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Ricardo Ros La formula del exito

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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
Ricardo Ros
La fórmula matemática del éxito
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
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 © 2012, Ricardo Ros - Todos los derechos reservados
 Edita: Trace Comunication, S.L.
 Apartado de Correos 385, 31080 Pamplona (España)
 informacion@pnlnet.com
 http://www.formuladelexito.com
 Foto: Dreamstime
 ISBN: 978-84-939560-1-1
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mailto:informacion@pnlnet.com
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
Índice
CAPÍTULO 1. Avalancha.....................................................................................................................5
CAPÍTULO 2. E= Éxito.....................................................................................................................14
CAPÍTULO 3: I= Idea........................................................................................................................24
CAPÍTULO 4: A2 = Acción Ahora....................................................................................................34
CAPÍTULO 5: P = Persistencia..........................................................................................................55
CAPÍTULO 6: F = Flexibilidad.........................................................................................................61
CAPÍTULO 7: D = Diversión............................................................................................................69
Ricardo Ros........................................................................................................................................74
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
CAPÍTULO 1. Avalancha
"Asciende, si puedes, con la inteligencia y el corazón, a las más altas 
cimas; paséate sobre las crestas nevadas, comunícate con las nubes y 
las aves del cielo. Para vivir escoge la falda de la montaña" Armando 
Palacio Valdés
Cuando levanté la vista, me di cuenta de que no todo estaba 
perdido. El frío me estaba paralizando las articulaciones, el hielo 
comenzaba a invadir todo mi cuerpo y mi organismo se estaba 
enfrentando a la situación más terrorífica de mi vida.
Aquella cuerda colgaba a solo dos o tres palmos de mi mano 
derecha, pero si me soltaba de la arista a la que me encontraba 
adherido por el hielo, lo más probable es que mi cuerpo cayera al 
vacío. ¿Cómo agarrar la cuerda sin soltarme?
Su voz sonó sobre mi cabeza.
—Agárrese fuerte a la soga, yo tiraré de usted.
En esos momentos, todos los miedos que yo había arrastrado 
durante mi vida, mis indecisiones, mis dudas infantiles, pasaron 
como un rayo por mi cabeza. Tenía que decidirme, mi salvación 
dependía de lo que en ese momento hiciera. 
Recordé aquella vez, cuando tenía cuatro o cinco años, en que 
me había subido a un tobogán enorme siguiendo a uno de mis 
hermanos mayores. Mi hermano se tiró sin pestañear, pero yo me 
quedé paralizado en lo más alto. Otros niños que estaban subiendo 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
por la escalera me empujaban. Y yo, muerto de miedo, retrocedí, bajé 
las escaleras y palidecí de vergüenza, mientras un niño, en mitad de 
las escaleras, me gritó "¡cobarde!
¡Cobarde! Aunque toda mi vida había luchado por aparentar lo 
contrario, en el fondo sabía que yo era un verdadero cobarde, un 
cobarde completo, integral, sacudido una y otra vez por el miedo, 
paralizado por la indecisión. Toda mi vida había estado luchando por 
llegar a lo alto del tobogán y mi único afán había sido tirarme por 
aquella rampa metálica, poder gritar de placer por haber sabido 
superar el pánico. Pero yo sabía que ni siquiera en sueños lo había 
conseguido. Soñaba con frecuencia con aquel tobogán y me 
despertaba a media noche sofocado, tiritando. Mi vida real era puro 
teatro ante los demás, pura apariencia de seguridad, máscaras vacías.
Pensé que no tenía nada que perder. Era hombre muerto. Ya 
nada tenía sentido en mi vida. Mejor morir que seguir viviendo.
Cuando dos semanas antes mi amigo Jaidh me sugirió la 
posibilidad de realizar ese viaje, no me lo pensé dos veces. Subir a la 
cumbre del Citlaltépetl, el Pico de Orizaba, la montaña más alta de 
México, podía suponer para mí una forma de alejarme de todos los 
problemas que me acuciaban. Me acababa de dejar mi mujer, harta 
de mis ausencias, cansada de verme llegar tarde y estresado, 
convencida de que mi trabajo era más importante que ella. Mi vida 
era un infierno, sin ningún objetivo. Me levantaba por la mañana, 
corría durante todo el día de una reunión a otra, convirtiendo mi 
trabajo en una carrera de obstáculos, un obstáculo cada media hora. 
Y todo para nada, la empresa se estaba hundiendo, mis socios 
capitalistas ya me habían dado el último aviso y mis subordinados 
huían despavoridos nada más verme aparecer. Me creía una persona 
fracasada. Pero nadie lo sabía.
—Agárrese, no se preocupe, yo le sostendré — su voz volvió a 
sacarme de mis pensamientos.
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
Estaba a 5.500 metros sobre el nivel del mar, tratando de escalar 
el mayor pico de México, con 5.756 metros, situado en el Estado de 
Veracruz. Mis compañeros habían desaparecido de mi vista tras un 
enorme alud. Y yo me encontraba allí, agarrado a la roca, o mejor 
dicho, soldado a la roca por el hielo, sin posibilidades de salvación. 
Mi cuerpo y la roca eran una sola cosa unidos por el hielo.
—No piense. Simplemente suéltese y agarre la cuerda.
No sabía quién me gritaba. No le veía. Solo oía su voz. ¿Cómo 
iba a soltarme? Si lo hacía caería por la canaleta de hielo. Y si no lo 
hacía, allí me quedaría congelado. Una víctima más del glaciar. Los 
periódicos darían una escueta nota en la página 28: "Alto ejecutivo 
muere congelado en un volcán". ¿Y a quién le importaría? Un 
número en una estadística. 
Eso era yo: un número en una estadística. Ingeniero más joven 
de su promoción, ejecutivo con más futuro de la ciudad, marido de la 
mujer más rica y guapa de la provincia… Eso habría dicho la prensa 
de mí. Números. Fríos números. ¿Fríos? Y allí estaba yo, a punto de 
congelarme, en medio de un nevado, cerca de ninguna parte, 
haciendo lo único que había sabido hacer bien durante toda mi vida: 
sentir el miedo, vivir el miedo más intenso que jamás se pueda sentir. 
Yo era miedo. Miedo. Mi mundo estaba lleno de miedo, mis 
decisiones las tomaba siempre basándome en el miedo.
Cuando cumplí 18 años decidí que dejaba de estudiar, que no iría 
a la Universidad. Me subí a un tren y me fui a París. Estuve 
trabajando en un restaurante lavando platos. Me enamoré de una 
chica polaca y por primera vez en mi vida fui feliz. También fue la 
única. Cuando acabó el verano se presentó mi padre en la pensión en 
la que vivía, me agarró de las orejas y me hizo matricularme en la 
Universidad. Por supuesto en la misma carrera que había estudiado 
él. Después me hizo casarme, por mi bien, con una chica de buena 
familia a la que nunca quise. Y todo por miedo. En París no tuve 
miedo, fui realmente feliz.
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
— ¡Deje de darle vueltas al coco y agarre la cuerda! 
Aquel hombre seguía gritándome. ¿Qué se había creído? A mi no 
me gritaba nadie. Yo era un personaje, un hombre importante, un 
ciudadano respetado. ¿Cómo se atrevía a gritarme?
De repente, otra cuerda apareció a mi izquierda. ¿No pretenderá 
que suelte las dos manos?Debe estar loco.
Y detrás de la cuerda aparecieron unas sandalias, unos 
pantalones, un jersey de colorines y una enorme barba sonriente.
Sin decir palabra, pero sin perder su sonrisa, aquel extraño 
hombre clavó primero un piolet en el hielo, un segundo piolet al que 
enganchó una cinta express sobre la que pasó la cuerda que me había 
lanzado en un primer momento, introdujo el codo por la dragonera 
del primer piolet, y enroscó un tornillo en el hielo. A continuación 
pasó la cuerda por el tornillo y por mi arnés y desapareció tan rápido 
como había llegado. ¡Ahora estaba seguro!
—Ahora ya puede usted solo. Yo le ayudo a subir. Tranquilo, el 
peligro ya ha pasado— volvió a sonar aquella voz por encima de mi 
cabeza.
Como pude solté mi mano aterida y comprobé que mi arnés 
estaba perfectamente enganchado a la cuerda. Miré hacia arriba y vi 
que tenía que subir unos tres metros. Miré hacia abajo y un enorme 
precipicio de hielo y roca se extendía 500 metros hacia el abismo. 
Entonces fui consciente del verdadero peligro en el que había estado. 
Mis ojos se cerraron. Silencio.
Cuando desperté, aquella sonrisa volvía a estar allí. Estábamos 
dentro de una especie de cabaña, un refugio de montaña utilizado 
por algunos escaladores en su ascensión al Citlaltépetl. Una fogata 
calentaba el ambiente. 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
—Ya ha pasado todo. No se preocupe —dijo aquella voz— En 
cuanto escampe la enorme tormenta que nos está enviando la 
montaña, los equipos de rescate vendrán a buscarle— Y su sonrisa 
volvió a envolverlo todo.
—¿Qué ha ocurrido?— me atreví a preguntar
—La montaña está resfriada y ha soltado un estornudo. Se ha 
producido una avalancha. La nieve le arrastró a usted hasta la grieta. 
Afortunadamente su espíritu de supervivencia le hizo agarrarse a la 
arista helada. Menos mal que perdió el conocimiento cuando ya 
estaba sujeto firmemente al arnés.
Me dolía todo el cuerpo. En las extremidades, un dolor lacerante 
me recordó que había estado a punto de congelarme. Estaba 
tumbado en una especie de jergón, cubierto de mantas y de pieles de 
animales. El crepitar de la hoguera proporcionaba un poco de luz. 
Fuera, se oía al viento bramar. Debíamos estar en medio de un 
terrible vendaval.
—Nunca había pasado tanto miedo— dije
—El miedo es lo que le ha salvado, si no hubiera tenido miedo 
ahora estaría muerto— dijo aquel hombre, mientras echaba otra leña 
al fuego.
—No le entiendo, ¿cómo va a salvarme el miedo? El miedo 
siempre me ha paralizado, el miedo me ha destrozado la vida— casi 
grité. ¿Cómo podía alguien pensar que el miedo me había 
beneficiado? Ese hombre debía ser algún loco.
El hombre volvió a sonreir. Me acercó una taza a los labios, 
caldo caliente, fuerte y sabroso. Mientras bebía, pensé en lo terrible 
que es el destino. Es como si tuviéramos el camino marcado, como si 
ya desde el nacimiento todo estuviera programado.
