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Sobre los mal llamados trastornos menores

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Sobre los mal llamados trastornos menores 
 
Francisco Dionisio Casado Cañero 
FEA Psicología Clínica. UGC Salud Mental Área Hospitalaria de Valme 
Profesor asociado CIS. Universidad de Sevilla 
 
Noviembre de 2012 
 
 
Este trabajo nace de la reflexión que he venido realizando desde hace tiempo 
sobre mi tarea cotidiana en mi lugar de trabajo, sobre muchos de los casos que 
he atendido, y muchas de las situaciones que he escuchado, y a las que he 
intentado ofrecer alivio. A ello se añade en estos momentos, una urgencia 
moral y ética de escribir sobre ello, en los que a través de nuestra experiencia 
personal, así como de la resonancia social y la información que nos ofrecen los 
medios de comunicación, hay una vivencia más generalizada de desesperanza, 
miedo e incertidumbre. Antes de empezar a escribir estas líneas he leído en 
prensa la información sobre las vivencias de aquellas personas que pierden su 
hogar, y con él mismo, la última línea que les separa de la exclusión social, 
situaciones que acaban en algunos casos en el suicidio. Deseo escribir sobre la 
significación y valoración de los trastornos ansiosos y depresivos, sobre su 
relevancia y significado, y protestar con mi trabajo sobre la injustificada etiqueta 
de “trastornos menores”, introducidos en el acrónimo ADS. 
El dato que los mismos tengan una elevada frecuencia, que de una manera u 
otra, con mayor o menor intensidad, sean experiencias de las que no nos 
encontramos lejanos en nuestra experiencia personal y vivencial, no nos puede 
servir para trivializarlos. Considero un prejuicio, y una cierta forma de 
alejamiento, de conjuro, de la cercanía, de la impregnación y resonancia con 
nuestras propias experiencias, esta postura. Ello no tendría más relevancia si 
fuera un mero mecanismo de defensa particular y personal, pero reviste 
problemas éticos cuando constituye una limitación para el acercamiento al 
sufrimiento de otra persona, cuyo alivio es nuestra tarea fundamental, y es una 
disfunción institucional, cuando se fomenta desde el propio sistema esta 
trivialización. De la misma, se puede derivar asimismo una pésima praxis, 
mediante la medicalización a través de la inmediata y aliviadora solución 
farmacológica, que es la que se suele, y de forma realista, conociendo las 
condiciones de ese ámbito, puede ser ofrecida desde Atención Primaria. 
Consideramos que esta alternativa facilita la iatrogenización de un sufrimiento, 
como la creación de una falsa percepción de la propia vivencia, que convierte 
en enfermedad lo que es sufrimiento, y el desarrollo de mecanismos de 
evitación experiencial, que ubican a la persona que sufre en el rol de enfermo, 
añadiendo el consumo de fármacos a los problemas que antes ya tenía. 
Desde modelos los modelos centrados en la noción de afrontamiento al estrés 
(1,2,3,4) la ansiedad es una respuesta que nace la interacción del sujeto con su 
medio. En cómo este hace frente a las demandas que el medio le efectúa de 
forma continuada. Esta interacción no es una mera relación física, sino que 
adquiere sentido desde la valoración que hace el sujeto de las demandas del 
medio, que básicamente son de naturaleza social, el modo en que se siente 
comprometido por ellas, compromiso que sólo es comprensible desde el 
significado que posee esa demanda desde su biografía, sus relaciones 
actuales y su posición social y su proyecto vital. Demandas a la que hará, o no, 
frente de forma más o menos satisfactoria con la movilización de conductas, 
que adquieren sentido dentro de una valoración de la situación y de una 
planificación de las mismas de cara a unos objetivos. Ello hace que sea un 
modelo de clara índole cognitiva, en el que es fundamental la función 
perceptiva de atribución, el valor que otorgan los sujetos, mediante cogniciones 
a través de la que evalúan los sucesos. Es evidente que estas cogniciones de 
atribución son consecuencia de un proceso acumulativo en el que intervienen 
desde el aprendizaje temprano de patrones de evaluación de relaciones 
sociales, la inteligencia social, que nos permite integrar dentro de un marco 
coherente los diferentes patrones de relación interpersonal, y que es objeto de 
un aprendizaje no intencional con claras semejanzas y relaciones con el 
aprendizaje del lenguaje (véase en esta línea el concepto de Esquema 
Disfuncional Temprano de Young, 5), a la interiorización de patrones culturales 
y la auto-imagen que el sujeto genera de sí mismo a través de su biografía. 
Evidentemente, porque somos seres sociales, que tan sólo podemos existir 
como tales en una sociedad concreta, sobre ello incide de un modo notorio el 
conjunto de condiciones de vida, los recursos sociales, económicos y 
culturales, de los individuos y de su entorno, tanto familiar como social, las 
posibilidades que estos ofrecen para servir como red de apoyo, sobre la que 
actúa como determinante la situación social y económica general, el acceso a 
recursos, que puede ser más o menos desigual, la existencia de políticas 
sociales y económicas de inclusión y apoyo social o de exclusión . En el 
momento actual en España estamos viviendo una situación en la que hay una 
continuada degradación de las condiciones sociales, con un crecimiento 
progresivo de los índices de desigualdad social y exclusión, remito a la lectura 
de las abundantes noticias en prensa sobre ello, de una carencia de 
perspectivas personales, de destrucción de un ámbito de integración e 
