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Evaluacion de la personalidad normal-Intro y Cap1

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Evaluación de la Personalidad Normal 
 
 Introducción 
Los autores 
Esta obra está dirigida a nuestros estudiantes de grado y posgrado, así 
como a los colegas que se desempeñan en la especialidad de la evaluación 
psicológica y que, en virtud de su campo de trabajo, requieren de los 
instrumentos de evaluación de la personalidad para llevar a cabo su 
quehacer profesional. 
Describir la personalidad normal, detectar riesgo psicopatológico o bien 
realizar diagnósticos diferenciales de los distintos trastornos resultan 
desafíos no menores para los profesionales de la salud mental. Y en la 
actualidad estas tareas son usualmente muy requeridas en los ámbitos 
clínico, laboral y forense, así como también en los contextos comunitario y 
educacional. 
Es así que la idea que nos ha reunido consiste en sintetizar los 
principales modelos y metodologías para evaluar la personalidad vigentes 
al día de hoy, y realizar una descripción técnica de los instrumentos, de ellos 
derivados, que se hallan disponibles y en condiciones técnicas apropiadas 
para ser empleados en nuestro medio. 
Asimismo, hemos reservado un lugar de importancia para comentar los 
principales tópicos y cambios introducidos en el DSM-5, esperando que 
estos materiales resulten de interés para nuestros lectores. 
Finalmente, se incluye un capítulo con algunos casos informados, a 
modo de aplicación didáctica, en relación con los contenidos referidos a los 
inventarios antes descritos. 
Esperamos que este trabajo sea de utilidad para nuestros lectores. 
Agradecemos especialmente a la doctora Norma Contini, profesora 
titular de la Universidad Nacional de Tucumán, por su elogioso prólogo, a 
nuestros colegas docentes de cátedra, quienes siempre nos alientan a 
continuar trabajando, y particularmente a nuestros alumnos, de quienes 
siempre aprendemos en nuestra labor cotidiana. 
1 
Concepciones teóricas de la personalidad 
Modelos teóricos y definiciones 
Alejandro Castro Solano 
La personalidad implica el estudio sistemático de las diferencias 
individuales en tanto patrones de comportamiento, emociones y 
pensamiento que los seres humanos poseen. Diferentes autores han dado 
peso a uno u otro componente, según la tradición de investigación en la que 
se hayan situado. Según Pervin (2000), podemos ubicar tres tipos de 
abordaje de este constructo: el clínico, el correlacional y el experimental. 
Describiremos a continuación, en forma sucinta, cada una de estas 
tradiciones, sus metodologías y conceptualizaciones. 
El abordaje clínico 
Los primeros teóricos que evidenciaron la importancia de las diferencias 
individuales entre las personas fueron, sin lugar a dudas, los psicólogos 
clínicos. Durante la primera mitad del siglo XX tuvo su auge el estudio de 
las grandes teorías de la personalidad. Estos psicólogos eran partidarios de 
una concepción holística u organísmica y estaban preocupados por entender 
los principios de funcionamiento que son comunes a todas las personas, en 
especial aquellos que hacen a la singularidad propia de cada sujeto. Dentro 
de los autores más importantes podemos citar a Freud (psicoanálisis), 
Rogers (fenomenología/ humanismo) y George Kelly (constructos 
personales). Estas diferentes líneas teóricas consideraban que cada 
individuo es singular, único e irrepetible. Los autores basaban sus 
afirmaciones en el estudio clínico de algunos pocos sujetos (pacientes) que 
estaban realizando tratamiento psicoterapéutico. En esta línea cobraba 
importancia el poder comprender las causas del funcionamiento psicológico 
individual. 
16 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
Dentro de esta tradición, personalidad era un sinónimo de psiquismo, 
otorgándose importancia al poderoso efecto de los vectores internos en la 
determinación tanto de los actos, los pensamientos, como de las emociones 
personales (Fierro, 1996). Este enfoque se consideró idio- gráfíco, ya que, 
como antes se comentaba, tomaba en cuenta el estudio de pocos casos 
(clínicos). En algunas oportunidades, incluso, se trataba del estudio 
intensivo de un solo sujeto (e.g., Freud). 
Las definiciones más clásicas de personalidad tienen su origen en esta 
tradición. Allport (1937) definía el concepto como psicología de lo 
individual, de lo idiosincrático. Para este autor, la personalidad es "la 
organización dinámica de los sistemas psicofísicos que determina los 
ajustes del individuo al medio circundante" Murray (1938), en tanto, 
consideraba que este constructo complejo estaba en relación con lo singular 
y no podía ser entendido mediante leyes generales. Para otro autor clásico, 
Filloux (1960), “la personalidad es la configuración única que toma, en el 
transcurso de la historia de un individuo, el conjunto de los sistemas 
responsables de su conducta" 
El abordaje correlacional 
Si bien los seres humanos difieren en sus comportamientos, no difieren 
al azar ni de modo incoherente. Los autores de esta línea se preocuparon 
por identificar en las personas patrones o pautas comunes que fueran la 
razón de determinados estilos de comportamiento. Estos psicólogos fueron 
denominados "rasguistas" porque intentaron aislar un conjunto de rasgos o 
dimensiones que diferenciaban a los individuos. Se basaron en el análisis 
de las respuestas dadas por los sujetos a inventarios de personalidad, que eran 
posteriormente analizados mediante la metodología del análisis factorial. 
