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Dividir y vencer Argumento Baltimore, Maryland, es una ciudad en peligro. La violencia creciente está avivando las llamas de la indignación general, y todas las autoridades competentes, incluyendo el FBI, asumen la culpa. De este modo se llevan a cabo las últimas ideas del FBI para mejorar las relaciones públicas: una liga municipal de softball y cursillos para representantes comunitarios. Pero las nuevas obligaciones significan más tiempo en el cual los agentes especiales Ty Grady y Zane Garrett tendrán que estar separados mientras que felizmente van descubriendo cómo ser más que compañeros al pie de la letra. Entonces la última oleada de crímenes les explota en la cara – literalmente– sumiendo a la ciudad, al FBI, y a la imprevisible relación de Ty y Zane tanto dentro como fuera de la oficina en el caos. Están metidos hasta el cuello en un problema, tratando de rastrear terroristas y ladrones de bancos, a oscuras y con muy pocas pistas, y el único modo de alcanzar la luz y el final del túnel juntos requiere que Ty y Zane cierren los ojos y confíen el uno en el otro hasta el ardiente final. Capítulo 1 Complementadas por el tintineo de la estación, las luces se encendieron en el set de las noticias de televisión y apareció una delgada mujer negra, de rostro agradable con una blusa blanca y chaqueta verde sentada ante el escritorio y un hombre alto y sonriente que llevaba un traje gris carbón. El logotipo de la estación apareció en la pantalla. —Aquí la WBAL TV 11, noticias a las 6. Soy Jeff Barns. —Y yo Alicia Harrison. Buenas noches. La cámara enfocó a Harrison mientras una foto de un coche de policía en llamas aparecía sobre su hombro izquierdo. —Los disturbios sacudieron la ciudad ayer por la noche después de que los Raven perdieran contra los Pittsburgh Steeler en las eliminatorias. Ha sido el tercer disturbio desde la Víspera de Año Nuevo y la violencia continúa en aumento. Andrea Gregg tiene más información sobre la historia. –Una sirena cambió de plano a la imagen nocturna de un coche de policía ardiendo. La gente corría delante, sacando fotos y gritando mientras los bomberos trabajaban para apagar las llamas. Las ventanas de la tienda detrás de ellos estaban rotas, los cristales esparcidos por todas partes. Un adolescente estaba pateando una ventana al fondo. —Por tercera vez en un mes, los residentes de Baltimore han despertado en una ciudad en ruinas. El sonido de cristales crujiendo al ser arrastrados por el cemento acompañó el cambio de plano. Un hombre mayor, calvo barría los cristales en frente de una tienda. —Saquearon el lugar —dijo el hombre, identificado por los créditos como Steve Vilnick, propietario de la tienda—. Es la segunda vez este mes. No estoy seguro de si abriremos de nuevo. Mientras seguía barriendo, la voz de Gregg volvió a sonar. —Hasta ahora, nadie ha sido gravemente herido en los disturbios, pero el daño a la propiedad alcanza millones. La policía dice que están haciendo todo lo posible para llevar a los responsables ante la justicia, pero los ánimos están empezando a crisparse. Hoy, los residentes de la ciudad mostraron su frustración en una serie de protestas organizadas ante las sedes de la policía. El plano cambió a una manifestación frente a la fea fachada de uno de los muchos edificios de la policía de Baltimore. —Ellos no están haciendo lo suficiente —dijo una joven identificada como Jasmine Burke, estudiante—. ¿Qué han hecho para detenerlo? Nada. Están consiguiendo que de noche no puedas salir sin meterte en medio de un campo de batalla. —¿Para qué les estamos pagando? –Dijo Roy Monroe, empleado de la tienda. —No han hecho ningún arresto, no han conseguido ninguna pista. Tío, después de que destrozaran la tienda en la que trabajo, tuvimos que cerrar durante una semana, y no me pagaron ese tiempo. ¿Por qué seguimos pagándoles a ellos? —Estoy preocupado. Por supuesto que estoy preocupado —dijo Bob Smitherman, banquero —. Lugares que siempre han sido seguros en la ciudad ya no lo son y ¿acontecimientos públicos? Después del Año Nuevo, los estoy evitando. Gente demasiado enojada y muy pocos policías. El plano cambió al jefe de policía de Baltimore. —Por supuesto, estamos haciendo todo lo posible para detener a los instigadores de estos disturbios, pero necesitamos que el público ayude a restaurar la paz y la seguridad de nuestra ciudad. No podemos ser fuertes cuando estamos divididos. Una joven con una chaqueta de color azul claro apareció en pantalla con un micrófono. El crédito decía Andrea Gregg, reportera de la WBAL. Un número apareció en la parte inferior de la pantalla. —La policía está pidiendo que cualquier persona con información o fotos de los manifestantes que destruyen la propiedad llamen a la línea de información. También puede enviar información anónima a www.baltimorepolice.org. Aquí Andrea Gregg, informando para la WBAL TV 11. *** El agua bien caliente cayó sobre sus hombros, y el agente especial Zane Garrett gimió, mientras giraba la cabeza para estirar los músculos tensos del cuello. La ducha era un placer después del entrenamiento matinal de dos horas que había culminado en otro duro combate de boxeo con su compañero. Permitió que sus ojos se cerraran, echó la cabeza atrás para lavarse el pelo y dejó escapar un largo suspiro mientras disfrutaba de la presión del agua. Era un gimnasio viejo, uno pequeño escondido en el sótano de la oficina de campo del FBI de Baltimore. Pero Zane lo prefería al centro de fitness más brillante y más nuevo de la ciudad que algunos de los agentes frecuentaban. Sobre todo porque este viejo vestuario tenía duchas maravillosamente altas y no tenía que agacharse, uno de los peligros de medir metro noventa y cinco, y las paredes de las duchas llegaban a media pared, lo que significaba que a veces podía comerse con los ojos a su muy guapo compañero sin demasiado riesgo de ser atrapado. Enderezándose, abrió los ojos, cambiando su atención del agua que le bajaba por la cara hacía el hombre que estaba a menos de un metro al otro lado del muro de azulejos. El agente Especial Ty Grady estaba con la cara hacia el agua y las manos apoyadas en la pared de azulejos frente a él, los hombros encorvados hacia delante y la espalda arqueada. Llevaba el cabello castaño oscuro corto, más corto de lo habitual, una necesidad después de habérselo teñido de rubio para su última misión. El agua caía sobre esos músculos definidos, enjuagando los restos de jabón de su cuerpo y haciendo que el oro mate de su anillo de sello del cuerpo de Marines brillara. Bajo la ducha era una de las pocas veces que Zane veía a su compañero inmóvil, una verdadera novedad en lo que se refería a Ty Grady. Aunque si Ty se quedaba en el lugar durante más de un minuto, podría poner sus manos sobre él… gruñó y metió la cabeza bajo el agua, estiró una mano para abrir el agua fría antes de agarrar su botella de gel. Su capacidad para mantener en el trabajo la lujuria bajo control era por lo general mejor que esto. Cuando echó un vistazo un par de segundos después, Ty había apoyado los brazos en la separación entre ellos y estaba sonriéndole. Zane arqueó una ceja, preguntándose no por primera vez si podía leerle le mente. Ty le miró de arriba abajo y luego por encima del hombro a las duchas por lo demás vacías. —Se me ha ocurrido una cosa —dijo a Zane de manera casual. —Peligro, Will Robinson —comentó Zane mientras apretaba el gel en una mano y empezaba a enjabonarse. —No seas así –le dijo Ty, su voz sonó herida, pero llevaba el matiz de picardía al que se estaba acostumbrado. Zane resopló y se movió bajo el agua para lavarse y poder mirar aTy sin estirar el cuello. —Se te ocurrió una cosa –animó con una pequeña sonrisa. —No, ahora tendrás que trabajarlo —respondió Ty con otra sonrisa y se volvió de nuevo a su propia ducha. Zane puso los ojos en blanco y tiró la toalla mojada sobre la separación, sonriendo cuando escuchó el choque mojado contra la piel de Ty. La risa contagiosa de este se mezcló con el repiqueteo relajante del agua corriendo a través de las viejas tuberías, recompensando su esfuerzo. Sonrió, dejando que la pequeña chispa de calidez se extendiera por su cuerpo mientras terminaba de enjuagarse. Estaba estirando la mano para cerrar el grifo cuando una alarma atravesó la tranquilidad relajante del agua cayendo. —Alarma contra incendios. Hora de irse —anunció Ty con calma mientras apagaba el agua y agarraba su toalla de la pared al fondo de la ducha. No se secó. Sólo la envolvió alrededor de las caderas y se dirigió a la salida como si no hubiera nada raro en ello. Zane hizo una mueca mientras se cubría una oreja. —Ty —gritó mientras cogía su toalla y corría detrás de su compañero. Le agarró del brazo cuando le alcanzó—. No puedes salir empapado y prácticamente desnudo en mitad del maldito enero. —Comenzó a tirar de él hacia los vestuarios, donde al menos podrían agarrar pantalones cortos, camisetas y zapatillas de deporte. —El frío es mejor que el fuego –discutió Ty, aunque dejó que Zane lo arrastrara. —No hay fuego aquí abajo. —No sabes eso. —Y la salida está a veinte metros de distancia —dijo Zane mientras arrastraba a Ty a toda prisa detrás de él—. Ahora vístete. Y zapatos. —¡Garrett, cuando una alarma comienza a sonar, voy a la salida! —gritó Ty con tristeza. No estaba asustado, por supuesto. Ty nunca se asustaba a no ser que estuviera atrapado en la oscuridad o no pudiera encontrar su amado Bronco en el parking. Se quitó la toalla, se puso un par de pantalones cortos y deslizó sus pies en las