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Bateson, Gregory - Experimentos en el pensar sobre material etnológico observado

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deseable y de obtención posible. Tal decisión debe tomarse sin hipocresía. Si eligen la 
fusión, deben esforzarse por dar cada paso de manera tal que promueva las condiciones de 
coherencia que se esbozaron (como problemas para la investigación) en el párrafo 10. Si 
eligen que ambos grupos subsistan en alguna forma de equilibrio dinámico, entonces deben 
ingeniarse para establecer un sistema en el cual las posibilidades de esquismogénesis estén 
debidamente compensadas o equilibradas entre sí. Pero en cada paso dado dentro del 
esquema que esbocé existen problemas que tienen que ser analizados por estudiosos 
adiestrados y que, una vez resueltos, contribuirán no sólo a la sociología aplicada sino al 
fundamento mismo de nuestra comprensión de los seres humanos que viven en sociedad.
Experimentos en el pensar sobre material etnológico observado18
Según lo entiendo, me han pedido ustedes un informe sincero e introspectivo —personal— 
acerca de cómo pienso sobre el material antropológico; y si tengo que ser sincero y personal 
sobre mi pensamiento, entonces tengo que ser impersonal sobre los resultados de ese 
pensamiento;. Aun si pudiera desterrar tanto el orgullo como el pudor durante una hora, la 
sinceridad seguirá siendo difícil.
Permítanme que intente trazar un cuadro de cómo pienso, presentando a ustedes para ello 
un relato autobiográfico de cómo adquirí mi instrumental de utensilios conceptuales y de há-
bitos intelectuales. No me refiero a una de esas biografías académicas o a una lista de los 
temas que he estudiado, sino a algo más significativo que esto: a una lista, más bien, de los 
motivos para pensar en distintos temas científicos, motivos que dejaron en mi mente una 
impresión tan profunda, que cuando pasé a trabajar sobre el material antropológico me 
surgió naturalmente emplearlos, tomándolos en préstamo, para orientar mi enfoque de este 
nuevo material.
Recibí la mayor parte de mi caja de herramientas de mi padre, William Bateson, que era 
especialista en genética. En las escuelas y universidades hacen muy poco por darle a uno 
una idea de los principios básicos del pensamiento científico, y lo que aprendí acerca de él 
proviene en gran medida de la conversación de mi padre y quizás especialmente de los 
armónicos que resonaban en su conversación. Por su parte, él era poco locuaz en cuestiones 
de filosofía y matemática y lógica, y era expresivamente desconfiado respecto de tales 
temas, pero aun así, a pesar de sí mismo, pienso, me transmitió algo sobre estos temas.
Las actitudes que adquirí de él fueron principalmente las que él se había negado a sí 
mismo. En sus primeros y —según pienso, reconocidos por él como tales— mejores 
trabajos, planteó los problemas de la simetría animal, la segmentación, la repetición seriada 
de las partes, patrones, etcétera. Posteriormente se apartó de este campo para entrar en el 
mendelismo, al que dedicó el resto de su vida. Pero tuvo siempre una nostalgia del problema 
del patrón y la simetría, y fue esta nostalgia y el misticismo que la inspiraba lo que yo tomé 
de él y que, para bien o para mal, denominé "ciencia".
Adquirí un vago sentimiento místico de que tenemos que buscar la misma clase de 
procesos en todos los campos de los fenómenos naturales, que debemos esperar encontrar la 
misma clase de leyes operando en la estructura de un cristal y en la estructura de la 
sociedad, o que la segmentación de una lombriz puede compararse realmente con el proceso 
18 Este trabajo fue presentado en la Séptima Conferencia sobre Métodos en la Filosofía y las Ciencias, 
celebrada en la New School for Social Research, el 28 de abril de 1940. Se reproduce aquí tomándolo de 
Philosophy of Science, volumen 8, número 1.
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Bateson, G (1972) . Experimentos en el pensar sobre material etnológico 
observado. En Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires: Lohlé-
Lúmen
mediante el cual se forman los pilares de basalto.
Esta fe mística no la predicaría hoy día en estos mismos términos, sino diría más bien que 
creo que los tipos de operación mental que resultan útiles para analizar un campo pueden re-
sultar igualmente útiles en otro, que el andamiaje (el eidos) de la Naturaleza es el mismo en 
todos los campos. Pero lo que aprendí vagamente fue la formulación más mística de este 
punto, y fue de superlativa importancia. Infundía cierta dignidad a cualquier investigación 
científica, pues implicaba que cuando yo analizaba los patrones de las plumas de las 
perdices, podía quizá lograr una respuesta, o una parte de una respuesta, para todo el 
intrigante problema del patrón y la regularidad en la naturaleza. Y, además, ese toque de 
misticismo era importante porque me daba libertad para utilizar mi formación científica, las 
maneras de pensamiento que yo había tomado de la biología y de la física y química 
elementales; me alentaba a esperar que esas maneras de pensar se adecuasen a campos de 
observación muy diferentes. Me capacitaba para considerar toda mi formación anterior 
como potencialmente útil para la antropología y no. como profundamente ajena a ella.