De este modo, se identificaba la estructura subyacente a la organización 
com- portamental y se establecían las regularidades del comportamiento 
tomando como unidad de análisis los rasgos psicológicos. Los rasgos se 
definen como tendencias latentes que predisponen a los seres humanos a 
comportarse de determinado modo; son los responsables de las diferencias 
individuales y predicen la conducta humana en diferentes situaciones. 
Esta aproximación también se denominó nomotética (nomos = ley). La 
consideración de los rasgos psicológicos supone consistencia 
17 
y estabilidad. La consistencia se refiere a cierta regularidad de la conducta en 
situaciones diferentes y la estabilidad hace alusión a la perdurabilidad 
temporal de las conductas de un individuo. Dicho de otro modo, esto implica 
que las personas son las mismas a lo largo del tiempo y en los diferentes 
contextos. Los rasgos, a su vez, fueron caracterizados como predisposiciones 
básicas (latentes) que daban lugar al comportamiento efectivo. Autores como 
Cattell o Eysenck estaban enrolados dentro de esta tradición de estudio de la 
personalidad, que tuvo su auge a principios del siglo XX, luego se dejó de 
lado hacia la mitad del siglo, y resurgió con vigor hacia finales de los años 
ochenta a través del modelo de los cinco factores de la personalidad (véase 
Capítulo 2). 
El abordaje experimental 
Esta escuela, a diferencia de la anterior, hace hincapié en las leyes 
generales que rigen la conducta humana y que resultan aplicables a todos los 
individuos. Si comparamos la tradición Correlacional con la experimental, la 
primera hace foco en las diferencias individuales, y la segunda enfatiza más 
los universales que rigen los comportamientos humanos. Autores tales como 
Dollar y Miller durante las décadas de 1940 y 1950 se enrolaron dentro de 
este enfoque experimentalista y emplearon las bases de las teorías del 
aprendizaje para formular los principios del funcionamiento individual. 
Hacia 1960 y 1970, y fruto de la revolución cognitiva, autores como Bandura 
y Mischel enfatizaron, dentro de un marco de trabajo cognitivo-social, el 
estudio de los procesos cognitivos en la determinación de la conducta 
humana. Este abordaje metodológico intentó conectar los campos de la 
psicología cognitiva y la psicología social. 
En síntesis, para la tradición clínica (idiográfica), la personalidad es 
sinónimo de singularidad; para la tradición correlacional, el origen de las 
diferenciasindividuales entre los seres humanos se debe a ciertas 
disposiciones básicas -los rasgos psicológicos-, y para el enfoque 
experimental, importan las leyes generales (procesos básicos) que rigen los 
comportamientos humanos. 
18 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
El problema de las unidades de análisis 
El gran problema de la conceptualización de la personalidad es el tipo 
de unidades de análisis que debemos tomar en cuenta para su estudio. Este 
fue un tema de preocupación de los teóricos de principios del siglo XX y no 
ha sido resuelto a la fecha. 
Allport (1937) consideraba, por ejemplo, los rasgos estilísticos, los 
patológicos, los estilos cognitivos, las actitudes, las motivaciones 
inconscientes y el temperamento, entre otros. Emmons (1995) tenía en 
cuenta diferentes dominios de la personalidad; según él, esta puede 
entenderse en tanto estructura morfológica (intrapsíquica) de los in-
dividuos tal como en las conceptualizaciones psicodinámicas, en un nivel 
interpersonal o en un nivel biofísico (temperamental) del comportamiento. 
Asimismo, de acuerdo con el autor, la personalidad puede estudiarse a 
nivel de las conductas de las personas, a nivel de los constructos 
motivacionales o a nivel de los rasgos psicológicos. Algunos autores 
contemporáneos proponen incluir aspectos tan diversos tales como 
procesos básicos, afrontamiento, comportamientos, estilos cognitivos, 
motivacionales y representaciones sociales, solo para nombrar algunos 
(Fierro, 1996). Las teorías de la personalidad más modernas incluyen los 
aspectos emocionales, motivacionales y cognitivos y toman tanto los 
aspectos conscientes como los inconscientes (Emmons, 1995). 
Comentaremos a continuación las principales unidades de análisis 
consideradas por los teóricos de la personalidad (véase Tabla 1). 
