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Teoricos del final de 2018

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(
UNIDAD
 
I
 
-
 
INTRODUCCIÓN
 
A
 
LA
 
CLÍNICA
)
La enseñanza de la clínica en la universidad. La psicología clínica y sus variantes. La clínica psicoanalítica, el sujeto y la singularidad del caso. La clínica actual, psiquiatría y neurociencias. Perspectivas en lo social.
La práctica clínica consiste en la delimitación de un cierto no-entender que está en el centro de lo que lleva a alguien a consultar. 
Si rápidamente entendemos o creemos entender, corremos el riesgo de estar interpretando o leyendo la singularidad de un padeciente con nuestros propios fantasmas, ideales, etc.
En la clínica, más que “leer” se trata de “descifrar”: descifrar es hacer un tipo de lectura. Uno de los sentidos que tiene lo que nosotros llamamos la “interpretación” (como instrumento general de las prácticas de la escucha) es que permite -en un caso ideal/en el mejor de los casos- hacer una lectura de lo que el padeciente dice. “En el mejor de los casos” refiere a que uno puede no hacer una lectura de lo que dice el padeciente, sino ya tener una lectura universal para todos los padecientes y, consecuentemente, tener una propuesta universal para todos los padecientes (con un ejemplo banalizado: decir que haga yoga y mindfulness tres veces por semana como una solución/propuesta universal para todos, no haciéndose entonces una lectura de lo que está diciendo ese padeciente en particular).
La clínica es lo que se puede transmitir de la práctica. La enseñanza de la clínica nunca debe confundirse con la práctica propiamente dicha: ahí hay un salto, una hiancia. La práctica supone toda una serie de cuestiones que no son subsumibles en la transmisión de un saber.
La práctica supone un ACTO y una DECISIÓN PERSONAL que no es sustituida por ningún saber. En ese acto (analítico), decisión de cada uno, debe haber un deseo, se debe estar habitado por un deseo (por ejemplo, el deseo de curar no está mal, pero uno en tanto estudiante debe estar rápidamente advertido de los excesos que pueden llevar al “furor curandis”). El acto se trata de un real insustituible por cualquier saber. De alguna manera cada uno sabe que va a poder o no va a poder autorizarse en un título.
No se trata de “tapar” esos agujeros sino de dejarlos a la vista, preservarlos. La singularidad de cada caso nos tiene que poner a nosotros, en tanto clínicos, en un lugar que relativice el saber, la formación recibida. Tampoco se trata de no leer nada, sino de no obturar/taponar la singularidad del sujeto. Se trata de preservar y atender al agujero que llamamos “SINGULARIDAD”, y de darle forma de caso clínico, darle forma de algo tratable.
[¿podrá pensarse esta dimensión de la clínica como “la formalización para el tratamiento?”]
Esta formalización permite plantear una práctica diferente a “contarle sobre mi malestar a un amigo/familiar”. Por ejemplo, el punto de “sentir que nadie me entiende”, el “no sentirse escuchado”, y de pronto ir a una entrevista y sentirse escuchado, es algo que podríamos pensar como el trabajo del clínico para dar lugar a la AFIRMACIÓN DE LA VERDAD del padeciente.
Esto es todo un trabajo en las entrevistas preliminares. Cuando uno no se siente escuchado lo que ocurre es que hay una verdad propia que uno siente que el otro no puede entender. Para que nuestra escucha se amplíe y pueda alojar sufrimiento el analista no debe pasar por todos esos sufrimientos (es como si dijera que tengo que tener cáncer para curar un cáncer). Pero sí es necesario un “EFECTO DE FORMACIÓN”: tiene que ver con poder recibir una verdad que es totalmente subjetiva, una verdad singular, y no contrastar con ninguna verdad objetiva.
Para el Psicoanálisis, es un principio considerar que la verdad está en el discurso del padeciente, el criterio de verdad es interior al discurso, no es contrastable con una “verdad objetiva”. No se trata de contrastar los dichos con los hechos, sino de tomar los dichos como hechos. La formación clínica pasa por poder ser esa especie de “superficie neutra” que puede escuchar una subjetividad diferente de la suya.
Recordamos entonces que en el corazón de todo diálogo ponemos al malentendido, cuestión que nos ayuda a entender la recomendación técnica de Lacan: “no comprender” (y recordar asimismo que no es necesario tener ese malestar para tratar ese malestar).
En el corazón de la práctica, y no como un detalle accesorio, lo que recibo es una singularidad. Eso hace que uno ubique más humildemente el saber con el que se puede empezar a leer lo que le ocurre a ese sujeto. Esta singularidad supone asumir que más allá de las categorías de las que nos podamos servir (por ejemplo, Neurosis Obsesiva, Histeria, Fobia, etc.), ese sujeto va a traer un síntoma único e irrepetible.
[primero se podría pensar en términos de sufrimiento/padecimiento único e irrepetible, para después pensar en el armado de un síntoma único e irrepetible]
Es por eso que los universales en psicoanálisis tienen un valor descompletado: es un saber que no cierra nunca porque estructuralmente está armado alrededor de un agujero, la singularidad. Sirve pensar al sujeto en relación a la tensión entre universal y singular.
Perfilamos dos puntos fundamentales: ÉTICA + NEUTRALIDAD.
Freud mismo advertía del riesgo de pretender encajar al sujeto en un protocolo, al sostener que cuando un clínico recibe a un padeciente debe olvidar todo lo que ha estudiado, lo que ha leído y su experiencia. Esto tiene que ver con una cierta “ética mínima”: no se va a hacer entrar al sujeto en un protocolo.
El psicólogo clínico, que es el que va a conducir la cura, tiene sus ideas respecto de la vida, respecto del sufrimiento, respecto de la relación sexual, etc.; tiene sus propios fantasmas. A esto se refiere Freud cuando decía que había que “adoptar una posición neutral”: no neutral respecto de lo que dice el padeciente, neutral respeto de que uno no va a hacer una “reeducación” del padeciente. Uno puede hacer una reeducación, pero eso no es hacer un psicoanálisis; cuando educa transmite los propios valores, los propios fantasmas, las propias virtudes, y eso no está mal en sí, no está mal en tanto educación, pero sí tendrá sus límites.
Esta NEUTRALIDAD DEL ANALISTA es justamente que el analista no ponga en juego en la dirección de la cura sus valores, ideales, e incluso ideas acerca de lo que es normal o patológico (lo que requiere del control/supervisión y el análisis personal).
La ÉTICA estaría vinculada a no dirigir el tratamiento con los propios valores, las propias convicciones, y/o el propio criterio de qué está bien y qué está mal. Desde la dirección de una cura uno no debe poner en juego sus propias identificaciones. La clínica implica un esfuerzo para que en ese dispositivo se pueda escuchar a un solo sujeto, que es el padeciente. Todo lo que a uno le pasa con lo que dice el padeciente es un problema de uno (y será cuestión de llevarlo al propio análisis, pero no ponerlo en juego en la cura). No se trata de ser/ pretender ser “robots” que nunca se van a ver afectados por nada, sino de formarse para reconocer en donde cada uno está o se ve implicado, y no intervenir en función de eso.
Se tratará de precisar la especificidad de la práctica, pero poniendo el acento en una dimensión distinta a la que habitualmente se enfatizó:
-tradicionalmente se situó la especificidad del psicoanálisis en el SUJETO DEL INCONSCIENTE, concebido en oposición al sujeto de la conciencia.
-la pregunta que nos va a guiar ahora no es por el sujeto, sino “¿QUÉ ES UN CUERPO? / ¿QUÉ CUERPO TRATA EL PSICOANÁLISIS?”.
[y esto sirve como “augurio” de lo que sería el cambio/pasaje de la noción de “sujeto del inconsciente” a la de “parlêtre”, recordando que la noción de hablante ser / ser hablante está destinada a sustituir la primacía en la clínica de la idea del sujeto del inconsciente, por la de un “cuerpo-hablante” o “viviente-que-habla”. Si apenas se presenta alguien a la consulta uno supone que ya de entrada se está trabajando con el sujeto del inconsciente, se dejan de lado un montón de problemáticas clínicas; así,se termina desconociendo el hecho de que el inconsciente es una dimensión a introducir, producir y trabajar, y que no necesariamente está dada desde el vamos -como lo demostrarán la clínica de la angustia y de la psicosis-]
Se afina un poco más la escucha si se problematiza cómo el sufrimiento que trae un padeciente a la consulta es un sufrimiento del cuerpo: es un sufrimiento que se siente en el cuerpo; el síntoma, por ejemplo, es un síntoma en el cuerpo.	Comment by Usuario: Sujeto del PSA.
Puesto que el sujeto es esencialmente un ser hablante parletre está esencialmente dividido, castrado. El sujeto como representado por un significante para otro significante, el sujeto es un efecto del LENGUAJE. 
Nos introducimos entonces por el lado del cuerpo, más que por el lado del sujeto. Esto marca un cierto pasaje del psicoanálisis clásico a la práctica psicoanalítica actual, en tanto en el psicoanálisis clásico el punto de partida era el Otro, mientras que en la práctica actual el punto de partida es el cuerpo.
Tradicionalmente, se abordan las diferentes concepciones de la clínica y la práctica a través de la noción de “sujeto”. La subversión que se produce con Freud es la existencia y desplazamiento del “sujeto de la conciencia” al “sujeto del inconsciente”. Eso es una subversión en el sentido de que todas las psicologías académicas y todas las teorías del conocimiento se apoyan en la conciencia y el Yo.
Nos situamos en las nociones aristotélicas, el dualismo cuerpo/alma. Lo que ocurre en el “alma” (psique) tiene un correlato en el cuerpo: si tengo un humor triste, depresivo, esto tiene un correlato en mi cuerpo. Respecto al dualismo alma-cuerpo, Freud aportó la novedad de separar del alma (ligada tradicionalmente a la mente, a la conciencia) el inconsciente (o, desde Lacan, lo simbólico).
