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45 - Clinica del pasaje al acto en la neurosis - Iunger

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Clinica Del Pasaje AI Acto En La Neurosis. 
Víctor Iunger. 
 
Muchas veces, en muchos momentos de la vida de un sujeto, su cuestión es cómo 
sustraerse a los efectos de una escena. Esto algo tiene que ver con lo que hoy quiero 
comentarles. 
Voy a hablar del punto en el que se encuentra mi propia reflexión con respecto a esa 
instancia de la clínica que constituye el pasaje al acto. Se trata de desplegar ante ustedes 
una conclusión que es el resultado de unos cuantos años de práctica analítica. 
Repentinamente, me he dado cuenta de una especie de obviedad: las cosas que yo hacía 
en mi práctica frente al pasaje al acto -que implicaban una cierta variación, por no decir 
una transgresión, a la idea clásica del dispositivo del análisis- no sólo están dentro de lo 
que es el dispositivo del análisis, sino dentro de la lógica de lo que se juega en el análisis 
frente al pasaje al acto; es decir que las cosas que yo hacía, no las hacía simplemente 
porque me veía llevado por ciertas situaciones que desbordaban el contexto del análisis, 
sino que, las hiciera por lo que fuese, de pronto descubrí que había en juego una profunda 
lógica. 
Como consecuencia de eso, es que a partir de esa lógica se puede formular -al menos en 
la particularidad de mi experiencia; no sé si esto es generalizable- una cierta lógica de la 
estrategia de la dirección de la cura frente al pasaje al acto. 
Quiero hacer una distinción inicial. Hay que diferenciar -esta es una cuestión terminológica, 
pero no exclusivamente- lo que propongo llamar "pasar al acto" del "pasaje al acto". En 
primer lugar, porque hay autores que confunden ambas cosas, y se deslizan 
conceptualmente en el uso del término "pasaje al acto"; y, en segundo lugar, porque a 
veces hay un límite muy delgado entre ambas instancias, de modo tal que sólo aprés-coup 
uno puede calificar un hecho como siendo del orden del pasaje al acto o de esta otra 
instancia que propongo diferenciar llamándola "pasar al acto". 
Yendo al núcleo de la cuestión. "Pasar al acto" y "pasaje al acto" tienen algunos elementos 
estructurales en común, de los cuales destacamos uno: se trata, en ambos casos, de la 
conclusión de una escena. De una escena que alcanza su punto final. Sólo que en el pasar 
al acto hay un efecto de sujeto, un efecto de máxima subjetividad. Hay un cambio de 
posición subjetiva. En el pasaje al acto hay, por el contrario, un efecto de aniquilación del 
sujeto en un Intento fracasado de hacer surgir su subjetividad. Aniquilación que deja, a lo 
sumo, una marca de ese acto que fracasa, en el cual converge la conmemoración de esa 
aniquilación y al mismo tiempo del intento de subjetivación. 
Hecha esta distinción, debemos hacer otra, y diferenciar sucintamente el pasaje al acto del 
acting out, simplemente porque muchas veces se los confunde. En el acting-out se trata -
voy a ser muy clásico en esta descripción basada en el Seminario "La Angustia" de Lacan, 
que seguramente todos ustedes recuerdan- de una escena que se sostiene. Lacan 
calificará el acting out como una transferencia salvaje, transferencia sin análisis. 
Un sujeto en una condición subjetiva dudosa, tal vez de sujeto acéfalo, le muestra al Otro 
el objeto de su deseo. Cuando digo el objeto de su deseo, obviamente debo aclarar que no 
es el objeto del deseo, el objeto causa, sino el objeto señuelo del deseo, el objeto hacia el 
cual el deseo parece dirigirse. Cuando digo que se lo muestra al Otro, me refiero al Otro 
que desfallece en su función de lectura e interpretación. Un Otro que no reconoce ese 
deseo del sujeto. Esta es la médula de la cuestión. Es una escena que se sostiene, el 
sujeto está diferenciado del objeto, y se lo muestra -es una mostración- al Otro. 