TABLA 1. Algunas unidades de análisis para el estudio de la personalidad. 
Unidades de análisis de estudio de la 
personalidad 
Temperamento Estructura intrapsíquica Rasgos 
patológicos Rasgos “normales" / Tipos 
Afrontamiento Cogniciones 
Motivaciones 
19 
Rasgos y tipos psicológicos. Los rasgos son una de las unidades de análisis 
más estudiadas. Como ya hemos referido, se trata de tendencias latentes que 
predisponen a los individuos a comportarse de determinado modo, son los 
responsables de las diferencias individuales entre unos y otros, y predicen la 
conducta humana en diferentes situaciones. Por ejemplo, una persona que 
posee el rasgo extroversion, tiende a ser sociable, gregaria, comunicativa, 
disfruta del contacto con los demás y participa de diferentes actividades 
sociales. Aquello que "impulsa" a este individuo a ser extrovertido es 
precisamente este componente, que es el rasgo extroversion. Los rasgos son 
de naturaleza inferencial y, por lo tanto, no observables. 
Los principios fundamentales que distinguen a los rasgos son la 
consistencia y la estabilidad, y son el presupuesto básico de que existe algo 
que se mantiene más allá de las diferentes situaciones y a lo largo del tiempo. 
Los autores han aislado mediante la metodología del análisis factorial las 
dimensiones básicas de las diferencias individuales entre las personas. El 
enfoque más moderno y más utilizado por los científicos es el modelo del Big 
Five (véase Capítulo 2). Se supone que los rasgos son sumamente estables y 
que se consolidan alrededor de los 30 años, existiendo poco cambio en la 
personalidad más allá de esta edad (Costa y McCrae, 1990). 
La agrupación de varios rasgos distintos se denomina tipo. A diferencia 
del rasgo, la consideración del tipo hace alusión a un perfil y es categorial. 
Así, algunos autores han aislado diferentes tipos psicológicos: por ejemplo, las 
personas que se adaptan y responden bien al estrés constituirían un tipo 
psicológico determinado. Myers, McCaulley y Quenk (1998) consideran 
dieciséis combinaciones tipológicas basadas en los tipos psicológicos de Jung 
(por ejemplo, introvertido/orientado al pensamiento o 
extravertido/orientado a la sensación). Esta conceptualization fue tomada 
por T. Millón a mediados de la década de 1990 para configurar su descripción 
de los modos cognitivos, como estructurante de la personalidad normal 
(véase Capítulo 3). 
Cabe considerar que muchos autores se dedicaron al estudio de los rasgos 
patológicos de la personalidad. No fue sino hasta 1980 que el concepto de 
trastornos de la personalidad comenzó a utilizarse, de la mano de las nosologías 
internacionales de clasificación (DSM), ocupando allí un lugar destacado y 
conocido como Eje II. La tradición de análisis de los rasgos psicológicos 
permaneció disociada del estudio de la psicopatología en la historia de la 
psicología de la personalidad. No fue sino hasta el año 2013 que la nueva 
revisión de las nosologías 
20 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
internacionales (DSM-5) incluyeron una consideración dimensional (más 
rasguista) de la psicopatología de la personalidad, reuniendo en un enfoque 
único el modelo de los cinco factores de la personalidad con la 
psicopatología contemporánea que, como se comentó, funcionaron de 
modo separado durante gran parte del siglo XX (véase Capítulo 4). 
Constructos motivacionales. La motivación es el determinante que activa 
la conducta efectiva de los seres humanos. ¿Qué es lo que lleva a una 
persona a comportarse del modo en que lo hace? Para Freud, importaba el 
concepto de pulsión (drive), entendido como un modelo de tensión-
reducción; la pulsión tiene que satisfacerse (pero nunca lo hace 
completamente) y en su camino la persona es impulsada a reducir esa 
tensión a través de determinadas acciones. 
Murray resaltaba el concepto de necesidad. Para este autor existen tres 
grandes necesidades que gobiernan la conducta humana: afiliación, logro y 
poder. Aquellos que registraban una alta necesidad de poder eran los que se 
desempeñaban en puestos de liderazgo, eran asertivos y controladores en 
sus relaciones personales. En cambio, aquellos que tenían alta motivación 
de afiliación daban más importancia a las relaciones personales, a la 
proximidad, e invertían más el tiempo en su vida social comparados con los 
otros dos. Una prueba proyectiva importante de la primera mitad del siglo 
XX (TAT, Tema- tic Aperception Test) estaba basada en esta teoría de la 
motivación. El concepto de motivación tuyo su auge a principios del siglo 
XX y luego, con el predominio de las teorías conductistas y posteriormente 
con la revolución cognitiva, estas variables internas que regían la conducta 
dejaron de estudiarse. 
