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Enfermedades óseas GENERALIDADES J. González Macías Tejido óseo La estructura de los huesos permite distinguir una corteza externa de tejido compacto, conocida como hueso cortical, la cual se continúa en el interior con un tejido de aspecto esponjoso (hueso trabecular), constituido por un entramado de tabiques que se orientan en relación con las líneas de fuerza, siendo más gruesos los que lo hacen paralela- mente a ellas. El hueso cortical predomina en los huesos largos de las extremidades (es el único tipo de hueso en las diáfisis) y el trabecular en el esqueleto axial (vértebras y pelvis) y en los extremos de los huesos largos. El hueso compacto representa el 80% de la cantidad total de hueso y el esponjoso el 20% restante. Por su estructura, al primero le corresponde tan sólo el 30% de la superficie ósea. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 1019 CAPÍTULO 128 Enfermedades óseas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. El hueso está constituido por un tipo especializado de tejido conectivo consistente en una matriz mineralizada y tres tipos de células: osteoblastos (OB), osteocitos y osteoclastos (OC). Los OB pueden encontrarse en situación de reposo o en actividad (para formar hueso). Los OB en situación de reposo son aplanados y forman una cubierta continua en la superficie del tejido óseo, por lo que también se llaman osteoblastos de superficie o de revestimiento. Los OB activos son cúbicos y se disponen en las superficies óseas en formación. Los OB son células de estirpe mesenquimatosa, por lo que tienen un origen común con los adipocitos, los fibroblastos y los miocitos. Parte de ellos, tras formar hueso a su alrededor, quedan enterrados en el seno del mismo, para transformarse en osteocitos, de forma estrellada, que se comunican entre sí y con las células de la superficie a través de prolongaciones de su citoplasma. Los osteocitos están capacitados para detectar la carga mecánica y las microlesiones de la matriz. Los OC son células multinucleadas destructoras de hueso y siempre desarrollan su actividad en una superficie ósea (en general interna: trabecular, endocortical o del canal de Havers; menos veces del periostio). Su efecto resortivo se debe a la producción de hidrogeniones y enzimas proteolíticas, como la catepsina K. Derivan de un precursor común con el de las células monocito-macrofágicas. La matriz ósea posee componentes orgánicos e inorgánicos. El 95% de la matriz orgánica está constituido por fibras de colágeno de tipo I. El resto corresponde a material amorfo del que forman parte diversas proteínas importantes funcionalmente. Los componentes inorgánicos están fundamentalmente constituidos por fosfato cálcico, depositado como cristales de hidroxiapatita o de manera amorfa en el 99% de la matriz orgánica. El 1% restante no presenta depósitos de sales minerales y recibe el nombre de osteoide. En el hueso cortical, las láminas óseas se disponen en cilindros concéntricos, constituyendo los sistemas de Havers. En el hueso trabe- cular, las láminas presentan una morfología entre plana y semilunar; se disponen paralelamente en paquetes equivalentes a sistemas de Havers abiertos. Ambos sistemas laminares se conocen como osteonas o unidades estructurales óseas. El concepto de calidad ósea se refiere a aquellos aspectos diferentes de la masa ósea que condicionan la resistencia del hueso. Algunos de ellos guardan relación con la disposición del tejido óseo y se califican de estructurales (macroestructurales, como la geometría, o microes- tructurales, como la conexión trabecular). Otros están relacionados con el propio tejido óseo (características del colágeno, presencia de microfracturas y otros). Modelación y remodelación óseas El hueso está sometido a continuas transformaciones que pueden sis- tematizarse en dos tipos: modelación y remodelación. Modelación Es el conjunto de modificaciones que experimenta el hueso a lo largo de la vida para mantener sus características morfológicas y adaptarse a las cargas mecánicas a las que está expuesto. Las modificaciones más marcadas ocurren durante el crecimiento. El hueso recién formado, en el cartílago de crecimiento, tiene la anchura de la metáfisis; a medida que los extremos óseos se separan, la zona metafisaria se transforma en diáfisis —de menor anchura—, para lo cual debe sufrir fenómenos de resorción subperióstica. En cuanto a la diáfisis, experimenta por una parte fenómenos de resorción en su superficie endóstica para permitir el crecimiento de la cavidad medular y, por otra, fenómenos de aposición subperióstica, por los que crece en anchura. Tras finalizar el crecimiento se mantiene un ligero grado de forma- ción perióstica de forma fisiológica. Según las necesidades mecánicas, así como por la acción de los fármacos osteoformadores, también pueden producirse fenómenos de modelación en el endostio y las superficies trabeculares. En la remodelación ósea (v. más adelante) la formación ósea se desarrolla a continuación de la resorción, en el mismo sitio en que ha tenido lugar esta (lo que se conoce como acoplamiento). En la mode- lación, en cambio, la formación ocurre en superficies no resorbidas previamente. Remodelación Constituye el proceso en virtud del cual el hueso se renueva conti- nuamente. Su finalidad es evitar la acumulación de lesiones de fatiga y, además, contribuye a la adaptación del mismo a las necesidades mecánicas de cada momento. Se lleva a cabo mediante la acción sucesiva de OC y OB en un punto concreto de una superficie ósea (acoplamiento) (fig. 128-1). El hueso recién formado se deposita por capas, inicialmente sin mineralizar (osteoide). La mineralización tiene lugar tras un tiempo de maduración de unos 10 días de promedio. También se realiza por capas, según el mismo orden que la aposición ósea. La zona de transición entre el hueso mineralizado y el que no lo está constituye el «frente de mineralización», que posee la característica de tener apetencia por las tetraciclinas. El conjunto de OC y OB que, de manera coordinada, actúan en un lugar concreto de una superficie ósea para su renovación recibe el nombre de unidad de remodelación ósea (BRU). El nuevo segmento de tejido óseo resultante de dicha actuación es la unidad estructural ósea, referida anteriormente. En el hueso cortical, los OC actúan en la superficie interna del sistema de Havers, labrando una cavidad tuneliforme paralela a su eje; el resultado de la actuación posterior de los OB es el paquete de láminas cilíndricas concéntricas que constituye un sistema de Havers nuevo. En cambio, en el hueso trabecular los OC actúan en la superficie y labran cavidades de tipo lacunar (lagunas de Howship). Durante cada ciclo de remodelación se produce una pérdida tem- poral de masa ósea, en tanto que el hueso destruido por los OC es repuesto por los OB. El conjunto de hueso que, en un momento determinado, falta del esqueleto por estar en fase de renovación se denomina espacio en remodelación (o perdido transitoriamente). En condiciones normales viene a suponer en el hueso trabecular un 5% de su volumen; en condiciones patológicas puede alcanzar hasta un 20%. Aunque transitoriamente, el hueco producido por los OC en la BRU adelgaza y sobrecarga mecánicamente la trabécula en ese punto, que por ello se califica de concentrador de tensión. Figura - Remodelación ósea. Se representan dos unidades de remodelación ósea, una en el hueso cortical (vertical) y otra en el trabecular (horizontal). Las flechas indican la dirección en que se des- plazan. Delante van los osteoclastos (multinucleados), que destruyen hueso, y detrás los osteoblastos (con un único núcleo), que lo forman. Las unidades trabeculares avanzan por la superficie mientras labran una especie de surco, en general zigzagueante. Las del hueso cortical, en el seno del mismo (aunque inician su acción en la superficie del canal de Havers),labran un túnel de disposición rectilínea y paralela al eje del hueso. Ello proporciona la impresión de que la unidad trabecular es, desde el punto de vista espacial, una mitad de la cortical. En la figura no se representa la membrana celular que cubre las unidades de remodelación y que es una continuación de la capa de osteoblastos que recubre la superficie ósea. