sujetos de edad avanzada. Los anticuerpos antipéptidos citrulinados (ACPA) constituyen una nueva familia de anticuerpos presentes en el suero de los pacientes con AR con una sensibilidad similar a la del factor reumatoide, pero con una especificidad mucho más alta (más del 95%). Su descubrimiento es relativamente reciente y constituye uno de los avances más relevantes en el conocimiento de la patogenia y el diagnóstico de esta enfermedad. Se pueden determinar por las mismas técnicas que el factor reumatoide, siendo el test del CCP2 el más utilizado. Suele correlacionar con el factor reumatoide, aunque puede detectar hasta un 40% de pacientes negativos para este autoanticuerpo. Son anticuerpos dirigidos contra péptidos que contienen el aminoácido citrulina, que es una modificación postraduccional de la arginina. Los anticuerpos antipéptidos citrulinados son especialmente útiles en el contexto de las ar- tritis de inicio como las artritis indiferenciadas o los pacientes con artralgia inflamatoria, ya que su presencia es un factor de alto ries- go para el posterior desarrollo de AR. Son también marcadores pronósticos de enfermedad más destructiva (mayor que el propio factor reumatoide) y de respuesta a determinados tratamientos antirreumáti- cos. No sirven para monitorizar la enfermedad y sus concentraciones suelen mantenerse estables durante el curso evolutivo. Pueden aparecer muchos años antes que el inicio de las manifestaciones clínicas articu- lares. Recientemente se han descrito los anticuerpos anticarbamilados (antiCarP), que tienen, no obstante, una sensibilidad menor que los anticuerpos antipéptidos citrulinados (40%-50%) y una especificidad similar o algo inferior. Lo anticuerpos antinucleares se observan en el 30%-50% de los casos, siempre en ausencia de anti-DNA. Pruebas de imagen La radiología simple sigue siendo una herramienta útil para valorar el daño articular. En las fases iniciales se observa únicamente unengro- samiento de partes blandas y en ocasiones osteopenia periarticular. No obstante, las lesiones más características de la AR son el pinzamiento del espacio articular, testimonio de la lesión del cartílago hialino, y especialmente las erosiones subcondrales como consecuencia de la invasión del pannus sinovial en el hueso. Las erosiones son muy típicas y pueden aparecer a los pocos meses de evolución de la enfermedad. Suelen observarse inicialmente en pies (metatarsofalángicas, fundamentalmente del quinto dedo) (fig. 117-3) y en manos (metacarpofalángicas, interfalángicas proximales y carpo, especialmente en la estiloides cubital), pudiendo observarse en el curso evolutivo en el resto de las articulaciones. En fases avanzadas se observan signos de desaxación, subluxación y diferentes grados de destrucción articular. La ecografía se utiliza cada vez más y sirve, a diferencia de la radiolo- gía, para observar la presencia de sinovitis activa especialmente cuando existe señal Doppler, aunque también puede detectar erosiones. La RM se utiliza con menor frecuencia, pero puede evidenciar la presencia de edema óseo subcondral que es la lesión que precede a las erosiones. Diagnóstico El diagnóstico de la AR es clínico, basado principalmente en la presencia de una poliartritis de distribución simétrica y en alteraciones de laboratorio. No existe ninguna prueba patognomónica que confirme el diagnóstico. Existen unos criterios de clasificación (EULAR/ACR 2010) (tabla 117-1) que se utilizan ampliamente en estudios epidemiológicos o ensayos clínicos, aunque menos en práctica clínica, que a diferencia de los anteriormente vigentes identifican pacientes en fases más precoces de la enfermedad, por lo que tienen una alta sensibilidad; no obstante, han perdido especificidad, con lo que pacientes que cumplen estos criterios pueden tener otras enfermedades reumáticas inflamatorias. El diagnóstico diferencial de la AR incluye diferentes entida- des que pueden presentarse con poliartritis. Entre ellas destacan las espondiloartritis con afectación periférica y especialmente la artritis psoriásica, sobre todo en su forma poliarticular y cuan- do el paciente no presenta lesiones de psoriasis. Las enfermedades autoinmunes sistémicas y, especialmente, el lupus eritematoso sis- témico pueden simular una AR en sus fases iniciales. Las artropatías microcristalinas, fundamentalmente la enfermedad por depósito de pirofosfato cálcico, pueden ocasionar una poliartritis crónica pare- cida a la AR. El diagnóstico diferencial con la poliartrosis suele ser Figura - Radiografía de un pie en la que se observa la imagen típica de erosión a nivel de la 5.ª articulación metatarsofalángica. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 957 CAPÍTULO 117 Artritis crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. fácil por las características y distribución de la afección articular, pero algunas formas como la artrosis erosiva de manos pueden inducir un falso diagnóstico de AR. Existe un amplio listado de enfermedades que cursan con poliartritis, como la polimialgia reumática, la sarcoido- sis o las poliartritis víricas, especialmente por parvovirus humano B19, que pueden confundirse en las fases iniciales con una AR. Valoración clínica del paciente Es importante valorar la actividad inflamatoria de la enfermedad en cada visita como parte de la monitorización y la evaluación de la res- puesta al tratamiento. Para ello se utilizan diversos índices articulares que incluyen el recuento de las articulaciones con dolor e inflamación. Uno de los más utilizados es el DAS28 (disease activity score sobre 28 articulaciones), que incluye en su fórmula, además del recuento de ar- ticulaciones dolorosas e inflamadas, la valoración global del paciente del estado de la enfermedad (de 0 a 100) y un reactante de fase aguda (VSG o PCR). Según este índice se establecen diferentes estados de la enfermedad: a) < 2,6, remisión; b) 2,6-3,2, baja actividad; c) 3,2-5,1, actividad moderada, y d) > 5,1, alta actividad. En la actualidad, se tiende a sustituir este índice por fórmulas más sencillas como el sim- plified disease activity index (SDAI) o el clinical disease activity index (CDAI). La discapacidad suele medirse con cuestionarios específicos como el Health Assessment Questionnaire (HAQ). Cada vez con mayor frecuencia se utiliza el índice RAPID 3, otro instrumento que evalúa de forma conjunta actividad y discapacidad. Pronóstico La AR debería considerarse un síndrome más que una enferme- dad. Su curso evolutivo y pronóstico es variable de un paciente a otro. No obstante, es una enfermedad crónica de curso más o menos progresivo. Sólo un pequeño porcentaje de casos logran la denominada remisión libre de fármaco, es decir, ausencia de artritis sin tratamiento; estos pacientes suelen ser varones y con autoanticuer- pos negativos, y algunos autores cuestionan si se trata de casos ciertos de AR. Algunos estudios cifran entre el 30% y el 50% los pacientes con AR que presentan