El énfasis se va a poner en establecer un puente entre el cuerpo entendido como cuerpo material, llamémosle “organismo”, y este “otro cuerpo” que vamos a considerar a nivel de los tres registros: en el registro de lo real, el goce en el cuerpo; en lo imaginario, la imagen corporal y el alma con el inconsciente extraído (es decir, la conciencia); y en lo simbólico, el inconsciente (dimensión que separamos del alma).
[Debemos recordar que ya a partir de “RSI” (Real-Simbólico-Imaginario), en la última enseñanza de Lacan, se puede perfilar que ninguno de los registros tiene primacía sobre el otro, siendo que en última instancia se puede reconocer su independencia respecto a los otros -cada uno es en sí mismo un registro-]
Hay teorías en psicología que ponen el énfasis en el sujeto del conocimiento; lo innovador del psicoanálisis es que pone en pausa ese énfasis sobre si el Yo conoce y cómo conoce. El psicoanálisis no entró en este tema por el lado de una teoría del conocimiento, sino por el hecho de que ese “Yo que conoce” también es una temática de deseo y de goce. Interesa que ese Yo haya tomado como objeto de deseo su propia imagen, que el Yo sea un objeto catectizable mediante una imagen, que el Yo sea un objeto libidinal.
Tenemos el estadio del espejo (que parte de fenómenos observables, de experimentos en etología). El “cuerpo-organismo”, está en un estado de “prematuración” (un estado de indefensión, de necesidad de asistencia). Desde el punto de vista biológico, el humano es un cachorro que nace demasiado prematuro, necesitaría “más tiempo” en la panza de la madre si se lo compara con otras especies. Lo que se observa en el estadio del espejo es que cuando el niño se reconoce en la imagen que ve en el espejo hace un ajetreo lúdico, un gesto de júbilo. Hay como un “insight”, una especie de reconocimiento inmediato que, paradójicamente, es algo que “no debería estar permitido” por los sistemas del organismo que dispone el cachorro humano en ese momento. Se produce un fenómeno “libidinal”, fenómeno que rebasa/excede al organismo. El punto de partida es esa prematuración, esa incoordinación; en determinado momento, la visión de una imagen en el espejo le permite al niño ponerse contento, hacer gestos de algarabía frente a ese espejo, reconociéndose en ese espejo. Este fenómeno libidinal comienza a transcurrir en un registro propio: el “registro de lo imaginario” (que, si bien no es sin el organismo, es independiente del organismo). El que pasa por el estadio del espejo constituye un Yo y un narcisismo, primero, a nivel de la conformación de su cuerpo: reconoce ese cuerpo como suyo. No tenemos que dar por obvio que el estadio del espejo sea algo que universalmente hagan todos los seres humanos: uno podría no reconocer ese cuerpo, esa imagen en el espejo, podría sufrir una despersonalización.
A esto Lacan lo llamaba una “identificación imaginaria”, que permite constituir el “cuerpo imaginario”. Son propiamente fenómenos libidinales, pero por motivos didácticos los separamos: primero a nivel de la conformación del cuerpo; después en el nivel de la relación con el otro.
El CUERPO IMAGINARIO es aquel que se separa del cuerpo-organismo, y que se constituye como efecto de una imagen sobre el organismo. Hablamos en términos de efectos formativos de la imagen sobre el cuerpo. Ponemos la causa del lado de la imagen: es la imagen la causa de un efecto que se produce a nivel del organismo; algo conforma al cuerpo humano que no es del orden del organismo, que es del orden del narcisismo. Se erogeneiza la superficie de la piel, sobre la que se adosa lo imaginario. No hay otra especie que se reconozca en su imagen. No hay ninguna otra especie que conforme su cuerpo a partir de una imagen. Lo que puedo catectizar libidinalmente también corresponde al registro de lo imaginario, en tanto se catectiza aquello que refleja la forma de mi cuerpo y que reconozco como propio. Implica una operatoria de identificación a una imagen y de reconocimiento de y en esa imagen. Algunos términos y nociones claves para pensar este registro: la imagen del cuerpo, la identificación imaginaria, el estadio del espejo, el sentir como uno lo que es vivido como parcial, el reconocimiento en y de la imagen, libidinización-narcisismo-Yo, efectos formadores y sintomáticos de las imagos sobre el cuerpo, las fallas en este registro (fenómenos de despersonalización y desrealización), el efecto de los “ideales” (biopolítica) sobre la imagen corporal. El imaginario determina para nosotros “el umbral de nuestro mundo visible”: los seres humanos catectizamos objetos sí y solo sí reflejan la forma de nuestro propio Yo, sino no nos interesa. Lo que no podemos libidinizar es lo que no refleja nada de nuestra forma (la fobia, la discriminación y el efecto de lo siniestro/terrorífico son ejemplos paradigmáticos). El imaginario es la realidad de cada uno y ese imaginario puede variar (uno puede verse un día muy bien y un día muy mal en el espejo, esa es una oscilación propia de la identificación imaginaria). En nuestra civilización prolifera mucho lo imaginario, la imagen que uno más frecuentemente encuentra hoy son las imágenes de los cuerpos, y lo que cada uno hace con ese cuerpo (refiriendo al “tener que hacer” propio de la tiranía/dictadura respecto de la imagen ideal que se debe tener). Desde el punto de vista de la clínica, debemos poner en suspenso esa imagen ideal para todos y tener mucho respeto por el cuerpo, por la imagen del cuerpo que cada uno sostiene, las normas no corren en ningún sentido.
Para pensar el CUERPO SIMBÓLICO, retomamos a Lacan cuando dice que “el Otro es el cuerpo”, y ahí empezamos a entender que todo ese sistema simbólico se inscribe en el cuerpo. Lo simbólico es un sistema autónomo, independiente de los órganos. Esto no quiere decir que sin el cerebro pueda hablar, sino que no basta sólo con el cerebro. Algunos términos y nociones claves para pensar este registro: la incidencia de lo simbólico en la formación del síntoma (remitiendo a la noción de síntoma como formación del inconsciente, y del inconsciente estructurado como un lenguaje), la operatoria de los mecanismos (metonimia, metáfora, etc.), lo parasitario de lalengua.
El CUERPO REAL,por su parte, es otro que el cuerpo que llamaríamos “material”. En psicoanálisis tenemos un real propio que no es el real material. El cuerpo real en psicoanálisis es el cuerpo que está hecho para gozar. El organismo por sí solo no goza; goza porque hay otro real en el cuerpo irreductible al cuerpo material que nombramos con la palabra goce (luego se verán sus tres variantes, el fálico, el de la pulsión parcial, y el “otro” goce). Es el cuerpo de goce, pero también es el cuerpo de la angustia, de los afectos que se sienten en el cuerpo…
La biopolítica nos propone un cuerpo. El saber científico establece que un cuerpo debe tener un determinado peso, que tiene que estar dentro de ciertos parámetros. Pero el goce es más fuerte que el ideal del cuerpo que propone la biopolítica (por ejemplo, fumar). Por ejemplo, el paradigma del goce fálico siempre fue el órgano sexual masculino, que no funciona solamente porque es un órgano con una cierta fisiología, ni tampoco obedece a la voluntad del sujeto, sino que obedece a una ley de deseo y de goce. El organismo se muestra inútil si no funciona algo a otro nivel. Con cada una de las funciones “vitales” se podría demostrar lo mismo: no nos alimentamos por necesidad solamente, no dormimos por necesidad solamente. El sujeto se va construyendo un cuerpo que le permite poder comer, dormir, hablar, tener una vida sexual.
Lo imaginario y lo simbólico son registros propios, autónomos del organismo, y constituyen un aspecto fundamental del cuerpo. Lo real constituye el cuerpo en sí mismo, independiente del organismo y a veces contra el organismo, en tanto cuerpo de goce.
Para pensar esta “independencia” de los registros nos podemos servir de la clínica actual: la clínica nos muestra que hay algo de los registros que puede fallar, se puede descomponer. Nos podemos servir del ejemplo de Joyce. En su libro “Retrato del artista adolescente” cuenta una escena donde unos compañeros de la escuela le dan una paliza y él no siente nada, ni dolor, ni ninguna fractura; la metáfora que usa para describir esto es que “se desprende de su cuerpo, como la cáscara de una naranja”. Ese fenómeno en nuestra terminología sería el “fracaso de la identificación imaginaria”, queda de un lado el organismo y del otro lado el imaginario, sería un imaginario que se suelta, que se desprende, y es uno de los fenómenos por los cuales Lacan lo diagnostica como psicótico, pero no como un psicótico en el sentido clásico. Actualmente vamos a tener numerosísimas descripciones para plantear todo lo que a cada sujeto le ocurre en la relación con su propia imagen corporal. Por ejemplo, las descripciones en relación a los trastornos que sufre la imagen corporal en la anorexia (donde siendo extremadamente delgada se ve excesivamente gorda).
No sólo tenemos estos tres registros del cuerpo, sino que tenemos que tener también algún tipo de	Comment by Usuario: Freud dice que la angustia es una reacción a una situación traumática, una experiencia de DESAMPARO ante una acumulación de excitación que no se puede descargar. Los traumas son precipitados por situaciones de peligro como el nacimiento, la perdida de la madre como objeto, la pérdida del amor del objeto y la castración. 
Lacan relaciona la angustia con la amenaza de FRAGMENTACION que enfrenta el sujeto con el estadio del espejo. 
Diferencia con Freud: que Freud considera que una de las causas de angustia es la separación respecto de la madre y lacan sostiene que lo que induce angustia es precisamente la falta de tal separación. 
Luego comienza a articular a la angustia con lo REAL, un elemento traumático que permanece externo a la simbolización y con el cual no hay mediación posible. Este REAL es el objeto esencial que ya no es un objeto sino este algo ante el cual todas las palabras cesan y todas las categorías fallan, el objeto de angustia por excelencia. 
La angustia es el peligro radical que el sujeto intenta evitar a cualquier precio y que las diversas formaciones subjetivas que se encuentran en PSA desde las fobias hasta el fetichismo, son PROTECCIONES contra la angustia. 
