Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
4 Los trastornos de personalidad. El DSM-5 Juliana Stover En los últimos años el debate en torno a las definiciones y clasificaciones de los trastornos de personalidad (en adelante, TP) ha constituido un tema central entre los profesionales de la salud mental. Dos grandes nosologías se encuentran vigentes: la Clasificación Internacional de las Enfermedades, en su décima versión (CIE-10), desarrollada por la Organización Mundial de la Salud (1995), y el Manual de Estadística y Diagnóstico, actualmente en su quinta versión (DSM-5) elaborado por la American Psychiatric Association (2013). Se ha planteado, especialmente en torno al DSM-5, una coyuntura que seguramente representará un hito en las clasificaciones de los TP: en su sección II se mantiene la nosología oficial categorial -según la cual los trastornos son síndromes clínicos cualitativamente diferentes-, y en la sección III se plantea una propuesta mixta que incorpora características de los modelos dimensionales (de acuerdo a la cual los trastornos representan variantes desadaptativas de rasgos de personalidad normal). La intención de añadir esta última clasificación reside en fomentar investigaciones para producir un viraje hacia ella en futuras ediciones del manual. Todo ello ha resultado en una polémica instaurada con antelación a la publicación de la quinta versión del DSM, y continúa tras ella. Por todo ello, los TP se han establecido como uno de los temas de la psicopatología contemporánea de mayor debate e intercambio científico para los próximos años (Krueger, 2013). En el presente capítulo abordaremos esta temática comenzando por las definiciones y criterios diagnósticos de TP expuestos en las nosologías de mayor uso (CIE-10 y DSM-5), así como con los tipos de TP en aquellas, descritos según la clasificación categorial. Posteriormente realizaremos una revisión de las críticas a dichos modelos para luego abocarnos al modelo formulado en la sección III del DSM-5. 66 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Definiciones y criterios diagnósticos generales Al ocuparnos de los TP resulta inevitable que el lector se plantee qué se entiende por personalidad y que, tras ello, nos ocupemos de sus trastornos. Si bien este constructo constituye una extensa área de la Psicología, podemos situar dos posiciones al respecto (Pelechano, De Miguel y Hernández, 1995). La primera postura entiende la personalidad como formaciones psicológicas integradas, con niveles de organización y jerarquización. Se trata de una sección del funcionamiento personal consolidada, y por ende, resistente al cambio, que posee una generalidad y coherencia de respuestas en diferentes tiempos y contextos (lo que excluye entonces cualquier reacción situacional). El segundo enfoque entiende que la personalidad es todo aquello que identifica a cada individuo a lo largo de su vida, implicando ello la reactividad situacional y el estilo de vida, las motivaciones y creencias y concepciones sobre el mundo. Todas las nosologías que trataremos en este capítulo se ubican en la primera línea de definiciones, es decir, enfatizan los aspectos duraderos y estables en el sujeto, y no se ocupan de las reacciones ante situaciones específicas. Comenzando por las' definiciones expuestas en el DSM, desde la aparición de los TP en la tercera edición (APA, 1980) no se observan importantes cambios en las sucesivas versiones (APA, 1987, 1994, 2000). Es así como en la sección II del DSM-5 se define un TP como un patrón duradero de experiencia interna y comportamiento que se desvía marcadamente de las expectativas de la cultura a la que el sujeto pertenece, resultando generalizado e inflexible. El mismo tiene su inicio en la adolescencia o adultez temprana, resulta estable en el tiempo y lleva a malestar o disfunción (APA, 2013). En consonancia con esta definición, para diagnosticar un trastorno de la personalidad deben examinarse seis aspectos. En primer lugar, el criterio A postula que debe presentarse un patrón duradero de experiencia interna y comportamiento -es decir, modos estables de percibir y de relacionarse con el ambiente y con uno mismo- que se desvía marcadamente de las expectativas de la cultura del sujeto. En este punto debemos considerar que al emitir juicios sobre el funcionamiento de la personalidad deben tenerse en cuenta la etnia y la cultura de los individuos, así como los antecedentes sociales. Los trastornos no deben confundirse con problemas asociados a la aculturación debidos a la inmigración o Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 67 a la expresión de hábitos, costumbres, o valores religiosos o políticos profesados por el grupo de origen del individuo. A su vez, este patrón debe manifestarse en dos o más de las áreas, tales como cognición, afectividad, funcionamiento interpersonal y control de los impulsos. En el criterio B se afirma que ese patrón debe ser inflexible y generalizado a lo largo de un amplio rango de situaciones sociales y personales. El criterio C postula que esto lleva a un malestar clínicamente significativo o a una disfunción en las áreas social, ocupacional o en otras áreas importantes del funcionamiento personal. Estos criterios implican que aquellas características de personalidad que pueden presentarse en cualquier individuo -como por ejemplo, ser ordenado y organizado- se transforman en inflexibles y, por ende, se vuelven desadaptativas, causando disfunciones significativas en el quehacer cotidiano o angustia subjetiva (tal es el caso de un individuo al cual su preocupación por el orden le demanda un tiempo excesivamente superior al que objetivamente requiere una actividad dada). El criterio D propone que el patrón sea estable y de larga duración, empezando en la adolescencia o adultez temprana. De acuerdo con ello, el diagnóstico de desorden de personalidad requiere una evaluación de los patrones de funcionamiento en el tiempo, y las características particulares de personalidad deben ser evidentes ya en la adultez temprana. Esos rasgos también deben distinguirse de las características que surgen en respuesta a situaciones específicas estresantes y de otros estados mentales transitorios. Así, para arribar a un diagnóstico (los clínicos deben establecer la estabilidad de los rasgos en el tiempo y a lo largo de diferentes situaciones. Aunque, por definición, un TP requiere un inicio no anterior a la adultez joven, los individuos pueden no llamar la atención clínica hasta más tarde en sus vidas. Un trastorno puede exacerbarse a continuación de una pérdida de una persona que sea un apoyo significativo para el sujeto (por ejemplo, un/a esposo/a), o de situaciones sociales desestabilizadoras (por ejemplo, pérdida del trabajo). También cabe mencionar que las categorías de los diagnósticos de la personalidad pueden aplicarse a niños o adolescentes en circunstancias en las cuales los rasgos de personalidad desadaptativa sean generalizados, persistentes y no se limiten a una etapa particular del desarrollo o a otro trastorno mental. Es importante notar que estos rasgos no se continúan necesariamente en la adultez. Para diagnosticar un trastorno de personalidad en un individuo menor de 18 años los síntomas deben eslai presentes al menos durante un año. La única excepción es td TP imllsiK tal, que no se puede diagnosticar antes de los 18. (¡li Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Pasando ahora a evaluar cuestiones de diagnóstico diferencial, según el criterio E, las características antes mencionadas no se explican mejor como una manifestación o consecuencia de otros trastornos mentales, y de acuerdo con el criterio F, no resulta atribuible a efectos fisiológicos de una sustancia u otra condición médica. Los autores del DSM resaltan que muchos de los criterios para diagnosticarun TP describen características que también están presentes en otros desórdenes mentales (por ejemplo, dependencia, insensibilidad). Por ello, un TP solo debe ser diagnosticado cuando esas características aparecen antes de la adultez joven y se constituyen como atributos estables en el funcionamiento del individuo, no apareciendo únicamente durante un episodio correspondiente a otro trastorno mental (APA, 2013). Por su parte, la CIE-10 describe los TP como perturbaciones graves en la constitución caracterológica y en los patrones de comportamiento que son la expresión del estilo de vida característico de un individuo y del modo de relacionarse consigo mismo y con los demás, manifestándose como respuestas inflexibles. Por lo general involucra varias áreas de la personalidad, y casi siempre se observa asociado a un trastorno considerable, personal y social. Estos aspectos pueden surgir tempranamente en el curso del desarrollo individual, como resultado tanto de factores constitucionales cuanto de la experiencia social, mientras que otros se adquieren más tarde en el ciclo vital (OMS, 1995). Para diagnosticar un TP, según la CIE-10 también deben tenerse en cuenta seis indicadores. En primer término, según el criterio A deben presentarse actitudes y comportamientos marcadamente faltos de armonía, que afectan por lo general a varios aspectos de la personalidad, por ejemplo, la afectividad, la excitabilidad, el control de los impulsos, las formas de percibir y de pensar y el estilo de relacionarse con los demás (y ello representa desviaciones extremas o significativas respecto del individuo promedio en una cultura determinada). De acuerdo con el criterio B, el patrón de comportamiento anormal