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Hogg - Identidad Social

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TEORÍA	DE	LA	
IDENTIDAD	
SOCIAL	
MICHAEL	HOGG	
Traducción	de	la	Cátedra	–	Psicología	Social	I	(35)		
Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires	
 
 
 
 
 
 
 
 
Hogg	M.	A.	(2016).	Social	Identity	Theory.	En	S.	McKeown,	R.	
Haji	 &	 N.	 Ferguson	 (eds),	 Understanding	 Peace	 and	
Conflict	 Through	 Social	 Identity	 Theory	 (pp.	 3-17).	 Peace	
Psychology	Book	Series:	Springer,	Cham.	
	
CAPÍTULO 1 
TEORÍA DE LA IDENTIDAD SOCIAL 
 
 
Michael A. Hogg 
 
 
La teoría de la identidad social se concibió y nació como una teoría de las relaciones 
intergrupales, del conflicto y de la cooperación entre grupos (Tajfel y Turner, 1979). A medida 
que se desarrolló, se convirtió en una teoría psicológica social mucho más amplia sobre el papel 
del yo y la identidad en los fenómenos grupales e intergrupales en general (Turner, Hogg, 
Oakes, Reicher y Wetherell, 1987). Sin embargo, las relaciones intergrupales siempre han sido 
una característica central de la teoría; por la simple razón de que lo que sucede dentro de los 
grupos es inseparable y fundamentalmente afectado por lo que sucede entre los grupos, y 
viceversa. 
El Capítulo 1 describe los principios básicos de la teoría de la identidad social y sus 
sub-teorías clave. Mi relato sigue en gran medida el desarrollo histórico de la teoría desde sus 
raíces iniciales en la década de 1970 hasta la actualidad. Aunque describo todos los aspectos 
de la teoría, pongo un mayor énfasis en su contribución a nuestra comprensión de la psicología 
social de la paz y el conflicto en la sociedad. Para ver descripciones detalladas de la teoría de 
la identidad social clásica y contemporánea que incorpora todos sus desarrollos conceptuales y 
aplicaciones, vea Abrams y Hogg (2010), Hogg (2006) y Hogg y Abrams (1988). 
 
Un poco del contexto histórico 
La teoría de la identidad social fue desarrollada inicialmente en la Universidad de 
Bristol en el Reino Unido en la década de 1970 por Henri Tajfel, quien esencialmente integró 
su trabajo científico clásico inicial sobre categorización y percepción social (por ejemplo, 
Tajfel, 1969), con su pasión por comprender los prejuicios, la discriminación y el conflicto 
intergrupal en la sociedad. Tajfel fue un Judío Polaco que perdió a toda su familia en el 
holocausto. Él mismo sobrevivió a la guerra porque era estudiante en la Sorbona en París al 
estallar la guerra en 1939 y se inscribió en el ejército Francés. Fue capturado; y en lugar de ser 
categorizado como judío y enviado a un campo de concentración y muerte segura, fue 
categorizado como francés y sobrevivió a la guerra en campos de prisioneros de guerra. La 
categorización social y sus consecuencias tuvieron una importancia personal existencial para 
Tajfel. Tajfel y aquellos con quienes trabajó para desarrollar la teoría de la identidad social, 
también creían que la dinámica del prejuicio y el conflicto intergrupal se entendían mejor como 
fenómenos grupales generados por motivaciones humanas básicas y procesos cognitivos 
impactados por las creencias de las personas sobre sí mismos y sobre la sociedad, el contexto 
social y las situaciones inmediatas en las que las personas se encuentran a sí mismas y a sus 
grupos (Abrams y Hogg, 2004; también Billig, 1976). 
 
La Personalidad Autoritaria y la Hipótesis de Frustración-Agresión 
El surgimiento del nazismo en Europa en la década de 1930, a ciertos psicólogos 
sociales les parecía susceptible de ser explicado, al menos en parte, como una respuesta 
colectiva al nacionalismo frustrado. Para explicar la psicología subyacente, Dollard y sus 
colegas (Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears, 1939) desarrollaron su hipótesis de 
frustración-agresión basada en la teoría psicodinámica. Los objetivos frustrados dejan a las 
personas en un estado de excitación elevada que solo se puede disipar a través de la agresión, 
generalmente dirigida hacia aquellos que son débiles y diferentes porque son objetivos más 
fáciles. Entonces, las frustraciones grupales se dirigen a la agresión a grupos más débiles o 
minoritarios. 
La consiguiente Segunda Guerra Mundial costó alrededor de 60 millones de vidas (3% 
de la población mundial), incluido el exterminio sistemático de seis millones de judíos y cinco 
millones de no judíos por parte de los nazis. Para los psicólogos sociales de posguerra, el 
comportamiento del régimen nazi parecía el resultado de una patología colectiva, por lo que 
invocaron nociones psicodinámicas freudianas para explicar cómo podría haber surgido esto. 
Según Adorno y sus colegas (Adorno, Frenkel-Brunswik, Levinson y Sanford, 1950), las 
prácticas autoritarias de crianza de niños en Alemania crearon una relación de amor y odio 
entre los niños y sus padres que produjo individuos con personalidades autoritarias que 
adoraban el poder, la autoridad y la conformidad y redirigían su odio hacia aquellos que eran 
débiles y diferentes. 
Los análisis en base a la hipótesis de frustración-agresión y en base a la personalidad 
autoritaria para la comprensión del prejuicio, la discriminación y la agresión intergrupal han 
tenido un alto perfil durante décadas debido a su atractivo intuitivo y popular. Sin embargo, los 
primeros teóricos de la identidad social consideraron que ambos enfoques eran limitados 
(Billig, 1976). Consideraban que la personalidad solo jugaría un pequeño papel en los 
prejuicios (la causa principal de los prejuicios era el hecho de vivir en una cultura plagada de 
prejuicios, ver Pettigrew, 1958); y el vínculo entre la frustración y la agresión grupal no fue el 
producto de una suma mecánica de las frustraciones y agresiones individuales, sino que requirió 
procesos de comunicación basados en la membresía grupal para construir y representar una 
ideología que identifica y representa a ciertos grupos como causas de frustración y, 
consecuentemente, objetivos de la agresión. 
 
