Logo Studenta

aa91394b8765224023fd13afa2697ae6

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

33
2. Realizamos una primera lectura del siguiente cuento.
El sueño del pongo
(José María Arguedas – Peruano)(José María Arguedas – Peruano)
Un hombrecito se encaminó a la casa-
hacienda de su patrón. Como era siervo, 
iba a cumplir el turno de pongo, , 
de sirviente en la gran residencia. 
Era pequeño, de cuerpo miserable, 
de ánimo débil, todo lamentable; 
sus ropas viejas.
El gran señor, patrón de la hacienda, 
no pudo contener la risa cuando 
el hombrecito saludó en el corredor 
de la residencia. 
—¿Eres gente u otra cosa? —le preguntó 
delante de todos los hombres y mujeres que 
estaban de servicio.
Humillándose, el pongo no contestó. 
Atemorizado, con sus ojos helados, 
se quedó de pie.
—¡A ver! —dijo el patrón—, por lo menos 
sabrá lavar ollas, siquiera sabrá manejar 
una escoba, con esas sus manos que parece 
que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia! 
—ordenó al mandón de la hacienda.
Arrodillándose, el pongo le besó las manos 
al patrón y, todo agachado, siguió 
al mandón hasta la cocina.
El hombrecito tenía 
el cuerpo pequeño, 
sus fuerzas eran, 
sin embargo, 
como las de un 
hombre común. 
Todo cuanto le 
ordenaban hacer 
lo hacía bien. Pero 
había un poco como 
de espanto en su 
rostro; algunos 
siervos se reían 
de verlo 
así, otros lo compadecían. “Huérfano de 
huérfanos; hijo del viento, de la luna debe 
ser el frío de sus ojos, el corazón pura 
tristeza”, había dicho la mestiza cocinera 
viéndolo.
El hombrecito no hablaba con nadie; 
trabajaba callado; comía en silencio. Todo 
cuanto le ordenaban cumplía. “Sí, papacito; 
sí, mamacita”, cuanto solía decir.
Quizá a causa de tener una cierta expresión 
de espanto, y por sus harapos y acaso 
también porque no quería hablar, el 
patrón sintió un especial desprecio por 
el hombrecito. Al anochecer, cuando los 
siervos se reunían para rezar el Ave María, 
en el corredor de la casa-hacienda, a esa 
hora, el patrón martirizaba siempre al pongo 
delante de toda la servidumbre; lo sacudía 
como a un trozo de pellejo.
Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba 
a que se arrodillara y, así hincado, le daba 
golpes suaves en la cara.
—Creo que eres perro. ¡Ladra! —le decía. 
El hombrecito no podía ladrar.
—Ponte en cuatro patas —le ordenaba 
entonces.
El pongo obedecía, y daba unos pasos 
en cuatro pies.
—Trota de costado, como perro —seguía 
ordenándole el hacendado.
El patrón reía de muy buena gana; la risa 
le sacudía todo el cuerpo.
—¡Regresa! —le gritaba cuando el sirviente 
alcanzaba trotando el extremo del gran 
corredor.
El pongo volvía, corriendo de costadito. 
Llegaba fatigado.
DESTREZA: Elegir lecturas basándose en preferencias personales de autor, género o temas y el manejo de diversos soportes para formarse
como lector autónomo
Glosario
pongopongo. Sirviente de la cas
a-
hacienda.
34
Algunos de sus 
semejantes, siervos, 
rezaban mientras tanto el Ave María, 
despacio, como viento interior en el 
corazón.
—¡Alza las orejas ahora, vizcacha! 
¡Vizcacha eres! —mandaba el señor 
al cansado hombrecito. Siéntate en dos 
patas; empalma las manos.
Como si en el vientre de su madre hubiera 
sufrido la influencia modelante de alguna 
vizcacha, el pongo imitaba exactamente 
la figura de uno de estos animalitos, cuando 
permanecen quietos, como orando sobre 
las rocas. Pero no podía alzar las orejas.
Golpeándolo con la bota, sin patearlo 
fuerte, el patrón derribaba al hombrecito 
sobre el piso de ladrillo del corredor.
—Recemos el Padrenuestro —decía luego 
el patrón a sus indios que esperaban en fila.
El pongo se levantaba a poco y no podía 
rezar porque no estaba en el lugar que 
le correspondía; ni ese lugar correspondía 
a nadie.
En el oscurecer, los siervos bajaban del 
corredor al patio y se dirigían al caserío 
de la hacienda.
—¡Vete, pancita! —solía ordenar, después, 
el patrón al pongo.
Y así todos los días, el patrón hacía 
revolcarse a su nuevo pongo, delante 
de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, 
a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus 
iguales, los colonos..
Pero… una tarde, a la hora del Ave María, 
cuando el corredor estaba colmado de 
toda la gente de la hacienda, cuando el 
patrón empezó a mirar al pongo con sus 
densos ojos, ese, ese hombrecito, habló 
muy claramente. Su rostro seguía un poco 
espantado.
—Gran 
señor, 
dame tu 
licencia; 
padrecito 
mío,quiero 
hablarte —
dijo. El patrón 
no oyó lo que oía.
—¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u 
otro? –preguntó.
—Tu licencia, padrecito, para hablarte. 
Es a ti a quien quiero hablarte —repitió 
el pongo.
—Habla… si puedes —contestó 
el hacendado.
—Padre mío, señor mío, corazón mío —
empezó a hablar el hombrecito—. 
Soñé anoche que habíamos muerto los dos, 
juntos; juntos habíamos muerto.
—¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio 
—le dijo el gran patrón.
—Como éramos hombres muertos, señor 
mío, aparecimos desnudos, los dos, juntos; 
desnudos ante nuestro gran Padre San 
Francisco.
—¿Y después? ¡Habla! —ordenó el patrón, 
entre enojado e inquieto por la curiosidad.
—Viéndonos muertos, desnudos, juntos, 
nuestro gran Padre San Francisco nos 
examinó con sus ojos que alcanzan 
y miden no sabemos hasta qué distancia. 
Glosario
vizcachavizcacha. Roedor de háb
itos nocturnos propio 
de 
las grandes llanuras d
e Perú, Bolivia, Chile 
y la 
Argentina. 
colonocolono. Indios que perten
ecen a la hacienda.
35
A ti y a mí nos examinaba, pesando, creo, 
el corazón de cada uno y lo que éramos 
y lo que somos. Como hombre rico y grande, 
tú enfrentabas esos ojos, padre mío.
—¿Y tú?
—No puedo saber como estuve, gran señor. 
Ya no puedo saber lo que valgo.
—Bueno. Sigue contando.
—Entonces, después nuestro Padre dijo 
con su boca: “De todos los ángeles, el más 
hermoso, que venga. A ese incomparable 
que lo acompañe otro ángel pequeño, que 
sea también el más hermoso. Que el ángel 
pequeño traiga una copa de oro llena 
de la miel de chancaca más transparente”.
—¿Y entonces? –preguntó el patrón.
Los indios siervos oían, oían al pongo, con 
atención sin cuenta, pero temerosos.
—Dueño mío: apenas nuestro gran Padre 
San Francisco dio la orden, apareció un 
ángel, brillando, alto como el sol; vino 
hasta llegar delante de nuestro Padre, 
caminando despacio. Detrás del ángel 
mayor marchaba otro pequeño, 
bello, de luz suave como 
resplandor de las flores. 
Traía en las manos una 
copa de oro.
—¿Y entonces? —repitió el patrón.
—“Ángel mayor: cubre a este 
caballero con la miel que está en la copa 
de oro; que tus manos sean como plumas 
cuando pasen sobre el cuerpo del hombre”, 
ordenó nuestro gran Padre. Y así, el ángel 
excelso, levantando la miel con sus manos, 
enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza 
hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, 
solo; en el resplandor del cielo la luz de tu 
cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho 
de oro, transparente.
—Así tenía que ser —dijo el patrón, y luego 
preguntó:
—¿Y a ti?
—Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro 
gran Padre San Francisco volvió a ordenar: 
“Que de todos los ángeles del cielo venga 
el de menos valer, el más ordinario. Que 
ese ángel traiga en un tarro de gasolina 
excremento humano”.
—¿Y entonces?
—Un ángel que ya no valía, viejo, de patas 
escamosas, al que no le alcanzaban las 
fuerzas para mantener las alas en su sitio, 
llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien 
cansado, con las alas chorreadas, trayendo 
en las manos un tarro grande. “Oye, viejo 
—ordenó nuestro gran Padre a ese pobre 
ángel—, embadurna el cuerpo de este 
hombrecito con el excremento que hay 
en esa lata que has traído; todo el cuerpo, 
de cualquier manera; cúbrelo como 
puedas. ¡Rápido!” Entonces, con sus 
manos nudosas, el ángel viejo sacando el 
excremento de la lata, me cubrió, desigual, 
Glosario
ChancacaChancaca. Nombre dado
 en el Perú, Bolivia, 
Argentina y Chile a la 
panela.
José María Arguedas 
(1911 – 1969) Reputado como uno de 
los mayores narradores peruanos de todos 
los tiempos, es notable por su profundo 
conocimiento de los ancestros aborígenesde su país, tema que trabajó con enorme 
lucidez. Algunas de sus obras son: Los 
ríos profundos, Yawar fiesta, Diamantes y 
pedernales, Agua y una reciente recopilación 
de viejas leyendas del pueblo quechua. 
36
3. Leo y comparto, con mis compañeros y compañeras, 
mis opiniones al respecto.
Historia de los dos que soñaron 
Jorge Luis BorgesJorge Luis Borges
Cuentan los hombres dignos de fe
(pero solo Alá es omnisciente y poderoso
y misericordioso y no duerme) que hubo en 
El Cairo un hombre poseedor de riquezas, 
pero tan magnánimo y liberal que todas
las perdió menos la casa de su padre, y que 
se vio forzado a trabajar para ganarse el pan. 
Trabajó tanto que el sueño lo rindió una 
noche debajo de la higuera de su jardín
y vio en el sueño un hombre empapado que 
se sacó de la boca una moneda de oro
y le dijo: “Tu fortuna está en Persia, en 