debe ser duradero, de larga data, y no limitarse a episodios de enfermedad mental. Es decir, los trastornos de personalidad se diferencian de un cambio de personalidad en su modo de su aparición: son condiciones de desarrollo que aparecen en la infancia o la adolescencia y continúan en la edad adulta. No resultan secundarias a otro trastorno mental o enfermedad neurológica, aunque pueden preceder y coexistir con otros trastornos. El criterio C afirma que dicho patrón debe ser generalizado y claramente desadaptativo para una amplia gama de situaciones personales y sociales. En relación con su comienzo, el criterio D Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 69 propone que las manifestaciones anteriores aparecen siempre durante la infancia o adolescencia y continúan en la edad adulta (por lo tanto, resulta poco probable que el diagnóstico sea apropiado antes de los 16 o 17 años). Y discurriendo sobre las consecuencias de este patrón en la vida del individuo, el trastorno conduce a una considerable angustia personal, pero solo puede manifestarse al final del curso del trastorno (criterio E) y resulta, generalmente, pero no invariablemente, asociado a significativos problemas en el desempeño laboral y social (criterio F). En la Tabla 1 exponemos los criterios diagnósticos mencionados ordenados según su similitud (por ejemplo, el criterio B del DSM-5 resulta equivalente al criterio C de la CIE-10). TABLA 1. Criterios diagnósticos de trastorno de personalidad. DSM-5 (APA, 2013) CIE-10 (OMS, 1995) A. Patrón duradero de experiencia interna y comportamiento que se desvía marcadamente de las expectativas de la cultura del sujeto, en dos o más de las áreas de: cognición, afectividad, funcionamiento interpersonal y control de los impulsos. A. Actitudes y comportamientos marcadamente faltos de armonía, que afectan por lo general varios aspectos de la personalidad, por ejemplo, la afectividad, la excitabilidad, el control de los impulsos, las formas de percibir y de pensar y el estilo de relacionarse con los demás. B. El patrón resulta inflexible y generalizado a lo largo de un amplio rango de situaciones sociales y personales. C. El patrón de comportamiento anormal es generalizado y claramente desadaptativo para una amplia gama de situaciones personales y sociales. C. Malestar clínicamente significativo o disfunción en las áreas social, ocupacional o en otras áreas importantes del funcionamiento. E. El trastorno conduce a una considerable angustia personal, pero solo este puede ser manifiesto al final del curso del trastorno. F. El trastorno está generalmente, pero no invariablemente, asociado a significativos problemas en el desempeño laboral y social. D. El patrón es estable y de larga duración, empezando en la adolescencia o adultez temprana. D. Las manifestaciones anteriores aparecen siempre durante la infancia o adolescencia y continúan en la edad adulta. F. No resulta atribuidle a efectos fisiológicos de una sustancia o a otra condición módica. B. El patrón de comportamiento anormal es duradero, de larga data, y no limitado a los episodios de enfermedad mental. 70 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) En resumen, tal como podemos apreciar en la Tabla 1, los criterios diagnósticos poseen puntos en común: ambos enfatizan que los comportamientos, actitudes y experiencias internas se manifiestan en diferentes áreas, resultando generalizados y llevando a un malestar o disfunción. A su vez, estas características datan de la infancia o adolescencia, volviéndose más estables en la adultez. Concluidos los señalamientos respecto de las definiciones y criterios diagnósticos principales, en la siguiente sección reseñaremos los cambios en las clasificaciones categoriales, focalizando en las sucesivas versiones del DSM. Posteriormente, compararemos las nomenclaturas del DSM-5 y la C1E-10, para finalizar refiriendo los criterios diagnósticos principales de ambos sistemas. Clasificaciones de los trastornos de personalidad El comienzo de las nosologías de los TP se ubica en 1980 con la publicación de la tercera edición del DSM (APA, 1980). En ella se incluyeron once trastornos: paranoide, esquizoide, esquizotípico, antisocial, límite, histriónico, narcisista, evitativo, dependiente, obsesivo, pasivo-agresivo, y una categoría que agrupaba los casos que no se correspondían exactamente con ninguno de los anteriores, llamados atípicos, mixtos y otros trastornos. Las modificaciones que se sucedieron en los años posteriores resultaron menores. En la revisión de la tercera edición efectuada en 1987, que dio lugar al DSM-I1I-R, variaron solo dos nomenclaturas: por un lado, el trastorno compulsivo pasó a llamarse obsesivo-compulsivo, y en segundo lugar, los trastornos atípicos, mixtos y otros trastornos se denominaron no especificados. En el apéndice de esa edición se sugirieron dos nuevos trastornos -sádico y autodestructivo- sobre los que se estipulaba su posible inclusión entre los once trastornos si los resultados de investigaciones aportaban evidencia concluyente sobre ellos (APA, 1987). A pesar de aquellas propuestas, en la versión IV no se incluyeron los TP sádico y autodestructivo, que tampoco volvieron a incluirse en el apéndice. A la vez, el TP pasivo-agresivo se trasladó al apéndice, donde también se añadió el trastorno depresivo (APA, 1994). En el DSM-IV-R no se efectuaron modificaciones (APA, 2000). Finalmente, en la actual edición, DSM-5, solo se introdujeron dos cambios. En primer término, los TP se ubicaron junto con el resto de las clasificaciones debido a que se eliminó el diagnóstico multiaxial, Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 71 por lo que dejaron de situarse en el eje II. En segundo lugar, en el apéndice no se incluyeron recomendaciones dado que en la sección III se dedicó un extenso capítulo a un modelo alternativo, predominantemente dimensional, que detallaremos en los apartados siguientes. Un resumen de lo reseñado puede consultarse en la Tabla 2. En tipografía cursiva se remarcan aquellos aspectos que sufrieron cambios.TABLA 2. Clasificaciones de los trastornos de personalidad en las versiones del DSM. Versión III III-R IV IV-TR DSM-5 Año 1980 1987 1994 2000 2013 Eje 11 II II Sin ejes Trastorno Paranoide Paranoide Paranoide Paranoide Esquizoide Esquizoide Esquizoide Esquizoide Esquizotípico Esquizotípico Esquizotípico Esquizotípico Antisocial Antisocial Antisocial Antisocial Límite Límite Límite Límite Histriónico Histriónico Histriónico Histriónico Narcisista Narcisista Narcisista Narcisista Evitativo Evitativo Evitativo Evitativo Dependiente Dependiente Dependiente Dependiente Compulsivo Obsesivo- compulsivo Obsesivo- compulsivo Obsesivo- compulsivo Pasivo- agresivo Pasivo- agresivo ~ - Atípico Mixto Otros trastornos No especificado No especificado No especificado Apéndice - Sádico Depresivo - Autodestructiv o Pasivo- agresivo (Negativista) 72 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Centrándonos ahora en la clasificación en vigencia, en la sección II del DSM-5 se describen diez TP: paranoide, esquizoide, esquizotípico, antisocial, límite, histriónico, narcisista, evitativo, dependiente, obsesivo- compulsivo. Estos trastornos se agrupan en tres clusters en función de similitudes descriptivas, a excepción de los debidos a condición médica y los no especificados que no se ubican en ningún cluster. La clasificación no ha sido validada, pero en el Manual se la utiliza con fines didácticos y para servir de guía a investigadores (APA, 2013). En el Cluster A se reúnen los trastornos paranoide, esquizoide y esquizotípico, dado que en ellos los individuos presentan una apariencia extraña o excéntrica. En el Cluster B se sitúan los trastornos antisocial, límite, histriónico y narcisista, en los que los sujetos se muestran dramáticos, emocionales y erráticos. Por último, en el Cluster C se ubican los individuos de apariencia ansiosa y temerosa, descritos en los trastornos evitativo, dependiente y obsesivo-compulsivo (véase Tabla 3). TABLA 3. DSM-5. Trastornos de personalidad por cluster. Cluster A B C Características Los individuos parecen raros o excéntricos Los sujetos parecen dramáticos, emocionales y erráticos Individuos que se muestran ansiosos o temerosos Trastornos Paranoide Esquizoide Esquizotípico Antisocial Limítrofe Histriónico Narcisista Evitativo Dependiente Obsesivo-com pulsivo Los diez TP del DSM-5 guardan gran similitud con los nueve TP propuestos en la CIE-10. En la Tabla 4 podemos comparar las nomenclaturas de ambas clasificaciones observando que: • Los trastornos paranoide, esquizoide, histriónico y dependiente presentan los mismos términos de denominación en ambas nosologías. • Tres poseen diferentes denominaciones: los trastornos antisocial, obsesivo-compulsivo y evitativo en la CIE-10 se denominan disocial, anancástico y ansioso, respectivamente. • El trastorno límite constituye en la CIE-10 un subtipo del trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 73 • El trastorno narcisista se incluye en otros trastornos específicos de la personalidad. • El trastorno esquizotípico se encuentra ausente. TABLA 4. Trastornos de la personalidad. Equivalencias de nomenclaturas. DSM-5 CIE-10 Paranoide Paranoide Esquizoide Esquizoide Esquizotípico (Ausente) Antisocial Disocial Límite Inestabilidad emocional de la personalidad de tipo límite Histriónico Histriónico Narcisista Otros trastornos específicos de la personalidad Evitativo Ansioso Dependiente Dependiente Obsesivo-compulsivo Anancástico Pasando a considerar los criterios