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Marrone, M y Diamond, N Sobre la transferencia aspectos de fondo

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Mario Marrone 
La Teoría del Apego: 
Un enfoque actual 
Con contribuciones de 
Nicola Diamond y Luis Juri 
Prólogo de Hugo Bleichmar 
Capítulo 10 
Sobre la transferencia: Aspectos de fondo 
MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
Introducción 
Transferencia es un concepto muy específico en la teoría del apego. 
Sin embargo, no difiere esencialmente de algunas formulaciones psico-
analíticas. En la teoría psicoanalítica clásica, la transferencia era vista como 
una forma de desplazamiento, ya que se refería a un proceso por el cual 
los sentimientos, deseos o expectativas eran desviados de una persona 
hacia otra. 
El término fue originalmente utilizado por Freud en sus Estudios so-
bre la Histeria (1893-1895) y concebido como un falso enlace, ya que los 
sentimientos, originalmente asociados a figuras parentales, eran separa-
dos de su contexto y de su objeto temprano y eran revividos en otro lu-
gar con otra persona. La idea de un falso enlace nació de la observación 
de que un afecto puede ser desplazado. En la historia temprana del in-
dividuo, el afecto estaba ligado a una figura parental primaria, pero aho-
ra reaparece desplazado de forma inadecuada a otra relación con una 
persona distinta. En este contexto, -el sujeto cree que el afecto es evoca-
do por esta nueva persona, pero, en realidad, pertenece a una relación 
anterior. 
Freud observó que en la terapia psicoanalítica los afectos son despla-
zados de una figura parental temprana hacia la persona del terapeuta. 
Sin embargo, este punto da pie a varias cuestiones. Primero, da transfe-
rencia solamente ocurre en la situación analítica o de hecho es inheren-
te a todo tipo de interacciones interpersonales? Segundo, da transfe-
rencia dentro de la situación analítica es un fenómeno específico, o es 
--como algunos autores parecen sugerir- un concepto inespecífico que 
designa en general toda interacción y comunicación entre el analista y el 
analizado? 
-187-
188 MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
El fenómeno de la transferencia fue observado inicialmente no por 
Freud, sino por el médico vienés Joseph Breuer en el tratamiento de 
Anna O, que se desarrolló entre 1880 y 1882 (Freud, 1893-1895). Anna 
O, que había estado intensamente dedicada a su padre (especialmente 
durante su enfermedad terminal), desarrolló, durante su tratamiento con 
Breuer, sentimientos apasionados hacia su médico. Estos sentimientos se 
manifestaron a través de la fantasía inconsciente de haber quedado em-
barazada por su terapeuta, con el desarrollo concomitante de un emba-
razo fantasma. Por lo tanto, los sentimientos apasionados que tenía ha-
cia su padre, junto con los conflictos en su relación con él, fueron 
revividos en su relación con el médico. Aquí podemos ver que el conflicto 
acompañó al desplazamiento de afecto. 
Greenson (1994, pág.151) dijo: «La característica principal de la 
transferencia es experimentar sentimientos hacia una persona que no co-
rresponden a esa persona específicamente, sino que en realidad se re-
fieren a otra. Esencialmente, se reacciona con respecto a una persona del 
presente como si fuera una persona del pasado». Agregó (pág.152): «La 
transferencia puede consistir en cualquiera de los componentes de una 
relación de objeto, es decir, puede experimentarse como sentimiento, 
fuerza, deseo, miedo, fantasía, actitudes e ideas o defensas contra ellos. 
Las personas que originan las reacciones de transferencia son las perso-
nas significativas y destacadas de la primera infancia~. 
Inicialmente, Freud consideró la transferencia como un obstáculo en 
la terapia, como una resistencia que obstruye el recuerdo de lo reprimi-
do (Freud, 1905, pág.116). Sin embargo, más adelante, reconoció la im-
portancia de la transferenGia como una forma de comprender y analizar 
al paciente. 
Freud pensaba que, a lo largo del tratamiento, el revivir temas tem-
pranos creaba un fenómeno que llamó neurosis de transferencia. Este pro-
ceso era capaz de reemplazar la neurosis original del paciente, .ya que 
ésta era vivida en la transferencia con el analista. En este contexto, el pro-
ceso terapéutico básicamente consistía en la resolución de la neurosis de 
transferencia. Freud suponía que las reacciones de transferencia eran eco-
nómica y estructuralmente equivalentes a los síntomas. 
Sin embargo, la idea de que puede haber una resolución final fue cues-
tionada por Freud mismo en Análisis terminable e interminable (1937a). Una 
interpretación que se puede hacer de este trabajo es que cuestiona la exis-
tencia de un final para el proceso analítico. A su vez, se puede pensar 
que puede no haber fin ni final para la transferencia. El sujeto siempre 
se encuentra en relaciones de transferencia; la diferencia está en que la 
relación analítica permite al analizado darse cuenta y poder ver la dife-
rencia entre las relaciones presentes y las pasadas. 
Algunos autores parecen creer que la transferencia es un derivado del 
análisis; es decir, que es suscitada exclusivamente por la situación tera-
X. SOBRE LA TRANSFERENCIA: ASPECTOS DE FONDO 189 
péutica. Por ejemplo, Waelder ( 1956) indicó: «Puede decirse que la trans-
ferencia es un intento del paciente de reactivar y volver a actuar, en la si-
tuación analítica y en relación con el analista, las situaciones y fantasías de 
su niñez. Por lo tanto, la transferencia es un proceso regresivo. La trans-
ferencia se desarrolla como consecuencia del experimento analítico, es de-
cir de la situación analítica y de la técnica analítica». 
Esta formulación implica que la transferencia ocurre solamente en la 
situación terapéutica. Sin embargo, Freud ( 1905, pág.117) fue explícito 
cuando escribió: «El tratamiento psicoanalítico no crea transferencias, 
simplemente las saca a la luz, como tantos otros factores físicos ocultos». 
Tal como indicó correctamente Szasz (1963), definir la transferencia 
basándose en la situación analítica, es como definir los microbios como 
pequeños objetos que aparecen bajo el microscopio. De la misma forma 
que la existencia de bacterias no ocurre sólo en los laboratorios, la trans-
ferencia no sólo ocurre en la situación analítica. 