La angustia no es sin objeto, involucra un tipo distinto de objeto, un objeto que no puede simbolizarse del mismo modo que todos los otros (objeto α) objeto causa del deseo y la angustia surge cuando aparece algo en el lugar de ese objeto. La angustia surge cuando el sujeto es confrontado con el deseo del Otro y no sabe que el objeto es el para ese deseo. 	Comment by Usuario: La cursa psicoanalítica se basa en el orden SIMBOLICO que trasciende la oposición entre AFECTO e INTELECTO.
Insiste en la relacion del afecto con el orden simbólico; afecto significa que el sujeto es AFECTADO por su relacion con el Otro. Sostiene que no son significantes sino señales. La represión no pesa sobre el afecto sino sobre el representante ideacional (significante).
La meta de la cura no es revivir experiencias pasadas, ni la abreacción del afecto, sino la articulación en PALABRAS DE LA VERDAD SOBRE EL DESEO. 
ANUDAMIENTO entre ellos. Es esto lo que nos va a permitir “tener un cuerpo”.
El SUJETO se define por aquello que hace objeción a todo planteo en nombre de categorías universales.
Entendemos la CLÍNICA como “lo real imposible de soportar”. Un fenómeno se vuelve clínico cuando se torna imposible de soportar para un sujeto. Pensamos a aquel real como aquello que no es tramitable del todo por los recursos simbólicos e imaginarios que tiene ese sujeto. Esto implica partir del hecho de que, en tanto singular, él participa de la definición de su propio padecimiento-síntoma (y no de una noción de Salud Mental universal establecida a priori por el clínico).
Se puede pensar a la clínica como espacio de emergencia del sujeto. La clínica implica aislar el síntoma y hacerlo hablar para ver qué lo determina, de dónde y por qué aparece, a qué obedece. La clínica no es algo individual que se opone a lo social, es algo que considera las determinaciones. El campo clínico se inaugura cuando dejamos caer nuestra propia idea de “norma” para dar lugar a cómo define cada sujeto su sufrimiento.
La clínica psicoanalítica tiene una DIMENSIÓN SIN GARANTÍAS, que implica que cada uno cada vez va a tener que reinventarse. La clínica orientada por el psicoanálisis implica que no es algo dado, no es algo establecido, ni algo asegurado. Se reinventa la clínica cada vez que un padeciente nos viene a ver, porque no está garantizado que uno pueda hacer de esa persona que se nos presenta, un sujeto, no está garantizado que podamos aislar un síntoma, que podamos producir la enfermedad que después vamos a tratar (la “enfermedad artificial” llamada transferencia).
El ACTO CLÍNICO implica responsabilidad, va más allá de todo lo que pueda establecerse como protocolo, como universal; el acto es fundante, funda la dimensión singular, es un ejercicio de cada uno.
El SÍNTOMA no es algo que para el entrevistador/analista/psicólogo es un problema. La primera singularidad que se debe hacer emerger es la singularidad del sufrimiento propio de ese sujeto, donde algo se le vuelve insoportable. El síntoma se define como lo insoportable, “lo que no funciona” para un sujeto, lo que hace contra u obstáculo. El síntoma es cuestión de relaciones sociales, es una cuestión social, somos afectados y afectamos a los demás. No hay síntoma sin (funcionamiento) ideal; la definición del síntoma como obstáculo para el sujeto se va a plantear de acuerdo a los ideales que sostenga o que lo sostengan a ese sujeto. El síntoma tiene una dimensión adaptativa/social (en este nivel debemos dejar nuestros ideales de lado para que aparezca la dimensión de obstáculo en los ideales de ese sujeto) y una dimensión de sufrimiento (en este nivel tenemos que resignar nuestros prejuicios, no tienen que ser operativos, el que tiene que definir su padecimiento es el sujeto).
La clínica psicoanalítica implica revelar todo esto: qué divide al sujeto, qué es lo que no soporta, cómo son sus recursos con los otros y el Otro social, qué ideales maneja, y qué posiciones sociales sostieney deja de sostener. La clínica, en tanto posición, implica poner en evidencia eso para ver si el sujeto puede hacer él mismo alguna otra cosa con esto.
La ÉTICA EN LA CLÍNICA implica no hacer entrar a un sujeto en un protocolo/universal. Hay que relativizar los saberes y las experiencias previas, mantener la tensión entre universal y singular.
En psicoanálisis, un CASO CLÍNICO es tal cuando da testimonio de la incidencia lógica de un decir en el dispositivo de la cura y de su orientación hacia el tratamiento de un problema (problema real, libidinal, de goce). Casus: algo que cae de sorpresa, de manera desafortunada, contingencia en general.
El relato del caso tendrá como función hacer salir a la luz la envoltura formal del síntoma como un tipo de matriz lógica del desarrollo propio del caso. Por ejemplo, tomar los casos freudianos como paradigmas nos permite ver la estructura lógica, topológica y el lugar del síntoma en una clase, pero también los elementos de sustancialidad tomados de la vida de un sujeto que se repiten y permutan, que declinan la repetición de lo mismo.
 
 (
ANEXO: LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LA
 
DIRECCIÓN
 
DE LA CURA
)
Táctica, estrategia y política de la cura. Las entrevistas preliminares. Sistematización del síntoma y diagnóstico preliminar. La responsabilidad subjetiva. Inicio de la función transferencial. Las intervenciones.
ENTREVISTAS PRELIMINARES
Comenzamos con un tema elemental, fundamental: la ENTREVISTA CLÍNICA, instrumento básico del quehacer clínico.
Las ENTREVISTAS PRELIMINARES son las entrevistas que, en general, toman un tiempo de un tratamiento. Las entrevistas preliminares se nombran en plural, “las” entrevistas preliminares. Ahora bien… ¿cómo pasamos de eso a una entrevista?
La ENTREVISTA la consideramos como una unidad elemental que hace a todo el tratamiento. Se puede decir que un TRATAMIENTO es una secuencia larga o corta de entrevistas.
Un tratamiento hecho por un conjunto de entrevistas siempre tiene lo que llamamos “ESCANSIONES”: cortes que se pueden hacer en los tramos de un tratamiento a partir de un resultado o de una transformación en los acontecimientos del discurso que conforman ese lapso.
Las escansiones se usaban como término para diferenciar y analizar los poemas de acuerdo a, por ejemplo, los ritmos. Nosotros lo tomamos como las “MUTACIONES DE LA DEMANDA”, los sentidos retroactivos que puede haber.
Un largo tratamiento puede reducirse a tres, cuatro, cinco entrevistas significativas. Si cada uno de nosotros hace memoria de nuestro tratamiento no recuerda todas las sesiones, pero tiene, como en la vida, tres o cuatro acontecimientos que implicaron una mutación, un corte. Esas son las escansiones de tu vida.
En el texto “Intervención sobre la transferencia” Lacan habla de las escansiones para referirse al criterio con que Freud divide la secuencia de tratamiento del Caso Dora: no está organizado sobre una cura, sobre una evolución de un sujeto que va conociendo cada vez más el mundo o que se va re-programando y des- contracturando, son las escansiones ubicadas a partir de cómo muta la verdad para ese sujeto.
Primero viene quejándose de todo, siendo la víctima del mundo, el objeto de oscuros cambalaches de intercambios con el Sr. K, en una posición de queja y víctima. Hay una primera escansión, transformación de eso donde se ve cómo Dora participó en todo ese mundo del cual se quejaba, como si no tuviera nada que ver, y su participación se debía a una causa ajena a ella. Se comienza a ver qué identificación la había tomado como sujeto para colocarla en la posición en la que estaba.
Lacan habla de las “MUTACIONES DE LA VERDAD”: una “verdad”, una posición, un posicionamiento, por x acontecimiento se trastocó, y resulta que ahora esa verdad no era la verdad que uno creía que era, sino que es otra verdad. Uno se arma una novela, y tras ese trastocamiento se da cuenta que en verdad era
otra novela distinta a la que se había armado. Cosas que “son” (parecen, se arman como…) verdad en todo un tramo. Las cosas mutan, lo que hay que tener presente es ver qué sería una mutación y por qué.
Una entrevista, un tratamiento, se piensa entonces en términos de escansiones.
La entrevista tiene una estructura, una secuencia, momentos típicos. En la estructura, la entrevista tiene una secuencia temporal, tres tiempos: un INICIO, una FASE INTERMEDIA y un FINAL.
Para que haya una fase intermedia de entrevista hay que superar el inicio. Podría pasar que nos quedemos en el inicio, que no pase más que de un saludo. Te saludaste mal, tuviste un mal encuentro y el paciente habló por compromiso, y dice “a éste ya con el saludo no le hablo de nada”, y no vuelve más. Puede pasar. Al preguntar qué paso, se responde “no sé, pero no vuelvo más acá”. ¿Qué se necesita atravesar para pasar del inicio a la fase intermedia? ¿Cómo nos damos cuenta? ¿Qué elementos hay? Cualquiera de los elementos constituyentes de la entrevista, de la interlocución, tiene valores distintos de acuerdo al momento en el que se esté en la entrevista. Por ejemplo, el valor de silencio no es el mismo en el inicio de la entrevista, en la fase intermedia, o al final. Sería conveniente que al medio se haga silencio, no cuando uno se lo encuentra por primera vez al paciente, y tampoco al final.
Cada elemento tiene un valor distinto de acuerdo a la secuencia, pero en las primeras entrevistas, se vuelve fundamental ubicar las coordenadas prestando atención a la relación entre el sujeto, el otro al que se dirige y la angustia. La angustia se entiende desde el lado del paciente.
Las coordenadas son entonces: SUJETO /// OTRO /// ANGUSTIA.
I. INICIO
1) RECEPCIÓN:
En un modelo ideal de entrevista, lo primero que vamos a tener es la “recepción”: cómo recibe el psicólogo al paciente.
Lacan da un consejo respecto de la recepción: “hay que ser más relajado”. Lacan ya advertía un problema en el lacanismo, esta especie de “estatua” del analista lacaniano; cuando la estatua en el centro es la que domina el discurso, hay algo que está mal.
