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Evaluacion de la personalidad normal - Cap 4

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4 
Los trastornos de personalidad. El DSM-5 
Juliana Stover 
En los últimos años el debate en torno a las definiciones y clasificaciones 
de los trastornos de personalidad (en adelante, TP) ha constituido un tema 
central entre los profesionales de la salud mental. Dos grandes nosologías 
se encuentran vigentes: la Clasificación Internacional de las Enfermedades, en su 
décima versión (CIE-10), desarrollada por la Organización Mundial de la 
Salud (1995), y el Manual de Estadística y Diagnóstico, actualmente en su 
quinta versión (DSM-5) elaborado por la American Psychiatric Association 
(2013). Se ha planteado, especialmente en torno al DSM-5, una coyuntura 
que seguramente representará un hito en las clasificaciones de los TP: en su 
sección II se mantiene la nosología oficial categorial -según la cual los 
trastornos son síndromes clínicos cualitativamente diferentes-, y en la 
sección III se plantea una propuesta mixta que incorpora características de 
los modelos dimensionales (de acuerdo a la cual los trastornos representan 
variantes desadaptativas de rasgos de personalidad normal). La intención 
de añadir esta última clasificación reside en fomentar investigaciones para 
producir un viraje hacia ella en futuras ediciones del manual. Todo ello ha 
resultado en una polémica instaurada con antelación a la publicación de la 
quinta versión del DSM, y continúa tras ella. Por todo ello, los TP se han 
establecido como uno de los temas de la psicopatología contemporánea de 
mayor debate e intercambio científico para los próximos años (Krueger, 
2013). 
En el presente capítulo abordaremos esta temática comenzando por las 
definiciones y criterios diagnósticos de TP expuestos en las nosologías de 
mayor uso (CIE-10 y DSM-5), así como con los tipos de TP en aquellas, 
descritos según la clasificación categorial. Posteriormente realizaremos una 
revisión de las críticas a dichos modelos para luego abocarnos al modelo 
formulado en la sección III del DSM-5. 
66 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Definiciones y criterios diagnósticos generales 
Al ocuparnos de los TP resulta inevitable que el lector se plantee qué se 
entiende por personalidad y que, tras ello, nos ocupemos de sus trastornos. 
Si bien este constructo constituye una extensa área de la Psicología, 
podemos situar dos posiciones al respecto (Pelechano, De Miguel y 
Hernández, 1995). La primera postura entiende la personalidad como 
formaciones psicológicas integradas, con niveles de organización y 
jerarquización. Se trata de una sección del funcionamiento personal 
consolidada, y por ende, resistente al cambio, que posee una generalidad y 
coherencia de respuestas en diferentes tiempos y contextos (lo que excluye 
entonces cualquier reacción situacional). El segundo enfoque entiende que 
la personalidad es todo aquello que identifica a cada individuo a lo largo de 
su vida, implicando ello la reactividad situacional y el estilo de vida, las 
motivaciones y creencias y concepciones sobre el mundo. Todas las 
nosologías que trataremos en este capítulo se ubican en la primera línea de 
definiciones, es decir, enfatizan los aspectos duraderos y estables en el 
sujeto, y no se ocupan de las reacciones ante situaciones específicas. 
Comenzando por las' definiciones expuestas en el DSM, desde la 
aparición de los TP en la tercera edición (APA, 1980) no se observan 
importantes cambios en las sucesivas versiones (APA, 1987, 1994, 2000). Es 
así como en la sección II del DSM-5 se define un TP como un patrón 
duradero de experiencia interna y comportamiento que se desvía 
marcadamente de las expectativas de la cultura a la que el sujeto pertenece, 
resultando generalizado e inflexible. El mismo tiene su inicio en la 
adolescencia o adultez temprana, resulta estable en el tiempo y lleva a 
malestar o disfunción (APA, 2013). En consonancia con esta definición, para 
diagnosticar un trastorno de la personalidad deben examinarse seis 
aspectos. En primer lugar, el criterio A postula que debe presentarse un 
patrón duradero de experiencia interna y comportamiento -es decir, modos 
estables de percibir y de relacionarse con el ambiente y con uno mismo- que 
se desvía marcadamente de las expectativas de la cultura del sujeto. En este punto 
debemos considerar que al emitir juicios sobre el funcionamiento de la 
personalidad deben tenerse en cuenta la etnia y la cultura de los individuos, 
así como los antecedentes sociales. Los trastornos no deben confundirse con 
problemas asociados a la aculturación debidos a la inmigración o 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 67 
a la expresión de hábitos, costumbres, o valores religiosos o políticos 
profesados por el grupo de origen del individuo. A su vez, este patrón debe 
manifestarse en dos o más de las áreas, tales como cognición, afectividad, 
funcionamiento interpersonal y control de los impulsos. 
En el criterio B se afirma que ese patrón debe ser inflexible y generalizado 
a lo largo de un amplio rango de situaciones sociales y personales. 
El criterio C postula que esto lleva a un malestar clínicamente significativo 
o a una disfunción en las áreas social, ocupacional o en otras áreas importantes del 
funcionamiento personal. Estos criterios implican que aquellas características 
de personalidad que pueden presentarse en cualquier individuo -como por 
ejemplo, ser ordenado y organizado- se transforman en inflexibles y, por 
ende, se vuelven desadaptativas, causando disfunciones significativas en el 
quehacer cotidiano o angustia subjetiva (tal es el caso de un individuo al cual 
su preocupación por el orden le demanda un tiempo excesivamente superior 
al que objetivamente requiere una actividad dada). 
El criterio D propone que el patrón sea estable y de larga duración, 
empezando en la adolescencia o adultez temprana. De acuerdo con ello, el 
diagnóstico de desorden de personalidad requiere una evaluación de los 
patrones de funcionamiento en el tiempo, y las características particulares 
de personalidad deben ser evidentes ya en la adultez temprana. Esos rasgos 
también deben distinguirse de las características que surgen en respuesta a 
situaciones específicas estresantes y de otros estados mentales transitorios. 
Así, para arribar a un diagnóstico (los clínicos deben establecer la estabilidad 
de los rasgos en el tiempo y a lo largo de diferentes situaciones. Aunque, por 
definición, un TP requiere un inicio no anterior a la adultez joven, los 
individuos pueden no llamar la atención clínica hasta más tarde en sus vidas. 
Un trastorno puede exacerbarse a continuación de una pérdida de una 
persona que sea un apoyo significativo para el sujeto (por ejemplo, un/a 
esposo/a), o de situaciones sociales desestabilizadoras (por ejemplo, 
pérdida del trabajo). También cabe mencionar que las categorías de los 
diagnósticos de la personalidad pueden aplicarse a niños o adolescentes en 
circunstancias en las cuales los rasgos de personalidad desadaptativa sean 
generalizados, persistentes y no se limiten a una etapa particular del 
desarrollo o a otro trastorno mental. Es importante notar que estos rasgos no 
se continúan necesariamente en la adultez. Para diagnosticar un trastorno de 
personalidad en un individuo menor de 18 años los síntomas deben eslai 
presentes al menos durante un año. La única excepción es td TP imllsiK tal, 
que no se puede diagnosticar antes de los 18. 
(¡li Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Pasando ahora a evaluar cuestiones de diagnóstico diferencial, según 
el criterio E, las características antes mencionadas no se explican mejor como 
una manifestación o consecuencia de otros trastornos mentales, y de acuerdo con 
el criterio F, no resulta atribuible a efectos fisiológicos de una sustancia u otra 
condición médica. Los autores del DSM resaltan que muchos de los criterios 
para diagnosticarun TP describen características que también están 
presentes en otros desórdenes mentales (por ejemplo, dependencia, 
insensibilidad). Por ello, un TP solo debe ser diagnosticado cuando esas 
características aparecen antes de la adultez joven y se constituyen como 
atributos estables en el funcionamiento del individuo, no apareciendo 
únicamente durante un episodio correspondiente a otro trastorno mental 
(APA, 2013). 
Por su parte, la CIE-10 describe los TP como perturbaciones graves en 
la constitución caracterológica y en los patrones de comportamiento que 
son la expresión del estilo de vida característico de un individuo y del modo 
de relacionarse consigo mismo y con los demás, manifestándose como 
respuestas inflexibles. Por lo general involucra varias áreas de la 
personalidad, y casi siempre se observa asociado a un trastorno 
considerable, personal y social. Estos aspectos pueden surgir 
tempranamente en el curso del desarrollo individual, como resultado tanto 
de factores constitucionales cuanto de la experiencia social, mientras que 
otros se adquieren más tarde en el ciclo vital (OMS, 1995). 
Para diagnosticar un TP, según la CIE-10 también deben tenerse en 
cuenta seis indicadores. En primer término, según el criterio A deben 
presentarse actitudes y comportamientos marcadamente faltos de armonía, que 
afectan por lo general a varios aspectos de la personalidad, por ejemplo, la 
afectividad, la excitabilidad, el control de los impulsos, las formas de 
percibir y de pensar y el estilo de relacionarse con los demás (y ello 
representa desviaciones extremas o significativas respecto del individuo 
promedio en una cultura determinada). De acuerdo con el criterio B, el 
patrón de comportamiento anormal debe ser duradero, de larga data, y no 
limitarse a episodios de enfermedad mental. Es decir, los trastornos de 
personalidad se diferencian de un cambio de personalidad en su modo de 
su aparición: son condiciones de desarrollo que aparecen en la infancia o la 
adolescencia y continúan en la edad adulta. No resultan secundarias a otro 
trastorno mental o enfermedad neurológica, aunque pueden preceder y 
coexistir con otros trastornos. El criterio C afirma que dicho patrón debe ser 
generalizado y claramente desadaptativo para una amplia gama de situaciones 
personales y sociales. En relación con su comienzo, el criterio D 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 69 
propone que las manifestaciones anteriores aparecen siempre durante la 
infancia o adolescencia y continúan en la edad adulta (por lo tanto, resulta poco 
probable que el diagnóstico sea apropiado antes de los 16 o 17 años). Y 
discurriendo sobre las consecuencias de este patrón en la vida del individuo, 
el trastorno conduce a una considerable angustia personal, pero solo puede 
manifestarse al final del curso del trastorno (criterio E) y resulta, 
generalmente, pero no invariablemente, asociado a significativos problemas en 
el desempeño laboral y social (criterio F). 
En la Tabla 1 exponemos los criterios diagnósticos mencionados 
ordenados según su similitud (por ejemplo, el criterio B del DSM-5 resulta 
equivalente al criterio C de la CIE-10). 
TABLA 1. Criterios diagnósticos de trastorno de personalidad. 
DSM-5 (APA, 2013) CIE-10 (OMS, 1995) 
A. Patrón duradero de experiencia 
interna y comportamiento que se 
desvía marcadamente de las 
expectativas de la cultura del 
sujeto, en dos o más de las áreas de: 
cognición, afectividad, 
funcionamiento interpersonal y 
control de los impulsos. 
A. Actitudes y comportamientos 
marcadamente faltos de armonía, que 
afectan por lo general varios aspectos 
de la personalidad, por ejemplo, la 
afectividad, la excitabilidad, el control 
de los impulsos, las formas de percibir 
y de pensar y el estilo de relacionarse 
con los demás. 
B. El patrón resulta inflexible y 
generalizado a lo largo de un 
amplio rango de situaciones 
sociales y personales. 
C. El patrón de comportamiento 
anormal es generalizado y claramente 
desadaptativo para una amplia gama 
de situaciones personales y sociales. 
C. Malestar clínicamente 
significativo o disfunción en las 
áreas social, ocupacional o en otras 
áreas importantes del 
funcionamiento. 
E. El trastorno conduce a una 
considerable angustia personal, pero 
solo este puede ser manifiesto al final 
del curso del trastorno. 
F. El trastorno está generalmente, pero 
no invariablemente, asociado a 
significativos problemas en el 
desempeño laboral y social. 
D. El patrón es estable y de larga 
duración, empezando en la 
adolescencia o adultez temprana. 
D. Las manifestaciones anteriores 
aparecen siempre durante la infancia o 
adolescencia y continúan en la edad 
adulta. 
F. No resulta atribuidle a efectos 
fisiológicos de una sustancia o a 
otra condición módica. 
B. El patrón de comportamiento 
anormal es duradero, de larga data, y 
no limitado a los episodios de 
enfermedad mental. 
70 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
En resumen, tal como podemos apreciar en la Tabla 1, los criterios 
diagnósticos poseen puntos en común: ambos enfatizan que los 
comportamientos, actitudes y experiencias internas se manifiestan en 
diferentes áreas, resultando generalizados y llevando a un malestar o 
disfunción. A su vez, estas características datan de la infancia o 
adolescencia, volviéndose más estables en la adultez. 
Concluidos los señalamientos respecto de las definiciones y criterios 
diagnósticos principales, en la siguiente sección reseñaremos los cambios 
en las clasificaciones categoriales, focalizando en las sucesivas versiones del 
DSM. Posteriormente, compararemos las nomenclaturas del DSM-5 y la 
C1E-10, para finalizar refiriendo los criterios diagnósticos principales de 
ambos sistemas. 
Clasificaciones de los trastornos de personalidad 
El comienzo de las nosologías de los TP se ubica en 1980 con la 
publicación de la tercera edición del DSM (APA, 1980). En ella se incluyeron 
once trastornos: paranoide, esquizoide, esquizotípico, antisocial, límite, 
histriónico, narcisista, evitativo, dependiente, obsesivo, pasivo-agresivo, y 
una categoría que agrupaba los casos que no se correspondían exactamente 
con ninguno de los anteriores, llamados atípicos, mixtos y otros trastornos. 
Las modificaciones que se sucedieron en los años posteriores resultaron 
menores. En la revisión de la tercera edición efectuada en 1987, que dio 
lugar al DSM-I1I-R, variaron solo dos nomenclaturas: por un lado, el 
trastorno compulsivo pasó a llamarse obsesivo-compulsivo, y en segundo 
lugar, los trastornos atípicos, mixtos y otros trastornos se denominaron no 
especificados. En el apéndice de esa edición se sugirieron dos nuevos 
trastornos -sádico y autodestructivo- sobre los que se estipulaba su posible 
inclusión entre los once trastornos si los resultados de investigaciones 
aportaban evidencia concluyente sobre ellos (APA, 1987). A pesar de 
aquellas propuestas, en la versión IV no se incluyeron los TP sádico y 
autodestructivo, que tampoco volvieron a incluirse en el apéndice. A la vez, 
el TP pasivo-agresivo se trasladó al apéndice, donde también se añadió el 
trastorno depresivo (APA, 1994). En el DSM-IV-R no se efectuaron 
modificaciones (APA, 2000). 
Finalmente, en la actual edición, DSM-5, solo se introdujeron dos 
cambios. En primer término, los TP se ubicaron junto con el resto de las 
clasificaciones debido a que se eliminó el diagnóstico multiaxial, 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 71 
por lo que dejaron de situarse en el eje II. En segundo lugar, en el apéndice 
no se incluyeron recomendaciones dado que en la sección III se dedicó un 
extenso capítulo a un modelo alternativo, predominantemente dimensional, 
que detallaremos en los apartados siguientes. 
Un resumen de lo reseñado puede consultarse en la Tabla 2. En 
tipografía cursiva se remarcan aquellos aspectos que sufrieron cambios.TABLA 2. Clasificaciones de los trastornos de personalidad en las versiones del DSM. 
Versión III III-R IV IV-TR DSM-5 
Año 1980 1987 1994 2000 2013 
Eje 11 II II Sin ejes 
Trastorno Paranoide Paranoide Paranoide Paranoide 
Esquizoide Esquizoide Esquizoide Esquizoide 
Esquizotípico Esquizotípico Esquizotípico Esquizotípico 
Antisocial Antisocial Antisocial Antisocial 
Límite Límite Límite Límite 
Histriónico Histriónico Histriónico Histriónico 
Narcisista Narcisista Narcisista Narcisista 
Evitativo Evitativo Evitativo Evitativo 
Dependiente Dependiente Dependiente Dependiente 
Compulsivo Obsesivo- 
compulsivo 
Obsesivo- 
compulsivo 
Obsesivo- 
compulsivo 
Pasivo- 
agresivo 
Pasivo- 
agresivo 
~ - 
Atípico 
Mixto 
Otros 
trastornos 
No 
especificado 
No 
especificado 
No 
especificado 
Apéndice - Sádico Depresivo - 
 Autodestructiv
o 
Pasivo- 
agresivo 
(Negativista) 
 