Si digo que es una mostración es porque hay un fracaso en la articulación significante del 
deseo. Hay, en ese punto, una falla en la cadena significante, y en vez de la articulación 
metonímica del deseo, hay una mera función de señal. El deseo le es señalado al Otro a 
través de esta mostración del objeto señuelo. 
Avanzando un poco más en el esquema de la teorización, nos encontramos con una 
coincidencia entre los diferentes autores de filiación lacaniana. Hay una especie de 
acuerdo más o menos generalizado, aunque hay variaciones en el modo de entenderlo y 
en los términos que se usan, en explicar teóricamente el acting out como el resultado de 
una operación de Verwerfung que, en mi opinión, debe entenderse, no como la Verwerfung 
del Nombre del Padre, sino como una operación realizada sobre otro punto de la malla de 
la estructura significante. Por supuesto, después puede pensarse cuáles son los lazos 
teóricos con la cuestión del Nombre del Padre, pero no abordaremos este punto ahora. 
A su vez, el pasaje al acto es otra cosa. En el pasaje al acto no se trata de una escena que 
se sostiene, sino de una escena que concluye. Es una escena en la que se distinguen dos 
momentos bastante precisables. El primero se da cuando la escena se va gestando y, 
descriptivamente, se ve la instauración progresiva de una escena que avanza y abarca 
progresivamente más y más aspectos de la vida del sujeto. La escena se va amplificando. 
Y un segundo tiempo en el que, repentinamente, la escena se corta. En general, ocurre 
que el sujeto corta de pronto la escena, haciéndola cesar. Este segundo tiempo es lo que 
propiamente se designa como pasaje al acto. Más estrictamente, involucramos ambos 
tiempos en el concepto de pasaje al acto pero, en esencia, el pasaje al acto se define en 
función del segundo tiempo, el de la conclusión, siendo el primero el de sus preliminares, 
en el cual se van gestando y produciendo las condiciones del pasaje al acto. 
Se advierte inmediatamente el aspecto conclusivo de la cuestión. Ahora bien, ¿qué define 
los parámetros teóricos del pasaje al acto? ¿De qué se trata?. Situemos en primer lugar 
estos parámetros del lado del sujeto, para ubicar después los que se juegan del lado del 
Otro. 
Del costado del sujeto, hay un movimiento progresivo por el cual el sujeto se encuentra 
cada vez más identificado al objeto a en tanto desecho. No con cualquier dimensión del 
objeto a, sino con su dimensión de resto, de desecho. Recordemos al pasar que estamos 
hablando del pasaje al acto en la neurosis, aunque mucho de lo que estamos planteando 
sea aplicable al pasaje al acto en general. Sólo que, en otras estructuras, el pasaje al acto 
implica una serie de modificaciones teóricas y también clínicas -cosa que no ocurre con el 
acting out por ser definible sólo dentro de los límites de la neurosis y sus bordes- que no 
discutiremos aquí. 
Entonces, el sujeto va presentándose progresivamente en el análisis, o en aquellas cosas 
que le llegan al analista, en posición de desecho, de resto identificado al objeto. A punto tal 
que van desapareciendo las instancias de clivaje del sujeto con relación a ese objeto. 
Hasta llegar al momento en el cual el sujeto es el objeto en tanto desecho. Por otra parte, 
nada del Ideal queda del lado del sujeto, sino que queda totalmente del lado del Otro. 
¿Qué ocurre del lado del Otro?. El Otro va quedando configurado, también 
progresivamente, como absoluto, en un borramiento cada vez más acentuado de su 
barradura, es decir, en una progresiva desaparición de su barra. El Otro va presentándose 
cada vez más identificado al Ideal del yo, en una conjunción entre totalización del saber y 
totalización del goce. El Otro se totaliza en una dimensión de goce, y el sujeto, en tanto 
objeto-resto, es objeto de ese goce. Esta es, esquemáticamente, la configuración de la 
escena del pasaje al acto. 
