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(extractos de) 
EL AMOR QUE GENERA NUEVA VIDA EN EL MUNDO 
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Rabino Jonathan Sacks 
 
Nota para nuestros participantes: Escogimos esta lectura por que destaca la grandeza del matrimonio 
desde dos puntos de vista amplios, en la dimensión del tiempo y la dimensión de la geografía, desde la 
pre-historia y mirando al matrimonio globalmente. 
Sacks reflexiona sobre los momentos más importantes del matrimonio, identificando las causas 
biológicas, antropológicas, y culturales del matrimonio, y la gran batalla cultural por el triunfo de la 
monogamia centrada en la entrega fiel entre hombre y mujer. Concluye con varios puntos sobre la 
importancia de el hogar para la transmisión de la fe en un Dios que ama a su pueblo. Los acontecimientos 
más relevantes para nuestros diálogos son los primeros cuatro. 
 
 
Quiero empezar nuestra conversación de esta mañana hablando de la idea más bella en la 
historia de la civilización: el amor que genera nueva vida en el mundo. Ciertamente hay muchas 
maneras de contarla y esta es sólo una de ellas. Pero para mí es una historia que tiene siete 
momentos clave, cada uno de ellos sorprendente e inesperado. 
 
El primero, de acuerdo con un informe publicado en la prensa el 20 de octubre de este año, tuvo 
lugar en un lago en Escocia hace 385 millones años. Según este nuevo descubrimiento, dos 
peces se unieron en ese momento para protagonizar el primer caso de reproducción sexual 
conocido por la ciencia. Hasta entonces la vida se había propagado de forma asexual, por 
división celular, en ciernes, por fragmentación o partenogénesis, métodos mucho más simples y 
económicos que la división de la vida en masculino y femenino, cada uno con un papel diferente 
en la creación y mantenimiento de la vida. 
1 El rabino Sacks, quien fue Gran Rabino del Reino Unido, describe siete momentos clave en la historia del 
matrimonio. ​http://www.rabbisacks.org/love-brings-new-life-world-rabbi-sacks-institution-marriage/ 
 
 
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http://www.rabbisacks.org/love-brings-new-life-world-rabbi-sacks-institution-marriage/
 
Cuando, incluso en el reino animal, consideramos el esfuerzo y la energía que conlleva la unión 
entre un macho y una hembra en términos de exhibición, de rituales de cortejo, de rivalidades o 
violencias, es sorprendente que la reproducción sexual haya podido tener lugar. Los biólogos no 
saben con certeza por qué surgió. Unos dicen que para ofrecer protección contra parásitos o 
inmunidad frente a las enfermedades. Otros simplemente defienden que la convergencia de los 
opuestos genera diversidad. Pero, de una manera u otra, los peces de Escocia descubrieron algo 
nuevo y hermoso, copiado desde entonces por formas de vida virtuales y avanzadas. La vida 
comienza cuando lo masculino y lo femenino se encuentran y se fusionan. 
 
El segundo acontecimiento inesperado fue el único desafío planteado al ​Homo sapiens​. Esto se 
debe a dos factores: la postura erguida, que contrajo la pelvis femenina, y el aumento del 
cerebro -del 300%- que significó un aumento del tamaño de la cabeza. El resultado fue que los 
bebés humanos fueron más prematuros que los de cualquier otra especie y por lo tanto 
necesitaron una protección paterna más larga. Esto conllevó una crianza más exigente entre los 
humanos que entre cualquier otra especie, siendo necesario el trabajo de dos personas en lugar 
de una sola. 
 
De ahí se deriva el fenómeno, muy poco frecuente entre los mamíferos, de la vinculación de la 
pareja. Esto marca una importante diferencia con otras especies en las que la contribución 
masculina tiende a terminar con el acto de la fecundación. ​Entre la mayoría de los primates ​el 
padre ni siquiera reconoce a sus hijos dejándolos solos durante su crecimiento. En el resto del 
reino animal el ejercicio de la maternidad es prácticamente universal mientras que el de la 
paternidad es infrecuente. Así, lo que surgió con el ser humano fue la unión de los padres 
biológicos para el cuidado de los hijos. De este modo en primer lugar aparecen los factores 
biológicos y luego los culturales. Las sorpresas llegan en tercer lugar. Entre las parejas de 
cazadores-recolectores parece que la vinculación era la norma. 
 
