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Malfé - Pertinencia y actualidad

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PERTINENCIA Y ACTUALIDAD DE LA NOCION DE “CULTURA” 
PARA LA PSICOLOGIA INSTITUCIONAL 
Ricardo Malfé 
Psicología Institucional: 
 La denominación misma de este campo de reflexión y de práctica para el 
psicólogo nos remite a una perspectiva necesariamente histórica, en la que la 
noción de “cultura” encuentra su contexto adecuado. El término procede de una 
época, cincuenta años atrás (1), en que toda organización (2) aspiraba a 
establecer su estatuto de institución. 
 
Institución 
 Las instituciones (la palabra denota regularidad, norma o ente 
legítimamente o por lo menos consensualmente, establecidos) han sido objeto 
secular de interés para la “Filosofía Social”, así como para el Derecho y para 
aquella vertiente de la tradición retórica (3) que dio origen a la Filosofía y, en 
alguna medida, también a la Lingüística (4). 
 La Sociología, por otra parte, desde el siglo pasado, encontró allí uno de los 
objetos que la constituyen como disciplina teórica, objeto caro en especial a 
distintas orientaciones de la Sociología europea. En Francia, Marcel Mauss (4) 
discípulo de Emile Durkheim, se acerca al tema desde una perspectiva que es 
tanto sociológica como “etnológica” Etnología y Etnografía son los nombres que 
designan en Europa continental un campo de indagación correspondiente a aquel 
que en los países anglo-sajones se consolida en el curso de este siglo como 
Antropología Social y Cultural. 
 En Francia, también, una corriente del pensamiento jurídico, filosófico y 
sociológico católico de pre-guerra fue conocido como “escuela institucional”. Su 
iniciador, Maurice Hauriou, “encontró el meollo de su teoría en el redescubrimiento 
de unas palabras de San Agustín: “un pueblo es una reunión de seres racionales 
unidos por un común acuerdo en cuanto al objeto de su amor” (5). Esta definición 
representa una intuición asombrosa de lo que en nuestro siglo Freud designaría 
en “Psicología de las masas y análisis del yo”, como “estructura libidinosa”, de la 
que luego nos ocuparemos. 
 Ya en nuestros días, y con signo ideológico contrario, el auge estructuralista 
desemboca en Francia en el minucioso análisis crítico de lo instituido (discursos, 
prácticas u objetos) que llevan a cabo Michael Foucault (6), Roland Barthés (7) o 
Pierre Legendre (8). En la misma línea hipercrítica de lo establecido, aunque con 
distinto sesgo metodológico, hay que mencionar la escuela u orientación francesa 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
2 
 
del “análisis institucional” (9). Todos estos autores, ya, decisivamente influidos por 
el psicoanálisis. 
 Lo que constituye a cualquier disciplina, o sector de ella, en la realidad 
histórica, es -en último término- un conjunto de exigencias prácticas. Desde este 
punto de vista, ha de admitirse que la Psicología Institucional cristaliza alrededor 
de un centro constituido por la posibilidad del psicólogo de intervenir con pericias 
específicas en el ámbito de las organizaciones (10). Sin embargo, parece 
conveniente intersectar esa dimensión práctico-técnica de la disciplina con otra, 
correspondiente a una reflexión teórica sobre lo instituido y lo instituyente en 
campos históricos de diferentes amplitud y complejidad. Algunas de las disciplinas 
u orientaciones del pensar, antes mencionadas pueden ser guía de ese proceso 
de reflexión. 
 Así acotado, de manera muy general, nuestro ámbito de discusión, 
procederemos a cernir el valor heurístico que puede tener la noción de cultura en 
dicho ámbito. 
Cultura: 
 Como todo término, éste se sostiene en un sistema de oposición con otros. 
La contraposición semántica fundamental que da valor a la palabra aquí es 
Natura/cultura. 
 En sentido originario, se trata de oponer así los frutos de una actividad que 
se mantiene dentro de los límites de lo meramente animal (natura, participio futuro 
de nascere: lo que está por nacer) con los frutos de un trabajo que trasciende 
dichos límites (cultura, por analogía, será lo que puede ser producido por un 
trabajo -el cultivo- cuyo prototipo lo brindan las labores rurales). 
 Con el tiempo, ha quedado cifrado en el término “cultura” todo lo construido 
por el hombre en la configuración de un “mundo” que reconocemos como 
característicamente humano. 
 En nuestro siglo, la discusión de lo que atañe a aquella contraposición 
básica ha sido incorporado al discurso de la Antropología Cultural (11) -así como 
otra, anexa, es más propia de la Psicología: versa sobre la diferencia 
natura/nurtura, vale decir entre lo innato y lo adquirido a través de una experiencia 
que ya, a dos siglos de la Ilustración, se reconoce que es siempre social y cultural. 
La finalidad de nuestro estudio nos exime de adentrarnos en esa discusión, que 
llevaría a discernir “universales de la cultura” (12). Importa, en cambio, examinar 
distintas definiciones de “cultura”. Vislumbraremos así, de paso, a cuáles de entre 
los factores, rasgos, elementos o dimensiones que se discriminan dentro del 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
3 
 
campo o del sistema (más o menos heterogéneos) definidos como “culturales”, se 
atribuye peso decisivo en cuanto a marcar un carácter o determinar 
transformaciones, ya del campo o del sistema mismos, ya de la configuración 
histórica colectiva (social) en la que aquellos tienen vigencia. 
Una definición clásica muy abarcativa de cultura es la que propuso Edward 
B. Tylor, uno de los fundadores de la antropología actual, en 1871: “That complex 
whole witch includes knowledge, belief, art, morals, law, custom and any other 
capabilities and habitis acquired by man as a member of society” (“ese todo 
complejo que incluye el conocimiento, la creencia, el arte, la moral, la ley, las 
costumbres y toda otra clase de disposiciones y hábitos adquiridos por el hombre 
como miembro de una sociedad”). (13) 
Para Ralph Linton, “el término se usa en un doble sentido. En su sentido 
amplio, cultura significa la herencia social íntegra de la humanidad, en tanto que 
en un sentido más restringido una cultura equivale a una modalidad particular de 
la herencia social.” (14). Cada una de estas culturas específicas puede definirse 
como “la configuración de conductas aprendidas y de resultados de conductas, 
cuyos elementos componentes son compartidos y transmitidos por los miembros 
de una sociedad particular”. (15) 
 