Cuando se recibe a un paciente, no hace falta tener un semblante ostentado, que aparente algo. Este es un consejo importantísimo porque lo primero que uno hace cuando está frente a alguien es aparentar algo, forzarse a ofrecer un cierto semblante. Cuando uno siente que no sabe de tal cosa, hace rápidamente una formación reactiva y se ostenta. Lacan dice que no hace falta, que hay que ser más relajados. Esto no quiere decir que uno puede ponerse a tomar mate, o tener los pies arriba de la mesa como si nada, sino NO FORZAR EL SEMBLANTE.
Lacan confiaba que hay una estructura que va a determinar el tratamiento más allá del esfuerzo por semblantear algo. Freud decía en “Iniciación del tratamiento”, que había algo que devenía solo si uno presta una cierta atención y no se ubica en el lugar del partenaire/amigo/allegado de la persona que está hablando, o no se identifica a un lugar de juicio/prejuicio sobre lo que el otro le cuenta. Freud decía que algo se produce solo. No se tiene que empujar con el semblante, la cuestión va a ser cómo prestar una atención seria y desprejuiciada.
Retomando las coordenadas (sujeto-otro-angustia), el primer momento es de RECEPCIÓN DE LA ANGUSTIA. El sujeto habla, cuenta el Edipo, la fantasía primordial, pero lo cuenta quizás para seducir a ese otro que es un poco enigmático; le cuenta todo, pero solamente para sacarse la angustia del encuentro.
Lacan en el Seminario X sobre “La angustia” dice que hay miles de formaciones del inconsciente: la gente se equivoca, toca otro timbre, se tropieza con la escalera, nos llama de una manera en vez de otra. Estas son entradas desdichadas en la escena por angustia: son signos de angustia. Hay que diferenciar los lapsus o fallidos de la vida cotidiana que vienen como producto de la angustia, de lo que sería una formación del inconsciente en el medio del análisis.
La finalidad es poder producir una recepción de la angustia. Que el sujeto atraviese el umbral entre la entrada a la entrevista y la entrevista misma, cuando estaentrevista comienza como tal.
La entrevista no comienza si el psicólogo no aloja la angustia inicial. Si el padeciente no cede esa angustia inicial, si no se deposita en la relación con el psicólogo, no comienza.
Para el padeciente implica estar frente a un otro cuyo deseo se desconoce. Desde su punto de vista, se podría pensar así: “desconozco qué es lo que ese otro (analista) quiere de mí, no sé qué soy para ese otro, no sé lo que quiere”.
Lacan formula una pregunta fundamental para comprender el deseo del Otro: “che vuoi?” = “¿qué me quiere el otro?” = “¿qué quiere de mí el otro?”. El “de mí” no es “qué quiere de mí como sujeto “, sino “qué quiere de mí como objeto”. No hay sujeto ahí en ese punto; el padeciente ve a un Otro angustiante, y nosotros analistas vemos ahí un otro angustiado, a alguien en posición de objeto. En general se encarna ese Otro, pero el padeciente en primera instancia no sabe qué quiere ese Otro, en el sentido de que no sabe qué lugar tiene él en el deseo del Otro (podríamos decir, en el nuestro, en tanto analistas). Hasta que la angustia no sea alojada no se va a tener un discurso verdaderamente dirigido y sostenido en algo. En suma, se trata de poder alojar la angustia inicial -propia del encuentro- que despierta el encuentro con un otro cuyo deseo se desconoce.
Lacan y Miller dicen que no es necesario ofrecer un “semblante de persona enigmática” porque ya es enigmático el encuentro por definición, por estructura.
No semblantear más de la cuenta es no ayudar más de la cuenta a incrementar la angustia. La cuestión es cómo se alivia la angustia a los fines de que pueda hablar. Tampoco aliviarla tanto, siempre hay un resto enigmático que va a quedar del lado del psicólogo por definición; no lo alimentarán, pero tampoco harán lo contrario, como decirle al paciente “yo soy un tipo como vos, ¿qué te pasa con las minas? Me suena que te pasa lo mismo que a mí”.
Miller también decía en “Introducción al método analítico”: no semblantear más de la cuenta. Aun como bufones que estén, se justifica. El bufón es el que hacía reír al rey, era un tipo que se reía o lloraba con lo que el rey, el amo, decía. Una especie de “coro tonto”.
El semblante del saber, del “profesional inteligente”, en general aumenta la angustia. La gente le habla más al que le supone incluso hasta cierta tontería, se anima más, es como decir “a este le cuento todo, no está entendiendo nada, pero parece que se banca escucharme”, porque basta con que sea un otro que escucha, que no sea una máquina, que haya un otro no hace falta que suponga saber.
Si se ha alojado la angustia y el sujeto les está hablando y quiere inscribir su palabra en el oído del psicólogo, hemos devenido un otro significativo.
Lo importante es poder darle la palabra al padeciente y dejar categorías y prejuicios de lado, que es dejar de lado todo lo que podría decirle con mi sentido común.
Miller dice que la gente muy honesta y verdadera (potenciales analistas) no pueden hacer ningún semblante y no soportan la posición, prefieren ir a manejar una grúa antes que estar ahí y no saber qué lugar ocupan y/o qué tienen para ofrecer, sin tener una interpretación que levante el síntoma a priori.
2) INVERSIÓN: Otro punto es la “inversión”: si el sujeto experimentó su angustia alojada y puede pasar a hablar, como efecto, el psicólogo deviene un Otro al que vale la pena decirle algo, dirigirse.
Esto es al revés de semblantear a un Otro y producir ese efecto. Si el psicólogo semblantea a un Otro lo más probable es que no lo logre, no es por un semblanteo que se hace, sino si las cosas se colocan de determinada manera estructuralmente, entonces aparece un sujeto y aparece un Otro.
Laurent decía que hay que conseguir que el sujeto nos hable y que suelte algo de su “carozo angustioso”: es esto lo que va a ubicar al psicólogo como un otro distinto.
Pasa el objeto a al campo del Otro:
[entiéndase, se busca que lo angustiante que está en el campo del sujeto (ese “carozo angustiante” representado por el objeto a) pase a estar alojado en el campo del Otro]
¿Cómo se encarna el objeto a? Trabajando para que ese nudo -ese ovillo de angustia, esa situación que lo oprime, esa fantasía que lo enloquece, ese pensamiento que lo trastoca- lo pueda dejar ahí en la sesión.
Lacan decía que eso nunca se constituye en la psicosis porque el psicótico “tiene siempre el objeto a en el bolsillo”, nunca lo cede del todo al otro. Por ejemplo, una paciente psicótica que traía y llevaba un maletín con toda “su información”, y antes de hablar despliega sus cosas en el diván y empieza a hablar; luego junta su “carozo angustiante”, su objeto a (el maletín), y se lo vuelve a llevar finalizada la sesión. Es todo un logro transferencial que ella logre dejar por un momento eso que le resulta tan fundamental.
Para pensar una topología o una inversión, no es por un forzamiento del semblante que nos constituimos en Otro, es por haber alojado la angustia, pero tiene que poder soltar el objeto de su angustia, cederlo, eso es lo que nos transforma en un Otro.
En la vida cotidiana pasa esos muchas veces, una persona logró contarle algo a alguien, se generó la confianza necesaria y la persona le cuenta algo que lo había contado a muy pocas personas, o algo que refiere no habérselo contado a nadie. En la entrevista puede pasar eso, se suelta algo y eso nos transforma en un otro distinto. “A este que yo le he contado cosas de mí que no sabe nadie, ese es un otro distinto a todos, es el que sabe mis miserias, etc.”. Es un otro que deviene como efecto de lo que se pudo decir o no decir.
Es importante tener una cierta sensibilidad, no es solamente cuestión de lo que uno puede oír, sino también la sensibilidad para registrar el semblante del otro. Algo de esa sensibilidad tiene que tener el psicólogo para ver cosas que normalmente no se ven: cuando el sujeto ha cedido su angustia, cuando hay un primer
efecto de alojamiento, un pequeño alivio en ese pasaje de la recepción a la entrevista propiamente dicha. Hay que formarse para poder apreciar eso.
Lacan hablaba de la “PALABRA HOLOFRÁSICA”, que tiene un interés especial porque es un “hablar sin decir nada” y que solo tiene como función mostrar que son dos seres hablantes.
En un principio, eran frases hechas, que no tiene un corte preciso (como la frase con la que uno saluda: “hola, ¿qué tal? ¿cómo estás? ¿todo bien?”). A veces para aliviar los efectos de la angustia surgen las holofrases, por ejemplo, la pequeña conversación de ascensor, para zafar, aun sabiendo que a nadie le interesa el contenido de eso (“che viste qué humedad, está refrescando”).
¿Cuál es la lógica de ese intercambio? No tiene ningún significado, ninguna lógica. Lacan considera que las palabras holofrásicas deciden y determinan la relación que uno tiene con el otro. En análisis, ponen en juego esa sensibilidad por parte del analista para ver cómo desarmar la angustia del padeciente. Por ejemplo, recibir al padeciente diciendo “cómo llueve…” tiene que ver con mostrar que el psicólogo no es un sujeto indiferente al mundo, que entiende que ha venido acá por su padecimiento, y que da la bienvenida.
Se hacen presente defensas que impiden ese momento, puede que haya que tomarse varias entrevistas para que ese padeciente pueda empezar a hablar. Son importantes las maniobras holofrásicas que se pueden hacer para no quedarse hablando del clima, pero si para des-angustiar al sujeto.
Dependiendo de cómo se supera la recepción veremos cómo vamos a dar el PASO A LA PALABRA, pero nunca en toda la entrevista se pierde de vista la dimensión de la angustia. A no pensarla como sinónimo de llanto, pasa por la experiencia de no saber qué quiere el otro de mí en un sentido radical: no saber cómo ubicarme en relación al deseo del Otro, y que eso sea tan intenso que directamente me anule toda posibilidad de hablar o de hacer algo allí.
