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Devocion

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Tener y mantener, en la salud y en la enfermedad. 
 
 ‘No puedo hacer esto solo’ 
 
Russ Callaghan sabía que iba a tener que luchar después de la muerte de su 
esposa. Pero nunca se dio cuenta de cuánto. Como padre soltero, ha tratado de 
equilibrar el pago de las cuentas con hacer tiempo para estar con su hijo, Ryan. Ha 
estado ahogándose durante mucho tiempo y ahora mismo, su mejor amigo, Jake, es 
lo único que lo mantiene a flote. Pero cuando su hijo necesita una cirugía mayor, Russ 
no está seguro de que alguien pueda salvarlo de hundirse. 
 
‘Haría cualquier cosa por ti. Tú lo sabes’ 
 
Jake Larson ha estado enamorado de Russ desde la universidad, pero sabe 
que nunca serán más que amigos. Aun así, parece que no puede evitar ir a rescatarlo. 
Con Russ enfrentándose a la bancarrota gracias a su terrible seguro, Jake propone 
su plan más desesperado hasta ahora: un matrimonio falso para poner a Ryan en su 
seguro. 
 
‘Eres lo único que me parece real ahora mismo’ 
 
Se suponía que era temporal, pero cuando un agente de seguros cuestiona la 
validez de su matrimonio, Russ y Jake se ven obligados a acercarse mucho más. 
Jake sabe que una vez que se acabe su tiempo, volverán a ser amigos sin importar 
lo que hayan compartido. Pero después de tener a Jake como compañero tanto física 
como emocionalmente, Russ no está listo para dejarlo ir. ¿Pueden convertir su falso 
matrimonio en algo real? 
 
 
 
 
 
 
Jake se quedó completamente congelado. El tiempo se ralentizó, escuchaba 
cada latido de su acelerado corazón, sentía cada gota de agua trazando un camino 
por su piel sobrecalentada. Estaba cautivado por el lento movimiento de la mano de 
Russ mientras se le acercaba. 
 
Estaba tan cerca. A unos centímetros de distancia. Cada célula en el cuerpo 
de Jake dolía por su tacto y cuando los dedos extendidos de Russ pasaban por 
encima de la curva de su brazo, suspiraba. Nunca había estado más consciente de 
nadie en su vida y, cuando Russ finalmente lo tocó, lo sintió a lo largo de todo su 
cuerpo. 
 
Fue solo un toque. No significaba nada. Eso es lo que intentaba decirse a sí 
mismo. Pero la mano de Russ no se detuvo en su brazo. No la quitó de repente 
después de impedir que Jake saliera del baño. En vez de eso, la mano callosa de 
Russ se movió de su brazo hacia su pecho, bajando lentamente. 
 
—¿Qué estás haciendo? —preguntó con la voz ahogada. 
 
—No lo sé. 
 
Un escalofrío sacudió el cuerpo entero de Jake. La voz de Russ era áspera, 
cargada de un deseo inconfundible. Y, aun así, la mente de Jake trabajaba para 
racionalizar este momento, para explicarlo como algo diferente de lo que era. 
 
Le resultó mucho más difícil cuando las manos de Russ bajaron por su 
abdomen, acariciando sus caderas. Cuando sus pulgares trazaron líneas allí, el 
cerebro de Jake se apagó completamente y un suave gemido quedó atrapado en su 
garganta. 
 
¡Oh, Dios! No sabía cuánto de esto podía soportar. 
 
—No me envíes señales contradictorias, Russ —dijo, su voz era un tenso 
susurro y casi una súplica. 
 
—Intento no hacerlo. 
 
Las manos de Russ se movieron hacia arriba, y esta vez cuando llegó a su 
pecho, prestó especial atención a los pezones de Jake. Con un leve toque, las yemas 
de los dedos de Russ pasaron por las puntas como guijarros, haciendo a Russ gemir. 
 
 
 
—Russ… 
 
Jake levantó la mirada para mirarlo, y supo que estaba exponiendo 
completamente su deseo a la vista. Estaba tan seguro de que Russ entraría en razón 
en cualquier momento. Y estaba tan seguro de que no quería que lo hiciera. 
 
La boca de Russ estaba en la de Jake en un instante, dura, caliente y exigente. 
Russ se aferró a su espalda, y Jake pasó los dedos a través de su pelo grueso, 
mientras su otra mano le agarraba la camisa, acercándole más. 
 
La electricidad bailaba entre ellos mientras sus cuerpos se encontraban. Los 
labios de Jake se abrieron ávidamente, dando la bienvenida a la lengua de Russ. El 
balanceo de las caderas de Russ contra el nudo casi deshecho de la toalla, no podía 
ocultar la tensa erección de Jake, así como tampoco los pantalones de Russ podían 
ocultar la suya. 
 
Era surrealista. En el fondo de su mente, Jake sabía que esto no debería estar 
pasando. No había forma de que su mejor amigo heterosexual estuviera moliéndose 
lentamente contra él, besándolo con un hambre que amenazaba con consumirlo. No, 
solo estaba teniendo otra fantasía. Se despertaría en unos momentos, solo con su 
mano y un vago recuerdo para satisfacerlo. 
 
Pero entonces la mano de Russ se deslizó entre ellos. Sus dedos se movieron 
más allá del abdomen de Jake, hasta el comienzo de la toalla que colgaba de las 
caderas de Jake y luego, aún más abajo. 
 
—¿Qué estás haciendo? —repitió, aún en un estado de completo y absoluto 
shock. 
 
Con el aliento caliente en sus labios, Russ respondía. —Cumpliendo la 
apuesta. 
 
Jake sabía exactamente a qué se refería. La única apuesta con la que todavía 
soñaba hasta el día de hoy. Aquella que terminó justo antes de que Jake tuviera la 
mano de Russ alrededor de su polla. 
 
A medida que los dedos de Russ se deslizaban sobre la dura cresta de su 
erección, se hizo evidente que hablaba en serio. Esta vez, no iba a parar. 
 
 
 
 
 
 
 
Russ se sentó en las gradas de Deerfield Park, deseando haber traído una 
almohada. El sol estaba en su punto más álgido, golpeándolo, y forzándolo a proteger 
sus ojos. Estaba rodeado de padres ruidosos y odiosos que estaban actualmente 
atrapados en la batalla de ver quién podía gritar más fuerte. Pero por primera vez en 
casi un año, se sintió normal. 
 
Al menos tan normal como la gente sentada en las gradas con él. Todos habían 
venido a ver a sus hijos jugar el partido del campeonato de la liga juvenil, y Russ 
también. 
 
No tenía mucho prestigio. Era un partido local, y ambos equipos recibirían 
trofeos solo por participar, pero Russ estaba ridículamente orgulloso de su hijo. 
Orgulloso y feliz de estar aquí. Tal vez incluso contento, aunque solo sea 
momentáneamente. 
 
Porque en este momento, mientras durara el juego, no estaba pensando en 
Carrie. 
 
Desde su muerte, cada momento de cada día, Russ sentía como si estuviera 
siendo enterrado, una pala llena de tierra a la vez. Ahora al menos estaba mirando al 
cielo, arañando un pequeño puñado de tierra para tratar de salir del enorme agujero 
en el que había caído. 
 
Ryan era su luz. Siempre lo había sido. Si Carrie era la luna, Ryan era el sol. 
Y si ya no podía tener la luna, al menos que el sol brillaba hoy. 
 
Era una idea digna de una jodida tarjeta de Hallmark y una que Carrie 
probablemente le diría si estuviera aquí. 
 
Russ suspiró. Lo estaba haciendo de nuevo. Maldita sea. Se había dicho a sí 
mismo que hoy era sobre Ryan. Nada más. Nadie más. Podría ahogarse en su dolor 
en otro momento. En cualquier otro momento. 
 
Solo que hoy no. 
 
—¿Estás bien? 
 
Una suave voz lo alejó de su pequeño ataque de autocompasión. Casi se había 
olvidado de la presencia de Jake. No es que fuera fácil de olvidar, se había 
acostumbrado tanto a lidiar con todo esto solo, que escuchar la voz de su amigo era 
una sorpresa. 
 
 
 —Sí, estoy bien. Solo lo de siempre. 
 
Le dio una sonrisa a medias que captó en un instante. Jake no era estúpido, y 
no hacía falta un psiquiatra para saber exactamente qué le pasaba a Russ. 
 
Pero a diferencia de todos los demás, Jake no le tenía lástima. O si lo hacía, 
no lo demostraba. Estaba justo ahí. Tranquilo, por lo general. Con unas pocas 
palabras si Russ las necesitaba.Pero la mayoría de las veces, Jake era muy bueno 
haciéndole sentir que estaba bien no estar... bien. 
 
Jake estaba vestido casualmente, pero de alguna manera para Russ siempre 
tenía ese aire de alguien importante. Podría ser por la forma en que se comportaba. 
Russ tenía el mal hábito de encorvarse, pero Jake se sentaba derecho y firme, con 
una complexión que rivalizaba con la del entrenador. 
 
La multitud se puso ruidosa a su alrededor, y su atención fue atraída de nuevo 
al juego. El equipo contrario estaba haciendo una fuerte carrera hacia abajo. Uno de 
sus delanteros tenía el balón y entraba rápidamente al lado del campo de los Hornets, 
donde su hijo estaba esperando para jugar de defensa. 
 
La mirada de Russ se fijó en el jugador que tenía el balón. Parecía como si 
hubiera tenido un crecimiento acelerado, porque, aunque Ryan no era exactamente 
bajo para su edad, este niño estaba más cerca de la altura que se esperaba que 
tuviera un niño de trece años. 
 
Se inclinó hacia delante sobre el banco de metal duro, a medida que se 
acercaba el portador del balón. Sus manos estaban apretadas en puños mientras 
contenía la respiración. Un movimiento rápido, y Las Águilas probablemente podrían 
marcar, anotando un gol contra el equipo de su hijo. El delantero fingió ir a la izquierda, 
y debería haber tenido un disparo claro a la portería. 
 
Pero Ryan debía haber leído el movimiento. Estaba allí, corriendo para 
alcanzar el balón. Russ oyó ese grato sonido que hizo la pelota gracias a un potente 
golpe antes de que pasara por encima de la cabeza de todos los jugadores y aterrizara 
al otro lado del campo. 
 
Jake y él se pusieron de pie, convirtiéndose rápidamente en otro par de 
espectadores ruidosos y odiosos. 
 
A la mierda. Ahora mismo, Russ no tenía miedo de hacer el ridículo. Había 
pasado los últimos diez meses esperando ser invisible para que nadie le diera una 
mirada de lástima o le preguntara cómo le iba. Se sintió bien estar emocionado por 
una vez. Se sintió bien reconocer ese torrente de adrenalina corriendo por sus venas, 
en lugar de estar entumecido todo el día. Se sentía bien sonreír, reír y animar hasta 
que su garganta estaba en carne viva. 
 