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1020 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas Recambio y balance óseos Se conoce por recambio (turnover) óseo el volumen de hueso renovado por unidad de tiempo. Las variaciones en el recambio óseo, aunque pueden deberse a modificaciones en la actuación de los OC y los OB, se deben principalmente a cambios en el número de BRU. El recambio óseo es más intenso en el hueso trabecular que en el cortical. Se denomina balance óseo a la diferencia entre el volumen de hueso formado y el resorbido en cada BRU. Si la cantidad de hueso destruido y la formada son equivalentes, el balance será de cero y la masa ósea no variará. Si se forma menos hueso del que se destruye, el balance óseo resulta negativo, lo que determina pérdida de masa ósea. La máxima masa ósea se alcanza entre los 20 y 40 años. A partir de esta edad, el balance óseo de cada unidad, que hasta entonces era cero, se hace negativo (se calcula que en un 3%). El resultado es el desarrollo de una pérdida progresiva de masa ósea (por término medio, 0,6%-0,7% del esqueleto al año). Cuando coincide una situación de balance óseo negativo con una de aumento de recambio, las pérdidas óseas totales se incrementan, ya que aumenta el número de unidades que pierden hueso. La pérdida por balance negativo no es transitoria, sino definitiva. En la mujer tras la menopausia se produce una pérdida rápida de hueso (3% anual), suma de las pérdidas por aumento del número de BRU (debido a la depleción de estrógenos) y, por tanto, del espacio en remodelación, y de las pérdidas por balance negativo. Tras 5-10 años el número de BRU se estabiliza y las pérdidas se enlentecen, aunque continúan. Regulación de la remodelación y el recambio óseos En la regulación de la remodelación ósea interviene un elevado número de factores, tanto locales como generales. La existencia de algunos de ellos sólo se intuye, sin que lleguemos a conocerlos. Factores locales Se piensa que, cuando una unidad de tejido óseo debe ser renovada, dicha necesidad es detectada por los osteocitos, los cuales envían diversas señales a la superficie ósea. Algunas de ellas (VEGF, vascular endotelial growth factor) atraen capilares y, con ellos, precursores de los OC. Otras (RANKL o ligando del receptor RANK) estimulan (en unión con el factor estimulador de colonias monocíticas o F-MCS) estos precursores para que maduren y lleven a cabo su función. El RANKL es producido por células del estroma de la médula ósea, por células osteoblásticas inma- duras y, sobre todo, por los osteocitos. Una vez destruida la cantidad adecuada, los OC son inhibidos por varios factores. Uno de ellos es la osteoprotegerina (OPG), una sustancia producida por células de estirpe osteoblástica, incluidos los osteocitos; la OPG tiene una gran afinidad por el RANKL, al que se une para impedirle actuar sobre el RANK. Otro factor que inhibe los OC es el TGF-β, que está depositado en el hueso y es liberado del mismo cuando es destruido. Una vez finalizada la resorción ósea, comienza la formación de hueso nuevo, para lo que debe estimularse la actividad osteoformadora de los OB. A ello contribuyen algunas de las sustancias liberadas del hueso durante su resorción, como el mismo TGF-β, así como otras producidas por los propios OC (proteí- nas Wnt y proteínas morfogenéticas del hueso o BMP). La intervención de estas sustancias justifica el acoplamiento entre OC y OB previamente descrito. Una vez iniciada la actividad osteoblástica, es mantenida por diversos factores locales, entre los que destacan las mismas proteínas Wnt y las BMP producidas por diversos tipos celulares. Cuando los OB han formado la cantidad de hueso prevista, reciben señales inhibidoras, con lo que finaliza la formación ósea. Se cree que la principal señal inhibidora es la esclerostina, sustancia producida por los osteocitos que inhibe la actuación de las proteínas Wnt. El conocimiento de estas sustancias es importante porque el tratamiento de diversas enfermedades óseas se basa en su modificación. En los últimos años se insiste en que las unidades de remodelación se encuentran cubiertas por una membrana celular (canopy), que se continúa con los osteoblastos de superficie del tejido óseo, lo que configura un espacio cerrado que facilita el contacto de los factores locales referidos con las células, así como el de estas entre sí. Al margen de las sustancias referidas, existen otros factores locales reguladores de la remodelación, producidos por células del microam- biente óseo, entre los que destacan las llamadas citocinas inflamatorias (IL-1, TNF, IL-6), que estimulan a los OC y, por tanto, la resorción ósea. Su actuación sobre los OC puede ser directa o indirecta, a través de células de estirpe osteoblástica, en las que modifican la relación RANKL/OPG. Factores generales Los factores generales son de carácter hormonal y, entre ellos, deben citarse en primer lugar las llamadas hormonas calciotropas (PTH, vita- mina D, calcitonina). La calcitonina actúa directamente sobre los OC, a los que inhibe. La PTH y la vitamina D aumentan la actividad osteoclástica actuando a través de células de linaje osteoblástico, en las que aumentan la relación RANKL/OPG. Pese a ello, el efecto final de la vitamina D es inhibir los OC, ya que tanto por aumentar la absorción intestinal de calcio como por actuar directamente sobre las células paratiroideas reducen la secreción de PTH. Otras hormonas con importante repercusión esquelética son los estrógenos y los glucocorticoides. Los estrógenos actúan de forma compleja. Por una parte, pueden inhibir los OC al actuar directamente sobre ellos. Por otra parte, lo hacen también indirectamente, a través de los OB, en los que disminuyen la relación RANKL/OPG. Además, actúan a través de los linfocitos T, que también producen RANKL y citocinas. Los estrógenos intervienen no sólo en la homeostasis esque- lética femenina, sino también en la masculina, en la que de hecho son más importantes que los andrógenos. Se cree que el mecanismo de acción de estos es similar al de los estrógenos. Los glucocorticoides actúan sobre los OB con un doble efecto: inhibición de su actividad osteoformadora y aumento de la relación RANKL/OPG, con lo que indirectamente estimulan a los OC. Este segundo efecto es, sin embargo, transitorio. Como se ha señalado, los linfocitos T producen sustancias que actúan sobre el esqueleto. El efecto global unas veces es protector y otras perjudicial. En relación con lo segundo, debe recordarse la pérdida de hueso que acompaña a la artritis reumatoide. Entre los factores reguladores de la remodelación deben recordar- se, finalmente, los de carácter mecánico, que son detectados por los osteocitos. La carga mecánica da lugar a un aumento de masa ósea (mediante una inhibición de la esclerostina y el RANKL), y su falta, a la pérdida de la misma (mediante su aumento). La remodelación no tiene sólo como finalidad el mantenimiento del esqueleto en condiciones mecánicas adecuadas, sino también la regulación de la calcemia (al resorber hueso, sale calcio a la sangre). Lo primero significa que, cuando aparece una alteración en un lugar concreto del esqueleto (p. ej., una microfractura), debe generarse una BRU en el mismo que renueve la zona en que asienta dicha alteración. Este tipode remodelación se califica de dirigida. La segunda finalidad implica la aparición de BRU en lugares del esqueleto que no sufren alteraciones estructurales, lo que se califica de remodelación no dirigida. Los mecanismos de regulación son, en el primer caso, predominante- mente locales y, en el segundo, generales. Regulación de la modelación ósea Es peor conocida que la de la remodelación. El principal factor esti- mulador de la formación por modelación es la sobrecarga mecánica. La formación por modelación que ocurre en el periostio a lo largo de la vida es estimulada por la testosterona, pero inhibida por los estrógenos (de ahí el mayor grosor de los huesos del varón). También la estimulan la GH, el IGF-1, las proteínas Wnt y la PTH. Osteopatías metabólicas Concepto Las osteopatías metabólicas son consecuencia de un trastorno de la modelación o de la remodelación. Las alteraciones de la modelación suelen manifestarse cuando la enfermedad está presente desde la infancia (aunque no siempre es así). El resultado puede ser la ausencia de resorción subperióstica metafisaria, con deformidad del hueso en matraz de Erlenmeyer, o la ausencia de resorción en el endostio, con Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 1021 CAPÍTULO 128 Enfermedades óseas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. estrechez de la cavidad medular y aumento del grosor cortical (osteope- trosis). Otras veces hay un aumento de la formación ósea que, si se da en el periostio, puede producir deformidades y comprimir nervios, por ejemplo, en la esclerosteosis, por falta de esclerostina. Desde el punto de vista de las enfermedades del adulto, interesan más los trastornos de la remodelación, que puede alterarse de diversas formas: Balance negativo de las BRU. La pérdida ósea resultante puede dar lugar al desarrollo de osteoporosis. Aumento del número de BRU. Si las BRU están en balance negativo, el aumento de su número (aumento del recambio) incrementa las pérdidas óseas y facilita también el desarrollo de la osteoporosis. Falta de mineralización del hueso recién formado. El resultado es la osteomalacia. Pérdida del acoplamiento. Supone que a la destrucción ósea en algunos lugares no se siga la formación de hueso, lo que acaba por determinar la aparición de zonas líticas (p. ej., osteítis fibrosa quís- tica, lesiones del mieloma). Balance positivo de las BRU. Determina un aumento de la masa ósea, como ocurre en la esclerosteosis, antes citada a propósito de un aumento de la formación perióstica. Remodelación acelerada y caótica. Da lugar a un hueso de trabecu- lación anormal, como ocurre en la enfermedad de Paget. Cuadro clínico Las principales manifestaciones de las osteopatías metabólicas son el dolor, las deformidades y las fracturas. El dolor varía mucho en sus características según el trastorno que lo produce. Como regla general puede decirse que es agudo cuando se debe a una fractura (aplastamien- to vertebral) y sordo cuando se debe a la alteración ósea propiamente dicha (osteomalacia, enfermedad de Paget). Las deformidades varían también según el tipo de trastorno. En unas ocasiones se deben a un crecimiento óseo excesivo y en otras a que el hueso es más blando de lo normal. También pueden producirse deformidades por la existencia de fracturas (p. ej., cifosis en las fracturas vertebrales). Las fracturas son consecuencia de un aumento de la fragilidad ósea. Las causas del aumento de fragilidad son diversas: disminución de la masa ósea total o de la mineralizada; alteraciones de la arquitectura o, en general, de la calidad del hueso; pérdida focal de sustancia ósea. Las