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S E C C IÓ N X V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2205CAPÍTULO 270 Fiebre botonosa mediterránea y otras infecciones causadas por rickettsias. Fiebre Q El tratamiento de la conjuntivitis de inclusión del adulto se realizará con doxiciclina (100 mg/12 h durante 7 días) o una monodosis de 1 g de azitromicina. El tratamiento aconsejado en la conjuntivitis de inclusión del recién nacido es la azitromicina (20 mg/kg de peso al día) en dosis única diaria durante 3 días o la eritromicina (50 mg/kg de peso al día) administrada a intervalos de 6 h durante 14 días. El tratamiento tópico no se aconseja por la dificultad de su aplicación, el fracaso observado al intentar erradicar el estado de portador nasofarín- geo y la aparición de recidivas. La profilaxis ocular del recién nacido con eritromicina o tetraciclinas tópicas no es eficaz para prevenir la infección conjuntival. El tratamiento de la neumonía del lactante es la eritromicina (50 mg/kg de peso al día) durante 14 días. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Gaydos C, Essig A. Chlamydiaceae. En: Jorgensen JH, Pfaller MA, eds. Manual of Clinical Microbiology. 11th ed. Washington, DC: ASM Press; 2015. p. 1106-21. Kumar S, Hammerschlag R. Acute respiratory infection due to Chlamydia pneumoniae: current status of diagnostic methods. Clin Infect Dis 2007; 44:568-76. Lanjouw E, Ouburg S, de Vries HJ, Stary A, Radcliffe K, Unemo M. 2015 European guideline on the management of Chlamydia trachomatis infec- tions. Int J STD AIDS 2016;27(5):333-48. Solomon AW, Peeling RW, Foster A, Mabey DC. Diagnosis and assessment of trachoma. Clin Microbiol Rev 2004;17:982-1011. CONCEPTO Las rickettsiosis son un grupo de zoonosis de distribución geográfica heterogénea. Están causadas por bacterias intracelulares, y su ciclo vital transcurre, en casi todos los casos, en parte o en su totalidad en un artrópodo vector. Los agentes etiológicos de las rickettsiosis humanas más frecuentes pertenecen a los géneros Rickettsia y Coxiella. Ehrlichia y Bartonella se considerarán aparte. En la tabla 270-1 se indican las rickettsiosis humanas, sus agentes etiológicos, los vectores y su distri- bución geográfica. Con excepción del tifus exantemático epidémico, el hombre es un hospedador accidental en el ciclo biológico de las rickett- sias, en el que intervienen diversos mamíferos (reservorios) y artrópodos que actúan bien como reservorios, bien como vectores, o ambos. Las rickettsias son microorganismos comensales de los artrópodos, excepto R. prowazekii, que provoca la muerte del vector. ETIOLOGÍA El género Rickettsia comprende bacterias gramnegativas que pertenecen a las alfaproteobacterias y que están relacionadas serológicamente entre sí. Su genoma es de los más pequeños entre las bacterias. Por sus características biológicas, las rickettsias se comportan como parásitos intracelulares obligados. En la mayor parte de los casos necesitan célu- las eucariotas para crecer. Son cocobacilos pequeños e inmóviles. Se observan mejor en el microscopio cuando se tiñen con las técnicas de Giemsa, Giménez o Macchiavello. PATOGENIA La diana de las rickettsias son las células endoteliales, excepto R. akari y Orienta tsutsugamushi, que se multiplican en las células monocíticas. Las rickettsias invaden el endotelio de capilares, venas y arterias, en donde se multiplican y producen una vasculitis más o menos gene- ralizada, que constituye el origen de las manifestaciones clínicas. La lesión vascular provoca un aumento de la permeabilidad, que favorece la extravasación de líquido intravascular y puede causar hipovolemia e hipotensión. Se produce consumo de plaquetas. DIAGNÓSTICO El cultivo de las rickettsias es la técnica diagnóstica más específica, fun- damental para la obtención de antígenos, para estudiar su sensibilidad a los antibióticos y para la determinación de las especies de Rickettsia predominantes en un área. Para su cultivo deben emplearse medios celulares vivos, técnicamente difíciles y que sólo están al alcance de centros de referencia y que dispongan de altos niveles de protección. La adaptación de nuevas técnicas de cultivo (centrifugación-Shell vial) permite identificar rickettsias en sólo 48-72 h. El principal pro- blema del cultivo es su baja sensibilidad y que deben utilizarse altos niveles de bioseguridad. El diagnóstico serológico es el más utilizado en clínica. La sensibilidad de las diversas técnicas desarrolladas hasta la actualidad (prueba de Weil-Félix, microaglutinación, hemaglutinación indirecta, ELISA, inmunoperoxidasa, aglutinación en látex, fijación de complemento, inmunofluorescencia indirecta [IFI]) varía considera- blemente, y la especificidad está limitada por las reacciones cruzadas entre el grupo de las fiebres manchadas y las del grupo del tifus. La IFI es una de las técnicas más sensibles y la más ampliamente utilizada en la actualidad para el diagnóstico de las rickettsiosis exantemáticas, ya que permite la detección de las diversas inmunoglobulinas (IgM, IgA, IgG) y, por tanto, ayuda a la diferenciación entre las infecciones recientes y el estado de portador (IgG). En la práctica clínica, hay mucha reacción cruzada entre las dife- rentes rickettsias y todas ellas se positivizan tardíamente —a partir de la primera semana de iniciada la enfermedad— y la confirmación diagnóstica requiere esperar una seroconversión, que se produce entre la tercera y la cuarta semana, ya durante la convalecencia. Por esta razón, el tratamiento de las rickettsiosis debe iniciarse sobre la base proporcionada por los datos clínico-epidemiológicos. Las técnicas de inmunoblot presentan en algunos casos una respuesta más precoz y pueden emplearse como técnicas confirmatorias. La técnica de cross-absorción puede mejorar la especificidad. La aplicación de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) permite un diagnóstico rápi- do y específico. Estas, junto con otras técnicas complementarias, pueden utilizarse para una mejor identificación de las especies. Las técnicas de biología molecular, en especial la PCR en tiempo real, pueden ayudar al diagnóstico, especialmente si se practican sobre muestras (frotis o Fiebre botonosa mediterránea y otras infecciones causadas por rickettsias. Fiebre Q Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2206 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas TABLA 270-1 Enfermedad (año de su primera descripción) Microorganismo Vector Añoa Distribución Rickettsiosis del grupo de las fiebres manchadas Fiebre manchada de las Montañas Rocosas (1899) R. rickettsii Dermacentor andersoni, Dermacentor variabilis, Amblyomma cajennense, Amblyomma aureolatum, Rhipicephalus sanguineus, Amblyomma americanum, Dermacentor nitens, Amblyomma imitator, Haemaphysalis leporispalustris 1906 América R. parkeri Amblyomma maculatum 2004 América Fiebre botonosa mediterránea (1910) R. conorii Rhipicephalus sanguineus 1932 Mediterráneo, África, India, mar Negro, España, Italia, Francia R. massiliae/Bar 29 Rhipicephalus sanguineus Rhipicephalus turanicus 2005 España, Italia, Francia Fiebre manchada de Israel (1940) R. conorii israelensis Rhipicephalus sanguineus 1971 Israel, Portugal Tifus por garrapatas de Queensland (1946) R. australis Ixodes holocyclus, Ixodes tasmanii 1946 Australia Viruela rickettsiósica (1946) R. akari Allodermanyssus sanguineusb 1946 EE. UU., Ucrania, Turquía Fiebre por garrapatas de la India (1950) R. conorii subespecie indica Rhipicephalus sanguineus 2012 Europa, Asia Fiebre de Astracán (1970) R. conorii caspiensis Rhipicephalus sanguineus, Rhipicephalus pumilio 1991 Astracán, Kosovo, Chad Tifus por garrapatas del norte de Asia (1977) R.sibirica subespecie sibirica Dermacentor nuttalli, Dermacentor marginatus, Dermacentor silvarum, Dermacentor sinicus, Dermacentor reticulatus, Haemaphysalis yeni, Haemaphysalis concinna, Ixodes persulcatus 1984 Asia, Rusia Fiebre manchada de Japón (1984) R. japonica Ixodes ovatus, Dermacentor taiwanensis, Haemaphysalis longicornis, Haemaphysalis flava 1985 Japón Fiebre por garrapatas en África (1990) R. africae Amblyomma hebraeum, Amblyomma variegatum, Amblyomma lepidum, Rhipicephalus annulatus, Rhipicephalus evertsi, Amblyomma compressum, Rhipicephalus decoloratus, Rhipicephalus sanguineus, Rhipicephalus geigyi, Hyalomma impeltatum 1992 África, América del Norte y Central Fiebre manchada de las islas Flinders (1991) R. honei Bothriocroton hydrosauri, Amblyomma cajennense, Ixodes granulatus 1992 Australia, Tailandia Fiebre manchada del Lejano Oriente (1992) R. heilongjiangensis Dermacentor silvarum, Haemaphysalis concinna, Haemaphysalis japonica douglasi, Haemaphysalis flava 1996 China, este de Rusia, Japón Rickettsiosis transmitida por pulgas (1994) R. felis Ctenocephalides felisc, Ctenocephalides canisd 1994 EE. UU., México, Europa Rickettsiosis asociada a linfangitis (1996) R. sibirica mongolotimonae Hyalomma asiaticum, Hyalomma truncatum, Hyalomma anatolicum excavatum, Rhipicephalus pusillus 