Cuando llegué a la antropología, se estaba produciendo en ella una fuerte reacción contra 
el uso de analogías imprecisas, especialmente contra la analogía espenceriana entre 
Organismo y Sociedad. Gracias a esta creencia mística en la unidad que traspasa todos los 
fenómenos del mundo, evité una buena cantidad de desgaste intelectual. Nunca tuve la 
menor duda de que esta analogía era fundamentalmente sólida; dudar entonces habría sido 
emocionalmente costoso. En nuestros días, por supuesto, el acento se ha desplazado. Pocos 
dudarán seriamente de que las maneras de análisis que han demostrado ser útiles al analizar 
un sistema complejo en funcionamiento sean probablemente útiles al analizar cualquier otro 
sistema similar. Pero el impulso místico fue útil entonces, aunque la formulación empleada 
fuera mala.
Este misticismo resultó útil también de otra manera, que tiene especial pertinencia para mi 
tesis. Deseo recalcar que cada vez que nos enorgullecemos de encontrar una manera de 
pensar o exponer nueva o más estricta; cada vez que comenzamos insistiendo con 
demasiada energía en el "operacionalismo” o en la lógica simbólica o en cualquier otro de 
estos sistemas muy esenciales de carriles, perdemos algo de la capacidad para pensar 
pensamientos nuevos. E igualmente, por supuesto, cada vez que nos rebelamos contra la 
estéril rigidez del pensamiento y exposición formales y dejamos que nuestras ideas fluyan 
sin ningún freno, también perdemos. Como yo lo veo, los avances en el pensamiento 
científico proceden de una combinación del pensamiento libre y del estricto, y esta 
combinación es el instrumento más valioso de la ciencia.
Mi visión mística de los fenómenos contribuyó específicamente a construir este doble 
hábito mental: me llevó a "corazonadas" sin control y, al mismo tiempo, me obligó a 
ejercitar un pensamiento más riguroso sobre estas corazonadas. Fomentó la laxitud de 
pensamiento e inmediatamente insistió en que esta laxitud se confrontase con un 
concretismo rígido. Lo que aquí importa es que la primera corazonada que me sobreviene a 
partir de la analogía es espontánea, y luego, en el momento en que comienzo a elaborar la 
analogía, me veo enfrentado con las rígidas formulaciones que se han excogitado en el 
campo del que tomo la analogía.
Tal vez valga la pena dar un ejemplo de esto: se trataba de formular la organización social 
de una tribu de Nueva Guinea, los iatmules. El sistema social de los iatmules difiere del 
nuestro en un punto muy esencial. Su sociedad carece completamente de toda clase de 
jefatura, y yo expresé laxamente este hecho, diciendo que el control del individuose 
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efectivizaba mediante lo que llamé sanciones "colaterales" más que por "sanciones desde 
arriba". Al revisar mi material encontré además que, por lo general, las divisiones de la 
sociedad, mitades, clanes, etcétera, no poseían virtualmente medios para castigar a sus 
propios miembros. Yo había observado un caso en que una casa ceremonial, propiedad de 
determinado grado de edad juvenil, había sido profanada, y aunque los otros miembros del 
grado estaban muy resentidos con el profanador, no podían hacer nada al res pecto. Les 
pregunté si no podían matar algunos de los puercos del trasgresor o quitarle alguna cosa de 
su propiedad, y replicaron: "No, por supuesto que no. Es un miembro de nuestro grado 
iniciático". Si el mismo hecho se hubiera producido en la gran casa ceremonial que 
pertenece a varios grados, el profanador habría sido castigado. Los miembros de su mismo 
grado lo hubieran defendido, pero los otros habrían comenzado una pendencia.19 Comencé 
entonces a buscar casos más concretos que pudieran compararse con el contraste entre este 
sistema y el nuestro. Dije: "Es como la diferencia entre los animales con simetría radial 
(medusa, anémonas marinas, etcétera) y los animales que tienen segmentación transversal 
(lombrices, langostas, hombres, etcétera)". ,
Ahora bien, en el campo de la segmentación animal conocemos muy poco sobre los 
mecanismos intervinientes, pero por lo menos los problemas son más concretos que en el 
campo social. Cuando comparamos un problema social con un problema de diferenciación 
animal, se nos da inmediatamente un diagrama visual, en función del cual podemos hablar 
con un poco más de precisión. Y en cuanto a los animales con simetría transversal, por lo 
menos, tenemos algo más que un mero diagrama anatómico. Gracias al trabajo hecho sobre 
embriología experimental y gradientes axiales, tenemos alguna idea de la dinámica del 
sistema. Sabemos que predomina algún tipo de relación simétrica entre los segmentos 
sucesivos; que cada segmento podría, si quisiera (hablando en sentido amplio), formar una 
cabeza, pero que el segmento inmediatamente anterior lo impide. Además, esta asimetría 
dinámica en las relaciones que se dan entre los segmentos sucesivos se refleja 
morfológicamente; encontramos en la mayoría de estos animales una diferencia serial —la 
llamada diferenciación metamérica— entre los segmentos sucesivos. Sus apéndices, aunque 
puede demostrarse que se conforman a una estructura básica única, difieren uno del otro a 
medida que descendemos en la serie. (Las patas de la langosta proporcionan un ejemplo 
conocido del tipo de fenómeno al que me refiero.)
