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Evaluacion de la personalidad normal - Cap 6

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6 
Instrumentos de evaluación de la personalidad 
normal y patológica 
Mercedes Fernández Liporace 
En el Capítulo 5 se desarrollaron diversas tipologías clasificatorias de 
los instrumentos de evaluación de la personalidad en un sentido muy 
general. Así, se describieron los principales criterios para categorizarlos, 
tales como el metodológico -que los divide en psicométricos, proyectivos y 
conductuales-, el referido a la base de diseño -que los distingue como 
instrumentos de clave empírica o de base racional-, el determinado por el 
tipo de análisis de datos empleado -que considera las herramientas basadas 
en el análisis factorial y en la contrastación de grupos, generalmente 
clínicos y no clínicos-, y el que establece una diferencia según los objetivos 
de la evaluación (describir la personalidad llamada "normal" o la 
personalidad patológica y, dentro de la segunda alternativa, ubicar los 
instrumentos de diagnóstico y los de cribado o screening psicopatológico). 
Una vez organizado este mapa conceptual previo, vayamos entonces a 
comentar brevemente algunas características de los inventarios disponibles 
al día de hoy en nuestro medio, proponiendo al lector que realice el intento 
de dirimir, según cada tipología antes nombrada, a qué categoría pertenece 
cada uno de aquellos. Esta ubicación precisa permitirá a nuestro lector -y 
potencial usuario de estos inventarios- elegir la herramienta más adecuada 
según el caso y según el contexto de trabajo. 
130 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
El inventario MIPS 
Para la evaluación de la personalidad normal en términos de estilos se 
destaca el Millón Inventory of Personality Styles (Millón, 1997) que 
operacionaliza el constructo mediante veinticuatro dimensiones que se 
agrupan en pares psicométricos complementarios, distribuidos en tres 
grandes áreas definidas como metas motiuacional.es, modos cognitivos y 
conductas interpersonales. Estos tres vectores permiten caracterizar la 
personalidad desde un punto de vista no psicopatológico según la manera 
en que cada una de tales dimensiones se muestra en cada individuo. La 
lectura interpretativa conjunta del modo en que estos tres vectores se 
expresan en un sujeto determinado dará como resultado una configuración 
de personalidad que podrá apreciarse de forma descriptiva, aludiendo 
siempre al funcionamiento normal, sin buscarse un diagnóstico 
psicopatológico. Se intenta evaluar el estilo personal, concepto que remite, 
justamente, a la manera peculiar y única en que cada individuo combina 
los tres vectores o dimensiones mayores antes nombradas, configurando 
sus rasgos personológicos que se expresarán en comportamientos 
habituales, y que tendrán una mayor o menor probabilidad de ocurrencia 
según lo acentuado de este rasgo y según la pertinencia situacional del 
comportamiento en cuestión. Se insiste especialmente en que el foco se 
ubica en la caracterización de los comportamientos más probables que 
definen el estilo, dejando de lado la valoración psicopatológica. Empleando 
vocablos sencillos, el MIPS es una herramienta que no resulta útil para los 
casos en los que el diagnóstico psicopatológico o la detección de riesgo sean 
un objetivo a cumplir. 
Pasemos ahora a caracterizar brevemente los tres vectores mayores 
operacionalizados en el inventario. Para una revisión de las nociones 
teóricas que lo sustentan se remite al lector al Capítulo 3. 
La dimensión mayor metas motivacionales describe la manera en la que 
cada persona persigue fines, objetivos o metas planteadas, arreglándoselas 
para eludir el displacer y la frustración (Millón, 1997). Se compone de tres 
pares de dimensiones menores o escalas (Apertura/ Preservación, 
Modificación/Acomodación e Individualismo/Protección, que 
operacionalizan, respectivamente, los constructos bipolares Placer/Dolor, 
Actividad/Pasividad y Uno mismo/Los Otros). 
La dimensión mayor modos cognitivos apunta a identificar cómo el sujeto 
interactúa con su entorno en cuanto a toma de decisiones, construcción de 
conocimientos y creencias, elaboración de juicios 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 131 
y conclusiones. Es decir, se centra en describir la forma en que cada uno 
procesa la información proveniente del medio circundante. Esta 
dimensión mayor consta de cuatro pares de escalas (Extraversión/ 
Introversión, Sensación/Intuición, Reflexión/Afectividad y Sistema- 
tización/Innovación, indicadores de los constructos bipolares 
Exterioridad/Interioridad, Tangibilidad/Intangibilidad, Intelecto/Afecto 
y Asimilación/Imaginación, respectivamente). 
Finalmente, la dimensión mayor conductas interpersonales examina 
cómo el individuo establece relación con otras personas, ya sea en términos 
simétricos o asimétricos (pares, pareja, figuras de autoridad, subalternos, 
etcétera). Los cinco pares de escalas que la integran son 
Retraimiento/Comunicatividad, Vacilación/Firmeza, Discrepancia/Con 
formismo, Sometimiento/Control e Insatisfacción/Concordancia, que 
representan los constructos bipolares Indiferencia/Gregarismo, Insegu- 
ridad/Confianza, Originalidad/Acatamiento, Sumisión/Dominación y 
Descontento/Afinidad. 
Pese a que no pretende evaluar patologías, sí busca una descripción 
exhaustiva del estilo predominante, por lo que podría considerárselo, en 
sentido amplio, un instrumento de diagnóstico. Incorpora escalas de 
validez (impresión positiva, impresión negativa y consistencia) en pos de 
contemplar posibles sesgos o peculiaridades en las respuestas. Trabaja con 
puntuaciones transformadas de prevalencia (PP, que varía entre 0 y 100), 
considerándose que el examinado presenta el rasgo evaluado a partir de 
un PP de 50, siendo este rasgo más acentuado cuanto más cerca de 100 se 
encuentre la puntuación. 