diagnósticos para cada TP, en las tablas 5, 6 y 7 los caracterizamos organizándolos según los clusters del tDSM- 5. En cada tabla mencionamos la sintomatología principal según DSM-5 y CIE-10. Antes de que el lector comience a examinarlas, debemos remarcar tres cuestiones para evitar un inadecuado uso de la información. En primer lugar, nuestro lector debe tener presente que solamente se consignan las características centrales, motivo por el cual debe remitirse a los correspondientes manuales para su práctica profesional cotidiana (por ejemplo, por cuestiones didácticas, no se incluyeron los criterios de diagnóstico diferencial respecto de esquizofrenia, trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos u otro trastorno psicótico, trastorno generalizado del desarrollo, o efectos fisiológicos directos de una enfermedad médica, tales como los criterios B de los TP del Cluster A). En segundo lugar, resulta importante aclarar que la organización se efectuó de acuerdo con los clusters propuestos en el DSM-5, por lo que la clasificación de la CIE-10 se acomodó a ella por motivos expositivos. En tercer término, si bien los criterios diagnósticos de ambas clasificaciones no resultan idénticos, para realizar una guía al lector interesado en 74 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) compararlas, tras cada criterio de la CIE-10 mostramos entre paréntesis el número de criterio del DSM-5 que presenta mayor similitud. TABLA 5. Trastornos de personalidad. Cluster A. P A R A N O ID E DSM-5 A. Desconfianza y suspicacia general desde el inicio de la edad adulta, de modo que las intenciones de los demás son interpretadas como maliciosas. Aparecen en diversos contextos, como lo indican cuatro (o más) de los siguientes puntos: 1. Sospecha injustificada de que los demás se aprovecharán de ellos, les harán daño, los engañarán o explotarán. 2. Preocupación por dudas no justificadas acerca de la lealtad o la fidelidad de los amigos y socios. 3. Reticencia a confiar en los demás por temor injustificado a que la información que compartan vaya a ser utilizada en su contra. 4. En las observaciones o los hechos más inocentes vislumbra significados ocultos que son degradantes o amenazadores. 5. Alberga rencores durante mucho tiempo, por ejemplo, no olvida los insultos, injurias o desprecios. 6. Percibe ataques a su persona o a su reputación que no son aparentes para los demás y está predispuesto a reaccionar con ira o a contraatacar. 7. Sospecha repetida e injustificadamente que su cónyuge o su pareja le es infiel. CIE-10 Tres (o más) de los siguientes puntos: a. Sensibilidad excesiva a los contratiempos y desaires. b. Tendencia a tener rencor persistente, por ejemplo, negativa a perdonar injurias o desaires (5). c. Suspicacia y tendencia generalizada a distorsionar la experiencia malin- terpretando las acciones neutrales o amistosas de los demás como hostiles o despectivas (4). d. Sentido combativo y tenaz de los derechos personales al margen de la situación real (6). e. Sospechas recurrentes e injustificadas en cuanto a la fidelidad sexual de cónyuge o pareja sexual (7). f. Tendencia a experimentarse excesivamente importante, lo que se manifiesta en una actitud autorreferencial persistente. g. Preocupación por conspiraciones sin fundamento de eventos inmediatos para el paciente y en el mundo en general (1). Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 75 E S Q U IZ O ID E DSM-5 A. Un patrón general de distanciamiento en las relaciones sociales y de restricción de la expresión emocional en el plano interpersonal, que comienza al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos, como lo indican cuatro (o más) de los siguientes puntos: 1. Ni desea ni disfruta de las relaciones personales, incluido el formar parte de una familia. 2. Escoge casi siempre actividades solitarias. 3. Tiene escaso o ningún interés en tener experiencias sexuales con otra persona. 4. Disfruta con pocas o ninguna actividad. 5. No tiene amigos íntimos o personas de confianza, aparte de los familiares de primer grado. 6. Se muestra indiferente a los halagos o las críticas de los demás. 7. Muestra frialdad emocional,distanciamiento o aplanamiento de la afectividad. CIE-10 Tres (o más) de los siguientes puntos: a. Pocas actividades le proporcionan placer (4). b. Frialdad emocional, indiferencia o afectividad aplanada (7). c. Capacidad limitada para expresar sentimientos tiernos o de ira hacia otros. d. Indiferencia aparente ante halagos o críticas (6). e. Poco interés en tener experiencias sexuales con otra persona (teniendo en cuenta la edad) (3). f. Preferencia casi invariable por actividades solitarias (2). g. Excesiva preocupación por la fantasía y la introspección. h. Falta de amigos cercanos o confidentes (o tener solo uno) y falta del deseo de este tipo de relaciones (1,5). i. Marcada insensibilidad por las normas y convenciones sociales predominantes. ni E S Q U IZ O T ÍP IC O DSM-5 A. Un patrón general de déficit sociales e interpersonales asociados a malestar agudo y capacidad reducida para las relaciones personales, así como distorsiones cognitivas o perceptivas y excentricidades del comportamiento, que comienzan al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes puntos: 1. Ideas de referencia (excluidas las ideas delirantes de referencia). 2. Creencias raras o pensamiento mágico que influye en el comportamiento y no es consistente con las normas subculturales (p. ej., superstición, creer en la clarividencia, telepatía o "sexto sentido"; en niños y adolescentes, fantasías o preocupaciones extrañas). 3. Experiencias perceptivas inhabituales, incluidas las ilusiones corporales. 4. Pensamiento y lenguaje raros (p. ej., vago, circunstancial, metafórico, sobreelaborado o estereotipado). 5. Suspicacia o ideación paranoide. 6. Afectividad inapropiada o restringida. 7. Comportamientos o apariencia raros, excéntricos o peculiares. 8. Falta de amigos íntimos o desconfianza aparte de los familiares de primer grado. 9. Ansiedad social excesiva que no disminuye con la familiarización y que tiende a asociarse con los temores paranoides más que con juicios negativos sobre uno mismo. CIE-10 Ausente. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 77 TABLA 6. Trastornos de personalidad. Cluster B. DSM-5 A N T IS O C IA L A. Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás que se presenta desde la edad de 15 años, como lo indican tres (o más) de los siguientes ítems: 1. Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, como lo indica el perpetrar repetidamente actos que son motivo de detención. 2. Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer. 3. Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro. 4. Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o agresiones. 5. Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás. 6. Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas. 7. Falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros. B. El sujeto tiene al menos 18 años. C. Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de la edad de 15 años CIE-10 Trastorno Disocial de la Personalidad Trastorno de la personalidad que llama la atención debido a una gran disparidad entre el comportamiento y las normas sociales, caracterizado por tres (o más) de los siguientes puntos: a. Indiferencia e insensibilidad frente a los sentimientos de los demás (5). b. Actitud marcada y persistente de irresponsabilidad y despreocupación por normas, reglas y obligaciones sociales (1,6). c. Incapacidad para mantener relaciones duraderas, aunque no tiene dificultad para el establecimiento de ellas. d. Muy baja tolerancia a la frustración y un bajo umbral para la descarga de agresión, incluida la violencia. e. Incapacidad para sentir culpa o aprender de la experiencia, en particular del castigo (7). f. Marcada propensión a culpar a los demás o a ofrecer racionalizaciones plausibles de su comportamiento conflictivo. También puede haber irritabilidad persistente. Estas conductas pueden presentarse desde la infancia y la adolescencia, aunque no están invariablemente presentes. 78 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) L ÍM IT E DSM-5 A. Un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la efectividad, y una notable impulsividad, que comienzan al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems: 1. Esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginado. 2. Patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas caracterizado por la alternancia entre los extremos de idealización y devaluación. 3. Alteración de la identidad: autoimagen o sentido de sí mismo acusado y persistentemente inestable. 4. Impulsividad en al menos dos áreas, que es potencialmente dañina para sí mismo (p. ej., gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria, atracones de comida). 5. Comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes, o comportamiento de automutilación. 6. Inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de ánimo (p. ej., episodios de intensa disforia, irritabilidad o ansiedad, que suelen durar unas horas y rara vez unos días). 7. Sentimientos crónicos de vacío. 8. Ira inapropiada e intensa o dificultades para controlar la ira (p. ej., muestras frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes). 9. Ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés o síntomas disociativos graves. CIE-10 Trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad. Trastorno de personalidad en el que existe una marcada predisposición a actuar de un modo impulsivo sin tener en cuenta las consecuencias (2), junto con inestabilidad afectiva (6). La capacidad de planificación es mínima y es frecuente que intensos arrebatos de ira conduzcan a actitudes violentas o a manifestaciones explosivas; estas son fácilmente provocadas al recibir críticas o al ser frustrados en sus actos impulsivos (8). Se diferencian dos variantes de este trastorno de personalidad que comparten estos aspectos generales de impulsividad y falta de control de sí mismo. Trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad de tipo límite. Se presentan varias de las características de inestabilidad emocional (1). Además, la imagen de sí mismo, los objetivos y preferencias internas (incluyendo las sexuales) a menudo son confusos o están alterados (3). Por lo general hay sentimientos crónicos de vacío (7). La facilidad para verse implicado en relaciones intensas e inestables puede causar crisis emocionales repetidas y acompañarse de una sucesión de amenazas suicidas o de actos autoagresivos, aunque estos pueden presentarse también sin claros factores precipitantes (5). Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 79 DSM-5 H IS T R IO N IC O A. Un patrón general de excesiva emotividad y búsqueda de atención, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems: 1. No se siente cómodo en las situaciones en las que no es el centro de la atención. 2. La interacción con los demás suele estar caracterizada por un comportamiento sexualmente seductor o provocador. 3. Muestra una expresión emocional superficial y rápidamente cambiante. 4. Utiliza permanentemente el aspecto físico para llamar la atención sobre sí mismo. 5. Tiene una forma de hablar excesivamente subjetiva y carente de matices. 6. Muestra autodramatización, teatralidad y exagerada expresión emocional por las circunstancias.7. Es sugestionable, por ejemplo, fácilmente influenciable por los demás o 7. Considera sus relaciones más íntimas de lo que son en realidad. CIE-10 Tres (o más) de los siguientes puntos: a. Dramatización, teatralidad, expresión exagerada de las emociones (5,6). b. Sugestionabilidad, fácilmente influenciable por los demás o por las circunstancias (7). c. Afectividad lábil y superficial (3). d. Búsqueda continua de excitación y actividades en las que es el centro de atención (1). e. Comportamiento y aspecto marcados por un deseo inapropiado de seducir (2, 4). f. Preocupación por el aspecto físico (4). Rasgos asociados pueden incluir el egocentrismo, la autoindulgencia, el anhelo de reconocimiento, sentimientos que se hieren con facilidad y comportamiento manipulador en función de sus propias necesidades. 80 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) N A R C IS IS T A DSM-5 A. Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems: 1. Grandioso sentido de autoimportancia (p. ej., exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados). 2. Preocupación por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios. 3. Creencia de ser "especial" y único y que solo puede ser comprendido o solo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto estatus. 4. Exigencia de una admiración excesiva. 5. El sujeto es muy pretencioso, por ejemplo, con expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas. 6. Es interpersonalmente explotador; por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas. 7. Carencia de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás. 8. Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él. 9. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbias. CIE-10 Otros trastornos específicos de la personalidad. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 8 1 TABLA 7. Trastornos de personalidad. Cluster C E V IT A T IV O DSM-5 A. Un patrón general de inhibición social, unos sentimientos de inferioridad y una hipersensibilidad a la evaluación negativa, que comienzan al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo indican cuatro (o más) de los siguientes ítems: 1. Evita trabajos o actividades que impliquen un contacto interpersonal importante debido al miedo a las críticas, la desaprobación o el rechazo. 2. Es reacio a implicarse con la gente si no está seguro de que va a agradar. 3. Demuestra represión en las relaciones íntimas debido al miedo a ser avergonzado o ridiculizado. 4. Está preocupado por la posibilidad de ser criticado o rechazado en las situaciones sociales. 5. Está inhibido en las situaciones interpersonales nuevas a causa de sentimientos de inferioridad. 6. Se ve a sí mismo socialmente inepto, personalmente poco interesante o inferior a los demás. 7. Es extremadamente reacio a correr riesgos personales o a implicarse en nuevas actividades debido a que pueden ser comprometedoras. CIE-10 Trastorno ansioso de la personalidad Tres (o más) de los siguientes puntos: a. Sentimientos de tensión y aprensión persistentes y generalizados. b. Creencia de que uno es fracasado, sin atractivo personal o inferior a los demás (6). c. Preocupación excesiva por ser criticado o rechazado en situaciones de la vida social (4). d. Resistencia a entablar relaciones personales si no es con la seguridad de ser aceptado (2). e. Restricción del estilo de vida debido a la necesidad de tener una seguridad física. f. Evitación de actividades sociales o laborales que impliquen contactos personales íntimos, por el miedo a la crítica, reprobación o rechazo (1). Rasgos asociados pueden incluir hipersensibilidad al rechazo y a la crítica. 82 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) D E P E N D IE N T E DSM-5 A. Una necesidad general y excesiva de que se ocupen de uno, que ocasiona un comportamiento de sumisión y adhesión y temores de separación, que empieza al inicio de la edad adulta y se da en varios contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems: 1. Dificultades para tomar las decisiones cotidianas si no cuenta con excesivos consejos y reafirmaciones por parte de los demás. 2. Necesidad de que otros asuman la responsabilidad en las principales áreas de su vida. 3. Dificultades para expresar el desacuerdo con los demás debido al temor a la pérdida de apoyo o aprobación. 4. Dificultades para iniciar proyectos o para hacer las cosas a su manera (debido a la falta de confianza en su propio juicio o en sus capacidades más que a una falta de motivación o de energía). 5. Va demasiado lejos llevado por su deseo de lograr protección y apoyo de los demás, hasta el punto de presentarse voluntario para realizar tareas desagradables. 6. Se siente incómodo o desamparado cuando está solo debido a sus temores exagerados a ser incapaz de cuidar de sí mismo. 7. Cuando termina una relación importante, busca urgentemente otra relación que le proporcione el cuidado y el apoyo que necesita. 8. Preocupación irreal de ser abandonado y tener que cuidar de sí mismo. CIE-10 Tres (o más) de los siguientes puntos: a. Fomenta o permite que otras personas asuman decisiones importantes de la propia vida (2). b. Subordinación de las necesidades propias a las de aquellos de los que se depende; sumisión excesiva a sus deseos (5). c. Falta de voluntad para hacer pedidos, incluso razonables, a las personas de las que depende. d. Sentimientos de malestar o abandono al encontrarse solo, debido a miedos exagerados sobre su incapacidad para cuidar de sí mismo (6). e. Temor a ser abandonado por una persona con la que tiene una estrecha relación, y ser dejado a su propio cuidado (8). f. Capacidad limitada para tomar decisiones cotidianas sin una excesiva cantidad de consejos y reaseguros de los demás (1). Como rasgos asociados puede presentarse la percepción de uno mismo como indefenso, incompetente y carente de resistencia. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 83 DSM-5 A. Un patrón general de preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control mental e interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la espontaneidad y la eficiencia, que empieza al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos, como lo indican cuatro (o más) de los siguientes ítems: 1. Preocupación por los detalles, las normas, las listas, el orden, la organización o los horarios, hasta el punto de perder de vista el objeto principal de la actividad. O B S E S IV O -C O M P U L S IV O 2. Perfeccionismo que interfiere con la finalización de las tareas (p. ej., es incapaz de acabar un proyecto porque no cumple sus propias exigencias, que son demasiado estrictas). 3. Dedicación excesiva al trabajo y a la productividad con exclusión de las actividades de ocio y las amistades (no atribuible a necesidades económicas evidentes). 4. Excesiva terquedad, escrupulosidad e inflexibilidad en temas de moral, ética o valores (no atribuible a la identificación con la cultura o la religión). 5. Incapacidad para tirar los objetos gastados o inútiles, incluso cuando no tienen un valor sentimental. 6. Es reacio a delegar tareas o trabajo en otros, a no ser que estos se sometan exactamente a su manera de hacer las cosas. 7. Adopta un estilo avaro en los gastos para él y para los demás; el dinero se considera algo que hay que acumular con vistas a catástrofes futuras. 8. Muestra rigidezy obstinación. CIE-10 Trastorno anancástico de la personalidad Tres (o más) de los siguientes puntos: a. Excesivos sentimientos de duda y cautela. b. Preocupación por los detalles, reglas, listas, orden, organización u horarios (1). c. Perfeccionismo que interfiere con la finalización de las tareas (2). d. Rectitud y escrupulosidad excesivas junto con preocupación injustificada por el rendimiento, hasta el extremo de renunciar a actividades placenteras y a relaciones personales (3,4). e. Pedantería y convencionalismo. f. Rigidez y terquedad (8). g. Insistencia poco razonable en que los demás se sometan a la propia rutina y resistencia también poco razonable a dejar a los demás hacer lo que tienen que hacer (6). h. Irrupción no deseada e insistente de pensamientos o impulsos. Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 84 Como ha podido observarse, la mayoría de los criterios diagnósticos incluye un punto de corte: se explícita un número mínimo de síntomas presentes para diagnosticar determinado TP. Esta especie de criterio de paso desde la normalidad hacia la patología carece de fundamento teórico o empírico (Pelechano et al, 1995). Esta constituye una de las tantas críticas al modelo categorial expuesto. En los siguientes párrafos reseñaremos los aspectos de dicho sistema que despiertan controversia, para luego detallar el modelo alternativo propuesto en la sección III del DSM-5. Críticas a la clasificación categorial de los trastornos de personalidad del DSM Las críticas al modelo categorial que hemos expuesto se refieren a varios puntos: la clasificación de los trastornos en categorías, su utilidad clínica, la excesiva comorbilidad hallada, la heterogeneidad verificada entre individuos con el mismo diagnóstico, evidencias contrarias a la estabilidad temporal de los trastornos y falta de evaluación de la severidad basada en justificación teórica. Primeramente, varios autores se oponen a la clasificación de los trastornos en categorías, cuestionando la ausencia de evidencias a favor de las diez categorías propuestas. En diversas investigaciones se sostiene que las características de personalidad y las tendencias patológicas no se delimitan de modo categorial y que no se localizan evidencias que indiquen que la estructura de la personalidad patológica consista en categorías latentes, tales como las que se han planteado tradicionalmente en el DSM (Krueger et al., 2011). En esta clasificación categorial, los TP son considerados como cualitativamente diferentes de la personalidad normal, a pesar de que los estudios indiquen lo contrario. A la vez, se los agrupa en clusters de orden superior sin fundamento empírico, considerando solamente similitudes temáticas (Hopwood et al, 2011). En relación con la utilidad clínica, hace años que se llama la atención sobre una problemática inherente a la práctica cotidiana en la que los pacientes terminan siendo diagnosticados con determinada nomenclatura, optando por ella como solución de compromiso ya que realmente los individuos no se ajustan, por lo general, de modo completo y estricto a los criterios diagnósticos (Pelechano et al., 1995). Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 85 En repetidas ocasiones se ha señalado una excesiva comorbilidad debido a que los individuos pueden ser diagnosticados con varios TP; también se ha aludido a una gran heterogeneidad entre sujetos que, a pesar de presentar el mismo diagnóstico, poseen características muy diversas (Krueger, 2013; Skodol etal., 2011). Además se ha cuestionado la estabilidad temporal de los diagnósticos del DSM-IV-TR en investigaciones que demostraron que estos varían a lo largo del tiempo en un mismo sujeto, a pesar de que la estabilidad del patrón de comportamiento se valora como uno de los principales criterios diagnósticos (Widiger, 2011). En relación con esto último, es importante destacar que no se han examinado las raíces de los TP en la niñez o en la adolescencia, a pesar de que sea ampliamente reconocido que los trastornos en los adultos tienen sus raíces en una variedad de factores del desarrollo (Mervielde, De Clercq, De Fruyt y Van Leeuwen, 2006; Widiger, Simonsen, Krueger, Livesley y Vcrheul, 2005). Hopwood etal. (2011) enfatizaron la importancia de evaluar la severidad con un criterio menos vago y con una justificación teórica. Como ya se mencionara en la sección anterior, el punto de corte para diagnosticar o no un TP de acuerdo con el criterio A carece de fundamento empírico y teórico (Pelechano etal., 1995; Skodol etal., 2011). Como respuesta a lo anterior, muchos teóricos adoptan un modelo dimensional en el que los TP se consideran condiciones que poseen en común ciertas dimensiones subyacentes, visión que resolvería varios problemas, como por ejemplo los de comorbilidad, a la vez que permitiría conceptualizar mediante un modelo integrativo que sirva de sustento a la idea de continuidad entre los rasgos de personalidad normal y patológica. Por ejemplo, se valora el modelo de los cinco factores (véase Capítulo 2) como el de mayor utilidad para comunicar la información a los pacientes u otras personas sin conocimientos de psicología, para describir las dificultades individuales importantes en la personalidad de los individuos, para proveer información útil a los fines de planificar el tratamiento y para proveer una descripción global de la personalidad (Krueger et al., 2011; Bastiaansen, Rossi, Schotte y De Fruyt, 2011; Mullins-Sweatt y Widiger, 2011; Widiger, 2011). 86 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Modelo dimensional alternativo propuesto en el DSM- 5 Teniendo en cuenta las críticas que hemos resumido en el apartado anterior, tras el DSM-IV-TR (APA, 2000) los encargados de revisar la clasificación de los TP evaluaron la posibilidad de implementar un modelo dimensional en las futuras versiones. El cambio al que se apuntaba era tan importante que incluso el nombre de la nueva versión del DSM presenta una modificación: los números romanos con los que tradicionalmente se identificaba cada edición se suplantaron por arábigos, a los efectos de impactar en la cultura circundante al DSM (Krueger etal, 2011). Los encargados de diseñar la clasificación habilitaron un debate en la página web www.dsm5.org, en la que diversos profesionales pudieron aportar sus opiniones. Lo mismo sucedió en revistas científicas especializadas y conferencias dedicadas a examinar evidencias a favor del pasaje de un modelo categorial a otro dimensional (Widiger, Iluprich y Clarión, 2011; Widiger, Simonsen, Krueger, Livesley y Vcrheul, 2005; Widiger, Simonsen, Siorvatka y Regier, 2006). A pesar del extenso debate sobre posibles sistemas dimensionales, en el DSM-5 se mantuvo la clasificación categorial que anteriormente expusimos. Sin embargo, en la sección III de este manual se incluyó una propuesta con varios aportes dimensionales con la intención de promover investigaciones que permitan migrar hacia dicha clasificación adecuada para futuras revisiones, intentando proveer así un modelo basado en evidencia empírica (Hopwood etal, 2013). La propuesta se sustenta, en parte, en el modelo de los cinco factores (véase Capítulo 2), y fue efectuada con el objetivo de proporcionar una fundamentación teórica que permitiese focalizar en múltiples áreas en cada paciente en lugar de identificar solamente una etiqueta diagnóstica. A la vez, debido a que postula una continuidad entre la normalidad y la patología, se espera que esto sirva para la planificación de tratamientos de toda clase de pacientes, se traten o no de sujetos con un diagnóstico de trastorno de personalidad (APA, 2013). En este modelo, los TP se caracterizan principalmente en virtud de dos aspectos. En primer lugar, una deficiencia moderada o grande en el funcionamientode la personalidad, tanto en el sí-mismo cuanto en las relaciones interpersonales. En segundo término, la presencia de rasgos patológicos en la personalidad. Al igual que en la definición del sistema categorial, se sigue valorizando que tanto las deficiencias en http://www.dsm5.org/ Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 87 el funcionamiento de la personalidad como los rasgos patológicos se expresen de un modo relativamente inflexible y generalizado a lo largo de un amplio rango de situaciones personales y sociales, resultando relativamente estables a lo largo del tiempo y ubicándose su inicio en la adolescencia o adultez temprana. Finalmente, se remarca que las deficiencias aludidas no deben poder ser mejor explicadas por otro desorden mental, los efectos fisiológicos de una sustancia o condición médica, o considerarse normales de acuerdo al estadio de desarrollo evolutivo del individuo o por su entorno sociocultural (APA, 2013). En la Tabla 8 exponemos los criterios diagnósticos de las secciones II y III. TABLA 8. Criterios diagnósticos de trastornos de personalidad según secciones del DSM-5. Sección II Sección III Patrón duradero de experiencia interna y comportamiento que se desvía marcadamente de las expectativas de la cultura del sujeto. Este patrón debe manifestarse en dos o más de las siguientes áreas: cognición, afectividad, funcionamiento interpersonal y control de los impulsos (A). Disfunción moderada o grande en el funcionamiento de la personalidad con relación a sí mismo y a los demás (A). Uno o más rasgos de personalidad patológicos (B). Inflexible y generalizado a lo largo de un amplio rango de situaciones sociales y personales (B). Relativamente inflexible y generalizado a lo largo de un amplio rango de situaciones sociales y personales. (C) Produce malestar clínicamente significativo o disfunción en las áreas social, ocupacional o en otras áreas importantes del funcionamiento (C). Estable y larga duración, empezando en la adolescencia o adultez temprana (D). Relativamente estable y larga duración, empezando en la adolescencia o adultez temprana (D). No se explica mejor como manifestación o consecuencia de otros trastornos mentales (E). Ídem Sección II (E). 