Contrastando con esto, en los animales con simetría radial, los segmentos, ordenados 
alrededor del centro como sectores de círculo, suelen ser todos iguales.
Como digo, no sabemos mucho sobre la segmentación de los animales, pero me fue 
suficiente por lo menos para retomar el problema de la organización social de los iatmules. 
Mi "corazonada" me había proporcionado un conjunto de palabras y diagramas más 
estrictos, en función de los cuales podía yo intentar ser más preciso en mi pensamiento 
sobre el problema de los iatmules. Podía ahora examinar otra vez el material referente a 
ellos para determinar si la relación entre los clanes era realmente simétrica en algún sentido 
y para establecer si existía algo que pudiera ser comparado con esta falta de diferenciación 
metamérica. Comprobé que la corazonada daba buen resultado. Comprobé que en lo 
referente a la oposición, control, etcétera, entre los clanes, las relaciones entre ellos eran 
razonablemente simétricas, y que, además, en lo tocante a la diferenciación entre ellos, se 
podía mostrar que aunque existían diferencias considerables, éstas no seguían un patrón 
seriado. Adicionalmente, comprobé que los clanes tenían una fuerte tendencia a imitarse 
19 Los detalles de estos y otros incidentes pueden verse en Noven. Cambridge, Cambridge University Press, 
1936, págs. 98-107.
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unos a otros, a robarse fragmentos de las respectivas historias mitológicas y a incorporarlas 
cada uno al propio pasado: una especie de heráldica fraudulenta, en la que cada clan copiaba 
a los otros, de manera que el sistema en su conjunto tendía a disminuir la diferenciación 
entre ellos. (Es posible que el sistema contuviera también tendencias que operaban en 
dirección contraria, pero no es necesario examinar ahora este punto.)
Seguí desarrollando la analogía en otra dirección. Impresionado por el fenómeno de la 
diferenciación metamérica, llegué a la convicción de que en nuestra sociedad, con sus 
sistemas jerárquicos (comparables a la lombriz o a la langosta), cuando un grupo se separa 
de la sociedad parental es usual encontrar que la línea de fisión, la división entre el grupo 
nuevo y el vieja, marca una diferenciación de costumbres (mores). Los Padres Peregrinos 
emigran para ser diferentes. Pero entre los iatmules cuando dos grupos riñen en una aldea y 
una mitad se marcha y funda una nueva comunidad, las costumbres de los dos grupos se 
mantienen idénticas. En nuestra sociedad la fisión tiende a ser herética (se busca otra 
doctrina u otras costumbres), pero entre los iatmules la fusión es más bien cismática (parten 
tras otros caudillos sin cambiar el dogma).
Observarán ustedes que aquí estoy forzando mi analogía en un punto, y que este asunto no 
está aún perfectamente claro. Cuando se produce una fisión transversal o una germinación 
lateral en un animal segmentado transversalmente, los productos de esta germinación o 
fisión son idénticos: la mitad posterior, que estaba controlada por la anterior se ve liberada 
de este control y se desarrolla hasta formar un animal normal y completo. No me mantengo, 
pues, fiel a mi analogía cuando considero que la diferenciación que acompaña la fisión en 
una sociedad jerárquica es comparable con la que existe antes de la fisión en un animal 
segmentado transversalmente. Esta divergencia respecto de la analogía merecerá con 
seguridad ser investigada; nos llevará a un estudio más preciso de las relaciones asimétricas 
que predominan entre las unidades de los dos casos y plantean problemas sobre las 
reacciones del miembro subordinado en lo que respecta a su posición en la asimetría. Este 
aspecto del asunto no lo he estudiado aún.
Una vez que logré algún tipo de marco conceptual dentro del cual describir las 
interrelaciones entre los clanes, pasé a considerar las interrelaciones entre los grados de 
edad en función de ese mismo marco. Era allí donde —de existir algún aspecto en el cual 
fuera esperable que la edad proporcionara una base para la diferenciación serial— debíamos 
esperar encontrar algún análogo a la segmentación transversal con relaciones asimétricas 
entre los grados sucesivos, y hasta cierto punto el sistema de grados de edad se adecuaba 
efectivamente a este cuadro. Cada grado tiene sus ceremonias y sus secretos para la inicia-
ción en ese grado, y en esas ceremonias y secretos era sumamente fácil rastrear una 
diferenciación metamérica. Las ceremonias que aparecen plenamente desarrolladas en la 
cima del sistema pueden reconocerse aún bajo su forma básica en los niveles inferiores, pero 
con un carácter más rudimentario en cada nivel a medida que descendemos en la serie.