una incapacidad manifiesta después de 10 años del inicio de los síntomas; no obstante, evidencias recientes ponen de manifiesto una clara mejoría del pronóstico en los últimos años como consecuencia de un control más adecuado de la enfermedad con las nuevas estrategias de tratamiento. La mortalidad en la AR está aumentada, con un riesgo relativo respecto a la población general de entre 1,5 y 1,8. La gravedad de la enfermedad parece depender de factores geográficos, siendo más grave en países anglosajones que en los del área mediterránea. Existen una serie de factores pronósticos que presentes al inicio de la enfermedad están asociados a un peor pronóstico: sociodemo- gráficos (sexo femenino, bajo nivel educativo, tabaquismo), clínicos (alta actividad inflamatoria, mayor discapacidad, retraso diagnóstico), de laboratorio (autoanticuerpos positivos, HLADRB04) o de imagen (presencia precoz de erosiones). Tratamiento La AR es hoy en día una enfermedad que no tiene curación en el sentido estricto, pero con los tratamientos actuales la mayo- ría de los pacientes pueden lograr un control adecuado de la enfermedad reduciéndose al mínimo la sinovitis y sus consecuen- cias como las deformidades articulares y la pérdida de función física y de la calidad de vida El tratamiento de la AR se basa en medidas farmacológicas y no farmacológicas. Dentro de estas últimas se incluirían: reposo relativo en fases de actividad de la enfermedad y mantener buenos hábitos de vida evitando el sobrepeso. No existe evidencia científica clara de que la dieta pueda modificar el curso de la enfermedad. Los pacientes deben abandonar el hábito tabáquico. Sin embargo, la base del tratamiento es farmacológico, con la utilización de los llamados fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) utilizados con una estrategia terapéutica determinada y cada vez más ambiciosa. Las bases generales de la estrategia terapéutica actual en la AR incluyen: a) diagnóstico y tratamiento precoz con FAME, ya que la instauración precoz de una terapia efectiva permite obtener resultados clínicos más favorables y evitar la progresión de la enfermedad; b) ob- jetivos terapéuticos definidos; la remisión o, en su caso, mantener una actividad inflamatoria mínima constituyen objetivos realistas y que deben ser cuantificados con la utilización de los índices articulares de actividad, y c) control estrecho de la enfermedad. Consiste en medir la actividad inflamatoria con visitas frecuentes y, en su caso, modifica- ciones terapéuticas efectivas hasta lograr el objetivo terapéutico. Todo ello es lo que se conoce comoestrategia treat to target (tratar hasta conseguir el objetivo), que se considera tanto o más relevante que el tipo de fármaco que se utilice. Fármacos Analgésicos y antiinflamatorios no esteroideos Tienen una relevancia secundaria y únicamente efecto sintomático, mejorando el dolor y la rigidez, siendo necesarios en algunas fases de la enfermedad como tratamiento temporal o en casos muy evolucionados con secuelas articulares (artrosis secundaria). Glucocorticoides Se utilizan ampliamente, siempre con las menores dosis y tiempo posibles, aunque algunos pacientes los necesitarán por un período prolongado. TABLA 117-1 Criterios de clasificación de artritis reumatoide ACR/EULAR 2010 Presencia de al menos una articulación con artritis clínicamente evidente y no atribuible a otra enfermedad Puntuación A. Compromiso articular (dolor/tumefacción) 1 articulación grande 0 2-10 articulaciones grandes 1 1-3 articulaciones pequeñas (± compromiso de articulaciones grandes) 2 4-10 articulaciones pequeñas (± compromiso de articulaciones grandes) 3 > 10 articulaciones (al menos una articulación pequeña) 5 B. Serología FR y anti-CCP negativos 0 FR y anti-CCP positivos a títulos bajos 2 FR y/o anti-CCP positivos a títulos elevados 3 C. Reactantes de fase aguda PCR y VSG normales 0 PCR y VSG alteradas 1 D. Duración de los síntomas < 6 semanas 0 ≥ 6 semanas 1 Una puntuación ≥ 6 = AR. Notas: A. Las articulaciones pequeñas incluyen metacarpofalángicas, interfalángicas proximales, 2.ª a 5.ª metatarsofalángicas, interfalángica del 1.er dedo y carpos. No incluyen la 1.ª carpometacarpiana, la 1.ª metatarsofalángica o las interfalángicas distales. Las articulaciones grandes incluyen hombros, codos, caderas, rodillas y tobillos. B. Se consideran positivos todos los valores por encima del punto de corte, positivos a títulos elevados aquellos que superan × 3 el punto de corte de normalidad. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 958 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas Fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) Constituyen la base del tratamiento de la AR, siendo obligatorio su uso en todo paciente al que se le haya diagnosticado esta enferme- dad y de una forma lo más precoz posible. Son fármacos de natu- raleza y mecanismos de acción diversos que han demostrado que no sólo mejoran o incluso remiten los signos y los síntomas de la artritis, sino que pueden normalizar los parámetros biológicos de inflamación y retrasar la progresión del daño estructural de las articu- laciones. Existen diversos tipos de FAME, que se clasifican como se indica a continuación. Fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad sintéticos convencionales (FAMEsc) Son los fármacos de naturaleza química más utilizados y que suelen administrarse por vía oral: metotrexato, salazopirina, leflunomida, hidroxicloroquina. Metotrexato. Es el FAMEsc de referencia y la piedra angular del tratamiento de la AR tanto en fases iniciales como en fases evolucio- nadas de la enfermedad. El metotrexato es un fármaco antifólico que inhibe la enzima dihidrofolato reductasa necesaria para la síntesis de ácidos nucleicos; no obstante, su mecanismo de acción en la artritis es probablemente más complejo incluyendo otros efectos como el acúmulo intracelular de adenosina. Se puede utilizar por vía oral o subcutánea y siempre de forma semanal. La pauta recomendada es la llamada escalada rápida de dosis. La dosis inicial sería de 10 mg (algunos autores abogan por empezar con 15 mg) con incremento progresivo de la dosis en caso de respuesta parcial hasta llegar a los 2-3 meses aproximadamente a una dosis de 20-25 mg a la semana. Cuando se administra en dosis superiores a 15 mg/semana, se prefiere la vía sub- cutánea por su mejor biodisponibilidad. Se recomiendan suplementos de ácido fólico o folínico. Es un fármaco con tolerabilidad aceptable, siendo el efecto secundario más frecuente de tipo gastrointestinal, en especial, las náuseas. Puede producir también estomatitis y alopecia. Puede provocar anemia (macrocítica) y leucopenia, en general, leves. Es frecuente el aumento de transaminasas. Un efecto grave, aunque muy poco frecuente (0,4% de casos), es la neumonitis por hipersensibilidad que suele aparecer a los pocos meses de instaurado el tratamiento. Se elimina por vía renal, por lo que deben ajustarse las