Se trata de una escala ampliamente usada en el ámbito laboral, ya que 
está diseñada para población adulta y hace foco en los prototipos de 
funcionamiento habitual. En este sentido, se infiere fácilmente que si se 
busca dirimir la presencia de psicopatología o de riesgo psico- patológico 
no nos encontramos en presencia de la herramienta indicada. Esta 
característica puede interpretarse como una desventaja. Sin embargo, si 
realizar una identificación de riesgo o un diagnóstico diferencial no es el 
fin perseguido, cabe destacar que las puntuaciones extremas en los polos 
de una bipolaridad dada son indicios de un rasgo estereotipado, que se 
expresa sin una correcta adecuación o pertinencia contextual (es decir, con 
independencia respecto del contexto). Cuando el rasgo exhibe esta rigidez 
o estereotipia, entonces el sujeto se halla más cerca del polo patológico en 
el continuo salud-enfermedad. Debe recordarse que el concepto de "estilo) 
según el enfoque de Millón, alude a la plasticidad conductual, es decir, a 
la 
132 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
capacidad de adaptación del comportamiento a la situación externa según 
la conjunción entre las metas motivacionales establecidas, el modo de 
interpretar y procesar la realidad y la manera de establecer relaciones 
interpersonales. En esta línea de razonamiento, si bien no es posible evaluar 
patología psíquica, sí resulta factible inferir o hipotetizar cierta estereotipia 
o rigidez en los rasgos, cuestión que ya no estaría expresando un estilo 
funcional o adaptativo sino un posible patrón de comportamiento 
desadaptativo. Es importante destacar aquí que todo comportamiento que 
implica falta de plasticidad en relación con la situación en la que tiene lugar 
se vuelve poco adecuado, disfuncional o no adaptativo. Por ejemplo, si una 
persona con fuerte tendencia a la extroversión no es capaz de adaptarse a la 
situación externa, se comportará siempre en forma extrovertida, aun 
cuando las circunstancias pauten un comportamiento introvertido, como 
por ejemplo en el cine o en una conferenciaa la que se asiste como público. 
Claramente, en estos casos un comportamiento extrovertido será 
inadecuado para ese contexto. Allí reside la mencionada estereotipia o falta 
de plasticidad que convierte el comportamiento en desadaptativo. De todos 
modos, dado que el fin no es la evaluación de psicopatologías, estas 
consideraciones deben tomarse en términos hipotéticos y no concluyentes, 
hasta tanto no se identifiquen los correlatos comportamentales que validen 
el indicador psicométrico que se discute. 
El MIPS, teniendo en cuenta lo anterior, posee amplia difusión en el 
ámbito laboral, puesto que es capaz de describir el estilo personal en 
términos de funcionamiento normal (no patológico), aunque según los 
propósitos de la evaluación resulta útil en cualquiera de los otros ámbitos 
de la evaluación psicológica donde represente una herramienta pertinente 
para los objetivos particulares de la pesquisa. Es competencia del evaluador 
idóneo decidir o no su inclusión en la batería según el caso. Posee las 
mismas desventajas que todos los inventarios de evaluación de la 
personalidad en cuanto al carácter directo de sus reactivos y, por ende, en 
cuanto a la posible distorsión -deliberada o no- de las respuestas, así como 
en relación con la dificultad que pueden presentar las personas con déficits 
comprensivos de lectura para lograr interpretar el sentido de los ítems. 
Entre sus ventajas figura su relativa brevedad -solo 180 ítems-, la presencia 
de escalas de validez y la adaptación realizada para población local (Castro 
Solano, Casullo y Pérez, 2004; Casullo y Castro Solano, 2000; Sánchez López 
y Casullo, 2000). Su formato de autoinforme permite su administración 
individual o colectiva. 
 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 133 
Descripción técnica 
Millón Inventory of Personality Styles -MIPS- (Millón, 1997). 
Evalúa: personalidad no patológica. 
Modelo: biología evolucionista (temperamentos), psicoanálisis freudiano, 
Psicología del Yo, Jung, y Modelo de Procesamiento de la Información 
basado en la evolución. 
Dimensiones mayores: 1) Metas motivacionales, 2) modos cognitivos y 3) 
conductas interpersonales. Se operacionalizan en 12 pares de escalas (24 en 
total). 
Dimensiones menores o escalas bipolares: 1) Apertura/Preservación, 
Modificación/Acomodación e Individualismo/Protección. 2) 
Extraversión/Introversión, Sensación/Intuición, Reflexión/Afectividad y 
Sistematización/Innovación. 3) Retraimiento/Comunicatividad, 
Vacilación/Firmeza, Discrepancia/Conformismo, Sometimiento/Control e 
Insatisfacción/Concordancia. 
Escalas de validez: impresión positiva, impresión negativa y consistencia. 
Respuesta: dicotómica (V-F). 
Puntuaciones transformadas: puntajes de prevalencia (PP). 
Población: adultos no-pacientes. 
Administración: individual o colectiva. 
Adaptación local y normas locales: sí (Casullo y Castro Solano, 2000). 
El Inventario NEO PI-R 
El NEO PI-R (Costa y McCrae, 1992), adaptado al español por Cordero, 
Ramos y Seisdedos (1999), se basa en el modelo de los cinco factores o Big 
Five de la personalidad detallados en el Capítulo 2 (neuroticismo, 
extroversión, apertura, afabilidad, responsabilidad). Cada factor se 
descompone en seis facetas, diseñadas para interpretar los resultados con 
mayor precisión. De este modo resultan treinta puntuaciones 
independientes a las que se agregan las cinco correspondientes a los 
grandes factores. Se añaden tres puntuaciones que corresponden a los 
criterios para juzgar la validez del protocolo individual, más el conteo de 
respuestas en blanco. 
La adaptación disponible, de 240 elementos con respuesta Likert de 
cinco posiciones, cuenta con análisis de calidad técnica y un baremo 
español obtenido a partir de doce mil casos. 
134 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Las facetas derivadas de las cinco dimensiones mayores son: ansiedad, 
hostilidad, depresión, ansiedad social, impulsividad y vulnerabilidad para 
neuroticismo; cordialidad, gregarismo, asertividad, actividad, búsqueda de 
emociones y emociones positivas para extraversión; fantasía, estética, 
sentimientos, acciones, ideas y valores para apertura; confianza, franqueza, 
altruismo, actitud conciliadora, modestia y sensibilidad hacia los demás 
para afabilidad, y finalmente, competencia, orden, sentido del deber, 
necesidad de logro, autodisciplina y deliberación para responsabilidad. 
Utiliza valores T a la hora de convertir las puntuaciones directas. 
Se trata de un instrumento de amplísima difusión en el mundo entero 
que en la Argentina había contado con pocos trabajos de adaptación y 
validación sistemáticos, aunque últimamente se ha retomado esta línea 
investigativa (Cupani, Pilatti, Urrizaga, Chincolla y Richaud de Minzi, 2014, 
en prensa). Su versión abreviada de 60 ítems -NEO- FFI-, que evalúa las 
cinco grandes dimensiones sin desglosarlas en puntuaciones menores, es 
decir, sin brindar información suplementaria, ha sido analizada 
recientemente por investigadores de nuestro medio (Cupani, Vaiman, Pont, 
Pizzichini y Zaretti, 2012). Si bien no se trata estrictamente del NEO-PI, 
Ledesma, Sánchez y Díaz Lázaro (2011) desarrollaron el Adjective Checklist 
to Personality Assessment, aplicable a población local, basado en el modelo 
de los cinco factores. Con anterioridad, Castro Solano (2002) y Castro Solano 
y Casulío (2001) habían adaptado una versión del Big Five Inventory (John, 
Donahue y Kentle, 1991), que operacionaliza este modelo mediante una 
menor cantidad de ítems para su empleo en nuestro contexto regional. 
