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6 Instrumentos de evaluación de la personalidad normal y patológica Mercedes Fernández Liporace En el Capítulo 5 se desarrollaron diversas tipologías clasificatorias de los instrumentos de evaluación de la personalidad en un sentido muy general. Así, se describieron los principales criterios para categorizarlos, tales como el metodológico -que los divide en psicométricos, proyectivos y conductuales-, el referido a la base de diseño -que los distingue como instrumentos de clave empírica o de base racional-, el determinado por el tipo de análisis de datos empleado -que considera las herramientas basadas en el análisis factorial y en la contrastación de grupos, generalmente clínicos y no clínicos-, y el que establece una diferencia según los objetivos de la evaluación (describir la personalidad llamada "normal" o la personalidad patológica y, dentro de la segunda alternativa, ubicar los instrumentos de diagnóstico y los de cribado o screening psicopatológico). Una vez organizado este mapa conceptual previo, vayamos entonces a comentar brevemente algunas características de los inventarios disponibles al día de hoy en nuestro medio, proponiendo al lector que realice el intento de dirimir, según cada tipología antes nombrada, a qué categoría pertenece cada uno de aquellos. Esta ubicación precisa permitirá a nuestro lector -y potencial usuario de estos inventarios- elegir la herramienta más adecuada según el caso y según el contexto de trabajo. 130 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) El inventario MIPS Para la evaluación de la personalidad normal en términos de estilos se destaca el Millón Inventory of Personality Styles (Millón, 1997) que operacionaliza el constructo mediante veinticuatro dimensiones que se agrupan en pares psicométricos complementarios, distribuidos en tres grandes áreas definidas como metas motiuacional.es, modos cognitivos y conductas interpersonales. Estos tres vectores permiten caracterizar la personalidad desde un punto de vista no psicopatológico según la manera en que cada una de tales dimensiones se muestra en cada individuo. La lectura interpretativa conjunta del modo en que estos tres vectores se expresan en un sujeto determinado dará como resultado una configuración de personalidad que podrá apreciarse de forma descriptiva, aludiendo siempre al funcionamiento normal, sin buscarse un diagnóstico psicopatológico. Se intenta evaluar el estilo personal, concepto que remite, justamente, a la manera peculiar y única en que cada individuo combina los tres vectores o dimensiones mayores antes nombradas, configurando sus rasgos personológicos que se expresarán en comportamientos habituales, y que tendrán una mayor o menor probabilidad de ocurrencia según lo acentuado de este rasgo y según la pertinencia situacional del comportamiento en cuestión. Se insiste especialmente en que el foco se ubica en la caracterización de los comportamientos más probables que definen el estilo, dejando de lado la valoración psicopatológica. Empleando vocablos sencillos, el MIPS es una herramienta que no resulta útil para los casos en los que el diagnóstico psicopatológico o la detección de riesgo sean un objetivo a cumplir. Pasemos ahora a caracterizar brevemente los tres vectores mayores operacionalizados en el inventario. Para una revisión de las nociones teóricas que lo sustentan se remite al lector al Capítulo 3. La dimensión mayor metas motivacionales describe la manera en la que cada persona persigue fines, objetivos o metas planteadas, arreglándoselas para eludir el displacer y la frustración (Millón, 1997). Se compone de tres pares de dimensiones menores o escalas (Apertura/ Preservación, Modificación/Acomodación e Individualismo/Protección, que operacionalizan, respectivamente, los constructos bipolares Placer/Dolor, Actividad/Pasividad y Uno mismo/Los Otros). La dimensión mayor modos cognitivos apunta a identificar cómo el sujeto interactúa con su entorno en cuanto a toma de decisiones, construcción de conocimientos y creencias, elaboración de juicios Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 131 y conclusiones. Es decir, se centra en describir la forma en que cada uno procesa la información proveniente del medio circundante. Esta dimensión mayor consta de cuatro pares de escalas (Extraversión/ Introversión, Sensación/Intuición, Reflexión/Afectividad y Sistema- tización/Innovación, indicadores de los constructos bipolares Exterioridad/Interioridad, Tangibilidad/Intangibilidad, Intelecto/Afecto y Asimilación/Imaginación, respectivamente). Finalmente, la dimensión mayor conductas interpersonales examina cómo el individuo establece relación con otras personas, ya sea en términos simétricos o asimétricos (pares, pareja, figuras de autoridad, subalternos, etcétera). Los cinco pares de escalas que la integran son Retraimiento/Comunicatividad, Vacilación/Firmeza, Discrepancia/Con formismo, Sometimiento/Control e Insatisfacción/Concordancia, que representan los constructos bipolares Indiferencia/Gregarismo, Insegu- ridad/Confianza, Originalidad/Acatamiento, Sumisión/Dominación y Descontento/Afinidad. Pese a que no pretende evaluar patologías, sí busca una descripción exhaustiva del estilo predominante, por lo que podría considerárselo, en sentido amplio, un instrumento de diagnóstico. Incorpora escalas de validez (impresión positiva, impresión negativa y consistencia) en pos de contemplar posibles sesgos o peculiaridades en las respuestas. Trabaja con puntuaciones transformadas de prevalencia (PP, que varía entre 0 y 100), considerándose que el examinado presenta el rasgo evaluado a partir de un PP de 50, siendo este rasgo más acentuado cuanto más cerca de 100 se encuentre la puntuación. Se trata de una escala ampliamente usada en el ámbito laboral, ya que está diseñada para población adulta y hace foco en los prototipos de funcionamiento habitual. En este sentido, se infiere fácilmente que si se busca dirimir la presencia de psicopatología o de riesgo psico- patológico no nos encontramos en presencia de la herramienta indicada. Esta característica puede interpretarse como una desventaja. Sin embargo, si realizar una identificación de riesgo o un diagnóstico diferencial no es el fin perseguido, cabe destacar que las puntuaciones extremas en los polos de una bipolaridad dada son indicios de un rasgo estereotipado, que se expresa sin una correcta adecuación o pertinencia contextual (es decir, con independencia respecto del contexto). Cuando el rasgo exhibe esta rigidez o estereotipia, entonces el sujeto se halla más cerca del polo patológico en el continuo salud-enfermedad. Debe