1996 China, África, Francia SENLAT (TIBOLA) (1997) R. slovaca Dermacentor marginatus, Dermacentor reticulatus 2003 Europa R. raoultii Dermacentor marginatus, Dermacentor reticulatus, Ixodes ricinus 2008 Europa Candidatus R. rioja Dermacentor marginatus 2011 España, Francia Innominada (1999) R. helvetica Ixodes ricinus, Ixodes ovatus, Ixodes persulcatus, Ixodes monospins 1999 Europa, Japón Innominada (2002) R. aeschlimannii Hyalomma marginatum, Rhipicephalus appendiculatus, Hyalomma spp. 2002 Europa, África Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N X V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2207CAPÍTULO 270 Fiebre botonosa mediterránea y otras infecciones causadas por rickettsias. Fiebre Q biopsia) de la escara o de las lesiones cutáneas. En los últimos años se ha utilizado con éxito el frotis con escobillón de las muestras citadas, que evita las molestias ocasionadas con la toma de biopsias. Las rickettsias se tiñen con el método de Giménez, pero su distinción puede ser dudosa en muchos casos. La inmunofluorescencia directa (IFD) o la PCR permiten, de forma precoz y específica, demostrar la presencia de rickett- sias no sólo en los tejidos infectados, sino también en las garrapatas. Las técnicas de PCR múltiple, en auge, aplicadas a diferentes grupos de microorganismos, también se han introducido en el diagnóstico de las zoonosis transmitidas por vectores. En nuestra experiencia, resultan útiles por su comodidad y por su notable sensibilidad. Las técnicas moleculares y la posterior secuenciación permiten la identificación de las diferentes especies, pero tienen poca aplicación clínica, ya que el tratamiento debe ser precoz y es a base de doxiciclina, sea cual sea la especie. Existe poca experiencia en el uso del MALDI-TOF en el diagnós- tico de las rickettsiosis, aunque sí se ha mostrado útil en la identifica- ción de los artrópodos vectores. Tradicionalmente se consideran tres grupos entre las enfermeda- des producidas por Rickettsia: el grupo de las fiebres manchadas, el grupo del tifus y el tifus de las malezas. Algunos autores introducen el concepto de grupo transicional, que se consideraría intermedio entre las fiebres manchadas y el grupo del tifus. Los agentes etiológicos de este grupo estarían constituidos por R. australis, R. felis y R. akari, tres especies muy próximas por el estudio de su genoma. GRUPO DE LAS FIEBRES MANCHADAS Las fiebres manchadas constituyen un grupo de zoonosis transmitidas por garrapatas y causadas por diversas rickettsias muy relacionadas entre sí. Presentan una distribución universal relacionada con la distribución de los vectores, como es el caso de Rhipicephalus sanguineus, que está presente en todo el mundo. El prototipo en nuestra área geográfica es la fiebre botonosa mediterránea. Algunas fiebres manchadas que reciben otros nombres, según la zona geográfica en que se presentan, están producidas también por R. conorii, mientras que en otras regiones se han identificado nue- vas rickettsias patógenas del grupo de las fiebres manchadas, como R. sibirica, R. japonica, R. australis, R. conorii subspp. Israelensis, R. co- norii subspp. Caspia, R. africae, R. honei, R. felis, R. slovaca, R. parkeri, R. massiliae, R. helvetica, R. heilongjiangensis, R. aeschlimannii, R. am- blyommii y otras especies. Otras rickettsias del mismo grupo, como R. canada, R. belli, R. montanensis, R. rhipicephalus, R. peacockii o R. andonae, se consideran, hasta el momento, como no patógenas. De la mayor parte de estas especies se conoce su genoma. Bar 29, muy próxima a R. massiliae, fue aislada de garrapatas recogidas en Cataluña, y actualmente existen datos que confirman que se trata de una especie patógena. Nuestro grupo ha diagnosticado recientemente ocho casos. Algunos autores las sitúan, junto con R. akari, en el grupo tran- sicional. Existe discusión sobre si todas las nuevas rickettsias deben ser consideradas como especies diferenciadas, dada la similitud genética entre ellas. En general, la mayoría de las rickettsias del grupo de las manchadas producen un cuadro clínico similar al descrito en la fiebre botonosa mediterránea: lesión de inoculación o mancha negra, cefalea, fiebre, artralgias, mialgias y exantema maculopapular a los 3-4 días del inicio febril. Sin embargo, algunas de ellas, R. africae, R. rickettsii, R. akari y R. slovaca, presentan algunas características diferenciales; de hecho, las nuevas rickettsiosis presentan exantema con menor frecuencia. Fiebre botonosa mediterránea Concepto Es la rickettsiosis exantemática más frecuente en los países de la cuenca del Mediterráneo, donde la enfermedad es endémica. La enfermedad sufrió una gran expansión, en ocasiones en forma epidémica, durante las décadas de los treinta y los cuarenta, para disminuir posteriormente. En los años setenta y buena parte de los ochenta se apreció un resur- gimiento de la enfermedad en los países de la cuenca mediterránea (España, Francia, Italia e Israel). Esta tendencia al aumento del número de casos se ha detenido e incluso invertido en los últimos años. No se conoce la causa de esta menor incidencia. Una explicación sería una mejoría en la prevención de la infestación por garrapatas de los animales domésticos y la generalización del uso de acaricidas. Otra explicación es la aparición de nuevas especies de rickettsias con menor poder patógeno para el hombre. Etiología y epidemiología El agente causal es R. conorii. Puede parasitar diversos ácaros, que actúan como vectores. En la cuenca mediterránea, el vector principal de la enfermedad es la garrapata del perro (Rhipicephalus sanguineus), TABLA 270-1 (cont.) Enfermedad (año de su primera descripción) Microorganismo Vector Añoa Distribución Fiebre manchada de Australia (2003) R. honei cepa marmionii Haemaphysalis novaeguineae 2003 Australia Innominada (2007) R. monacensis Ixodes ricinus 2007 España Innominada (2008) R. philippi (364bD) Dermacentor occidentalis 2008 América del Norte y Central Innominada (2010) Rickettsia subespecie cepa Atlantic rainforest o Bahia Amblyomma ovale, Amblyomma aureolatum, Rhipicephalus sanguineus 2010 América del Sur Innominada (2011) R. tamurae Amblyomma testudinarium 2011 Japón Rickettsiosis del grupo del tifus Tifus exantemático (1916)R. prowazekii Pediculus humanus corporise 1916 Universal Tifus murino (1926) R. typhi Xenopsylla cheopif, Ctenocephalides felisc 1926 Universal aAño de la primera documentación microbiológica en humanos. bÁcaro del ratón. cPulga del gato. dPulga del perro. ePiojo humano. fPulga de la rata. Modificado de Antón E. Estudio clínico y epidemiológico de la infección por Rickettsia slovaca en Cataluña (tesis doctoral de julio de 2011). Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2208 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas aunque en otras zonas geográficas puedan transmitirla otras garrapatas ixódidas. Aún no se conoce bien el papel que pueden representar otras especies, como es el caso de R. massiliae/Bar 29, aunque su papel patógeno es actualmente indiscutible. Se estima que hasta el 20% de las garrapatas están infectadas por R. conorii, aunque en recientes estudios realizados por nuestro grupo es más frecuente encontrarlas infectadas por R. massiliae/Bar 29, si bien no experimentan daño alguno. Las garrapatas también actúan como reservorio de la enfermedad debido a su capacidad de transmitir las rickettsias por vía transovárica y transes- tadial. Los hospedadores habituales son pequeños mamíferos roedores y perros. El ser humano es un hospedador accidental en el ciclo biológico de las garrapatas. La mayoría de los pacientes refieren contacto con perros. En ocasiones, la enfermedad aparece por picadura de garrapatas que se hallan en el suelo. Con alguna excepción, los estudios de sero- prevalencia realizados en población humana sana en zonas endémicas muestran una positividad del 8%-26%, lo que indica la existencia de infecciones subclínicas o el contacto previo con antígenos de rickett- sias. Estudios de seroprevalencia en perros han mostrado unos índices de positividad que fluctúan entre el 3% y el 87%. La fiebre botonosa mediterránea aparece fundamentalmente en la época estival, con una incidencia máxima en el mes de agosto, en coincidencia con el ciclo biológico de la garrapata, que infesta al perro desde el inicio del verano. La enfermedad afecta a ambos sexos, con un ligero predominio en los varones, y a todas las edades, con predilección por las dos primeras décadas de la vida. Aunque considerada clásicamente como una enfer- medad rural, cada vez es más frecuente en las zonas urbanas. Cuadro clínico El período de incubación suele ser de 4-15 días. En la mayoría de los casos no puede determinarse con exactitud, ya que la picadura de la garrapata en general pasa inadvertida. La lesión de inoculación, produ- cida por la picadura de la garrapata, es indolora y rara vez pruriginosa. Está presente en el 70%-80% de los casos y puede ser múltiple. En los niños predomina en la cabeza, y en los adultos, en