—El destino no existe, todos somos responsables de nuestras 
vidas —dijo, como si me hubiera leído el pensamiento. ¿Quién era 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
aquel hombre, que sin perder la sonrisa, pretendía darme lecciones 
sobre la vida?— Voy a curarle las manos y los pies. Han estado a 
punto de congelarse y es muy importante que las hagamos entrar en 
calor.
Me sentía completamente agotado. Y mientras aquel hombre me 
daba masajes en las manos y en los pies, untándolos con una especie 
de grasa gelatinosa, empezó a cantar una letanía formada por 
distintos sonidos guturales, palabras para mí desconocidas, pero que 
me hicieron respirar profundamente. Con cada inspiración entraba 
en mis pulmones todo el sufrimiento que había pasado en las últimas 
horas, en las últimas semanas. Con cada espiración salía de mis 
pulmones, de mi alma, todo el amor que no había sabido transmitir 
durante la mayor parte de mi vida. 
Comencé a llorar. Yo había tenido ganas de llorar muchas veces, 
pero nunca había tenido la valentía de hacerlo. Y ahora estaba 
llorando. Pero era un lloro de liberación, de apertura.
—¿Qué me está pasando?— pregunté entre sollozos.
—No piense, simplemente suéltese— me dijo riendo.
Por algún motivo que no sé explicar, eso es exactamente lo que 
hice. Me solté y dejé de pensar. Yo era un ejecutivo, un pensador, un 
ser lógico. Nunca me había dejado llevar por mis emociones. Todo lo 
calculaba, todo lo medía. En las empresas en las que había trabajado 
tenía fama de ser una persona que arriesgaba poco, porque todo lo 
tenía previamente planificado. No movía un dedo si no tenía muy 
claro el desenlace o si no me guardaba un as en la manga que me 
permitiera escaparme en el momento preciso.
Y por primera vez en mi vida, me dejé llevar por mis 
sentimientos. Por primera vez en mi vida no luché contra mis 
sentimientos. Todo el miedo acumulado, toda la rabia no sentida se 
fueron haciendo presentes. Y me quedé dormido, completamente 
dormido.
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—Me llamo Quetzalcoatl —dijo aquella voz tan conocida ya 
para mi— Ha dormido durante diez horas seguidas. Es necesario que 
se hidrate y que coma algo.
Me incorporé un poco y abrí los ojos. Estábamos en el interior 
de una cabaña hecha de madera. El suelo estaba completamente 
cubierto de paja. Junto a dos de las paredes había dos jergones. En la 
tercera pared había una especie de fogón de leña, sobre el que hervía 
un puchero. Una estantería con latas y distintos alimentos se apilaban 
junto a la puerta. El ambiente era denso, caliente. Olía a puerros.
—Realmente me hace falta comer algo, gracias —dije, tratando 
de esbozar una sonrisa, que no me salía de forma espontánea. 
Mi nuevo amigo echó con un cazo en un plato una mezcla de 
patatas con puerros y otras verduras y me lo ofreció. Olía muy bien. 
Sin decir palabra, me comí aquel plato de puerros y cuando acabé le 
dije tuteándole
—¡Gracias!. Me has salvado la vida. Ha sido una casualidad que 
estuvieras en ese momento allí.
—Ningún ser humano es capaz de salvar la vida de otro ser 
humano— dijo —Tampoco hay casualidades. Como todos los años 
en estas fechas he subido a la montaña a ponerme en comunicación 
con la naturaleza. Todos los años paso tres semanas aquí arriba, 
porque necesito llenarme de aire para el resto del año. Estoy 
reflexionando para saber qué lección tengo que aprender al haber 
tenido la oportunidad de encontrarme contigo en esas difíciles 
circunstancias. Yo soy quien tiene que estarte agradecido por la gran 
oportunidad de aprendizaje sobre mí mismo que has puesto a mi 
disposición.
—¿Has aprendido cosas gracias a mí?
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
—En este mundo hay dos tipos de personas, los que aprenden 
de lo que les ocurre y aquellos que dejan pasar esa oportunidad. Yo 
procuro sacar enseñanzas personales de todo lo que me ocurre. 
Aprendo por la experiencia.
—Mi nombre es Max Pinton. Y soy un fracasado.
—Hay que prestar atención al lenguaje que utilizamos. El verbo 
ser sirve para hablar de la identidad o de un atributo. En nuestra 
lengua mezclamos esas dos acepciones. Si dices que "eres" un 
fracasado estás diciendo que el fracaso forma parte de tu identidad. 
Y el fracaso no forma parte de tu identidad. Me gustaría que 
volvieras a hablarme de tu fracaso, pero sin utilizar el verbo "ser".
—No sé cómo hacerlo —dije confuso.
—Vuelve a decirme el mismo concepto pero sin utilizar el verbo 
ser.
—Mi nombre es Max Pinton. Y…
—Usa un verbo de acción, en vez del verbo ser.
—Me llamo Max Pinton, y he fracasado en mis negocios y con 
mi pareja.
—Cuando alguien dice "Juan es tímido" —continuó— le está 
atribuyendo a Juan una cualidad que lo define como persona. El uso 
del verbo ser nos lleva a realizar afirmaciones generales que no tienen 
demasiada relación con la realidad.Entonces entendí lo que me quería decir. Si usaba el verbo ser 
para hablar de algo que me había pasado, entonces estaba 
extendiendo ese hecho concreto a toda mi identidad como persona. 
Si empleaba un verbo de acción, entonces tenía que delimitar mi 
fracaso a una parcela de mi vida.
Le expliqué cómo durante toda mi vida yo había luchado por 
tener éxito, por ser una persona de éxito, y cómo ahora, a mis casi 
cuarenta años, mi empresa era un fiasco y mi vida amorosa un 
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infierno.
—¿A qué te dedicas profesionalmente, Quetzalcoatl? —me 
atreví a preguntar, mordiéndome la lengua y rectificando mi primera 
formulación mental, que era ¿Qué eres profesionalmente?
—Soy maestro. 
—Eh, un momento, acabas de decirme que no hay que emplear 
el verbo ser cuando no hablamos de nuestra identidad.
—Es que te estoy hablando de mi identidad. Soy maestro, 
aunque trabajo en otras cosas. Puedo enseñarte a conseguir el éxito, 
si quieres. Te voy a dar la fórmula del éxito. La fórmula del éxito es 
sencilla. Pero la mayor parte de la gente la complica. Si aplicas la 
fórmula que te voy a dar, tienes el éxito asegurado en cualquier 
aspecto de tu vida personal, familiar, social o profesional. Soy 
maestro porque hablo de mi propia experiencia, no hablo de lo que 
otros me han transmitido. Quetzalcoatl escribió en un papel:
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CAPÍTULO 2. E= Éxito
"Cuantas más bellezas descubramos por doquiera en la naturaleza, 
en el hombre, en el niño, en el trabajo y en el mundo externo, más nos 
acercaremos al goce de la felicidad" James Freeman Clarke
"La felicidad es el precio de la audacia" Lope de Vega
E
E= [ (I+A2) (P*F) ]D
Fuera de la cabaña se oía a la montaña temblar. Ensordecedores 
truenos cortaban durante algunos segundos nuestra conversación. 
Los rayos penetraban como ladrones en la oscuridad, iluminando a 
mi interlocutor de forma fugaz. Estaba anocheciendo.
—Hay muchas personas que tienen grandes ideas —comenzó mi 
amigo— Son personas creativas, con ingenio. Hay otras que sueñan 
con un futuro mejor. Algunas quieren salir de una situación negativa. 
Muchas consideran que su vida podría ser realmente mejor. Todas 
están firmemente convencidas de que si pudieran, su vida sería un 
paraíso. Pero son unos grandes fracasados. 
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—Queremos ser triunfadores y nos quedamos en el intento— 
dije.
—Así es. Las ideas se las lleva el viento. Las ideas no sirven para 
nada. Son solo ideas, humo, vacío. Las ideas están solo en la mente y 
la mente está llena de sueños, pero vacía de realidades.
Quetzalcoatl se levantó y echó un par de leños al fuego. La resina 
empezó a crujir.
—He oído a muchas personas mayores hablar amargamente de 
sus ideas de juventud, de sus proyectos, de sus sueños, de todo 
aquello que nunca consiguieron, de la frustración que experimentan 
por no haber sabido llevar sus ideas a buen puerto. Ideas. Solo humo. 
—Tienes razón —dije, mientras cerraba los ojos.
—Las ideas, aisladas, no sirven para nada —continuó —Las 
ideas son gratis, no cuestan nada. Tampoco sirven para nada. 
Hubo un momento de silencio. Era verdad. Toda mi vida había 
estado llena de grandes ideas para el futuro. Quetzalcoatl siguió
—Para que las ideas tengan un sentido, para que las ideas 
empiecen a tener razón de ser, necesitan estar acompañadas de un 
ingrediente esencial: la ACCIÓN. Ideas sin acción llevan al fracaso. 
Ideas con acción llevan al éxito. Ideas sin acción son gratis. Ideas con 
acción tienen un precio. Necesitamos, por lo tanto, una idea, 
cualquier idea. Una ilusión, un sueño, un proyecto, un plan, un 
programa. Pero esta idea tiene que estar acompañada de acción. Y la 
acción cuesta, no es barata, es cara. La acción tiene un precio alto. 
—¿Por dónde empezar?—pregunté
—¿Por dónde empezar? Empieza por cualquier sitio, pero 
empieza. Elabora más la idea, busca más información, pregunta a 
expertos, entérate de qué otras cosas se han hecho anteriormente, 
haz un primer experimento, un prototipo, un esbozo. Haz algo. No 
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te quedes quieto. Empieza a caminar, empieza a actuar. 
—Como decía Ortega y Gasset —me atreví a comentar, 
apoyando con la cita su argumento— "muchas personas, como los 
niños, quieren una cosa, pero no sus consecuencias"
—Tiene razón Ortega y Gasset. Cuando das el primer paso, ya 
estás mucho más cerca del éxito. Si no das ese primer paso, lo más 
probable es que estés mucho más cerca del fracaso. Fracasar o 
triunfar depende de una pequeña decisión: ACTUAR. Actuar, 
accionar, activar nuestros recursos nos lleva al triunfo. No hacerlo 
nos lleva a la desilusión, al fracaso. 