Las modernas teorías cognitivas enfatizan el papel de la motivación a 
través del concepto de metas u objetivos. Estos pueden definirse como 
representaciones internas de estados ideales a ser alcanzados. Estos estados 
pueden ser resultados, eventos o procesos (Austin y Vancouver, 1996). 
Internamente, pueden entenderse desde las necesidades biológicas como 
estados iniciales de procesos internos (por ejemplo, temperatura corporal) 
a complejas construcciones cognitivas de resultados a obtener (por ejemplo, 
graduarse en una carrera). Dentro de los teóricos de la personalidad que 
trabajaron más en la perspectiva cognitiva de la motivación podemos 
ubicar a Little (1989), quien inició una tradición de estudio del constructo 
proyectos personales (personal goals), a Emmons (1986), quien propuso el 
término de planes personales (personal strivings), a Zirkel y Cantor (1990), que 
hablaron de tareas vitales y a Klinger (1977), quien acuñó el concepto de 
preocupaciones actuales. 
21 
Estas aproximaciones tenían de común el presupuesto de que la conducta del 
sujeto estaba organizada alrededor del concepto de objetivo o meta. El 
objetivo es una representación mental (cognitiva) de un resultado a alcanzar 
alrededor del cual se organizan las acciones de la persona. Así, cada personaes caracterizada por un conjunto de metas personales, que integra el sistema 
personal de objetivos de su vida. A su vez este sistema recluta conductas y 
acciones de menor nivel. Por ejemplo, para una adolescente para quien ser 
físicamente atractiva sea muy importante, este plan de vida reclutará las 
acciones de hacer dieta, gimnasia, cuidado externo, etcétera, que dará 
coherencia a todas las acciones que ejecute. Esta concepción de los objetivos 
está basada en la teoría del control y de la autorregulación (Carver y Schcier, 
1981). Aquí la conducta efectiva se interpreta como un proceso de reducción 
de la discrepancia entre la condición presente y el estado ideal a alcanzar, 
que es precisamente el objetivo. Desde el punto de vista metodológico esta 
aproximación de la motivación combina las estrategias nomotética e 
idiográñca, tradición que inició Little en los años ochenta. El autor proponía 
el análisis de las matrices de objetivos personales (idiográ- fico) siguiendo 
criterios nomotéticos. 
Cogniciones. En este apartado podemos mencionar la teoría de los estilos 
cognitivos de Witkin y Goodenaugh (1981) y la teoría de la atribución causal 
(Seligman, 1990) como las más importantes unidades de análisis de 
diferencias individuales desde el punto de vista cogni- tivo. La teoría de los 
estilos cognitivos de Witkin postulaba la existencia de importantes 
diferencias individuales en la forma en que los sujetos procesan la 
información. Las investigaciones de Witkin demostraron que las personas 
difieren marcadamente en la ejecución en tareas de orientación espacial (test 
del marco y de la varilla). Algunos, a la hora de establecer la verticalidad de 
un objeto, confiaban más en las referencias internas que en las claves qne 
proporcionaba el contexto. A estos se los llamó independientes del campo. Estas 
personas eran flexibles, funcionaban de manera más autónoma y tendían a 
imponer su estructura personal a los problemas, comparados con los 
dependientes del campo. Estos últimos dependían altamente del ambiente. 
El "campo" ejercía un influjo tan grande sobre ellos que se perdían entre las 
coordenadas del contexto. Los dependientes del campo estaban más 
preocupados por los vínculos, gustaban de estar con otras personas, siendo 
por lo tanto más "dependientes" del ambiente, sin tender a estructurar los 
estímulos. Estas dimensiones fueron de algún modo retomadas por Millón 
en la consideración de la personalidad normal, 
22 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
cuando incorporó unidades de análisis cognitivas (modos cognitivos) en su 
evaluación (véase Capítulo 3). La forma de captar y procesar la información 
según estos modelos forma parte de la personalidad, siendo una fuente 
importante de diferencias individuales. 
De modo más reciente, Martin Seligman estudió la importancia de las 
atribuciones causales que hacen las personas sobre determinados eventos, 
generalmente negativos (estilo atribucional), en función de las cuales les era 
posible determinar expectativas concernientes al desarrollo de los 
acontecimientos futuros (estilo optimista vs. pesimista). Seligman 
estableció tres dimensiones: (a) interno/externo; (b) estable/inestable; y (c) 
global/específico. 
Aquellos que tienden a hacer atribuciones internas, globales y estables 
son quienes sufren mayormente de depresión, tienen un rendimiento 
académico más pobre y registran peores resultados psicológicos en general 
(por ejemplo, "Me fue mal en determinado examen porque no soy 
inteligente [atribución estable e interna y global]). En cambio, quienes 
realizan atribuciones externas, específicas e inestables (por ejemplo, "Me 
fue mal en un examen porque ese día no estaba concentrado y no había 
estudiado mucho") son caracterizados como "optimistas" Seligman 
proponía que, mediante determinadas estrategias cognitivas, era posible 
"enseñar" a los pesimistas las estrategias que empleaban los optimistas, de 
modo de mejorar sus expectativas sobre los eventos futuros. Esta es la base 
del programa en entrenamiento en resiliencia de Pennsylvania, y consiste 
en aprender un estilo atribucional más adaptativo frente a los eventos 
indeseables. 