alteraciones de la calidad explican que en algunas situaciones de aumento patológico de masa ósea haya, paradójicamente, un incremento de la fragilidad. Ocasionalmente se pueden observar las denominadas fracturas por insuficiencia, resultado de la exposición a una sobrecarga repetida de un hueso anormal. En ellas no hay desplazamiento de los extremos óseos, que simplemente se ven separados en la radiografía por una línea radiotransparente en la cortical del hueso. En el caso concreto de los trastornos de la mineralización revisten la forma conocida como líneas de Looser-Milkman. Estas lesiones se califican también como seudofracturas. Es también posible, e incluso frecuente, la ausencia absoluta de manifestaciones. Exploraciones complementarias Análisis bioquímicos de sangre Los parámetros que habitualmente se valoran en las osteopatías meta- bólicas son el calcio, el fosfato y los marcadores del recambio óseo. De estos el más fácil de determinar es la fosfatasa alcalina. En la tabla 128-1 se señala su comportamiento en los trastornos más típicos. La calcemia normal oscila entre 8,5 y 10,5 mg/dL (2,1 y 2,6 mmol/L). Dado que una proporción grande (alrededor del 40%) del calcio sérico está unida a las proteínas —fundamentalmente a la albúmina—, las modificaciones en la concentración de estas deter- minan cambios paralelos en la calcemia total. A fin de que estos no se interpreten como debidos a modificaciones en el calcio iónico, se aconseja aplicar un índice corrector, que consiste en sumar o restar 0,8 mg de calcio por cada g/dL que la albúmina sea menor o mayor, respectivamente, de 4 g/dL (0,2 mmol de calcio por cada 10 g/L que la albúmina sea menor o mayor de 40 g/L). La concentración de fosfato oscila en condiciones normales entre 2,5 y 5 mg/dL (0,7 y 1,15 mmol/L). La fosfatasa alcalina sérica total es en un 50% de origen hepático y en un 50% de origen óseo. Su determinación es, por tanto, relativamente inespecífica. Su elevación debe sugerir un origen óseo si la gammaglutamil-transpeptidasa (GGT) es normal. Los marcadores del recambio óseo son sustancias que indican la actividad formativa o resortiva del hueso. La fosfatasa alcalina es un marcador de formación. Es poco sensible, por lo que sólo es útil cuando las modificaciones del recambio son muy intensas (enferme- dad de Paget). En las demás ocasiones (osteoporosis) se utilizan otros marcadores. El número de los que están disponibles es relativamente alto, lo que en gran parte se debe a que a lo largo del tiempo se han buscado marcadores nuevos, ante las limitaciones de los previamente existentes. En este momento, probablemente los marcadores de mayor interés son P1NP (propéptido aminoterminal del procolágeno de tipo I) como marcador de formación y β-CTX (telopéptido carboxiterminal del colágeno de tipo I) como marcador de destrucción, ambos en la forma determinada en sangre. Próximo al β-CTX, y de significado similar, es el NTX (telopéptido aminoterminal del colágeno de tipo I). Análisis de orina El límite superior de la normalidad de la calciuria es de 4 mg/kg de peso y día (0,1 mmol/kg de peso y día) para una persona con dieta libre (sin restricción cálcica). El límite inferior es más difícil de establecer, pero probablemente un buen punto de referencia sea el de 100 mg/día (2,5 mmol/día). Con frecuencia, la calciuria se expresa en relación con la creatinuria. En este caso, los límites de la normalidad son aún más difíciles de señalar, pero probablemente sea útil recordar las cifras de 0,21 y 0,10 mg de calcio/mg de creatinina para los límites superior e inferior, respectivamente (0,6 y 0,3 moles de calcio/mol de creatinina). La calciuria de 24 h es un índice de absorción intestinal de calcio. Análisis hormonales De las denominadas hormonas calciotropas, la determinada con más frecuencia es la 25(OH)D, que se considera exponente de la dotación del organismo en vitamina D y que, por tanto, tiene interés en situa- ciones como la osteomalacia y la osteoporosis. Le sigue en frecuenciala determinación de PTH, útil sobre todo en el estudio de las hiper- y las hipocalcemias, pero potencialmente también en el de la osteoporosis. La determinación de calcitonina no aporta información útil para el diagnóstico; la de 1,25(OH)2D, sólo excepcionalmente. Técnicas de imagen Exploración radiológica convencional. Pone de manifiesto deformidades, fracturas, lesiones con aumentos o disminuciones de densidad y ano- malías del patrón estructural. Gammagrafía ósea. Su interés fundamental estriba en el estudio de enfermedades óseas con lesiones localizadas en las que existe un aumento de la actividad osteoblástica, ya que este parece ser el fenóme- no responsable de la captación de la sustancia marcada con el isótopo (habitualmente, un bisfosfonato marcado con 99mTc). La sensibilidad del método para este tipo de lesiones es incluso mayor que la de la radiología convencional. También en las zonas hipervascularizadas se observa hipercaptación. La enfermedad de Paget y las metástasis óseas son enfermedades en cuyo estudio está indicada la práctica de una gammagrafía ósea. Capta también las seudofracturas (a veces sin detectarse radiológicamente), las lesiones de osteomielitis, alteraciones como la distrofia simpática refleja y la osteonecrosis. No suele captar las lesiones óseas del mieloma. Densitometría ósea y TBS. Se describen en el apartado Osteoporosis. TABLA 128-1 Calcemia, fosforemia y fosfatasa alcalina sérica en diversas enfermedades óseas metabólicas Calcemia Fosforemia Fosfatasa alcalina sérica Osteoporosis N N N Osteomalacia ↓ ↓ ↑ Osteítis fibrosa quística ↑ ↓ ↑ Enfermedad de Paget N N ↑ Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1022 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas Biopsia ósea. Para el estudio de las enfermedades metabólicas óseas, la biopsia debe realizarse en la cresta ilíaca (salvo que únicamente existan lesiones focales aisladas, en tal caso debe efectuarse en estas). Se utiliza un trocar con el que se atraviesa el hueso en dirección perpendicular a su cara externa. Se obtiene así un cilindro óseo que consta de un segmento central de hueso esponjoso limitado en sus extremos por las corticales externa e interna del ilíaco. El estudio suele centrarse en el hueso trabecular. La muestra debe procesarse sin descalcificar, a fin de poder valorar el osteoide. Cuando la biopsia se efectúa con fines diagnósticos convencionales, basta un estudio cualitativo. Si se pretende valorar la remodelación ósea, se procede a un estudio cuantitativo, denominado histomorfometría ósea, que permite calcular diversos volúmenes (cortical, trabecular, de osteoide), superficies (en resorción, de osteoide) y grosores (del osteoi- de). Además, facilita la realización de estudios dinámicos mediante la administración de tetraciclinas en dos tandas separadas por un intervalo, en general, de 2 semanas. Dado que las tetraciclinas son captadas por el frente de mineralización y emiten fluorescencia con la luz ultravioleta, dibujan en el hueso dos líneas separadas entre sí. De la relación entre la distancia entre las mismas y el tiempo transcurrido entre la administración de las dos tandas pueden deducirse varios parámetros: la velocidad a la que avanza el frente de mineralización, el tiempo transcurrido desde que el osteoide se deposita hasta que se mineraliza, el volumen de hueso formado por unidad de superficie ósea en la unidad de tiempo y la frecuencia de activación, que es la probabilidad de que una zona concreta entre en remodelación en 1 año. Tratamiento El tratamiento de las osteopatías metabólicas presenta características específicas en cada una de las enfermedades y se aborda en profundidad en los apartados correspondientes. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Burr DB, Allen MR. Basic and applied bone biology. London: Elsevier-Aca- demic Press; 2014. Eastell R, Szulc P. Use of bone turnover markers in postmenopausal osteopo- rosis. Lancet Diabetes Endocrinol 2017;5:908-23. Xiao W, Li S, Pacios S, Wang Y, Graves DT. Bone Remodeling Under Patho- logical Conditions. Front Oral Biol 2016;18:17-27. Xiao W, Wang Y, Pacios S, Li S, Graves DT. Cellular and Molecular Aspects of Bone Remodeling. Front Oral Biol 2016;18:9-16. OSTEOPOROSIS J. González Macías Concepto La osteoporosis se caracteriza por un aumento de la fragilidad esquelética con tendencia al desarrollo de fracturas, debido a una disminución de la masa ósea y a una alteración de la calidad del hueso. La disminución de la masa ósea se establece en el hueso trabecular a base de un adel- gazamiento o desaparición de las trabéculas, y en el cortical, por un adelgazamiento e incremento de la porosidad. La alteración de la calidad es peor conocida. Abarca dos aspectos: modificaciones en el propio tejido óseo y alteraciones estructurales que acompañan a la pérdida de masa ósea, como disminución de la conexión entre las trabéculas. Por tanto, hay cierta superposición entre los conceptos de disminución de la masa ósea y alteración de su calidad. La disminución de la masa ósea y las alteraciones de su calidad son asintomáticas. La osteoporosis sólo determina manifestaciones cuando se producen fracturas. Epidemiología Osteoporosis y fracturas En EE. UU. se ha calculado que el riesgo de que una mujer blanca de 50 años padezca en el resto de su vida una fractura vertebral es ligeramente superior al 15% y el de que padezca cualquier fractura osteoporótica de en torno a un 40%. En los países mediterráneos la frecuencia de la fractura osteoporótica es algo inferior a la americana, al menos por lo que se refiere a la fractura de cadera. En