zapatillas gastadas. Luego agarró el brazo de Zane y tiró de él hacia la salida, sin importarle que estuviera tratando de entrar en sus pantalones cortos. —¡Está bien, maldita sea, dame un segundo! —exclamó Zane, agarrando su camiseta y toalla después de meter los pies en las zapatillas de correr, resistiéndose a los tirones de Ty mientras se inclinaba para agarrar la camiseta de este antes de dejar que su compañero le empujara. —Arrastra tus pies más tarde, Lone Star. O el edificio está en llamas o es un simulacro y estaremos haciendo papeleo hasta que los dedos nos sangren si no salimos a tiempo — insistió Ty mientras tiraba de Zane a lo largo del pasillo hacia la salida de emergencia. Ty era notoriamente voluble y podía distraerse fácilmente, pero en caso de emergencia, estaba afinado en una cosa y sola una cosa: la supervivencia. No había modo de luchar contra el puño de hierro que tenía sobre su brazo o su insistencia de que estar medio desnudo y fuera era mejor que cualquier otra alternativa en ese momento. —Estoy pensando que tendremos un poco de margen, ya que estábamos en las duchas —espetó Zane mientras corrían por los escalones de hormigón del sótano y atravesaban la puerta de emergencia que daba al exterior, al frío y el viento. El sol de la mañana cegó a Zane mientras empujaban la puerta de la salida de emergencia y salían a la acera mojada en la parte delantera del edificio. Lo siguiente que supo, Ty estaba agachado frente a él como si fuera a ponerse a cubierto de un proyectil, y Zane se volvió instintivamente para comprobar la amenaza. Un golpe terrible explotó en su cara con un chorro de agua helada contra la piel enrojecida de la ducha. Otro golpe inmediato, éste en el brazo, otro en el muslo cuando algo más le golpeó, y más agua le salpicó en el aire frío mientras balbuceaba y se secaba los ojos con una mano, golpeando con la otra algo oscuro volando hacia su cara. Sintió la breve sensación de goma en los dedos y luego otro chasquido doloroso como una banda elástica, luego más agua. Zane se volvió hacia el movimiento en su lado izquierdo. Habían pasado cinco segundos. Cuando Zane dio cuenta de que acaba de sufrir una lluvia de coloridos globos de agua, Ty estaba de pie otra vez y miraba a la multitud ruidosa mientras era empujado por detrás de las barreras de nieve a la acera frente al edificio del FBI. Más manifestantes. Los manifestantes lanzaron más globos de agua a través de la calle. Ty hábilmente atrapó uno, sosteniendo como una pelota de fútbol para evitar que explotara. Se echó hacia atrás como si se preparara para lanzarlo hacia la multitud. —¡Grady! –El agente especial a cargo Dan McCoy gritó desde algún lugar cerca de la entrada principal. Ty dejó caer los hombros, haciéndole parecer un perrito regañado que era milagrosamente bueno en esquivar globos de agua, y dejó caer su munición mientras aterrizaba más a su alrededor. Zane no estaba tan tranquilo. Enfadado golpeó el siguiente globo que le lanzaron y chocó contra el cemento con un golpe y salpicaduras. El viento helado mordió su piel húmeda y se quedó sin aliento, Zane no pudo suprimir el temblor, seguía sintiendo el golpe de los globos en su piel. —¿Qué demonios? —Deja de quejarte. Por lo menos estaban llenos de agua y no algo peor — le replicó Ty con los dientes apretados Cruzó las manos sobre el pecho y sobre las palabras blancas en su camiseta azul “Relájate, soy divertido”, encorvó los hombros mientras se giraba para mirar la estructura de hormigón detrás de ellos. —Maldita sea, ¡no está en llamas! —Aquellos a su alrededor lo suficientemente cerca como para oírle se echaron a reír, incluso algunos de los manifestantes en la calle. Zane sacudió la cabeza. ¿Cómo diablos lograba Ty relacionarse con la gente sin siquiera intentarlo? Nunca dejaba de sorprenderle. Otro globo voló por el aire y aterrizó a los pies de un hombre con un megáfono que estaba de pie cerca de la entrada del edificio de oficinas. Comenzó a informar a la gente que cualquier medida adicional sería considerada como un ataque contra la propiedad federal y los agentes federales, y se harían arrestos. Cuando las palabras “hasta incluyendo fuerza letal” salieron de su boca, la multitud comenzó a retumbar. Zane había leído los memos. Pero esta era la primera vez que se había metido en un ataque. —Supongo que imaginan que no los arrestaremos por asalto –dijo, sacudiendo la cabeza mientras veía su aliento casi cristalizarse mientras exhalaba, del frío que hacía. Ty miró a la multitud, con el rostro inexpresivo. —Un par de rondas de goma debería arreglarlo —decidió, con los dientes comenzando a castañetear por el frío. —¿En los globos, o en la multitud? —Se cruzó de brazos, imitando a su compañero, y dio un paso atrás. Echó un vistazo a Ty—. Imagina el papeleo. —¡Garrett! ¡Grady! ¡Meted el culo dentro! –Gritó McCoy desde el otro lado del césped—. No voy a firmar la baja por enfermedad si pillais una neumonía. —Eso dices ahora, pero yo n-no voy a r-rellenar ningún formulario –gritó Ty, tartamudeando. Estaba observando a uno de los agentes ataviados con uniformes antidisturbios, mirando específicamente la pistola llena de balas de goma. Otra andanada de globos, amarillos, verdes, rojos y azules, llenos de agua helada salieron volando hacia ellos. Si Ty tuviera uno de esos fusiles en mano, podría hacer un impresionante espectáculo con esos objetivos voladores, podría despejar a estas personas rápidamente. Zane sabía que eso era exactamente lo que Ty estaba pensando. También sabía que no iba a pensar en las consecuencias de las relaciones públicas. Incluso si Ty considerara la reacción pública de sus acciones, lo que rara vez hacía. —A la mierda —gruñó Zane. Tomó a Ty por la parte superiordel brazo cuando dio un impulsivo paso hacia el hombre con equipo antidisturbios. Le hizo girar y empezó a tirar hacia el edificio, descartando a la gente que les miraba y se burlaba de ellos. —Esos pequeños f-formularios amarillos con l-lados rotos, y los azules q-que hacen las m- mismas preguntas c-catorce veces, y los malditos r-rosas que te ponen los dedos a-azules – divagó Ty mientras seguía adelante sin protestar. Sonaba como el cerdo Porky—. L-los rellenaría todos si pudiera d-disparar a alguien en este momento. —Esta vez estoy contigo. Merecería la pena. —Otro agente deslizó una tarjeta de identificación para ellos, y Zane abrió la puerta lateral del edificio, empujó a Ty dentro y le siguió, cerrando la puerta de acero sólido detrás de ellos y haciendo una mueca, porque la alarma seguía gimiendo. Ty echó el brazo sobre los hombros de Zane y lo abrazó. Su piel estaba fría contra la de Zane. —Esto se está p-poniendo feo —dijo, sin mirar a Zane. Este sabía que se refería a la situación en general, a los disturbios en la ciudad. Siguió hablando, bajando la voz hasta que Zane no pudo oírle por encima de la sirena a todo volumen. —Tenemos que volver a las duchas. Agua caliente —dijo Zane mientras se estremecía y no en el buen sentido—. El equipo antidisturbios despejará a esos idiotas antes de que salgamos. Y sabes que quienquiera que apretara la alarma contraincendios está metido en mierda. Ty sacudió la cabeza. Sus dedos se arrastraron contra la piel de Zane mientras apartaba el brazo de los hombros de Zane. —Trabajo, trabajo, trabajo —murmuró, sacudiendo la cabeza. —Hablo en s-serio —dijo Zane mientras el resfriado comenzaba a arraigarse—. Tengo demasiado frío. —Sus dedos estaban casi entumecidos mientras trataba de agarrar el dobladillo de su camiseta mojada para sacársela. —Te calentaré más tarde —prometió Ty. Era un pensamiento agradable, pero nada útil en estos momentos. De alguna manera Ty había dominado el temblor y castañeteo de los dientes. Una vez le había dicho a Zane que el mejor modo de dejar de temblar era relajar conscientemente el cuerpo, et voilà, no más temblor. Pero nunca había conseguido que funcionara. Se giró y abrió el camino de vuelta a los vestuarios, logró quitarse la ropa mojada y se frotó con la toalla, tratando de librarse del frío que le hacía doler los huesos. La alarma se cortó abruptamente, pero el zumbido en los oídos de Zane todavía cubría cualquier sonido que Ty podría haber estado haciendo a sus espaldas. Luego tres dedos tocaron la nuca de Zane y bajaron por su espalda, entre los omóplatos, la parte baja, sobre una cadera mientras Ty pasaba junto a él. —Jornada laboral de ocho horas por delante, Lone Star. Aguanta –dijo Ty mientras abría su propia taquilla. Esta vez el escalofrío que se deslizó por la piel de Zane no tenía nada que ver con el frío y todo con encontrar la paciencia para pasar el día con la mirada puesta en la noche. * * La luz intermitente en su teléfono captó la atención de Zane y le apartó del informe que estaba tratando de analizar. Siempre silenciaba el teléfono cuando estaba en la oficina, sobre todo en momentos como hoy, cuando todo el equipo, estaba atascado sudando tinta china con sus trabajos. Estaba sentado con Michelle Clancy, Scott Alston, Fred Perrimore y Harry Lassiter, los demás miembros de su equipo en la Oficina. Sin embargo, podría ser una llamada de uno de los otros departamentos, un contacto, u otro agente. Así que Zane sacó el móvil de debajo de una pila de carpetas y pasó el pulgar para desbloquearlo mientras miraba la pantalla. Era un mensaje de texto. Frunciendo el ceño, Zane lo abrió. ¿Cuál es el procedimiento apropiado para coger un ordenador y tirarlo por la ventana? ¿Abrir la ventana primero o romper el cristal? Zane parpadeó y leyó el texto de nuevo. A continuación, se centró en el número y