Kreber y Kluckhohn (16) definen el concepto de cultura, a su vez, como “un 
conjunto de atributos y productos de las sociedades humanas y, en consecuencia, 
de la humanidad, que son extrasomáticos y transmisibles por mecanismos 
distintos de la herencia biológica.” 
Para Philip Bock: “`cultura´ incluye todas las expectativas, modos de ver, 
creencias o acuerdos que influyen en el comportamiento de los miembros de un 
grupo humano. No es necesario que estas ideas compartidas sean conscientes, 
pero siempre se transmiten por medio del aprendizaje social y constituyen un 
conjunto de soluciones para resolver los problemas de adaptación a que se 
enfrenta toda sociedad humana”. (17) 
Robert Redfield (18) asienta que la cultura puede definirse como “los 
acuerdos convencionales, manifestados en los actos y artefactos, que caracterizan 
a la sociedad”. 
En esta última definición, como en alguna de las anteriores, se echa de 
menos, junto a la dimensión práctica (actos) y la objetivizante (artefactos) de la 
vida socio-cultural, la mención explícita de los despliegues discursivos (textos o 
relatos de viva voz) que pueden registrarse en los ámbitos estudiados, dimensión 
lingüístico-discursiva de la cultura en la que puede esperarse que ponga énfasis el 
psicólogo. Sin embargo, esa dimensión no resulta en absoluto ajena a la 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
4 
 
metodología de trabajo del antropólogosocial o cultural (19) ni tampoco en la 
teoría general de la Antropología se desdeña el papel del lenguaje en el 
surgimiento y transmisión de la cultura (20). Precisamente, Leslie A. White (21) 
define a ésta como “conducta simbólica”. 
Hasta aquí los acuerdos generales, con diferencias sólo de matices, entre 
los científicos de los hechos y procesos culturales. Inclusive un teórico soviético 
contemporáneo (22) define la cultura, en un coloquio oficial, como “el conjunto de 
las informaciones no hereditarias, acumuladas, conservadas y transmitidas por las 
diversas colectividades de la sociedad humana”. Pero uno de los autores recién 
citados nos da la ocasión de verificar dónde comienzan los disensos. Leslie A. 
White (op.cit), inspirándose en la tradición marxista, distingue tres (sub)sistemas 
culturales: el técnico o tecnológico, el sociológico y el ideológico. El papel evolutivo 
primario corresponde al sistema tecnológico. Como observa Nicholas Timascheff 
(op.cit, pág. 362) “el neo-evolucionismo de White está teñido de determinismo 
económico y tecnológico”. 
Otros autores distinguen nítidamente para su análisis, dentro del conjunto 
cultural, un (sub)sistema económico (23), englobando en él al tecnológico, o 
estableciendo entre ambos relaciones de distinta índole. Otros, por fin, han 
iniciado una Antropología fundada en un nuevo rasgo del “materialismo cultural”: la 
“ecología cultural” (24), que pone el peso de la determinación en el (sub)sistema 
ecológico (o ecológico --> tecnológico --> económico). 
Todas estas orientaciones contrarían la vagarosa concepción funcionalista 
(Malinovsky, Nadel) de las culturas como “todos orgánicos” en los que todos 
aquellos elementos o sectores desplegados en la primitiva definición de Tylor se 
conjugan de algún modo para servir las necesidades humanas. También 
trascienden o se enfrentan con la concepción “particularista histórica” de Franz 
Boas y sus discípulos (Alfred Kroeber, Robert Lowie, Edward Sapir, Melville 
Herskovits, Paul Radin, Ruth Benedict, Margaret Mead, entre otros), caracterizada 
por el eclecticismo o, en alguna de sus variantes – la de Robert Lowie, en 
particular – , por la tendencia a subrayar la autonomía (y aún la eventual ausencia 
de funcionalidad) de los (sub)sistemas de valores y creencias dentro del conjunto 
de la cultura (25). 
Probablemente, toda esta polémica cuestión quede mejor planteada si 
admitimos, coincidiendo con la línea argumentativa que sostiene lúcidamente 
Maurice Godelier (26) que la Antropología, o la Etnología, vale decir, aquellas 
disciplinas que se proponen como objeto la(s) cultura(s) humana(s) (así como, por 
otra parte apresurémonos a agregar, la Psicología), integra el continente teórico 
de la Historia.(27). 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
5 
 
Si efectuáramos una labor de com-posición (que implique contraposición, 
superposición y yuxtaposición) de las diversas conceptualizaciones sobre “cultura” 
(algunas de las cuales han quedado sintetizadas más arriba), tendríamos los 
elementos para construir un diagrama que permita abarcar la globalidad de un 
campo histórico circunscripto para el análisis. Contando con él, podríamos 
discernir con mayor claridad las diferencias distintas orientaciones y 
probablemente distinguir entre sentidos amplios y restringidos en el uso de aquel 
término. Si se tiene cuidado de no introducir en forma prematura la discusión de lo 
que hace a precedencias o preponderancias en la determinación de los 
fenómenos a estudiar, el esquema puede bosquejarse, en un primer momento 
meramente descriptivo como sigue: (28): 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Puede observarse que, a partir de una probable unanimidad en cuanto a 
reconocer como incumbente el reino de la “cultura” lo que el esquema ubica en su 
centro y en uno, por lo menos, de sus vértices (el de Semiosis y Sistemas de 
Significados) (29), habrá disenso, luego, en cuanto a la pertinencia o no de incluir 
en dicho reino algunos de los vectores laterales, particularmente los de la mitad 
inferior del diagrama. 
SEMIOSIS. 
Sistema de 
significación. 
C
R
A
T
E
S
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* 
 
 
 
C
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 P
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c
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s
o
s
 
 
Sistema Político 
Sub sistema 
nómico 
Sub sistema 
ideológico 
Precondiciones y 
límites para los 
procesos 
PHYSIS 
Sub sistema 
económico 
Sub Sistema 
ecológico 
 
Sub Sistema 
epistémico 
 
Sub Sistema 
tecnológico 
Discursos, prácticas, intercambios que 
siguen pautas instituidas más o 
menos heterogéneas) sujetas a 
transformaciones. 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
6 
 