—Lo veo claro, dije.
—Hoy puedes empezar. ¿Qué vas a hacer?
Me quedé pensando. ¿Qué podía hacer? Estaba malherido a 
muchos kilómetros de la civilización, sin fuerzas y Quetzalcoatl me 
preguntaba qué iba a hacer. No podía hacer nada. En vez de 
contestar a su pregunta, me atreví a preguntar.
— ¿Qué es el éxito? 
—El éxito es conseguir aquello que nos hemos propuesto, es 
alcanzar nuestras metas y ser felices. Quizás sea más sencillo si 
empiezo a decirte qué no es el éxito. El éxito no es tener muchísimo 
dinero. Conozco a personas que tienen tanto dinero, que no saben 
qué hacer con él y son unos desgraciados. 
—Yo también los conozco. Mi vida está rodeada de ese tipo de 
personas.
—El éxito no es ser famoso, ser conocido, salir en la TV. Todos 
conocemos a personas que son famosas y no se puede decir que 
hayan tenido éxito en la vida. 
—¿El éxito es tener suerte? —pregunté
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
—El éxito no es tener suerte. Alguien puede tener o no tener 
suerte y tener o no tener éxito. Son dos conceptos que no van de la 
mano. 
—Pero, ¿se puede tener éxito sin tener suerte? 
—Yo creo que es al revés, —dijo Quetzalcoatl —no se puede 
tener éxito si viene como consecuencia de la suerte. La suerte no 
existe, la buena o la mala suerte, no existen (excepto en la lotería, 
pero a quien le toca la lotería por azar no se puede decir que sea una 
persona que ha tenido éxito en la vida). La suerte es algo que se 
construye con nuestras conductas. 
—La suerte depende de cada uno.
—Así es. Tendré mala suerte si no aprovecho oportunidades, si 
no corrijo mis decisiones erróneas. Tendré buena suerte si estoy en el 
momento y en el lugar adecuado. Tanto la suerte como el éxito son 
algo que es consecuencia de nuestras decisiones, no del azar. 
Nosotros somos dueños de nuestras propias decisiones y a la 
consecuencia de esas decisiones se le llama buena o mala suerte. 
—¿Qué es entonces el éxito? —pregunté, volviendo a abrir los 
ojos. La noche se había adueñado del ambiente. Quetzalcoatl había 
apagado la lámpara de aceite y estábamos iluminados únicamente por 
la leña que ardía en la chimenea.
—Éxito es conseguir aquello que nos propongamos, grande o 
pequeño, importante o sencillo, como consecuencia de nuestras 
decisiones. 
»Tener éxito es conseguir pasar unas maravillosas vacaciones. 
Tener éxito es crear una empresa que produzca millones. Tener éxito 
es conseguir que nuestros hijos crezcan sanos. Tener éxito es pasear 
y disfrutar de una tarde de campo. Tener éxito es convertirnos en 
buenos profesionales en nuestro trabajo. Tener éxito es alcanzar la 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
luna, si ese es nuestro objetivo. 
»Tener éxito es conseguir cosas, no por azar, sino como 
culminación de un proceso que hemos puesto en marcha 
conscientemente.
»Para considerar que algo es un éxito tenemos que partir de un 
acto voluntario de una persona que alcanza un objetivo como 
consecuenciade su esfuerzo. No es éxito, por ejemplo, encontrar una 
moneda perdida en la calle, ni recibir un premio de la lotería, ni 
conseguir un buen puesto de trabajo por mediación de un amigo con 
influencia. 
»Es éxito, sin embargo, ascender en la empresa después de un 
duro trabajo, encontrar a la pareja adecuada o superar una crisis 
después de luchar por salir de ella. 
—¿Quieres decir que éxito y esfuerzo son términos 
complementarios, que no hay éxito sin esfuerzo?
—Eso es. El éxito puede ser algo muy simple, como aprobar un 
examen, o algo muy complejo, como tener una familia numerosa. 
Por lo tanto, el éxito depende de tus expectativas, no es algo general 
e igual para todo el mundo. 
—Entonces, dependiendo de mis expectativas el éxito tendrá 
distintos planteamientos. 
—Vuelves a acertar. Si consideras que el éxito es tener una 
familia con quince hijos (o tener en el Banco 15 millones de euros), 
pero solo consigues una familia con 10 hijos (o 10 millones de 
euros), ¿se puede considerar un fracaso? ¿Habrás triunfado o habrás 
fracasado? Todo depende de tus expectativas. 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
Además, ¿qué criterio vas a utilizar para delimitar el éxito. Puedes 
utilizar un criterio temporal y decidir que tu empresa tendrá éxito si 
consigues vender veinte millones de euros antes de cinco años. Pero, 
¿por qué cinco años y no siete o diez? Perfectamente podrías decidir 
que alcanzarías el éxito si vendieras esa cantidad en veinte años o en 
seis meses. 
Puedes utilizar un criterio cuantitativo (un número determinado 
de cosas) Nos sirve el ejemplo de los hijos. ¿Éxito sería tener diez 
hijos y fracaso sería tener cinco?
También puedes utilizar un criterio de calidad, por ejemplo 
considerar éxito si tus hijos, sean cuantos sean, consiguen acabar 
unos estudios superiores.
—Entiendo —dije, sabiendo que todavía no había asimilado del 
todo lo que acababa de oír.
—Creo que te conviene descansar otro rato. Ya es de noche. Voy 
a salir fuera a hablar con la tormenta. 
Quetzalcoatl se enfundó un gorro y unos guantes de lana y 
desapareció en la negrura de la noche. Cerré los ojos. Me habían 
pasado demasiadas cosas en las últimas horas. Casi me despeño y si 
no llega a ser por aquel extraño personaje ahora estaría en el fondo 
de una grieta de hielo. Y para colmo, mi nuevo amigo me empieza a 
hablar del éxito y de cómo conseguirlo. Comencé a quedarme 
dormido de nuevo. Notaba la fatiga acumulada. 
De repente, comencé a oír como un canto, suave al principio, 
más fuerte después. Eran como palabras repetitivas en un lenguaje 
completamente desconocido para mí. Era algo parecido a las nanas 
que canturrean las madres a sus bebés, un ritmo monótono, que me 
hizo entrar en un sueño profundo y reparador.
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
Cuando abrí los ojos, la claridad del día comenzaba a dejarse ver 
por un minúsculo ventanuco que había sobre la puerta. No se oía 
nada. Silencio.
—Creo que has podido descansar, ¿no? —me preguntó 
Quetzalcoatl, que estaba sentado en un rincón.
—Me encuentro mucho mejor. La verdad es que ayer estaba 
reventado. He dormido profundamente toda la noche. Estoy como 
nuevo. He soñado con la montaña, con águilas majestuosas que 
volaban sobre mi cabeza, con preciosos arco iris…
—Si te parece bien —propuso Quetzalcoatl —hoy puedes 
acabar de descansar y mañana te ayudaré a bajar a la falda de la 
montaña, si antes no aparecen los equipos de rescate.
Quetzalcoatl avivó el fuego, sobre el que colocó una cazuela para 
hacer sopa. Me incorporé un poco y me senté en la cama. Y 
entonces me pude fijar en él. Quetzalcoatl era un hombre de unos 
cincuenta años, con el cabello muy oscuro, complexión fuerte, no 
muy alto. Me pareció una de esas figuras en terracota de reyes aztecas 
que se han descubierto últimamente en excavaciones arqueológicas. 
Estaba vestido con una camisa blanca y unos pantalones oscuros. 
Encima de la camisa llevaba un jersey de lana de llama con todos los 
colores del arco iris y de su cuello colgaban varios collares con 
figuras para mí desconocidas. Y lo más sorprendente de todo es que 
llevaba unas sandalias sin calcetines, con los dedos al aire. Esa era la 
primera visión que tuve de él, sus sandalias de cuero descendiendo 
por la cuerda. Pensaba que había sido una alucinación, pero no, era 
real, aquel personaje increíble estaba a más de seis mil metros de 
altura, con una temperatura de veinte grados bajo cero vestido con 
unas sandalias. Quetzalcoatl adivinó mis pensamientos.
—Formamos parte de la naturaleza. La montaña y yo somos 
amigos y ella nunca me haría daño si yo no se lo hago a ella. La 
sensación de frío o de calor, la sensación de dolor, está solo en 
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nuestras mentes. Si conseguimos controlar nuestras mentes, nada 
exterior puede hacernos daño. Durante generaciones hemos subido a 
esta montaña a hermanarnos con ella y durante generaciones hemos 
mantenido un pacto de respeto mutuo. Nunca nadie de mi pueblo ha 
sufrido el menor daño por parte de la montaña. Sufren daño quienes 
vienen a "conquistarla", quienes vienen a poner su bandera en la 
cima como si fueran los ganadores de una batalla. Si tú la respetas, y 
respetarla es conocerla, ella te respetará a ti.
—¿Qué habrá sido de mis compañeros de expedición? —
pregunté.
—Yo vi cómo la montaña se los tragaba. No hay nada que se 
pueda hacer por ellos. El único que se quedó colgando fuiste tú.
Comimos en silencio. Quetzalcoatl era un ser muy extraño. 
Fijándome bien en él, me di cuenta de que, aunque aparentaba unos 
cincuenta años, posiblemente tendría unos setenta y cinco o más. 
—Tengo setenta y ocho años —dijo, adivinando una vez más 
mis pensamientos— y llevo desde los diez años subiendo aquí a 
rendir mi homenaje anual a la montaña. Le cuento las cosas que me 
han pasado y ella me da soluciones. A finales del verano subo 
también a traer leña y alimentos para mí y para cualquier otra 
persona que necesite utilizar esta cabaña durante la época fría. 
Primero mi abuelo, Huamanchaqui, y después mi padre, Tlaloc, me 
enseñaron los secretos de la vida y de la naturaleza. Mis ancestros, 
hace muchas generaciones, subían también a la montaña a hacer 
sacrificios humanos. Esta cabaña está situada al lado de un altar de 
sacrificios, que mañana te enseñaré. Pero, si te parece, ahora vamos a 
empezar a trabajar con el éxito. Quiero pedirte que pienses en todo 
aquello que has conseguido en los últimos cinco años y que has 
considerado como un éxito. No hace falta que me contestes, piensa 
en ello simplemente. También quiero que pienses en las razones por 
las que consideras que esas cinco cosas han cubierto tus expectativas 
de éxito.