Pero el sistema iniciático contiene un elemento muy interesante que apareció en fuerte 
contraste cuando mi punto de vista se definió en términos de segmentación animal. Los 
grados alternan, de manera que la totalidad del sistema consiste en dos grupos opuestos, 
uno formado por los grados 3, 5, 7, etcétera (los números impares) y el otro formado por los 
grados 2, 4, 6, etcétera, y estos dos grupos mantienen el tipo de relación que anteriormente 
definí como "simétrica'', en la que cada uno proporcionalas sanciones mediante una riña 
con los otros cuando sus derechos son infringidos.
Por consiguiente, aun donde podríamos esperar la jerarquización más definida, los 
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iatmules la han reemplazado por un sistema acéfalo, en el que un lado es simétricamente 
opuesto al otro.
A partir de esta conclusión, mi investigación, influida por otros muchos tipos de material, 
pasará a considerar el tema desde otros puntos de vista, especialmente los problemas 
psicológicos o de si puede implantarse en el individuo una preferencia por las relaciones 
asimétricas frente a las simétricas y cuáles pueden ser los mecanismos de tal formación de 
carácter. Pero no es necesario que entremos ahora en ellos.
Lo dicho es suficiente para plantear el tema metodológico: que una "corazonada" vaga, 
tomada de otra ciencia, lleva a las formulaciones precisas de otra ciencia en términos de las 
cuales es posible pensar más fructíferamente sobre nuestro propio material.
Habrán advertido ustedes que la forma en que empleé los datos biológicos fue realmente 
bastante diferente de la que utilizaría un zoólogo al hablar sobre su material. Donde el 
zoólogo hablaría de gradientes axiales, yo hablé de "relaciones asimétricas entre segmentos 
sucesivos", y al emplear esta expresión estaba dispuesto a asignar a la palabra "sucesivos" 
dos sentidos simultáneos: al referirme al material animal significaba una serie morfológica 
en un organismo tridimensional concreto, en tanto que al referirme al material antropológico 
la palabra "sucesivos" significaba cierta propiedad abstraída de una jerarquía.
Pienso que sería honesto aclarar que empleo las analogías de una forma curiosamente 
abstracta, que de la misma manera como en lugar de "gradientes axiales" empleo "relaciones 
asimétricas", también infundo a la palabra "sucesivos" cierto significado abstracto que la 
hace aplicable a ambos tipos de casos.
Esto nos lleva a otro motivo muy importante en mi pensar, un hábito de construir 
abstracciones que se refieren a términos de comparación entre dos entidades; y para 
ilustrarlo puedo recordar claramente la primera ocasión en que me hice culpable de 
semejante abstracción. Era en mi examen de zoología para el título de Bachiller en Artes de 
Cambridge, y el examinador había intentado obligarme a responder una pregunta por lo me-
nos a cada aspecto del tema. Yo había considerado siempre la anatomía comparada como 
una pérdida de tiempo, pero me encontré cara a cara con ella en el examen y carecía del 
conocimiento de detalle necesario. Se me pidió que comparara el sistema urogenital de los 
anfibios con el de los mamíferos, y era poco lo que yo sabía al respecto.
La necesidad fue la madre de la invención. Decidí que tenía que ser capaz de defender la 
posición de que la anatomía comparada era una confusa pérdida de tiempo, y me puse a la 
tarea de cuestionar la importancia asignada a la (homología en la teoría zoológica. Como 
probablemente sabrán ustedes, los zoólogos tratan convencionalmente dos tipos de 
comparabilidad entre órganos, la homología y la analogía. Se dice que los órganos son 
homólogos cuando puede demostrarse que tienen estructura similar o mantienen relaciones 
estructurales similares con otros órganos, por ejemplo, la trompa del elefante es homologa a 
la nariz y labios de un hombre porque tiene la misma relación formal con otras partes, los 
ojos, etcétera; pero la trompa de un elefante es análoga a la mano de un hombre porque 
ambas tienen los mismos usos. Hace quince años, la zoología daba vueltas 
interminablemente a la noria en lo referente a estos dos tipos de comparabilidad, que, de 
paso, son buenos ejemplos de lo que entiendo por "abstracciones que definen los términos 
de comparación entre entidades".