Mario Bunge ha propuesto –en un trabajo titulado “Culture as subsystem of 
Society: Culture Change as an Aspect of social change”, presentado en un 
simposio de febrero de 1976- considerar que la cultura constituye un “subsistema” 
de la sociedad, en la cual hay que tener en cuenta también los subsistemas de la 
política y la economía. El subsistema llamado “cultura” no es autónomo, sino que 
se halla integrado con los otros sistemas indicados, pero puede distinguirse de 
ellos y puede incluir a su vez otros subsistemas (como el arte, la ideología, la 
ciencia, la matemática, -como la lógica, a mi juicio, sistema (abstracto) de 
significación”- las humanidades e, incluso, la tecnología). (30). 
Esta propuesta coincide en un aspecto, con la comentada en un trabajo del 
que soy autor, (“Tres proposiciones…” ya citado; véase nota 18), solo que en ella, 
que representa una complejización del esquema recién diagramado, no incluiría 
de lleno la tecnología (a la que resulta más plausible remitir a una Instancia 
Económica) y desdoblaría el Subsistema –o instancia- cultural en “Instancia 
ideológica” e “instancia  designando así al “lugar” () donde se establece la 
relación fundante de los sujetos humanos con los sistemas de significación que 
operan su incorporación a las demás instancias. 
La “cultura” en un sentido restringido ya, se produce y mantiene como 
efecto de la articulación de tales “dos instancias” en el ámbito histórico que se está 
estudiando. Discursos, prácticas e intercambios siguen dicha articulación el trazo 
de instituciones específicas: familia, educación. Desde la perspectiva del 
psicólogo, por lo menos, resulta necesario mantener diferenciadas las dos 
“instancias” porque eso nos permite acceder a los factores concretos que han 
participado en la constitución de historias individuales (y aun de constructos tales 
como “carácter” o “estructura de personalidad”), sin perder la posibilidad de 
articular en nuestros datos esa perspectiva con la consideración de lo que ya-está-
ahí (co(i)nstituido) en la cultura como producto de un proceso histórico colectivo. 
Michel Tort (31) sugiere, además, profundizar la teoría de dicha conexión, o 
articulación, con la hipótesis, especialmente afín a la óptica del psicoanálisis, de 
que las formaciones ideológicas (mitos, concepciones del mundo, etc.) se insertan 
en un “zócalo” dispuesto por los productos de una actividad psíquica que es 
básicamente inconsciente (32), a los que él llama, por influencia lacaniana 
“formaciones del inconsciente”. 
En otros trabajos (33), me he ocupado de precisar –dentro de esa misma 
línea de argumentación- que el análisis de dicha articulación debería tomar en 
cuenta especialmente el efecto de las constricciones (formales y de contenido) 
que emanan de un producto psíquico particular, el que Freud llama 
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7 
 
Phantasiablidung (formación fantasmática), o simplemente Phantasia (fantasía o 
fantasma). Se trata de conjuntos representacionales optativos cuya forma es 
argumental (34). Por esta última característica, precisamente, sirven muy bien a 
fines de re-presentar un mundosocial. Es así que en la “instancia ideológica” y en 
la “instancia ” ubicaríamos dos complementarios “lugares” de fantasmatización, 
el uno histórico-colectivo y el otro histórico-individual. 
Es significativo que una de las obras psicoanalíticas fundamentales sobre 
psicología colectiva, Psicología de las masas y análisis del yo, tenga también 
como objeto la profundización en el estudio de la estructura y génesis del yo. En 
ella, Freud conecta la fantasía que él llama “estructura libidinosa” en las 
formaciones colectivas (de las que nos ocuparemos más adelante) con la forma 
misma de la subjetividad individual. En otras palabras, que –como allí se aclara- el 
“lugar” de los ideales, siendo público y privado al mismo tiempo, presenta más que 
isomorfismo en ambos campos, coincidencia. Por este camino es necesario 
proseguir, concibiendo con mayor precisión tipos y transformaciones de 
“estructura libidinosa” (35), como sustrato de “culturas” específicas, así como las 
variedades de despliegues, en secuencias argumentales concretas, a los que 
pueden dar lugar. El modelo narrativo general de tales despliegues es el mito (36). 
En los términos más generales posibles, “Edipo”, argumento de argumentos (en 
los que coinciden, a través de los siglos, Aristóteles y Freud), impone su forma, 
transferida del “lugar” familiar, a los más diversos dramas colectivos (37). 
Los psicólogos, sociales (institucionales) o clínicos nos vemos abocados de 
modo continuo, en la práctica, a trabajar con esta zona ambigua donde los 
raciocinantes portadores de ideología son también soñadores (y viceversa), 
piensan-deseando o desean-pensando por intermedio de fantásmata quizá no 
innumerables, sino típicos. 
Desde la perspectiva recién bosquejada, una “cultura” específica, en 
ámbitos de variable amplitud, a veces concéntricos: familiares, grupal, 
institucional, etc. se nos presentaría, entonces, según una de sus dimensiones 
esenciales, como urdimbre argumental, discursiva-y-práctica, de distribución de 
lugares sociales, con un revés de trama donde fantásmata e ideologemas serían 
vertientes hacia historias individuales y hacia historias colectivas, respectivamente. 
 
La “cultura” de las organizaciones 
Las organizaciones constituyen uno de los ámbitos psicosociales acotados 
por un interés práctico para rastrear en ellos la urdimbre cultural en la que se 
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8 
 
sustentan fenómenos de conducta, especialmente aquellos que reclaman atención 
por su carácter conflictivo. Así ha surgido como quedó apuntado al principio, la 
Psicología Institucional. 
Entre las principales tradiciones teóricas, que también son, claro está, en 
alguna medida tradiciones filosóficas o ideológicas confluyentes en este campo de 
práctica –fundamentalmente, la de la psicología social norteamericana, tributaria 
del empirismo anglosajón (38), la de la “dinámica de los grupos” lewiniana, 
derivada de la fenomenología, (39), la psicoanalítica (40) y, desde hace poco, la 
del “análisis institucional” francés (41) – le corresponde, a mi juicio, al psicoanálisis 
cierta precedencia en cuanto a destacar la importancia de la “cultura”. 
En Psicología de las masas y análisis del yo, Freud caracteriza como 
“ficción o ilusión primaria”, fundamental para la subsistencia de una “masa 
organizada” lo que puede concebirse, precisamente, como nudo central de lo que 
antes postulamos como urdimbres culturales míticas en los ámbitos colectivos, 
productos –como dijimos- a la vez ideológicos y psíquicos (fantasmáticos). 
El argumento cristalizado allí, en lo que Freud denomina estructura 
libidinosa” es el siguiente: “Hay alguien de presencia visible o invisible (Cristo en la 
Iglesia Católica y el general en jefe en el ejercito), que ama con igual amor a todos 
los miembros de la comunidad.” (42). Y agrega Freud: “De esta ilusión depende 
todo, y su desvanecimiento traería consigo la disgregación de la Iglesia o el 
Ejercito, en la medida en que la coerción exterior lo permitiese”. (Ibíd.) No caben 
dudas de que aquí encontramos un fundamento cultural de la vida del grupo, en el 
sentido restringido de la palabra que ya hemos acotado. (43) Queda planteado el 
interesante problema, teórico y práctico, de investigar si esta forma fantasmática 
central guarda relaciones significativas, y cuáles, con otras formas 
organizacionales, fuera de su evidente homología con la pirámide jerárquica. 
En esa misma obra, Freud reconoce, sin embargo, su deuda con el 
psicólogo Británico William McDougall que en su obra The Group Mind, publicada 
en 1920, al describir los grupos organizados destaca entre otras condiciones 
estructurales, dos aspectos que coincidirían, uno con una versión intelectualista de 
la “estructuralista libidinosa”, y otro con uno de los sentidos restringidos del 
término “cultura” que hemos relevado en nuestro breve examen de una literatura 
antropológica (44). El primero de estos aspectos es, según Mc Dougall, la 
necesidad de que los miembros de una organización determinada compartan una 
“idea” de los objetivos de la misma, de la que se derivarán una actitud afectiva 
común. El segundo aspecto consiste en que la colectividad posea “tradiciones, 
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9 
 