20
Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
Mi primera reacción fue pensar que no había conseguido ningún 
éxito en estos últimos cinco años. Pero después pensé que sí que 
había tenido muchos éxitos, pequeños éxitos, pequeñas cosas en las 
que había puesto ilusión. 
—Piensa ahora en las cosas que no has logrado conseguir, a 
pesar de haberlas deseado. ¿Qué hace que no superaran tus 
expectativas?
Eso era más fácil. Había muchas ilusiones que no había 
conseguido en los últimos años. De pronto, me di cuenta de que 
todos mis proyectos habían estado relacionados con mi empresa. No 
había tenido ni un solo proyecto sobre mi vida personal.
—¿Qué tienen en común las cosas consideradas como un éxito? 
¿Y las que no has conseguido?
Las cosas consideradas como un éxito tenían en común que me 
habían ilusionado, que había puesto pasión en ellas. Las que eran un 
fracaso tenían en común que las había hecho por obligación.
—¿Cuáles son tus fantasías de éxito? ¿Con qué sueñasdesde que 
eras pequeño? ¿Si consiguieras qué, te considerarías a ti mismo como 
una persona de éxito?
De pequeño yo soñaba con dar la vuelta al mundo en un velero, 
en vivir como un salvaje en una isla en medio del pacífico, rodeado 
de mi familia y de mis amigos. Me gustaba fantasear con un mundo 
lleno de alegría, de juegos, de diversión, con un mundo de libertad. 
Ahora me consideraría como una persona de éxito si ganara veinte 
millones de euros al año. No, no es verdad, ese es el tópico que me 
he impuesto yo a mi mismo últimamente. Me consideraría una 
persona de éxito si pudiera… vivir con libertad, rodeado de la gente 
a la que quiero.
—Ten en cuenta —continuó al cabo de un rato Quetzalcoatl— 
que la felicidad no se encuentra en el tener o poseer, sino en el hacer 
y conseguir. Hay muchas personas que tienen, que poseen mucho y 
21
Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
son muy desgraciadas. Tener no es sinónimo de éxito. 
»Hacer sí es sinónimo de éxito. 
»Ser es el grado máximo del éxito. El éxito está directamente 
relacionado con los objetivos y con los valores. ¿Qué quieres 
conseguir? ¿Qué es importante para ti? 
»No confundas los medios (dinero, coches, casas), con los 
objetivos (las metas), ni con los valores (dicho de forma simple, 
aquello por lo que estarías dispuesto a dar tu vida). Pero de los 
objetivos y de los valores hablaremos más adelante. Ahora, 
simplemente piensa qué características tiene que tener el éxito para ti, 
en qué consisten tus expectativas de éxito. 
»Hasta ahora hemos definido en qué consiste el éxito y hemos 
hablado de la necesidad de convertir las ideas en acción. Seguimos 
ahora hablando sobre las ideas. 
»¿Ya sabes cuáles son las características que tiene que tener el 
éxito para que llene tus expectativas?
Sin darme cuenta, la noche volvió a hacer acto de presencia. 
Quetzalcoatl volvió a preparar una sopa deliciosa, cenamos y me 
volví a quedar dormido.
22
Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
CAPÍTULO 3: I= Idea
"Si no sabes a dónde vas, cualquier camino te conduce allí" 
Proverbio del Corán
"Hay muchas cosas que requieren menos fuerza para hacerlas que 
para pensarlas" Paul Valèry
I
E= [ (I+A2) (P*F) ]D
Al despertar por la mañana me sentía espléndido. Era como si 
hubiera descansado durante varios días seguidos. Al abrir los ojos me 
di cuenta de que Quetzalcoatl no estaba dentro de la cabaña. Me 
incorporé en la cama. Nada me dolía, por lo que me atreví a poner 
un pie en el suelo. Estaba perfecto. Me vestí y abrí la puerta. Fuera, 
un tímido sol se reflejaba tras la bruma. La montaña estaba en calma. 
El paisaje era impresionante. La cabaña estaba construida en un 
pequeño promontorio. Al alzar la vista me impresionó la enorme 
mole del Citlaltépetl. Debíamos estar como a unos cuatro mil 
quinientos metros de altura. Eso significaba que Quetzalcoatl me 
había encontrado a varios cientos de metros más arriba y me había 
23
Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
bajado en brazos hasta allí. Cada vez me asombraba más aquel 
hombre. 
Di una vuelta alrededor de la cabaña y entonces vi a Quetzalcoatl 
agazapado tras un desnivel de nieve. Se llevó el dedo índice a la boca, 
indicándome silencio, y me hizo señas de que me acercara con 
cuidado. Así lo hice.
Tras el desnivel, un enorme oso se desperezaba. Haciendo un 
alarde de poderío, lanzó los brazos al aire junto a un enorme rugido, 
como diciéndole a quien quisiera escucharle que él era el rey de aquel 
lugar.
—Es un oso de anteojos —dijo en voz muy baja Quetzalcoatl— 
Como estamos entrando en la primavera acaba de abandonar la 
cueva en la que ha pasado el invierno. Le ha llegado la hora de buscar 
comida. En estos momentos se siente débil, ya que ha agotado toda 
la grasa que había acumulado para el invierno. Tendrá que empezar a 
luchar para sobrevivir. Los osos son los animales más audaces que 
conozco. Están siempre dispuestos a arriesgarse.
—Lope de Vega decía que la felicidad es el precio de la audacia
— me atreví a apostillar.
—Pero un oso solo se arriesgará lo imprescindible y necesario 
para conseguir su propósito. Un oso solo acumula lo que necesita, ni 
un gramo más. Fue Plutarco quien dijo, supongo que no pensando 
en los osos, sino en los hombres, que "el que no sabe acallar la 
avaricia jamás se verá libre ni de pobreza ni de miseria". No es rico el 
que más posee, sino el que menos necesita. Para adquirir bienestar 
duradero, más que acumular riquezas, debemos eliminar necesidades. 
Dijo Mark Twain que todos los bienes de la tierra, cuando satisfacen 
nuestro ser interior, son cosas preciosas y cuando no, carecen de 
sentido.
Quetzalcoatl calló. El oso se fue alejando de nosotros. 
Quetzalcoatl señaló una piedra redonda como de un metro de alta, 
24
Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
cubierta de nieve.
—Ese es el altar que utilizaban nuestros ancestros para realizar 
sacrificios humanos. Para la persona designada era un verdadero 
honor haber sido elegida. Se consideraba que su sacrificio apaciguaba 
a la montaña y era algo bueno para toda la comunidad. Ya no 
hacemos eso, ¿sabes?, pero seguimos pidiéndole a la montaña que 
nos cuide. Acercarse a la montaña y conocerla es hacerse amigo de 
ella y, como consecuencia, contar con su protección. Tus amigos han 
muerto porque se acercaron a la montaña sin conocerla. Nosotros no 
hacemos sacrificios humanos, pero la montaña sigue cobrándose por 
sí misma esos sacrificios entre aquellos que se atreven a desafiarla sin 
conocerla.
Quetzalcoatl quedó en silencio. Se arrodilló, extendió los brazos 
y con los ojos cerrados comenzó a cantar aquella especie de letanía 
que ya había oído por la noche. Yo también me arrodillé. Una fuerza 
invisible me hizo extender también mis brazos, mientras 
comenzaban a salir de mi garganta algunos sonidos guturales sin 
significado y que salían de forma ajena a mi voluntad. No sé cuánto 
tiempo estuvimos así, posiblemente algunos minutos, pero tuve la 
sensación de que habían pasado horas. Cuando nos levantamos, me 
noté a mi mismo más ágil, más centrado.
Sin decir nada, nos dirigimos hacia la cabaña. Quetzalcoatl se 
colgó del cuello un bolso de lana y emprendimos el camino de 
regreso a la civilización. No me preguntó cómo me encontraba, tan 
evidente era que me encontraba perfectamente de salud. 
Comenzamos el descenso. Ver a aquel hombre saltar de piedra en 
piedra era algo espectacular. Parecía ser un joven de veinte años. 
Poco a poco fuimos dejando atrás la nieve y comenzamos a caminar 
sobre tierra, piedras y algunas islas de hierba. De repente, 
Quetzalcoatl saltó como si hubiera un resorte bajo sus piernas y 
corrió hacia un saliente de una roca del que salía una enorme planta.
25
Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
—¡Mira!, ¡mira! —Comenzó a gritar, a saltar, a bailar y a reír 
como un loco —es una Puya Raimondi. Y acaba de florecer su 
primera flor. Pronto comenzarán a florecer sus más de cinco mil 
flores. Esta planta es la más bella, la más hermosa de cuantas plantas 
puedas encontrar en cualquier parte del mundo.
Hice un gesto, como para coger la flor y Quetzalcoatl gritó 
desesperado
—¡No lo hagas! Esta planta está protegida no solo por nuestras 
leyes, sino también por todos nosotros. Admírala y contágiate de su 
belleza, pero no la toques. Esta planta, como todas las demás, como 
todos los animales, está aquí para cumplir su misión en la vida. Solo 
los seres humanos nos comemos la cabeza con disquisiciones, con 
razonamientos que nos hacen apartarnos de nuestro camino. 
Nos sentamos. La primavera empezaba a dar sus primeros 
brotes. Quetzalcoatl sacó de su bolso un trozo de queso y pan duro. 
Comenzamos a comer. 
—Tú tienesuna idea genial —dijo Quetzalcoatl volviendo al 
tema de la fórmula del éxito, si es que se había apartado en algún 
momento de ella— Conseguirla supondrá alcanzar el mayor éxito 
para ti, de tal forma que llenará todas tus expectativas. O quizás no 
tengas muy claro qué es lo que quieres alcanzar. Si este es el caso, 
vamos a ver cómo puedes hacer para aclarar esas ideas. Pongámonos 
a soñar. Soñar es gratis, no cuesta nada. Pero recuerda que las ideas 
sin acción son papel mojado, no sirven para nada. Necesitamos una 
idea. Y necesitamos pasar a la acción. Piensa en cuáles son tus 
sueños, incluso los más estrafalarios o difíciles de conseguir. Deja 
volar tu imaginación. Quizás te gustaría dar la vuelta al mundo en un 
velero o cambiar de trabajo o tener una familia numerosa. En esta 
primera fase piensa en todos tus sueños, no censures nada, no digas 
"es imposible" o "es absurdo". Todo es posible y lo absurdo a veces 
es interesante. Sobre todo si estamos hablando de sueños. Si 
censuras hasta los sueños, ¿cómo se van a convertir en realidad? Te 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
dejo un poco de tiempo para que los pienses. ¿Quieres un papel y un 
lápiz?
