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4 - Dividir y vencer

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Dividir	y	vencer
Argumento
Baltimore,	 Maryland,	 es	 una	 ciudad	 en	 peligro.	 La	 violencia
creciente	está	avivando	las	llamas	de	la	indignación	general,	y	todas
las	 autoridades	 competentes,	 incluyendo	 el	 FBI,	 asumen	 la	 culpa.
De	 este	 modo	 se	 llevan	 a	 cabo	 las	 últimas	 ideas	 del	 FBI	 para
mejorar	 las	 relaciones	 públicas:	 una	 liga	 municipal	 de	 softball	 y
cursillos	 para	 representantes	 comunitarios.	 Pero	 las	 nuevas
obligaciones	significan	más	tiempo	en	el	cual	los	agentes	especiales
Ty	Grady	y	Zane	Garrett	tendrán	que	estar	separados	mientras	que
felizmente	van	descubriendo	cómo	ser	más	que	compañeros	al	pie
de	la	letra.
Entonces	 la	 última	 oleada	 de	 crímenes	 les	 explota	 en	 la	 cara	 –
literalmente–	 sumiendo	 a	 la	 ciudad,	 al	 FBI,	 y	 a	 la	 imprevisible
relación	 de	 Ty	 y	 Zane	 tanto	 dentro	 como	 fuera	 de	 la	 oficina	 en	 el
caos.	 Están	 metidos	 hasta	 el	 cuello	 en	 un	 problema,	 tratando	 de
rastrear	terroristas	y	ladrones	de	bancos,	a	oscuras	y	con	muy	pocas
pistas,	y	el	único	modo	de	alcanzar	la	luz	y	el	final	del	túnel	juntos
requiere	que	Ty	y	Zane	cierren	 los	ojos	y	confíen	el	uno	en	el	otro
hasta	el	ardiente	final.
Capítulo	1
Complementadas	 por	 el	 tintineo	 de	 la	 estación,	 las	 luces	 se	 encendieron	 en	 el	 set	 de	 las
noticias	de	televisión	y	apareció	una	delgada	mujer	negra,	de	rostro	agradable	con	una	blusa
blanca	y	chaqueta	verde	sentada	ante	el	escritorio	y	un	hombre	alto	y	sonriente	que	llevaba
un	traje	gris	carbón.	El	logotipo	de	la	estación	apareció	en	la	pantalla.
—Aquí	la	WBAL	TV	11,	noticias	a	las	6.	Soy	Jeff	Barns.
—Y	yo	Alicia	Harrison.	Buenas	noches.
La	cámara	enfocó	a	Harrison	mientras	una	foto	de	un	coche	de	policía	en	llamas	aparecía
sobre	su	hombro	izquierdo.
—Los	disturbios	sacudieron	la	ciudad	ayer	por	la	noche	después	de	que	los	Raven	perdieran
contra	los	Pittsburgh	Steeler	en	las	eliminatorias.	Ha	sido	el	tercer	disturbio	desde	la	Víspera
de	Año	Nuevo	y	la	violencia	continúa	en	aumento.	Andrea	Gregg	tiene	más	información	sobre
la	 historia.	 –Una	 sirena	 cambió	 de	 plano	 a	 la	 imagen	 nocturna	 de	 un	 coche	 de	 policía
ardiendo.	La	gente	corría	delante,	sacando	fotos	y	gritando	mientras	los	bomberos	trabajaban
para	apagar	 las	 llamas.	Las	ventanas	de	 la	 tienda	detrás	de	ellos	estaban	rotas,	 los	 cristales
esparcidos	por	todas	partes.	Un	adolescente	estaba	pateando	una	ventana	al	fondo.
—Por	tercera	vez	en	un	mes,	los	residentes	de	Baltimore	han	despertado	en	una	ciudad	en
ruinas.
El	sonido	de	cristales	crujiendo	al	ser	arrastrados	por	el	cemento	acompañó	el	cambio	de
plano.	Un	hombre	mayor,	calvo	barría	los	cristales	en	frente	de	una	tienda.
—Saquearon	 el	 lugar	 —dijo	 el	 hombre,	 identificado	 por	 los	 créditos	 como	 Steve	 Vilnick,
propietario	 de	 la	 tienda—.	Es	 la	 segunda	 vez	 este	mes.	No	 estoy	 seguro	de	 si	 abriremos	de
nuevo.
Mientras	seguía	barriendo,	la	voz	de	Gregg	volvió	a	sonar.
—Hasta	 ahora,	 nadie	 ha	 sido	 gravemente	 herido	 en	 los	 disturbios,	 pero	 el	 daño	 a	 la
propiedad	alcanza	millones.	La	policía	dice	que	están	haciendo	 todo	 lo	posible	para	 llevar	a
los	 responsables	 ante	 la	 justicia,	 pero	 los	 ánimos	 están	 empezando	 a	 crisparse.	 Hoy,	 los
residentes	de	la	ciudad	mostraron	su	frustración	en	una	serie	de	protestas	organizadas	ante
las	sedes	de	la	policía.
El	plano	cambió	a	una	manifestación	frente	a	la	fea	fachada	de	uno	de	los	muchos	edificios
de	la	policía	de	Baltimore.
—Ellos	no	están	haciendo	lo	suficiente	—dijo	una	joven	identificada	como	Jasmine	Burke,
estudiante—.	 ¿Qué	 han	 hecho	 para	 detenerlo?	 Nada.	 Están	 consiguiendo	 que	 de	 noche	 no
puedas	salir	sin	meterte	en	medio	de	un	campo	de	batalla.
—¿Para	qué	les	estamos	pagando?	–Dijo	Roy	Monroe,	empleado	de	la	tienda.
—No	 han	 hecho	 ningún	 arresto,	 no	 han	 conseguido	 ninguna	 pista.	 Tío,	 después	 de	 que
destrozaran	 la	 tienda	 en	 la	 que	 trabajo,	 tuvimos	 que	 cerrar	 durante	 una	 semana,	 y	 no	me
pagaron	ese	tiempo.	¿Por	qué	seguimos	pagándoles	a	ellos?
—Estoy	preocupado.	Por	supuesto	que	estoy	preocupado	—dijo	Bob	Smitherman,	banquero
—.	 Lugares	 que	 siempre	 han	 sido	 seguros	 en	 la	 ciudad	 ya	 no	 lo	 son	 y	 ¿acontecimientos
públicos?	Después	del	Año	Nuevo,	los	estoy	evitando.	Gente	demasiado	enojada	y	muy	pocos
policías.
El	plano	cambió	al	jefe	de	policía	de	Baltimore.
—Por	supuesto,	estamos	haciendo	todo	lo	posible	para	detener	a	 los	 instigadores	de	estos
disturbios,	pero	necesitamos	que	el	público	ayude	a	restaurar	la	paz	y	la	seguridad	de	nuestra
ciudad.	No	podemos	ser	fuertes	cuando	estamos	divididos.
Una	joven	con	una	chaqueta	de	color	azul	claro	apareció	en	pantalla	con	un	micrófono.	El
crédito	decía	Andrea	Gregg,	reportera	de	la	WBAL.	Un	número	apareció	en	la	parte	inferior	de
la	pantalla.
—La	 policía	 está	 pidiendo	 que	 cualquier	 persona	 con	 información	 o	 fotos	 de	 los
manifestantes	que	destruyen	la	propiedad	llamen	a	 la	 línea	de	información.	También	puede
enviar	 información	 anónima	 a	 www.baltimorepolice.org.	 Aquí	 Andrea	 Gregg,	 informando
para	la	WBAL	TV	11.
	
***
	
El	 agua	 bien	 caliente	 cayó	 sobre	 sus	 hombros,	 y	 el	 agente	 especial	 Zane	 Garrett	 gimió,
mientras	giraba	la	cabeza	para	estirar	los	músculos	tensos	del	cuello.	La	ducha	era	un	placer
después	del	entrenamiento	matinal	de	dos	horas	que	había	culminado	en	otro	duro	combate
de	boxeo	con	su	compañero.
Permitió	que	sus	ojos	se	cerraran,	echó	la	cabeza	atrás	para	lavarse	el	pelo	y	dejó	escapar
un	largo	suspiro	mientras	disfrutaba	de	la	presión	del	agua.
Era	un	gimnasio	viejo,	uno	pequeño	escondido	en	el	sótano	de	la	oficina	de	campo	del	FBI
de	 Baltimore.	 Pero	 Zane	 lo	 prefería	 al	 centro	 de	 fitness	 más	 brillante	 y	 más	 nuevo	 de	 la
ciudad	que	algunos	de	los	agentes	frecuentaban.	Sobre	todo	porque	este	viejo	vestuario	tenía
duchas	maravillosamente	altas	y	no	tenía	que	agacharse,	uno	de	los	peligros	de	medir	metro
noventa	y	cinco,	y	las	paredes	de	las	duchas	llegaban	a	media	pared,	lo	que	significaba	que	a
veces	 podía	 comerse	 con	 los	 ojos	 a	 su	muy	 guapo	 compañero	 sin	 demasiado	 riesgo	 de	 ser
atrapado.
Enderezándose,	 abrió	 los	 ojos,	 cambiando	 su	 atención	del	 agua	 que	 le	 bajaba	por	 la	 cara
hacía	el	hombre	que	estaba	a	menos	de	un	metro	al	otro	lado	del	muro	de	azulejos.
El	 agente	Especial	Ty	Grady	 estaba	 con	 la	 cara	hacia	 el	 agua	 y	 las	manos	 apoyadas	 en	 la
pared	de	 azulejos	 frente	 a	 él,	 los	 hombros	 encorvados	hacia	 delante	 y	 la	 espalda	 arqueada.
Llevaba	el	cabello	castaño	oscuro	corto,	más	corto	de	lo	habitual,	una	necesidad	después	de
habérselo	teñido	de	rubio	para	su	última	misión.	El	agua	caía	sobre	esos	músculos	definidos,
enjuagando	los	restos	de	jabón	de	su	cuerpo	y	haciendo	que	el	oro	mate	de	su	anillo	de	sello
del	cuerpo	de	Marines	brillara.	Bajo	 la	ducha	era	una	de	 las	pocas	veces	que	Zane	veía	a	su
compañero	inmóvil,	una	verdadera	novedad	en	lo	que	se	refería	a	Ty	Grady.
Aunque	si	Ty	se	quedaba	en	el	 lugar	durante	más	de	un	minuto,	podría	poner	sus	manos
sobre	él…	gruñó	y	metió	la	cabeza	bajo	el	agua,	estiró	una	mano	para	abrir	el	agua	fría	antes
de	agarrar	su	botella	de	gel.	Su	capacidad	para	mantener	en	el	trabajo	la	lujuria	bajo	control
era	por	lo	general	mejor	que	esto.
Cuando	 echó	 un	 vistazo	 un	 par	 de	 segundos	 después,	 Ty	 había	 apoyado	 los	 brazos	 en	 la
separación	 entre	 ellos	 y	 estaba	 sonriéndole.	 Zane	 arqueó	 una	 ceja,	 preguntándose	 no	 por
primera	vez	si	podía	leerle	le	mente.
Ty	le	miró	de	arriba	abajo	y	luego	por	encima	del	hombro	a	las	duchas	por	lo	demás	vacías.
—Se	me	ha	ocurrido	una	cosa	—dijo	a	Zane	de	manera	casual.
—Peligro,	 Will	 Robinson	 —comentó	 Zane	 mientras	 apretaba	 el	 gel	 en	 una	 mano	 y
empezaba	a	enjabonarse.
—No	 seas	 así	–le	 dijo	Ty,	 su	 voz	 sonó	herida,	 pero	 llevaba	 el	matiz	 de	picardía	 al	 que	 se
estaba	acostumbrado.
Zane	resopló	y	se	movió	bajo	el	agua	para	lavarse	y	poder	mirar	aTy	sin	estirar	el	cuello.
—Se	te	ocurrió	una	cosa	–animó	con	una	pequeña	sonrisa.
—No,	ahora	tendrás	que	trabajarlo	—respondió	Ty	con	otra	sonrisa	y	se	volvió	de	nuevo	a	su
propia	ducha.
Zane	puso	los	ojos	en	blanco	y	tiró	la	toalla	mojada	sobre	la	separación,	sonriendo	cuando
escuchó	el	 choque	mojado	 contra	 la	piel	de	Ty.	La	 risa	 contagiosa	de	 este	 se	mezcló	 con	el
repiqueteo	 relajante	 del	 agua	 corriendo	 a	 través	 de	 las	 viejas	 tuberías,	 recompensando	 su
esfuerzo.	 Sonrió,	 dejando	 que	 la	 pequeña	 chispa	 de	 calidez	 se	 extendiera	 por	 su	 cuerpo
mientras	terminaba	de	enjuagarse.
Estaba	estirando	 la	mano	para	cerrar	el	 grifo	 cuando	una	alarma	atravesó	 la	 tranquilidad
relajante	del	agua	cayendo.
—Alarma	contra	incendios.	Hora	de	irse	—anunció	Ty	con	calma	mientras	apagaba	el	agua	y
agarraba	su	toalla	de	la	pared	al	fondo	de	la	ducha.
No	 se	 secó.	 Sólo	 la	 envolvió	 alrededor	 de	 las	 caderas	 y	 se	 dirigió	 a	 la	 salida	 como	 si	 no
hubiera	nada	raro	en	ello.
Zane	hizo	una	mueca	mientras	se	cubría	una	oreja.
—Ty	—gritó	mientras	cogía	su	toalla	y	corría	detrás	de	su	compañero.	Le	agarró	del	brazo
cuando	 le	 alcanzó—.	 No	 puedes	 salir	 empapado	 y	 prácticamente	 desnudo	 en	 mitad	 del
maldito	enero.	—Comenzó	a	tirar	de	él	hacia	los	vestuarios,	donde	al	menos	podrían	agarrar
pantalones	cortos,	camisetas	y	zapatillas	de	deporte.
—El	frío	es	mejor	que	el	fuego	–discutió	Ty,	aunque	dejó	que	Zane	lo	arrastrara.
—No	hay	fuego	aquí	abajo.
—No	sabes	eso.
—Y	la	salida	está	a	veinte	metros	de	distancia	—dijo	Zane	mientras	arrastraba	a	Ty	a	toda
prisa	detrás	de	él—.	Ahora	vístete.	Y	zapatos.
—¡Garrett,	cuando	una	alarma	comienza	a	sonar,	voy	a	la	salida!	—gritó	Ty	con	tristeza.	No
estaba	 asustado,	 por	 supuesto.	Ty	nunca	 se	 asustaba	 a	no	 ser	 que	 estuviera	 atrapado	 en	 la
oscuridad	o	no	pudiera	encontrar	su	amado	Bronco	en	el	parking.	Se	quitó	la	toalla,	se	puso
un	par	de	pantalones	cortos	y	deslizó	sus	pies	en	las	zapatillas	gastadas.	Luego	agarró	el	brazo
de	Zane	 y	 tiró	 de	 él	 hacia	 la	 salida,	 sin	 importarle	 que	 estuviera	 tratando	de	 entrar	 en	 sus
pantalones	cortos.