dosis en casos de insuficiencia renal. Es teratogénico. Leflunomida. Es el FAMEsc más utilizado en nuestro país des- pués del metotrexato. Inhibe la síntesis de pirimidinas al bloquear la dihidrato deshidrogenada, provocando una disminución de la activa- ción del linfocito T. Se administra por vía oral en dosis de 20 mg/día, que puede disminuirse a 10 mg/día en caso de intolerancia. Su vida media es larga y tiene circulación enterohepática. La leflunomida tiene un buen perfil de seguridad. Su efecto secundario más frecuente es la diarrea, siendo también frecuentes el aumento de transaminasas y la alopecia. Se considera también teratogénico. Salazopirina (sulfasalazina). En los países anglosajones se utiliza con mayor frecuencia que en nuestro país. La dosis es de 2-3 g/día y los efectos secundarios más frecuentes son los gastrointestinales. Puede utilizarse durante el embarazo. Antimaláricos. Actualmente, se utiliza la hidroxicloroquina y no la cloroquina por su mejor perfil de seguridad, especialmente a nivel oftalmológico (retinopatía). La dosis máxima es de 5 mg/ kg. Prácticamente siempre se utiliza en combinación con otros FAMEsc, ya que el beneficio clínico en monoterapia es muy dis- creto. Otros fármacos. Otros fármacos utilizados anteriormente como sales de oro, ciclosporina o azatioprina no forman parte ya del arsenal terapéutico de la AR en la actualidad. Fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad biológicos (FAMEb) Han representado una verdadera revolución en el campo de la AR, y otras enfermedades inmunomediadas por su gran eficacia clínica evitando la progresión del daño articular. Son proteínas de fusión o anticuerpos monoclonales diseñados con técnicas complejas de ingeniería genética producidos por cultivo de células. Van dirigidos contra diversas citocinas, especialmente el factor de necrosis tumoral y la interleucina 6, o contra antígenos de superficie celulares. Existen hoy en día 10 fármacos biológicos que tienen la indicación en la AR. Antagonistas del factor de necrosis tumoral o inhibidores del TNF (TNFi). Son los más utilizados y de los que se dispone de mayor experiencia clínica. En la actualidad hay cinco TNFi, cuatro anticuer- pos monoclonales (adalimumab, certolizumab pegol, golimumab, infliximab) y una proteína de fusión del receptor soluble del TNF (eta- nercept). Todos bloquean el TNF soluble y de membrana a pesar de que tienen características farmacocinéticas y farmacodinámicas distintas. Se administran por vía subcutánea, excepto infliximab, que se administra por vía intravenosa. La posología recomendada es: a) etanercept, 50 mg a la semana; b) adalimumab, 40 mg cada 2 semanas; c) certolizumab, 200 mg cada 2 semanas (alternativamente, 400 mg cada 4 semanas); d) golimumab, 50 mg/mes (alternativamente, 100 mg/mes en caso de sobrepeso), y e) infliximab, 3 mg/kg a las 0, 2, 6 semanas y después cada 6-8 semanas (posibilidad de incremento a 5 mg/kg). Los antagonistas del TNF ejercen un efecto rápido que se observa ya a los pocos días o semanas, siendo improbable que se observe beneficio clínico si este no se ha obtenido dentro de los 3 meses posteriores a su administración. No sólo produce mejoría clínica, incluida la remisión, sino que es el grupo farmacológico que ha demostrado más efecto sobre la progresión del dañoarticular (progresión radiológica). Debe utilizar- se en lo posible en combinación con metotrexato, ya que aumenta de forma notable su efectividad. No todos los pacientes mejoran, ya que un 20%-30% no responden a este tratamiento. La enfermedad recidiva tras su abandono en la práctica totalidad de los casos. En ausencia de estudios head to head, se considera que todos tienen una eficacia similar. Los anticuerpos monoclonales producen inmunogenicidad en algunos pacientes (anticuerpos antifármaco), circunstancia que se asocia a una pérdida de eficacia y puede minimizarse con el uso de metotrexato en combinación. En la actualidad, se dispone de fármacos antagonistas de TNF biosimilares de etanercept, adalimumab e infliximab. Antagonistas o inhibidores de la IL-6. Se dispone hoy en día de dos anticuerpos monoclonales dirigidos contra el receptor de la IL-6: tocilizumab y sarilumab. El tocilizumab es con el que se tiene más experiencia clínica y se utiliza por vía intravenosa (dosis de 8 mg/kg al mes) o subcutánea (162 mg/semana). El sarilumab, recientemente comercializado, se administra por vía subcutánea en dosis de 200 mg cada 2 semanas (en determinadas circunstancias puede disminuirse a 150 mg). Su eficacia clínica es comparable entre sí y a la de los antagonistas del TNF. Como característica particular cabe destacar su efecto importante sobre los reactantes de fase aguda, que se normalizan de manera rápida, así como sus efectos beneficiosos sobre la anemia. Son los fármacos de los que se dispone de mayor evidencia sobre su eficacia en monoterapia (sin combinación con metotrexato). Abatacept. Es una proteína de fusión del dominio extracelular del antígeno linfocitario CTL-4 y el fragmento Fc de la IgG. Se une a CD80 y CD86 de la superficie de las células presentadoras de antígeno y bloquea su interacción con el CD28 del linfocito T. Se utiliza por vía intravenosa de forma mensual (dosis entre 500 y 1.000 mg según el peso) o subcutánea (125 mg/semana). Su eficacia clínica es comparable a la del resto de los biológicos, debiéndose utilizar en combinación con metotrexato. Estudios recientes ponen de manifiesto que los ACPA podrían ser un biomarcador de mejor respuesta a este fármaco. Rituximab. Es un anticuerpo monoclonal quimérico dirigido contra la molécula de superficie CD20 del linfocito B provocando su depleción. Su eficacia sería también similar a la del resto de los biológi- cos y se recomienda utilizarlo en combinación con metotrexato u otros FAMEsc como leflunomida. Se utiliza por vía intravenosa en dosis de 1 g a la semana 0 y la semana 2. Estos ciclos se repiten cada 6 meses. Es más eficaz en pacientes seropositivos (FR y, especialmente, ACPA). Anakinra, un antagonista del receptor de la IL-1, también tiene indicación en la AR, pero no se utiliza por su menor efectividad respecto al resto de los biológicos. Efectos secundarios de los fármacos antirreumáticos modi- ficadores de la enfermedad biológicos. La seguridad de los FAMEb se ha analizado ampliamente en estudios observacionales y registros nacionales durante esta última década. Las principales preo- cupaciones han sido, entre otras, las infecciones y las neoplasias. Los pacientes con AR tienen de por sí un incremento del riesgo de Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 959 CAPÍTULO 117 Artritis crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. infecciones oportunistas y no oportunistas. Los datos actuales indi- carían que los FAMEb incrementarían de forma discreta el riesgo de infecciones graves, a excepción de la tuberculosis, donde el riesgo es mucho más elevado y está ampliamente documentado con todos