Y se sintió increíble que la gente a su alrededor lo mirara como si estuviera 
loco, en lugar de mirarlo como si fuera una pobre y lastimosa criatura. Todos menos 
 
 
Jake, por supuesto. Su amigo estaba allí con él, recibiendo las mismas miradas. Su 
compañero de andanzas desde la universidad, alguien en quién siempre podía confiar 
para que se viera igual de loco. 
 
Podía hacer esto. Con Jake aquí y su atención únicamente en Ryan, podía 
lograrlo. 
 
Cuando finalmente se tranquilizaron y volvieron a sentarse, Russ estaba 
sonriendo. Jake debía haber notado el cambio, porque una sonrisa iluminó sus 
rasgos, haciendo resaltar sus ojos de color azul pálido. 
 
—Gracias por venir —dijo Russ—. Significará mucho para Ryan verte aquí. 
 
También significaba mucho para él. Jake todavía hacía tiempo para ellos 
cuando podía, pero las cosas habían estado mucho más complicadas desde que abrió 
su consulta privada. 
 
—No me lo perdería. 
 
—¿Cómo te las arreglaste con el trabajo? ¿No abrís ahora los sábados? 
 
—Desde enero, sí —confirmó—. Lynn me está cubriendo. El sábado es nuestro 
día de más trabajo, así que es una pesadilla. Definitivamente se lo debo, pero vale la 
pena. 
 
Jake siempre había sido el más trabajador de los tres. El más listo, también. 
Probablemente todo lo que el padre de Russ hubiera querido que fuera, aparte de un 
pequeño detalle. 
 
Jake era gay. 
 
Russ solo podía imaginar la mirada decepcionada de su padre si Russ también 
hubiera sido gay. Ya tenía una imagen en su mente de cómo se vería eso 
exactamente, gracias a una cena familiar ocurrida hace más de diez años, justo antes 
de que Ryan naciera. Su madre había acosado a Jake durante una hora acerca de 
casarse y establecerse, y todo el tiempo, las gruesas cejas de su padre se habían 
mantenido cada vez más juntas. 
 
Sin embargo, el silencio que siguió a la explicación de Jake casi valió la pena. 
 
A Russ no le importaba. Nunca le había importado. Jake se lo había dicho en 
la universidad. Había sentado a Russ y a Carrie, y ninguno de los dos había hecho 
un gran escándalo. Carrie incluso se había burlado de él para que saliera al patio en 
busca de chicos. 
 
Russ nunca habría aceptado nada menos de la mujer que eventualmente se 
convertiría en su esposa, porque situaciones como en la que se encontraba ahora, 
demostraron exactamente por qué Jake era un buen hombre y un amigo aún mejor. 
 
 
Estaba ocupado, sí. La mayoría de las personas exitosas lo estaban. Pero 
desde la muerte de Carrie, Jake había hecho todo lo posible para tener tiempo para 
él cuando Russ lo necesitaba. Y había mantenido una distancia segura cuando Russ 
quería estar solo. 
 
Pero Jake probablemente se estaba cansando de que Russ lo mirara fijamente, 
así que volvió a centrar su atención en el campo. Los Hornets poseían la pelota y 
Michael, uno de los amigos de Ryan, se acercaba a la portería. Un golpe seco desde 
la esquina, un rebote en el poste y entró. 
 
Russ iba a perder la voz antes de que esto terminara. 
 
Sin embargo, después de ese gol, ninguno de los dos equipos ganaba terreno. 
Hubo una tarjeta, se pitó un penalti y Jake se inclinó un poco hacia él para que se le 
escuchara entre el estruendo de la multitud. 
 
—¿Le va bien en la escuela? 
 
El buen humor de Russ se tambaleó, pero lo agarró fuertemente. Se negó a 
dejarlo caer completamente. 
 
—Lo está intentando, pero apenas lo consigue. Su profesor ha sido muy 
comprensivo, pero sus notas no se han recuperado. 
 
—¿Has considerado ponerlo en terapia de duelo? 
 
—No quiero que se sienta diferente a cualquier otro niño, ¿sabes? Si le pido 
que se siente con un terapeuta una vez a la semana, no puede estar aquí haciendo 
cosas así. 
 
Aquí es donde Jake y él siempre chocaban. Podía sentir a su amigo tenso a su 
lado, y miró hacia él. A pesar de tener ojos amables y una sonrisa cálida, Jake podía 
imponer cuando quería. 
 
—Su madre murió, Russ. Ya es diferente de los otros niños. 
 
Russ se tambaleó aún más. Ahora estaba colgando de uno o dos dedos. Pronto 
solo sería el borde de un clavo. 
 
—No quiero empeorar las cosas para él. 
 
Tal vez podría admitir algún prejuicio. Sus padres no eran exactamente 
partidarios de reconocer la necesidad de cuidar la salud mental como lo harían con la 
salud física. Su padre era de los que siempre insistía en que su hijo saliera a tomar 
un poco de aire fresco si se sentía deprimido. 
 
Pero el aire fresco no había ayudado a Russ hasta ahora. Tal vez había algo 
de verdad en el argumento de Jake. 
 
 
 Pero su amigo lo dejó pasar. Demasiado pronto, sonó el silbato y los equipos 
salieron corriendo a la banda. Ryan subió a las gradas, con una gran sonrisa en la 
cara, y por un breve momento, las preocupaciones de Russ se desvanecieron. 
 
La camiseta amarilla y negra de su hijo estaba llena de manchas de césped. El 
número diez de color blanco del frente ya no era tan blanco. Sus mejillas estaban 
sonrojadas y su cabello rubio estaba cubierto de sudor. Se veía igual que cualquier 
otro niño. 
 
—Hola, tío Jake. ¿Me viste parar ese gol? 
 
—¿Fuiste tú? Pensé que era un jugador de fútbol profesional que había 
aparecido de repente. 
 
Ryan puso los ojos en blanco, pero la sonrisa permaneció en su rostro. 
 
Russ apretó suavemente el hombro de su hijo. —Los estás destrozando ahí 
abajo. Mañana estaré sin voz. 
 
Ryan comenzó a explicar con entusiasmo la jugada y cómo había leído loque 
estaba haciendo el portador de la pelota. Russ y Jake escuchaban con sonrisas en 
sus rostros, pero la llamada del entrenador los interrumpió. 
 
—¡Callaghan! 
 
—Será mejor que vuelvas a ello. Tienes un partido que ganar —dijo Jake. 
 
A medida que su hijo salía de nuevo al campo, con un aspecto entusiasmado 
y genuinamente feliz, Russ sintió que ganaba algo de terreno. Ese pozo oscuro que 
amenazaba con tragarlo se alejó más. 
 
Al menos todavía tenía esto, estos momentos de ver crecer a Ryan. 
 
Russ se instaló para ver el resto del partido, desenroscando la tapa de su 
botella de agua. La pelota fue lanzada y Las Águilas lograron tomar posesión. Al 
parecer, el equipo contrario había tenido una charla seria durante ese tiempo muerto, 
porque el mismo delantero de antes llegó muy fuerte al campo. 
 
El chico era como un tren que iba a toda velocidad por las vías, pero Russ tenía 
fe en que lo podrían detener. Estaba jugando demasiado agresivamente. Dejando que 
sus emociones sacaran lo mejor de él, pero Ryan controlaría la pelota igual que la 
última vez. 
 
Sin embargo, cuando el delantero llegó a Ryan, fingió una vez más, y esta vez, 
Ryan se lo creyó. Se recuperó rápidamente, pero no tuvo tiempo de hacer nada más 
que un placaje. 
 
 
 
Solo que, en lugar de un movimiento limpio para alejar el balón, éste fue 
inoportuno. Desesperado. El impulso del portador de la pelota seguía siendo fuerte, y 
cuando Ryan se deslizó, el niño se estrelló contra él. Duramente. 
 
Russ se encogió cuando Ryan recibió un codazo en la cara. Lo sintió como si 
le estuviera pasando a él, y su ansiedad se disparó. Había habido muchos ojos 
morados, cortes y moretones durante la infancia de Ryan. Era un niño en crecimiento, 
y Russ y Carrie habían comprendido que a veces los niños solo necesitaban pasar 
por esas cosas. 
 
Un ojo morado no era algo de qué preocuparse, y el hecho de que Jake no 
estuviera tenso a su lado era revelador. Los chicos eran una maraña de miembros, 
hasta que el delantero, el número siete, se levantó. Russ esperaba que Ryan lo 
siguiera poco después. Pero no lo hizo. Se tumbó en el suelo, sosteniendo su rodilla. 
 
El corazón de Russ se detuvo. Sonó el silbato y el entrenador salió corriendo 
al campo, pero no antes de que Russ estuviera ya a mitad de camino de las gradas. 
 
Mientras veía a Ryan tumbado allí, con lágrimas en la mejilla, Russ ya no sentía 
que se estaba tambaleando. 
 
Sentía que había perdido el control por completo. 
 
 
 
 
 
La consulta pediátrica de Jake estaría previsiblemente llena. 
 
Ya que el sábado era el único día de la semana en el que podían entrar sin cita 
previa, y ya habían reservado citas durante casi un mes consecutivo, los nuevos 
padres y los que querían al menos incluir a sus hijos en la rotación, por lo general, 
venían el sábado. 
 
Eran las doce y media, y la consulta se cerraba a la una. Sabía que Lynn se 
quedaría hasta tarde para terminar con todos, y a este paso, probablemente tendría 
que quedarse para ayudar. Independientemente de que la lesión de Ryan fuera grave 
o no, definitivamente no volvería al juego. 
 
—Patti, ¿puedes decirle a Lynn que tengo a Ryan aquí? —preguntó a la 
recepcionista, mientras le abría la puerta a Russ—. Necesito que le hagan unas 
radiografías lo antes posible. 
 
—Haré que Michelle abra una sala de rayos para ti —dijo, y Jake una vez más 
se sintió agradecido por tener un personal competente. 
 
Honestamente no podía pedir nada mejor en lo que respecta a la clínica. Tenía 
su propia consulta con uno de sus mejores amigos junto a Russ. Trabajaba con niños 
a diario, dándoles una relación positiva con los médicos y el cuidado de la salud en 
general. Y era capaz de orientar a los padres y prepararlos para cualquier cosa que 
pudiera surgir en el futuro. 
 
La clínica tenía mucho éxito. El resto de su vida era un desastre. 
 
—Papá, puedo caminar. Bájame. 
 
—Lo siento, amigo. Eso no va a pasar. 
 