Al igual que todos los autorreportes para evaluar la personalidad, posee 
las mismas ventajas y desventajas clásicamente consideradas. 
Dado que se trata de un inventario derivado de estudios empíricos que 
verificaron la misma estructura pentafactorial en una gran diversidad de 
culturas, los resultados que brinda se corresponden con descripciones no 
psicopatológicas, aunque la dimensión Neuroticismo puede dar una idea 
aproximada, a la luz de los ojos de un evaluador clínico entrenado, del 
grado de adaptación o desadaptación en el funcionamiento habitual del 
sujeto. Por este motivo puede ser aplicado a no-pacientes y a pacientes, con 
la salvedad de que su objetivo no persigue la consecución de un diagnóstico 
psicopatológico, sino de una exhaustiva descripción personológica. 
 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 135 
Descripción técnica 
NEO -PI-R (Costa y McCrae, 1992). 
Evalúa: dimensiones según los cinco grandes factores de la personalidad. 
Modelo: Modelo empírico de los Big Five (McCrae y Costa, 1985). 
Dimensiones mayores: 1) Neuroticismo. 2) Extraversión. 3) Apertura. 4) 
Afabilidad. 5) Responsabilidad. Se operacionalizan en seis facetas para 
cada dimensión. Dimensiones menores o facetas: 1) Ansiedad, 
hostilidad, depresión, ansiedad social, impulsividad, vulnerabilidad. 2) 
Cordialidad, gregarismo, asertividad, actividad, búsqueda de emociones, 
emociones positivas. 3) Fantasía, estética, sentimientos, acciones, ideas, 
valores. 4) Confianza, franqueza, altruismo, actitud conciliadora, modestia, 
sensibilidad hacia los demás. 5) Competencia, orden, sentido del deber, 
necesidad de logro, autodisciplina, deliberación. 
Escalas de validez: aquiescencia, negaciones, preguntas en blanco, 
deseabilidad social. 
Respuesta: Likert, cinco opciones. 
Puntuaciones transformadas: T. 
Población: adultos no-pacientes y pacientes (no brinda información 
psicopatológica directa). 
Administración: individual o colectiva. 
Adaptación local y normas locales: sí, línea de trabajo incipiente. 
Los MMPI 
En el grupo de las escalas de diagnóstico psicopatológico más 
difundidas en nuestro medio podernos citar el formado por los inventarios 
MMPI, sigla proveniente de Minnesota Multiphasic Personality Inventory, 
designación completa de estas herramientas. Este grupo basa sutradición 
en los conocidos MMPI (Hathaway y McKinley, 1942) y MMPI-2 (Butcher, 
Dahlstrom, Graham, Tellegen y Kaemmer, 1989). 
El MMPI original implicó un destacable esfuerzo de diseño y 
elaboración, según el planteamiento de objetivos referidos a la evaluación 
psicopatológica de la personalidad. Procediendo según criterios 
diagnósticos imperantes en la época, compatibles con la psiquiatría 
fenomenológica derivada de Kraepelin, se aplicaron también criterios 
empíricos para la confección de las escalas originales. A partir de aquí 
136 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
se generó una amplísima investigación con el inventario, dando lugar a su 
extensa difusión en los ámbitos de investigación y aplicación. Casi cuatro 
décadas después de una verdadera catarata de trabajos de campo se 
advirtió la necesidad de revisar la versión original, dando lugar al MMPI-2 
(Butcher et al., 1989), vigente hasta 2009. Esta segunda versión involucró 
una revisión en el contenido de los ítems, la actualización de normas 
estadísticas e indicadores psicométricos mediante una muestra nacional en 
los Estados Unidos de América, agregándose también escalas de validez, 
sustituyéndose escalas de contenido por otras más actualizadas y 
simplificándose la evaluación de los perfiles. En nuestro medio pueden 
contabilizarse varias investigaciones realizadas en torno a él, 
principalmente vinculadas a la adaptación lingüística, a la construcción de 
haremos y al planteo de objetivos aplicados (e.g. Casullo, 1999; Casullo etal, 
1996). 
El MMPI-2-RF (Ben-Porath y Tellegen, 2009) basa su tradición en sus 
antecesores MMPI y MMPI-2, de difundido uso en la Argentina pero 
actualmente ya superados por la versión RF y por otras escalas que cuentan 
con revisiones más actualizadas. El MMPI-2-RF, surgido como instancia 
superadora de las limitaciones del MMPI-2, consiste en un conjunto menor 
de elementos que las versiones precedentes, 338 en total, compuesto por 
escalas sustantivas estructuradas en tres niveles que implican visiones más 
globales o más particulares o específicas. Sus tres escalas de segundo orden 
circunscriben grandes áreas problemáticas (alteraciones emocionales o 
internalizadas, alteraciones del pensamiento y alteraciones del 
comportamiento o externalizadas), en tanto que las nueve escalas clínicas re-
estructuradas describen las esferas que suelen mostrarse más afectadas en 
las consultas de una gran mayoría de pacientes (desmoralización, quejas 
somáticas, escasez de emociones positivas, desconfianza, conducta 
antisocial, ideas persecutorias, emociones negativas disfuncionales, 
experiencias anormales y activación hipomaníaca). Por otro lado, las escalas 
de problemas específicos, que brindan información sumamente fina y 
desagregada del caso, se dividen en escalas somáticas/ cognitivas (malestar 
general, quejas gastrointestinales, quejas de dolor de cabeza, quejas 
neurológicas y quejas cognitivas), escalas de internalización (ideación 
suicida, indefensión/desesperanza, inseguridad, ineficacia, 
estrés/preocupaciones, ansiedad, propensión a la ira, miedos 
incapacitantes y miedos específicos), escalas de externalización (problemas 
de conducta juveniles, abuso de sustancias, agresión y activación) y escalas 
interpersonales (problemas familiares, 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 137 
pasividad interpersonal, evitación social, timidez y misantropía). Se 
agregan dos escalas de intereses (intereses estético-literarios e intereses 
mecánico-físicos) y cinco de personalidad psicopatológica o PSY-5 
(agresividad revisada, psicoticismo revisada, falta de control revisada, 
emocionalidad negativa/neuroticismo revisada e introversión/escasa 
emocionalidad positiva revisada). Estas cinco dimensiones 
psicopatológicas surgieron empíricamente de las investigaciones llevadas 
a cabo con las escalas del MMPI-2 (Harkness, McNulty y Ben-Porath, 1995). 