las extremidades. Consiste en una lesión ulcerosa, recubierta por una escara negra y rodeada de un halo eritematoso. Recibe el nombre de mancha negra o tache noire. Puede acompañarse de una adenopatía regional. El examen anatomopatológico muestra una vasculitis con infiltrado inflamatorio perivascular, sobre todo linfocitario, y una zona central con restos de detritos celulares. Su detección tiene gran valor diagnóstico. Las manifestaciones clínicas se instauran de forma abrupta, con fiebre alta, con escalofríos o sin ellos, cefalea, torpor mental, fotofobia, intensa afección del estado general, mialgias y artralgias, sobre todo en las extremidades inferiores. A partir del tercer o cuarto día aparece, en casi todos los casos, un exantema generalizado, maculopapular, que afecta a las palmas y las plantas, y que constituye una de las manifestaciones más características de la enfermedad. En ocasiones puede ser purpúrico. En los niños, la sintomatología suele ser menos intensa que en los adultos. En la tabla 270-2 se resumen las principales manifestaciones clínicas de la enfermedad. Aproximadamente un tercio de los pacientes tienen manifestaciones digestivas (vómitos, diarrea o dolor abdominal). A pesar de que el hígado es palpable en el 25%-45% de los casos, el curso de la afección hepática es subclínico. La enfermedad afecta a diversos órganos y sistemas. En el cuadro 270-1 se indican las manifestaciones viscerales más frecuentes. Estudios recientes realizados para evaluar la afección muscular en esta entidad indican que es más frecuente de lo que se consideraba, incluso en las formas benignas de la enfermedad. De forma excepcional se han descrito monoartritis o poliartritis. Suelen afectar a las grandes articulaciones y pueden presentarse en fase aguda o comportarse como una artritis reactiva. La VSG suele estar moderadamente aumentada. Las alteraciones analíticas más frecuentes son la leucopenia —en ocasiones, leucocitosis— y la tendencia a la anemia y la plaquetopenia. En el 18%-38% de los casos aparece hipoalbuminemia, que a veces se acompaña de edemas en las piernas, secundarios al aumento de la permeabilidad vascular. Puede aparecer hiponatremia. La elevación de las enzimas hepáticas es habitual (el 50% de los casos) y constituye la manifestación más frecuente de afección hepática. La muestra de tejido hepático indica lesiones inespecíficas. En los casos en que se han descrito granulomas, no se han apreciado células gigantes ni epitelioides. Un alto porcentaje de pacientes (35%) presenta una elevación de las enzimas musculares específicas (creatín-cinasa [CK] y aldolasa). En algunos enfermos hay proteinuria, alteraciones del sedimento urinario o aumentos moderados de la creatinina sérica, aunque es excepcional el fracaso renal agudo. En el curso de la fiebre botonosa mediterránea se han descrito alteraciones en los factores de coagulación. También se han referido incrementos de la adenosina desaminasa (ADA) y de la neopterina. El factor de necrosis tumoral α (TNF-α), sus receptores y la interleucina 6 (IL-6) aumentan en la fase aguda de la enfermedad, y este aumento es mayor en las formas graves. Diagnóstico R. conorii requiere para su cultivo técnicas sólo disponibles en centros de investigación. Con respecto al diagnóstico serológico, parece demos- trado que la mejor técnica en cuanto a disponibilidad, sensibilidad, especificidad y rapidez es la IFI. Esta técnica permite, además, inves- tigar de forma independiente la presencia de anticuerpos específicos IgM, a fin de distinguir entre infección actual y seropositividad resi- TABLA 270-2 Manifestación clínica Pacientes (%) Fiebre 100 Exantema 99 Cefalea 84 Mialgias 79 Mancha negra 74 Artralgias 69 Hepatomegalia 29 Conjuntivitis 9 Esplenomegalia 9 • CUADRO 270-1 Aparato cardiovascular Arritmias Miocarditis Pericarditis Flebitis de miembros inferiores Hipotensión, shock Aparato respiratorio Tos Neumonía Pleuritis Edema pulmonar no cardiogénico Sistema nervioso Estupor, coma Convulsiones Meningoencefalitis Hipoacusia-acúfenos Aparato digestivo Vómitos, diarreas Hemorragias Pancreatitis Otras manifestaciones Insuficiencia renal aguda Artritis Uveítis-neurorretinitis Orquitis Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N X V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2209CAPÍTULO 270 Fiebre botonosa mediterránea y otras infecciones causadas por rickettsias. Fiebre Q dual. A pesar de tratarse de una prueba específica, puede (aunque en títulos bajos) existir positividad cruzada con R. typhi, R. rickettsii y otras rickettsias del grupo de las fiebres manchadas. Dado que los métodosserológicos ofrecen resultados tardíos, los datos clínicos y epidemio- lógicos aún constituyen la base del diagnóstico inicial. Otras técnicas, como el inmunoblot y la PCR, pueden ser de ayuda para una rápida confirmación diagnóstica. Por PCR, IFD o cultivo es posible identificar de forma específica R. conorii. La PCR en tiempo real promete mejo- rar la sensibilidad diagnóstica. Un multitest de PCR comercializado confirma en nuestra experiencia esta mayor sensibilidad. Diagnóstico diferencial En la fase inicial, sólo el hallazgo de la mancha negra puede orientar el diag- nóstico. Una vez que aparece el exantema, la fiebre botonosa mediterránea debe diferenciarse del sarampión, la meningococemia, la sífilis secundaria, la vasculitis leucocitoclástica y las toxicodermias. Si no existe mancha negra, deben considerarse otras rickettsiosis exantemáticas, especialmente el tifus murino. Hay que añadir al diagnóstico diferencial algunos casos de primoinfección por el HIV que cursan con fiebre y exantema. Pronóstico Si bien se trata, por lo general, de una enfermedad benigna, que cura sin secuelas, existen con cierta frecuencia (7,5%) formas graves. Se han descrito casos letales hasta en el 2,5% de los pacientes, aunque, en general, la mortalidad es muy baja o nula. La gran mayoría de los casos mortales no recibieron tratamiento antibiótico adecuado o este fue iniciado muy tardíamente (más de 7 días desde el inicio de la fiebre). La menor gravedad se ha relacionado con la etiología por rickettsias diferentes a R. conorii. Tratamiento El tratamiento actual de la fiebre botonosa mediterránea se basa en pautas cortas de doxiciclina, con las que son prácticamente nulos los posibles efectos indeseables en los niños menores de 8 años, ya que dichos efectos se relacionan, sobre todo, con la dosis total administrada durante la infancia. Estudios realizados con pautas cortas de doxiciclina oral en un solo día (200 mg/12 h en adultos y 5 mg/kg de peso cada 12 h en niños) han mostrado igual efectividad que las pautas clásicas de clorhidrato de tetraciclina (500 mg/6 h y 30-40 mg/kg día en niños) durante 14 días. Esta pauta ha confirmado su eficacia a lo largo de los años. En caso de intolerancia digestiva puede administrarse por vía intravenosa. La josamicina (1 g/8 h en adultos y 50 mg/kg de peso cada 12 h en niños durante 5 días) y la claritromicina (500 mg/12 h en adultos y 15 mg/kg de peso cada 12 h en niños durante 5 días) también han demostrado ser una buena alternativa en alérgicos a las tetraciclinas, embarazadas y cuando se quiere evitar el uso de tetraciclinas en niños. También se ha utilizado con éxito la azitromicina. El ciprofloxacino (500 mg/12 h, 4 dosis) y el ofloxacino (200 mg/12 h durante 7-10 días) han demostrado también ser eficaces, aunque no superiores, a la doxiciclina. Su posible toxicidad en el embarazo y en los niños limita su uso. Algunos estudios recientes ponen en duda su eficacia y han confirmado efectos secundarios graves, por lo que no consideramos su uso en esta enfermedad. Profilaxis Las medidas de profilaxis consisten fundamentalmente en desparasitar a los animales (en particular, los perros) mediante el uso de repelen- tes, evitar el contacto con garrapatas y animales parasitados por estas (cubrirse la piel con ropa protectora) y desinfectar los lugares frecuen- tados por los animales infestados. El uso de acaricidas puede reducir el número de vectores y ser una medida preventiva útil. Hay que tener en cuenta que el contagio a través de la hemolinfa puede producirse al extraer las garrapatas de los animales. Hay que extraer adecuadamente las garrapatas tras las salidas al campo. No hay evidencia de la utilidad de la quimioprofilaxis tras la picadura de una garrapata. Fiebre manchada de las Montañas Rocosas Concepto y etiología El agente etiológico es R. rickettsii, una bacteria intracelular obligada que en la naturaleza reside en las células de ciertas garrapatas ixódidas. En esta enfermedad, Ricketts describió, en 1909, los microorganismos que luego recibirían en su honor la denominación rickettsia. Genética e inmunológicamente, R. rickettsii guarda una estrecha relación con otros miembros del grupo de las fiebres manchadas. Actualmente se acepta que muchos de los cuadros que han sido diagnosticados como fiebre manchada de las Montañas Rocosas han sido provocados por R. parkeri u otras especies, como R. amblyommii