Luego apareció la agricultura y con ella el excedente económico, las ciudades y la civilización, y 
por primera vez agudas desigualdades comenzaron a surgir entre ricos y pobres, poderosos y 
débiles. Los grandes zigurats de Mesopotamia y las pirámides del antiguo Egipto, con sus anchas 
bases y sus estrechas puntas, eran monumentales testigos de piedra de una sociedad jerárquica 
en la que unos pocos tenían el poder sobre muchos. Y la expresión más evidente de poder entre 
los machos alfa, ya sean humanos o primates, es el control del acceso a las mujeres fértiles para 
poder así maximizar la transmisión de sus genes a la siguiente generación. De ahí la poligamia, 
que se da en el 95% de los mamíferos y en el 75% de las culturas conocidas por la antropología. 
La poligamia es la máxima expresión de la desigualdad, puesto que supone que una gran 
cantidad de varones nunca tendrá la oportunidad de tener esposa e hijos. Y, a lo largo de la 
historia, la codicia sexual ha sido el principal impulsor de la violencia entre los animales y los 
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seres humanos. 
 
La afirmación de que todo ser humano está creado a imagen y semejanza de Dios, sin distinción 
de clase, color, cultura o credo, convierte el primer capitulo del Génesis en algo 
extremadamente revolucionario. Sabemos que en el mundo antiguo gobernantes, reyes, 
emperadores y faraones se erigieron en imagen misma de Dios. Así pues, lo que el Génesis 
afirma es que todos pertenecemos a la realeza. Cada uno de nosotros posee la misma dignidad 
en el reino de la fe bajo la soberanía de Dios. 
 
De esto se deduce que todos tenemos el mismo derecho a formar un matrimonio y a tener 
hijos, por lo que, independientemente de cómo leamos la historia de Adán y Eva - y hay 
diferencias entre las lecturas de judíos y cristianos - la norma presupuesta en la historia es una 
mujer, un hombre. O, como la propia Biblia dice, "Por eso dejará el hombre a su padre y a su 
madre y se unirá a su mujer , y serán una sola carne". 
 
La monogamia no se convirtió inmediatamente en norma incluso en el universo bíblico. Pero en 
muchos de sus pasajes más famosos (la tensión entre Sara y Agar, Lea y Raquel y sus hijos, David 
y Betsabé, las muchas esposas de Salomón) son críticas que marcan el camino a la monogamia. 
 
E​xiste una profunda conexión entre monoteísmo y monogamia, así como por otro lado la hay 
entre idolatría y adulterio. Monoteísmo y monogamia expresan una relación global entre un yo 
y un tú, entre yo y otro, siendo el otro un ser humano o el divino Otro. 
 
Lo que hace extraordinaria la aparición de la monogamia es el hecho de que los valores de una 
sociedad vienen normalmente impuestos por la clase dominante, y esta, en cualquier sociedad 
jerárquica, sale beneficiada con la promiscuidad y la poligamia, puesto que con ellas multiplican 
las posibilidades de transmitir sus genes a la siguiente generación. Los ricosy poderosos pierden 
con la implantación de la monogamia, mientras que los pobres y débiles salen beneficiados. Así, 
el retorno de la monogamia va a contra-corriente de los cambios sociales y supuso un verdadero 
triunfo en la afirmación de una igual dignidad para todos. Novia y novio pueden considerase 
realeza. Cada hogar un palacio cuando está embellecido por el amor. 
 
El cuarto hito relevante es la manera en la que esto transforma la vida moral. A la hora de 
explicar la existencia de un altruismo recíproco entre los animales sociales todos estamos 
familiarizado con el trabajo de los biólogos evolutivos y su uso de simulaciones por ordenador, 
así como con el "dilema del prisionero iterado". Nos comportamos con los demás como nos 
gustaría que se comportaran con nosotros, y les respondemos de la misma manera en la que 
ellos nos responden. Como C.S. Lewis señaló en su libro ​La abolición del hombre​, la reciprocidad 
es la Regla de Oro compartida por todas las grandes civilizaciones. 
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La Biblia hebrea aporta la novedosa y extraordinaria idea de que el amor, no sólo la justicia, es el 
principio rector de la vida moral. Menciona tres amores. "Amarás al Señor tu Dios con todo tu 
corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas". "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Y, 
repetido no menos de 36 veces en los libros mosaicos, "ama al extranjero, porque sabes lo que 
se siente al ser un extraño". O, dicho de otra manera, así como Dios creó el mundo natural en el 
amor y el perdón, nosotros tenemos la obligación de crear una sociedad en el amor y el perdón. 
Y ese amor es una llama que se enciende en el seno del matrimonio y en la familia. Lo moral es 
el amor entre marido y mujer, padres e hijos, ampliado hacia el mundo exterior. 
 