se dio cuenta de quien le había enviado el mensaje. Suspiró y dejó el teléfono, volviendo a su informe. No era un mensaje que necesitara respuesta. Su compañero no estaba más que a tres metros de distancia, sentado en su escritorio, mirando la pantalla del ordenador y pulsando repetidamente la misma tecla de error en su teclado. Si Ty quería una respuesta, podía abrir la boca y hablar. Cuando Zane le miró, le vio recostarse en la silla y ladear la cabeza hacia el ordenador. Había dejado de teclear, y parecía desganado y frustrado. El ordenador de Ty nunca funcionaba de la manera que se suponía. El equipo bromeaba con que Ty emanaba pulsos electromagnéticos, porque no importaba lo que tocara, la máquina casi siempre acababa en mal estado. El ordenador, la impresora, el fax, a veces incluso los grifos automáticos en los baños. Nunca funcionaban correctamente para él. También odiaba el papeleo con inusual pasión, por lo que era doblemente divertido. Zane miró los archivos distribuidos en la mesa frente a él. Podía sentarse y recopilar detalles durante todo el día, apelaba a su cerebro analítico. Ty, sin embargo, no se disculpaba por estar aburrido de papeleo. Sin duda, era un hombre de acción. Normalmente, Zane intentaba enviarle a hacer recados, pero hoy ni siquiera tenía ese recurso. Con una última mirada a Ty, Zane volvió a conciliar datos sobre transferencias bancarias de sospechosos con una serie de secuestros. Varios minutos después, la luz en su teléfono volvió a parpadear. Zane dejó de teclear mientras miraba el teléfono y luego a través de las mesas a Ty. No parecía haberse movido, y su teléfono no estaba a la vista. No le estaba mirando y no había sombra de sonrisa en los labios como habría habido si hubiera estado tramando algo. Zane había visto esa sonrisa demasiadas veces para pasarla por alto. Cogió el teléfono y vio el segundo mensaje de texto. Mismo número de teléfono. Nunca había tenido tiempo de programar el nombre de Ty en la lista de contactos. Debatió si mirar el texto, no estaba seguro de querer animar a Ty a que le distrajera en el trabajo. Luego, después de un momento, se sacudió No había razón para estar tan tenso sobre esto. Activó el teléfono para leer el mensaje. Los últimas 3 llamadas en mi teléfono son para pedir respaldo, pizza y sexo. En ese orden. No puedo decidir lo que eso dice de mí. Zane casi olvidó reprimir su sonrisa. La noche anterior Ty le había llamado para decir que había pedido una pizza y que Zane debía recogerla de camino. Tenían la intención de ver un poco de fútbol en la televisión pantalla grande de Ty, pero las eliminatorias que echaban no eran de sus equipos y no retuvieron su atención mucho tiempo. Después de terminar la pizza, se sentaron frente a la televisión haciendo algo completamente diferente a verla. Zane bufó. Muy a propósito no se movió en la silla mientras dejaba su teléfono sin contestar o mirar a su compañero. Tal vez él escogiera la cena esta noche. Su teléfono se iluminó casi de inmediato de nuevo. Zane ni siquiera había recogido su bolígrafo. Esta vez miró a las mesas de sus compañeros de equipo, ninguno de ellos les estaban prestando atención, antes de abrir el mensaje. Te das cuenta de que tengo plan de mensajes de texto gratis ¿no? Obviamente, ignorar a Ty no iba a funcionar. Pero Zane apartó el teléfono, decidido a hacerlo. Simplemente porque la lucha divertiría a Ty, si estuviera siendo honesto consigo mismo. Y mantener a Ty divertido era bueno para el resto de la humanidad. El teléfono se iluminó de nuevo, y cuando Zane miró a Ty, su compañero estaba recostado en su silla, con los pies apoyados abiertamente sobre su escritorio mientrassostenía el teléfono en sus manos. Zane siguió escribiendo con una mano mientras discretamente movía su teléfono a través de los papeles esparcidos delante de él para poder apretar el botón y leer el mensaje sin llamar la atención. Examen de compañero sorpresa. ¿Cuántas letras tiene el alfabeto del gobierno? Mordiéndose la lengua, Zane trató de decidir cuál sería la respuesta. Estaba casi seguro que era una broma. Pensó que Ty estaba tratando de romperle, de hacerle reaccionar, tal vez incluso reír. Mirando por el rabillo del ojo, pudo verle mirándole, con la cabeza agachada lo suficiente como para hacer que se viera un poco depredador. Conocía muy bien esa mirada. La mayoría de la gente que no conocía a Ty se sentía intimidada por el brillo en sus ojos color avellana y la curva levemente maliciosa de sus labios. Pero Zane había llegado a aprender que Ty sólo adoptaba ese aspecto cuando se estaba divirtiendo. Y eso hacía que su rostro recién afeitado con forma de corazón pareciera mucho más apuesto, lo que irritó a Zane en algún extremo. Irritó y excitó. Para chincharle, Zane ignoró el mensaje, volvió a trabajar en la comparación y trató de construir la resolución de no reaccionar al siguiente mensaje que intentara romper su calma. El teléfono se iluminó de nuevo, esta vez Ty había vuelto su atención a su ordenador cuando Zane subrepticiamente le miró. Se preguntó cómo diablos escribía tan rápido en el teclado pequeñito del teléfono. Le hubiera gustado haberlo visto, si no hubiera echado a perder el juego. Le hizo esperar cinco minutos mientras discutía unos activos con Alston antes de teclear el botón para abrir el último mensaje de texto. Respuesta: 19. ET se fue a casa en un OVNI y el FBI fue tras él. Zane parpadeó varias veces ante la pantalla mientras mantenía la cara seria, aunque con toda justicia, eso merecía una risa. ¿Quién habría sabido que estaría aprovechando años de experiencia trabajando encubierto para ocultar que estaba jugando a juegos de texto en la oficina? Tocó el bolígrafo pensativamente sobre el libro mayor mientras miraba sin comprender. Ahora estaba distraído sin duda. Sospechaba que Ty lo sabía. Pero ambos seguirían disfrutando de ello si Zane intentaba no admitirlo. Hacía un año, no habría soñado estar perdiendo el tiempo en el trabajo de este modo. Diablos, ni hacía seis meses. Pero Ty Grady había hecho lo imposible por sacarle el palo del culo… El pequeño icono de mensaje en la esquina de la pantalla del teléfono empezó a parpadear, indicando que tenía otro mensaje. Ni siquiera le había visto moverse. ¿Era posible programar estos textos antes de tiempo? Eso sería demasiada previsión, pero era justo el tipo de trama que animaría a Ty. Revolvió la pila de carpetas, tomó un sorbo de café, y comprobó el mensaje. Sabes que quieres reírte Un punto para Zane Garrett. Levantó la mirada lentamente, el rostro sereno, y enarcó una ceja. Ty le observaba. Le guiñó un ojo cuando Zane le miró a los ojos, pero aún no estaba sonriendo por completo. Todavía portaba esa sonrisa exasperante. En lugar de responder de alguna manera, Zane bufó y se giró hacia su ordenador. Esa reacción sin duda provocaría a su compañero. Además, ahora estaba intrigado por ver con que saldría Ty para que se riera a pesar de su control. No tuvo que esperar mucho tiempo para el siguiente intento. Su teléfono se iluminó, y Zane fue capaz de echar un vistazo a Ty dejando su propio teléfono sobre el escritorio. Esperó deliberadamente un par de minutos antes de darse la vuelta en la silla para cambiar los archivos y comprobar el mensaje. ¿Has oído hablar del tipo de abajo que perdió su brazo izquierdo y la pierna izquierda en un accidente? Ahora está bien 1 . Zane miró la pequeña pantalla con fuerza durante largo rato antes de poder mover la cabeza ligeramente y apartarse del teléfono. Lentamente, miró al resto del equipo, preguntándose cómo ninguno de ellos les había pillado. ¿Realmente prestaban tan poca atención? ¿O era que no se sorprendían de ver a Ty mandando mensajes de texto a alguien, y simplemente no lo relacionaban con su compañero? Zane sabía que Ty recibía cerca de media docena de mensajes de texto de varias personas en un día normal, pero rara vez los revisaba o respondía cuando estaba trabajando. Metió deliberadamente algunos archivos en la bandeja de salida y no miró en su dirección. Volvió su atención a una conversación entre Clancy y Perrimore sobre pedirle a un juez una orden de registro, pero era hiperconsciente de su compañero. Oyó crujir la silla de Ty cuando se movió. Esa silla siempre crujía porque era condenadamente duro con la cosa, siempre moviéndose y agitándose. Su silla estaba rota y ruidosa, al igual que su ordenador. El teléfono de Zane se iluminó de nuevo, y tecleó con su mano derecha, mientras respondía a una pregunta de Clancy. Cuando se dio la vuelta, por fin miró el teléfono. ¿Cómo llamas a un mono en un campo de minas? A baboom. Tuvo que admitirlo: este era gracioso. Esta vez Zane tuvo que cerrar los ojos para mantener su reacción bajo control. Cuando los abrió, giró deliberadamente la cara para mirar a Ty en abierto desafío. Este seguía con los pies apoyados sobre el escritorio y estaba reclinado con un brazo sobre la mesa, los dedos cubriendo estratégicamente la boca mientras se sacudía en silencio. Estaba observando a Zane, y su mano no podía cubrir las líneas de expresión alrededor de los ojos o los pequeños hoyuelos que se le formaban cuando se reía. Maldita sea, Ty Grady era un hombre apuesto. Más aún cuando estaba relajado y sonriente. Zane ya no sintió el impulso de reír. Encontró sus pensamientos un poco más eróticos, pensando en el hombre sentado a varios metros de distancia y exactamente en lo guapo que era, tanto dentro como fuera de ese traje. Se empujó hacia su escritorio con la silla, sólo para taparse el regazo. Luego le ofreció a Ty una sonrisa angelical. Este