II. FASE INTERMEDIA
Mannoni en “La primera entrevista con el psicoanalista” dice que hay que lograr que un sujeto hable, que quiera hablarnos, y que efectivamente nos dirijaun discurso, un relato, un problema. Mannoni dice que se trata de AYUDAR AL SUJETO A ARTICULAR SU DEMANDA. Así define ese momento.
Uno cuando se dirige a otro en general está “demandando” algo, hay una demanda en juego, incluso hasta la paradoja de decir “yo a vos no te quiero pedir nada”, igual se lo está diciendo, es decir, uno quiere que el otro sepa que no le quiere pedir nada. Siempre la relación del sujeto con el otro tiene algo de paranoide también, esto en algunas corrientes psicoanalíticas fue llevado a niveles literales: si el paciente se torcía un tobillo en la entrada eso ya algo quería decir en términos de demanda, y por ende solía interpretarse.
La demanda se articula: se articula en las palabras que el sujeto le dirige al otro.
Y la demanda muta: se transforma, se va articulando y no permanece igual en sí misma.
¿QUÉ ES LA DEMANDA? Es la respuesta a la pregunta “¿para qué me dice lo que me dice?”. Más allá de lo que se dice hay otro plano. Siempre cuando hablamos del plano de la demanda está en juego otro nivel que el nivel de los enunciados manifiestos, y claramente son los enunciados manifiestos los menos importantes. Nosotros le préstamos atención a ese otro plano. No es que la demanda esté en el contenido de lo que un sujeto dice, el sujeto habla, pero en lo que dice articula una demanda que puede ser lo contrario de lo que está diciendo.
Siguiendo el ejemplo: “yo a vos no te quiero pedir nada”. Eso en otro nivel puede querer decir “me gustaría que alguna vez te acuerdes que necesito algo y seas vos que me digas ¿necesitas algo?”. Todo eso que forma parte de la práctica diaria de estar en pareja, el contenido de lo que se dice es lo menos importante.
Por eso en el fondo Lacan decía que “toda demanda en el fondo es demanda de amor”, que es como conviene leer la demanda.	Comment by Usuario: El amor surge en la cura como un efecto de la TRANSFERENCIA. 
Es situado como un fenómeno puramente IMAGINARIO, aunque tiene efectos en el orden SIMBOLICO. 
El amor involucra una reciprocidad imaginaria, ya que amar es esencialmente desear ser AMADO. Es esta reciprocidad entre amar y ser amado lo que constituye la ilusión del amor. 
Es engañoso porque supone dar lo que uno no tiene es decir el FALO. El amor no se dirige a lo que su objeto tiene sino a lo que le falta, a la nada que está detrás de él. El objeto es valorado en cuanto viene al lugar de esa falta. 
Se opone al DESEO. El amor es una metáfora y el deseo es metonimia. Ambos no pueden ser satisfechos nunca.
Ayudar al sujeto a articular su demanda no significa responderla, o al menos no responderla inmediatamente.
En el caso de los niños Lacan observaba cómo la demanda siempre se va elevando a un nivel potencial, sobre todo cuando se la responde inmediatamente o cuando se la responde con la orientación de terminar con la demanda, terminar con la demanda de amor. El niño puede decir “¿me traes agua?” pero en realidad es una demanda de amor que articula en un pedido. No es “tengo sed por un instinto”, es pedir algo, es como un “ma” “¿qué?” “nada”, es ese “ma”.
El sujeto va a hablar, pero lo importante es seguirlo como eso: está articulando una demanda que se transforma, que muta, siempre y cuando haya del otro lado un oyente que permita eso.
Acá hay un elemento central: el SILENCIO, el no responder a la demanda. Para que la demanda se articule es necesario que a un cierto nivel no esté respondida, es fundamental el silencio.
Es un silencio que no significa “no hablar”. Uno va a hablar, uno puede hablar muchísimo y sin embargo estar haciendo silencio. No es el silencio que empieza a angustiar al otro de una manera que le dificulte el hablar. No refiere a eso, sino a un silencio efectivo que aparece como respuesta ante la angustia del otro; así, volvemos al momento inicial. Si avanzamos a ese punto el silencio a veces es un silencio manifiesto: dejar hablar al padeciente, ayudarlo a hablar, donde se busca que el padeciente perciba ese silencio como una escucha atenta y no como un silencio de indiferencia, no como el silencio de un otro que no se sabe qué quiere.
En el fondo está esa dimensión [deseo del Otro + angustia + silencio], pero es mejor que no se presente todo el tiempo. 
Entonces, el silencio que el analista debe buscar/hacer operar en las entrevistas:
A) es un silencio dé sentidos propios, del sentido que uno le da a esa palabra.
B) fundamentalmente, es un silencio que no debe producir un efecto de cierre sobre la articulación que el sujeto está produciendo. Ese “cierre” impediría, primero, que la demanda se articule; y segundo, que la demanda mute.
Ese silencio, sea con palabras o con un silencio efectivo, es el modelo ideal para la introducción de una especie de VACÍO. Lo que se introduce con el silencio de las palabras propias, lo que se produce con el silencio de “no cerrar/obturar con un sentido”, es exactamente un vacío [de sentidos].
Lacan había hablado de “no comprender”, o al menos no hacerlo demasiado rápido, no precipitarse. A veces es tirar un poco más de la cuerda, preguntar, pero con las preguntas (y/o comentarios) que hagan que el sujeto siga hablando, todo eso es introducir un vacío en lo que el otro está diciendo.
Lo podemos formalizar así: LA POSICIÓN DEL ANALISTA ES LA POSICIÓN DE UN “SILENCIO ESTRUCTURAL”, DE UN VACÍO ALREDEDOR DEL CUAL GIRA LA PALABRA DEL SUJETO.
Puede haber un momento en que esa demanda se fija en una posición, se cristaliza. Por ejemplo, la
posición de queja, donde el sujeto a través de todo lo que dice como demanda tiene una queja, o da
testimonio de su posición en forma de “víctima” de una situación, es un posicionamiento. Generalmente, suele ser la vía de entrada; vamos como víctima y nos quejamos de la pareja, país, padres, etc., y se despliega todo un discurso para denunciar a ese otro del cual somos víctimas. Ayudar al sujeto a articular su demanda sería preguntarnos y operar sobre cómo hacer pasar de la queja a otra cosa.
Es paradigmática la queja como una demanda. Hacer que la queja mute supone primero que esa queja sea inscripta en otro. Para el padeciente se trata de poder INSCRIBIR LA QUEJA. Lacan hablaba de un “OTRO GARANTE DE LA VERDAD”, que es como un “te creo” como un “sí” a esa queja.
En esas posiciones, las mentiras, las exageraciones, las lagrimitas, o lo que fuese, tienen que ver con hacerse escuchar y asegurarse que el otro dé un sentimiento sobre eso que es mi sufrimiento y haga consistir esa posición. Si uno en lugar de eso empieza a marcar lapsus o fallas en el discurso, por ejemplo: “pero usted dijo que eso pasó el sábado, no el domingo …”, con lo que nos vamos a encontrar es con una respuesta como “no importa, lo que quería decir es que me miró con tal cara”. En un sujeto en esa posición de queja no hay formación del inconsciente, puede cometer 20 lapsus, pero ninguno va a funcionar como una formación del inconsciente. No está demandando ningún análisis, solo está formulando una queja, denunciando una situación. En el fondo lo que demanda es una inscripción.
Es parte de este momento inscribir la demanda. Miller habló del alivio que produce ponerle forma a una queja. Por ejemplo, alguien que tiene un problema, va a un abogado, y el abogado traduce ese perjuicio en demanda judicial; ese pasaje de la queja a la demanda judicial le significó ya un alivio a esa persona, aunque aún no se hizo el juicio ni se reivindicó nada, hay un alivio en poder articular la queja en una demanda.
Es importante no saltearse el paso el de la recepción de la demanda, pero eso no equivale a responderla. Por eso Freud decía que ahí se presenta “un sujeto entero”, porque no hay división subjetiva, no hay lagunas en la memoria; en la posición de queja el sujeto se acuerda, hay una hiper-memoria en el sujeto en posición de queja, puede haber confusiones, pero no lagunas en la memoria. Es totalmente opuesto a un sujeto analizable, esa queja tiene que mutar para que se dé el análisis.
La inscripción de la queja es incluso lo opuesto a responder, el sujeto no quiere que se le responda nada, nopasa por ahí, es “me cree o no me cree”, no hace falta ir a ninguna realidad por fuera de esas palabras para que ustedes cumplan ser el garante de la verdad que es lo que pide esa demanda. Después la persona misma puede decir “yo exagero un poco”, pero no importa, ya está cumplido el primer paso.
Para ejemplificar esto, Lacan decía que Dora lo puso contra las cuerdas a Freud, lo hizo elegir: si la iba a escuchar a ella; o si iba a ser cómplice de la mentira social en la que vivían los padres y los Sres. K.
ES CONSEGUIR LA PRUEBA DE QUE EL OTRO PUEDE OCUPAR ESE LUGAR. Si primero el analista ocupa ese lugar, después tiene lugar la implicación subjetiva, el buscar la responsabilidad del sujeto en esa queja, pero nunca se puede saltar directamente a la búsqueda de la responsabilidad si no han inscripto la queja. Si no se ha inscripto la queja y quieren hacer responsable al sujeto de eso, van a encontrar mucha más queja, muchas más demostraciones e hiper-memoria y lo más probable es que el analista quede del lado de los que no creen, no entienden, no escuchan, que es lo que pasa en general.
En la clínica con adolescentes esto ocurre en tres minutos, pueden estar contando y mirar de reojo la cara que pone uno: si firma la garantía de verdad o no la firma, si cree o no cree.