los biológicos, especialmente los antagonistas del TNF. Se debe a una reactivación de una tuberculosis latente, por lo que en todo paciente que vaya a iniciar biológicos debe hacerse un despistaje de tuberculosis latente y administrarse tratamiento preventivo con isoniazida si los resultados son positivos. Se recomienda la vacunación antigripal y la antineumocócica antes de iniciar el tratamiento biológico. En cuanto a las neoplasias no parece que los FAMEb incrementen el riesgo de desa- rrollarlas, incluidos los linfomas. Otros efectos adversos menos graves que pueden aparecer con los FAMEb incluyen lupus eritematoso sis- témico inducido (muy raro a pesar de que es muy frecuente la aparición de anticuerpos antinucleares e incluso anti-DNA), psoriasis paradójica o citopenias, entre otros. Contraindicaciones de los fármacos antirreumáticos modifica- dores de la enfermedad biológicos. Los FAMEb están contraindica- dos en casos de infección activa o antecedentes recientes de neoplasia (en este caso rituximab, que tiene su indicación en linfoma, sería el de elección). Los antagonistas del TNF están contraindicados en la insu- ficiencia cardíaca (grados II-IV), mientras que parece que protegerían de la cardiopatía isquémica. Los antagonistas el TNF están también contraindicados en presencia de una enfermedad desmielinizante. Los antagonistas del TNF están considerados en la categoría B y el resto en la categoría C en cuanto a riesgo de teratogenicidad. Fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad sintéticos dirigidos (FAMEsd) Los FAMEsd son fármacos de naturaleza química dirigidos específi- camente a inhibir la señalización intracelular de distintas citocinas. Dentro de este grupo se incluyen los inhibidores de tirosín-cinasas (o jakinibs), el tofactitinib (inhibidor de JAK1 y JKA3) y el baricitinib (inhibidor de JAK 1 y JAK2), los cuales recibieron la aproba- ción en nuestro país para el tratamiento de la AR a finales de 2017. Se utilizan por vía oral en dosis de 5 mg cada 12 h en el caso del tofacitinib y de 4 mg/24 h (en situaciones especiales, 2 mg/24 h) en el caso del baricitinib. Su eficacia es en general similar a la de los FAMEb. Su acción es también muy rápida y han demostrado su efecto beneficioso sobre la progresión radiológica. Son eficaces en monote- rapia. Sus efectos adversos son parecidos a los de los FAMEb, con la excepción de una mayor incidencia de infección por herpes zóster. Están en fases avanzadas del desarrollo clínico en la AR los inhibidores de JAK1 upadacitinib y filgotinib. Estrategias de tratamiento de la artritis reumatoide Existe en la actualidad un amplio consenso en la estrategia de trata- miento a utilizar en los pacientes, que dependerá de la fase evolutiva de la enfermedad y el uso de terapias previas. Tratamiento de la artritis reumatoide de inicio reciente En pacientes diagnosticados recientemente de AR debe empe- zarse el tratamiento lo antes posible con metotrexato en monote- rapia en forma de escalada rápida de dosis. Se pueden utilizar los AINE de forma sintomática y se recomienda también utilizar de forma más o menos sistemática glucocorticoides como forma de terapia puente en espera de la respuesta al metotrexato. Se suelen utilizar dosis bajas, inferiores a 7,5-10 mg, o algo más elevadas con reducción progresiva de la dosis. Debe seguirse un control estrecho e intentar conseguir la remisión o la baja actividad de la enfermedad. En esta fase los controles deben ser frecuentes, cada 4-6 semanas, hasta la obtención del objetivo terapéutico. Muchos pacientes logran a los 3-6 meses un buen control de la artritis, pero en casi el 50% la terapia con metotrexato en monoterapia será insuficiente y deberá pasarse al siguiente escalón terapéutico. En caso de contraindicación al metotrexato (hepatopatía grave, insuficiencia renal) o intolerancia manifiesta, se pueden utilizar otros FAMEsc como leflunomida o salazopirina. Aunque algunos FAMEb tienen la indicaciónen esta fase (pacientes previamente no tratados con metotrexato) y su eficacia clínica es superior en ensayos clínicos, no se recomienda el metotrexato en monoterapia en las distintas guías de tratamiento al no demostrarse de forma clara que sea una estrategia coste-eficaz y por la posibilidad de sobretratamiento. Tratamiento de la artritis reumatoide después de no respuesta a una primera estrategia con fármacos modificadores de la enfermedad sintéticos En estos casos las posibilidades terapéuticas son múltiples: a) utilizar tratamiento con FAMEsc generalmente en combinación (metotrexa- to + leflunomida) o la llamada triple terapia (metotrexato + salazo- pirina + hidroxicloroquina); b) introducir FAMEb, o c) introducir FAMEsd (jakinibs). La decisión de una u otra estrategia se hará en función de las características del paciente, la vía de administración (oral o parenteral), la presencia de posibles factores pronósticos, las comorbilidades y los costes. El rituximab no tendría esta indicación en España. No se ha demostrado que una estrategia sea claramen- te superior a otra, aunque cada vez más se opta por utilizar un FAMEb o un jakinib. No existe tampoco un algoritmo terapéutico que recomiende un FAMEb o un jakinib sobre otro en esta fase. Se recomienda realizar este tratamiento en combinación con metotrexato; en caso de que existiera intolerancia a este fármaco, debería emplearse un inhibidor de la IL-6 o un jakinib. Un 60%-70% de los pacientes responden favorablemente al tratamiento en esta fase, aunque en menos de la mitad se logra la remisión de la enfermedad. Tratamiento de la artritis reumatoide después de fracaso a un fármaco modificador de la enfermedad biológico Con la estrategia actual las evidencias que se tienen son fundamen- talmente en caso de fracaso a un antagonista del TNF. En estos casos se puede utilizar otro FAMEb, incluso de la misma familia de los antagonistas del TNF, ya que el fracaso a uno no presupone nece- sariamente la falta de respuesta a otro. No obstante, cada vez más se tiende a utilizar un biológico con distinto mecanismo de acción (no antagonista del TNF). También estarían indicados los jakinibs, que han demostrado eficacia en esta población. En esta fase del tratamiento las tasas de respuesta son inferiores, no habiéndose demostrado una superioridad de unos fármacos frente a otros. El rituximab sí ten- dría indicación en esta fase, beneficiándose sobre todo los pacientes seropositivos. Cuando el paciente falla a diversos FAMEb de distinto mecanismo de acción, se considera que tiene una AR refrac- taria; esta es una situación difícil que puede verse hasta en un 10%-20% de los casos. Es importante descartar que la clínica del paciente sea debida a actividad inflamatoria (sinovitis) y no a otras comorbilidades (fibromialgia, artrosis, depresión). En esta situación los jakinibs podrían ser especialmente útiles, ya que sus tasas de respuesta no parecen relacionarse con el número de FAMEb previos utilizados. Cuando