Teoría del Conflicto Realista 
En las décadas de 1950 y 1960, la teoría psicológica social dominante para la 
comprensión del conflicto intergrupal en general era la teoría de conflicto realista de Muzafer 
Sherif (Sherif, 1966). La teoría afirma que los individuos tienen objetivos, a veces objetivos 
bastante elaborados, y que configuran su comportamiento para lograrlos. Muchos objetivos son 
mutuamente excluyentes (por ejemplo, asegurarse un trabajo); dado que solo una persona 
puede lograrlo a expensas de la otra, se produce una competencia, a veces de manera feroz. Sin 
embargo, algunos objetivos individuales son difíciles de alcanzar sin la ayuda de otros (por 
ejemplo, construir una casa). En estas últimas situaciones, las personas dependen de otros para 
trabajar cooperativamente con ellos y así poder lograr sus objetivos. Las personas son 
promocionalmente interdependientes y en la medida en que otros cooperan con ellos para 
ayudarlos a alcanzar sus objetivos, desarrollan lazos de atracción mutua que crean un grupo 
social cohesionado (cf. Hogg, 1993). 
Sherif, sin embargo, estaba más interesado en la situación en la que los grupos en 
general -no las personas en particular-, tienen objetivos. Argumentó que cuando dos grupos 
tienen una meta mutuamente excluyente que solo un grupo puede lograr a expensas del otro 
grupo (por ejemplo, dominación mundial), entonces los grupos compiten, por lo general muy 
ferozmente. Esto suele ir acompañado de un comportamiento destructivo intergrupal y de 
actitudes despectivas intergrupales: estos serían los fundamentos del prejuicio y la 
discriminación y, en última instancia, de la deshumanización. Por el contrario, cuando dos o 
más grupos tienen un objetivo compartido que solo puede lograrse mediante la cooperación 
intergrupal (por ejemplo, luchar contra un enemigo común peligroso), las relaciones 
intergrupales son menos competitivas e incluso pueden ser cooperativas y armoniosas. 
 
Categorización y Discriminación: El Paradigma de Grupo Mínimo 
Tajfel sintió que habíamucho más atractivo aún en el enfoque dependiente del contexto 
desarrollado por Sherif para la comprensión del conflicto intergrupal; ciertamente tenía un 
mejor alcance explicativo que el de la personalidad autoritaria disfuncional y los enfoques 
individualistas de frustración-agresión. Sin embargo, se preguntó si algo mucho más 
fundamental que las relaciones basadas en objetivos competitivos podría ser suficiente para 
generar un comportamiento diferencial del tipo endogrupo-exogrupo. Quizás, el mero hecho 
de ser categorizado como miembro de un grupo fuera suficiente para sentar las bases para el 
conflicto intergrupal. 
Para investigar esta propuesta, Tajfel y sus colaboradores diseñaron un paradigma de 
investigación intrigante, denominado el paradigma del grupo mínimo (Tajfel, 1970; Tajfel, 
Billig, Bundy y Flament, 1971). Para ello desarrollaron una serie de experimentos clásicos en 
los que escolares británicos, que participaban en lo que creían que era un estudio de toma de 
decisiones, fueron asignados a uno de dos grupos completamente al azar, pero supuestamente 
en función de su preferencia expresada por las pinturas de los artistas Vassily Kandinsky o Paul 
Klee, respectivamente. La última etapa del experimento consistía en una tarea de asignación 
de recompensas. Cada niño recibió la tarea de otorgar puntos a otros dos niños, uno de su 
mismo grupo y otro del otro grupo. 
El primer método de asignación de recompensas testeado consistió en unir los puntajes 
para cada niño, de modo que la suma de los dos puntajes sea 15. En este sistema de 
otorgamiento de puntos, cuando un participante elige un puntaje (x) para un niño, el otro niño 
obtiene automáticamente un puntaje (15 - x). Esto significa que a medida que el puntaje del 
niño inicial aumenta o se acerca a 15, el puntaje del otro niño disminuye o se acerca a 0. En el 
primer sistema de otorgamiento de puntos, los niños generalmente otorgaron más puntos a los 
miembros de su grupo, dando cuenta del favoritismo endogrupal. 
En un segundo método de asignación de recompensas, Tajfel elaboró diferentes 
matrices de puntuación que los niños deberían escoger y que resultarían en beneficios 
diferenciales para cada grupo. En este método, el autor estaba interesado en cuál de las tres 
variables tendría el mayor efecto en las elecciones de los niños: máximo beneficio conjunto 
(otorgar la mayor recompensa a los miembros de ambos grupos); mayor recompensa posible 
al propio grupo (dando la mayor recompensa al miembro del propio grupo independientemente 
de la recompensa estipulada en dicha matriz para el niño del otro grupo); o diferencia máxima 
(dando la cantidad de puntos que, aunque fuese menor para el endogrupo, generaría la mayor 
diferencia posible entre el propio grupo y el grupo externo). En este segundo sistema de 
otorgamiento de puntos, los niños generalmente optaron por maximizar la diferencia entre las 
ganancias de los dos grupos, siempre a favor de su endogrupo1. 
 