sacudió la cabeza y se mordió los labios para detener su risa silenciosa, aunque los hoyuelos siguieron allí mientras sonreía. Zane se quedó mirándole durante unos instantes, pensando en lo increíble que era cuando Ty sonreía o se echaba a reír, sus ojos se iluminaban y el caparazón se partía. Ty movió su mano en dirección a Zane en aparente rendición mientras giraba la silla hacia su escritorio de nuevo, todavía moviendo la cabeza y riendo. Zane dudaba que fuera el final y esperaba otro mensaje de texto en pocos minutos, pero el agente especial Scott Alston eligió ese momento para ponerse de pie. —Es hora de reunirse con McCoy —les dijo a Ty y Perrimore. —Que os divirtáis, chicos —bromeó Clancy mientras bebía su batido. Ty se levantó con una buena cantidad de quejas y fanfarria, fingiendo reunir sus archivos, la chaqueta y sacando el arma fuera del cajón para deslizarla en la funda. Zane ordenó un archivo, lo dejó a un lado y abrió otro mientras observaba a Ty discretamente. —Salúdale por mí —dijo con aire de suficiencia. Sabía que la única cosa peor que el papeleo, en opinión de Ty, era una reunión de varios departamentos donde se esperaba que se quedara quieto. —No rompáis nada jugando al solitario —replicó Ty mientras los tres se dirigían hacia los ascensores. Zane dejó que la sonrisa tirara de sus labios cuando tocó con los dedos el teléfono y observó alejarse a Ty. * * Ty tenía los ojos cerrados y se masajeaba el puente de la nariz mientras apoyaba el codo en el brazo de la silla, reclinado ligeramente. Estaba escuchando. Muy atentamente, a su eterno pesar. Podía escuchar con los ojos cerrados. Estaba seguro de que Alston, Perrimore y él habían sido convocados a esta reunión por error. Hasta el momento, habían estado hablando de la escalada de violencia en laciudad, en particular un desagradable caso de incendio en el que una segunda explosión había sido manipulada con el expreso propósito de herir o matar a los bomberos. Todo el mundo estaba en pie de guerra, incluyendo a Ty. Habría un memorial por los héroes caídos la próxima semana. Pero mientras que la escalada de violencia podría estar en la descripción de trabajo de Ty, los incendios provocados sin duda no. A continuación golpearon los atracos a bancos que tenían escrito “trabajo profesional” por todas partes. Habían atrapado una pausa publicitaria con uno, ya que ocurrió el mismo día de la tragedia del incendio provocado y no había recibido mucha prensa todavía. Como-se-llame de Delitos Financieros había dicho que buscaran robos similares en estados vecinos durante el fin de semana. Algo tan organizado probablemente había sido ejecutado antes en alguna parte y, sin duda, se ejecutará de nuevo. Pronto. Asignaciones de fin de semana. Impresionante. Y los robos a bancos tampoco eran el trabajo de Ty. A continuación, el programa pasó a la imagen negativa que el FBI estaba consiguiendo últimamente y que la gente de relaciones públicas se había ingeniado para cortar de raíz. Nada de eso tenía que ver con Ty, por lo que todavía no estaba exactamente seguro de por qué se suponía que debía estar aquí. —Entonces —estaba diciendo el agente especial Dan McCoy—, nosotros vamos a darles lo que quieren por lo que nos los quitaremos de encima durante un tiempo. Y Grady, la próxima vez que tú y tu compañero queráis explotar algo, por lo menos fingid que después lo lamentáis, ¿de acuerdo? —Sí, señor —dijo Ty cuando abrió los ojos y se movió a una posición ligeramente menos miserable, al menos exteriormente. Sin embargo, no lo lamentaba. Esa máquina de fax se merecía lo que recibió. Y Zane se había partido el culo de risa. Sólo quedaban treinta minutos para el final del día de trabajo, y entonces sería libre de ir a dar volteretas en el parking. Echó un vistazo a Alston, que estaba haciendo otra pregunta, y luego el bolsillo del pantalón de Ty vibró. Casi saltó en la silla antes de poder detenerse, inclinándose rápidamente hacia delante para colocar los codos sobre la mesa y cubrir la reacción. —¿Algo que añadir? —Preguntó McCoy. —Nada constructivo —admitió Ty con una sonrisa inocente. McCoy puso los ojos en blanco y asintió. Mientras continuaba delineando el plan para convertir a la Oficina en más “amigable con los fans”, Ty se recostó de nuevo y sacó el teléfono del bolsillo lentamente. Lo guardó debajo de la mesa mientras lo abría y apretaba el botón que abrir el mensaje de texto que había recibido. Ty casi se sorprendió al ver que era de Zane y no de uno de los sospechosos habituales. Una cría de foca entra en un club. Apretó los labios con fuerza y miró a McCoy mientras tecleaba su respuesta al débil gambito 2 de apertura de Zane. No deberías aporrear crías de foca. Bastardo. 3 No pasó ni un minuto antes de que el teléfono vibrara en su mano otra vez. Lo puso en silencio rápidamente para que nadie oyera las vibraciones, y luego bajó la mirada para leer el nuevo mensaje. Conejo Energizer arrestado. Cargos de agresión 4 . Los labios de Ty temblaron mientras tecleaba una respuesta rápida. ¿Está recluido en una duracell 5 ? Volvió su atención a McCoy justo a tiempo. McCoy deslizó un archivo sobre la mesa hacia él, y Ty lo abrió mientras se masajeaba la sien izquierda. Era una propuesta que esbozaba un plan para lograr que tantas organizaciones gubernamentales y de servicios municipales como fuera posible organizaran una liga de softball y luego abrieran los juegos al público. Ty resopló divertido. —¿Crees que podrías conseguir que la bola ruede si el plan va a adelante? —preguntó McCoy. Ty asintió con la cabeza y luego miró a McCoy. —Conozco a un tipo que conoce a un tipo –respondió arrastrando las palabras con una sonrisa fácil. —Pensé que podrías —dijo McCoy, sonando satisfecho de sí mismo. Por eso estaba aquí, entonces, porque había jugado en el equipo de la Oficina desde que había sido trasladado a Baltimore y conocía a casi todo el mundo. Eso tenía que ser, porque todo el mundo sabía que a Ty le importaba una mierda la opinión pública y no tenía nada que ver con los robos de bancos o incendios. McCoy se movió hacia el tipo de Delitos Financieros, que todavía no tenía nombre pero que tenía todo un infierno de opiniones, y Ty comprobó subrepticiamente el teléfono otra vez. El icono de mensaje parpadeaba y abrió el teléfono para leerlo Dos cacahuetes entran en un bar. Uno era un salado. Ty lo miró durante un momento antes de levantar la vista y lamerse la comisura de los labios para no sonreír. ¿Por qué demonios no podía Zane haber hecho esto cuando estaba aburrido y no sentado en una reunión? Probablemente estaba por ahí buscando bromas en Google. —Grady, ¿qué te parece? —Preguntó McCoy. Ty miró a su superior durante una fracción de segundo de indecisión, a sabiendas de que no tenía ni idea de lo que le había preguntado. —Creo que es una idea de mierda —respondió finalmente con confianza. —¿Te importa exponer eso? —le preguntó McCoy con ironía. —En realidad no —respondió Ty, su voz no tan estable. —Bueno, al menos todos estamos de acuerdo en eso —respondió McCoy mientras tomaba un pedazo de papel que probablemente reflejaba otra propuesta de Relaciones Públicas y la tiraba por encima del hombro. Ty dejó escapar lentamente el aliento que había estado conteniendo y comenzó a teclear una respuesta a Zane. Jódete Zane. Que te jodan. Mucho. La respuesta llegó rápidamente. Zane tenía que haber estado sentado esperando. Te llevaré un sándwich de salami para la cena. Con bastante mayonesa. Ty levantó la mirada y echó un vistazo a la mesa, tratando desesperadamente de concentrarse en lo que decían mientras apuñalaba las teclas de su teléfono para responder. Los intentos de Zane de insinuaciones seductoras eran más divertidos que sus bromas. Todo lo que conseguiré de ti es que me despidan. Si vas a una entrevista en una empresa de sellos de goma, tratar de hacer una buena impresión. Ty luchó para no poner los ojos en blanco mientras apartaba la mirada del teléfono que todavía estaba tratando de esconder en su regazo. Se negaba a que uno de los malos juegos de palabras de Zane fuera la última palabra. Tuvo que sentarse un momento, buscando en su almacén de chistes malos una respuesta adecuada. Odiaba hundirse al nivel de Zane, pero tenía que luchar contra el juego de palabras con juego de palabras…. Levantó la mirada y se tomó los siguientes cinco minutos para contestar preguntas y tratar de, al menos, parecer que participaba en la reunión. La idea del equipo de softball del FBI y la creación de torneos con otros equipos de la ciudad y agencias estatales que estaría abierto al público parecía estar echando raíces. Y Ty se había convertido en el foco de la planificación, por lo que tenía que prestar atención. En realidad, le gustaba el plan. No sabía si funcionaría, pero nunca era una mala idea poner un rostro humano sobre la gran línea azul de vez en cuando. Una desventaja, como señaló, era que podrían conseguir un contragolpe si demasiada gente se preguntaba por qué los policías y conductores de ambulancias estaban jugando a softball mientras la ciudad estaba siendo saqueada. Pero joder, ya se estaban quemando, así que no podía hacer daño. Ty tomó algunas notas, gente con la que necesitaba contactar en otras agencias para ver si podían montar algo, campos en la ciudad, horarios y cosas para las que en realidad no tenía tiempo pero las haría de todos modos. Luego la conversación cambió y Ty se reclinó en su silla. Miró a McCoy con indiferencia mientras su mente comenzaba a vagarde nuevo. Tecleó su respuesta a Zane lentamente, tratando de escribir el mensaje y