—¡Está	 bien,	 maldita	 sea,	 dame	 un	 segundo!	 —exclamó	 Zane,	 agarrando	 su	 camiseta	 y
toalla	después	de	meter	los	pies	en	las	zapatillas	de	correr,	resistiéndose	a	los	tirones	de	Ty
mientras	 se	 inclinaba	 para	 agarrar	 la	 camiseta	 de	 este	 antes	 de	 dejar	 que	 su	 compañero	 le
empujara.
—Arrastra	 tus	pies	más	 tarde,	Lone	Star.	O	el	 edificio	está	en	 llamas	o	es	un	simulacro	y
estaremos	 haciendo	 papeleo	 hasta	 que	 los	 dedos	 nos	 sangren	 si	 no	 salimos	 a	 tiempo	 —
insistió	Ty	mientras	tiraba	de	Zane	a	lo	largo	del	pasillo	hacia	la	salida	de	emergencia.
Ty	 era	 notoriamente	 voluble	 y	 podía	 distraerse	 fácilmente,	 pero	 en	 caso	 de	 emergencia,
estaba	afinado	en	una	cosa	y	sola	una	cosa:	la	supervivencia.	No	había	modo	de	luchar	contra
el	 puño	 de	 hierro	 que	 tenía	 sobre	 su	 brazo	 o	 su	 insistencia	 de	 que	 estar	medio	 desnudo	 y
fuera	era	mejor	que	cualquier	otra	alternativa	en	ese	momento.
—Estoy	 pensando	 que	 tendremos	 un	 poco	 de	 margen,	 ya	 que	 estábamos	 en	 las	 duchas
—espetó	 Zane	mientras	 corrían	 por	 los	 escalones	 de	 hormigón	 del	 sótano	 y	 atravesaban	 la
puerta	de	emergencia	que	daba	al	exterior,	al	frío	y	el	viento.
El	sol	de	la	mañana	cegó	a	Zane	mientras	empujaban	la	puerta	de	la	salida	de	emergencia	y
salían	a	 la	acera	mojada	en	 la	parte	delantera	del	edificio.	Lo	siguiente	que	supo,	Ty	estaba
agachado	 frente	 a	 él	 como	 si	 fuera	 a	 ponerse	 a	 cubierto	 de	 un	 proyectil,	 y	 Zane	 se	 volvió
instintivamente	 para	 comprobar	 la	 amenaza.	 Un	 golpe	 terrible	 explotó	 en	 su	 cara	 con	 un
chorro	de	agua	helada	contra	la	piel	enrojecida	de	la	ducha.
Otro	golpe	inmediato,	éste	en	el	brazo,	otro	en	el	muslo	cuando	algo	más	le	golpeó,	y	más
agua	 le	 salpicó	 en	 el	 aire	 frío	 mientras	 balbuceaba	 y	 se	 secaba	 los	 ojos	 con	 una	 mano,
golpeando	con	la	otra	algo	oscuro	volando	hacia	su	cara.	Sintió	la	breve	sensación	de	goma	en
los	dedos	y	luego	otro	chasquido	doloroso	como	una	banda	elástica,	luego	más	agua.	Zane	se
volvió	hacia	el	movimiento	en	su	lado	izquierdo.	Habían	pasado	cinco	segundos.
Cuando	Zane	dio	cuenta	de	que	acaba	de	sufrir	una	lluvia	de	coloridos	globos	de	agua,	Ty
estaba	de	pie	otra	vez	y	miraba	a	la	multitud	ruidosa	mientras	era	empujado	por	detrás	de	las
barreras	de	nieve	a	la	acera	frente	al	edificio	del	FBI.	Más	manifestantes.
Los	manifestantes	 lanzaron	más	globos	de	agua	a	través	de	la	calle.	Ty	hábilmente	atrapó
uno,	 sosteniendo	 como	 una	 pelota	 de	 fútbol	 para	 evitar	 que	 explotara.	 Se	 echó	 hacia	 atrás
como	si	se	preparara	para	lanzarlo	hacia	la	multitud.
—¡Grady!	 –El	 agente	 especial	 a	 cargo	 Dan	 McCoy	 gritó	 desde	 algún	 lugar	 cerca	 de	 la
entrada	principal.
Ty	dejó	caer	los	hombros,	haciéndole	parecer	un	perrito	regañado	que	era	milagrosamente
bueno	 en	 esquivar	 globos	 de	 agua,	 y	 dejó	 caer	 su	munición	mientras	 aterrizaba	más	 a	 su
alrededor.
Zane	no	estaba	tan	tranquilo.	Enfadado	golpeó	el	siguiente	globo	que	 le	 lanzaron	y	chocó
contra	el	cemento	con	un	golpe	y	salpicaduras.	El	viento	helado	mordió	su	piel	húmeda	y	se
quedó	sin	aliento,	Zane	no	pudo	suprimir	el	temblor,	seguía	sintiendo	el	golpe	de	los	globos
en	su	piel.
—¿Qué	demonios?
—Deja	de	quejarte.	Por	lo	menos	estaban	llenos	de	agua	y	no	algo	peor	—	le	replicó	Ty	con
los	 dientes	 apretados	 Cruzó	 las	 manos	 sobre	 el	 pecho	 y	 sobre	 las	 palabras	 blancas	 en	 su
camiseta	azul	“Relájate,	soy	divertido”,	encorvó	los	hombros	mientras	se	giraba	para	mirar	la
estructura	de	hormigón	detrás	de	ellos.
—Maldita	sea,	¡no	está	en	llamas!	—Aquellos	a	su	alrededor	lo	suficientemente	cerca	como
para	oírle	se	echaron	a	reír,	incluso	algunos	de	los	manifestantes	en	la	calle.	Zane	sacudió	la
cabeza.
¿Cómo	diablos	 lograba	Ty	relacionarse	con	 la	gente	sin	siquiera	 intentarlo?	Nunca	dejaba
de	sorprenderle.
Otro	globo	voló	por	el	aire	y	aterrizó	a	los	pies	de	un	hombre	con	un	megáfono	que	estaba
de	pie	cerca	de	la	entrada	del	edificio	de	oficinas.
Comenzó	a	informar	a	la	gente	que	cualquier	medida	adicional	sería	considerada	como	un
ataque	 contra	 la	propiedad	 federal	 y	 los	 agentes	 federales,	 y	 se	harían	arrestos.	Cuando	 las
palabras	“hasta	incluyendo	fuerza	letal”	salieron	de	su	boca,	la	multitud	comenzó	a	retumbar.
Zane	había	leído	los	memos.	Pero	esta	era	la	primera	vez	que	se	había	metido	en	un	ataque.
—Supongo	 que	 imaginan	 que	 no	 los	 arrestaremos	 por	 asalto	 –dijo,	 sacudiendo	 la	 cabeza
mientras	veía	su	aliento	casi	cristalizarse	mientras	exhalaba,	del	frío	que	hacía.
Ty	miró	a	la	multitud,	con	el	rostro	inexpresivo.
—Un	 par	 de	 rondas	 de	 goma	 debería	 arreglarlo	—decidió,	 con	 los	 dientes	 comenzando	 a
castañetear	por	el	frío.
—¿En	los	globos,	o	en	la	multitud?	—Se	cruzó	de	brazos,	imitando	a	su	compañero,	y	dio	un
paso	atrás.	Echó	un	vistazo	a	Ty—.	Imagina	el	papeleo.
—¡Garrett!	¡Grady!	¡Meted	el	culo	dentro!	–Gritó	McCoy	desde	el	otro	lado	del	césped—.	No
voy	a	firmar	la	baja	por	enfermedad	si	pillais	una	neumonía.
—Eso	 dices	 ahora,	 pero	 yo	 n-no	 voy	 a	 r-rellenar	 ningún	 formulario	 –gritó	 Ty,
tartamudeando.	 Estaba	 observando	 a	 uno	 de	 los	 agentes	 ataviados	 con	 uniformes
antidisturbios,	mirando	específicamente	la	pistola	llena	de	balas	de	goma.	Otra	andanada	de
globos,	amarillos,	verdes,	rojos	y	azules,	llenos	de	agua	helada	salieron	volando	hacia	ellos.
Si	Ty	tuviera	uno	de	esos	fusiles	en	mano,	podría	hacer	un	impresionante	espectáculo	con
esos	objetivos	voladores,	podría	despejar	a	estas	personas	rápidamente.
Zane	sabía	que	eso	era	exactamente	lo	que	Ty	estaba	pensando.	También	sabía	que	no	iba	a
pensar	en	las	consecuencias	de	las	relaciones	públicas.	Incluso	si	Ty	considerara	la	reacción
pública	de	sus	acciones,	lo	que	rara	vez	hacía.
—A	 la	 mierda	 —gruñó	 Zane.	 Tomó	 a	 Ty	 por	 la	 parte	 superiordel	 brazo	 cuando	 dio	 un
impulsivo	 paso	 hacia	 el	 hombre	 con	 equipo	 antidisturbios.	 Le	 hizo	 girar	 y	 empezó	 a	 tirar
hacia	el	edificio,	descartando	a	la	gente	que	les	miraba	y	se	burlaba	de	ellos.
—Esos	pequeños	f-formularios	amarillos	con	l-lados	rotos,	y	los	azules	q-que	hacen	las	m-
mismas	preguntas	c-catorce	veces,	y	 los	malditos	r-rosas	que	 te	ponen	 los	dedos	a-azules	–
divagó	 Ty	 mientras	 seguía	 adelante	 sin	 protestar.	 Sonaba	 como	 el	 cerdo	 Porky—.	 L-los
rellenaría	todos	si	pudiera	d-disparar	a	alguien	en	este	momento.
—Esta	 vez	 estoy	 contigo.	 Merecería	 la	 pena.	 —Otro	 agente	 deslizó	 una	 tarjeta	 de
identificación	para	ellos,	y	Zane	abrió	 la	puerta	 lateral	del	edificio,	empujó	a	Ty	dentro	y	 le
siguió,	 cerrando	 la	 puerta	 de	 acero	 sólido	 detrás	 de	 ellos	 y	 haciendo	una	mueca,	 porque	 la
alarma	seguía	gimiendo.
Ty	echó	el	brazo	sobre	los	hombros	de	Zane	y	lo	abrazó.
Su	piel	estaba	fría	contra	la	de	Zane.
—Esto	se	está	p-poniendo	feo	—dijo,	sin	mirar	a	Zane.
Este	 sabía	 que	 se	 refería	 a	 la	 situación	 en	 general,	 a	 los	 disturbios	 en	 la	 ciudad.	 Siguió
hablando,	 bajando	 la	 voz	 hasta	 que	 Zane	 no	 pudo	 oírle	 por	 encima	 de	 la	 sirena	 a	 todo
volumen.
—Tenemos	que	volver	a	las	duchas.	Agua	caliente	—dijo	Zane	mientras	se	estremecía	y	no
en	el	buen	sentido—.	El	equipo	antidisturbios	despejará	a	esos	idiotas	antes	de	que	salgamos.
Y	sabes	que	quienquiera	que	apretara	la	alarma	contraincendios	está	metido	en	mierda.
Ty	sacudió	la	cabeza.	Sus	dedos	se	arrastraron	contra	la	piel	de	Zane	mientras	apartaba	el
brazo	de	los	hombros	de	Zane.
—Trabajo,	trabajo,	trabajo	—murmuró,	sacudiendo	la	cabeza.
—Hablo	 en	 s-serio	 —dijo	 Zane	 mientras	 el	 resfriado	 comenzaba	 a	 arraigarse—.	 Tengo
demasiado	 frío.	 —Sus	 dedos	 estaban	 casi	 entumecidos	 mientras	 trataba	 de	 agarrar	 el
dobladillo	de	su	camiseta	mojada	para	sacársela.
—Te	calentaré	más	tarde	—prometió	Ty.	Era	un	pensamiento	agradable,	pero	nada	útil	en
estos	 momentos.	 De	 alguna	 manera	 Ty	 había	 dominado	 el	 temblor	 y	 castañeteo	 de	 los
dientes.	 Una	 vez	 le	 había	 dicho	 a	 Zane	 que	 el	mejor	modo	 de	 dejar	 de	 temblar	 era	 relajar
conscientemente	 el	 cuerpo,	 et	 voilà,	 no	 más	 temblor.	 Pero	 nunca	 había	 conseguido	 que
funcionara.
Se	giró	y	abrió	el	camino	de	vuelta	a	los	vestuarios,	logró	quitarse	la	ropa	mojada	y	se	frotó
con	la	toalla,	tratando	de	librarse	del	frío	que	le	hacía	doler	los	huesos.
La	 alarma	 se	 cortó	 abruptamente,	 pero	 el	 zumbido	 en	 los	 oídos	 de	 Zane	 todavía	 cubría
cualquier	 sonido	 que	 Ty	 podría	 haber	 estado	 haciendo	 a	 sus	 espaldas.	 Luego	 tres	 dedos
tocaron	 la	nuca	de	Zane	y	bajaron	por	 su	 espalda,	 entre	 los	omóplatos,	 la	parte	baja,	 sobre
una	cadera	mientras	Ty	pasaba	junto	a	él.
—Jornada	laboral	de	ocho	horas	por	delante,	Lone	Star.	Aguanta	–dijo	Ty	mientras	abría	su
propia	taquilla.
Esta	vez	el	escalofrío	que	se	deslizó	por	la	piel	de	Zane	no	tenía	nada	que	ver	con	el	frío	y
todo	con	encontrar	la	paciencia	para	pasar	el	día	con	la	mirada	puesta	en	la	noche.
* *
La	 luz	 intermitente	en	 su	 teléfono	captó	 la	atención	de	Zane	y	 le	 apartó	del	 informe	que
estaba	tratando	de	analizar.	Siempre	silenciaba	el	teléfono	cuando	estaba	en	la	oficina,	sobre
todo	en	momentos	como	hoy,	cuando	todo	el	equipo,	estaba	atascado	sudando	tinta	china	con
sus	trabajos.
Estaba	 sentado	 con	 Michelle	 Clancy,	 Scott	 Alston,	 Fred	 Perrimore	 y	 Harry	 Lassiter,	 los
demás	miembros	de	su	equipo	en	la	Oficina.	Sin	embargo,	podría	ser	una	llamada	de	uno	de
los	otros	departamentos,	un	contacto,	u	otro	agente.	Así	que	Zane	sacó	el	móvil	de	debajo	de
una	pila	de	carpetas	y	pasó	el	pulgar	para	desbloquearlo	mientras	miraba	la	pantalla.	Era	un
mensaje	de	texto.	Frunciendo	el	ceño,	Zane	lo	abrió.
¿Cuál	 es	 el	 procedimiento	apropiado	para	 coger	un	ordenador	y	 tirarlo	por	 la	 ventana?
¿Abrir	la	ventana	primero	o	romper	el	cristal?