los varones, el riesgo de fractura parece situarse en un tercio del de las mujeres. La incidencia de fracturas osteoporóticas aumenta con la edad (disminución de la masa ósea, aumento en la incidencia de caídas, alteración de la calidad ósea). En la fractura de cadera, el aumento es exponencial a partir de los 70-75 años; en la vertebral, a partir de los 65. El porcentaje de mujeres posmenopáusicas que, con independencia de haber sufrido fracturas, tiene valores de densidad ósea en rango osteoporótico oscila entre el 15% y el 30%, según la medición se realice en un único lugar o en varios. Factores de riesgo Factores de riesgo relacionados con el hueso Los factores de riesgo de la osteoporosis son muy numerosos, pero no todos se asocian a la enfermedad con la misma fuerza. Pueden referirse a la disminución de la masa ósea, al desarrollo de fracturas o a ambos. Los principales son el sexo femenino y la edad (la osteoporosis es más frecuente en mujeres y en el último tercio de la vida). La asociación de la osteoporosis con el sexo femenino se debe en parte a la adquisición de una menor masa ósea durante el desarrollo y en parte a la pér- dida de esta tras la menopausia, por la depleción de estrógenos. La menopausia se asocia con mayor intensidad a la osteoporosis cuando es precoz (< 40 años), sobre todo si es quirúrgica. Cualquier situación de déficit de hormonas sexuales (hipogonadismo) es un factor de riesgo de osteoporosis en ambos sexos. Otros factores de riesgo importantes son el antecedente personal o familiar (padres) de fractura osteoporótica y un índice de masa corporal (IMC) bajo (≤ 19 kg/m2). La asociación familiar indica la importancia de la herencia. La asociación con el IMC bajo se debe a varios hechos: por una parte, la delgadez constitucional suele cursar con un desarrollo esquelético pobre y, por otra, un tejido adiposo escaso da lugar a falta de producción de estrógenos y a otros fenómenos que guardan relación con la masa ósea. Existen también factores de riesgo de carácter dietético vinculados al estilo de vida, como el sedentarismo, el tabaquismoy el exceso de ingesta alcohólica. La dieta (calcio) y la falta de exposición al sol, con el consiguiente déficit de vitamina D, es probable que guarden relación con la osteoporosis, aunque no se ha demostrado fehacientemente. Un amplio grupo de factores de riesgo tiene que ver con el padecimiento de diversas enfermedades y el seguimiento de diversos tratamientos (cuadro 128-1). • CUADRO 128-1 Clasificación de la osteoporosis Osteoporosis primarias Involutiva Posmenopáusica (tipo I) Senil (tipo II) Idiopática Juvenil (adolescencia) Del adulto joven Osteoporosis secundarias Endocrinas Hipertiroidismo Hiperparatiroidismo Hipercortisolismo Hipogonadismo Hematológicas Mieloma Leucemia Genéticas Osteogénesis imperfecta Homocistinuria Fármacos Glucocorticoides Antiestrógenos y antiandrógenos Inmovilización (general o local) Artritis reumatoide Otras Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 1023 CAPÍTULO 128 Enfermedades óseas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Factores de riesgo extraóseos Se asocian al desarrollo de fracturas por favorecer las caídas o las sobrecargas mecánicas. Las caídas pueden guardar relación con el propio enfermo (mala visión, trastornos de la marcha) o con su entorno (alfombras, casas mal iluminadas, escaleras inadecuadas). Cargar con peso es un claro ejemplo de sobrecarga mecánica para la columna. Factores de riesgo del índice FRAX El índice FRAX es una herramienta de evaluación de riesgo de fractura osteoporótica en rápida difusión por el mundo, que proporciona unas cifras en virtud de las cuales se puede decidir si un paciente determina- do debe recibir tratamiento o no, y también si se le debe o no realizar un estudio densitométrico. La versión española no está bien validada, por lo que su utilización en España no es aconsejable. No obstante, merece la pena conocer qué factores de riesgo incluye: edad, sexo, IMC, antecedentes personales de fractura osteoporótica, antecedentes de fractura de cadera en los padres, ser fumador, ingerir más de tres bebidas alcohólicas al día, seguir tratamiento con glucocorticoides y padecer artritis reumatoide. Incluye también la densidad mineral ósea (DMO) si se dispone de ella. Si no se dispone de ella, incluye en su lugar bajo el término de «osteoporosis secundaria» cualquiera de las siguientes situaciones: diabetes tipo I, osteogénesis imperfecta, hipertiroidismo, hipogonadismo o menopausia < 45 años, malnu- trición crónica, o malabsorción y hepatopatía crónica. Etiología La osteoporosis es una enfermedad multifactorial, a cuyo desarrollo con- tribuyen numerosos factores genéticos (herencia poligénica) y ambienta- les. En general, su número es alto y la contribución de cada uno de ellos pequeña. En menos ocasiones el número es escaso, incluso uno único, pero contribuye con más intensidad. En este último caso hablamos de osteoporosis secundaria (el ejemplo más claro lo constituye la osteoporosis por glucocorticoides); en el primero se habla de osteoporosis primaria. El efecto de la edad y el sexo se incluyen dentro de esta última (v. cuadro 128-1). En relación con ello, en la osteoporosis primaria algunos autores distinguen una forma posmenopáusica (en la que desempeña el papel principal la depleción estrogénica) y una forma senil (en la que la edad es el principal protagonista). La forma senil es propia de edades superiores a los 65-70 años en ambos sexos, y su fractura más típica es la de cadera. La forma posmenopáusica es propia de mujeres de entre 50 y 70 años, y su fractura más típica es la vertebral. La osteoporosis posmenopáusica y la senil en conjunto constituyen la osteoporosis involutiva. Las osteoporosis primarias en que no intervienen la menopausia ni el envejecimiento se califican de idiopáticas, dentro de las que se distinguen una forma juvenil (12-14 años) y otra del adulto joven (premenopáusica en la mujer y menos de 50 años en el varón) (v. cuadro 128-1). La masa ósea que posee una persona en un momento determinado de su vida es la diferencia entre la que alcanzó al final del desarrollo y la pérdida después. En relación con ello, debe tenerse en cuenta que, de los numerosos factores que intervienen en la determinación de la masa ósea, unos lo hacen fundamentalmente sobre el desarrollo óseo y otros sobre las pérdidas sufridas posteriormente. Patogenia Las manifestaciones de la osteoporosis son las ocasionadas por las fracturas. Merece la pena, por ello, distinguir dos apartados: patogenia de la osteoporosis propiamente dicha y patogenia de las fracturas. Patogenia de la osteoporosis El hueso está en constante renovación merced a la acción de las uni- dades de remodelación, que están constituidas por osteoclastos (OC) y osteoblastos (OB), los primeros de los cuales destruyen minúsculas cantidades de hueso que reponen los segundos. Para que la masa ósea no disminuya, la cantidad de hueso formada por los OB debe ser igual a la destruida por los OC. Cuando es menor, se produce un balance negativo. Sin balance negativo no hay disminución de masa ósea. En todas las personas se establece desde la cuarta década de la vida un cierto grado de balance óseo negativo, en relación con una disminución en la función osteoblástica. Un segundo factor patogénico es el incremento del recambio óseo, terminología con que se designa un aumento en la actividad y, sobre todo, en el número de las unidades de remodelación. Dicho aumento potencia las pérdidas óseas cuando las unidades se encuentran en balance negativo. Las consecuencias de estas pérdidas óseas son distintas en el hueso trabecular y en el cortical. En el primero, las trabéculas llegan a per- forarse e incluso a desaparecer, con lo que la conectividad trabecular (y la resistencia) disminuye; además, en las trabéculas conservadas, las cavidades labradas por los OC suponen la creación de puntos de debilidad («concentradores de tensión»). Respecto al hueso cortical, en su superficie interna (endostio) posee unidades de remodelación similares a las del hueso trabecular (superficiales), cuyo balance negativo supone un adelgazamiento cortical. Por otra parte, en la profundidad de la cortical se encuentran los sistemas de Havers, cuya renovación, cuando se encuentran en balance negativo, se traduce en la sustitución de los sistemas antiguos por otros con un menor número de láminas (lo que describimos como un aumento de porosidad). La depleción de estrógenos propia de la menopausia es la causa más típica de aumento del recambio. Parece que también la senectud se acompaña de un fenómeno similar, en el que se ha implicado al sistema vitamina D/PTH. Con el envejecimiento se establece una disminución en la síntesis del 1,25(OH)2D en el riñón y en el filtrado glomerular, con elevación de la PTH, que estimula los OC. Se considera que el aumento de recambio producido en la posmenopausia afecta fundamentalmente al hueso trabecular, mientras que el propio del envejecimiento repercutiría también sobre el cortical. Lo primero predispone a la fractura verte- bral y lo segundo a la de cadera. A la pérdida de masa ósea propia del envejecimiento pueden colaborar otros mecanismos, como un descenso de IGF-I y un aumento del estrés oxidativo. Muchos de los fenómenos comentados hasta ahora son comunes a la mayoría de las personas. Sin embargo, sólo algunas desarrollan osteoporosis. Ello se debe a que tanto el valor máximo de masa ósea alcanzado al final del desarrollo como la repercusión de la menopausia y la del envejecimiento pueden variar en su intensidad de unos indivi- duos a