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1 DICCIONARIO DE PSICOANÁLISIS J. Laplanche y J.B. Pontalis LATENCIA (PERIODO DE—) = Al.: Latenzperiode o Latenzzeit, a veces Aufschubsperiode. — Fr.: période de latence. — Ing.: latence period. — It.: periodo di latenza. — Por.: período de laténcia. Período comprendido entre la declinación de la sexualidad Infantil (quinto o sexto año) y el comienzo de la pubertad, y que representa una etapa de detención en la evolución de la sexualidad. Durante él se observa, desde este punto de vista, una disminución de las actividades sexuales, la desexualización de las relaciones de objeto y de los sentimientos (especialmente el predominio de la ternura sobre los deseos sexuales) y la aparición de sentimientos como el pudor y el asco y de aspiraciones morales y estéticas. Según la teoría psicoanalítica, el período de latencia tiene su origen en la declinación del complejo de Edipo; corresponde a una intensificación de la represión (que provoca una amnesia que abarca los primeros años), una transformación de las catexis de objetos en identificaciones con los padres y un desarrollo de las sublimaciones. La idea de un período de latencia sexual (α) puede comprenderse ante todo, desde un punto de vista biológico, como una etapa de detención predeterminada entre dos «empujes» de la libido (β) y que, por lo tanto, no requeriría ninguna explicación psicológica en cuanto a su génesis. En tal caso puede describirse principalmente en cuanto a sus efectos, como sucede en los Tres ensayos sobre la teoría sexual (Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905) (1 a). Esta concepción es la que tiene en cuenta Freud cuando articula el período de latencia con la declinación del complejo de Edipo: «[...] el complejo de Edipo debe desaparecer porque ha llegado el momento de su disolución, como cae la primera dentición cuando los dientes definitivos empujan para salir» (2 a). Pero, así como el «empuje» puberal, que señala el final del período de latencia, es incontestable, no se ve tan claro a qué predeterminación biológica correspondería la entrada en el período de latencia. Por otra parte, tampoco se debería «[...] exigir una plena concordancia entre la formación anatómica y el desarrollo psicológico» (1 b). Así, Freud se vio inducido a invocar, para explicar la declinación del Edipo, «la imposibilidad interna» (2 b) de éste, una especie de discordancia entre la estructura edípica y la inmadurez biológica: «[...] la ausencia persistente de la satisfacción esperada, la perpetua frustración del niño que espera, obligan al pequeño enamorado a renunciar a un sentimiento sin esperanza» (2 c). En definitiva, la entrada en el período de latencia sólo se comprendería en relación con la evolución del complejo de Edipo y las modalidades de su resolución en los dos sexos (véase: Complejo de Edipo; Complejo de castración). Secundariamente, las formaciones sociales, uniendo su acción a la del superyó, vienen a reforzar la latencia sexual: ésta «[…] sólo puede provocar una interrupción completa de la vida sexual en las organizaciones culturales que en su programa incluyen una repression de la sexualidad infantil. No es éste el caso de la mayor parte de los pueblos primitivos» (3). 2 Se observará que Freud habla de período de latencia, no de fase*, lo cual debe interpretarse del siguiente modo: durante el período considerado, si bien pueden observarse manifestaciones sexuales, no se puede hablar en rigor de una nueva organización de la sexualidad. (α) Freud declara haber tomado este término de Wilhelm Fliess. (β) En una carta a Fliess (4) se encuentra una primera referencia de Freud a períodos de la vida (Lebensalter) y a épocas de transición (Ubergangszeiten) «durante las cuales, en general, se produce la represión». 3 SUBLIMACIÓN = Ai: Sublimierung. — Fr.: sublimation. — Ing.: sublimation. — It.: sublimazione. — Por.: sublimaçáo. Proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que apa- rentemente no guardan relación con la sexualidad, pero que hallarían su energía en la fuerza de la pulsión sexual. Freud describió como actividades de resorte principalmente la actividad artística y la investigación intelectual. Se dice que la pulsión se sublima, en la medida en que es derivada hacia un nuevo fin, no sexual, y apunta hacia objetos socialmente valorados. El término «sublimación», introducido en psicoanálisis por Freud, evoca a la vez la palabra sublime, utilizada especialmente en el ámbito de las bellas artes para designar una producción que sugiere grandeza, elevación, y la palabra sublimación utilizada en química para designar el proceso que hace pasar directamente un cuerpo del estado sólido al estado gaseoso. A lo largo de toda su obra, Freud recurre al concepto de sublimación con el fin de explicar, desde un punto de vista económico y dinámico, ciertos tipos de actividades sostenidas por un deseo que no apunta, en forma manifiesta, hacia un fin sexual: por ejemplo, creación artística, investigación intelectual y, en general, actividades a las cuales una determinada sociedad concede gran valor. Freud busca el resorte último de estos comportamientos en una transformación de las pulsiones sexuales: «La pulsión sexual pone a disposición del trabajo cultural cantidades de fuerza extraordinariamente grandes, en virtud de la particularidad, singularmente marcada en dicha pulsión, de poder desplazar su fin sin