o Candidatus R. philippii. Epidemiología Está relacionada con la garrapata hospedador, que constituye al mis- mo tiempo el reservorio y el vector. Diferentes especies de garrapatas relacionadas con el perro, en distintas regiones geográficas (Dermacentor variabilis y D. andersoni en EE. UU., Rhipicephalus sanguineus en México y Amblyomma cajennense en América del Sur) transmiten la enfermedad. R. parkeri se transmite por A. maculatum en EE. UU. y otros países americanos. El número de pacientes afectos de fiebre manchada de las Montañas Rocosas sufrió un incremento al final de los años sesenta y durante los años setenta, para estacionarse y disminuir de nuevo durante los años ochenta. Actualmente se comunican en EE. UU. entre 600 y 1.200 casos anuales, y la prevalencia de la enfermedad es mayor en los estados sureños de la costa atlántica y en la zona sur del centro del país. Cuadro clínico En el inicio de la enfermedad, las manifestaciones clínicas son poco específicas. Su período de incubación es de unos 7 días, pero puede oscilar entre 2 y 14 días. Comienza, por lo general con fiebre, cefalea y mialgias. Durante los días siguientes, las manifestaciones reflejan la afección sistémica: anorexia, náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdo- minal, fotofobia y tos. El exantema no suele aparecer hasta el cuarto día del inicio de la fiebre, macular en el inicio, y evoluciona luego a papular y petequial. El 10% de los pacientes no presentan exantema. La afección palmoplantar suele ser tardía. No suele existir mancha negra, excepto en algunos casos relacionados con nuevos agentes etiológicos. En el 25% de los casos aparecen conjuntivitis, insuficiencia res- piratoria grave, ictericia y afección del sistema nervioso central; esta última es el principal factor de morbilidad y puede dejar secuelas. La muerte en pacientes no tratados adecuadamente suele ocurrir en la segunda semana, aunque existen casos fulminantes, por lo general en individuos de raza negra con déficit de glucosa-6-fosfato deshidrogena- sa. Puede haber anemia, y la plaquetopenia es frecuente, sobre todo en los casos graves. La coagulación intravascular diseminada es rara. Otras alteraciones biológicas son hiponatremia y elevación de la lactato-des- hidrogenasa (LDH), la CK y las transaminasas. Las formas más leves de la enfermedad parecen relacionadas con otros agentes etiológicos diferentes a R. rickettsii. Diagnóstico El diagnóstico diferencial debe realizarse con las mismas entidades indicadas para la fiebre botonosa mediterránea. Para la confirmación diagnóstica se utilizan también las mismas técnicas que en dicha enfermedad. Los títulos serológicos diagnósticos son de 1/64 para la inmunofluorescencia. Se ha utilizado la técnica de PCR para detectar DNA de R. rickettsii en muestras de sangre de pacientes con formas graves de la enfermedad. La PCR en tiempo real mejora la sensibilidad diagnóstica. Pronóstico y tratamiento La mortalidad es del 3%-7% y se produce en los pacientes no tratados de forma temprana y adecuada, aunque parecen existir rickettsias con diferente virulencia. La disminución de la gravedad durante los últimos años estaría relacionada con otros agentes etiológicos diferentes de R. rickettsii. Los pacientes que sobreviven quedan inmunizados. La fiebre manchada de las Montañas Rocosas responde al tratamiento con tetraciclinas y cloranfenicol, tanto por vía oral como intravenosa. El tratamiento de elección es doxiciclina dos veces al día. Se mantiene durante 7-10 días o hasta 48 h después dela apirexia. Cuando existe afección del sistema nervioso central, se prefiere el cloranfenicol. R. rickettsii es también sensible a la rifampicina, el ciprofloxacino y el ofloxacino. La azitromicina y la claritromicina son alternativas en casos menos graves. Su prevención es semejante a la de la fiebre botonosa Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2210 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas mediterránea, evitando el contacto con los vectores mediante el uso de repelentes y de ropa protectora. Viruela rickettsiósica Descrita inicialmente en Nueva York en 1946 y luego en otras ciudades de EE. UU., Sudáfrica, Ucrania y Croacia, es una rickettsiosis muy poco frecuente producida por R. akari. La transmisión de R. akari al hombre es accidental y la produce el ácaro del ratón que ejerce de reservorio (Allodermanyssus sanguineus). En el lugar de la inoculación se produce una pápula que progresa a escara. El exantema muestra también una infiltración epidérmica por células mononucleadas. Los vasos sanguíneos están muy afectos, con trombos de fibrina y extra- vasación de hematíes. El signo inicial es la aparición de una pápula en el lugar de la picadura, que posteriormente se transforma en una escara negra. El período de incubación es de unos 10 días. Es frecuente la adenopatía regional, que suele ser dolorosa en la palpación, y son características la fiebre remitente y las cefaleas intensas. A los 2-6 días del inicio de la fiebre, aparece el exantema, maculoso y luego papular, en cuyo centro se desarrolla una vesícula. El diagnóstico es serológico, por IFI, que presenta reacciones cru- zadas fundamentalmente con R. rickettsii y R. parkeri. Actualmente se están aplicando técnicas de PCR sobre muestras obtenidas de la lesión vesicular. La lesión inicial primaria sugiere rickettsiosis del grupo de las fiebres manchadas, tifus de las malezas, sífilis primaria o ántrax cutáneo. La erupción cutánea puede confundirse con varicela, otras rickettsiosis, meningococemia o sarampión atípico. El tratamiento de elección es la doxiciclina durante 2-5 días. No hay casos mortales, y el curso de la enfermedad suele ser benigno. Sin tratamiento, la fiebre remite en 1 semana. Fiebre africana por picadura de garrapata (Africa tick bite fever) Es endémica en la mayor parte de países del África subsahariana, está causada por la R. africae y es transmitida principalmente por garrapatas del género Amblyomma, que actúan como reservorio y vector, que parasitan fundamentalmente a bóvidos. En nuestra latitud, su interés radica en que es la rickettsiosis importada más frecuente, con más de 350 casos diagnosticados en Europa o en EE. UU. Factores de riesgo asociados a esta rickettsiosis son los viajes a países del sudes- te de África, preferentemente entre los meses de noviembre y abril, durante más de 7 días y con un tipo de viaje (mochileros, soldados, cazadores, safaris fotográficos) que favorezca el contacto con el hábitat rural. Las manifestaciones clínicas son las de las «rickettsiosis», pero presenta unas características particulares, como es que la mancha negra puede ser múltiple hasta en más del 50% de los casos debido a la gran agresividad de la garrapata transmisora del género Amblyomma, que el exantema aparece en menos de la mitad de los pacientes, que puede ser vesicular hasta en el 45% de los casos, que es frecuente la existencia de linfadenitis regional y que no suelen presentarse formas graves. Debe diferenciarse de la malaria y de la fiebre tifoidea. El tratamiento de elección es similar al de la fiebre botonosa mediterránea. Linfadenopatía transmitida por garrapatas (TIBOLA o SENLAT) Se trata de una nueva rickettsiosis transmitida por garrapatas a la que se ha llegado mediante diferentes aproximaciones. Por un lado, la des- cripción clínica en Centroeuropa en 1997, más tarde microbiológica en 1998 y, más recientemente, epidemiológica en España. El agente causal se identificó en muestras de pacientes mediante cultivo y técnicas de PCR, y es R. slovaca. No obstante, otras especies muy alejadas filogenéticamente de R. slovaca están involucradas, ya que estas se han identificado mediante PCR en la sangre de pacientes y en D. marginatus, que es el artrópodo vector, como es el caso de R. raoultii. Esta garrapata parasita diferentes animales, como cabras, ovejas y jabalíes, entre otros. A diferencia de otras rickettsiosis, los casos aparecen durante los meses fríos del año (otoño- invierno-primavera), que son los meses en que está activo el vector de este síndrome. La picadura de la garrapata se produce en la mayoría de los casos en la mitad superior del cuerpo (sobre todo, en el cuero cabelludo), lo que se debe a la estrategia de Dermacentor, que espera a sus huéspedes (peludos) y cae sobre ellos desde una altura aproximada de 1 m. Es más frecuente en los niños. Parece ser que sólo la garrapata adulta pica a los humanos. El mayor número de casos se ha recogido en Hungría, aunque también se han presentado casos en otros países, como Francia y otros de Europa central. En España se ha diagnosticado prácticamente en toda su geografía, con un número importante de casos durante los últimos años, especialmente en La Rioja y en Cataluña. El cuadro clínico consiste fundamentalmente en la aparición de una escara necrótica en el punto de la picadura de la garrapata rodeada de un halo eritematoso, y adenopatías regionales dolorosas. En un tercio de los pacientes aparece fiebre no muy elevada o