recordarse que el concepto de "estilo) según el enfoque de Millón, alude a la plasticidad conductual, es decir, a la 132 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) capacidad de adaptación del comportamiento a la situación externa según la conjunción entre las metas motivacionales establecidas, el modo de interpretar y procesar la realidad y la manera de establecer relaciones interpersonales. En esta línea de razonamiento, si bien no es posible evaluar patología psíquica, sí resulta factible inferir o hipotetizar cierta estereotipia o rigidez en los rasgos, cuestión que ya no estaría expresando un estilo funcional o adaptativo sino un posible patrón de comportamiento desadaptativo. Es importante destacar aquí que todo comportamiento que implica falta de plasticidad en relación con la situación en la que tiene lugar se vuelve poco adecuado, disfuncional o no adaptativo. Por ejemplo, si una persona con fuerte tendencia a la extroversión no es capaz de adaptarse a la situación externa, se comportará siempre en forma extrovertida, aun cuando las circunstancias pauten un comportamiento introvertido, como por ejemplo en el cine o en una conferenciaa la que se asiste como público. Claramente, en estos casos un comportamiento extrovertido será inadecuado para ese contexto. Allí reside la mencionada estereotipia o falta de plasticidad que convierte el comportamiento en desadaptativo. De todos modos, dado que el fin no es la evaluación de psicopatologías, estas consideraciones deben tomarse en términos hipotéticos y no concluyentes, hasta tanto no se identifiquen los correlatos comportamentales que validen el indicador psicométrico que se discute. El MIPS, teniendo en cuenta lo anterior, posee amplia difusión en el ámbito laboral, puesto que es capaz de describir el estilo personal en términos de funcionamiento normal (no patológico), aunque según los propósitos de la evaluación resulta útil en cualquiera de los otros ámbitos de la evaluación psicológica donde represente una herramienta pertinente para los objetivos particulares de la pesquisa. Es competencia del evaluador idóneo decidir o no su inclusión en la batería según el caso. Posee las mismas desventajas que todos los inventarios de evaluación de la personalidad en cuanto al carácter directo de sus reactivos y, por ende, en cuanto a la posible distorsión -deliberada o no- de las respuestas, así como en relación con la dificultad que pueden presentar las personas con déficits comprensivos de lectura para lograr interpretar el sentido de los ítems. Entre sus ventajas figura su relativa brevedad -solo 180 ítems-, la presencia de escalas de validez y la adaptación realizada para población local (Castro Solano, Casullo y Pérez, 2004; Casullo y Castro Solano, 2000; Sánchez López y Casullo, 2000). Su formato de autoinforme permite su administración individual o colectiva. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 133 Descripción técnica Millón Inventory of Personality Styles -MIPS- (Millón, 1997). Evalúa: personalidad no patológica. Modelo: biología evolucionista (temperamentos), psicoanálisis freudiano, Psicología del Yo, Jung, y Modelo de Procesamiento de la Información basado en la evolución. Dimensiones mayores: 1) Metas motivacionales, 2) modos cognitivos y 3) conductas interpersonales. Se operacionalizan en 12 pares de escalas (24 en total). Dimensiones menores o escalas bipolares: 1) Apertura/Preservación, Modificación/Acomodación e Individualismo/Protección. 2) Extraversión/Introversión, Sensación/Intuición, Reflexión/Afectividad y Sistematización/Innovación. 3) Retraimiento/Comunicatividad, Vacilación/Firmeza, Discrepancia/Conformismo, Sometimiento/Control e Insatisfacción/Concordancia. Escalas de validez: impresión positiva, impresión negativa y consistencia. Respuesta: dicotómica (V-F). Puntuaciones transformadas: puntajes de prevalencia (PP). Población: adultos no-pacientes. Administración: individual o colectiva. Adaptación local y normas locales: sí (Casullo y Castro Solano, 2000). El Inventario NEO PI-R El NEO PI-R (Costa y McCrae, 1992), adaptado al español por Cordero, Ramos y Seisdedos (1999), se basa en el modelo de los cinco factores o Big Five de la personalidad detallados en el Capítulo 2 (neuroticismo, extroversión, apertura, afabilidad, responsabilidad). Cada factor se descompone en seis facetas, diseñadas para interpretar los resultados con mayor precisión. De este modo resultan treinta puntuaciones independientes a las que se agregan las cinco correspondientes a los grandes factores. Se añaden tres puntuaciones que corresponden a los criterios para juzgar la validez del protocolo individual, más el conteo de respuestas en blanco. La adaptación disponible, de 240 elementos con respuesta Likert de cinco posiciones, cuenta con análisis de calidad técnica y un baremo español obtenido a partir de doce mil casos. 134 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Las facetas derivadas de las cinco dimensiones mayores son: ansiedad, hostilidad, depresión, ansiedad social, impulsividad y vulnerabilidad para neuroticismo; cordialidad, gregarismo, asertividad, actividad, búsqueda de emociones y emociones positivas para extraversión; fantasía, estética, sentimientos, acciones, ideas y valores para apertura; confianza, franqueza, altruismo, actitud conciliadora, modestia y sensibilidad hacia los demás para afabilidad, y finalmente, competencia, orden, sentido del deber, necesidad de logro, autodisciplina y deliberación para responsabilidad. Utiliza valores T a la hora de convertir las puntuaciones directas. Se trata de un instrumento de amplísima difusión en el mundo entero que en la Argentina había contado con pocos trabajos de adaptación y validación sistemáticos, aunque últimamente se ha retomado esta línea investigativa (Cupani, Pilatti, Urrizaga, Chincolla y Richaud de Minzi, 2014, en prensa). Su versión abreviada de 60 ítems -NEO- FFI-, que evalúa las cinco grandes dimensiones sin desglosarlas en puntuaciones menores, es decir, sin brindar información suplementaria, ha sido analizada recientemente por investigadores de nuestro medio (Cupani, Vaiman, Pont, Pizzichini y Zaretti, 2012). Si bien no se trata estrictamente del NEO-PI, Ledesma, Sánchez y Díaz Lázaro (2011) desarrollaron el Adjective Checklist to Personality Assessment, aplicable a población local, basado en el modelo de los cinco factores. Con anterioridad, Castro Solano (2002) y Castro Solano y Casulío (2001) habían adaptado una versión del Big Five Inventory (John, Donahue y Kentle, 1991), que operacionaliza este modelo mediante una menor cantidad de ítems para su empleo en nuestro contexto regional. Al igual que todos los autorreportes para evaluar la personalidad, posee las mismas ventajas y desventajas clásicamente consideradas. Dado que se trata de un inventario derivado de estudios empíricos que verificaron la misma estructura pentafactorial en una gran diversidad de culturas, los resultados que brinda se corresponden con descripciones no psicopatológicas, aunque la dimensión Neuroticismo puede dar una idea aproximada, a la luz de los ojos de un evaluador clínico entrenado, del grado de adaptación o desadaptación en el funcionamiento habitual del sujeto. Por este motivo puede ser aplicado a no-pacientes y a pacientes, con la salvedad de que su objetivo no persigue la consecución de un diagnóstico psicopatológico, sino de una exhaustiva descripción personológica. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 135 Descripción técnica NEO -PI-R (Costa y McCrae, 1992). Evalúa: dimensiones según los cinco grandes factores de la personalidad. Modelo: Modelo empírico de los Big Five (McCrae y Costa, 1985). Dimensiones mayores: 1) Neuroticismo. 2) Extraversión. 3) Apertura. 4) Afabilidad. 5) Responsabilidad. Se operacionalizan en seis facetas para cada dimensión. Dimensiones menores o facetas: 1) Ansiedad, hostilidad, depresión, ansiedad social, impulsividad, vulnerabilidad. 2) Cordialidad, gregarismo, asertividad, actividad, búsqueda de emociones, emociones positivas. 3) Fantasía, estética, sentimientos, acciones, ideas, valores. 4) Confianza, franqueza, altruismo, actitud conciliadora, modestia, sensibilidad hacia los demás. 5) Competencia, orden, sentido del deber, necesidad de logro, autodisciplina, deliberación. Escalas de validez: aquiescencia, negaciones, preguntas en blanco, deseabilidad social. Respuesta: Likert, cinco opciones. Puntuaciones transformadas: T. Población: adultos no-pacientes y pacientes (no brinda información psicopatológica directa). Administración: individual o colectiva. Adaptación local y normas locales: sí, línea de trabajo incipiente. Los MMPI En el grupo de las escalas de diagnóstico psicopatológico más difundidas en nuestro medio podernos citar el formado por los inventarios MMPI, sigla proveniente de Minnesota Multiphasic Personality Inventory, designación completa de estas herramientas. Este grupo basa sutradición en los conocidos MMPI (Hathaway y McKinley, 1942) y MMPI-2 (Butcher, Dahlstrom, Graham, Tellegen y Kaemmer, 1989). El MMPI original implicó un destacable esfuerzo de diseño y elaboración, según el planteamiento de objetivos referidos a la evaluación psicopatológica de la personalidad. Procediendo según criterios diagnósticos imperantes en la época, compatibles con la psiquiatría fenomenológica derivada de Kraepelin, se aplicaron también criterios empíricos para la confección de las escalas originales. A partir de aquí 136 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) se generó una amplísima investigación con el inventario, dando lugar a su extensa difusión en los ámbitos de investigación y aplicación. Casi cuatro décadas después de una verdadera catarata de trabajos de campo se advirtió la necesidad de revisar la versión original, dando lugar al MMPI-2 (Butcher et al., 1989), vigente hasta 2009. Esta segunda versión involucró una revisión en el contenido de los ítems, la actualización de normas estadísticas e indicadores psicométricos mediante una muestra nacional en los Estados Unidos de América, agregándose también escalas de validez, sustituyéndose escalas de contenido por otras más actualizadas y simplificándose la evaluación de los perfiles. En nuestro medio pueden contabilizarse varias investigaciones realizadas en torno a él, principalmente vinculadas a la adaptación lingüística, a la construcción de haremos y al planteo de objetivos aplicados (e.g. Casullo, 1999; Casullo etal, 1996). El MMPI-2-RF (Ben-Porath y Tellegen, 2009) basa su tradición en sus antecesores MMPI y MMPI-2, de difundido uso en la Argentina pero actualmente ya superados por la versión RF y por otras escalas que cuentan con revisiones más actualizadas. El MMPI-2-RF, surgido como instancia superadora de las limitaciones del MMPI-2, consiste en un conjunto menor de elementos que las versiones precedentes, 338 en total, compuesto por escalas sustantivas estructuradas en tres niveles que implican visiones más globales o más particulares o específicas. Sus tres escalas de segundo orden circunscriben grandes áreas problemáticas (alteraciones emocionales o internalizadas, alteraciones del pensamiento y alteraciones del comportamiento o externalizadas), en tanto que las nueve escalas clínicas re- estructuradas describen las esferas que suelen mostrarse más afectadas en las consultas de una gran mayoría de pacientes (desmoralización, quejas somáticas, escasez de emociones positivas, desconfianza, conducta antisocial, ideas persecutorias, emociones negativas disfuncionales, experiencias anormales y activación hipomaníaca). Por otro lado, las escalas de problemas específicos, que brindan información sumamente fina y desagregada del caso, se dividen en escalas somáticas/ cognitivas (malestar general, quejas gastrointestinales, quejas de dolor de cabeza, quejas neurológicas y quejas cognitivas), escalas de internalización (ideación suicida, indefensión/desesperanza, inseguridad, ineficacia, estrés/preocupaciones, ansiedad, propensión a la ira, miedos incapacitantes y miedos específicos), escalas de externalización (problemas de conducta juveniles, abuso de sustancias, agresión y activación) y escalas interpersonales (problemas familiares, Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 137 pasividad interpersonal, evitación social, timidez y misantropía). Se agregan dos escalas de intereses (intereses estético-literarios e intereses mecánico-físicos) y cinco de personalidad psicopatológica o PSY-5 (agresividad revisada, psicoticismo revisada, falta de control revisada, emocionalidad negativa/neuroticismo revisada e introversión/escasa emocionalidad positiva revisada). Estas cinco dimensiones psicopatológicas surgieron empíricamente de las investigaciones llevadas a cabo con las escalas del MMPI-2 (Harkness, McNulty y Ben-Porath, 1995). Finalmente, sus nueve escalas de validez pretenden constituir un punto fuerte en la herramienta, siendo capaces de detectar ausencia de respuesta al contenido, exageración y minimizacion (interrogantes, inconsistencia de las respuestas variables, inconsistencia de las respuestas "verdadero” infrecuencia, psicopatología infrecuente, quejas somáticas infrecuentes, validez de los síntomas, virtudes inusuales y validez al ajuste). Si bien sus virtudes son reconocidas y los estudios sobre su calidad psicométrica