prestar atención al mismo tiempo. ¿Si un cazador puede disparar a un ciervo con cualquier mano eso le convierte en bambidextro? ¿Has visto águilas atrapar a sus presas? Son realmente garrañosas 6 . Ty cerró los ojos. Los juegos de palabras eran demasiado. Eran demasiado estúpidos para que su cerebro tratara con ellos al final de un largo día. Decidió levantar la bandera blanca y vivir para pensar otro día, así que se echó atrás en la silla y tecleó lentamente el último mensaje. Tú ganas. Haré lo que quieras pero por favor haz que pare. Un minuto, pero por fin apareció la respuesta de Zane. Promete que gritarás para mí esta noche. Ty se quedó mirando el teléfono un momento demasiado largo. Cuando se aclaró la garganta y levantó la mirada, McCoy le miraba expectante. Ty le sonrió ampliamente, la sonrisa que decía que sabía que había sido atrapado y ¿ McCoy no se alegraba de que fuera tan bueno en su trabajo para no tener que castigarle? —¿Te importa compartirlo? —preguntó McCoy secamente. Ty miró a las otras personas alrededor de la mesa y suspiró profundamente. Perrimore metió la mano en su regazo y le quitó el teléfono. Ty no trató de resistirse, sólo les pondría más curiosos. Nunca había estado más agradecido de no ponerles nombres reales a sus contactos más que rara vez. Perrimore leyó el último mensaje de Zane en voz alta, con las cejas levantadas. —¿Quién es Lone Star? —preguntó con una sonrisa mientras miraba el nombre que Ty había almacenado en su teléfono—. ¿Y lleva ella un látigo? —Todos fuera antes de que me exploten los ojos –ordenó McCoy mientras se sentaba frotándose las sienes con las palmas de sus manos. Ty le arrebató el teléfono a Perrimore y le dio una colleja mientras salían. Alston se arrastró detrás de ellos, riendo. * * Zane levantó la vista de los archivos que estaba apilando cuando oyó la voz de Ty, baja, irónica y casi rozando el agravio. Una sonrisa tiró de sus labios. No había habido respuesta a su último mensaje de hacía menos de diez minutos. —Hey, Garrett, ¿has conocido al último ligue de Grady? Suena como una verdadera pieza – dijo Alston cuando llegaron, riendo entre dientes—. Probablemente tiene la llave de las esposas perforada en la lengua. —Eso ciertamente no era lo Zane esperaba oír cuando volvieron de la reunión. Así que probablemente significaba que habían pillado a Ty. Sin embargo, no parecía tener ese aspecto de marginado por sus compañeros de trabajo, y Zane sabía que Ty apodaba a todos sus contactos del teléfono, por lo que era relativamente seguro que estaban bien. —¿Recibiendo mensajes de texto en el trabajo de nuevo, compañero? —preguntó Zane arrastrando las palabras mientras miraba a Ty. —Bueno, ya me conoces —respondió Ty con una sonrisa empalagosa al pasar junto al escritorio de Zane—. Nada de auto-control y un montón de problemas mentales. –Sin embargo, sonó exasperado. —Eso nunca pareció molestarte —respondió Zane mientras se levantaba y descolgaba la chaqueta del respaldo de la silla. Alston se rió y se fue con un saludo, sin molestarse en quedarse para escuchar las bromas a las que todo el equipo se había acostumbrado. Clancy y Lassiter se habían ido hacía media hora, y Zane había visto a Perrimore desviarse hacia los ascensores cuando el grupo regresó de la reunión. Así que una vez que Alston desapareció por el pasillo, sólo quedaban él y Ty cerrando los cajones de las mesas. Ty le miró sombríamente, y Zane sonrió. Oh, iba a pagar por sus fechorías esta noche. La mirada en sus ojos lo prometía. Ty miró por la planta casi vacía mientras se acercaba a Zane. Sostenía el teléfono en la mano con el abrigo colgando del brazo. Dio un paso más cerca, los nudillos rozaron el estómago de Zane mientras sostenía el abrigo entre ellos. —Yo gritando por ti, ¿eh? —preguntó en voz baja, con los ojos casi verdes barriendo los rasgos de Zane. —Ya que no puedes aceptar el castigo de palabras –dijo Zane, sintiendo como se calentaba más bajo el escrutinio de Ty. —Uno más, Garrett —advirtió Ty mientras levantaba un dedo—. Uno más y veremos quién puede soportar más tiempo la cama fría. Zane frunció el ceño y resopló en voz baja. —Bien. Tú, gritando –recordó—. Me ofrecí a llevarte a cenar. —La cena más tarde. Mi casa. Trae ropa para el fin de semana, porque no volverás a casa. — Ty no dijo una palabra más, sólo se dio la vuelta y se dirigió al ascensor a zancadas, poniéndose el abrigo mientras caminaba. Zane lo vio alejarse, disfrutando de la vista. —Punto para mí —dijo en voz baja antes de agarrar el teléfono, las llaves y correr para seguirlo. Capítulo 2 Necesitó hacer malabarismos con una pequeña bolsa de lona, la chaqueta del traje, una gran bolsa con comida caliente, y una llave, sobre todo de pie sobre una pequeña escalinata de cemento. Pero Zane tuvo éxito y empujó la puerta con el pie. —Nada de fuego amigo, por favor —gritó mientras cruzaba el umbral. La planta principal estaba en silencio y un poco oscura. Sólo había una luz encendida en la planta baja, en la cocina, en la parte trasera de la casa de Ty. Sin embargo, la luz se derramaba escaleras arriba, y Zane podía oír a Ty hablando con alguien. —¡Espera! —gritó Ty. Entonces su voz se convirtió de nuevo en un murmullo bajo. Zane cerró la puerta detrás de sí y encendió la luz con el codo. Atravesó el estrecho salón y la pequeña zona comedor al lado de las escaleras hasta llegar a la barra de la cocina, donde dejó caer las bolsas. La comida caliente en el mostrador, la bolsa al lado de la pared, la chaqueta del traje en el respaldo de una silla, las llaves en un bolsillo. Preguntándose con quien estaría hablando Ty, rodeó la barra para sacar platos y vasos del armario. Oyó las fuertes pisadas de Ty en la escalera detrás de él. No era una buena señal. La única vez que oía a Ty moverse era cuando estaba enfadado. De lo contrario, era aterradoramente silencioso. —No, eso estará bien –decía Ty mientras bajaba las escaleras, con la voz un poco más profesional de la que uno normalmente utilizaba por teléfono—. Gracias, señor, estaré en contacto —dijo rápidamente. Luego cerró el teléfono al llegar al último escalón. Abrió los brazos y le dirigió a Zane una mirada incrédula. —¿Qué, nada de luces de neón parpadeantes con la señal de sexo para alertar a los vecinos? ¿Vídeos incriminatorios para enviar a mi madre? Zane le miró de reojo mientras sacaba sándwiches tostados de la bolsa. —Te han pillado haciendo cosas muchas peores que recibir mensajes de texto en una reunión —respondió suavemente. —Tendré que dejar de llamarte Lone Star en voz alta —gruñó Ty mientras lanzaba su teléfono por encima del hombro a la sala. Aterrizó en el sofá con un solo rebote—. ¿Qué hay para cenar? Zane no trató de ocultar su sonrisa. El mal humor de Ty podía ser bastante entretenido si no le permitías lanzarte la culpabilidad. —Sandwiches italianos. Te prometí salami. —¿Están calientes? —preguntó Ty mientras rodeaba el mostrador y se acercaba al lado de Zane, tirando de la bolsa de comida hacia él. —Sí, querido —aplacó Zane—. Los envolví dos veces en papel de aluminio. Ty se acercó, lanzó un brazo contra el pecho de Zane y le agarró por la pechera de la camisa. Lo empujó hacia atrás hasta que Zane golpeó el frigorífico y luego lo inmovilizó allí con su antebrazo mientras una docena de botellas de cristal en el frigorífico chocaban con estrépito. —Entonces se mantendrán calientes durante un tiempo —dijo Ty, lo suficientemente cerca de Zane para que sus palabras fueran respiraciones contra sus labios. Por unos salvajes segundos, Zane apenaspudo creer que hubiera dejado que le atrapara con la guardia baja. Entonces captó el olor familiar de Ty y el calor de su piel, y la lujuria que se había cocinado a fuego lento desde la ducha de esa mañana comenzó a hervir. —Sí –susurró, el pulso zumbando mientras llevaba las manos a las caderas de Ty. La presión del brazo se aflojó cuando movió la mano por el pecho de Zane, deslizando la palma contra el costado de su cuello y agarrándolo con fuerza mientras lo besaba. Era fácil inclinarse contra Ty para tratar de acercarse. Zane quería esos besos, y quería que Ty le tratara con rudeza. Aunque había sido increíblemente seductor el como se había comportado durante el caso encubierto que había terminado hacía un par de semanas, jugando a ser un marido trofeo exteriormente dócil en un crucero y dando un paseo por el lado sumiso, Zane no podía evitar anhelar que Ty tomara el control. Era jodidamente caliente, y Ty lo hacía tan bien. Gimió en su boca con sólo pensar en ello. Esto era por lo que le había pinchado durante toda la tarde. Funcionaba casi todo el tiempo, ponle un poco molesto y planta algunos comentarios sugestivos para darle una salida. Ty todavía estaba besándole cuando levantó la mano y tiró del nudo de la corbata de Zane. —No puedo creer que no esbozaras ni siquiera una sonrisa —murmuró contra sus labios—. Babooms, hombre. Esa mierda es divertida. Zane dejó escapar una risa sin aliento. —Años de práctica —murmuró mientras perseguía los labios de Ty con los suyos. Ty tiró con brusquedad de la corbata y la lanzó por encima del hombro, luego se estiró a por la camisa. —Has estado practicando las cosas equivocadas —gruñó mientras le empujaba. Zane oyó rasgarse la tela y varios botones salieron volando. A Ty no pareció importarle. Y eso hizo que los pantalones de Zane se sintieran más apretados. —¿Qué debería estar practicando? —incitó mientras se inclinaba para mordisquearle el lóbulo. Ty le empujó hacia atrás contra el frigorífico y el contenido se meció en el interior de nuevo. Algo se volcó y