Mientras Russ se movía de lado a través de la puerta, con cuidado de no 
golpear el pie de Ryan contra ella, Jake le echó una mirada comprensiva. 
 
—Tendrás que aguantarlo. A tu papá le gusta jugar a Superman. 
 
Las ganas de pelear desaparecieron de Ryan, y Russ lo llevó hacia una silla. 
 
—No te preocupes, vuelvo enseguida. —le dijo, y después se acercó de nuevo 
a la recepcionista—. Patti, ¿puedes decirle al resto de los pacientes que ampliaremos 
el horario de la clínica? 
 
 
—Por supuesto —dijo, aunque nunca se imaginó que dijera algo diferente. 
Hacían esto todos los sábados. 
 
Jake abrió una puerta de nuevo para Russ y Ryan, y agarró a una de las 
enfermeras, Amy, en el camino a través del pasillo. Los puso a los dos en la sala de 
reconocimiento dos, logrando que Ryan se acomodara en la mesa antes de acudir a 
Russ. 
 
—Voy a buscar a Lynn. Quiero que le eche un vistazo a la rodilla por si acaso, 
luego tomaremos las radiografías y os sacaré de aquí. —Miró a Russ y a Ryan—. 
¿De acuerdo? 
 
—No voy a volver para el final del partido, ¿verdad? 
 
—Lo siento, amigo… —oyó Jake a Russ decirle, mientras salía de la 
habitación. 
 
El corazón de Jake se sentía pesado en el pecho. El fútbol era una de las pocas 
cosas que parecían hacer feliz a Ryan en estos días. Y su hizo a Russ más feliz por 
extensión. 
 
Ahora todo se estaba derrumbando. 
 
—Bien, prácticamente ya vives aquí. No me hagas perseguirte con una escoba. 
 
La voz de Lynn fue un alivio bienvenido, sacándolo de sus sombríos 
pensamientos. Ella le sonrió, o, mejor dicho, sonrió con satisfacción, con la expresión 
de soy mejor que tú, en la que era tan buena. Le había parecido brusca cuando la vio 
por primera vez, pero ahora que la conocía sabía que solo miraba así a la gente que 
le importaba. 
 
Todos los demás recibieron la muy falsa y dulce versión de su personalidad. 
 
—Supongo que Patti aún no te avisó. Ryan está aquí. Se lesionó durante su 
partido de fútbol. 
 
Esa mirada engreída desapareció en un instante. Lynn tenía dos hijos 
pequeños, así que sabía que podía identificarse con la difícil situación de Russ. 
 
—¿En qué habitación está? 
 
—Sala de reconocimiento dos. 
 
No le hizo más preguntas. En vez de eso, ella caminó con él de regreso a la 
sala de examen donde les estaban esperando. 
 
—Hola, Ryan. Me recuerdas, ¿sí? 
 
 
 
Él asintió, y Jake cerró la puerta tras ella, dándoles algo de privacidad. Echó 
un vistazo a su historial, y luego empezó a tomarle los signos vitales ella misma. 
—Así que dime que pasó —preguntó, moviendo el estetoscopio. 
 
Jake se quedó al lado de Russ, tratando de mantenerse lo más lejos posible. 
Lynn también se había convertido en amiga de la familia de Russ y Ryan, pero no 
tenía la misma familiaridad que Jake. Era más fácil para ella distanciarse del hecho 
de que se trataba de Ryan sentado en la mesa de reconocimiento con una pierna que 
posiblemente estaba lesionada. 
 
Cuando Ryan comenzó a explicarle, alguien llamó a la puerta una vez antes de 
abrirla, una clara señal de que otro miembro del personal necesitaba algo 
urgentemente. 
 
—¿Dra. Turner? Te necesito en la sala tres cuando tengas un segundo. 
 
Jake fue arrastrado en dos direcciones diferentes. En circunstancias normales, 
se habría ofrecido inmediatamente para tomar el relevo, incluso en su día libre. 
 
Pero con Russ y Ryan aquí, no quería irse. Tal vez fuera egoísta, pero quería 
estar en la habitación cuando Lynn diera lo que esperaba que fuera un veredicto 
positivo. Quería ver a Russ finalmente tener la oportunidad de relajarse, ver la chispa 
volviendoa los ojos de Ryan, en lugar de la mirada de miedo que tenía ahora. 
 
Pero no tenía derecho a esas cosas. El padre de Ryan estaba con él, y si Russ 
era lo suficientemente fuerte como para superar la muerte de Carrie, era lo 
suficientemente fuerte como para escuchar las noticias de lo que sea que le pasara a 
su hijo. 
 
Esta no era el lugar de Jake. Cuanto antes lo aceptara, mejor. 
 
—Me encargaré de ello. —Puso una mano en el hombro de Russ brevemente 
antes de mirar a Ryan—. Aguanta, ¿de acuerdo? La Dra. Turner te cuidará bien. 
 
Su sonrisa no era exactamente falsa, pero se le pegó artificialmente en la cara. 
Cayó un poco una vez que les dio la espalda, y más aún cuando salió de la habitación, 
escuchando a Lynn continuar su examen. 
 
Era mejor así. Carrie se había ido, sí. Pero Jake nunca sería su sustituto. No 
podía ser el padre de Ryan o el compañero de Russ, por mucho que lo quisiera ser. 
Cuanto antes dejara de intentarlo, menos se le rompería el corazón cuando Russ se 
diera cuenta de que ya no lo necesitaba. 
 
 
 
No es la primera vez, y probablemente tampoco la última, que Russ estaba 
agradecido de que su amigo fuera médico y conociera a otros médicos excelentes. 
 
Lynn fue amable y cortés, y logró que Ryan pensara en algo más que en el 
dolor de su rodilla. Tampoco ordenó un montón de pruebas innecesarias como lo 
harían en una sala de emergencias o incluso, en una clínica sin cita previa. Es más, 
desaconsejó un panel completo de radiografías, simplemente ordenando las que 
realmente necesitaba. 
 
La cuenta bancaria de Russ estaba agradecida por eso. O, más exactamente, 
su ya sobrecargada tarjeta de crédito, estaba agradecida. Ahora mismo apenas podía 
cubrir lo básico sin acumular más deudas. 
 
No había ‘un descanso’ para Russ cuando se trataba de problemas de dinero, 
pero preocuparse por el bienestar de Ryan siempre era su prioridad. Esas 
preocupaciones saltaron al primer plano cuando la enfermera llevó a Ryan a hacerse 
la radiografía y Russ se quedó solo con sus pensamientos. 
 
La adrenalina que lo había traído hasta aquí sin reducirlo a una ruina inútil huyó 
repentinamente, y se quedó exhausto. Enterró su cara entre sus manos y dejó 
escapar un aliento tembloroso. 
 
Estaba bien. Tenía que estar bien. En los momentos más serios, su difunta 
esposa tenía fe en Dios. Carrie siempre decía que Dios nunca les daría más de lo que 
podrían manejar. 
 
Sin embargo, Russ sabía que eso era una completa mentira. Si eso fuera 
cierto, ella nunca le habría sido arrebatada y Ryan no estaría enfrentando una posible 
lesión que lo haría diferente de sus compañeros. 
 
Russ levantó la cabeza, mirando a la puerta como si Jake estuviera a punto de 
regresar, y haciendo todo lo posible para sofocar el resentimiento que sentía por no 
tener a Jake para él solo. Era un sentimiento ridículo. El único propósito de Jake en 
la tierra no era hacer que Russ se sintiera capaz de manejar las cosas. Tenía otros 
pacientes que atender. 
 
Solo deseaba que Jake se hubiera quedado. 
 
Cuando la puerta se abrió, Russ cambió su expresión a algo que no se 
pareciera al miserable naufrago que sentía que se estaba gestando en su interior. 
 
 
Sonrió a su hijo, a pesar de que se le cayó el estómago al ver a Ryan en silla de 
ruedas. 
—Hola, amigo. ¿Te divertiste? 
 
—Sí. Amy me dejó llevar la silla por el pasillo. 
 
—Eres un excelente conductor. Apenas podía ponerme al día. 
 
Le sonrió agradecido a la enfermera mientras ayudaba a Ryan a levantarse y 
a sentarse en la camilla de nuevo. 
 
—La Dra. Turner volverá en un minuto para revisar las radiografías con usted, 
¿de acuerdo? 
 
Una vez que ella se fue, Russ levantó la mano y revolvió el pelo de su hijo. Era 
un poco más claro que el de su madre, pero fácilmente podía imaginarlo 
oscureciéndose uno o dos tonos a medida que Ryan creciera. Definitivamente no 
tenía el pelo negro azabache de su padre. 
 
—¿Todavía te duele la rodilla? 
 
—No, en realidad no. —Ryan pateó sus piernas para probarlo y su padre ahogó 
un suspiro de alivio. 
 
Aunque estaba seguro de que su hijo estaba montando un pequeño 
espectáculo, al menos se veía mejor de lo que esperaba. Ryan probablemente no 
sería capaz de moverla tan bien si algo estuviera muy mal. 
 
—¿Puedo seguir jugando al fútbol después de esto? 
 
—Claro, amigo. Te encontraremos una liga fuera de temporada si es necesario. 
Siempre y cuando la Dra. Turner lo autorice. 
 
A Russ siempre le costó mucho negarle algo a su hijo. Sabía que no podía 
permitirse el lujo de inscribirle en un equipo, con un nuevo uniforme y cualquier otra 
cosa que la organización quisiera que comprara. ¿Pero cómo podía negarle a Ryan 
la oportunidad de jugar? Se había perdido su partido de campeonato, y el fútbol era 
una de las pocas cosas que parecía ayudarle a olvidar por un tiempo. 
 
Encontraría una forma de hacer que funcionara. 
 
Sus pensamientos volvieron a desaparecer cuando notó que Ryan 
entrecerraba los ojos, mirando algo en la pared. Russ siguió su mirada, pero todo lo 
que encontró fue un cartel. Uno sin interés, uno que hablaba de los beneficios que 
proporciona una buena nutrición en niños menores de doce años. 
 
—Sigo viendo puntos negros —dijo Ryan. 
 
 
 
La frente de Russ se arrugó. —¿Puntos negros? 
 
—Como... cuando miras al sol demasiado tiempo. 
 
—¿Los estás viendo ahora? 
 
—Sí. Cierro los ojos, luego los abro y veo puntos negros moverse en la pared. 
Es raro. 
 
Era extraño. Pero... ¿tal vez era normal? Se pasaría, ¿verdad? 
 
—Déjame echarle un vistazo —dijo, y Ryan se volvió hacia él. 
 