Finalmente, sus nueve escalas de validez pretenden constituir un punto 
fuerte en la herramienta, siendo capaces de detectar ausencia de respuesta 
al contenido, exageración y minimizacion (interrogantes, inconsistencia de 
las respuestas variables, inconsistencia de las respuestas "verdadero” 
infrecuencia, psicopatología infrecuente, quejas somáticas infrecuentes, 
validez de los síntomas, virtudes inusuales y validez al ajuste). 
Si bien sus virtudes son reconocidas y los estudios sobre su calidad 
psicométrica son cuantiosos y progresivamente crecientes, no se dispone 
aún de una versión adaptada a la Argentina. Utiliza puntuaciones T y 
prevé una respuesta dicotómica. 
Por tratarse de un autorreporte comparte las flaquezas y puntos fuertes 
de todos los inventarios, pudiendo aplicarse colectiva o individualmente. 
Como bien puede advertirse, las denominaciones de sus escalas no 
poseen unas etiquetas con connotaciones tan francamente 
psicopatológicas, tal como era el caso del MMPI y del MMPI-2. No 
obstante, es importante observar que sus identificaciones están pensadas 
para servir en situaciones de diagnóstico psicopatológico, así como 
también para casos en los que la evaluación intenta describir 
funcionamientos habituales más o menos adaptativos o disfuncionales en 
no-pacientes, aunque su propósito fundamental haya sido, desde los 
orígenes de la familia MMPI, la evaluación de sintomatología 
psicopatológica característica de los cuadros más típicos en la población de 
consultantes. El objetivo ha sido la obtención de escalas independientes 
que no reiteraran la información brindada por el resto de ellas. 
138 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Descripción técnica 
MMPI-2-RF (Ben-Porath y Tellegen, 2009). 
Evalúa: dimensiones independientes de la personalidad y psicopatología 
adulta. Modelo: empírico. Modelo PSY-5 (Harkness y McNulty, 1994) para 
las escalas de personalidad psicopatológica (Harkness, McNulty y Ben-
Porath, 1995). 
Grupos principales de escalas: 1) Escalas clínicas reestructuradas. 2) 
Escalas de problemas específicos. 3) Escalas de intereses. 4) Escalas de 
personalidad psicopatológica. 5) Escalas de segundo orden. 
Escalas de cada grupo: 1) Desmoralización, quejas somáticas, escasez de 
emociones positivas, desconfianza, conducta antisocial, ideas persecutorias, 
emociones negativas disfuncionales, experiencias anormales y activación 
hipomaníaca. 2) Escalas somáticas/cognitivas (malestar general, quejas 
gastrointestinales, quejas de dolor de cabeza, quejas neurológicas y quejas 
cognitivas), escalas de internalización (ideación suicida, 
indefensión/desesperanza, inseguridad, ineficacia, estrés/ preocupaciones, 
ansiedad, propensión a la ira, miedos incapacitantes y miedos específicos), 
escalas de externalización (problemas de conducta juveniles, abuso de 
sustancias, agresión y activación) y escalas interpersonales (problemas 
familiares, pasividad interpersonal, evitación social, timidez y misantropía). 
3) Intereses estético-literarios e intereses mecánico-físicos. 4) Agresividad 
revisada, psicoticismo revisada, falta de control revisada, emocionalidad 
negativa/neuroticismo revisada e introversión/escasa emocionalidad 
positiva revisada. 5) Alteraciones emocionales o internalizadas, alteraciones 
del pensamiento y alteraciones del comportamiento o externalizadas. 
Escalas de validez: interrogantes, inconsistencia de las respuestas variables, 
inconsistencia de las respuestas "verdadero" infrecuencia, psicopatología 
infrecuente, quejas somáticas infrecuentes, validez de los síntomas, virtudes 
inusuales y validez al ajuste. 
Respuesta: dicotómica (V-F). 
Puntuaciones transformadas: T. 
Población: adultos no-pacientes y pacientes (brinda información 
psicopatológica e información sobre funcionamiento adaptativo o no 
adaptativo habitual). Administración: individual o colectiva. 
Adaptación local: no. 
El PAI 
El Personality Assessment Inventory-PAI- (Morey, 1991 y 2007), de 
reciente publicación en nuestro medio, ha sido adaptado al español por 
Ortiz-Tallo, Santamaría, Cardenal y Sánchez (2011). Persigue 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 139 
objetivos diagnósticos, relevando distintas dimensiones de la personalidad, 
focalizando en la identificación de sintomatología psicopatológica en 
adultos, definidos como individuos mayores de 18 años. Resulta, de este 
modo, una herramienta útil para el diagnóstico clínico y el diseño de 
tratamientos. Este inventario dispone de tres versiones: una, completa, de 
344 ítems, otra abreviada de 165 reactivos en la versión en español, 
seleccionados en virtud de su especialmente adecuada calidad psicométrica, 
y una más, de screening. Esta última, denominada PAS -Screening de 
Problemas Clínicos- se compone de 22 elementos que despistan 
psicopatología en un cribado breve. Como todos los instrumentos de 
despistaje, es apto para administraciones rápidas, colectivas, atendiendo a 
la detección de sintomatología en grandes poblaciones. 
El empleo de la versión completa permite analizar todas las escalas, 
subescalas, índices, funciones e ítems críticos con que cuenta el inventario. 
La abreviada, en cambio, solo interpreta las veintidós escalas principales 
(cuatro de validez, once clínicas, cinco vinculadas con el tratamiento y dos 
de relación interpersonal). Estas últimas escalas son solo una parte de la 
totalidad de las que forman el PAI en su versión completa. Esta forma 
abreviada se compone de los 165 reactivos iniciales del PAI completo. 
El PAI ha sido recientemente adaptado al habla española y rioplatense, 
contando con sendos haremos de mil casos adultos de población general, 
uno español y otro argentino, de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores. 
Los análisis de calidad psicométrica puestos en práctica han mostrado 
buenas propiedades técnicas, por lo que su empleo en el ámbito aplicado 
parece apropiado. 
Se compone de cuatro escalas de validez (inconsistencia, infrecuencia, 
impresión negativa e impresión positiva) once clínicas (quejas somáticas, 
ansiedad, trastornos relacionados con la ansiedad, depresión, manía, 
paranoia, esquizofrenia, rasgos límites, rasgos antisociales, problemas con 
el alcohol y problemas con las drogas), cinco de consideraciones para el 
tratamiento (agresión, ideaciones suicidas, estrés, falta de apoyo social y 
rechazo al tratamiento), dos de relaciones interpersonales (dominancia y 
afabilidad) e índices complementarios. A la vez, las escalas clínicas se 
completan con subescalas que amplían las interpretaciones en los casos en 
los que se encuentra uno o más trastornos presentes. De este modo, quejas 
somáticas agrega las subescalas conversión, somatización e hipocondría. La 
escala ansiedad se amplía con las subescalas ansiedad cognitiva, ansiedad 
emocional y ansiedad 
140 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castra Solano (comps.) 
fisiológica. La escala de trastornos relacionados con la ansiedad se completa 
con las subescalas obsesivo-compulsivo, fobias y estrés postraumático. 