Esto implica una serie de cuestiones: ¿Por qué ocurre esto?. Sabemos que, 
estructuralmente, en muchos momentos el sujeto ocupa la posición de objeto a, y de objeto 
del Otro. ¿Por qué en un momento dado, esto ocurre del modo particular que se plantea en 
el pasaje al acto, sobre todo si se trata de un momentodeterminado de un análisis?. ¿Por 
qué alguien se confronta a la posición estructural constituyente del sujeto en tanto excluido 
en relación al Otro, por la vía del pasaje al acto, como única alternativa a quedar atrapado 
en una inclusión en el Otro que sólo le deja el lugar de objeto de su goce?. 
De nuevo nos encontramos aquí con esa modalidad de la Verwerfung que no es la del 
Nombre del Padre, y que, en tanto falla en el aparato simbólico, impide las operaciones 
necesarias para la subjetivación de esa exclusión fundamental que lo Instituye en relación 
al Otro, y le permite clilivarse del objeto a que lo constituye, acotando la Instancia 
estructural del goce del Otro. 
Como hemos señalado, esta configuración se va instaurando en un movimiento progresivo, 
hasta culminar en el paradigma del pasaje al acto. La Instancia del Ideal del yo ubicada en 
el Otro absolutizado y totalizado en su goce y en su saber y, correlativamente, el sujeto 
siendo el objeto a en tanto resto. En la cura, en el análisis, esto se ve venir. No constituye, 
por lo general, una sorpresa para el analista. En la neurosis, el pasaje al acto tiene la 
particularidad de irse anunciando con indicios que se tornan más y más evidentes, al 
tiempo que completan el cuadro que hemos descripto, tendiendo a abarcar toda la escena 
del sujeto. 
No podemos dejar de lado la mención de los fenómenos imaginarios que se dan en el 
pasaje al acto, con los que me he encontrado en algunas oportunidades de un modo 
particularmente patente; por ejemplo, en algunos pacientes que se melancolizan en un 
duelo y en quienes la fragmentación corporal se mostró de un modo particularmente claro. 
En ocasiones esto ocurre a través de los sueños. Por otra parte, en algunos casos, el 
pasaje al acto -sabemos que no se trata sólo del suicidio, aunque a veces se lo 
homologue, sino que abarca también el homicidio y otros modos, por lo general violentos, 
de hacer cesar la escena en un intento de cortar el goce del Otro- deja como resto de la 
escena un cuerpo despedazado, como huella de un exceso en la propia escena de 
aniquilación del sujeto. No podemos dejar de recordar en este punto la agresividad, 
articulada a veces a la fragmentación corporal, -aunque no se limita a ella en su 
manifestación- que, bajo la figura del odio, nos evoca la indicación freudiana: todo suicidio 
es un homicidio. 
Y aquí llegamos al eje de nuestra exposición. ¿Cómo se dirige la cura frente al pasaje al 
acto?. No hay oposición, a mi juicio, entre la necesidad, que podemos calificar de humana, 
por qué no decirlo, de proteger al analizante frente al peligro inminente en el que se 
encuentra, que surge espontáneamente en el analista, y el deseo del analista y su 
compromiso ético en la dirección de la cura. La preocupación inevitable en estos casos, 
que debe estar advertida, prevenida en cuanto al furor curandis, y el fantasma de salvar al 
sujeto en aras de su bien, es principalmente un hecho estructural, una instancia de la falta 
en el Otro, del cual hace semblante el analista. El analista hace, en este punto, semblante 
del Otro barrado a través de su preocupación. Se trata de romper a través de la presencia 
del analista, en tanto Otro barrado, con la instancia de un Otro absoluto, que el analizante 
tiende a instalar en su vida y en la transferencia. Por otra parte, nunca he escuchado el 
mas mínimo indicio de que alguien haya hecho el pase en la tumba, en el cementerio. 
Alguien me contó hace poco que un analizante llamó un domingo al analista para decirle 
que estaba extremadamente mal, alguien situado en el límite de sus posibilidades de 
sostenerse. 
El analista le dijo -fiel a un modo muy extendido de entender la regla de abstinencia y el 
dispositivo del análisis-: "Venga mañana a la hora de su sesión". Acto seguido, el 
analizante se tiró por la ventana -vivía en un octavo piso- y cayó al patio de un analista que 
vivía en la planta baja. 