72 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Centrándonos ahora en la clasificación en vigencia, en la sección II del 
DSM-5 se describen diez TP: paranoide, esquizoide, esquizotípico, 
antisocial, límite, histriónico, narcisista, evitativo, dependiente, obsesivo-
compulsivo. Estos trastornos se agrupan en tres clusters en función de 
similitudes descriptivas, a excepción de los debidos a condición médica y 
los no especificados que no se ubican en ningún cluster. La clasificación no 
ha sido validada, pero en el Manual se la utiliza con fines didácticos y para 
servir de guía a investigadores (APA, 2013). En el Cluster A se reúnen los 
trastornos paranoide, esquizoide y esquizotípico, dado que en ellos los 
individuos presentan una apariencia extraña o excéntrica. En el Cluster B se 
sitúan los trastornos antisocial, límite, histriónico y narcisista, en los que los 
sujetos se muestran dramáticos, emocionales y erráticos. Por último, en el 
Cluster C se ubican los individuos de apariencia ansiosa y temerosa, 
descritos en los trastornos evitativo, dependiente y obsesivo-compulsivo 
(véase Tabla 3). 
TABLA 3. DSM-5. Trastornos de personalidad por cluster. 
Cluster A B C 
Características Los individuos 
parecen raros o 
excéntricos 
Los sujetos 
parecen 
dramáticos, 
emocionales y 
erráticos 
Individuos que 
se muestran 
ansiosos o 
temerosos 
Trastornos Paranoide 
Esquizoide 
Esquizotípico 
Antisocial 
Limítrofe 
Histriónico 
Narcisista 
Evitativo 
Dependiente 
Obsesivo-com 
pulsivo 
Los diez TP del DSM-5 guardan gran similitud con los nueve TP 
propuestos en la CIE-10. En la Tabla 4 podemos comparar las 
nomenclaturas de ambas clasificaciones observando que: 
• Los trastornos paranoide, esquizoide, histriónico y dependiente 
presentan los mismos términos de denominación en ambas 
nosologías. 
• Tres poseen diferentes denominaciones: los trastornos antisocial, 
obsesivo-compulsivo y evitativo en la CIE-10 se denominan disocial, 
anancástico y ansioso, respectivamente. 
• El trastorno límite constituye en la CIE-10 un subtipo del trastorno 
de inestabilidad emocional de la personalidad. 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 73 
• El trastorno narcisista se incluye en otros trastornos específicos de la 
personalidad. 
• El trastorno esquizotípico se encuentra ausente. 
TABLA 4. Trastornos de la personalidad. Equivalencias de nomenclaturas. 
DSM-5 CIE-10 
Paranoide Paranoide 
Esquizoide Esquizoide 
Esquizotípico (Ausente) 
Antisocial Disocial 
Límite Inestabilidad emocional de la personalidad de tipo límite 
Histriónico Histriónico 
Narcisista Otros trastornos específicos de la personalidad 
Evitativo Ansioso 
Dependiente Dependiente 
Obsesivo-compulsivo Anancástico 
Pasando a considerar los criterios diagnósticos para cada TP, en las 
tablas 5, 6 y 7 los caracterizamos organizándolos según los clusters del tDSM-
5. En cada tabla mencionamos la sintomatología principal según DSM-5 y 
CIE-10. Antes de que el lector comience a examinarlas, debemos remarcar 
tres cuestiones para evitar un inadecuado uso de la información. En primer 
lugar, nuestro lector debe tener presente que solamente se consignan las 
características centrales, motivo por el cual debe remitirse a los 
correspondientes manuales para su práctica profesional cotidiana (por 
ejemplo, por cuestiones didácticas, no se incluyeron los criterios de 
diagnóstico diferencial respecto de esquizofrenia, trastorno del estado de 
ánimo con síntomas psicóticos u otro trastorno psicótico, trastorno 
generalizado del desarrollo, o efectos fisiológicos directos de una 
enfermedad médica, tales como los criterios B de los TP del Cluster A). En 
segundo lugar, resulta importante aclarar que la organización se efectuó de 
acuerdo con los clusters propuestos en el DSM-5, por lo que la clasificación 
de la CIE-10 se acomodó a ella por motivos expositivos. En tercer término, si 
bien los criterios diagnósticos de ambas clasificaciones no resultan idénticos, 
para realizar una guía al lector interesado en 
74 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
compararlas, tras cada criterio de la CIE-10 mostramos entre paréntesis el 
número de criterio del DSM-5 que presenta mayor similitud. 
TABLA 5. Trastornos de personalidad. Cluster A. 
P
A
R
A
N
O
ID
E
 