 
 
1 El detalle de los criterios de asignación de recompensas fue editado por el traductor para mayor 
comprensión. Para más detalle consultar: Tajfel, H. (1970). Experiments in intergroup discrimination. 
Scientific American, 223, 96-102. 
Este fue un hallazgo sorprendente ya que los grupos eran realmente mínimos. Fueron 
creados sobre la base de un criterio flexible, no tenían historia pasada ni un futuro posible, los 
niños ni siquiera sabían la identidad de otros miembros de cada grupo, y ningún interés personal 
estaba involucrado en la tarea de distribución de recompensas ya que el propio sujeto no era un 
destinatario. Los experimentos posteriores tuvieron un carácter aún más mínimo: simplemente 
clasificaron al azar a los participantes como miembros del grupo X o del grupo Y (por ejemplo, 
Billig y Tajfel, 1973). 
En los últimos 45 años, se han llevado a cabo literalmente cientos de experimentos 
grupales mínimos en todo el mundo con una amplia gama de participantes. El hallazgo sólido 
es que el simple hecho de ser categorizado como miembro de un grupo produce etnocentrismo 
y comportamiento competitivo entre grupos (por ejemplo, Diehl, 1990). Otros estudios han 
demostrado que existe una asimetría: los individuos categorizados favorecen al endogrupo en 
lugar de discriminar al exogrupo, a menos que sientan que el endogrupo está bajo amenaza, en 
cuyo caso también surge una discriminación total hacia el exogrupo (Mummendey y Otten, 
1998). También se sugiere que la categorización mínima entre los grupos puede generar un 
sesgo implícito al interior del endogrupo y, por lo tanto, es un efecto sobre el cual las personas 
pueden no tener un control consciente y deliberado (Otten y Wentura, 1999). Los grupos 
mínimos se han convertido en una característica central de la investigación sobre identidad 
social: una búsqueda realizada en Google Scholar en julio de 2015 arrojó 9310 publicaciones 
que se refieren a grupos mínimos. 
 
Teoría de la Identidad Social 
La teoría de la identidad social se cristalizó en torno a un intento de explicar los 
hallazgos surgidos a partir de los estudios sobre el paradigma de grupo mínimo; reuniendo los 
estudios científicos previos de Tajfel sobre categorización y percepción social, y su 
preocupación orientada a los problemas sociales para explicar los prejuicios, la discriminación 
y el conflicto en la sociedad (Tajfel y Turner, 1979; ver Hogg y Abrams, 1988). En el centro 
de la teoría se encontraba la definición clásica de identidad social de Tajfel como 
“conocimiento individual de la propia pertenencia a ciertos grupos sociales junto con cierta 
importancia emocional y valorativa atribuida a sí mismo por su membresía grupal” (Tajfel, 
1972, p. 292). Los grupos sociales, ya sean grandes categorías demográficas o pequeños 
equipos orientados a tareas, brindan a sus miembros una identidad compartida que prescribe y 
evalúa quiénes son, qué deben creer y cómo deben comportarse. Las identidades sociales 
también, muy críticamente, destacan cómo el endogrupo es distinto de los exogrupos relevantes 
en un contexto social particular. 
 