Decimos, entonces, que frente al pasaje al acto hay que hacer una serie de cosas, pero las 
cosas que hay que hacer no son externas a la lógica misma del pasaje al acto y, por lo 
tanto, de la dirección de la cura frente al mismo. Y no hay que esperar a la configuración 
completa de la escena del pasaje al acto para operar. Ofrecer el semblante del Otro 
barrado, a lo que nos hemos referido recién, es una primera operación básica, que no por 
surgir por lo general en forma espontánea en el analista deja de ser crucial. 
Indudablemente, como lo hemos señalado reiteradamente en esta exposición, hay una 
relación estrecha entre el sujeto identificado totalmente al objeto-resto y el goce del Otro 
que es necesario cortar. Y ese mismo corte es un avance en la operación de la cura. Es 
una instancia de la dirección de la cura hacia la relación del sujeto con su verdad, definida 
por la particularidad de la circunstancia en juego. El camino de ese análisis pasa por ahí; lo 
que se hace frente al pasaje al acto no es exterior al movimiento de la cura. No se trata de 
meros obstáculos indeseables de los cuales protegemos al sujeto en un paréntesis de la 
cura, para -una vez superados- volver a operar analíticamente. Lo que hacemos es 
inmanente a la cura misma, y la ética del psicoanálisis pasa por allí. Hay casos donde una 
conducción de la cura inapropiada engendra el pasaje al acto; por ejemplo, a través de un 
analista que se coloca en una posición de Otro absoluto, a veces precisamente a través de 
una modalidad de ejercicio de la regla de abstinencia, lamentablemente extendida, y que 
converge con colocar al analizante a merced de su goce, como instancia del goce del Otro. 
Pero muchas veces el pasaje al acto es una vicisitud necesaria de la cura, así como lo es 
el acting out. El análisis no podría dejar de pasar por allí, y está en el arte del analista 
permitir un suficiente despliegue de la escena en la transferencia y, al mismo tiempo, situar 
el tiempo en que empieza a producir las distintas operaciones que tienen por consecuencia 
el atravesamiento de este tiempo y el corte de la escena desde el análisis. Es el acto del 
analista el que tiene que cortar la escena, y no dejar que sea la propia escena la que 
conduzca al analizante a cortarla en la culminación del pasaje al acto. 
¿Cuáles serían, entonces, las operaciones que para mí hacen a una estrategia de la 
dirección de la cura frente al pasaje al acto?. Las enumero de un modo que no implica un 
orden serial ni una inclusión exhaustiva. La primera, que podríamos llamar operación 
"Semblante del Otro barrado", es la que hemos descripto antes, señalando que allí donde 
el Otro está totalizado, el analista debe sostener su presencia barrada, dando un lugar para 
el analizante como sujeto. En segundo lugar, se trata de poner en continuidad la escena 
del análisis con la escena de la vida del analizante, intentando de esa manera sostener al 
límite la dimensión transferencial. Frente al pasaje al acto, no se puede dejar librado el 
sostén de la transferencia solamente al analizante, pues precisamente por la propia 
estructura de la escena del pasaje al acto, tiende a totalizar al analista, y a sustraerse de la 
escena del análisis. Es el analista quien debe hacerse cargo, al menos provisoriamente, de 
sostener y activar la transferencia. Podemos denominar esto "Operación mantenimiento de 
la transferencia". 
Otra operación tiene que ver con el objeto. El analista debe hacerse cargo de poner en 
juego el objeto a desde su costado. La mirada y la voz del analista son particularmente 
aptos para esta operación. Como ejemplos sencillos y frecuentes de esto están las 
maniobras de ubicar al analizante frente a frente y, fuera del ámbito estricto de la sesión, 
aunque no fuera del análisis, el pedir al analizante que llame por teléfono, o hacerlo el 
analista llegado el caso. El analista ofrece allí su mirada o su voz en tanto objeto a para 
clivar al sujeto del objeto a en tantodesecho al cual está identificado. Son operaciones a 
nivel de lo real pulsional. Pero esta presentación del objeto también implica operaciones de 
otros órdenes: por una parte, se ofrece el soporte del sentido y de la imagen, soportes 
necesarios frente a este punto de debacle simbólica que es el pasaje al acto. En tanto 
imagen, cuando se invita al analizante a situarse frente a frente, se le está ofreciendo la 
unificación corporal del propio cuerpo del analista como soporte frente a la fragmentación, 
tendiendo a evitar el incremento de la sensación de estar a merced del goce terrorífico del 
Otro que la fragmentación corporal provoca y que puede desencadenar por sí sola el 
pasaje al acto. 