DSM-5 
A. Desconfianza y suspicacia general desde el inicio de la edad 
adulta, de modo que las intenciones de los demás son interpretadas 
como maliciosas. Aparecen en diversos contextos, como lo indican 
cuatro (o más) de los siguientes puntos: 
1. Sospecha injustificada de que los demás se aprovecharán de ellos, 
les harán daño, los engañarán o explotarán. 
2. Preocupación por dudas no justificadas acerca de la lealtad o la 
fidelidad de los amigos y socios. 
3. Reticencia a confiar en los demás por temor injustificado a que la 
información que compartan vaya a ser utilizada en su contra. 
4. En las observaciones o los hechos más inocentes vislumbra 
significados ocultos que son degradantes o amenazadores. 
5. Alberga rencores durante mucho tiempo, por ejemplo, no olvida 
los insultos, injurias o desprecios. 
6. Percibe ataques a su persona o a su reputación que no son 
aparentes para los demás y está predispuesto a reaccionar con ira o 
a contraatacar. 
7. Sospecha repetida e injustificadamente que su cónyuge o su pareja 
le es infiel. 
CIE-10 
Tres (o más) de los siguientes puntos: 
a. Sensibilidad excesiva a los contratiempos y desaires. 
b. Tendencia a tener rencor persistente, por ejemplo, negativa a 
perdonar injurias o desaires (5). 
c. Suspicacia y tendencia generalizada a distorsionar la experiencia 
malin- terpretando las acciones neutrales o amistosas de los demás 
como hostiles o despectivas (4). 
d. Sentido combativo y tenaz de los derechos personales al margen 
de la situación real (6). 
e. Sospechas recurrentes e injustificadas en cuanto a la fidelidad 
sexual de cónyuge o pareja sexual (7). 
f. Tendencia a experimentarse excesivamente importante, lo que se 
manifiesta en una actitud autorreferencial persistente. 
g. Preocupación por conspiraciones sin fundamento de eventos 
inmediatos para el paciente y en el mundo en general (1). 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 75 
E
S
Q
U
IZ
O
ID
E
 
DSM-5 
A. Un patrón general de distanciamiento en las relaciones sociales y 
de restricción de la expresión emocional en el plano interpersonal, 
que comienza al principio de la edad adulta y se da en diversos 
contextos, como lo indican cuatro (o más) de los siguientes puntos: 
1. Ni desea ni disfruta de las relaciones personales, incluido el formar 
parte de una familia. 
2. Escoge casi siempre actividades solitarias. 
3. Tiene escaso o ningún interés en tener experiencias sexuales con 
otra persona. 
4. Disfruta con pocas o ninguna actividad. 
5. No tiene amigos íntimos o personas de confianza, aparte de los 
familiares de primer grado. 
6. Se muestra indiferente a los halagos o las críticas de los demás. 
7. Muestra frialdad emocional,distanciamiento o aplanamiento de la 
afectividad. 
CIE-10 
Tres (o más) de los siguientes puntos: 
a. Pocas actividades le proporcionan placer (4). 
b. Frialdad emocional, indiferencia o afectividad aplanada (7). 
c. Capacidad limitada para expresar sentimientos tiernos o de ira 
hacia otros. 
d. Indiferencia aparente ante halagos o críticas (6). 
e. Poco interés en tener experiencias sexuales con otra persona 
(teniendo en cuenta la edad) (3). 
f. Preferencia casi invariable por actividades solitarias (2). 
g. Excesiva preocupación por la fantasía y la introspección. 
h. Falta de amigos cercanos o confidentes (o tener solo uno) y falta del 
deseo de este tipo de relaciones (1,5). 
i. Marcada insensibilidad por las normas y convenciones sociales 
predominantes. 
ni 
E
S
Q
U
IZ
O
T
ÍP
IC
O
 
DSM-5 
A. Un patrón general de déficit sociales e interpersonales asociados a 
malestar agudo y capacidad reducida para las relaciones personales, así 
como distorsiones cognitivas o perceptivas y excentricidades del 
comportamiento, que comienzan al principio de la edad adulta y se dan 
en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes 
puntos: 
1. Ideas de referencia (excluidas las ideas delirantes de referencia). 
2. Creencias raras o pensamiento mágico que influye en el 
comportamiento y no es consistente con las normas subculturales (p. ej., 
superstición, creer en la clarividencia, telepatía o "sexto sentido"; en 
niños y adolescentes, fantasías o preocupaciones extrañas). 
3. Experiencias perceptivas inhabituales, incluidas las ilusiones 
corporales. 
4. Pensamiento y lenguaje raros (p. ej., vago, circunstancial, metafórico, 
sobreelaborado o estereotipado). 
5. Suspicacia o ideación paranoide. 
6. Afectividad inapropiada o restringida. 
7. Comportamientos o apariencia raros, excéntricos o peculiares. 
8. Falta de amigos íntimos o desconfianza aparte de los familiares de 
primer grado. 
9. Ansiedad social excesiva que no disminuye con la familiarización y 
que tiende a asociarse con los temores paranoides más que con juicios 
negativos sobre uno mismo. 
CIE-10 
Ausente. 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 77 
TABLA 6. Trastornos de personalidad. Cluster B. 
 DSM-5 
A
N
T
IS
O
C
IA
L
 
A. Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los 
demás que se presenta desde la edad de 15 años, como lo indican tres (o 
más) de los siguientes ítems: 
1. Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al 
comportamiento legal, como lo indica el perpetrar repetidamente actos 
que son motivo de detención. 
2. Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, 
estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer. 
3. Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro. 
4. Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o 
agresiones. 
5. Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás. 
6. Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener 
un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas. 
7. Falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación 
del haber dañado, maltratado o robado a otros. 
B. El sujeto tiene al menos 18 años. 
C. Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de la edad 
de 15 años 
CIE-10 
Trastorno Disocial de la Personalidad 
Trastorno de la personalidad que llama la atención debido a una gran 
disparidad entre el comportamiento y las normas sociales, caracterizado 
por tres (o más) de los siguientes puntos: 
a. Indiferencia e insensibilidad frente a los sentimientos de los demás (5). 
b. Actitud marcada y persistente de irresponsabilidad y despreocupación 
por normas, reglas y obligaciones sociales (1,6). 
c. Incapacidad para mantener relaciones duraderas, aunque no tiene 
dificultad para el establecimiento de ellas. 
d. Muy baja tolerancia a la frustración y un bajo umbral para la descarga 
de agresión, incluida la violencia. 
e. Incapacidad para sentir culpa o aprender de la experiencia, en 
particular del castigo (7). 
f. Marcada propensión a culpar a los demás o a ofrecer racionalizaciones 
plausibles de su comportamiento conflictivo. 
También puede haber irritabilidad persistente. Estas conductas pueden 
presentarse desde la infancia y la adolescencia, aunque no están 
invariablemente presentes. 
78 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
L
ÍM
IT
E
 
DSM-5 
A. Un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la 
autoimagen y la efectividad, y una notable impulsividad, que comienzan 
al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo 
indican cinco (o más) de los siguientes ítems: 
1. Esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginado. 
2. Patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas caracterizado 
por la alternancia entre los extremos de idealización y devaluación. 
3. Alteración de la identidad: autoimagen o sentido de sí mismo acusado 
y persistentemente inestable. 
4. Impulsividad en al menos dos áreas, que es potencialmente dañina para 
sí mismo (p. ej., gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria, 
atracones de comida). 
5. Comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes, o 
comportamiento de automutilación. 
6. Inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de 
ánimo (p. ej., episodios de intensa disforia, irritabilidad o ansiedad, que 
suelen durar unas horas y rara vez unos días). 
7. Sentimientos crónicos de vacío. 
8. Ira inapropiada e intensa o dificultades para controlar la ira (p. ej., 
muestras frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas 
recurrentes). 
9. Ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés o síntomas 
disociativos graves. 
CIE-10 
Trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad. Trastorno de 
personalidad en el que existe una marcada predisposición a actuar de un 
modo impulsivo sin tener en cuenta las consecuencias (2), junto con 
inestabilidad afectiva (6). La capacidad de planificación es mínima y es 
frecuente que intensos arrebatos de ira conduzcan a actitudes violentas o 
a manifestaciones explosivas; estas son fácilmente provocadas al recibir 
críticas o al ser frustrados en sus actos impulsivos (8). Se diferencian dos 
variantes de este trastorno de personalidad que comparten estos aspectos 
generales de impulsividad y falta de control de sí mismo. Trastorno de 
inestabilidad emocional de la personalidad de tipo límite. Se presentan varias 
de las características de inestabilidad emocional (1). Además, la imagen 
de sí mismo, los objetivos y preferencias internas (incluyendo las 
sexuales) a menudo son confusos o están alterados (3). Por lo general hay 
sentimientos crónicos de vacío (7). La facilidad para verse implicado en 
relaciones intensas e inestables puede causar crisis emocionales repetidas 
y acompañarse de una sucesión de amenazas suicidas o de actos 
autoagresivos, aunque estos pueden presentarse también sin claros 
factores precipitantes (5). 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 79 
 DSM-5 
H
IS
T
R
IO
N
IC
O
 