son cuantiosos y progresivamente crecientes, no se dispone aún de una versión adaptada a la Argentina. Utiliza puntuaciones T y prevé una respuesta dicotómica. Por tratarse de un autorreporte comparte las flaquezas y puntos fuertes de todos los inventarios, pudiendo aplicarse colectiva o individualmente. Como bien puede advertirse, las denominaciones de sus escalas no poseen unas etiquetas con connotaciones tan francamente psicopatológicas, tal como era el caso del MMPI y del MMPI-2. No obstante, es importante observar que sus identificaciones están pensadas para servir en situaciones de diagnóstico psicopatológico, así como también para casos en los que la evaluación intenta describir funcionamientos habituales más o menos adaptativos o disfuncionales en no-pacientes, aunque su propósito fundamental haya sido, desde los orígenes de la familia MMPI, la evaluación de sintomatología psicopatológica característica de los cuadros más típicos en la población de consultantes. El objetivo ha sido la obtención de escalas independientes que no reiteraran la información brindada por el resto de ellas. 138 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Descripción técnica MMPI-2-RF (Ben-Porath y Tellegen, 2009). Evalúa: dimensiones independientes de la personalidad y psicopatología adulta. Modelo: empírico. Modelo PSY-5 (Harkness y McNulty, 1994) para las escalas de personalidad psicopatológica (Harkness, McNulty y Ben- Porath, 1995). Grupos principales de escalas: 1) Escalas clínicas reestructuradas. 2) Escalas de problemas específicos. 3) Escalas de intereses. 4) Escalas de personalidad psicopatológica. 5) Escalas de segundo orden. Escalas de cada grupo: 1) Desmoralización, quejas somáticas, escasez de emociones positivas, desconfianza, conducta antisocial, ideas persecutorias, emociones negativas disfuncionales, experiencias anormales y activación hipomaníaca. 2) Escalas somáticas/cognitivas (malestar general, quejas gastrointestinales, quejas de dolor de cabeza, quejas neurológicas y quejas cognitivas), escalas de internalización (ideación suicida, indefensión/desesperanza, inseguridad, ineficacia, estrés/ preocupaciones, ansiedad, propensión a la ira, miedos incapacitantes y miedos específicos), escalas de externalización (problemas de conducta juveniles, abuso de sustancias, agresión y activación) y escalas interpersonales (problemas familiares, pasividad interpersonal, evitación social, timidez y misantropía). 3) Intereses estético-literarios e intereses mecánico-físicos. 4) Agresividad revisada, psicoticismo revisada, falta de control revisada, emocionalidad negativa/neuroticismo revisada e introversión/escasa emocionalidad positiva revisada. 5) Alteraciones emocionales o internalizadas, alteraciones del pensamiento y alteraciones del comportamiento o externalizadas. Escalas de validez: interrogantes, inconsistencia de las respuestas variables, inconsistencia de las respuestas "verdadero" infrecuencia, psicopatología infrecuente, quejas somáticas infrecuentes, validez de los síntomas, virtudes inusuales y validez al ajuste. Respuesta: dicotómica (V-F). Puntuaciones transformadas: T. Población: adultos no-pacientes y pacientes (brinda información psicopatológica e información sobre funcionamiento adaptativo o no adaptativo habitual). Administración: individual o colectiva. Adaptación local: no. El PAI El Personality Assessment Inventory-PAI- (Morey, 1991 y 2007), de reciente publicación en nuestro medio, ha sido adaptado al español por Ortiz-Tallo, Santamaría, Cardenal y Sánchez (2011). Persigue Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 139 objetivos diagnósticos, relevando distintas dimensiones de la personalidad, focalizando en la identificación de sintomatología psicopatológica en adultos, definidos como individuos mayores de 18 años. Resulta, de este modo, una herramienta útil para el diagnóstico clínico y el diseño de tratamientos. Este inventario dispone de tres versiones: una, completa, de 344 ítems, otra abreviada de 165 reactivos en la versión en español, seleccionados en virtud de su especialmente adecuada calidad psicométrica, y una más, de screening. Esta última, denominada PAS -Screening de Problemas Clínicos- se compone de 22 elementos que despistan psicopatología en un cribado breve. Como todos los instrumentos de despistaje, es apto para administraciones rápidas, colectivas, atendiendo a la detección de sintomatología en grandes poblaciones. El empleo de la versión completa permite analizar todas las escalas, subescalas, índices, funciones e ítems críticos con que cuenta el inventario. La abreviada, en cambio, solo interpreta las veintidós escalas principales (cuatro de validez, once clínicas, cinco vinculadas con el tratamiento y dos de relación interpersonal). Estas últimas escalas son solo una parte de la totalidad de las que forman el PAI en su versión completa. Esta forma abreviada se compone de los 165 reactivos iniciales del PAI completo. El PAI ha sido recientemente adaptado al habla española y rioplatense, contando con sendos haremos de mil casos adultos de población general, uno español y otro argentino, de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores. Los análisis de calidad psicométrica puestos en práctica han mostrado buenas propiedades técnicas, por lo que su empleo en el ámbito aplicado parece apropiado. Se compone de cuatro escalas de validez (inconsistencia, infrecuencia, impresión negativa e impresión positiva) once clínicas (quejas somáticas, ansiedad, trastornos relacionados con la ansiedad, depresión, manía, paranoia, esquizofrenia, rasgos límites, rasgos antisociales, problemas con el alcohol y problemas con las drogas), cinco de consideraciones para el tratamiento (agresión, ideaciones suicidas, estrés, falta de apoyo social y rechazo al tratamiento), dos de relaciones interpersonales (dominancia y afabilidad) e índices complementarios. A la vez, las escalas clínicas se completan con subescalas que amplían las interpretaciones en los casos en los que se encuentra uno o más trastornos presentes. De este modo, quejas somáticas agrega las subescalas conversión, somatización e hipocondría. La escala ansiedad se amplía con las subescalas ansiedad cognitiva, ansiedad emocional y ansiedad 140 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castra Solano (comps.) fisiológica. La escala de trastornos relacionados con la ansiedad se completa con las subescalas obsesivo-compulsivo, fobias y estrés postraumático. Depresión amplifica sus interpretaciones mediante depresión cognitiva, depresión emocional y depresión fisiológica. Manía lo hace por medio de nivel de actividad, grandiosidad e irritabilidad. Paranoia