febrícula y astenia. Cuando la escara aparece en el cuero cabelludo, suele persistir una alopecia residual en la zona de la escara tras la resolución del cuadro clínico. Probablemente se trata de la forma más benigna de entre el grupo de las fiebres manchadas. El diagnóstico es fundamentalmente clínico-epidemiológico. El estudio serológico mediante el uso como antígeno de R. conorii o R. slovaca permite el diagnóstico en menos de la mitad de los casos. La PCR puede ser útil para detectar R. slovaca u otras rickettsias en la escara, la sangre y las garrapatas. La aplicación de una nueva PCR múltiple, recientemente comercializada, ha mostrado ser más sensible que otras PCR en tiempo real, además de detectar diferentes agentes etiológicos de este síndrome. El tratamiento de elección es la doxiciclina, 100 mg/12 h durante 7-14 días, la claritromicina, 500 mg/12 h durante 5-10 días, o la azi- tromicina, 500 mg/24 h durante 5 días. En los niños se debe ajustar la dosis según el peso. No existen estudios comparativos entre las diferentes pautas antibióticas. La nueva denominación SENLAT (scalp eschar and neck lymph ade- nopathy tick), que incluye los conceptos de escara, cuero cabelludo, cuello, linfadenopatía y garrapata, pretende, aparte de la descripción clínica, crear la idea de un síndrome plurietiológico, donde, además de las ya citadas, se incluirían otras rickettsias, como R. rioja y otras, aunque menos frecuentes, como R. massiliae o R. sibirica mongolotimonae, pero también otros géneros, como Francisella tularensis, Coxiella burnetii, Bartonella o Borrelia burgdorferi. FIEBRES TÍFICAS Tifus exantemático epidémico Etiología Está causado por R. prowazekii, cuyo genoma completo se describió en 1998. El principal reservorio implicado es el ser humano, en el que la infección puede persistir de forma asintomática, durante los perío- dos entre las epidemias. El vector de transmisión es el piojo corporal (Pediculus humanus variedad corporis), que se infecta al alimentarse con sangre de un paciente con enfermedad aguda, durante el período febril y quizá 2 o 3 días después de normalizarse la temperatura. Los piojos infectados excretan rickettsias por las heces en un plazo de 5-7 días.El ser humano se infecta al contaminarse la picadura u otras abrasiones superficiales con las heces o bien con el piojo aplastado sobre el sitio de la picadura. En ocasiones, la enfermedad se adquiere a través de la inhalación de heces secas de piojos infectados o por inoculación directa en las mucosas. En algunas zonas de EE. UU., las ardillas voladoras (Glaucomys volans) son un reservorio zoonótico de R. prowazekii; la pulga de la ardilla es un vector potencialmente transmisor de la enfermedad al ser humano. Se ha aislado también en garrapatas, aunque su papel no está bien definido. No se transmite directamente entre las personas. La posibilidad de transmisión por aerosol ha hecho considerarlo como un posible agente de arma biológica. Epidemiología Es una enfermedad conocida desde el año 1083, que en la actualidad está confinada a regiones montañosas de América del Sur y Central, México, África Central y Oriental, y diversos países de Asia. Se produce en brotes cuando existen condiciones favorecedoras, como ocurrió en Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N X V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2211CAPÍTULO 270 Fiebre botonosa mediterránea y otras infecciones causadas por rickettsias. Fiebre Q Burundi en 1997, después de la guerra, y en pequeños brotes en Rusia en 1997 y Perú en 1998. Se han descrito casos esporádicos en EE. UU., sobre todo al este del río Misisipí. Determinadas circunstancias propician la proliferación de piojos, como no cambiarse de ropa, la falta de higiene y el hacinamiento; por tanto, la pobreza, el frío, las guerras y las catástrofes aumentan el riesgo de la enfermedad. Históricamente se relaciona con la alta mortalidad de las tropas de Napoleón en Rusia. Cuadro clínico Tras la inoculación, R. prowazekii prolifera localmente y se disemina por vía hematógena. Las manifestaciones clínicas de la enfermedad son, en su mayor parte, secundarias a una vasculitis producida por infección de las células endoteliales de los pequeños vasos. La vasculitis puede ocasionar gangrena de la piel y las partes distales de los miembros, y trombosis cerebral. La muerte suele sobrevenir por shock secundario a colapso vascular periférico. La enfermedad puede afectar a pacientes de cualquier edad y sexo, aunque antes de los 15 años es infrecuente y más benigna. El período de incubación es de 10-14 días. Tras un pródromo con malestar general, de 1-3 días, comienza bruscamente con fiebre alta de 39-40 °C, escalofríos, cefalea, artromialgias y anorexia. Se evidencia postración y disminución del sensorio, y tras 2 o 3 días puede evolucionar a estupor y presentar epi- sodios de delirio. El 25%-30% de los pacientes presenta tos seca, mareos, acúfenos, fotofobia, náuseas, dolor abdominal y estreñimiento. Menos frecuentes son dolor y rigidez cervical, trastornos de la visión y diarrea. El exantema suele ser habitual, aunque en el reciente brote en Burundi la frecuencia fue inferior (33%). Comienza en el tronco a los 4-7 días del inicio de la fiebre, se extiende a las extremidades y habitualmente respeta la cara, las palmas y las plantas. Inicialmente maculopapular, evoluciona a purpúrico en el 50% de los pacientes, en especial en los casos más graves. La duración del exantema es de 1-2 semanas. Casi siempre existe inyección conjuntival. En el 5% de los pacientes existen signos de isquemia vascular periférica, con cianosis y frialdad de los dedos de las manos o los pies, que pueden evolucionar a gangrena. En casos graves, durante la evolución aparecen meningoencefalitis, neumonitis, miocarditis, insuficiencia renal y edema pulmonar, que pueden conducir a la muerte. Alrededor de la mitad de los enfermos desarrollan anemia normocítica y normocrómica, y trombocitopenia moderadas. En las dos terceras partes existe elevación ligera de las transaminasas. Sin tratamiento, la enfermedad dura entre 14 y 20 días, la fiebre desaparece por lisis; la mortalidad es elevada y se correlaciona con la edad, de forma que llega al 60% en los mayores de 50 años. La forma clínica en los casos transmitidos por la pulga de la ardilla voladora presenta una menor gravedad. Diagnóstico Debe sospecharse ante el cuadro clínico descrito, en presencia de las condiciones epidemiológicas favorecedoras, como puede ser en inmi- grantes de zonas de alta prevalencia, en personas expuestas a ardillas voladoras o en los sin techo. La distribución del exantema y su forma de progresión ayudan a diferenciarlo del exantema de otras rickettsiosis. Desde el punto de vista clínico, es preciso hacer el diagnóstico diferen- cial con enfermedades víricas y bacterianas, como el meningococemia, la meningitis bacteriana, la fiebre tifoidea, la leptospirosis, los lúes, la rubéola y el sarampión. La IFI es el método serológico más utilizado y permite estudiar anticuerpos de las clases IgM e IgG. Se deben analizar dos sueros de forma paralela; se considera positiva la IFI si los títulos se cuadruplican, si un título único es igual o superior a 1/512 (según el laboratorio) o si la IgM es positiva. El inconveniente de la IFI son las reacciones cruzadas con otras rickettsiosis, especialmente con R. typhi, y que el diagnóstico es tardío. También se han desarrollado métodos de ELISA y hemaglutinación indirecta. La PCR permite detectar R. prowazekii en muestras biológicas, aunque es poco sensible. Las rickettsias pueden aislarse en la sangre y los tejidos mediante cultivos celulares. Tratamiento Las tetraciclinas y el cloranfenicol son efectivos, ya que logran la curación en casi todos los casos, con desaparición de la fiebre en 72 h. El tratamiento convencional para adultos consiste en doxiciclina, 100 mg/12 h p.o. durante 7-10 días o hasta 2-3 días después de la defervescencia. Una sola dosis de doxiciclina de 200 mg en el adulto es eficaz y se ha comparado con los tratamientos convencionales, sobre todo para su uso en países en vías de desarrollo, con un resultado ligeramente superior al del cloranfenicol, aunque puede aparecer alguna recaída. Profilaxis Se basa en mejorar las condiciones de vida que permitan una higiene corporal apropiada y en el lavado de la ropa, con eliminación del piojo corporal. En los casos de epidemia deben aplicarse insecticidas de acción residual (permetrina al 1%) en la ropa de vestir y las sábanas del paciente y de los contactos, así como en los grupos de población cuyas condiciones de vida lo aconsejen o en toda la comunidad si la enfermedad está muy extendida. La doxiciclina, en dosis semanales, puede utilizarse como profilaxis en viajeros o profesionales de la salud en áreas endémicas para el tifus. La vacuna inactivada no ha demostrado una eficacia definitiva en la disminución de la incidencia de la enfermedad, aunque reduce su intensidad. Se ha sugerido su uso sólo en los trabajadores sanitarios de