La queja es entonces un tipo de demanda y un posicionamiento frente a ella, es el más conocido. Vemos también el intento que hay que hacer para que eso mute. Si uno intenta la implicación subjetiva “ahora veamos que usted tal cosa, tal otra”, y el sujeto efectivamente se divide, “sí, esto lo sabía, pero esto no, mirá vos cómo participo, no tengo idea por qué participo de esa manera, por qué estoy en esa posición”. Tenemos una primera introducción a lo que el sujeto desconoce de sí mismo. La participación, la posición, aunque no sepamos por qué, o no sepamos cuál es, pero que sí aparezca en su posición enigmática.
Desde el punto de vista de este momento intermedio, no hay mucho más que ese desarrollo: la articulación de la demanda y nuestra posición como introduciendo allí un silencio hasta que finalmente den alguna garantía de oír lo que el sujeto está tratando de articular.
III. CIERRE
El primer problema que se nos va a plantear en el cierre de la entrevista es CÓMO CORTAR, con qué criterio terminar la entrevista, cuándo termina…
Es fácil cuando la cosa es por tiempo... pasa la hora y ya está. Pero el corte de sesión no puede ser dejado en manos de algo burocrático como es el reloj. Aunque no se sepa cómo cortar, eso ya es mejor que hacer responsable al reloj, que es liberarse de esa responsabilidad. No nos podemos liberar de esa responsabilidad.
El otro problema en el cierre es homologo al de la recepción, en este caso es CÓMO SEPARARSE DEL SUJETO. Pensemos en esas entrevistas iniciales, intensas, donde el sujeto efectivamente ha soltado sus pedazos/carozos angustiantes y ha articulado todas las demandas posibles… ¿cómo lo dejamos ir? ese es otro punto a resolver. Que, aunque no se sepa qué hacer, es importante planteárselo.
Así como la sesión debe cortarse con algo y no por el reloj, tampoco es cortar, rajar del consultorio y que lo venga a buscar una secretaria que lo lleve a la puerta y que Dios lo ayude.
Es ese punto donde vuelven a encontrarse dos cuerpos cara a cara y hay que despedirse de algún modo y asegurarse de que vuelva ese sujeto y que se reconstituya un poco.
El momento de corte siempre tiene que ver con el momento del tratamiento (el “momento lógico” de la cura), pero siempre es importante -sobre todo al principio- que algo quede, que algo se precipite, alguna PUNTUACIÓN, por mínima que sea, acerca de lo que ese sujeto demanda, de lo que planteó. Idealmente acerca de alguna palabra con la que defina algo que para nosotros tiene que sintomatizar, que tiene que volverse en algún momento objeto de una pregunta para ese sujeto. Y mejor si se retoman esos puntos en la marca final con términos/palabras que el sujeto ha empleado para definir ese punto que para nosotros debería sintomatizarse.
Eso se va viendo en el caso por caso, donde uno ve la línea, la desquebrajadura en el discurso del sujeto, los puntos donde podría haber una división para poner a jugar esa división, que no es el centro donde está ubicado todo el Yo o toda la consistencia de la persona.
Suele ocurrir que, si se puntúa más o menos acertadamente, ese se vuelve un punto al que el sujeto después es traído... Incluso se puede ver después en un final de análisis lo importante que fue la primera entrevista y lo importante que fue una puntuación: a veces el paciente lo retoma años después al tema/término puntuado.
Cuando se actualiza y se produce en una entrevista, uno puede obtener, extraer, una pequeña marca.
Laurent decía que no importa si el tratamiento o la entrevista fue corta o larga, “lo importante es que seamos inolvidables, que sea un encuentro inolvidable”. Suena pretencioso, pero remite a este punto: una marquita que me señaló, aplicado y retomado por alguien que dio cuenta de haber escuchado y alojado el padecimiento, y donde asimismo resulta que ese significante empalma con algo, “recordé que me decían así cuando…”, por ejemplo. Siempre en el discurso del sujeto van a haber expresiones muy singulares. Esa marquita que después el sujeto puede traer, retomar, a la que puede volver, a eso refiere lo inolvidable: algo que puede ser un significante que no se reabsorbe fácilmente en el discurso corriente.
Supongamos que ese momento aconteció, ahora viene el momento de la SEPARACIÓN. Tenemos que suponer que la eficacia de la palabra produce efectivamente división subjetiva, un efecto de desconcierto, entonces esa persona se va de ahí y no sabe ni cómo se llama, tiene un efecto de descomposición imaginaria, es un momento intenso, se pueden sacudir bastantes cimientos.
Por ese motivo, el cierre tiene dos cortes:
1. El primero es de “UNA PUNTUACIÓN CUALQUIERA”, aunque sea decir “dejamos acá”, pero en algo que el sujeto dijo, es el corte que va a tener la intervención sobre el discurso del sujeto.
2. el segundo es el de “SEPARACIÓN”, el corte del lazo momentáneo.
En el primer corte se suelen producir todos estos efectos de división, de desorientación, a veces de los fantasmas de abandono, etc. (eso no alcanza para que se dé una relación transferencial) donde el sujeto queda como un resto caído de una operación de palabra. No solamente tenemos las palabras, sino que en las palabras circula otra cosa, hay un resto del que es necesario que nos ocupemos y que quede en el consultorio, que quede de nuestro lado.
Ejemplo de un caso de Laurent: una entrevista extensa con una paciente psicótica, era una consulta ambulatoria en un hospital de día. Terminando la sesión, la paciente refiere el irse de ahí a su casa, pero durante la sesión se dieron fenómenos elementales, todo lo que paso ahí fue intenso. Laurent, captando esto, es que de repente le dice: “¿y esa bolsa que lleva ahí?”, a lo que la paciente responde “ah sí, pasa que de acá me voy a la verdulería, porque voy a cocinar x plato”, y Laurent se pone a hablarle de la verdulería, de los precios, y demás. En un principio, uno puede no entender para qué carajo preguntarle por la verdulería y hablar del precio de la papa y demás. ¿Qué tenía que ver eso con lo visto en la sesión? Laurent se da cuenta que no la puede largar así a la calle, más aún a un sujeto psicótico, donde las palabras tienen otro valor. El decir tiene otro peso en la psicosis, el psicótico tiene una relación con las palabras en la cual las mismas tienen un peso particular: no son solo palabras, y ese peso puede desacomodar/descolocar literalmente. Por eso es necesario cerrar un poco el Yo, asegurarse de que el sujeto está ubicado en tiempo y espacio: verdulería, horario, precio, el plato a preparar, etc.
Nuestra responsabilidad no termina en lo que podamos puntuar del discurso, sino que se extiende hasta otro final, que es una especie de “te sostengo más allá de los acontecimientos de palabra que puedan haber”. De modo que volvemos a las holofrasesdel principio: a veces pensadas como recurso para lograr pequeñas conversaciones, tonterías, pero que hablan de otro momento.
TRANSFERENCIA
Las entrevistas preliminares remiten al tratamiento de ensayo, período de prueba ya presente en Freud, que el psicoanalista se permitía para determinar la analizabilidad del paciente. Se constituyen como el momento indicado para dictar la regla analítica fundamental (asociación libre), y establecer los pilares fundamentales del análisis como el tiempo y el dinero.
En las entrevistas preliminares se pone en juego un cierto diagnóstico (presuntivo), la precipitación o sistematización del síntoma, la interpretación en su carácter inaugural y la concomitante instalación de la transferencia simbólica.
Es a propósito de este último punto en que vale aclarar que podemos distinguir DOS VERTIENTES DE LA TRANSFERENCIA:
1. IMAGINARIA: en cierto sentido “garantizada” de antemano, en la medida en que remite al desplazamiento de afectos que ya se pone en juego en la elección misma que realiza el paciente de un determinado analista por sobre otro.
2. SIMBÓLICA: es preciso propiciarla. El momento oportuno es en el marco de las entrevistas preliminares, en las que mediante una interpretación inaugural se debe propiciar la instalación del Sujeto Supuesto Saber y la instauración de la transferencia simbólica.
Sobre el problema de la trasferencia, ya que estamos en el registro del peso de las palabras, del objeto a, de la dimensión libidinal que se juega al principio (y como tema de los inicios de la trasferencia), se habla del ALGORITMO DE LA TRANSFERENCIA en Miller y en Lacan.
La fórmula solo sirve para fijar algo o mostrar una relación lógica. Es una fórmula que se entiende en el plano del significante. Cuando la vean, lo que dice Lacan en la referencia es que la dimensión del objeto queda como latente, funciona en algoritmo de la transferencia.
En Freud la transferencia era una sorpresa, fue un acontecimiento imprevisto. Freud podía descifrar los síntomas, interpretar los sueños, ver los contenidos latentes en lo manifiesto, la sorpresa es que en el trabajo de desciframiento de repente el paciente le declaraba que “le pasaban cosas” con él (analista). De estar descifrando, de repente la persona que descifra toma un valor libidinal en algún sentido.
A punto tal que, en los Escritos Técnicos de Freud, vemos como él advirtió a los discípulos que esto es sistemático, que no es con uno, sino que en la interpretación se produce un fenómeno libidinal. Eso hay que manejarlo, hay que verlo, hay que ver cómo se produce con una intensidad que sea compatible con el tratamiento, y cómo no exacerbarlo.
Comenzamos entonces a problematizar todos los problemas del surgimiento y el manejo de la transferencia.
Lacan da un ejemplo: es como si el analista fuera quien puede descifrar el menú, descifra cuál de todos los platos realmente querés comer, y de repente al que descifra el menú medio que lo miras con cariño, toma cierto encanto aquel que descifra lo que vos no sabés (que querés comer), descifra tu demanda. Tiene todo ese juego del Sujeto Supuesto Saber y eso, pero lo que retoma es que esa persona toma un interés especial.
El analista también tiene que tener cuerpo, no es solamente la dimensión del significante.
Esto tuvo un efecto de deformación en donde (para el posfreudismo especialmente) era necesario esperar que la persona del analista tomara una importancia para el paciente; era necesario esperar la libidinización de la persona del analista para que se lo invista y así pasar a la interpretación. Sería como cargar un celular, como esperar a que se cargue la batería libidinal para empezar a interpretar. Primero sería la TRANSFERENCIA (la dimensión libidinal de la transferencia), y luego la INTERPRETACIÓN.