Zane	parpadeó	y	 leyó	el	 texto	de	nuevo.	A	 continuación,	 se	 centró	 en	el	número	y	 se	dio
cuenta	 de	 quien	 le	 había	 enviado	 el	 mensaje.	 Suspiró	 y	 dejó	 el	 teléfono,	 volviendo	 a	 su
informe.	No	 era	 un	mensaje	 que	 necesitara	 respuesta.	 Su	 compañero	 no	 estaba	más	 que	 a
tres	 metros	 de	 distancia,	 sentado	 en	 su	 escritorio,	 mirando	 la	 pantalla	 del	 ordenador	 y
pulsando	 repetidamente	 la	misma	 tecla	 de	 error	 en	 su	 teclado.	 Si	Ty	quería	 una	 respuesta,
podía	 abrir	 la	 boca	 y	 hablar.	 Cuando	 Zane	 le	miró,	 le	 vio	 recostarse	 en	 la	 silla	 y	 ladear	 la
cabeza	hacia	el	ordenador.	Había	dejado	de	teclear,	y	parecía	desganado	y	frustrado.
El	 ordenador	de	Ty	nunca	 funcionaba	de	 la	manera	que	 se	 suponía.	El	 equipo	bromeaba
con	 que	 Ty	 emanaba	 pulsos	 electromagnéticos,	 porque	 no	 importaba	 lo	 que	 tocara,	 la
máquina	 casi	 siempre	 acababa	 en	 mal	 estado.	 El	 ordenador,	 la	 impresora,	 el	 fax,	 a	 veces
incluso	 los	 grifos	 automáticos	 en	 los	 baños.	 Nunca	 funcionaban	 correctamente	 para	 él.
También	odiaba	el	papeleo	con	inusual	pasión,	por	lo	que	era	doblemente	divertido.
Zane	 miró	 los	 archivos	 distribuidos	 en	 la	 mesa	 frente	 a	 él.	 Podía	 sentarse	 y	 recopilar
detalles	durante	todo	el	día,	apelaba	a	su	cerebro	analítico.	Ty,	sin	embargo,	no	se	disculpaba
por	 estar	 aburrido	 de	 papeleo.	 Sin	 duda,	 era	 un	 hombre	 de	 acción.	 Normalmente,	 Zane
intentaba	 enviarle	 a	 hacer	 recados,	 pero	 hoy	 ni	 siquiera	 tenía	 ese	 recurso.	 Con	 una	 última
mirada	a	Ty,	Zane	volvió	a	conciliar	datos	sobre	transferencias	bancarias	de	sospechosos	con
una	serie	de	secuestros.
Varios	 minutos	 después,	 la	 luz	 en	 su	 teléfono	 volvió	 a	 parpadear.	 Zane	 dejó	 de	 teclear
mientras	miraba	el	teléfono	y	luego	a	través	de	las	mesas	a	Ty.	No	parecía	haberse	movido,	y
su	 teléfono	no	estaba	a	 la	vista.	No	 le	estaba	mirando	y	no	había	 sombra	de	 sonrisa	en	 los
labios	 como	 habría	 habido	 si	 hubiera	 estado	 tramando	 algo.	 Zane	 había	 visto	 esa	 sonrisa
demasiadas	veces	para	pasarla	por	alto.	Cogió	el	teléfono	y	vio	el	segundo	mensaje	de	texto.
Mismo	número	de	teléfono.
Nunca	había	tenido	tiempo	de	programar	el	nombre	de	Ty	en	la	lista	de	contactos.
Debatió	si	mirar	el	texto,	no	estaba	seguro	de	querer	animar	a	Ty	a	que	le	distrajera	en	el
trabajo.	Luego,	después	de	un	momento,	se	sacudió	No	había	razón	para	estar	tan	tenso	sobre
esto.	Activó	el	teléfono	para	leer	el	mensaje.
Los	últimas	3	llamadas	en	mi	teléfono	son	para	pedir	respaldo,	pizza	y	sexo.	En	ese	orden.
No	puedo	decidir	lo	que	eso	dice	de	mí.
Zane	casi	olvidó	reprimir	su	sonrisa.	La	noche	anterior	Ty	le	había	llamado	para	decir	que
había	pedido	una	pizza	y	que	Zane	debía	recogerla	de	camino.	Tenían	la	intención	de	ver	un
poco	de	fútbol	en	la	televisión	pantalla	grande	de	Ty,	pero	las	eliminatorias	que	echaban	no
eran	de	sus	equipos	y	no	retuvieron	su	atención	mucho	tiempo.
Después	 de	 terminar	 la	 pizza,	 se	 sentaron	 frente	 a	 la	 televisión	 haciendo	 algo
completamente	diferente	a	verla.
Zane	 bufó.	 Muy	 a	 propósito	 no	 se	 movió	 en	 la	 silla	 mientras	 dejaba	 su	 teléfono	 sin
contestar	o	mirar	a	su	compañero.
Tal	vez	él	escogiera	la	cena	esta	noche.
Su	 teléfono	 se	 iluminó	 casi	 de	 inmediato	 de	 nuevo.	 Zane	 ni	 siquiera	 había	 recogido	 su
bolígrafo.	 Esta	 vez	 miró	 a	 las	 mesas	 de	 sus	 compañeros	 de	 equipo,	 ninguno	 de	 ellos	 les
estaban	prestando	atención,	antes	de	abrir	el	mensaje.
Te	das	cuenta	de	que	tengo	plan	de	mensajes	de	texto	gratis	¿no?
Obviamente,	 ignorar	 a	 Ty	 no	 iba	 a	 funcionar.	 Pero	 Zane	 apartó	 el	 teléfono,	 decidido	 a
hacerlo.	 Simplemente	 porque	 la	 lucha	 divertiría	 a	 Ty,	 si	 estuviera	 siendo	 honesto	 consigo
mismo.	Y	mantener	a	Ty	divertido	era	bueno	para	el	resto	de	la	humanidad.
El	teléfono	se	iluminó	de	nuevo,	y	cuando	Zane	miró	a	Ty,	su	compañero	estaba	recostado
en	 su	 silla,	 con	 los	 pies	 apoyados	 abiertamente	 sobre	 su	 escritorio	 mientrassostenía	 el
teléfono	en	sus	manos.
Zane	siguió	escribiendo	con	una	mano	mientras	discretamente	movía	su	teléfono	a	través
de	 los	 papeles	 esparcidos	 delante	 de	 él	 para	 poder	 apretar	 el	 botón	 y	 leer	 el	 mensaje	 sin
llamar	la	atención.
Examen	de	compañero	sorpresa.	¿Cuántas	letras	tiene	el	alfabeto	del	gobierno?
Mordiéndose	la	lengua,	Zane	trató	de	decidir	cuál	sería	la	respuesta.	Estaba	casi	seguro	que
era	 una	 broma.	 Pensó	 que	 Ty	 estaba	 tratando	 de	 romperle,	 de	 hacerle	 reaccionar,	 tal	 vez
incluso	reír.	Mirando	por	el	rabillo	del	ojo,	pudo	verle	mirándole,	con	la	cabeza	agachada	lo
suficiente	como	para	hacer	que	se	viera	un	poco	depredador.	Conocía	muy	bien	esa	mirada.
La	mayoría	de	la	gente	que	no	conocía	a	Ty	se	sentía	intimidada	por	el	brillo	en	sus	ojos	color
avellana	y	la	curva	levemente	maliciosa	de	sus	labios.	Pero	Zane	había	llegado	a	aprender	que
Ty	sólo	adoptaba	ese	aspecto	cuando	se	estaba	divirtiendo.	Y	eso	hacía	que	su	rostro	recién
afeitado	con	 forma	de	corazón	pareciera	mucho	más	apuesto,	 lo	que	 irritó	a	Zane	en	algún
extremo.	Irritó	y	excitó.
Para	 chincharle,	 Zane	 ignoró	 el	 mensaje,	 volvió	 a	 trabajar	 en	 la	 comparación	 y	 trató	 de
construir	la	resolución	de	no	reaccionar	al	siguiente	mensaje	que	intentara	romper	su	calma.
El	 teléfono	 se	 iluminó	 de	 nuevo,	 esta	 vez	 Ty	 había	 vuelto	 su	 atención	 a	 su	 ordenador
cuando	Zane	 subrepticiamente	 le	miró.	 Se	 preguntó	 cómo	diablos	 escribía	 tan	 rápido	 en	 el
teclado	pequeñito	del	teléfono.
Le	hubiera	gustado	haberlo	visto,	si	no	hubiera	echado	a	perder	el	juego.
Le	hizo	esperar	cinco	minutos	mientras	discutía	unos	activos	con	Alston	antes	de	teclear	el
botón	para	abrir	el	último	mensaje	de	texto.
Respuesta:	19.	ET	se	fue	a	casa	en	un	OVNI	y	el	FBI	fue	tras	él.
Zane	parpadeó	 varias	 veces	 ante	 la	 pantalla	mientras	mantenía	 la	 cara	 seria,	 aunque	 con
toda	 justicia,	 eso	merecía	una	risa.	 ¿Quién	habría	 sabido	que	estaría	aprovechando	años	de
experiencia	 trabajando	 encubierto	 para	 ocultar	 que	 estaba	 jugando	 a	 juegos	 de	 texto	 en	 la
oficina?	 Tocó	 el	 bolígrafo	 pensativamente	 sobre	 el	 libro	 mayor	 mientras	 miraba	 sin
comprender.	 Ahora	 estaba	 distraído	 sin	 duda.	 Sospechaba	 que	 Ty	 lo	 sabía.	 Pero	 ambos
seguirían	disfrutando	de	ello	si	Zane	intentaba	no	admitirlo.	Hacía	un	año,	no	habría	soñado
estar	perdiendo	el	 tiempo	en	el	 trabajo	de	este	modo.	Diablos,	ni	hacía	seis	meses.	Pero	Ty
Grady	había	hecho	lo	imposible	por	sacarle	el	palo	del	culo…
El	pequeño	icono	de	mensaje	en	la	esquina	de	la	pantalla	del	teléfono	empezó	a	parpadear,
indicando	que	tenía	otro	mensaje.	Ni	siquiera	le	había	visto	moverse.	¿Era	posible	programar
estos	textos	antes	de	tiempo?	Eso	sería	demasiada	previsión,	pero	era	justo	el	tipo	de	trama
que	 animaría	 a	 Ty.	 Revolvió	 la	 pila	 de	 carpetas,	 tomó	 un	 sorbo	 de	 café,	 y	 comprobó	 el
mensaje.
Sabes	que	quieres	reírte
Un	punto	para	Zane	Garrett.	Levantó	la	mirada	lentamente,	el	rostro	sereno,	y	enarcó	una
ceja.
Ty	 le	 observaba.	 Le	 guiñó	 un	 ojo	 cuando	 Zane	 le	 miró	 a	 los	 ojos,	 pero	 aún	 no	 estaba
sonriendo	por	completo.	Todavía	portaba	esa	sonrisa	exasperante.	En	lugar	de	responder	de
alguna	manera,	Zane	bufó	y	se	giró	hacia	su	ordenador.	Esa	reacción	sin	duda	provocaría	a	su
compañero.	 Además,	 ahora	 estaba	 intrigado	 por	 ver	 con	 que	 saldría	 Ty	 para	 que	 se	 riera	 a
pesar	de	su	control.
No	 tuvo	 que	 esperar	mucho	 tiempo	 para	 el	 siguiente	 intento.	 Su	 teléfono	 se	 iluminó,	 y
Zane	fue	capaz	de	echar	un	vistazo	a	Ty	dejando	su	propio	teléfono	sobre	el	escritorio.	Esperó
deliberadamente	 un	 par	 de	 minutos	 antes	 de	 darse	 la	 vuelta	 en	 la	 silla	 para	 cambiar	 los
archivos	y	comprobar	el	mensaje.
¿Has	oído	hablar	del	tipo	de	abajo	que	perdió	su	brazo	izquierdo	y	la	pierna	izquierda	en
un	accidente?	Ahora	está	bien
1
.
Zane	miró	la	pequeña	pantalla	con	fuerza	durante	largo	rato	antes	de	poder	mover	la	cabeza
ligeramente	y	apartarse	del	teléfono.
Lentamente,	 miró	 al	 resto	 del	 equipo,	 preguntándose	 cómo	 ninguno	 de	 ellos	 les	 había
pillado.	¿Realmente	prestaban	tan	poca	atención?	¿O	era	que	no	se	sorprendían	de	ver	a	Ty
mandando	 mensajes	 de	 texto	 a	 alguien,	 y	 simplemente	 no	 lo	 relacionaban	 con	 su
compañero?	Zane	sabía	que	Ty	recibía	cerca	de	media	docena	de	mensajes	de	texto	de	varias
personas	en	un	día	normal,	pero	rara	vez	los	revisaba	o	respondía	cuando	estaba	trabajando.
Metió	deliberadamente	algunos	archivos	en	la	bandeja	de	salida	y	no	miró	en	su	dirección.
Volvió	su	atención	a	una	conversación	entre	Clancy	y	Perrimore	sobre	pedirle	a	un	juez	una
orden	de	registro,	pero	era	hiperconsciente	de	su	compañero.
Oyó	 crujir	 la	 silla	 de	 Ty	 cuando	 se	 movió.	 Esa	 silla	 siempre	 crujía	 porque	 era
condenadamente	duro	 con	 la	 cosa,	 siempre	moviéndose	y	agitándose.	Su	 silla	 estaba	 rota	y
ruidosa,	al	igual	que	su	ordenador.
El	teléfono	de	Zane	se	iluminó	de	nuevo,	y	tecleó	con	su	mano	derecha,	mientras	respondía
a	una	pregunta	de	Clancy.
Cuando	se	dio	la	vuelta,	por	fin	miró	el	teléfono.
¿Cómo	llamas	a	un	mono	en	un	campo	de	minas?	A	baboom.
Tuvo	que	admitirlo:	este	era	gracioso.	Esta	vez	Zane	tuvo	que	cerrar	los	ojos	para	mantener
su	reacción	bajo	control.	Cuando	 los	abrió,	giró	deliberadamente	 la	cara	para	mirar	a	Ty	en
abierto	desafío.
Este	seguía	con	los	pies	apoyados	sobre	el	escritorio	y	estaba	reclinado	con	un	brazo	sobre
la	mesa,	los	dedos	cubriendo	estratégicamente	la	boca	mientras	se	sacudía	en	silencio.	Estaba
observando	a	Zane,	y	su	mano	no	podía	cubrir	las	líneas	de	expresión	alrededor	de	los	ojos	o
los	pequeños	hoyuelos	que	se	le	formaban	cuando	se	reía.
Maldita	sea,	Ty	Grady	era	un	hombre	apuesto.	Más	aún	cuando	estaba	relajado	y	sonriente.
Zane	 ya	 no	 sintió	 el	 impulso	 de	 reír.	 Encontró	 sus	 pensamientos	 un	 poco	más	 eróticos,
pensando	en	el	hombre	sentado	a	varios	metros	de	distancia	y	exactamente	en	lo	guapo	que
era,	tanto	dentro	como	fuera	de	ese	traje.	Se	empujó	hacia	su	escritorio	con	la	silla,	sólo	para
taparse	el	regazo.	Luego	le	ofreció	a	Ty	una	sonrisa	angelical.