Sin embargo, la transferencia en la situación analítica puede conver-
tirse en un tema central a estudiar. En este contexto, la transferencia se 
ha visto tanto como un obstáculo al proceso analítico, como favorecedo-
ra del proceso terapéutico. Freud (1905, pág.117) dijo: «La transferen-
cia, que parecería el mayor obstáculo del psicoanálisis, se convierte en su 
aliado más poderoso». 
Discusión preliminar 
Desde Freud, el concepto de transferencia ha sufrido modificaciones 
sustanciales (según cada escuela de pensamiento psicoanalítico). Por 
ejemplo, una opinión particular sobre la transferencia es que consiste en 
la interiorización de una relación temprana y de su exteriorización en el pre-
sente. En el contexto de estos debates, Fairbairn (1952) habló de la trans-
ferencia como un proceso de repetición. Indicó que la transferencia no 
es un objeto, ni su representación lo que es interiorizado y posterior-
mente manifestado en la transferencia, sino una representación del sí mis-
mo con relación al objeto (el otro). Como veremos más adelante, esta idea 
se acerca a la idea de Bowlby sobre la transferencia. 
Algunos autores han sugerido que la transferencia no puede ser pu-
ramente conceptualizada como la exteriorización de una representa-
ción de objeto. En cambio, debe ser vista como una puesta en escena 
interpersonal de representaciones del self y del objeto en forma de una pre-
sión inconscientemente ejercida por el sujeto sobre el otro, de mane-
ra que la relación sujeto-otro se ajuste de alguna forma esencial a la 
constelación del self y del objeto tal como está representada en la re-
lación interiorizada. Este proceso ha sido descrito como identificación 
proyectiva. 
190 MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
Lo que la transferencia no puede ser 
Una opinión generalizada pero incorrecta, es que todas las comuni-
caciones enla sesión analítica deberían ser interpretadas como manifes-
taciones de transferencia. Por ejemplo, Ezriel ( 1963) dijo que parece po-
sible tratar todo el material como material transferencia! y por lo tanto 
utilizarlo para interpretaciones en el aquí y ahora. Agregó: «De ocurrir 
esto, todo lo que el paciente dice o hace durante µna sesión -por ejem-
plo, sus movimientos, gestos, recuerdos correctos o distorsionados, re-
latos de sueños o fantasías o incluso las mentiras intencionadas- tendría 
que ser considerado como el idioma utilizado por él en esa sesión, para 
dar expresión a su necesidad de una relación particular con el analista. 
De esta forma, incluso los relatos del paciente al analista acerca de sus 
relaciones con otras personas, ya sea del pasado o del presente, se in-
terpretarían como intentos de involucrar al analista como un participante 
activo en las relaciones que el paciente mantiene con sus objetos incons-
cientes tal como parecen existir aquí y ahora, y con los representantes 
de estos en la realidad externa» (págs. 117-18). 
En nuestra opinión, ésta es una visión reduccionista de la transferen-
cia. Excluye cualquier posibilidad de que las comunicaciones del paciente 
puedan tener validez en sí mismas. Hace que el fe11ómeno de transfe-
rencia no sea específico, ya que puede ocurrir tanto dentro como fuera 
de la situación clínica. Supone implícitamente que la transferencia sólo 
ocurre en la situación terapéutica. Puede llevar a un tipo de técnica psi-
coanalítica que puede ser desconcertante para el paciente. 
Pearl King (comunicación personal), una experimentada psicoanalis-
ta londinense del grupo independiente, dice que la idea del aquí y ahora 
fue originalmente formulada por Rickman para indicar el hecho de que 
las representaciones de relaciones tempranas pueden resurgir en el aquí 
y ahora de la situación analítica. Pero esto no es lo mismo que limitar y 
reducir la interpretación del material al aquí y ahora, como muchos psi-
coanalistas ingleses hacen. Este concepto literalmente lleva a reducirlo 
todo al momento presente de la situación analítica, malinterpretando la 
naturaleza temporal e histórica de la experiencia del paciente y de la re-
lación analizado-analista. 
En un sentido no existe el aquí y ahora como tal. La experiencia tem-
poral supone un movimiento incesante del pasado con relación al pre-
sente, el cual, a su vez, anticipa el futuro. Es un proceso dinámico más 
que lineal. No existe el presente puro. Lo que intentamos decir aquí es 
(a) que la transferencia es un fenómeno específico que no puede ser im-
puesto por la fuerza dentro del aquí y el ahora (descontextualizado de 
la situación social e histórica) y (b) que la idea del aquí y ahora no puede 
ser formulada sin recurrir a una comprensión más profunda de la tem-
poralidad. 
X. SOBRE LA TRANSFERENCIA: ASPECTOS DE FONDO 191 
Creemos que sólo ciertas comunicaciones, en su significado específi-
co (y en el contexto de su significado histórico), pueden ser considera-
das como indicativas de fenómenos específicos transferenciales. Además, 
cuando el énfasis está puesto en lo que ocurre internamente en cada su-
jeto, entonces la referencia a la realidad externa se deja relativamente 
sin explorar. A menudo se supone que el mundo interior experimenta 
una construcción y elaboración simbólica sumamente complejas, mien-
tras que apenas se intenta explicar la sensación del individuo de estar en 
el mundo y en una· red simbólica de comunicaciones. 
Si interpretamos todo lo que el analizado dice como manifestación de 
una realidad interna, tal como hizo Ezriel, ¿dónde dejamos espacio para 
la expresión de su apreciación de la realidad interpersonal? Si la reali-
dad interna se ve como el lugar donde ocurre la simbolización, estamos 
entonces suponiendo que la construcción del mundo simbólico se gene-
ra totalmente fuera de la experiencia interpersonal del sujeto. Tal opi-
nión ignora el hecho de que la realidad simbólica encuentra su materia 
prima en un lenguaje compartido que se comunica entre personas, en 
relaciones específicas y en determinados contextos socioculturales. 