áreas afectas, investigadores que trabajan con R. prowazekii y gru- pos especiales (científicos, trabajadores sociales) que viajan a áreas endémicas. Enfermedad de Brill-Zinsser Es una forma recurrente del tifus epidémico causado por R. prowazekii, que sucede de forma esporádica meses o años después de la primera enfermedad, especialmente en situaciones de debilitamiento. La rickett- sia permanece latente, probablemente en células del sistema mononu- clear fagocítico, y en un 10% de los pacientes asintomáticos, años después se multiplica, para causar un segundo episodio agudo. Poco frecuente en los países desarrollados, tiene importancia epidemiológica, porque los pacientes con tifus recurrente pueden infectar a los piojos corporales y servir de foco de nuevos brotes en las comunidades infes-tadas con dichos artrópodos. De hecho, estos enfermos constituyen el reservorio del tifus epidémico en los períodos interepidémicos. Se han descrito casos de enfermedad de Brill-Zinsser en EE. UU., Canadá, Francia y Croacia. También se presenta en los casos relacionados con la ardilla voladora. La sintomatología es similar a la del tifus epidémico, con comienzo abrupto, pero más leve, menos prolongada (10-14 días) y caracterizada por escalofríos, cefalea intensa, mialgias, náuseas y vómitos, a menudo, sin exantema, que es maculopapular. Dado su carácter de infección recurrente, hay una respuesta de anticuerpos anamnésica, y la IFI puede demostrar títulos de IgG muy elevados a los 4 o 5 días, mientras que los títulos de anticuerpos IgM son bajos o negativos. El tratamiento es el del tifus exantemático epidémico. La prevención es la del primer episodio de infección por R. prowazekii. Tifus murino o endémico Etiología y epidemiología Está causado por R. typhi. El reservorio es la rata peridoméstica (Rattus norvegicus y Rattus rattus), y se transmite al hombre a través de la pulga de la rata (Xenopsylla cheopis). La pulga se infecta al ingerir sangre de las ratas infectadas, R. typhi infecta las células endoteliales en mamíferos y en las células del intestino de la pulga, y se excreta a través de las heces. La transmisión al ser humano se produce por la contaminación de la picadura de la pulga o de excoriaciones cutáneas por las heces de la pulga. Por ello, la enfermedad se produce en personas que se hallan en contacto con ratas y sus ectoparásitos. Por otra parte, diversos estudios han mostrado la asociación de la zarigüeya peridoméstica (Didelphis marsupialis) y sus pulgas (Ctenocephalides felis) en la aparición de tifus murino en humanos en California y Texas (EE. UU.). R. felis, perteneciente al grupo de las fiebres manchadas (se la deno- mina fiebre manchada transmitida por pulgas), aunque hay quien la considera en una posición intermedia entre este grupo y el grupo del tifus, ha sido también identificada en C. felis y zarigüeyas. En España se ha identificado en la provincia de Cádiz, La Rioja y Cataluña en C. felis. El papel patogénico de R. felis se demostró por primera vez Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2212 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas mediante PCR en un paciente con una enfermedad febril semejante al tifus murino en Texas (EE. UU.) y, posteriormente, en casos ais- lados aparecidos en México, Francia, Brasil, Alemania y el sudeste asiático. Es una causa frecuente de fiebre en el África subsahariana, y existen dudas de si puede ser transmitida por mosquitos, como la malaria. Recientemente se ha identificado en muestras de sangre en España mediante PCR en pacientes con fiebre y exantema en ambiente epidemiológico de pulgas. En general, se trata de una afección benigna. El tifus murino tiene una distribución mundial, con áreas endémicas en el sudeste de Asia, América del Norte y del Sur, África, Australia y algunos países de Europa. Se describe como posible causa de fiebre del viajero. En España se han descrito casos en Sevilla, Huelva, Murcia y especialmente en Canarias. Ocurre sobre todo en áreas urbanas. Las épo- cas de máxima incidencia son el verano y comienzos del otoño, pero en áreas de EE. UU. se produce fundamentalmente en primavera y verano. Cuadro clínico Afecta a personas de cualquier edad y género. El período de incubación habitual es de 8-12 días. La sintomatología comienza, en general, bruscamente con fiebre de 39-40 °C, escalofríos, afección general moderada, cefaleas y artromialgias. Son menos frecuentes la odinofagia, el dolor abdominal, las náuseas, los vómitos, la diarrea, la tos, con expectoración mucosa o sin ella, la fotofobia y la somnolencia. Entre los signos físicos destaca el exantema maculoso o papular, rosado, de 3-10 mm de diámetro. En ocasiones es petequial. Aparece alrededor del quinto o sexto día, predomina en el tronco y las raíces de los miembros, y rara vez afecta a la cara, las palmas y las plantas; desaparece en unos 4 días. Las lesiones son semejantes a las del tifus epidémico, pero de menor intensidad y extensión; se ha demostrado infección por R. typhi en células endoteliales del pulmón, el cerebro, el riñón, el hígado y el corazón. En el 30%-40% de los casos no hay exantema. Es frecuente la inyección conjuntival. En la cuarta parte de los casos hay hepatomegalia y esplenomegalia. La alteración hema- tológica más frecuente es la trombocitopenia, presente en la tercera parte de los pacientes. Puede haber leucopenia o leucocitosis, mientras que la presencia de anemia moderada es infrecuente. La VSG suele estar elevada. El 70%-90% de los pacientes presentan una elevación moderada de las transaminasas y de la GGT. En Andalucía se ha mos- trado como causa frecuente de la fiebre de duración intermedia. Raramente existen complicaciones (el 1%-4% de los casos), como pericarditis, miocarditis, endocarditis, meningitis aséptica, neumonitis, nefritis intersticial, fracaso renal agudo y shock séptico con fracaso multiorgánico. La duración de la enfermedad es de unos 12-14 días, con disminución de la fiebre por lisis. Suele presentar una evolución benigna. La mortalidad es inferior al 3%. En los pacientes no tratados, la recuperación confiere inmunidad. Diagnóstico Debe sospecharse en pacientes con fiebre, cefalea y exantema. Las características del exantema y la ausencia de escara ayudan a distinguirlo de la fiebre botonosa. La poca especificidad de las manifestaciones clínicas hace que el diagnóstico diferencial con otras enfermedades infecciosas sea muy amplio. La mayoría de los pacientes son inves- tigados inicialmente por fiebre de origen indeterminado. El diagnóstico se realiza mediante IFI, con la cuadruplicación del título en muestras séricas sucesivas o con un título único igual o superior a 1/512. Se han utilizado asimismo técnicas de enzimoinmunoanálisis capaces de demostrar la presencia de R. typhi en los tejidos, inmunoperoxidasa indirecta y PCR de muestras sanguíneas. Tratamiento y profilaxis Las tetraciclinas y el cloranfenicol son efectivos y logran la apirexia en 48-72 h. La doxiciclina es el tratamiento de elección, excepto en las embarazadas. Sus dosis son las mismas que las empleadas en el tifus exantemático epidémico. La eficacia de las tetraciclinas está fundamen- tada en un mayor número de estudios que incluyen a un gran número de pacientes. En el tifus murino no se recomienda la monodosis de doxiciclina debido a la aparición de recaídas. Las medidas de control son las dirigidas a reducir la población de roedores, con campaña previa contra sus ectoparásitos mediante insecticidas, para evitar la mayor exposición al hombre. OTRAS INFECCIONES CAUSADAS POR RICKETTSIAS Tifus de las malezas El agente causal es Orientia tsutsugamushi. El género Orientia se ha separado hace años del género Rickettsia, por lo que algunos autores no lo consideran estrictamente una rickettsiosis. El reservorio y el vector lo constituyen ácaros trombicúlidos (Leptotrombidium), que transmiten Orientia entre roedores y, por vía transovárica, a su descendencia. La infección en el hombre se produce a través de la picadura de la larva infectada. O. tsutsugamushi se ha aislado de roedores, musarañas, conejos, pájaros, monos y cerdos, pero el verdadero reservorio y vector es el ácaro. La enfermedad puede aparecer en forma de brotes, se distribuye en los países del sudeste asiático y del subcontinente indio, y en el norte de Australia. Estudios recientes han mostrado la presencia de otras especies de Orientia spp. causantes de la enfermedad en Chile, los Emiratos Árabes y África. Afectó de formaimportante a los soldados americanos en la guerra del Vietnam. Es una de las enfermedades febriles más infradiagnosticadas que requieren hospitalización en estas regiones, a pesar de que se estima que ocurren 1 × 106 de casos anuales. Tras un período de incubación de 1-3 semanas, aparecen brus- camente fiebre de 39-40 °C y cefalea. En el punto de inoculación existe una úlcera recubierta de una escara negra (o varias), de alrededor de 1 cm, con adenopatía regional sensible. En el 92%, al finalizar la pri- mera semana aparece un