El ataque que llevé contra el sistema consistió en sugerir que podían existir otros tipos de 
comparabilidad, y que éstos complicarían el problema hasta un punto tal, que el mero 
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análisis morfológico sería insuficiente. Argumenté que las aletas bilaterales de un pez 
podían considerarse convencionalmente como homologas de los miembros de un mamífero, 
pero que la cola de un pez, que es un 'órgano medial, sería considerado convencional-mente 
como una "forma diferente" y no como una forma análoga de las aletas. ¿Pero qué sucede 
con el pez dorado japonés de doble cola? En este animal, los factores que causan una ano-
malía de la cola causan también la misma anomalía en las aletas bilaterales; por tanto existía 
aquí otro tipo de comparabili* dad, una equivalencia en términos de procesos y leyes de cre-
cimiento. Bueno, no sé qué nota me pusieron por mi respuesta, pero mucho después 
descubrí que, de hecho, las aletas laterales del pez dorado resultan a lo sumo escasamente 
afectadas por los factores que provocan la anomalía en la cola, pero dudo de que el 
examinador me haya descubierto en mi bluff, y comprobé que también, curiosamente, 
Haekel en 1854 había acuñado la palabra "homonomía" para el mismo tipo de equivalencia 
que yo estaba inventando. La palabra, por cuanto sé, es obsoleta, y lo era ya cuando redacté 
mi respuesta.
Pero en lo que a mí hace, la respuesta era nueva, y la había pensado y por mis propios 
medios. Sentí que había descubierto cómo pensar. Esto sucedió en 1926, y esta misma vieja 
señal —receta, si ustedes lo prefieren— me sigue acompañando desde entonces. No advertí 
que tuviera una receta, y pasaron diez años antes de que comprendiera cabalmente el 
significado de este concepto de homología-analogía-homonomía.
Tal vez sea interesante relatar con algún detalle mis diversos encontronazos con estos 
conceptos y la receta que contenían. Poco después del examen al que me referí, pasé a la 
antropología, y durante algún tiempo dejé de pensar —de reflexionar más bien— qué podía 
hacerse con ese tema, pero sin lograr claridad alguna, excepto la de repudiar la mayoría de 
los enfoques convencionales que, para mí, parecían carentes de sentido. En 1930 escribí un 
articulito sobre él concepto de totemismo, en el que demostraba en primer término que el 
totemismo de los iatmoiles es un verdadero totemismo porque contiene un "elevado por-
centaje" de las características del totemismo enumeradas en "Notes and Queries on 
Anthrapology" ["Notas e interrogantes sobre antropología"], editado más o menos ex 
cathedra por el Real Instituto de Antropología, para entrar luego en la cuestión de cuál es el 
tipo de equivalencia al que creemos referirnos cuando equiparamos algunos fragmentos de 
la cultura iatmul con el totemismo de América del Norte, y extenderme sobre el concepto de 
homología, homonomía, etcétera.
En esta discusión sobre el "verdadero" totemismo yo seguía teniendo perfectamente en 
claro las abstracciones homonomía-homología y empleaba los conceptos con una 
comprensión neta (aunque informulada) del tipo de abstracción que representaban, pero es 
interesante el hecho de que posteriormente haya hecho otras abstracciones comparables con 
miras al estudio del material iatmul y haya introducido confusión en los problemas por 
olvidar esto mismo.
Estaba especialmente interesado en estudiar lo que yo llamaba la "repercusión afectiva" 
(feel) de la cultura y me fastidiaba el estudio convencional de los detalles más formales. Par-
tí para Nueva Guinea con esta actitud vagamente en claro, y en una de mis primeras cartas a 
mi casa me lamentaba de la impotencia a que me reducía el intento de echar sal —cualquier 
clase de sal— en la cola de un concepto tan imponderable como la "repercusión afectiva" de 
la cultura. Había estado observando un grupo de nativos que se habían encontrado 
fortuitamente y mascaban betel, escupían, se reían, hacían bromas, etcétera, y sentí 
agudamente la imposibilidad tantalizante de lo que yo deseaba hacer.
71
Un año después,aún en Nueva Guinea, leí Arabia Deserta y reconocí con un 
estremecimiento que Doughty, en un sentido, había hecho lo que yo quería hacer: había 
echado sal en la cola del exacto pajarito que yo venía persiguiendo. Pero advertí también —
con pesar— que la sal que empleó no era la adecuada. No me interesaba lograr una 
representación literaria o artística de la "repercusión afectiva" de la cultura; lo que me 
interesaba era su análisis científico.
En suma, pienso que Doughty fue para mí un estímulo, y el mayor que recibí de él se 
debió a un fragmento falaz de pensamiento expuesto por él. Me pareció que era imposible 
comprender la conducta de los árabes si se prescindía de la repercusión afectiva de su 
cultura, y de ello parecía seguirse que la repercusión afectiva tenía en cierta medida una 
acción causal en el moldeamiento de la conducta de los nativos. Esto me alentó a seguir 
creyendo que andaba tras algo importante: ¡hasta aquí, todo iba bien. Pero también me llevó 
a considerar la repercusión afectiva de la cultura como algo mucho más concreto y 
causalmente activo de lo que yo tenía derecho a pensar.