usos e instituciones propios, relativos sobre todo a las relaciones recíprocas de 
sus miembros” (Freud, pág. 1128). 
El sentido más amplio del término “cultura” es en cambio, el usado por un 
psicoanalista Ingles Elliot Jaques, en su texto pionero sobre la intervención 
psicoanalítica en un medio organizacional, que se denomina justamente “The 
changing culture of a factory” (“La cambiante cultura de una fabrica”) (45). La 
siguiente es una definición que da Jaques allí de “cultura”: 
“La cultura de la fábrica es su manera acostumbrada y tradicional de 
pensar y de hacer las cosas, que está compartida, en mayor o menor 
medida, por todos sus miembros y que los nuevos miembros deben aprender 
y –por lo menos parcialmente- aceptar, para ser aceptados cuando entran a 
prestar servicios en la firma. La cultura, en este sentido, cubre un amplio 
rango de conductas: los métodos de producción; pericias ligadas a tareas 
especificas y conocimientos técnicos; actitudes en relación con la disciplina y 
el castigo; las costumbres y hábitos de la conducta administrativa; los 
objetivos de la empresa; su manera de hacer los negocios; los métodos de 
pago; los valores asignados a diferentes tipos de trabajo; creencias en la vida 
democrática y en la concertación; y las convenciones y tabúes menos 
conscientes. La cultura es parte de una segunda naturaleza para aquellos 
que han estado en la firma durante algún tiempo. La ignorancia de la cultura 
caracteriza a los nuevos, mientras que los miembros inadaptados son 
reconocidos por ser aquellos que rechazan la cultura de la firma o que, de 
una u de otra manera, son incapaces de usarla. En síntesis, la posibilidad de 
relacionarse depende de que se asuman roles dentro de una estructura 
social; la cualidad de estas relaciones está gobernada por el grado en que 
los individuos en cuestión hayan absorbido la cultura de la organización, de 
modo de poder operar dentro del mismo código general. La cultura de la 
fábrica consiste en los medios o técnicas que están a disposición del 
individuo para manejar sus relaciones y de los que él depende para abrirse 
camino entre, y con, los otros miembros y grupos”. (Óp. Cit. Pág. 251). 
Puede pensarse que esta definición demasiado amplia deja escapar, salvo en la 
exigua referencia a los “tabúes y convenciones menos conscientes”, aquello que 
parecía más interesante del inicial enfoque psicoanalítico (freudiano) de las 
organizaciones, o sea, su cernidura de un sustrato fantasmático de la vida 
colectiva. Hay en Jaques un retorno al“intelectualismo” que habíamos observado 
en McDougall. 
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10 
 
En la Argentina dos psicólogos sociales Carlos Aligchu y Eva G. de Muchinik, 
(46) proponen un modelo interesante, que implica una concepción particular de la 
“cultura” organizacional o institucional: 
“Operar desde la psicología social en una organización exige investigar cómo 
se expresa la relación entre tres componentes de lo institucional: gestión, 
estructuración, y socialización. Llamamos componentes de gestión a 
aquellos que hacen a la concepción de la tarea; componentes de 
estructuración a aquellos que hacen a la organización de los recursos; y 
componentes de socialización a los que hacen a las formas en que diversos 
grupos involucrados expresan su vinculación entre sí y con la organización… 
Interesa discriminar fenómenos y procesos que, más allá de su singularidad en 
una organización, sean identificados como característicos de ciertas formas de 
equilibrio y transacción con el entorno. De lograrlo, estos equilibrios entre 
componentes de gestión, estructuración y socialización definirían culturas 
institucionales particulares. Estas culturas podrían ser expresadas a través de 
operacionalizaciones más concretas y el modelo de intervención podría incorporar 
sugerencias diagnósticas, pronósticas y evaluativas más precisas (47). 
En los años recientes, se han comenzado a divulgar con notable impulso desde 
EE.UU, las concepciones de una corriente de consultores organizacionales que 
reivindican la importancia de lo noción de "cultura" en la empresa, aunque 
dándole al termino un sentido especial. Los expositores más sistemáticos de este 
enfoque, (que ha nacido, en parte Importante, como consecuencia de la crisis de 
eficacia que las empresas norteamericanas han experimentado en los últimos 
años en su competencia con las organizaciones similares del Japón) son, por un 
lado, Thomas J, Peters y Robert H, Waterman, Jr ., en su libro In Search of 
Excellence (En busca de la excelencia, Experiencias de las empresas mejor 
gerenciadas de los Estados Unidos, Buenos Aires, Atlántida, s/d) y, por otro, 
Terence E. Deal y Allan A. Kennedy, en: Las empresas como sistemas culturales, 
Ritos y Rituales de la vida organizacional, de Buenos Aires, Sudamericana, 1985. 
De este último libro, entresacamos estas caracterizaciones: 
“Los valores son los cimientos de cualquier cultura corporativa. Como 
esencia de la filosofía que la compañía tenga para alcanzar el éxito, los 
valores proporcionan un sentido de dirección común para todos los 
empleados y establecen directrices para su comportamiento diario. Estas 
fórmulas para lograr el éxito determinan el tipo de héroes corporativos y 
ocasionalmente surgen de ellos. Determinan también los mitos, rituales y 
ceremonias de la cultura. De hecho, creemos que las compañías 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
11 
 