La quinta forma de desarrollo moldeó toda la experiencia judía. El antiguo Israel adoptó una 
original fórmula secular de acuerdo conocida como "alianza" y la transformó en una nueva 
manera de concebir la relación entre Dios y la humanidad (en el caso de Noé) y entre Dios y el 
pueblo (Abraham o más tarde los israelitas en el Monte Sinaí). Una alianza es como un 
matrimonio. Es un compromiso mutuo de lealtad y confianza entre dos o más personas en el 
que cada uno respeta la dignidad y la integridad del otro y en el que todos trabajan juntos para 
lograr unidos lo que ninguno puede conseguir por sí solo. Y hay algo que ni siquiera Dios puede 
hacer solo: vivir en el corazón del hombre. Esto requiere nuestra colaboración. 
 
Así pues, la palabra hebrea ​emuná​, erróneamente traducida como fe, realmente significa 
devoción, fidelidad, lealtad, constancia, permanencia aún en los momentos difíciles, confianza 
en el otro y honra de la confianza que el otro ha depositado en nosotros. Lo que aquel 
compromiso permitió (y lo vemos reflejado en casi todos los profetas), fue entender la relación 
entre nosotros y Dios en los mismos términos en los que se da la relación entre el novio y la 
novia, entre la esposa y el marido. De este modo, el amor se convirtió en la base tanto de la 
moral como de la teología. En el judaísmo la fe es un matrimonio. En pocas ocasiones se ha 
afirmado esto de manera tan hermosa como cuando Oseas dijo en nombre de Dios : 
 
Te desposaré para siempre; 
Te desposaré en la virtud y la justicia, el amor y la compasión. 
Te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor. 
 
Los hombres judíos decimos estas palabras cada mañana entre semana al enrollar la correa de 
nuestro tefilín alrededor de nuestro dedo como un anillo de bodas. Cada mañana renovamos 
nuestro matrimonio con Dios. 
 
Esto nos lleva a la sexta y sutil idea de que la verdad, la belleza, la bondad y la vida misma, no 
existen en una única persona o entidad, sino "de manera conjunta" lo que Martin Buber llama 
Das Zwischenmenschliche​, lo interpersonal, el contrapunto de hablar y escuchar, de dar y 
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recibir. A lo largo de la Biblia hebrea y de la literatura rabínica, el vector de la verdad es la 
conversación. En la revelación Dios nos habla y nos pide que le escuchemos. En la oración 
hablamos y pedimos a Dios que nos escuche. Nunca hay una sola voz. En la Biblia los profetas 
dialogan con Dios. En el Talmud los rabinos discuten entre ellos. A veces creo que la razón por la 
que Dios escogió al pueblo judío es porque le gusta una buena discusión. El judaísmo es una 
conversación interpretada por muchas voces, nunca más apasionada que en el Cantar de los 
Cantares, un dúo entre una mujer y un hombre, el amado y su amante, que Rabi Akiva califica 
como el ​sancta sanctorum​ de la literatura religiosa. 
 
El profeta Malaquías califica al sacerdote de guardián de la ley de la verdad. El libro de los 
Proverbios dice de la mujer de valía que ​"la ley de la misericordia está en su lengua". Esta 
conversación entre voces masculinas y femeninas, entre la verdad y el amor, la justicia y la 
misericordia, la ley y el perdón, enmarca la vida espiritual. En tiempos bíblicos cada judío tenía 
que dar medio shéquel al Templo para recordarnos que sólo somos una mitad. Algunas culturas 
enseñan que no somos nada. Otras que lo somos todo. La visión judía defiende que somos una 
mitad y que tenemos que abrirnos al otro para poder convertirnos en un todo. 
 