Relaciones Intergrupales 
La teoría de la identidad social inicialmente se centró principalmente en las relaciones 
intergrupales, explorando el tema del conflicto y la cooperación entre categorías sociales a gran 
escala. Este énfasis inicial dentro de la teoría más amplia, a menudo se denomina teoría de la 
identidad social de las relaciones intergrupales (Tajfel y Turner, 1979). 
La identidad social define y evalúa el autoconcepto de uno mismo y el modo en que los 
demás lo tratarán y lo pensarán. Por esta razón, cuando las personas hacen comparaciones entre 
su endogrupo y un exogrupo, les preocupa asegurarse de que su propio grupo sea positivamente 
distintivo, claramente diferenciado y evaluado de manera más favorable que los grupos 
externos relevantes. Las comparaciones intergrupales son intrínsecamente favorables al grupo 
de pertenencia y etnocéntricas (Brewer y Campbell, 1976), y el comportamiento intergrupal es 
efectivamente una lucha por el estatus relativo o el prestigio del endogrupo. Los grupos de 
mayor estatus luchan para proteger su superioridad evaluativa; los grupos de estatus inferior 
luchan para ignorar su estigma social y promover su positividad. 
Las estrategias que los grupos adoptan para gestionar su identidad dependen de las 
estructuras de creencias subjetivas: creencias de los miembros sobre la naturaleza de la 
relación entre su endogrupo y un exogrupo específico (por ejemplo, Ellemers, 1993; Hogg y 
Abrams, 1988). Las creencias se centran en el Estatus (¿cuál es la posición social de mi grupo 
en relación con el exogrupo?), Estabilidad (¿qué tan estable es esta relación de estatus?), 
Legitimidad (¿cuán legítima es esta relación de estatus?), Permeabilidad (qué tan fácil es para 
las personas cambiar su identidad social al “pasar” al grupo externo?) y alternativascognitivas 
(¿es concebible una relación intergrupal diferente?). 
Una estructura de creencias acerca de la movilidad social depende de una creencia en 
la permeabilidad; que los límites intergrupales son efectivamente suaves y fáciles de cruzar. 
Hace que los miembros de los grupos de nivel inferior como individuos aislados se 
desidentifiquen de su grupo para tratar de unirse y obtener la aceptación del exogrupo de estatus 
superior: intentan “aprobar”. En realidad, los límites intergrupales rara vez son permeables y 
el paso no tiene éxito, dejando a quienes lo intentan en el limbo de la identidad social; excluidos 
por ambos grupos. Los grupos dominantes a menudo promulgan una ideología de movilidad 
social y toleran solo pases limitados, socavando e impidiendo de esa manera los movimientos 
de acción colectiva por parte de la minoría. 
Una estructura de creencias de cambio social depende del reconocimiento de que la 
permeabilidad es realmente baja; que los límites intergrupales son de hecho duros y difíciles 
de cruzar. Hace que los grupos de bajo nivel participen en la creatividad social: 
comportamientos destinados a redefinir el valor social de su endogrupo y sus atributos, junto 
con los intentos de evitar la comparación (hacia arriba) con los grupos de estatus superior y, en 
cambio, participar en comparaciones (laterales o hacia abajo) con otros grupos más bajos en el 
orden social jerárquico. Los grupos dominantes a veces pueden promulgar una estructura de 
creencias de cambio social que alienta las comparaciones laterales o descendentes y la 
competencia entre grupos subordinados, una estrategia a menudo muy efectiva de “divide y 
vencerás”. 
Cuando una estructura de creencias sobre el cambio social se combina con el 
reconocimiento de que el orden social es ilegítimo, los miembros del grupo pueden desarrollar 
alternativas cognitivas (esencialmente conformadas por una ideología crítica y una hoja de ruta 
para el posible logro del cambio social) y participar en la competencia social: implica la 
competencia directa con el exogrupo por el estatus, que puede ir desde el debate, la protesta, 
hasta la revolución y la guerra. 
Pero ¿qué pasa con la cooperación entre grupos, la reducción del etnocentrismo y los 
prejuicios y el surgimiento de la armonía social? Quizás los problemas del comportamiento 
intergrupal puedan superarse integrando facciones beligerantes en un único grupo único 
acogedor de orden superior; transformando así el comportamiento intergrupal conflictivo en 
un comportamiento armonioso intragrupal (por ejemplo, Gaertner y Dovidio, 2000). 
Lamentablemente, esto puede ser muy difícil de lograr o mantener. Las personas a menudo 
están fuertemente unidas a la categoría social de la que son miembros y la identidad asociada 
a dicha pertenencia; Existe una profunda “división cultural” entre los grupos (Prentice y Miller, 
1999). Los intentos de alentar la recategorización supraordinada pueden verse como una 
amenaza a la identidad, generando resistencia a menudo con ferocidad (por ejemplo, Hogg y 
Hornsey, 2006). 
Más efectiva es la categorización cruzada, donde las personas adquieren una 
representación más texturizada y menos amenazante para la identidad, de las relaciones endo 
y exogrupales; los grupos son categóricamente distintos y separados, pero comparten identidad 
en otras dimensiones (Crisp y Hewstone, 2007). También es efectivo un marco multicultural 
de las relaciones intergrupales en el que el carácter distintivo de los grupos se celebra como 
una faceta valorada de una sociedad diversa (Hornsey y Hogg, 2000), o la construcción de una 
identidad relacional intergrupal en la que los grupos en realidad definen parcialmente a su 
endogrupo en términos de las relaciones de cooperación mutua que establecen con un exogrupo 
(Hogg, 2015). En todos estos casos, puede ser necesaria alguna forma de liderazgo 
supraordinado, y eso puede suponer un desafío muy real. 
 