Otro uso incorrecto pero ampliamente utilizado del término transfe-
rencia se refiere a la calidad general de los sentimientos que un paciente 
tiene hacia su analista: si existe una transferencia positiva o una transferen-
cia negativa . A menudo se supone que una transferencia positiva o ne-
gativa proviene del mundo interior del paciente. De esta forma, se re-
duce un amplio despliegue de respuestas posibles dentro de una relación 
a una o dos actitudes generalizadas que el paciente puede tener hacia el 
analista. En este marco de referencia, se pasa por alto la forma en que el 
comportamiento del analista puede influir en estas actitudes. En otras 
palabras, estas llamadas transferencias pueden tener mucho que ver con 
la calidad general de la relación entre analista y analizando. En realidad, 
no existe relación, ni siquiera la relación analítica, que sea independiente 
de lo que cada parte pone en ella. 
La visión kleiniana de la transferencia 
La contribución kleiniana al concepto de transferencia consiste en re-
saltar la importancia del papel de la fantasía, la destructividad innata, las 
ansiedades y las defensas más tempranas. Se basa en la teoría de Freud 
sobre las pulsiones de vida y muerte. Según este punto de vista, la pul-
sión de muerte es la fuente de toda la agresividad y la destructividad. Las 
fantasías son las representaciones mentales de las pulsiones y, en conse-
cuencia, están generadas internamente. La transferencia es la puesta en 
escena de las fantasías. 
Según la opinión de Klein (1952), en los orígenes de la transferencia 
192 MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
existe una relación entre las experiencias interpersonales pasadas y pre-
sentes. Sin embargo, esta relación es subsumida bajo el impacto de las 
ansiedades y defensas tempranas. Su concepto de transferencia se basa 
en las etapas más tempranas del desarrollo (págs. 433-437), en presen-
cia del miedo a la aniquilación. La fuente de ansiedad se coloca fuera del 
individuo por medio de la proyección. En la transferencia, se revive la 
ansiedad persecutoria temprana y ésta se pone de manifiesto a través de 
la transferencia negativa. Aunque Klein indicó que _debían ser investigadas 
tanto las transferencias negativas como las positivas (pág. 436), algunos 
analistas, influidos por el marco referencial kleiniano, son conocidos por 
su tendencia a destacar el papel central de la transferencia negativa del 
paciente en el proceso analítico . 
Cuando se pone demasiado énfasis en estas ideas, parece que cuanto 
menos se sepa de la realidad histórica interpersonal del sujeto, mejor es 
para el trabajo analítico. Sin embargo, esto puede no estar relacionado 
directamente con la posición de Klein. Ella dijo que toda fantasía con-
tiene elementos de la experiencia real, y solamente analizando la situa-
ción transferencial con detenimiento, podemos descubrir el pasado, tan-
to en sus aspectos reales como fantásticos. 
Sin embargo, la contribución de Susan Isaacs ( 1948) ha dado más peso 
a la idea de que lo que importa en el análisis es la exploración de las fan-
tasías inconscientes que subyacen a todo proceso mental, acompañan a 
toda actividad mental y, por lo tanto, -constituyen la materia sustancial 
de la transferencia. Si leemos detenidamente este importante trabajo de 
Susan Isaacs, veremos cómo, inicialmente, ella parece darle importancia 
a la influencia que las relaciones interpersonales tienen sobre el psiquis-
mo infantil; no obstante, unos párrafos más tarde, parece ignorar esta 
teoría y enfatizar lo interno y predeterminado. Este giro es característi-
co de muchos trabajos de autores kleinianos, incluso contemporáneos. 
En este contexto, la interpretación de la fantasía en la inmediatez de la 
situación analítica es vista como la llave maestra para lograr el cambio 
psíquico. 
Kohut y la transferencia 
Como se ha indicadoanteriormente (ver Capítulo 7), uno de los pun-
tos centrales del paradigma de Kohut es que la respuesta empática de la 
figura primaria de apego es esencial para el funcionamiento óptimo del 
self. Tanto la teoría del apego como la psicología del self enfatizan la ne-
cesidad de figuras de apego receptivas (en lenguaje de Bowlby) u objetos-self 
(en lenguaje de Kohut) a lo largo del ciclo vital. 
En el marco de referencia kohutiano, los procesos transferenciales 
son entendidos como el resultado de revivir, en una relación actual, la 
X. SOBRE LA TRANSFERENCIA: ASPECTOS DE FONDO 193 
búsqueda de objetos-self y, al mismo tiempo, el miedo a que esta nece-
sidad se frustre una vez más, como ocurrió en la infancia. En este con-
texto, diría Kohut, todas las defensas existentes en el self se movilizan 
espontáneamente como transferencias de objetos-self. En otras palabras, el 
daño estructural causado por fracasos en la función de objeto-self re-
quiere defensas específicas que se muestran en la relación transferen-
cia! actual. 
Los estudios de Kohut sobre la transferencia se limitaron, básicamente, 
a los fenómenos observados en la situación analítica, especialmente en el 
tratamiento de pacientes dañados narcisísticamente. Redujo el concep-
to de transferencia a algunos procesos específicos, excluyendo la trans-
ferencia en su sentido más amplio. Según Kohut, algunas configuracio-
nes tempranas o arcaicas no se resuelven por maduración en pacientes 
narcisísticamente dañados y, consecuentemente, renacen en la relación 
analizado-analista: 
En circunstancias normales, el niño espera que su padre le ofrezca un 
cierto tipo de confirmación de su experiencia interior subjetiva, a la que 
Kohut llamaba especularización. Este término se refiere a la forma en la 
que un padre devuelve al niño su propia imagen. Sin embargo el térmi-
no especularización también se utiliza para ~escribir un determinado -tipo 
de transferencia, la transferencia especular. Esta emerge cuando el anali-
zado, inconscientemente, busca ser admirado por el analista con la es-
peranza d~ lograr así una experiencia grandiosa del self. 
Además, según Kohut, en el curso del desarrollo normal, el niño ide-
aliza la figura paterna (imago parental idealizada). La etapa de idealización 
no dura para siempre porque las frustraciones y desilusiones inevitables 
y reales - dadas las imperfecciones del padre o de la madre- no per-
miten que la idealización dure. En la relación analítica, el paciente trata 
de idealizar al analjsta en un intento de transformar a éste en un objeto 
narcisista del self. Esta es la transfererJ,cia idealizadora. 