Este	 sacudió	 la	 cabeza	 y	 se	mordió	 los	 labios	 para	 detener	 su	 risa	 silenciosa,	 aunque	 los
hoyuelos	 siguieron	allí	mientras	 sonreía.	Zane	 se	quedó	mirándole	durante	unos	 instantes,
pensando	en	lo	increíble	que	era	cuando	Ty	sonreía	o	se	echaba	a	reír,	sus	ojos	se	iluminaban
y	el	caparazón	se	partía.
Ty	movió	su	mano	en	dirección	a	Zane	en	aparente	rendición	mientras	giraba	la	silla	hacia
su	escritorio	de	nuevo,	todavía	moviendo	la	cabeza	y	riendo.
Zane	dudaba	que	fuera	el	final	y	esperaba	otro	mensaje	de	texto	en	pocos	minutos,	pero	el
agente	especial	Scott	Alston	eligió	ese	momento	para	ponerse	de	pie.
—Es	hora	de	reunirse	con	McCoy	—les	dijo	a	Ty	y	Perrimore.
—Que	os	divirtáis,	chicos	—bromeó	Clancy	mientras	bebía	su	batido.
Ty	se	levantó	con	una	buena	cantidad	de	quejas	y	fanfarria,	fingiendo	reunir	sus	archivos,
la	 chaqueta	 y	 sacando	 el	 arma	 fuera	 del	 cajón	 para	 deslizarla	 en	 la	 funda.	 Zane	 ordenó	un
archivo,	lo	dejó	a	un	lado	y	abrió	otro	mientras	observaba	a	Ty	discretamente.
—Salúdale	por	mí	—dijo	con	aire	de	suficiencia.	Sabía	que	la	única	cosa	peor	que	el	papeleo,
en	opinión	de	Ty,	era	una	reunión	de	varios	departamentos	donde	se	esperaba	que	se	quedara
quieto.
—No	rompáis	nada	jugando	al	solitario	—replicó	Ty	mientras	 los	tres	se	dirigían	hacia	 los
ascensores.
Zane	dejó	que	la	sonrisa	tirara	de	sus	labios	cuando	tocó	con	los	dedos	el	teléfono	y	observó
alejarse	a	Ty.
* *
Ty	tenía	los	ojos	cerrados	y	se	masajeaba	el	puente	de	la	nariz	mientras	apoyaba	el	codo	en
el	brazo	de	la	silla,	reclinado	ligeramente.	Estaba	escuchando.	Muy	atentamente,	a	su	eterno
pesar.	Podía	escuchar	con	los	ojos	cerrados.
Estaba	 seguro	 de	 que	 Alston,	 Perrimore	 y	 él	 habían	 sido	 convocados	 a	 esta	 reunión	 por
error.	Hasta	el	momento,	habían	estado	hablando	de	la	escalada	de	violencia	en	laciudad,	en
particular	 un	 desagradable	 caso	 de	 incendio	 en	 el	 que	 una	 segunda	 explosión	 había	 sido
manipulada	con	el	expreso	propósito	de	herir	o	matar	a	los	bomberos.	Todo	el	mundo	estaba
en	 pie	 de	 guerra,	 incluyendo	 a	 Ty.	 Habría	 un	 memorial	 por	 los	 héroes	 caídos	 la	 próxima
semana.
Pero	mientras	que	la	escalada	de	violencia	podría	estar	en	la	descripción	de	trabajo	de	Ty,
los	incendios	provocados	sin	duda	no.
A	continuación	golpearon	los	atracos	a	bancos	que	tenían	escrito	“trabajo	profesional”	por
todas	partes.	Habían	atrapado	una	pausa	publicitaria	con	uno,	ya	que	ocurrió	el	mismo	día	de
la	tragedia	del	incendio	provocado	y	no	había	recibido	mucha	prensa	todavía.	Como-se-llame
de	Delitos	Financieros	había	dicho	que	buscaran	robos	similares	en	estados	vecinos	durante
el	 fin	de	 semana.	Algo	 tan	organizado	probablemente	había	 sido	 ejecutado	antes	 en	alguna
parte	y,	sin	duda,	se	ejecutará	de	nuevo.	Pronto.
Asignaciones	de	fin	de	semana.	Impresionante.
Y	los	robos	a	bancos	tampoco	eran	el	trabajo	de	Ty.
A	 continuación,	 el	 programa	 pasó	 a	 la	 imagen	 negativa	 que	 el	 FBI	 estaba	 consiguiendo
últimamente	y	que	la	gente	de	relaciones	públicas	se	había	ingeniado	para	cortar	de	raíz.
Nada	de	eso	tenía	que	ver	con	Ty,	por	lo	que	todavía	no	estaba	exactamente	seguro	de	por
qué	se	suponía	que	debía	estar	aquí.
—Entonces	—estaba	diciendo	el	agente	especial	Dan	McCoy—,	nosotros	vamos	a	darles	 lo
que	quieren	por	lo	que	nos	los	quitaremos	de	encima	durante	un	tiempo.	Y	Grady,	la	próxima
vez	 que	 tú	 y	 tu	 compañero	 queráis	 explotar	 algo,	 por	 lo	 menos	 fingid	 que	 después	 lo
lamentáis,	¿de	acuerdo?
—Sí,	 señor	—dijo	Ty	 cuando	abrió	 los	ojos	 y	 se	movió	a	una	posición	 ligeramente	menos
miserable,	 al	menos	 exteriormente.	 Sin	 embargo,	 no	 lo	 lamentaba.	 Esa	máquina	 de	 fax	 se
merecía	lo	que	recibió.	Y	Zane	se	había	partido	el	culo	de	risa.
Sólo	quedaban	treinta	minutos	para	el	final	del	día	de	trabajo,	y	entonces	sería	libre	de	ir	a
dar	volteretas	en	el	parking.	Echó	un	vistazo	a	Alston,	que	estaba	haciendo	otra	pregunta,	y
luego	el	bolsillo	del	pantalón	de	Ty	vibró.
Casi	saltó	en	la	silla	antes	de	poder	detenerse,	inclinándose	rápidamente	hacia	delante	para
colocar	los	codos	sobre	la	mesa	y	cubrir	la	reacción.
—¿Algo	que	añadir?	—Preguntó	McCoy.
—Nada	constructivo	—admitió	Ty	con	una	sonrisa	inocente.
McCoy	 puso	 los	 ojos	 en	 blanco	 y	 asintió.	 Mientras	 continuaba	 delineando	 el	 plan	 para
convertir	 a	 la	 Oficina	 en	 más	 “amigable	 con	 los	 fans”,	 Ty	 se	 recostó	 de	 nuevo	 y	 sacó	 el
teléfono	del	bolsillo	lentamente.	Lo	guardó	debajo	de	la	mesa	mientras	lo	abría	y	apretaba	el
botón	que	abrir	el	mensaje	de	texto	que	había	recibido.	Ty	casi	se	sorprendió	al	ver	que	era	de
Zane	y	no	de	uno	de	los	sospechosos	habituales.
Una	cría	de	foca	entra	en	un	club.
Apretó	 los	 labios	 con	 fuerza	 y	 miró	 a	 McCoy	 mientras	 tecleaba	 su	 respuesta	 al	 débil
gambito
2
	de	apertura	de	Zane.
No	deberías	aporrear	crías	de	foca.	Bastardo.
3
No	pasó	ni	 un	minuto	 antes	de	que	 el	 teléfono	 vibrara	 en	 su	mano	otra	 vez.	Lo	puso	 en
silencio	rápidamente	para	que	nadie	oyera	las	vibraciones,	y	luego	bajó	la	mirada	para	leer	el
nuevo	mensaje.
Conejo	Energizer	arrestado.	Cargos	de	agresión
4
.
Los	labios	de	Ty	temblaron	mientras	tecleaba	una	respuesta	rápida.
¿Está	recluido	en	una	duracell
5
?
Volvió	su	atención	a	McCoy	justo	a	tiempo.	McCoy	deslizó	un	archivo	sobre	la	mesa	hacia
él,	y	Ty	lo	abrió	mientras	se	masajeaba	la	sien	izquierda.
Era	 una	 propuesta	 que	 esbozaba	 un	 plan	 para	 lograr	 que	 tantas	 organizaciones
gubernamentales	 y	 de	 servicios	 municipales	 como	 fuera	 posible	 organizaran	 una	 liga	 de
softball	y	luego	abrieran	los	juegos	al	público.	Ty	resopló	divertido.
—¿Crees	 que	 podrías	 conseguir	 que	 la	 bola	 ruede	 si	 el	 plan	 va	 a	 adelante?	 —preguntó
McCoy.
Ty	asintió	con	la	cabeza	y	luego	miró	a	McCoy.
—Conozco	 a	 un	 tipo	 que	 conoce	 a	 un	 tipo	 –respondió	 arrastrando	 las	 palabras	 con	 una
sonrisa	fácil.
—Pensé	que	podrías	—dijo	McCoy,	sonando	satisfecho	de	sí	mismo.
Por	 eso	 estaba	 aquí,	 entonces,	 porque	había	 jugado	 en	 el	 equipo	de	 la	Oficina	desde	que
había	sido	trasladado	a	Baltimore	y	conocía	a	casi	todo	el	mundo.	Eso	tenía	que	ser,	porque
todo	el	mundo	sabía	que	a	Ty	le	importaba	una	mierda	la	opinión	pública	y	no	tenía	nada	que
ver	con	los	robos	de	bancos	o	incendios.
McCoy	se	movió	hacia	el	tipo	de	Delitos	Financieros,	que	todavía	no	tenía	nombre	pero	que
tenía	todo	un	infierno	de	opiniones,	y	Ty	comprobó	subrepticiamente	el	teléfono	otra	vez.	El
icono	de	mensaje	parpadeaba	y	abrió	el	teléfono	para	leerlo
Dos	cacahuetes	entran	en	un	bar.	Uno	era	un	salado.
Ty	 lo	miró	 durante	 un	momento	 antes	 de	 levantar	 la	 vista	 y	 lamerse	 la	 comisura	 de	 los
labios	 para	 no	 sonreír.	 ¿Por	 qué	 demonios	 no	 podía	 Zane	 haber	 hecho	 esto	 cuando	 estaba
aburrido	y	no	 sentado	en	una	 reunión?	Probablemente	estaba	por	ahí	buscando	bromas	en
Google.
—Grady,	¿qué	te	parece?	—Preguntó	McCoy.
Ty	miró	a	su	superior	durante	una	fracción	de	segundo	de	indecisión,	a	sabiendas	de	que	no
tenía	ni	idea	de	lo	que	le	había	preguntado.
—Creo	que	es	una	idea	de	mierda	—respondió	finalmente	con	confianza.
—¿Te	importa	exponer	eso?	—le	preguntó	McCoy	con	ironía.
—En	realidad	no	—respondió	Ty,	su	voz	no	tan	estable.
—Bueno,	al	menos	todos	estamos	de	acuerdo	en	eso	—respondió	McCoy	mientras	tomaba
un	pedazo	de	papel	que	probablemente	reflejaba	otra	propuesta	de	Relaciones	Públicas	y	 la
tiraba	por	encima	del	hombro.
Ty	dejó	 escapar	 lentamente	 el	 aliento	 que	había	 estado	 conteniendo	 y	 comenzó	 a	 teclear
una	respuesta	a	Zane.
Jódete	Zane.	Que	te	jodan.	Mucho.
La	respuesta	llegó	rápidamente.	Zane	tenía	que	haber	estado	sentado	esperando.
Te	llevaré	un	sándwich	de	salami	para	la	cena.	Con	bastante	mayonesa.
Ty	 levantó	 la	 mirada	 y	 echó	 un	 vistazo	 a	 la	 mesa,	 tratando	 desesperadamente	 de
concentrarse	en	 lo	que	decían	mientras	apuñalaba	 las	 teclas	de	su	 teléfono	para	 responder.
Los	intentos	de	Zane	de	insinuaciones	seductoras	eran	más	divertidos	que	sus	bromas.
Todo	lo	que	conseguiré	de	ti	es	que	me	despidan.
Si	 vas	 a	 una	 entrevista	 en	 una	 empresa	 de	 sellos	 de	 goma,	 tratar	 de	 hacer	 una	 buena
impresión.
Ty	 luchó	 para	 no	 poner	 los	 ojos	 en	 blanco	mientras	 apartaba	 la	mirada	 del	 teléfono	 que
todavía	estaba	tratando	de	esconder	en	su	regazo.	Se	negaba	a	que	uno	de	los	malos	juegos	de
palabras	de	Zane	fuera	la	última	palabra.
Tuvo	que	sentarse	un	momento,	buscando	en	su	almacén	de	chistes	malos	una	respuesta
adecuada.	Odiaba	hundirse	al	nivel	de	Zane,	pero	tenía	que	luchar	contra	el	juego	de	palabras
con	juego	de	palabras….
Levantó	la	mirada	y	se	tomó	los	siguientes	cinco	minutos	para	contestar	preguntas	y	tratar
de,	al	menos,	parecer	que	participaba	en	la	reunión.	La	idea	del	equipo	de	softball	del	FBI	y	la
creación	de	torneos	con	otros	equipos	de	la	ciudad	y	agencias	estatales	que	estaría	abierto	al
público	parecía	estar	echando	raíces.	Y	Ty	se	había	convertido	en	el	foco	de	la	planificación,
por	lo	que	tenía	que	prestar	atención.
En	realidad,	le	gustaba	el	plan.	No	sabía	si	funcionaría,	pero	nunca	era	una	mala	idea	poner
un	rostro	humano	sobre	 la	gran	 línea	azul	de	vez	en	cuando.	Una	desventaja,	como	señaló,
era	 que	 podrían	 conseguir	 un	 contragolpe	 si	 demasiada	 gente	 se	 preguntaba	 por	 qué	 los
policías	y	conductores	de	ambulancias	estaban	 jugando	a	softball	mientras	 la	ciudad	estaba
siendo	saqueada.	Pero	joder,	ya	se	estaban	quemando,	así	que	no	podía	hacer	daño.
Ty	tomó	algunas	notas,	gente	con	la	que	necesitaba	contactar	en	otras	agencias	para	ver	si
podían	montar	algo,	campos	en	la	ciudad,	horarios	y	cosas	para	las	que	en	realidad	no	tenía
tiempo	pero	 las	haría	de	 todos	modos.	Luego	 la	 conversación	 cambió	y	Ty	 se	 reclinó	en	 su
silla.
Miró	a	McCoy	con	indiferencia	mientras	su	mente	comenzaba	a	vagarde	nuevo.
Tecleó	su	respuesta	a	Zane	lentamente,	tratando	de	escribir	el	mensaje	y	prestar	atención	al
mismo	tiempo.
¿Si	 un	 cazador	 puede	 disparar	 a	 un	 ciervo	 con	 cualquier	 mano	 eso	 le	 convierte	 en
bambidextro?
¿Has	visto	águilas	atrapar	a	sus	presas?	Son	realmente	garrañosas
6
.