88 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) No es atribuible a efectos fisiológicos de una sustancia u otra condición médica (F). Ídem Sección II (F). No se comprende mejor como un estadio normal del desarrollo del individuo o el ambiente sociocultural (G). Podemos advertir que, en la tabla anterior, las definiciones propuestas presentan similitudes y diferencias. Comenzando por los criterios centrales, en la sección II se postula un patrón de experiencia interna y comportamiento, mientras que en la sección III se analizan dos aspectos (la disfunción de la personalidady los rasgos de personalidad patológicos). Cabe destacar que si bien los criterios C y D referidos a la generalización y estabilidad de la disfunción en el funcionamiento de la personalidad y a los rasgos de personalidad patológicos resultan muy similares a los criterios B y D de la sección II, en la sección III se buscó enfatizar especialmente el término relativamente: se aclara que dicho vocablo resalta el hecho de que, a excepción de los casos de personalidades extremadamente patológicas, todos los sujetos muestran algún grado de adaptabilidad. Los restantes criterios -E y F- resultan prácticamente idénticos. Finalmente, podemos mencionar dos criterios que figuran de modo exclusivo en cada definición. El criterio C de la sección II enfatiza el malestar subjetivo, y el criterio G de la sección III focaliza en algunas cuestiones del desarrollo y del ambiente de los individuos a las que no se alude en la sección II. De los criterios mencionados, a continuación vamos a hacer centro en los dos que presentan mayores cambios respecto de la versión anterior. En primer lugar, ubicamos el nivel de deficiencia en el funcionamiento de la personalidad en relación con el sí-mismo y con los otros (criterio A), y en segundo término, los rasgos de personalidad patológicos (criterio B). Comenzando con el nivel de deficiencia de la personalidad (véase Figura 1), vinculado con el sí-mismo, se examinan dos vertientes. Por un lado la identidad, entendida como la experiencia de uno mismo como único, con claros límites entre el yo y los otros, implicando una estabilidad de la autoestima y adecuada autovaloración, y con capacidad y habilidad para regular un rango de experiencias emocionales. Por otro lado, la autodirección, que se caracteriza por la búsqueda Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 89 de metas coherentes y significativas, utilizando parámetros internos de comportamiento constructivos y prosociales, sustentada por la habilidad para reflexionar productivamente. Luego, en el plano interpersonal también se analizan dos características. Una de ellas es la empatía, que se conceptualiza como la comprensión y apreciación de las experiencias y las motivaciones de otros, la tolerancia hacia diferentes perspectivas y el reconocimiento de los efectos del comportamiento propio sobre los otros. La otra característica a tener en cuenta es la intimidad, que implica conexiones profundas y duraderas con los demás, deseos y capacidad para la intimidad, así como comportamientos interpersonales en los que se refleja estima mutua (APA, 2013). FIGURA 1. Criterio A. Niveles de funcionamiento de la personalidad. El nivel de funcionamiento se describe como un continuo; por ende, identidad, autodirección, empatía e intimidad se analizan utilizando una escala de nivel de funcionamiento de la personalidad. En ella se diferencian cinco niveles de disfunción que van desde ninguna o poca disfunción hacia la disfunción extrema, con niveles intermedios (algo de disfunción, disfunción moderada, disfunción severa). Para diagnosticar un TP, el individuo debe presentar un nivel de disfunción moderado, severo o extremo en por lo menos dos de los cuatro aspectos del criterio A. Esto se examina con una escala Likert para cada uno de ellos (identidad, autodirección, empatía, intimidad). Por ejemplo, en relación con la evaluación de la disfunción de la identidad, el nivel cero -ninguna o poca disfunción- se caracteriza por tener un sentido de 90 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) yo único, con una autoestima consistente, con capacidad para experimentar, tolerar y regular un amplio rango de emociones. En el extremo opuesto, el nivel 4 -disfunción extrema-, la experiencia de sí-mismo y la autonomía están virtualmente ausentes, u organizadas alrededor de una persecución percibida como externa; los límites respecto de los otros resultan confusos o ausentes, la autoimagen se encuentra débil o distorsionada, las emociones no son congruentes con el contexto o con la experiencia interna. Se espera que el profesional evalúe cuánta disfunción presenta el sujeto utilizando la nombrada escala. Por una cuestión de extensión, remitimos al lector a consultarla en el Manual (APA, 2013). La disfunción de la personalidad en relación con el sí-mismo y con los otros es considerada el centro de las personalidades patológicas. Si bien ambas dimensiones coexisten en niveles similares, resulta importante tomarlas en cuenta por separado al momento de formular el diagnóstico y de cara a la planificación de un tratamiento (debido a que la situación difiere en el caso de un individuo con una problemática en relación con sí mismo, en comparación con otro que presenta conflictos con los demás). En resumen, la disfunción de la personalidad se constituye en el común denominador de los TP y se vincula con la severidad del cuadro, mientras que los rasgos patológicos -evaluados según el criterio B- establecen lasdiferencias entre los tipos de TP (Bastiaansen, De Fruyt, Rossi, Schotte y Hofmans, 2013; Bender, Morey y Skodol, 2011; Morey etai, 2011). Antes de comenzar a ocuparnos de los TP, debemos definir su variante no patológica: se entiende, por "rasgo de personalidad" una tendencia a sentir, percibir, comportarse y pensar en un modo relativamente consistente a lo largo del tiempo y de las situaciones en las que ese rasgo se manifiesta. En el modelo propuesto se incluyen veinticinco facetas de rasgos que se consideran patológicos y que se organizan en cinco dominios generales (afectividad negativa, indiferencia, antagonismo, desinhibición, psicoticismo). Cabe poner de relieve que también se mencionan los polos opuestos sanos de dichos dominios, aunque no se aportan mayores especificaciones al respecto (APA, 2013). La afectividad negativa se caracteriza por frecuentes e intensas experiencias de una amplia gama de emociones negativas (tales como ansiedad, depresión, culpa/vergüenza, preocupación, ira) y por sus manifestaciones comportamentales (por ejemplo, autodaño) e interpersonales Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 91 (por ejemplo, dependencia). El polo opuesto de este dominio es la estabilidad emocional. La indiferencia implica la evitación de la experiencia socioemocional que va desde las interacciones diarias con amigos hasta las relaciones íntimas; también incluye la restricción en la experiencia y la expresión de afectos, particularmente en cuanto a una limitada capacidad hedónica. Su polaridad opuesta es la extraversión. El antagonismo involucra comportamientos que los individuos realizan para obtener ventajas por sobre otras personas. Los sujetos experimentan un exagerado sentido de importancia y una concomitante expectativa de trato especial, así como una insensible antipatía hacia los otros, incluyendo un desconocimiento por las necesidades y sentimientos ajenos, así como una preparación para utilizarlos al servicio de su propio beneficio. El polo opuesto es la afabilidad. La desinhibición se define como la orientación hacia la satisfacción inmediata, lo que lleva a un comportamiento impulsivo guiado por pensamientos sobre el presente, sentimientos y estimulación externa que no se tienen en cuenta para el aprendizaje del pasado o la consideración de futuras consecuencias. Su polo opuesto es la escrupulosidad. Finalmente, el psicoticismo se caracteriza por exhibir un amplio rango de comportamientos y cogniciones que resultan raras, excéntricas o inusuales con relación a la cultura del individuo. La lucidez es su extremo opuesto. Los cinco dominios que hemos mencionado se subdividen en veinticinco facetas específicas desarrolladas inicialmente a partir de una revisión de los modelos de rasgos existentes, y avaladas por investigaciones recientes que aportan evidencia sobre esta clasificación (Morey, Krueger y Skodol, 2013; Wright et al, 2012), así como sobre su relación con los rasgos sanos (Gore y Widiger, 2013). En la Tabla 9 presentamos un resumen de las facetas según dominio. 