De acuerdo con la posición de Kohut, las transferencias idealizado-
ras y especulares no deben ser interpretadas, sino que se debe permitir 
que smjan como algo arcaico, dándole así al sujeto la oportunidad de 
vivir una experiencia intersubjetiva que no había disfrutado con an-
terioridad. 
En el caso del Sr. Z, Kohut ( 1979) demostró un cambio de enfoque. 
Kohut analizó al Sr. Z durante dos períodos diferentes . Después de que 
el Sr. Z terminara su primer análisis, volvió para continuar la terapia. 
Kohut siguió trabajando con su paciente, pero en esta segunda etapa él 
ya había cambiado algunas de sus ideas y de su técnica. Así pues, durante 
el segundo análisis del Sr. Z, Kohut comprendió los problemas del pa-
ciente bajo una nueva luz. 
El Sr. Z parecía inicialmente un hombre que narcisísticamente requería 
una relación idealizadora con el analista . Esto fue interpretado inicial-
194 MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
mente por Kohut como la omnipotencia del paciente, su negación de la 
realidad edípica, de no poder tener a su madre toda para él debido a que 
el padre existía como parte del triángulo . Kohut vio la necesidad por par-
te del analizado de ser adorado por el analista como una expresión de 
su rechazo en compartir la figura materna. Aquí es donde Kohut hizo 
una descripción psicoanalítica clásica de la transferencia, que en este caso 
estaba relacionada con la situación edípica y también con la relación in-
ternalizada con la figura parental. 
En el segundo análisis, la interpretación de la transferencia (a la que 
en esta nueva etapa Kohut ya se refería como transferencia idealizado-
ra y especular) tenía un énfasis y un significado totalmente diferentes . 
Kohut relacionó la necesidad de una transferencia idealizadora no pu-
ramente con un estado mental interno, sino con la experiencia tempra-
na y real vivida con una madre narcisista, intrusiva y posesiva (una ma-
dre que imponía sus propias necesidades al niño, en lugar de ofrecerle 
comprensión empática). 
El segundo análisis estaba relacionado con el descubrimiento de que 
la madre actuaba como un objeto-self nocivo que no estaba contrarres-
tado por una figura parental masculina, dado que el padre, de hecho, 
estuvo ausente durante una parte importante de los años formativos del 
niño. 
Está claro, entonces, como ya hemos señalado, que la psicología del 
self ofrece una concepción bipolar de la transferencia. En un polo de la 
transferencia está la necesidad del paciente de que el analista le provea 
de un conjunto de funciones del self que le han faltado o han sido insu-
ficientes en su experiencia interpersonal temprana. En esta dimensión 
de la transferencia, el paciente espera y busca una nueva experiencia de 
objeto del self que le permita continuar y completar un proceso de de-
sarrollo detenido. En el otro polo están las expectativas y temores del pa-
ciente de que las experiencias fracasadas originales con los objetos del 
self se vuelvan a repetir una vez más en la relación analítica. Tal vez sea 
útil en este punto clarificar que, en términos de la teoría del apego, el 
primer polo es visto como una reactivación de la conducta de apego en 
el contexto de la relación analítica. El segundo polo es la transferencia 
propiamente dicha. 
El concepto de Lacan sobre la transferencia 
El psicoanálisis en el mundo latino ha estado muy influenciado por 
las ideas de Lacan. Lacan tiene una forma de pensar que es fundamen-
talmente diferente a la de las escuelas del contexto angloamericano. Una 
inclusión de la teoría de Lacan en este libro puede ser tal vez conside-
rada irrelevante y forzada. Ciertamente, el pensamiento de Lacan está 
X. SOBRE LA TRANSFERENCIA: ASPECTOS DE FONDO 195 
muy alejado tanto del psicoanálisis británico como de la teoría del ape-
go y de sus elementos empíricos. Sin embargo, las opiniones de Lacan 
no pueden ser ignoradas como si no existieran. Más aún, Lacan puede 
ser útil como un modelo contrastante (lo que estimula la discusión críti-
ca) y, a su vez, servir como punto de referencia a tener en cuenta. Aquí 
no estamos tratando de recoger las opiniones de Lacan ni su compleji-
dad, simplemente deseamos seleccionar algunas de sus ideas sobre la 
transferencia. 
Lacan, desde s~ pensamiento temprano en adelante, rechazó la idea 
de la transferencia como un afecto que ocurre dentro del individuo y que 
luego se externaliza. Por el contrario, consideraba la transferencia como 
una relación estructural, donde tiene lugar un intercambio «que cambia 
la naturaleza de los dos seres presentes» (Evans, 1997, pág. 212; Lacan, 
1953-1954, pág. 109). En otras palabras, la transferencia no puede ser 
comprendida como un fenómeno individual. No es reductible a cual-
quiera de las partes y tiene que ser concebida como el resultado de una 
relación intersubjetiva. 
Lo que se vuelve un elemento clave al conceptualizar la transferencia 
es la suposición del analizado de que el analista es el sujeto supuesto saber. 
Como explica Evans ( 1997, pág. 197), esto puede verse en la suposición 
del analizado de que el analista conoce el significado secreto de sus pa-
labras. En la realidad de la práctica clínica, puede aparecer de diferen-
tes formas. Puede darse el caso de que, incluso antes de que el paciente 
comience el tratamiento, él ya suponga que el analista tiene poder y sa-
biduría. Esto tambiénpuede pasar en el momento de comenzar el tra-
tamiento. En algunos casos, el establecimiento de la transferencia pue-
de llevar algún tiempo y, en otros, el analizado incluso puede ver al 
analista como alguien que no es lo suficientemente inteligente como para 
poder entenderlo. 
Sin embargo, aun en estas circunstancias, un gesto o alguna señal que 
el analista haga pueden ser interpretados por el analizado como una in-
dicación de algún conocimiento oculto o de alguna intención secreta. Este 
proceso debe ser entendido como una función que el analista tiene que 
representar en el tratamiento. Cuando esta función se establece, la trans-
ferencia está ya en funcionamiento (Evans, 1997, pág. 197). 
Es sumamente importante la forma en que el analista maneja esta 
transferencia, es decir, qué hace para rehusar el poder que se le ha otor-
gado. En este contexto, el analista no debe contribuir ni a crear ni a 
chocar con el intento, por parte del analizado, de hacer de él el centro 
del mundo y el depositario de todos los significados (en otras palabras, 
de ponerlo en una posición de un dios que ningún ser humano puede 
ocupar). 