chocó. Entonces Ty le dio un tirón hacia delante de nuevo, a la cocina estrecha. Enganchó el pie detrás de la pierna de Zane y prácticamente lo derribó, cayendo los dos al suelo. Usó su peso para sujetar a Zane contra la madera desnuda mientras este jadeaba en busca de aire. Le sujetó por las muñecas y le besó de nuevo, allí mismo, en medio del suelo. Zane sólo podía susurrar el nombre de Ty cada vez que sus labios se separaban. Abrió los dedos mientras le sujetaba por las muñecas contra cualquier fuerza que intentara, pero estaba bien y verdaderamente atrapado. Gimió contra sus labios, rogando más en silencio mientras empujaba las caderas contra las de su amante. Se dio cuenta de que Ty había tenido un plan cuando empezó esto, tal vez uno ideado para torturarle sólo un poco, bueno, joder, tal vez mucho, en un primer momento. Pero ahora Ty parecía haber perdido la sensación de control. Aflojó las manos en torno a las muñecas y movió una por el cuerpo de Zane para apartar los restos de su camisa y meterla bajo el cinturón, deslizando los dedos ásperos contra la piel sensible. Zane gimió feliz y se movió bajo ese toque, alargó una mano hacia la hebilla y comenzó a aflojarla. Ty se alzó para darles espacio a las manos, ayudándole con el cinturón mientras seguía sosteniendo su otra muñeca contra el suelo. —Joder, Zane —gruñó, soltando por fin la otra mano y empujando para arrodillarse sobre los muslos de Zane—. ¿Por qué llevas siempre tanta ropa? —Oh, por amor de Dios —murmuró Zane mientras se desabrochaba los pantalones y abría las solapas—. ¿Cómo iba a suponer que me iba a desnudar en cuanto entrara? —preguntó mientras se enderezaba lo suficiente para quitarse la camisa arruinada y la fina camiseta por la cabeza y las tiraba a un lado—. O tal vez sólo estoy esperando que me digas qué hacer — pinchó mientras se apoyaba sobre los codos, esperando que eso empujara a Ty a la acción. Estaba duro y visiblemente tenso contra los calzoncillos. Le sucedía rápidamente cuando Ty tomaba el control. —Con tu trayectoria, vendrás como un strippergrama y yo estaré en medio de la cena de Acción de Gracias o algo así —refunfuñó Ty. Se inclinó más cerca de Zane, poniendo las manos en el suelo a ambos lados de sus caderas—. Cállate –añadió casi en el último momento, moviendo los labios a pocos centímetros de distancia de los suyos. Estaba a cuatro patas de nuevo, todavía con la ropa puesta, incluso después de quejarse sobre el insatisfactorio estado de desnudez de Zane y le miraba con ojos entrecerrados. Zane le miró inocentemente. —¿Qué? ¿Tengo que inventarme más juegos de palabras? —Realmente no tienes ni idea de lo cerca que estás de no ser jodido, ¿verdad? —Preguntó Ty oscuramente. Zane cerró la boca y le miró de cerca en busca de pistas. No creía que hubiera empujado demasiado, pero podría haber calculado mal—. Eso es lo que yo pensaba – gruñó Ty antes de besarle con rudeza otra vez, lo que obligó a Zane a tumbarse en el suelo, a deslizarse sobre la madera con fuerza y sin darle apenas la oportunidad de respirar mientras prácticamente le devoraba. Algo dentro de Zane soltó un grito lastimoso de agradecimiento cuando se derrumbó bajo el peso de Ty, sin importarle que sus hombros y su cráneo golpearan el duro suelo. Ya estaba mareado y todas sus terminaciones nerviosas chispearon cuando Ty le tocó. Ansiaba esto. Lo necesitaba, como necesitaba el aire. Su reacción sólo estimuló a Ty. Manos ásperas recorrían el cuerpo de Zane. Caderas contra caderas. Los dientes rasparon contra los labios, la lengua, la mejilla, la barbilla y el cuello de Zane. La barba de un día en el rostro de Ty era casi dolorosa contra su piel, pero le hacía esto tan raramente que no iba a protestar. Quería ser abrumado, era un jodido paseo salvaje cuando Ty se metía en esto de cabeza y les conducía a otro nivel. Se estremeció como le ocurría cuando realmente no le parecía sólo sexo. Era más, más apasionado, más emocional, más energizante, más drenante… en ese momento, no estaba seguro de que hubiera sido sólo sexo entre ellos jamás. Sabía que Ty le amaba, y algunas veces podía sentir cuanto le deseaba. Zane gimió y se aferró a él. —Por favor —susurró. Ty se apartó y rápidamente se sacó la camiseta por encima de la cabeza, revelando el impresionante despliegue de músculos con los que Zane se había familiarizado tanto. Tiró la camisa a un lado mientras se tendía de nuevo sobre Zane y lo besaba con avidez, sus pieles desnudas frotándose mientras se movía. Zane le envolvió con los brazos, bajando los dedos por su espalda antes de abrir las manos y apretarlas para deslizarlas bajo sus pantalones de chándal. Las manos de Ty encontraron su camino entre el pelo de Zane, uno de sus movimientos favoritos cuando quería que se quedara donde lo ponía. Su lengua lamió la de Zane, el beso contundente y abrumador mientras Zane sentía tensarse y flexionarse los músculos contra él. Sentir ese notable y desenfrenado poder contra su cuerpo hizo que le atravesara otro estremecimiento de necesidad y se sintió casi asfixiado por el calor del mismo. Era el paraíso absoluto. —Quiero que al menos podamos subir las escaleras –jadeó Ty con lo que probablemente se suponía que era sinceridad mientras utilizaba una mano para quitarle los pantalones de chándal que llevaba. —Fóllame aquí –rogó Zane con voz ronca. El suspiro de Ty salió ronco. Durante un breve momento estuvo cautivado por la idea porque dejó de moverse. Luego le mordió el labio inferior, lo lamió y ahondó en otro beso sin aliento. Zane podía sentir lo duro que Ty estaba mientras mecía sus caderas, podría sentir la excitacióny la necesidad corriendo por su cuerpo en tensión, como cada gramo de él se tensaba. Quería sentirlo dentro de él con tanta intensidad que apenas podía quedarse quieto. Era así más y más a menudo, sintiendo como si no pudiera respirar sin él. Tye levantó la cabeza de repente, como si acabara de oír sus pensamientos y se sintiera ofendido por ellos. —Levántate –gruñó prácticamente. Zane jadeó sin aliento y estiró una mano para que le ayudara. Ty ya se estaba levantando y le agarró por el antebrazo para ponerle de pie. Lo atrajo hacia sí y le besó brutalmente mientras usaba una mano para bajarle los pantalones por las caderas. Zane gimió feliz contra su boca mientras se quitaba los zapatos y los pantalones, y levantaba una mano para acunar el rostro de Ty y animarle. Tuvo el lejano pensamiento de que había hecho un trabajo impresionante planificando esto para un viernes. Iba a estar arañado, marcado y raspado por la mañana. Le importaba una mierda. Intentó tirar de Ty más cerca mientras cedía bajo la embestida de su boca. Ty le empujó hacia atrás contra el mostrador y no paró, desequilibrándole mientras se insinuaba entre sus piernas. Zane le dejó maniobrar, más interesado en tocar toda esa piel recalentada y que siguiera tocándole que en su seguridad personal. Confió en Ty para evitar caer. Giró la cabeza para otro beso. Podía sentir sus labios palpitar, ya hinchados por los besos devastadores de Ty. Era intenso y abrumador, estaba tan duro y tenso que no recordaba donde estaban hasta que Ty extendió una mano sobre el mostrador a su lado, derribando todo lo que había al suelo en un estrépito de chucherías, correo basura, cubiertos y sándwiches. Aupó a Zane para que se sentara en la barra, y este le envolvió con sus largas piernas por las caderas y se apoyó sobre los codos mientras Ty se inclinaba sobre él. Parecía tener toda la intención de trepar sobre el mostrador tras él y follarle hasta dejarlo sin sentido, pero en lugar de eso levantó la cabeza de repente del rastro de lamidas y mordiscos sobre el torso de Zane. —¿Has oído eso? —preguntó mientras ladeaba la cabeza. —¿Eh? —Zane no estaba escuchando ni una maldita cosa excepto la sangre que golpeaba en sus oídos y la agitada respiración de Ty. Este le miró con el ceño fruncido, volviendo la cabeza como un perro tratando de escuchar un ruido extraño. Entonces llegó a los oídos de Zane también. Risas distante, cada vez más fuertes. Pronto se hizo reconocible como el cacareo de la Malvada Bruja del Mago de Oz. —Joder, ¿y ahora qué? —Ty inhaló mientras miraba hacia el sofá donde hacia arrojado su teléfono. Zane cerró los ojos mientras le soltaba, luego los volvió a abrir para mirar al techo mientras se pasaba las manos por el pelo en señal de frustración. Con un gruñido golpeó la encimera con un puño. —Maldita sea. Contesta la maldita cosa para que podamos volver a esto. —Sabes quién es, ¿verdad? —Preguntó Ty sin aliento. Lo sabía. Había oído ese tono un montón de veces. Siempre provocaba risas en la oficina cuando Dan McCoy llamaba a Ty y la Malvada Bruja soltaba su malvada risa floja por toda la oficina. —Es como si supiera cuando voy a echar un polvo —comenzó Ty a murmurar mientras trataba de desprenderse de las extremidades de Zane. Este le miró fijamente unos segundos mientras la niebla de intensa excitación comenzaba a aclararse, y luego gimió de dolor cuando dejó que sus brazos se deslizan hacia abajo para caer de espaldas sobre la barra. —A veces odio a Mac —murmuró. —Volveremos a esto. Si nos está llamando para volver, podría matarlo —murmuró Ty. Se apartó del mostrador, resbalando las manos por los muslos y se alejó. Pasó ante la mesa de comedor en dirección al sofá. —Me pregunto cuánto tiempo tendremos —reflexionó Zane. Si sería sexo o sexo oral o trabajo de mano, o Dios no lo quiera, nada… todo dependería de lo que McCoy tenía que decir. —Hijo de puta —acordó Ty enfáticamente. Agarró el teléfono antes de que dejara de sonar, y su voz sólo