A. Un patrón general de excesiva emotividad y búsqueda de atención, que 
empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos 
contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems: 
1. No se siente cómodo en las situaciones en las que no es el centro de la 
atención. 
2. La interacción con los demás suele estar caracterizada por un 
comportamiento sexualmente seductor o provocador. 
3. Muestra una expresión emocional superficial y rápidamente cambiante. 
4. Utiliza permanentemente el aspecto físico para llamar la atención sobre 
sí mismo. 
5. Tiene una forma de hablar excesivamente subjetiva y carente de matices. 
6. Muestra autodramatización, teatralidad y exagerada expresión 
emocional por las circunstancias.7. Es sugestionable, por ejemplo, fácilmente influenciable por los demás o 
7. Considera sus relaciones más íntimas de lo que son en realidad. 
CIE-10 
Tres (o más) de los siguientes puntos: 
a. Dramatización, teatralidad, expresión exagerada de las emociones (5,6). 
b. Sugestionabilidad, fácilmente influenciable por los demás o por las 
circunstancias (7). 
c. Afectividad lábil y superficial (3). 
d. Búsqueda continua de excitación y actividades en las que es el centro de 
atención (1). 
e. Comportamiento y aspecto marcados por un deseo inapropiado de 
seducir (2, 4). 
f. Preocupación por el aspecto físico (4). 
Rasgos asociados pueden incluir el egocentrismo, la autoindulgencia, el 
anhelo de reconocimiento, sentimientos que se hieren con facilidad y 
comportamiento manipulador en función de sus propias necesidades. 
80 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
N
A
R
C
IS
IS
T
A
 
DSM-5 
A. Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el 
comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, 
que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos 
contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems: 
1. Grandioso sentido de autoimportancia (p. ej., exagera los logros y 
capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros 
proporcionados). 
2. Preocupación por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, 
belleza o amor imaginarios. 
3. Creencia de ser "especial" y único y que solo puede ser comprendido 
o solo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son 
especiales o de alto estatus. 
4. Exigencia de una admiración excesiva. 
5. El sujeto es muy pretencioso, por ejemplo, con expectativas 
irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan 
automáticamente sus expectativas. 
6. Es interpersonalmente explotador; por ejemplo, saca provecho de los 
demás para alcanzar sus propias metas. 
7. Carencia de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los 
sentimientos y necesidades de los demás. 
8. Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian 
a él. 
9. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbias. 
CIE-10 
Otros trastornos específicos de la personalidad. 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 8 1 
TABLA 7. Trastornos de personalidad. Cluster C 
E
V
IT
A
T
IV
O
 
DSM-5 
A. Un patrón general de inhibición social, unos sentimientos de 
inferioridad y una hipersensibilidad a la evaluación negativa, que 
comienzan al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, 
como lo indican cuatro (o más) de los siguientes ítems: 
1. Evita trabajos o actividades que impliquen un contacto interpersonal 
importante debido al miedo a las críticas, la desaprobación o el rechazo. 
2. Es reacio a implicarse con la gente si no está seguro de que va a agradar. 
3. Demuestra represión en las relaciones íntimas debido al miedo a ser 
avergonzado o ridiculizado. 
4. Está preocupado por la posibilidad de ser criticado o rechazado en las 
situaciones sociales. 
5. Está inhibido en las situaciones interpersonales nuevas a causa de 
sentimientos de inferioridad. 
6. Se ve a sí mismo socialmente inepto, personalmente poco interesante o 
inferior a los demás. 
7. Es extremadamente reacio a correr riesgos personales o a implicarse en 
nuevas actividades debido a que pueden ser comprometedoras. 
CIE-10 
Trastorno ansioso de la personalidad Tres (o más) de los siguientes 
puntos: 
a. Sentimientos de tensión y aprensión persistentes y generalizados. 
b. Creencia de que uno es fracasado, sin atractivo personal o inferior a los 
demás (6). 
c. Preocupación excesiva por ser criticado o rechazado en situaciones de 
la vida social (4). 
d. Resistencia a entablar relaciones personales si no es con la seguridad 
de ser aceptado (2). 
e. Restricción del estilo de vida debido a la necesidad de tener una 
seguridad física. 
f. Evitación de actividades sociales o laborales que impliquen contactos 
personales íntimos, por el miedo a la crítica, reprobación o rechazo (1). 
Rasgos asociados pueden incluir hipersensibilidad al rechazo y a la 
crítica. 
82 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
D
E
P
E
N
D
IE
N
T
E
 
DSM-5 
A. Una necesidad general y excesiva de que se ocupen de uno, que 
ocasiona un comportamiento de sumisión y adhesión y temores de 
separación, que empieza al inicio de la edad adulta y se da en varios 
contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems: 
1. Dificultades para tomar las decisiones cotidianas si no cuenta con 
excesivos consejos y reafirmaciones por parte de los demás. 
2. Necesidad de que otros asuman la responsabilidad en las principales 
áreas de su vida. 
3. Dificultades para expresar el desacuerdo con los demás debido al 
temor a la pérdida de apoyo o aprobación. 
4. Dificultades para iniciar proyectos o para hacer las cosas a su manera 
(debido a la falta de confianza en su propio juicio o en sus capacidades 
más que a una falta de motivación o de energía). 
5. Va demasiado lejos llevado por su deseo de lograr protección y apoyo 
de los demás, hasta el punto de presentarse voluntario para realizar 
tareas desagradables. 
6. Se siente incómodo o desamparado cuando está solo debido a sus 
temores exagerados a ser incapaz de cuidar de sí mismo. 
7. Cuando termina una relación importante, busca urgentemente otra 
relación que le proporcione el cuidado y el apoyo que necesita. 
8. Preocupación irreal de ser abandonado y tener que cuidar de sí mismo. 
CIE-10 
Tres (o más) de los siguientes puntos: 
a. Fomenta o permite que otras personas asuman decisiones importantes 
de la propia vida (2). 
b. Subordinación de las necesidades propias a las de aquellos de los que 
se depende; sumisión excesiva a sus deseos (5). 
c. Falta de voluntad para hacer pedidos, incluso razonables, a las 
personas de las que depende. 
d. Sentimientos de malestar o abandono al encontrarse solo, debido a 
miedos exagerados sobre su incapacidad para cuidar de sí mismo (6). 
e. Temor a ser abandonado por una persona con la que tiene una estrecha 
relación, y ser dejado a su propio cuidado (8). 
f. Capacidad limitada para tomar decisiones cotidianas sin una excesiva 
cantidad de consejos y reaseguros de los demás (1). 
Como rasgos asociados puede presentarse la percepción de uno mismo 
como indefenso, incompetente y carente de resistencia. 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 83 
 
DSM-5 
 A. Un patrón general de preocupación por el orden, el perfeccionismo y 
el control mental e interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la 
espontaneidad y la eficiencia, que empieza al principio de la edad adulta 
y se da en diversos contextos, como lo indican cuatro (o más) de los 
siguientes ítems: 1. Preocupación por los detalles, las normas, las listas, el orden, la 
organización o los horarios, hasta el punto de perder de vista el objeto 
principal de la actividad. 
O
B
S
E
S
IV
O
-C
O
M
P
U
L
S
IV
O
 