Cogí un papel y un lápiz que me ofreció Quetzalcoatl. Escribí 
como un loco todos los sueños que había arrastrado durante toda mi 
vida.
—Con los sueños todo es posible. Decía un pensador que nadie 
puede llegar más allá de donde ponga sus aspiraciones. Piensa "si 
todo fuera posible, ¿qué me gustaría conseguir, a dónde me gustaría 
llegar? Si no hubiera limitaciones, ¿en qué consistiría mi vida, a qué 
me dedicaría, en qué trabajaría, cómo pasaría los días y las semanas? 
Si todo dependiera de mi, ¿con quién y dónde viviría?". Cuando 
aplicas este pensamiento, ¿cambia en algo la lista de sueños? Si es así, 
realiza los cambios necesarios en tu lista.
Sí que cambiaba. Si no hubiera límites mi lista de sueños se 
ampliaría y algunos de ellos, entonces, dejarían de tener sentido. 
Añadí algunos sueños y borré algunos otros.
—Ahora elimina de tu lista todos los sueños que no dependen 
de ti —continuó Quetzalcoatl— Todo lo que depende de otras 
personas es responsabilidad de otras personas. Estamos hablando de 
conseguir tus objetivos, no los de otras personas. No puedes dejar tu 
objetivo de conseguir el éxito en manos de la buena voluntad o de las 
decisiones de otras personas. ¿Dónde estaría si no tu poder? Elimina 
también todo lo que depende de las circunstancias o del azar (no 
puedes hacer nada para que te toque la lotería o para que deje de 
llover). Deja solo en tu lista aquello que depende de ti mismo, que 
solo lo puedes conseguir por ti mismo. 
Ahora tuve que eliminar de mi lista el 80% de mis sueños, 
porque dependían de otros o del azar. 
—Afortunadamente las personas no tenemos poder para influir 
en los sentimientos de los demás —dijo a continuación elevando el 
tono— Bastante responsabilidad tenemos en influir en nosotros 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
mismos, ¿no crees? 
—Eso no lo entiendo. ¿Yo no puedo crear sentimientos en los 
demás? Hay gente que me ha dicho que me odia o que me quiere. 
¿No he creado ese sentimiento en ellos?
—Esa es una idea absurda, fruto de la civilización judeocristiana. 
En cualquier otra civilización, musulmana, hindú, pagana, la idea de 
que alguien pueda hacer sentir algo a otra persona les hace reír. Y si 
le preguntas a cualquier psicólogo te dirá lo mismo. Para que alguien 
sienta algo, bueno o malo, es necesario que ese algo forme parte de 
su experiencia. Si yo te digo que el equipo de fútbol de tu ciudad es 
el peor equipo del campeonato, ¿te enfadas?
—No, claro que no, no me gusta el fútbol —dije.
—Ajá. Pero hay gente en tu ciudad que se habría sentido 
ofendida por mis palabras, ¿no es cierto?
—Hay forofos —respondí —que están dispuestos a matar a 
alguien que diga eso que tú acabas de decir.
—Y si digo que tu madre es una fulana, ¿tampoco te importa?
—Eh, a ver qué dices, que mi madre es una santa —grité 
indignado.
—Hay hijos, sin embargo, que reniegan de su madre. La 
responsabilidad de que el forofo de fútbol se irrite o de que tú te 
indignes por un comentario negativo sobre tu madre, dependen del 
forofo de fútbol y de ti, no de quien hace el comentario. El 
sentimiento es responsabilidad de quien lo siente. Si yo sé que hablar 
mal de tu madre te indigna y estoy todo el día hablando mal de tu 
madre, yo seré una mala persona por manipularte, pero tus 
sentimientos son tuyos y solo tuyos. Las personas que te han dicho 
que te odian o que te aman es porque, dentro de su experiencia, lo 
que tú les has hecho es digno de odiar o de amar. Habrá, seguro, 
otras personas a las que les has tratado igual y su respuesta ha sido 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
muy diferente, ¿no?
—Sí. Entiendo lo que quieres decir. Que la reacción de cada uno 
es responsabilidad de cada uno. 
—Ser dueño de tu destino —continuó —es poner en acción 
todas tus herramientas y todos tus recursos sin depender de nada ni 
nadie que no seas tú mismo. Supongo que ya has eliminado de tu 
lista de sueños todos aquellos que no dependían de ti, que dependían 
de las decisiones de otras personas o de las circunstancias. Ahora 
quiero pedirte que elimines de tu lista todo aquello que no se pueda 
medir a través de los sentidos. 
—Explícate, por favor —dije sin entender nada.
—No nos sirve un planteamiento del tipo "quiero ser mejor 
persona". ¿Qué es ser mejor persona? Es necesario que especifiques 
exactamente en qué consiste ser mejor persona para ti a través de 
aspectos sensoriales. ¿Cómo sabrás tú y cómo sabrán los demás que 
has conseguido tu sueño? ¿Cómo se notará? No sirve decir "quiero 
adelgazar", sino "dentro de tres meses pesaré 70 Kilos". No sirve 
decir "ganaré más dinero por mi trabajo", sino "dentro de un año 
ganaré 4.000 euros más". También es importante que en tu lista de 
sueños aparezcan solo las cosas que quieres, no las que no quieres. 
No sirve decir "no quiero estar obeso", sino decir "quiero pesar 70 
kilos". No sirve decir "no quiero pasar dificultades económicas a 
final de mes", sino "voy a ganar 2.000 euros al mes" 
Cada vez me lo ponía más difícil. Muchos de mis sueños eran 
buenas intenciones muy generales, sin especificar nada. Había sueños 
escritos con frases negativas, cosas que deseaba eliminar de mi vida. 
Tuve que borrar unos cuantos sueños de mi lista y adaptar los demás 
a lo que Quetzalcoatl me pedía.
—Ahora vuelve a revisar tu lista de sueños y elimina todos 
aquellos que puedan perjudicarte directa o indirectamente a ti o a 
alguna otra persona. 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
—Yo no puedo saber qué puede perjudicar a los demás —rebatí 
—Hay una ley en la naturaleza que dice que todo lo que haces te 
vuelve multiplicado. Si das, recibirás. Si alguien te da algo, tienes que 
devolverlo de alguna manera. Si haces daño, te volverá el daño. Si 
conseguir el éxito supone perjudicar a otras personas, lo más 
probable es que finalmente te perjudiques a ti mismo. ¿Es lícito y 
moralmente válido tu sueño? 
Eliminé otro par de sueños que podrían ser éticamente 
incorrectos.
—Bien, —dijo Quetzalcoatl— pues ya tenemos una lista de 
sueños en la que aparecen las cosas que deseas conseguir, que 
dependen de ti, que se pueden medir de forma sensorial, que están 
especificadas de forma positiva y que no perjudican a nadie. 
¿Necesitas todavía modificar alguno de esos sueños? Puedes añadir 
(más tiempo, más frecuencias, más fuerte, más alto, más grueso, 
duplicar, multiplicar...) Puedes minimizar (quitar, restar, más 
pequeño, condensar, dividir, más bajo, más corto...) Puedes sustituir 
(añadir otros ingredientes u otros procesos, otros materiales, otroslugares, otros enfoques...) Puedes reordenar (intercambiar 
componentes, otras secuencias, otros esquemas, otras personas...) 
Puedes invertir (de uno a otro, lo opuesto, ponerlo al revés...) Puedes 
combinar (las ideas, los propósitos, los enfoques, los usos..) 
Tenía una vez más razón. Podía combinar alguno de los sueños 
para hacerlos más poderosos. Podía reducir algunos otros. Bueno, 
mis sueños ahora eran solo unos pocos, pero respondían realmente a 
lo que yo quería hacer con mi vida.
—¿Tienes ya la lista de sueños? Estupendo. Ahora quiero que 
detrás de cada sueño anotes aquello que estás dispuesto a dar a 
cambio. 
—¿Qué estoy dispuesto a dar a cambio? — grité —No sabía que 
tuviera que pagar.
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
—Nadie recibe algo a cambio de nada. ¿Qué vas a dar (tiempo, 
dinero, esfuerzo, sacrificio...) a cambio de conseguir ver hecho 
realidad cada uno de tus sueños? Los sueños son gratis. Convertirlos 
en realidad no es gratis, cuesta mucho, es muy caro. ¿Cuánto y qué 
estás dispuesto a dar? ¿Vas a dedicar una, dos, doce horas diarias? 
¿Vas a invertir un euro, dos euros, doce millones de euros? ¿Hasta 
qué punto estás dispuesto a esforzarte, a sacrificarte? ¿Cuántas horas 
más estás dispuesto a trabajar? ¿Cuántas horas más vas a dedicar a tu 
familia? ¿Cuántas horas más vas a dedicar al gimnasio? Anótalo al 
lado de cada uno de tus sueños. Si lo que estás dispuesto a dar no 
compensa lo que quieres conseguir, quita ese sueño de tu lista. Si lo 
que necesitas dar va a perjudicar tu salud o tu integridad moral, quita 
ese sueño de tu lista. 
Hice lo que me pedía. Había algunas cosas que estaba dispuesto 
a pagar y otras que no estaba dispuesto a pagar. Esto hizo que 
eliminara de mi lista uno de mis sueños. El precio era demasiado alto.
—Ya tenemos una lista de sueños, aquello que quieres conseguir. 
En aquel momento, Quetzalcoatl saltó de su sitio y corrió ladera 
abajo. Yo lo seguí a cierta distancia. Un enorme ciervo se paseaba 
por encima de unas enormes rocas, mientras una preciosa águila 
sobrevolaba nuestras cabezas.
—Mira allá al fondo —me dijo Quetzalcoatl en voz muy baja— 
en aquellas rocas, cerca del bosque de alisos. ¿Lo ves? Es un puma. 
¿No lo ves?
Sinceramente yo no veía más que un bosque de unos árboles 
muy bonitos. ¿Un puma? No, no lo veía.
—No lo veo, Quetzalcoatl —dije— mi vista ya no es muy buena.
—Ja, ja —rió Quetzalcoatl— Si se ve muy claro… Está tumbado 
al lado de aquella huamanpinta y se la está comiendo.
Quetzalcoatl rió y rió. 