Estilos de afrontamiento. Bajo el nombre de afrontamiento (coping) se 
consignan las acciones que implementan las personas para hacer frente al 
estrés. Es un concepto que vincula las experiencias del ambiente (el 
estresor), las capacidades del individuo (las estrategias de afrontamiento) y 
el resultado (su efectividad: malestar vs. bienestar resultante). 
La teoría psicológica más utilizada en esta temática es el modelo 
transaccional de Lazarus y Folkman (1984). En él se postula la importancia 
de la estimación (appraisal) que hace la persona sobre los eventos estresantes 
(valoración primaria). Desde este punto de vista, la naturaleza del estresor 
radica más en el sujeto que en las características del estresor en sí mismo 
(por ejemplo, las arañas pueden ser altamente estresantes para algunos y 
no para otros, sin generarles ninguna reacción en absoluto). Una vez 
realizada esta valoración primera, el individuo pone en marcha los 
mecanismos disponibles para afrontar 
23 
el estresor (valoración secundaria). La idea básica del modelo es que las 
representaciones o esquemas mentales que tenga cada uno acerca del 
mundo influirán en la respuesta a determinadas amenazas del ambiente. 
Esta teoría está enmarcada dentro de un abordaje de la cognición social. 
Existen formas más y menos adaptativas frente a los estresores, así 
como dos estrategias generales de afrontamiento: (a) las dirigidas hacia la 
remoción del problema y (b) las que se encaminan a mitigar la emoción 
concomitante a este. Las personas van variando su repertorio de respuestas 
en función de la situación y la evaluación del estresor; de allí que el modelo 
se denomine transactional. Una estrategia puede resultar muy adaptativa en 
una situación y no en otra para determinado sujeto (por ejemplo, algunos 
pueden mitigar la ansiedad mediante el ejercicio, las actividades deportivas, 
etcétera y para otros esto no resulta eficaz). Sin embargo, es esperable que 
cada uno tenga un estilo de afrontamiento en particular, esto es, una preferencia 
por la utilización de ciertas estrategias de afrontamiento. Algunos, por 
ejemplo, son muy intolerantes respecto de la ambigüedad de las situaciones 
y no pueden afrontar este tipo de estresores; en cambio otros son más 
proclives a resolver las situaciones que generan incertidumbre. Esta forma 
particular de afrontar las situaciones está ligada a la estructura de la 
personalidad y, por ende, se enmarca como una variable de estudio de 
naturaleza personológica o estilística. Este concepto, por ser de naturaleza 
cognitivo-social, está muy vinculado con lo que comentamos anteriormente 
respecto del estilo atribucional del modelo de 1 Seligman. El estilo optimista, 
desde esta perspectiva, sería un estilo de afrontamiento particular (externo, 
específico e inestable) que las personas aplican a una gama diferente de 
situaciones y problemas. 
Temperamento. Los autores coinciden en agrupar bajo la etiqueta de 
temperamento los aspectos "más biológicos" de la personalidad, es decir, 
aquellos menos influidos por el ambiente y, por lo tanto, de naturaleza más 
hereditaria (Bornstein, 2000). Esto nos lleva a la vieja polémica 
natura/nurtura. ¿La personalidad es adquirida o es heredada? ¿Cuál es el 
impacto que tiene el medio sobre el desarrollo de la personalidad? 
Los autores contemporáneos determinaron que alrededor de un 40% de 
las diferencias individuales en la personalidad se deben a diferencias 
temperamentales heredadas. En los niños recién nacidos, la expresión 
emocional es tosca y rudimentaria y más libre de influencias ambientales, 
y las diferencias temperamentales (biológicas) son más aparentes. Estos 
niños actúan en fundón del ambientesegún sus disposiciones 
temperamentales y modelan sus emociones según la respuesta que reciban 
délos 
24 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
otros. Un niño con un temperamento "irritable” generará una respuesta 
negativa en sus cuidadores que influirá posteriormente en su capacidad de 
autorregulación emocional futura. La interacción entre estas disposiciones 
ambientales y las respuestas de los padres y otros significativos modelará 
lo que en la adultez denominaremos personalidad. 