Por supuesto, en tanto estas operaciones no son sin palabra, ella también puede operar 
como corte simbólico en relación al goce del Otro, apenas hay condiciones para ello. 
Ocurre que, muchas veces, esta función de la palabra está en suspenso, o es muy endeble 
frente a la intensidad del goce en juego en la configuración progresiva de la escena del 
pasaje al acto, y por momentos la dirección de la cura tiene que sostenerse 
predominantemente desde lo real y lo imaginario, hasta que la palabra recupera 
plenamente su eficacia. En la medida en que esta eficacia se recupera, y el sujeto logra 
hablar del fantasma del pasaje al acto, de la escena que va preparando, el propio hablar 
constituye una operación de corte. El discurso puede ser la encarnación del goce, pero el 
discurso también corta el goce del Otro. O sea que la propia palabra hace también de 
barrera. 
Y, si las cosas van bien, en el sentido de la eficacia de la cura, empiezan otras etapas en las 
vicisitudes del pasaje al acto. El deseo del sujeto comienza a tener una presencia en el texto 
de la cura, que en la situación del pasaje al acto es al principio esporádica y puntual, y debe 
ser sostenida fuertemente por el analista. Esta presencia del deseo es una barrera esencial 
frente al goce y por lo tanto un acotamiento estructural del pasaje al acto. 
Por otra parte, dado el carácter extendido de la presencia de un duelo melancolizado en el 
pasaje al acto, el trabajo de duelo en el análisis se torna fundamental, trabajo en el cual el 
valor simbólico de la palabra es esencial. Empieza con la restitución de la eficacia de la 
palabra. Es un trabajo sobre cada rasgo del objeto perdido, precedido por la instancia de 
situar qué es lo que el sujeto perdió. Según la expresión freudiana: el sujeto sabe a quién 
perdió pero no sabe qué perdió en él. 
Lo que estoy exponiendo ante ustedes, de modo esquemático, dado el breve tiempo 
disponible, hace, sin embargo, a una lógica muy precisa, que he intentado poner en 
evidencia. Porque cada una de estas operaciones está vinculada con los parámetros 
teóricos que hemos situado en relación a las condiciones del pasaje al acto. 
Tal vez, si las cosas funcionan, y en las neurosis muchas veces funcionan, podemos dejar 
avanzar la configuración de la escena del pasaje al acto hasta cierto punto, porque para 
que haya análisis debe haber un cierto despliegue de ella. Un corte prematuro impide el 
pasaje por los lugares que el sujeto debe transitar en la circunstancia del pasaje al acto. A 
un mismo tiempo, debe operarse para mantener acotado ese despliegue necesario a la 
cura y operar los cortes pertinentes en el momento oportuno. Este despliegue puede 
hacerse con la confianza de que, si la operación de mantenimiento de la transferencia 
funciona, si la operación del semblante del Otro barrado en la transferencia funciona, si la 
operación clivaje del sujeto y el objeto funciona, el analizante podrá atravesar el tiempo del 
pasaje al acto bajo transferencia sin necesidad de concluir la escena con el pasaje al acto 
propiamente dicho. Y, en todo caso, si la concluye, que sea -voy a decirlo de un modo 
solemne- un pasar al acto y no un pasaje al acto. Un poco de solemnidad en nuestra 
enunciación y un poco de confianza en la eficacia de la cura para sentirnos un poco mejor. 
Porto Alegre, 27 de agosto de 1993 
	Clinica Del Pasaje AI Acto En La Neurosis.

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