frecuentemente tienen éxito porque sus empleados pueden identificarse con 
los valores de la organización y adoptarlos” (pág. 21). 
“Cada negocio, de hecho cada organización, tiene una cultura. En ocasiones 
se encuentra fragmentada y es difícil percibirla desde afuera…Por otro lado, 
a veces la cultura de una organización es muy fuerte y cohesiva; todos saben 
cuáles son las metas de la corporación y trabajan por lograrlas. Bien sea 
vigorosa o débil, la cultura ejerce una poderosa influencia en toda la 
organización; afecta prácticamente a todo, desde quien recibe un ascenso y 
qué decisiones se toman, hasta la forma en que se visten los empleados y 
qué deportes practican.” (pág. 4). 
Estos autores revalorizan la importancia del articulador narrativo-discursivo en 
el ámbito colectivo de las organizaciones, entre otras palabras, el valor de los 
mitos (48). Dicen Peters y Waterman: “en un sentido organizacional… historias… 
mitos y leyendas aparecen muy importantes porque son portadores de los valores 
y de la cultura de la organización”. (Op.cit., pág.76-77). En lo que hace a una 
dimensión práctico-técnica, vale la pena destacar que estos autores hablan de 
“diagnostico cultural” (Deal y Kennedy, Op. cit. pág. 137 y sig.) y también, aunque 
no en el contexto de la intervención, de una “interpretación de la cultura”. 
Como vemos, parece tratarse aquí, en principio, de una nueva versión, intuitiva 
y pragmática de lo que apuntaba en Mc Dougall como requerimiento de toda 
organización de que sus miembros compartan intelectual y afectivamente sus 
objetivos. Sin embargo, hay en esta corriente, que reconoce como principales 
antecedentes en el campo de la teoría administrativa de la psicología social de las 
organizaciones la obra de Chester Barnard, Philip Selznick y –ya en la actualidad- 
la de Karl Weick (49). Una mayor acentuación de los aspectos no conscientes de 
la impregnación que ejerce la “cultura” en los sujetos. 
La intención manipulativa es explícita. Así, Peters y Waterman recomiendan: 
“Solamente si se hace actuar a las personas, aun en pequeñas escalas, en el 
sentido que uno quiere, llegaran ellas a creer en lo que hacen. Además, el 
proceso de obtener apoyo se mejora mediante el manejo explícito del proceso de 
calificar después de la acción; en otros términos, alabar pública y constantemente 
las pequeñas victorias”. (Op. cit. pág. 75) (50) 
En definitiva, el enfoque, aunque quizás algo simplista, desemboca en una 
certera justipreciación, no solo -aunque no se nombre al psicoanálisis- de la 
eficacia de lo que Freud denominó “estructura libidinosa”, sino también, con la 
intención manipulativa, del valor motivador de esa “urdimbre argumental, 
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12 
 
discursiva-y-práctica, de distribución de lugar sociales” (v. supra, pág. 15), 
construcción en la que hemos propuesto hacer confluir, bajo el rubro de la “cultura” 
de un ámbito histórico colectivo, ideología y fantasma. 
 En la práctica de la psicología institucional psicoanalítica que sigue, en la 
Argentina, en sus lineamientos generales, las ideas y modelos de trabajo de E. 
Pichón Riviére, J. Bleger y F. Ulloa, la intervención se guía por objetivos 
opuestos a la que caracterizan a la corriente recién descripta. En lugar del 
asesoramiento gerencial que permite perfeccionar los mitos sujetadores de una 
“cultura” corporativa, practicamos aquí un modelo de intervención que privilegia el 
esclarecimiento de los mecanismos que hacen eficaces a tales mitos, en el curso 
de una reflexión crítica sostenida por los mismos interesados. Por eso mismo, 
quizás, la práctica más frecuente no se lleva a cabo en organizaciones del ámbito 
productivo (económico), donde es difícil que ese intento se vea favorecido o 
tolerado, sino en aquellas de los órdenes institucionales correspondientes a la 
educación, la asistencia, la cultura (en un sentido no técnico de la palabra), etc. 
donde es más viable la tarea. 
 En el curso de la intervención, es típico que el psicólogo tenga que dilucidar el 
fantasma que Freud calificó de “ficción o ilusión primaria” en la sustentación 
psicosocial de las instituciones, vale decir la ya tan mentada “estructura libidinosa”. 
 Por ejemplo, en una intervención realizada en un servicio asistencial, y de la 
que se publicó un relato pormenorizado (51), fue parte del proceso de desarrollo 
del grupo de los profesionales la disolución de una “ilusión grupal”, sustentada en 
este caso en el “mito” del prestigio de la institución y en ciertas características del 
liderazgo que ejercía el jefe. Este era tan “absorbente” que los integrantes del 
servicio estaban “paralizados, aletargados… (con la impresión de ser) inútiles e 
incapaces (52). Fue necesario, por ello, ayudar de los miembros del grupo a 
deshacer la estructura(libidinosa) que los mantenía sujetos, lo que equivalió a 
romper la fascinación por la figura del jefe y “el prestigio” de la institución. 
Conseguida esa transformación “cultural” este proceso tendría consecuencias 
inmediatas en el plano de la organización: los diferentes equipos profesionales se 
abocaron a la tarea de elegir sus formas de organización interna… 
 Los coordinadores de los diferentes equipos profesionales constituyeron a su 
vez un grupo que llegó a conocerse como “grupo staff”. Esta institución representó 
la encarnación de los nuevos poderes legítimos conquistados por el grupo 
después del “parricidio”. Se encargó de normalizar las actividades conjuntas, la 
forma de ingreso de nuevos miembros, ciertos aspectos de la relación con el 
exterior, etc. 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
13 
 
Esa nueva institución consagró en lo organizativo la modificación producida a 
nivel de la estructura libidinal, traduciendo con notable claridad el momento de la 
estructura libidinal del grupo que Freud, dentro de la secuencia mítica que diseña 
en Tótem y Tabú denomina la “alianza fraterna” (53) 
Queda abierta - hay que insistir en ello – la cuestión de vincular este nivel de 
determinación operante en los campos históricos colectivos con los otros niveles 
que es habitual reconocer: ¿Hasta dónde llega la autonomía relativa de los 
procesos “culturales” así circunscriptos? ¿Qué sinergia establece este 
(sub)sistema (que tiene sus propias reglas de transformación, como se desprende 
del ejemplo transcripto) con los que figuran por ejemplo, en los bordes del 
diagrama presentado en pág. anterior. También importa destacar la dependencia 
de los campos circunscriptos en relación con aquellos más amplios que los 
incluyen (54). En el caso de la organización dónde se llevó a cabo la intervención 
reseñada, es evidente que los procesos de transformación en ella localizados sólo 
adquieren inteligibilidad plena cuando los ubicamos en el contexto sociopolítico (y 
también, en lo más específico, científico, profesional, gremial) de la Argentina de 
hace 15 años. Y también, claro está, en ese contexto “cultural” más amplio. 
Más allá de la organización: La necesidad de tomar en cuenta el contexto 
cultural en el que la “cultura” de una organización se inserta significativamente se 
le impone al psicólogo institucional en su práctica de modo continuo - esté o no 
advertido de ello por una teoría que integre sistemáticamente el dato. 
Dicho contexto está complejamente constituido por las pautas culturales (más 
abarcativas) que tienen vigencia en los múltiples campos históricos colectivos en 
los que el ámbito estudiado se inserta, en términos de pertenencia y referencia 
para sus miembros. 
Aquí “Cultural” vale en todos los sentidos del término reseñados, vale decir: 
a) Avatares de la “Estructura Libidinosa” freudiana y urdimbre mítica 
(ideológico-fantasmática) centrada en ella; 
b) Sentidos restringidos 
c) Sentido Amplio 
 