El temperamento aparece de forma muy temprana en la vida de los 
niños y es la base sobre la cual se modela la personalidad adulta (Rothbart 
y Bates, 1998). Los tres atributos temperamentales son: (a) el nivel de 
actividad -tempo y energía de los infantes, algunos son sedentarios mientras 
que otros son más "activos"-; (b) sociabilidad, que se refiere a cuán receptivos 
son los niños a las interacciones sociales, algunos son reticentes y otros 
buscan contactarse de modo más activo con los demás; y (c) emocionalidad, 
que se refiere a la intensidad de la respuesta emocional, algunos se 
tranquilizan rápidamente y otros lloran ante el menor disturbio. 
Sintetizando, entonces, según los autores el temperamento es un rasgo 
bastante estable de la personalidad y es en su mayor parte heredado. La 
base de la personalidad futura depende de la forma en que se consoliden o 
no el resultado de las interacciones entre el temperamento del niño y las 
experiencias ambientales tempranas. 
Enfoques teóricos 
Existen diferentes modelos y enfoques para el estudio de la 
personalidad. Para el planteamiento de las diferentes teorías de la 
personalidad seguiremos la sistematización propuesta por Millón (1996). El 
autor propone diferenciar los enfoques en monotaxonómicos y politaxonó- 
micos, empíricos y explicativos, respectivamente (véase Figura 1). 
FIGURA 1. Modelos teóricos que estudian la personalidad. 
EXPLICATIVO EXPLICATIVO 
POLITAXONÓMICO MONOTAXONÓMICO 
(Millón) (Kohut, Gunderson, Kernberg) 
EMPÍRICO EMPÍRICO 
POLITAXONÓMICO MONOTAXONÓMICO 
(Big Five, McCrae y Costa) (Cattell, Eysenck) 
25 
Los enfoques monotaxonómicos están orientados hacia el tratamiento de 
pocas unidades de análisis, ya sean categorías, dimensiones o prototipos. 
Están limitados a áreas circunscritas y no pretenden explicar todo el campo 
de la personalidad, sino que están interesados por determinadas áreas o 
procesos. Los enfoques politaxonómicos, en cambio, se dirigen hacia la 
búsqueda de pilares teóricos que den una explicación de la estructura de la 
personalidad. El énfasis está puesto en la explicación de las entidades 
latentes. El intento de este enfoque es explicar las múltiples variaciones 
observadas en las conductas, emociones y pensamientos de las personas 
mediante un número menor de variables o principios teóricos explicativos. 
Estas dos líneas pueden estar orientadas hacia la explicación teórica de los 
constructos o simplemente hacia la descripción y sistematización de las 
variables. 
Enfoques empíricos monotaxonómicos 
Esta aproximación hace foco en una o pocas categorías de análisis. 
Considera que el conocimiento avanza a través de la explicación de la 
estructura de los datos obtenidos por medio de los instrumentos de medida 
existentes y no a través de la exploración de nuevos conceptos y teorías. 
Típicamente, uno o varios instrumentos son descompuestos en sus 
elementos constituyentes, sean factores, clusters o inspecciones gráficas de 
dendogramas. La validez de este enfoque demanda una perfecta 
correspondencia entre variables latentes y observadas. Se asume que los 
factores o variables extraídas, generalmente de procedimientos estadísticos 
multivariados, representan diferentes aspectos de los constructos, tal como 
existen en la realidad. Los enfoques tradicionales del rasgo están ubicados 
en esta categoría. Las variaciones individuales son explicadas a través de un 
escaso número de rasgos (véanse Capítulo 2 y Fernández Liporace, Cayssials 
y Pérez, 2009, Capítulo 2). El problema surge cuando tenemos que decidir 
cuáles de estos rasgos o variables son aquellos necesarios para describir y 
explicar la personalidad. Aquí podemos localizar las conceptualizaciones de 
Raymond Cattell (1965) y Hans Eysenck (1960). 
Cattell fue uno de los pioneros defensores de la aproximación analítico 
factorial para establecer dimensiones de personalidad. Mediante estos 
procedimientos obtuvo dieciséis dimensiones básicas de personalidad o 
factores primarios. Luego sometió estas dimensiones a un análisis factorial 
de segundo orden obteniendo otras siete dimensiones. De 
26 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
estas otorgó mayor importancia a dos de ellas, sobre las que construyó 
cuatro tipos de personalidad. Las dimensiones son baja/alta ansiedad e 
introversión/extroversión. A pesar de sus esfuerzos, el problema de esta 
tipología es no proveer un marco comprehensivo que explique de forma 
acabada el ámbito de las diferencias individuales. 
Eysenck, por su parte, ha seleccionado tres dimensiones fundamentales 
de la personalidad que la explican. Neuroticismo, introversión/ 
extroversion y psicoticismo. Siguiendo las ideas de Jung, Pavlov y 
Kretschmer, el autor construyó un marco explicativo de la personalidad en 
términos biológicos, relacionando la condicionabilidad de los estímulos con 
la reactividad nerviosa autónoma. 