era un poco ronca cuando respondió con su habitual—: Grady. Zane miró al techo unos cuantos segundos más antes de sentarse con cuidado y bajar de la encimera de la cocina. Soltó un bufido. En el mostrador de la maldita cocina. Nunca había intentado eso antes, pero ciertamente le había gustado cuando Ty se puso a ello. Sacudió la cabeza con leve incredulidad cuando sus pies tocaron el suelo y se ajustó los calzoncillos. Se quedó mirando los sándwiches, el correo sin abrir, bolígrafos, llaveros y una pila de servilletas de papel esparcidas por el suelo y luego se agachó para rescatar la cena cuando oyó hablar a Ty. —Espera, ¿qué? —preguntó Ty con un ceño evidente en su tono—. Nunca recogí ningún archivo. ¿Qué servicio de mensajería? Zane devolvió los sándwiches envueltos a la barra y miró en su dirección antes de empezar a recoger la ropa que habían arrojado. Una vez que desenredó la camisa de la camiseta, la sostuvo en alto para inspeccionar los daños. Ty casi la había destruido: varios de los botones habían desaparecido, ahora bajo los pies, y las costuras en los hombros estaban desgarradas. Obviamente había estado muy decidido en desnudarle. Se estremeció y miró a su amante. Ty ni siquiera había tenido tiempo de quitarse los pantalones. Pensó que le habría follado con la maldita cosa alrededor de sus muslos si hubieran sido capaces de llegar tan lejos. Dejó caer la ropa en una pila y se acercó a Ty, se deslizó sigilosamente detrás de él para envolver los brazos alrededor de su cintura y besarle la línea del pelo. No había razón para perder el tiempo que podía pasar tocando. Le distraería del hecho de que podrían tener que marcharse, o peor sólo Ty, y esta última posibilidad hacía que se le tensara el pecho incómodamente. Se había convertido en más y más doloroso estar lejos de Ty sin saber dónde estaba, si estaba a salvo o por cuánto tiempo estaría fuera. No ser capaz de cuidarle la espalda. Ty llevaba tiempo sin ser llamado para uno de esos trabajos, no desde su terrible experiencia con la familia en Virgina Occidental, pero Zane todavía esperaba una llamada de esas cualquier noche. Sospechaba que Ty había ido donde Burns para quedar fuera de esos trabajos ocasionales, pero nunca lo había preguntado y nunca planeaba hacerlo. Todavía contenía el aliento cada vez que sonaba el teléfono, de día o de noche. Cerró los ojos y apoyó la barbilla sobre su hombro. Le rozó la cálida piel del cuello con los labios y eso le hizo pensar en el colgante de brújula escondido en su apartamento en el cajón con sus camisetas. Todavía no había encontrado el momento adecuado para dárselo. Ty alargó un brazo hacia atrás para apoyar la mano sobre la cadera de Zane. —No lo entiendo —dijo Ty a McCoy con voz preocupada—. ¡No, no estoy siendo deliberadamente espeso! ¡Sólo que no entiendo por qué tenemos que ser nosotros! —Zane movió una mano sobre el estómago de Ty y empezó a frotar con suavidad, tratando de calmarlo. Después de todo, era en parte su culpa que estuviera tan excitado. Ty se volvió, frunciendo los labios en un gesto de silencio para que estuviera callado y luego apretó el botón del altavoz. La voz de su jefe salió del altavoz y Dan McCoy era audiblemente molesto. —… porque se supone que es bueno para las relaciones públicas y tenemos que enviar agentes que gusten a la gente. Zane frunció el ceño y pronunció la palabra "gustar" a Ty con una mirada inquisitiva. Ty se quedó en silencio por un momento, mirando el teléfono. —¿Y nosotros somos lo mejor que tienes? —preguntó, sin expresión. McCoy rió. —A la gente le gustas, Ty. Eres un tipo gracioso. Y sabes cuánto les gusta Zane a las damas. Zane abrió la boca para protestar, pero la mano de Tyse la cubrió antes de que saliera un sonido de protesta. —Por supuesto –respondió Ty, mirando a los ojos de Zane y sonriendo—. Si hacemos esto, ¿qué ganamos? —La oportunidad de mantener vuestros puestos de trabajo, pirata sin valor –respondió McCoy sin ninguna calidez. El rostro de Ty estaba casi inexpresivo mientras sostenía el teléfono entre ellos. —Sí, bien. Zane negó con la cabeza, lanzando a Ty una mirada obstinada. Todavía no sabía de qué demonios iba todo esto, pero tenía la aguda sensación de que no le gustaría. Ty se apartó de él, no podía objetar nada. —Mira —dijo McCoy—, Garrett da una gran conferencia sobre ciberseguridad y conexiones criminales. La he oído y no siento la necesidad de pegarme un tiro o a él. Con toda la delincuencia en Internet últimamente, el tema es popular. Y tú tienes suficiente sentido del humor para hablar de investigaciones encubiertas sin caer en el morbo o asustar. Sé que es poco tiempo, pero va a haber toda una serie de estas cosas… —¿Toda una serie? —interrumpió Ty, alzando la voz molesto. —¿Recuerdas cuantas veces has dicho “yo soy malo en las relaciones públicas”? —McCoy suspiró con disgusto. —Treinta y siete veces, Mac. —¿Las has contado? –preguntó McCoy sin sonar sorprendido. —Conducta obsesivo compulsiva latente —respondió Ty, sin vergüenza. Zane apretó la boca contra el hombro de Ty para ahogar la risa que amenazaba. —Está bien, mira, está bien. Ambos sois agradables y competentes, pero el verdadero truco es que sois guapos y en el fondo es mejor tener ojos dulces en el periódico que algunos aviones no tripulados anodinos. Estad allí a las ocho, con vuestros mejores trajes. Y llama a Garrett e infórmale por mí, ¿quieres? Ty lanzó un gruñido de indignación, pero el teléfono se iluminó en su mano, y lo apartó para mirarlo. Zane podía ver la pantalla que le informaba que la llamada había terminado. —Guapos –dijo Zane. Por lo general, era divertido cuando se burlaba de él por ser guapo, pero esto era demasiado—. ¿Cuándo demonios nos hemos convertido en platos de moda? —Ocho de la mañana del sábado, Zane —dijo Ty con los dientes apretados. —¿Este sábado? ¿Cómo mañana sábado? ¿Tenemos que dar conferencias en doce horas? ¡No estamos preparados! No puedo sacarme una conferencia sobre ciberdelitos del culo. —Podría, pero era cosa de principios. Ty asintió y dejó caer el teléfono al sofá. Miró a Zane arriba y abajo y entrecerró los ojos, mientras se le iba formando una sonrisa lentamente. —Pero todavía tenemos la noche —señaló. Zane dejó que la molestia momentánea pasara a un segundo plano. Podrían quejarse del trabajo más tarde. —¿Todavía quiere postre antes de la cena? —Tú no eres el postre, Zane. Eres el plato principal –le informó Ty con acento ronco—. Y tienes unos cinco segundos para elegir la superficie plana antes de que yo lo haga por ti. * * Una cosa acerca de trabajar para el FBI era que a veces el tiempo pasaba y Ty pensó que podría estar pasando también en sentido inverso. Otras veces se estiraba sin que te dieras cuenta de que habían pasado meses. Zane y él hacían sus trabajos, tanto si incluía papeleo espantosamente aburrido e investigación de la que Zane parecía disfrutar o seguían y perseguían criminales que era más del gusto de Ty. Por desgracia, trabajar para el FBI consistía en un 5 por ciento de persecución y seguimiento, 90 por ciento de papeleo, y 5 por ciento de poner tu culo a disposición de tu superior, un periodista, una enfermera que insistía en que habías roto tus puntos de sutura, o tu madre. Ty había preferido atropellar a un tipo y placarlo en el Inner Harbor que tener que sentarse y rellenar los formularios. Había arruinado ese traje, pero había sido un día cojonudo. Las noches de Ty habían pasado de una de estas cuatro formas durante enero y hasta mediados de febrero: a menudo habían estado fuera trabajando, lo que significaba poco tiempo con Zane fuera del trabajo. De lo contrario iba a los entrenamientos de softball y luego a casa tarde, con Zane, o sufría otra aterradora presentación de relaciones públicas. Y luego a casa tarde. Con Zane. Todavía no estaba muy seguro de cómo se sentía acerca de todas las responsabilidades adicionales que se estaban produciendo en su tiempo libre, por lo que la mayoría del tiempo trataba de no pensar en ello y sólo seguía la corriente. El tiempo pasaba sin pena ni gloria cuando tenías tantos planes, así que cuando Ty fue a encontrarse con su compañero para una cena la noche del viernes después de una conferencia particularmente desgarradora para un grupo de chicos de secundaria que sólo querían saber si estaba soltero o si alguna vez había matado a alguien, no había esperado el desorden caótico que encontró. Llegó a uno de sus restaurantes favoritos para encontrar Zane esperándole en el parking. El aparcamiento estaba hasta los topes y habían ocupado el del banco de al lado. Una multitud de personas esperaba fuera en la fría noche de febrero, algunos sosteniendo pequeños buscas para alertarlos cuando la mesa estaba lista, algunos aferrados a los abrigos y acurrucándose con sus novias. Ty no había sido ni siquiera capaz de encontrar un lugar para aparcar su Bronco. Había ido en la moto de Zane, no podía creer que hubiera montado la maldita cosa en el invierno frío y seco y sonrió con una sonrisa sardónica. El día de “San Valentín” era toda la explicación que había necesitado. Ambos habían olvidado por completo el día y el fin de semana de vacaciones. Sólo habían querido una buena cena tranquila después de las agotadoras semanas de apenas verse. Todavía estaban riéndose cuando le guió a su casa adosada en North Ann Street. Había algunas parejas románticas, olvidándose de San Valentín y sorprendiéndose por la multitud. —Tendremos que conformarnos con lo que hay en el frigorífico –le dijo a Zane mientras cerraba la puerta contra el frío invierno de Baltimore. Zane se detuvo