2. Perfeccionismo que interfiere con la finalización de las tareas (p. ej., es 
incapaz de acabar un proyecto porque no cumple sus propias exigencias, 
que son demasiado estrictas). 
3. Dedicación excesiva al trabajo y a la productividad con exclusión de las 
actividades de ocio y las amistades (no atribuible a necesidades 
económicas evidentes). 
4. Excesiva terquedad, escrupulosidad e inflexibilidad en temas de moral, 
ética o valores (no atribuible a la identificación con la cultura o la religión). 
5. Incapacidad para tirar los objetos gastados o inútiles, incluso cuando 
no tienen un valor sentimental. 
6. Es reacio a delegar tareas o trabajo en otros, a no ser que estos se 
sometan exactamente a su manera de hacer las cosas. 
7. Adopta un estilo avaro en los gastos para él y para los demás; el dinero 
se considera algo que hay que acumular con vistas a catástrofes futuras. 
8. Muestra rigidezy obstinación. 
CIE-10 
Trastorno anancástico de la personalidad Tres (o más) de los siguientes 
puntos: 
a. Excesivos sentimientos de duda y cautela. 
b. Preocupación por los detalles, reglas, listas, orden, organización u 
horarios (1). 
c. Perfeccionismo que interfiere con la finalización de las tareas (2). 
d. Rectitud y escrupulosidad excesivas junto con preocupación 
injustificada por el rendimiento, hasta el extremo de renunciar a 
actividades placenteras y a relaciones personales (3,4). 
e. Pedantería y convencionalismo. 
f. Rigidez y terquedad (8). 
g. Insistencia poco razonable en que los demás se sometan a la propia 
rutina y resistencia también poco razonable a dejar a los demás hacer lo 
que tienen que hacer (6). 
h. Irrupción no deseada e insistente de pensamientos o impulsos. 
Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 84 
Como ha podido observarse, la mayoría de los criterios diagnósticos 
incluye un punto de corte: se explícita un número mínimo de síntomas 
presentes para diagnosticar determinado TP. Esta especie de criterio de 
paso desde la normalidad hacia la patología carece de fundamento teórico 
o empírico (Pelechano et al, 1995). Esta constituye una de las tantas críticas 
al modelo categorial expuesto. En los siguientes párrafos reseñaremos los 
aspectos de dicho sistema que despiertan controversia, para luego detallar 
el modelo alternativo propuesto en la sección III del DSM-5. 
Críticas a la clasificación categorial de los trastornos de 
personalidad del DSM 
Las críticas al modelo categorial que hemos expuesto se refieren a 
varios puntos: la clasificación de los trastornos en categorías, su utilidad 
clínica, la excesiva comorbilidad hallada, la heterogeneidad verificada 
entre individuos con el mismo diagnóstico, evidencias contrarias a la 
estabilidad temporal de los trastornos y falta de evaluación de la severidad 
basada en justificación teórica. 
Primeramente, varios autores se oponen a la clasificación de los trastornos 
en categorías, cuestionando la ausencia de evidencias a favor de las diez 
categorías propuestas. En diversas investigaciones se sostiene que las 
características de personalidad y las tendencias patológicas no se delimitan 
de modo categorial y que no se localizan evidencias que indiquen que la 
estructura de la personalidad patológica consista en categorías latentes, 
tales como las que se han planteado tradicionalmente en el DSM (Krueger 
et al., 2011). En esta clasificación categorial, los TP son considerados como 
cualitativamente diferentes de la personalidad normal, a pesar de que los 
estudios indiquen lo contrario. A la vez, se los agrupa en clusters de orden 
superior sin fundamento empírico, considerando solamente similitudes 
temáticas (Hopwood et al, 2011). 
En relación con la utilidad clínica, hace años que se llama la atención 
sobre una problemática inherente a la práctica cotidiana en la que los 
pacientes terminan siendo diagnosticados con determinada nomenclatura, 
optando por ella como solución de compromiso ya que realmente los 
individuos no se ajustan, por lo general, de modo completo y estricto a los 
criterios diagnósticos (Pelechano et al., 1995). 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 85 
En repetidas ocasiones se ha señalado una excesiva comorbilidad debido a 
que los individuos pueden ser diagnosticados con varios TP; también se ha 
aludido a una gran heterogeneidad entre sujetos que, a pesar de presentar el 
mismo diagnóstico, poseen características muy diversas (Krueger, 2013; 
Skodol etal., 2011). 
Además se ha cuestionado la estabilidad temporal de los diagnósticos del 
DSM-IV-TR en investigaciones que demostraron que estos varían a lo largo 
del tiempo en un mismo sujeto, a pesar de que la estabilidad del patrón de 
comportamiento se valora como uno de los principales criterios diagnósticos 
(Widiger, 2011). En relación con esto último, es importante destacar que no 
se han examinado las raíces de los TP en la niñez o en la adolescencia, a 
pesar de que sea ampliamente reconocido que los trastornos en los adultos 
tienen sus raíces en una variedad de factores del desarrollo (Mervielde, De 
Clercq, De Fruyt y Van Leeuwen, 2006; Widiger, Simonsen, Krueger, 
Livesley y Vcrheul, 2005). 
Hopwood etal. (2011) enfatizaron la importancia de evaluar la severidad 
con un criterio menos vago y con una justificación teórica. Como ya se 
mencionara en la sección anterior, el punto de corte para diagnosticar o no 
un TP de acuerdo con el criterio A carece de fundamento empírico y teórico 
(Pelechano etal., 1995; Skodol etal., 2011). 
Como respuesta a lo anterior, muchos teóricos adoptan un modelo 
dimensional en el que los TP se consideran condiciones que poseen en 
común ciertas dimensiones subyacentes, visión que resolvería varios 
problemas, como por ejemplo los de comorbilidad, a la vez que permitiría 
conceptualizar mediante un modelo integrativo que sirva de sustento a la 
idea de continuidad entre los rasgos de personalidad normal y patológica. 
Por ejemplo, se valora el modelo de los cinco factores (véase Capítulo 2) 
como el de mayor utilidad para comunicar la información a los pacientes u 
otras personas sin conocimientos de psicología, para describir las 
dificultades individuales importantes en la personalidad de los individuos, 
para proveer información útil a los fines de planificar el tratamiento y para 
proveer una descripción global de la personalidad (Krueger et al., 2011; 
Bastiaansen, Rossi, Schotte y De Fruyt, 2011; Mullins-Sweatt y Widiger, 
2011; Widiger, 2011). 
86 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Modelo dimensional alternativo propuesto en el DSM-
5 
Teniendo en cuenta las críticas que hemos resumido en el apartado 
anterior, tras el DSM-IV-TR (APA, 2000) los encargados de revisar la 
clasificación de los TP evaluaron la posibilidad de implementar un modelo 
dimensional en las futuras versiones. El cambio al que se apuntaba era tan 
importante que incluso el nombre de la nueva versión del DSM presenta 
una modificación: los números romanos con los que tradicionalmente se 
identificaba cada edición se suplantaron por arábigos, a los efectos de 
impactar en la cultura circundante al DSM (Krueger etal, 2011). 
Los encargados de diseñar la clasificación habilitaron un debate en la 
página web www.dsm5.org, en la que diversos profesionales pudieron 
aportar sus opiniones. Lo mismo sucedió en revistas científicas 
especializadas y conferencias dedicadas a examinar evidencias a favor del 
pasaje de un modelo categorial a otro dimensional (Widiger, Iluprich y 
Clarión, 2011; Widiger, Simonsen, Krueger, Livesley y Vcrheul, 2005; 
Widiger, Simonsen, Siorvatka y Regier, 2006). 
A pesar del extenso debate sobre posibles sistemas dimensionales, en el 
DSM-5 se mantuvo la clasificación categorial que anteriormente expusimos. 
Sin embargo, en la sección III de este manual se incluyó una propuesta con 
varios aportes dimensionales con la intención de promover investigaciones 
que permitan migrar hacia dicha clasificación adecuada para futuras 
revisiones, intentando proveer así un modelo basado en evidencia empírica 
(Hopwood etal, 2013). La propuesta se sustenta, en parte, en el modelo de 
los cinco factores (véase Capítulo 2), y fue efectuada con el objetivo de 
proporcionar una fundamentación teórica que permitiese focalizar en 
múltiples áreas en cada paciente en lugar de identificar solamente una 
etiqueta diagnóstica. A la vez, debido a que postula una continuidad entre 
la normalidad y la patología, se espera que esto sirva para la planificación 
de tratamientos de toda clase de pacientes, se traten o no de sujetos con un 
diagnóstico de trastorno de personalidad (APA, 2013). 
En este modelo, los TP se caracterizan principalmente en virtud de dos 
aspectos. En primer lugar, una deficiencia moderada o grande en el 
funcionamientode la personalidad, tanto en el sí-mismo cuanto en las relaciones 
interpersonales. En segundo término, la presencia de rasgos patológicos en la 
personalidad. Al igual que en la definición del sistema categorial, se sigue 
valorizando que tanto las deficiencias en 
http://www.dsm5.org/
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 87 
el funcionamiento de la personalidad como los rasgos patológicos se 
expresen de un modo relativamente inflexible y generalizado a lo largo de un 
amplio rango de situaciones personales y sociales, resultando relativamente 
estables a lo largo del tiempo y ubicándose su inicio en la adolescencia o adultez 
temprana. Finalmente, se remarca que las deficiencias aludidas no deben 
poder ser mejor explicadas por otro desorden mental, los efectos fisiológicos de una 
sustancia o condición médica, o considerarse normales de acuerdo al estadio de 
desarrollo evolutivo del individuo o por su entorno sociocultural (APA, 2013). 
En la Tabla 8 exponemos los criterios diagnósticos de las secciones 
II y III. 
TABLA 8. Criterios diagnósticos de trastornos de personalidad según secciones del 
DSM-5. 
Sección II Sección III 
Patrón duradero de experiencia 
interna y comportamiento que se 
desvía marcadamente de las 
expectativas de la cultura del sujeto. 
Este patrón debe manifestarse en dos 
o más de las siguientes áreas: 
cognición, afectividad, 
funcionamiento interpersonal y 
control de los impulsos (A). 
Disfunción moderada o grande en el 
funcionamiento de la personalidad con 
relación a sí mismo y a los demás (A). 
Uno o más rasgos de personalidad 
patológicos (B). 
Inflexible y generalizado a lo largo 
de un amplio rango de situaciones 
sociales y personales (B). 
Relativamente inflexible y generalizado 
a lo largo de un amplio rango de 
situaciones sociales y personales. (C) 
Produce malestar clínicamente 
significativo o disfunción en las áreas 
social, ocupacional o en otras áreas 
importantes del funcionamiento (C). 
 
Estable y larga duración, empezando 
en la adolescencia o adultez 
temprana (D). 
Relativamente estable y larga duración, 
empezando en la adolescencia o 
adultez temprana (D). 
No se explica mejor como 
manifestación o consecuencia de 
otros trastornos mentales (E). 
Ídem Sección II (E). 
88 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
No es atribuible a efectos fisiológicos 
de una sustancia u otra condición 
médica 
(F). 
Ídem Sección II (F). 
 