Isfaján; vete a buscarla”. A la madrugada 
siguiente se despertó y emprendió el largo 
viaje y afrontó los peligros de los desiertos, 
de las naves, de los piratas, de los idólatras, 
de los ríos, de las fieras y de los hombres. 
Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto
de esa ciudad lo sorprendió la noche y se 
tendió a dormir en el patio de una mezquita. 
Había, junto a la mezquita, una casa, y 
por el decreto de Dios Todopoderoso, una 
pandilla de ladrones atravesó la mezquita 
y se metió en la casa, y las personas que 
dormían se despertaron con el estruendo de 
los ladrones y pidieron socorro.
el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, 
sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando…
—Así mismo tenía que ser —afirmó el patrón—. 
¡Continúa! ¿O todo concluye allí?
—No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque 
ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro 
gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también 
nuevamente, ya a ti, ya a mí, largo rato. Con sus ojos que 
colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, 
juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y 
luego dijo: “Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes 
ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro! Despacio, por 
mucho tiempo”. El viejo ángel rejuveneció a esa misma 
hora; sus alas recuperaron el color negro, su gran 
fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su 
voluntad se cumpliera.
37
4. Realizo con un compañero o compañera las siguientes 
actividades:
a. Identifico la intención que tienen los cuentos. Comento
mis opiniones con mi clase. 
b. Identifico tres aprendizajes valiosos de la lectura de los 
cuentos de este bloque.
c. Identifico alguna idea que sea necesario criticarla. Por 
ejemplo, algún esterotipo o prejuicio y explicito por qué.
¿Reconozco qué es un cuento e identifico algunas de sus características?
¿Puedo narrar un cuento de los leídos?
Autoevaluación
Reflexiono sobre lo que aprendí en este bloque. Respondo las 
preguntas con los siguientes criterios: lo hago muy bien, lo 
hago a veces y puedo mejorar, necesito ayuda para hacerlo. 
Converso con mi docente al respecto.
Los vecinos también gritaron, hasta que 
el capitán de los serenos de aquel distrito 
acudió con sus hombres y los bandoleros 
huyeron por la azotea. El capitán hizo 
registrar la mezquita y en ella dieron con 
el hombre de El Cairo y le menudearon 
tales azotes con varas de bambú que 
estuvo cerca de la muerte. A los dos días 
recobró el sentido en la cárcel. El capitán 
lo mandó buscar y dijo: “¿Quién eres 
y cuál es tu patria?”. El otro declaró: “Soy 
de la famosa ciudad de El Cairo y mi 
nombre es Mohamed El Magrebí”. El 
capitán le preguntó: “¿Qué te trajo a 
Persia?” El otro optó por la verdad y le 
dijo: “Un hombre me ordenó en un sueño 
que viniera a Isfaján, porque aquí estaba 
mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que 
esa fortuna que me prometió deben ser los 
azotes que tan generosamente me diste”.
Ante semejantes palabras, el capitán se 
rió hasta descubrir las muelas del juicio 
y acabó por decirle:”Hombre desatinado 
y crédulo, tres veces he soñado con una 
casa en la ciudad de El Cairo en cuyo 
fondo hay un jardín, y en el jardín un 
reloj de sol y después del reloj de sol una 
higuera y luego de la higuera una fuente, 
y bajo la fuente un tesoro. Tú, sin 
embargo, engendro de una mula con un 
demonio, has ido errando de ciudad en 
ciudad, bajo la sola fe de un sueño. Que 
no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas 
monedas y vete”.
El hombre las tomó y regresó a la patria. 
Debajo de la fuente de su jardín (que era 
la del sueño del capitán) desenterró el 
tesoro. Así Dios le dio la bendición y lo 
recompensó y exaltó. Dios es el Generoso, 
el Oculto.
((Las mil y una nochesLas mil y una noches, adaptación de Jorge Luis Borges.), adaptación de Jorge Luis Borges.)
En equipo
En grupos de tres,
averiguamos sobre el escritor
Jorge Luis Borges. Presentamos
nuestro trabajo a la clase.
DESTREZA: Participar en discusiones sobre textos literarios con el aporte de información, experiencias y opiniones para desarrollar progresiva-
mente la lectura crítica.

Continuar navegando

Materiales relacionados

131 pag.
TESIS EI60_Ast

SIN SIGLA

User badge image

ceciliabaca33

27 pag.
DO-UC-EG-GT-ACUCA1A03-2018

SIN SIGLA

User badge image

Mucha Aprendizaje

27 pag.
DO-UC-EG-MT-A1A03-2017

SIN SIGLA

User badge image

Mucha Aprendizaje