Mañana tendría un gran ojo morado mañana, de eso no hay duda, pero Russ 
no vio nada malo en su ojo. Para esta seguro, le preguntaría a la Dra. Turner cuando 
regresara. 
Trató de no preocuparse por eso. Ryan fue de gran ayuda al preguntarle en 
qué había estado trabajando durante la semana. Russ sacó su teléfono y le mostró a 
su hijo una de sus piezas por encargo, un caballo balancín de estilo antiguo. Apenas 
había tenido oportunidad de mostrarle algo más, antes de que la doctora volviera. 
Jake debe haber tenido algo que ver con la rapidez. Tendría que agradecerle 
a su amigo más tarde. 
 
—Veamos qué tan fotogénico eres —dijo la Dra. Turner, apretando el 
interruptor y presionando la radiografía en el cuadro de luz. 
 
Russ entrecerró los ojos, intentando ver qué podía estar mal. A pesar de ser 
amigo de un médico, no tenía idea de lo que debería estar buscando en una 
radiografía. Todo le parecía normal. El hueso parecía un hueso. Las áreas negras a 
su alrededor parecían... como nada, en realidad. 
 
—¿Es esa mi rodilla? 
 
—Sí —dijo ella, sacando un bolígrafo de su bolsillo y usando el extremo tapado 
para apuntar—. ¿Y ves que todo esto de aquí es de un bonito color pálido? ¿Que no 
hay líneas negras? Significa que no hay nada roto o astillado, ¡así que muy bien! 
 
Extendió la mano para chocar los cinco, y Ryan se lo agradeció. Russ dejó 
escapar el aire que no se había dado cuenta de que había estado aguantando. 
 
—¿Así que está bien? 
 
—Puede estar tensa. Le diré a Amy que la envuelva con cinta de compresión. 
Eso aliviará la hinchazón, y también aliviará el dolor. No necesitará ningún 
medicamento fuerte. El Advil para niños debería funcionar. Aparte de eso, está listo 
para irse. 
 
 
 
—¿Puedo volver a jugar al fútbol? 
 
—No de inmediato. Dale unas semanas para que sane. No queremos que 
nadie te golpee en la espinilla y lo empeore, ¿verdad? 
 
Ryan palideció, pero aceptó su destino con un solemne asentimiento. Russ 
estaba agradecidouna vez más por haber sido bendecido con un buen chico cuyas 
rabietas eran pocas y distantes entre sí. 
 
—Pronto, amigo. Lo prometo. 
 
Lynn le dio a Ryan una sonrisa comprensiva antes de añadir algunas notas a 
su gráfico. Ella hizo clic en su pluma y la deslizó de nuevo en su bolsillo antes de 
sacar la cabeza por la puerta y llamar a alguien por el pasillo. —¿Tienes un segundo 
para hacer una envoltura de compresión? 
 
La enfermera debe haber respondido positivamente, porque entró en la 
habitación poco después y se puso a envolver la rodilla de Ryan con cinta azul flexible. 
 
—¿Tenías alguna otra pregunta para mí? Estoy segura de que estás ansioso 
por volver a casa. A nadie le gusta estar en una clínica —dijo con una sonrisa. 
 
—Sí. Sin ofender, preferiría estar en cualquier otro lugar. 
 
—No me ofende. Un sentimiento muy común. Me he acostumbrado. 
 
Amy había terminado, y Russ estaba a punto de ayudar a Ryan a levantarse 
de la mesa cuando recordó lo que su hijo había dicho sobre su ojo. 
 
—¡Oh!, Mencionó que está viendo pequeños puntos negros. Dijo que es como 
mirar al sol. 
 
—Pequeños puntos negros, ¿eh? —La Dra. Turner se inclinó un poco para 
poder mirar a los ojos de Ryan—. ¿Qué forma tienen? ¿Perfectamente redondos 
como una pelota, o más estirados? 
 
—Estirados —dijo Ryan. 
 
La doctora agarró una herramienta de uno de los cajones. Para Russ, solo 
parecía una linterna de forma extraña con un espejo. 
 
—Voy a echarle un vistazo a tu ojo. Podría echarte un poco de agua, ¿de 
acuerdo? Hagas lo que hagas, no lo cierres. 
 
Ella le hizo brillar la luz en el ojo, y Ryan tuvo problemas para mantenerlos 
abiertos. Era paciente, aunque Russ adivinó que tenía que serlo al trabajar con niños 
todo el día. 
 
 
 
Después de hacerle a Ryan unas cuantas preguntas más, si eran constantes, 
si alguna vez cambiaron de color, si le dolía el ojo, la Dra. Turner dejó la herramienta 
en el cajón, quitándose también los guantes en el proceso. 
 
—Así que creo que estás viendo 'flotadores'. Es un nombre tonto, lo sé, pero 
normalmente significa que algo está pasando con tu retina. No tengo las herramientas 
para ver hasta el fondo del ojo, así que voy a escribir un informe para que consulte 
con un oftalmólogo. ¿Está bien? 
 
—¿Va a doler? —preguntó Ryan. 
 
—No, no te dolerá en absoluto. Usarán una máquina grande, así que puede 
parecer un poco aterrador al principio. Pero todo lo que van a hacer es encender una 
luz y mirar a su alrededor, como yo lo hice. Puede que te den unas gotas para los 
ojos primero. ¿Crees que puedes manejar eso? 
 
Se encogió de hombros. —Supongo que sí. 
 
Russ ayudó a Ryan a bajar, y la Dra. Turner escribió la derivación 
inmediatamente. Ella se la dio a Russ, y él palmeó suavemente a su hijo en la espalda. 
 
—¿Por qué no vas y preguntas si el tío Jake ha terminado con su paciente? 
 
Ryan salió de la habitación, y Russ pensaba que no había nada peor que la 
incertidumbre. Seguía suspendido en un estado entre un optimismo cauto y un terror 
aplastante. 
 
—Cuando dices que podría estar pasando algo con su retina… ¿Qué significa 
eso? ¿Va a necesitar gafas o...? 
 
—Las moscas volantes pueden ser el primer signo de desprendimiento de 
retina. Sucede a veces con lesiones deportivas o cualquier contacto duro que 
involucre la región ocular. Honestamente sucede también espontáneamente a veces, 
pero no usualmente en los niños. 
 
¿Desprendimiento de retina? Eso no sonó bien. Por otra parte, las cosas rara 
vez sonaban bien cuando llevaba a su hijo al médico para algo que no fuera un 
examen físico rutinario. 
 
—¿Y si es un desprendimiento? 
 
—Muchas veces puede arreglarse con un procedimiento láser no invasivo. Por 
lo general se hace en la consulta. Con un tiempo mínimo de recuperación. En el peor 
de los casos, requeriría cirugía. 
 
La sangre de Russ se congeló. Cirugía. Ni siquiera podía entender eso. Se 
había roto los huesos de niño. Suturas una o dos veces. Pero no podía imaginar ser 
sometido a un procedimiento quirúrgico real. 
 
 
La Dra. Turner pareció simpatizar. —Tómese el resto del fin de semana para 
relajarse, Sr. Callaghan. Puede cruzar ese puente el lunes. Los programaré a primera 
hora. 
 
Asintió entumecido. Entonces, mientras ella se dirigía hacia la puerta, dijo 
tardíamente: —Gracias. 
Ella le sonrió, manteniendo la puerta de la sala de examen abierta. Russ salió 
al pasillo y se tomó un momento para calmarse. 
 
No pensaría en la cirugía en este momento. No podía. 
 
 
 
 
 
Jake era normalmente muy bueno en dar a sus pacientes el cien por cien de 
su atención. Tantos problemas podían ser resueltos simplemente escuchando, y, en 
su mente, era la mejor manera de evitar que una colina se convirtiera en una montaña. 
 
Pero hoy, había dejado caer la pelota. Todo el tiempo que había estado 
examinando a una jovencita con posible estreptococo, había estado pensando en 
Russ y Ryan en la habitación de al lado. Podía oír la voz de Lynn, así como la de 
barítono de Russ, pero las paredes eran lo suficientemente gruesas como para 
silenciar las palabras, y le estaba matando no saber. 
 
Cogió el historial con toda la intención de ir a buscar a Russ y a su hijo después, 
pero Ryan lo encontró primero. 
 
—¿Viste mis radiografías? 
 
—¡Aún no! ¿Te dijo la Dra. Turner qué había en ellas? 
 
Estaba caminando, así que obviamente no era nada muy serio. Parecía como 
si ella hubiera envuelto la articulación para bajar la hinchazón, lo que significaba que 
probablemente solo tenía una distensión. 
 
—Ella me dijo que no está roto ni nada. 
 
Se encogió de hombros con una indiferencia casual que le recordó a Jake que 
ya no era tan joven. Esperaba que Ryan le mostrara la venda de compresión alrededor 
de su rodilla o que hablara de lo genial que era ver sus huesos en la radiografía. Pero 
este Ryan estaba un poco más tranquilo. Todavía le quedaban años por delante antes 
de llegar al apático adolescente, gracias a Dios por eso, pero tampoco era un niño 
indiferente a lo que pasaba. 
 
Cuando levantó la vista de Ryan, vio a Russ caminando por el pasillo. El ritmo 
cardíaco de Jake se aceleró, de la misma forma que le pasaba cada vez que veía a 
Russ. Incluso cuando la boca de su amigo estaba apretada. 
 
Aparentemente había algo que Ryan no le había dicho. 
 
—¿Puedo esperar en el coche? 
 
Russ sacó sus llaves. —En la parte de atrás, ¿de acuerdo? La tablet está en 
la consola. 
 
 
 
Ryan cogió las llaves y se dirigió al aparcamiento. Tenía un poco de cojera, 
pero por lo demás parecía un niño normal. 
 
—¿Qué dijo Lynn? —preguntó mientras Russ se dirigía a la ventanilla de la 
recepción. 
 
—Podría haber algo mal con su retina. —Eso... fue inesperado. Pero un 
destello de memoria vino después de sus palabras. Ryan había recibido un codazo 
en la cara antes de caer—. Me dio una referencia para un oftalmólogo. Por Dios, Jake, 
¿mi hijo va a terminar ciego? 
 
Había pánico en la voz de Russ, pero también había algo mucho más 
revelador: fatiga. La vida le ha dado a Russ un montón de bolas negras últimamente. 
Demasiadas para que las maneje una sola persona. 
 
—Lo más probable es que no. Si es solo un desprendimiento, puede ser 
corregido antes de que llegue tan lejos. Probablemente un procedimiento rápido con 
láser hecho en el consultorio. No sentirá nada. 
 
—Sí, eso es lo que dijo la Dra. Turner —suspiro Russ, rastrillando una mano a 
través de su grueso pelo—. Pensé que por fin estábamos en una buena racha, 
¿sabes? 
 
—¿Su seguro sigue siendo el mismo, Sr. Callaghan? —preguntó larecepcionista. 
 