Depresión amplifica sus interpretaciones mediante depresión cognitiva, 
depresión emocional y depresión fisiológica. Manía lo hace por medio de 
nivel de actividad, grandiosidad e irritabilidad. Paranoia se descompone en 
hipervigilancia, persecución y resentimiento. Esquizofrenia se divide en 
experiencias psicóticas, indiferencia social y alteración del pensamiento. 
Rasgos límites se amplía mediante las subescalas inestabilidad emocional, 
alteración de la identidad, relaciones interpersonales problemáticas y 
autoagresiones. Rasgos antisociales apela a las subescalas conductas 
antisociales, egocentrismo y búsqueda de sensaciones. Finalmente, las 
escalas problemas con el alcohol y problemas con las drogas no se 
complementan con subescalas adicionales. 
Por su parte, la escala de agresión, ubicada en el grupo de escalas 
relacionadas con el tratamiento, se amplifica con actitud agresiva, 
agresiones verbales y agresiones físicas. El resto de las escalas de 
tratamiento no cuenta con subescalas, así como tampoco las de relaciones 
interpersonales. 
Dentro de los índices complementarios, podemos ubicar los índices de 
validez, inconsistencia al final del cuestionario, índice de simulación y 
función discriminante de Rogers -que se vuelven importantes a la hora de 
valorar la exageración o simulación de síntomas, intentando diferenciarla 
de los perfiles respondidos de manera sincera-, índice de defensividad y 
función discriminante de Cashel, que evalúan la defensividad en la 
respuesta. En el grupo de los índices clínicos se ubican el índice potencial 
de suicidio, el índice potencial de violencia y el índice de dificultades en el 
tratamiento. Finalmente, en el grupo de los índices de drogodependencia 
encontramos el índice estimado de problemas con el alcohol y el índice 
estimado de problemas con las drogas. Ellos resultan de la combinación de 
las puntuaciones obtenidas en otras escalas del PAI. 
La descripción exhaustiva brindada por sus escalas permite establecer 
un diagnóstico, junto con intervenciones terapéuticas informadas y 
adaptadas a cada caso particular. Su empleo se extiende al contexto clínico, 
forense y laboral (cuando el objetivo de la evaluación se centra en dirimir 
presencia o ausencia y/o grado y tipo de psicopatología). Eventualmente 
su empleo puede extenderse hacia el contexto educativo, siempre que se 
requiera la descripción psicopatológica de una problemática dada. 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 141 
Los ítems y escalas se diseñaron siguiendo un criterio mixto, racional y 
empírico. Esto significa, por un lado, que la elección de los síndromes 
clínicos que se evaluarían se realizó teniendo en cuenta su importancia 
relativa en diversas nosologías desarrolladas a lo largo de la historia. El 
criterio empírico, por otro lado, corresponde al uso de una metodología de 
encuestas dirigidas a profesionales de la salud mental, de cara a la 
valoración de la importancia de cada síndrome en el quehacer cotidiano con 
relación al diagnóstico. Tales procedimientos permitieron desarrollar 
escalas útiles para lograr diagnósticos compatibles con los lineamientos 
previstos por el DSM-IV-TR (American Psychiatric Association, 2000), 
vigentes a la fecha de publicación original del PAI y de su traducción al 
español. Actualmente se trabaja en la compatibilidad con el DSM-5. 
El banco inicial constaba de 2.200 reactivos, de los que se seleccionaron 
los 344 con mejor calidad psicométrica tras procedimientos de juicio experto, 
exploración de sesgo según sexo, raza, religión o etnia y análisis de 
correlaciones ítem/escala, así como análisis de correlaciones entre escalas, 
entre otros. También se realizaron estudios de fiabilidad en términos de 
consistencia interna y de estabilidad temporal de las puntuaciones. 
En relación con las evidencias de validez se desarrollaron estudios con 
grupos-criterio (pacientes con diagnósticos afines según grupo, así como con 
individuos instruidos para causar, alternativamente, impresiones negativas 
y positivas). También se examinaron evidencias de validez convergente y 
divergente con puntuaciones derivadas de los MMP1-2 y MMPI-2-RF, del 
MCMI-III (Millón, 2012), NEO-PI (Costa y McCrae, 1992), entre otras escalas. 
Entre las ventajas que este inventario posee sobre otros puede 
comentarse, por ejemplo, que a diferencia de otros instrumentos de su tipo, 
cada elemento puntúa en una única escala, correspondencia que redunda en 
buenas evidencias de validez discriminante. También debe tenerse en 
cuenta que las escalas clínicas cuentan con subescalas, creadas con el fin de 
describir exhaustivamente distintos aspectos de cada cuadro nosológico, 
poniéndose entonces el acento en las evidencias de validez con relación al 
contenido. Por ejemplo, la escala dedepresión se descompone en las 
subescalas depresión cognitiva, depresión emocional y depresión 
fisiológica. En esto se diferencia de instrumentos tales como el BDI-II (Beck, 
Steer y Brown, 2005), que indaga prioritariamente cuestiones cognitivas, y 
del MMPI, que interroga específicamente vicisitudes emocionales en 
cuadros depresivos. 
142 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
La respuesta Likert de cuatro puntos capta una mayor variabilidad en 
cuanto a la intensidad o gravedad de la sintomatología [Falso, Ligeramente 
verdadero, Bastante verdadero, Completamente verdadero), a diferencia de los 
clásicos inventarios que solo brindan opciones dicotómicas para la 
respuesta. Además, el hecho de usar cuatro opciones en lugar de las cinco 
más tradicionales en la Likert, obliga al examinado a decidirse hacia algún 
punto de los polos, o próximo a uno de ellos, eliminándose la respuesta 
neutra. 
Se encuentra disponible una versión para adolescentes que también 
está adaptada desde el punto de vista lingüístico para ser utilizada en 
España y en la Argentina, y cuenta con normas estadísticas para su 
evaluación en ambas poblaciones (cada baremo recoge los valores 
correspondientes a mil sujetos adolescentes de ambos países). Sus 
indicadores psicométricos, calculados sobre esta muestra de adolescentes 
argentinos, autorizan a emplearlo como recurso evaluativo en nuestra 
población local de jóvenes. Se trata del PALA, siglas que corresponden al 
Personality Assessment Inventory -Adolescents (Morey, 2007), adaptado al 
español por Cardenal, Ortiz-Tallo y Santamaría (2012). Se emplea en sujetos 
de 12 a 18 años. 