Ty	cerró	 los	ojos.	Los	 juegos	de	palabras	eran	demasiado.	Eran	demasiado	estúpidos	para
que	su	cerebro	tratara	con	ellos	al	final	de	un	largo	día.	Decidió	levantar	la	bandera	blanca	y
vivir	 para	 pensar	 otro	 día,	 así	 que	 se	 echó	 atrás	 en	 la	 silla	 y	 tecleó	 lentamente	 el	 último
mensaje.
Tú	ganas.	Haré	lo	que	quieras	pero	por	favor	haz	que	pare.
Un	minuto,	pero	por	fin	apareció	la	respuesta	de	Zane.
Promete	que	gritarás	para	mí	esta	noche.
Ty	 se	 quedó	 mirando	 el	 teléfono	 un	 momento	 demasiado	 largo.	 Cuando	 se	 aclaró	 la
garganta	y	levantó	la	mirada,	McCoy	le	miraba	expectante.
Ty	le	sonrió	ampliamente,	la	sonrisa	que	decía	que	sabía	que	había	sido	atrapado	y	¿	McCoy
no	se	alegraba	de	que	fuera	tan	bueno	en	su	trabajo	para	no	tener	que	castigarle?
—¿Te	importa	compartirlo?	—preguntó	McCoy	secamente.
Ty	 miró	 a	 las	 otras	 personas	 alrededor	 de	 la	 mesa	 y	 suspiró	 profundamente.	 Perrimore
metió	la	mano	en	su	regazo	y	 le	quitó	el	teléfono.	Ty	no	trató	de	resistirse,	sólo	les	pondría
más	 curiosos.	 Nunca	 había	 estado	 más	 agradecido	 de	 no	 ponerles	 nombres	 reales	 a	 sus
contactos	más	que	rara	vez.
Perrimore	leyó	el	último	mensaje	de	Zane	en	voz	alta,	con	las	cejas	levantadas.
—¿Quién	 es	 Lone	 Star?	 —preguntó	 con	 una	 sonrisa	 mientras	 miraba	 el	 nombre	 que	 Ty
había	almacenado	en	su	teléfono—.	¿Y	lleva	ella	un	látigo?
—Todos	 fuera	 antes	 de	 que	 me	 exploten	 los	 ojos	 –ordenó	 McCoy	 mientras	 se	 sentaba
frotándose	las	sienes	con	las	palmas	de	sus	manos.
Ty	le	arrebató	el	teléfono	a	Perrimore	y	le	dio	una	colleja	mientras	salían.	Alston	se	arrastró
detrás	de	ellos,	riendo.
* *
Zane	 levantó	 la	 vista	 de	 los	 archivos	 que	 estaba	 apilando	 cuando	 oyó	 la	 voz	 de	 Ty,	 baja,
irónica	y	casi	rozando	el	agravio.	Una	sonrisa	tiró	de	sus	labios.	No	había	habido	respuesta	a
su	último	mensaje	de	hacía	menos	de	diez	minutos.
—Hey,	Garrett,	¿has	conocido	al	último	ligue	de	Grady?	Suena	como	una	verdadera	pieza	–
dijo	 Alston	 cuando	 llegaron,	 riendo	 entre	 dientes—.	 Probablemente	 tiene	 la	 llave	 de	 las
esposas	 perforada	 en	 la	 lengua.	 —Eso	 ciertamente	 no	 era	 lo	 Zane	 esperaba	 oír	 cuando
volvieron	 de	 la	 reunión.	 Así	 que	 probablemente	 significaba	 que	 habían	 pillado	 a	 Ty.	 Sin
embargo,	no	parecía	tener	ese	aspecto	de	marginado	por	sus	compañeros	de	trabajo,	y	Zane
sabía	que	Ty	apodaba	a	todos	sus	contactos	del	teléfono,	por	lo	que	era	relativamente	seguro
que	estaban	bien.
—¿Recibiendo	 mensajes	 de	 texto	 en	 el	 trabajo	 de	 nuevo,	 compañero?	 —preguntó	 Zane
arrastrando	las	palabras	mientras	miraba	a	Ty.
—Bueno,	 ya	 me	 conoces	 —respondió	 Ty	 con	 una	 sonrisa	 empalagosa	 al	 pasar	 junto	 al
escritorio	 de	 Zane—.	 Nada	 de	 auto-control	 y	 un	 montón	 de	 problemas	 mentales.	 –Sin
embargo,	sonó	exasperado.
—Eso	 nunca	 pareció	molestarte	 —respondió	 Zane	mientras	 se	 levantaba	 y	 descolgaba	 la
chaqueta	del	respaldo	de	la	silla.
Alston	se	rió	y	se	fue	con	un	saludo,	sin	molestarse	en	quedarse	para	escuchar	las	bromas	a
las	que	 todo	el	 equipo	 se	había	acostumbrado.	Clancy	y	Lassiter	 se	habían	 ido	hacía	media
hora,	y	Zane	había	visto	a	Perrimore	desviarse	hacia	los	ascensores	cuando	el	grupo	regresó
de	 la	 reunión.	Así	que	una	vez	que	Alston	desapareció	por	el	pasillo,	 sólo	quedaban	él	y	Ty
cerrando	los	cajones	de	las	mesas.
Ty	le	miró	sombríamente,	y	Zane	sonrió.	Oh,	 iba	a	pagar	por	sus	fechorías	esta	noche.	La
mirada	en	sus	ojos	lo	prometía.
Ty	miró	 por	 la	 planta	 casi	 vacía	mientras	 se	 acercaba	 a	 Zane.	 Sostenía	 el	 teléfono	 en	 la
mano	 con	 el	 abrigo	 colgando	 del	 brazo.	 Dio	 un	 paso	 más	 cerca,	 los	 nudillos	 rozaron	 el
estómago	de	Zane	mientras	sostenía	el	abrigo	entre	ellos.
—Yo	 gritando	 por	 ti,	 ¿eh?	—preguntó	 en	 voz	 baja,	 con	 los	 ojos	 casi	 verdes	 barriendo	 los
rasgos	de	Zane.
—Ya	que	no	puedes	aceptar	el	castigo	de	palabras	–dijo	Zane,	sintiendo	como	se	calentaba
más	bajo	el	escrutinio	de	Ty.
—Uno	más,	Garrett	—advirtió	Ty	mientras	levantaba	un	dedo—.	Uno	más	y	veremos	quién
puede	soportar	más	tiempo	la	cama	fría.
Zane	frunció	el	ceño	y	resopló	en	voz	baja.
—Bien.	Tú,	gritando	–recordó—.	Me	ofrecí	a	llevarte	a	cenar.
—La	cena	más	tarde.	Mi	casa.	Trae	ropa	para	el	fin	de	semana,	porque	no	volverás	a	casa.	—
Ty	 no	 dijo	 una	 palabra	 más,	 sólo	 se	 dio	 la	 vuelta	 y	 se	 dirigió	 al	 ascensor	 a	 zancadas,
poniéndose	el	abrigo	mientras	caminaba.
Zane	lo	vio	alejarse,	disfrutando	de	la	vista.
—Punto	 para	mí	 —dijo	 en	 voz	 baja	 antes	 de	 agarrar	 el	 teléfono,	 las	 llaves	 y	 correr	 para
seguirlo.
Capítulo	2
Necesitó	 hacer	malabarismos	 con	 una	 pequeña	 bolsa	 de	 lona,	 la	 chaqueta	 del	 traje,	 una
gran	bolsa	con	comida	caliente,	y	una	llave,	sobre	todo	de	pie	sobre	una	pequeña	escalinata	de
cemento.	Pero	Zane	tuvo	éxito	y	empujó	la	puerta	con	el	pie.
—Nada	de	fuego	amigo,	por	favor	—gritó	mientras	cruzaba	el	umbral.
La	planta	principal	estaba	en	silencio	y	un	poco	oscura.	Sólo	había	una	luz	encendida	en	la
planta	baja,	en	la	cocina,	en	la	parte	trasera	de	la	casa	de	Ty.	Sin	embargo,	la	luz	se	derramaba
escaleras	arriba,	y	Zane	podía	oír	a	Ty	hablando	con	alguien.
—¡Espera!	—gritó	Ty.	Entonces	su	voz	se	convirtió	de	nuevo	en	un	murmullo	bajo.
Zane	cerró	la	puerta	detrás	de	sí	y	encendió	la	luz	con	el	codo.	Atravesó	el	estrecho	salón	y
la	pequeña	zona	comedor	al	 lado	de	 las	escaleras	hasta	 llegar	a	 la	barra	de	 la	cocina,	donde
dejó	 caer	 las	 bolsas.	 La	 comida	 caliente	 en	 el	 mostrador,	 la	 bolsa	 al	 lado	 de	 la	 pared,	 la
chaqueta	 del	 traje	 en	 el	 respaldo	 de	 una	 silla,	 las	 llaves	 en	 un	 bolsillo.	 Preguntándose	 con
quien	estaría	hablando	Ty,	rodeó	la	barra	para	sacar	platos	y	vasos	del	armario.
Oyó	las	fuertes	pisadas	de	Ty	en	la	escalera	detrás	de	él.	No	era	una	buena	señal.	La	única
vez	que	oía	a	Ty	moverse	era	cuando	estaba	enfadado.	De	lo	contrario,	era	aterradoramente
silencioso.
—No,	 eso	 estará	 bien	 –decía	 Ty	 mientras	 bajaba	 las	 escaleras,	 con	 la	 voz	 un	 poco	 más
profesional	 de	 la	 que	 uno	 normalmente	 utilizaba	 por	 teléfono—.	 Gracias,	 señor,	 estaré	 en
contacto	—dijo	rápidamente.	Luego	cerró	el	teléfono	al	llegar	al	último	escalón.
Abrió	los	brazos	y	le	dirigió	a	Zane	una	mirada	incrédula.
—¿Qué,	nada	de	luces	de	neón	parpadeantes	con	la	señal	de	sexo	para	alertar	a	los	vecinos?
¿Vídeos	incriminatorios	para	enviar	a	mi	madre?
Zane	le	miró	de	reojo	mientras	sacaba	sándwiches	tostados	de	la	bolsa.
—Te	 han	 pillado	 haciendo	 cosas	 muchas	 peores	 que	 recibir	 mensajes	 de	 texto	 en	 una
reunión	—respondió	suavemente.
—Tendré	 que	 dejar	 de	 llamarte	 Lone	 Star	 en	 voz	 alta	 —gruñó	 Ty	 mientras	 lanzaba	 su
teléfono	por	encima	del	hombro	a	la	sala.	Aterrizó	en	el	sofá	con	un	solo	rebote—.	¿Qué	hay
para	cenar?
Zane	no	trató	de	ocultar	su	sonrisa.	El	mal	humor	de	Ty	podía	ser	bastante	entretenido	si
no	le	permitías	lanzarte	la	culpabilidad.
—Sandwiches	italianos.	Te	prometí	salami.
—¿Están	calientes?	—preguntó	Ty	mientras	rodeaba	el	mostrador	y	se	acercaba	al	 lado	de
Zane,	tirando	de	la	bolsa	de	comida	hacia	él.
—Sí,	querido	—aplacó	Zane—.	Los	envolví	dos	veces	en	papel	de	aluminio.
Ty	se	acercó,	lanzó	un	brazo	contra	el	pecho	de	Zane	y	le	agarró	por	la	pechera	de	la	camisa.
Lo	empujó	hacia	atrás	hasta	que	Zane	golpeó	el	 frigorífico	y	 luego	 lo	 inmovilizó	allí	 con	su
antebrazo	mientras	una	docena	de	botellas	de	cristal	en	el	frigorífico	chocaban	con	estrépito.
—Entonces	se	mantendrán	calientes	durante	un	tiempo	—dijo	Ty,	lo	suficientemente	cerca
de	Zane	para	que	sus	palabras	fueran	respiraciones	contra	sus	labios.
Por	unos	salvajes	segundos,	Zane	apenaspudo	creer	que	hubiera	dejado	que	le	atrapara	con
la	guardia	baja.	Entonces	captó	el	olor	familiar	de	Ty	y	el	calor	de	su	piel,	y	la	lujuria	que	se
había	cocinado	a	fuego	lento	desde	la	ducha	de	esa	mañana	comenzó	a	hervir.
—Sí	–susurró,	el	pulso	zumbando	mientras	llevaba	las	manos	a	las	caderas	de	Ty.
La	presión	del	brazo	se	aflojó	cuando	movió	 la	mano	por	el	pecho	de	Zane,	deslizando	 la
palma	contra	el	costado	de	su	cuello	y	agarrándolo	con	fuerza	mientras	lo	besaba.
Era	fácil	inclinarse	contra	Ty	para	tratar	de	acercarse.	Zane	quería	esos	besos,	y	quería	que
Ty	 le	 tratara	 con	 rudeza.	 Aunque	 había	 sido	 increíblemente	 seductor	 el	 como	 se	 había
comportado	 durante	 el	 caso	 encubierto	 que	 había	 terminado	 hacía	 un	 par	 de	 semanas,
jugando	a	 ser	un	marido	 trofeo	exteriormente	dócil	 en	un	crucero	y	dando	un	paseo	por	el
lado	sumiso,	Zane	no	podía	evitar	anhelar	que	Ty	tomara	el	control.	Era	jodidamente	caliente,
y	Ty	lo	hacía	tan	bien.	Gimió	en	su	boca	con	sólo	pensar	en	ello.
Esto	era	por	lo	que	le	había	pinchado	durante	toda	la	tarde.	Funcionaba	casi	todo	el	tiempo,
ponle	un	poco	molesto	y	planta	algunos	comentarios	sugestivos	para	darle	una	salida.
Ty	todavía	estaba	besándole	cuando	levantó	la	mano	y	tiró	del	nudo	de	la	corbata	de	Zane.
—No	puedo	creer	que	no	esbozaras	ni	siquiera	una	sonrisa	—murmuró	contra	sus	labios—.
Babooms,	hombre.	Esa	mierda	es	divertida.
Zane	dejó	escapar	una	risa	sin	aliento.
—Años	de	práctica	—murmuró	mientras	perseguía	los	labios	de	Ty	con	los	suyos.
Ty	tiró	con	brusquedad	de	la	corbata	y	la	lanzó	por	encima	del	hombro,	luego	se	estiró	a	por
la	camisa.
—Has	 estado	 practicando	 las	 cosas	 equivocadas	—gruñó	mientras	 le	 empujaba.	 Zane	 oyó
rasgarse	la	tela	y	varios	botones	salieron	volando.	A	Ty	no	pareció	importarle.	Y	eso	hizo	que
los	pantalones	de	Zane	se	sintieran	más	apretados.
—¿Qué	 debería	 estar	 practicando?	 —incitó	 mientras	 se	 inclinaba	 para	 mordisquearle	 el
lóbulo.
Ty	 le	 empujó	 hacia	 atrás	 contra	 el	 frigorífico	 y	 el	 contenido	 se	 meció	 en	 el	 interior	 de
nuevo.	Algo	se	volcó	y	chocó.