Tal vez sea necesario comentar brevemente la terminología de Lacan. 
Lacan se refería al otro (con «o» minúscula) y al Otro (con «O» mayúscu-
196 MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
la) y también al objeto a pequeña. Desde los comienzos de su pensamien-
to, el otro incluía tanto a otros seres humanos como a la otredad. Sin em-
bargo, a medida que desarrolló sus ideas, Lacan ( 1955) comenzó a ha-
cer una distinción entre otro y Otro. Desde entonces, el otro se refería a 
otro ser humano, mientras que Otro se refería a una otredad que es irre-
ducible a una identificación narcisista. También infería que existe una fal-
ta en el ser, ya que no existe ningún Otro que pueda hacernos sentir com-
pletos y enteros. , 
El pequeño objeto es el objeto del deseo que buscamos en el otro. Pue-
de ser percibido como el objeto más preciado (escondido de la vista) que 
podemos buscar en el otro (como es el caso en la transferencia). Sin em-
bargo, el objeto pequeño a es un objeto inalcanzable que nunca puede te-
nerse o encontrarse y que, con certeza, no está en poses~ón del analista. 
Lacan hablaba de un objeto que es irrepresentable. Este es el objeto 
que siempre ha faltado, el objeto perdido, que nunca estuvo presente 
pero que el sujeto reconstruye con una añoranza nostálgica, como si al-
guna vez hubiera estado allí; pero, de hecho, la insatisfacción es una ex-
periencia humana básica. 
En la transferencia, el otro (o el analista) puede ser el que cause la in-
satisfacción ( del deseo) del su jeto o el que puede ofrecer la satisfacción 
(del deseo) y la completud, el verdadero objeto del deseo. Para Lacan, 
nadie puede de hecho ocupar esta posición porque el otro no puede ser 
el Otro como tal, o tomar el lugar del pequeño objeto a (la causa del deseo 
y el objeto de completa satisfacción). 
El analista que toma la postura de ocupar una posición como si fue-
ra el objeto que puede llenar toda falta del sujeto y también su propia 
falta, está creando una ilusión que no reconoce su propia falta, ni la fal-
ta del paciente. No puede saber todo acerca del paciente, ni tampoco pue-
de ser la fuente total de nutrición psíquica. Por falta, en este contexto, 
nos referimos a un aspecto del pensamiento de Lacan, más marcado en 
sus primeros trabajos, cuando se refería a la falta de ser del sujeto. Esto 
implica un incompletud inherente a la condición humana. No existe nin-
gún objeto que pueda llenar esta insuficiencia. 
Para Lacan, la función del analista no es la de ocupar un lugar que 
puede ser llenado con imagos ( en una plenitud imaginaria de algo que 
puede ser visto como todopoderosa destrucción o todopoderosa satis-
facción). En cambio, el analista está allí para ayudar al sujeto a abrirse a 
un espacio vacío en el sujeto y en el otro. De esta forma, el analista en-
frenta al sujeto con lo que éste trata de evitar: su incapacidad para en-
frentar la pérdida. 
Lacan criticaba la opinión de que el analista puede apartarse de la 
transferencia por completo y definir la realidad como unidimensional. 
También pensaba que las interpretaciones no debían ser todas sobre la 
transferencia. 
X. SOBRE LA TRANSFERENCIA: ASPECTOS DE FONDO 197 
La transferencia en el contexto de la terapia analítica de grupo 
Foulkes (1964, 1968, 1975) reconoció el hecho de que los miembros 
del grupo pueden tomar como figura de transferencia a los demás inte-
grantes o al conductor del grupo. Mientras que en el análisis individual 
el foco de los fenómenos de transferencia (madre, padre, hermano, etc.) 
es el analista, en terapia de grupo hay más personas presentes y los 
miembros son libre,s para hacer toda clase de atribuciones falsas entre 
ellos. Aun así, los miembros tienden a tener reacciones transferenciales 
fuertes y duraderas con el analista de grupo, que es visto como una fi-
gura parental, como autoridad normativa y de quien se espera que pro-
vea tanto cuidado y consuelo, como también recompensas y castigos. Los 
miembros del grupo generalmente se ven como hermanos. 
Tanto Durkin (1964) comoAgazarian y Peters (1981) coinciden en que, 
en el grupo, las diversas figuras infantiles y las muchas ideas y afectos re-
lacionadas con ellas no necesitan ser forzadas sobre la figura del tera-
peuta; hay muchas personas entre las cuales elegir. En muchos casos, la 
apariencia física o la personalidad de un integrante del grupo facilita más 
el desarrollo de un aspecto particular de transferencia que las caracte-
rísticas propias del terapeuta. 
La opinión de Bowlby sobre la transferencia 
Bowlby pensaba que la transferencia es la manifestación directa, en 
las situaciones interpersonales, de los modelos operativos internos del indi-
viduo. Es decir, la manera en que un paciente percibe a su analista está 
parcialmente influida por sus modelos operativos internos. En este con-
texto, el objetivo principal cuando se interpreta la transferencia es sacar 
a la luz, examinar y -si es posible~ modificar los modelos operativos 
internos subyacentes. Cuando un analista interpreta la transferencia, está, 
entre otras cosas, llamando la atención del paciente sobre la naturaleza 
y la influencia de esos modelos y, por implicación, invitándole a valorar 
su validez real y, tal vez, también, a revivirlos. 
Bowlby (1973, pág. 206) dijo : «Visto desde la perspectiva de Piaget, 
el concepto de transferencia implica, primero, que el analista, en la re-
lación de cuidado que establece con el paciente, está siendo asimilado a 
algún modelo preexistente (y tal vez inconsciente) que el paciente tiene 
de cómo puede esperarse que cualquier cuidador se relacione con él y, 
segundo, que el modelo preexistente de cuidador todavía no se ha aco-
modado (en otras palabras, todavía no se ha modificado) para tener en 
cuenta cómo el analista se ha comportado en la realidad y todavía lo está 
haciendo en la relación con él». 