92 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) TABLA 9. Facetas por dominio según DSM-5. Dominios Afectividad negativa Indiferencia Antagonism o Desinhibició n Psicoticismo Polaridad opuesta Estabilidad emocional Extraversió n Afabilidad Escrupulosi dad Lucidez Facetas Inestabilidad emocional Ansiedad Inseguridad de separación Sumisión Perseveració n Tendencias depresivas Desconfianz a Afectividad restringida (o ausente) Hostilidad Apartamien to Evitación de intimidad Anhedonia Tendencias depresivas Desconfianz a Afectividad restringida Tendencias a manipular Falsedad Grandiosida d Búsqueda de atención Insensibilid ad Hostilidad Irresponsabi lidad Impulsividad Distractibi- lidad Toma de riesgos Perfeccionis mo rígido (o ausencia del mismo) Creencia y experiencias inusuales Excentricida d Desregulaci ón cognitiva y perceptual Las facetas se agrupan en dominios porque tienden a ocurrir juntas (APA, 2013). Como se pudo observar en la Tabla 9, algunos rasgos - tendencias depresivas, desconfianza, afectividad restringida, hostilidad- se presentan en más de un dominio, por lo cual se han resaltado. En la Tabla 10 exponemos un resumen de las características centrales de las facetas. TABLA 10. Facetas de los trastornos de personalidad según DSM-5. Faceta Características Tendencias depresivas Sentimientos de ser miserable y/o de desesperanza; dificultad para recuperarse de tales estados de ánimo; pesimismo sobre el futuro; vergüenza y/o culpa generalizadas; sentimientos de baja autoestima; pensamientos y comportamiento suicidas. Desconfianza Expectativas y sensibilidad a los signos interpersonales de malas intenciones o daño; dudas sobre la lealtad y la fidelidad de los demás; sentimientos de ser maltratado, utilizado y/o perseguido por otros. Afectividad restringida Poca reacción a situaciones de carga emocional; indiferencia y frialdad en situaciones normativamente participativas. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 93 Inestabilidad emocional Las emociones aparecen con facilidad y resultan intensas y/o fuera de proporción en relación con los eventos y circunstancias. Ansiedad Sentimientos de nerviosismo, tensión o pánico en reacción a diversas situaciones; miedo ante la in certidumbre; se espera que suceda lo peor. Inseguridad de separación Temor a la soledad debido al rechazo o separación de otros significativos, basado en una falta de confianza en la propia capacidad para cuidar de sí mismo, tanto física como emocionalmente. Sumisión Adaptación de la conducta a los intereses y deseos reales o percibidos de los demás, aunque hacerlo sea la antítesis de los intereses, necesidades o deseos propios. Hostilidad Sentimientos de ira frecuentes o persistentes; ira o irritabilidad en respuesta a los desaires e insultos menores; comportamiento desagradable o vengativo. Perseveración Persistencia en las tareas o en una forma particular de hacer las cosas mucho después de que el comportamiento ha dejado de ser funcional o efectivo. Apartamiento Preferencia por estar solo en lugar de con los otros; reticencia a situaciones sociales; falta de iniciativa para el contacto social. Evitación de i intimidad Evitación de relaciones cercanas o románticas, lazos interpersonales y relaciones sexuales íntimas. Anhedonia Déficit en la capacidad de sentir placer y tener interés en las cosas. Tendencias a manipular Uso de la seducción, encanto, labia o adulación para conseguir fines propios, manipulando y controlando a los demás. Falsedad Deshonestidad y fraudulencia; distorsión del sí-mismo; embellecimiento e invenciones al relatar los acontecimientos. Grandiosidad Creer que uno es superior a los demás y merece tratamiento especial; egocentrismo. Búsqueda de atención Desarrollar conductas para ser el foco de la atención y la admiración de los demás. Insensibilidad Falta de preocupación por los sentimientos o los problemas de los demás; falta de culpa o remordimiento por los efectos negativos o perjudiciales de las acciones de uno en los demás. 94 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Irresponsabilidad Incumplimiento de obligaciones y compromisos; incumplimiento de acuerdos y promesas; descuido de las propiedades de los demás. Impulsividad Acciones como respuesta inmediata a estímulos externos, sin un plan o consideración de resultados. Distractibilidad Dificultad para concentrarse; la atención es fácilmente desviada por estímulos externos; dificultad para mantener el comportamiento focalizando en metas, incluyendo la planificación y la realización de tareas. Toma de riesgos Participación en actividades peligrosas y potencialmente dañinaspara sí mismo, sin tener en cuenta las consecuencias; falta de preocupación por las limitaciones y la negación de la realidad del peligro personal; búsqueda desenfrenada de las metas sin importar el nivel de riesgo involucrado. Perfeccionismo rígido (o falta de) Insistencia rígida en que todo sea preciso y sin errores o fallas, incluyendo el rendimiento de uno mismo y de los demás; creencia de que solo hay una manera correcta de hacer las cosas; dificultad para cambiar ideas y/o puntos de vista; preocupación por los detalles, la organización y el orden. Creencias y experiencias inusuales Creencias sobre poseer habilidades inusuales, como lectura de mente, telequinesis, experiencias inusuales de realidad; incluye experiencias similares a alucinaciones. Excentricidad Comportamiento, apariencia y/o discurso raro, inusual o bizarro; pensamientos extraños o impredecibles. Desregulación cognitiva y perceptual Procesos de pensamiento y experiencias inusuales, incluyendo despersonalización, desrealización y experiencias disociativas; experiencias mixtas de estados de sueño y vigilia; experiencias de control de pensamiento. El diagnóstico específico de cada TP que puede derivar de este modelo incluye seis trastornos: antisocial, evitativo, limítrofe, narcisista, obsesivo- compulsivo y esquizotípico. Se excluyen los trastornos paranoide, esquizoide, histriónico y dependiente por considerarse que no son de amplia utilización, por su excesiva superposición con otros diagnósticos y falta de investigaciones al respecto (Skodol et al., 2011). Este enfoque también incluye el diagnóstico de TP de rasgos específicos, que puede realizarse cuando aquella entidad nosológica es evaluada como presente aunque no cumpla el criterio para ninguno de los seis TP ya Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 95 mencionados. Como ya se habrá inferido a partir de la tabla anterior, es notorio que si bien el modelo tiene influencia de los enfoques dimensionales, también mantiene algunas categorías diagnósticas. Es por ello que algunos autores enfatizan que se trata de un sistema híbrido, mixto -categorial y dimensional-, en lugar de uno exclusivamente dimensional (Anderson et al., 2013; Krueger, 2013). Esta combinación se ha decidido con el fin de guardar cierta continuidad con la práctica clínica vigente hasta el momento (Skodol, Morey, Bender y Oldham, 2013b). En la Tabla 11 resumimos la comparación de los TP incluidos en ambas secciones del DSM-5. TABLA 11. Trastornos de personalidad según secciones del DSM-5. TRASTORNOS SECCIÓN II SECCIÓN III Paranoide Presente Ausente Esquizoide Presente Ausente Esquizotípico Presente Presente Antisocial Presente Presente Limítrofe Presente Presente Histriónico Presente Ausente Narcisista Presente Presente Evitativo Presente Presente Dependiente Presente Ausente Obsesivo-compulsivo Presente Presente No especificado Presente Se realiza por rasgos Para efectuar los diagnósticos de cada uno de los seis TP, a continuación se proponen características para la disfunción de la personalidad - recordemos que se evalúa con una escala ordinal la identidad, la auto dirección, la empatía y la intimidad-, de las que deben exhibirse al menos dos con disfunción moderada a extrema para que se cumpla el criterio diagnóstico (criterio A). En el criterio B se proponen algunos dominios y algunas facetas que se presentan en cada trastorno. Al igual que en la sección II, se establece una cantidad de rasgos a observarse. A continuación reseñaremos las características centrales (criterios A 96 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) y B) de cada TP. Es importante destacar que en el DSM-5 no se establece una relación entre lo propuesto en las secciones II y III, aunque sus descripciones resulten similares. A pesar de esta falencia, trabajos previos a su publicación indican una vinculación entre los diagnósticos propuestos en ambas secciones (Hopwood, Thomas, Markon, Wright y Krueger, 2012). El trastorno antisocial se caracteriza por fallas para adecuarse a comportamientos legales y éticos, egocentrismo, falta de preocupación por los otros, acompañados por mentiras, irresponsabilidad, manipulaciones y toma de riesgos. Al igual que en la sección II, el individuo debe tener por lo menos 18 años. En la Tabla 12 se detallan los criterios A y B. TABLA 12. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno antisocial. Identidad Egocentrismo Autoestima derivada de lograr poder o placer Sí-mismo Autodirección Metas derivadas de gratificación personal Ausencia de estándares prosociales, asociado con fallas en lograr comportamientos legales o acordes a las normas éticas culturales A Empatía Falta de preocupación por los sentimientos, necesidades o sufrimiento de otros Falta de remordimiento tras dañar o maltratar a otros Interpersonal Intimidad Incapacidad para relaciones mutuamente íntimas, dado que la explotación es el medio principal para relacionarse con otros, incluyendo el engaño y la coerción Uso de dominación o intimidación para controlar a otros Cantidad 6 B Antagonismo Tendencias a manipular Mentiras - Insensibilidad Hostilidad Desinhibición Irresponsabilidad Impulsividad - Distractibilidad Toma de riesgos Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 97 En el trastorno límite, los individuos presentan inestabilidad en la autoimagen, las metas personales, las relaciones interpersonales y los afectos, acompañada por impulsividad, toma de riesgos y hostilidad. Los criterios centrales se exponen en la Tabla 13. TABLA 13. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno límite. A Sí-mismo Identidad Marcado empobrecimiento, pobre desarrollo o autoimagen inestable, con frecuencia asociada con excesiva autocrítica, sentimientos crónicos de vacío; estados disociativos bajo estrés Autodirección Inestabilidad en las metas, valores o planes profesionales Interpersonal Empatía Habilidad comprometida para reconocer sentimientos o necesidades de otros que se asocian con la hipersensibilidad interpersonal Percepciones de otros selectivamente sesgadas hacia atributos negativos o vulnerabilidades Intimidad Relaciones cercanas intensas, inestables y conflictivas, marcadas por desconfianza, necesidad y preocupación ansiosa con abandonos reales o imaginarios Las relaciones cercanas son frecuentemente vistas en extremos de idealización y devaluación, alternando entre un involu- cramiento excesivo y la indiferencia B Cantidad 4 Afectividad negativa Labilidad emocional Ansiedad Inseguridad de separación Perseveración Tendencias depresivas Antagonismo Hostilidad Deshinibición Impulsividad Toma de riesgos 98 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Los sujetos con diagnóstico de trastorno por evitación eluden situaciones sociales, manifestando una inhibición en las relaciones interpersonales, asociada a sentimientos de ineptitud e inadecuación, preocupación ansiosa con evaluaciones negativas y rechazo, miedo al ridículo o vergüenza. En la Tabla 14 pueden consultarse los criterios diagnósticos centrales. TABLA 14. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno evitativo. A Sí-mismo Identidad Baja autoestima asociada con autovaloración de ser inepto socialmente, persona poco atractiva o inferior Sentimientos excesivos de vergüenza Autodirección Estándares de comportamientos irrealistas asociados con una reticencia a buscar nietas, tomar riesgos personales, o comprometerse en actividades nuevas que involucren contacto interpersonal Interpersonal Empatía Preocupación y sensibilidad hacia las críticas o el rechazo, asociadas con interferencias distorsionadas de perspectivas negativas de otros Intimidad Reticencia a involucrarse con otros a menos que sea certeroque se les caerá bien; disminución de la reciprocidad en las relaciones íntimas debido al miedo de ser avergonzado o ridiculizado 15 Cantidad 3 Afectividad negativa Ansiedad Indiferencia Retraimiento Evitación de intimidad Anhedonia En el trastorno narcisista se experimenta una autoestima muy variable y vulnerable, que intenta regularse a través de la búsqueda de atención y aprobación, sumado ello a una grandiosidad pública o encubierta. En la Tabla 15 exponemos un resumen de los criterios centrales. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 99 TABLA 15. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno narcisista. Sí-mismo Identidad Excesiva referencia hacia otros para la regulación de la autodefinición y la autoestima Autovaloración exagerada o disminuida, o vacilación entre los extremos La regulación emocional refleja las fluctuaciones en la autoestima Autodirecció n Metas basadas en obtener la aprobación de otros Estándares personales irracionalmente altos para verse a sí mismo como excepcional, con frecuencia desconociendo motivaciones propias A Interpersonal Empatía Fallas en la habilidad para reconocer o identificar los sentimientos o necesidades de otros Excesiva sintonía con las reacciones de otros, pero solo si en ellas él es percibido como relevante Sobre o baja estimación de su efecto en otros Intimidad Relaciones mayormente superficiales y que existen para regular la autoestima propia Reciprocidad restringida por poco interés genuino en las experiencias de otros y el predominio de la necesidad de obtener beneficios personales Cantidad 2 B Antagonismo Grandiosidad Búsqueda de atención El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por dificultades para establecer y mantener relaciones cercanas, en asociación con un perfeccionismo rígido, inflexibilidad y expresión emocional restringida. Los restantes aspectos relevantes para su diagnóstico pueden consultarse en la Tabla 1(1. 100 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) TABLA 16. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno obsesivo-compulsivo. A Sí-mismo Identidad Sentido del sí-mismo deriva principalmente del trabajo o la productividad Experiencia y expresión de emociones fuertes restringida Autodirección Dificultad para completar tareas y realizar metas, asociada con normas internas de comportamiento rígidas e irrazonablemente altas e inflexibles. Exceso de meticulosidad y actitudes moralistas Interpersonal Empatía Dificultad para entender y apreciar las ideas, sentimientos o comportamientos Intimidad Relaciones vistas como algo secundario al trabajo y la productividad Rigidez y terquedad afecta negativamente las relaciones con los demás B Cantidad 3 Afectividad negativa Perseveración Indiferencia Evitación de intimidad Afectividad restringida Desinhibición Perfeccionismo rígido Finalmente, el trastorno esquizotípico se conceptualiza por medio de deficiencias en la capacidad para socializar y para establecer relaciones cercanas, incluyendo excentricidades en la cognición, la percepción y el comportamiento, vinculadas con una autoimagen distorsionada y metas personales incoherentes, así como suspicacia y expresión emocional restringida. Los aspectos diagnósticos centrales figuran en la Tabla 17. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 101 TABLA 17. Sección III. Criterios diagnósticos del trastorno esquizotípico. A Sí-mismo Identidad Límites confusos entre el yo y los demás Autoconcepto distorsionado Expresión emocional a menudo no congruente con el contexto o la experiencia interna Autodirección Metas irreales o incoherentes Ningún conjunto claro de normas internas Interpersonal Empatía Pronunciada dificultad para comprender el impacto de la propia conducta en los demás Malas interpretaciones de las motivaciones y comportamientos de los demás Intimidad Marcado deterioro en el desarrollo de relaciones estrechas, asociado con desconfianza y ansiedad B Cantidad 4 Afectividad negativa Desconfianza Indiferencia Retraimiento Afectividad restringida t Psicoticismo Experiencias y creencias inusuales Excentricidad Desregulación cognitiva y perceptual Para los casos en que los seis TP que hemos citado hasta aquí observen otros rasgos presentes que no se encuentren incluidos en los criterios diagnósticos, existe la posibilidad de añadir especificaciones adicionales. Por el contrario, si los rasgos resultan sustancialmente diferentes que los agrupados en los seis TP, se debe diagnosticar un TP de rasgos específicos. En esta ocasión, para arribar a un diagnóstico positivo debe aparecer una disfunción en al menos dos áreas -sí- mismo, autorregulación, empatía, intimidad-, a la vez que presentarse uno o más rasgos patológicos (APA, 2013). 102 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Tras el DSM-5 Del mismo modo que en cuanto a lo comentado sobre la clasificación categorial, el modelo mixto ha despertado interés y un tenso debate, comenzado por los propios autores del manual durante su elaboración (Skodol, Morey, Bendery Oldham, 2013a). Como el lector podrá imaginarse, la polémica se encuentra en pleno auge debido a la reciente publicación del DSM-5 (Skodol etal., 2013b). Podemos situar argumentos en contra, a favor y posiciones intermedias. Comenzando por los primeros, se critica que la redefinición de los TP en sectores del sí-mismo y los vínculos interpersonales resulte muy radical y carezca de una base empírica robusta. También se cuestiona la eliminación de los trastornos dependiente, histriónico, paranoide y esquizoide, decidida en virtud de la excesiva comorbilidad observada y de la falta de estudios relacionados. Los autores que avalan esta postura argumentan que esta remoción aumentará el número de diagnósticos no especificados y cuestionan que otros trastornos -como por ejemplo, los de ansiedad o por abusos de sustancia- también reportan una alta comorbilidad. A su vez, se enfatiza que la poca cantidad de bibliografía en relación con los trastornos excluidos de la sección III no constituye un motivo para descartarlos, sino por el contrario, para continuar investigando (Clark, 2013; Gunderson, 2013; Zimmerman, 2013). Además se discurre sobre si al conservar seis TP de la clasificación categorial en la nueva propuesta no se está retrocediendo respecto de los avances científicos que indican que la división categorial carece de sustento empírico (lacono, 2013). Por su parte, los autores defensores del modelo aportan evidencia empírica sobre la clasificación propuesta en la sección, así como sobre su utilidad clínica -aspectos que hemos intercalado en los apartados en los que detallamos el modelo de la sección III- (e.g., Anderson et al., 2013; Few et al, 2013; Wright et al, 2012). Finalmente, en algunos trabajos se mencionan posturas menos extremas, destacándose que los resultados favorables o adversos al modelo están ligados a las variabilidades muéstrales y a los instrumentos utilizados -por ejemplo, se detectan variaciones según se hayan empleado escalas de autorreporte o un informante externo, y según se hayan operacionalizado teorías sobre patología o sobre personalidad normal- (Bastiaansen et al., 2013; Hopwood et al., 2012). Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 103 En relación con este último punto es importante mencionar que varios instrumentos han sido valorados como de utilidad para examinar el modelo mixto (Anderson et al., 2013; Hopwood et al., 2013). Tal es el caso del Inventario de Personalidad para el DSM-5, en su forma de autorreporte (PID-5; Krueger, Derringer, Markon, Watson y Skodol, 2012) y en la diseñada para ser administrada a informantes externos (Markon, Quilty, Bagby y Krueger, 2013); el Inventario
Compartir