exantema maculopapular, de color rojizo y de elementos pequeños, que se extiende desde el tronco a las extremidades, y desaparece en pocos días. Existen formas febriles sin exantema ni escara. Con frecuencia hay adenopatías generalizadas, esplenomegalia e inyección conjuntival. Son frecuentes la linfocitosis, en algunas ocasiones puede existir leucopenia y trombopenia, y elevación de las transaminasas. Las complicaciones, no infrecuentes, consisten en neumonía, miocarditis, meningoencefalitis, vasculitis gastrointestinal, insuficiencia renal aguda, coagulación intravascular diseminada y shock con fracaso multiorgánico. Para el diagnóstico se utiliza la inmuno- peroxidasa indirecta. Otras pruebas útiles son ELISA, IFI y PCR (en muestras de sangre, piel o ganglios linfáticos). Sin tratamiento, la duración de la enfermedad es de 2-3 semanas. La mortalidad, que puede ser elevada y llegaba al 60% en la era preantibiótica, es inferior al 5% con el tratamiento antimicrobiano adecuado. Las tetraciclinas y el cloranfenicol son eficaces. Una dosis única de doxiciclina de 200 mg en el adulto puede ser efectiva, aunque el tratamiento más eficaz es mantener su administración durante 3-7 días; la defervescencia se logra al cabo de 1-3 días. En áreas con cepas poco sensibles a la doxiciclina, la rifampicina y la azitromicina se han mos- trado eficaces en los adultos. El uso de repelentes en las zonas expuestas y de acaricidas en la ropa es eficaz para la protección individual. FIEBRE Q Etiología y epidemiología La fiebre Q está causada por Coxiella burnetii, que es un microor- ganismo gramnegativo intracelular obligado de forma cocobacilar pleomórfico y que es la única especie de este género (aunque recien- temente se han descrito algunas especies o subespecies muy próximas como Candidatus Coxiella massiliensis, agente etiológico de un caso de SENLAT). Su genoma se conoce desde 2003. Es una zoonosis de distribución mundial y que en los últimos años ha recibido especial atención como posible agente de bioterrorismo de categoría B por su gran capacidad de supervivencia y de difusión por aerosol. Se trata de un proceso endémico en varios países, entre ellos España, y des- crito prácticamente en toda la geografía española, aunque pueden producirse brotes epidémicos en relación con el trasiego de ganado. En los últimos años se ha conocido una gran difusión de la enfer- medad en África. Casi todos los animales domésticos (vacas, ovejas, cabras, équidos, perros y gatos) y salvajes (conejos, pequeños roedores y zorros) pueden estar infectados y son el reservorio habitual de la Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N X V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2213CAPÍTULO 270 Fiebre botonosa mediterránea y otras infecciones causadas por rickettsias. Fiebre Q enfermedad; no la sufren, pero excretan gran cantidad de gérmenes a través de sus secreciones (orina, heces, leche, productos del parto). En algunas áreas, las gatas parturientas infectadas son importantes en su difusión. Cada vez se conocen más especies animales implicadas en el ciclo biológico de C. burnetii. Estos productos contaminados forman aerosoles infectantes que transmiten el microorganismo a través de la vía aérea. Además, C. burnetii presenta un complejo ciclo vital, que incluye una fase esporiforme que resiste largo tiempo la desecación, por lo que, vehiculizada por el viento, puede producir brotes en sitios muy alejados del foco infeccioso de origen. De esta forma, la fiebre Q se describió inicialmente en individuos de zonas rurales en contacto con animales y sus productos, o en personal de laboratorio que mani- pulaba C. burnetii, pero también son frecuentes (el 50% del total) los casos esporádicos en el medio urbano. Hace pocos años se produjo en Holanda un brote epidémico que afectó a más de 4.000 personas entre 2007 y 2010. Este gran brote ha permitido avanzar mucho en el conocimiento de la enfermedad. Las garrapatas mantienen el ciclo biológico animal-animal, pero no influyen en la transmisión a las personas. Otras vías implicadas incluyen el contacto de la piel o las mucosas con secreciones animales y la ingesta de productos lácteos contaminados con deyecciones. Patogenia Tras su inhalación, C. burnetii se reproduce en el pulmón, donde puede pasar inadvertida, o, por el contrario, produce una neumonitis con infiltrados alveolares formados por células mononucleares, macrófagos y áreas de hemorragia y necrosis central que sugieren lesión vascular. Desde allí se produce una diseminación a otros órganos (hígado, endo- cardio, médula ósea, cerebro). La afección hepática es, quizá, la más frecuente y la mejor conocida histológicamente. Puede abarcar desde lesiones inespecíficas con infiltrados portales por linfocitos y células plasmáticas sin lesión de los hepatocitos, hasta otras más características, como los granulomas en anillo. La razón del paso a la cronicidad ha sido un tema controvertido: algunos lo atribuían a la existencia de cepas con tendencia a desarrollar formas crónicas, mientras que actualmente se pone más el acento en la predisposición del huésped, aunque se trata de una combinación de ambos factores. Cuadro clínico En la mitad de los casos, la infección es asintomática o subclínica, dependiendo de la virulencia de la cepa y del huésped. Los varones mayores suelen presentar formas agudas sintomáticas. En la infección aguda, tras un período de incubación de entre 2 y 4 semanas, la mayoría de los pacientes desarrollan fiebre alta de 39-40 °C, continua, con escalofríos, cefalea intensa, mialgias y afección general. Son menos frecuentes la tos, el dolor torácico, las náuseas, los vómitos, la diarrea o el estreñimiento. Pueden existir hepatomegalia y esplenomegalia. En un porcentaje variable (12%-40%) puede haber afección pulmonar en forma de neumonía atípica, caracterizada por infiltrados radiológicos bilaterales en campos medios e inferiores, que suelen resolverse en un tiempo prolongado (4-6 semanas). La «hepatitis» es muy carac- terística, suele ser subclínica, especialmente en el huésped sano, con hepatomegalia y elevación moderada de las transaminasas (2-4 veces su valor normal), aunque se han descrito casos con ictericia colestásica y citólisis intensa. La hepatitis es más frecuente que la neumonía en países donde la enfermedad es endémica, como España, Francia, Israel y Portugal. En algunos casos, la infección aguda puede manifestarse como fiebre autolimitada o como fiebre de duración intermedia o prolongada (2-4 meses), con aparición de granulomas en la muestra hepática. Manifestaciones agudas menos frecuentes son miopericardi- tis, meningoencefalitis, polineuritis, osteomielitis, artritis, síndrome mononucleósico, eritema nudoso y trombocitosis importante. Puede ser una causa de aborto. Se ha relacionado con un aumento de riesgo de la aparición de linfomas. La forma crónica más frecuente es la endocarditis, que suele afectar a la válvula aórtica. Su evolución es prolongada, y en el 90% de los casos asienta sobre valvulopatías previas o prótesis cardíacas. Puede no existir fiebre.Los fenómenos embólicos son poco frecuentes y la ecocardiografía permite detectar vegetaciones, aunque estas pueden pasar inadvertidas por su pequeño tamaño. El diagnóstico se debe sos- pechar en toda endocarditis con hemocultivos negativos. En algunos estudios representa la causa del 3% de las endocarditis. Otras formas crónicas infrecuentes son osteomielitis, endometritis, hepatitis crónica, e infección de aneurismas aórticos y de material protésico. Las formas crónicas son más frecuentes en inmunodeprimidos. En los últimos años se ha difuminado la diferenciación entre formas agudas y crónicas, y se ha introducido el concepto de infección persistente. En las formas agudas, la sintomatología persiste 2-4 semanas sin tratamiento. Con este, habitualmente se consigue la apirexia en las primeras 72 h, aunque, cuando se instaura tardíamente, la fiebre puede tardar más en desaparecer. Se ha descrito un síndrome de fatiga pos- fiebre Q, la mitad de cuyos casos cumplen criterios de fatiga crónica. La mortalidad de las formas agudas es casi inexistente, aunque en la endocarditis puede alcanzar hasta el 40%. Diagnóstico La base del diagnóstico es el estudio serológico. C. burnetii presenta el fenómeno denominado variación de fase, mediante el cual cambian los antígenos de membrana y se generan diferentes tipos de anticuerpos, según la fase evolutiva de la enfermedad. En las infecciones agudas se elevan los títulos de anticuerpos frente a antígenos en fase II, mientras que no se detectan anticuerpos frente a antígenos en fase I. En cambio, en las formas crónicas, aunque también en ocasiones en las formas agudas de curso prolongado, se elevan los títulos frente a antígenos en fase I y sobrepasan generalmente los niveles de los anticuerpos de fase II. Las determinaciones pueden realizarse mediante reacción de fijación de complemento, ELISA o IFI; esta última técnica permite la determinación de los niveles de IgG, IgM