Todo esto nos lleva al séptimo punto que explica que en el judaísmo, el hogar y la familia son el 
escenario central de la vida de fe. El único verso de la Biblia hebraica en el que Dios expone el 
por qué de la elección de Abraham dice: "porque yo sé que mandará a sus hijos, y a su casa 
después de sí, que guarden el camino del Señor, haciendo justicia y juicio". Abraham no fue 
escogido para gobernar un imperio, mandar un ejército, realizar milagros o decir profecías, sino 
sencillamente para ser padre. 
 
En unas de las líneas más famosas del judaísmo, repetidas día y noche, Moisés ordena: " 
Deberéis explicar insistentemente estas cosas a vuestros hijos, hablando de ellas cuando os 
sentéis en vuestras casas o cuando los acompañéis por el camino, cuando os acostéis y cuando 
os levantéis". Los padres tienen que ser los educadores; la educación es la conversación entre 
las distintas generaciones y la primera escuela es el hogar. 
 
Así pues, los judíos se convirtieron en personas enormemente familiares y esto fue lo que nos 
salvó de la tragedia. Después de la destrucción del Segundo Templo en el año 70, los judíos 
fueron dispersados ​​por el mundo. En todas partes fueron una minoría sin derechos y sufrieron 
algunas de las peores persecuciones que ningún otro pueblo ha conocido. Sin embargo los 
judíos sobrevivieron porque nunca perdieron tres cosas: su sentido de la familia, su sentido de 
comunidad y su fe. 
 
Y esto se renueva cada semana especialmente en el Sabbat, el día de descanso, cuando 
concedemos a nuestros matrimonios y a nuestras familias aquello que más necesitan y de lo que 
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más hambrientas están en este mundo contemporáneo:tiempo. Una vez produje un 
documental de televisión para la BBC sobre el estado de la vida familiar en Gran Bretaña. Llevé a 
Penélope Leach, por aquel entonces considerada como el principal experto en el cuidado de 
niños en Gran Bretaña, a una escuela primaria judía en una mañana de viernes. 
 
Allí vio a los niños de cinco años representando por anticipado lo que iban a vivir esa noche 
alrededor de la mesa familiar. Una pareja de niños representaba a los padres bendiciendo a su 
hijo, mientras que otros hacían las veces de abuelos asistiendo a la bendición. Fascinada por 
todo lo que estaba viendo, Penélope Leach preguntó a los niños qué era lo que más disfrutaban 
del Sabbat. Un niño de cinco años le contestó diciendo: "es el único día de la semana en el que 
papá tiene tiempo". Una vez terminada la grabación, a medida que nos alejábamos de la 
escuela, Penélope Leach se volvió hacia mí y me dijo, "Gran Rabino, este Sabbat vuestro salva 
los matrimonios de estos padres". 
 
He aquí una manera de contar esta historia. Una manera judía. Empieza con el nacimiento de la 
reproducción sexual y con las necesidad especificas de la crianza en el género humano. Continúa 
con el triunfo de la monogamia como expresión fundamental de igualdad entre los hombres, y 
prosigue con la forma en la que el matrimonio modeló nuestra visión de la vida moral y religiosa 
basada en el amor, la alianza y la fidelidad, llegando a concebir la verdad como una 
conversación entre amado y amante. La fe encuentra su hogar en el matrimonio y en la familia 
y es ahí donde la Presencia Divina vive, en el amor entre marido y mujer, padres e hijos. 
 
Entonces ¿qué es lo que ha cambiado? He aquí una manera de decirlo. Hace unos años escribí 
un libro sobre religión y ciencia, resumiendo sus diferencias en dos frases: "La ciencia desmonta 
las cosas para ver cómo funcionan. La religión las reúne para entender lo que significan". Esta es 
también una manera de concebir la cultura, ¿aúna o separa? 
 
Lo que hizo de la familia tradicional algo notable, una alta obra arte religiosa, fue la reunión del 
deseo sexual, el deseo físico, la amistad, el compañerismo, el parentesco emocional y el amor, la 
procreación de los hijos y su protección y cuidado, su educación temprana y de integración en 
una identidad y una historia. Pocas veces una institución ha sido capaz de unir tantas y distintas 
energías, deseos, funciones y responsabilidades. Hace que el mundo tenga sentido y le da un 
rostro humano, el rostro del amor. 
 