se descompone en hipervigilancia, persecución y resentimiento. Esquizofrenia se divide en experiencias psicóticas, indiferencia social y alteración del pensamiento. Rasgos límites se amplía mediante las subescalas inestabilidad emocional, alteración de la identidad, relaciones interpersonales problemáticas y autoagresiones. Rasgos antisociales apela a las subescalas conductas antisociales, egocentrismo y búsqueda de sensaciones. Finalmente, las escalas problemas con el alcohol y problemas con las drogas no se complementan con subescalas adicionales. Por su parte, la escala de agresión, ubicada en el grupo de escalas relacionadas con el tratamiento, se amplifica con actitud agresiva, agresiones verbales y agresiones físicas. El resto de las escalas de tratamiento no cuenta con subescalas, así como tampoco las de relaciones interpersonales. Dentro de los índices complementarios, podemos ubicar los índices de validez, inconsistencia al final del cuestionario, índice de simulación y función discriminante de Rogers -que se vuelven importantes a la hora de valorar la exageración o simulación de síntomas, intentando diferenciarla de los perfiles respondidos de manera sincera-, índice de defensividad y función discriminante de Cashel, que evalúan la defensividad en la respuesta. En el grupo de los índices clínicos se ubican el índice potencial de suicidio, el índice potencial de violencia y el índice de dificultades en el tratamiento. Finalmente, en el grupo de los índices de drogodependencia encontramos el índice estimado de problemas con el alcohol y el índice estimado de problemas con las drogas. Ellos resultan de la combinación de las puntuaciones obtenidas en otras escalas del PAI. La descripción exhaustiva brindada por sus escalas permite establecer un diagnóstico, junto con intervenciones terapéuticas informadas y adaptadas a cada caso particular. Su empleo se extiende al contexto clínico, forense y laboral (cuando el objetivo de la evaluación se centra en dirimir presencia o ausencia y/o grado y tipo de psicopatología). Eventualmente su empleo puede extenderse hacia el contexto educativo, siempre que se requiera la descripción psicopatológica de una problemática dada. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 141 Los ítems y escalas se diseñaron siguiendo un criterio mixto, racional y empírico. Esto significa, por un lado, que la elección de los síndromes clínicos que se evaluarían se realizó teniendo en cuenta su importancia relativa en diversas nosologías desarrolladas a lo largo de la historia. El criterio empírico, por otro lado, corresponde al uso de una metodología de encuestas dirigidas a profesionales de la salud mental, de cara a la valoración de la importancia de cada síndrome en el quehacer cotidiano con relación al diagnóstico. Tales procedimientos permitieron desarrollar escalas útiles para lograr diagnósticos compatibles con los lineamientos previstos por el DSM-IV-TR (American Psychiatric Association, 2000), vigentes a la fecha de publicación original del PAI y de su traducción al español. Actualmente se trabaja en la compatibilidad con el DSM-5. El banco inicial constaba de 2.200 reactivos, de los que se seleccionaron los 344 con mejor calidad psicométrica tras procedimientos de juicio experto, exploración de sesgo según sexo, raza, religión o etnia y análisis de correlaciones ítem/escala, así como análisis de correlaciones entre escalas, entre otros. También se realizaron estudios de fiabilidad en términos de consistencia interna y de estabilidad temporal de las puntuaciones. En relación con las evidencias de validez se desarrollaron estudios con grupos-criterio (pacientes con diagnósticos afines según grupo, así como con individuos instruidos para causar, alternativamente, impresiones negativas y positivas). También se examinaron evidencias de validez convergente y divergente con puntuaciones derivadas de los MMP1-2 y MMPI-2-RF, del MCMI-III (Millón, 2012), NEO-PI (Costa y McCrae, 1992), entre otras escalas. Entre las ventajas que este inventario posee sobre otros puede comentarse, por ejemplo, que a diferencia de otros instrumentos de su tipo, cada elemento puntúa en una única escala, correspondencia que redunda en buenas evidencias de validez discriminante. También debe tenerse en cuenta que las escalas clínicas cuentan con subescalas, creadas con el fin de describir exhaustivamente distintos aspectos de cada cuadro nosológico, poniéndose entonces el acento en las evidencias de validez con relación al contenido. Por ejemplo, la escala dedepresión se descompone en las subescalas depresión cognitiva, depresión emocional y depresión fisiológica. En esto se diferencia de instrumentos tales como el BDI-II (Beck, Steer y Brown, 2005), que indaga prioritariamente cuestiones cognitivas, y del MMPI, que interroga específicamente vicisitudes emocionales en cuadros depresivos. 142 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) La respuesta Likert de cuatro puntos capta una mayor variabilidad en cuanto a la intensidad o gravedad de la sintomatología [Falso, Ligeramente verdadero, Bastante verdadero, Completamente verdadero), a diferencia de los clásicos inventarios que solo brindan opciones dicotómicas para la respuesta. Además, el hecho de usar cuatro opciones en lugar de las cinco más tradicionales en la Likert, obliga al examinado a decidirse hacia algún punto de los polos, o próximo a uno de ellos, eliminándose la respuesta neutra. Se encuentra disponible una versión para adolescentes que también está adaptada desde el punto de vista lingüístico para ser utilizada en España y en la Argentina, y cuenta con normas estadísticas para su evaluación en ambas poblaciones (cada baremo recoge los valores correspondientes a mil sujetos adolescentes de ambos países). Sus indicadores psicométricos, calculados sobre esta muestra de adolescentes argentinos, autorizan a emplearlo como recurso evaluativo en nuestra población local de jóvenes. Se trata del PALA, siglas que corresponden al Personality Assessment Inventory -Adolescents (Morey, 2007), adaptado al español por Cardenal, Ortiz-Tallo y Santamaría (2012). Se emplea en sujetos de 12 a 18 años. El inventario para adolescentes se creó como complemento de la versión para adultos, como, respuesta al interés de los profesionales para emplear la escala en tal población. Así, los esfuerzos se orientaron a la creación de un nuevo instrumento dirigido con exclusividad a ese grupo de edad, respetando en lo posible la estructura e ítems de la versión adulta. Se compone de 264 ítems que permiten obtener puntuaciones en veintidós escalas: cuatro escalas de validez, once escalas clínicas, cinco escalas de consideraciones para el tratamiento y dos escalas de relaciones interpersonales. Diez de estas escalas incluyen subescalas específicas, conceptualmente derivadas para ampliar la línea interpretativa, asegurando cubrir todo el espectro de las principales nosologías clínicas mayores. En el ámbito local se ha abierto una línea investigativa para analizar las propiedades psicométricas de las versiones adulta y adolescente. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 143 Descripción técnica PAI y PAI-A (Morey, 1991 y 2007). Evalúa: dimensiones de la personalidad y psicopatología adulta -PAI- y adolescente -PAI-A. Modelo: empírico y DSM-IV-TR (American Psychiatric Association, 2000). Grupos principales de escalas: 1) Once clínicas (quejas somáticas, ansiedad, trastornos relacionados con la ansiedad, depresión, manía, paranoia, esquizofrenia, rasgos límites, rasgos antisociales, problemas con el alcohol y problemas con las drogas). 2) Cinco de consideraciones para el tratamiento (agresión, ideaciones suicidas, estrés, falta de apoyo social y rechazo al tratamiento). 3) Dos de relaciones interpersonales (dominancia y afabilidad). 4) índices complementarios (de validez, clínicos, de drogodependencia). Subescalas de cada grupo: 1) Clínicas: quejas somáticas (subescalas conversión, somatización e hipocondría), ansiedad (subescalas ansiedad cognitiva, ansiedad emocional y ansiedad fisiológica), trastornos relacionados con la ansiedad (subescalas obsesivo-compulsivo, fobias y estrés postraumático). Depresión (subescalas depresión cognitiva, depresión emocional y depresión fisiológica), manía (subescalas nivel ele actividad, grandiosidad e irritabilidad), paranoia (subescalas hiper-vigilancia, persecución y resentimiento), esquizofrenia (subescalas experiencias psicóticas, indiferencia social y alteración del pensamiento), rasgos límites (subescalas inestabilidad emocional, alteración de la identidad, relaciones interpersonales problemáticas y autoagresiones), rasgos antisociales (subescalas conductas antisociales, egocentrismo y búsqueda de sensaciones), problemas con el alcohol y problemas con las drogas (sin subescalas). 2) Consideraciones para el tratamiento: agresión^ (actitud agresiva, agresiones verbales y agresiones físicas), ideaciones suicidas, estrés, falta de apoyo social y rechazo al tratamiento. 3) Relaciones interpersonales: dominancia y afabilidad. 4) índices complementarios: índices de validez (inconsistencia al final del cuestionario, índice de simulación y función discriminante de Rogers, índice de defensividad y función discriminante de Cashel); índices clínicos (índice potencia] de suicidio, índice potencial de violencia e índice dificultades en el tratamiento); índices de drogodependencia (índice estimado de problemas con el alcohol e índice estimado de problemas con las drogas). Escalas de validez: inconsistencia, infrecuencia, impresión negativa e impresión positiva. Respuesta: Likert cuatro posiciones (Falso, Ligeramente verdadero, Bastante verdadero, Completamente verdadero). Puntuaciones transformadas: T. Población: adultos y adolescentes, según la versión (brinda información psicopatológica e información sobre funcionamiento adaptativo o no adaptativo habitual). Administración: individual o colectiva. Adaptación local y normas: sí. 144 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) El SCL-R-90 Por el lado del screening, el Sympytom Check List-Revisado-90 -SCL- R-90- (Derogatis, 1977, 1983 y 1994) se conoce como una alternativa tradicional. Posee noventa ítems con escala Likert de cuatro posiciones, nueve escalas clínicas, ítems adicionales e índices globales. Trabaja con puntuaciones T, evaluando patrones de síntomas presentes en sujetos de 13 a 65 años. De la misma manera que en el caso de los otros inventarios, posee restricciones en relación con la comprensión lectora de los examinados, para los que se requiere un mínimo de escolaridad primaria completa. Debe recordarse también que la variable evaluada es altamente inestable, dado que la consigna interroga por los malestares percibidos en los últimos siete días. En este sentido, es imprescindible tener presente que las puntuaciones elevadas solo expresan la presencia de una sintomatología experimentada durante la semana en la que se ha aplicado el instrumento, y esto no necesariamente refleja un trastorno estable y configurado, debiendo corroborarse ello en evaluaciones diagnósticas ulteriores. La presencia de sintomatología aislada por períodos agudos no necesariamente implica la estructuración de un trastorno clínico con significación en términos de impacto o invalidación en alguna esfera de la vida cotidiana del individuo. Cualquiera de nosotros puede experimentar síntomas aislados por situaciones de estrés o simplemente de modo episódico y sin significación en cuanto a su frecuencia de aparición y/o a su gravedad o importancia. Ello significa que las puntuaciones de riesgo detectadas en este inventario -al igual que en cualquier otra situación de screening- deben ser tomadas con cautela y ulteriormente evaluadas a la luz del resto de los elementos aportados por una batería diagnóstica para arribar a un resultado definitivo. Las escalas del SCL son somatizaciones, obsesiones y compulsiones, sensitividad interpersonal, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad fóbica, ideación paranoide y psicoticismo. Añade varios índices globales de malestar psicológico, que intentan expresar la gravedad de los síntomas, su cantidad o variedad, así como el monto de malestar subjetivamente percibido (índice global de severidad, total de síntomas positivos e índice positivo de malestar). Los ítemsadicionales (poco apetito, problemas para dormir, pensamientos acerca de la muerte o el morirse, comer en exceso, despertarse muy temprano, sueño tranquilo y sentimiento de culpa) Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 145 localizan síntomas de aparición frecuente, comunes a varios cuadros clínicos y no patognomónicos de ninguno de ellos, pero importantes a la hora de la evaluación. Este inventario cuenta con una adaptación lingüística para población local, así como con haremos que ya presentan algunos años de antigüedad (Castillo y Castro Solano, 1999). La adaptación española fue realizada por De Rivera y Abuín (2002). Descripción técnica SCL-90-R (Derogatis, 1977,1983 y 1994). Evalúa: sintomatología psicopatológica adolescente y adulta (una versión única para ambas edades). Modelo: empírico. Escalas: 1) Clínicas: somatizaciones, obsesiones y compulsiones, sensitividad interpersonal, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad fóbica, ideación paranoide, psicoticismo. 