en seco, con la apaleada chaqueta de cuero negro abierta hasta la mitad y se volvió. —¿Crees que será mejor que vaya a Whole Foods? —preguntó. Probablemente hablaba en serio. Ty no cocinaba mucho y ambos sabían cómo mantenía su cocina equipada. —Dame un poco de crédito, ¿eh? —respondió Ty, sintiéndose insultado—. Tengo… cosas. Zane enarcó una ceja. —Bacón, huevos, queso, leche, carne del almuerzo, pan, Dr Pepper, limonada que fingiste que no había, galletas de chocolate… Ty trató desesperadamente de no sonreír, apretando los labios con fuerza a pesar de saber que hacía que le salieran los hoyuelos. Zane le conocía demasiado bien. Excepto por las galletas con chispas de chocolate. Zane se las había comprado para él y las había dejado aquí. Sabía muy bien que a Ty no le gustaba el chocolate y estarían a salvo. —También hay chuletas de cerdo. Y algunas verduras enlatadas de emergencia en el sótano –le dijo a Zane con una sonrisa traviesa—. Al lado del agua embotellada y las balas perfora zombis. —Es bueno saber que no nos moriremos de hambre cuando los zombis ataquen —dijo Zane mientras se quitaba la chaqueta y la colgaba en el gancho junto a la puerta, guiñándole el ojo por encima del hombro de manera perezosa. —Todo el mundo critica —murmuró Ty mientras observaba a Zane apreciativamente. Desde la torpeza de Año Nuevo, habían caído en una confortable rutina, una en la que Ty estaba contento de estar. Había dado el paso, literalmente, y le había dicho a Zane que le amaba. Este nunca lo había dicho en tantas palabras, pero no mucho después de que volvieran del crucero después de Navidad, Ty había notado que Zane no se había puesto su verdadera alianza de boda. Eso era suficiente para él. Ese simple gesto había hablado en voz alta. Ty sabía cuánto había significado suesposa para él y el infierno que había atravesado después de que muriera. Zane todavía había llevado el anillo durante más de seis años después de que ella se hubiera ido. Ver el dedo de Zane desnudo le calentaba de un modo como pocas cosas podían. Nunca lo había mencionado, y nunca habían hablado sobre lo que había dicho esa noche en el calabozo del barco. De todos modos, era probablemente mejor mantenerlo todo enterrado. Zane estaba feliz y relajado. Ty estaba feliz y… bueno, todavía nervioso, pero eso no era culpa de Zane. Eran felices. —Entonces, hazme la cena y te pagaré con favores sexuales. —Me parece bien —dijo Zane mientras arqueaba la espalda y estiraba los hombros—. ¿Alguna idea de lo que quieres? Ty se limitó a sonreír. Zane seguramente sabía que tenía intenciones de saltarse la cena. Zane rió entre dientes. —Comida, Grady, comida. O no tendrás energía para el sexo más tarde. —Bueno, entonces, ponte con ello –le gruñó Ty, escoltándolo por la estrecha casa. En poco tiempo, los dos estaban con ropa informal y la cocina de Ty estaba iluminada y cálida con la actividad. Zane no cocinaba a menudo, pero en algún momento había pasado de las habilidades de cocina corrientes y en general estaba dispuesto a hacer una cena rápida si estaban demasiado agotados para salir después del trabajo. Después de rebuscar en el frigorífico de Ty, los armarios y la despensa, concibió unas chuletas de cerdo asadas, judías verdes, una barra de pan de la panadería de la calle y ahora estaba haciendo puré de patatas. Desde cero, lo que agradaba a Ty. Parecía una tarea muy doméstica para el tipo duro de su compañero. Las chuletas crepitaban en un quemador, y Zane estaba empujando una pila de patatas por un lado de la tabla de cortar y comenzando con otra, el cuchillo se movía con rapidez y eficacia en sus manos. Una olla de agua hervía en un tercer quemador detrás de él. Ty permaneció lejos, sobre todo porque había el espacio justo con ambos tratando de moverse alrededor de la estrecha cocina de la casa adosada. También porque a Ty le disgustaba cocinar, demasiadas noches en el desierto o la selva perdiendo un juego de piedra, papel o tijeras y viéndose obligado a ir a cazar la cena para todo el equipo recon, y rara vez tenía que hacerlo, incluso si quería. Así que se mantuvo al otro lado de la barra, observando. Ocasionalmente Zane le lanzaba una mirada, al parecer, sólo para comprobar que todavía estaba allí. Ty apoyó los codos en la encimera y se sostuvo la barbilla en las manos, tratando de evitar moverse inquieto. Zane terminó de cortar la segunda patata y le miró mientras recogía los trozos con las manos. —¿Estás bien? —Preguntó Zane—. Estás nervioso. Ty rió y le tendió la mano. —¿Me conoces? —preguntó, bromeando. Zane se encogió de hombros mientras dejaba caer cuidadosamente los trozos en la cazuela de agua hirviendo. —Creo que hemos estado yendo a toda velocidad desde que volvimos del crucero, pero me imaginé que te habrías relajado un poco, por lo menos. Tu cabello ya ha crecido, así que ya no puedes quejarte de eso. Las bromas sobre gatos por fin han muerto en el trabajo. Y sé que estás disfrutando de los entrenamientos de softball. —Es divertido. Deberías venir a uno de los partidos. —Ty respondió con una mirada atenta hacia su compañero. Estaban a punto de dar comienzo a la liga de softball que habían organizado, este fin de semana, de hecho. Se había convertido en un gran espectáculo, y le quitaba un montón de tiempo. Más del que le gustaba. Zane recogió el cuchillo y comenzó a cortar de nuevo, con una ligera sonrisa en los labios. —¿Quieres decir ir a ver o ir a jugar? –preguntó—. Puedo ver. Jugar, no tanto. ¿Yo y los deportes en la escuela secundaria? –sacudió con la cabeza. —Creí que habías estado muy ocupado con el baile de cuadrillas –respondió Ty arrastrando las palabras y tratando de no sonreír. Zane se rió entre dientes mientras empujaba patatas picadas al lado de la tabla de cortar con el dorso de una mano. —Eso también —admitió. Miró a Ty—. Pensaba unirme al equipo de todos modos, ya sabes. Ty sonrió, pero con el ceño fruncido también. —¿Por qué? Pensaba que no te gustaba. —No me gusta hacer el ridículo en público —estuvo de acuerdo Zane, volviendo a cortar—. Pero entre esos malditos seminarios de relaciones públicas y tus entrenamientos, hemos tenido suerte de tener un par de noches a la semana para nosotros que no fueran para caer en la cama agotados. Ty se encogió de acuerdo, frunciendo los labios. Era cierto. Y molesto. —¿Quieres que lo deje? Zane levantó la cabeza de golpe con los ojos muy abiertos y clara sorpresa. —No, en absoluto. Disfrutas demasiado. Sólo pensaba que podría aprender algo que los dos pudiéramos hacer. Pero pensé que, por ahora, las reuniones de AA eran más importantes. Los labios de Ty temblaron y levantó una ceja mientras miraba a Zane. No tocaba el tema de las reuniones AA de Zane. Nunca lo hacía. —Te llevaré a las jaulas de bateo una noche –ofreció. La sonrisa de Zane volvió a aparecer. —Trato hecho. Ty tarareó y miró distraídamente las manos de Zane moverse. Después de unos momentos de silencio, bajó la mirada hacia sus propias manos, dándoles la vuelta y frunciendo el ceño ante la línea de bronceado que se estaba borrando en el dedo donde había llevado el falso anillo de boda. Al final habían tenido que cortárselo, pero lo había guardado. Estaba escaleras arriba en una caja, escondido con todos los otros trozos y piezas que guardaba de los casos. La línea se iría pronto. —Supongo que no querrás ir a bailar si yo voy a un partido –sugirió Zane mientras echaba más patatas picadas en el agua. Ty levantó la mirada y resopló. —No me importa ir a bailar. Es sólo que los clubes me ponen nervioso, demasiadas maneras de que te maten. —Y luces estroboscópicas –añadió Zane, obviamente recordando lo que le había dicho cuando se había negado a ir al club del crucero—. Todavía estoy a tu espalda –dijo, levantando la mirada para mirarle a los ojos. Ty le devolvió la mirada, sintiendo un escalofrío por su columna vertebral mientras miraba hacia los ojos oscuros de Zane. A veces era frustrante cómo una mirada de los ojos de Zane hacía que quisiera arrojarlo todo por la ventana. Pero sobre todo era muy divertido. Rodeó la barra para robar un beso pero fue interrumpido cuando la radio en la banda de la policía que guardaba en un rincón poco utilizado de la cocina crujió a la vida, la voz sonaba ligeramente asustada mientras pedía respaldo y al equipo de bombas. —10-79 Ty se enderezó mientras miraba la radio. La señal era lo bastante débil para recoger solo las llamadas de su barrio, alertándole cuando había algo en la vecindad en lo que podía ayudar. Rara vez se encendía. Zane dejó el cuchillo y cogió un trapo, secándose las manos mientras se volvía a escuchar, el ceño fruncido en su rostro. —10-79 —volvió a escupir la radio a través de la estática—. 501 East Pratt Street. Otra voz respondió, también asustada y sin aliento. Estas personas no estaban haciendo llamadas oficiales de la policía, sino que tenían que estar fuera de servicio. —Jesús, es el acuario –dijo Ty a Zane. Ty se enderezó y se apartó de la barra mientras Zane apagaba el fuego. —¿Qué es? ¿Diez, doce manzanas? —preguntó Zane mientras se acercaba al sofá, se colocaba la sobaquera con un movimiento rápido y largamente practicado, y deslizaba la pistola en su lugar. Ty asintió mientras trotaba hacia el perchero junto a la puerta y al pequeño cajón de la mesa donde guardaba sus armas. Se apresuró a ponerse la funda del hombro, ajustando las correas sin pensar. Zane agarró sus llaves y la chaqueta de cuero. —Llegaremos más rápido a pie con este tráfico –le dijo Ty mientras abría la puerta principal. —Conduciré
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