Los enfoques politaxonómicos empíricos 
Similar al enfoque empírico monotaxonómico, este abordaje trabaja 
mediante el refinamiento de instrumentos de medida, dependiendo del 
isomorfismo entre realidad e instrumentos. Consiste en un refinamiento 
psicométrico e instrumental. No se toman en consideración los avances 
teóricos. El enfoque anterior se mueve en la dirección de alcanzar un mayor 
nivel de especificidad, tratando de descomponer varias unidades de análisis 
en una menor cantidad de unidades más comprehensivas. El enfoque 
politaxonómico no toma los componentes inferenciales o no observables. El 
modelo más representativo de este enfoque es la teoría del Big Five (véase 
Capítulo 2). Esta lectura personológica descansa en la hipótesis léxica que 
asume que aquellas grandes diferencias entre las personas han sido 
codificadas en el lenguaje natural. Solo bastaría con descubrir aquellos 
términos del lenguaje que dieran mejor cuenta de las diferencias 
individuales a través de las palabras comúnmente usadas, para que, 
aplicando sofisticados procedimientos matemáticos, surjan aquellos 
factores subyacentes que den cuenta de las diferencias entre las personas. 
Esta aproximación a la personalidad ha sido también conceptualizada como 
el abordaje matemático de lo latente (Millón, 1994). 
Los enfoques teóricos monotaxonómicos 
Son enfoques teóricos que tratan con conceptos de naturaleza 
inferencial (no observables). Allí se intenta utilizar pocas unidades 
Evaluación de la personalidad normal y sus trastornos 27 
de análisis que den cuenta del fenómeno objeto de estudio. Dentro de esta 
línea tenemos autores en su mayor parte psicoanalíticos, con preocupaciones 
básicamente clínicas, que intentaron arribar a explicaciones teóricas sobre 
cómo la personalidad se torna patológica. 
Heinz Kohut (1971 y 1977) consideró la constitución del sí-mismo (self) 
como un organizador del desarrollo psicológico individual. Concebía 
evolución del self desde el estado infantil de fragilidad y fragmentación a un 
estado cohesivo y organizado, que es el correspondiente a la etapa adulta. 
Kohut no pensaba el conflicto psicológico como regulador de la vida 
psíquica, tal como lo hacían los teóricos del psicoanálisis clásico, sino que 
hipotetizaba que los trastornos de la personalidad tenían que ver con déficits 
en la estructuración del self. 
Gunderson (1988) construyó una teoría que permite identificar el 
desarrollo de la personalidad normalhasta sus variantes más patológicas, 
haciendo eje en las patologías límite (borderline) a las cuales dedicó la mayor 
parte de su obra. 
Otto Kernberg (1984), quizá uno de los teóricos del psicoanálisis 
contemporáneo con propuestas más novedosas, trató de instaurar una 
nueva tipología en el estudio de la personalidad y sus trastornos. Estableció 
que la personalidad se halla más ligada a los diferentes niveles de severidad 
que a fijaciones a etapas psicosexuales tempranas -como afirmaba el 
psicoanálisis clásico-; el autor organiza los tipos de personalidad según su 
nivel de severidad (alto, intermedio y bajo) y de organización estructural 
(neurótico, límite y psicótico). 
Los enfoques teóricos politaxonómicos 
Este tipo de enfoque está basado en la construcción de un edificio 
taxonómico teórico que nos permite clasificar los diferentes tipos o estilos de 
personalidad y sus desórdenes en una misma teoría que provea una 
explicación acabada del fenómeno objeto de estudio. El poder explicativo de 
este sistema deriva de generar una taxonomía que reemplace la primitiva 
agregación de elementos jerárquicos (taxons), organizando un esquema 
diagnóstico real. Se avanza así hacia la explicación de las relaciones entre los 
constructos y hacia la conceptualization de las categorías empleadas en su 
estudio. Por lo tanto, este enfoque intenta la generación de un marco teórico 
nuevo para explicar la personalidad. El enfoque de T. Millón (1969, 1981, 
1994 y 1996) se encuentra dentro de oslo marco conceptual. Esta teoría está 
ubicada 
28 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
dentro de los modelos integradores en el campo de la personalidad y puede 
considerarse un puente entre la personalidad normal y sus trastornos 
(véase Capítulo 3). 
Conclusiones y perspectivas futuras 
Quizá uno de los asuntos más importantes en la conceptualization de 
la personalidad sea el controvertido tema de la organización y la estructura 
de la personalidad. ¿Cuáles son las unidades de análisis que debemos 
considerar para estudiar la personalidad? ¿Los rasgos, las motivaciones, las 
conductas manifiestas o los procesos inconscientes? 
Al respecto, una conceptualización muy útil es la aproximación de 
Emmons, que propone diferenciar niveles y dominios de la personalidad. 