El inventario para adolescentes se creó como complemento de la 
versión para adultos, como, respuesta al interés de los profesionales para 
emplear la escala en tal población. Así, los esfuerzos se orientaron a la 
creación de un nuevo instrumento dirigido con exclusividad a ese grupo 
de edad, respetando en lo posible la estructura e ítems de la versión adulta. 
Se compone de 264 ítems que permiten obtener puntuaciones en 
veintidós escalas: cuatro escalas de validez, once escalas clínicas, cinco 
escalas de consideraciones para el tratamiento y dos escalas de relaciones 
interpersonales. Diez de estas escalas incluyen subescalas específicas, 
conceptualmente derivadas para ampliar la línea interpretativa, 
asegurando cubrir todo el espectro de las principales nosologías clínicas 
mayores. 
En el ámbito local se ha abierto una línea investigativa para analizar las 
propiedades psicométricas de las versiones adulta y adolescente. 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 143 
Descripción técnica 
PAI y PAI-A (Morey, 1991 y 2007). 
Evalúa: dimensiones de la personalidad y psicopatología adulta -PAI- y 
adolescente -PAI-A. 
Modelo: empírico y DSM-IV-TR (American Psychiatric Association, 2000). 
Grupos principales de escalas: 1) Once clínicas (quejas somáticas, ansiedad, 
trastornos relacionados con la ansiedad, depresión, manía, paranoia, 
esquizofrenia, rasgos límites, rasgos antisociales, problemas con el alcohol y 
problemas con las drogas). 2) Cinco de consideraciones para el tratamiento 
(agresión, ideaciones suicidas, estrés, falta de apoyo social y rechazo al 
tratamiento). 3) Dos de relaciones interpersonales (dominancia y afabilidad). 
4) índices complementarios (de validez, clínicos, de drogodependencia). 
Subescalas de cada grupo: 1) Clínicas: quejas somáticas (subescalas 
conversión, somatización e hipocondría), ansiedad (subescalas ansiedad 
cognitiva, ansiedad emocional y ansiedad fisiológica), trastornos 
relacionados con la ansiedad (subescalas obsesivo-compulsivo, fobias y 
estrés postraumático). Depresión (subescalas depresión cognitiva, depresión 
emocional y depresión fisiológica), manía (subescalas nivel ele actividad, 
grandiosidad e irritabilidad), paranoia (subescalas hiper-vigilancia, 
persecución y resentimiento), esquizofrenia (subescalas experiencias 
psicóticas, indiferencia social y alteración del pensamiento), rasgos límites 
(subescalas inestabilidad emocional, alteración de la identidad, relaciones 
interpersonales problemáticas y autoagresiones), rasgos antisociales 
(subescalas conductas antisociales, egocentrismo y búsqueda de 
sensaciones), problemas con el alcohol y problemas con las drogas (sin 
subescalas). 2) Consideraciones para el tratamiento: agresión^ (actitud 
agresiva, agresiones verbales y agresiones físicas), ideaciones suicidas, 
estrés, falta de apoyo social y rechazo al tratamiento. 3) Relaciones 
interpersonales: dominancia y afabilidad. 4) índices complementarios: 
índices de validez (inconsistencia al final del cuestionario, índice de 
simulación y función discriminante de Rogers, índice de defensividad y 
función discriminante de Cashel); índices clínicos (índice potencia] de 
suicidio, índice potencial de violencia e índice dificultades en el tratamiento); 
índices de drogodependencia (índice estimado de problemas con el alcohol 
e índice estimado de problemas con las drogas). 
Escalas de validez: inconsistencia, infrecuencia, impresión negativa e 
impresión positiva. 
Respuesta: Likert cuatro posiciones (Falso, Ligeramente verdadero, Bastante 
verdadero, Completamente verdadero). 
Puntuaciones transformadas: T. 
Población: adultos y adolescentes, según la versión (brinda información 
psicopatológica e información sobre funcionamiento adaptativo o no 
adaptativo habitual). Administración: individual o colectiva. 
Adaptación local y normas: sí. 
144 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
El SCL-R-90 
Por el lado del screening, el Sympytom Check List-Revisado-90 -SCL- R-90- 
(Derogatis, 1977, 1983 y 1994) se conoce como una alternativa tradicional. 
Posee noventa ítems con escala Likert de cuatro posiciones, nueve escalas 
clínicas, ítems adicionales e índices globales. 
Trabaja con puntuaciones T, evaluando patrones de síntomas presentes 
en sujetos de 13 a 65 años. De la misma manera que en el caso de los otros 
inventarios, posee restricciones en relación con la comprensión lectora de 
los examinados, para los que se requiere un mínimo de escolaridad 
primaria completa. Debe recordarse también que la variable evaluada es 
altamente inestable, dado que la consigna interroga por los malestares 
percibidos en los últimos siete días. En este sentido, es imprescindible tener 
presente que las puntuaciones elevadas solo expresan la presencia de una 
sintomatología experimentada durante la semana en la que se ha aplicado 
el instrumento, y esto no necesariamente refleja un trastorno estable y 
configurado, debiendo corroborarse ello en evaluaciones diagnósticas 
ulteriores. La presencia de sintomatología aislada por períodos agudos no 
necesariamente implica la estructuración de un trastorno clínico con 
significación en términos de impacto o invalidación en alguna esfera de la 
vida cotidiana del individuo. Cualquiera de nosotros puede experimentar 
síntomas aislados por situaciones de estrés o simplemente de modo 
episódico y sin significación en cuanto a su frecuencia de aparición y/o a 
su gravedad o importancia. Ello significa que las puntuaciones de riesgo 
detectadas en este inventario -al igual que en cualquier otra situación de 
screening- deben ser tomadas con cautela y ulteriormente evaluadas a la luz 
del resto de los elementos aportados por una batería diagnóstica para 
arribar a un resultado definitivo. 
Las escalas del SCL son somatizaciones, obsesiones y compulsiones, 
sensitividad interpersonal, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad 
fóbica, ideación paranoide y psicoticismo. 
Añade varios índices globales de malestar psicológico, que intentan 
expresar la gravedad de los síntomas, su cantidad o variedad, así como el 
monto de malestar subjetivamente percibido (índice global de severidad, 
total de síntomas positivos e índice positivo de malestar). Los ítemsadicionales (poco apetito, problemas para dormir, pensamientos acerca de 
la muerte o el morirse, comer en exceso, despertarse muy temprano, sueño 
tranquilo y sentimiento de culpa) 
 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 145 
localizan síntomas de aparición frecuente, comunes a varios cuadros clínicos 
y no patognomónicos de ninguno de ellos, pero importantes a la hora de la 
evaluación. 
Este inventario cuenta con una adaptación lingüística para población 
local, así como con haremos que ya presentan algunos años de antigüedad 
(Castillo y Castro Solano, 1999). La adaptación española fue realizada por 
De Rivera y Abuín (2002). 