el fracaso se produce después del tratamiento con un FAMEb no antagonista del TNF o un jakinib, se desconoce cuál debería ser la secuencia de tratamiento más efectiva. Tratamiento de la artritis reumatoide en pacientes en que se ha cumplido el objetivo terapéutico Los pacientes que logran una remisión mantenida de la enfermedad deben continuar con el tratamiento farmacológico, ya que su retirada se sigue de una reactivación clínica en prácticamente la totalidad de los casos. Los pacientes, sin embargo, pueden mantener un buen con- trol de la enfermedad con dosis menores de fármaco, por lo que se permite en el caso de los FAMEb y, alternativamente, los jakinibs un ajuste de la dosis progresiva siempre de forma prudente y cuidadosa. En caso de recidiva clínica, la mayoría de los pacientes responden a la reintroducción de la dosis inicial. No se recomienda la retirada del metotrexato en pacientes tratados con FAMEb o FAMEsc, aunque es posible que necesiten dosis menores (10-15 mg/semana). Otras posibilidades terapéuticas La terapia local con glucocorticoides (acetónido o hexacetónido de triamcinolona) y, más raramente, la sinoviortesis radioactiva se pueden emplear en casos de artritis persistente que no mejora con tratamien- to sistémico. El tratamiento quirúrgico incluye la artroplastia total, Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 960 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas generalmente de rodilla y cadera, en casos de artritis destructiva y de forma menos frecuente en otras articulaciones como hombros, muñecas, codos o tobillos. La cirugía de fijación de la columna cervical es obligatoria en caso de subluxación atloaxoidea que provoque clínica neurológica o incluso en casos asintomáticos con una distancia entre altas y apófisis odontoides del axis superior a 9 mm. En casos de afec- tación grave con subluxación de metatarsofalángicas, la alineación de metatarsianos suele ser efectiva junto con medidas ortopédicas. En oca- siones, es necesaria la sinovectomía quirúrgica con reparaciones de los tendones extensores de la mano en caso de rotura. La fisioterapia puede ser útil en algunos casos y deberá ser individualizada para cada paciente en función de la repercusión funcional y el estado de su enfermedad. Es aconsejable incidir en los hábitos saludables de vida, así como en la adherencia al tratamiento y establecer una buena comunicación médico-paciente. El papel de la enfermería es fundamental. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Burmester GR, Pope JE. Novel treatment strategies in rheumatoid arthritis. Lancet 2017;389:2338-48. Firestein GS, McInnes IB. Immunopathogenesis of Rheumatoid Arthritis. Immunity 2017;46:183-96. Smolen JS, Aletaha D, McInnes IB. Rheumatoid arthritis. Lancet 2016;388:2023-38. Smolen JS, Landewé R, Bijlsma J, Burmester G, Chatzidionysiou K, Dougados M, et al. EULAR recommendations for the management of rheumatoid arthritis with synthetic and biological disease-modifying antirheumatic drugs: 2016 update. Ann Rheum Dis 2017;76:960-77. ARTRITIS IDIOPÁTICA JUVENIL J. Antón López Concepto La artritis idiopática juvenil (AIJ) comprende un grupo heterogéneo de enfermedades con diferentes manifestaciones iniciales, patogenia, curso evolutivo, pronóstico y tratamiento. Es el trastorno del tejido conectivo más frecuente en la infancia; es aún en algunos casos una causa de discapacidad a medio y largo plazo. Clasificación Desde 2001 se dispone de unos criterios clasificatorios consensuados con el apoyo de la International League Against Rheumatism (ILAR). La AIJ se define como una artritis de etiología desconocida, persis- tente durante 6 o más semanas, en un paciente menor de 16 años y en ausencia de otras enfermedades con participación articular. Se esta- blecen cinco exclusiones y se consideran siete categorías. Las exclusiones son las siguientes: a) psoriasis o antecedentes de psoriasis en el paciente o en un familiar de primer grado; b) artritis en un niño HLA-B27+ de más de 6 años de edad; c) espondilitis anquilosante, artritis relacionada con entesitis, sacroilitis con enfermedad inflamatoria del intestino, síndrome de Reiter o uveítis anterior aguda, o antecedentes de uno de estos trastornos en un familiar de primer grado; d) presencia de un factor reumatoide (FR) de tipo IgM en al menos dos determinaciones con un intervalo de al menos 3 meses, y e) presencia de una AIJ de inicio sistémico. Artritis idiopática juvenil de inicio sistémico Se caracteriza por presencia de fiebre durante al menos 2 semanas, que se ha documentado al menos durante 3 días consecutivos y que se asocia con uno o más de los siguientes síntomas: exantema evanescente, adenopatías generalizadas, hepatomegalia,esplenomegalia o serositis, y que se acompaña de artritis, concomitantemente o con posterioridad. Las exclusiones son: a, b, c y d. Artritis idiopática juvenil oligoarticular Es una artritis de una a cuatro articulaciones durante los primeros 6 meses de enfermedad. Se establecen dos subtipos: a) persistente, cuatro o menos articulaciones afectadas durante el curso de la enfermedad, y b) extensa, afecta a cinco o más articulaciones después de 6 meses de evolución de la enfermedad. Las exclusiones son: a, b, c, d y e. Artritis idiopática juvenil poliarticular FR (–) Es la afección de cinco o más articulaciones durante los primeros 6 meses de la enfermedad y FR negativo. Las exclusiones son: a, b, c, d y e. Artritis idiopática juvenil poliarticular FR (+) Es la afección de cinco o más articulaciones durante los primeros 6 meses de la enfermedad y FR positivo en al menos dos determinaciones con 3 meses de intervalo. Las exclusiones son: a, b, c y e. Artritis psoriásica Se caracteriza por artritis y psoriasis, o artritis y al menos dos de los siguientes: a) dactilitis; b) pitting ungueal u onicólisis, y c) psoriasis en un familiar de primer grado. Las exclusiones son: b, c, d y e. Artritis relacionada con entesitis Es una artritis y entesitis o artritis o entesitis con al menos dos de los siguientes: a) presencia de una historia de dolor en articulaciones sacroilíacas y/o dolor lumbosacro inflamatorio; b) HLA-B27+; c) inicio de la artritis en un niño de más de 6 años de edad; d) uveítis anterior aguda (sintomática), y e) historia de espondilitis anquilosante, artritis relacionada con entesitis, sacroilitis con enfermedad inflamatoria del intestino, síndrome de Reiter o uveítis anterior aguda en un familiar de primer grado. Las exclusiones son: a, d y e. Otras artritis Son características de un paciente con artritis de causa desconocida que persiste al menos 6 semanas y que no cumple criterios de ninguna de las otras categorías o cumple criterios para más de una de las otras categorías. Recientemente, se ha hecho una nueva propuesta de clasificación que está pendiente de validación y que consideraría cinco grupos: a) artritis idiopática juvenil sistémica; b) artritis idiopática juvenil factor reumatoide