Auto-categorización 
La década de 1980 fue testigo de un desarrollo muy significativo de la teoría de la 
identidad social para revisar y especificar con mayor precisión las bases cognitivas sociales de 
los fenómenos de identidad social, como parte de una teoría más general sobre la identidad 
social del grupo, a menudo denominada teoría de la auto-categorización (Turner et al., 1987; 
ver Abrams y Hogg, 2010). 
Los grupos humanos son categorías que las personas representan mentalmente como 
prototipos: conjuntos difusos de atributos interrelacionados (actitudes, comportamientos, 
costumbres, vestimenta, etc.) que capturan las similitudes generales dentro de los grupos y las 
diferencias generales entre los grupos. Los prototipos representan atributos que maximizan la 
entitatividad del grupo: el grado en que un grupo parece ser una entidad distinta y claramente 
definida. Una forma de pensar en un prototipo grupal es lo que viene a la mente de inmediato 
si, por ejemplo, dicen “francés”, “hipster” o “terrorista”. Si muchas personas en un grupo 
comparten su propio prototipo o el de otro grupo, el prototipo es esencialmente un estereotipo: 
si solo una persona cree que todos los marcianos tienen cuerpos verdes delgados y cabezas 
enormes, es un prototipo, pero si casi todos los demás humanos creen esto, entonces el prototipo 
es también un estereotipo. 
Abrumadoramente hacemos categorizaciones binarias donde una de las categorías es el 
grupo en el que estamos, el endogrupo. Por lo tanto, los prototipos endogrupales no solo 
capturan similitudes dentro del grupo, sino que también acentúan las diferencias entre nuestro 
grupo y un grupo externo específico. Por lo tanto, los prototipos endogrupales pueden diferir, 
típicamente alrededor de un núcleo relativamente estable, dependiendo de cuál sea el exogrupo 
de comparación; los prototipos endogrupales están influenciados por el contexto comparativo 
intergrupal. Los cambios basados en el contexto pueden ser transitorios, pero si el cambio de 
contexto es duradero, el prototipo cambia de manera más profunda y duradera. 
El proceso de categorizar a alguien tiene consecuencias predecibles. En lugar de “ver” 
a esa persona como un individuo idiosincrásico, se lo ve a través de la lente del prototipo de la 
categoría en la que se los ha colocado, se despersonalizan en términos de los atributos del 
prototipo. Son unidos al prototipo y, en grado variable, se asignan sus atributos. La 
despersonalización basada en la categorización afecta a los miembros del endogrupo y a uno 
mismo exactamente de la misma manera. Cuando se clasifica a sí mismo, se ve a sí mismo en 
términos de los atributos definitorios del endogrupo (auto-estereotipos), y dado que los 
prototipos también describen y prescriben formas apropiadas para pensar, sentir y comportarse, 
uno piensa, siente y se comporta prototípicamente. El propio comportamiento se ajusta y se 
conforma a las normas del endogrupo. De esta manera, la autocategorización no solo 
transforma la auto-concepción de uno mismo sino que también produce un comportamiento 
normativo entre los miembros de un grupo. 
 
Motivaciones basadas en la identidad social 
Los procesos y fenómenos de identidad social están asociados con dos dinámicas 
motivacionales principales. La teoría original de la identidad social de las relaciones 
intergrupales (Tajfel y Turner, 1979) se centró en la distinción intergrupal positiva y el auto- 
enaltecimiento. Una de las características más distintivas de la vida grupal y las relaciones 
intergrupales es que los grupos y sus miembros hacen todo lo posible para proteger o promover 
su creencia de que “nosotros” somos mejores que “ellos”. Los miembros se esfuerzan por lograr 
una distinción intergrupal de evaluación positiva porque el yo se define y evalúa en términos 
grupales y, por lo tanto, el estatus, el prestigio y la valencia social del grupo se atribuyen a uno 
mismo. 
La búsqueda de una identidadsocial positiva puede reflejar uno de los motivos humanos 
más básicos para el auto-enaltecimiento y la autoestima (Sedikides y Strube, 1997). Por lo 
tanto, la distinción positiva y la dinámica del comportamiento grupal e intergrupal pueden estar 
motivadas por la autoestima con la implicación de que la baja autoestima motiva la 
identificación grupal y el comportamiento intergrupal, y dicha identificación eleva la 
autoestima -la hipótesis de la autoestima- (Abrams & Hogg, 1988; Rubin y Hewstone, 1998). 
Sin embargo, las investigaciones en el área sugieren que (a) la autoestima grupal está más 
estrechamente asociada que la autoestima a nivel individual con los procesos y fenómenos de 
identidad social, (b) la autoestima puede elevarse mediante la identificación grupal, pero la baja 
autoestima es una causa menos confiable de identificación (las personas con alta autoestima a 
menudo se identifican con más fuerza, por ejemplo, Leary & Baumeister, 2000), y (c) las 
personas son extremadamente hábiles para protegerse de las consecuencias de la 
autoevaluación de su pertenencia a un grupo de bajo estatus o a un grupo estigmatizado (por 
ejemplo, Crocker, Major y Steele, 1998). Ver Martiny y Rubin (2016) para una revisión. 
Si bien la teoría de la autocategorización se centró en el proceso cognitivo y la 
representación más que en la motivación (Turner et al., 1987), contenía en su interior indicios 
de una motivación basada en la categorización de índole más epistémica, asociada con la 
dinámica de la identidad social. La teoría de la incertidumbre-identidad (Hogg, 2007, 2012) 
se basa en la premisa de que sentirse inseguro sobre nuestro mundo y, en particular, sobre cómo 
comportarse y cómo se comportarán los demás puede ser inquietante, incluso aversivo. La 
incertidumbre dificulta la predicción y la planificación del comportamiento de tal manera que 
dificulta la posibilidad de actuar con eficacia. No es sorprendente que las personas traten de 
reducir la incertidumbre sobre sus percepciones, actitudes, sentimientos y comportamientos. 
Estamos particularmente motivados para reducir la incertidumbre si nos sentimos inseguros 
sobre las cosas que son relevantes para uno mismo, o bien si no estamos seguros acerca de 
nuestro yo en sí mismo; sobre nuestra identidad, quiénes somos, cómo nos relacionamos con 
los demás y cómo estamos ubicados socialmente. En última instancia, las personas necesitan 
saber quiénes son, cómo comportarse y qué pensar, y quiénes son los demás, cómo podrían 
comportarse y qué podrían pensar. 
La categorización social es particularmente efectiva para reducir la incertidumbre 
porque proporciona prototipos grupales que describen cómo las personas (incluido el propio 
individuo) se comportarán y/o deberían comportarse e interactuar con otras. Dichos prototipos 
son relativamente consensuales (“nosotros” estamos de acuerdo en que “nosotros” somos así y 
“ellos” son así), por lo tanto, la visión del mundo y el autoconcepto se validan mutuamente. La 
categorización social hace que el comportamiento propio y ajeno sea predecible y, por lo tanto, 
permite evitar daños y planificar acciones efectivas. También le permite a uno saber cómo debe 
sentirse y comportarse. 
Cuanto más inseguro es el propio auto-concepto, uno más se esfuerza por pertenecer, 
en particular a los grupos que reducen efectivamente la incertidumbre: tales grupos son 
distintivos, con alta entitatividad y prototipos simples, claros, prescriptivos y consensuales. En 
circunstancias extremas, estos grupos pueden ser ortodoxos y extremistas, poseen ideologías y 
sistemas de creencias cerrados, y tienen estructuras jerárquicas de liderazgo y autoridad (Hogg, 
2014). 
Los sistemas de creencias ideológicos y autoritarios, ya sean seculares o religiosos, a 
menudo se asocian con condiciones de incertidumbre e inestabilidad social (cf. Hogg, Adelman 
y Blagg, 2010). Por lo tanto, en la medida en que tales sistemas de creencias estén vinculados 
a la pertenencia a grupos, la identificación puede mediar el vínculo entre la incertidumbre social 
y la ideología. Otra implicación de la teoría de la incertidumbre-identidad es que los grupos 
subordinados pueden aceptar su estatus subordinado precisamente porque desafiar el statu-quo 
eleva la incertidumbre autoconceptual a niveles inaceptables (cf. Jost y Hunyadi, 2002). De 
hecho, aunque las personas prefieren identificarse con grupos de estatus alto que bajo, esta 
preferencia puede desaparecer bajo una alta incertidumbre. Cuando las personas tienen 
incertidumbre autoconceptual, están motivadas por la reducción de la incertidumbre para 
identificarse igualmente con grupos de estatus bajo o alto (Reid y Hogg, 2005). 
Una tercera dinámica motivacional, que puede estar más estrechamente relacionada con 
la reducción de la incertidumbre que el auto-enaltecimiento, es la distinción óptima (cf. 
Leonardelli, Pickett y Brewer, 2010). Las personas intentan lograr un equilibrio entre dos 
motivos en conflicto, para la inclusión / igualdad (satisfecha por la pertenencia al grupo) y la 
distinción / similitud (satisfecha por la individualidad), para lograr la distinción óptima. Los 
grupos más pequeños sobre-satisfacen la necesidad de distinción, por lo que las personas se 
esfuerzan por lograr una mayor inclusión, mientras que los grupos grandes sobre satisfacen la 
necesidad de inclusión, por lo que las personas luchan por la distinción endogrupal. Una 
implicación de esta idea es que las personas deberían estar más satisfechas con la membresía a 
grupos medianos que a grupos muy grandes o muy pequeños. 
 