Descripción técnica 
SCL-90-R (Derogatis, 1977,1983 y 1994). 
Evalúa: sintomatología psicopatológica adolescente y adulta (una versión 
única para ambas edades). 
Modelo: empírico. 
Escalas: 1) Clínicas: somatizaciones, obsesiones y compulsiones, 
sensitividad interpersonal, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad fóbica, 
ideación paranoide, psicoticismo. 2) índices globales de malestar psicológico: 
índice global de severidad, total de síntomas positivos e índice positivo de 
malestar. 3) ítems adicionales: poco apetito, problemas para dormir, 
pensamientos acerca de la muerte o el morirse, comer en exceso, despertarse 
muy temprano, sueño tranquilo y sentimiento de culpa; se tratan de síntomas 
comunes a varios cuadros clínicos, no patognomónicos de ninguno pero 
importantes a la hora de su evaluación. 
Escalas de validez: no posee, por ser de screening. 
Respuesta: Likert cuatro posiciones (Falso, Ligeramente verdadero, 
Bastante verdadero, Completamente verdadero). 
Puntuaciones transformadas: T. 
Población: adultos y adolescentes (brinda información psicopatológica e 
información sobre funcionamiento adaptativo o no adaptativo habitual). 
Administración: individual o colectiva. 
Adaptación local: sí. Baremos locales. 
El LSB-50 
Más actualmente, el LSB-50 (De Rivera y Abuín, 2012) aporta brevedad, 
simplicidad y actualización con solo cincuenta reactivos y una 
interpretación sumamente sencilla. Su uso puede extenderse a adultos y 
adolescentes. Su aplicación toma entre cinco y diez minutos e identifica 
síntomas psicológicos y psicosomáticos con propósitos de cribado de riesgo. 
Las normas estadísticas locales y estudios de calidad 
146 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
psicométrica han sido recientemente llevados a cabo. Distingue síntomas 
de primer rango, que resultan más discriminativos desde el punto de vista 
crítico, generando un índice de riesgo psicopatológico y tres índices 
generales. Cuenta con nueve escalas clínicas, subescalas y, a pesar de 
apuntar al rastrillaje de riesgo, añade dos escalas de validez -minimización 
y magnificación- que aportan una primera impresión sobre el estilo de 
respuesta del examinado. La escala de respuesta prevé una Likert en 
términos de intensidad y frecuencia (Nada, Poco, Moderadamente, Bastante, 
Mucho), remitiendo al examinado a las últimas semanas, incluyendo el día 
de la evaluación, por lo que la variable debe interpretarse en el mismo 
sentido inestable en el que ha sido operacionalizado en la consigna. Utiliza 
puntuaciones T. 
Las escalas de validez intentan identificar sesgos de respuestas, 
incluyéndose las de minimización y magnificación de sintomatología. Los 
índices generales aportan una evaluación global del nivel de padecimiento 
experimentado; el índice global de severidad describe el grado de 
afectación global psicopatológica como medida general de la intensidad del 
sufrimiento psíquico y psicosomático informado. El número de síntomas 
presentes valora la cantidad de síntomas con independencia de su 
intensidad. El índice de intensidad de síntomas presentes gradúa la 
severidad sintomatológica, independientemente de su cantidad. 
Se consideran escalas y subescalas clínicas: psicorreactividad (con las 
subescalas hipersensibilidad y obsesión-compulsión), ansiedad, hostilidad, 
somatización, depresión, alteraciones del sueño y alteraciones del sueño-
ampliada, que añaden la valoración del contraste entre las puntuaciones de 
alteraciones del sueño y alteraciones del sueño-ampliada como 
aproximación a la distinción entre alteraciones del sueño primarias o 
médicas y las secundarias o inherentes a estados ansiosos-depresivos. 
Se agrega, finalmente, un índice de riesgo psicopatológico, que resulta 
predictivo para la inclusión del evaluado en una población afectada con 
psicopatología. 
 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 147 
Descripción técnica 
LSB-50- Listado de Síntomas Breve-50- (De Rivera y Abuín, 2012). 
Evalúa: sintomatología psicopatológica adolescente y adulta (una versión 
única para ambas edades). 
Modelo: empírico. 
Escalas: 1) Clínicas: psicorreactividad (con las subescalas 
hipersensibilidad y obsesión-compulsión), ansiedad, hostilidad, 
somatización, depresión, alteraciones del sueño y alteraciones del sueño-
ampliada). 2) índices generales: índice global de severidad, número de 
síntomas presentes, índice de intensidad de síntomas presentes. 3) índice 
de riesgo psicopatológico. 
Escalas de validez: 1) Minimización. 2) Magnificación. Que una escala de 
screening las incluya es una gran ventaja. 
Respuesta: Likert cuatro posiciones (Nada, Poco, Moderadamente, 
Bastante, Mucho). Puntuaciones transformadas: T. 
Población: adultos y adolescentes. 
Administración: individual o colectiva. 
Adaptación local: sí. Baremos locales. 
Comentarios prácticos 
Como ya se adelantara, es preciso tener presentes las limitaciones de los 
inventarios en modo autoinforme, que son sensibles a las distorsiones -
deliberadas o no- que el propio sujeto es capaz de introducir, debido al 
carácter directo de los enunciados. Esta flaqueza es ineludible pero resulta 
paliada si se presta atención a la interpretación de las escalas de validez, al 
resto del material generado en la consulta -entrevista, técnicas proyectivas 
e informes de allegados al evaluado-, sin perder de vista el motivo de 
consulta y el ámbito de aplicación específico en que se desarrolla el proceso 
evaluativo), que constriñe y orienta las interpretaciones de manera especial. 
Por ejemplo, es habitual que en el marco de una selección laboral el 
examinado minimice su sintomatología o cualquier característica que 
suponga que puede interferir con las expectativas relacionadas con el perfil 
del puesto. En un contexto de evaluación clínica en el que el propio sujeto 
ha solicitado esta instancia, se espera que su nivel de sinceridad sea elevado 
ya que ha sido él mismo quien ha pedido ayuda. En el ámbito forense 
dependerá de qué se debata en ámbitos judiciales: se supone que personas 
que apuntan a demostrar su inimputabilidad en hechos delictivos elevarán 
sus puntuaciones en magnificación de síntomas, acercándose a la 
simulación, en tanto que 
148 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
en un fuero civil o familiar donde se evalúe la idoneidad de un/os/as 
potencial/es progenitor/es/as para hacerse cargo de un menor, entonces la 
sintomatología quedará también reducida a su mínima expresión. 