Esta falsa concretidad se vio reforzada luego por un accidente de lenguaje. Radcliffe-
Brown señaló a mi atención la antigua palabra "ethos" y me dijo que eso era lo que yo 
estaba tratando de estudiar. Las palabras son cosas peligrosas, y resulta que "ethos" en 
ciertos sentidos es una palabra muy mala. Si me hubiera visto obligado a acuñar mi propia 
palabra para lo que yo quería decir, tal vez hubiera tenido más suerte y me habría ahorrado 
una buena medida de confusión. Habría propuesto, espero, algo como "etonomía", término 
que me habría recordado que me estaba refiriendo a una abstracción del mismo orden que 
homología u homonomía. El inconveniente de la palabra "ethos" es precisamente el de ser 
demasiado corta. Es una palabra-unidad, un sustantivo griego aislado, y en cuanto tal me 
ayudó a seguir pensando que se refería a una unidad de algún tipo a la que podía aún 
considerar como causativa. Manejé la palabra como si se tratara de una categoría de 
conducta o algún tipo de factor que modelaba la conducta.
Todos estamos familiarizados con el empleo laxo de las palabras en frases como "las 
causas de la guerra son económicas", "conducta económica", "fue influido por sus 
emociones", "sus síntomas son resultado del conflicto, entre su superyó y su ello". (No estoy 
seguro del número de falacias contenidas en este último ejemplo; de un recuento no muy 
preciso parecen resultar cinco, más una sexta posible, pero tal vez sean más. El psicoanálisis 
se ha equivocado lamentablemente al emplear palabras demasiado cortas y que por ello 
parecen más concretas de lo que son.) Yo me hice culpable de precisamente este tipo de 
pensamiento desprolijo al manejar la palabra "ethos", y ustedes tienen que excusarme si he 
buscado apoyo moral para esta confesión mediante una digresión destinada a mostrar que de 
todas maneras otros han cometido el mismo delito.
Examinemos las etapas mediante las cuales caí en la falacia y el modo que tuve para salir 
de ella. Pienso que el primer paso hacia el escape del pecado consistió en multiplicar las 
transgresiones, y es mucho lo que se puede argüir en favor de este método. El vicio, después 
de todo, es un asunto aburrido, sea físico o intelectual, y a veces se puede lograr una cura 
eficaz mediante la indulgencia, hasta que llega el momento en que el paciente descubre el 
aburrimiento. Es una manera de proporcionarle una determinada línea de pensamiento o de 
conducta, que resultará insostenible extrapolándola al infinito, cuando sus absurdos resulten 
evidentes.
Yo multipliqué mis, transgresiones creando algunos conceptos de aproximadamente el 
mismo grado de abstracción que "ethos": así procreé "eidos", "estructura cultural", 
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"sociología", y los manejé todos como si fueran entidades concretas. Describí las relaciones 
entre ethos y estructura cultural como la relación entre un río y sus barrancas: "El río 
moldea las barrancas y las barrancas guían al río. De igual manera, el ethos moldea la 
estructura cultural y es guiado por ella*. Yo buscaba aún las analogías físicas, pero mi 
posición no era exactamente la misma "que cuando buscaba analogías para formar 
conceptos que pudiera emplear para analizar el material observado. Ahora buscaba ana-
logías físicas que pudiera emplear para analizar mis propios conceptos, y éste es un trabajo 
mucho menos satisfactorio. No quiero decir, por supuesto, que las otras ciencias no puedan 
brindar ninguna ayuda en el intento de enderezar el propio pensamiento; es indudable que sí 
pueden. Por ejemplo, la Teoría de las Dimensiones de la física puede ser de enorme ayuda 
en este campo. A lo que me refiero es que cuando se busca una analogía para dilucidar el 
material de un determinado tipo, es bueno tomar en cuenta la manera como ha sido 
analizado el material análogo. Pero cuando lo que se busca es dilucidar los propios 
conceptos, entonces hay que buscar las analogías en un nivel igualmente abstracto. De todos 
modos, aquellos símiles sobre el río y sus barrancas me parecían bonitos, y los trataba con 
gran seriedad.
Llegados aquí, tengo que hacer una breve digresión para describir un artificio de 
pensamiento y de lenguaje que me ha resultado útil. Cuando me encuentro frente a un 
concepto vago, y siento que el tiempo no está maduro aún para dar a ese concepto una 
expresión estricta, acuño alguna expresión laxa para referirme a ese concepto y evito 
prejuzgar sobre la cuestión asignando al concepto un término demasiado significativo. Por 
eso lo bautizo con algún término breve del lenguaje coloquial —generalmente anglosajón 
con preferencia a los latinos— y hablo del "material" (stuff) de la cultura, de "fragmentos'' 
(bits) de cultura o de la "repercusión afectiva" (feel) de la cultura. Estos breves términos 
anglosajones tienen para mí un definido tono afectivo que me recuerda continuamente que 
los conceptos que están tras ellos son vagos y aguardan su análisis. Es un truco equivalente 
al de hacerse un nudo en el pañuelo, pero tiene la ventaja de que, además, si es que puedo 
expresarme de esta manera, me permite seguir usando el pañuelo para otros fines. Puedo 
seguir usando el concepto vago en el valioso proceso de pensamiento laxo, pero advertido 
siempre de que mis pensamientos son laxos.