identificación social como es el trabajo, como ya ha sido señalado por Sennett 
(6), y de una vivencia de carencia de posibilidad de proyecto personal, de la 
posibilidad de una trayectoria que de coherencia a la vida propia, lo que coloca 
a las personas que sufren esa situación en una vivencia de desesperanza e 
indefensión, que como ha sido señalado por Lewinshon et alt y Miller y 
Seligman (7,8) está en la raíz de las vivencias depresivas. 
Es en este marco en el que asistimos a un aumento significativo de la demanda 
de atención en nuestros servicios, que observamos los que trabajamos en las 
unidades de salud mental comunitaria, y que ha sido reflejado de modo notorio 
en el artículo “Cuando la burbuja te explota a ti” editado en El País del 30 de 
octubre de 2012. 
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/10/30/actualidad/1351624793_430269.html
Ante todo ello como profesionales de un servicio público de salud, que implica 
un abordaje centrado en el desarrollo de la salud y bienestar de los 
ciudadanos, y que en el caso de los psicólogos clínicos implica un énfasis en 
los aspectos piscosociales, y vivenciales, hemos de dar una respuesta a la 
situación a la accedemos de modo privilegiado por nuestro desempeño. 
Respuesta que ha de tener un sentido claramente ético y comprometido, con 
una percepción clara de cuales son nuestras opciones ante esta realidad, y el 
papel de apoyo hacia las personas que sufren. Apoyo que ha de ser algo más 
que la mera empatía y simpatía, sino que ha de ir más allá de ello ofreciendo 
una lectura y un abordaje profesional y técnico que sirva desde nuestro ámbito 
de conocimiento a la compresión de la vivencia, a la denominación adecuada 
de su vivencia a la persona que sufre. Lo anterior es un requisito indispensable 
para que pueda existir un afrontamiento de las emociones, desde una 
perspectiva de aceptación de las propias vivencias y sentimientos como 
legítimos, y que haga posible el desarrollo por parte de quien sufre de 
estrategias, de la toma de decisiones necesarias, muchas de ellas en el ámbito 
de las decisiones vitales personales y de la acción social, para la resolución o 
atenuación por lo menos de los hechos vinculados a su sufrimientos. Es notorio 
que desde esta perspectiva es absolutamente irrelevante la clasificación en 
base a criterios de CIE o DSM, no sólo no aportan nada a la comprensión de lo 
que está ocurriendo, sino que en muchoscasos tan sólo sirven para la creación 
de una falsa consciencia en quien padece, y como una coartada para la 
distancia en quien observa. 
Consideramos que la primera tarea es la escucha, la comprensión empática, de 
la vivencia, de las circunstancias en la que esta acaece, así como la valoración 
de cómo esta situación afecta a su proyecto de vida, a sus compromisos 
personales relevantes, Es muy importante entender las expectativas, la 
anticipación de cómo va a ser su futuro, que valoración hace de este, y de los 
recursos que posee, y de la interpretación de la capacidad que posee para 
poder influir en el curso de los acontecimientos. Todo ello es necesario, y va 
mucho más allá de la mera psicopatología al uso, para poder entender, y a la 
vez dar una respuesta coherente, empática y digna de crédito a quien sufre y 
nos pide ayuda. 
La segunda tarea, vinculada íntimamente a la anterior, es la devolución, la 
ayuda, la incitación a la creación por quien sufre de un relato, de una 
comprensión coherente, integrada, y orientada al afrontamiento de las 
emociones, de lo que acaece. Es preciso ser catalizadores, nada más que eso, 
de la construcción de una adecuada consciencia, evitando las mistificaciones, 
tanto psicológico-médicas como morales (mucho del discurso ideológico 
presente en esta situación social incide en la culpabilización, en el defecto 
moral, de quien sufre las consecuencias de la crisis, y se trasluce en muchas 
comentarios y opiniones publicas y publicadas) de su vivencia y situación, 
siendo preciso el abordar la falsa consciencia creada desde estas premisas. 
Una tercera tarea es el planteamiento de estrategias de manejo. Es importante 
señalar, que en el momento presente, no valen tan sólo, aunque en muchas 
ocasiones sea muy necesario e imprescindible, el arsenal de técnicas de 
manejo y abordaje de los problemas de ansiedad y depresión, de los que 
existen tratamientos psicoterapéuticos bien establecidos, que en todas las 
guías clínicas son los abordajes de elección. Nos encontramos cada vez más 
con situaciones en las que la modificación de la vivencia y la subjetividad, la 
incitación al desarrollo de actividades de afrontamiento, y de movilización de su 
red social, no es suficiente. Ya que los recursos sociales del sujeto , las 
perspectivas realistas de modificación de sus condiciones y circunstancias de 
vida son nulas, y su red social está agotada, sobrepasada o en situación similar 
o aún peor. En esta alternativa consideramos que hemos de ser honestos y 
plantear la realidad de un modo claro a quien sufre, la verdad es algo a lo que 
estamos obligados, reflexionar y entender, pararnos a hablar sobre ello, y a la 
vez orientar hacía otros ámbitos donde su problemática, si no resuelta puede 
ser comprendida y al menos expresada. Ello significa una toma de consciencia, 
una posición clara por parte del profesional. No se trata de convertirnos en 
activistas revolucionarios, ello no es nuestro rol, pero sí en ser conscientes y 
hablar claro de lo que ocurre, en un contexto en el que hasta colectivos como 
los jueces empiezan a hablar alto y claro (véase portada de El País del 11 de 
noviembre de 2012) 
 