Normas sociales, influencia y liderazgo 
La identidad social se expresa a través del comportamiento normativo. Las normas 
mapean los contornos de los grupos y las identidades sociales y se representan cognitivamente 
como prototipos grupales que describen y prescriben un comportamiento que define la 
identidad (cf. Hogg y Smith, 2007). Dentro de un grupo dado, generalmente hay un acuerdo 
sustancial sobre los prototipos endo y exogrupales: “estamos de acuerdo en que somos así y en 
que ellos son así”. La autocategorización produce conformidad con las normas del grupo 
(comportamiento normativo) porque, como se describió anteriormente, se asimila al prototipo 
del grupo (ver Abrams y Hogg, 1990). La conformidad no es el cumplimiento conductual 
superficial, sino un proceso más profundo por el cual las personas internalizan y promulgan el 
prototipo del grupo. 
Porque las normas endogrupales no sólo capturan la similitud intragrupo sino que 
también acentúan la distinción entre grupos, tiende a polarizarse el exogrupo y, por lo tanto, a 
menudo son ideales que son más extremos que el grupo en su conjunto: la conformidad a través 
de la autocategorización a menudo produce polarización grupal (por ejemplo, Abrams, 
Wetherell, Cochrane, Hogg y Turner , 1990). 
El proceso de influencia social asociado con la conformidad identificación-contingente, 
es influencia informativa referente (Turner et al., 1987; ver Abrams y Hogg, 1990). En grupos, 
las personas están muy atentas a la información confiable sobre el prototipo/norma grupal 
apropiada para el contexto. Por lo general, la fuente más inmediata y confiable de esta 
información es el comportamiento de identidad-consistente de aquellos miembros que 
generalmente se consideran los más prototípicos del grupo. Una vez que la norma ha sido 
reconocida o establecida, se internaliza como el prototipo grupal específico del contexto al que 
las personas se conforman mediante la autocategorización. 
Este proceso otorga a los miembros prototípicos una mayor influencia que la que tienen 
los miembros no prototípicos dentro del grupo, un punto que sirve como base de la teoría de 
la identidad social del liderazgo (Hogg y Van Knippenberg, 2003; Hogg, Van Knippenberg y 
Rast, 2012; ver también Reicher, Haslam, Platow y Steffens, 2016). Aunque las normasson la 
fuente de influencia al interior de los grupos, algunos miembros las incorporan mejor que otros: 
ellos son más prototípicos y, por lo tanto, tienen una influencia desproporcionada. Los 
miembros prototípicos ocupan un rol de liderazgo de facto en el grupo; y los líderes que son 
prototípicos son más influyentes y efectivos como líderes que los líderes menos prototípicos. 
Su efectividad se amplifica porque se supone que están fuertemente identificados con el grupo 
y, por lo tanto, se confía en que actúen en el mejor interés del grupo y es poco probable que 
hagan daño al grupo. Paradójicamente, esto les permite divergir de las normas del grupo más 
que a aquellos líderes menos prototípicos: pueden ser normativamente innovadores, lo cual es 
un sello distintivo del liderazgo (Abrams, Randsley de Moura, Marques y Hutchison, 2008). 
 