Por toda una serie de razones - unas relacionadas con los avances médicos como el control de la 
natalidad, la fecundación ​in vitro u otras intervenciones genéticas; otras con los cambios en la 
moral, como la idea de que todos somos libres de hacer lo que queramos, siempre que no 
perjudiquemos a otros; la transferencia de responsabilidades del individuo al Estado, o incluso 
aquellas relacionadas con cambios más profundos en la cultura de Occidente - prácticamente 
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todo lo que una vez unió el matrimonio ahora se encuentra escindido. El sexo se ha divorciado 
del amor, el amor de compromiso, el matrimonio de tener hijos y tener hijos de la 
responsabilidad de cuidarlos. 
 
El resultado es que en 2012 en Gran Bretaña, el 47,5% de los niños nacieron fuera del 
matrimonio y se espera que esto se convierta en la mayoría de los casos en 2016. Ha disminuido 
el número de matrimonios y estos son más tardíos. El 42% de los matrimonios terminan en 
divorcio. Tampoco la cohabitación es un sustituto del matrimonio. La duración media de la 
cohabitación en Gran Bretaña y en los Estados Unidos es de menos de dos años. El resultado es 
un fuerte aumento de los trastornos alimentarios, el abuso de drogas y alcohol, los síndromes 
relacionados con el estrés, la depresión y los intentos de suicidio entre los jóvenes. El colapso 
del matrimonio ha creado una nueva forma de pobreza cristalizada en las familias 
monoparentales. Según los datos de 2011 en Gran Bretaña, el 92% de estas familias están 
llevadas por mujeres que cargan con toda la responsabilidad. Hoy en día en Gran Bretaña más 
de un millón de niños crecerá sin contacto alguno con sus padres. 
 
Esto está creando una brecha en las sociedades que no se ha visto desde las "dos naciones" de 
Disraeli, un siglo y medio atrás. Aquellos que tienen el privilegio de crecer en un entorno estable 
y amoroso junto a las dos personas que los trajeron al mundo, serán por lo general más sanos 
física y emocionalmente. Tendrán mejores resultados escolares y laborales, relaciones más 
exitosas, serán más felices y vivirán más tiempo. Sí, hay muchas excepciones. Pero la injusticia 
de todo esto clama al cielo. Pasaremos a la historia como uno de esos casos descritos por 
Friedrich Hayek al hablar de "la fatal arrogancia", puesto que de alguna manera nos creemos 
más sabios que las lecciones del pasado y pensamos que podemos desafiar a las lecciones de la 
biología y a la historia. 
 
Por supuesto, no se trata de volver a cerrados prejuicios del pasado. Esta semana se estrena en 
Gran Bretaña una película que cuenta la historia de una de las grandes mentes del siglo XX, Alan 
Turing. Este matemático de Cambridge sentó las bases filosóficas de la computación y la 
inteligencia artificial y ayudó a ganar la Segunda Guerra Mundial al romper el código naval 
Enigma de los alemanes. Después de la guerra Turing fue detenido y juzgado por 
comportamiento homosexual y sometido a una castración inducida químicamente. Murió a la 
edad de 41 años por envenenamiento con cianuro, que para muchos fue un suicidio. Este es un 
mundo al que nunca debemos volver. 
 
Pero nuestra compasión por aquellos que eligen vivir manera diferente no nos debe inhibir de 
defender la institución más humanizadora de la historia. La familia, hombre, mujer e hijo, no es 
un estilo de vida elegido entre otros muchos posibles. Es la mejor manera que hemos 
descubierto hasta el momento de educar a las generaciones futuras y que permite a los hijos 
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crecer en una matriz de estabilidad y amor. Es el lugar en el que aprendemos la delicada 
coreografía de las relaciones y cómo manejar los conflictos inevitables dentro de cualquier 
grupo humano. Donde nos arriesgamos a dar y a recibir amor. Donde una generación transmite 
sus valores a la siguiente, garantizando la continuidad de una civilización. Para cualquier 
sociedad, la familia es el crisol de su futuro, y por el bien del futuro de nuestros hijos, debemos 
ser sus defensores. 
 
 
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