Es una posición que critica mucho Lacan, dice que es una inversión de cómo funcionan las cosas a nivel de la estructura, se creía a la transferencia como condición de la interpretación y PARA LACAN ES LA INTERPRETACIÓN LA CONDICIÓN DE LA TRANSFERENCIA. 
En la posición anterior (posfreudismo) habría una inversión de los términos, cuando en realidad ES UNA INTERPRETACIÓN LA QUE CAUSA LA TRANSFERENCIA -en el sentido analítico del término-.
Tenemos que suponer que si alguien viene a consultar / demanda algo de nosotros es porque ha habido en su mundo, en su relación con los otros o con su cuerpo, algo que ha roto la relación entre significante y significado.
Pensemos, por ejemplo, en Hans: vivía en un mundo de niño angelical, falo de la madre, encantador, donde cada significante podía tener su significado. Hasta que un día, a los cinco años, reparó en que se le paró el pito, y eso es un acontecimiento significante, pito es un significante: el hace-pipí, que rompe la relación significante-significado. De repente ve algo en el mundo, o en su cuerpo, o en los otros que dice “¿y esto?” Todo lo demás tenía sentido. Lo primero que hace con cierta conquista corporal, cierta alegría, es mostrárselo a la madre y a la tía, como mostraba sus dibujitos, y no se esperaba para nada el “qué porquería” entonces de repente eso empieza a incomodar todo su mundo, hay que castrar, algo que no existía en el mundo de Hans.
Si un sujeto viene por algún significante que se ha presentado como sin sentido, ha surgido un sinsentido en el mundo. Y eso hace que en el fondo alguien vaya a buscar algún tipo de restitución de ese sentido roto. Aunque sea un síntoma: “¿por qué me lavo 30 veces las manos?”. Podría en un momento ser eso asintomático: “no tenía problema alguno con eso, pero un día me preguntaron ‘¿por qué te lavas tantas veces las manos? Me molesta verte perder tiempo tan valioso así, ¿a vos no te molesta?’ y no pude responder”. Podría también dar razones y reabsorber lo sintomático en un mundo de sentidos, pero hay que suponer que surge algo que está en ruptura y eso es lo que causa la transferencia, lo que causa que uno se dirija al otro.
1. SIGNIFICANTE-SIN-SENTIDO.
2. RUPTURA DEL SENTIDO DE MI MUNDO.
3. BÚSQUEDA DE UN OTRO QUE RESTITUYA EL SENTIDO.
Lacan funda en la transferencia una relación significante: la transferencia se produce porque hay un significante que no tiene sentido y puja a buscar a otro para obtener un sentido posible.
Si un significante específico representa un significante que puede volverse enigmático, en el tratamiento de algún modo se debe recrear eso. No importa que sea con la situación que lo produjo, el hecho de que hable puede hacer que se produzca en otros planos/lugares/temas, pero algo se debe volver enigmático.
No es necesario dar muchas vueltas para hurgar a ver si fue esto o lo otro, puede reproducirse un acontecimiento así y que directamente lo diga el paciente, o inclusive que lo puntuemos nosotros. Lo importante es que aislar un significante para que se vuelva enigmático (o que el padeciente retome ese enigma/trauma), es lo que nos va a transformar en otro significativo, eso es lo que va a causar la transferencia.
Aislar eso es el papel de la INTERPRETACIÓN INAUGURAL.
La interpretación inaugural es aislar o producir el significante enigmático, es eso lo que va a causar o producir el lugar del otro supuesto a descifrar o saber algo de ese enigma.
Se nos puede hacer duda donde se dice que “la interpretación es en transferencia”, porque al mismo tiempo habíamos quedado en que “la interpretación funda la transferencia” ... ¿y entonces?
Estamos hablando del principio. Lo importante es salir del “esperar que el paciente me invista” para interpretar. Salvo en los casos de presunta psicosis, en el principio no hay ninguna espera, uno sale a la búsqueda de poder aislar eso. No es parte de la primera entrevista, podría serlo, está librado al tacto de cada uno. Por eso se engancha con la puntuación final.
Es lo contrario de dar un sentido, es producir el significante que no tiene sentido, si eso se produce, después las otras interpretaciones van a arrojar alguna luz sobre eso, nunca lo van a reabsorber totalmente.
DIRECCIÓN DE LA CURA
Para adentrarnos a la cuestión de la direcciónde la cura nos vamos a apoyar en un texto de los “Escritos” de Lacan: “La dirección de la cura y los principios de su poder”. El texto se sitúa en lo que se conoce como la “primera enseñanza de Lacan”.
Para entrar en contexto, recordamos que constituye un texto de carácter “político” respecto del estado del psicoanálisis a fines de los años 50, en Francia, con sus colegas y adversarios psicoanalistas. Tras la Segunda Guerra Mundial se asiste a la reconstrucción de lo destruido. Con los planes de desarrollo de los años 50, va naciendo un Estado de bienestar y se plantean nuevas demandas sociales, nuevas ofertas y nuevos discursos. Surge la Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA). Se plantea la problemática sobre la difusión del Psicoanálisis, como así el problema de su transmisión/enseñanza.
En ese contexto se presentan dos proyectos de estatutos/líneas de desarrollo diferentes: (1) neurobiología; (2) volver a Freud. Lacan, en este texto, critica fuertemente la teoría y la práctica psicoanalítica dominante bajo el control de la IPA, y a la “egopsychology”.
Históricamente, en el momento en que se produce este texto, Francia atravesaba un momento difícil con la guerra civil en Argelia como colonia francesa, con el saldo negativo de otra situación de disputa bélica post-colonial con Indochina. Es por ello que Lacan en este escrito hace referencia a un texto sobre la guerra escrito por el general prusiano Carl von Clausewitz, “De la guerra” (1832), uno de los teóricos más influyente en la ciencia militar moderna. Este contexto bélico es el marco en donde se escribe el texto, por lo que Lacan pensará las funciones Táctica-Estrategia-Política respecto del QUEHACER DEL ANALISTA, en relación a metáforas bélicas en el seno del contexto antes mencionado.
Lacan ya no soportaba más los desvíos postfreudianos, tanto en materia de doctrina como con respecto a la práctica, desvíos que alejan a lo que apunta el psicoanálisis, a lo más vivo del descubrimiento freudiano: el inconsciente. Para la IPA, la aportación freudiana era obsoleta y se propone, paradójicamente, sobrepasar una doctrina que ignora. Lacan va a oponerse a esta “tendencia a la degradación de la dirección de la cura”.
Lacan aborda el concepto de CONTRATRANSFERENCIA, resaltando la “simetría” que eso parece implicar entre analista y analizante, como si los dos estuvieran en posición de sujeto en la cura. El concepto de contratransferencia, en su popularidad, lleva a pensar en esos términos la cura analítica. Lacan sostiene que hablar de contratransferencia es una impropiedad conceptual. Retoma como interlocutores a los teóricos de la egopsychology, que precisamente han constituido su teoría en torno a una conceptualización ausente en Freud como regla técnica, siendo un concepto de Ferenczi. De hecho, Freud mismo se ha encargado de pensar en los modos en los que se podrían “evitar” los “escollos contratransferenciales”: mediante el autoanálisis y el análisis didáctico.
Lacan sostiene que desde la Psicología del Yo se ha apuntado a una “reeducación emocional del paciente”, una verdadera “domesticación del Yo débil del paciente por parte del Yo fuerte del terapeuta”, lo que comporta un carácter verdaderamente pedagógico (y absolutamente contrario al análisis, si entendemos que analista es aquel que ha renunciado a la pretensión de educar y gobernar).
El terapeuta de la egopsychology se emplaza en la posición de Amo, asumiendo apriorísticamente qué es lo que le pasa al paciente, de qué sufre y cómo resolverlo, operando desde el prejuicio y la comprensión (en	Comment by Usuario: Indica que quien está tendido en el diván es el que realiza la mayor parte del trabajo. Lo posiciona en un papel activo. El analizante no es ‘’analizado’’ por el analista; es el analizante quien analiza y la tarea del analista consiste en ayudarlo a analizar bien. 	Comment by Usuario: Se diferencia entre el análisis terapéutico y el didáctico, el primero es una cura en la que el analizante entra con el propósito de remover ciertos síntomas, mientras que el didáctico designa exclusivamente un tratamiento en el que el analizante entra con el propósito de formarse como analista. 
Lacan anula esta distinción porque considera que todos los análisis son didácticos. 	Comment by Usuario: La dialéctica del amo y el esclavo es el resultado del hecho de que el DESEO humano es deseo de reconocimiento. Para lograr el reconocimiento el sujeto debe imponer a otro la idea que él tiene sobre sí mismo. Pero puesto que este otro también desea reconocimiento tiene que hacer lo mismo, y por lo tanto el sujeto se ve obligado a entrar en lucha con él.
Esta lucha por el reconocimiento por el ‘’puro prestigio’’ tiene que ser una lucha a muerte, puesto que solo arriesgando su vida por la única razón del reconocimiento puede uno demostrar que es verdaderamente humano. Sin embargo, la lucha tiene que detenerse antes de la muerte de uno de los combatientes, ya que el reconocimiento solo puede ser otorgado por un ser vivo. De modo que termina cuando uno de los dos renuncia a su deseo de reconocimiento y se rinde al otro, uno se reconoce como AMO y el otro como ESCLAVO. 
Después de la victoria el amo pone a trabajar al esclavo para él. El esclavo trabaja transformando la naturaleza para que el amo pueda consumirla y disfrutarla. Pero la victoria no es tan absoluta; la relacion entre el amo y el esclavo es dialéctica, porque lleva a la negación de sus respectivas posiciones: el reconocimiento del amo es insatisfactorio ya que no es otro hombre quien se lo otorga, sino solo un esclavo, por el otro lado es esclavo es parcialmente compensado por el hecho de que trabajando se eleva por sobre la naturaleza al transformarla en algo distinto de lo que era. En el proceso de cambiar al mundo se cambia a sí mismo y se convierte en el autor de su propio destino, a diferencia del amo que solo cambia a través de la mediación del trabajo del esclavo. 