—Sí —dijo sin más, buscando su billetera. Después de un momento, se corrigió 
a sí mismo—. No, es que... estaba en mi… —Se detuvo y volvió a intentarlo—. Ahora 
es diferente. Déjame coger la tarjeta. 
 
Jake siempre había admirado a Russ por comenzar su propio negocio, pero 
ser un carpintero no venía exactamente con un gran paquete de beneficios. Siempre 
había estado en el seguro de Carrie, hasta donde recordaba. Ahora tenía que pagar 
por un plan médico mucho peor con sus escasas ganancias. 
 
—No sé cuánto tiempo podré hacer esto. 
 
La emoción en la voz de Russ lo mató. Jake quería envolverlo en un abrazo. 
Sujetarlo fuerte y nunca soltarlo. Prometerle que estaría ahí para él, siempre. 
 
Pero no hizo nada de eso. En vez de eso, miró a Russ con simpatía y agarró 
su hombro para apretarlo. 
 
—Lo superarás. Sé que lo harás. 
 
—¿Otra vez aquello de que 'el tiempo cura todas las heridas'? —La media 
sonrisa de Russ no dio en el blanco—. Porque ya no me trago eso. 
 
 
 
Tampoco Jake, en realidad. Esperaba que el tiempo le evitara tener 
sentimientos por su inasequible mejor amigo, y completamente heterosexual. Pero el 
tiempo no había hecho nada por él, y el tiempo no traería a Carrie de vuelta con Russ 
y Ryan. 
 
—El tiempo no cura nada, tienes razón. Pero ahora tienes que preocuparte por 
Ryan. Eres un padre increíble. Lo superarás porque necesita que lo superes. 
 
—Sí —dijo, mirando hacia otro lado—. Solo deseo… 
 
Sea lo que sea, no lo dijo. Agitó la cabeza y sacó su tarjeta de crédito. 
 
—El total de hoy va a ser de doscientos noventa y siete dólares —dijo Patti, y 
Jake trató de ocultar su mueca de dolor. 
 
Si había algo que odiaba de ser médico, era esto. 
 
Russ empezó a entregar su tarjeta, y luego se detuvo, como si de repente se 
diera cuenta de lo que había dicho. 
 
—Mi copago es solo el veinte por ciento. ¿Cómo quedan los doscientos 
noventa y siete? 
 
—Me temo que aún no has cumplido con tu cuota deducible. 
 
—Correcto. Bien, ahora es más alta —dijo Russ, casi para sí mismo—. Ponlo 
en mi tarjeta, supongo. 
 
Patti lo miró con simpatía, pero Jake le hizo señas. Sabía que Russ no quería 
ser compadecido. 
 
Tampoco quería limosnas. Jake estaba tan tentado de ofrecerse a cubrir los 
gastos médicos. Tenía el dinero. Ciertamente no estaba haciendo nada con él. Quería 
comenzar el proceso de adopción de un niño en este momento de su vida, pero eso 
requería una relación estable, y definitivamente no la tenía. 
 
Aprovecharía cualquier oportunidad de ayudar a Russ, pero sabía que su 
amigo no lo permitiría. 
 
—Gracias de nuevo por dejarnos entrar aquí —dijo Russ—. Te debo una. 
 
—No me debes nada. 
 
—Sigue diciéndote eso —dijo Russ con una sonrisa avergonzada. 
Aun así, seguía siendo una sonrisa y trajo un poco de luz a sus hermosos ojos 
marrones, e hizo que el corazón de Jake saltara un par de veces. 
—¿Me llamarás el lunes cuando sepas más? 
 
 
Russ asintió, recogió su recibo y se fue. Jake lo vio irse, y luego intercambió 
una mirada con Patti. La idea que le vino a la cabeza estaba mal. Lo supo en el 
momento en que la pensó. Pero Russ no se daría cuenta si esta visita desaparecía 
de su tarjeta, ¿verdad? Su amigo nunca había sido muy meticuloso en el pasado al 
revisar los estados de cuenta de su tarjeta de crédito. 
 
Mierda. ¿De verdad iba a hacer esto? Russ se enfadaría si se enterara. Pero 
novecientos noventa y siete dólares era mucho dinero para un padre soltero. No 
pasaría mucho tiempo antes de que los pagos de la tarjeta de crédito de Russ se 
volvieran inmanejables. 
 
—¿Cómo de difícil es cancelar su pago? —preguntó, inclinándose sobre el 
escritorio para que nadie más pudiera oírlo. Metió la mano en sus vaqueros, sacó su 
billetera y entregó su tarjeta bancaria. 
 
Si iba a ir al infierno por estar enamorado de su mejor amigo, también podría 
acumular algunos cargos más en el camino. 
 
 
 
 
 
Russ se encontró en un extraño punto, el lunes por la mañana. 
 
Por un lado, no podía llegar lo suficientemente pronto. Necesitaba saber qué 
le pasaba al ojo de Ryan. No había podido dormir en todo el fin de semana. Se había 
arrastrado a su taller el domingo, pero luego volvió a casa de nuevo después de que 
casi se corta unos cuantos dedos. 
 
No podía permitirse otra noche sin descanso, pero una parte de él no quería 
enfrentarse al lunes y a todo lo que vendría. Quería volver atrás en el tiempo, no a 
cuando era más joven y no tenía estas preocupaciones, sino a hace un año, antes de 
que Carrie hubiera sido movilizada. Antes de recibir la temida visita de un soldado 
uniformado. 
 
Necesitaba a alguien con él. Alguien en quién pudiera apoyarse. Alguien con 
quién compartir esta carga y que de alguna manera se las arreglase para mantener 
la calma y la racionalidad, incluso cuando él se desmoronaba. 
 
Jake había sido esa persona últimamente. Si era honesto consigo mismo, 
siempre fue el mejor en ser esa persona, pero no podía pedirle a su amigo que 
perdiera otro día de trabajo para evitar volverse loco. Necesitaba levantarse por sus 
propios medios y hacerse hombre. Por el bien de Ryan, y por el suyo propio. 
 
Y eso empezaba con llevar a Ryan a la consulta del oftalmólogo. 
 
Llegaron a la sala de espera con unos minutos de antelación. Russ llenó el 
papeleo y proporcionó su seguro e información de pago mientras trataba de no 
dejarse enloquecer tan pronto por la preocupación de cómo iba a pagar por esto, 
después de la visita de trescientos dólares a la clínica. Y eso sin contar un tratamiento 
en la consulta. 
 
Seguir su pasión había estado bien, mientras que su esposa traía un cheque 
de pago estable, pero parecía que tendría que dejar la carpintería en un segundo 
plano y tomar un trabajo real. Tal vez el trabajo de consultoría para el que había 
estudiado a la universidad. 
 
Mirando alrededor de la sala de espera, no pudo evitar darse cuenta de que 
Ryan era el más joven con diferencia. Tenía que significar algo bueno, ¿verdad? 
Alguien tan joven como él no puede tener nada seriamente malo. 
 
Russ trató de aferrarse a ese optimismo cuando los llamaron, pero lo perdió 
cuando vio todo el equipo que había en la consulta. Las máquinas de gran tamaño 
 
 
que se giraban para presionar la cara de un paciente como una máscara no deberían 
ser tan intimidantes, pero cuando se ponían contra la pequeña cara de Ryan, lo eran. 
 
Y solo empeoró cuando el Dr. Patel, sacó el modelo tridimensional físico de un 
ojo. 
 
Abriendo el iris y la pupila, las únicas partes que Russ conocía por su nombre, 
señaló hacia un trozo de la parte posterior que asumió que representaba la retina. 
—El lagrimal está justo aquí —comenzó el Dr. Patel, como si Russ ya supiera 
que había una lágrima para empezar—. Tiene lo que se llama un desprendimiento 
vítreo posterior. El ojo está lleno de líquido vítreo, y en el caso de Ryan, este se está 
filtrando a través del lagrimal a la parte posterior del ojo y empujando la retina lejos 
de donde debería estar. 
A diferencia de la Dra. Turner, el Dr. Patel no incluyó a Ryan en la 
conversación. Russ pensó que estaba feliz por eso. Al menos su hijo no tendría que 
tratar de entender lo que le estaba pasando. 
 
Pero sobre todo le cabreó. 
 
—¿La Dra. Turner mencionó que podría ser corregido con un procedimiento 
láser? 
 
—Solo en los casos en que el desprendimiento aún no ha ocurrido. Si el 
proceso ya ha comenzado, tenemos que corregirlo quirúrgicamente. 
 
Russ sintió un fuerte latido detrás de su sien. Levantó la mano, presionando 
dos dedos contra ella.—No lo entiendo. Lo golpearon el sábado. ¿Cómo pudo 
desprenderse ya? 
 
—Es posible que el proceso haya comenzado en ese momento. La Dra. Turner 
no tiene las herramientas para ver un desgarro. Pero también pudo haber ocurrido 
antes del contacto, y fue exacerbado por ello. 
 
Russ dejó de escuchar después de eso. El Dr. Patel siguió hablando, siguió 
escribiendo cosas en el historial de Ryan, pero para Russ era solo un zumbido 
continuo. Su mirada, en cambio, se fijó en su hijo, que estaba sentado en una silla 
demasiado grande, se apoyaba contra ella, con una mirada de confusión y miedo en 
su cara. 
 
Cirugía. 
 
Su hijo de diez años tenía que ser operado para salvar su ojo. 
 
¿Qué sentido tiene eso? ¿Cómo puede ser remotamente justo? Ryan ya había 
sufrido bastante el año pasado. ¿Por qué tenía que pasar por esto? No tenía edad 
para manejar todo lo que pasaba en un hospital, en una cirugía. 
 
 
 
Mierda. Russ tenía treinta y cinco años y tampoco tenía edad para manejarlo. 
—¿Sr. Callaghan? 
 
Russ volvió a prestar atención al Dr. Patel. El hombre aún tenía el historial de 
Ryan. El pulso de Russ martilleó en sus oídos, y apenas podía escuchar la pregunta 
que le hizo el doctor. 
 
—¿El día tres viene bien? 
 
Miró inútilmente al Dr. Patel por un momento antes de que se concentrara. —
Falta casi una semana. ¿No la necesita ahora? 
 
—Mientras no esté especialmente activo, la retina no debería deteriorarse en 
ese tiempo. Si experimenta alguna pérdida de visión, la adelantaremos. 
 
Eso se le metió bajo la piel. El Dr. Patel seguía hablando de Ryan como si no 
estuviera en la habitación. Y el hecho de que no considerara esto como una 
emergencia molestó a Russ, incluso si no tenía prisa por ver a su hijo sometido a 
cirugía. Pero en vez de tratar de pelear, firmó la fecha y le entregaron los papeles a 
cambio. 
 