31
Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
—No hace falta que te rías de mí, simplemente porque no veo al 
puma. Mis ojos son unos ojos de ciudad y no estoy acostumbrado a 
ver de lejos.
—No me río de ti —contestó— me río del puma. Es un macho. 
Debe tener algún problema de próstata, porque la huamanpinta sirve 
para remediar los problemas de próstata. Por eso me río.
Quetzalcoatl era capaz de ver cosas donde yo no veía nada.
—La atención, como decía Balmes, —dijo Quetzalcoatl— es la 
aplicación de la mente a un objeto. El primer medio para pensar bien 
es atender bien. Lo más importante es observar lo que hay a tu 
alrededor y lo que te sucede a ti. Solo podemos aprovechar las 
oportunidades si estamos atentos, si estamos preparados para ver lo 
que hay alrededor. Si no estoy mirando en la dirección correcta las 
oportunidades pasarán de largo. Solo voy a encontrar algo si sé qué 
es lo que busco. También tienes que saber cuándo has alcanzado el 
objetivo. Hay muchas personas que no se fijan en nada y andan por 
la vida sin rumbo. Dicen que tienen mala suerte en la vida, que los 
demás tienen mayores oportunidades. Pero ellos no se fijan en nada. 
Observar es lo que produce conocimiento.
 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
CAPÍTULO 4: A2 = Acción Ahora
"Vale más hacer la cosa más insignificante del mundo que estar 
media hora sin hacer nada" Goethe
"La actividad es el único camino que lleva al conocimiento" D. 
Bernard Shaw
A2
E= [ (I+A2) (P*F) ]D
Cuanto más bajábamos, más se iban extendiendo las zonas de 
hierba. El verde comenzó a extenderse poco a poco. Quetzalcoatl me 
iba comentando los distintos tipos de hierbas que encontrábamos. 
Algunas de ellas las metía en su zurrón.
—Esta es una curicasha, esa otra una tuna, aquella una ancosh. 
Allí puedes ver salvia, cola de caballo y esas otras las más bellas y 
preciosas orquídeas que te puedas encontrar en tu vida.
Me explicó los efectos medicinales de cada una, para los 
bronquios, para los riñones… Quetzalcoatl tenía un gran 
conocimiento de cada una de las plantas y hierbas que nos 
encontrábamos.
33
Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
—Mira, ese árbol es un quenual, un árbol muy bonito. Vamos a 
descansar un poco bajo su abrigo.
Nos sentamos debajo de un precioso árbol. Cerré los ojos.
—La primera A de la fórmula es Acción. —comenzó a hablar 
Quetzalcoatl —Existen millones de personas que tienen grandes 
sueños. solo unos pocos los alcanzan. La mayoría se quedan 
frustrados. Esperaban que sus sueños se hicieran realidad por sí 
mismos o como resultado de la suerte, y se quedan frustrados 
cuando se dan cuenta de que el tiempo pasa y sus sueños siguen sin 
realizarse. Entonces le echan la culpa a los demás o a las 
circunstancias. ¡Es como si ellos no tuvieran nada que ver con el 
asunto, como si ellos no fueran responsables de lo que les ha 
ocurrido! ¿Cuál es una diferencia esencial entre quienes consiguen 
sus sueños y quienes no lo hacen? 
Quetzalcoatl dejó la pregunta en el aire. No contesté, esperando 
que él mismo siguiera con su pensamiento. 
—La diferencia fundamental —siguió— es que los primeros 
PASAN a la ACCIÓN y los segundos se quedan pensando. Por lo 
tanto, lo primero que vas a hacer con tus sueños es convertirlos en 
PLANES DE ACCIÓN. ¿Qué vas a HACER con tus sueños? Saca 
tu cuaderno y junto a cada sueño, explicita claramente qué vas a 
hacer, cuáles son los pasos que vas a dar, cuál es la estrategia que 
utilizarás. Indica las etapas intermedias y qué necesitarás en cada una 
de esas etapas. Cuanto más explicites las cosas, más fácil será. 
Ideas sin acción son humo, no sirven para nada. Ideas con acción 
son sueños convertidos en realidad. 
Abrí mi cuaderno y me puse a escribir. Junto a cada sueño escribí 
en qué iba a consistir lo que yo iba a hacer para conseguirlo. Algunos 
de mis sueños necesitaban pasos anteriores, pasos intermedios. 
Otros podía conseguirlos directamente. Para algunos sueños 
necesitaba tener previamente algunos recursos de los que carecía. 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
Para otros necesitaba simplemente poner en marcha otros recursos 
que ya tenía previamente. Me di cuenta de que junto a cada etapa 
tenía que escribir los recursos que necesitaba poseer.
—Como decía Goethe, —dijo Quetzalcoatl— la actividad es lo 
que hace feliz al hombre. solo a través de la actividad podemos 
alcanzar nuestras metas.
—Una vez oí un proverbio inglés —agregué— que decía 
"esfuérzate por ser agradable hasta las diez de la mañana y el resto 
del día lo serás sin esforzarte". Supongo que se puede aplicar no solo 
a ser agradable, sino también a comenzar cualquier actividad.
—Así es, si comenzamos a actuar por la mañana, es más fácil 
seguir actuando por la tarde. Hay también un proverbio latino que 
dice que es el uso el que hace brillar el metal. 
—Lo comprendo. Cuando me quedo en la cama por la mañana, 
ya no soy capaz de hacer nada en todo el día. Si me levanto y me 
pongo a trabajar, el día me cunde mucho más.
—La segunda A —continuó Quetzalcoatl —es AHORA. Hay 
personas que dicen que empezarán mañana, o la semana que viene, o 
cuando deje de llover, o cuando tengan todo el material. ¿Cuántas 
veces hasoído decir "el lunes dejaré de fumar" y cuando llega el 
lunes la persona sigue fumando y diciendo "no, será el próximo mes 
cuando dejaré de fumar"? Y nunca deja de fumar. Tienes control 
sobre lo que haces AHORA. No sabes qué harás el lunes, ni el mes 
que viene, ni cuando deje de llover. Pero sí que sabes lo que puedes 
hacer AHORA. Mañana no sabes si podrás, pero ahora sí que puedes 
hacerlo. AHORA es otra palabra clave. ¿Qué vas a HACER 
AHORA? Las cosas no se pueden hacer de repente al cien por cien. 
Hacer las cosas lleva tiempo. Pero si no empiezas ahora, nunca 
empezarás. ¿Qué puedes hacer en este momento? Quizás puedas 
buscar más información sobre tu proyecto, o preparar el material, o 
hablar con algún experto. Pero seguro que puedes hacer algo en este 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
momento. No lo dejes para mañana. Empieza hoy, empieza ahora. 
Da el primer paso. Aunque sea un paso pequeñito, algo es algo. HAZ 
ALGO AHORA. Y mañana también será ahora. Cuando mañana sea 
ahora, ¿qué vas a hacer? ¿Cuál es el siguiente paso que vas a dar? 
—Por lo tanto, —dije —el ingrediente fundamental para 
acercarnos hacia el éxito es ACTUAR, pasar a la acción.
—No solo pasar a la acción, es fundamental pasar a la acción 
AHORA, en este momento. Hay personas que tienen una gran idea, 
la analizan, estudian los pros y contras, programan en su cabeza 
todos los pasos necesarios, pero postergan el pasar a la acción. La 
mayor parte de las veces esto ocurre por miedos: miedo al fracaso, 
miedo a hacer el ridículo, miedo a no saber asumir las 
consecuencias... Miedos hacia esa parte tan desconocida que es el 
futuro. Para muchas personas el futuro es un monstruo que les 
paraliza.
—A mi me pasa eso. Siempre estoy pensando en el futuro. Y el 
futuro me da miedo porque no puedo controlarlo.
—Pero el futuro —dijo Quetzalcoatl —no existe, es un 
monstruo formado por humo, por fantasías. Todo está solo en tu 
cabeza. En la realidad el futuro no existe, en la realidad solo existe el 
presente. De esta forma, lleva más tiempo luchar contra el miedo 
que comenzar a realizar la tarea. Y la tarea se va postergando 
innecesariamente. Y cuanto más se posterga, más sentimientos de 
culpabilidad aparecen. Comenzar a realizar la tarea lleva solo unos 
pocos segundos, luchar contra el miedo puede llevar muchos años. 
—Mi padre decía que lo que el tonto hace al final, el sabio lo 
hace al principio —me atreví a sugerir.
—Si analizas tu conversación interna, te darás cuenta de que los 
miedos al futuro tienen siempre la estructura "¿Y si...?" ¿Y si me 
equivoco? ¿Y si todos se ríen de mi? ¿Y si otros se me adelantan? ¿Y si no 
consigo acabarlo perfecto? ¿Y si fracaso? ¿Y si no puedo? ¿Y si no sé?... ¿Qué 
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Ricardo Ros – La Fórmula Matemática del Éxito
te dices en tu conversación interna? 
—Tienes razón. Mis pensamientos siempre están llenos de ese 
tipo de frases.
—Todas estas expresiones indican que te quedas paralizado por 
el miedo. Si las analizas bien, todas estas expresiones tienen tanta 
validez como las contrarias: ¿Y si NO me equivoco?, ¿Y si NO se ríen de 
mi?, etc. Si te fijas bien, la expresión ¿Y si? es fundamental para la 
creatividad, para la inventiva, para el descubrimiento de nuevas 
posibilidades (¿Y si hago esto de esta otra manera?). La expresión es 
paralizante, sin embargo, cuando implica un miedo de futuro, un 
miedo por algo que no existe. Quiero pedirte que analices tu diálogo 
interno y elimines todas esas expresiones paralizantes que empiezan 
por ¿Y si..? Todos los miedos al futuro suelen empezar por frases que 
empiezan por esa expresión o expresiones parecidas "¿a ver si...?", 
etc. Y lo que te pido es que una vez las hayas localizado empieces a 
quitarlas de tu cabeza.
—En mi trabajo muchas veces hemos utilizado esa fórmula del 
¿y si…? como muletilla de creatividad y nos ha funcionado muy bien
— dije con miedo de meter la pata.
—El problema del ¿y si…? se produce cuando esa expresión nos 
hace sentir algo del futuro, algo que todavía no existe. Pensar un ¿y 
si…? sin respuesta emocional no es perjudicial, es perjudicial cuando 
crea un sentimiento de futuro que no existe. 