EL DECENLACE DE LA DIALECTICA ES PARADOJICO. 
el sentido de Jaspers, tan duramente criticado por Lacan), promoviendo únicamente la identificación imaginaria y obturando la emergencia del sujeto del inconsciente.
Posicionarse como maestro, médico, cura, etc., en suma, dirigir al paciente, implicaría posicionarse en términos de una relación imaginaria de a	a’. No es ese el lugar del analista. No se trata de confrontar el
Yo de uno con el Yo del otro como atrapados en el eje imaginario.
Si hay algo con lo que se puede pensar esta dirección es que el analista dirige la cura, pero NO estando en la misma posición que el analizante. No existe tal simetría, no es un diálogo entre pares.
Se establece el orden: interpretación para que haya transferencia. La dirección de la cura supone el concepto de DESEO: deseo del analista y deseo del analizante. La cura es una relación de deseo a deseo.
El psicoanálisis lacaniano nos habla del ACTO ANALÍTICO, un acto que no es una “acción” en el sentido de una “conducta que se dirige a un objetivo”, en tanto no posee una “meta” preestablecida, un horizonte universal como podría ser la “Salud Mental”, sino que se trata de un acto sin garantías, en tanto los efectos que se desprenden del mismo no necesariamente se corresponden con aquellos que el analista podría haber intentado anticipar.
LOS EFECTOS DEL ACTO ANALÍTICO SON PASIBLES DE SER CERCADOS ÚNICAMENTE A POSTERIORI. No se
debe censurar aquello que emerja de manera espontánea (por más que sea contrario o “distinto” a lo esperado), ya que esa lectura que el analizante hace de nuestra intervención nos habla de su posición singular de enunciación, de su entramado fantasmático, y únicamente nos corresponde retomarlo y relanzar el material para ver a dónde nos conduce esa asociación.
LOS EFECTOS DEL ACTO ANALÍTICO SE DAN POR AÑADIDURA Y SUPONEN UNA CONJUGACIÓN ENTRE UN
“HACER” Y UN “NO-HACER”: un hacer propiamente analítico y un no-hacer vinculado con la abstinencia, con el silenciamiento del Yo (abstenerse de operar desde la comprensión, desde el prejuicio o el sentido común, no llenar con lapropia opinión/respuesta).
Lacan sostiene que el analista no debe dirigir la conciencia del paciente, como lo pretendería la religión (o incluso la egopsychology), sino que EL ANALISTA DEBE ENCARGARSE DE DIRIGIR LA CURA.
Esto significa hacer respetar al analizante la regla analítica fundamental: la ASOCIACIÓN LIBRE, que el analizante se atenga a la regla por la cual no debe oponer ningún tipo de censura sobre sus ocurrencias, ni retroceder ante el sinsentido o el absurdo. La asociación libre marca una dirección. Esta dirección será sostenida por el uso de la palabra de un modo distinto al uso habitual: se trata de prestarle atención al malentendido, al equívoco, a la determinación inconsciente.
A la transferencia de parte del analista la IPA la llama contratransferencia. Lacan no dice que la contratransferencia no exista, ni que no deba hablarse de ella, máxime si el analista es sujeto de deseo y como tal puede que tenga transferencia con el analizante. Lo que dice es que eso hay que hablarlo en el control para rectificarlo. Sobre lo que insiste es que la contratransferencia no es una buena brújula para dictar la dirección de la cura.
Llegados a este punto, y siguiendo a Lacan, aparece un enigma. La naturaleza enigmática del deseo del analista, el alcance del deseo del analista está en juego desde el instante inaugural. De modo que surge el interrogante: ¿de qué está hecho el deseo del analista, ese deseo que no sería un deseo de sujeto?
En cualquier caso, Lacan dice que “ciertamente es el psicoanalista el que dirige la cura”. Pero “dirigir la cura” no es “dirigir al paciente”. Ahí no está “el principio del poder de la cura”. La cura comienza haciendo que en el sujeto de la experiencia se aplique la regla psicoanalítica. El analista introduce una diferencia en lo monótono. Lacan dice que por poco que el analista hable hace patente su ser. El analista se presenta en su ser de deseo.
El paradigma de lo que NO hay que hacer es “la dirección de la conciencia”, tal como la preconiza la religión católica. El analista no es “un guía moral”.
Lacan viene a restituir la autenticidad de la situación analítica hablando de lo imposible de dominar, de lo imposible de formar: el deseo del analista. Éste (el analista) domina nada, es alguien dominado por su deseo. Lo que da poder al analista es: primero, la teoría psicoanalítica, y segundo, su deseo. Los analistas no tenemos otro poder que el que nos da la autoridad de nuestra palabra.
Dos puntos parecen quedar claros:
· No hay que hacer uso de la contratransferencia como vector de la cura.
· En la dirección de la cura, el analista no es un “director de conciencia”.
Para Lacan, se trata de hacer aplicar la regla analítica freudiana de la libre asociación, aunque piensa que la libre asociación no sea tan libre como pudiera parecer.
El analizante siempre paga algo por su análisis. El analista también paga: paga con su palabra, con su interpretación, con su ser de deseo, su síntoma formado. Presta su ser en la transferencia. Lacan apela al concepto de “libertad”. ¿El analista es libre?, ¿puede hacer lo que quiere? No. Por ocupar el lugar que le da la transferencia, siendo oyente e intérprete del malestar del paciente en el seno de la cura analítica, el analista “paga”, en el sentido de poner algo de su parte (es decir, no es sin costo subjetivo).
Esta conceptualización es una forma de dar cuenta de su lugar, con las distintas modulaciones que puede tener este pago en relación a la libertad. Los TRES PAGOS DEL ANALISTA serían:
1. PAGA CON SUS PALABRAS: en relación a la interpretación, el analista se abstiene de intervenir desde su Yo, o desde su propia fantasmática; interviene retomando los significantes enunciados por el analizante y devolviéndoselos de manera invertida, de modo tal que sea el propio analizante el que produzca una lectura de los mismos (desde su posición singular de enunciación). Para el analista es el momento de mayor libertad, haciendo uso de las intervenciones que considere convenientes (calculo a verificar) que tendrán un estatuto de interpretación a partir de sus efectos en el analizante. La corroboración siempre será “indirecta”, como dice Freud en “Construcciones”.
2. PAGA CON SU PERSONA: en relación a la transferencia, el analista presta su persona como soporte para los fenómenos transferenciales (no solo en términos ideales, sino con su propio cuerpo, al soportar lo que sea que se presente en el análisis), al mismo tiempo que asume la posición del muerto (posición de silenciamiento del Yo, por la cual se abstiene de llenar con su opinión, con su respuesta), lo que permite la emergencia de lo que el sujeto analizante tiene para decir. Cuando hablamos de “sujeto” nos referimos al sujeto del inconsciente, barrado, atravesado por el lenguaje, que no está presente todo el tiempo en el análisis sino de manera intermitente, emergiendo “por fogonazos” a través de lo que Freud denominó formaciones del inconsciente. En lo habitual, el analizante habla desde su Yo y es preciso que mediante las intervenciones logremos propiciar un efecto sujeto, es decir, que tenga lugar la emergencia del sujeto del inconsciente. Acá el analista ya no es tan libre, porque se determina desde el analizante: el lugar que el analista ocupa en la transferencia es el que el analizante le depara. El analista deberá reconocer ese lugar.
3. PAGA CON SU JUICIO MÁS ÍNTIMO: el analista opera con lo que sabe acerca de su propio inconsciente. No interviene desde su Yo, con sus pasiones o buenas intenciones (como lo podría hacer en la vida cotidiana), sino que interviene con lo que sabe de su falta en ser: opera con lo que “sabe” de su inconsciente. El operador político del acto analítico es justamente el deseo del analista, que consiste en mantener viva la dimensión del deseo inconsciente: no proponer ningún objeto como fin al cual llegar, ningún fantasma, ni ningún significante al que identificarse imaginariamente. Trata más bien de los puntos suspensivos que abre el deseo. El deseo del analista es una función que tiende a separar, desidentificar y atravesar, vía la interpretación y la transferencia. Este pago se vincula con la dimensión “menos libre” de la actividad del analista, en tanto depende del lugar al que ha arribado en su propio análisis. Es esperable que, en el marco de este recorrido analítico, haya emergido en el analista algo del orden del deseo de analizar, de devenir analista para un otro analizante, que no esté movido por el ideal, sino que resulta del análisis que él mismo protagonizó.
En esta línea, podríamos retomar las TRES DIMENSIONES DE LA ACTIVIDAD DEL ANALISTA (cada una de las cuales se relaciona con uno de los pagos, numerados de la misma forma):
1. TÁCTICA: la dimensión “más libre” de la actividad del analista, en tanto remite a la dimensión de la intervención y el analista interviene en los momentos en los que le parece más conveniente. Hace referencia a la intervención y a la interpretación, como el uso particular que el psicoanálisis hace de la palabra.
2. ESTRATEGIA: tiene que ver con la transferencia y la asunción de la “posición del muerto” por parte del analista.
3. POLÍTICA: la política del deseo hacia la que debería apuntar todo análisis (opuesta a la completud), orientada a que algo falte, al no-todo, de modo tal de hacer surgir algo del orden del deseo del analizante. Si se define a la ética del psicoanálisis en relación al deseo (que va más allá del “Bien” y “La Felicidad”), se puede delinear de forma clara una política de la cura hacia donde el analista debe orientar su acción específica: el acto analítico, que remite al “¿hacia dónde se quiere ir?”, al trabajo sobre el deseo y el goce.
[Damiano plantea que Lacan ordena las tres dimensiones/ejes de la actividad del analista conforme a un orden de libertad decreciente (desde lo más libre, la “táctica”, a lo menos libre, la “política”). Desde la cátedra se invierte este orden (pasando a ser política-estrategia-táctica), en tanto la política se constituye como aquello que comanda la cura, que

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