otros. Por otra parte, la coexistencia de factores concomitantes, por definición, es distintaen unas y otras personas. Patogenia de las fracturas Las fracturas son el resultado de la interacción entre la resistencia ósea y la sobrecarga mecánica a que se somete el esqueleto. En el caso de la osteoporosis, aquella está disminuida y, por tanto, esta no precisa ser tan intensa como en condiciones normales (por ello se habla con frecuencia de fracturas patológicas o por fragilidad). La sobrecarga mecá- nica reviste con frecuencia la forma de una caída «simple» (desde la posición de bipedestación con los pies a la altura del suelo). El 95% de las fracturas de cadera se ve precedido por una caída de este tipo. Las caídas aumentan con la edad y son más frecuentes en las mujeres. Un 50% se asocia a disfunciones orgánicas y el otro 50% a factores ambientales. En las fracturas vertebrales no existen necesariamente antecedentes de caídas, sino que la sobrecarga mecánica suele ser de otro tipo (p. ej., flexión forzada, levantamiento de peso). En dos tercios de los casos se desarrollan de forma aparentemente espontánea. No todas las personas con un mismo valor de masa ósea presentan la misma incidencia de fracturas. Diversos factores determinan esta variabilidad: diferencias en aspectos cualitativos (geometría ósea, características del colágeno, etc.); diferencias en el grosor de las partes blandas, que suponen un almohadillado para el hueso que recubren y al que protegen de los efectos de los traumatismos; diferencias en la tendencia a las caídas. Cuadro clínico Desde el punto de vista clínico, cabe distinguir tres grandes síndromes: síndrome de aplastamiento vertebral, fracturas periféricas y osteoporosis sin fracturas. Síndrome de aplastamiento vertebral La fractura vertebral osteoporótica no siempre produce dolor, teniendo más posibilidades de provocarlo cuanto más intensa sea. Se calcula que lo produce en un tercio de los casos. Es de instauración aguda y Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1024 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas localizado en la línea media. Suele ser muy intenso las primeras 2 sema- nas, para después remitir lentamente a lo largo de las 4-6 siguientes. Se exacerba con el movimiento y tiende a irradiarse por la metámera correspondiente, por un fenómeno de dolor referido. En las fracturas vertebrales osteoporóticas prácticamente nunca se producen com- presiones neurológicas (ni radiculares ni medulares). En la exploración, la palpación sobre la columna es dolorosa y los músculos paraespinales están contracturados. El paciente presenta un aspecto rígido, antiálgico. Encuentra alivio con el decúbito, aunque incluso en esta posición presenta dolor si se mueve. En ocasiones los pacientes refieren, independientemente del ante- rior, un dolor de espalda crónico, sordo, peor localizado, que también aumenta con los movimientos y disminuye con el reposo. Ocurre principalmente cuando las fracturas vertebrales son múltiples y se debe a que ello desestabiliza la columna, dando lugar a contractura de los músculos paravertebrales, tensión ligamentosa y pérdida del alineamiento de las articulaciones interapofisarias, con desarrollo de seudoespondilolistesis. La afección de las vértebras dorsales suele ser en cuña (pérdida de altura de la parte anterior), lo que incrementa la cifosis dorsal. Merece la pena recordar que en la osteoporosis no se afectan las primeras vértebras torácicas (por encima de T4) ni las cervicales. La afección de las vértebras lumbares suele comprender la parte central de la vértebra o todo el cuerpo vertebral y determina una aproximación de las costillas a la pelvis, con pérdida de altura del abdomen, el cual, para mantener su volumen, se abomba (prominencia abdominal). Las últimas costillas pueden llegar a rozar con las crestas ilíacas, lo que puede producir dolor, sobre todo al sentarse (síndrome de fricción iliocostal). Desaparece el talle de la cintura y aparecen unos pliegues horizontales en la parte alta del abdomen. La pérdida de altura de las vértebras da lugar a una disminución de la talla. Los cambios determinados por las fracturas vertebrales en la disposición de las vértebras pueden alterar la estática de la columna, lo que dificulta el mantenimiento del equilibrio y la marcha, e incluso facilita las caídas. El síndrome de aplastamiento vertebral es más frecuente en la mujer que en el varón (de tres a cuatro veces más), por ser característico de la osteoporosis posmenopáusica. Ocasionalmente, las mismas formas de osteoporosis que dan lugar al síndrome de aplastamiento vertebral afectan a otras estructuras axiales. Así, a veces se desarrollan fracturas de las ramas pubianas, de difícil visualización radiológica, que se traducen en dolor inguinal. En la osteoporosis por hipercortisolismo son típicas, además, las fracturas costales. Fracturas de extremidades Las tres principales son la de cadera, la de húmero y la de radio dis- tal. Aquí prácticamente sólo se mencionarán, por concernir sobre todo al terreno de la traumatología. Cursan con dolor, deformidad e impotencia funcional. La fractura de cadera es la de mayor trans- cendencia, por acompañarse de una alta mortalidad (alrededor de un 20% el primer año) e incapacitación (muchos pacientes no vuelven a andar). La mortalidad es mayor en el varón. Osteoporosis sin fractura Gran parte de la historia natural de la osteoporosis transcurre antes de que se desarrollen las fracturas. Durante esta fase la enfermedad es asintomática. Esto no significa que se trate de una enfermedad irrele- vante, ya que la disminución de la masa ósea implica un aumento del riesgo de fractura: su disminución en 1 desviación estándar multiplica el riesgo de fractura por 2 aproximadamente, cifra de un orden similar a la que relaciona la HTA o la hipercolesterolemia con el ictus o el infarto de miocardio. Exploraciones complementarias Pruebas de laboratorio En la osteoporosis primaria, la calcemia y la fosfatemia son normales. La calciuria con frecuencia es también normal, pero no resulta excep- cional encontrar cifras bajas, que indican una ingestión o una absorción intestinal de calcio deficientes. La fosfatasa alcalina es igualmente normal. Los valores de otros marcadores del recambio óseo pueden encontrarse elevados en un porcentaje variable de casos. Los marcadores más recomendables son el CTX (marcador de destrucción) y el P1NP (marcador de formación). Las concentraciones séricas de 25(OH)D y 1,25(OH)2D tienden a disminuir con la edad y con frecuencia se encuentran reducidos en pacientes ancianos con osteoporosis. Con la PTH ocurre lo contrario: tiende a aumentar con la edad y, frecuente- mente, está elevada en pacientes con osteoporosis senil. Una calcemia elevada obliga a pensar en formas secundarias de osteoporosis (hiperparatiroidismo, mieloma). Una calciuria elevada debe recordar que con frecuencia la hipercalciuria, por razones poco claras, se asocia a osteoporosis. Exploración radiológica La valoración del grado de radiotransparencia tiene poco interés en el abordaje de la osteoporosis, por ser poco sensible (sólo aumenta con disminuciones de masa ósea de un 30%-40%) y escasamente reproduci- ble (varía con el grosor de las partes blandas y con la técnica radiológica —intensidad y voltaje—). En las vértebras son cambios propios de la osteoporosis una dismi- nución de la visibilidad de las trabéculas horizontales con aumento de la correspondiente a las verticales (vértebra en lluvia) y el refuerzo de los platillos (que, junto con la menor densidad del cuerpo verte- bral, determina la imagen denominada vértebra vacía). En los huesos tubulares puede observarse una cortical anormalmente delgada. No obstante, la principal aplicación de la radiologíaen el estudio de la osteoporosis se refiere a la detección de fracturas. La de los huesos largos suele ser evidente y no merece comentario. En cuanto a las vertebrales, se han sistematizado en tres tipos: acuñamiento (disminución de la altura de la porción anterior de la vértebra), biconcavidad (disminución de la altura de la porción central) y aplas- tamiento completo (disminución de la altura en toda su extensión). Como ya se ha dicho, la deformidad en cuña es más propia de las vértebras intermedias de la región dorsal, y la biconcavidad (vértebra de pez o en diábolo), de las lumbares. En este caso, dada la morfología que adoptan los espacios intervertebrales, se habla de abombamiento de los mismos. El aplastamiento completo está más en relación con la intensidad del trastorno que con la localización de la vértebra. Para hablar de fractura vertebral se requiere que la pérdida de altura sobrepase unos valores mínimos, que suelen situarse en torno al 20%-25% (grado I de Genant). Disminuciones del 25%-40% se cali- fican de grado II, y superiores al 40%, de grado III. La afección ver- tebral de la columna osteoporótica es heterogénea, de manera que vértebras contiguas suelen tener grados de afección muy distintos. Las deformidades vertebrales osteoporóticas se deben estudiar en proyección lateral. En ella se ve que el perfil de los platillos en las vértebras fracturadas es quebrado (pero sin lisis cortical, que es propia de procesos metastásicos o infecciosos) y con tendencia a presentar, incluso en las vértebras en cuña, una depresión central (una silueta rectilínea y sin quebradura sugiere otro proceso como, por ejemplo, la deformidad por espondiloartrosis). Densitometría A falta de procedimientos que midan la resistencia del hueso, en el estudio de la osteoporosis se recurre a determinar la densidad mineral ósea o DMO (densitometría). Las técnicas disponibles se basan en la absorción de radiaciones ionizantes por el hueso (al dis- minuir la masa ósea, lo hace también la cantidad absorbida). La más difundida utiliza rayos X, valora la densidad en columna y cadera y se conoce como DXA. También puede valorarla en el radio distal. Los resultados (fig. 128-2) pueden expresarse en términos absolutos (gr/ cm2), pero, dado que su interpretación es un poco engorrosa, se utiliza más el denominado índice T, que es la diferencia entre la densidad ósea del enfermo y la media de las personas jóvenes, cuantificada en desviaciones estándar (DE). A veces se utiliza el índice Z, que es la diferencia entre la densidad ósea del enfermo y la media de las personas de la misma edad y sexo, de nuevo en DE (fig. 128-3). La densitometría se complementa a veces con el TBS (trabecular bone score), una técnica que proporciona un índice de la microarquitectura trabecular a expensas de la propia DXA. Hay, además, técnicas de TC, pero son más caras y radian más. La utilidad de los ultrasonidos no está bien establecida. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 1025 CAPÍTULO 128 Enfermedades óseas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Gammagrafía ósea Encuentra su principal aplicación en el diagnóstico de las fracturas que son difícilmente visibles radiológicamente (p. ej., fracturas por insuficiencia en las ramas del pubis). Biopsia ósea No tiene interés en el diagnóstico o control evolutivo de la osteoporosis, salvo cuando conviene descartar una osteomalacia. Diagnóstico Diagnóstico positivo Para el diagnóstico de osteoporosis se utilizan dos tipos de criterios: uno densitométrico y uno clínico. De acuerdo con el primero se diagnostica osteoporosis a las personas con una DMO inferior a la de la media de las personas jóvenes del mismo sexo en 2,5 DE (es decir, < –2,5 T) medida en columna lumbar, cuello de fémur, la denominada cadera total o el radio distal. La OMS ha propuesto también utilizar el término osteopenia para referirse a las situaciones correspondientes a valores de densidad ósea entre –1 y –2,5 T, y el de osteoporosis establecida, para aquellas situaciones en que la osteoporosis (densidad igual o menor de –2,5 T) se acompañe de fractura. Este último término no suele utilizarse. De acuerdo con el criterio clínico se diagnostica osteoporosis a las personas con fracturas desarrolladas en ausencia de otro motivo que las justifique (traumatismo de cierta intensidad, otras alteraciones óseas). Debe dudarse de la naturaleza osteoporótica de una fractura cuando se acompaña de alguno de los siguientes hechos: Datos clínicos. Presencia de fiebre, de signos de compresión neuro- lógica o de dolor que no cede con el reposo o incluso aumenta por la noche. Datos analíticos. Presencia de anemia, VSG elevada, hipercalcemia o fosfatasa alcalina alta (orientan a metástasis). Datos radiológicos. Existencia de lisis cortical, lesión de los pedículos (vértebra tuerta), localización de la fractura por encima de D4, afección intensa de una vértebra aislada con buena conservación del resto de la columna. Ante la duda, debe realizarse una TC o una RM. No deben confundirse las deformidades vertebrales por fractu- ra osteoporótica con las debidas a la enfermedad de Scheuermann ni con los ligeros acuñamientos torácicos que puede determinar la artrosis vertebral. Diagnóstico diferencial La osteoporosis puede plantear el diagnóstico diferencial con la osteo- malacia, en que, además de poder existir fracturas vertebrales, los valores densitométricos son también bajos. En la osteomalacia, la fos- fatasa alcalina está elevada y suele haber hipocalcemia e hipofosfatemia, aunque discretas. Para efectuar el diagnóstico diferencial puede ser preciso realizar una biopsia ósea, que muestra el aumento de grosor del osteoide en la osteomalacia. Diagnóstico etiológico La anamnesis es de gran ayuda en la orientación del diagnóstico etio- lógico (edad, antecedentes de distintos tratamientos y enfermedades). Antes de aceptar el diagnóstico de osteoporosis primaria deben descar- tarse sistemáticamente las formas secundarias tratables más frecuentes —hipertiroidismo (T4 libre y TSH) y mieloma (proteinograma)—. En los varones debe descartarse además un hipogonadismo mediante determinación de la testosterona. Si el paciente es obeso (cosa rara en la osteoporosis), y más aún si es joven o hipertenso, debe descartarse también un hipercortisolismo. Si hay hipercalcemia, deben valorar- se un hiperparatiroidismo y un mieloma. En su caso debe descartarse una celiaquía. En presencia de fracturas vertebrales, debe descartar- se un origen no osteoporótico de la forma comentada anteriormente. Sospecha diagnóstica. Indicaciones para la realización de densitometría La sospecha de osteoporosis debe plantearse en dos situaciones: cuando se observan manifestaciones clínicas propias de la enfermedad y si se detectan factores de riesgo de la misma. Figura - Representación esquemática de los índices T y Z (v. explicación en el texto). Figura - Forma en que el densitómetro proporciona los resul- tados. En la parte superior se dibuja la curva de evolución normal de la masa ósea. La línea central, que separa la banda naranja oscura de la clara, representa los valores medios propios de cada edad (corres- ponde, por tanto, a un índice Z de 0). Las bandas oscura y clara tienen una anchura de 2 DE, por lo que la línea que marca el borde superior de aquella y el inferior de esta corresponden a unos índices Z de +2 y –2, respectivamente. La cruz señala el lugar en que se sitúa la persona estudiada. La parte inferior de la figura recoge los valores de densidad correspondientes a las diferentes vértebras lumbares y a su media. Dichos valores, además de expresarseen términos absolutos, se expresan en DE (índices T y Z) y en porcentaje respecto a la media normal. DMO: densidad mineral ósea. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1026 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas Las manifestaciones derivan de la presencia de fracturas. Ante su sospecha debe realizarse una radiografía. Aunque la presencia de fractura por fragilidad permita efectuar el diagnóstico de osteoporosis, es recomendable realizar una densitometría para poderla comparar en estudios posteriores. Los factores de riesgo son muy numerosos y no todos justifican la realización de una densitometría, sin que exista una estrategia bien defi- nida para su uso con esta finalidad. En general se acepta su indicación en la menopausia precoz, el hipogonadismo (incluido el tratamiento con antiandrógenos) y el tratamiento con glucocorticoides durante más de 3 meses; también en otras enfermedades y tratamientos que se asocian fuertemente con osteoporosis (p. ej., hiperparatiroidismo, hipercortisolismo, malabsorción). En EE. UU. se aconseja, además, en las mujeres de más de 65 años y en los varones de más de 70. Estudio aconsejable en el paciente con osteoporosis Análisis. Se considera recomendable realizar un hemograma con VSG, perfil bioquímico (calcio con albúmina, fósforo, fosfatasa alcalina, función renal, función hepática), hormonas tiroideas (TSH) y proteinograma, que en la osteoporosis primaria deben ser normales, por lo que su alteración debe hacer pensar en otros procesos, como las formas secundarias de la enfermedad, procesos tumorales u osteomalacia. En el varón deben medirse la testosterona y las hormonas gonadotropas. Hoy se considera que los pacientes con osteoporosis deben contar también con una determinación de 25(OH)D. Probablemente es recomendable determinar al menos un marcador de resorción (CTX) para valorar el efecto de los tra- tamientos antirresortivos. Se discute si debe determinarse la PTH de forma sistemática. En caso de sospecha de síndrome de Cushing o celiaquía, deben realizarse las pruebas correspondientes. Densitometría. Es útil no sólo para la confirmación diagnóstica, sino para conocer la gravedad de la enfermedad y la valoración de su evolución. Radiografía lateral de columna. Es aconsejable incluso en ausencia de dolor de espalda para identificar posibles fracturas asintomáticas. Pronóstico La tendencia espontánea de la enfermedad es a empeorar, ya que con el envejecimiento se pierde masa ósea. En los pacientes que ya han desarrollado fracturas es difícil saber si estas se repetirán, pero debe tenerse en cuenta que su presencia aumenta el riesgo de nuevas fracturas de dos a cuatro veces —o más si son múltiples—, sobre todo en los 12-24 meses siguientes al desarrollo de la fractura previa. El pronóstico en cuanto a la supervivencia depende de diversos factores. En primer lugar, las fracturas pueden aumentar la mortalidad por sí mismas, fundamentalmente en el caso de las fracturas de cadera, que con frecuencia se complican con procesos respiratorios y cardíacos. Además, la simple disminución de la masa ósea también se asocia con un aumento de la mortalidad, sin que se sepan exactamente las razones. Algunos lo han interpretado en el sentido de que la osteoporosis es un marcador de mala salud. Tratamiento Tratamiento de la osteoporosis Fármacos Los fármacos de que se dispone para el tratamiento de la osteopo- rosis son los bisfosfonatos, el denosumab, el ranelato de estroncio, la calcitonina, los estrógenos, los moduladores selectivos de los receptores de los estrógenos (SERM), la PTH y el calcio y la vitamina D (o sus metabolitos). En Europa no se ha aprobado la abaloparatida (similar a la teriparatida), pero parece que pronto se aprobará el romosozumab. El mecanismo de acción de la teriparatida, la abaloparatida y el romo- sozumab