En cuanto a los niveles, en el nivel I (el más desnaturalizado y neutro) 
estarían ubicados los rasgos según lo entienden las aproximaciones 
empírico-factoriales (Big Five, por ejemplo), como unidades amplias de 
conducta. El nivel II estaría compuesto por aquellos aspectos 
motivacionales que están contextualizados en tiempo y espacio, también 
llamadas unidades de nivel intermedio. Dentro de esta categoría entrarían 
las unidades que operan de puente entre los actos manifiestos de conducta 
(nivel molecular) y los niveles supraordinales y valores (nivel molar). Un 
ejemplo de esto es la consideración de los objetivos de vida de las personas. 
El nivel III estaría enmarcado por la narrativa particular de la historia 
personal de los individuos, que lleva a la coherencia, unidad y propósitos 
en la vida (Baumeister, 1989). Desde otras aproximaciones esto sería 
entendido como el estudio del self o del sí mismo. 
Por el otro lado, los dominios de la personalidad aluden a las diferentes 
esferas de la actividad humana (Emmons, 1995). Por ejemplo, nivel 
intrapsíquico, interpersonal, fenomenológico, biofísico, etcétera. Es decir, 
podemos hablar de personalidad en tanto estructura morfológica 
intrapsíquica de los individuos (Gunderson, 1988; Kohut, 1977), en tanto 
rasgos personológicos (Leary, 1957; Sullivan, 1953) o entendiendo los 
diferentes componentes temperamentales o biológicos que tienen las 
personas (Cloninger, 1987; Plomin y Dunn, 1996). 
Ségún Pervin (2000), resulta fundamental el desarrollo de conceptos 
que focalicen en los aspectos más procesuales o de funcionamiento de la 
personalidad, (e.g., conflicto, coherencia). Asimismo, el autor enfatiza el 
mérito relativo de cada una de las tradiciones de 
29 
investigación para el estudio de la personalidad y pone de relieve la 
combinación de estrategias diferenciales para poder estudiar unidades de 
análisis de distinto nivel, como por ejemplo, el estudio de los procesos 
inconscientes (inferenciales) y las expresiones más conscientes de la conducta 
humana. 
Un capítulo aparte merece el estudio de la variación sistemática de los 
constructos personológicos en función de la diversidad cultural. Considerar 
la universalidad de los constructos psicológicos es un postulado fundamental 
de la ciencia psicológica, ya que nos permite hacer generalizaciones respecto 
de grupos humanos que hablan lenguas distintas, que tienen distintas 
creencias y que difieren de forma sistemática respecto de aquellos países que 
presentan un mayor desarrollo de la psicología como ciencia (Casullo y 
Fernández Liporace, 2006; Norenzayan y Heine, 2005). 
Sin embargo, muchos psicólogos dan por sentada la supuesta 
universalidad de los constructos psicológicos. Se extraen conclusiones acerca 
de poblaciones muy específicas (e.g, estudiantes universitarios, poblaciones 
anglosajonas, de raza blanca, de nivel socioeconómico medio, etcétera) y se 
extrapolan estos resultados a contextos culturales más amplios, sin un 
estudio adecuado de las variaciones locales de los conceptos estudiados. La 
suposición de la universalidad partiendo de una base de datos limitada 
constituye no solo un problema teórico, sino también empírico, ya que se 
establecen estrategias de intervención en los ámbitos de aplicación, tomando 
como referencia investigaciones con sesgos culturales evidentes (Casullo y 
Fernández Liporace, 2006). 
Este enfoque top-down es el que ha predominado tradicionalmente en el 
estudio de la personalidad. La adopción de esta estrategia de trabajo hace que 
se desvanezcan las variantes émicas locales, quedando estas 
subrepresentadas. Esto lleva a que los constructos psicológicos estudiados 
revistan características pseudoéticas o que, en suma, sean "falsamente 
universales". Un desafío en este campo consiste en el estudio de las variables 
idiosincráticas y locales a través de estudios émicos que recuperen aquellos 
aspectos particulares o locales que no toman en cuenta las "grandes” teorías 
de la personalidad. 
Finalmente, un área nueva de estudio la constituyen las neurocien- cias. 
El gran desafío para los psicólogos de la personalidad consistiría en la 
integración de aquello que ya se sabe de la personalidad con los nuevos 
hallazgos procedentes de marcadores neurobiológicos, sin caer en una 
propuesta reduccionista. 
30 Mercedes Fernández Liporace y Alejandro Castro Solano (comps.) 
A la luz de lo comentado, el futuro de la psicología de la personalidad 
resulta en extremo auspicioso; queda en los jóvenes psicólogos que su 
estudio se vuelva un área de trabajo fértil. En los capítulos siguientes 
comentaremos en detalle las aproximaciones clásicas y las más modernas 
para el estudio de la personalidad normal y sus trastornos, para finalizar 
con un detalle acerca de los problemas involucrados en los aspectos 
relativos a su evaluación. 
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