positivo; c) artritis idiopática juvenil relacionada con entesitis/espondilitis; d) artritis idiopática juvenil con anticuerpos antinucleares positivos, de inicio precoz, y e) otras artritis. Epidemiología Los datos sobre incidencia de la AIJ varían entre 1,9 y 22,6 por 100.000 niños menores de 16 años/año. Las cifras de prevalencia oscilan entre 10 y 148,1 por 100.000 niños menores de 16 años. En España, en un estudio realizado en Cataluña se observó una incidencia de 6,9 y una prevalencia de 39,7, cifras similares a las de otros países del sur de Europa. En un estudio de cohorte observacional, multinacional y trans- versal, se ha constatado que la forma sistémica y la relacionada con entesitis eran más frecuentes en el sureste de Asia, que la oligoarticular era más prevalentes en el sur de Europa y que la poliarticular factor reumatoide negativo lo era en Norteamérica. Etiopatogenia Se desconoce. Parecen existir factores predisponentes genéticos y ambientales. La existencia de familias con más de un miembro afecto destaca la importancia de la predisposición genética. Se han descrito asociaciones con moléculas HLA y no HLA. Así, la forma oligoarticular se ha asociado entre otros con HLA-A2, HLA-DRB1*11 y HLA- DRB1*08. La AIJ poliarticular con FR positivo se ha asociado con HLA-DR4, y un 76% de los pacientes con artritis relacionada con entesitis presenta HLA-B27. La AIJ poliarticular con FR positivo es el equivalente en la infancia a la artritis reumatoide con FR positivo del adulto y comparte los mismos cambios anatomopatológicos. Por otra parte, entre el 60% y el 90% de estos pacientes presentan anticuerpos anticitrulina positivos. En la actualidad, se incluye a la AIJ de inicio sistémico entre las enfer- medades autoinflamatorias. A pesar de que su etiología no se conoce, Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 961 CAPÍTULO 117 Artritis crónicas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. en los últimos años se ha avanzado en la comprensión de su patogenia y en el papel que juegan algunas citocinas, como las interleucinas 1 (IL-1) y 6 (IL-6). Se ha constatado que el suero de pacientes con AIJ de inicio sistémico induce la expresión de genes de la inmunidad innata, entre ellos, los de la IL-1. Por otra parte, en diferentes estudios se ha demostrado que los valores de IL-6 están aumentados en el suero y el líquido sinovial de los pacientes con AIJ de inicio sistémico, y que las células mononucleares de sangre periférica o de la sinovial producen espontáneamente valores altos de IL-6. Además, en esta enfermedad hay un aumento significativo de las concentraciones del receptor soluble de IL-6 (sIL-6R), que forma complejos con IL-6 y tiene relevancia patogénica in vivo. Esto, junto con el hecho de que los valores de IL-6 se correlacionan con los picos de fiebre, con la actividad de la enferme- dad, con el recuento plaquetario y con otras manifestaciones como el aumento de la osteoclastogénesis y el retraso del crecimiento, induce a considerar que la IL-6 puede explicar gran parte de los síntomas sistémicos y complicaciones secundarias de la AIJ de inicio sistémico. Cuadro clínico y exploraciones complementarias Artritis idiopática juvenil oligoarticular Supone un 27%-56% de las AIJ. Se caracteriza por la inflamación de una a cuatro articulaciones durante los primeros 6 meses de la enferme- dad. Normalmente se afectan grandes articulaciones (principalmente, rodillas y tobillos), y en la mitad de los casos, una sola articulación. Es más frecuente en la primera infancia con un pico de incidencia entre el año y los 2 años de edad; se observa más en niñas (3:1). No se observan manifestaciones sistémicas. Un 20% de estos pacientes pueden presentar una uveítis anterior, habitualmente crónica, que puede ser unilateral o bilateral, y entre cuyas características destaca su inicio insidioso y su carácter de indolora. Puede ser causa de secuelas importantes (sinequias, queratopatía en banda y cataratas, entre otras). Habitualmente no se observa aumento de los reactantes de fase aguda. En un 65%-85% de los casos se constata positividad de los ANA. Artritis idiopática juvenil poliarticular FR (–) Constituye un 11%-28% de las AIJ. Se caracteriza por inflamación de cinco o más articulaciones durante los primeros 6 meses de la enferme- dad y por la negatividad del FR. Se observa una incidencia aumentada sobre los 3 años y otro pico alrededor del final de la infancia-inicio de la adolescencia. Es más frecuente en niñas con una proporción de 3:1 en la primera infancia y de 10:1 en la preadolescencia. La artritis, que puede ser simétrica o no, afecta a articulaciones grandes y pequeñas. Ocasionalmente, puede acompañarse de febrícula. Los parámetros de inflamación están discretamente aumentados. En virtud de la presencia o ausencia de ANA, se distinguen dos subgrupos de pacientes: a) ANA positivos, que acontece en un 20%-40% de los pacien- tes y suele comprometer a menores de 6 años, predominantemente a niñas, con afección articular asimétrica y un riesgo aumentado de uveítis, y b) ANA negativos, en el que el inicio es a una edad más avanzada (7-9 años), la afección articular es simétrica y el riesgo de uveítis es más bajo. Artritis idiopática juvenil poliarticular FR (+) Supone entre un 2% y un 7% de las AIJ. Las características clínicas son similares a las de la artritis reumatoide del adulto. Elpatrón más característico afecta de manera simétrica a las articulaciones metacar- pofalángicas e interfalángicas proximales de las manos, las muñecas y las articulaciones metatarsofalángicas e interfalángicas proximales de los pies, aunque también pueden estar afectadas otras articulaciones de las extremidades y la columna cervical. Puede haber cierto grado de fatiga y pérdida de peso, pero la fiebre es rara. Un 30% de estos pacientes pueden presentar nódulos subcutáneos. Artritis relacionada con entesitis Suma en torno al 3%-11% de las AIJ. La media de edad en el momento del diagnóstico es de 11-12 años; es mucho más frecuente en niños (de 3:1 a 7:1). El inicio puede ser insidioso y los pacientes presentan dolor musculoesquelético, rigidez e inflamación de las articulaciones periféricas, sobre todo de las extremidades inferiores, acompañado de entesitis en una o más localizaciones alrededor de las rodillas o los pies. Aunque ausente al inicio, el compromiso axial puede aparecer poste- riormente, con afección característica de las articulaciones sacroilíacas. En ocasiones puede haber febrícula. Estos pacientes pueden presentar una uveítis aguda, usualmente dolorosa, que suele ser unilateral y puede ser recurrente. Artritis psoriásica Supone un 2%-11% de las AIJ. Su inicio sigue un patrón bifásico y es más frecuente hacia los 2-3 años y, con posterioridad, hacia los 10-14 años. Los más jóvenes, con inicio antes de los 5 años, suelen ser niñas con ANA positivos y presentan dactilitis. Los pacientes con un inicio más tardío se caracterizan por