Bowlby señaló que una característica importante de las anticipaciones 
198 MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
del paciente es su creencia de que el analista puede tratarlo a él (el pa-
ciente) de manera similar a como las figuras significativas de su infancia 
ya lo habían tratado. Estas expectativas pueden no manifestarse en for-
ma de comunicaciones directas, sino en forma desplazada o simbólica. 
Una vez generadas, tienden a persistir. Desde luego, pueden modificar-
se a través del análisis. 
Algunos ejemplos 
U na tarde de verano tuvo lugar el siguiente incidente en un parque: 
un niño, de unos tres años, estaba corriendo en libertad cerca de suma-
dre por un camino de piedra. De repente, y accidentalmente, se cayó y 
se lastimó la rodilla, que comenzó a sangrar. Obviamente sintió dolor y 
las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Cuando la madre se 
dio cuenta de lo ocurrido, reaccionó dándole una bofetada muy fuerte 
en la cara diciendo: «iSiempre eres tan estúpido!». 
Si su madre hizoesto en aquella ocasión, habrá hecho algo similar en 
otras ocasiones. La madre usó la palabra siempre, «iSiempre eres tan es-
túpido!». En este contexto, se puede pensar que el niño podría formar 
un modelo operativo interno de sí mismo como estúpido e incompeten-
te, y un modelo operativo de su madre como punitiva y carente de com-
pasión. Como consecuencia, en el futuro podrá también tener dificulta-
des a la hora de mostrar su vulnerabilidad. 
Una mujer de 24 años en terapia describió el siguiente incidente. Fue 
a visitar a su padre. Durante la visita su padre la disgustó con sus críticas. 
Luego la acompañó a la parada de autobús. Distraida con pensamientos 
negativos, perdió el autobús. Su padre entonces exclamó: «iMira, una mu-
jer mayor de 24 años llorando en la calle porque perdió el autobús!». 
Algunas veces la situación transferencia! puede permanecer encu-
bierta por un largo período de tiempo. Este fue el caso en el ejemplo si-
guiente. Una paciente en análisis, con cinco sesiones a la semana, era muy 
puntual y asidua en su asistencia. Sin embargo, en la sesión, frecuente-
mente se sentía aburrida y sin motivación. Tras un período relativamente 
largo de terapia, un día preguntó a su analista si tendría alguna objeción 
en que no asistiera a su sesión del viernes, ya que quería pasar un largo 
fin de semana en el campo con un amigo. Dada la respuesta neutral del 
analista, ella se sintió con permiso de tomarse el tiempo libre y divertir-
se. Pero, repentina y sorpresivamente, rompió a llorar. Cuando se in-
vestigó el significado de su reacción emocional, recordó el hecho de que 
durante sus años escolares su padre constantemente la empujaba hacia 
conseguir logros. La forzaba a realizar gran cantidad de deberes y ade-
más constantemente debía acudir a cursos de una variedad de temas ex-
tracurriculares (piano, danza, dibujo, etc.), por las tardes y durante los 
X. SOBRE LA TRANSFERENCIA: ASPECTOS DE FONDO 199 
fines de semana. Al mismo tiempo, no la estimulaba a tener actividades 
lúdicas con sus pares. En esta sesión se hizo patente que, a pesar del he-
cho de que había empezado la terapia por propia iniciativa, en un nivel 
inconsciente estaba viendo su análisis de cinco días a la semana como otra 
imposición parental que prolongaba su día de trabajo y que le impedía 
tener tiempo libre con sus amigos. 
Transferencia y proyección 
En la literatura psicoanalítica y en los seminarios clínicos, la transfe-
rencia es considerada frecuentemente como una proyección. Siguiendo 
esta opinión, el paciente proyecta sobre la figura del analista objetos in-
ternos y sentimientos; esto es lo que se entiende como transferencia. Sin 
embargo, Bowlby (1975) era muy aprensivo con respecto a este modo de 
comprender lo que ocurre en la relación entre analista y analizando. Es-
taba particularmente preocupado por el hecho de que muchos terapeu-
tas parecían interpretar excesivamente como proyección muchos de los 
movimientos que ocurren en la sesión. El concepto de proyección ha sido 
usado muy extensamente para tratar de explicar cualquier temor que eL 
paciente pueda tener. En este contexto, el temor podría entonces ser atri-
buido a la proyección de uri objeto interno persecutorio. Esto es frecuente-
mente atribuido a un proceso interno, cuando, en realidad, puede ha-
ber muchos otros factores intervinientes que no son fácilmente inteligibles 
a primera vista. 
El término proyección se utiliza también para denotar el proceso don-
de una persona atribuye a otra algún rasgo de su propio self, especial-
mente algún aspecto de sí mismo que no le gusta o al que teme. 
Bowlby (1973) señaló: «Esta tendencia en la teorización ha sido lle-
vada más lejos por Melanie Klein, quien. ha postulado que el proceso de 
atribuir a otros los rasgos indeseados o atemorizantes del self ocurre, 
en una mayor escala, durante las fases más tempranas del desarrollo nor-
mal, con efectos a largo plazo en la personalidad posterior. Según la opi-
nión kleiniana, durante su primer año de vida, un niño generalmente 
atribuye a sus figuras parentales impulsos que son de hecho suyos y en-
tonces introyecta (concretamente crea modelos operativos de) figuras pa-
rentales ya distorsionadas por estas atribuciones erróneas. Según esta 
opinión, el motivo por el cual un niño desarrolla modelos operativos de 
padres hostiles, rechazan tes o insensibles (a menudo llamados objetos per-
secutorios) no es tanto por una experiencia real que pueda haber tenido 
de haber sido tratado de manera poco comprensiva o adversa por ellos, 
sino principalmente debido a que, casi desde el principio, la percepción 
de sus padres está gravemente distorsionada por su propia proyección» 
(págs. 172-173). 
200 MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
Bowlby agregó: «No es infrecuente que una persona tema que alguien 
tenga la intención de dañarlo, pero a los ojos de otra persona esta ex-
pectativa parece estar fuera de lugar. En estas circunstancias, como he-
mos visto, los psicoanalistas podrían postular que la persona que tiene 
miedo está proyectando sobre otro sus propias intenciones hostiles, que 
se encuentran dentro de él, pero que él niega que existan. Aunque no 
hay duda de que esto puede ocurrir, probablemente ocurre mucho me-
nos de lo que se supone» (1973, pág. 173). 