Pero estos símiles sobre el "ethos" como río y las formulaciones de la cultura o "estructura 
cultural" como sus barrancas no eran recordatorios anglosajones de que estaba dejando algo 
para analizarlo posteriormente. Eran, según creía yo, lo real, una real contribución a nuestra 
comprensión del funcionamiento de la cultura. Yo pensaba que había una clase de fenómeno 
que yo podía denominar "ethos" y otra clase a la que podía llamar "'estructura cultural" y 
que ambos operaban juntos, tenían efectos recíprocos uno sobre el otro. Todo lo que 
quedaba a mi cargo era discriminar con claridad entre estas distintas clases de fenómenos de 
manera que otras personas pudieran realizar el mismo tipo de análisis que yo estaba 
efectuando.
Este esfuerzo de discriminación lo pospuse, sintiendo quizá que el problema no estaba 
suficientemente maduro, y proseguí con el análisis cultural. Y llevé a cabo lo que sigo 
considerando como un buen trabajo. Quiero poner de relieve este último punto, a saber, que 
de hecho pueden hacerse considerables contribuciones a la ciencia con conceptos muy 
confusos y retorcidos. Podemos hacer chistes sobre la manera como abunda la 
concretización indebida en cada palabra de los trabajos psicoanalíticos, pero a pesar de todo 
el pensar confuso que Freud inició, el psicoanálisis sigue siendo la contribución 
sobresalientea nuestra comprensión de la familia, lo que lo convierte en un monumento a la 
73
importancia y valor del pensamiento laxo.
Por fin yo había completado mi libro sobre la cultura iatmul, salvo el último capítulo, cuya 
redacción había de ser la verificación final y la revisión de mis distintos conceptos y 
contribuciones teóricos. Había hecho el plan de que este último capítulo contuviera algún 
intento de discriminar entre lo que yo llamaba "ethos" y lo que yo llamaba "eidos".
Me encontraba en un estado muy cercano al pánico de aquella aula de examen que otrora 
produjo el concepto de homonomía. Tenía que embarcarme para mi próxima expedición de 
campo, mi libra tenía que estar terminado antes de que me embarcara, y ese libro no podía 
ver la luz sin alguna clara formulación de las interrelaciones entre esos conceptos míos.
Citaré aquí lo que finalmente apareció en el último capítulo del libro:
"Comencé a dudar sobre la validez de mis propias categorías y llevé a cabo un 
experimento. Elegí tres fragmentos de la cultura: a) un wau (hermano de la madre) que da 
alimento a un lana (hijo de la hermana): fragmento pragmático; b) un hombre reprendiendo 
a su esposa: fragmento etológico, y c) un hombre que se casa con la hija de la hermana de su 
padre: fragmento estructural. Dibujé luego un enrejado de nueve cuadrados en un pedazo 
grande de papel, con tres filas de tres cuadrados cada una. Puse como título a las filas 
horizontales mis fragmentos de cultura y a las columnas verticales el de mis categorías. 
Entonces me obligué a ver cada uno de los fragmentos como concebiblemente perteneciente 
a cada categoría. Encontré que podía hacerse.
"Encontré que podía pensar estructuralmente cada trozo de cultura; podía verlo en 
concordancia con un conjunto coherente de reglas o formulaciones. De la misma manera, 
podía ver cada fragmento como 'pragmático', ya sea porque satisfaciera las necesidades de 
individuos o porque contribuyera a la integración de la sociedad. Y también podía ver a 
cada fragmento eclógicamente, como expresión de emociones.
"Este experimento podría parecer pueril, pero para mí era muy importante, y lo he relatado 
con detalle porque puede haber entre mis lectores algunos que tiendan a considerar concep-
tos tales como 'estructura' como partes concretas que interactúan en la cultura, y que 
encuentren, como encontré yo, dificultad en pensar estos conceptos como rótulos 
exclusivamente para puntos de vista adoptados o por los científicos o por los nativos. Es 
instructivo efectuar el mismo experimento con conceptos tales como economía, etcétera".20
De hecho, "ethos" y el resto fueron finalmente reducidos a abstracciones del mismo orden 
general que "homología", "homonomía", etcétera; fueron rótulos para puntos de vista volun-
tariamente adoptados por el investigador. Yo estaba, como ustedes pueden imaginar, 
enormemente excitado por haber logrado desenmarañar aquel nudo, pero también 
preocupado porque pensé que tendría que reescribir el libro íntegro. Pero comprobé que no 
era así. Tenía, sí, que afinar las definiciones, revisarlo íntegramente para cuidar que cada 
vez que apareciera el término técnico pudiera reemplazarlo por la nueva definición, marcar 
las partes más notoriamente sin sentido con notas al pie avisando al lector que esos pasajes 
podían tomarse como una advertencia de cómo no decir las cosas, y así sucesivamente. Pero 
el cuerpo del libro era bastante sólido, y todo lo que necesitaba eran nuevos saleros.