Tributarios de una civilización muy trabajada por la historia, heterogénea y 
compleja nuestra Sociedad, no es sorprendente que la consideración del contexto 
cultural en el que se engarzan algunos de los conflictos de las organizaciones que 
llegan a nuestra atención nos obligue a menudo a desplazamientos de gran latitud. 
En el Discurso de las Ciencias del Hombre 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
14 
 
Valga como ejemplo lo ocurrido en un trabajo de Psicología Institucional 
Psicoanalítica que se llevaba a cabo con el cuerpo directivo y docente de una 
institución católica de enseñanza: 
Entre otros conflictos, había en esa institución una confusa implementación del 
sistema de normas y sanciones. La implementación era en algunos aspectos muy 
estrictas y en otras inexplicablemente laxa. En el curso de las reuniones, se fue 
perfilando una figura mítica, la de la parábola del hijo pródigo, que arrojó 
inesperada luz sobre el tema. El Director, que manifestaba siempre su propósito 
de aplicar en su vida y en su trabajo los principios éticos que entendía coherentes 
con su fe religiosa, dijo en una reunión que, para él, esa parábola era - en efecto - 
guía de conducta. Por esa razón, era más benévolo con los infractores que se 
mostraban arrepentidos que con la gente acostumbrada a cumplir. Estas 
manifestaciones provocaron en todos los que participaban en la reunión una 
reacción entre indignada y risueña, pero - sin duda – les ayudaron a entender, 
desde el nivel de la “cultura” implementada allí por la autoridad máxima, algunos 
de los conflictos manifiestos. (Aquí “cultura” tiene reminiscencias de la acepción 
que intentan darle los recientes teorizadores de la empresa del nuevo tipo). Pero 
el tema dio para más. Porque obligó a todos a reflexionar sobre las relaciones del 
Cristianismo con la Ley. Por un requerimiento argumental-fantasmático que Freud 
interpretó hacia el final de su última obra, “Moisés y la religión monoteísta” (55) – 
el Hijo ocupa el lugar del Padre- esas relaciones no pueden ser sino ambiguas. 
“El Dios Cristiano, dijo por fin el Director, antepone el Amor a la Justicia”. 
Algunos de los miembros del grupo, precisamente – como era de esperar- los más 
“cumplidores”, replicaron (resentidos como los hermanos del hijo pródigo de la 
parábola): “¿puede haber orden –el orden que, por otra parte, se nos exige- sin 
justicia?”. (La interrogación sigue abierta). (56). 
Sin otra intervención (en realidad, la situación es bastante frecuente), era 
motivo de consulta, entre otros, por parte de una organización asistencial, la 
acentuada rotación de un sector del personal profesional: 
Al avanzar el trabajo, se hizo plausible la hipótesis de que los motivos que 
podían generarse desde el interior de la organización para determinar ese 
supuesto “síntoma” no tenían peso comparable al de un factor externo que sí 
aparecía como fuertemente determinante. Ese factor extrínseco estaba alojado en 
la (sub)cultura del grupo profesional en cuestión. (Aquí “cultural” tiene el sentido 
restringido de conjunto de valores, creencias, etc.-“(sub)sistema ideológico” de los 
bordes de nuestro diagrama). Entre los profesionales de ese ramo de la actividad 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
15 
 
asistencial se valora especialmente al trabajo privado por contraposición al trabajo 
en una institución: éste solo es considerado como etapa inicial de una práctica. El 
arraigo que tenía esa concepción y esos valores difícilmente podía ser 
contrarrestado por incentivos propuestos por la organización. 
Estas observaciones nos dejan en las puertas de una modalidad de la práctica 
de la psicología institucional que toma como objeto un ámbito (sub)cultural 
específico. En un trabajo del que soy autor (57), propongo utilizar un término 
forjado por Michel Foucault, “dispositivo”, para designar esos espacios de 
entrecruzamiento de prácticas, discursos y modos de intercambio 
institucionalizados, diversos, cuyo centro puede estar constituido por una 
especialidad médica, determinado deporte, una profesión o disciplina artística, etc. 
En dicho trabajo describo el tipo de movimiento de “deriva institucional” 
(Lapassade) gracias al cual el psicólogo puede irse desplazando entre, y a través 
de, las organizaciones de ese ámbito (el “dispositivo pediátrico” en el caso 
relatado allí). La especificidad de la perspectiva del psicólogo (dentro de un 
posible, o deseable, equipo multidisciplinario) se hallará, a mi juicio, en el intento 
sistemático de discernir allí constantes o regularidades ideológico- fantasmáticas 
(vale decir, míticas) (58), aviado con cuya interpretación podrá operar, con 
recursos técnicos adecuados a cada circunstancia de intervención y según los 
principios generales (éticos e ideológicos,a su vez) que sirvan de guía en la 
práctica. 
Un recaudo epistémico debe advertirle, sin embargo, de no absolutizar las 
conclusiones que extraiga de su perspectiva de análisis, que le hace descubrir una 
dimensión de determinación efectivamente operante y hasta ahora descuidada por 
las ciencias de la sociedad o de la historia (59). La determinación de los procesos 
que tienen lugar en un campo histórico colectivo tiene, no obstante, múltiples 
dimensiones. Se trata, siempre, por lo tanto, de una sobre-determinación, en la 
producción del acontecimiento,(que no sea, claro está, un acontecimiento 
puramente natural, como un cataclismo) y en el mantenimiento o transformación 
de la estructura o la institución. 
Nada nos obliga, por otra parte, en estos ámbitos sociales y “culturales” de 
mediana amplitud – tanto el de las organizaciones como el de los “dispositivos” – a 
tener que optar de modo prematuro en relación con la grave cuestión de dónde 
ubicar lo determinante “en última instancia”. Pueden constituir, por tanto, espacios 
abiertos a la indagación, la reflexión y la acción prudente. 
 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
16 
 