Instrucciones preoperatorias. Formularios de consentimiento. Formularios de 
contacto. 
 
Esto estaba pasando de verdad. 
 
El Dr. Patel salió de la habitación y Russ miró a Ryan, que aún estaba sentado 
en la silla grande. El dolor le atravesó el corazón. Podía ver en los ojos de su hijo que 
había comprendido perfectamente todo lo que el doctor le había dicho. 
 
—¿Realmente tengo que operarme? 
 
Russ deseaba poder decir que no. Deseaba poder ejercer de alguna manera 
su derecho como padre y lograr que el resultado cambiara solo porque él se negara 
a someter a su hijo a este calvario. 
 
Pero en vez de eso, asintió suavemente. 
 
—Sí, amigo. Tenemos que asegurarnos de que tu ojo está bien. 
 
—¿Y si no funciona? 
 
Russ no quería pensar en eso. Tampoco quería que Ryan pensara ni un 
segundo en ello. —Funcionará. 
 
Su hijo parecía escéptico. Russ probó su mejor sonrisa tranquilizadora, y 
aunque estuvo cerca de ser perfecta, pudo sentir que se deslizaba un poco. 
 
 
 
Alguien más podría pensar que esto no era gran cosa. Que Russ debería estar 
feliz de que su hijo no estuviera en peligro de muerte. Pero era algo importante. Ryan 
no debería tener que preocuparse por nada de esto. Debería estar jugando al fútbol 
y construyendo pequeños aviones a escala. 
 
Sin preocuparse por si volvería a ver. 
 
—Vamos a tomar un helado, ¿de acuerdo? Y luego puedes ayudarme en la 
tienda si te apetece. 
 
Ryan parecía abatido, pero asintió. 
 
El helado no iba a arreglar nada, pero al menos era algo que podía prometerle 
a su hijo. 
 
Mientras esperaban a que la enfermera regresara con los últimos papeles que 
necesitaban, Russ sacó su teléfono del bolsillo. 
 
Podría llamar a sus padres. Querrían saber que esto le está pasando a su nieto. 
Pero no le gustó mucho la idea de escuchar a su madre decirle que nunca debería 
haber dejado que Ryan jugara al fútbol. 
 
Y definitivamente no quería que su padre le preguntara cómo iba a pagar todo 
esto. 
 
Solo podía llamar a una persona que sabía que no lo juzgaría. Sintiéndose 
como un completo idiota por haber tenido que apoyarse tanto en él en los últimos 
días, Russ llamó a Jake. 
 
Esperaba oír su buzón de voz. Jake no podía darse el lujo de dejar el teléfono 
encendido en el trabajo. No mientras estaba atendiendo pacientes. 
Pero para su sorpresa, solo sonó una vez antes de que Jake contestara. 
—Hola, ¿cómo te fue? 
 
—Lo están programando para cirugía el día tres. 
 
La línea se quedó en silencio por un momento, y entonces: —Mierda, Russ. Lo 
siento mucho. ¿No hay posibilidad de que lo hagan en la consulta? 
 
—Supongo que no. —Russ escuchó a alguien alcanzar la manilla de la puerta. 
Aparentemente su oportunidad de aferrarse al apoyo moral no iba a durar mucho 
tiempo—. Tengo que irme. Ryan y yo vamos a tomar un helado. Igual pasamos por la 
tienda de cómics o algo así. 
 
Miró a su hijo, y cuando ni siquiera eso lo animó, sintió una puñalada de culpa. 
¿No era su trabajo como padre protegerlo de sentirse así? 
 
 
 
—Puedo pasar más tarde, esta noche, si estás en casa. 
 
Sabía lo que Jake estaba diciendo: Si necesitas a alguien allí. Sabía que no 
debía. Millones de personas probablemente habían pasado por algo peor que esto. 
¿Por qué debería ser el único imbécil que necesita un hombro para llorar? 
 
Pero lo que se encontró diciendo fue: —Sí, eso estaría bien. Podemos 
bebernos un paquete de seis. 
 
 
 
 
 
Jake se había preparado para esto. Se había pasado el domingo atascado en 
papeleo, buscando desprendimientos de retina en niños e incluso llamando a un 
colega para obtener su opinión. 
 
Sabía que era una posibilidad. Solo quería desesperadamente creer que 
resultaría de cualquier otra manera. 
 
Le temblaba la mano cuando colgó a Russ. Se había asegurado de dejar algo 
de tiempo en su agenda para estar disponible, y estaba contento de estar solo ahora 
en la sala tres. Cada parte racional de él sabía que Ryan probablemente estaría bien. 
Las cirugías eran mucho más seguras hoy en día, y aunque sería una prueba, era un 
chico fuerte. Podría superarlo. 
 
Pero si hubiera sido posible que Jake hubiera pasado por esto en lugar de 
Ryan, e incluso en lugar de Russ, lo habría hecho. 
 
Sentado en el taburete, miró fijamente su teléfono por un momento. Su amigo 
probablemente estaba enloqueciendo. Su voz fue lo suficientemente tranquila, pero 
Ryan estaba justo a su lado. ¿Qué pasaría cuando estuviera solo y se viera obligado 
a soportar el peso de otro gran golpe? 
 
Un suave golpe a la puerta interrumpió sus pensamientos antes de que 
pudiesen llegar mucho más lejos. 
 
—Adelante —dijo, sabiendo que era Lynn. 
 
—Acabo de enviar nuestra última cita previa al almuerzo a recepción. 
¿Recibiste noticias de Russell? 
 
Asintió, levantándose del taburete. —Sí. No es bueno. Ryan va a ser operado 
el día tres. 
 
—Mierda. Lo siento, J. 
 
Respiró hondo y dejó salir el aire lentamente, asintiendo. —Sí. Puede que 
necesite que me cubras. Quiero asegurarme de que estoy disponible en caso de que 
Ryan me necesite. Me haré cargo cuando quieras un día libre. 
 
Levantó la mano despectivamente. —No te preocupes por eso. Sé que Ryan 
es importante para ti. 
 
 
 
Jake separó las rodillas y agachó la cabeza, pasando los dedos por su pelo 
corto. 
 
—A veces odio este trabajo. Ver que los niños tienen que pasar por esta 
mierda. No es justo. 
 
—Sí, no lo es. Pero lo cuidarán bien. Es un procedimiento mínimamente 
invasivo. Un par de horas en cirugía, un poco de tiempo en recuperación, y estará 
bien. 
 
—Lo sé —dijo. Y lo sabía. Pero eso no cambiaba el hecho de que deseabaque 
Ryan no estuviera pasando por eso—. Cristo, este es el peor momento para ello, 
también. Ayudé a Russ a elegir su póliza. Sé lo que cubrirá. 
 
Y lo que es más importante, lo que no. Mucho, cuando se trataba de 
condiciones médicas que no se consideraban mortales. 
 
—¿Crees que me despertaré mañana y toda la atención médica será 
mágicamente gratis?, ¿sin condiciones? —preguntó. 
 
—No aguantes la respiración. 
 
Al mirarla, vio la sonrisa compasiva en sus labios, y sintió una puñalada de 
culpa. Ella no debería sentir simpatía por él. Había tomado el asunto en sus propias 
manos. 
 
—Pagué por su visita aquí. 
 
—Eso fue muy amable de tu parte —dijo, y por su tono Jake pudo ver que ya 
sabía que esa no era toda la historia. 
 
Solo estaba esperando que se lo dijera. 
 
—Le pasé mi tarjeta a Patti después de que él ya había pagado. 
 
—¿Qué planeas decirle? 
 
—Nada, si puedo evitarlo. 
 
No le contestó nada a eso, y se aventuró a mirarla de nuevo. Tenía esa mirada 
en sus ojos. La que decía que esperaba un ‘¡oh, cariño. ¿En serio?’ en un futuro 
cercano. 
 
Ella le había mirado de la misma manera cuando aceptó ser el padrino en la 
boda de Russ y Carrie. 
 
—Ya sabes lo que te voy a preguntar. 
 
 
 
Lynn conocía su historia. Sabía que había crecido en una casa de acogida. 
Sabía que había tenido que tomar dos trabajos durante sus años de estudiante, y que 
había suspendido el MCAT1 una vez, antes de entrar a la escuela de medicina. Sabía 
que estaría pagando préstamos estudiantiles por el resto de su vida. 
 
Y también sabía que estaba loco por Russ desde hace casi veinte años. 
 
Así que sí, sabía lo que ella iba a preguntar. Pero le hizo un gesto para que se 
lo preguntara de todos modos, suspirando. 
 
—Adelante. 
 
—¿Cuánto de esto es que quieres ayudar a Russ como amigo y cuánto que 
quieres ir a socorrerlo? 
 
Jake siempre había valorado la franca honestidad de Lynn. Ella era capaz de 
sentir una gran empatía y compasión, pero normalmente sabía cuándo él lo 
necesitaba, y cuando necesitaba que fuera incisiva para llegar directamente a la 
verdad. 
 
Esta vez, deseó que ella se hubiera decidido por la primera. 
 
—Acabo de enterarme de que el hijo de mi amigo va a ser operado, Lynn. No 
quiero un sermón ahora mismo. 
 
—No voy a darte un sermón, solo... te estoy haciendo consciente de la 
situación. 
 
—Conozco la situación —dijo, un poco más amargamente de lo que pretendía. 
 
Lynn se cruzó de brazos sobre su pecho y se recostó contra el mostrador, 
mirándole durante un largo momento. Jake no se preocupó por ese escrutinio, pero 
hizo todo lo que pudo para no retorcerse. 
 
—Eres un hombre adulto, J. No voy a decirte lo que debes o no debes hacer. 
 
—¿Pero...? 
 
Sus labios se apretaban en una delgada línea. 
 
—Pero no quiero que te hagan daño. Olvidas que fui yo quién te levantó del 
suelo cuando te bebiste seis Jameson2 después de la boda de Russ. 
 
No lo había olvidado en absoluto, aunque deseaba poder hacerlo. 
 
 
1 El MCAT es un examen presentado en los Estados Unidos por personas que desean entrar a una facultad de medicina. Hay 3 secciones, cada una con 15 puntos: 
ciencias biológicas, ciencias físicas y razonamiento verbal; también, hay una sección de escritura. 
2 Jameson es un whiskey irlandés mezclado, producido por primera vez en 1780. Originalmente uno de los cuatro whiskeys más importantes de Dublín, hoy en día es 
destilado en Cork, aunque la mezcla sigue llevándose a cabo en Dublín. 
 
 
—Te entiendo —dijo, dándole una media sonrisa—. ¿Alguna vez te agradecí 
por eso? 
 
—No vomitaste en mi armario. Eso fue suficiente agradecimiento. 
 
Jake se encogió. —Encantador. 
 