Continuó: «De hecho, una situación del tipo que hemos descrito es 
explicable por lo menos de cuatro formas y es necesario examinar la evi-
dencia en cada caso antes de decidir qué explicación, o qué conjunto de 
explicaciones, es más probable aplicar: 
1. El sujeto ha detectado correctamente intenciones dañinas en la otra 
persona y, al hacerlo, ha sido más sensible a la situación que el ob-
servador. 
2. El sujeto, durante su infancia, ha aprendido que las personas signi-
ficativas son frecuentemente hostiles aunque parezcan ser amigables 
y, debido a esta razón, tiene una tendencia, por medio de un proce-
so de asimilación, suponer que las figuras que encuentre .en la vida 
posterior serán también hostiles, incluso cuando no lo sean. 
3. El sujeto, percatándose de que él no se siente amistoso con respecto 
a la otra persona y de que incluso estaría dispuesto a hacerle daño, 
de manera natural espera que sus malas intenciones tengan una res-
puesta similar. 
4. El sujeto, sin ser consciente de su intención negativa, afirma que, 
mientras que él es amigable con el otro, el otro es hostil con él» (pág. 
173-174). 
De las cuatro posibles explicaciones, sólo el proceso planteado en cuar-
to lugar puede ser llamado proyección, o sea, cuando el térrpino se usa 
en el sentido restrictivo de atribuir a otros emociones u aspectos recha-
zados del self. 
El peligro de interpretar demasiado la proyección 
No hay duda de que algunos analistas tienden a interpretar gran par-
te del material del paciente como proyección, ya se realice ésta sobre la 
persona del analista o sobre algún otro. Una técnica psicoanalítica que 
enfatice demasiado la proyección presenta diversos problemas. En pri-
mer lugar, es reduccionista; la diversidad y la riqueza de las interaccio-
nes complejas del paciente con su mundo se reducen a un particular me-
canismo de defensa. Más aún, debido al hecho de que las proyecciones 
son frecuentemente consideradas como una forma de librarse de aspee-
X. SOBRE LA TRANSFERENCIA: ASPECTOS DE FONDO 201 
tos internos desagradables del self, las persistentes interpretaciones de 
este tipo pueden debilitar la autoestima del paciente haciéndole creer que 
estos aspectos son todo lo que él es. 
Otro punto es que si nosotros, como analistas, damos demasiada im-
portancia a la proyección, probablemente confundamos las percepcio-
nes verdaderas que hace el paciente de la realidad, con la proyección. 
Cuando un paciente dice «mi jefe estaba enojado» y el analista interpre-
ta esta comunicación como una proyección, puede llegar a la conclusión 
de que el jefe no estaba enojado. Esto puede convertirse en una clara fal-
ta de confirmación de las percepciones del paciente.Bowlby ( 1988b) se ha referido a cómo, en algunas familias disfuncio-
nales, las percepciones de los niños de lo que está ocurriendo, conti-
nuamente se descalifican. El efecto duradero de estas experiencias es que 
el individuo desarrolla una desconfianza básica en sus propias percep-
ciones, además de dañársele su sentimiento d_e competencia en situacio-
nes interpersonales. 
Sobre la identificación proyectiva 
El concepto de identificación proyectiva (Bion, 1957, 1959ª; Golds-
tein, 1991; Grinberg, 1956, 1979; Klein, 1975; Ogden, 1982) es útil. Es 
esencialmente un concepto clínico. Aunque Bowlby restaba validez a este 
concepto, tiene un papel importante en la comprensión de las relacio-
nes de apego (ver por ejemplo, Lieberman, 1992a). Si bien Klein consi-
deraba la identificación proyectiva esencialmente como un proceso in-
trapsíquico, la contribución de Bion y otros autores ha sido la de mostrar 
cómo este mecanismo tiene lugar en el área de interjuego entre lo in-
trapsíquico y lo interpersonal. 
Generalmente, la identificación proyectiva ocurre en tres pasos. El 
paso 1 es la proyección de una parte del sujeto en otra persona. El paso 2 
es una interacción personal donde, el que proyecta, activamente, presio-
na al destinatario a pensar, sentir y actuar en concordancia con la proyec-
ción. En el paso 3, el destinatario cede a la presión ejercida sobre él para 
satisfacer las expectativas del que proyecta y actúa de acuerdo con esto. 
Un paso más, que también se ha descrito, es que el sujeto reinternaliza la 
proyección después que ésta ya ha sido procesada por el destinatario. Es-
tos procesos pueden también ser observados en grupos pequeños, entre 
el sujeto y parte del grupo o el grupo entero (Marrone, 1982). 
Hay escasa literatura que explique qué hace la gente; qué estrategias, 
técnicas o modos de comunicación usan para hacer que el destinatario 
cumpla con la proyección. En otras palabras, raramente se explica lo que 
realmente ocurre entre el sujeto y el otro para que pueda ser posible la 
identificación proyectiva a un nivel interpersonal. Los trabajos psicoa-
202 MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
nalíticos tempranos se refieren a la forma en que el niño proyecta sobre 
su madre. Sin embargo, trabajos más recientes también están estudian-
do la forma en que los padres hacen proyecciones sobre el niño y la for-
ma en que el niño pone en escena y representa estas proyecciones (Lie-
berman 19926, pág. 560). 
De la misma forma, en la situación analítica, puede existir un nivel de 
identificación proyectiva del analista hacia el paciente, cuando el prime-
ro tiene una manera de trabajar que continuamfnte hace que el anali-
zado se sienta vulnerable. En casos como éste, el analista puede, incons-
cientemente, estar librándose de su propio sentimiento de vulnerabilidad 
poniéndolo en su paciente. 
Las estrategias que se activan en la situación de tratamiento 
Los niños aprenden a usar estrategias o a desarrollar patrones de con-
ducta como defensas frente a la ansiedad o como formas de mantener el 
acceso a la figura de apego y obtener sus cuidados durante períodos en 
que perciben peligros y se sienten inseguros. El individuo puede seguir 
usando estas estrategias con otras personas en la vida adulta y puede usar-
las, por supuesto, en la situación analítica. 