Entonces	Ty	 le	dio	un	tirón	hacia	delante	de	nuevo,	a	 la	cocina	estrecha.	Enganchó	el	pie
detrás	de	la	pierna	de	Zane	y	prácticamente	lo	derribó,	cayendo	los	dos	al	suelo.	Usó	su	peso
para	 sujetar	 a	 Zane	 contra	 la	 madera	 desnuda	mientras	 este	 jadeaba	 en	 busca	 de	 aire.	 Le
sujetó	por	las	muñecas	y	le	besó	de	nuevo,	allí	mismo,	en	medio	del	suelo.
Zane	sólo	podía	susurrar	el	nombre	de	Ty	cada	vez	que	sus	labios	se	separaban.	Abrió	los
dedos	 mientras	 le	 sujetaba	 por	 las	 muñecas	 contra	 cualquier	 fuerza	 que	 intentara,	 pero
estaba	 bien	 y	 verdaderamente	 atrapado.	 Gimió	 contra	 sus	 labios,	 rogando	más	 en	 silencio
mientras	empujaba	las	caderas	contra	las	de	su	amante.
Se	dio	cuenta	de	que	Ty	había	tenido	un	plan	cuando	empezó	esto,	tal	vez	uno	ideado	para
torturarle	sólo	un	poco,	bueno,	joder,	tal	vez	mucho,	en	un	primer	momento.
Pero	ahora	Ty	parecía	haber	perdido	la	sensación	de	control.	Aflojó	las	manos	en	torno	a	las
muñecas	y	movió	una	por	el	cuerpo	de	Zane	para	apartar	 los	restos	de	su	camisa	y	meterla
bajo	 el	 cinturón,	 deslizando	 los	dedos	 ásperos	 contra	 la	 piel	 sensible.	 Zane	 gimió	 feliz	 y	 se
movió	bajo	ese	toque,	alargó	una	mano	hacia	la	hebilla	y	comenzó	a	aflojarla.
Ty	 se	 alzó	 para	 darles	 espacio	 a	 las	manos,	 ayudándole	 con	 el	 cinturón	mientras	 seguía
sosteniendo	su	otra	muñeca	contra	el	suelo.
—Joder,	Zane	—gruñó,	soltando	por	fin	 la	otra	mano	y	empujando	para	arrodillarse	sobre
los	muslos	de	Zane—.	¿Por	qué	llevas	siempre	tanta	ropa?
—Oh,	por	amor	de	Dios	—murmuró	Zane	mientras	se	desabrochaba	los	pantalones	y	abría
las	 solapas—.	 ¿Cómo	 iba	 a	 suponer	 que	me	 iba	 a	 desnudar	 en	 cuanto	 entrara?	—preguntó
mientras	se	enderezaba	lo	suficiente	para	quitarse	la	camisa	arruinada	y	la	fina	camiseta	por
la	cabeza	y	 las	 tiraba	a	un	 lado—.	O	tal	vez	sólo	estoy	esperando	que	me	digas	qué	hacer	—
pinchó	mientras	 se	 apoyaba	 sobre	 los	 codos,	 esperando	que	 eso	 empujara	 a	Ty	 a	 la	 acción.
Estaba	duro	y	visiblemente	tenso	contra	los	calzoncillos.	Le	sucedía	rápidamente	cuando	Ty
tomaba	el	control.
—Con	 tu	 trayectoria,	 vendrás	 como	un	 strippergrama	y	 yo	 estaré	 en	medio	de	 la	 cena	de
Acción	 de	 Gracias	 o	 algo	 así	 —refunfuñó	 Ty.	 Se	 inclinó	 más	 cerca	 de	 Zane,	 poniendo	 las
manos	 en	 el	 suelo	 a	 ambos	 lados	 de	 sus	 caderas—.	 Cállate	 –añadió	 casi	 en	 el	 último
momento,	moviendo	los	labios	a	pocos	centímetros	de	distancia	de	los	suyos.	Estaba	a	cuatro
patas	 de	 nuevo,	 todavía	 con	 la	 ropa	 puesta,	 incluso	 después	 de	 quejarse	 sobre	 el
insatisfactorio	estado	de	desnudez	de	Zane	y	le	miraba	con	ojos	entrecerrados.
Zane	le	miró	inocentemente.
—¿Qué?	¿Tengo	que	inventarme	más	juegos	de	palabras?
—Realmente	no	tienes	ni	idea	de	lo	cerca	que	estás	de	no	ser	jodido,	¿verdad?	—Preguntó
Ty	 oscuramente.	 Zane	 cerró	 la	 boca	 y	 le	 miró	 de	 cerca	 en	 busca	 de	 pistas.	 No	 creía	 que
hubiera	empujado	demasiado,	pero	podría	haber	calculado	mal—.	Eso	es	lo	que	yo	pensaba	–
gruñó	Ty	antes	de	besarle	con	rudeza	otra	vez,	lo	que	obligó	a	Zane	a	tumbarse	en	el	suelo,	a
deslizarse	sobre	la	madera	con	fuerza	y	sin	darle	apenas	la	oportunidad	de	respirar	mientras
prácticamente	le	devoraba.
Algo	dentro	de	Zane	soltó	un	grito	lastimoso	de	agradecimiento	cuando	se	derrumbó	bajo	el
peso	de	Ty,	 sin	 importarle	que	sus	hombros	y	su	cráneo	golpearan	el	duro	suelo.	Ya	estaba
mareado	y	todas	sus	terminaciones	nerviosas	chispearon	cuando	Ty	le	tocó.
Ansiaba	esto.	Lo	necesitaba,	como	necesitaba	el	aire.
Su	reacción	sólo	estimuló	a	Ty.	Manos	ásperas	recorrían	el	cuerpo	de	Zane.	Caderas	contra
caderas.	Los	dientes	rasparon	contra	los	labios,	la	lengua,	la	mejilla,	la	barbilla	y	el	cuello	de
Zane.	La	barba	de	un	día	en	el	rostro	de	Ty	era	casi	dolorosa	contra	su	piel,	pero	le	hacía	esto
tan	 raramente	 que	 no	 iba	 a	 protestar.	 Quería	 ser	 abrumado,	 era	 un	 jodido	 paseo	 salvaje
cuando	Ty	se	metía	en	esto	de	cabeza	y	les	conducía	a	otro	nivel.
Se	 estremeció	 como	 le	 ocurría	 cuando	 realmente	 no	 le	 parecía	 sólo	 sexo.	 Era	más,	 más
apasionado,	 más	 emocional,	 más	 energizante,	 más	 drenante…	 en	 ese	momento,	 no	 estaba
seguro	 de	 que	 hubiera	 sido	 sólo	 sexo	 entre	 ellos	 jamás.	 Sabía	 que	 Ty	 le	 amaba,	 y	 algunas
veces	podía	sentir	cuanto	le	deseaba.	Zane	gimió	y	se	aferró	a	él.
—Por	favor	—susurró.
Ty	 se	 apartó	 y	 rápidamente	 se	 sacó	 la	 camiseta	 por	 encima	 de	 la	 cabeza,	 revelando	 el
impresionante	despliegue	de	músculos	con	los	que	Zane	se	había	familiarizado	tanto.	Tiró	la
camisa	a	un	lado	mientras	se	tendía	de	nuevo	sobre	Zane	y	 lo	besaba	con	avidez,	sus	pieles
desnudas	frotándose	mientras	se	movía.
Zane	le	envolvió	con	los	brazos,	bajando	los	dedos	por	su	espalda	antes	de	abrir	las	manos	y
apretarlas	para	deslizarlas	bajo	sus	pantalones	de	chándal.	Las	manos	de	Ty	encontraron	su
camino	 entre	 el	 pelo	 de	 Zane,	 uno	 de	 sus	 movimientos	 favoritos	 cuando	 quería	 que	 se
quedara	 donde	 lo	 ponía.	 Su	 lengua	 lamió	 la	 de	 Zane,	 el	 beso	 contundente	 y	 abrumador
mientras	Zane	sentía	tensarse	y	flexionarse	los	músculos	contra	él.
Sentir	 ese	 notable	 y	 desenfrenado	 poder	 contra	 su	 cuerpo	 hizo	 que	 le	 atravesara	 otro
estremecimiento	de	necesidad	y	se	sintió	casi	asfixiado	por	el	calor	del	mismo.
Era	el	paraíso	absoluto.
—Quiero	que	al	menos	podamos	subir	las	escaleras	–jadeó	Ty	con	lo	que	probablemente	se
suponía	 que	 era	 sinceridad	 mientras	 utilizaba	 una	 mano	 para	 quitarle	 los	 pantalones	 de
chándal	que	llevaba.
—Fóllame	aquí	–rogó	Zane	con	voz	ronca.
El	 suspiro	 de	 Ty	 salió	 ronco.	 Durante	 un	 breve	 momento	 estuvo	 cautivado	 por	 la	 idea
porque	dejó	de	moverse.	Luego	le	mordió	el	labio	inferior,	lo	lamió	y	ahondó	en	otro	beso	sin
aliento.	Zane	podía	sentir	lo	duro	que	Ty	estaba	mientras	mecía	sus	caderas,	podría	sentir	la
excitacióny	 la	 necesidad	 corriendo	 por	 su	 cuerpo	 en	 tensión,	 como	 cada	 gramo	 de	 él	 se
tensaba.
Quería	sentirlo	dentro	de	él	con	tanta	intensidad	que	apenas	podía	quedarse	quieto.	Era	así
más	y	más	a	menudo,	sintiendo	como	si	no	pudiera	respirar	sin	él.
Tye	 levantó	 la	 cabeza	 de	 repente,	 como	 si	 acabara	 de	 oír	 sus	 pensamientos	 y	 se	 sintiera
ofendido	por	ellos.
—Levántate	–gruñó	prácticamente.
Zane	jadeó	sin	aliento	y	estiró	una	mano	para	que	le	ayudara.	Ty	ya	se	estaba	levantando	y
le	 agarró	 por	 el	 antebrazo	 para	 ponerle	 de	 pie.	 Lo	 atrajo	 hacia	 sí	 y	 le	 besó	 brutalmente
mientras	usaba	una	mano	para	bajarle	los	pantalones	por	las	caderas.
Zane	 gimió	 feliz	 contra	 su	 boca	 mientras	 se	 quitaba	 los	 zapatos	 y	 los	 pantalones,	 y
levantaba	una	mano	para	acunar	el	rostro	de	Ty	y	animarle.	Tuvo	el	 lejano	pensamiento	de
que	 había	 hecho	 un	 trabajo	 impresionante	 planificando	 esto	 para	 un	 viernes.	 Iba	 a	 estar
arañado,	marcado	y	raspado	por	la	mañana.
Le	importaba	una	mierda.	Intentó	tirar	de	Ty	más	cerca	mientras	cedía	bajo	la	embestida	de
su	boca.
Ty	 le	 empujó	 hacia	 atrás	 contra	 el	 mostrador	 y	 no	 paró,	 desequilibrándole	 mientras	 se
insinuaba	 entre	 sus	piernas.	Zane	 le	dejó	maniobrar,	más	 interesado	 en	 tocar	 toda	 esa	piel
recalentada	y	que	siguiera	tocándole	que	en	su	seguridad	personal.	Confió	en	Ty	para	evitar
caer.	Giró	la	cabeza	para	otro	beso.	Podía	sentir	sus	labios	palpitar,	ya	hinchados	por	los	besos
devastadores	 de	 Ty.	 Era	 intenso	 y	 abrumador,	 estaba	 tan	 duro	 y	 tenso	 que	 no	 recordaba
donde	estaban	hasta	que	Ty	extendió	una	mano	sobre	el	mostrador	a	su	lado,	derribando	todo
lo	que	había	al	 suelo	en	un	estrépito	de	 chucherías,	 correo	basura,	 cubiertos	y	 sándwiches.
Aupó	a	Zane	para	que	se	sentara	en	la	barra,	y	este	le	envolvió	con	sus	largas	piernas	por	las
caderas	 y	 se	 apoyó	 sobre	 los	 codos	mientras	Ty	 se	 inclinaba	 sobre	 él.	 Parecía	 tener	 toda	 la
intención	 de	 trepar	 sobre	 el	mostrador	 tras	 él	 y	 follarle	 hasta	 dejarlo	 sin	 sentido,	 pero	 en
lugar	de	eso	levantó	la	cabeza	de	repente	del	rastro	de	lamidas	y	mordiscos	sobre	el	torso	de
Zane.
—¿Has	oído	eso?	—preguntó	mientras	ladeaba	la	cabeza.
—¿Eh?	—Zane	no	estaba	escuchando	ni	una	maldita	cosa	excepto	la	sangre	que	golpeaba	en
sus	oídos	y	la	agitada	respiración	de	Ty.
Este	le	miró	con	el	ceño	fruncido,	volviendo	la	cabeza	como	un	perro	tratando	de	escuchar
un	ruido	extraño.	Entonces	 llegó	a	 los	oídos	de	Zane	 también.	Risas	distante,	cada	vez	más
fuertes.	Pronto	se	hizo	reconocible	como	el	cacareo	de	la	Malvada	Bruja	del	Mago	de	Oz.
—Joder,	¿y	ahora	qué?	—Ty	inhaló	mientras	miraba	hacia	el	sofá	donde	hacia	arrojado	su
teléfono.
Zane	cerró	los	ojos	mientras	le	soltaba,	luego	los	volvió	a	abrir	para	mirar	al	techo	mientras
se	pasaba	las	manos	por	el	pelo	en	señal	de	frustración.	Con	un	gruñido	golpeó	la	encimera
con	un	puño.
—Maldita	sea.	Contesta	la	maldita	cosa	para	que	podamos	volver	a	esto.
—Sabes	quién	es,	¿verdad?	—Preguntó	Ty	sin	aliento.
Lo	sabía.	Había	oído	ese	 tono	un	montón	de	veces.	Siempre	provocaba	risas	en	 la	oficina
cuando	Dan	McCoy	llamaba	a	Ty	y	la	Malvada	Bruja	soltaba	su	malvada	risa	floja	por	toda	la
oficina.
—Es	 como	 si	 supiera	 cuando	 voy	 a	 echar	 un	 polvo	—comenzó	 Ty	 a	murmurar	mientras
trataba	de	desprenderse	de	las	extremidades	de	Zane.
Este	le	miró	fijamente	unos	segundos	mientras	la	niebla	de	intensa	excitación	comenzaba	a
aclararse,	y	luego	gimió	de	dolor	cuando	dejó	que	sus	brazos	se	deslizan	hacia	abajo	para	caer
de	espaldas	sobre	la	barra.
—A	veces	odio	a	Mac	—murmuró.
—Volveremos	a	 esto.	Si	nos	está	 llamando	para	volver,	podría	matarlo	—murmuró	Ty.	Se
apartó	del	mostrador,	resbalando	las	manos	por	 los	muslos	y	se	alejó.	Pasó	ante	 la	mesa	de
comedor	en	dirección	al	sofá.
—Me	 pregunto	 cuánto	 tiempo	 tendremos	 —reflexionó	 Zane.	 Si	 sería	 sexo	 o	 sexo	 oral	 o
trabajo	 de	mano,	 o	 Dios	 no	 lo	 quiera,	 nada…	 todo	 dependería	 de	 lo	 que	McCoy	 tenía	 que
decir.