es incrementar la formación ósea (efecto «osteoformador o anabólico»). Los demás, excepto el estroncio, inhiben la resorción (fármacos «antirresortivos») por inhibir el reclutamiento y actividad de los OC, con lo que disminuye el número de unidades de remode- lación y su balance negativo. Al disminuir el espacio en remodelación, inicialmente aumenta discretamente la masa ósea, aunque después tiende a estabilizarse. Una excepción es el denosumab, que pese a no ser un fármaco osteoformador, y por razones desconocidas, muestra aumentos de DMO continuados. La calcitonina apenas se utiliza, por haberse señalado un posible efecto carcinógeno. Tampoco el ranelato de estroncio, por sus efectos secundarios cardiovasculares. Bisfosfonatos Los bisfosfonatos constituyen en general la primera línea de trata- miento. Los más utilizados son el alendronato y el risedronato, que se administran por vía oral. Están disponibles como genéricos. Ambos poseen un grupo amino (aminobisfosfonatos). Se han mostrado útiles en la prevención de fracturas vertebrales, no vertebrales y de cadera. Al absorberse mal, deben administrarse en ayunas, una media hora antes del desayuno, y al ser potencialmente lesivos para el tracto diges- tivo superior exigen que el paciente no adopte el decúbito durante la media hora siguiente y que se ingieran con al menos medio vaso de agua. Suelen administrarse semanalmente en dosis de 70 mg y 35 mg, respectivamente. El risedronato puede administrarse también en dos dosis de 70 mg 2 días consecutivos una vez al mes. Otro aminobis- fosfonato útil en la reducción de los tres tipos de fracturas es el zole- dronato, que se administra por vía i.v. una vez al año en dosis de 5 mg, perfundidos en al menos 15 min. También es un aminobisfosfonato el ibandronato, disponible por vía oral una vez al mes (150 mg, p.o.) y por vía i.v. cada 3 meses (3 mg). El etidronato es un bisfosfonato de primera generación, carente de grupo amino, hoy poco utilizado. El ibandronato y el etidronato son sólo eficaces en la fractura vertebral. Los bisfosfonatos pueden desarrollar diversos efectos secundarios, unos frecuentes, pero poco graves, y otros raros, aunque de mayor tras- cendencia. Entre los primeros cabe señalar, para los bisfosfonatos orales, las molestias digestivas y, para los intravenosos, un cuadro seudogripal que puede aparecer en los días siguientes a su perfusión con las primeras inyecciones. Entre los segundos debe mencionarse la osteonecrosis de maxilar (ONM) y la fractura femoral subtrocantérea atípica (FAF, de fractura atípica de fémur). La primera, aunque relativamente frecuente en pacientes con cáncer tratados con dosis altas de bisfosfonatos i.v., es rara en pacientes tratados con bisfosfonatos orales por osteoporosis. La segunda tiende a darse en pacientes tratados con bisfosfonatos durante varios años, pero es poco frecuente. Ambas complicaciones se han puesto en relación, aunque no existen pruebas fehacientes, con un posible exceso de inhibición de la remodelación ósea, pero las dos parecen exigir otros fenómenos acompañantes (en la ONM, una manipulación dentaria, sobre todo en personas con la cavidad bucal en mal estado; para las FAF no se conocen bien). Los bisfosfonatos no deben utilizarse en pacientes con filtrado glomerular inferior a 30-35 mL/min. Denosumab El denosumab es un anticuerpo monoclonal dirigido contra el RANKL. Bloquea el efecto de este sobre los OC, inhibiendo la resorción ósea. Es eficaz en la prevención de fracturas vertebrales, no vertebrales y de cadera. Se administra cada 6 meses por vía subcutánea, en dosis de 60 mg. Comparte con los bisfosfonatos el posible desarrollo de ONM y FAF. Puede utilizarse en pacientes con filtrado glomerular < 30 mL/ min, pero debe vigilarse el desarrollo de hipocalcemia. Su principal limitación estriba en que tras su suspensiónse produce un aumento brusco e intenso del recambio óseo (fenómeno de rebote), que en oca- siones determina fracturas vertebrales múltiples. Se considera que para evitarlo debe administrarse transitoriamente un bisfosfonato, lo que está en estudio. Algunos autores sugieren continuar con denosumab en tanto nuevos estudios esclarecen este aspecto. Estrógenos y moduladores selectivos de los receptores estrogénicos Los estrógenos son eficaces en la disminución de fracturas vertebra- les, no vertebrales y de cadera, pero hoy se considera que sus efectos perjudiciales (enfermedad cardiovascular) superan los favorables, por lo que en principio no se aconsejan, salvo en la menopausia precoz y en la menopausia temprana (< 60 años) durante cortos espacios de tiempo. Deben administrarse de forma cíclica y asociados a un ges- Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 1027 CAPÍTULO 128 Enfermedades óseas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. tágeno (terapia hormonal sustitutiva) para evitar el cáncer de endometrio que inducen cuando se administran solos. Los SERM son fármacos que se han sintetizado con la idea de evitar los efectos perjudiciales de los estrógenos, a la vez que se mantienen los favorables. En este momento están disponibles el raloxifeno y el bazedoxifeno, ambos eficaces en la prevención de la fractura vertebral, aunque no en la de las fracturas no vertebrales. Se administran por vía oral en dosis de 60 y 20 mg/día, respectivamente, sin que su toma requiera cuidados especiales. Pueden empeorar los sofocos climatéricos y producir calambres en las piernas. Al igual que los estrógenos, aumentan la tendencia a la trombosis venosa. El raloxifeno reduce el riesgo de cáncer de mama, aspecto poco estudiado con el bazedoxifeno. Los estrógenos y los SERM sólo deben administrarse a mujeres. Teriparatida Al contrario de lo que ocurre cuando se administra de forma conti- nuada, la PTH administrada intermitentemente (una inyección diaria) aumenta la formación ósea y reduce las fracturas. La formación ósea que induce es de dos tipos: una tiene lugar en las unidades de remodelación, haciendo que su balance sea positivo (lo que se denomina formación por remodelación); la otra tiene lugar en superficies sin resorción previa, incluyendo el periostio (lo que se denomina formación por modelación). La forma actualmente disponible en el mercado es su fragmento ami- noterminal 1-34, o teriparatida, que se administra en dosis de 20 µg/ día por vía s.c. Es eficaz en la prevención de fracturas tanto vertebrales como no vertebrales. Es posible que también lo sea sobre la fractura de cadera, aunque la evidencia en este sentido es menor. Se adminis- tra sólo durante 2 años y debe seguirse de tratamiento antirresortivo para mantener su efecto. Su precio es muy superior al de las demás formas de tratamiento, pero, por su carácter osteoformador, su uso está justificado en formas graves de la enfermedad (p. ej., dos o más fracturas vertebrales). Recientemente se han aprobado biosimilares de la teriparatida, lo que puede hacerla más asequible económicamente. Puesto que pueden producir hipercalcemia, debe controlarse la cifra sérica de calcio hacia el mes de instaurado el tratamiento. No debe utilizarse en pacientes cuyo esqueleto haya sido radiado ni en pacientes con tumores óseos o metástasis óseas. Romosozumab Es un anticuerpo monoclonal contra la esclerostina (inhibidora de la formación ósea). Aún no ha sido aprobado en Europa. Al igual que la teriparatida, estimula la formación ósea (parece estimular la forma- ción por modelación más que la teriparatida), pero además inhibe la resorción. Es muy eficaz en la disminución de las fracturas vertebrales. También es eficaz en las fracturas no vertebrales y de cadera, aunque en este caso la eficacia varía con las características epidemiológicas de la población (no se ha observado en aquellos países en que la incidencia de dichas fracturas es baja). Se utiliza en dosis de 210 mg por vía s.c. una vez al mes durante 1 año, tras lo cual deben administrarse anti- rresortivos para mantener su efecto. Existe la sospecha de que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, lo que está en estudio. Se le considera indicado en pacientes con alto riesgo de fracturas. Tratamiento combinado Todavía no se dispone de estudios que justifiquen su uso. Por el con- trario, se recomienda el uso secuencial de medicamentos para lograr un mejor tratamiento a largo plazo (v. más adelante). Calcio y vitamina D Pese a que no existen pruebas determinantes de su eficacia, se considera que el calcio y la vitamina D deben administrarse a todo paciente con osteoporosis, con la idea de evitar su deficiencia, que sí puede resultar perniciosa. Las dosis más adecuadas probablemente se sitúen entre 1.000 y 1.200 mg/día para el calcio y 800-1.000 U/día para la vitamina D (para conseguir unos valores de 25OHD superiores a 20-30 ng/mL, pero inferiores a 50 ng/mL). El calcio debe administrarse preferen- temente en forma de alimento (para calcular la cantidad ingerida, téngase en cuenta que una dieta carente de productos lácteos contiene aproximadamente 300-400 mg de calcio, un vaso de leche alrededor de 250 mg y un yogur la mitad de este). Si con la dieta no se alcanza una ingestión adecuada, debe recurrirse a los suplementos medicamentosos, que suelen contener 500 mg por comprimido. En líneas generales, cual- quier sal de calcio es útil. Suele aconsejarse su administración con las comidas. La vitamina D puede administrarse diariamente en las dosis referidas o de forma espaciada (semanal, quincenal o mensualmente) en dosis equivalentes, lo que puede resultar más cómodo. Puede utilizarse la propia vitamina D o su derivado la 25(OH)D. Si el paciente su- fre litiasis renal