No se comprende mejor como un 
estadio normal del desarrollo del 
individuo o el ambiente sociocultural 
(G). 
Podemos advertir que, en la tabla anterior, las definiciones propuestas 
presentan similitudes y diferencias. Comenzando por los criterios centrales, 
en la sección II se postula un patrón de experiencia interna y comportamiento, 
mientras que en la sección III se analizan dos aspectos (la disfunción de la 
personalidady los rasgos de personalidad patológicos). Cabe destacar que si bien 
los criterios C y D referidos a la generalización y estabilidad de la 
disfunción en el funcionamiento de la personalidad y a los rasgos de 
personalidad patológicos resultan muy similares a los criterios B y D de la 
sección II, en la sección III se buscó enfatizar especialmente el término 
relativamente: se aclara que dicho vocablo resalta el hecho de que, a 
excepción de los casos de personalidades extremadamente patológicas, 
todos los sujetos muestran algún grado de adaptabilidad. Los restantes 
criterios -E y F- resultan prácticamente idénticos. Finalmente, podemos 
mencionar dos criterios que figuran de modo exclusivo en cada definición. 
El criterio C de la sección II enfatiza el malestar subjetivo, y el criterio G de 
la sección III focaliza en algunas cuestiones del desarrollo y del ambiente 
de los individuos a las que no se alude en la sección II. 
De los criterios mencionados, a continuación vamos a hacer centro en 
los dos que presentan mayores cambios respecto de la versión anterior. En 
primer lugar, ubicamos el nivel de deficiencia en el funcionamiento de la 
personalidad en relación con el sí-mismo y con los otros (criterio A), y en 
segundo término, los rasgos de personalidad patológicos (criterio B). 
Comenzando con el nivel de deficiencia de la personalidad (véase 
Figura 1), vinculado con el sí-mismo, se examinan dos vertientes. Por un 
lado la identidad, entendida como la experiencia de uno mismo como único, 
con claros límites entre el yo y los otros, implicando una estabilidad de la 
autoestima y adecuada autovaloración, y con capacidad y habilidad para 
regular un rango de experiencias emocionales. Por otro lado, la 
autodirección, que se caracteriza por la búsqueda 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 89 
de metas coherentes y significativas, utilizando parámetros internos de 
comportamiento constructivos y prosociales, sustentada por la habilidad 
para reflexionar productivamente. Luego, en el plano interpersonal también 
se analizan dos características. Una de ellas es la empatía, que se 
conceptualiza como la comprensión y apreciación de las experiencias y las 
motivaciones de otros, la tolerancia hacia diferentes perspectivas y el 
reconocimiento de los efectos del comportamiento propio sobre los otros. La 
otra característica a tener en cuenta es la intimidad, que implica conexiones 
profundas y duraderas con los demás, deseos y capacidad para la intimidad, 
así como comportamientos interpersonales en los que se refleja estima mutua 
(APA, 2013). 
FIGURA 1. Criterio A. Niveles de funcionamiento de la personalidad. 
 