—Hijo	de	puta	—acordó	Ty	enfáticamente.	Agarró	el	teléfono	antes	de	que	dejara	de	sonar,	y
su	voz	sólo	era	un	poco	ronca	cuando	respondió	con	su	habitual—:	Grady.
Zane	miró	al	techo	unos	cuantos	segundos	más	antes	de	sentarse	con	cuidado	y	bajar	de	la
encimera	de	 la	 cocina.	 Soltó	un	bufido.	En	 el	mostrador	de	 la	maldita	 cocina.	Nunca	había
intentado	eso	antes,	pero	ciertamente	 le	había	gustado	cuando	Ty	se	puso	a	ello.	Sacudió	 la
cabeza	con	leve	incredulidad	cuando	sus	pies	tocaron	el	suelo	y	se	ajustó	los	calzoncillos.	Se
quedó	mirando	los	sándwiches,	el	correo	sin	abrir,	bolígrafos,	llaveros	y	una	pila	de	servilletas
de	papel	esparcidas	por	el	suelo	y	luego	se	agachó	para	rescatar	la	cena	cuando	oyó	hablar	a
Ty.
—Espera,	 ¿qué?	—preguntó	 Ty	 con	 un	 ceño	 evidente	 en	 su	 tono—.	Nunca	 recogí	 ningún
archivo.	¿Qué	servicio	de	mensajería?
Zane	devolvió	los	sándwiches	envueltos	a	la	barra	y	miró	en	su	dirección	antes	de	empezar
a	 recoger	 la	 ropa	 que	 habían	 arrojado.	Una	 vez	 que	 desenredó	 la	 camisa	 de	 la	 camiseta,	 la
sostuvo	en	alto	para	inspeccionar	los	daños.	Ty	casi	la	había	destruido:	varios	de	los	botones
habían	desaparecido,	ahora	bajo	los	pies,	y	las	costuras	en	los	hombros	estaban	desgarradas.
Obviamente	había	estado	muy	decidido	en	desnudarle.	Se	estremeció	y	miró	a	su	amante.	Ty
ni	siquiera	había	tenido	tiempo	de	quitarse	los	pantalones.	Pensó	que	le	habría	follado	con	la
maldita	cosa	alrededor	de	sus	muslos	si	hubieran	sido	capaces	de	llegar	tan	lejos.
Dejó	 caer	 la	 ropa	 en	una	pila	 y	 se	 acercó	 a	Ty,	 se	deslizó	 sigilosamente	detrás	de	 él	 para
envolver	 los	brazos	alrededor	de	 su	cintura	y	besarle	 la	 línea	del	pelo.	No	había	 razón	para
perder	el	 tiempo	que	podía	pasar	tocando.	Le	distraería	del	hecho	de	que	podrían	tener	que
marcharse,	 o	 peor	 sólo	 Ty,	 y	 esta	 última	 posibilidad	 hacía	 que	 se	 le	 tensara	 el	 pecho
incómodamente.	Se	había	convertido	en	más	y	más	doloroso	estar	lejos	de	Ty	sin	saber	dónde
estaba,	si	estaba	a	salvo	o	por	cuánto	tiempo	estaría	fuera.	No	ser	capaz	de	cuidarle	la	espalda.
Ty	llevaba	tiempo	sin	ser	llamado	para	uno	de	esos	trabajos,	no	desde	su	terrible	experiencia
con	 la	 familia	 en	 Virgina	 Occidental,	 pero	 Zane	 todavía	 esperaba	 una	 llamada	 de	 esas
cualquier	noche.
Sospechaba	que	Ty	había	ido	donde	Burns	para	quedar	fuera	de	esos	trabajos	ocasionales,
pero	nunca	 lo	había	preguntado	y	nunca	planeaba	hacerlo.	Todavía	contenía	el	aliento	cada
vez	 que	 sonaba	 el	 teléfono,	 de	 día	 o	 de	 noche.	 Cerró	 los	 ojos	 y	 apoyó	 la	 barbilla	 sobre	 su
hombro.	Le	rozó	la	cálida	piel	del	cuello	con	los	labios	y	eso	le	hizo	pensar	en	el	colgante	de
brújula	 escondido	 en	 su	 apartamento	 en	 el	 cajón	 con	 sus	 camisetas.	 Todavía	 no	 había
encontrado	el	momento	adecuado	para	dárselo.
Ty	alargó	un	brazo	hacia	atrás	para	apoyar	la	mano	sobre	la	cadera	de	Zane.
—No	 lo	 entiendo	 —dijo	 Ty	 a	 McCoy	 con	 voz	 preocupada—.	 ¡No,	 no	 estoy	 siendo
deliberadamente	 espeso!	 ¡Sólo	 que	no	 entiendo	por	 qué	 tenemos	 que	 ser	 nosotros!	—Zane
movió	 una	 mano	 sobre	 el	 estómago	 de	 Ty	 y	 empezó	 a	 frotar	 con	 suavidad,	 tratando	 de
calmarlo.	Después	de	todo,	era	en	parte	su	culpa	que	estuviera	tan	excitado.
Ty	se	volvió,	frunciendo	los	labios	en	un	gesto	de	silencio	para	que	estuviera	callado	y	luego
apretó	el	botón	del	altavoz.
La	voz	de	su	jefe	salió	del	altavoz	y	Dan	McCoy	era	audiblemente	molesto.
—…	 porque	 se	 supone	 que	 es	 bueno	 para	 las	 relaciones	 públicas	 y	 tenemos	 que	 enviar
agentes	que	gusten	a	la	gente.
Zane	frunció	el	ceño	y	pronunció	la	palabra	"gustar"	a	Ty	con	una	mirada	inquisitiva.
Ty	se	quedó	en	silencio	por	un	momento,	mirando	el	teléfono.
—¿Y	nosotros	somos	lo	mejor	que	tienes?	—preguntó,	sin	expresión.
McCoy	rió.
—A	la	gente	le	gustas,	Ty.	Eres	un	tipo	gracioso.	Y	sabes	cuánto	les	gusta	Zane	a	las	damas.
Zane	abrió	la	boca	para	protestar,	pero	la	mano	de	Tyse	la	cubrió	antes	de	que	saliera	un
sonido	de	protesta.
—Por	supuesto	–respondió	Ty,	mirando	a	los	ojos	de	Zane	y	sonriendo—.	Si	hacemos	esto,
¿qué	ganamos?
—La	 oportunidad	 de	 mantener	 vuestros	 puestos	 de	 trabajo,	 pirata	 sin	 valor	 –respondió
McCoy	sin	ninguna	calidez.
El	rostro	de	Ty	estaba	casi	inexpresivo	mientras	sostenía	el	teléfono	entre	ellos.
—Sí,	bien.
Zane	 negó	 con	 la	 cabeza,	 lanzando	 a	 Ty	 una	mirada	 obstinada.	 Todavía	 no	 sabía	 de	 qué
demonios	iba	todo	esto,	pero	tenía	la	aguda	sensación	de	que	no	le	gustaría.
Ty	se	apartó	de	él,	no	podía	objetar	nada.
—Mira	—dijo	McCoy—,	Garrett	da	una	gran	conferencia	sobre	ciberseguridad	y	conexiones
criminales.	 La	 he	 oído	 y	 no	 siento	 la	 necesidad	 de	 pegarme	 un	 tiro	 o	 a	 él.	 Con	 toda	 la
delincuencia	en	Internet	últimamente,	el	tema	es	popular.	Y	tú	tienes	suficiente	sentido	del
humor	para	hablar	de	 investigaciones	encubiertas	sin	caer	en	el	morbo	o	asustar.	Sé	que	es
poco	tiempo,	pero	va	a	haber	toda	una	serie	de	estas	cosas…
—¿Toda	una	serie?	—interrumpió	Ty,	alzando	la	voz	molesto.
—¿Recuerdas	cuantas	veces	has	dicho	 “yo	 soy	malo	en	 las	 relaciones	públicas”?	—McCoy
suspiró	con	disgusto.
—Treinta	y	siete	veces,	Mac.
—¿Las	has	contado?	–preguntó	McCoy	sin	sonar	sorprendido.
—Conducta	obsesivo	compulsiva	latente	—respondió	Ty,	sin	vergüenza.
Zane	apretó	la	boca	contra	el	hombro	de	Ty	para	ahogar	la	risa	que	amenazaba.
—Está	bien,	mira,	está	bien.	Ambos	sois	agradables	y	competentes,	pero	el	verdadero	truco
es	 que	 sois	 guapos	 y	 en	 el	 fondo	 es	 mejor	 tener	 ojos	 dulces	 en	 el	 periódico	 que	 algunos
aviones	no	tripulados	anodinos.	Estad	allí	a	las	ocho,	con	vuestros	mejores	trajes.	Y	llama	a
Garrett	e	infórmale	por	mí,	¿quieres?
Ty	 lanzó	un	gruñido	de	 indignación,	pero	 el	 teléfono	 se	 iluminó	 en	 su	mano,	 y	 lo	 apartó
para	mirarlo.	Zane	podía	ver	la	pantalla	que	le	informaba	que	la	llamada	había	terminado.
—Guapos	–dijo	Zane.	Por	 lo	general,	era	divertido	cuando	se	burlaba	de	él	por	ser	guapo,
pero	esto	era	demasiado—.	¿Cuándo	demonios	nos	hemos	convertido	en	platos	de	moda?
—Ocho	de	la	mañana	del	sábado,	Zane	—dijo	Ty	con	los	dientes	apretados.
—¿Este	 sábado?	 ¿Cómo	mañana	 sábado?	 ¿Tenemos	que	dar	 conferencias	 en	doce	horas?
¡No	 estamos	 preparados!	 No	 puedo	 sacarme	 una	 conferencia	 sobre	 ciberdelitos	 del	 culo.
—Podría,	pero	era	cosa	de	principios.
Ty	asintió	y	dejó	caer	el	teléfono	al	sofá.	Miró	a	Zane	arriba	y	abajo	y	entrecerró	los	ojos,
mientras	se	le	iba	formando	una	sonrisa	lentamente.
—Pero	todavía	tenemos	la	noche	—señaló.
Zane	dejó	que	la	molestia	momentánea	pasara	a	un	segundo	plano.
Podrían	quejarse	del	trabajo	más	tarde.
—¿Todavía	quiere	postre	antes	de	la	cena?
—Tú	no	eres	el	postre,	Zane.	Eres	el	plato	principal	–le	 informó	Ty	con	acento	ronco—.	Y
tienes	unos	cinco	segundos	para	elegir	la	superficie	plana	antes	de	que	yo	lo	haga	por	ti.
* *
Una	cosa	acerca	de	 trabajar	para	el	FBI	era	que	a	veces	el	 tiempo	pasaba	y	Ty	pensó	que
podría	 estar	 pasando	 también	 en	 sentido	 inverso.	Otras	 veces	 se	 estiraba	 sin	 que	 te	 dieras
cuenta	de	que	habían	pasado	meses.	Zane	y	 él	hacían	 sus	 trabajos,	 tanto	 si	 incluía	papeleo
espantosamente	 aburrido	 e	 investigación	 de	 la	 que	 Zane	 parecía	 disfrutar	 o	 seguían	 y
perseguían	 criminales	 que	 era	 más	 del	 gusto	 de	 Ty.	 Por	 desgracia,	 trabajar	 para	 el	 FBI
consistía	en	un	5	por	ciento	de	persecución	y	seguimiento,	90	por	ciento	de	papeleo,	y	5	por
ciento	de	poner	tu	culo	a	disposición	de	tu	superior,	un	periodista,	una	enfermera	que	insistía
en	que	habías	roto	tus	puntos	de	sutura,	o	tu	madre.
Ty	había	preferido	atropellar	a	un	tipo	y	placarlo	en	el	Inner	Harbor	que	tener	que	sentarse
y	rellenar	los	formularios.
Había	arruinado	ese	traje,	pero	había	sido	un	día	cojonudo.
Las	 noches	 de	 Ty	 habían	 pasado	 de	 una	 de	 estas	 cuatro	 formas	 durante	 enero	 y	 hasta
mediados	 de	 febrero:	 a	 menudo	 habían	 estado	 fuera	 trabajando,	 lo	 que	 significaba	 poco
tiempo	 con	 Zane	 fuera	 del	 trabajo.	 De	 lo	 contrario	 iba	 a	 los	 entrenamientos	 de	 softball	 y
luego	a	casa	 tarde,	con	Zane,	o	sufría	otra	aterradora	presentación	de	relaciones	públicas.	Y
luego	a	casa	tarde.	Con	Zane.	Todavía	no	estaba	muy	seguro	de	cómo	se	sentía	acerca	de	todas
las	responsabilidades	adicionales	que	se	estaban	produciendo	en	su	tiempo	libre,	por	lo	que	la
mayoría	del	tiempo	trataba	de	no	pensar	en	ello	y	sólo	seguía	la	corriente.
El	 tiempo	pasaba	sin	pena	ni	gloria	cuando	 tenías	 tantos	planes,	así	que	cuando	Ty	 fue	a
encontrarse	con	su	compañero	para	una	cena	la	noche	del	viernes	después	de	una	conferencia
particularmente	desgarradora	para	un	grupo	de	chicos	de	secundaria	que	sólo	querían	saber
si	 estaba	 soltero	 o	 si	 alguna	 vez	 había	 matado	 a	 alguien,	 no	 había	 esperado	 el	 desorden
caótico	 que	 encontró.	 Llegó	 a	 uno	 de	 sus	 restaurantes	 favoritos	 para	 encontrar	 Zane
esperándole	en	el	parking.
El	 aparcamiento	 estaba	 hasta	 los	 topes	 y	 habían	 ocupado	 el	 del	 banco	 de	 al	 lado.	 Una
multitud	 de	 personas	 esperaba	 fuera	 en	 la	 fría	 noche	 de	 febrero,	 algunos	 sosteniendo
pequeños	buscas	para	alertarlos	cuando	la	mesa	estaba	lista,	algunos	aferrados	a	los	abrigos	y
acurrucándose	con	sus	novias.
Ty	no	había	sido	ni	siquiera	capaz	de	encontrar	un	lugar	para	aparcar	su	Bronco.	Había	ido
en	la	moto	de	Zane,	no	podía	creer	que	hubiera	montado	la	maldita	cosa	en	el	invierno	frío	y
seco	y	sonrió	con	una	sonrisa	sardónica.	El	día	de	“San	Valentín”	era	toda	la	explicación	que
había	necesitado.
Ambos	habían	olvidado	por	completo	el	día	y	el	fin	de	semana	de	vacaciones.	Sólo	habían
querido	 una	 buena	 cena	 tranquila	 después	 de	 las	 agotadoras	 semanas	 de	 apenas	 verse.
Todavía	 estaban	 riéndose	 cuando	 le	 guió	 a	 su	 casa	 adosada	 en	 North	 Ann	 Street.	 Había
algunas	parejas	románticas,	olvidándose	de	San	Valentín	y	sorprendiéndose	por	la	multitud.