http://politica.elpais.com/politica/2012/11/10/actualidad/1352586484_709860.html
http://politica.elpais.com/politica/2012/11/10/actualidad/1352586484_709860.html
Referencias bibliográficas 
(1) Lazarus RS y Folkman S. 1986 (versión original en lengua inglesa 1984) 
Estrés y procesos cognitivos. Ed. Martínez Roca, Barcelona. 
(2) Lazarus RS. 2000 (versión original en lengua inglesa 1999) Estrés y 
emoción: manejo e implicaciones en nuestra salud. Ed. Descleé de Brouwer, 
Bilbao. 
(3) Bandura A. 1987 (versión original en lengua inglesa 1986) Pensamiento y 
Acción: fundamentos sociales. Ed. Martínez Roca, Barcelona. 
(4) Bandura A. 1999 (versión original en lengua inglesa 1995) Auto-eficacia: 
como afrontamos los cambios de la sociedad actual. Ed. Descleé de Brouwer, 
Bilbao. 
(5) Young JE. 1999. Cognitive therapy for personality disorders: a schema 
focused approach (3ª edición) Practitioner’s Resource Series. Sarasota FL. 
(6) Sennett R. 2000 (versión original en lengua inglesa 1998) La corrosión del 
carácter: las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Ed. 
Anagrama, Barcelona. 
(7) Lewinshon PM, Hoberman H, Teri L y Hautzinger M. 1989. An integrative 
theory of depression. En: Hooley JM et al, Readings in abnormal psychology, 
John Wiley & Sons, New York. 
(8) Miller S y Seligman MEP. 1984 (versión original en lengua inglesa 1982) El 
modelo reformulado del desamparo y la depresión: evidencia y teoría. En: 
Neufeld RWJ, Psicopatología y stress, Ed. Toray S.A., Barcelona.

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