NOTAS 
*El subrayado es mío (R.M) 
1) Cf. Por ejemplo, Floyd Allport Institucional Behavior, University of North Carolina Press, 1933. 
2) La definición, admirablemente simple, que da Etzioni de “organización” es esta: “Las 
organizaciones son unidades sociales (o agrupamientos humanos) deliberadamente construidos y 
reconstruidos para procurar fines específicos”. (A. Etzioni, Modern Organizations, Englawood Cliff, 
n. Jersey, Prentice Hall, 1964, pág.3) la expresión “psicología organizacional” es la habitual ahora 
en los países de habla inglesa. 
3) V. Quintiliano, Instituciones oratorias, Madrid, Hernando, 1942. 
4) Emile Benveniste, Vocabulario de las Instituciones Indo-europeas, Madrid, Taurus, 1981. 
4’) Cf. Marcel Mauss, Institución y culto. Representaciones colectivas y diversidad de civilizaciones. 
Obras II, Barcelona, Barral, 1971. 
5) Nicholas S. Timasheff, La teoría sociológica, México, F.C.E., 1961, pág. 325. 
6) Cf. Entro otras de sus obras, El nacimiento de la clínica, México, Siglo XXI, 1986; Las palabras y 
las cosas, México, Siglo XXI, 1968; Historia de la locura en la época clásica, México, F.C.E, 1976; 
Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 1976; Histoire de la sexualité, Paris, Gallimard, tres tomas 
publicados, 1984. 
7) Cf. Mythologias, Paris, Seull, 1957. 
8) Cf. Jouir du pouvoir, Tratté de la bureacratics patriots, Paris, Minuit, 1976. 
9) Cf. René Lourau, L’analyse institutionelie, Paris, Minuit, 1970; George Lapassade, Gruopes, 
organisations, institutions, Paris, Gauthier-Villars, 1970; Félix Guattarí,, Psychanalyse et 
transversalité, Paris, Mespera, 1972; F. Guattarí, G. Lapassade, et añ., La intervención 
Institucional, Mexico, Follos, 1981; G. Baremblitt (coord.), El inconsciente institucional, México, 
Nuevomar, 1983. 
10) Cf. Amitai Etzioni, Modern organizations. Englewood Cliffs, N. Jersey, Prentico-Hall, 1964; 
también: Claude Lévy-Laboyer, Psicología de las organizaciones, Barcelona, Planeta, 1976. 
11) Cf. p. ej. Phillip K. Bock, Introducción a la moderna Antropología Cultural, México, F.C.E., 1977. 
12) Cf. C. Wissler, Men and Culture, Nueva York. Crowell, 1923. Véase también: Phillip K. Bock, 
Op. cit. págs. 535-540. 
13) E.B. Taylor, The origins if culture, Nueva York, Harper Torch-books, 1958. 
14) R. Linton, Estudio del hombre, México, F.C.E., 1942, pág. 90. 
15) R. Linton, Cultura y personalidad, México, F.C.E, 1945. 
16) Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn, “Culture: a critical review of concepts and definitions”, 
Universidad de Harvard, Papers of Peabody Museum of American Archeology and Ethnology, vol. 
47, 1952, pág. 145. 
17) Ph. Bock, Op. Cit. págs. 30-31. 
18) R. Redfield. The Folk Culture of Yucatan, Chicago, Univ. Of Chicago, Press, 1941, pág. 132. 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
17 
 
19) Cf. por ejemplo, L. Langness, The Life History in Anthropological Science, Nueva York, Holt, 
Rinthart &Winston,1965. 
20) Véase, por ejemplo, Ralph Linton, Estudio del hombre, México, F.C.E., 1942, pág. 92-96. 
21) L. A. White, The Science of Culture, Nueva York, Ferrer, Strauss y Young, 1949. 
22) I. C. Raznikov, Semiótica e Marxismo, I probleml gnoseologici della semiótica, Milán, Bomplani, 
1967, pág. 309. 
23) Cf. por ejemplo, M. Nash, Primitive and Peasant Economic Systems, San Francisco, Chandler, 
1966; también: M. Herskotivs, Antropología económica, México, F.C.E., 1954. 
24) Cf. Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica, Ina de las teorías de la cultura, 
Madrid, S. XXI, 1978. 
25) Una orientación levemente psicoanalítica dentro del campo antropológico fue la de Abram 
Kardiner (cf. por ejemplo, Fronteras psicológicas de la sociedad, México, F.C.E., 1955). Que 
postulaba la existencia de una “estructura de la personalidad básica” característica de los 
miembros de una sociedad dada, dividiendo los aspectos institucionales en dos categorías: 
primaria y secundaria. Las instituciones primarias (entre ellas la organización de la familia, la 
alimentación, el destete, la educación sexual y las pautas de subsistencia) eran las responsables 
de la formación de la personalidad básica. Las instituciones secundarias (sistemas de tabú, 
religión, rituales, cuentos populares, técnicas de pensamiento, etc.) “mitigan las tensiones creadas 
por las instituciones primarias o fijas”. 
26) M. Godeller, Horizons, trajete Marxista en Antropología, París, Maspro, 1973. 
27) Con respecto a la relación Psicología/Historia, hay que decir que Freud efectúa una 
transposición nada inocua cuando afirma (en SU Nueva Conferencia “Sobre una Waltanschauung”, 
Obras completas, Vol. II, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, pág. 872): “En rigor, no hay más que dos 
ciencias: la Psicología, pura y aplicada, y la Historia Natural”. Hubiera sido a todas luces más 
correcto afirmar: “Historia Natural e Historia Humana” 
28) Una versión previa de este esquema figura en: R. Malfé, “Consideraciones críticas sobre 
aspectos ideológicos y técnicos de la práctica psicoanalítica habitual”, Revista Argentina de 
Psicología, N° 4, A.P.B.A; Buenos Aires, 1970. Una transformación ulterior en: R. Malfé, “Tres 
proposiciones para cernir el objeto de la psicología (psicoanalítica) en horizontes del psicoanálisis 
aplicado”, Revista Argentina de Psicología, N°26, A.P.B.A; Buenos Aires, marzo de 1980. 
29) Perspectiva dese la que abarca la “cultura” otro etnólogo francés que siguió desarrollando, en 
la línea “estructuralista”, la tradición teórica de Durkheim y Mauss: Claude Lévi-Strauss. 
30) José Ferrater Mora: Diccionario de Filosofía, T. I, Madrid, Alianza, 1980, pág. 701. 
31) M. Tort, El psicoanálisis en el materialismo histórico, Bs. As.: Noé, 1972 
32) Recuérdese que este carácter, inconsciente, de las “ideas compartidas” por los participantes de 
una misma cultura, estaba incorporado a la definición de “cultura” propuesta por el antropólogo PH. 
Bock (véase más arriba, pág. 5) en lo que coincide con Lévi-Strauss. 
33) R. Malfé, “Psicología Institucional Psicoanalítica”, Revista Argentina de Psicología, XII, 30. Lo 
institucional, A.P.B.A., Buenos Aires, 199: ““Lugares” de la fantasmatización”, 2do Congreso 
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18 
 