Ella se movió detrás de él y lo agarró por los hombros, apretando un poco antes 
de inclinarse y poniendo sus brazos sueltos sobre su pecho. Fue un gesto íntimo, y si 
alguien los encontrara ahora, probablemente pensarían que eran amantes. 
 
Ellos se reirían histéricamente de esa idea, por supuesto. 
 
—Sabes que siempre voy a estar aquí sin importar lo que pase, J. Si puedo 
ayudarte a evitar algunas de estas cosas, lo haré. Pero sé que vas a hacer lo que vas 
a hacer. 
 
Jake levantó su mano, apoyándola sobre una de las de Lynn. —Sí, bueno. Ni 
siquiera puedo negar eso. 
 
Le dio un medio abrazo antes de soltarse, y luego usó el espejo sobre el lavabo 
para alisarse el cabello. Jake sonrió. Ese fue el ejemplo perfecto de la personalidad 
de Lynn. 
 
—Solo trato de ser un buen amigo, ¿sabes? Sin Carrie, no tiene a nadie. 
Trabaja en casa, no sale muy a menudo… 
 
Lynn sonrió. —Estoy seguro de que le alegrará saber qué crees que es un 
recluso total. 
 
Se burló. —Sabes a lo que me refiero. 
 
—Lo hago. Y sé que es un montón de mierda. Eres un buen amigo. Soy la 
prueba viviente de eso, y testificaré a tu favor cuando quieras. Pero cariño, ¿las cosas 
que haces por mí? No es lo mismo que las cosas que haces para Russ. 
 
Tenía razón en eso. Jake siempre se había considerado un amigo leal. Había 
contestado su teléfono a altas horas de la noche y había cogido su coche en medio 
del invierno para recoger a Lynn de la casa de un tipo espeluznante. Pero 
aprovechaba la oportunidad de hacer lo más mínimo por Russ. 
 
Estaba empezando a parecer un poco patético. 
 
—Entonces, ¿cómo lo ayudo como amigo? 
 
Lynn se recostó contra el mostrador una vez más, cruzando un tobillo sobre el 
otro. Jake casi se rio de las zapatillas de deporte cubiertas de purpurina que llevaba 
debajo de lo que probablemente era un traje muy caro. 
 
 
—Ayudarlo cuando te lo pide, y no antes. Vendrá a ti si te necesita. No más 
hacer cosas a sus espaldas, ¿de acuerdo? 
 
Jake asintió a regañadientes. —De acuerdo. 
 
Antes de que pudiera decir algo más, su teléfono sonó de nuevo. Lo sacó y vio 
la foto de Russ en la pantalla. Echando una mirada a Lynn, que lo miraba con una 
ceja levantada, contestó el teléfono. 
 
—¿Alguna novedad? 
 
—Quieren que elija un hospital para la cirugía. ¿Cómo diablos voy a saber qué 
hospital es mejor para esto? El Northwest tiene buenas instalaciones de pediatría, 
pero Hamilton tiene mejores críticas. ¿Quién carajo revisa un hospital? 
 
Russ estaba a punto de desbordarse. Podía oírlo en la voz de su amigo. Eso 
significaba que Ryan no estaba cerca. No había forma de que dejara que su hijo lo 
oyera así. 
 
—Vale, lo primero es lo primero. Respira hondo y cálmate. 
 
Acompañó a Russ a través de la decisión, sopesando los pros y los contras. 
Lynn se fue a mitad de la conversación, y creyó leer en su boca las palabras ‘ten 
cuidado’. Así que, después de unos veinte minutos de discutir los beneficios de 
Northwest Regional contra Hamilton, Russ se había calmado considerablemente. 
 
—Supongo que el Northwest será mejor. Está más cerca de casa de todos 
modos, así que puedo llevarlo a casa rápido y darle todo lo que necesite mientras 
esté allí. 
 
—Conozco algunos contactos en el Northwest. Puedo hacer que alguien 
específico se ocupe de su cuidado preoperatorio, ¿si quieres? 
 
Maldita sea. Ya estaba fallando. Russ no había pedido eso. 
 
—No, está bien —Jake escuchó el ruido de papeles y el sonido de una silla 
raspando contra el suelo de la cocina. Russ debía estar en casa. —¿Vas a venir esta 
noche? 
Se abstuvo de emitir el entusiasta ‘por supuesto’ que quería brotar de él. 
—Justo después de pasar por el banco. ¿Qué te parece a las seis? 
Sabía que Lynn sacudiría la cabeza ante esto, pero ya se había ofrecido a ir. 
No podía inventar alguna excusa para mantenerse alejado. No cuando Russ lo 
necesitaba. 
 
—A mí me parece bien. Te veré entonces.Ahora mismo, no tenía tiempo para pensar si estaba o no dando una vibración 
desesperada. El juicio de Lynn era generalmente sólido, pero cuando se trataba de 
esto, había demasiadas circunstancias atenuantes. Si podía ayudar a Russ y Ryan 
de alguna manera, lo iba a hacer. No importa qué señales pueda enviar. 
 
 
 
 
 
Russ había estado sentado en la mesa de la cocina desde que llamó a Jake. 
 
Ryan estaba en su habitación, jugando con su Xbox. Después de las tres de la 
tarde más o menos, pudo escuchar la voz de su hijo bajando las escaleras varias 
veces, y adivinó que tenía los auriculares puestos y estaba hablando con sus amigos. 
Jugaron unas cuantas partidas juntos. Nada demasiado intenso, aunque a Russ no le 
preocupaba que los videojuegos fueran a convertir a su hijo en un maníaco homicida. 
 
Sin embargo, incluso si hubiera llegado a una conclusión diferente, no pensó 
que sería capaz de decirle a Ryan que no podía jugar con sus amigos en este 
momento. Se preguntaba qué les estaba diciendo su hijo, si les hablaba de la cirugía 
y de todo lo que le estaba pasando, o si lo estaba ignorando y fingiendo que nada 
estaba mal. 
 
Pero aparte de ir regularmente a ver cómo estaba, Russ no se entrometió. No 
le parecía bien. Ryan tenía diez años, pero siempre había actuado con mucha 
madurez para su edad. Probablemente porque era hijo único. Se había dado cuenta 
de que también era más introvertido. Igual que él. Así que, si necesitaba la 
oportunidad de procesar todo esto, se la daría. 
 
Además, no era como si Russ no tuviera un millón de cosas más con las que 
lidiar. Había impreso el papeleo y la documentación del seguro y lo había estado 
revisando durante horas, tratando de encontrar cualquier cosa que le diera una salida. 
También había abierto el papeleo que había recibido de la Fuerza Aérea sobre los 
beneficios que Carrie había dejado para su familia. 
 
Sin embargo, no veía nada. No parecía haber una laguna jurídica, una 
respuesta repentina que hiciera que todo esto estuviera bien. Los beneficios de Carrie 
no lo cubrirían, simple y llanamente. Y aunque su seguro cubriría cierta cantidad por 
los tratamientos hospitalarios y la cirugía, todavía iba a pagar por lo menos cinco mil 
dólares de su bolsillo antes de que todo esto fuera dicho y hecho. 
 
Y no tenía esa cantidad de dinero. 
 
Cuando levantó la vista, ya estaba empezando a oscurecer afuera, lo que 
significaba que Jake estaría allí en cualquier momento. Intentó dar una apariencia de 
orden a su caos, apilando los papeles libremente, y dejó todo a un lado durante un 
rato. 
 
Necesitaba el descanso, honestamente, y se dirigió al frigorífico para abrir un 
paquete de seis cervezas. 
 
 
Cuando vio el coche de Jake entrar por el camino, abrió la puerta principal y 
saludó a su amigo, dándole un abrazo. 
 
—No estabas bromeando sobre ese paquete de seis —dijo Jake con una 
sonrisa, tomando la botella. 
 
—Nunca bromeo sobre la cerveza. 
 
—Dile eso a todo el prestigio que me quitaste en la universidad. 
 
—No dije que nunca bromeaba mientras tomaba cerveza —dijo con una 
sonrisa, sabiendo exactamente de lo que Jake estaba hablando. 
 
Nunca habían sido realmente grandes fiesteros, pero un semestre cuando 
estudiaban en la Universidad habían decidido que sería divertido ver si podían entrar 
en una fraternidad, incluso sabiendo que al final los rechazarían. Después de una 
desastrosa partida de cerveza pong3, aprendieron la lección de querer seguir el ritmo 
de los chicos de la fraternidad. 
 
—Adelante, entra. Nosotros tomamos algo de camino a casa, pero puedo 
calentar algunas sobras si quieres. 
 
—No, estoy bien. 
 
Cerró la puerta detrás de su amigo y lo llevó más allá de la mesa a la que había 
estado atado toda la tarde, a la sala de estar. Encendió la televisión, sobre todo por 
el ruido de fondo, y se hundió en el sofá con un suspiro. 
 
El impulso hacia delante era lo único que lo mantenía erguido, y lo sabía. Y por 
las miradas en la cara de Jake, él también lo sabía. 
 
—¿Ryan está arriba? 
 
—Sí. Está jugando sus juegos. Parece que no quiere hablar de nada de esto. 
 
No con él, al menos. 
 
—Puede que venga a ti cuando esté más cerca la cirugía. Probablemente 
tenga muchas preguntas. 
 
—Sí, bien. Espero tener algunas respuestas para entonces. 
 
Un bostezo se le escapó y lo sofocó lo mejor que pudo. Había tratado de evitar 
darle a Jake una razón para que le diera esa mirada profundamente comprensiva en 
la que era tan bueno, pero aparentemente no se estaba librando tan fácilmente. 
 
—¿Seguro que no quieres tomar una siesta o algo? Puedo vigilar a Ryan. 
 
3 Juego de beber cerveza por un embudo 
 
 
—Estoy bien. Solo necesito unos minutos para recuperar el aliento. 
 
Se llevó la botella a los labios y tomó un sorbo. Después de todos estos años, 
todavía no le gustaba el sabor de la cerveza. Pero Carrie había sido una chica fiestera 
en la universidad, y siempre había sido la que conseguía alcohol y cualquier otra cosa 
para animarlos a posponer sus estudios un rato más. 
 
A veces se preguntaba cómo se graduaron, por no hablar de cómo llegó Jake 
a la facultad de medicina. 
 
Recordó sentirse estresado en ese entonces. Estirando el dinero que obtuvo 
de sus padres y de los préstamos estudiantiles. Tratando de no fallar en una clase 
que odiaba absolutamente. Aceptando la idea de que no quería ser un MBA4 de alto 
nivel como su padre, sino que quería usar su título para dirigir una pequeña empresa. 
 
Todos parecían tener grandes problemas en ese momento, pero ahora... 
 