El nivel de funcionamiento se describe como un continuo; por ende, 
identidad, autodirección, empatía e intimidad se analizan utilizando una 
escala de nivel de funcionamiento de la personalidad. En ella se diferencian cinco 
niveles de disfunción que van desde ninguna o poca disfunción hacia la 
disfunción extrema, con niveles intermedios (algo de disfunción, disfunción 
moderada, disfunción severa). Para diagnosticar un TP, el individuo debe 
presentar un nivel de disfunción moderado, severo o extremo en por lo 
menos dos de los cuatro aspectos del criterio A. Esto se examina con una 
escala Likert para cada uno de ellos (identidad, autodirección, empatía, 
intimidad). Por ejemplo, en relación con la evaluación de la disfunción de la 
identidad, el nivel cero -ninguna o poca disfunción- se caracteriza por tener un 
sentido de 
90 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
yo único, con una autoestima consistente, con capacidad para experimentar, 
tolerar y regular un amplio rango de emociones. En el extremo opuesto, el 
nivel 4 -disfunción extrema-, la experiencia de sí-mismo y la autonomía están 
virtualmente ausentes, u organizadas alrededor de una persecución 
percibida como externa; los límites respecto de los otros resultan confusos 
o ausentes, la autoimagen se encuentra débil o distorsionada, las emociones 
no son congruentes con el contexto o con la experiencia interna. Se espera 
que el profesional evalúe cuánta disfunción presenta el sujeto utilizando la 
nombrada escala. Por una cuestión de extensión, remitimos al lector a 
consultarla en el Manual (APA, 2013). 
La disfunción de la personalidad en relación con el sí-mismo y con los 
otros es considerada el centro de las personalidades patológicas. Si bien 
ambas dimensiones coexisten en niveles similares, resulta importante 
tomarlas en cuenta por separado al momento de formular el diagnóstico y 
de cara a la planificación de un tratamiento (debido a que la situación difiere 
en el caso de un individuo con una problemática en relación con sí mismo, 
en comparación con otro que presenta conflictos con los demás). 
En resumen, la disfunción de la personalidad se constituye en el común 
denominador de los TP y se vincula con la severidad del cuadro, mientras 
que los rasgos patológicos -evaluados según el criterio B- establecen lasdiferencias entre los tipos de TP (Bastiaansen, De Fruyt, Rossi, Schotte y 
Hofmans, 2013; Bender, Morey y Skodol, 2011; Morey etai, 2011). 
Antes de comenzar a ocuparnos de los TP, debemos definir su variante 
no patológica: se entiende, por "rasgo de personalidad" una tendencia a 
sentir, percibir, comportarse y pensar en un modo relativamente consistente 
a lo largo del tiempo y de las situaciones en las que ese rasgo se manifiesta. 
En el modelo propuesto se incluyen veinticinco facetas de rasgos que se 
consideran patológicos y que se organizan en cinco dominios generales 
(afectividad negativa, indiferencia, antagonismo, desinhibición, 
psicoticismo). Cabe poner de relieve que también se mencionan los polos 
opuestos sanos de dichos dominios, aunque no se aportan mayores 
especificaciones al respecto (APA, 2013). 
La afectividad negativa se caracteriza por frecuentes e intensas 
experiencias de una amplia gama de emociones negativas (tales como 
ansiedad, depresión, culpa/vergüenza, preocupación, ira) y por sus 
manifestaciones comportamentales (por ejemplo, autodaño) e 
interpersonales 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 91 
(por ejemplo, dependencia). El polo opuesto de este dominio es la 
estabilidad emocional. 
La indiferencia implica la evitación de la experiencia socioemocional que 
va desde las interacciones diarias con amigos hasta las relaciones íntimas; 
también incluye la restricción en la experiencia y la expresión de afectos, 
particularmente en cuanto a una limitada capacidad hedónica. Su polaridad 
opuesta es la extraversión. 
El antagonismo involucra comportamientos que los individuos realizan 
para obtener ventajas por sobre otras personas. Los sujetos experimentan un 
exagerado sentido de importancia y una concomitante expectativa de trato 
especial, así como una insensible antipatía hacia los otros, incluyendo un 
desconocimiento por las necesidades y sentimientos ajenos, así como una 
preparación para utilizarlos al servicio de su propio beneficio. El polo 
opuesto es la afabilidad. 
La desinhibición se define como la orientación hacia la satisfacción 
inmediata, lo que lleva a un comportamiento impulsivo guiado por 
pensamientos sobre el presente, sentimientos y estimulación externa que no 
se tienen en cuenta para el aprendizaje del pasado o la consideración de 
futuras consecuencias. Su polo opuesto es la escrupulosidad. 
Finalmente, el psicoticismo se caracteriza por exhibir un amplio rango de 
comportamientos y cogniciones que resultan raras, excéntricas o inusuales 
con relación a la cultura del individuo. La lucidez es su extremo opuesto. 
Los cinco dominios que hemos mencionado se subdividen en 
veinticinco facetas específicas desarrolladas inicialmente a partir de una 
revisión de los modelos de rasgos existentes, y avaladas por investigaciones 
recientes que aportan evidencia sobre esta clasificación (Morey, Krueger y 
Skodol, 2013; Wright et al, 2012), así como sobre su relación con los rasgos 
sanos (Gore y Widiger, 2013). 
En la Tabla 9 presentamos un resumen de las facetas según dominio. 
92 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
TABLA 9. Facetas por dominio según DSM-5. 
Dominios Afectividad 
negativa 
Indiferencia Antagonism
o 
Desinhibició
n 
Psicoticismo 
Polaridad 
opuesta 
Estabilidad 
emocional 
Extraversió
n 
Afabilidad Escrupulosi 
dad 
Lucidez 
Facetas Inestabilidad 
emocional 
Ansiedad 
Inseguridad 
de 
separación 
Sumisión 
Perseveració
n 
Tendencias 
depresivas 
Desconfianz
a 
Afectividad 
restringida 
(o ausente) 
Hostilidad 
Apartamien
to Evitación 
de 
intimidad 
Anhedonia 
Tendencias 
depresivas 
Desconfianz
a 
Afectividad 
restringida 
Tendencias 
a manipular 
Falsedad 
Grandiosida
d Búsqueda 
de atención 
Insensibilid
ad 
Hostilidad 
Irresponsabi 
lidad 
Impulsividad 
Distractibi- 
lidad Toma 
de riesgos 
Perfeccionis
mo rígido (o 
ausencia del 
mismo) 
Creencia y 
experiencias 
inusuales 
Excentricida
d 
Desregulaci
ón cognitiva 
y perceptual 
Las facetas se agrupan en dominios porque tienden a ocurrir juntas 
(APA, 2013). Como se pudo observar en la Tabla 9, algunos rasgos -
tendencias depresivas, desconfianza, afectividad restringida, hostilidad- se 
presentan en más de un dominio, por lo cual se han resaltado. 
En la Tabla 10 exponemos un resumen de las características centrales 
de las facetas. 
TABLA 10. Facetas de los trastornos de personalidad según DSM-5. 
Faceta Características 
Tendencias 
depresivas 
Sentimientos de ser miserable y/o de desesperanza; 
dificultad para recuperarse de tales estados de ánimo; 
pesimismo sobre el futuro; vergüenza y/o culpa 
generalizadas; sentimientos de baja autoestima; 
pensamientos y comportamiento suicidas. 
Desconfianza Expectativas y sensibilidad a los signos interpersonales de 
malas intenciones o daño; dudas sobre la lealtad y la 
fidelidad de los demás; sentimientos de ser maltratado, 
utilizado y/o perseguido por otros. 
Afectividad 
restringida 
Poca reacción a situaciones de carga emocional; indiferencia 
y frialdad en situaciones normativamente participativas. 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 93 
Inestabilidad 
emocional 
Las emociones aparecen con facilidad y resultan intensas 
y/o fuera de proporción en relación con los eventos y 
circunstancias. 
Ansiedad 
Sentimientos de nerviosismo, tensión o pánico en reacción a 
diversas situaciones; miedo ante la in certidumbre; se espera 
que suceda lo peor. 
Inseguridad de 
separación 
Temor a la soledad debido al rechazo o separación de otros 
significativos, basado en una falta de confianza en la propia 
capacidad para cuidar de sí mismo, tanto física como 
emocionalmente. 
Sumisión 
Adaptación de la conducta a los intereses y deseos reales o 
percibidos de los demás, aunque hacerlo sea la antítesis de 
los intereses, necesidades o deseos propios. 
Hostilidad 
Sentimientos de ira frecuentes o persistentes; ira o 
irritabilidad en respuesta a los desaires e insultos menores; 
comportamiento desagradable o vengativo. 
Perseveración 
Persistencia en las tareas o en una forma particular de hacer 
las cosas mucho después de que el comportamiento ha 
dejado de ser funcional o efectivo. 
Apartamiento Preferencia por estar solo en lugar de con los otros; 
reticencia a situaciones sociales; falta de iniciativa para el 
contacto social. 
Evitación de i 
intimidad 
Evitación de relaciones cercanas o románticas, lazos 
interpersonales y relaciones sexuales íntimas. 
Anhedonia Déficit en la capacidad de sentir placer y tener interés en las 
cosas. 
Tendencias a 
manipular 
Uso de la seducción, encanto, labia o adulación para 
conseguir fines propios, manipulando y controlando a los 
demás. 
Falsedad Deshonestidad y fraudulencia; distorsión del sí-mismo; 
embellecimiento e invenciones al relatar los 
acontecimientos. 
Grandiosidad 
Creer que uno es superior a los demás y merece tratamiento 
especial; egocentrismo. 
Búsqueda de 
atención 
Desarrollar conductas para ser el foco de la atención y la 
admiración de los demás. 
Insensibilidad Falta de preocupación por los sentimientos o los problemas 
de los demás; falta de culpa o remordimiento por los efectos 
negativos o perjudiciales de las acciones de uno en los 
demás. 
94 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Irresponsabilidad Incumplimiento de obligaciones y compromisos; 
incumplimiento de acuerdos y promesas; descuido de las 
propiedades de los demás. 
Impulsividad 
Acciones como respuesta inmediata a estímulos externos, 
sin un plan o consideración de resultados. 
Distractibilidad 
Dificultad para concentrarse; la atención es fácilmente 
desviada por estímulos externos; dificultad para mantener 
el comportamiento focalizando en metas, incluyendo la 
planificación y la realización de tareas. 
Toma de riesgos Participación en actividades peligrosas y potencialmente 
dañinaspara sí mismo, sin tener en cuenta las 
consecuencias; falta de preocupación por las limitaciones y 
la negación de la realidad del peligro personal; búsqueda 
desenfrenada de las metas sin importar el nivel de riesgo 
involucrado. 
Perfeccionismo 
rígido (o falta de) 
Insistencia rígida en que todo sea preciso y sin errores o 
fallas, incluyendo el rendimiento de uno mismo y de los 
demás; creencia de que solo hay una manera correcta de 
hacer las cosas; dificultad para cambiar ideas y/o puntos de 
vista; preocupación por los detalles, la organización y el 
orden. 
Creencias y 
experiencias 
inusuales 
Creencias sobre poseer habilidades inusuales, como lectura 
de mente, telequinesis, experiencias inusuales de realidad; 
incluye experiencias similares a alucinaciones. 
Excentricidad Comportamiento, apariencia y/o discurso raro, inusual o 
bizarro; pensamientos extraños o impredecibles. 
Desregulación 
cognitiva y 
perceptual 
Procesos de pensamiento y experiencias inusuales, 
incluyendo despersonalización, desrealización y 
experiencias disociativas; experiencias mixtas de estados de 
sueño y vigilia; experiencias de control de pensamiento. 
El diagnóstico específico de cada TP que puede derivar de este modelo 
incluye seis trastornos: antisocial, evitativo, limítrofe, narcisista, obsesivo-
compulsivo y esquizotípico. Se excluyen los trastornos paranoide, 
esquizoide, histriónico y dependiente por considerarse que no son de 
amplia utilización, por su excesiva superposición con otros diagnósticos y 
falta de investigaciones al respecto (Skodol et al., 2011). Este enfoque 
también incluye el diagnóstico de TP de rasgos específicos, que puede 
realizarse cuando aquella entidad nosológica es evaluada como presente 
aunque no cumpla el criterio para ninguno de los seis TP ya 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 95 
mencionados. Como ya se habrá inferido a partir de la tabla anterior, es 
notorio que si bien el modelo tiene influencia de los enfoques 
dimensionales, también mantiene algunas categorías diagnósticas. Es por 
ello que algunos autores enfatizan que se trata de un sistema híbrido, mixto 
-categorial y dimensional-, en lugar de uno exclusivamente dimensional 
(Anderson et al., 2013; Krueger, 2013). Esta combinación se ha decidido con 
el fin de guardar cierta continuidad con la práctica clínica vigente hasta el 
momento (Skodol, Morey, Bender y Oldham, 2013b). 
En la Tabla 11 resumimos la comparación de los TP incluidos en ambas 
secciones del DSM-5. 
TABLA 11. Trastornos de personalidad según secciones del DSM-5. 
TRASTORNOS SECCIÓN II SECCIÓN III 
Paranoide Presente Ausente 
Esquizoide Presente Ausente 
Esquizotípico Presente Presente 
Antisocial Presente Presente 
Limítrofe Presente Presente 
Histriónico Presente Ausente 
Narcisista Presente Presente 
Evitativo Presente Presente 
Dependiente Presente Ausente 
Obsesivo-compulsivo Presente Presente 
No especificado Presente Se realiza por rasgos 
Para efectuar los diagnósticos de cada uno de los seis TP, a continuación 
se proponen características para la disfunción de la personalidad -
recordemos que se evalúa con una escala ordinal la identidad, la auto 
dirección, la empatía y la intimidad-, de las que deben exhibirse al menos 
dos con disfunción moderada a extrema para que se cumpla el criterio 
diagnóstico (criterio A). En el criterio B se proponen algunos dominios y 
algunas facetas que se presentan en cada trastorno. Al igual que en la 
sección II, se establece una cantidad de rasgos a observarse. A continuación 
reseñaremos las características centrales (criterios A 
96 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
y B) de cada TP. Es importante destacar que en el DSM-5 no se establece 
una relación entre lo propuesto en las secciones II y III, aunque sus 
descripciones resulten similares. A pesar de esta falencia, trabajos previos 
a su publicación indican una vinculación entre los diagnósticos propuestos 
en ambas secciones (Hopwood, Thomas, Markon, Wright y Krueger, 2012). 
El trastorno antisocial se caracteriza por fallas para adecuarse a 
comportamientos legales y éticos, egocentrismo, falta de preocupación por 
los otros, acompañados por mentiras, irresponsabilidad, manipulaciones y 
toma de riesgos. Al igual que en la sección II, el individuo debe tener por 
lo menos 18 años. En la Tabla 12 se detallan los criterios A y B. 
TABLA 12. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno antisocial. 
 
Identidad 
Egocentrismo 
Autoestima derivada de lograr poder o 
placer 
 Sí-mismo 
Autodirección 
Metas derivadas de gratificación 
personal Ausencia de estándares 
prosociales, asociado con fallas en lograr 
comportamientos legales o acordes a las 
normas éticas culturales 
A 
Empatía 
Falta de preocupación por los 
sentimientos, necesidades o sufrimiento 
de otros Falta de remordimiento tras 
dañar o maltratar a otros 
 Interpersonal 
Intimidad 
Incapacidad para relaciones 
mutuamente íntimas, dado que la 
explotación es el medio principal para 
relacionarse con otros, incluyendo el 
engaño y la coerción Uso de dominación 
o intimidación para controlar a otros 
 Cantidad 6 
B 
Antagonismo Tendencias a manipular Mentiras - 
Insensibilidad Hostilidad 
 