Hasta aquí me he ocupado de mis propias experiencias personales en el pensamiento laxo 
y estricto, pero lo cierto es que pienso que la historia que he narrado es típica de ese algo tan 
fluctuante que es el progreso de la ciencia. En mi caso, que es de poca monta y 
comparativamente insignificante dentro del progreso total de la ciencia, pueden ustedes ver 
20 Loe. ctt., pág. 281.
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ambos elementos del proceso alternante: en primer lugar, el pensamiento laxo y la 
constitución de una estructura sobre un fundamento endeble, y luego la corrección para 
obtener un pensamiento más estricto y la submuración más sólida de la masa ya construida. 
Y esto es, según creo, un cuadro bastante justo de cómo progresa la ciencia, con esta 
excepción: que por lo común el edificio es de mayor tamaño y los individuos que finalmente 
aportan la nueva submuración son personas diferentes de las que llevaron a cabo el 
pensamiento laxo inicial. Algunas veces, como en la física, vemos transcurrir siglos entre la 
primera construcción del edificio y la corrección final de sus cimientos, pero el proceso es 
básicamente el mismo.
Y si me piden ustedes una receta para acelerar este proceso, diría primero que debemos 
aceptar y gozar de esta naturaleza dual del pensamiento científico y estar dispuestos a 
valorar la manera en que ambos procesos colaboran para hacernos avanzar en la 
comprensión del mundo. No deberíamos mirar con demasiado malos ojos ninguno de los 
dos procesos, o por lo menos tendríamos que hacerlo por igual con cualquiera de los dos 
cuando no va complementado con el otro. Opino que se produce un retardo en la ciencia 
cuando comenzamos a especializarnos durante demasiado tiempo tanto en el pensamiento 
estricto cerno en el laxo. Sospecho, por ejemplo, que se ha permitido subir muy alto el 
edificio freudiano antes de aplicarle el pensamiento correctivo estricto, y ahora que los 
investigadores comienzan a reformular los dogmas psicoanalíticos en nuevos términos más 
estrictos, puede surgir un gran resentimiento, cosa que es dispendiosa. (Tal vez deba yo 
lanzar aquí una palabra de consuelo al ortodoxo del psicoanálisis. Cuando los formuladores 
comienzan a rebuscar entre las premisas psicoanalíticas más básicas y a cuestionar la 
realidad concreta de conceptos tales como "yo" o "deseos" o "dio" o "libido" —como de 
hecho han comenzado a hacerlo— no es necesario alarmarse ni comenzar a soñar sueños 
terroríficos de caos y tempestades. Es seguro que la mayor parte de la vieja estructura del 
análisis quedará en pie cuando quede terminada la nueva submuración. Y una vez 
rectificados los conceptos, postulados y premisas, los analistas estarán en condiciones de 
embarcarse en una nueva y aun más fecunda orgía de pensamiento laxo, hasta llegar a un 
estadio en el que los resultados de su pensar deban ser nuevamente conceptualizados. Pienso 
que tendrían que disfrutar esta cualidad alternativa del progreso de la ciencia y no demorar 
el progreso de la ciencia mediante una negativa a aceptar este dualismo.)
Más allá de esto, además de el simple no obstaculizar el progreso, creo que tendríamos 
que hacer algo para acelerar las cosas, y he sugerido dos modos de hacerlo. Uno de ellos 
consiste en formar a los científicos para que busquen en las ciencias de mayor antigüedad 
analogías libérrimas con su nuevo material, de manera que sus espontáneas corazonadas 
sobre los propios problemas aterricen entre las formulaciones estrictas. El segundo método 
es formarlos para que hagan nudos en sus pañuelos cada vez que dejan algún punto sin 
formular; para que estén dispuestos a dejar el tema en ese estado durante años, pero 
colocando a la vez un signo de atención en la terminología misma que emplean, de manera 
que esos términos queden para siempre no como vallados que ocultan lo desconocido a los 
futuros investigadores sino como señaladores viales que digan: "SIN EXPLORAR MÁS 
ALLÁ DE ESTE PUNTO".
Moral y carácter nacional21
21 Este ensayo apareció en Civilian Morale, compilado por Goodwin Watson, con copyright de 1942 en favor 
de la Society for the Psychological Study of Social Issues. Se reproduce con autorización del editor. Algunos 
materiales introductorios se han eliminado.
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