Comentarios similares aplican para las inconsistencias en las respuestas, 
que pueden atribuirse a diferentes causas, como son la inatención debida a 
desinterés, al uso de sustancias, a enlentecimiento o aceleración 
psicomotriz, falta de comprensión lectora, al desconocimiento de modismos 
del lenguaje local, fatiga, aburrimiento, entre otras. En los casos extremos 
en los que se detecte un número considerable de inconsistencias, podrá 
llegarse a la decisión de invalidar el protocolo considerado. 
Un capítulo aparte merece la composición de la batería, que se decidirá 
a la luz de los puntos anteriores, además de contemplar las características 
sociodemográficas, vitales, físicas y médicas del sujeto por una parte, así 
como del motivo de la evaluacióny el ámbito de la Psicología en el que se 
trabaje por la otra. 
Otra mención especial alude a la entrevista diagnóstica, que debe ser la 
introducción y guía rectora durante todo el proceso de evaluación. 
Desarrollar en profundidad el tópico vinculado con las entrevistas resulta, 
en sí mismo, un desafío complejo que excede los objetivos de este texto, para 
lo que se recomienda consultar Albajari (1996), sin olvidar jamás lo valioso 
e ineludible de su aporte como primera presentación de la problemática y 
como guía para comprender qué debe pesquisarse específicamente en el 
caso que nos ocupa. 
Y a la vez debe llamarse la atención del evaluador hacia las técnicas 
proyectivas, que se integrarán en el marco general de la evaluación, junto 
con el resto de las fuentes de información. Para ello se remite, por ejemplo, 
a la bibliografía clásica antes citada (Abt y Bellak, 1967; Bell, 1948; Hammer, 
1957), sin perjuicio de ampliar estas lecturas con textos de aparición más 
reciente, ya circunscritos a la temática relevada por cada instrumento 
proyectivo en particular. También se estimula la consulta de obras que 
abordan el tópico referido a la integración de todas las fuentes de 
información en la gestalt que resume los resultados, material escrito que 
conocemos como informe, tema que también merece una cuidadosa y 
minuciosa consideración (Fornsi Santacana, 1993; Sattler, 2001). La factura 
de un buen informe, al igual que la de buenas entrevistas y de buenas 
integraciones interpretativas de todos los datos recabados en el proceso de 
evaluación psicológica, son destrezas que el profesional psicólogo irá 
entrenando muy gradualmente en la práctica, a medida que su quehacer 
transcurre y con el constante sustento de una 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 149 
abundante, profunda y crítica lectura, junto con el auxilio de una adecuada 
supervisión por parte de profesionales más expertos. 
Idénticas reflexiones pueden hacerse en cuanto a la entrevista de 
devolución, aunque ya desde un punto de vista interactivo y no escrito 
(como implica el informe). El profesional novel deberá aprender y atender 
cuidadosamente en esta instancia del proceso de evaluación, los derechos 
del evaluado y su familia, las previsiones éticas de rigor, la necesidad de 
escuchar y mirar las reacciones de los receptores de esta información, de 
manera tal que puedan comprender y aprehender los resultados en forma 
sencilla, no ansiógena y no iatrogénica. Prestar atención al feedback 
permanente, tanto verbal como gestual y actitudinal, de los consultantes 
permitirá un mejor desempeño en esta instancia, que resulta tanto o más 
difícil que la confección de un buen informe. Razonando en la misma 
dirección antes indicada, la devolución debe estar al servicio de brindar 
herramientas informativas, psicoeducativas y alternativas de intervención 
para la resolución de las preguntas o de la problemática planteada. El 
psicólogo evaluador debe siempre recordar que él/ella encarna una 
instancia consultiva, no decisiva, puesto que en cada ámbito estas 
decisiones son tomadas por los consultantes (por ejemplo, si deciden o no 
seguir un tratamiento, o qué tratamiento eligen de todos los recomendados 
en el ámbito clínico), los profesionales que han solicitado la evaluación (por 
ejemplo, un juez en el ámbito forense, un gerente en una empresa o 
dependencia pública, un docente en una escuela). El profesional debe 
expresarse permanentemente en un lenguaje comprensible, adecuado a las 
características de los interesados, evitando los tecnicismos, escuchando sus 
respuestas e inquietudes y respondiendo en consecuencia, recordando 
resaltar las características positivas o recursos por sobre las negativas o 
disfuncionales, con el fin de sostener las intervenciones en las primeras, y 
cuidar en todo momento el bienestar y derechos de las partes interesadas. 
La evaluación psicológica es una disciplina científica apoyada en 
modelos robustos, asistida por instrumentos derivados de aquellos, pero su 
consecución en cada uno de sus pasos se asemeja bastante a un arte, dado 
que el profesional debe tomar decisiones estratégicas durante todo el 
proceso, desde el momento de la primera entrevista, pasando por la elección 
de la batería, las posibles correcciones en el rumbo del trabajo, hasta la 
elaboración y consecución de las instancias de devolución y de confección 
del informe. Alejarse y acercarse alternativamente del material le permitirá 
recuperar perspectiva y recomendar los cursos de acción que juzgue más 
beneficiosos y viables. 
150 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Finalmente, pero no por ello menos importante, siempre debemos 
recordar que evaluamos en screening solamente cuando el requerimiento 
consiste en la detección de posible riesgo en grandes poblaciones y de 
verificarse ello, profundizaremos la evaluación de cara al diagnóstico. 
Diagnosticamos en el caso individual para diseñar, si la problemática así lo 
amerita, intervenciones de modificación de la situación con relación al 
motivo de la evaluación y a las posibilidades realistas de todos los actores, 
instituciones y redes involucrados. 
Independientemente del ámbito en que se realice la evaluación, ella 
solo tiene sentido cuando con la información obtenida va a hacerse algo 
para modificar la realidad, es decir, van a tomarse decisiones informadas y 
justificadas en atención a la resolución o cambio en una problemática que 
produce algún grado de sufrimiento que debe corregirse. Dicho en otras 
palabras, la evaluación de personalidad tendrá sentido si con la descripción 
lograda se tomarán decisiones (por ejemplo, incorporar al postulante a un 
puesto de trabajo para el que califica, promover a otro a una posición 
superior, decidir la recomendación de imputabilidad en un caso penal o 
informar que una pareja o persona está capacitada para ejercer un rol 
parental en una situación de adopción, así como recomendar una 
intervención psicoterapéutica una vez identificada la problemática clínica, 
o bien una intervención psico o socioeducativa en un contexto escolar 
donde cierta conflictiva se ha presentado como motivo de consulta). 
Evaluamos para dar respuestas informadas y fundamentadas, ofreciendo 
alternativas de acción a los actores del fenómeno evaluado, siempre 
apuntando a resolver el problema para el que se ha solicitado nuestra 
consulta profesional. Tal es nuestra obligación como profesionales 
especializados. 
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