Metropolitano de Psicología, De la Clínica psicoanalítica: aspectos y fundamentos, A.P.B.A., 
Buenos Aires, 1983. 
34) Dentro de las multiplicidades de los textos de Freud que tratan el tema, cf. esp.”Lo 
inconsciente”, “El creador literario y el fantaseo”, “Pegan a un niño”, Conferencia de Introducción al 
Psicoanálisis 23: “Las vías de formación de síntomas”, “Las fantasías histéricas y su relación con la 
bisexualidad”, Sobre un tipoparticular de elección de objeto en el hombre”, y sobre todo, La 
interpretación de los sueños, passim. 
35) Para esto habría que hacer intersectar el modelo sincrónico que usa Freud para acercarse a la 
psicología colectiva (Psicología de las masas) con el diacrónico Tótem y tabú y Moisés y la religión 
monoteísta. 
36) Cf., desde una perspectiva filosófica Ernst Cassirar, El mito del Estado, México, F.C.E., 1968: 
también: Gilio Dorfies, Estética del mito, Caracas, Tiempo Nuevo, 1970. 
37) Cf., R. Malfé, “Los suicidios de Jonestown”, Actualidad Psicológica abril de 1979. 
38) Cf. D. Katz y R. L. Kahn, La psicología social de las organizaciones, Mpexico, Trillas, 1975. 
39) Cf. Edgar H, Schein y Warren G. Bennis, Personal and organizational change through group 
methods, The Laboratory Approach, N. York, John Villey, 1965. También: Ronald Lippitt, Jeanne 
Watson y Bruce Ewstley, La dinámica del cambio planificado, Buenos Aires, Amorrortu, 1970. 
40) Cf. Robert de Board, El psicoanálisis de las organizaciones, Buenos Aires, Paidós, 1980: 
también José Bleger, Psicohigiene y psicología institucional, Buenos Aires, Paidós, 1966; y 
Fernando Ulloa, “Psicología de las instituciones. Una aproximación psicoanalítica”, Revista 
Argentina de Psicoanálisis, T. XXVI, 1969. 
41) Cf., supra, nota (9). 
42) S. Freud Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, pág. 1131 
43) recuérdese el antecedente representado por la intuición agustiniana que inspiro la escuela 
“institucionalista” francesa, V supra, pág. 3. 
44) Algunos antropólogos como W. Caudill (The psychlatric hospital as a small society; trad. castell. 
Bs. As. Ed. Escuela 1966 han trabajado sobre los campos organizacionales. 
45) E. Jaques The chapping culture of a factory, Londres. Tavistock 1951 
46) C. Aligchu y E. G. de Muchinik “Una institución para la enseñanza de idiomas, aplicación de un 
modelo de análisis” en E. G. Muchinik (Comp.) Ensayos sobre Psicología Institucional, Bs As Ed. 
de Belgrano 1982 (Actas de un simposio realizado en noviembre 1978). 
47) Sobre este tema de las “culturas institucionales” también Andrew Pestigrew, “On Studying 
Organizational Culturas” Adm St Quarterly diciembre 1978. 
48) Cf. sobre este tema Gunner Westerland y Svan-Erick Sjostrand, Organizational Myths, Nueva 
York, Harper and Row, 1978. 
49) Karl E. Walck, The Social Psychology of Organizing, Reading, Mass., Addison-Wesley, 1979. 
50) No deja de ser paradójico este retorno disfrazado de las ideologías corporativistas y 
totalitaristas que el liberalismo contribuyó a derrotar en la segunda Guerra, y precisamente por la 
Pertinencia y Actualidad de la noción de “Cultura” para la Psicología Institucional 
 
19 
 
influencia demostrativa que ejerce el éxito industrial y comercial de uno de los países derrotados 
entonces. 
52) Op. Cit. Pág. 186. 
53) Op. Cit. Pág. 204-6. 
54) La necesidad de ocuparse sistemáticamente de la relación entre la organización y su entorno 
ha sido subrayada por Katz y Kahn, op.cit. y se desprende también de la experiencia de A. K. Rice 
an Ahmedabad (cf. Rice, A. K; The Enterprise and its Environment, Londres, Tavistock, 1963). 
55) S. Freud, Obras Completas, Vol III, Madrid, Biblioteca Nueva, 1968, pág. 284, apudfinam. 
56) Los ámbitos confesionales, como todos los pronunciamientos ideologizados (en el sentido no 
técnico de la expresión) plantean problemas peculiares para el trabajo psicológico, CF; en relación 
con las escuelas judías, Siegfried Bernfeld, El psicoanálisis y la educación antiautoritaria, 
Barcelona, Barral, 1973, esp. Pág. 188-197. 
57) R. Malfé, “Psicología Institucional Psicoanalítica”: Superación del obstáculo organizacional” 
Revista Argentina de Psicología, XII, 32, julio de 1982. 
58) Aquí también hallamos estímulo en algunas nociones acuñadas en el ámbito de la 
Antropología, Bateson (Naven, Stanford, Stanford Univ. Press; 1958) propone el término EIDOS 
para designar los principios generales que dan coherencia a un sistema de creencias, algo así 
como sus premisas, extraídas de la frecuentación, recopilación, desmontaje y re-construcción de 
discursos, prácticas y sistemas de objetos. 
58) Aunque puede descubrirse en Giambattista Vico la intuición embrionaria. 
 
CRATESIS o DOMINACIÓN: “capacidad actual y potencial, de imponer regularmente la voluntad 
sobre otros, incluso (pero no necesariamente) contra su resistencia” (Guillermo O’Donell. “Apuntes 
para una Teoría del Estado”, en Oscar Oszlak (comp.), Teoría de la Burocracia Estatal: Enfoques 
Críticos, Buenos Aires, Paidós, 1984, pág. 200).

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