perder en esencia intensidad. Esta capacidad de reemplazar el fin sexual originario por otro fin, que ya no es sexual pero se le halla psíquicamente emparentada, la denominamos capacidad de sublimación» (1 a). Ya desde el punto de vista descriptivo, las formulaciones freudianas referentes a la sublimación jamás fueron llevadas muy lejos. El ámbito de las actividades sublimadas queda mal delimitado: así, por ejemplo, ¿debe incluirse entre ellas todo el trabajo del pensamiento o sólo ciertas formas de creación intelectual? El hecho de que las actividades llamadas sublimadas son objeto, en una determinada cultura, de una valoración social particular, ¿debe considerarse como una característica fundamental de la sublimación? ¿O bien ésta engloba también el conjunto de las actividades llamadas adaptativas (trabajo, ocio, etc.)? ¿El cambio que se supone que interviene en el proceso pulsional afecta solamente al fin, como sostuvo Freud durante mucho tiempo, o simultáneamente al fin y al objeto de la pulsión como dice en la Continuación de las lecciones de introducción al psicoanálisis (Neue Folge der Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse, 1932)?: «Llamamos sublimación cierto tipo de modificación del fin y de cambio del objeto, en el cual entra en consideración nuestra valoración social» (2). Esta incertidumbre se vuelve a encontrar en el aspecto metapsicológico, como observó el propio Freud (3). Tal sucede incluso en un trabajo centrado sobre el tema de la actividad intelectual y artística, como Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (Eine Kindheitserinnerung des Leonardo da Vinci, 1910). No pretendemos exponer aquí una teoría de conjunto de la sublimación, que no se desprende de los elementos, relativamente poco elaborados, que proporcionan los trabajos 4 de Freud. Nos limitaremos a indicar, sin efectuar una síntesis, algunas direcciones del pensamiento freudiano. 1) La sublimación afecta electivamente a las pulsiones parciales*, en especial aquellas que no logran integrarse en la forma definitiva de la genitalidad: «Así, las fuerzas utilizables para el trabajo cultural provienen en gran parte de la supresión de lo que denominamos elementos perversos de la excitación sexual» (1 b). 2) Desde el punto de vista del mecanismo, Freud indicó sucesivamente dos hipótesis. La primera se basa en la teoría del apoyo* de las pulsiones sexuales sobre las pulsionesde autoconservación. De igual modo que las funciones no sexuales pueden contaminarse con la sexualidad (como, por ejemplo, en los trastornos psicógenos de la alimentación, de la visión, etc.), también «[...] las mismas vías por las cuales los trastornos sexuales repercuten sobre las otras funciones somáticas deberían servir, en el sujeto normal, para otro importante proceso. A través de estas vías debería realizarse la atracción de las fuerzas de la pulsión sexual hacia fines no sexuales, es decir, la sublimación de la se- xualidad» (4). Esta hipótesis se halla subyacente en el estudio de Freud sobre Leonardo da Vinci. Con la introducción del concepto de narcisismo* y con la última teoría del aparato psíquico, se anticipa otra idea. La transformación de una actividad sexual en una actividad sublimada (dirigiéndose ambas hacia objetos externos, independientes) requeriría un tiempo intermedio, la retirada de la libido sobre el yo, que haría posible la desexualización. En este sentido, Freud, en El yo y el ello (Das Ich und das Es, 1923), habla de la energía del yo como de una energía «desexualizada y sublimada», susceptible de ser desplazada sobre actividades no sexuales. «Si esta energía de desplazamiento es la libido desexualizada, está justificado llamarla también sublimada, puesto que, sirviendo para instituir este conjunto unificado que caracteriza el yo o la tendencia de éste, se atendría siempre a la intención fundamental del Eros, que es la de unir y ligar» (5). Aquí podría hallarse indicada la idea de que sublimación depende íntimamente de la dimensión narcisista del yo, de forma que volvería a encontrarse, a nivel del objeto al que apuntan las actividades sublimadas, el mismo carácter de bella totalidad que Freud asigna aquí al yo. En la misma línea de pensamiento podrían situarse, al parecer, los puntos de vista de Melanie Klein, que ve en la sublimación una tendencia a reparar y a restaurar el objeto* «bueno» hecho pedazos por las pulsiones destructivas (6). 3) En la medida en que la teoría de la sublimación quedó poco elaborada en Freud, también ha permanecido en estado de simple indicación su delimitación con respecto a los procesos limítrofes (formación reactiva*, inhibición en cuanto al fin*, idealización*, represión*). Asimismo, aunque Freud consideraba esencial la capacidad de sublimación para el resultado del tratamiento, no mostró concretamente en qué forma interviene. 4) La hipótesis de la sublimación fue enunciada a propósito de las pulsiones sexuales, pero Freud sugirió también la posibilidad de una sublimación de las pulsiones agresivas (7); este problema ha sido estudiado de nuevo después de Freud. En la literatura psicoanalítica se recurre con frecuencia al concepto de sublimación; en efecto, esta noción responde a una exigencia doctrinal y resultaría difícil prescindir de ella. La ausencia de una teoría coherente de la sublimación sigue siendo una de las lagunas del pensamiento psicoanalítico.
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