Estaba empezando a caer la tarde. Seguimos bajando por la 
ladera de la montaña y ya se empezaban a notar caminos marcados 
en la tierra por miles de pisadas anteriores a las nuestras. El verde 
comenzaba a señorear el paisaje. En lo alto, una majestuosa águila 
con una envergadura de más de tres metros vigilaba nuestros pasos. 
¿Cómo se verá la vida desde allí arriba?, pensé, mientras respiraba 
profundamente mirando hacia el águila. Tenía la sensación de que yo 
siempre había querido estar arriba, pero siempre me había 
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encontrado abajo. 
—Algunos de los miedos al futuro más corrientes —continuó 
Quetzalcoatl sentándose sobre una piedra —suelen ser el miedo a la 
imperfección, el miedo a no saber superar los propios defectos, el 
miedo a lo desconocido, el miedo a cometer errores, el miedo a tener 
que responder a enormes exigencias, el miedo a ser juzgado, el miedo 
al cambio, el miedo a los demás, el miedo a tener que mandar sobre 
otras personas... Y, lo que es todavía más curioso y paradójico, el 
miedo al éxito. 
—¿Miedo al éxito? ¿Se puede tener miedo al éxito? —pregunté 
sorprendido.
—Algunas personas tienen arraigada la idea de que el éxito 
conlleva consecuencias no aceptables desde un punto de vista de las 
creencias. El éxito solo es posible si robas, el éxito solo es posible si 
engañas, el dinero es malo y solo trae desgracias, éxito es igual a 
dinero sucio, etc. Son creencias muy arraigadas. Son ideas que no 
tienen ninguna base, pero que se asientan sobre lo más profundo de 
nuestras creencias. Quizás algo así decía tu abuelita cuando eras niño, 
pero ¿tienes eso sentido ahora que ya eres una persona adulta? 
—Tienes razón —dije —Mi madre siempre decía que el dinero 
estaba hecho por el demonio y que los ricos nunca podrían ser 
felices.
—Hay muchas técnicas para acabar con estas creencias absurdas
—continuó Quetzalcoatl —A veces las creencias son limitadoras y ya 
no nos sirven en nuestro momento actual. 
—Estoy cansado, Quetzalcoatl, necesito descansar un poco.
—Estimado Max —respondió con una sonrisa de oreja a oreja 
—detrás de aquella loma hay una aldea. Estoy seguro de que nos 
darán hospitalidad muy contentos.
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Pasó mi brazo por encima de su hombro y me ayudó 
pacientemente a recorrer aquellos últimos 400 metros antes de llegar 
a una pequeña aldea formada por una docena de casuchas de piedra 
con el techo de paja. Un par de rebaños de ovejas pacían en un 
campo al norte del pueblo cuidados por un niño de unos diez años, 
que nos saludó muy contento con la mano desde lejos al vernos 
pasar. Vestía sandalias y algo parecido a un poncho andino que le 
cubría todo el cuerpo. Un gorro de lana le tapaba hasta las orejas. Un 
pequeño arroyo de agua pura serpenteaba entre las casas, dándole a 
aquél paisaje un aspecto bucólico lleno de tranquilidad.
—De esta aldea es mi padre —me dijo Quetzalcoatl— Yo viví 
aquí cuando era niño. Durante los veranos cazábamos pisacas y 
pescábamos truchas. La gente de esta aldea sabe qué es vivir y sabe 
qué es luchar por vivir. La vida es muy dura, pero ellos son las 
personas más felices que conozco.
Entramos en una de las casuchas. Olía a humo y especias. Un 
anciano estaba sentado al fondo. Quetzalcoatl, en silencio, se acercó 
y le besó, rodeándole el cuello con sus brazos. El anciano, en 
silencio, le devolvió el beso y el abrazo. Permanecieron así durante 
varios minutos.
—Max, éste es mi padre, Tlaloc.
Tlaloc me invitó a pasar y me ofreció una infusión de te. Debía 
tener más de cien años,pero sus facciones estaban tersas y sus 
movimientos al moverse eran ágiles.
Quetzalcoatl le contó lo que me había ocurrido en la montaña y 
cómo mis compañeros habían sido devorados por el glaciar.
—Siento no haber estado allí, porque posiblemente habríamos 
podido salvarlos —dijo sorprendentemente Tlaloc.
—Mi padre quiere decir —aclaró Quetzalcoatl— que si él 
hubiera estado allí, la montaña habría sido más amable con tus 
compañeros. Mi padre y la montaña se respetan mutuamente, se 
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cuidan y se protegen.
Comimos una sopa deliciosa. A mi me dieron además trucha a la 
brasa, que ellos no probaron. El pastorcito que habíamos visto al 
llegar asomó la cabeza por la puerta. Quetzalcoatl lo abrazó con 
ternura y me lo presentó como su nieto, Huemac. El niño era todo 
ojos y oídos. Se sentó a nuestro lado y no se perdió ni una sola 
palabra de nuestra conversación.
—Me gustaría que las ovejas parieran cuanto antes —dijo el niño
— así podría empezar a hacer otras cosas.
—Eso es imposible, Huemac, —sentenció Quetzalcoatl— 
Algunas personas quieren hacer las cosas del todo, y las quieren 
hacer del todo inmediatamente. Puedes empezar ahora, pero no 
puedes acabarlo todo ahora. La naturaleza necesita un proceso, todas 
las cosas necesitan un proceso. 
El niño sonrió. Tenía unos enormes ojos negros preciosos.
—Ese es el gran error de muchas personas —continuó 
Quetzalcoatl dirigiéndose hacia mi— Y como no pueden acabarlo 
todo de inmediato, van postergando el empezar. No empiezan hasta 
que tengan la absoluta seguridad de que pueden acabar ya. Las cosas 
necesitan su tiempo y su proceso. Hoy puedes empezar. Mañana 
podrás seguir. 
—Como dijo Séneca hace ya muchos años —explicó Tlaloc —
no nos falta valor para comenzar ciertas cosas porque son difíciles, 
son difíciles porque nos falta valor para comenzarlas.
Guardaron silencio. Me apliqué la frase que le acababan de decir 
al niño. Eso me pasaba a mí. Quería hacerlo todo a la vez y me 
frustraba por no conseguirlo. Mi vida estaba llena de ejemplos. 
Huemac me cogió de la mano y me llevó a ver el rebaño de 
ovejas. Una docena de ovejas pacían tranquilamente en un campo. 
Algunas de ellas estaban gordas, a punto de parir. Tlaloc nos siguió.
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—Parirán en una semana —dijo el anciano mientras rodeaba con 
sus brazos al niño, abrazándolo por la espalda.
—Huemac, ¿sabrías decirme qué serás de mayor? —pregunté.
—Quiero ser veterinario y ayudar a los vecinos con sus animales. 
Pero no estoy seguro de que tenga capacidad para lograrlo.
—Huemac, presta atención a lo que pasa por tu mente —le dijo 
su abuelo— Por tu mente pasan continuamente ideas, 
conversaciones, sentimientos. No permitas que nada pase por tu 
mente sin estar atento, sin que tú le des permiso. Examina qué es lo 
que se repite una y otra vez. Pon un portero. Escoge todo lo que te 
aporta crecimiento, dicha, serenidad. Descarta todo lo que te traiga 
tensión, sufrimiento, freno. Si no lo haces tú, ¿quién será capaz de 
hacerlo? Si crees que no vas a ser capaz, eso es lo que posiblemente 
pasará. Si crees que no puedes, tienes razón. Si crees que puedes, 
también tienes razón.
—Es que, abuelo —dijo el niño en un suspiro— a veces pienso 
que no voy a ser capaz de estudiar todo lo que se necesita para ser un 
buen veterinario. Las matemáticas me cuestan mucho.
—Huemac, todo lo que te sucede es una oportunidad para 
avanzar. El mundo está lleno de oportunidades. Haz lo que quieres 
hacer. Sé quien quieres ser. Desconéctate de todo lo que te paraliza. 
Avanza. Avanza. Da igual hacia donde vayas. No te quedes quieto. 
No importa que te equivoques, si eres consciente de que te estás 
equivocando. Ser consciente es lo que te hará rectificar. Ser 
consciente es lo que te hará avanzar. Lo importante es que vivas tu 
vida y que la vivas de acuerdo con tu propia visión. Es tu propia vida 
y tú eres el único responsable de lo que le ocurre a tu vida. La 
responsabilidad no es ante los demás, no es ante nadie más que no 
seas tú mismo. Tu responsabilidad empieza y acaba en ti. Tú eres el 
responsable de tu responsabilidad. Con tu vida ocurrirá exactamente 
lo que tú dejes que ocurra. 
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—Una cosa es lo que yo quiero, abuelo, y otra es lo que voy a 
conseguir. Necesito tener oportunidades.
—Todo depende de tu pensamiento. De lo que piensas y de lo 
que no piensas. No sigas quejándote, porque tu queja se ha 
convertido en parte del problema. No esperes la oportunidad. La 
oportunidad nunca llega. La oportunidad ya ha llegado, es ahora 
mismo, aquí, en este momento. La oportunidad ya ha llegado, la 
tienes delante de ti. En realidad, la oportunidad siempre ha estado 
delante de ti, pero no te habías fijado. Has estado pensando en tantas 
otras cosas exteriores y del futuro que no te habías dado cuenta de 
que la oportunidad está muy cerca de ti. Es más, está tan cerca que 
casi no la ves. Tú eres la oportunidad. Mañana no viene nunca. 
Mañana es la muerte y entonces sí que ya no habrá oportunidad. O 
aprovechas ahora o nunca podrás hacerlo. Para llegar a ser 
veterinario es importante que comiences ahora. El comienzo puedes 
controlarlo, el proceso puedes controlarlo. El final no puedes 
controlarlo. Esfuérzate con las matemáticas hoy si quieres ser 
veterinario en el futuro. Te voy a dejar que cuides tú los partos, te 
hago responsable de los partos de las ovejas. Yo te ayudaré, pero tú 
serás el responsable.
—No estoy seguro de saber hacerlo.
—Yo estoy seguro de que no sabes hacerlo. Si supieras hacerlo 
no necesitarías aprender. No sabes hacerlo, por eso es importante 
que lo hagas, para que aprendas. Como decía Van Gogh, "siempre 
estoy haciendo aquello que todavía no puedo, para intentar aprender 
cómo hacerlo"
—Si consigo hacerlo bien, eso me hará muy feliz
—La felicidad depende del estado de tu mente, depende de las 
decisiones que tomes. Vives el mundo que tu mismo creas. La vida es 
solo una oportunidad llena de potencial y posibilidades. Quiero 
pedirte que a partir de este momento seas consciente de todo lo que 
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ocurre a tu alrededor y en tu interior. Ser consciente de lo que ocurre 
a tu alrededor te dará una buena perspectiva para saber hacia dónde 
dirigirte. Ser consciente de lo que ocurre en tu interior te permitirá 
ser el dueño de tu vida. Observa. Mira. Escucha. 