cálcica o tiene hipercalciuria, el calcio debe sustituirse por tiazidas, que retienen calcio en el túbulo renal. La asociación de tiazidas y vitamina D puede producir hipercalcemia, por lo que si se utiliza debe vigilarse la posible aparición de esta. Indicaciones específicas de los fármacos utilizados en el tratamiento de la osteoporosis No todos los fármacos eficaces en el tratamiento de la osteoporosis lo son en igual medida, ni tienen los mismos efectos secundarios o el mismo coste. Por ello pueden, según las circunstancias, preferirse unos a otros. Como norma general, los criterios que se deben seguir son los siguientes: alendronato, risedronato, zoledronato o denosumab. Los dos pri- meros deben preferirse en personas con buena tolerancia digestiva y en las que se presume una buena adherencia (pacientes de menos de 75 años sin pluripatología ni polimedicación), y los dos últimos, en caso contrario. puede ser más beneficioso empezar con un fármaco osteoformador (teriparatida), que se sustituirá después (2 años) por uno de los del punto anterior para mantener la masa ósea aumentada. La indicación será tanto mayor cuanto más recientes sean las fracturas, ya que el riesgo es más elevado en los 12-24 meses siguientes a la fractura previa. - turas y DMO baja en columna, pero no en cadera) y la paciente joven (menos de 65 años), puede ser recomendable un SERM. Con ello se reservan para edades más avanzadas los bisfosfonatos y el denosumab, posponiendo así el riesgo de FAF y de ONM. Además, a estas edades sus efectos secundarios vasculares son infrecuentes y se aprovecha su efecto protector sobre el cáncer de mama. en el párrafo anterior) y, en último extremo, el ranelato de estroncio pueden utilizarse como fármacos de segunda elección. En todos los casos deben añadirse calcio y vitamina D. En líneas generales, se consideracriterio para la instauración de tratamiento la presencia de un valor densitométrico inferior a –2,5 T en columna o cadera, así como la presencia de fracturas para las que se haya confirmado su naturaleza osteoporótica. La existencia de osteo- penia no constituye por sí misma indicación terapéutica, salvo que se añada algún factor de riesgo fuertemente asociado a fractura (p. ej., antecedente familiar de fractura osteoporótica, artritis reumatoide, tabaquismo y alcoholismo marcados), sobre todo si el valor de DMO se aproxima al rango osteoporótico (p. ej., T < 2,0) y la persona tiene más de 65 años. En el caso concreto de los pacientes con osteopenia que reciben corticoides, la indicación de la administración de tratamiento antiosteoporótico está ampliamente aceptada. Los efectos secundarios descritos para los bisfosfonatos y el hecho de que, por acumularse en el hueso, tengan un efecto residual prolongado (de años) han conducido a la idea de intentar retirarlos a los 3 (zole- dronato) o 5 (alendronato, risedronato) años. Si al cabo de este tiempo la DMO está por encima de –2,5 T y no ha habido fracturas durante el mismo, el fármaco puede retirarse, para reintroducirlo cuando vuelva a existir indicación («vacaciones terapéuticas»). En caso contrario, debe continuarse con tratamiento, volviendo a valorar la posibilidad de retirarlo cada 2-3 años. Si por el tiempo transcurrido se teme el desarrollo de una FAF (unos 10 años de tratamiento), el bisfosfonato puede sustituirse por teriparatida, para reintroducirlo a los 2 años. El caso del denosumab, por no depositarse en el hueso y por acom- pañarse su retirada de un aumento del recambio óseo, es diferente; probablemente pueda retirarse cuando la DMO esté por encima de –2,5 T si no ha habido fracturas recientes, pero se debe administrar temporalmente un fármaco que frene el recambio (un bisfosfonato). Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 1028 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas Debe reintroducirse cuando reaparezcan las indicaciones terapéuticas. Algunos autores desaconsejan las vacaciones terapéuticas en personas que han sufrido fracturas vertebrales o de cadera, o que tienen más de 75 años. No se sabe bien cómo controlar la respuesta al tratamiento de la osteoporosis. Básicamente cabe valorar tres aspectos: marcadores del recambio, DMO y fracturas. Ninguno por sí solo es suficiente. Se con- sidera que podría haber mala respuesta y, por tanto, estaría justificado cambiar de tratamiento si: a) se desarrollan dos fracturas sucesivas, y b) coexisten dos de los tres siguientes hechos: una fractura, un descenso de la DMO, la ausencia de respuesta de los marcadores. Los criterios con que elegir el fármaco alternativo en tales casos serían: a) cambio de un fármaco oral por uno parenteral, y b) cambio de un antirresortivo por un osteoformador. De todos modos, ante una mala respuesta hay que asegurarse de que no se asocia otro factor que la explique (p. ej., osteoporosis secundaria, mala adherencia). Tratamiento de los episodios de dolor Durante el episodio de dolor agudo que sigue al desarrollo de una fractura vertebral, el paciente debe guardar reposo en cama y recibir los analgésicos que sean necesarios, incluidos los opiáceos. Es aconsejable el uso de laxantes. Al cabo de unas 2 semanas el paciente debe empezar a levantarse y reincorporarse a la vida normal. Para ello puede precisar inicialmente un corsé. En la actualidad, se preconiza la vertebroplastia (inyección de un cemento en el cuerpo vertebral) en el tratamiento de la vértebra dolo- rosa de aplastamiento reciente. Parece útil en el control del dolor, pero es dudosa su eficacia a largo plazo. De hecho, se teme que facilite el desarrollo de nuevas fracturas. Una variante es la cifoplastia. Ejercicio y estilo de vida Se aconseja el paseo durante 1 h, de tres a cinco veces por semana, junto con ejercicios contra resistencia suaves. Son útiles los ejercicios para fortalecer las piernas y mejorar el equilibrio. Deben evitarse el tabaco y la ingesta excesiva de alcohol. Deben evitarse también los factores que aumentan el riesgo de caídas, así como las situaciones que sobrecarguen la columna. Formas especiales de osteoporosis Osteoporosis premenopáusica y del varón menor de 50 años En ellas se sugiere utilizar el índice T en vez del índice Z. En personas con Z < –2,0 o fractura por fragilidad, debe estudiarse la existencia de una causa de osteoporosis secundaria. El tratamiento está indicado en personas con fractura o pérdida acelerada de masa ósea. Los bis- fosfonatos son el fármaco de elección. Si es preciso puede utilizarse la teriparatida. En las formas secundarias está indicado el tratamiento de la causa (p. ej., el hipogonadismo). Osteoporosis del varón mayor de 50 años Aunque se tiene menos información de la osteoporosis del varón que de la osteoporosis posmenopáusica, se supone que caben respecto a ella comentarios similares en cuanto al uso de bisfosfonatos, denosumab y teriparatida. Osteoporosis por hipercortisolismo El hipercortisolismo, endógeno o exógeno, conduce tanto a pérdida de masa ósea como a deterioro de la calidad del hueso, lo que aumenta la tendencia a las fracturas, particularmente del esqueleto axial. El deterioro ocurre fundamentalmente en los primeros meses. Se tiende a aceptar que el tratamiento está justificado ya en personas con valores de DMO de osteopenia que reciben 5 mg/día de prednisona durante más de 3 meses. Los fármacos más frecuentemente utilizados son los bisfosfonatos, junto con el calcio y la vitamina D. Si el paciente presenta varias fracturas, puede ser preferible administrar teriparatida. Osteoporosis del embarazo Es un proceso raro y de patogenia desconocida, que puede desarrollarse en el tercer trimestre o durante la lactancia. Parecen existir dos formas, una que afecta a la cadera (y que probablemente es indistinguible de lo que después denominaremos osteoporosis regional) y otra que afecta a la columna, para determinar aplastamientos vertebrales. En su tratamiento parecen eficaces los bisfosfonatos, que deben utilizarse tras finalizar el embarazo (no se conocen sus efectos sobre el feto). Debe suspenderse la lactancia. Osteoporosis juvenil idiopática De patogenia desconocida, se da antes de la pubertad y es muy rara. Consiste en un proceso autolimitado que mantiene su actividad unos 3-4 años. Durante ellos se establecen múltiples fracturas, de las cuales las más frecuentes son las vertebrales, aunque también son posibles en otras localizaciones (metáfisis). Debe distinguirse de la osteogénesis imperfecta y la homocistinuria. Probablemente sean útiles los bisfos- fonatos. Deben evitarse los traumatismos y las sobrecargas. Osteoporosis regional Se trata de un proceso sin ningún parecido con las formas generalizadas de osteoporosis, con la que únicamente tiene en común el nombre. Los términos distrofia simpática refleja (síndrome de dolor regional complejo [v. más adelante]) o edema transitorio de médula ósea proba- blemente describen este mismo proceso. Se estudian en otros lugares. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Aspray TJ, Hill TR. Osteoporosis and the Ageing Skeleton. En: Harris JR, Korolchuck VI, eds. Biochemistry and Cell Biology of Ageing: Part II Clinical Science. Singapore: Springer; 2019. p. 123-60. Black DM, Rosen CJ. Postmenopausal osteoporosis. N Eng J Med 2016;374:254-62. Compstom J, McLung MR, Leslie WD. Osteoporosis. Lancet 2019; 393:364-76. Lorentzon M. Treating osteoporosis to prevent fractures: current concepts and future developments. J Intern Med 2019;285:381-94. OSTEOMALACIA N. Guañabens Gay Concepto La osteomalacia es una enfermedad metabólica ósea que se caracteriza
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