presentar entesitis y afección axial; no se evidencia diferencia de género. La enfermedad suele presentarse como una oligoartritis, aunque en ausencia de tratamiento un 60%- 80% de los casos progresarán a una afección poliarticular, usualmente asimétrica. Se observan lesiones de psoriasis en un 40%-60% de estos niños. En estos pacientes es más frecuente la afectación ungueal. Un 10%-15% pueden presentar una uveítis crónica similar a la de las formas oligoarticulares ANA positivos. Artritis idiopática juvenil de inicio sistémico Supone un 4%-17% de todas las AIJ. Se caracteriza por la presencia de síntomas sistémicos. La fiebre es característica, con picos una o dos veces al día hasta 39 °C, con un rápido descenso hasta la normalidad y un predominio por la tarde-noche. En algunas ocasiones al inicio de la enfermedad este patrón típico de la curva térmica puede no estar presente. También es característica la presencia de un exantema evanescente, de predominio en el tronco y la parte proximal de las extremidades. El exantema es migratorio, casi siempre asociado a los picos febriles, descrito clásicamente como asalmonado, con un centro pálido, macular en un 90% y maculopapular en un 10%. En algunas ocasiones puede ser pruriginoso o tener un fenómeno de Koebner asociado (aparición de lesiones en zonas de presión o traumatismo). En unos 2/3 de los pacientes se asocia hepatomegalia, esplenomegalia y/o poliadenopatías, y en un 25% de los casos se observa poliserositis. La artritis afecta a una o más articulaciones y puede aparecer al inicio de la enfermedad o durante el desarrollo de la misma. El patrón más característico es un inicio oligoarticular con un curso poliarticular. Aproximadamente un 50% de los pacientes muestra un curso monocí- clico o recurrente, mientras que el otro 50% presenta una inflamación persistente. La complicación más grave, y que puede estar presente en mayor o menor grado hasta en un 40% de estos pacientes en el inicio, es el síndrome de activación del macrófago, un tipo de linfohistiocitosis hemofagocítica secundaria. Se caracteriza por una activación exage- rada de los linfocitos T y los macrófagos que lleva a una respuesta inflamatoria excesiva. Este síndrome presenta clínicamente fiebre de difícil control, adenomegalias, hepatoesplenomegalia y, en casos más graves, ictericia, púrpura, equimosis, hemorragia en mucosas, afección del sistema nervioso central (convulsiones, desorientación) y fallo multiorgánico. En los análisis puede observarse una VSG normal, leucopenia, plaquetopenia y disminución del fibrinógeno, así como un aumento muy significativo en las cifras de ferritina, transaminasas, LDH y triglicéridos. La observación de hemofagocitosis en la punción medular o de otro órgano, si bien es confirmatoria del proceso, no siempre está presente. Diagnóstico diferencial Es muy amplio. La AIJ oligoarticular con afección monoarticular debe diferenciarse de las artritis infecciosas o traumáticas, pero tam- bién de enfermedades como hemofilia, neuroblastoma, tuberculosis o sinovitis vellonodular. La AIJ oligoarticular con afección de más de una articulación o la AIJ poliarticular deben incluir otros cuadros como artritis reactivas, artritis asociadas a otras enfermedades del tejido conectivo (como LES o enfermedad mixta del tejido conectivo), artritis asociada a enfermedad inflamatoria del intestino, sarcoidosis o neoplasias (leucemias, linfomas, tumores óseos, metástasis). El diagnós- tico diferencial de la AIJ de inicio sistémico debe incluir infecciones Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 962 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas bacterianas, tuberculosis, infecciones víricas, neoplasias, enfermedades del tejido conectivo (enfermedad de Kawasaki, LES, poliarteritis nudo- sa, dermatomiositis) y algunos de los síndromes autoinflamatorios. Pronóstico Depende fundamentalmente de la forma de inicio y del tiempo trans- currido hasta conseguir el control de la enfermedad, así como de los efectos adversos de algunos tratamientos, como los glucocorticoides. Las formas de AIJ oligoarticular presentan fundamentalmente el riesgo de diferencias en la longitud de las extremidades inferiores en caso de actividad persistente no controlada en rodillas y/o tobillos, y de afección de la visión por uveítis anterior crónica, que en ocasiones puede llevar incluso a la ceguera. En las formas de AIJ poliarticular y de AIJ de inicio sistémico en las que puede tardarse meses o años en conseguir el control de la enfermedad, hay más riesgo de lesión articular. En las formas de AIJ de inicio sistémico con difícil control se ha descrito la aparición de amiloidosis, si bien hoy en día es una complicación muy rara. Aunque se creía que tras la adolescencia estos pacientes entraban en remisión, hoy en día se conoce que no es así; las cifras varían entre los diferentes subtipos. En un estudio canadiense, llevado a cabo con una cohorte de 1.100 pacientes, se ha puesto de manifiesto que a los 5 años del inicio estarían en remisión (entendida como 12 meses de enferme- dad inactiva una vez suspendidos todos los tratamientos) un 45% de los pacientes con AIJ de inicio sistémico, un 55% de los pacientes con AIJ oligoarticular, un 15% de los pacientes con AIJ poliarticular FR negativo y un 0% de los que presentan AIJ poliarticular FR positivo. En general, puede considerarse que un 60% de los pacientes persistirán con artritis a los 5 años. Tratamiento El tratamiento de la AIJ depende de la forma de inicio y su gravedad. En la forma de AIJ oligoarticular se recomienda la infiltración intraar- ticular con glucocorticoides, junto con metotrexato oral en dosis de 10 mg/m2 por semana (o 0,3 mg/kg por semana). En aquellos pacientes sin respuesta o con una respuesta incompleta a las 6-8 semanas, se puede aumentar a 15 mg/m2 por semana s.c. Una alternativa es la leflu- nomida, y en pacientes con el subtipo artritis relacionada con entesitis, con afección de articulaciones periféricas, la sulfasalazina. En caso de falta de respuesta en otras 6-8 semanas, se recomienda pasar a uno de los anti-TNF (etanercept o adalimumab). Menciónespecial merecen los pacientes con uveítis asociada a la AIJ, en los que, en caso de falta de respuesta al tratamiento tópico con glucocorticoides y ciclopléjicos y metotrexato oral o subcutáneo, el anti-TNF de primera elección sería el adalimumab o, en su defecto, el infliximab, que han mostrado mejor respuesta en esta complicación que el etanercept. En la forma de AIJ poliarticular se recomienda iniciar metotrexato en el diagnóstico, que puede acompañarse de AINE e infiltraciones intraarticulares de las articulaciones más limitantes para la calidad de vida del paciente. Asimismo, en ocasiones se recomienda la adminis- tración de glucocorticoides orales en dosis bajas. En caso de persistencia de la actividad inflamatoria a pesar del aumento de la dosis de meto- trexato (de 10 a 15 mg/m2 por semana), a los 3-6 