Diferenciación al interior de los grupos 
Las normas grupales capturan y expresan similitud intragrupal. Sin embargo, los grupos 
casi siempre se diferencian internamente. Una diferenciación clave que tiene consecuencias de 
largo alcance es la diferenciación en términos de prototipicidad percibida. Ya hemos visto que 
los miembros prototípicamente centrales son más influyentes que los miembros menos 
prototípicos. Los miembros menos prototípicos, particularmente aquellos que son 
prototípicamente marginales, no son del agrado o confianza del grupo y, por lo tanto, no sólo 
son relativamente poco influyentes, sino que pueden verse con sospecha como desviados que 
potencialmente amenazan al grupo (Marques, Abrams, Páez y Hogg, 2001). De hecho, las 
personas en el límite normativo entre el endo y exogrupo, particularmente si en general no son 
personas muy agradables, generan menos agrado y son rechazados con mayor fuerza si son 
miembros del endogrupo que si son miembros del exogrupo. Se les trata como “ovejas negras” 
(Marques & Páez, 1994). 
En general, de acuerdo con la teoría de la dinámica grupal subjetiva, las reacciones a 
los miembros marginales se derivan del hecho de que éstos pueden amenazar la claridad 
normativa y la integridad del grupo (Marques, Abrams y Serôdio, 2001; Pinto, Marques, Levine 
y Abrams , 2010). Por lo tanto, un miembro marginal que diverge de la norma del grupo en una 
dirección que se aleja del exogrupo (llamado desviación pro-norma), acentúa la distinción entre 
los grupos y, por lo tanto, es menos amenazante desde el punto de vista normativo que uno que 
se inclina en una dirección hacia el exogrupo (llamado desviación anti-norma) y difumina los 
límites intergrupales; este último invita a una reacción más negativa del grupo que el primero. 
Aunque los miembros marginales son generalmente percibidos y tratados de manera 
desfavorable, a veces pueden cumplir funciones importantes de cambio social para el grupo 
(Hogg & Waggoner, en prensa). Por ejemplo, los desviados pueden servir como críticos 
grupales (por ejemplo, Hornsey, 2005), o como grupos minoritarios que desafían la sabiduría 
aceptada de la mayoría (por ejemplo, Nemeth y Staw, 1989). En ambos casos, puede ser una 
lucha para los miembros marginales el poder ser escuchado, pero su contribución al grupo es, 
en última instancia, constructiva: las minorías y los críticos están tratando efectivamente de 
cambiar la identidad del grupo desde adentro. 
Los miembros marginales a veces pueden ser muy perjudiciales para el grupo. Las 
minorías que sienten que no tienen voz dentro del grupo pueden fragmentarlo formando un 
cisma (Sani, 2005); y los individuos que sienten o que efectivamente son tratados como 
miembros periféricos de un grupo que es importante para su identidad, pueden convertirse en 
extremistas entusiastas en nombre del grupo en un intento de ser aceptados como miembros 
centrales leales (Hogg y Waggoner, en prensa). 
 