—Tendremos	que	conformarnos	 con	 lo	que	hay	en	el	 frigorífico	–le	dijo	a	Zane	mientras
cerraba	la	puerta	contra	el	frío	invierno	de	Baltimore.
Zane	se	detuvo	en	seco,	con	la	apaleada	chaqueta	de	cuero	negro	abierta	hasta	la	mitad	y	se
volvió.
—¿Crees	que	será	mejor	que	vaya	a	Whole	Foods?	—preguntó.	Probablemente	hablaba	en
serio.	Ty	no	cocinaba	mucho	y	ambos	sabían	cómo	mantenía	su	cocina	equipada.
—Dame	un	poco	de	crédito,	¿eh?	—respondió	Ty,	sintiéndose	insultado—.	Tengo…	cosas.
Zane	enarcó	una	ceja.
—Bacón,	huevos,	queso,	 leche,	carne	del	almuerzo,	pan,	Dr	Pepper,	 limonada	que	 fingiste
que	no	había,	galletas	de	chocolate…
Ty	trató	desesperadamente	de	no	sonreír,	apretando	los	labios	con	fuerza	a	pesar	de	saber
que	 hacía	 que	 le	 salieran	 los	 hoyuelos.	 Zane	 le	 conocía	 demasiado	 bien.	 Excepto	 por	 las
galletas	con	chispas	de	chocolate.
Zane	se	las	había	comprado	para	él	y	las	había	dejado	aquí.	Sabía	muy	bien	que	a	Ty	no	le
gustaba	el	chocolate	y	estarían	a	salvo.
—También	hay	chuletas	de	cerdo.	Y	algunas	verduras	enlatadas	de	emergencia	en	el	sótano
–le	dijo	a	Zane	con	una	sonrisa	 traviesa—.	Al	 lado	del	agua	embotellada	y	 las	balas	perfora
zombis.
—Es	bueno	saber	que	no	nos	moriremos	de	hambre	cuando	los	zombis	ataquen	—dijo	Zane
mientras	se	quitaba	la	chaqueta	y	la	colgaba	en	el	gancho	junto	a	la	puerta,	guiñándole	el	ojo
por	encima	del	hombro	de	manera	perezosa.
—Todo	el	mundo	critica	—murmuró	Ty	mientras	observaba	a	Zane	apreciativamente.
Desde	la	torpeza	de	Año	Nuevo,	habían	caído	en	una	confortable	rutina,	una	en	la	que	Ty
estaba	 contento	 de	 estar.	Había	 dado	 el	 paso,	 literalmente,	 y	 le	 había	 dicho	 a	 Zane	 que	 le
amaba.	 Este	 nunca	 lo	 había	 dicho	 en	 tantas	 palabras,	 pero	 no	 mucho	 después	 de	 que
volvieran	del	crucero	después	de	Navidad,	Ty	había	notado	que	Zane	no	se	había	puesto	su
verdadera	alianza	de	boda.	Eso	era	suficiente	para	él.
Ese	 simple	 gesto	 había	 hablado	 en	 voz	 alta.	 Ty	 sabía	 cuánto	 había	 significado	 suesposa
para	él	y	el	infierno	que	había	atravesado	después	de	que	muriera.	Zane	todavía	había	llevado
el	anillo	durante	más	de	 seis	años	después	de	que	ella	 se	hubiera	 ido.	Ver	el	dedo	de	Zane
desnudo	 le	 calentaba	de	un	modo	como	pocas	cosas	podían.	Nunca	 lo	había	mencionado,	y
nunca	habían	hablado	sobre	lo	que	había	dicho	esa	noche	en	el	calabozo	del	barco.	De	todos
modos,	era	probablemente	mejor	mantenerlo	todo	enterrado.	Zane	estaba	feliz	y	relajado.	Ty
estaba	feliz	y…	bueno,	todavía	nervioso,	pero	eso	no	era	culpa	de	Zane.	Eran	felices.
—Entonces,	hazme	la	cena	y	te	pagaré	con	favores	sexuales.
—Me	 parece	 bien	 —dijo	 Zane	 mientras	 arqueaba	 la	 espalda	 y	 estiraba	 los	 hombros—.
¿Alguna	idea	de	lo	que	quieres?
Ty	se	limitó	a	sonreír.	Zane	seguramente	sabía	que	tenía	intenciones	de	saltarse	la	cena.
Zane	rió	entre	dientes.
—Comida,	Grady,	comida.	O	no	tendrás	energía	para	el	sexo	más	tarde.
—Bueno,	entonces,	ponte	con	ello	–le	gruñó	Ty,	escoltándolo	por	la	estrecha	casa.
En	poco	 tiempo,	 los	 dos	 estaban	 con	 ropa	 informal	 y	 la	 cocina	de	Ty	 estaba	 iluminada	 y
cálida	con	la	actividad.	Zane	no	cocinaba	a	menudo,	pero	en	algún	momento	había	pasado	de
las	habilidades	de	cocina	corrientes	y	en	general	estaba	dispuesto	a	hacer	una	cena	rápida	si
estaban	 demasiado	 agotados	 para	 salir	 después	 del	 trabajo.	 Después	 de	 rebuscar	 en	 el
frigorífico	de	Ty,	 los	armarios	y	 la	despensa,	concibió	unas	chuletas	de	cerdo	asadas,	 judías
verdes,	una	barra	de	pan	de	la	panadería	de	la	calle	y	ahora	estaba	haciendo	puré	de	patatas.
Desde	cero,	 lo	que	agradaba	a	Ty.	Parecía	una	 tarea	muy	doméstica	para	el	 tipo	duro	de	su
compañero.
Las	chuletas	crepitaban	en	un	quemador,	y	Zane	estaba	empujando	una	pila	de	patatas	por
un	 lado	 de	 la	 tabla	 de	 cortar	 y	 comenzando	 con	 otra,	 el	 cuchillo	 se	 movía	 con	 rapidez	 y
eficacia	en	sus	manos.	Una	olla	de	agua	hervía	en	un	tercer	quemador	detrás	de	él.
Ty	 permaneció	 lejos,	 sobre	 todo	 porque	 había	 el	 espacio	 justo	 con	 ambos	 tratando	 de
moverse	 alrededor	 de	 la	 estrecha	 cocina	 de	 la	 casa	 adosada.	 También	 porque	 a	 Ty	 le
disgustaba	cocinar,	demasiadas	noches	en	el	desierto	o	la	selva	perdiendo	un	juego	de	piedra,
papel	o	 tijeras	y	viéndose	obligado	a	 ir	a	cazar	 la	cena	para	 todo	el	equipo	recon,	y	rara	vez
tenía	que	hacerlo,	incluso	si	quería.	Así	que	se	mantuvo	al	otro	lado	de	la	barra,	observando.
Ocasionalmente	 Zane	 le	 lanzaba	 una	mirada,	 al	 parecer,	 sólo	 para	 comprobar	 que	 todavía
estaba	allí.
Ty	apoyó	los	codos	en	la	encimera	y	se	sostuvo	la	barbilla	en	las	manos,	tratando	de	evitar
moverse	 inquieto.	 Zane	 terminó	de	 cortar	 la	 segunda	patata	 y	 le	miró	mientras	 recogía	 los
trozos	con	las	manos.
—¿Estás	bien?	—Preguntó	Zane—.	Estás	nervioso.
Ty	rió	y	le	tendió	la	mano.
—¿Me	conoces?	—preguntó,	bromeando.
Zane	se	encogió	de	hombros	mientras	dejaba	caer	cuidadosamente	los	trozos	en	la	cazuela
de	agua	hirviendo.
—Creo	que	hemos	estado	yendo	a	toda	velocidad	desde	que	volvimos	del	crucero,	pero	me
imaginé	que	te	habrías	relajado	un	poco,	por	lo	menos.	Tu	cabello	ya	ha	crecido,	así	que	ya	no
puedes	quejarte	de	eso.	Las	bromas	 sobre	gatos	por	 fin	han	muerto	en	el	 trabajo.	Y	 sé	que
estás	disfrutando	de	los	entrenamientos	de	softball.
—Es	divertido.	Deberías	venir	a	uno	de	los	partidos.	—Ty	respondió	con	una	mirada	atenta
hacia	 su	 compañero.	 Estaban	 a	 punto	 de	 dar	 comienzo	 a	 la	 liga	 de	 softball	 que	 habían
organizado,	 este	 fin	de	 semana,	de	hecho.	Se	había	 convertido	 en	un	gran	espectáculo,	 y	 le
quitaba	un	montón	de	tiempo.	Más	del	que	le	gustaba.
Zane	recogió	el	cuchillo	y	comenzó	a	cortar	de	nuevo,	con	una	ligera	sonrisa	en	los	labios.
—¿Quieres	 decir	 ir	 a	 ver	 o	 ir	 a	 jugar?	–preguntó—.	Puedo	 ver.	 Jugar,	 no	 tanto.	 ¿Yo	 y	 los
deportes	en	la	escuela	secundaria?	–sacudió	con	la	cabeza.
—Creí	que	habías	estado	muy	ocupado	con	el	baile	de	cuadrillas	–respondió	Ty	arrastrando
las	palabras	y	tratando	de	no	sonreír.
Zane	 se	 rió	 entre	dientes	mientras	 empujaba	patatas	picadas	al	 lado	de	 la	 tabla	de	 cortar
con	el	dorso	de	una	mano.
—Eso	también	—admitió.	Miró	a	Ty—.	Pensaba	unirme	al	equipo	de	todos	modos,	ya	sabes.
Ty	sonrió,	pero	con	el	ceño	fruncido	también.
—¿Por	qué?	Pensaba	que	no	te	gustaba.
—No	me	gusta	hacer	el	ridículo	en	público	—estuvo	de	acuerdo	Zane,	volviendo	a	cortar—.
Pero	 entre	 esos	 malditos	 seminarios	 de	 relaciones	 públicas	 y	 tus	 entrenamientos,	 hemos
tenido	suerte	de	tener	un	par	de	noches	a	la	semana	para	nosotros	que	no	fueran	para	caer	en
la	cama	agotados.
Ty	se	encogió	de	acuerdo,	frunciendo	los	labios.	Era	cierto.	Y	molesto.
—¿Quieres	que	lo	deje?
Zane	levantó	la	cabeza	de	golpe	con	los	ojos	muy	abiertos	y	clara	sorpresa.
—No,	en	absoluto.	Disfrutas	demasiado.	Sólo	pensaba	que	podría	aprender	algo	que	los	dos
pudiéramos	hacer.	Pero	pensé	que,	por	ahora,	las	reuniones	de	AA	eran	más	importantes.
Los	labios	de	Ty	temblaron	y	levantó	una	ceja	mientras	miraba	a	Zane.	No	tocaba	el	tema
de	las	reuniones	AA	de	Zane.	Nunca	lo	hacía.
—Te	llevaré	a	las	jaulas	de	bateo	una	noche	–ofreció.
La	sonrisa	de	Zane	volvió	a	aparecer.
—Trato	hecho.
Ty	tarareó	y	miró	distraídamente	las	manos	de	Zane	moverse.	Después	de	unos	momentos
de	silencio,	bajó	la	mirada	hacia	sus	propias	manos,	dándoles	la	vuelta	y	frunciendo	el	ceño
ante	 la	 línea	 de	 bronceado	 que	 se	 estaba	 borrando	 en	 el	 dedo	 donde	 había	 llevado	 el	 falso
anillo	de	boda.	Al	final	habían	tenido	que	cortárselo,	pero	lo	había	guardado.	Estaba	escaleras
arriba	en	una	caja,	escondido	con	todos	los	otros	trozos	y	piezas	que	guardaba	de	los	casos.	La
línea	se	iría	pronto.
—Supongo	que	no	querrás	ir	a	bailar	si	yo	voy	a	un	partido	–sugirió	Zane	mientras	echaba
más	patatas	picadas	en	el	agua.
Ty	levantó	la	mirada	y	resopló.
—No	 me	 importa	 ir	 a	 bailar.	 Es	 sólo	 que	 los	 clubes	 me	 ponen	 nervioso,	 demasiadas
maneras	de	que	te	maten.
—Y	 luces	 estroboscópicas	 –añadió	 Zane,	 obviamente	 recordando	 lo	 que	 le	 había	 dicho
cuando	se	había	negado	a	ir	al	club	del	crucero—.	Todavía	estoy	a	tu	espalda	–dijo,	levantando
la	mirada	para	mirarle	a	los	ojos.
Ty	le	devolvió	la	mirada,	sintiendo	un	escalofrío	por	su	columna	vertebral	mientras	miraba
hacia	los	ojos	oscuros	de	Zane.	A	veces	era	frustrante	cómo	una	mirada	de	los	ojos	de	Zane
hacía	que	quisiera	arrojarlo	todo	por	la	ventana.	Pero	sobre	todo	era	muy	divertido.
Rodeó	la	barra	para	robar	un	beso	pero	fue	interrumpido	cuando	la	radio	en	la	banda	de	la
policía	que	guardaba	en	un	rincón	poco	utilizado	de	 la	cocina	crujió	a	 la	vida,	 la	voz	sonaba
ligeramente	asustada	mientras	pedía	respaldo	y	al	equipo	de	bombas.
—10-79
Ty	se	enderezó	mientras	miraba	la	radio.	La	señal	era	lo	bastante	débil	para	recoger	solo	las
llamadas	de	su	barrio,	alertándole	cuando	había	algo	en	la	vecindad	en	lo	que	podía	ayudar.
Rara	vez	se	encendía.
Zane	dejó	el	cuchillo	y	cogió	un	trapo,	secándose	las	manos	mientras	se	volvía	a	escuchar,
el	ceño	fruncido	en	su	rostro.
—10-79	—volvió	a	escupir	la	radio	a	través	de	la	estática—.	501	East	Pratt	Street.
Otra	voz	respondió,	también	asustada	y	sin	aliento.
Estas	 personas	 no	 estaban	haciendo	 llamadas	 oficiales	 de	 la	 policía,	 sino	 que	 tenían	 que
estar	fuera	de	servicio.
—Jesús,	es	el	acuario	–dijo	Ty	a	Zane.
Ty	se	enderezó	y	se	apartó	de	la	barra	mientras	Zane	apagaba	el	fuego.
—¿Qué	 es?	 ¿Diez,	 doce	 manzanas?	 —preguntó	 Zane	 mientras	 se	 acercaba	 al	 sofá,	 se
colocaba	 la	 sobaquera	 con	 un	 movimiento	 rápido	 y	 largamente	 practicado,	 y	 deslizaba	 la
pistola	en	su	lugar.
Ty	 asintió	mientras	 trotaba	 hacia	 el	 perchero	 junto	 a	 la	 puerta	 y	 al	 pequeño	 cajón	 de	 la
mesa	donde	guardaba	sus	armas.	Se	apresuró	a	ponerse	 la	 funda	del	hombro,	ajustando	 las
correas	sin	pensar.	Zane	agarró	sus	llaves	y	la	chaqueta	de	cuero.
—Llegaremos	 más	 rápido	 a	 pie	 con	 este	 tráfico	 –le	 dijo	 Ty	 mientras	 abría	 la	 puerta
principal.
—Conduciré

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