meses se recomienda iniciar tratamiento con un anti-TNF (etanercept o adalimumab) o anti-IL-6 (tocilizumab). Si persiste la inflamación, se recomienda pasar a un segundo anti-TNF, cambiar de diana terapéutica (TNF o IL-6) o iniciar tratamiento con abatacept. En la forma de AIJ de inicio sistémico, el tratamiento clásico han sido los glucocorticoides por vía oral (prednisona p.o., 1-2 mg/kg al día), aunque su administración en pulsos (metilprednisolona, 30 mg/kg al día; dosis máxima de 1 g) en ciclos de 3 días seguidos se ha asociado con una mejoría más rápida y una disminución de las dosis totales del fármaco y, por consiguiente, de sus efectos adversos asociados. En caso de pobre respuesta se recomienda añadir un anti-IL-1 (anakinra, canakinumab), o un anti-IL-6 como el tocilizumab. En la actualidad, algunos autores postulan el tratamiento inicial con un inhibidor de la IL-1 como la anakinra con o sin la administración concomitante de glucocorticoides. Para el seguimiento de esta enfermedad se han definido unos cri- terios de inactividad y remisión con y sin tratamiento (criterios de Wallace). Por otra parte, existen encuestas específicas de calidad de vida validadas en castellano (childhood Health Assessment Questionnaire [cHAQ]), criterios de respuesta clínica y mejoría (ACR Pedi 30, 50, 70, 90), índices de actividad (Juvenile Arthritis Disease Activity Score [JADAS]) e índices de daño (Juvenile Arthritis Damage Index [JADI]). La fisioterapia con el objetivo de mantener la movilidad articular, impedir la atrofia muscular y conseguir un correcto rendimiento aeróbico de los pacientes, junto con la atención al desarrollo somático y psicológico del niño, son también piezas claves en el tratamiento. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Consolaro A, Giancane G, Alongi A, van Dijkhuizen EHP, Aggarwal A, Al- Mayouf SM, et al. Phenotypic variability and disparities in treatment and outcomes of childhood arthritis throughout the world: an observational cohort study. Lancet Child Adolesc Health 2019;3:255-63. Guzman J, Oen K, Tucker LB, Huber AM, Shiff N, Boire G, et al. The outco- mes of juvenile idiopathic arthritis in children managed with contempo- rary treatments: results from the ReACCh-Out cohort. Ann Rheum Dis 2015;74:1854-60. Martini A, Ravelli A, Avcin T, Beresford MW, Burgos-Vargas R, Cuttica R, et al. Toward New Classification Criteria for Juvenile Idiopathic Arthritis: First Steps, Pediatric Rheumatology International Trials Organization International Consensus. J Rheumatol 2019;46:190-7. Modesto C, Antón J, Rodríguez B, Bou R, Arnal C, Ros J, et al. Incidence and prevalence of juvenile idiopathic arthritis in Catalonia (Spain). Scand J Rheumatol 2010;39:472-9. ENFERMEDAD DE STILL DEL ADULTO A. Olivé Marqués Concepto Es una enfermedad que se caracteriza por la asociación de fiebre en agujas, artritis o artralgias, exantema cutáneo y odinofagia. Puede ma- nifestarse en cualquier edad, fundamentalmente entre los 18 y los 45 años. La relación varón:mujer es de 1:1. Actualmente, la enfermedad de Still del adulto y la forma sistémica de la artritis idiopática juvenil (enfermedad de Still del niño) se consideran una misma entidad. Etiología Se desconoce. La etiología vírica es plausible, aunque algunos autores postulan que se trata de una vasculitis. La predisposición genética puede tener un papel relevante, concretamente el antígeno de his- tocompatibilidad HLA-B35. Anatomía patológica No existe una anatomía patológica característica. En la biopsia de las lesiones cutáneas se evidencia un infiltrado perivascular de linfocitos; en ocasiones, se observa una vasculitis leucocitoclástica. En los gan- glios existe hiperplasia reactiva y en el hígado puede haber dilatación sinusoidal. Cuadro clínico El comienzo de la enfermedad suele ser agudo. La fiebre es diaria y de predominio vespertino. Es típica la presencia de dos picos febriles diarios, superiores a 39 °C. Es habitual que se acompañe de odinofagia o incluso que esta preceda al resto de los síntomas. Las artralgias y la poliartritis afectan a las articulaciones de las rodillas, los tobillos y las muñecas, aunque pueden afectarse numerosas articulaciones. Los síntomas articulares pueden ser migratorios al inicio, para después hacerse persistentes. El exantema cutáneo es evanescente; suele ser poco pruriginoso, de carácter macular o maculopapular y de color rosa asalmonado. Aparece en tronco, partes proximales de las extremidades y zonas de presión, por lo general durante los episodios febriles. Cursa con dermografismo. También puede haber adenopatías, pleuritis, pericarditis, miositis, neumonitis, hepatomegalia y esplenomegalia. En ocasiones, se produce un fallo multiorgánico. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 963 CAPÍTULO 118 Espondiloartritis Exploraciones complementarias Es característica la elevación de los reactantes de fase aguda. La VSG es mayor que 70 mm/h. Otras características son leucocitosis con neu- trofilia, anemia normocroma y normocítica e hipertransaminasemia. La ferritina plasmática suele estar aumentada. Los anticuerpos antinuclea- res, el factor reumatoide y los anticuerpos antipéptidos citrulinados son negativos. Las alteraciones radiológicas son inespecíficas. La afección de las articulaciones del carpo y metacarpofalángicas es característica. En la fase inicial suele existir osteopenia y tumefacción de partes blandas. La artropatía puede evolucionar hacia la anquilosis. Diagnóstico Debe hacerse por exclusión. Para facilitar el diagnóstico de la enfer- medad de Still se han propuesto criterios mayores (fiebre, exantema cutáneo, artritis y neutrofilia) y menores (serositis, artralgias, mialgias, faringitis no exudativa, alteración hepática, adenopatías, esplenome- galia y afección de cualquier otro órgano). La presencia simultánea de los cuatro criterios mayores establecería el diagnóstico de certeza, y la existencia de fiebre, artritis, otro criterio mayor y uno o varios criterios menores indicaría el de probabilidad. El diagnóstico diferencial es amplio. La fiebre y las artralgias son frecuentes en otras entidades tales como linfomas, infecciones, neo- plasias, fiebre reumática y lupus eritematoso sistémico. Pronóstico Alrededor de un 30%-50% de los pacientes presenta un curso crónico con una artritis erosiva. Un tercio de los pacientes sufre un único brote (patrón monocíclico) y un cuarto evoluciona en forma de brotes (patrón policíclico). Las recidivas varían considerablemente en frecuen- cia y gravedad, si bien los síntomas en ellas suelen ser más leves que al inicio de la enfermedad. Un 80% de los pacientes mantiene una capacidad funcional de grado I o II, es decir, tiene autonomía. Durante la evolución puede instaurarse una afección erosiva de las articulaciones y desarrollarse una amiloidosis de tipo AA. Tratamiento No existen estudios controlados sobre el tratamiento de la
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