Multitudes y protestas 
Los miembros de grupos a menudo se reúnen colectivamente para actuar al unísono 
(ver La Macchia y Louis, 2016). Grandes reuniones públicas de esta naturaleza se caracterizan 
como multitudes, manifestaciones, protestas, etc. Una opinión popular en psicología social es 
que las multitudes brindan anonimato y eliminan la responsabilidad y la rendición de cuentas: 
las personas se desindividuan de tal manera que las normas sociales ya no mantienen a raya a 
los instintos agresivos antisociales primitivos (cf. Zimbardo, 1970). 
El modelo de desindividuación de la identidad social (modelo SIDE) ha desafiado esta 
perspectiva sobre el comportamiento de la multitud, argumentando en cambio que los eventos 
de la multitud son como cualquier otro fenómeno grupal en el que las personas se identifican 
con un grupo y se despersonalizan en términos de las normas de actitud y comportamiento del 
grupo (Klein, Spears y Reicher, 2007; Reicher, Spears y Postmes, 1995). La despersonalización 
significa verse a sí mismo como un representante de la categoría en lugar de un individuo único 
y está asociado con un cambio de identidad, mientras que la desindividualización se refiere a 
una pérdida de identidad asociada con impulsos antisociales y agresivos primitivos. 
Según el modelo SIDE, la despersonalización puede producir un comportamiento 
antisocial y agresivo, pero solo si las personas se identifican con un grupo que tiene un 
prototipo que prescribe dicho comportamiento (Postmes & Spears, 1998). Las multitudes a 
veces pueden parecer volátiles, pero esto se debe a que son eventos inusuales; los miembros no 
están seguros acerca del comportamiento normativo apropiado para el contexto del grupo, por 
lo que buscan orientación a medida que triangulan conductualmente sobre la norma apropiada. 
Desde una perspectiva SIDE, las multitudes son eventos intergrupales intencionales, regidos 
por normas y orientados a objetivos que a menudo tienen un exogrupo muy destacado y visible. 
A este respecto, se asemejan a la protesta colectiva y encuentran muchos de los obstáculos más 
amplios para la movilización social. 
El estudio de la protesta social es el estudio de cómo los descontentos individuales se 
transforman en acción colectiva: ¿cómo y por qué los simpatizantes se movilizan como 
activistas o participantes? La movilización refleja la relación actitud-comportamiento: los 
simpatizantes tienen actitudes comprensivas hacia un problema, pero estas actitudes no se 
traducen fácilmente en comportamiento (Klandermans, 1997). También se asemeja a un dilema 
social; La protesta es generalmente por un bien social percibido (por ejemplo, igualdad) o 
contra un mal social percibido (por ejemplo, opresión), y dado que el éxito beneficia a todos 
independientemente de la participación, pero el fracaso perjudica más a los participantes, es 
tentador seguir siendo un simpatizante que convertirse en un participante. El liderazgo es 
fundamental para movilizar a un grupo para que tome medidas. En particular, el líder debe ser 
visto como una persona justa en la que se puede confiar para actuar en el mejor interés del 
grupo y sus miembros. Sin embargo, en última instancia, es la identificación social la que 
aumenta la probabilidad de acción social y protesta colectiva (por ejemplo, Stürmer y Simon, 
2004; Van Zomeren, Leach y Spears, 2012; Van Zomeren, Postmes y Spears, 2008). 
 
Conclusión 
El Capítulo 1 ha proporcionado una breve descripción de la teoría de la identidad social, 
mapeando su desarrollo histórico desde la formulación original en la década de 1970. Se han 
descrito los aspectos clásicos y contemporáneos de la teoría y se ha tratado de poner mayor 
énfasis en los aspectos que son directamente relevantes para comprender la paz y el conflicto 
en la sociedad. La teoría de la identidad social es un marco conceptual unificado que explica 
los procesos grupales y las relaciones intergrupales en términos de la interacción de los 
procesos sociales cognitivos, los procesos sociales interactivos y los procesos societales, y 
coloca la auto-concepciónen el núcleo de la dinámica. 
La teoría nació de la investigación científica de Tajfel sobre categorización y 
percepción social, su pasión personal por explicar los prejuicios y la discriminación, y su 
oposición a la explicaciones predominantes basadas en la personalidad, así como las 
explicaciones individualistas. Los estudios de grupos mínimos (por ejemplo, Tajfel, 1970) 
proporcionaron una plataforma próxima para la teoría original de la identidad social de las 
relaciones intergrupales (Tajfel y Turner, 1979). Esto se amplió y se basó más 
fundamentalmente en argumentos cognitivos por Turner y sus estudiantes (Turner et al., 1987). 
Los dos procesos motivacionales principales asociados con la teoría de la identidad social son 
capturados por la hipótesis de la autoestima (ver Abrams y Hogg, 1988) y por la teoría de la 
incertidumbre-identidad (Hogg, 2007); la teoría de distinción óptima (por ejemplo, Leonardelli 
et al., 2010) proporciona una tercera perspectiva sobre la motivación de la identidad social. 
Un componente clave de la teoría de la identidad social es su análisis del proceso de 
influencia responsable del reconocimiento, la construcción y la internalización de las normas 
del grupo — la teoría de la influencia de la información de referencia (ver Abrams y Hogg, 
1990), y el papel del liderazgo en este proceso— La teoría de la identidad social del liderazgo 
(Hogg et al., 2012). El hecho de que los grupos se diferencien internamente en miembros 
prototípicamente centrales y prototípicamente periféricos tiene consecuencias de gran alcance 
no solo para el liderazgo y la influencia, sino también para la psicología de la inclusión y la 
exclusión, según lo descrito por la teoría de la dinámica subjetiva grupal (por ejemplo, 
Marques, Abrams & Serôdio, 2001). Finalmente, el modelo SIDE explica cómo interactúan los 
procesos de identidad, influencia y liderazgo para afectar la movilización social y la acción 
colectiva (por ejemplo, Van Zomeren et al., 2008). 
Con respecto a la paz y los conflictos en la sociedad, la dinámica subyacente es aquella 
en la que las personas protegen y promueven el estatus y la entitatividad de las identidades 
sociales que son centrales e importantes para su autoconcepto. La forma en que lo hacen está 
guiada por lo que creen que es posible dada la naturaleza de la posición de su grupo en la 
sociedad. El liderazgo basado en prototipos y el comportamiento de los miembros marginales 
y miembros centrales del grupo, así como el tratamiento grupal que se les da a cada uno de 
ellos, juegan un papel clave en todo esto. 
 
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