Una joven profesional frecuentemente se comportaba como un payaso 
en su trabajo, con el efecto resultante de perder el respeto de sus cole-
gas. También se comportaba como un payaso con su analista. A medida 
que el análisis continuaba, se reveló que, durante su niñez y adolescen-
cia, comportarse como un payaso era para ella la única forma de atraer 
la atención de sus pares. La atención por parte de sus pares, en estas cir-
cunstancias parecía compensar la experiencia de ser ignorada por sus pa-
dres. Identificar y entender las estrategias disfuncionales en la vida 
adulta (y con el analista) frecuentemente constituye una parte importante 
del análisis. 
El papel central del analista 
De lo argumentado en este capítulo, parece deducirse que la idea del 
analista como figura central en la vida del paciente es problemática. Para 
que un análisis sea exitoso, el analizado debe estar profundamente com-
prometido con éste: debe estar en un estado mental de estar en análisis . 
Cuando no se logra este estado mental, el paciente puede verse inclina-
do a finalizar su terapia prematuramente, optar por una frecuencia me-
nor de sesiones aunque no existan limitaciones prácticas, o simplemen-
te no implicarse en el proceso analítico con la suficiente profundidad y 
consistencia. 
X. SOBRE LA TRANSFERENCIA: ASPECTOS DE FONDO 203 
Por otro lado, si el analizado desarrolla este sentimiento de estar en aná-
lisis, va a dar al análisis un papel predominante en su vida. Este papel 
importante lo va a otorgar el analizado, pero no debe ser reclamado por 
el analista. En este contexto, el analista va a ser capaz de estudiar en de-
talle las vicisitudes de la relación analista-analizado, la forma en que el 
paciente reacciona ante los fines de semana y a separaciones más largas, 
etc. Sin embargo, hay una escuela de pensamiento que pone al analista 
en una posición central absoluta (y aquí quisiéramos destacar la palabra 
«absoluta»). De acuerdo con esta opinión, todas las interpretaciones de-
ben limitarse a la relación analista-analizado. Esta idea de centralidad 
también implica que el analista siempre sabe más. 
El Dr. N, un analista de Londres, creía que cualquier analizado de-
bía - por definición- transformar a su analista en la figura primordial 
de su vida psíquica y la única fuente de comprensión. Si el paciente no 
aceptaba esta petición, el Dr. N llegaba a la conclusión de que era por-
que la vida de relaciones objetales del paciente estaba dominada por la 
dispersión . 
Cuando su paciente, el Sr. Y, estaba teniendo dificultades en su ma-
trimonio y deseaba hacer terapia de pareja con su mujer, el Dr. N excla-
mó: «¿Qué me está usted haciendo? iQuiere llevar a otro terreno lo que 
pertenece a nuestra relación!» . 
No obstante, cada vez que el Sr. Y traía al análisis alguno de sus pro-
blemas matrimoniales, el Dr. N los reducía a la relación analítica. Una de 
las frases típicas del Dr. N comenzaba así: «La razón por la cual usted está 
ahora hablando de los conflictos con su mujer es que usted indirecta-
mente quiere referirse a conflictos entre usted y yo». Más aún, el Dr. N 
nunca estaba interesado por la forma en que los conflictos matrimonia-
les afectaban a los niños del paciente, sólo estaba interesado en el mun-
do interno del Sr. Y. 
En algún punto, el Sr. Y, ávido de entender la dinámica de su rela-
ción matrimonial, habló de ello con algunos de sus amigos cercanos. 
Como resultado de estas conversaciones, logró alguna comprensión que 
luego trató de compartir con su analista. En respuesta, el Dr. N dijo otra 
vez: «¿Qué me está usted haciendo? iHabla con sus amigos! iQuiere lle-
var a otro terreno lo que sólo pertenece a su análisis conmigo!» 
El Sr. Y insistió en que quería comentar las ideas de sus amigos, quie-
nes le habían ayudado a entender cómo los patrones de su relación ma-
trimonial podían relacionarse con los patrones de la relación con su ma-
dre. Para ilustrar este punto, el Sr. Y describió una escena del pasado, 
un trozo de interacción entre su madre y él. El Dr. N le contestó: «iNo 
puedo hacer ningún comentario. Yo no estaba allí! iSólo puedo hacer co-
mentarios sobre lo que sucede entre usted y yo aquí y ahora! » 
De esta forma, en lugar de permitir al paciente tener una vida fuera 
del análisis, el Dr. N transformaba el análisis en una jaula sagrada. 
204 MARIO MARRONE Y NICOLA DIAMOND 
Un psicoanalista orientado hacia el apego habría trabajado de una for-
ma muy diferente. Primero, habría ayudado al paciente a explorar la na-
turaleza de sus dificultades matrimoniales en el área de coincidencia en-
tre sus experiencias del pasado y la interacción matrimonial actual, 
como asíen la transferencia. Segundo, habría estado abierto a la posibi-
lidad de la terapia matrimonial, también considerando que la esposa del 
Sr. Y se podría beneficiar de una fuente independiente de apoyo y com-
prensión. Este analista trataría además, de incorporar al análisis la com-
prensión obtenida por el paciente mediante las conversaciones con ami-
gos. 
Comentarios finales 
Bowlby estaría de acuerdo con los analistas del self en que el pacien-
te entra en análisis con el objeto de tener una mejor calidad de relación 
de la que tenía con sus cuidadores tempranos. Sin embargo, va a sentir 
constantemente el temor de que la relación analítica termine siendo una 
mera repetición de experiencias negativas del pasado. 
Bowlby se oponía a la idea de que el analista debe reclamar una po-
sición central en la vida del paciente. El analista está allí en un papel es-
pecífico, con sus ventajas e inconvenientes. La comprensión de Bowlby 
sobre la transferencia también incluía la idea de que una persona tiene 
un amplio repertorio de posibles respuestas con respecto a los demás. 
Algunas de esas respuestas pueden ser consideradas como fenómenos de 
transferencia, pero aparecen cuando hay un detonante externo. En otras 
palabras, un modelo operativo interno puede ser reactivado (y expre-
sarse en la transferencia) cuando hay una situación interpersonal en el 
presente capaz de producir la reacción. Por ejemplo, el silencio prolon-
gado por parte del analista puede recrear en un paciente (que tenía pa-
dres a los que experimentaba como indiferentes) el sentimiento de ser 
ignorado.

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