2) índices globales de malestar psicológico: índice global de severidad, total de síntomas positivos e índice positivo de malestar. 3) ítems adicionales: poco apetito, problemas para dormir, pensamientos acerca de la muerte o el morirse, comer en exceso, despertarse muy temprano, sueño tranquilo y sentimiento de culpa; se tratan de síntomas comunes a varios cuadros clínicos, no patognomónicos de ninguno pero importantes a la hora de su evaluación. Escalas de validez: no posee, por ser de screening. Respuesta: Likert cuatro posiciones (Falso, Ligeramente verdadero, Bastante verdadero, Completamente verdadero). Puntuaciones transformadas: T. Población: adultos y adolescentes (brinda información psicopatológica e información sobre funcionamiento adaptativo o no adaptativo habitual). Administración: individual o colectiva. Adaptación local: sí. Baremos locales. El LSB-50 Más actualmente, el LSB-50 (De Rivera y Abuín, 2012) aporta brevedad, simplicidad y actualización con solo cincuenta reactivos y una interpretación sumamente sencilla. Su uso puede extenderse a adultos y adolescentes. Su aplicación toma entre cinco y diez minutos e identifica síntomas psicológicos y psicosomáticos con propósitos de cribado de riesgo. Las normas estadísticas locales y estudios de calidad 146 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) psicométrica han sido recientemente llevados a cabo. Distingue síntomas de primer rango, que resultan más discriminativos desde el punto de vista crítico, generando un índice de riesgo psicopatológico y tres índices generales. Cuenta con nueve escalas clínicas, subescalas y, a pesar de apuntar al rastrillaje de riesgo, añade dos escalas de validez -minimización y magnificación- que aportan una primera impresión sobre el estilo de respuesta del examinado. La escala de respuesta prevé una Likert en términos de intensidad y frecuencia (Nada, Poco, Moderadamente, Bastante, Mucho), remitiendo al examinado a las últimas semanas, incluyendo el día de la evaluación, por lo que la variable debe interpretarse en el mismo sentido inestable en el que ha sido operacionalizado en la consigna. Utiliza puntuaciones T. Las escalas de validez intentan identificar sesgos de respuestas, incluyéndose las de minimización y magnificación de sintomatología. Los índices generales aportan una evaluación global del nivel de padecimiento experimentado; el índice global de severidad describe el grado de afectación global psicopatológica como medida general de la intensidad del sufrimiento psíquico y psicosomático informado. El número de síntomas presentes valora la cantidad de síntomas con independencia de su intensidad. El índice de intensidad de síntomas presentes gradúa la severidad sintomatológica, independientemente de su cantidad. Se consideran escalas y subescalas clínicas: psicorreactividad (con las subescalas hipersensibilidad y obsesión-compulsión), ansiedad, hostilidad, somatización, depresión, alteraciones del sueño y alteraciones del sueño- ampliada, que añaden la valoración del contraste entre las puntuaciones de alteraciones del sueño y alteraciones del sueño-ampliada como aproximación a la distinción entre alteraciones del sueño primarias o médicas y las secundarias o inherentes a estados ansiosos-depresivos. Se agrega, finalmente, un índice de riesgo psicopatológico, que resulta predictivo para la inclusión del evaluado en una población afectada con psicopatología. Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 147 Descripción técnica LSB-50- Listado de Síntomas Breve-50- (De Rivera y Abuín, 2012). Evalúa: sintomatología psicopatológica adolescente y adulta (una versión única para ambas edades). Modelo: empírico. Escalas: 1) Clínicas: psicorreactividad (con las subescalas hipersensibilidad y obsesión-compulsión), ansiedad, hostilidad, somatización, depresión, alteraciones del sueño y alteraciones del sueño- ampliada). 2) índices generales: índice global de severidad, número de síntomas presentes, índice de intensidad de síntomas presentes. 3) índice de riesgo psicopatológico. Escalas de validez: 1) Minimización. 2) Magnificación. Que una escala de screening las incluya es una gran ventaja. Respuesta: Likert cuatro posiciones (Nada, Poco, Moderadamente, Bastante, Mucho). Puntuaciones transformadas: T. Población: adultos y adolescentes. Administración: individual o colectiva. Adaptación local: sí. Baremos locales. Comentarios prácticos Como ya se adelantara, es preciso tener presentes las limitaciones de los inventarios en modo autoinforme, que son sensibles a las distorsiones - deliberadas o no- que el propio sujeto es capaz de introducir, debido al carácter directo de los enunciados. Esta flaqueza es ineludible pero resulta paliada si se presta atención a la interpretación de las escalas de validez, al resto del material generado en la consulta -entrevista, técnicas proyectivas e informes de allegados al evaluado-, sin perder de vista el motivo de consulta y el ámbito de aplicación específico en que se desarrolla el proceso evaluativo), que constriñe y orienta las interpretaciones de manera especial. Por ejemplo, es habitual que en el marco de una selección laboral el examinado minimice su sintomatología o cualquier característica que suponga que puede interferir con las expectativas relacionadas con el perfil del puesto. En un contexto de evaluación clínica en el que el propio sujeto ha solicitado esta instancia, se espera que su nivel de sinceridad sea elevado ya que ha sido él mismo quien ha pedido ayuda. En el ámbito forense dependerá de qué se debata en ámbitos judiciales: se supone que personas que apuntan a demostrar su inimputabilidad en hechos delictivos elevarán sus puntuaciones en magnificación de síntomas, acercándose a la simulación, en tanto que 148 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) en un fuero civil o familiar donde se evalúe la idoneidad de un/os/as potencial/es progenitor/es/as para hacerse cargo de un menor, entonces la sintomatología quedará también reducida a su mínima expresión. Comentarios similares aplican para las inconsistencias en las respuestas, que pueden atribuirse a diferentes causas, como son la inatención debida a desinterés, al uso de sustancias, a enlentecimiento o aceleración psicomotriz, falta de comprensión lectora, al desconocimiento de modismos del lenguaje local, fatiga, aburrimiento, entre otras. En los casos extremos en los que se detecte un número considerable de inconsistencias, podrá llegarse a la decisión de invalidar el protocolo considerado. Un capítulo aparte merece la composición de la batería, que se decidirá a la luz de los puntos anteriores, además