e IgA, por lo que se considera el método serológico de referencia. Los títulos de IgM están elevados en las infecciones recientes, pero pueden permanecer elevados largo tiempo (2 años). Los puntos de corte deben de estar basados en estudios locales de seroprevalencia. En las formas agudas, la seroconversión es diagnóstica, el aumento del cuádruple de los títulos o un título único de IgG igual o superior a 1/32 frente a antígenos en fase II mediante fijación del complemento, o igual o superior a 1/320 por IFI (en nuestra área). Puede haber reacciones cruzadas con Legionella micdadei y Bartonella. En las formas crónicas, el título diagnóstico es igual o superior a 1/200 para anticuerpos frente a antígenos en fase I mediante fijación del complemento, e igual o superior a 1/800 por IFI. Un título de IgA frente a antígenos en fase I igual o superior a 1/200, así como la existencia de niveles altos de anticuerpos frente a cardiolipina, es sugerente de endocarditis. Se ha utilizado la PET para el diagnóstico, especialmente en los aneurismas micóticos y en las endocarditis sobre prótesis valvulares. C. burnetii puede detectarse en tejidos mediante tinción de Giemsa, IFD, citometría de flujo o microscopia electrónica. Asimismo, el DNA de C. burnetii puede detectarse en la sangre o en muestras tisulares mediante PCR. Se ha intentado mejorar la sensibilidad de la PCR median- te la liofilización previa o la inmuno-PCR. La manipulación de Coxiella en el laboratorio requiere un nivel 3 de bioseguridad. Tratamiento En las formas agudas, el tratamiento de elección es la doxiciclina en dosis de 100 mg/12 h en el adulto, durante 14 días. En el embarazo se puede tratar con cotrimoxazol o claritromicina. En las formas crónicas, el tratamiento debe ser prolongado e incluir siempre dos fármacos, con el empleo de combinaciones de doxiciclina (100 mg/12 h) con quinolonas (ciprofloxacino u ofloxacino), rifampicina o cotrimoxazol. Una pauta con resultados prometedores en las formas crónicas es la adición a la doxiciclina de hidroxicloroquina, aunque presenta una tasa elevada de fotosensibilidad y la necesidad de monitorizar las concen- traciones del fármaco. La actividad de la cloroquina se debe a la modifi- cación del pH del medio, con lo que mejora la actividad bactericida de la doxiciclina. La duración en las formas crónicas no está bien definida y se recomienda que no sea inferior a 2-3 años, especialmente en la endocarditis sobre válvula protésica o hasta que haya una disminución de los anticuerpos antifase I de la IgA por debajo de 25 o de la IgG inferior a 200. La intervención quirúrgica está indicada en los casos Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2214 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas de endocarditis con deterioro hemodinámico o en los que no pueda controlarse la enfermedad a pesar del tratamiento antimicrobiano, y está especialmente indicada en la endocarditis sobre válvulas protésicas. Profilaxis Las personas en contacto con animales predispuestos a estar infectados por C. burnetii deben utilizar protección adecuada en su manipulación y la de sus productos. La leche debe ser siempre pasteurizada. La vacuna inactivada, preparada a partir de C. burnetii en fase I, se recomienda en personas con exposición profesional (ganaderos, matarifes, veteri- narios); debe considerarse también su uso en personal de laboratorios e investigadores que trabajan con ovejas gestantes. La vacunación se aplicó de forma masiva en el brote que se produjo en Holanda. Otro tipo de profilaxis es la quimioprofilaxis aplicada tras la infec- ción aguda en pacientes con valvulopatías previas o malformaciones vasculares. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Anton E, Muñoz T, Traveria FJ, Navarro G, Font B, Sanfeliu I, et al. Rando- mized trial of clarthromycin for Mediterranean Spotted Fever. Antimicrob Agents Chemother 2016;60:1642-5. Bechah Y, Socolovschi, Raoult D. Identification of rickettsial infections by using cutaneous swab specimens and PCR. Emerg Infect Dis 2011;17:83-6. Million M, Walter G, Thuny F, Habib G, Raoult D. Evolution from acute Q fever to endocarditis is associated with underlying valvulopathy and age and can be prevented by prolonged antibiotic treatment. Clin Infect Dis 2013;57:836-44. Parola P, Paddock CD, Sokolovschi C, Labruna MB, Mediannikov O, Kernif T, et al. Update on tick-borne rickettsioses around the world: a geographic approach. Clin Microbiol Reviews 2013;26:657-702. Segura F, Pons I, Sanfeliu I, Nogueras MM. Shell-vial culture, coupled with real-time PCR, applied to Rickettsia conorii and Rickettsia massiliae-Bar29 detection, improving the diagnosis of the Mediterranean spotted fever. Ticks Tick Borne Dis 2016;7:457-61. © 2020. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos Infecciones causadas por Bartonella y Ehrlichia. Donovanosis F. SEGURA PORTA, J. A. OTEO REVUELTA, A. URRUTIA DE DIEGO 271 INFECCIONES CAUSADAS POR BARTONELLA F. Segura Porta Estas infecciones están causadas por bacilos gramnegativos, pequeños y pleomórficos, capaces de infectar eritrocitos, células epiteliales, macró- fagos y células madre. Hasta hace dos décadas tan sólo se consideraban los procesos relacionados con Bartonella bacilliformis, pero en los últimos años se han incluido en el género los microorganismos corres- pondientes a Rochalimaea, que comprenden B. quintana, B. henselae, B. elizabethae, B. clarridgeiae y B. vinsonii, y posteriormente otras 14 especies, además de otras cinco procedentes del antiguo género Grahamella. Hoy en día, estas infecciones, también llamadas bartonelosis, se consideran un ejemplo de enfermedad emergente y de espectro clínico cambiante. Entra de lleno en un concepto importante, introducido en los últimos años, que es OneHealth. Este concepto pretende una visión global de la enfermedad, especialmente aplicable a las enfermedades zoonóticas en que se considera la interrelación entre la epidemiología, la patología animal y la patología humana. La identificación de nuevas especies gracias a las técnicas de PCR y la mejoría en el diagnóstico han provocado un cambio notable en el conocimiento de las bartonelosis. Se conocen nuevos vectores, nuevas patologías animales, especialmente en el perro, y nuevas formas clínicas en los humanos. Fiebre de Oroya y verruga peruana B. bacilliformis es un bacilo pequeño, pleomórfico, gramnegativo, móvil y aerobio que se tiñe de color violeta-rosáceo con Giemsa y que crece bien en medios enriquecidos. Es endémica de los Andes, sobre todo de Perú, Ecuador y Colombia, en clara relación con el hábitat de su mosquito vector (Phlebotomus verrucarum). El único reservorio de la enfermedad es el ser humano. La fiebre de Oroya (o enfermedad de Carrión) es la forma aguda de la infección. Tras un período de incubación de 2-4 semanas, aparecen fiebre remitente, artromialgias, cefalea, adenopatías dolorosas y anemia hemolítica. En las formas graves puede haber delirio, obnubilación y coma. La verruga peruana es la forma crónica de la infección que aparece en individuos que habían adquirido inmunidad. Se carac- teriza por la aparición de nódulos en la cara y las extremidades en forma de brotes; puede acompañarse de fiebre y dolores articulares. En la fiebre de Oroya, el diagnóstico se realiza por la observación del microorganismo en los hematíes teñidos con Giemsa o Wright. En la verruga peruana, el microorganismo puede cultivarse de las lesiones y ocasionalmente en sangre. El tratamiento de elección, en las formas agudas, es el cloranfenicol (2 g/día durante 7 días) o el ciprofloxacino (500 mg/12 h durante 7-14 días). Las verrugas responden lentamente al tratamiento (rifampicina o estreptomicina durante 10-14 días) y en ocasiones se requiere su exéresis. La profilaxis está dirigida a combatir al vector. Fiebre quintana (fiebre de las trincheras) El agente patógeno es B. quintana. Ocurre de forma endémica en México, el norte de África, el este de Europa y Asia. Es transmitida por el piojo de la ropa (Pediculus corporis) y su principal reservorio es el ser humano. El cuadro clínico es similar al de otras rickettsiosis, y, tras un período de incubación de 1-3 semanas, aparecen dolores intensos en los músculos, los tendones y los huesos (en especial las tibias). Otra característica diferencial es que la fiebre suele ser intermitente. El diag- nóstico puede obtenerse con el cultivo de B. quintana en agar sangre. La técnica de ELISA y la inmunofluorescencia indirecta (IFI) permiten el diagnóstico serológico. Actualmente se utilizan técnicas moleculares. Las tetraciclinas son muy eficaces. El pronóstico es excelente, incluso sin tratamiento. La profilaxis se basa en la lucha contra el vector. Enfermedad por arañazo de gato Concepto y etiología Es una entidad clínica caracterizada por la presencia de adenopatías regionales, habitualmente de larga evolución, en relación con un Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org Push Button0:
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