El niño escuchaba extasiado. Su abuelo hablaba de forma muy 
pausada, hipnótica. Se notaba el enorme respeto que sentía por él. 
Pensé en lo diferente que era mi mundo, en el que los jóvenes no 
respetaban a los mayores.
Volvimos a la casa, mientras pensaba en lo dura que tenía que ser 
la vida en aquél poblado para un niño y un anciano.
—Nosotros creemos que la infancia hay que pasarla en el campo, 
en contacto con la naturaleza —dijo Quetzalcoatl, adivinando una 
vez más mis pensamientos— Todos mis hijos pasaron su infancia 
aquí y después estudiaron en los mejores colegios y universidades. 
También creemos que la vejez hay que pasarla aquí. Por eso yo ya 
estoy pensando en volver a vivir en mi pueblo, quiero morir aquí.
—Pensaba que erais pobres —dije en un murmullo—
—No hay que sacar conclusiones de aspectos exteriores —dijo 
Tlaloc— Para nosotros lo importante es ser ricos en humanidad y en 
espíritu, no en cosas materiales.
—Todos los seres humanos tenemos necesidades —continuó 
Quetzalcoatl— Y a todos los seres humanos nos gusta tener 
cubiertas esas necesidades. También nos gusta cubrir las necesidades 
de los demás. Cuando alguien nos pide algo, generalmente, 
procuramos ayudarle, cubrirle sus necesidades. Sobre todo cuando 
quien nos pide ayuda es alguien a quienqueremos. Cuando quien nos 
pide algo es alguien a quien queremos, entonces estamos dispuestos 
a hacer cualquier cosa, incluso traspasando el borde del sacrificio. 
Por razones fundamentalmente culturales, nos cuesta mucho, sin 
embargo, pedir algo a los demás. Tenemos necesidades, los demás 
están deseando ayudarnos y, a pesar de ello, no nos atrevemos a 
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pedir. 
—A mí me cuesta mucho pedir —dije— Prefiero que me 
adivinen mis necesidades los demás.
—Todavía es peor cuando alguien cree que son los demás 
quienes tienen que adivinar sus necesidades. "Si me quisieras, sabrías 
cuáles son mis necesidades", es una frase absurda, ya que alguien 
puede quererte pero no saber cuáles son tus necesidades. "Si tengo 
que pedirlo, entonces ya no merece la pena" es otra de esas creencias 
sin ninguna base, pero que destrozan parejas y relaciones con los 
demás. 
—Creo que ese ha sido el problema que he tenido con mi pareja.
—Si quieres algo, pídelo, no esperes que sean los demás quienes 
adivinen tus necesidades —dijo entonces Quetzalcoatl, mirándome a 
mí— En este camino que hemos iniciado hacia el éxito es 
fundamental saber pedir. Pide lo que necesitas. Pide a tu pareja, a tus 
padres, a tus hijos, a tus compañeros de trabajo, a tus jefes, al banco. 
Pide. No pasa nada por pedir. 
—Tengo miedo de que me digan que no.
—Pero es que los demás también tienen derecho a decirte que 
no. Y ese 'no', no necesariamente significa que no te quieran. Es solo 
un 'no' a esa demanda concreta que has hecho. Pídelo de otra 
manera, pídelo en otro momento, pídeselo a otra persona, pero no 
dejes nunca de pedir. Pedir hace que los demás sepan lo que quieres. 
Pide las cosas como si estuvieras seguro de que te las van a dar, con 
convicción, con entusiasmo. Pide las cosas a quien pueda dártelas. 
Pide de forma concreta y clara. No utilices rodeos ni segundas 
intenciones. No uses indirectas. Pide directamente. Me gustará que 
durante los próximos días comiences a ejercitar tu capacidad para 
pedir. Pide todo lo que necesites. Te sorprenderás de lo que ocurre 
cuando pides. Y si no pides, no responsabilices a los demás de no 
recibir. Y recuerda que para recibir, primero hay que dar. Quieres 
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cambiar tu vida. Quieres iniciar una nueva ruta que te llevará hacia el 
éxito. Pero, ¿estás dispuesto a cambiar tus hábitos, estás dispuesto a 
eliminar de tu vida todo aquello que te está bloqueando?
—Pues me gustaría dormir un rato —dije sin pensarlo mucho.
Me señalaron un catre en un rincón. Me acosté. Bisabuelo, 
abuelo y nieto salieron en silencio. Me quedé profundamente 
dormido, mientras oía una cantinela que ya me resultaba familiar. 
Pero esta vez, la melodía sonaba a tres voces. Y soñé. Soñé con un 
mundo en el que todas las personas eran felices, en un mundo en el 
que todas las personas se dedicaban a cultivar sus destrezas y 
habilidades.
Amaneció con el canto del gallo. Nunca había tenido la 
oportunidad de tener esa experiencia. Yo era un hombre de ciudad y 
el gallo más cercano que había visto había sido el que aparecía 
impreso en la bolsa de sopa instantánea. El pastorcito estaba 
acurrucado a mi lado. Posiblemente estaba durmiendo en su cama. 
Durante unos segundos, antes de que se desperezara, pude observar 
sus rasgos. Su cara india tenía unas líneas muy dulces. Su pelo era 
muy negro, largo, recogido en una coleta. Abrió los ojos y se dio 
cuenta de que le estaba mirando. Sonrió. 
—¿Has dormido bien? —le pregunté.
—Muy bien, gracias. Tengo que ir a ordeñar. Después iré a la 
escuela hasta el mediodía. 
Huemac se levantó y salió de la casa.
—Huemac es un buen chico —dijo su abuelo desde un rincón 
—Huemac significa "El vencedor". Sobrevivió a la muerte de su 
madre durante el parto. Eso para nosotros tiene el significado de su 
fortaleza. Hay cuatro niños en la aldea y para ir a la escuela tienen 
que andar diez kilómetros hasta el poblado vecino. Ir a la escuela es 
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para ellos el mayor regalo que te puedas imaginar. Son capaces de 
hacer los mayores sacrificios con tal de no perderse ni un solo día de 
escuela.
Huemac entró por la puerta con un cuenco con leche. 
Quetzalcoatl la calentó y me ofreció una taza. Entró Tlaloc y 
bebimos los cuatro. 
—Tenemos que irnos —dijo Quetzalcoatl—, pero antes tengo 
que hacer una visita. ¿Me acompañas, Max?
Lo seguí por las calles del pueblo hasta una pequeña casita hecha 
con piedras y techo de paja. En la calle había un montón de cosas, 
muebles, enseres, aparatos eléctricos, ropa. Quetzalcoatl golpeó con 
su nudillo derecho en la puerta y abrió una anciana. Se saludaron con 
una sonrisa. La anciana nos hizo pasar
—Te presento a mi hermana Meztli. Este es Max, un amigo que 
he tenido la oportunidad de conocer en la montaña.
Hablaron durante unos minutos en un idioma desconocido para 
mí. Me di cuenta de que la casa estaba prácticamente vacía, era como 
si hubieran sacado todo a la calle, solo quedaba lo imprescindible.
—Mi hermana está haciendo limpieza —dijo Quetzalcoatl, 
adivinando de nuevo mis pensamientos— Cada cierto tiempo es 
muy importante eliminar todo lo que no nos sirve. Meztli ha sacado 
fuera todo lo que no ha utilizado durante el último año y lo ha 
puesto disposición de los demás vecinos por si lo necesitaran. 
Cualquier vecino puede llevarse algo si lo necesita.
Nos despedimos de Meztli. Entonces, Quetzalcoatl, mientras 
volvíamos a la casa de Tlaloc me agarró por el brazo y me dijo:
—¿Qué te está impidiendo cambiar? ¿Qué te está manteniendo 
aferrado a lo antiguo, a lo seguro, a lo conocido, pero te mantiene 
estático, parado, bloqueado? Elimina de tu vida todo aquello que no 
te sirve. ¿Te das cuenta de cuántas cosas guardas en los armarios de 
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tu casa o en los archivadores de tu trabajo que ya no sirven para 
nada, que están estropeadas, que están obsoletas, que dejaron de 
cumplir ninguna función y que ocupan un espacio, una energía que 
necesitas para otras cosas? Se rompe la plancha, compras una nueva 
y guardas la vieja por si algún día la necesitaras. Pero nunca más vas a 
necesitar esa plancha. Entre otras razones porque está rota. Tienes la 
casa y los armarios llenos de papeles que no sirven, libros que no te 
interesan, aparatos eléctricos que dejaron de funcionar hace años, 
utensilios de cocina que nunca has usado... Tíralos a la basura. O 
mejor, regálalos o llévalos a algún centro de reciclaje. Quítalos de en 
medio. Aléjalos de tu vida. Despeja el espacio. 
Era cierto. Mis armarios estaban llenos de cosas inservibles.
—Sigues manteniendo relación con personas que hace mucho 
tiempo dejaron de interesarte —continuó— Cada vez que estás con 
ellas sientes una especie de frustración y piensas: "nunca más voy a 
quedar con ellas". Y la siguiente vez vuelves a quedar con ellas. 
Tienes muchos hábitos que te desvían del camino que has decidido 
emprender y te aferras a ellos de forma completamente absurda. 
¿Qué beneficio sacas? ¿Qué ganas? Te enseñaron de pequeño un 
montón de ideas, de creencias, que ya no forman parte de tu vida 
actual. Sin embargo, sigues creyendo en ellas. Creencias sobre ti 
mismo, sobre el ser humano, sobre la vida, sobre la religión, sobre el 
dinero. Creencias que ya no te sirven para nada, que te bloquean, que 
te impiden avanzar. 
Tenía razón. Llevaba toda mi vida acumulando cosas inservibles, 
amistades inservibles.
—¿Por qué no reflexionas sobre ellas y las quitas para siempre? 
—continuó Quetzalcoatl— ¿Cuáles son las creencias que en este 
momento pueden hacerte crecer, madurar, conseguir tus objetivos? 
Quieres cambiar y no estás dispuesto

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