de contemplar las características sociodemográficas, vitales, físicas y médicas del sujeto por una parte, así como del motivo de la evaluacióny el ámbito de la Psicología en el que se trabaje por la otra. Otra mención especial alude a la entrevista diagnóstica, que debe ser la introducción y guía rectora durante todo el proceso de evaluación. Desarrollar en profundidad el tópico vinculado con las entrevistas resulta, en sí mismo, un desafío complejo que excede los objetivos de este texto, para lo que se recomienda consultar Albajari (1996), sin olvidar jamás lo valioso e ineludible de su aporte como primera presentación de la problemática y como guía para comprender qué debe pesquisarse específicamente en el caso que nos ocupa. Y a la vez debe llamarse la atención del evaluador hacia las técnicas proyectivas, que se integrarán en el marco general de la evaluación, junto con el resto de las fuentes de información. Para ello se remite, por ejemplo, a la bibliografía clásica antes citada (Abt y Bellak, 1967; Bell, 1948; Hammer, 1957), sin perjuicio de ampliar estas lecturas con textos de aparición más reciente, ya circunscritos a la temática relevada por cada instrumento proyectivo en particular. También se estimula la consulta de obras que abordan el tópico referido a la integración de todas las fuentes de información en la gestalt que resume los resultados, material escrito que conocemos como informe, tema que también merece una cuidadosa y minuciosa consideración (Fornsi Santacana, 1993; Sattler, 2001). La factura de un buen informe, al igual que la de buenas entrevistas y de buenas integraciones interpretativas de todos los datos recabados en el proceso de evaluación psicológica, son destrezas que el profesional psicólogo irá entrenando muy gradualmente en la práctica, a medida que su quehacer transcurre y con el constante sustento de una Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 149 abundante, profunda y crítica lectura, junto con el auxilio de una adecuada supervisión por parte de profesionales más expertos. Idénticas reflexiones pueden hacerse en cuanto a la entrevista de devolución, aunque ya desde un punto de vista interactivo y no escrito (como implica el informe). El profesional novel deberá aprender y atender cuidadosamente en esta instancia del proceso de evaluación, los derechos del evaluado y su familia, las previsiones éticas de rigor, la necesidad de escuchar y mirar las reacciones de los receptores de esta información, de manera tal que puedan comprender y aprehender los resultados en forma sencilla, no ansiógena y no iatrogénica. Prestar atención al feedback permanente, tanto verbal como gestual y actitudinal, de los consultantes permitirá un mejor desempeño en esta instancia, que resulta tanto o más difícil que la confección de un buen informe. Razonando en la misma dirección antes indicada, la devolución debe estar al servicio de brindar herramientas informativas, psicoeducativas y alternativas de intervención para la resolución de las preguntas o de la problemática planteada. El psicólogo evaluador debe siempre recordar que él/ella encarna una instancia consultiva, no decisiva, puesto que en cada ámbito estas decisiones son tomadas por los consultantes (por ejemplo, si deciden o no seguir un tratamiento, o qué tratamiento eligen de todos los recomendados en el ámbito clínico), los profesionales que han solicitado la evaluación (por ejemplo, un juez en el ámbito forense, un gerente en una empresa o dependencia pública, un docente en una escuela). El profesional debe expresarse permanentemente en un lenguaje comprensible, adecuado a las características de los interesados, evitando los tecnicismos, escuchando sus respuestas e inquietudes y respondiendo en consecuencia, recordando resaltar las características positivas o recursos por sobre las negativas o disfuncionales, con el fin de sostener las intervenciones en las primeras, y cuidar en todo momento el bienestar y derechos de las partes interesadas. La evaluación psicológica es una disciplina científica apoyada en modelos robustos, asistida por instrumentos derivados de aquellos, pero su consecución en cada uno de sus pasos se asemeja bastante a un arte, dado que el profesional debe tomar decisiones estratégicas durante todo el proceso, desde el momento de la primera entrevista, pasando por la elección de la batería, las posibles correcciones en el rumbo del trabajo, hasta la elaboración y consecución de las instancias de devolución y de confección del informe. Alejarse y acercarse alternativamente del material le permitirá recuperar perspectiva y recomendar los cursos de acción que juzgue más beneficiosos y viables. 150 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) Finalmente, pero no por ello menos importante, siempre debemos recordar que evaluamos en screening solamente cuando el requerimiento consiste en la detección de posible riesgo en grandes poblaciones y de verificarse ello, profundizaremos la evaluación de cara al diagnóstico. Diagnosticamos en el caso individual para diseñar, si la problemática así lo amerita, intervenciones de modificación de la situación con relación al motivo de la evaluación y a las posibilidades realistas de todos los actores, instituciones y redes involucrados. Independientemente del ámbito en que se realice la evaluación, ella solo tiene sentido cuando con la información obtenida va a hacerse algo para modificar la realidad, es decir, van a tomarse decisiones informadas y justificadas en atención a la resolución o cambio en una problemática que produce algún grado de sufrimiento que debe corregirse. Dicho en otras palabras, la evaluación de personalidad tendrá sentido si con la descripción lograda se tomarán decisiones (por ejemplo, incorporar al postulante a un puesto de trabajo para el que califica, promover a otro a una posición superior, decidir la recomendación de imputabilidad en un caso penal o informar que una pareja o persona está capacitada para ejercer un rol parental en una situación de adopción, así como recomendar una intervención psicoterapéutica una vez identificada la problemática clínica, o bien una intervención psico o socioeducativa en un contexto escolar donde cierta conflictiva se ha presentado como motivo de consulta). Evaluamos para dar respuestas informadas y fundamentadas, ofreciendo alternativas de acción a los actores del fenómeno evaluado, siempre apuntando a resolver el problema para el que se ha solicitado nuestra consulta profesional. Tal es nuestra obligación como profesionales especializados. Referencias bibliográficas ABT, L. E. Y BELLAK, L. 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