Desinhibición Irresponsabilidad Impulsividad - 
Distractibilidad Toma de riesgos 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 97 
En el trastorno límite, los individuos presentan inestabilidad en la 
autoimagen, las metas personales, las relaciones interpersonales y los 
afectos, acompañada por impulsividad, toma de riesgos y hostilidad. Los 
criterios centrales se exponen en la Tabla 13. 
TABLA 13. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno límite. 
A 
Sí-mismo 
Identidad 
Marcado empobrecimiento, pobre 
desarrollo o autoimagen inestable, con 
frecuencia asociada con excesiva 
autocrítica, sentimientos crónicos de 
vacío; estados disociativos bajo estrés 
Autodirección Inestabilidad en las metas, valores o 
planes profesionales 
Interpersonal 
Empatía 
Habilidad comprometida para reconocer 
sentimientos o necesidades de otros que 
se asocian con la hipersensibilidad 
interpersonal 
Percepciones de otros selectivamente 
sesgadas hacia atributos negativos o 
vulnerabilidades 
Intimidad 
Relaciones cercanas intensas, inestables 
y conflictivas, marcadas por 
desconfianza, necesidad y preocupación 
ansiosa con abandonos reales o 
imaginarios Las relaciones cercanas son 
frecuentemente vistas en extremos de 
idealización y devaluación, alternando 
entre un involu- cramiento excesivo y la 
indiferencia 
B 
Cantidad 4 
Afectividad negativa 
Labilidad emocional Ansiedad 
Inseguridad de separación Perseveración 
Tendencias depresivas 
Antagonismo Hostilidad 
Deshinibición 
Impulsividad Toma de riesgos 
98 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Los sujetos con diagnóstico de trastorno por evitación eluden situaciones 
sociales, manifestando una inhibición en las relaciones interpersonales, 
asociada a sentimientos de ineptitud e inadecuación, preocupación ansiosa 
con evaluaciones negativas y rechazo, miedo al ridículo o vergüenza. En la 
Tabla 14 pueden consultarse los criterios diagnósticos centrales. 
TABLA 14. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno evitativo. 
A 
Sí-mismo 
Identidad 
Baja autoestima asociada con 
autovaloración de ser inepto 
socialmente, persona poco atractiva o 
inferior Sentimientos excesivos de 
vergüenza 
Autodirección 
Estándares de comportamientos 
irrealistas asociados con una reticencia a 
buscar nietas, tomar riesgos personales, o 
comprometerse en actividades nuevas 
que involucren contacto interpersonal 
Interpersonal 
Empatía 
Preocupación y sensibilidad hacia las 
críticas o el rechazo, asociadas con 
interferencias distorsionadas de 
perspectivas negativas de otros 
Intimidad 
Reticencia a involucrarse con otros a 
menos que sea certeroque se les caerá 
bien; disminución de la reciprocidad en 
las relaciones íntimas debido al miedo de 
ser avergonzado o ridiculizado 
15 
Cantidad 3 
Afectividad negativa Ansiedad 
Indiferencia 
Retraimiento Evitación de intimidad 
Anhedonia 
En el trastorno narcisista se experimenta una autoestima muy variable 
y vulnerable, que intenta regularse a través de la búsqueda de atención y 
aprobación, sumado ello a una grandiosidad pública o encubierta. En la 
Tabla 15 exponemos un resumen de los criterios centrales. 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 99 
TABLA 15. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno narcisista. 
 
Sí-mismo 
Identidad 
Excesiva referencia hacia otros para la 
regulación de la autodefinición y la 
autoestima 
Autovaloración exagerada o 
disminuida, o vacilación entre los 
extremos La regulación emocional 
refleja las fluctuaciones en la 
autoestima 
 
Autodirecció
n 
Metas basadas en obtener la aprobación 
de otros 
Estándares personales irracionalmente 
altos para verse a sí mismo como 
excepcional, con frecuencia 
desconociendo motivaciones propias 
A 
Interpersonal 
Empatía 
Fallas en la habilidad para reconocer o 
identificar los sentimientos o 
necesidades de otros 
Excesiva sintonía con las reacciones de 
otros, pero solo si en ellas él es percibido 
como relevante 
Sobre o baja estimación de su efecto en 
otros 
 
Intimidad 
Relaciones mayormente superficiales y 
que existen para regular la autoestima 
propia 
Reciprocidad restringida por poco 
interés genuino en las experiencias de 
otros y el predominio de la necesidad de 
obtener beneficios personales 
 
Cantidad 2 
B 
Antagonismo 
Grandiosidad Búsqueda de atención 
El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por dificultades para 
establecer y mantener relaciones cercanas, en asociación con un 
perfeccionismo rígido, inflexibilidad y expresión emocional restringida. 
Los restantes aspectos relevantes para su diagnóstico pueden consultarse 
en la Tabla 1(1. 
100 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
TABLA 16. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno obsesivo-compulsivo. 
A Sí-mismo Identidad 
Sentido del sí-mismo deriva 
principalmente del trabajo o la 
productividad Experiencia y expresión 
de emociones fuertes restringida 
 Autodirección Dificultad para completar tareas y 
realizar metas, asociada con normas 
internas de comportamiento rígidas e 
irrazonablemente altas e inflexibles. 
Exceso de meticulosidad y actitudes 
moralistas 
 Interpersonal Empatía 
Dificultad para entender y apreciar las 
ideas, sentimientos o comportamientos 
 Intimidad 
Relaciones vistas como algo secundario 
al trabajo y la productividad Rigidez y 
terquedad afecta negativamente las 
relaciones con los demás 
B Cantidad 3 
 
Afectividad negativa Perseveración 
 Indiferencia 
Evitación de intimidad Afectividad 
restringida 
 Desinhibición Perfeccionismo rígido 
Finalmente, el trastorno esquizotípico se conceptualiza por medio de 
deficiencias en la capacidad para socializar y para establecer relaciones 
cercanas, incluyendo excentricidades en la cognición, la percepción y el 
comportamiento, vinculadas con una autoimagen distorsionada y metas 
personales incoherentes, así como suspicacia y expresión emocional 
restringida. Los aspectos diagnósticos centrales figuran en la Tabla 17. 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 101 
TABLA 17. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno esquizotípico. 
A Sí-mismo Identidad 
Límites confusos entre el yo y los demás 
Autoconcepto distorsionado Expresión 
emocional a menudo no congruente con 
el contexto o la experiencia interna 
 Autodirección Metas irreales o incoherentes 
Ningún conjunto claro de normas 
internas 
 Interpersonal Empatía Pronunciada dificultad para comprender 
el impacto de la propia conducta en los 
demás 
Malas interpretaciones de las 
motivaciones y comportamientos de los 
demás 
 Intimidad 
Marcado deterioro en el desarrollo de 
relaciones estrechas, asociado con 
desconfianza y ansiedad 
B Cantidad 4 
 
Afectividad negativa Desconfianza 
 Indiferencia 
Retraimiento Afectividad restringida 
t Psicoticismo 
Experiencias y creencias inusuales 
Excentricidad 
Desregulación cognitiva y perceptual 
Para los casos en que los seis TP que hemos citado hasta aquí observen 
otros rasgos presentes que no se encuentren incluidos en los criterios 
diagnósticos, existe la posibilidad de añadir especificaciones adicionales. 
Por el contrario, si los rasgos resultan sustancialmente diferentes que los 
agrupados en los seis TP, se debe diagnosticar un TP de rasgos específicos. 
En esta ocasión, para arribar a un diagnóstico positivo debe aparecer una 
disfunción en al menos dos áreas -sí- mismo, autorregulación, empatía, 
intimidad-, a la vez que presentarse uno o más rasgos patológicos (APA, 
2013). 
102 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Tras el DSM-5 
Del mismo modo que en cuanto a lo comentado sobre la clasificación 
categorial, el modelo mixto ha despertado interés y un tenso debate, 
comenzado por los propios autores del manual durante su elaboración 
(Skodol, Morey, Bendery Oldham, 2013a). Como el lector podrá 
imaginarse, la polémica se encuentra en pleno auge debido a la reciente 
publicación del DSM-5 (Skodol etal., 2013b). 
Podemos situar argumentos en contra, a favor y posiciones intermedias. 
Comenzando por los primeros, se critica que la redefinición de los TP en 
sectores del sí-mismo y los vínculos interpersonales resulte muy radical y 
carezca de una base empírica robusta. También se cuestiona la eliminación 
de los trastornos dependiente, histriónico, paranoide y esquizoide, 
decidida en virtud de la excesiva comorbilidad observada y de la falta de 
estudios relacionados. Los autores que avalan esta postura argumentan que 
esta remoción aumentará el número de diagnósticos no especificados y 
cuestionan que otros trastornos -como por ejemplo, los de ansiedad o por 
abusos de sustancia- también reportan una alta comorbilidad. A su vez, se 
enfatiza que la poca cantidad de bibliografía en relación con los trastornos 
excluidos de la sección III no constituye un motivo para descartarlos, sino 
por el contrario, para continuar investigando (Clark, 2013; Gunderson, 
2013; Zimmerman, 2013). Además se discurre sobre si al conservar seis TP 
de la clasificación categorial en la nueva propuesta no se está retrocediendo 
respecto de los avances científicos que indican que la división categorial 
carece de sustento empírico (lacono, 2013). 
Por su parte, los autores defensores del modelo aportan evidencia 
empírica sobre la clasificación propuesta en la sección, así como sobre su 
utilidad clínica -aspectos que hemos intercalado en los apartados en los que 
detallamos el modelo de la sección III- (e.g., Anderson et al., 2013; Few et al, 
2013; Wright et al, 2012). 
Finalmente, en algunos trabajos se mencionan posturas menos 
extremas, destacándose que los resultados favorables o adversos al modelo 
están ligados a las variabilidades muéstrales y a los instrumentos utilizados 
-por ejemplo, se detectan variaciones según se hayan empleado escalas de 
autorreporte o un informante externo, y según se hayan operacionalizado 
teorías sobre patología o sobre personalidad normal- (Bastiaansen et al., 
2013; Hopwood et al., 2012). 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 103 
En relación con este último punto es importante mencionar que varios 
instrumentos han sido valorados como de utilidad para examinar el modelo 
mixto (Anderson et al., 2013; Hopwood et al., 2013). Tal es el caso del 
Inventario de Personalidad para el DSM-5, en su forma de autorreporte 
(PID-5; Krueger, Derringer, Markon, Watson y Skodol, 2012) y en la 
diseñada para ser administrada a informantes externos (Markon, Quilty, 
Bagby y Krueger, 2013); el Inventario

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