—¿Crees que las cosas eran más fáciles en la universidad? ¿O se han puesto 
mucho más duras en los últimos años? 
 
—Creo que tener un hijo probablemente hace las cosas un millón de veces 
más difíciles —dijo con una pequeña sonrisa. 
 
Esa era la verdad. Russ amaba a su hijo más que a nada en el planeta, pero 
Ryan había introducido un montón de nuevas tensiones en su vida. Cosas que nunca 
hubiera pensado dos veces en el pasado, eran ahora temores siempre presentes que 
permanecían en el fondo de su mente. 
 
Puede que Jake no supiera lo que era ser padre, pero Russ sabía que se 
preocupaba por sus pacientes. Y la insinuación de dolor en su sonrisa le recordó que 
su amigo no carecía de hijos por elección. 
 
Había estado tratando de adoptar durante años, pero nunca se le dio luz verde 
debido a su estado civil. O la falta de él. 
 
Mierda. Y aquí se sentía estresado porque tenía un hijo. Jake se llevó todo el 
dolor de cabeza sin el beneficio. 
 
Se quedaron en silencio, y Russ tomó otro trago de su botella. Le gustaba 
poder sentarse con su amigo así. No podía hacer eso con nadie más, y le dio la 
oportunidad de poner sus pensamientos en orden y averiguar qué demonios quería 
decir. 
 
Probablemente hicieron la película más patética del mundo en este momento. 
Dos tipos de treinta y tantos sentados en el sofá con un par de Bud Lights, mirando la 
televisión, pero sin verla. Podría haber sido un guion. 
 
 
4 MBA es Maestría en Administración de empresas 
 
 
—Carrie nos patearía el trasero ahora mismo —dijo Jake. 
 
Por un momento se preguntó si su amigo acababa de leer su mente. Miró a 
Jake, vio la expresión juguetona de su cara y se rio. En realidad, se rieron 
honestamente, en vez de dejar escapar torpemente una risita a medias. 
 
—Jesús, tienes razón. Nos sacaba del sofá y nos hacía moverlo para que 
pudiéramos jugar a Candy Land en medio del suelo. 
 
—Apestas tanto en CandyLand. 
 
Russ volvió a reír, agitando la cabeza. —Lo que sea, hombre. Ese juego estaba 
manipulado como la mierda. 
 
Habían hecho tantas apuestas decididas por ese juego. Fue ridículo, 
considerando que era el puto Candy Land. Pero Carrie había encontrado una manera 
de hacerlo extremadamente importante para los intereses de todos. En la universidad, 
eso significaba sobre todo desnudarse, beber y fumar todo lo que había conseguido 
traerles. 
 
A veces, incluso en ese orden. Era un puto milagro que no hubieran acabado 
todos en un loco trío. 
 
Aunque maldita sea, si no se habían acercado. 
 
Cuando pensó en como jugaban al Candy Land, inmediatamente recordó uno 
de los retos más... intensos de Carrie. Todos habían estado borrachos como la mierda 
antes de empezar a jugar, y además se habían fumado una pipa entre los tres. 
 
Se le había metido en la cabeza que Russ era un poco bicurioso. Y tal vez lo 
había sido. Carrie le había preguntado sin pensarlo dos veces si alguna vez se lo 
haría con un chico, y su respuesta de ‘no sé, Jake es bastante guapo’ probablemente 
no era el tipo de cosa que un chico totalmente heterosexual debería haber contestado. 
Y Carrie, siendo quién era, había decidido ver qué tan lejos llegaría con ello. 
 
—¿Recuerdas la vez que ella ya había llegado a Candy Castle y dijo que el 
último en llegar tenía que hacerle una paja al otro? —Mientras ella miraba, por 
supuesto—. Estaba ganando todo el juego, y luego tiré por la borda las ganancias en 
mis últimas tres jugadas. 
 
Jake se echó a reír, pero sonaba un poco nervioso. Aparentemente sí lo 
recordaba. Esperaba que Carrie no lo avergonzara demasiado con eso. 
—Y fui derribado por ello. Me sorprende que no te hiciera honrar esa apuesta. 
Había una extraña nota en la voz de Jake, y Russ se preguntó si recordaba 
cómo habían ido las cosas. Estaba preparado para cumplir con la apuesta. Incluso 
había estado un poco excitado por ello, si era honesto consigo mismo. Pero acababa 
de coger el cinturón de Jake cuando Carrie estalló en risas. 
 
 
Oyó a Jake tomar un gran trago de su cerveza y se dio cuenta de que habían 
caído en un silencio incómodo. Genial. Jake probablemente se sintió avergonzado al 
pensar en su mejor amigo haciéndole una paja. 
 
Hora de cambiar de tema. 
 
—¿Qué tal cuándo decidisteis que sería genial hacer un combate a muerte 
toda la noche, justo antes de los parciales? 
 
A Jake le dolía la cara de reírse mientras gemía. —¡Oh, Dios! No me lo 
recuerdes. Creo que mi cerebro se durmió alrededor de las cinco. Mis manos seguían 
tirando dados y moviendo piezas. 
 
—Apuesto a que, aun así, pasaste ese examen —dijo con una sonrisa de 
satisfacción. 
 
—Apenas. Creo que el profesor sintió pena por mí. Me dormí tres veces 
mientras intentaba escribir el ensayo. 
 
Russ sonrió por eso. Había sido eliminado de ese partido temprano y se las 
había arreglado para tomar una siesta en medio del piso del dormitorio, pero aun así 
había llegado tarde a su clase y se había llevado parte del mérito. 
 
—Vosotros siempre supisteis cómo evitar que me lo tomara demasiado en 
serio, lo admito. Estuve estresado por ese examen durante semanas. Sin ese juego, 
probablemente lo habría hecho aún peor. 
 
—Sí —dijo Russ con una sonrisa cariñosa. 
 
Pero cuando volvieron a caer en el silencio, el dolor regresó. No de forma lenta, 
sino con una repentina prisa. Su cerebro se encontraba ahora mismo atrapado en un 
sentimiento de agonía. Al principio, estaban compartiendo algunas historias sobre una 
amiga en común que no estaba en la habitación. Entonces, de repente, esas historias 
eran sobre una amiga en común que no estaba viva. 
 
Carrie no iba a bajar esas escaleras con la caja de Candy Land a remolque. 
Ella se había ido. Todo lo que tenía ahora eran estos recuerdos. Recuerdos que 
compartió con Jake. 
 
—La echo de menos, Jake. La gente nunca te dice como reaccionarás a la 
mierda más estúpida, ¿sabes? Cada vez que veo su cepillo de dientes me duele. 
Quiero tirarlo, pero no puedo, porque entonces voy a ver el lugar donde solía estar, y 
eso va a doler aún más. 
—Lo sé —dijo Jake en voz baja—. Y sé que es diferente para ti. Mucho peor. 
Pero sé exactamente a qué te refieres. Cada vez que vengo a tu casa y veo la 
tortuguita que ella y Ryan pintaron, justo al lado de las escaleras, me mata. 
 
 
 
Russ asintió. Quiso aplastar esa tortuga cuando volvió del funeral, y de nuevo 
cuando trajo la urna de su esposa a casa. Pero nunca la tocaría. No podía. 
 
—¿Cómo se supone que voy a hacer esto? Ryan va a ser un adolescente 
pronto. No puedo criar a un adolescente yo solo. Jesús. Tendré suerte si puedo pasar 
este año. 
 
—Oye —dijo Jake, y Russ se vio obligado a mirarlo a los ojos. Su amigo 
extendió la mano y agarró suavemente su hombro—. Ya te lo dije, no tienes que hacer 
esto solo, ¿de acuerdo? Todo lo que tienes que hacer es llamarme y te ayudaré con 
lo que necesites. 
 
Si Jake hubiera sido otra persona, Russ habría pensado que esas palabras 
eran solo tonterías bien intencionadas. Pero él lo dijo en serio. La convicción en sus 
ojos era casi aterradora por su intensidad. Y eso hizo que sintiera un mínimo atisbo 
de esperanza, junto con un pequeño revoloteo en su pecho que rápidamente aplastó. 
 
—Sé que lo harás. Mierda, lo estás haciendo ahora mismo. Yo solo... Carrie 
era más que mi esposa. Era mi compañera. Alguien con quién tomar decisiones. 
Alguien que me corregía cuando hacía algo mal. Alguien que siempre estaba ahí. 
Extraño tener eso. Se siente como si estuviera volando a ciegas ahora mismo. 
 
La expresión de Jake se volvió triste otra vez y retiró su mano. Sus rasgos se 
volvieron sombríos, antes de que finalmente hablara de nuevo. 
—¿Has considerado volver a casarte? 
La pregunta golpeó a Russ como un jarro de agua fría sobre su cabeza. Lo 
dejó helado hasta los huesos, y temblando. Eran solo cuatro palabras, pero en ese 
instante sintió como si su amigo le estuviera pidiendo que cometiera la traición 
definitiva. 
 
—Han pasado diez meses, Jake. No perdí un hámster. No puedo ir a la tienda 
con una caja de zapatos y conseguirme otra esposa. 
 
—Eso no es lo que quise decir —dijo, poniéndose a la defensiva—. No estoy 
diciendo que debas intentar reemplazar a Carrie. Tú y yo sabemos que eso no es 
posible. 
 
La única persona en el mundo que lo entendía tan bien como Carrie era Jake, 
y eran solo amigos. Por mucho que Russ apreciara su ayuda, no le pediría que llenara 
ese vacío. Y no estaba interesado en conformarse con el segundo mejor. No cuando 
tenía un hijo que criar. 
 
Con Ryan en su mente de nuevo, salió del estado en el que se había quedado 
y se levantó del sofá. —Ha pasado un tiempo desde que lo revisé. Volveré en unos 
minutos. 
 
 
 
No miró a Jake. No pudo. Su amigo tenía buenas intenciones, lo sabía. Pero 
fue demasiado. En vez de eso, dejó su cerveza y se dirigió a las escaleras. 
 
 
 
 
 
La había cagado. 
 
Desde el momento en que las palabras salieron de su boca, lo supo. El cambio 
abrupto en la expresión de Russ fue desgarrador, como si una lanza se hubiera 
clavado en su estómago. 
 
¿En qué había estado pensando? ¿Por qué lo mencionó? Sabía que era 
demasiado pronto para eso, Incluso él encontraba molesta la idea de que Russ tuviera 
a alguien más. 
 
Aunque sus motivos no eran exactamente desinteresados. 
 
Tal vez Lynn tenía razón. Tal vez había estado tratando de meterse en esta 
situación y mágicamente hacer las cosas mejor. 
 
¿Cuál era exactamente su plan? ¿Presentar a Russ una buena chica para 
poder sacar

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